– No sabría decirte porqué, de verdad que no lo sé, creo que no hay una sola razón sino muchas que se van acumulando durante semanas hasta que de repente hacen que me pase lo que me pasa.
– Esta mañana, por ejemplo, he llegado a la oficina después del terremoto, y me sentía muy bien. Era una mezcla entre temor por si alguna vez ocurre ése tan tremendo que dicen que están esperando, y emoción por haber vivido la experiencia. Así que llego, abro la puerta de la oficina, doy los buenos días y, como siempre, sólo Michiko me responde. Las otras tres personas apenas se dignan a apartar un instante la vista de sus monitores para ver qué ha perturbado la atmosfera. Pues bien, esa ha sido la razón, digamos, desencadenante. De repente me ha entrado algo parecido a un escalofrío por el pecho y se ha quedado ahí para todo el día inundándome de pena, haciendo que ya ese día no vea nada con claridad. Y fíjate, tan contento como estaba.
– Por supuesto, sé que no merece la pena, que estos tres miserables de ego inflado no se merecen ni un recodo de mis sentimientos, pero ha pasado y pasa aunque entiendo que no tenga sentido, me ocurre y no puedo hacer nada para remediarlo más que dejar pasar las horas. Es como si luego, con el reposo de la noche, se desenredasen solas todas las preocupaciones y se dejasen en un montón que el nuevo amanecer se encarga de barrer, y aquí no ha pasado nada.
– Si toca uno de esos días, no se puede sacar nada en claro. No hay Karate que valga, ni té verde en polvo que batir, ni coreografía que ensayar. Incluso el blog, del que sabes que tan orgulloso estoy, me resulta pedante y aburrido, y de repente creo que es una total perdida de tiempo, hasta contesto a comentarios con desdén.
– ¿Sabes eso que decimos nosotros de la botella medio vacía?, pues yo no es que la vea así, sino que la botella en sí me da igual.
– Curiosamente esos días suelen ser los más productivos en el trabajo, me aislo, cosa bastante fácil en mi oficina, y tecleo sin parar con el objetivo de mantener mi mente entretenida en algo que me permite dejar de pensar que el maldito reloj cuenta hacia atrás cuando no miro.
– Y llego a casa, y como chocolate y mi cuerpo pesa el doble en el futón. Allí me quedo pensando en lo que siento, pero no hay razón aparente. Y entonces lloro al ver algo normalmente relacionado con mi pasado: la foto de mi hermano Javi, la letra de una de las cartas de mi madre… no es que rompa a llorar desconsoladamente como en las películas, no va por ahí la cosa. Es mucho más íntimo, brotan lágrimas durante largo tiempo aunque apenas hacen que se perturbe mi respiración, pero ¿sabes?, con cada una de ellas el escalofrío del pecho va perdiendo fuerza, como una batería que se descarga.
– Despues, exhausto de sentir y con los ojos todavía templados, me duermo profundamente, como si hubiese corrido una maratón. Y al día siguiente todo está en su lugar. Es como si mi corazón cumpliese el cupo de sentir y reclamase ser vaciado. Y luego todo vuelve a empezar como si nada hasta dentro de unos meses que volverá a ocurrir.
– O sea, que tu, como nosotras, también tienes la regla.
– Visto así….



no es más que una especie de ryokan gigante con muchísimas habitaciones donde hay canchas para hacer ejercicio, con la peculiaridad de que todo lo que se hace son artes marciales. Allí ves desfilando por pasillos a gente con trajes blancos de Karate, azules de Judo y marrones de vaya usted a saber de qué, andando de acá para allá con cara de enfadados al encuentro del tatami donde les toca entrenar esa vez.








































expresión de estado de ánimo alteradamente encabronil, usualmente utilizado al final de una frase
porque nunca se dan de más
himno a la libertad creativa, pero con criterio antiulcerítico, voz de protesta ante el bicho aboquil multipateable tarambanil. Este tampoco se pone nunca de más.
ícono representativo de todas las situaciones verbenerofestivas, expresando el carácter golfo de los participantes
es bastante relativo eso de decir que uno está pirao, pero tampoco está de más señalarlo de vez en cuando
cuando uno está viejuno o se hace alguna actividad viejuna, es menester poner la ikucarica correspondiente
icono pensado inicialmente para indicar el camino de salida de aquellos comentaristas porsaquiles, pero resulta que el pueblo llano ha decidido usarlo para despedirse con lo que yo también lo uso con tal significado. Lo que no quita para que tanto yo como vosotros mandéis a cortar pinos con él a quien consideréis necesario
si la cosa se pone tierna, soltaos, soltaos
cuando por circunstancias algún post o comentario te ha tocao los webos, se deberá dar una ostia virtualmente con este macarra amarillo. O tas tas al culete, como dice
ikucarica bilbaína del barrio de Rekalde que ha flipao en estéreo y en HD con lo narrado en el post, o con algún comentario
no está muy clara la diferencia entre 








































































