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Avanzamos, avanzamos

Hace un par de fines de semana fue el evento de Capoeira del año: vinieron compañeros de Okinawa y tuvimos el lujo de contar con profesores muy distintos que nos enseñaron un montón de cosas durante tres días.

Yo fui el fotógrafo oficial y también me dediqué a grabar las clases dejando la cámara en un lugar estratégico todo el rato. Ayer viendo algunos vídeos me di cuenta que salgo dando botes, y me alegro de ver que he mejorado bastante en agilidad, aunque anda que no me queda nada!!!

Lo digo y lo repito: sin haber dejado Karate, me alegro una barbaridad de haber empezado Capoeira… se complementan ambos perfectamente, las técnicas rígidas de uno, con el movimiento y la agilidad del otro…

Aquí va un mini vídeo del menda dando botes, o como me dijeron en el blog de Alain «haciendo el chimpancé», jajaja, lo cierto es que el primer movimiento que se ve se llama «macaco», jaja.

¡¡ Buen fin de semana !!
:gambi: :gambi: :gambi:


Capoeira Summer Kick Off Party

El sábado había un evento organizado en Capoeira, estábamos todos los estudiantes invitados a una Roda y después a un concierto de un señor llamado Silvio Anastacio que iba a tocar música brasileña. El gimnasio de Capoeira mola mucho porque a parte de ser amplio, tiene un bar con su barra, su dispensador de cerveza y todo, así que no es raro que nos quedemos allí los que vivimos cerca hasta las tantas tomando zumicos y bebidas isotónicas después de entrenar los viernes.

El plan prometía mucho: Sucuri, el profesor, iba a poner una serie de vídeos de Capoeira explicando algunos conceptos básicos, y después de verlos todo el mundo se cambió de ropa y pasamos a hacer una Roda, la pelea en el círculo, que duró una hora con gente entrando y saliendo cada medio minuto. Yo sólo salí una vez porque todavía no tengo nivel suficiente y la verdad es que acabo haciendo Karate siempre, pero estuvo genial y daba gusto ver a los niños haciendo con los mayores sin ningún miedo. La grabé prácticamente entera, ahí van algunos cachos, a ver si me pispiáis lo poquico que salgo:

Lo siguiente fue preparar un poco el escenario y Silvio Anastacio estuvo tocando música en directo mientras el resto nos sacrificábamos porque resulta que había excedente de zumo de cebada y Caipirinhas y no era plan de que se estropease.

Una de las cosas que más me gusta de este lugar es la cercanía, la camaradería que existe entre la gente. Todo el mundo se conoce y aunque yo no llevo casi nada comparado con ellos, lo cierto es que me siento uno más. Para mi, Capoeira aparte, el lugar se ha convertido en una especie de txoko donde siempre te encuentras a alguien con quien echar un rato aunque no haya clases y el poder hablar en castellano con el profesor es impagable.

Takeshi y Sucuri, los dos profesores, lo mismo servían cervezas que tocaban y cantaban con Silvio, y hasta William, un compañero de padre japonés y madre brasileña, se plantó con su guitarra y estuvo también tocando con ellos…

Además el lugar es perfecto para los chavales porque tienen todo el espacio del mundo para jugar y hacer el cabra…

El resto, pues nos dedicamos a gambitear todo lo que pudimos… y aunque no hubo manera de quitarme de encima la charla sobre el papel que va a hacer España en el mundial, que me interesa lo mismo que la reposición de Jara y Sedal, lo cierto es que me lo pasé genial!!

El campamento militar, día 2

¡Yo no escarmiento, y mira que me ha pasado veces ya!. Es imposible que yo pueda dormir si hay algún sujeto roncador dentro de la misma habitación, es que no hay manera por mucho que lo intente… empiezo a dar vueltas hasta que me acabo levantando y pirando a dormir por ahí a otro lado. En el campamento de Karate me colé en otra habitación del Ryokan y puse la alarma a una hora prudencial para que nadie lo supiese… Pues aquí lo mismo, resulta que el inglés roncaba como la mother que lo parió, así que cargué el saco de dormir que me había dejado el Zordor (otro roncador de pro) y me recorrí medio bosque por la noche hasta que llegué a la cabaña de los equipajes, me metí dentro, aparté todas las mochilas para un lado y allí que me quedé sobao más bien que todas las cosas.

Tampoco mucho rato, porque aquí se hace de día a las cinco de la mañana y con toda la claridad ya no hubo manera. Total, que allí nos juntamos todos con la legaña puesta dispuestos a matar el tiempo hasta la hora del desayuno. Yo me subía a los árboles, que hacía mucho que no hacía yo esto, otros vegetaban en las hamacas y los chavales ya hacía un rato que andaban corriendo unos detrás de otros.

Lo que más triunfó entre los mayores fue la cuerda esa que te engachabas un pie y te tirabas a lo loco llegando a una altura que impresionaba y daba gustico todo junto:

Y después de un desayuno cañero, a los pequeños se los llevaron de ruta por el monte por entre campos de arroz y hasta recogieron takenokos, los brotes de bambú que se pueden comer y que están bajo tierra. A los mayores nos tocaba la segunda parte del curso: formaciones de ataque, señales entre formaciones y desarme de pistoleros. Sucuri nos estuvo enseñando los diferentes gestos que se hacen los militares para indicar que el área está despejada, o que todo el mundo al suelo… hay un montón diferentes y la verdad es que nos partíamos de risa ahí a lo Bauer.

Después pasamos a ciertas técnicas de lucha cuerpo a cuerpo. Algunas se parecían mucho a técnicas de Karate o Aikido que yo ya me sabía, pero aquí la cosa va mucho más a lo bestia, a lo efectivo, si en Karate damos una patada en el estómago, aquí es en los huevos y después codazo en la nariz… cosas así, vamos, que no nos andábamos con remilgos. Y ya lo siguiente fue qué hacer en el caso en que nos apuntaran con un arma desde cerca, aprendimos a quitarle la pistola al tipo y pegarle una somanta palos para acabar apuntándole a él con su misma arma. Esto, claro, son supuestos porque en la vida real habría que tener muchos tamagos para atrever a mover ni un pelo delante de una pistola, pero bueno, ahí está la experiencia aprendida que moló muchísimo.

También teníamos una sorpresa encantadora esperándonos, resulta que los chavales nos estaban preparando pizzas!!. Pues si, los señores del campamento les estaban enseñando a hacer la masa e iban poniendo queso, tomate, orégano… para al final acabar en unos hornos improvisados con bidones de donde salían unas pizzas hechas con más cariño que maña, pero riquísimas de todas todas.

Y ya tocó recoger y volver para casa molidos estando atentos a que ninguno de los chavales se quedase dormido a la hora de cambiar de tren. Bueno, chavales y lo que no son chavales, que allí dió cabezadas hasta el más pintao!

Como decía al principio, éstas experiencias le cambian a uno. Llevaba un par de días leyendo algunos blogs de otras personas que viven en Japón y que están amargadas, o parecen amargadas contando un montón de malas vivencias que les han pasado. La conclusión de éstas personas es que los japoneses son fríos, falsos y racistas. De alguna manera me había afectado, llevaba unos días a la defensiva buscándole tres pies al gato al comportamiento, a los gestos de los que me tratan en la vida diaria: mis compañeros de Capoeira, de Karate, los del supermercado, los del combini…

Cuando llegamos del campamento y estaban los padres de los niños esperándonos, insisto en que éramos 7 extranjeros y 2 japoneses adultos los que nos encargamos de ellos, nos acogieron con una calidez y una gratitud que me quitaron de un plumazo las tonterías. 23 niños a cargo de extranjeros y nos lo pasamos de cine sin medio problema. Mil veces me tienen que llamar gaijin de malas maneras para compensar esto.

Y ni así, porque cada vez creo más que estar amargado no es un estado, sino una condición; no se está amargao, sino que se es y se seguirá siendo en Tokyo, en Bilbao y en Sebastopol. ¡¡Pa cuatro días que estamos aquí y vamos a andar con chorradas de siesos pejigueros!!

:gustico:

El primer fin de semana de Junio hay un curso en la academia de Okinawa pero me coincide con un campeonato de Karate… Capoeira en las playas de Okinawa… me habría encantado ir!!!! ¡¡mecagüen!!

¡Buen fin de semana!
:gambi: 8) :gambi:

El campamento militar, día 1

Estoy convencido de que ciertas experiencias le cambian a uno. Lo cierto es que estamos siempre cambiando de alguna manera, pero yo sé que no soy el mismo después de haber vivido lo de este campamento, como tampoco lo era después de aquél de Karate, como tampoco lo seré cuando vuelva a Bilbao.

La idea de Sucuri, nuestro profesor de Capoeira, era juntar a los mayores para ir a Chiba a aprender técnicas que él sabe de lucha cuerpo a cuerpo y con cuchillos, a disparar con pistolas de bolas y poner todo eso en práctica en medio de un bosque perdido. Pero lo curioso es que se empezaron a apuntar niños también, y al final resulta que fueron mayoría con lo que nos juntamos 9 adultos y 23 niños de edades comprendidas entre los 5 y los 12. Así que la cosa cambió radicalmente, y nos convertimos en monitores de unos chavales encantadores que nos tuvieron a prueba durante dos días.

Yo admiro mucho a Sucuri, un señor que resultó ser americano al final y que montó dos dojos de Capoeira en medio de Tokyo hace un montón de años. Me gusta la idea de que un montón de niños japoneses vayan dos o tres veces a la semana a que un extranjero les enseñe algo de extranjeros sin que haya ni medio problema, porque todos juntos nos reímos del racismo que dicen que hay en este país, que seguro que lo habrá pero a mi me tienen sin cuidado esa minoría de necios.

Así que un grupo de nueve adultos, siete extranjeros y dos japoneses, fuimos monitores de veintitrés niños; nos encargamos de sacarles billete, de salir los últimos de los trenes asegurándonos que ninguna mochila se quedaba huérfana, de entretenerles las dos horas y pico que duró el viaje, y de verdad que yo disfruté como nunca con las risas y el cariño que ya nos estaban regalando al de una hora de conocernos. Y luego los japoneses son fríos y los niños son como robots, manda huevos lo que tengo que aguantar.

Total que para cuando llegamos al lugar, yo ya era amigo de la mitad de los chavales que no me dejaban parar entre que les dió por tocarme la nariz y las barbacas y decir mi nombre a coro: OSUKARU OSUKARU.

Una vez allí, bus de por medio, dejamos las mochilas en una cabaña de un árbol y nos fuimos de exploración, el sitio prometía: cabañas en los árboles, cuerdas y columpios montados, alguna que otra serpiente a la que no saqué foto porque salí corriendo… Y lo tenían montado de manera que todo funcionaba con paneles solares, ¡hasta un ofuro había!

Y empezamos el lío: nos fuimos con las pistolas y un par de escopetas de bolas al bosque y Sucuri nos estuvo enseñando a manejarlas, a movernos por entre los árboles, a patrullar en grupo, y allí nos dedicamos a practicar con unas latas. Después nos emparejamos y ya nos empezamos a pegar tiros unos a otros, que parece que no pero anda que no escuecen las bolitas esas!!! Yo en el segundo turno me subí a un árbol y gané al otro grupo, pero después me costó un huevo bajar, lo mismo estuve ahí subido diez minutos !!

La gente del campamento, de mientras, no quitaban ojo a los niños que tenían mucha libertad para hacer lo que quisieran por allí siempre y cuando no se metiesen por el bosque, y les estuvieron haciendo arcos de bambú y flechas para entretenerles. Ellos encantados entre las hamacas, los columbios y todo el campo que tenían por delante para correr y chillar hasta hartarse.

Así que entre pistolas, arcos, flechas y no parar en toda la tarde, nos acabó entrando un hambre del copón a todos. Había que preparar comida para unas cuarenta personas y se pusieron a cocinar arroz con curry… me hizo gracia que aquello era como un rice cooker a lo bestia, cuarenta vasos de arroz que lavar en un cancarro enorme!!

Con la chaqueta puesta, porque hacía biruji, nos reunimos alrededor del fuego y después de cenar y asegurarnos que los chavales estaban bien en su cabaña, alargamos la velada hasta que nos quedamos sin cervezas, y después un poco más hasta que nos quedamos sin nihonshu, y después un poco más hasta que nos quedamos sin canciones, y después un poco más hasta que nos quedamos sin borrachera, y después un poco más hasta que nos quedamos sin estrellas…

Bid Kids Camp

Toma ya, entre el título y la foto que le ha puesto mi profe de Capoeira al evento, esto promete!

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Esto no tiene desperdicio, hombre, se trata de una especie de campamento militar al que nos vamos a ir este fin de semana en Chiba. Yo no me pierdo ni una gaita de éstas, que me lo paso como el enano que soy, además que seguro que hace más calor que en el entrenamiento del frío aquél.

La cosa va de dormir en una cabaña en un árbol y actividades en un bosque que incluye:

– Camuflaje
– Formaciones de ataque
– Métodos de transporte
– Cómo descansar
– Cómo cruzar áreas peligrosas
– Reacción a emboscadas
– Crear emboscadas
– Métodos de ocultación en la jungla – bosque
– Lucha con cuchillos
– Lucha con las manos vacías
– Neutralizar vigilantes

Espero que sea un poco más suave que lo de la peli aquella!!

Hombre, a mi todo esto de la guerra como que me da igual, pero todo lo que sea echarme unas risas haciendo ejercicio, bienvenido que es, y si además aprendo algo, mejor que mejor!!! El que se aburre es porque quiere!

Una siesta echaban mi mamá y mi papaaaa
mamá se dio la vuelta y le dijo a papaaaaaaa….

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¡Buen fin de semana, chavales!
:gustico: :nunchakero: :gustico:

Alter ego

Dice el blog del Jordi Hurtado que álter ego es:

Persona real o ficticia en quien se reconoce, identifica o ve un trasunto de otra

Si tenemos en cuenta que trasunto por lo visto significa algo así como imitar, más o menos se ajusta a lo que yo creía… vamos a ver si soy capaz de explicarme.

Cuando yo andaba por segundo de BUP decidí apuntarme a Karate más que nada porque no había muchas actividades más que se podían hacer en mi pueblo. Pasó un poco lo mismo que me estaba pasando en Capoeira: de no tener ni idea, de ser más torpe que Mr. Bean con zapatos de tacón, alcancé mi primer punto de inflexión a base de tesón y a partir de ahí llegaron todos los demás. Hay cosas que nunca llegué a poder hacer, y otras que dominé sin problema, pero siempre tengo presente que el primer año fui un patán como lo es absolutamente todo el mundo que empieza algo.

Había dos clases; a partir de las ocho de la tarde se juntaban los mayores, pero una hora antes estábamos nosotros que no éramos críos pero tampoco grandes del todo. El caso es que con el paso de los años hicimos un grupo con los habituales e incluso quedábamos los sábados por la mañana para entrenar por nuestra cuenta, aunque lo cierto es que siempre acabábamos haciendo el tonto pegándonos entre nosotros. Yo aguanté en esa clase muchos años, me resistí mucho a pasarme a la de los mayores pero no era porque éstos me diesen miedo, sino porque en la de las siete había encontrado a mi álter ego: Dani, el que es uno de mis mejores amigos, era un compañero-rival, alguien que aún teniendo los dos más o menos el mismo nivel, siempre me ganaba en las competiciones o siempre se sabía un kata más. Era el que me obligaba a esforzarme, a espabilar, a superarme con ganas para que no me superase él a mí. Con los años acabamos pasándonos los dos a la clase de los mayores y la cosa continuó: compañeros de Karate, rivales en el tatami, amigos siempre.

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Bien, pues resulta que aquí ya me he buscado inconscientemente mis álter ego en Capoeira y Karate. Sin quererlo, ya he fichado a las personas que creo que tienen el mismo nivel que yo y con las que compito cada minuto de las clases que coincidimos por hacerlo mejor que ellas. En Capoeira está el chico negro que hace mejor que yo las volteretas, pero que no es capaz de pegar patadas en condiciones, pues ahí estoy yo haciendo siempre una voltereta más que él hasta ponerme a su nivel. En Karate está el chico japonés que no tiene apenas fondo, pero que se sabe todas y cada una de las técnicas de kumite que yo me estoy intentando aprender desde hace tiempo. Ayer coincidió que en la clase hicimos esas mismas técnicas, y yo seguía sin sabérmelas mientras que él las hizo perfectas, pero también hicimos combate y yo le gané porque él no podía con su alma. Se podía notar en el ambiente el coraje que uno u otro ponía en según que situación por alcanzar el nivel del contrario.

Así que mi teoría del álter ego es que es imprescindible saber elegir a la persona con la que medirse en lo que hacemos, para saber si lo estamos haciendo bien, para evolucionar al ritmo que marcamos los dos gracias a esa sana rivalidad nunca confesada, para que cada gota de sudor brote con un objetivo concreto cada vez y seguir aprendiendo con rabia el uno por culpa del otro.

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El punto de inflexión

De las cosas que más presentes tengo últimamente es que el tiempo pasa burlón al doble de velocidad de lo que pensamos. Supongo que el hecho de que el visado me caduque el año que viene y éste sea un punto que no tengo resuelto todavía, tendrá mucho que ver. Y el caso es que darme cuenta de ésto hace que intente exprimir los días al máximo, pero claro, sin faltar a mis responsabilidades. Vamos, que trabajo desde casa, y me sigue sin gustar, pero aprovecho la situación para combinar mejor los horarios de Karate y Capoeira y ésta semana, por primera vez, he podido ir a tres clases de cada uno. Una distinta cada día y las dos el viernes.

Ayer por la mañana cogí la bici y enfilé la cuesta que me separa del Dojo de Capoeira. Hacía mucho frío y confieso que me costó mucho salir de casa, pero ésta semana me la había planteado así y no quedaban más huevos, ya descansaré en el cementerio. Llegué con la nariz congelada, y cuando me estaba quitando los zapatos, Takeshi me recibió con gesto extraño pero amable:

– Ala, pues si que es raro que vengas por la mañana!! ¿hoy descansas del trabajo?
– No, es que como trabajo desde casa, me venía mejor venir a esta hora, ya me quedaré después hasta las tantas de la noche

Takeshi es otro de mis profesores de Capoeira, un chico de mi misma estatura que vivió en Nueva York unos años por lo que habla inglés, seguro que más y mejor de lo que pretende hacernos creer. Suele llevar una gorra que le da cierto estilo sesentero, y, que me perdonen los demás, en la roda se mueve como nadie.

La clase del martes fue un desastre, no fuí capaz de hacer nada a derechas. Pero en la de ayer alcancé lo que según mis teorías he bautizado como el punto de inflexión. Es el punto a partir del cual todo empieza a salir, así sin ninguna explicación, sin más, de repente sabes hacerlo y ni siquiera piensas en que una semana antes era imposible. Pues ayer sucedió, no fué brillante, no fué espectacular, simplemente supe realizar los movimientos que me habían explicado mil veces y que mi cuerpo se negaba a aceptar. Alcancé el punto de inflexión.

Una vez leí en algún sitio que todo está en nuestro cerebro, que cuando se empieza una actividad nueva, inmediatamente las neuronas empiezan a establecer conexiones aquí y allá, que no es más que el proceso de aprendizaje. A unas personas les cuesta más, a otros menos, pero el proceso está ahí y lleva su tiempo. Y si uno insiste, si no nos rendimos, llegará un momento en que, sin pensar, sabremos hacer lo que llevamos meses intentando.

Por supuesto, está el factor físico, y más en el caso de Capoeira o de Karate: el cuerpo necesita su entrenamiento, los músculos necesitan acostumbrarse a los nuevos movimientos, coger fuerza, elasticidad, fondo. Pero es que ésto mismo pasó en la ceremonia del té donde el físico importa más bien poco: un día todo sale del revés y de repente, al día siguiente, era capaz de seguir los pasos sin ningún problema, de recordarlos, o dicho de otra manera: las conexiones entre mis neuronas por fin llegaron a un estado que me permitían realizar la ceremonia con un nivel aceptable.

Pues ayer, después de medio año, por fin fuí capaz de no ser estático, de no ser Karateka, aprendí a olvidarme de lo mío, y supe hacer lo que Takeshi me enseñó como debería hacerse. No fué que de repente lo hiciese genial, no lo hice perfecto y seguro que muy lejos de estar bien, pero yo supe que había alcanzado el primer punto de inflexión de todos los que vendrán a partir de ahora. Se sabe que se ha llegado ahí porque algo cambia, el cuerpo ya sabe por donde tiene que tirar y se deja de pensar para simplemente hacer, y se siente un llenazo por dentro, se empieza a disfrutar de lo que se hace. Dos días antes fue imposible. Dos días después las neuronas se sincronizaron con los músculos y todo funcionó de sopetón, como si entre sueño y sueño siguiesen ahí a lo suyo hasta que se acabó de entender el asunto por si sólo.

Y esta, señores, ha sido mi teoría sobre el punto de inflexión, que no viene a decir más que «el que la sigue, la consigue» a lo Toscano. Cada vez me creo más que que se consiga o no es cuestión de dejarle tiempo al coco para que haga sus trapicheos aquí y allá. O no rendirse a la mínima, vaya.

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La Roda

Cada vez me está gustando más ir a las clases de Capoeira, poco a poco voy cogiendo un poquito más de agilidad y ya me sale algún que otro movimiento sin tener que estar pensándolo demasiado. Sigo moviéndome menos de lo que debería, herencia del Karate, apenas sé un par de nombres de golpes, no me he aprendido ninguna canción y las volteretas, que es quizás lo que más hacemos, me salen mejor aunque sigo haciendo mucho ruido al acabar. Pero tengo claro que es cuestión de tiempo, yo sé que puedo hacerlo mucho mejor y solo necesito entrenar y entrenar… y pasármelo todo lo bien que me lo paso entre medias!!

En Karate veo como estoy mucho más suelto, sobretodo a la hora de hacer combates, me cuesta mucho menos moverme y lo hago bastante más rápido. Veremos si esto tiene algún efecto en la competición del mes que viene, pero yo ya estoy mucho más que satisfecho de haber empezado a hacer algo completamente distinto que lo complemente, creo que ha sido una muy buena decisión que ya está dando sus frutos.

Bua, vaya rollo de pequeño saltamontes he soltado… y yo que lo que quería era poner un vídeo de mis compañeros haciendo Roda!!!

Vamos a ello: esto se trata de hacer un círculo no demasiado amplio dentro del cual dos participantes hacen Capoeira al ritmo de la música. Raramente hay contacto, se toca pero no se pega y las acrobacias están a la orden del día siendo importante no salirse del círculo. En nuestras clases siempre hacemos una al menos, y aunque empiezan dos, cualquiera puede entrar en cualquier momento haciendo que uno salga y continuando el combate. Yo ya he empezado a entrar de vez en cuando aunque no sepa hacer demasiadas cosas, pero está claro que esto va de practicar y si no se hace, no se avanza.

Este vídeo lo grabé el otro día, son dos de mis compañeros haciendo Roda en la academia de Magome, que está muy cerca de mi casa:

Hoy toca clase otra vez, pero como a la tarde voy a ir al concierto de Miguel en Shimokitazawa, he pensado en ir a la clase del mediodía. ¡Ventajas de trabajar desde casa!

Ikulatino

El ser humano tiene una curiosa necesidad de generalizar, de clasificar todo lo que le rodea, especialmente a otros seres humanos. Inconscientemente la mayoría de las veces, metemos a la gente en cajones junto a otros que creemos de sus mismas características y a partir de entonces ya pensamos que sabemos cómo van a actuar, porque les tenemos etiquetados, o por lo menos ya hemos logrado cierto control de la situación.

Los americanos son todos gilipoyas de primeras, los argentinos no callan, los chinos unos maleducados que comen con la boca abierta y eruptan, los japoneses, cuadriculados ellos, se duermen al minuto dos de estar sentados en cualquier lado, los franchutes… bueno los franchutes son de la France, los catalanes unos agarrados que hablan todo secos ahí, los vascos comen como jabatos y se entretienen con la kale borroka, los gallegos se están todo el día quejando carallo paquí carallo pallá…

Esto más o menos es lo que me viene a la cabeza en un momentico y fijo que es mentira en el noventa y nueve por ciento de los casos, gabachos a parte, pero mira, así para empezar yo ya tengo la idea metida en el bolo y si me presentan a un tipo que es chino, ya vengo preparao gracias a mi resabiado inconsciente y sus ruines generalizaciones, y seguro que me fijo en si cierra los morros cuando mastica.

De la misma manera que yo prejuzgo sin quererlo aún a sabiendas de que mis etiquetas son dañinas y falsas, pues yo también soy etiquetado y más viviendo en un sitio donde la inmensa mayoría es diferente a mí. Soy extranjero, así que no sé, ni sabré nunca, ni papa de japonés, no puedo comer natto ni nada que no haya pasado antes un buen rato por una sartén, hablo inglés perfectamente desde que nací, la tengo más larga que Pinocho… en fin, mil tópicos típicos más.

Una vez desmentidos la mayoría, lo de Pinocho me lo guardo para mi, ya pasamos a concretar un poco la generalización (si tamaña frase tiene sentido): vengo de España, así que me vuelve loco el fútbol, me entusiasman las corridas de toros, he vivido alguna vez los San Fermines, bailo, o conozco a alguien que baila o canta flamenco, y me lo paso pipa estampando tomates a la gente en el «Tomato Matsuri» que sacan todos los años por la tele japonesa.

Bueno, es normal, sería de bobos ofenderse y salvo alguna vez que me han dicho que pimplo vino hasta para desayunar, tampoco son cosas malas. Es nada más y nada menos que lo que se ve por la tele, igualito que en España con Japón: los frikis de Harajuku, las yamambas de Shibuya y cuatro o cinco gilipoyeces más que ni de lejos se acercan a lo que es esto, yo todavía ando buscando las máquinas de bragas usadas pa ver si me aceptan calzoncillos y me saco unos cuartos para onigiris.

Pero el caso es que últimamente me han etiquetado como latino, y esto sí que me ha parecido curioso porque yo nunca me he sentido como tal. Por supuesto que tengo una conexión fuerte: hablamos el mismo idioma, pero hasta ahí puedo leer… para mi todo lo demás es diferente: si voy a un restaurante Chileno comeré cosas que no he comido nunca en mi casa, si voy a un bar de salsa me sentiré totalmente fuera de lugar porque aunque entienda lo que dicen las canciones, soy incapaz de dar tres pasos porque nunca en mi vida lo he hecho, ni lo he visto hacer. Cuando ví la exhibición de tango en aquél bar hace tres semanas, me quedé fascinado porque era la primera que había visto en mi vida.

Así que cuando en Capoeira mi profesor, que me habla en castellano con acento Mexicano me dice que «nosotros los latinos», yo no lo acabo de procesar del todo, porque nunca me he considerado como tal. Ojo, esto no significa que yo sea mejor o peor, no trato de ofender a nadie, de hecho mi profesor me cae genial y me encanta que me llame «mi hijo», pero para mi, nuestra cultura es diferente. No sé si esto tendrá que ver con el hecho de que yo sea del norte de España, pero me siento muy diferente a todo este mundo, de hecho me sigue haciendo gracia cuando hablan de Penélope Cruz o Antonio Banderas como iconos latinos allá en los Hollywoods porque para mi nunca lo han sido. Latinos son Juan Luis Guerra, Shakira y Benicio del Toro, pero no Joaquín Sabina, ni Alex de la Iglesia, ni Antonio Resines. Al menos para mi.

Repito: no trato de ofender, por favor no me lo entendáis por ahí. De hecho es todo lo contrario, es un mundo, si me permitís la licencia de meter a todas esas culturas en un mismo saco, que me atrae mucho, que me gusta, con el que me cruzo muy de vez en cuando desde que estoy aquí, pero que siento que es diferente al mío, y me atrevo a decir que muy diferente en algunos aspectos: para mi es igual de distinto comerme un kebab que un taco.

Arturo, mi profe, seguro que se da cuenta pronto en cuanto me lleve al bar ese que dice de Shinjuku y vea que es físicamente imposible que yo mantenga algo mínimamente parecido al ritmo. Por mucha pasión que le ponga, que, mira, de eso si que tengo.

Pero olvidando todo esto que llevo escrito, y teniendo en cuenta el lugar donde estoy… ¿vosotros cómo me véis? ¿diríais que soy latino nada más verme?, y lo que es más… ¿qué implica para vosotros eso de «ser latino»?

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Mi primer día de Capoeira

Llega la hora de salir del currele, arramplo la bici y tiro por esos caminos inescrutables de Buda cuesta arriba cuesta abajo. Llego a la estación, una antes de la mía, y enchufo el iPhone saludando al cielo para que tenga más fácil lo de poner la chincheta azul encima mío, la roja la traía pinchada tres horas antes por lo menos.

Llego al sitio pero está cerrado, allí no hay ni medio Brasileiro y mucho menos Brasileiras que fijo que las habría visto antes. Aparco la bici y me dispongo a replegarme por lo aguadañado cuando baja un tipo de perilla riéndose que me habla en inglés con acento portugués, lo sé porque yo pasaba con mis padres a comprar toallas a Portugal. Resulta que es uno de los de la exhibición, que me empieza a contar un montón de cosas sin casi yo abrir la boca, vaya tipo más salao.

Cuando le digo de donde soy, se pone a hablar en perfecto castellano porque resulta que su madre es Mexicana, anda que no pinta bien el asunto, aquí no voy a tener problemas ni con el gozaimasu ni con el isn’t it.

Va llegando gente, tres chicos japoneses, un moreno que es franchute (vaya por deux), y cuatro chicas: dos japonesas y dos extranjeras. La clase se da en tres idiomas: inglés, japonés y castellano porque una de las chicas también lo habla, aunque los nombres de los movimientos son en portugués, claro.

Nada más empezar, me dan una pandereta, pandero, y ponen tres tambores en medio del tatami. Empiezan a tocar y nos enseñan un ritmo facilillo que tenemos que seguir, cuando ya le hemos pillado el truco, el profesor se pone a cantar en portugués y nos pide que coreemos el estribillo. A mi no me da para todo, o canto o toco, ya voy destilando mi nulo sentido del ritmo desde el principio para que se vayan enterando de lo que hay. Esto si que no me lo esperaba yo, lo del cante este, pero mola, hay buen rollo a patadas, hasta bailamos un poquico a la vez.

Empieza el ejercicio, un poco de ginga, el movimiento básico de la Capoeira, el que hacía todo el rato el maromo del Tekken 3 cuando no tocabas el mando. Es fácil, pero hay que cogerle el truco. Así nos tiramos un rato largo, siempre con música brasileña de fondo y con el profesor haciendo mil bromas aquí y allá, cuando se mete con el franchute ya sé que nos vamos a llevar muy bien éste hombre y yo. Sigue el buen rollo, no ha habido ni un saludo, ni una formalidad de las de Karate, esto es de todo menos estricto. Para bien o para mal.

Toca estiramientos, buena forma de calentar lo de la ginga ésta. El profe coge un reloj de esos de cuenta atrás que te avisan cuando están los macarrones y nos hace estar en cada estiramiento un minuto. Cuando pita, cambiamos y le vuelve a dar. Así a ojo podría decir que hicimos como el triple de ejercicios que en Karate y como cuatro veces más de tiempo, mola.

Pasamos a las volteretas, aquí se está poco rato de pies. Laterales, de frente, patada aquí y patada allá sin parar de moverse uno, siempre volviendo a la ginga, al baile de San Vito éste. Qué bien camuflado lo tenían los esclavos allá en las Américas, si no fuera porque si no miro me encajan un pie en la jeta, ésto sería un baile sin más.


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Hay tan buen rollo que me invitan a quedarme a la segunda clase, la avanzada, y yo acepto. Ésta vez me toca el tambor que lo llevo mejor quizás porque estoy sentado en una silla. Volvemos a cantar al son de nuestros propios instrumentos, qué manera tan genial de empezar a hacer algo con alegría.

Ésta vez la cosa se complica mucho, hay patadas y piruetas imposibles, las primeras las hago sin problema, las segundas ni de casualidad. Me duelen las muñecas de estar más de pies con las manos que con los pies, estoy medio mareado de tanto giro, pero no quiero parar. ¡Qué bien me lo estoy pasando!.

Tres horas de Capoeira después me encuentro con la bici yendo para mi casa, que está a diez minutos yendo a paso piltrafa. Me duele todo, pero me ha encantado estar en una clase donde de lo único que hay que estar pendiente es de intentar hacer los movimientos bien. Sin diferencias culturales tan estrictas, con el desahogo de saber que puedes ser tú mismo sin tener que estar atento a rangos, formalidades ni reverencias. Aquí se acaba la clase y la gente aplaude, como en Fama.

Curioso. Aun siendo en esencia lo mismo, no tiene nada que ver con las clases de Karate, que siempre serán las más importantes para mi, pero no sabéis cómo me alegro de haber empezado ésto, y más cuando hoy me den el uniforme: un pantalón de chandal blanco y amarillo y un niki, hasta esto da buen rollo.

Además ayer hubo señores de la tele grabando el entrenamiento, porque resulta que hoy van a venir unos humoristas famosos a entrenar y hacer el vainas. Menudo debut, nada más llegar y ya me sacan por la tele, ahora que hoy vengo preparado con mi IkuEki que de color pasa por Brasileira, a ver si les hace gracia el diseño y me la enchufan con la cámara.

En una cosa se parece al Karate: después hay cervezas.

Mira tu por donde.

Marcho que tengo Capoeira!

Pues si, chatuelos morenos, me he apuntao a Capoeira. Qué diréis: ¡pues eso de japonés tiene lo mismo que Pipi Lastrum!, pues sí, pero mira, ¡que se me ha puesto a tiro vampiro!.

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Yo tenía claro cuando llegué que me iba a apuntar a Karate, eso iba a ser así se pusieran como se pusieran en la aduana. Y me apunté, y últimamente estoy más contento que ni sé porque me están saliendo las cosas muy bien, a ver si cae el segundo dan antes de acabe el año. Me ponen a dar patadas tres veces por semana, con clases de hora y media cada vez.

Karate segundo combate from ikusuki on Vimeo.

Después apareció de refilón lo de las clases de la ceremonia del Té, que yo ni lo buscaba ni ná, pero mira, fuí y me pareció algo chulo que sólo iba a ocupar tres horicas los martes a la tarde. Encima me dan de merendar y me echan piropos, ¿cómo no voy a ir?, además que siempre es un placer compartir tiempo con Michiko porque entre ir y venir, háblamos de ligues y eso mola mucho.

Koichá from ikusuki on Vimeo.

Un día Jorge me contó lo del Yosakoi, que si una coreografía, que si vente y lo ves y luego ya haces lo que te salga de la pituitaria. Y fui y lo ví y me salió de la ñata quedarme porque me pareció chulo, aunque no daba pie con bola al principio y no habré ido ni a la mitad de las clases. La copla es los domingos por la mañana muy pronto en a tomar por cleta, y si hay matsuri cerca entonces también se va los sábados. Es un disparate eso de tener que madrugar más los domingos que entre semana, pero la emoción del día de la actuación lo compensa.

Así que si echamos cuentas tenemos IkuKarate los lunes, miércoles y sábados, IkuCeremonia del té los martes e IkuYosakoi los domingos, esto nos deja libre los IkuJueves y los IkuViernes…

Pues resulta que el sábado pasado por la noche fuí a una fiesta brasileña donde hicieron una exhibición de Capoeira, y me encantó, me pareció tan distinto a todo lo demás, que me puse a preguntar aquí y allá… ¡y resulta que hay un dojo al lado de mi casa!, ¡pero al lado al ladito!, así que mira, ya tengo algo para hacer los jueves y los viernes. Y como parece que no hay casi festivales de Yosakoi en invierno, también podré ir algún que otro sábado o domingo, encima que las horas me cuadran muy bien.

¿Por qué Capoeira?, pues primero por casualidad, como casi todo lo que he empezado aquí, y porque el sitio me pilla genial. Pongamos después que el Karate es algo demasiado estricto, demasiado mecánico y más aquí donde estamos el 80% del tiempo haciendo técnicas básicas y katas, de hecho podría decir que en total he hecho más combates en las competiciones que en los entrenamientos, que ésto se dice pronto.

Tirándome el moquetis, creo que tengo cierta agilidad y una vena saltimbanqui a explotar, así que, sin dejar de ser el Karate lo más importante, físicamente hablando estoy convencido que aprender Capoeira me va a venir genial en todos los sentidos: fuerza, agilidad, flexibilidad… hasta ritmo, que los vascos nacemos con un bidé por cadera!!!

No aspiro a hacer ni una infinitésima parte de lo que hacen éstos, pero seguro seguro que algo aprendo más allá del pino-puente:

¡Mañana empiezo!

A ver si la cosa sale por lo menos, por lo menos, como todo lo demás.. :vainas: