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¡Los lunes a la oficina!

¡Ya tengo currelo!
:feliciano:

¡Atiende aquí!

Esta tarde firmo el contrato y empiezo el viernes. Ayer mismo me hicieron elegir ordenador y dos monitores y toda la pesca; ha salido la cosa niquelada, desde luego, podemos decir aquello de:

Estamos contentos, Tosca, joder que si lo estamos

Ahora que me lo he ganado, no me jodas, al que me venga ahora a decir que he tenido suerte le meto los zapatones de hacer entrevistas por la boca. He hecho, espera que mire… 37 entrevistas, ojo cuidao. Casi cuarenta entrevistas en tres semanas y media que han dado sus frutos: el viernes pasado tenía ya cuatro ofertas encima de la mesa y lo cierto es que me habría ido a cualquiera de las cuatro porque todas tenían una pinta estupenda; pero no nos enrollemos más y pasemos a resumir la situación, que ha sido muy emocionante:

– Empresa 1: todo un edificio solo para ellos, servicio consolidado, mayormente un Netflix a la japonesa con gran mayoría de dramas y películas del país, pero también con derechos de bastantes series americanas típicas: Big Bang Theory, Arrow, Walking Dead, etc. El pero: sería para «volver» a programar en Java y PHP, cosa que me apetece lo mismo que a Charlie Sheen volver a la Fanta limón. Lo bueno: muy buen sueldo, por encima de la media (hasta donde yo sé). Llamaré a esta empresa: JapanFlix

– Empresa 2: tres plantas de un rascacielos en pleno Shibuya solo para ellos, el interior de la oficina le da mil vueltas al de Google Japón (he estado tres veces haciendo entrevistas también y me las enseñaron, sé de lo que hablo). Lo bueno: se programa en Ruby y Matsumoto-san, el que inventó el lenguaje, es consejero de la empresa con lo que se organizan cursos de programación cada semana, el nivel es muy alto, además la gente es muy muy maja y a partir de la segunda entrevista prácticamente decían directamente que les encantaría que trabajase con ellos, hasta me hacían regalos. Lo malo: es una startup, con lo que no se sabe que va a pasar aunque a primera vista es bastante estable. Lo segundo malo: el sueldo lo tienen estipulado por grados y al entrar es bastante bajo, cobraría menos que en mi empresa anterior (ahora que sin trabajo como estaba, pues tampoco vamos a ser señoritingos). Esta se queda con: Cariñosers

– Empresa 3: una planta en un edificio discreto pero moderno de Shibuya, el producto es una aplicación para chicas donde mezclan recopilación y redacción de artículos con comercio electrónico, es decir, una modelo famosa escribe un artículo sobre tal bolso y aparte de leerlo, puedes comprar el bolso directamente. Era una startup pero tienen tal volumen de usuarios que las ha comprado un famoso grupo japonés. Gente muy maja, un montón de ToscaGirls que son las que escriben los artículos y ambiente bonico del tó con modelos yendo y viniendo a sacarse foticas. Lo bueno: Ruby, mucha flexibilidad, posibilidad de hacer desde diseño hasta meterle mano a la aplicación de iOS. Lo malo: no se sabe nada del sueldo. A estos los llamare: Chiquillas SA

– Empresa 4: una planta entera en un rascacielos de Nishi Shinjuku. El producto: algo que en teoría va a tener mucho futuro en Japón, tener atención médica sin necesidad de ir a la consulta. Una aplicación de pago donde tienes un médico asignado y un kit de accesorios para medir y enviar a través de la aplicación datos relevantes como la temperatura, la presión arterial, el pulso… si tienes un crío, te viene el médico a casa. Esto no se podía hacer hasta el año pasado que Japón aprobó una ley en Agosto que abría la posibilidad y hay bastantes empresas batallando ahí por hacerse con el mercado, mayormente reclutando médicos y personal sanitario que podrían dedicarse exclusivamente a esto. Lo bueno: sueldo aparente, programación en Ruby y ofrecimiento de puesto de jefe de equipo, además queda al lado de donde vive el Chiqui con lo que probablemente le gorronearía bentos. Lo malo: el jefe un echao palante de 25 años que no me da ninguna seguridad y que en realidad me viene mejor el entorno de Shibuya para ir con la bici. A esta empresa la llamaré Matasaneitors Associates.

Total, todo se decidía el viernes pasado, fue un día muy emocionante. El jueves, Cariñosers me hizo una oferta que fue muy cariñosa, vinieron todos los jefes de equipo a estrecharme la mano y darme una pequeña charla en plan que si me iba con ellos, lo iba a flipar. Todo con mucho amor, pero la cifra ahí puesta estaba muy por debajo de mis expectativas. Aún así, no la descartaba porque, en serio, el sitio mola mucho. El mismo jueves también hice la última con el presidente de Matasaneitors que me dijo que no me decía oferta hasta que le contase lo que me ofrecían las otras empresas, que estaba dispuesto a mejorar la mejor. Toma ya.

El viernes por la mañana iba a la última entrevista de los JapanFlix. Pero no fue así, resulta que era a recoger la oferta directamente, sorpresa matutina muy grata. Un señor con el pelo más engominado al oeste del río Sumida me puso ahí una oferta muy muy, pero que muy sabrosona y de nuevo la charla convencedora: si te vienes con nosotros te vamos a cuidar, porque además sabemos que tienes familia y respetamos mucho eso con horarios flexibles, también te dejamos elegir el ordenador que quieras e incluso la silla si quieres una ergonómica, no se qué. Salí de allí con una sonrisa de la hostia de grande, llamé a Chiaki y partí presto a la última entrevista de Chiquillas SA que tenía esa tarde, pero vamos, bastante convencido de que nadie podría igualar al gominas.

Me di un paseo del copón de la baraja y finalmente entré en Chiquillas SA, donde una de ellas me llevó a la sala de reuniones y allí apareció un tipo que tenía la curiosa habilidad de no tener que respirar en ningún momento porque perdería la oportunidad de seguir soltando palabras. Hablaba más que un argentino jarto cafés subido en un escenario, no tengo muy claro que me sacase nada de información porque en realidad solo hablaba él. Pero era simpático, las dos o tres veces que hablé yo para decir algo, se reía. No tengo claro que entendiese lo que quería decir yo. A destacar que nunca en esa empresa había trabajado un extranjero y estaban bastante acojonados por el papeleo que tendrían que hacer por el visado y eso o por si había alguna movida cultural que les iba a dejar paticuescos. Yo muy normal no soy, pero tampoco es pa tanto.

Y así me fui pa casa el viernes: con una oferta regulera, otra bastante buena, un mail a un echao palante que decía que me mejoraba el asunto y una oficina llena de Chiquillas pensando si metían ahí a un garrulo caucásico o se dejaban de experimentos.

El sábado me desperté con el email del Matasaneitors que decía que era mucho eso, que se plantaba en un término medio entre las dos ofertas. Razonable, pero a esas alturas de la película pocas hostias.

Estaba ya resuelto a pagarle unas cervezas al Lorco para que me enseñase qué se lleva en el Java estos años (lo mismo hace 7 que no toco eso ni con un palo) cuando llegó ya bien entrada la tarde un email del recruiter que estaba llevando lo de Chiquillas SA. Que me querían, que mejoraban la oferta pero tenía que aceptarla ya, que no valía eso de coger ahora e irme donde JapanFlix a seguir negociando. Yo estudié la situación con mucho cuidado valorando cada detalle aproximadamente un segundo y medio: Java/PHP/Tíos feos en un lado y Ruby/Toscagirls en otro… amos no me jodas.

Y aquí estoy, un martes por la mañana quedando para comer con el recruiter al que no le cogía el teléfono nunca y que resulta que me ha dado la vida y luego a la tarde firmo el contrato definitivo con las Chiquillas SA que pasará a llamarse a partir de ahora algo así como Chiquillas+1Zalluco SA. Iré con un libro de Murakami o algo para que se sientan más cómodos.

Resumiendo: ¿sabes eso que dicen que todo cambio es para mejor?, ¡pues mis huevos!, si vas andando y por lo que sea se te cae la picha y se la come un perro, ya me vas a decir a mi que mejoría ahí le sacas a tu vida, si acaso la del perro que estaría alimentado por dos meses como poco.

Pero mira, en este caso y visto lo visto, ojalá hubiese cerrado mi empresa antes, así te lo digo. No ha sido fácil, pero el hecho de poder dedicarte full time a buscar trabajo ha sido lo mejor que me ha podido pasar. Las he pasado canuters, ha habido oficinas que eran auténticos antros, gente más rara que ni sé, me han dicho que no unas cuantas y eso tampoco gusta aunque es parte del juego, pero el resultado ha sido mucho mejor del esperado.

Estoy hasta dispuesto a quedar con gente para celebrarlo, no te digo más.

Los lunes al sol

Bueno, si hiciese sol, claro.

Pues nada, todo empezó hace exactamente dos semanas cuando nuestro jefe nos juntó en una sala y nos dijo, más o menos:

– Chachos, la empresa no tiene dinero, este teatro no se sostiene, el viernes de la semana siguiente a la que viene es vuestro último día. Podéis llamarme lo que queráis, he intentado conseguir más financiación, pero no hay manera. Este tiempo que queda, dedicarlo por favor a buscar otro trabajo.

Así, con dos cojones: tenéis dos semanas para que empecéis a pasar los lunes al sol viéndolas venir.

La primera reacción: un HOSTIAS como un piano de grande, esta si que no me la esperaba.

En la segunda vinieron imágenes: el crédito, Kota, la guardería, el crédito, Kota… Kota… Kota…

A la tercera no la dejé llegar: me pilló ya mandando curriculums con el gesto serio y los puños apretados.

Quitando cuando acabé la universidad, que además me lo tomé con mucha calma, nunca había dedicado todo mi tiempo libre a buscar trabajo y mucho menos en Tokio. Desde la semana pasada llevo hechas once entrevistas y esta semana tengo tres por día menos el miércoles que son cuatro. Algunas son ya segundas entrevistas, otras ya me han descartado y otras he descartado yo, pero me he propuesto hacer el máximo posible para tratar de que haya más de una oferta donde elegir. Además he hecho un par de tests online, uno de los cuales, si saliese bien, me hace plantearme seriamente meterme a freelance que sería, quizás, la mejor solución de todas. Veamos que sale al final, por alguna razón estoy convencido de que mejorará con creces la situación anterior.

Es un trabajo en si mismo lo de buscar trabajo: hay que coordinar horarios, tener en cuenta a qué barrio de Tokio hay que ir al acabar la siguiente (la de esta mañana estaba entre Burgos y Mordor, no había ni cuervos). Hay que tener preparadas respuestas en el japonés formal que se debe usar (gracias Chiaki, una y mil veces), hay que contar con camisas planchadas, hay que coordinar todo con seguir llevando y trayendo a Kota a la guardería y sobretodo hacer que no decaiga el desánimo.

De momento no es el caso. Mecagüen la puta de oros, me como Tokio caminando a paso rápido entre estación y estación con la música a tope apalizándome el alma y es que el despido este ha sido un bofetón con la mano abierta de par en par, de repente se acabaron las bromas: no se juega con el arroz del onigiri de Kota, no señor.

Hablo en japonés; me sale cada vez mejor contar mi farsa y creo conseguir que se la crean. Sé cuando hacer bromas y cuando no, sé de lo que es mejor que no hable demasiado y sé donde girar el destornillador para apretar más el tornillo. Me han entrevistado chavales diez años más jóvenes y señores diez años mayores y en los dos casos he conseguido pasar la entrevista. He mandado a la mierda a una empresa que pretendía que trabajase gratis una semana, he hecho pruebas de código en pizarras blancas, de momento con éxito, he enseñado y explicado como está hecha la web de Yoitabi, he contado lo de que venía para un año y de repente me desperté un día casado, con un hijo y con una hipoteca y todas las veces se han descojonado.

Llevo tantas calles recorridas con los zapatones, que se me han hecho durezas allá donde el Karate no pudo.

Unos me dijeron que mi curriculum estaba escrito en un tono demasiado informal y yo les dije que si a una empresa no le hace gracia lo que ahí está escrito, a lo mejor es que a mi tampoco me interesa esa empresa porque no cuadramos, porque esta relación es cosa de dos. Otros me dijeron que me habían llamado exclusivamente por lo que ponía en la sección «Sobre la vida» y me pidieron que les llevase el ikulibro, que querían verlo. La tercera entrevista con estos será pronto.

Siempre que he buscado trabajo ha sido yendo a otras empresas después del trabajo; una al día, como mucho, ya de noche. Ahora todas las mañanas tengo un sitio distinto al que presentarme encamisado al menos una hora antes que dedicaré en la cafetería más cercana a analizar la oferta de empleo y preparar algunas preguntas para que no me pillen desprevenido. Y apretar mucho los puños mirándome a los ojos en el espejo del baño diez minutos antes de entrar.

Llego y me presento, subo, me meten en una sala, me traen una botella de té y me dicen que espere al entrevistador. Para cuando llega, yo tengo ya el curriculum en inglés abierto por la página que pone «Analista Funcional en Iberdrola» y el cuaderno con la pluma encima. Y ahí empieza la farsa, que es más farsa que nunca, pero que jamás podrá volver a ser tan seria:

– Me llamo Oskar Díaz, en el año 2000 acabé la Universidad en España e inmediatamente me dieron una beca del Gobierno Vasco por la que vine a Tokio seis meses. Así empezó todo, ahí ya volviendo a España sabía que estaría aquí de nuevo pronto…

Currando 2.0

Estoy pensando en como ha cambiado mi manera de trabajar de aquí a hace dos o tres años, más o menos desde las dos últimas empresas en las que he estado. Para bien o para mal he cambiado muchas veces de trabajo tanto en España como aquí en Tokio, por lo que tengo con qué comparar. Se podría resumir en que poco a poco se va optimizando el tiempo de trabajo minimizando el que se dedica a pura burocracia, aunque creo que se podrían hacer todavía mejor las cosas.

Permitidme, pues, que cuente como es un día cualquiera en la empresa japonesa donde trabajo desde hace casi un año como único extranjero carapapa. Empecemos por el principio:

Como ya he contado alguna vez, tengo horario flexible, esto es algo que últimamente se ha vuelto básico. Hay un rango de horas en las que puedes entrar y un rango de horas para salir, no puedes hacer la locura de entrar a las seis de la mañana e irte a casa a las tres de la tarde, por ejemplo. En mi caso se puede salir de trabajar lo más pronto a las cinco de la tarde, cosa que podrías hacer si entras a las ocho de la mañana (hay una hora para comer). Tengo llave de la oficina, esto también pasaba en la anterior empresa. No es raro que esté un rato largo por la mañana yo solo aquí metido viendolas coming.

No usamos mail, creo que esto ya lo he contado alguna vez. Salvo para alguna cosa raruna viejuna, el email no se usa para nada: hacemos todo por chat. Usamos un servicio llamado Slack donde tenemos un montón de salas de chat creadas (general, diseño, programadores, smartphone…) y nos manejamos por ahí. También hay salas integradas con distintos servicios de manera que por ejemplo cuando alguien cambia algo en la rama de master, falla un test o se hace un deploy a producción, ahí se postea un mensaje automáticamente con lo que ha cambiado y un enlace para ver los archivos o lo que sea que cuadre. Incluso los contactos que llegan por la web salen ahí en un chat en vez de llegar un email.

Bueno, que me enrollo: el caso es que llego a la oficina, abro el Slack y me voy a un canal llamado «greetings». Ahí escribo «おはようございます», «buenos días», y un bot me contesta que buenos días, esa es la manera de fichar, la hora de ese saludo queda registrada, ni excel ni hostias en vinagre. De igual manera escribiendo un «お疲れ様です», «gracias por vuestro trabajo», se fija la de salida. Es curioso porque el chisme es flexible y entiende un montón de variantes como el equivalente en japonés de «yepa» para entrar o «me piro» para salir, así que es graciosísimo leer el ingenio matutino de mis compañeros poniendo chorradas hasta que al final el tal Kyle (nombre del bot, que además es un delfín vete a saber la razón) responde. Por ejemplo hoy al llegar, el jefe ha puesto el ohayo pero no le ha contestado, así que ha empezado un monólogo del estilo de «eh? Kyle? tu también? no solo me ignora mi mujer sino tu también??? despedido!! pero a mi mujer no la puedo despedir, pobre de mi…», y a partir de ahí todos contestando chorradas en plan «jodé como te entiendo, la mía no me habla desde navidades», jajaja.

Pero sobretodo es práctico y fácil, tu nómina se basa en esas horas, podrías hacer trampas entrando desde casa o incluso usando la aplicación del iPhone, pero no creo que lo haga nadie aquí. En la empresa anterior se fichaba con la tarjeta Suica del tren pasándola por un lector IC que había ahí conectado a un ordenador en la entrada, pero aquello fallaba un huevo y además tenías que elegir que era lo que estabas fichando entre entrada, salida, ir o volver de comer… por cierto, no ficho en la hora de comer, se fían (cosa que celebro porque como voy al gimnasio siempre tardo un poco más…).

Otra historia: apenas hay reuniones, esto me gusta mucho, siempre he pensado que se pierde mucho el tiempo aunque depende de las personas, claro, pero por regla general yo me suelo aburrir un huevo porque siempre hay algún vendehumos, parlapuñaos y/u/o pierdetiempos que no calla con chorradas. Aquí tenemos una lista de tareas y un par del equipo que las ponen y el resto las hacemos en el orden marcado. Normalmente están bien explicadas con capturas de pantalla y así, si algo no se entiende, el que la ha escrito está aquí al lado así que se le pregunta y fuera. Cuando acabas una tarea, haces un deploy a staging y le dices a la persona que lo pruebe, si está bien, se sube a producción de la misma. El servicio de tareas se llama «Asana» y tiene aplicación para el iPhone también. Es muy fácil de usar y muy efectiva, normalmente no te ponen fecha límite ni hay estimaciones ni se incurren horas ni gilipolleces por el estilo. Hay que hacer esto en este orden, vete haciendo y vete avisando según vas acabando. A no ser que tardes la vida en hacer algo o metas una gamba muy gorda, no te piden cuentas ni te meten presión por nada. Además hay flexibilidad: yo suelo hacer dos versiones de lo que me piden, la normal y la toscaner con animaciones e historias que se me ocurren. Ahora mismo diría que la mitad de las toscaners están ya en producción, jejeje.

No hay ni un solo servidor en la oficina: todo el código está en Github en repositorios privados. Los servidores son dedicados y están en la nube, tanto los de bases de datos como los web, todos tenemos acceso ssh para poder cacharrear si es necesario, podríamos hacer nuestro trabajo desde cualquier lugar del mundo con tal de que haya internet. Yo tengo mala experiencia con esto del teletrabajo, que me volví un ser todavía más asocial de lo que soy (que ya es decir, no le cojo el teléfono ni al papa) pero a una mala no habría problema si me quedase en casa rascatecleando, de hecho me llevo el ordenador del curro a casa. Explico esto: una de las condiciones del trabajo es que me daban 300.000 yenes para comprar mi equipo, así que encargué el MacBook más caro que había y un pantallón panorámico. El ordenador es otro mundo comparado con el que tengo en casa que se ha quedado viejer, así que he decidido llevármelo y usarlo para mis movidas, no he pedido ni permiso, simplemente lo meto en la mochila y pa casa que va.

Usamos todo tipo de servicios online: a Github, Slack y Asana que he dicho antes, le sumamos Qiita, Sentry, Rollbar, CircleCI o Chatwork, aparte de Google Calendar y Gmail para los cuatro mails chorras que llegan al mes. Hoy en día no hace falta prácticamente dinero para montar toda la infraestructura necesaria para una empresa de IT: hacer una web y ponerla en producción es gratis, únicamente hay que tener una ideaca y tener al tío que la diseña y la programa, esto hace que haya un montón (UN MONTON) de startups ahora mismo moviéndose en Tokyo. Por ejemplo está la web para comprar gafas por internet que te mandan unas cuantas a casa gratis para que te las pruebes y te quedes con la que quieras o las devuelvas todas sin compromiso, otra super popular que ofrece servicios para que triunfes en las redes sociales desde crearte una portada chula para tu facebook hasta logotipos o avatares con la caricatura de tu cara o les mandas fotos y se encargan de ir posteándolas a las horas que les digas, otra que les dices lo que quieres comprar de Ikea y van los tíos a la tienda, lo compran y te lo mandan a casa (Ikea no deja comprar por internet, hay que ir por webos a la tienda), los que te lavan el coche a domicilio, los que te mandan una estilista que te prepara si tienes una boda en tu misma casa… de todo, es la hostia!!

Y sobretodo mola el evento «Beer & Burst» que hacen en mi empresa una vez al mes. Durante una hora los jefes de equipos cuentan lo que se ha hecho el último mes, los fallos que ha habido, lo que se quiere hacer a partir de ahora y tal. La semana del evento, nominamos (como no, por chat privado) a los de nuestro equipo que creemos que se merecen un premio y de ahí salen los tres más votados que sacan una bola de una máquina de esas de bolas que hay por aquí pero en miniatura. Dentro de la bola hay un premio que va desde una cena gratis en un restaurante de la zona, tickets para algún concierto o lo que se le ocurra a mi jefe que está bastante pirao y mola, como cuando se llevó a uno al restaurante ese que parece una iglesia de Shibuya. Después hay tarta y soplan velas los que hayan hecho años ese mes, si hubiera alguno, por cierto que el jefe también les da un sobre con un regalo que nunca abren y que siempre me ha quedado la duda de que es, ¿será dinero?, ¡a ver cuando me toca!. Y ya para acabar se llena la mesa de reuniones de repente de alcohol a cascoporrer y pizzas o sushi o lo que toque ese mes, y ahí nos tiramos un rato socializando entre nosotros. Yo como últimamente no bebo ná y tengo a Kota esperando para el ofuro me suelo pirar pronto, pero mola mucho la cosa!!

Total que no sé si me lo parece a mi o qué pero las empresas están cambiando mucho: del coñazo de papeleos interminables, burocracia, hojas excels con horas, reuniones infumables y tal se ha pasado a currelar que es lo que al final importa, en un ambiente de todo menos frío e intentando aprovecharse de las últimas tecnologías el máximo posible buscando, sobretodo, la practicidad. Sobretodo en startups y empresas de reciente creación donde los jefes suelen ser bastante jóvenes sin tantos métodos e ideas caducas heredadas. Jodé, me acuerdo de mi época de Accenture donde nos hacían meter horas a tareas de las que no habíamos ni oído hablar con tal de cuadrar la cantidad de dinero que se fijaban sangrarle al cliente sin importar demasiado si el curro se hacía en condiciones o no. Menuda farsa era aquello. ¡Juas! ¡incurre aquí que no te vean!

:flipanderer: :rascatecler: :flipanderer:

Casi

En pleno dolor de oídos, mientras se abrían las puertas de aquel ascensor, yo estaba ya totalmente convencido de que había conseguido el trabajo. Bajaba de la cuarta y última entrevista de la planta treinta y siete de uno de los nuevos rascacielos más emblemáticos de Tokio, justo justo treinta y seis pisos por encima de donde celebré mi boda con Chiaki, dato que no viene al caso, pero que yo no dejaba de creer que tenía algo que ver con destinos, karmas y cuentos del estilo.

Bromeé para mis adentros con la idea de que saludaría al guardia de seguridad todos los días al entrar y que quizás le preguntaría por los exámenes de la universidad de su hijo o algo así, rollo película americana. Vamos, que me veía ya en faena y me estaba gustando la idea de acostumbrarme a aquello, sobretodo si aceptaban el sueldo que les pedí… todo iba a cambiar. Todo iba a cambiar pero mucho: el dinero no da la felicidad, me considero un ejemplo andante de ello, pero no te creas que no iba a mejorar la cosa ni nada con casi el doble del sueldo. La de pieles que tenía ya apalabradas y todavía no le había visto al oso el flequillo ni de pasada.

Eché el curriculum por echar. Mirando atrás, la gran mayoría de cambios drásticos de mi vida empezaron así: por probar, como por probar empecé a hacer Karate o me cogieron para venir a Tokio después de aquella entrevista en Vitoria a la que fui más por darme un paseo con mi amigo Dani con el coche de mis padres que otro poco.

Y me llamaron y allí me planté sin esperanza alguna. Fui por ir, siguiendo con el concepto. Tampoco llevé traje. Me niego a llevar traje a las entrevistas ya, me parece absurdo. Tampoco voy hecho un Adán, que me meto la camisa por dentro y hasta llevo zapatos, pero de farsas está uno sobreactuado desde hace muchas escenas. Bastante con que finjo saber mucho más japonés del que sé. Aunque doy el pego porque ya les tengo calados y sé interpretar la farándula como nadie: ni sé los «hais» que llegaré a decir sin tener ni idea de a qué estoy asistiendo, la clave está en no sobreexplicarse demasiado porque el asunto en idioma ajeno se lía y no se sale de ahí ni con calzador. Ser conciso, contar bien lo que se sabe bien y negar directamente lo que no sin excusas. Si la frase acaba en ne y no es una pregunta, asiente. Si es una pregunta y no la entiendes, dilo y te la repetirán sin tanto gozaimasu de por medio.

El caso es que fue bien. Por alguna razón y salvo dos excepciones que no olvido, suelo caer bien en las entrevistas aquí consiga o no el trabajo. Mi curriculum es original, tiene un diseño cuanto menos curioso, cuento cosas de manera desenfadada al más puro estilo Toscano: trato de ser diferente para bien o para mal y al final siempre suele haber un rato para hablar de mi hijo Kota, del libro aquel que escribí o de Karate. Si una empresa desecha mi curriculum por el tono o por la forma, entonces es que no me interesa a mi tampoco estar ahí.

Quizás estoy totalmente engañado conmigo mismo, pero a aquellos dos chavales les debí caer bien porque me llamaron para una segunda entrevista en el mismo piso 37 del mismo rascacielos.

Ahí es cuando vi que igual es que si que había alguna oportunidad: lo que yo hago ahora es justo lo que pedían ellos y quitando algún punto del que no había ni oído hablar, estoy convencido de que sabría hacer el trabajo en condiciones en poco tiempo y que sabría convencerles a ellos. Me ilusioné. Me ilusioné y decidí coger su página web y hacer una versión propia: le añadí movimiento aquí y allá, adapté el diseño y con una url apuntada en los márgenes de la primera hoja de la copia del curriculum que llevo siempre a las entrevistas, me presenté a aquella segunda pantomima.

Hablamos más o menos de lo mismo, me contaron algo más de la estructura de su equipo y yo les conté un poco más de un par de proyectos que les interesaban por este o aquel motivo. En el momento oportuno apoyé mi idea de que hoy en día a ciertos niveles es más decisivo el interface de una web que como esté hecha por detrás, que el mundo del diseño gráfico, de las interfaces de usuario va al triple de velocidad que el de los lenguajes de servidor, que aparecen tres frameworks javascript por cada nueva versión de Java o Rails, por ejemplo. Decía que apoyé mi idea con la web que les hice y parece que les gustó, incluso llamaron a dos de su equipo para que lo viesen. Dejé que la toqueteasen hasta que descubrieron todos los pequeños detalles que decidí poner en práctica dos horas al día durante la semana que tuve de tiempo entre entrevistas sacrificando los libros de japonés en el Doutor de enfrente.

El dolor de oídos era una constante siempre al salir de aquel endiabladamente rápido ascensor, aunque ese día el guardia era otro… me aprendería encantado los nombres de sus hijos también.

Me mandaron un mensaje al día siguiente donde me decían que fuese ese mismo día, que como «Diaz-san es el tipo de persona que hace todo rápido y con iniciativa, habríamos pensado que quizás podría venir hoy mismo». Ya me veía en el Uniqlo de al lado de mi trabajo comprándome un pantalón y una camisa, cambiándome en el baño y tirando para allá como ya hice otra vez antes, pero resultó que tenía otro compromiso que no pude cancelar y quedé al día siguiente. Aquel mensaje tenía una pinta increíble, el sueño se acabó de desatar, a no ser que me sacase tres mocos delante del entrevistador o me diese por guiñar el ojo moviendo la cabeza a los lados impulsivamente, aquello parecía estar hecho. La empresa además era una de tantas startups que habían tenido mucho éxito y que estaba creciendo a más ritmo del que personas conseguían reclutar. Todavía no estaba tan asentada como para tener un estúpido y tedioso proceso de selección basado en tests online y absurdas preguntas totalmente irrelevantes para el trabajo como algoritmos de búsqueda, complejidades O(n) y árboles binarios.

En aquella tercera ocasión llevé una lista de puntos que mejoraría de su aplicación de iOS y como el entrevistador era distinto, también hubo un rato para hablar de la versión de su web que hice la semana anterior. Resultó ser el jefe de la empresa que interpretó a la perfección su papel con un tono serio y poco margen del que salirse del guión, pero no me dejó salir sin que hablásemos ya de dinero y de cuando podría empezar a tener dolor de oídos un par de veces al día.

La última entrevista fue con el jefe de equipo: un tipo afable que me trataba como si ya estuviese dentro contándome cosas como que tenía parking para la bici, que podría elegir si quería sentarme en una bola de pilates de esas en vez de una silla y que el café era gratis, pero que si no me gustaba, había una máquina de bebidas que funcionaba sin dinero al final del pasillo. Recuerdo que mencionó algo de que aprendería castellano y todo.

Aquello estaba más hecho que nunca. Vamos, no me jodas.

Por eso me quedé sin habla cuando recibí el email, sin ninguna explicación, de que gracias por intentarlo pero no. El email decía en dos frases en keigo que me pinchaban el globo, que me rompían la guitarra, que aquello no iba a más, que ahí te las compongas con tus ilusiones y sueños.

Juro que pensaba que estaba ya dentro, que tenía ya muchos planes pensados demasiado al milímetro, que estaba ya sintiendo como mi vida daba un vuelco de nuevo, que me veía ya en mi último día antes de jubilarme llevándome la caja de cartón con las fotos de Chiaki, Kota y sus dos o tres hermanos de aquel piso treinta y siete desde el que se veía, como el que no quiere la cosa, la Tokyo Tower desde arriba, el monte Fuji y la Sky Tree en el otro lado del mismo inmenso ventanal.

Dos semanas después, totalmente resignado, les volví a escribir porque me podía la curiosidad: necesitaba saber la razón. «Pides mucho dinero», me dijeron. Sabía que era mucho pero aún así seguía siendo bastante menos del máximo que ponían en su oferta y pensé que siempre habría tiempo para negociar. Pero fue decisivo y no pareció gustarles, no supe valorar la importancia que aquella cifra dicha prácticamente al azar iba a tener a la hora de inclinar la balanza que no dejó de asomarse a mi vera en todo momento.

Quemé mi último cartucho escribiéndoles que siempre podríamos llegar a un acuerdo, que si ellos estaban interesados en mi, podríamos hablar del asunto porque a mi me interesaba mucho su empresa y cuatro o cinco puntos más con el mismo aire, tufo diría ahora, a desesperación.

«El puesto está ya cubierto» me contestaron. Comprobé que era mentira, desinstalé su aplicación del iPhone, abrí la web de empleo y eché siete curriculums más en siete empresas distintas.

Así a lo despecho.

Mecagüen la puta, qué cerca estuve.

Las hojas de Ikea

Más de mil descargas del #ikulibro !! mola el asunto, ojalá que de tanta gente que se lo ha bajado se lo lean la mitad, yo ya me conformaría, eh!?!?!. Por cierto, que como me han dicho unos cuantos, ahí he puesto un enlace a la derecha para que me invitéis a una cerveza si os ha gustado! a vuestra salud me la enchufo!

:gambiters:

Bueno, total pascual, que venía yo a hablar de las hojas de Ikea. El caso es que no me acababa yo de decidir por la oferta de trabajo que me hicieron en la empresa en la que estoy ahora y mi jefe me mandaba emails para tratar de acabar de convencerme. Entre otras cosas, me dijo que tenía un presupuesto de 300.000 yenes para comprarme el equipo que me diese la gana para trabajar: ordenador, pantalla, cualquier gadget que se me antojase… siempre que entrase dentro del presupuesto, cualquier cosa. No fue lo que me acabó de decidir, pero si que me pareció que una empresa que hace eso tiene pintas de ser un sitio salao.

El primer día, nada más llegar, me contaron en una sala lo típico que te cuentan en tu primer día de horarios, normas y demás historiejas y al entrar a la oficina vi que la mitad de los programadores tenían una pedazo de hojaca verde puesta encima de su mesa. No era la primera vez que la veía, en un par de empresas donde hice entrevistas ya lo estaban usando también. Es un trastaco aparatoso que llama la atención y cuando me puse a montar mi equipo, me dijeron que si quería una. Jaja, estaba deseando!!

Así quedó mi escritorio:

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La hoja en cuestión es de Ikea y se supone que es para decorar habitaciones infantiles, en concreto la cama:

Pero por aquí parece que se ha puesto de moda y se ha reciclado el asunto convirtiéndose en un parasol que evita los reflejos de las fluorescentes y tal y como lo veo yo le da un toque muy muy cachondo a la oficina!!

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Ya el paso siguiente es la tienda de campaña, «the concentration spot» que pusieron ahí para que un tío se aísle ya completamente de la oficina y pueda currar a gusto:

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Yo ahí todavía no me he atrevido a entrar porque si me meto, no salgo en dos horas de la pedazo de siesta que me echo!!

:sobader:

El cambio de currele

La semana que viene hará ya un mes desde que empecé en la nueva empresa y creo que ya va siendo hora de reflexionar sobre el asunto. Hay que mirar atrás y darle al bolo, claro que si hombre: es bueno pensar despacico después de un tiempo porque resulta que cuando uno se enfrenta a cierto nivel de cambio en tu vida, no suele pasar que sea precisamente cómodo. Aunque he de decir que en temas laborales la cosa casi siempre ha ido para bien y de momento no hay razones para amargarse.

En primer lugar está la distancia: cinco kilómetros más en bici, lo que hace que tarde ya aproximadamente una hora en recorrer los 17km que separan la oficina de mi casa. Tengo que levantarme un poco más temprano, lo que por otra parte no me cuesta demasiado gracias a los KotaSponsoredMadrugators, pero esos kilómetros de más se han notado bastante en las piernas. Pensé en dejarlo a un par de días por semana, pero una mañana que llovió y lo cambié por el tren me tocó jamarme la Yamanote en plena hora punta… aquello fue una auténtica revelación: ni pa Dios iba yo a cambiar el rato de paseo bicicletero por el olor a ropero viejo de cinco millones de rascayús invadiendo mi espacio personal todos a la vez. La madre que los parió a todos, pensaremos precisamente todos.

El siguiente paso fue enfrentarme a esos cinco kilómetros de más transpiralmente hablando, porque me ha pillado la mudanza oficinera con un caloraco de espanto y llegar a la oficina con sendos compact disks decorando la sobaquina mora no creo yo que me vaya a favorecer a la hora de socializar con mis compañeros de la tecla y la uña. Vamos, que el desodorante por el kilómetro diez ya ha abdicado hace tres y el sucesor que queda es Pestuño Primero de Toscalandia. Así que antes de que me diesen el finiquito por ser el gorrináceo jabalín mayor del reino, encontré la solución pronto: un gimnasio pegado a la oficina, que en vez de ser de pesas típico como el de antes, aquí solo dan clases de crossfit de este moderno que la madre que lo parió veinte veces… te pegas unas palizas del copón bendito que solo falta que te chillen recluta patoso entre flexión y flexión… ¡¡pero hay duchas!! dos 鳥 de un tiro: sigo metiéndome caña para no perder la forma y cuando digo el ohayo por las mañanas tengo el idem bien perfumadico.

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Otro cambio, cualitativo de todas todas y sin precedentes en las empresas Toscanas habidas hasta el año de nuestro señor es el equipo de soporte de mi nueva empresa: unas diez o doce chicas veinteañeras que se llevan entre ellas de fábula y montan una escandalera acojonante a primera hora entre voces y risas. El Chiqui lo ha llamado efecto Cheerleader. Yo lo llamo bendición: de tener que aguantar al hombre mierda de la empresa anterior que tosía echando esputacos que limpiaba en un pañuelo de papel y tiraba allí mismo en su papelera, he pasado a ver a un regimiento de chiquitas que, angelicos míos, me vienen a trabajar con un salero y una ropica que no sé yo como irán entonces a la discoteca los sábados. Es que da gusto no solo verlas, sino oírlas provocándome una euforia euforiante que no tengo claro en que parte de mi cuerpo se acaba de manifestar más. Bendito día aquel que eché el curriculum, menudo gusterresque da empezar así la jornada laboral, anda que no se nota.

El siguiente cambio, o grupo de cambios, tiene que ver con el tipo de empresa. He salido de una donde había montado un sistema muy organizado de trabajo: teníamos dos reuniones al día, una para decir qué íbamos a hacer esa mañana y otra al acabar el día para contar lo que habíamos hecho en realidad. Teníamos tickets donde debíamos meter las horas empleadas en cada tipo de tarea, era casi más importante escribir tests que el código en si, también programábamos a veces entre dos y raro sería que tu código pasase a producción sin que alguien, normalmente el jefe de proyecto, le hubiese echado un ojo primero pidiéndote que mejorases tal o cual trozo. En definitiva: un montón de procedimientos y normas para tratar de evitar el máximo de errores posibles.

Resulta que llego aquí y me encuentro un par de carteles puestos por todos los lados de la oficina:

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Y lo siguiente que me dicen es que no podemos andar pensando en que el código vaya a subir perfecto porque para cuando lo hemos acabado, ya es tarde y ni siquiera sabemos si va a tener sentido lo que estamos desarrollando o no. Vamos: que subamos cuantas más cosas mejor, que probemos a cambiar muchas cosas en la web que ya habrá tiempo después de borrar lo que no guste y mejorar lo que si. Es un concepto totalmente distinto y, la verdad, no sé deciros con cual me quedaría yo… seguramente con este último porque es más real, más acorde con como funciona internet. Es mejor probar mil cosas y quedarte con una que mejorarás después que hacer una perfecta sin fallos, cubierta por tests y optimizada a tope pero que luego a lo mejor lo que hace no le interesa a nadie. Pérdidas de tiempo del estilo de tener que imputar horas a tareas o actualizar tickets se evitan totalmente. Hacemos cosas, cuando las acabamos las enseñamos por aquí y si funcionan y gustan se suben, se ve como funcionan y se mejoran o quitan incluso el mismo día. Tenemos cuenta de email pero no la usamos; todo es por chat.

Cambiando al tema barrio: decía que estoy unos cinco kilómetros más pallá, he pasado de estar en Shibuya a cinco minutos del perrotrinker a Gotanda donde se puede decir que no hay prácticamente nada. Bueno si que hay: un montón de pilinguis por las noches que te ofrecen masajes sospichosos, pero olvídate Tosca de aprovechar los mediodías para comprarte ropa o pasarte por la Apple store a que te den otro iphone por la jeta… el entorno de ahora es mucho mucho más aburrido. Pero tiene una cosa buena y es que desde Gotanda es desde donde sale la línea Ikegami que me lleva ahora directo a Karate: es más fácil llegar al dojo y da menos pereza que antes. ¡Esta semana vuelvo después de medio año de parón desde que nació Kota!.

La oficina de antes también era más pequeña y solo había un cuarto de baño compartido para otras tres empresas. El de ahora es compartido también pero mucho más moderno. Bueno, vayamos al grano: si, efectivamente, tengo chorrito en la empresa también y es un factor gustetante, #estoesasí.

Estoy en un quinto piso y eso se nota a la hora del gasto combiniero. Vamos, que antes a nada que bajases las escaleras ya estabas comprándote un melonpan, pero ahora tienes que bajarte cinco pisos, andar un cacho… que cuando vuelves a tu sitio, el melonpan está ya gurruñío.

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¿He dicho que hay un montón de tías que me forman la de Dios es Cristo por las mañanas nada más llegar? ¿Si? jaja, ya lo sabía, es que quería daros un poco más de envidia! ¡eh! y me ha tocado la movida en primavera!!

El concepto también ha cambiado: he pasado de trabajar en una web que vendían cupones de descuento para distintos servicios a otra en la que se venden tickets para eventos. La primera me parecía muy interesante también pero el problema era que el equipo que se dedicaba a buscar y poner los cupones en venta era totalmente ajeno a nosotros que estábamos aislados en un edificio aparte. Vamos, que ni idea de más allá que programar la web, no nos enterábamos de ná de lo que se cocía. Ahora en cambio estamos todos juntos y se comentan mucho los futuros eventos, sobretodo mis mozas morenas que se saben de memoria cuando y donde van a actuar los Exile o los Arashi o cuando hace poco que vino Paul McCartney y se cancelaron los conciertos porque se puso regulero, ¡menudo circo hubo!. Entre nosotros, los machos cabríos, se comentan los partidos de fútbol y los de beisbol y aunque a mi me dan bastante igual los dos, contextualizar y ver la utilidad que tiene el trabajo que uno hace es bonico y gratificante.

Las horas extras es algo que me preocupaba muchísimo, pero que finalmente ha resultado estar todo en mi cabeza… o no. El caso es que yo desde el primer día me he estado yendo prácticamente el primero, a las seis y media que es la hora a la que se supone que salimos, allí no se mueve ni Dios. Me pongo a mirar código del día anterior y resulta que allí hay gente que ha seguido rascatecleando hasta las once y doce de la noche… aún así yo seguía en mis trece, esto es algo que tengo claro desde siempre y mucho más ahora con Kota: llegar a casa y que esté dormido siempre no es una opción. Así que me llamaron la semana pasada para hablar y yo ya pensaba que me iban a leer la cartilla, ¡pues no!, me felicitaron por trabajar rápido y cuando fui a sacar el tema me dijeron que en realidad no les gusta eso de que la gente venga por las mañanas tan tarde y luego se queden, que sería mejor si todos hiciesen lo que hago yo que es más normal. ¡Vamos, que sin problema!.

Así que ya veis: todo cambio más o menos drástico añade un grado de estrés a tu vida con el que hay que lidiar como se puede. Yo empecé a trabajar un lunes y cuando llegué el viernes le dije a Chiaki que andaba buscando otro trabajo porque estaba acojonadísimo sin hablar con nadie, viendo que me iban a tocar meter más horas que el extintor y con las piernas hechas un truño de tanto pedaleo. Pero no ha resultado ser así y ahora que ya me he medio acostumbrado, puedo verle el lado bueno a la nueva oficina. El lado bueno… y las faldas, las faldas también se las veo! qué jaleo y que verbenas más bonicas me montan todas las mañanas las chicas de Tosca! ¡The Tosca’s Girls!. Ay que ya vienen, ay que ya se las oye!

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Morir trabajando

Hoy me voy a las seis porque he entrado a las nueve y tenemos horario flexible. Todo el mundo lo sabe, es martes y los martes me voy a Karate. Los viernes es igual. Lo hablé con el jefe y no había ningún problema, siempre y cuando, claro está, uno sepa arrimar el hombro cuando pinten bastos. Después de cinco meses, esto no ha pasado más que un día.

Estaba sólo en la oficina cuando a las nueve y media ha venido el jefe de equipo. Hasta donde yo sé, tiene un par de críos y él también se va hoy a las seis y algo. No es lo habitual, pero tampoco es raro.

El de dos sitios más para allá es un chaval que no sé cuantos años tendrá, pero no más de 25. Quitando los martes y los viernes, raro es que me vaya yo antes que él, y yo nunca salgo más tarde de las ocho. Enfrente tiene a una chica que es madre de un crío y que tiene jornada reducida por esto mismo; a las cinco y media todos los días se va a recoger a su chaval. Me contaba su compañero, el que queda a su izquierda, que dejó su trabajo anterior entre otras cosas porque no le dejaban hacer esto de salir antes y ella quería ver crecer a su niño.

El que me lo contó aquél día resulta que ahora va a clases de ballet y ha empezado a salir un par de veces por semana a las seis de la tarde. Antes de estas clases, tampoco era raro que se pirase antes que yo la mitad de los días.

Ella no es la única que tiene hijos, hace nada otro compañero ha tenido su segundo chavalote. Tampoco le he visto quedarse hasta tarde prácticamente nunca, aunque si sé que tuvo que hacerlo durante semanas cuando el proyecto empezó y no se llegaba a los plazos. Fue un hecho puntual, no ha vuelto a pasar.

Es una empresa japonesa, como las dos anteriores en las que he estado, ésta quizás más porque pertenece a un grupo grande y ese, digamos, sentimiento corporativo, se acentúa. En todas las empresas ha habido siempre mayoría de japoneses y la de ahora tampoco es una excepción. En ninguna de las tres empresas me he encontrado con nadie que viva en el trabajo, que se quede sólo por aparentar, que viva para trabajar en vez de lo contrario. Entre mis compañeros desde que llegué a Tokyo puedo contar un par que comían con la boca abierta, otros eran unos rascayús insufribles y todavía me sigo encontrando con genios capaces de hacer maravillas con un teclado. Todos somos gente con nuestras vidas, nuestras comeduras de cabeza, nuestros complejos, nuestros amores inconfesados, nuestras dietas por acabar, nuestras prioridades y nuestras tonterías. Somos personas con una renta que pagar, con una novia que nos espera dos veces por semana en algún restaurante a las ocho de la tarde, con un barrio al que ir a fotografiar o un bar que saquear sin tregua con amigos.

Clasificarnos por nacionalidades debería hacerse sólo para empezar chistes.

Confieso, no, digo con cierto orgullo que en esta empresa estoy trabajando más que nunca, primero porque me gusta lo que hago y segundo porque quiero y siento que debe ser así. Pero también digo que nunca me han obligado a quedarme hasta tarde y nunca he tenido que hacer horas extras por sistema.

Quizás es que he tenido suerte hasta ahora, o puede que haya sabido regar la flor esa que me brotó en el culo hace muchos años, pero afirmar que cualquiera que trabaja aquí prácticamente muere me parece tan absurdo que no he podido más que contar un poco de lo mío por si a alguien, quizás, le interesase saber que eso de generalizar puede que quizás no sea muy correcto.

Pero esto hay que leerlo con cuidado, porque puede que mi realidad no sea la realidad aunque a mi me lo parezca, quizás más que nada porque es la mía.

Es lo que tienen el puede y el quizás, que quizás.

O que puede.

El paso a producción

Día curioso, extraño, emocionante por lo distinto: toca paso a producción a las dos de la mañana. Últimamente todos los días son muy distintos entre sí, esto no solía pasar antes y es algo terriblemente bueno que espero que dure mucho. En los tres meses y medio que llevo en esta empresa nunca he tenido esa horrible sensación de estar haciendo siempre lo mismo, aunque también es verdad que mi vida personal últimamente está tan revolucionada que uno ya viene con la quinta metida desde casa y no queda claro ni en que lado de la semana estamos.

No puedo parar, hasta para dormir voy con prisas.

Dado que había que tener todo preparado sobre la una de la mañana, hoy hemos decidido mi compañero y yo que íbamos a venir allá por la hora de comer y ya nos quedamos hasta la mañana siguiente. Este plan pinta mejor que el de volver a casa y tener que levantarse a las doce de la noche para volver… más sensato al menos. Así que a eso del medio del mediodía arranco la moto y cojo la carretera de Yokohama en sentido contrario hasta que me deja en Gotanda. Un túnel, cinco o seis semáforos y tres o cuatro desvíos después ya estoy en Shibuya justo justo para la hora de comer. Hoy dejo la ensalada del bento por el comedor de la empresa donde te cambian un cupón por comida y además como tenemos cupones de sobra que están a punto de caducar, tenemos amigos invitados de fuera. Buena manera de empezar el día, comer gratis y con amigos, ¿me están pagando por esto?.

Ya en la empresa, a las tres de la tarde empieza un nuevo experimento de los que se le ocurren al jefe: hace unas semanas compró una Roomba, el otro día aparecieron dos bolas de esas de pilates hinchadas en la oficina y ésta vez se trata del llamado momento siesta. Resulta que de tres a tres y veinte se apagan las luces y los monitores, y se ponen los teléfonos en silencio para nada más y nada menos que echarse una siestecita de unos veinte minutos. Todo el mundo callado, si a alguien no le apetece, se tiene que ir de la oficina a dar un paseo o lo que le de la gana menos quedarse y molestar tecleando. Se me había olvidado que empezábamos hoy… el día se torna más peculiar, si cabe, por momentos. No sé si esta empresa me entusiasma o me da miedo… un poco de los dos.

La siesta se acaba y es efectiva, yo por lo menos me he quedado como Dios. Parece mentira lo reparador que puede ser echar una cabezadita de entre diez y quince minutos y más si encima está patrocinada por la empresa. Quien me iba a decir a mi que iba a estrenar en una oficina esto tan de nosotros en un país tan alejado como este.

A las cinco nos ponemos todos de pie y a limpiar. Yo pongo la Roomba, le doy al botón y el bicho se pone a dar vueltas aunque la verdad es que suele pasar setecientas veces por el mismo sitio y se deja la mitad por limpiar… eso si, en sus dominios se podría hasta comer sopa. Cuando acabamos cada uno con la parte que nos toca adecentar, se pasa revista uno por uno: ¿qué has hecho? ¿qué te queda por hacer?. Cuando nos toca a nosotros, el jefe de equipo nos hace una reverencia y nos suelta un «yoroshiku onegaishimasu» que suena a «muchas gracias y por favor» todo junto, porque nos quedamos hasta tarde y él nos lo agradece. «Muchas gracias, por favor»… nunca deberíamos dejar de decirlo cuando sabemos que toca, ¿porqué lo haremos?.

Uno a uno los compañeros van abandonando la oficina, «osakini shitsureishimasu» «perdón por irme antes, gracias por tu trabajo». Nosotros dos nos quedamos otro rato hasta que comprobamos una vez más que no fallan los tests, que todo parece estar bien. Después nos vamos a cenar a un italiano y evitamos hablar de lo que está por venir mientras el camarero nos va trayendo más y más platos del menú degustación, el único que sirven por la noche. A la hora del café, los párpados prácticamente se nos cierran así que acordamos cerrarnos por dentro en la oficina y dormir como podamos hasta la una. Yo acabo tirado en el suelo con el jersey como almohada y me despierto cinco minutos antes de la hora de la alarma. Quedan 55 minutos para la hora H, la hora en que se para la web y vamos nosotros y metemos nuestro código rezando porque no se nos haya olvidado nada para que cuando vuelva a funcionar sigan embolsándose yenes con las ventas, lo que significará que podemos seguir viniendo porque seguirá habiendo código viejo que arreglar o nuevo que meterle.

Los pasos a seguir están en la pizarra blanca escritos en perfecto japonés desde poco después de la siesta patrocinada, empezamos en cuanto dan las dos: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá… tenemos sustos, un par que se quedan simplemente en eso después de comprobar que los datos cuadran y finalmente la web recupera su ritmo y sus visitas habituales. Suspiramos aliviados, las horas de preparación no han sido en vano y uno se queda con un sentimiento olvidado tiempo atrás: satisfacción por un trabajo bien hecho. Satisfacción porque, por primera vez en muchos años, siento que lo que hago vale realmente para algo y lo que es más importante: me importa.

Después dormimos otro rato hasta que llega el primero de los compañeros anunciando que empieza un nuevo día… para él, porque nosotros dos nos vamos a casa a dormir que nos lo hemos ganado. Cuando despierte, tocará volver a Shibuya, si, pero a recorrer todas y cada una de las tiendas que están ya esperándome porque saben que cobré ayer, ¿o fue hoy?


El nuevo trabajo

Últimamente estoy enfrascado en la recta final del ikulibro, por eso he dejado de lado el blog pero es que o me pongo en condiciones o va a ser algo que no se va a acabar nunca!!. Y como no me gustaría más que verlo terminado, el tiempo libre que me queda después de la oficina lo estoy dedicando a ello.

No queda mucho más ya, después retomaré el ritmo habitual de actualizaciones blogueriles toscaniles tokyoteras. ごめんね!

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Total, que vengo a contar que llevo ya dos meses y medio en la nueva empresa. Mi periodo de prueba es de tres meses, así que en dos semanas me enteraré de que va a pasar conmigo, si seguiremos ahí rascando teclas por Shibuya o me tocará entrajetarme y salir a buscarme los ramens por otro lado.

De mientras puedo decir que estoy muy contento, que vamos por buen camino.

Para mi un trabajo ideal debe tener dos puntos esenciales:

1- Que me motive, que me guste, que las horas pasadas dentro de la oficina no se sientan como horas desperdiciadas de mi vida. Que cuando salga de allí, me vaya con el gustico puesto.
2- Que me permita seguir con mi vida, con lo mío: esencialmente las clases de Karate que empiezan a las siete de la tarde, con lo que es imprescindible que pueda salir una o dos veces por semana sobre las seis para poder llegar a tiempo.

Al margen están el tema económico y las condiciones laborales, que en este caso cuadran estupendamente: de pasar el periodo de prueba, me mudo a un contrato indefinido directo sin subcontratas ni tocapeloters de por medio. Si estar de seis en seis meses me estaba comiendo la moral en la empresa anterior (al margen del fanegas zampatronchos), la tranquilidad que me va a dar el contrato indefinido va a ser impagable.

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¡Ya llevo unas cuantas empresas! juas, acabo de contar y me han salido ocho (la mitad en Japón), vaya pataliebre estoy hecho… el caso es que en cada una se hacen las cosas de una manera. Aquí va lo que hace única a mi empresa actual:

– Tenemos dos reuniones diarias: a las 11 de la mañana y a las 5 de la tarde. Por la mañana, cuando llega la hora nos ponemos en pie y el jefe de equipo va uno por uno preguntándonos qué tenemos planeado hacer ese día y cuándo pensamos que lo vamos a acabar. En el caso en que haya otra cosa mejor que deberíamos estar haciendo, nos lo dice. Por la tarde contamos lo que hemos conseguido hacer hasta ese momento tomando como referencia lo que hemos contado por la mañana. Tal y como yo lo veo, no son reuniones de estas de pedir cuentas, sino que valen para hacer equipo: todos sabemos lo que los demás están haciendo en cada momento, y si hay algo en lo que podemos ayudar, lo decimos allí mismo. De igual manera, sirve como medio de autopresión: te esfuerzas por trabajar y tener algo que contar por la tarde.

– A las cinco, justo antes de la reunión, todos nos levantamos y empezamos a limpiar la oficina. Hay turnos asignados que se rotan cada día: dos pasan la aspiradora, otro borra las pizarras blancas, otro tira la basura y el resto limpiamos el polvo. Es obligado, no importa que estés hasta arriba de trabajo en medio de un lío, allí hay que pararse, levantarse y limpiar. Limpiar todos los días es exagerado, pero tener que hacerlo implica apartar la vista del ordenador por un rato, levantar el culo de la silla y hacer «algo» de ejercicio que creo que viene muy bien a modo de terapia de desintoxicación contra estar inmerso en el mundo de los unos y ceros.

– Estamos continuamente haciendo pasos a producción. Al día se harán tres o cuatro sin exagerar, el entorno de trabajo es mega dinámico: siempre están cambiando cosas en la web que mantenemos, continuamente. Todavía recuerdo las dos o tres semanas que se tardaba en poder cambiar cualquier chorrada en la empresa anterior en la que estaba.

– Se programa con Ruby on Rails, aunque tenemos aplicación para Android y para el iPhone. Yo soy el encargado ahora de la del iPhone, y la verdad es que aunque al principio Objective-C es un Crister Jobs, luego mola mucho probar y programar cosas para el cacharrico manzanil. También me encargo de mandar las actualizaciones a la Apple Store, hacer los screenshots que aparecen ahí y tal. Está chulo chulo!

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– Al fondo de la oficina hay una televisión enorme en la que tenemos herramientas que nos dicen en tiempo real las visitas en cada momento, ejecutan los tests de la aplicación, nos chillan si algo no funciona y nos muestra gráficas del rendimiento de la web dividido por capas: servidor, base de datos, javascript. Cuando algo tarda un poco más de lo normal, la gente se pone manos a la obra para identificar el problema porque el jefe dirá algo cuando lo vea… ¡y estamos hablando de milisegundos!.

– Hay dos sonidos que la herramienta de ejecución de tests nos casca a todo volumen cuando termina: uno que nos anuncia que todo ha ido bien, y otro cuando algo está mal. El de sistemas cambia el de error cuando le da por ahí. Cuando yo entré sonaba un japonés pegando gritos, ahora hay un sonido en plan game over de las maquinitas de los 80. Unos días le dio por poner el mismo sonido de la alarma de los terremotos de los móviles, y aquello fue un sinvivir!!! menudos sustos!!. Ah! cuando los tests salen bien, un coro suelta un «Aaaaaleluyaaa» ahí.

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– Aunque estamos cuatro rascayús extranjeros, en la empresa se habla japonés. Las dos reuniones diarias son en japonés, los emails vienen en japonés y el jefe te explicará lo que tienes que hacer en japonés. Yo no me entero de todo, ni mucho menos, pondría que me cosco de algo así como un 70% de lo que se está cociendo en cada momento, lo que no está mal (soy el asentidor profesional del reino, no hago más que asentir y decir hai prácticamente siempre). Eso si: tenemos la suerte de que luego siempre podemos preguntarle al americano que sabe un huevo, se entera de todo y nos lo cuenta.

– Trabajo a cinco minutos andando de Hachiko en Shibuya, lo que significa que puedo aprovechar la hora de comer para pasarme por la Apple Store a curiosear el nuevo iPad (¡lo tengo ya!, juas!), al Bic Camera a probar la D800 o al Don Quijote a comprarme la mayor gilipollez que tengan, por no hablar de los mil millones de restaurantes distintos que hay. Salir de trabajar y estar en el centro de Shibuya mola mucho. El efecto negativo: cuando no me quiero ir a casa directamente, me voy a compra ropa… tengo tres pares de zapatillas nuevas desde que empecé, y sólo llevo dos meses…

– Todos los lunes tenemos una reunión «de mejora». Allí se habla de qué podemos hacer para mejorar, que vendría bien utilizar para el proyecto o que procedimientos convendría cambiar para que todo fuese mejor. Normalmente son un coñazo enorme, pero de ahí salen tareas que nos tocan a cada uno: tu Oskar prueba esta nueva herramienta y la semana que viene nos dices que te parece… suelen sacarse conclusiones bastante interesantes al margen de conocer cosas nuevas que no usamos.

– El entorno de trabajo es muy abierto: si tienes una buena idea, se la sueltas al jefe de equipo y es muy probable que te creen una tarea para que la hagas. Yo le conté la semana pasada lo que pensaba que se podría hacer para mejorar la aplicación del iPhone, y es lo que he estado haciendo hasta ayer. No hay gilipolleces del estilo de tu haz lo que yo te digo y punto, hay sentido común y ganas de hacer las cosas bien.

– El horario es flexible mientras no te vayas antes de las seis de la tarde ni entres más tarde de las diez de la mañana. De todas maneras si sales antes de las siete, lo normal es decirlo en la reunión de la mañana por si alguien contaba contigo para algo, aunque no suele haber problema nunca. También tenemos máquina de fichar y a final de mes mandamos una excel con las horas trabajadas con las que nos calcularán el sueldo.

– Trabajamos en mac y… es otro mundo, simplemente. No me había dado cuenta hasta ahora de la cantidad de tiempo perdido peleando con Windows, ¿cómo había podido yo sobrevivir en este mundo sin usar el terminal?… ¡¡ me avergüenzo de mi yo pasado !!.

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Y esto es lo que hay. A ver si hay suerte y cuando me vaya a España dentro de un par de semanas de vacaciones, lo haga sabiendo que en Mayo sigo teniendo currelo en el mismo sitio!!. Es que si no, iríamos ya por el noveno cambio de trabajo y no es plan ya!!

Ah!, mientras escribo esto, tengo al lado el MacBook Pro del curro, y es que resulta que el lunes tenemos simulacro de terremoto. Visto lo que pasó el año pasado, vamos a hacer como que no hay manera de ir a la oficina y que nos toca quedarnos en casa a trabajar. El martes contaremos si hemos sido capaz de poder hacer nuestras tareas con mayor o menor normalidad mientras se mantiene la web activa. Por una parte mola la idea, y por otra asusta, ¿eh?.

¡¡Buen fin de semana!!
:romeo:

Nuevo curro

Mi misión sigue siendo dejar de rascar teclas, es mi proyecto de vida a medio plazo porque sigo sintiendo que vivo dentro de un teatro que poco tiene que ver conmigo. Tengo que reconocer, y he de ser cauto aquí, que si he llegado a Tokyo es gracias a haber estudiado informática y que si puedo permitirme cambiarme de trabajo con relativa facilidad es precisamente porque mi trabajo sigue teniendo demanda, al menos por estos recovecos. Tengo más de un amigo que se ha tenido que marchar después de meses tratando de encontrar algo de lo suyo sin éxito.

Repasando lo vivido los últimos años: trabajé año y pico en una empresa japonesa a media jornada mientras la otra estuve programando una red social, después pasé a tiempo completo en esta última desde casa aproximadamente un año, luego por temas de visado me cambié a la oficina actual en la que llevo otro tanto hasta que finalmente el presidente de la empresa lió ahí un disparate y mi orgullo me hizo dimitir casi a la semana siguiente.

Hablando de la dimisión, parece que se han sorprendido bastante, lo cierto es que yo no tenía pensado cambiarme de trabajo. Lo que hago ahora no está mal, de vez en cuando aprendo cosas nuevas y el ambiente es muy bueno porque al presidente la verdad es que no le vemos casi nunca o prácticamente nunca, aunque lo más importante es que no metemos casi nunca horas. El caso es que ayer lo anunciaron oficialmente, y me emocioné mucho cuando muchos compañeros vinieron a preguntar por qué y me deseaban suerte. Yo pensé que iba a seguir en esta empresa por bastantes años hasta poder dar el salto al bar de pintxos o la cafetería que tanto hemos hablado la futura señora de Díaz, madre de mis siete hijos, y yo, lo que son las cosas.

Durante este tiempo he hecho alguna entrevista, ayer mismo tuve la segunda que me ha tocado en japonés. Me sorprendí de ver que soy capaz de desenvolverme, entender y contestar casi todas las preguntas aunque seguramente meta mil gambas por frase, pero coño Tosca, quien te ha visto y quien te ve.

Pues esta semana, la misma que anuncié mi dimisión, me llegó una oferta de una de estas entrevistas que ayer mismo acepté. Todo perfecto, dimito sin tener nada y acto seguido me sale algo: me sigo mirando el culo a ver por donde va a salir la flor aunque como es invierno todavía parece que no brota.

¡Me cambio de trabajo!, paso a una empresa donde parece que haré un poco de todo, pero que empezaré con aplicaciones para el iPhone que es algo que ya he tocado y me apetece muchísimo hacer. También hay Ruby on Rails por el medio y supongo que mucho jQuery y jQueryMobile salpicándolo todo. Sigue siendo rascar teclas, pero de momento ya tengo algo que no tenía hace meses: ilusión, tengo mucha ilusión y muchas ganas de empezar en el nuevo sitio, de espabilar todavía más con el japonés, de convertirme en el jefe del Objective-C…

Empiezo en febrero y en la oficina del fanegas correoso me quedan como tres semanas, así que tendré como diez días por el medio para pasar página y recapacitar un poco más sobre lo sucedido.

Febrero, el que iba a ser el mes de la maratón, ahora se ha convertido en el mes de la maratón y el curro nuevo. El 2012 viene cañero, ¿que no?

Pasad buenas fiestas y manteneos calenticos!

La de Dios es Cristo

Ayer me pasó lo que nunca me había pasado en la vida. Menudo disparate, voy a ver si lo cuento ahora que todavía lo tengo reciente y así no se me olvida nada.

El caso es que yo trabajo para una empresa de informática típica: tiene su equipo de diseño y un par de equipos de programadores divididos en mantenimiento y nuevos desarrollos que es en el que estoy yo. Llevo algo así como dos meses metido en un proyecto para un banco on-line cuyo negocio, prácticamente, se basa en facilitar el envío de dinero desde Japón a cualquier otro país del mundo. La web está en japonés y en inglés, con sus correspondientes formularios interminables que si bien son difíciles de seguir en inglés, en japonés ha sido un verdadero despropósito.

Me he pegado con ellos cada día, unas veces ganaba yo por dos wazaris y otra salía escaldado de la oficina porque no había Cristo que entendiese nada.

Pero a día de hoy me enorgullezco de haber sacado el trabajo adelante a pesar de la alta complejidad del mismo. Es bastante probable que esto lo pille un programador japonés y lo haga en un plis plas, pero para mi ha sido el reto del siglo. Total, hace dos semanas subimos todo esto a producción. No parece haber ningún problema, las pruebas que se hacen parecen satisfactorias, tanto las del cliente como las nuestras… borrón y cuenta nueva.

Si si.

El cliente empieza a ver cosas raras, nos avisa, empezamos a investigar y resulta que por un error conjunto de programación + diferencia de configuración entre el entorno de desarrollo y el de producción, el invento lleva fallando dos semanas siendo incapaz de recoger los datos de un tipo de las cuatro transacciones monetarias posibles. Nos damos cuenta de ello y se lo contamos al jefe, un gañán americano de unos 150 Kg que dudo que sea capaz de ponerse de pie si se cae de culo él solo. Con este honorable señor habré hablado tres veces en un año y una fue en la entrevista de trabajo, el tío está aislado en su despacho y rara vez le ves salir de allí.

Los que entramos ésta vez somos nosotros. El tío cierra la puerta y empieza a pegar voces, permitidme adaptar del inglés el vocabulario utilizado para que se entienda un poco mejor el asunto: que si esto es un banco, que si tiene connotaciones legales y estamos jodidos porque hay que reportar la pérdida de datos a no se que organismo legal. Que a ver quien cojones ha metido la pata si hasta un puto mono sería capaz de programar el tinglao, que si se van a tener esta mierda de putos errores quita la empresa y se la lleva a América, que si poco más o menos que mecagüen vuestra puta madre, que hace falta ser gilipollas, que menudos inútiles…

Todo esto lo dice un tentempié repantingado en la silla con más mérito del mundo mientras va pegando puñetazos en la mesa a medida que eleva el tono hasta límites que jamás pensaba que iba a presenciar en una oficina. El analista y yo no decimos nada y agachamos las orejas hasta que el tío empieza a decir que vaya mierda programador soy, que hago el trabajo con el culo y me la suda todo, a mi, directamente sin tener ni idea de cual es el error cometido. Yo le contesto, claro, le digo que asumo que he metido el zancarrón pero que ha sido un cúmulo de errores y mala suerte que habría sido muy difícil detectar y que…

¡¡Imposible mis cojones!! grita King Kong, y se pone a vocear una serie de barbaridades todavía peores que yo le discuto según van llegando hasta que me doy cuenta que yo también estoy elevando el tono, que en realidad no hay nada que rascar porque es darse cabezadas contra una pared. Así que dejo que aquí Bubba se desahogue y decido callar el resto del tiempo mientras me tiembla el ojo derecho porque estoy a punto de levantarme, darle una hostia y largarme. Incluso ensayo mentalmente la frase en inglés: «This is as far as you go», así, estilo el padrino, y después un «you don’t pay me enough for this shit» esperando con el puño cerrado su respuesta. Juro que faltó poco, quizás la vez que más cerca he estado en toda mi vida de estamparle un hostión a alguien con todas mis fuerzas.

Cuando se cansa de berrear payasadas, con una sudada de escándalo, nos manda a nuestro sitio fucking now y nos pide un informe completo de lo sucedido para el día siguiente. Todo de las mismas malas maneras, a grito pelado con dos o tres assholes, idiots, fuckings por frase y la cara desencajada, esa misma que le queda encima de una papada que parece un cojín.

Yo me voy a mi sitio, reviso ficheros para tratar de averiguar exactamente que ha pasado y cuando llega la hora de irme, meto en la bolsa del bento mis cosas pensando que hasta aquí hemos llegado, que me echan o me voy, una de dos, pero que yo aquí no puedo durar más. Como lo supe en el momento en que el energúmeno gorilón de mi pueblo abría la puerta de la sala de repente para ver si estábamos programando o jugando al padel. Uno tiene sus límites, y aguantar hijos de puta no viene en el contrato.

Llego a casa todavía nervioso, pero de alguna manera sereno. Resulta que se puede estar así, fíjate que cosas. Nervioso está mi cuerpo, serena mi mente y tranquila la conciencia: duermo como Dios a pesar del Cristo.

Hoy llego a la oficina medio de traje después de una entrevista de trabajo que promete, nos reunimos y aquí el capitán hamburguesas está todo simpático, incluso hace bromas sobre la situación. Yo no me río ni una sola vez, para mi es personal independientemente de lo que tenga que pasar con el banco. El tío se da cuenta y me pregunta cosas, me trata de tirar de la lengua, yo contesto con tranquilidad pero firmeza, aislamos el error, entiende que no es tan grave, que no tiene connotaciones legales, que no pasa demasiado y que no es todo culpa nuestra porque hay muchos otros factores detrás. El tío se avergüenza de lo de ayer a su rechoncha y ruin manera.

No es suficiente, el daño ya está hecho, es imposible que pueda perdonar u olvidar semejante desprecio.

Se despide dándome una palmada en la espalda. «A ver si lo hacemos mejor para la próxima», bromea.

«Let’s see what happens» contesto yo.

Asfalto de por medio, parte 2

«Web application programmer» ponía en el anuncio, pero el olor de aquel lugar distaba mucho de ser el de una oficina. Pongamos que era un aroma con garra; yo diría que humedad mezclada con sudor en una habitación cuyas ventanas parecían no haberse abierto en meses.

En la entrada había un teléfono junto a un mugriento papel con indicaciones de marcar el 955. Por alguna razón que todavía no me explico, decidí seguir adelante con aquel disparate y una voz al otro lado me dio la bienvenida instándome a esperar en la misma entrada. Fue una voz inesperada por lo dulce, seré yo que todavía no me he acostumbrado a la fingida afectividad femenina que tanto se prodiga por aquí en según que contextos y me las acabo creyendo siempre como el iluso que soy.

Me enamoro tres veces por hora.

Menos mal que se me pasa pronto; a la que se me airea otra por delante.

Lo primero que llegó fue un escote seguido de una chica de por lo menos una década más de los años que pretendía aparentar con esa ropa, y cinco más de los que le echaría yo.

Diaz-sama, ¿verdad?, gracias por venir, espero que hayas encontrado bien el sitio

Era medio guapa, dejando el otro medio a decidir en base a como se levantase uno de solo ese día. Hoy el ratio no le era propicio, pero caminar detrás de ese contoneo forzado me alegró el cuarto de hora que ya venía turbio desde el ascensor y además se agradecía poder degustar la mezcolanza de colonia y champú que dejaba a su paso diluyendo el asqueroso ambiente del lugar. Me estaba quitando la chaqueta cuando un microondas acabó de calentar lo que fuera que fuese y me descubrí pensando en la razón por la cual todos los microondas del mundo suenan igual. Como le de a alguien por patentarlo ya me veo yendo a por el café cuando suene un ladrido, pensé, y debí reírme de mi propia gracia.

¿Estás bien?, ¿te encuentras bien?
– Si si, perdón. Es solo que estoy un poco nervioso
-mentí
No te preocupes. Ahora va a venir el presidente para hablar contigo y después vendrá un ingeniero que evaluará tus conocimientos. Espera aquí, por favor

Se fue y sólo volvió para traerme un café que no habría probado ni cobrando, después no la volví a oler.

Oteé la habitación. Las paredes tenían grietas cerca del techo y en una esquina había una gran mancha de humedad. En el suelo había una moqueta, que ya era parte inherente del propio suelo y seguro que hace años era de un color parecido a gris claro. Creí ver una cucaracha en una esquina, pero no sabría decir y tampoco querría comprobar.

Hacía rato que había decidido que yo allí no iba a trabajar por mucho que me ofreciesen cuando entró un señor entrajetado de unos sesenta años por la puerta con cara de que yo le debía dinero. Se saltó toda formalidad y directamente empezó a hablar sin mirarme a la cara en ningún momento, en un japonés del que no entendí prácticamente nada pero asentí a todos y cada uno de sus ‘ne’ como si me fuese la vida en ello. La única pregunta que me hizo quiso Buda que la entendiese:

¿Porque quieres trabajar con nosotros?
Estoy buscando una empresa que me permita desarrollar mi capacidad como programador de páginas web y … -gracias, a Dios esta vez, me interrumpió con otra retahíla de la que ya solo paró para levantarse e irse directamente.

De los diez minutos en total pongamos que se adjudicó nueve para él perdiendo totalmente el sentido final del concepto de entrevista de trabajo. Me ahorró mi parte de la farsa.

Me entró la risa floja cuando reparé, mientras se alejaba, en que iba en traje pero con chanclas sin calcetines. Al de poco entró un chico de aproximadamente mi misma edad que parecía ser el más cabal del lugar. Por lo menos me miraba a la cara y tuvo la cortesía de presentarse. Que no era japonés estaba claro. Por el acento yo diría que entre irlandeses jugaba de pequeño.

Aquí hacemos páginas web en PHP, pero de vez en cuando hay clientes que ponen como requisito utilizar otra tecnología, y queremos a alguien que investigue antes de dar una respuesta y ver si es viable… bueno, antes de soltarte el rollo, vamos a lo que importa: ¿tu tienes trabajo ahora?
La verdad es que si, desde hace medio año más o menos
Vale, pues ya está todo hablado. Espera un momento -se levanta y cierra la puerta de la sala del todo- mira, el puesto es para un becario, te van a pagar aproximadamente cien mil yenes y te van a tener trabajando hasta tarde todos los días. Si no tuvieses trabajo seguiríamos con la entrevista, pero no te merece la pena si ya tienes algo.
Anda, me dejas de piedra. Bueno, pues nada, encantado de hablar contigo -dije pensando en poner kilómetros de asfalto de por medio
Espera espera, esto se supone que tiene que durar un rato, si no te importa esperar un poco… ¿cuanto llevas en Japón? ¿porque viniste?

Asi nos tiramos un buen rato hablando y ahogando alguna que otra carcajada hasta que por fin me acompaña a la puerta y me despide con un apretón de manos.

Ya te llamaremos para darte una respuesta -ironiza

Camino a paso ligero tratando de alejarme de allí. Durante un momento pienso en que en realidad ha sido una brillante entrevista de trabajo, que le he contado tantas cosas en ese rato con tanta naturalidad que no creo que hubiese mejor manera de conocer como es en realidad una persona en tan poco tiempo. Que todos eran actores, desde la cuarentona adolescente hasta el arrogante presidente que me hablaba con tanta soberbia.

Nah.

Aquel olor era demasiado.

Cosas de mi ofi

He aquí una lista de lo que se cuece en mi oficina, ese lugar repleto de peculiares seres a cada cual más rascateclas, pero todos entrañables y sencillos:

– El horario es de 10 a 7. Si llegas más tarde de las 10:15 tienes que apuntar tu nombre en una lista. Que yo sepa, nunca se hace nada con esa lista, pero uno intenta no estar en ella.

– Como yo estoy subcontratado, tengo que apuntar en una excel la hora de entrada, la hora de salida y el rato empleado en el descanso para comer, a final de mes me la firma el atontao de mi compañero que me ha tocado de responsable y la mando por fax a un señor que se llama Jumpei. Por lo demás, contacto 0 con la empresa que me contrató. La excel esa la relleno a principios de mes inventándome horas normales de entrada y salida, y me olvido.

– Para entrar tengo que meter mi clave y poner la mano en un «sensor de venas» que me escaneó al principio. Funciona la mitad de las veces y siempre acaba un compañero abriendo la puerta desde dentro. La cafetería también tiene un chisme para meter la contraseña en la puerta.

– Hasta hoy, cuatro meses después, el teléfono de mi mesa está de adorno, no ha sonado nunca, y por Jesusito bendito que siga así.

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– Hay una chica que entre otras cosas, es la encargada de cumplir las normas de privacidad / seguridad. Si alguien deja la puerta de emergencia abierta, o la de la cafetería, o algún papel con información de algún cliente visible encima de la mesa, mailbronca al canto en 0,3.

– Internet se puede usar libremente, no hay nada capado. Pero no te dejan traer «dispositivos físicos propios», vamos, que nada que no sea de la empresa entra o sale de la empresa, ni en un pendrive ni en nada (lo que es un poco chorrada, porque se pueden mandar ficheros por email libremente, por ejemplo).

– Hay dos tipos encargados de sistemas, uno de todo el tinglao Windows, y el otro del Linux. El de Windows manda absolutamente todos sus emails con lo de prioridad alta, lo que hace que ya no los lea ni Dios, el de Linux no manda ná, yo todavía dudo si sabe hablar humano aquí el amigo Gollum Torvalds, que no se le ve ni la cabeza ahí metido en su cubícueva.

– El 80% de los emails que me llegan son sólo en japonés aunque los de «haz esto y haz lo otro» vienen siempre de mi jefe en inglés. Lo que suelo hacer es leer los japoneses usando el rikaichan en el Chrome para las palabras que no tengo ni idea (afortunadamente cada vez menos, aunque todavía hay un huevo, no me queda ná, moná).

– En mi equipo hay dos filipinos, un chino, un canadiense, una japonesa y dos japoneses, uno de los cuales es el jefe. El cretino es el canadiense y todo el mundo lo sabe, lo que me congratula sobremanera. Uno de los filipinos erupta como quien se rasca la nariz y nadie pone caras raras. El chino también pastababea comiendo con la boca abierta. A pesar de estas bobadas, me caen todos muy bien, excepto el rascayú parlapuñaos del canadiense, claro, hasta que no le vea trabajando o haciendo algo he will never have my respect.

– El equipo de diseño usa Macs, el de administración PCs, y el de desarrollo PCs y Macs que se rotan dependiendo del que esté programando para el iOS en ese momento. Yo ahora mismo tengo un PC y un Mac porque me ha tocao currelar para el iPad. También hay dos iPads, un iPhone 4, un iPhone 3GS, un iPhone 3G, una Blackberry y un Android. El tarao de mi compañero usa el Android para ver su email personal y se le olvida cerrar sesión lo que ha hecho que alguien vea emails del que creemos que es su novio. Allá cuidaos mientras a mi me deje en paz, que al tío no le gusta cosa más en el mundo que escuchar su voz, que pesao es, la virgen que de sandeces puede haber soltao al cabo del día.

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– El equipo de desarrollo se está orientando cada vez más a programar para el iPad, no son aplicaciones a vender en la App Store, sino para convencer a clientes que no necesitan cargar más con un portatil para hacer su trabajo. Me ha sorprendido ver que tienen razón, una aplicación para el iPad desarrollada a medida para un cliente le da mil vueltas en cuanto a eficiencia / usabilidad a la mejor de las soluciones web. The world is changing.

– Aproximadamente la mitad de la gente traemos la comida de casa, en la oficina anterior la cocina era bastante grande y la peña comía allí junta, ahora se forma un corro al fondo y se zampa allí. Yo, siguiendo con el ñú flavour que me caracteriza, zampo sólo delante del ordenador contestando comentarios del blog o leyendo el correo. Todo por no tener que aguantar más al protagonista de los mediodías, adivinad quien es. La razón por la que traigo la comida, más que por ahorrar dinero, es por comer sano.

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– Como tampoco quiero ser un autista y los de mi equipo me caen bien, los viernes voy con ellos a comer por ahí un menú del día. La mayoría de las veces no viene Matías, lo que mola. La gente es muy sana, los filipinos son extremadamente cordiales y uno habla igual que el indio de The Big Bang Theory, me río mucho con él a nada que dice hola.

– Si uno se queda currelando más tarde de las ocho, la empresa paga la cena, el jefe se encarga de ir mesa por mesa uno por uno preguntado qué queremos pedir (el sushi está cojonudo). Si te quedas más tarde del último tren, te pagan el taxi o un hotel. A mi solo me ha tocado una vez y volví en moto, pero quedarse hasta tarde no es para nada normal, fue una excepción. De convertirse en algo habitual, empezaría a buscar otro trabajo ya, no me importa lo que me paguen ni tampoco demasiado lo que me pongan a hacer porque hace tiempo que la informática me la refanfinfla, mi prioridad es poder seguir haciendo mis gaitas saltimbanquiles.

– Antes teníamos un proyector en la sala de reuniones, pero ahora lo que hay es una pedazo tele Sony Bravia de cientodocemil pulgadas y tres chinches enchufada a un ordenador. Poco futuro les veo yo a los proyectores ya.

– En la cafetería hay una cafetera normal, otra de esas italianas pa hacer cafés al momento, un microondas, un horno, una movida de esas de bidones de agua que siempre tiene agua caliente y fría, tres o cuatro tipos de tés, una máquina de bebidas con las bebidas a mitad de precio (en Google eran gratis!) y un chisme con snacks donde puedes coger libremente aunque pone que eches 100 yenes cada vez que pillas algo.

– Apenas hay burocracia, lo que mola mucho. Uno tiene que rellenar las hojas de horas y lo de las vacaciones con un poco de tiempo, pero poco más, no hay chorroformularios para gilipolleces en plan «solicito que se me instale el photoshop» ni tonteces varias de perder el tiempo, mandas un mail al rascayú que sea y fuera. Eso mola.

– Algunos proyectos se hacen para India o Brasil y a veces nos tenemos que quedar tarde solo para asistir a alguna reunión por videoconferencia con ellos y que coincidan los horarios. Siempre somos los de Japón los que trasnochamos, eso no mola.

– Se hacen muchos POC, «proof of concepts», los tres proyectos en los que yo he trabajado son de ese tipo. Básicamente demostramos que hacer algo sería útil para un cliente, hacemos un prototipo y se lo enseñamos, si le gusta, hacemos el proyecto real. De los míos, dos han sido usando el nuevo API de Google Maps, y el otro lo del iPad. Eso mola, lo de investigar, proponer y desarrollar cosas nuevas. Por lo visto, el 90% de los proyectos que se consiguen son así.


Anexo

El iluminao de mi compañero no se ha ganado mi simpatía ni las de mis compañeros por manía. Pasemos a diversos ejemplos prácticos:

ej1) El tío habla bien japonés, cada vez que llega alguien nuevo a la oficina le humilla con la frase «yo no sé lo que tu sabes de japonés, pero para trabajar aquí deberías poder defenderte sin problema». No es cierto, todo el mundo habla inglés aquí, pero él se empeña en hablar en japonés en reuniones si hay alguien que no sabe mucho (como yo mismo o uno de los filipinos) y dejar bien claro que habla bien (lo que es verdad).

ej2) Ha comprado un espejo y lo ha puesto al lado de su pantalla porque dice que le espiamos.

ej3) Se ríe diciendo «keikeikeikei», no es «jajaja», es «keikeikei», como si fuese un dibujo animado. Es una risa tan artificial que a veces da hasta miedo.

ej4) Cuando llegué yo al equipo estuvo una semana quejándose con que él era el único inglés nativo, que eso no era normal. Lo decía delante de todo el resto sin importar o pensar que podia ser ofensivo para los demás (a mi me la parapapea).

ej5) Dice frases tópicas, como «vosotros los filipinos», «vosotros los japoneses», «vosotros los españoles», y nunca tiene razón, aunque nadie le discute por no oírle.

ej6) Corrige absolutamente a todo el mundo cuando habla en inglés, da igual que estés hablando en una reunión delante de todos que sólo con él.

ej7) Se queja de todos los restaurantes a los que vamos, cuando se apunta, y elabora una lista con una serie de razones detalladas por las que «no vamos a volver allí».

ej8) Cuando vió mi moto dijo: hace mucho ruido, es pequeña, tiene un espejo más arriba que otro y el cajón ese del maletero se mueve mucho. Yo no le pregunté su opinión en ningún momento.

ej9) Le dice cosas a la gente sobre su forma de vestir: «esos pantalones te quedan grandes», «esos zapatos son muy viejos», «ese jersey es horrible».

ej10) Dice que entiende español porque como sabe francés, pues eso.

Buff, paro ya, que monopoliza el tontainas el post y no era mi intención…

Conversación internacional

Dos chicos de California de mi antigua oficina hablando. El parlapuñaos se da cuenta de que estoy medio escuchando las payasadas que está diciendo:

– «…y entonces esos mexicanos no hacían más que pegarse entre ellos, menuda gente, ni entre ellos son capaces de llevarse bien. Normal que luego hagan lo que hagan, yo veo un grupo por la noche y me voy por donde he venido…«. Oh, Oskar, estás escuchando, perdona
– Es igual, si yo soy Español, tú mismo
– Pero tu eres medio mexicano, ¿no?
– No, no tengo nada que ver, de hecho sólo he estado en México una vez y fue de vacaciones, por cierto que me lo pasé muy bien
– Pero habláis español, ¿no?, eso es que sois medio iguales
– Si claro, hablamos español los españoles, mexicanos y como medio mundo más. Somos igual de iguales que tu y un inglés
– No es lo mismo porque vosotros coméis la misma comida picante esa con alubias y chile
– Si, yo como eso cuando voy a un restaurante mexicano, no te vendría mal enterarte un poco de como es el mundo, tío, España es España y México es México.
– Whatever man
– Yeah, whatever

Fue el último día de oficina y dejé constancia del ikusuki traje edition, que vete a saber cuando me lo vuelvo a poner…