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Masquerade Japan

全日本仮装大賞 o «Masquerade Japan» es un concurso de la NTV en la que gente de todo el país compite por hacer el sketch más ingenioso. Los más famosos son los que tienen un fondo negro y gente disimulada vestida también de negro ayuda a crear situaciones descojonantes, aquí os pongo los más clásicos: el partido de ping pong, la exhibición de Karate, el del yoyó y el de beisbol en slow motion:

Buscando un poco, resulta que aunque llevan con el programa desde 1979, todavía siguen con ello y ya van preparando la edición 95, esa la veo en directo fijo.

Hay sketches que de cutres que son, te descojonas más todavía! ojo al del billar:

O el oso panda de las acrobacias:

El que gana por goleada en chorrada absurdísima es el de la máquina de bronceado:

Menuda mañana de risas me he echado con Kota aquí viendo vídeos!! si tenéis un ratejo muerto, echadle un ojo al canal de youtube!

Turtle taxis en Tokio

El otro día nos montamos en un taxi cerca de Shinjuku y nos encontramos con una movida nueva, un botón ahí que ponía «botón de ir despacio». No le saqué foto, pero he encontrado algunas por ahí por el internete:

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Resulta que si ves que el taxista va muy rápido o simplemente quieres ir tranquilo, puedes pulsar este botón y el conductor irá más despacio. Me ha parecido una idea tan simple como magnífica: normalmente cuando uno coge un taxi, lo que se quiere es llegar al destino lo más rápido posible, pero hay muchas situaciones en que lo que quieres es llegar con calma, sobretodo si vas con críos. En la web de taxis identifican tres razones desde el punto de vista del cliente que les ha llevado a implementar este servicio:

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1- No sentirse cómodo con conducciones agresivas.

2- No tener prisa, preferir no ir a mucha velocidad.

3- Ir con niños, preferir una conducción amable.

El caso es que resulta que existen también desde hace unos años los «Turtle Taxis» en Tokyo, «taxis tortuga» que están pensados precisamente para esa gente que prefiere ir más suave y con más calma y no a lo puto loco como se conduce normalmente. Concretamente dice que ponen mucho esfuerzo en no dar grandes acelerones y frenar también muy muy despacio de manera que se noten los menos movimientos bruscos posibles y de paso contaminar menos. La verdad es que molaría que hubiese un efecto dominó y el resto del tráfico también se suavizase un poco…

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Más fotos en el Tumblr oficial de Turtle-Taxi.

La cartera perdida

Llevaba un par de días regulero con la garganta y el jueves a mediodía decidí volverme a casa porque me subió la fiebre y no sabía hacer ya el Javascript ni con un canuto. Por la mañana, como cada dia, había ido en bici, pero a la vuelta y después de dudar bastante, pensé que mejor no arriesgar a ponerme peor con la sudada y la dejé aparcada ahí en los Shibuyas volviéndome en el tren chuchú. La cosa es que aunque aquí no suele pasar nunca nada, andaba yo ya inquieter: no me gusta un pelo que mi pobrecita pase la noche solica por ahí… aguanta, orbeica mía, que ya vuelvo a por ti en cuanto me ponga bien!! no te hagas caso de las gyarus pelandruscas!!

El viernes, que aquí fue fiesta y ya por la tarde estaba yo bastante recuperado, volví a montarme en el tren para ir al encuentro de mi amor biruedil. De paso, como ando al loro siempre para comprarme la Nintendo Switch y los viernes a mediodía corre el rumor de que son los «restocks», llevé la cartera con bastante dinero por si sonase la flute.

Ba, ni pa Dios… no tengo claro si estos de Nintendo son unos putos genios del marketing, que nos tienen en ascua viva por comprarles en cuanto tengan más, o los mayores desastres planificando a este lado del río Sumida.

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Me recorrí las tiendas habituales a contar cartelicos como el de arriba y enfilé cabizbajer y tristonero al parking de bicis. Hostias, por cierto, cuanta gente hay siempre en Shibuya, la madre que parió a Peneke, qué disparate y que sindios, mira que estoy por aquí todos los días y no me acostumbro todavía. Lo único bueno que le veo es que si te tiras un cuesco, a ver quien tiene cojones de señalar a alguien!

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Total, que acabé por fin con mi bici que estaba enterica y reluciente, le puse las luces que llevaba en la bolsa, la funda acolchada para el sillín en pos de que no sufriese mi excelso nalgar, y casco en melón, pillé la cuesta del 109 a la izquierda enfilando ya para casica. Me desvié un par de kilómetros con la intención de pillar unas hamburguesacas para la cena que Kota andaba con antojo, pero cuando llegué y justo antes de pedir, me di cuenta de que no tenía la cartera…

:peneke: :copon: :peneke:

Lo primero que pensé, pardillo de mi, fue que no la había cogido, así que le pregunté a Chiaki por si me la había dejado olvidada encima de la mesa o por ahí. La estuvo buscando un rato pero me decía que o se la había comido Kota, o allí en casa no estaba….

:peneke: :copon: :peneke:

Me volví para casa a buscar yo también, ya que, total, estaba bastante cerca… pero nada, ni pa Dios: lo más probable es que se me hubiese caído en Shibuya cuando saqué el casco de la bolsa.

¡¡ Maldita mochila-mierder que no tiene bolsillos y va todo junto ahí !!

En fin, no quedaba otra que tirar para Shibuya otra vez… segundo viaje en bici, trayecto que hice a todísima hostia folladísimo en do menor pensando en todo el jaleo que iba a ser cancelar las tarjetas de crédito, sacarme de nuevo el carnet de conducir, el DNI de aquí con mi recién estrenada visa permanente, liar a la de recursos humanos de la empresa para la tarjeta de la seguridad social… bufffff, jodé, pensaba mientras pedaleaba, dono mi huevo menos peludo con tal de encontrarme la cartera con todos los documentos, el dinero ya me la refulfla!!

Total, que llego con una sudada que ni Paquirrín con un cuaderno de rubio, rebusco y rebusco por allí y tampoco aparece. Ya medio desesperao voy donde el guardia del parking y resulta que está sentado en una silla de camping ahí sobao entero el gachó. Era una escena curiosa, porque tenía un chaleco de esos reflectantes que usan aquí pero con luces rojas que parpadean a todo meter; es decir: era un señor durmiendo al que se le veía desde la MIR.

Di un par de vueltas otra vez y como seguía sin aparecer, me fui a despertarle a semáforo-man con un par de sumimasens a cada cual más alto.

– Sumimasen
– SUMIMAsen
– Eh, hai haaaai
– Perdone, que es que hace una hora o así yo pa mi que se me ha caído la cartera por allí, no la habrá visto, ¿verdad?, o alguien que se la haya dado o algo…
– Pos no… pero lo mejor es que preguntes en la comisaría a ver…

Dicho & hecho, lo cierto es que ya iba yo con esa idea también, señor árbol de Navidad, pero total, tenía que intentarlo también, perdón por despertarle.

Tiro para comisaria, la que queda al lado de la estación, vamos, donde hay más gente que en el Aeropuerto del Prat (mwahaha) pero siempre. Dejo la bici ahí en la puerta y sale un policía al momento a echarme la bronca ya:

– Aquí no se puede aparcar, chato moreno, tira pallá.
– Ya ya, pero es que vengo a preguntar a ver si por un casual de Buda han visto ustedes mi cartera que se me ha perdido probablemente por allí por donde el parking de bicis
– Ah, vale, tira padentro
– Voy
– Pero canda la bici, alma de ピッチャー
– Ah, si si -esto lo hace para ver si no he mangado la bici, no es la primera vez que me para un policía y me dice que abra y cierre el candado para ver si tengo la llave, qué profesional, la vírgen, qué profesional.

Dentro de la comisaría, que no había estado nunca, resulta que había un huevo de policías, pero a mi me tocan tres. El que me habla todo el rato, que es un tío probablemente más joven que yo, más serio que el único enano paseando por la playa nudista llena, luego uno neutro que ni fú ni fá, y el tercero que equilibraba la ecuación que no hacía más que hablar medio riéndose y gesticulando un huevo.

Me habla el serio:

– Por favor, tu tarjeta de residente.
– Pues es que estaba dentro de la cartera -tío soseras
– ¿Puedes escribir japonés?
– Un poquejo, tampoco me pidas mucha historia

Interrumpe el sosaína:

– No te preocupes, con que sepas escribir tu nombre y dirección y poco más ya valdría.
– Ah, vale

Me dispongo a rellenar una hoja donde efectivamente se me piden mis datos y luego una lista con lo que he perdido: cartera, color, tamaño, marca, cuanto dinero tenía, qué tarjetas más o menos…

Habla el enfarlopao:

– Hostia puta! (Sugoi!) si sabes escribir japonés de puta madre (sugeee jyouzu jan!!), ¿cuanto llevas aquí?
– Algo más de diez años -le digo intentando concentrarme en lo que estoy escribiendo lo que para un crío japonés sería tirao, pero para mi es el puto pasapalabra
– ¿Y has estudiado por tu cuenta? ¿has ido a la universidad? ¿en qué trabajas?
– Eeettooo, pues …

Interrumpe Paco Umbral:

– Por favor, acaba de escribir

Y se hace el silencio con el que, mira tu, el neutrex parece estar más cómodo, hasta le cambió el color de las mejillas y todo, como mas asonrosao.

El seriales me empieza a hacer más preguntas pero ya en plan interrogatorio muy serio, que donde lo he perdido, que a qué hora, que qué tarjetas tenía y cuanto dinero, que qué hacía en Japón, que cual era mi trabajo… y después me volvía a preguntar, como el que no quiere la cosa, por cuanto dinero y las tarjetas para ver si me contradecía o algo… Todo esto, por cierto, hablándome bastante cerca y en keigo, pero lo peor fue que tenía las cejas depiladas y, joder, me costó aguantar ahí sin descojonarme vivo… poco faltó para hacerme un Rajoy y soltarme…

Después de las preguntacas, que las contesté sin dudar porque, coño, era todo verdad, el neutrales saca una bolsa transparente con mi cartera dentro y yo pego un bote porque no me esperaba que la tuviesen:

– ¡¡Esa es!!, ¡¡¡toma toma toma toma!!!! pero falta la tarjeta azul de la oficina, que estaba en el bolsillo de fuera… -empiezo a decir dándome un poquillo igual, todo sea dicho

De repente salta el exaltao:

– ¡¡ no te preocupes !!, cuando la han traído he tenido que listar todo lo que había y después he metido todo dentro, me acuerdo de esa tarjeta, está dentro con el dinero, están los 30.000 como dices que había, ¡está todo! ¡qué suerte!, ¿eh? ¿eh?, ¡que bien! ¡Japón es muy seguro! ¡omotenashi!

Yo ya me reía abiertamente:

– Jajaja, jodé que si, os debo la vida, mil millones de gracias

El neutro neutraba a su aire más callao que Eduardo Inda con un detector de mentiras, pero el serio cejastrinque cortó todo atisbo de alegría con su voz ajusticiadora, joder, cualquiera diría que estaba resolviendo el caso del siglo:

– Rellene, por favor, este otro formulario como que le hemos entregado la cartera

Y vuelta a empezar: otra hoja con mis datos y mi firma certificando que estaba todo y que ale, a pastar por la sombra.

Salgo de la comisaría de culo haciendo reverencias deluxe plus, quito el candado de la bici y cuando me voy a pirar salta el toloco:

– Cuidao con la bici, ¿eh?, nada de llevar los auriculares esos que tienes colgando del cuello, ten mucho cuidao que hay mas accidentes que ni sé de bicis últimamente y encima ahora por la noche más todavía, ten cuidado, ¿eh? y no pierdas la cartera más, que es importante, ten cuidao.

Unos cuantos gracias gracias si si gracias gracias si si después ya estaba yo tirando pa casa otra vez, pero con la cartera bien guardaíca, la sonrisa puesta y el culo y las piernas que ni las sentía ya cuesta parriba cuesta pabajo.

Curioso país de locos en el que estamos, Tosca, curioso, disparatado, pero sin duda maravilloso país.

:gustico:

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¡A la mierda todo!

Llevamos unas navidades un poco moviditas los Tosca, el pequeño gran Kota se ha puesto malico y de momento nos hemos pasado unos días en casa. Hoy ya está mejor y está en la guardería, no preocuparse. El caso es que gracias al encierro forzado a pachas con Chiaki, he tragado bastante tele japonesa, si, esa en la que no sale más que gente comiendo y grupos de ídolos haciendo el monguer todos juntos. Y entre tanta gilipollez, porque mira que es infumable lo que echan, ¿eh?, me ha llamado la atención un vídeo que se ha hecho viral aquí en el que se ve a un empleado de una empresa de paquetería mandar todo a tomar por culo y emprenderla a hostias con los paquetes, el carrito de llevarlos y la madre que parió a todo, jajajaja, ojo aquí que le han cazao con la cámara:

A raíz de esta movida, parece ser que se ha descubierto que este tipo de empresas pagan dos duros y medio a los chavales a los que encima de pasar más frío que los huevos de un pingüino, encima les meten muchísima presión para entregar los paquetes en el horario acordado con el cliente (aquí en Japón, este tipo de servicios son inmejorables para el cliente, pero claro…).

Ala pues, marcho que he quedao!
:feliciano:

El Setsubun de las pelotas

Lo del Oni ese.

Seguro que sabéis, y si no os lo cuento yo aquí, lo que es el Setsubun. Mayormente se trata de una costumbre japonesesca en la que un pavo se disfraza de demonio y la gente le tira semillas de soja gritando «demonio! fuera!! suerte!! dentro !!» como si no hubiese un mañana. Luego se zampa también un rollaco de arroz con cosicas mirando pa el Cuenca de aquí y esa movida te da suerte ya para todo el año….

¡Y yo que sé porqué! ¿a mi que coño me preguntáis?, ¡ellos sabrán, déjales! ¡¿¿te dicen ellos a ti algo del oro, el incienso y la mirra esa!?!?, ¿!¿o de las uvas de nochevieja!?!?, ¡¡pues entonces!!

Bueno, total, a lo que yo iba es que:

¡¡ Me cago yo en el Setsubun, hombre !!
:copon:

Resulta que en la guardería de Kota han estado toda la semana ensayando la movida con pelotas de plástico en vez de con semillas de soja: se las daban y les enseñaban a tirárselas a un muñecote que tenían puesto ahí. Hasta aquí la cosa mola, una novedad para Kota porque es su primera vez y felicitación por parte de las profesoras cuando fui antes de ayer a buscarle porque parece que se le daba bien el asunto. Como le tire las pelotas a la cara con la misma fuerza con la que me tira a mi los muñecos de Anpanman, el Oni ese se iba a volver a casa con más hostias que un saltamontes dentro de una lata.

Pues bien, llegó el día S y tres profesoras se disfrazaron de demonios con máscaras feas y ropajes y se dedicaron a danzar por el jardín de la guardería que se ve perfectamente desde los ventanales de dentro. Jugaron a la cosa de asustarles, y las profes de dentro, cómplices de la movida, les decían «¡¡mira mira que están ahí los demonios, coged las pelotas!!» y así. Hasta que finalmente entraron dentro gritando y montando escandalera con las máscaras y pasó lo que es normal que pase con niños de 0 a 3 años: ¡¡¡ todos llorando más acojonados que Rita Barberá en el dietista !!!!

¡¡Pero que no dejaron de llorar ya en todo el día, parece !!

Al llegar a casa, Kota estaba todavía como acojonadillo: se notaba que el pobrecico lo había pasado mal. Cenó y se metió en la cama sin protestar, estaba como achuchaíllo ahí en si mismo.

¡¡ Pues menuda nochecita !!

No hemos dormido una mierda porque no ha dejado de llorar y despertarse con pesadillas de los bichos de los huevos gritando «nooo diablo, veteeee, veteeee». Para cuando conseguíamos que se calmase, después de media hora haciéndole ver que lo más feo que había en aquella habitación con él era su padre, se volvía a dormir y se despertaba al de un rato otra vez igual. Así que hoy llevo unas bonicas ojeras sponsored by Setsubun.

Mecagüen la madre que lo parió.

PD: Los hechos son verídicos, lo ha pasado bastante mal. La manera de contarlo no tanto, en realidad me hace mucha gracia la cosa y ahora si vemos que Kota se porta mal le amenazamos con que viene el demoniaco y se achanta cosa fina!!

Doburokku

Aquí van otros que siguen estando de moda aunque estuvieron en su punto álgido hace ya algunos meses, allá por navidades del año pasado más o menos. Como en los otros sketches, son un par de dos, una pareja que cantan canciones chorras entre las que destaca siempre la de «Moshikashite dakedo», que viene a significar algo así como «¿Coño, ver si es que va a ser…?». En las canciones siempre se ponen en situaciones cotidianas y lo que ellos piensan sobre lo que está pasando, la gracia es que siempre piensan en guarradacas con chicas, en barbaridades que te descojonas!!!

Traducido, como siempre, con criterio Toscano totalmente random, aquí van los Doburokku con una de las versiones de «Moshikashite dakedo», ¿coño, a ver si va a ser…?


Hay muchos otros vídeos con muchas otras situaciones, por ejemplo hay una en la que cuentan que están en un bar y entran al baño él al de chicos y una chica que no conocen de nada al de chicas, pero que salen y entran a la vez…. ¿coño, a ver si es que va a ser que quería escuchar cómo meaba yo?… jajaja, todo barbaridades del estilo!!

¡¡Opiniones quiero!!

Why, Japanese people!!?!?!?

Sigo con la sección de humor japonés que a mi tanta gracia me hace, ahora que yo soy bastante tonto y simplón que me das un yo-yo y ya tengo plan para la tarde.

Total, en este caso aunque es un tipo que triunfa en los espacios de humor de la tele japonesa, el elemento en cuestión no es japonés, sino un americano llamado Jason que trata de explicar como lleva él eso de estudiar kanjis, estoy convencido que a los que estudiáis japonés, os va hacer bastante gracia.

He cogido el vídeo y lo he subtitulado a mi bola, como siempre, a ver que os parece la movida:

Rassun Gorerai

Aquí va otro par de dos que están de moda por aquí últimamente, tanto es así que el otro día en Karate me encontré a todos los chavales haciendo la tontería y descojonándose vivos. Este no sé si va a ser un poco más difícil de entender que el anterior, pero como a mi me hace también mucha gracia, aquí lo pongo.

A ver si lo sé explicar: la cosa va de uno que se pone a cantar todo emocionao una palabra que no tienen ningún sentido, pero que la canta todo contentete y le dice al otro que la explique, el otro le sigue el juego y se pone a cantar contestándole empezando siempre con un «chotto matte chotto matte oniisan», que viene a ser algo así como «peraunpoco peraunpoco chacho!». La letra es lo de menos, lo que hace gracia es el ritmillo que me llevan, el bailecico ese con los gestos, lo contentos que están cuando hacen la tontería… yo me descojono cada vez que los veo!

Pongo el vídeo, y seguido la traducción libre estilo Toscano. Pido perdón de antemano si os tiráis todo el día con el chotto matte chotto matte oniisan en la puta cabeza, pero así está todo Japón ahora mismo!!

Rassungorerai, rassungorerai

Eh?! eh!? qué dice este!?

Rassungorerai, uuu! rassungorerai, uuu!
Rassungorerai, ahora vas y lo cuentas

Eeeh! peraunpoco peraunpoco, chacho
Qué coño es eso del rassungorerai
Me dices que lo explique, pero como no tengo ni zorra idea, no puedooo

Rassungorerai, uu! rassungorerai, uuu!
De viaje por el sur, rassungorerai

Eeeh! peraunpoco peraunpoco, chacho
¿El rassungorerai este es un resort?
Pero anda que no hay por el sur: Bali, Guam, Hawaii.. ¿cual es?!?!

Rassungorerai, uu! rassungorerai, uu!
Con la novia en el coche, ¡rassungorerai!

Pepepe peraunpoco peraunpoco, chacho
Mientes mas que cantas
Con la novia en el coche dices, pero ni tienes novia ni coche!

Rassungorerai, uu! rassungorerai, uu!
Caviar, Foiegras, Trufas, supermegahostiaputa!!

pe-pe-pe-pe peraunpoco…. CHACHO
Chaaacho, no me cambies del rassungorerai,
Aunque no entiendo que coño es y te he dicho que pares, ahora al rassun estoy esperassun!

Supermegahostiaputa, supermegahostiaputa
Al subirme en el tren supermegahostiaputa!!

pe-pe-pe-pe-pe-pe-peraunpoco, CHAAACHO
Vamos a ver copón,
vuelve al rassungorerai coño!

Supermegahostiaputa, supermegahostiaputa
El padre un tío árabe, la madre de la India
En medio naciste tu que eres un ras-sun-gorerai!

pe-peraunpoco, peraunpoco chacho
Yo no soy mezcla árabe-india, mi padre japonés, mi madre japonesa
En medio nací yo, que soy japanese people!

Ya me he cansao, se acabó!
peraunpoco, peraunpocooo chacho
peraunpoco, peraunpocooo chacho

Estos dos, que son de Osaka, se hacen llamar «Bazooka de 8.6 segundos» (a los japoneses les suele molar ponerse nombres extranjeros aunque no signifiquen un carajo). Y bueno ya para rizar el rizo, se suelen juntar con los Bambino y su danza de la caza en eventos por ahí y hacen un cruce de sketches ahí estilo crossover:

:olakease: :olakease:


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Bambino y la danza de la caza

Últimamente veo mucho más la tele japonesa. Bueno mucho más… digamos que antes de vivir con Chiaki ni la encendía y ahora está puesta bastante tiempo, como es normal, no iba la chiquilla a dejar de ver la tele de su país por haberse casado con el rascayú narizón que les escribe. El caso es que hay muchos programas que no valen absolutamente para nada como esos en los que aparecen las y los ídolos de siempre comiendo a cualquier hora del día delante de las cámaras exagerando lo bueno que está eso gritando oishiiiii. Es totalmente absurdo ver a gente comiendo en la tele, me parece una gilipollez suprema sin interés alguno, sin embargo aquí es lo que sale el 90% de las veces. Jodé es que si por lo menos cocinaran o enseñaran a cocinar, pero es que salen yendo a restaurantes y zampando solo!!

Pero he descubierto también que hay humoristas acojonantes japoneses, hay algunos que no me hacen ninguna gracia, pero con otros me descojono a puñaos hasta llorar de risa a veces. Aquí hay mucho talento, no os creáis, sobretodo cuando les da por darse de hostias o tirarse colina abajo montados en triciclos y chorradas así.

Total, que he decidido empezar una nueva sección en el blog recopilando los sketches de moda. Intentaré traducir los que estén en japonés de alguna manera para que nos cosquemos todos y de paso molaría que me dijeseis si os hacen o no gracia, porque igual es que me estoy volviendo yo ya medio osakense y no me he enterao, que todo puede ser porque hago reverencias hasta debajo de la ducha.

Ahí va el primero, que además no necesita traducción. Se trata de una pareja de humoristas llamada «Bambino» que se han hecho famosos por el sketch de la danza de la caza. Lo que cantan no es japonés, es idioma «nativo» inventado. Por alguna razón me recuerdan a nuestros Tricicle:

El chikan hostiado

Ayer recordé de sopetón aquella vez que me topé con un acosador asqueroso en el metro de Tokio, aunque lo sucedido aquél día no fue prácticamente nada comparado con… bueno, a ver si soy capaz de transmitir un poco de lo que viví yo anoche, que cuando llegué a casa todavía seguía con los nervios puestos debajo de la chaqueta.

Total, el caso es que yo volvía de una magistral clase de Karate que, como todos los martes, nos regaló Suzuki Sensei. En todas y cada una de las clases se aprende algo nuevo, esto que puede parecer banal toma especial importancia si tenemos en cuenta que empecé a hacer karate hace ya más de 20 años con algún que otro parón de por medio. Suzuki Sensei siempre le dará una vuelta más a algo que pensabas que te sabías. En Karate nunca se deja de aprender, el reto que supone es tan motivante que nunca se le quitan a uno las ganas de seguir yendo para ver si la siguiente clase es esa que nunca llega en la que todo se domina.

Desde que trabajo en Gotanda la ida al dojo es sencilla, pero la vuelta a casa se complica: recorrer los 15km de rigor en bici después de dos horas de patadas y posiciones bajas es una de esas locuras que me permito perpetrarle a mi cuerpo. Pero ayer dio mucha más lluvia de la que luego fue, así que volví en tren. Tengo tres transbordos, lo que hacen un total de cuatro líneas distintas: Ikegami, Yamanote, Inokashira y Keiyo. En la segunda, la Yamanote, coincidí con un chico nuevo de Karate que conocí en el entrenamiento de esa misma noche y estuvimos hablando del examen de cinturón negro al que se presentará el martes que viene. Un tío muy majo, por cierto, al que despedí en Shibuya donde tiré para la Inokashira, línea que raro es que no esté atiborrada… esos vagones son el infierno, bendita bicicleta.

Yo me puse a la cola y deje pasar un tren para montarme en el segundo y asegurarme un sitio. Allí me senté en cuanto se abrieron las puertas y poco tardó aquel vagón en ponerse hasta arriba de personas, a veces me pregunto cuanta gente puede caber en uno solo de esos vagones… diría que más de doscientas almas allí se embuten, doscientas veinte si contamos los de última hora que se cuelan de espaldas haciéndose paso a vuelta de culear para dentro.

No habían pasado ni dos estaciones cuando escuché gritos de fondo. Me quité los auriculares y descubrí a un gaijin, ni más ni menos gaijin que yo, que estaba gritando movidas en japonés:

– Has sido tu, que te he visto, ¿qué coño te crees que estás haciendo?, has sido tu no me lo niegues que te he visto, pedazo de hijo de puta.
– Por menos de esto en mi país te matan (korosareru), ¿me oyes?, no digas que no, malnacido de mierda

Y así un montón de insultos más. Alcé la vista y la chica que estaba delante de mi estaba llorando. Entendí al instante la situación que fue muy parecida a la que viví yo: un baboso de estos que dicen que hay en los trenes que vete a saber lo que le había hecho a aquella pobre chica que no dejaba de sollozar, y un testigo de toda la historia que no dudó en actuar.

Yo aquél día me limité a ponerme en medio y dar un par de toques de atención sin mediar palabra. El chico de ayer se fue al otro extremo y quiso que todo Dios se enterase del asunto señalándole, zarandeándole y llamándole de todo. Al ver a la chica llorar, algunos más se le unieron y ya eran tres los que le tenían acorralado entre insultos y meneos.

El tren entonces llegó a la siguiente estación, el extranjero se bajó con la chica con la intención de denunciar al pavo que la verdad es que no tenía muy claro como reaccionar y no se movía de allí. Entonces el gaijin volvió a entrar y mientras gritaba que saliese del vagón, le agarró de los pelos y se lo llevaba arrastrando. El otro que no quería salir, se zafó y entonces uno de los que había allí le empezó a empujar gritándole también que iba a salir de aquel vagón por las buenas o por las malas, que empezase a andar. Pero el pavo se resistía, no sé muy bien qué pasaría por su cabeza, quizás que si no se movía de donde estaba la cosa se iba a calmar y podría llegar hasta su estación como si nada una noche más…

El extranjero cuando volvió a entrar ya tenía bien claro que había que sacarle a hostias y fue directo a por él metiéndole tres puñetazos seguidos repartidos entre la boca y la nariz. Si ya estábamos todos bastante nerviosos, aunque ni la mitad que aquel extranjero menudo que menudo resultó ser, ver la sangre en la cara de aquel elemento nos acabó de desatar y fuimos unos cuantos los que le intentamos calmar: tranquilo, ya está, ya le hemos pillado, ahora que se lo lleven, tu tranquilo.

Ahí es cuando entró el jefe de estación preguntando por la situación, y cuando todos confirmaron la historia del hostiante, se llevaron al hostiado supongo que con la intención de llamar a la policía.

Al gaijin digo yo que una tila le habría venido bien, pero, ¿sabéis lo que os digo?, ole sus cojones. Yo no fui capaz, ni creo que haya que llegar a ese extremo, de actuar tan violentamente, pero si que debí haber montado el pollo para que al menos todo el mundo se enterase de lo que estaba pasando y así supiese que tiene consecuencias.

El tren siguió su ruta y por megafonía se escuchó «llegamos dos minutos tarde por culpa de un pequeño incidente, perdonen las molestias». Já, pequeño, y le dejaron la nariz como a Calamardo.

Esta mañana se lo he contado a Chiaki poniendo énfasis en los puñetazos, en la sangre, en lo violento de la situación dando a entender que quizás no se debía haber llegado tan lejos como para medirle el morro.

いいじゃん、もうやらないでしょう? me ha contestado. «Que se joda, así no lo hace más» traduzco e interpreto yo y de paso le doy toda la razón. Que asco de gente.

Obras de arte cortando papel

Puede que el origami sea el arte relacionado con papel más famoso de Japón, pero el kamikiri tampoco se le queda atrás. Kamikiri significa literalmente «cortando papel» y se basa en crear una figura como resultado de cortar con mucha paciencia y arte una hoja de papel, tan sencillo como eso y tan chungo de llevar a cabo, amigos.

El artista Akira Nagaya de Chiba domina el arte del corte papelero y muchos de sus diseños están basados en la cultura tradicional japonesa, vamos, que son de corte antiguo (badabumChass):

Últimamente le ha dado por hacer conocidos personajes de anime, seguro que conocéis a la mayoría:

Jodé, y yo que cuando cojo las tijeras no soy capaz ni de cortar un cuadrado decente…

Chikan

Ese día llovía a mares, creo recordar que fue el segundo tifón al que le dió por pasarse por Tokio a saludar. Esto de los tifones es algo curioso: hace un viento acojonante y llueve en toda dirección excepto la estrictamente vertical para, al día siguiente, hacer un sol del copón y no ver ni una nube asomando.

A no ser que quisiese acabar pedaleando en la punta de la Sky Tree, mejor aparcar la bici e ir en tren. Y eso que últimamente me he comprado un chubasquero de cuerpo entero y no me rindo con lo de ir en bici ni aunque caiga la de Dios es Cristo. Pero es que ese día caía la de Dios es Cristo y Buda juntos.

Total, que me monté en un tren repleto de gente y traté de hacerme hueco cerca de una de las barras de al lado de la puerta que delimitan los asientos. Allí, justo donde quería ir yo, había un señor mayor con camisa de manga corta y pantalón de traje que se había hecho fuerte con un periódico entre sus manos y los codos apuntando hacia fuera a modo de protección. Tenía pintas de ser más salado que un cubo de mierda, así que no pensaba yo acercarme demasiado pero en estas que mucha más gente entró en el vagón y empujón a empujón di con mis riñones contra uno de sus codos colocados expresamente a tal efecto. Noté que no doblaba el brazo, que estaba haciendo fuerza para poder tener su espacio periodístico intacto mientras el resto nos apelotábamos unos contra otros cada vez más. Aparte de lo injusto de la situación, de que un rascayú quisiese leer el periódico en un vagón repleto de gente, me estaba haciendo daño así que le aparté el codo de una hostia con el mío y aproveché la inercia para empujarle con el culo haciéndole ceder el espacio que no se había ganado con su cara de palo. El viejo gruñió algo mientras al cerrar el periódico le daba en la cabeza, supongo que sin querer, a la chica que estaba sentada delante. Yo me giré más, le miré directamente a los ojos y le volví a empujar con la cadera haciéndole ir todavía más para allá. Ahí viendo que la cosa era adrede y con cierta expresión de sorpresa por la cara del que tenía delante, ahí ya si, ya se calló y apechugó.

Al de dos o tres estaciones y por el trasiego de ir y venir de pasajeros, el vagón seguía repleto, pero una chica de mediana edad coincidió que se colocó entre el viejo cascarrabias y yo. Era una chica menuda, bastante más baja que cualquiera de nosotros dos, tampoco vestía de manera especial, no destacaba de ninguna de las maneras. Pero el viejo asqueroso le echó el ojo enseguida. Aunque había oído muchas historias, era la primera vez que presenciaba algo semejante y supe que era así porque se le veían las intenciones desde lejos. Se metió una mano en el bolsillo y empezó, nervioso, mirando aquí y allá, a acercarse cada vez más a ella hasta que su cabeza quedó justo por encima del escote de la chiquilla, escote que no dejaba de mirar mientras se movía su mano dentro del pantalón.

Yo flipaba.

La chica se daba cuenta y hacía por alejarse, acercándose cada vez más a mi, aunque tampoco había demasiado margen con tantísima gente, claro. El viejales entonces se puso detrás de ella visiblemente dispuesto a frotar la cebolleta y sé que lo consigue cuando saca la mano que tenía tan ocupada dentro del bolsillo. Ahí, justo en ese momento fue cuando acabé de decidir que le iba a meter una hostia pasase lo que pasase y fui a por él pero entonces el tren llegó a la siguiente estación, la chica aprovechó el movimiento de gente para cambiarse de sitio y el chikan frustrado, nervioso, se dispuso a bajar del tren medio empalmado y con la mayor cara de salido asqueroso que he visto yo en mi vida.

Pero para salir tenía que pasar por delante de mi y al hacerlo le pegué una patada en la espinilla con toda la fuerza de la que fui capaz dado el escaso recorrido que conseguí desarrollar debido a tener a tanta gente cerca. Le dolió, lo sé porque se dio la vuelta con cara de espanto. Entonces me miró, yo le señalé con la vista a la chica, el la miró, me volvió a mirar y sin decir nada salió corriendo del vagón como alma que lleva el diablo.

Ella esperó un tiempo prudencial y a su vez en silencio salió también en la misma estación justo antes de que las puertas del tren se cerrasen. Quise decirle que esperase un poco, que fuese hasta la siguiente estación y volviese, pero lo cierto es que no creo que entre ellos se hubiesen visto las caras, así que daba igual, supongo.

Es la primera vez en más de ocho años que veo algo semejante, pero comentando la jugada me han dicho amigas y compañeras de trabajo que no es tan raro aunque con el gentío muchas veces no queda muy claro si es o no adrede, si va con intenciones o simplemente son roces casuales sin remedio.

Yo lo que si tengo claro es que como le vuelva a ver al viejo asqueroso, cuya cara no consigo olvidar, tampoco dudaré en actuar pero esta vez será mucho antes.

La vuelta a Zalla

Miro a mi alrededor y todo está igual que siempre. Lo único de esta habitación que me recuerda que estuve en Zalla es la txapela del padre de mi padre que me traje con el permiso de su hijo. Todavía conserva su olor, por cierto. Pero recuerdos tengo, claro, y aunque nadie más que yo los ve, estarán para siempre conmigo. O al menos hasta que mis neuronas consigan retenerlos.

Ha sido fabuloso volver con Kota que aunque estaba a escasos días de cumplir la mitad de su primer año de vida, rebosa ésta por los ojos que le brillan tanto que parece ver más intensamente que cualquiera de nosotros.

Sabía que iban a ser momentos irrepetibles, que nunca iba a volver a pasar que mis padres le conociesen por primera vez, que no nos quedaba otra que respirar mucho más aposta cada segundo que estuviésemos, estuviesen, juntos. Ahora procuro no resoplar para evitar que se escape algo de ese aire que tan adentro llevo guardado en los pulmones.

El primero que le vio fue mi padre; vino a buscarnos al aeropuerto y lo primero que hizo fue cogerle en brazos. Kota le miró extrañado, pero no lloró. Pude imaginarme a mi mismo con la edad de mi hijo en los mismos brazos de aquel buen hombre que seguramente no habrá cambiado tanto desde que me tuvo a mi y a esa foto casi pude sacarle el negativo: sentir qué podría estar sintiendo él, mi padre, en ese momento. Porque lo mismo que estoy viviendo yo con Kota lo vivió él conmigo como a mi espero que me toque con los hijos de mi hijo y será irremediable que me acuerde que ese Kota de barba de tres días, vozarrón y entradas es mi Kota de ahora, el de los balbuceos, los gritos a destiempo, el de la mirada cristalina y los culetazos en la alfombra.

O quizás es que le doy mucha importancia al asunto, pero es que aunque no es el primer nieto de mis padres, si que es mi primer hijo. ¿Cómo no me va a importar?.

Llegamos un rato en taxi después a casa y entonces el relevo lo tomó mi madre aunque en esta ocasión Kota si que lloró. Demasiado trajín de trenes, aviones, aeropuertos y coches. Demasiadas emociones para un bebé… Kota, tu no te preocupes, si lo raro sería que no hubieses llorado… ¡bastante buen viaje tuviste!. Y… ¿qué puedo decir de mi madre?. La misma imagen me venía inevitablemente una y otra vez a la mente. El mismo bebé, yo, pero con distinto adulto. ¿Qué podría pasar por el corazón de mi madre en el momento en que tuvo al hijo de su hijo pequeño en brazos por primera vez?. No puedo más que imaginarlo y ni siquiera me acercaré al tiovivo de emociones de todo tipo e intensidad que se pasearían por su pecho.

Todos hemos cambiado, seguro. Kota ahora ya en Tokio se ríe mucho más que antes y ya casi se duerme solo sin tener que estar muchos cincos minutos meciéndole, es como si el haber conocido a sus abuelos era lo que le faltase para ser el bebé que le tocaba. O más bien era lo que me faltaba a mi y eso él lo ha notado, como sabe todo lo que nos pasa de alguna manera, estoy convencido. Y por eso duerme mejor porque sabe lo que ha significado para mi que hayamos llegado a tiempo y los de allí hayan podido disfrutar del bebé que pronto dejará de ser.

Como debía ser, nosotros pasamos a un quinto o sexto plano y él fue el auténtico protagonista en casa, tanto era así que cuando entrábamos por la puerta después de dar un paseo los tres, mis padres decían «ahí viene Kota» y en cuanto nos queríamos dar cuenta ya le tenían en brazos y le estaban cantando y Javi le ponía el dedo para que se lo agarrase y le daba algún beso si se terciaba.

¿Y Chiaki? pues entre sonreírse y reírse, claro, con más razón esta vez que entendía un poco más que otras veces. Ahora aquí en casa le canta a Kota la canción de cinco lobitos que tanto le escuchó a mi madre, dice que para que a Kota no se le olvide su abuela. A veces es a ella a la que se le olvida la S y me singulariza a los cinco mamiferos de un tirón aunque si nos ponemos a buscarle sentido, también es verdad que no sé en qué camada de lobos la madre tendrá una escoba a mano para meterlos detrás. El caso es que Kota se ríe, quizás porque Chiaki consigue su objetivo y hace que se acuerde de aquella señora con la que tanto jugó hace un par de semanas. Ojalá sea así y consigamos encadenar visitas con la frecuencia necesaria para que nunca deje de pasar.

Para mi el otro protagonista ha sido mi pueblo que he vuelto a ver con los mismo ojos pero con una mirada que nada tiene que ver a la que tenía cuando vivía allí. Porque Zalla, en las tres veces que lo he visitado después de estar viviendo en Tokio, me ha parecido un pueblo precioso. El horizonte no se deja otear porque lo tapan las montañas que hay allá donde mires, montes cuyo verde es tan intenso que ese tono es inconcebible en la selva de hormigón y neones en la que decidí quedarme a vivir hace ya dos años más de la media docena.

Y ha sido en aquel, mi pueblo, en el que presenté el libro por primera vez ante los que asistieron, que fueron muchos más de los que mi madre y yo habíamos imaginado. Y meto a mi madre en el asunto porque resulta que había avisado a todas sus amigas, de la quinta, para que fuesen a hacer bulto no fuese a ser que estuviese yo solo y me entrase bajona. Que tampoco habría sido el caso, pero vamos, que yo encantado de ver tantas caras conocidas.

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Como hablar del libro tampoco daba para mucho, o eso pensaba yo, decidí contar primero mi historia y empecé hablando de la beca aquella del Gobierno Vasco, de la vuelta a Bilbao, del segundo y en apariencia definitivo regreso a Japón que no fue más que un tumbo que fui a dar un pelín más lejos que todos los demás que llevaba dados en aquella época. Y una cosa llevó a la otra hasta que finalmente conté la historia de la señora de los paraguas y la del chico del chandal azul procurando no emocionarme más de la cuenta aunque no lo conseguí del todo y noté como se me desmenuzaron un par de frases.

Empecé muy nervioso y al rato ya no podía parar de hablar. Espero que no se hiciese demasiado largo. Después pensé que lo suyo sería dejar tiempo para contestar preguntas que, insistí, no tenían porque tener que ver con el libro. Y aunque parecía que no iba a haber muchas, nos tiramos un rato largo que a mi se me hizo muy entretenido hablando de las costumbres de este país, de sus gentes, de lugares, de terremotos, tsunamis y radiación, de cocina, de idiomas… de inquietudes y planes de futuro, de felicidades y esperanzas…

Y cuando Héctor anunció el final, los aplausos me hubieran deshilachado la voz de nuevo de haber tratado de hablar. No era la primera vez que hablaba en público ni me aplaudían, pero si que me lo pareció. Fue uno de los momentos más bonitos que he vivido por ser en mi pueblo delante de mi familia y amigos. Fue como si me hubiesen dado la oportunidad de una vez por todas de dar explicaciones, de coger el puzzle que llevaba siendo mi vida, poner las piezas encima de la mesa y acabarlo delante de todos por fin.

Pero no me fui a casa todavía porque no sé ni como, se había formado una gran cola para que firmase el libro. Fue un auténtico honor y un placer poder charlar un rato con cada uno de ellos y escribirles algunas palabras en aquella primera página de aquellos libros que por fin se habían hecho realidad después de tantos meses de trabajo. Me hubiera encantado que Fran hubiese estado allí para que se hubiese llevado la parte que era suya de todo aquello.

Y cuando quisimos darnos cuenta, ya estábamos otra vez en el aeropuerto de Bilbao que nos llevó, en un suspiro, a Tokio donde parece mentira, de verdad, que unas cuantas horas antes estábamos sentados en el sofá con mis padres y Javi intentando entre todos que Kota se riese a carcajadas. Es increíble como nos acostumbramos a todo, qué normal nos parece lo que un poco antes era casi inimaginable.

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Y sin embargo estando en Zalla, Tokio parecía un sueño.

Un sueño de locos, pero afinado ya, eso si.

Aquí nos quedamos, de momento, remoloneando un poco más los tres…

Viaje a Japón

Ayer vinieron los de la tele a grabar un programa de las clases de cocina para japoneses de los que hacemos. En esta ocasión fue más especial: invitamos a los alumnos que llevan viniendo más veces y nos cedieron todo un restaurante para el tinglado. Por cierto, si estáis en Tokio no dejéis de visitar el restaurante Gaudí de Yoyogi si tenéis morriña de comida de la tierra porque ya os digo yo que allí os la van a quitar a base de platos de los buenos y gente encantadora.

La clase creemos que salió muy bien, al menos hicimos todo lo que solemos hacer siempre: el Chiqui fue contando la historia y las curiosidades de la tortilla de patata, yo iba traduciendo el asunto a japonés añadiendo lo que se me iba ocurriendo según iba viendo y Guillermo no paró, como siempre, de asegurarse que todos los que estaban allí sabían lo que se estaba haciendo (aparte de enseñarles a beber en bota, un clásico).

Como pasa siempre con la tele, no sabes al final como y qué va a salir, pero nosotros pasamos un rato muy muy bueno.

Pues ayer hablando con el Chiqui me estuvo contando que ya casi no quedan plazas del viaje a Japón que lleva organizando ya tres veces con la de este año. Y yo me acordé que algún lector del blog me dijo que le avisase si se volvía a hacer porque se quería apuntar, así que he pensado que qué mejor que anunciar el asunto por el blog aunque sea un poco tarde.

¿De qué va esta copla? pues es un viaje a Japón desde España pensado y organizado para que puedas llevarte un trozo de este país en tu corazón con el avión de vuelta. Fernando lleva viviendo en Tokio unos años ya y a lo mejor le pones un ordenador delante y al angelico le falta olerlo, pero de organizar historias sabe mucho. Como este año además estoy yo metido en el ajo porque me he currado la página web os puedo decir que no se me ocurre qué más se le podría meter al itinerario… en esa semana aquí no os vais a quedar sólo con los cuatro rascacielos de siempre de Tokio, sino que os van a llevar por hoteles tradicionales japoneses, aguas termales naturales en montañas donde los monos son los dueños por derecho del lugar, castillos japoneses, habitaciones a los pies del monte Fuji con vistas de quitar el habla y, por supuesto, raticos inolvidables en el pedazo de Tokio de mis amores.

El asunto cuesta menos de 2000€, cuenta con guías en vuestro idioma para todas y cada una de las excursiones que se hacen y está respaldado por la agencia de viajes de Albacete «ViajesFlexibles» así que si hay algún problema, que no debería, el seguro de viaje está ahí para venir al rescate.

Si todavía tenéis dudas, yo creo que no hay mejor manera de sentir el espíritu del viaje que con este vídeo:

En este apartado de la magnífica web :flipanderer: hay fotos de otros años también.

Si te das prisa, todavía llegas a tiempo para amarrar una de esas últimas plazas que quedan para la semana del 12 de abril de este año. Yo probablemente me apunte a alguna de las cenas que se hacen en Tokio, así que mira, igual hasta resulta que con la cosa nos tomamos un par de cervezas y todo!

Echadle un ojer! por cierto, cualquiera puede ir desde cualquier parte de España, no hace falta que sea desde Albacete!!

Entendederas

Cada vez más creo que coincide con algún resfriado gordo o principio de gripe, la verdad es que nunca he sabido cual es cual. «Gripe mal curada» creo que decía mi madre… o está curada o no está curada, pensaba yo. Total, el caso es que a veces a uno le viene una semana dada la vuelta: por las mañanas te levantas con el doble de sueño aún habiendo dormido las mismas horas, te sientes cansado, somnoliento, sin fuerzas… y normalmente en dos o tres días es cuando te empieza a doler la garganta y te sube algo de fiebre. Después se pasa y a otro puchero a untar en otra sopa para olvidar que esa semana no valías ni para cocido.

La anterior fue la siguiente a una de esas semanas. Quizás por eso, por no haber podido vivir con la intensidad deseada, la semana siguiente a esa semana de mierda suele ser una semana de puta madre. La coges con muchas más ganas y ese fue el caso de la semana pasada: fui al gimnasio todos los días, a Karate los que tocaba, estudié japonés, no aparqué la bici más que el día que vino el tifón para venir a la oficina y aunque me metía a dormir cuando los búhos ya se están echando copas con las lechuzas, al día siguiente me levantaba aliñando al mundo de buena mañana para zampármelo con dos huevos después del café.

El viernes, el responsable del equipo de desarrollo de mi proyecto, o sea el responsable del rascateclas que ahora mismo les rasca, vino a mi sitio para la reunión del viernes por la tarde, la última antes del fin de semana. El tío es más majo que un puñao de pipas peladas y encima sabe un huevo de lo que hace así que tiene mi respeto ganado prácticamente desde el principio. Esto sólo me pasa con dos personas más aquí dentro, no diré más. Pues bien, este buen hombre viene por detrás por sorpresa justo cuando yo estoy borrando algo de la pizarra blanca y me empieza a dar de hostias en la espalda mientras dice traducido algo así como «mecagüen la madre que parió al jenkins este». Son hostias suaves, de bromas, en plan como que si pilla al que programó el sistema del Jenkins ese le saca a secar al sol.

En Japón, el contacto físico no está bien visto. Los ciudadanos de a pie lo evitan en todo lo posible y se limitan a pequeñas inclinaciones de cabeza para saludarse. Incluso evitan mirarse directamente a los ojos.

Ese mismo día un par de horas antes me viene con cara de mala hostia y me dice: «Oskar he revisado lo que has hecho y ….» de repente cambia la cara a descojonarse vivo » ¡¡está perfecto!! ¡¡súbelo a producción!!». El soneto con rima asonante en que se convirtió mi cara costó en volver a prosarse porque no paró de partirse el ojete hasta un rato después.

Los japoneses son fríos, distantes, viven para trabajar y rara vez hacen vida familiar más allá de los fines de semana. Su vida es la oficina donde apenas se levantan de su puesto de trabajo ante la mirada inquisidora de sus superiores.

Llega la noche, esta vez no voy a Karate porque el sábado nos vamos a la casa nueva y todavía queda mucho por preparar. Al día siguiente a primera hora vienen los de la empresa de mudanzas, la hora concertada es las ocho de la mañana. A las ocho y un segundo según el reloj de la cocina llaman a la puerta y sube un señor con gorra de beisbol, unos brazos con cuarenta músculos más que tu y que yo y dos o tres cafés o tés en el cuerpo porque no para de hablar. En cinco minutos ya sabe de donde soy, el tiempo que llevo en Japón, lo de mi trabajo dentro de una oficina al resguardo de la lluvia, el frío y los odiosos muebles de Ikea que no hay Dios que monte después y ya se sabe el nombre de mi hijo, donde va a nacer y cuando. Yo, sin pretenderlo en ningún momento, me entero que se ha casado en España, que sabe decir uno dos y tres, y que anda que no están buenos los champiñones al ajillo.

En un rato suben cuatro más: dos pares de rapaces con la mitad de edad que el señor de cuatro triceps. El más alto es más soso que un kilo arena, pero parece buena gente, por lo menos llega a bajar los vasos de la estantería de arriba. De que se ponga de puntillas orienta la antena al Hispasat y me sale Matías Prats dando el parte. En cinco minutos tienen la casa forrada con una movida como de esponja, en diez tienen la mitad de las cajas ya cargadas en los dos camiones, en quince nos enteramos que la paella también le gustó un huevo y yo le he recomendado ya el restaurante de Ebisu que me sé y en veinte estamos ya camino de la nueva casa. Cinco mostrencos trabajando a toda hostia, tremendamente puntuales, poniendo todo el cuidado del mundo con un jefe más majo que quedarse solo en casa con un bote de nocilla y una cuchara sopera.

Cuando estamos cerrando Chiaki y yo la puerta de casa, vemos que los de la mudanza le han dejado una caja con pañuelos de papel a los de los pisos vecinos por las posibles molestias que hayan podido causar. Yo me quedo con una sonrisa en la boca. Un trabajo típico de chapuzas hecho con exquisito cuidado, con pulcritud, con atención al detalle y con un tipo al mando al que le das un micrófono y una cámara y seguramente te monta un circo del copón de la baraja sin quitarse la gorra ni escupir el palillo de la boca.

Al llegar a la casa nueva ya tienen el portal forrado de nuevo con la movida esa acolchada (que llamaré acolcher a partir de ahora) y eso que es la siguiente estación y nos hemos dado prisa. Les abrimos, el tío entra y mira la casa nueva y pega un silbido: «jodé, menuda pedazo de chabola» viene a decir. Emite otro par de sonidos agudos y ya tiene al mayor bigardo a este lado del Megurogawa montando una lámpara mientras el resto forra hasta a mi padre con cartones y acolcher max 200. «Torasutos de cocina» lee en voz alta descojonándose, «¿esto qué es? ¿inglés?, que coño, será español, no?, vete a saber que pondrá pero pesa como un demonio empachao, ¿donde queda esto?». «Todo en la sala», dice Chiaki. Yo hago un amago de explicarles lo que pone pero no tengo ni las palabras pensadas en japonés cuando el señor que habita debajo de una gorra ve al bigardo que no atina con la lámpara de Ikea y le pega cuatro voces: «quita copón, que todo lo que tienes de alto lo tienes de manazas, ya lo hago yo». Pero él no llega, claro, ningún ser humano llega a pelo más que el bigarder y así nos lo hace saber: «juas, ¿y ahora cómo hago yo esta movida?, me he pasado de listo, bigardeeeer trae la escalerica». Y montado en una escalera con las patas forradas en acolcher extraplus monta una lámpara de cinco focos no antes de decir cuarenta veces que las lámparas japonesas son de poner y ya, que jodé con los suecos y la madre, con todo el cariño del mundo, que los parió a todos.

Después se van por donde han venido y nos hacen bajar a que les echemos un ojo a los camiones para firmarles un papel en el que pone, entre otras cosas, que no se han dejado nada nuestro dentro. Nosotros les damos unas latas de cerveza y no les invito a cenar porque el bigardo tiene pintas de comerse a Dios por una pata y tampoco tengo muy claro en qué caja queda la paellera. El jefe se ríe y más contento que un ruiseñor se las enseña a los otros: «mirad lo que nos han dado, luego nos las pimplamos a la salud de vuestro hijo». Después nos hacen mil reverencias y se van. El bigardo no se ha reído ni una sola vez, el jefe no ha parado, a los otros tres prácticamente no les hemos oído. Por el camino se acuerda de algo y llama por teléfono a Chiaki: «ah oye, que con el pack este de la mudanza tenéis derecho a mover una cosa grande y cuatro pequeñas, así que si la cama la queréis mejor en otro lado o la mesa en la otra habitación nos llamáis y viene uno de nosotros y os lo mueve gratis».

En dos horas la mudanza hecha, una experiencia para recordar y la sensación de que en este país las cosas funcionan como en ningún otro. Claro que nos podría haber tocado un tío serio como el que nos colocó la lavadora ayer que no se reía ni pegándole con un palo, pero no fue así. Aunque hubiese sido normal. Como es normal que en la oficina de Zamudio donde estaba yo había cuatro gilipollas bordes lameculos y veinticinco mil personas encantadoras. Como es normal que en Tokyo vayas a un bar y a lo mejor hay un tío más tonto que Abundio que te mira mal porque eres extranjero pero que al resto del bar se la suda y seguramente cuando lleve un par de líquidos de la risa de más encima te venga a hablar porque le haces gracia. Como es normal que vayas a comprar algo a un centro comercial de Bilbao y lo mismo te puede tocar la tía más tonta del mundo como el señor más encantador del barrio. Como es normal porque todos somos personas cada cual con sus soserías de mal día y sus saleros de días garbosos y da igual que uno esté en Japón que en España que seguramente en casa Cristo aunque yo no he estado, que me apuesto el otro bote de nocilla que me queda a que será igual. Que cada cual es como es: el mayor tontaco del mundo, la persona más simpática de la tierra, el tío más callado del universo o la perraca más perraca de Falcon Crest con gripe mal curada.

Lo que no es normal es lo otro: pensar que todos son iguales por ser de un lugar. Eso si que no es normal.

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La ciudad de los juegos

Tokyo, la ciudad de los juegos olímpicos, es el lugar en el que llevo viviendo 7 años. Se dice pronto y pasaron rápido, tanto que a veces parece que vine ayer y otras que nunca estuve en Bilbao en realidad.

Ayer cené con mi mujer, Chiaki, en un izakaya cerca de mi casa. Comimos muchas cosas que nunca habría imaginado que se iban a convertir en mis habituales: una cazuela con verduras, tofu y carne, alitas de pollo dulces y picantes a la vez, ensalada de algas… como casi siempre, pidió ella, aunque yo fui el que me bebí las dos jarras de cerveza de medio litro. Hoy me pongo a leer el periódico y ponen que una cerveza vale 7 euros. Yo pagué 3 y medio, me pregunto dónde se fue a beber su cerveza la tipa del reportaje. La cena no costó más de dos mil yenes por cabeza, unos 14 euros, pero el dato da igual porque si tenemos en cuenta que cualquier sueldo japonés es aproximadamente un 35% más alto que uno de España, al menos en informática, estamos hablando de restaurantes en los que tienes un servicio incomparable y una comida increíblemente variada y selecta por cuatro duros en proporción. No tiene sentido hablar de precios en euros estando en Japón, eso lo entiende cualquiera. Como tampoco cuadraría preguntarle a uno de Nueva York cuanto cuesta una copa de vino en Euros para calcular si es caro o no. Siempre estamos con la misma gilipollez absurda.

No es raro leer tonterías sobre esta ciudad, sobretodo de gente que quizás ha pasado aquí una semana de vacaciones y se cree con criterio de sobra para adoctrinar con verdades absolutas, aunque peor son los que han visto algún programa de callejeros y ya son expertos gurús. Yo salí en uno y sé que se trata de contar lo que sobresale, lo que es raro, lo que destaca que no suele ser para nada lo normal. Es como si nos vamos a Bilbao y nos quedamos con las pintadas del Casco Viejo y enfocamos el asunto a hacer un documental sobre ETA y los presos en vez de sacar a la gente de pintxos y buen rollo. Pues es lo mismo: nosotros nos tiramos un par de horas recorriendo metros de Tokyo hasta dar con uno que estuviese petado para grabar. ¿Que es normal que estén hasta arriba? SI, con mayúsculas, pero en horas punta y en determinadas líneas. También es normal que te traten con tremenda exquisitez en cualquier tienda o que haya restaurantes centenarios que los llevan ancianos de pareja edad a los que verás tratarte como un nieto suyo aunque no entiendan ni papa de lo que dices.

Tokyo es una ciudad inmensa que está compuesta por distintas ciudades, cada una con su ritmo y sus pulsos. Tenemos los rascacielos y las zonas de marcha, tres o cuatro barrios en total, y otros trescientos millones de lugares que nunca salen en ningún sitio. La inmensa mayoría de Tokyo son barrios de casas de madera, de edificios de menos de 4 pisos a los que se accede por calles tan estrechas que lo del doble sentido es anecdótico porque sin maniobras, por allí no se cruzarían nunca dos coches. No es raro cruzarse con gatos que campan a sus anchas por cualquier esquina, con niños practicando con sus padres a darle con el bate de beisbol a la pelota, con estudiantes que vuelven de sus clases de kendo, de judo o de tiro con arco llevando semejante bicho de metro en sus espaldas.

Si estás esperando al tren en cualquier estación no será raro que hagas cola detrás de niños de menos de 10 años que están ahí cogiendo el tren solos volviendo a casa del colegio por su cuenta. Porque aunque se empeñen en sacar soplapolleces excepcionales que yo nunca he visto como las máquinas expendedoras de bragas usadas o la moda esa que dicen que hay entre los adolescentes de lamerse los ojos, esta ciudad es de las más seguras y amables del mundo. Es como si la imagen que se quisiese dar de España es de que todos nos tiramos tomates los fines de semana porque una vez al año en una ciudad concreta hay un festival en el que se hace. Eso no es lo normal, es raro, es la tontería que hace gracia y la que gusta contar. Porque si cuentas que hay puestos de comida en algunos sitios de Tokyo donde el dueño no está pero hay una hucha donde se fían de que eches tu dinero y te lleves solo la bolsa de pimientos que te corresponde, pues entonces el personal a lo mejor se aburre porque es algo simplemente curioso y no estrafalario.

También es verdad que si sales cualquier día por la noche por Shibuya o Shinjuku te encontrarás con muchos hombres de negocio borrachos perdidos aunque totalmente inofensivos. Seguramente estarán ahí tirados en cualquier banco durmiendo la mona sabiendo que cuando despierten, seguirán teniendo el portátil al lado porque esta ciudad es así. Pero esto será en cualquier barrio del centro donde están las oficinas.

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Tampoco será raro que si sales tu con los de tu empresa a cualquier izakaya acabes fusionando mesas con la celebración de los de otra empresa que te invitarán a todo lo que se les ocurra. Porque aquí la gente es social, es amable y sobretodo se emborrachan a la que llevan dos cervezas encima pero en vez de liarse a hostias por independencias, equipos de fútbol o partidos políticos, se invitan unos a otros y dan por saco si acaso gritando y cantando a grito pelao. Que es cierto que existe un festival del pene donde sacan una picha en procesión lo que a mi parecer dice mucho del sentido del humor de esta gente, pero que es sólo uno contra los cientos que hay cualquier fin de semana en cualquier barrio donde las abuelas se pondrán sus kimonos de gala para bailar con sus nietos debajo de lluvias de pétalos de cerezo.

Mi día a día viviendo aquí es recorrerme una docena de kilómetros por entre calles en bici hasta mi oficina sabiendo que los coches me respetan y guardan la distancia de seguridad porque resulta que somos muchísimos los que vamos en dos ruedas. Cuando salgo del trabajo me voy a Karate en un tren que está lleno hasta los topes pero que cuando vuelvo va vacío. En la clase de Karate soy el único extranjero la mayoría de las veces, pero eso da tan igual que me hace gracia hasta mencionarlo. Al acabar la clase, allí nos solemos quedar unos cuantos, chavales incluidos, a practicar delante del espejo hasta que nos dan las tantas. Para mi esto es Tokyo pero es que esto pasaba en Zalla también donde tenía que recalentar la cena porque me había quedado con Dani a hacer katas. Igual que allí, en estos ratos hablamos y algunos me cuentan, por ejemplo, de sus exámenes finales en la universidad, o del erasmus que han conseguido para estudiar inglés en Londres o esta última vez que la abuela me contó que su hijo se quería sacar el carnet de moto y que tenía miedo de que tuviese un accidente.

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Coño, que aquí la gente es gente normal que va a lo suyo que es lo normal, a lo que les interesa mientras tratan de buscarse un hueco en la vida a base de trabajos, alquileres, hipotecas, todos los viajes que se pueda y novias, esposas e hijos según vaya tocando. Claro que hay payasadas y rascayúes como el pirado aquel que mangaba sillines de bicicleta de chicas para olerlos, lamerlos y yo que sé qué perversiones más, pero este zopenco no es sino un pirao entre millones que sin embargo será el que saquéis allí en las noticias. Y aun siendo también excepcional, no contáis lo del profesor sin brazos ni piernas que da clases con la mayor pasión del mundo o la historia de la animadora que perdió una pierna por un cáncer de huesos y que se desvivió por apoyar la candidatura de Tokyo en las olimpiadas y no dejó de llorar hasta días después de saber que les eligieron a ellos. Incluso apuesto el huevo izquierdo a que nadie sabrá allí en España que el seleccionador nacional de fútbol sala de Japón se llama Miguel y es de Granada (aparte de un tío más majo que ni sé). Vosotros contad lo de Fukushima, que tampoco tenéis ni puta idea de lo que pasa porque no lo saben aquí ni ellos mismos, sacad fotos de empujadores del metro y a los cuatro o cinco tarados picopalables que se cardan el pelo o se visten de colegialas que es lo que seguirá dando la fama a esta maravillosa ciudad que lo es precisamente por sus gentes, esas a las que os empeñáis en ridiculizar con tantas tonterías tan cansinas ya…

Esta ciudad tiene muchas cosas buenas y muchas cosas malas. Vive muchísima gente y a eso cuesta acostumbrarse, el centro es una locura cualquier día a cualquier hora, la mayoría no habla inglés ni les interesa, hay comida que no hay Cristo que la entienda como cuando se zampan un pescado entero rebozado de un bocado incluyendo la cabeza con sus dos ojos. Para un turista europeo, Tokyo es caro porque al cambio estáis jodidos y os venís a un sitio donde nosotros cobramos más y por tanto todo está en la proporción de antes, con la que hay que mirar estas cosas. Los pisos son estrechos y muy muy pequeños, pero yo no conozco a nadie que viva en cinco metros cuadrados porque eso es un disparate. Yo me he comprado uno de 67 metros cuadrados a veinte minutos del centro y no me ha costado más que el que tenía en Bilbao, siempre en proporción, pero tampoco es lo habitual, lo normal es vivir en una sola habitación de veinte o treinta metros cuadrados pero esto es porque es Tokyo, el resto de Japón no tiene absolutamente nada que ver. Es cierto también que hay vagabundos que duermen en la calle pero nunca os molestarán y mucho menos os pedirán dinero y en los siete años que llevo yo aquí no me han robado nunca, la única que vez que tuve algo parecido a una pelea fue con una cuadrilla de adolescentes totalmente borrachos de alcohol y hormonas.

Pero también es verdad que Tokyo está limpio aunque no haya papeleras, que te puedes ir a un templo majestuoso perdido de barrio y a la vez subir a un observatorio a más de medio kilómetro de altura a ver edificios hasta donde alcanza la vista que será justo donde estará la silueta del monte Fuji. Que hay millones de parques a los que se llega a un par de paradas de tren desde cualquier sitio. Que puedes comer cualquier cosa, CUALQUIER COSA, a cualquier hora porque aquí cocinan espectacularmente, por ejemplo la mejor tortilla española de Tokyo la hizo un japonés que compitió con cocineros españoles ganándoles con justicia. Que sabes que prácticamente nunca se va a retrasar un tren o que si lo hace no importa porque hay cinco líneas que te llevan al mismo sitio por otro lado. Que las infraestructuras que ya tienen de los juegos olímpicos del 64 se podrían utilizar prácticamente tal cual porque las han mantenido como se merecen, pero que aún así ya están enseñando todo lo nuevo que van a construir con tremenda ilusión incluyendo un tinglado del copón en la zona de Odaiba desde la que se tiene la mejor vista nocturna de la ciudad.

Y paro ya que me sube el azúcar. Seguiréis publicando gilipolleces porque seguirá habiendo gente que se las crea, allá cuidaos. Yo ya me he desahogado y en un rato me piraré con Chiaki a tomarme una amazing jarra of cervezaca frejcacold with un pintxo of yakitori que te cagas por cuatro duros y medio.

Y que se mueran los feos.


Toilet Origami

El otro día me compré papel higiénico y me vino un panfletico que me hizo mucha gracia. Resulta que te cuentan ahí, como si no quiere la cosa así en frío, cómo hacer origami con el papel higiénico…

Espera, que lo digo otra vez:

¡¡ Origami con el papel higiénico !!
:pirao: :pirao: :pirao:

Usease que si quieres que tu cuarto de baño tenga un toque original al lado del trono real, la cosa es sentarse y liarse a tratar de hacer el perro, la mariposa o el conejo con el rollo canutero:

Como otra cosa no, pero gilipolleces yo hago todas las que me encuentro, ésta mañana me he puesto manos a la obra y he intentado hacer la mariposa. El papel higiénico es súper suave (como se merecen mis sagradas posaderas), así que no hay manera de hacer ninguna doblez que dure… total, que me ha salido un truño bastante lamentable, pero es mi truño!! estoy muy orgulloso de él!!

La historia es que ahora no me atrevo a deshacer tamaña obra de ingeniería, así que nos iremos haciendo amigos del dueño del bar de la esquina porque igual nos pasamos más a menudo…

Total, que este nuevo arte emergente tiene twitter con el background más higiénico nunca visto, facebook y página web (http://toiletorigami.com/ ) donde te enseñan otras figuras posibles a crear con el ilustre pergamino nalguero:

¡Así si va uno al baño!
#asiSi

Serás el típico gaijin rascayú cuando…

  • … en tu vida has separado la basura y aquí no vas a ser menos. Un domingo puedes tirar perfectamente el vídeo a la moeru gomi sin despeinarte ni un pelo asín.
  • … le plantas la cámara de fotos en toda la jeta a la gente sin que te importe un huevo que te pillen o no, lo que les pueda parecer o que se ponga el sol por Antequera.
  • … en un nomihoudai multiplicarás el número de bebidas que te vas a beber realmente por cinco y esas serán las que pidas.
  • … te quejas sobremanera porque no puedes votar, pero resulta que en tu país no lo has hecho ni para ver que se siente yendo a una escuela después de tantos años.
  • … empiezas frases del estilo de «que típica, si es que todos los japoneses…» pero te rayas cuando te meten a ti en el mismo saco que otro napialarga, hecho que ocurre prácticamente cada segundo en cada situación y en especial contigo.
  • … te sigues engañando a ti mismo con aquello de «pero si es que ni los japoneses saben escribir kanjis ya» y sigues sin dar un palo al 水 a la hora de saberte más que el de persona y el de árbol.
  • … te has metido aposta en el ofuro de un onsen sin ducharte antes, o lo que es peor: con los sobaquillos llenos de jabón.
  • … te ofendes hasta salirte granos cuando tratas de comunicarte en inglés y no puedes, para ti todo Cristian debería hablar inglés sólo porque tu lo hablas. Eso si, japonés no aprendas, no vayan a salirte espinillas también y ya tenemos la tarde hecha.
  • … te raya la vida que te pare la policía, racistas todos hasta la médula, para pedirte la gaijin card o comprobar que no has chorao la bici, pero en tu país te cambias de acera en cuanto ves que te vas a cruzar con un guiri y ni te digo si se te muda una familia al piso de arriba.
  • … te das cuenta que el gobierno te está engañando personalmente para ocultarte que hay radiación de Fukushima hasta en tus calzoncillos abanderado de semipata, ves conspiraciones hasta en los capítulos de Doraemon y arremetes contra la «pasividad» de los que tratan de hacer vida normal en el país. Eso sí, aquí sigues no vaya a ser que no haya nadie para destapar la fosforita verdad.
  • … tu idea de integrarte es quejarte a la mínima y a gritos prácticamente por todo: lo petado de los trenes, lo estrecho de los pasillos de las tiendas, las colas para entrar a restaurantes, el sistema de direcciones, el sistema de impuestos, lo poco efectivo de las medicinas para tus inmensos virus, que no te den pañuelos con propaganda por la calle, que las hamburguesas del MacDonalds son la mitad, que el Uniqlo no tiene tallas, que llueva de arriba a abajo y encima tenga los santos huevos de que moje… el día que le veas algo bueno al lugar, te dará un cólico nefrítico. Ahora que seguramente en tu país tampoco cambies mucho y seguro que también disfrutabas la vida a tu entrañable manera tocahuevera.

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Inspirado por el gilipollas del MacDonalds del sábado y la lista de llevarás mucho en Japón si…

Llevarás mucho en Japón cuando…

  • … te refieres a ti mismo como «gaijin» porque sabes que les da por saco a los gaijines que llevan poco en el país y ponen el grito in the iClouds todo ofendidos.
  • … haces un huevo de reverencias mientras hablas por teléfono.
  • … ofreces tu tarjeta de visita a veces hasta antes de darle la mano a cualquiera que te presenten.
  • … rayas a los tuyos cuando vuelves a tu casa y dejas los zapatos en la puerta entrando descalzo.
  • … te agachas automáticamente al entrar o salir del metro (esta no me pasa a mi ni de lejos, jajaja).
  • … ignoras a otros gaijines, especialmente turistas que establecen contacto visual y te sonríen.
  • … has pretendido que no hablas inglés por lo menos tres veces, como las quince últimas que pasó el de la NHK por casa.
  • … tu talla de ropa es por lo menos una letra más que la que tenías en tu país. Si vienes de yankilandia, hablamos entonces de meterle dos o tres X por delante.
  • … ves un escote prominente cada luna llena como muy seguido, pero te jartas de ver minifaldas cuyo uso es totalmente independiente de lo que marquen el termómetro y las isobaras.
  • … un alto porcentaje de las fotos que sacas son de platos de comida cuando antes te lanzabas estilo espartan al ataque con el tenedor y ni mucho menos te acordabas ni de que llevabas cámara encima.
  • … doblas y redoblas la funda de papel de los palillos para hacer un pequeño soporte para ellos cuando sales fuera a comer.
  • … te rayas cuando ves a gente sacar la moenai gomi en días de moeru gomi.
  • … la palabra «otaku» te da porsacu.
  • … comes natto, y ya no lo haces por integrarte o demostrar valentía, es que encima te gusta y hasta lo echas de menos.
  • … ya te has desengañado con eso de que los condones japoneses no te valen, cuando te han valido con holgura siempre, eso sí, seguirás diciendo que no :ikufantasma:
  • … tienes ya una marca favorita de nihonshu, shochu o cerveza japonesa (juas, esto casi desde el primer día)
  • … no te gusta Roppongi porque no hay más que manadas de gaijines dando voces.
  • … has llevado un omikoshi o has salido a bailar en obon.
  • … te sabes las vending machines más baratas de los alrededores.
  • … eres coleguita de alguna viejica del vecindario, que siempre saluda y te alaba por tu nihongo.
  • … te bañas más del doble de lo que lo hacías en tu país.
  • … tienes por lo menos tres libros en japonés que te compraste y que nunca has leído, aunque algún día…
  • … ya ni te molestas en comentar en blogs cancamuseros monotemers sobre Japón y lo de siempre, que si las puertas de los taxis se abren solas, que si jarají, que si jarajá.
  • … te aburres sobremanera cuando alguien que ha estado de visita te cuenta que alguien le acompañó hasta tal sitio a comprar no se que billete.
  • … te raya quedar con paisanos que te contactan por internet y quieren que les hagas de guía a cambio de «pagarte unas cervezas» cuando no sabes absolutamente nada de ellos.
  • … te quedas sopa en el tren y te despiertas justo 10 segundos antes de la estación en la que te bajas.
  • … te sientes un ser suertudo cuando vas a un baño público y no hay un charco delante del urinario de pared.
  • … no has vuelto a al menos tres izakayas donde sabes que empezaste nomihoudais pero no como acabaron aunque tienes un sexto sentido que te dice que mejor no volver.
  • … te descojonas mucho más cuando en la tele alguno se lleva una hostia o sale disparado por el aire disfrazado raro que con cualquier serie de humor típica de estas de situación.
  • … vuelves a tu país y prácticamente todos los del sector servicios te parecen unos bordes que odian su trabajo, a todos sus clientes y especialmente a ti que estás delante.

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Traducido, editado y completado libremente del post de Invisible Gaijin
Eso si, la foto es mía, ojo.

Ikubiblia: de comercios y bebercios

El viernes pasado, algo así como un par de horas antes del terremotaco, publiqué esta entrada y la quité seguido para tratar de poner algo en esos momentos y por lo menos tranquilizar a los amigos y familia si les diese por venir aquí a ver el percal.

Hoy, semana y pico después creo que ya va siendo hora de olvidarse lo antes posible de toda esta gaita y seguir adelante con la mayor normalidad posible. Republico, pues, la entrada tal cual estaba con los comentarios hasta el momento y hasta los deseos de buen fin de semana. Paso página, no quiero saber nada ni de aviones-farsa del Gobierno medio vacíos, ni de Shinkansens pa pirarse lejos de Tokyo a la mínima, ya ni me va ni me viene.

Vámonos.


A partir de hoy declaro oficialmente que estoy en primavera mode, que lo sepáis.

Después de la entrega de los transportes y la de los trámites cansineros, vayamos con la siguiente entrega de la ikubiblia. En el fascículo de esta semana:

Comida y bebida
:gustico:

Al lío!

– El pan no se come como lo hacemos nosotros al hurgue acompañando a cualquier comida, sino que es un postre, por lo que la mayor parte de las veces lo verás con algo para untar como mermelada o mantequilla o así, raro será que comas pan «crudo» con la comida. Es más, salvo honrosas excepciones de maeses paneros como el de la estación de Meguro, raro será que encuentres pan decente en alguna panadería, el día que cruje el currusco, yo doy palmas.

Aunque gracias a la receta de la madre del Chiqui, que hay que ponerle tres altares ya, nos hacemos el pan nosotros y bien bueno que está!

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– El arroz se lava mucho antes de cocinarlo, pero mucho mucho, hasta que el agua no sale blanca del almidón (se podrá usar pa las corbatas? ein? ein? ahí lo dejo, dale vueltas). Una vez cociné una paella a una amiga y como me vió que no había lavado el arroz, me ponía caras raras mientras decía «está bueno, está bueno». Yo creo que le estaba dando más asco que a un franchute dar las gracias.

– Cocacola saca más dinero en Japón vendiendo botellas de té o café que cocacolas, es más, en las máquinas expendedoras de la marca suele haber la de toda la vida, la zero, y por lo menos el doble de tipos de cafés y tés.

– Un menú del día típico en Tokyo vale entre 600 y 1000 yenes. Nada más entrar te servirán agua o té y te darán toallas húmedas que estarán calientes o frías dependiendo de si es invierno o verano respectivamenteishon. No es raro que haya menús settos con ensalada o arroz, café y algún postrecico. También es habitual la opción de «omori» que significa «más ración»; pagando un par de cienes de yenes más te ponen más cantidad. Hay muchos restaurantes que te dan una tarjeta de puntos y te ponen un sello, cuando llegas a diez, comida gratis.

– En el Mister Donuts tienes cafehodai, vamos, que si pagas donut más café, te rellenan el café todas las veces que quieras, ya te bajarán de las paredes con la escoba luego si eso.

– En el Krispy Kreme Donuts si hay cola, te dan un donut gratis pa que vayas zampando mientras esperas. En los izakayas te sacan un aperitivo de primeras, el que ellos quieren, pero te lo cobran, es raro que les digas que no lo quieres y acepten, aunque no suele pasar de los 300 yenes.

– El Domino’s pizza acaba de abrir web en inglés, así que ahora ya es tirado pedir por internet para los guiris aunque de siempre ha habido pizzerías hasta con aplicación pal iPhone y todo. Las pizzas aquí, por norma general, son caras de tamagos y la mitad de gordas que las que estamos acostumbrados nosotros. Es habitual mezclar en la misma pizza dos estilos, en plan mitad de carne y mitad de cuatro quesos. Otras típicas son Pizza Hut, Pizza-la. No es rara la salsa teriyaki, ni en las pizzas ni en las hamburguesas.

– En Tokyo se puede pedir prácticamente de todo para llevar, desde arroz con curry hasta ramen que te viene en un bol con tapa de plástico, incluso sushi que llega en perfectas condiciones. Es bastante habitual en barrios que te lleven un menú completo con su arroz, su sopa miso, sus platos de carne y pescado… y luego cuando acabas de zamparte todo, simplemente dejas la bandeja y los platos en la puerta de la calle y pasan haciendo la ronda a recogerlo después.

¿Y sabes que, Julius? Tienen la misma mierda que aquí, pero hay pequeñas diferencias… se puede pedir cerveza en los cines. Bueno, cerveza y patatas fritas estilo McDonalds, alitas de pollo estilo KFC, Doritos con queso estilo Doritos con queso, sandwhiches y hasta perritos calientes con su salchicaca ahí entrepanada. Eso si, el cine es caro, el doble que lo que nos cuesta a nosotros, y pa más albricias y regocijos: se ve en versión original con subtítulos en japonés. Retémonos, amigos, retémonos!

– Los paquetes de chicles te vienen con un taco de lo que parecen minipostits, pero en realidad son para que envuelvas el asunto cuando te canses de rumiar. Guille y Nere documentaron aquí el asunto. Yo algo parecido aquí.

– Hace un huevo que cerraron, pero desde hace poco han vuelto a abrir Burguer Kings en Tokyo, pongamos que hay uno por cada trescientos cuarenta y siete McDonalds. Las hamburguesas son más grandes, aunque apenas hay diferencias con los Burguer Kings de Bilbao salvo en el precio, mientras que allí el precio es más o menos el mismo que en el McDonalds, aquí son un poco más caros.

– Un menú McDonalds con patatas y bebida vale 640 yenes, el equivalente en el Burguer King sale por 810, en el Moss Burguer por 850, en el Lotteria por 650 y en el Kua’aina por 1080. A este vamos siempre al acabar el Parkour pa reponer sales minerales.

– Un onigiri, la bola de arroz con cosas dentro envuelta en alga y los nikumanes valen entre 100 y 200 yenes, un sandwhich mixto 240, y si tiene algo de sustancia como carne o jamón york medio decente pasa de 300. Onigireemosnos, amigos, onigireemosnos.

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– Hace un par de meses abrieron el primer Hooters de todo Japón en Tokyo. Ni confirmo que he ido, ni descarto volver.

– Por una de esas normas de educación no escritas, nadie come en el tren o metro urbanos. Bueno, siempre hay algún rascayú, pero no es lo normal, en cambio si uno coge un tren con un trayecto un poco más largo, lo raro es no ver a nadie con un obento. Después de unos cuantos, diría que es lo que le da vidilla al viaje!

– En Tokyo hay por lo menos un Papabubble y un Cacao Sampaka. En Shibuya había una Chocolatería San Ginés pero la han chapao y dicen por ahí que no hay más… ¡mentira cochina! hay por lo menos otra en Saitama cerca de un Ikea, en Shinmisato (Gracias Onioman!)

– En un combini venden comida preparada que te preguntarán si te la calientan cuando vayas a pagar. Además te meterán la movida separada en una bolsa marrón y el resto en una blanca, para que no se derrita o caliente lo que sea que hayas comprado. A veces te preguntarán si no te importa llevarlo todo junto, aunque es raro que lo hagan. También te meterán unos palillos y algunas veces, una servilleta húmeda. Cerca de la salida siempre hay un perolo de esos que mantiene el agua a punto de hervir para que te hagas tus sopas / noodles allí al momento.

– En los supermercados no te lo calientan, pero es normal que haya microondas cerca de la salida donde te lo haces tu mismo puesto que en la gran mayoría existe una sección de comida ya cocinada. En el de mi barrio hacen pan y hasta sushi ellos mismos y toda la pesca! (o con toda la pesca, más bien).

– En los trenes de trayectos, digamos, extraurbanos, es normal que pase una chiquita con un carro lleno comida y bebida vendiendo por los vagones estilo avión. En los Shinkansens es todo un clásico. Ahí también te venden alcohol.

– Existen platos donde el pescado crudo está tan fresco que se mueve, yo he comido dos veces aunque me sigue dando rollo. No es normal, no os preocupeis ni un poco así cuando os metáis en un restaurante. Además, en cuatro años, a mi nunca me ha pasado nada por comer sushi, ni sashimi y eso que a la semana es habitual que coma por lo menos una vez.

– Las réplicas de los platos de plástico en Tokyo, ¡todo un clásico!, ¿cómo se me ha podido olvidar esta? (gracias Noemi!). En las entradas de muchos restaurantes, ojo que no todos, hay réplicas de lo que te sirven hecho de plástico, está tan bien hecho que da hasta hambre. A los extranjeros nos viene de perlas para pedir sin saber japonés. Estas réplicas, por cierto, las puede comprar cualquiera en calles como la Kapabashi dori de Asakusa, pero valen un dineral…

– En las estaciones grandes de Tokyo como Shinjuku, Shibuya, Ikebukuro, Albacete, Lorca o Aranguren existe el «depachika», normalmente una planta por debajo de la estación donde suele haber un supermercado, muchas tiendas de comida ya preparada para llevar y todo tipo de tenderetes de postres. Al final del día hay auténticos chollos, si vas cerca de las ocho que es cuando suelen cerrar, lo que queda está muy rebajado de precio. De la misma manera, las dos últimas plantas de estos edificios están llenas de restaurantes, normalmente una planta es de precios asequibles (unos 1000 yenes el menú), y la de encima restaurantes más sofisticados y elegantes como lo somos nosotros por dentro aunque lo enseñemos poco.

– La bebida más consumida en Japón, que he contado yo a los bebedores uno por uno, es la cerveza. Hay cinco marcas principales: Asahi, Kirin, Ebisu, Sapporo, Suntory y luego está la Otaru de Hokkaido y la Orion de Okinawa. Normalmente la copla empieza con dos o tres cervezas en jarra para pasar a nihonshu u otros licores más fuertes.

– Existe un tipo de cerveza llamado «happoshu» que contiene menos malta con lo que el sabor es más suave. Recientemente también existe el «Shin Janru» o «New Genre» que son cervezas directamente sin malta. Ojo al asunto: el gobierno cobra impuestos dependiendo de la cantidad de malta de las bebidas, como estas cervezas tienen poco o no tienen, son mucho más baratas.

– En invierno es muy popular el «atsukan», que no es una marca de sake japonés como he leido por ahí (señor, dame pacienciaaaa y quítame biliiiiiis), sino el nombre que se le pone a beberse el nihonshu caliente. Lo suyo es que te lo calienten metiendo la botella en agua hirviendo al estilo baño María, pero también lo suelen hacer en el microondas. Hay dos razones, la primera es obvia: calentarse uno por dentro, y la segunda es para que sea tolerable beberse un sake malo… Por cierto, es peligrosísimo, uno se cree que está bebiendo té o algo así y te entra genial, pero te pillas unas peonzas importantes sin quererlo! wooooooo

– La comida japonesa a parte de ser más sana que una manzana, tiene un montón de platos típicos que degustar. Aunque existen restaurantes específicos de sushi o de ramen, en un izakaya es habitual que haya de todo, así que yo recomendaría ir a uno si se quiere probar un poco de todo. Por supuesto, un buen restaurante de sushi no tendrá rival izakayense. Cadenas típicas de izakaya son: Doma-doma, Ooto-ya (gracias German!) Watami, Hibiki, Ginza Lion aunque luego hay mil millones de ellos llevados por familias. Molan todos.

Por cierto «Izakaya» yo pensaba que significaba literalmente «sentarse en un bar», pero aquí va una explicación mucho mejor del término y del origen (gracias Ramón!!):

“Sakaya” es tienda de licores. Se compone de “sake” (sake o bebida alcohólica en general) y “ya” (tienda). La “i” inicial es la raiz de “iru” (el verbo estar). Así que, literalmente, “izakaya” es tienda de licores de las de estar, como opuesto a las sakaya normales en las que no te quedas, sino que te llevas el morapio para degustarlo en la intimidad de tu casa.

Dicen que se inventaron en la época Edo. Antes no había. Por lo visto, a alguno se le ocurrió comprar sake y bebérselo allí mismo, porque tenía mucho mono o porque no quería que se enterara la parienta. El vinatero vió oportunidad de negocio, empezó a vender también algún pincho…

– Hay unos cuantos tipos de tés japoneses, sólo verdes tenemos: Matcha, Kokeicha, Sencha, Bancha, Gyokuro (el más caro, cultivado a la sombra), Genmaicha (mezclado con arroz inflado)… luego están el Hojicha, el Kukicha, el Mugicha… el blog de Jordi Hurtado tiene posts de todos los tipos, echadle un ojo.

– En las máquinas de bebidas hay incluso hasta botellas con mezclas de cuatro o cinco distintos. El Hojicha apenas tiene cafeína así que suele ser el más consumido por niños. Akira me contó además que su mujer cuando estaba embarazada sólo bebía de este. En los campamentos de verano de Karate al acabar los entrenamientos, nos dan Hojicha en vez de agua.

– Una curiosidad: la ceremonia del té es una actividad extraescolar más, tengo amigos que «lo dieron» en su día, aunque luego no siguieron con ello.

– La peña hace un ruido, digamos, poco grácil, cuando come fideos, es costumbre y no es de mala educación así que no os quedéis mirando con cara de ñús, esto es así y a la que os queráis dar cuenta, estareis vosotros haciendo el mismo sonido acuofestivo o peor. Es cultura: nosotros tenemos el unte, y ellos tienen el sorbe. Multiculturemosnos, amigos!

– Algunos platos japoneses típicos son: Domburi, Okonomiyaki, Curry, Ramen, Sushi, Sashimi, Gyoza, Sopica Miso, Tofu rico, Gyudon, Yakitori, Soba, Nabe, Natto, Tempura… buff ni sé, paro ya, pero todos cojonudos. Aquí ahí algunas descripciones y fotos.

– Tipos de bebidas japonesas tenemos la omnipresente cerveza, el nihonshu, el umeshu o licor de ciruela, el shochu de entre 20 y 30 gradicos de la risa, el whisky japonés y el awamori de Okinawa que dice Santi que se pilló un moco bueno con él (gracias Santi!). Después también todo tipo de licores con sabor a frutas llamados Chuhai que beben las chicas y los faltos de virilidad.

– Hay máquinas que te venden cerveza y sake en la calle, pero muuuuy pocas, menos de las que quisiera el lorco. Curiosamente, no inflan los precios.

– Cuando se bebe alcohol, lo normal es servir siempre a los compañeros y nunca servirse uno mismo. Al principio se te hace raro, pero te acostumbras a que te llenen el vaso y llenas tu el de los demás sin darte cuenta. Cuando te están llenando el vaso lo suyo es que lo cojas con la mano y lo inclines debajo de la botella, no que simplemente te quedes mirando. También es de mala educación beber antes del brindis inicial o Kampai. Ojo! no decir «chinchin» que significa rabo!

– Existe el paraíso y se llama nomihodai, mayormente barra libre durante un tiempo limitado. Tu pagas sobre 3000 yenes y puedes beber lo que quieras durante dos horas o por ahí. San Pedro y el Papa, además, miran para otro lado. El camarero te avisa cuando es el «last order» en el que el hombre suele tener que venir con dos o tres bebidas para cada uno, trivializando mucho los conceptos «último pedido» y «límite de tiempo».

– La otra variante es el tabehodai, todo lo que puedas comer durante un tiempo determinado. Esto es habitual en restaurantes de shabu shabu o yakiniku donde te cocinas tu el tinglao en una cazuela o en una plancha, pero puedes ir pidiendo más y más carnaca según te la vayas zampando. A veces se combina y a veces no con el puto anterior, en cualquier caso es recomendable posponer el análisis médico por lo menos una semana, si tocase por esas fechas. Eso sí, hay sitios donde si no te comes todo lo que has pedido, te hacen pagar una penalización, más que nada para no pedir demasiado a lo loco.

– Lo de las formas a la hora de comer no debería obsesionar a nadie, insisto una vez más en que aquí la peña es bastante normal. Pero no está de mar saber que normalmente no se pide un plato principal para cada uno, sino que se comparte lo que se pide y que si estás con gente desconocida, lo suyo es que le des la vuelta a los palillos y cojas lo que te vayas a comer con la parte que no te has metido ya a la boca. Pero vamos, si no lo haces es igual, no te van a quitar el visado y fijo que no le importará a nadie, lo que realmente importa es disfrutar de la comida y de la compañía!!

いーたーだきまーす~!
:cocinicas:

– Antes de comer se dice el «itadakimasu» y al salir del restaurante se dice el «gochisosama». Lo primero sería «que me aproveche y me haga grande y fuerte» y lo segundo «taba tó mu bueno, señor».

:ungusto:

– En San Valentín no se regalan bufandas, sino chocolate y sólo la chica al chico. Después toca devolverlo un mes después en teoría con creces en lo que se llama «White Day» que lo mismo sale nublao y no paramos de equivocarnos. Lo del girichoco y toda la gaita esa la dejamos pa los blogs aburridos, yo siempre que he regalao ha sido a gente majísima y porque me ha dao la gana.

– Ojo a una rápida búsqueda de restaurantes de Ramen en Tokyo en Google Maps. Seguramente faltarán la mitad.

– Tanto en épocas de hanamis como de hanabis, muchas tiendas de los alrededores, incluyendo combinis, supermercados y restaurantes, ponen puestos en la calle con tapers ya preparados de todo tipo de comida y millones de latas de cerveza sumergida en bañeras con hielo. Aquí mira si, aquí los precios se hinchan un huevo. Una buena sería hacer tortillas y pan y venderlas… mira mira, ahí ahí va a estar la clave pa dejar de rascar teclas!

– En los supermercados de aquí se encuentra prácticamente de todo, raro es lo que no haya en uno u otro lado, así que entre eso y los alijos que llegan de las Hispanias, nos montamos algún que otro sarao pa quitar morriña…


Hasta aquí el post y otia, ¡¡la semana!!.

Y como siempre, todo lo que se me haya pasao o las mentiras que me hayais cazao, me lo contáis y edito – corto – pego – doy gotelé!

:gambi:
Buen finde!

Ikubiblia: trámites

Pasemos al capítulo dos de la ikubiblia, ese compendio de sabiduría según San Tosca, ese manual de la vida cotidiana japonense, sin patrañas ni mentiras escritas por los reguleros mayores del condado, que da tirria leer según que cosas… la bilis se me sale por las narices, ¡la bilis!.


Trámites y papeleos

– Un extranjero que viva aquí tiene que lidiar con diversos trámites sin que deba (y a veces pueda) escaquearse: hay que sacarse la tarjeta de alien-gaijin, registrarse en el distrito donde se vive, pagar impuestos de la zona y arreglarse los papeles para pagar jubilación y seguro médico, aunque es habitual que estos dos últimos te los descuenten del sueldo directamente (te lo suelen dar a elegir cuando firmas el contrato). Absolutamente todo es un Cristo gordo como un Buda empachao, un jaleo del copón, no hay ni uno que sea fácil y prácticamente nadie habla inglés en estos sitios (que son departamentos creados para tratar con extranjeros, touch your eggs if you dare). Hay más gente que habla inglés dentro de un club de Shibuya que en cualquier oficina de inmigración, and this, my friends, is a fact. En España será peor fijo, porque encima los funcionarios son unos bordes dejaos, aquí por lo menos te sonríen y no se van al café.

– El visado hay que renovarlo con tiempo y dicen que tardan un mes en hacer el papeleo, aunque el mío tardó una semana porque soy un tipo grácil y simpático. La oficina de inmigración de Tokyo está en Shinagawa a tomar por cleta de todo en un sitio super desolado al que se llega en bus desde la estación de Shinagawa, un bus petado hasta las trancas que da más vueltas que el spaguetti que se cayó al suelo del escurridor. El máximo visado de trabajo que se puede pedir es de 3 años, otra cosa es que te lo den. Para que te lo mantengan si te piras del país de vacaciones, tienes que apoquinar dinero y pedir un permiso de reentrada. Es papeleo fácil y no es que sea caro, pero tienes que irte hasta allí, que es donde Shrek echó el erupto. Se rumorea que están a punto de ampliar el máximo visado a 5 años y quitar esto del re-entry permit, pero también decían en España que iban a quitar el límite de velocidad en las autopistas como en Alemania, y mira la gracia.

– Estás obligado a llevar en todo momento la gaijin-card bajo pena de multa… en teoría, porque a mi me han parado dos veces y no la tenía porque había ido a correr con lo puesto. Multa no he pagado, pero las dos veces la poli me «escoltó» a casa a por ella.

– Gracias a un acuerdo entre Japón y España (y prácticamente medio mundo, no nos creamos de más), es sólo cuestión de papeleo que te convaliden el carnet de conducir, aunque es un auténtico jaleo y de fácil no tiene nada por mucho que digan por ahí lo contrario. Ahora que no tenemos que hacer ningún examen, ni práctico ni teórico, lo que sería la muerte directamente, imagínate el teórico en japonés con la misma palabra esa que me usan para los colores verde y azul.

Hay un documento en concreto que es bastante cachondo: te piden que demuestres que has vivido por lo menos seis meses en el país donde te dieron el carnet después de habértelo sacado. Esto que parece obvio, es una jodienda cuando no se tiene un pasaporte que quede entre esa fecha y carece totalmente de sentido en Europa donde podemos movernos libremente por cualquier país sin que quede reflejado en ningún documento. Yo entregué el título de la Universidad de Deusto en castellano y en Euskera, no te pierdas la que se montó allí explicando que era cada cosa. Ahí va la ostia. Y pues, añado.

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– Comprarse una moto, sin embargo, es tirado, te dan un papel con el que te sacas un seguro en cualquier tienda y con ambos te dan una matrícula al momento en el ayuntamiento de tu zona. Luego aprende tu a conducir por el otro lado, descifrar los cruces y leer las mentes retorcidas de los taxistas y su uso aleatorio de los intermitentes y rayas de la carretera. La vida es un reto, amigos, retémonos!, retémonos!

– Para alquilar un piso necesitas un aval, no te lo alquilan por tu cara bonita y tu nariz griega, una de dos: o tienes un amigo japonés que firme y responda por ti, o pagas dinero a empresas que se dedican a avalar peña. Está claro: a base de pasta, to’l mundo es Gandhi. Si el piso es a través de una inmobiliaria, tienes que pagar normalmente el equivalente a un mes a esta gente por sus servicios. También se le paga al dueño una cantidad equivalente a uno o dos meses de alquiler al principio porque si, y este dinero se le suele tener que volver a pagar cuando hay que renovar el contrato. Vamos, una comedia que aquí es así y no queda más remedio. El primer mes suele ser chata la cosa, si mi renta son 73.000, pongamos que pagué 73.000 a la inmobiliaria, 73.000 de depósito en teoría reembolsable, 146.000 al dueño en concepto de «key money» (me pagas porque me sale del hidari tamago) más 73.000 del primer mes de alquiler, total: 73.000 x 6=comiendo lechuga hasta seis meses después, onigiris los domingos.

– Puedes domiciliar tus recibos por el banco o puedes recibir las facturas en casa y pagarlas en cualquier combini. Esto significa que te mandan una carta a casa donde pone un precio y una fecha límite, tu vas con eso a cualquier combini, allí lo cogen, le enchufan el lector de código de barras y te dan un resguardo. Ale, ya has pagao la luz, el teléfono, internet, el gas o el agua. Lo mismo pasa con los impuestos municipales y la seguridad social. Dado que las tiendas están abiertas las 24h, esto es una gozada, aunque es jodido no salir de allí con un kitkat o algo… ya que vaaaaas…


Y hasta aquí todo lo que me acuerdo… ojo, que esto no es una dictadura. Bueno, si, es una dictadura con los porsaquiles que vienen a tocar los huevos dejando comentarios pa dar por saco siempre, que a esos ni agua. Pero para las personas aquí como nosotros, no, así que todo lo que se desmienta o aporte algo al post será bienvenido y reeditado si es menester.

Atentos a sus kioskos, la siguiente entrega en ciernes: ¡Comida y bebida! y de regalo, una foto de un luchador de Sumo calvo!