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Tokiotarrak. Peio


Primer extracto de la novela de ficción que estoy escribiendo y que, si todo sale bien, verá la luz algún día. De momento voy copypegando fragmentos para tantear un poco, que de reacciones se azuza uno.


Peio.

– Hasta los huevos estoy yo de japón-y-japán, joder, esa panda de fanáticos que todos los días me dan la turra con dibujos animados y figuritas y hostias, coño. Encima, ojo aquí, tengo que aguantar también al otro bando, no te lo pierdas, el típico japonés que me convierte en un tópico andante nada más verme: paella, toros, fútbol, sangría… ¡sangría, macho!, ¿¡pero qué!?, si nosotros los sábados bebíamos kalimotxo en la plaza detrás del ambulatorio por si venían los municipales a pedir carnets. Mira en la plaza de toros de Bilbao si que he estado, concretamente viendo a Sabina y a Los Rodriguez. Toros, dice.

– Ya, ya sé que soy un vinagres, es tan obvio que la duda hace hasta gracia. Últimamente me lo digo mucho; aunque de encías para afuera todo dientes, ¿eh? que la simpatía no debería verse reñida con el, bueno, ¿desengaño, quizás?. Quiero decir que desde mi piso de Bilbao con mi camiseta con un kanji ocupando media pechera viendo capítulos subtitulados de Naruto, era más feliz que la hostia. ¡Eh!, ni puta idea de qué ponía en ese kanji, pero lo lucía por la calle Autonomía desde Basurto hasta San Francisco si hacía falta, más flamenco que ni sé.

– Pero… ¿aquí?, bueno, pues vas desmitificando la movida… es como si vuelves a ver la de los cazafantasmas ahora, que, coño, pues no es lo mismo. Un ejemplo: en mi barrio cuando son las fiestas cuelgan farolillos de lado a lado de la calle; son muy llamativos con sus caracteres japoneses, sobretodo si los balancea el viento o por la noche que están iluminados. Bonito bonito, pero luego empiezas a entender lo que pone y no son nombres de samurais de la época Edo, ahi lo que pone es «Mercería Mariko», «Ramen Yoshida» o «Súpermercado Kitamura».

– O cuando te vas a montar en un tren por la mañana y te llevas empujones, hostias y malas caras solo por… ¿por vivir y ser?. Encima tienes que leer artículos por ahí sobre la educación y «la exquisitez de los modales japoneses»… al que escribió eso me lo llevaba yo de Meidaimae a Shinjuku a las ocho de la mañana para que le quitase la tontería a paginazos en la cara el malnacido del periódico del tamaño de la primera Micromanía que se empeña en leer siempre en el medio de un vagón hasta las trancas de seres humanos; o esa marea de gente, tarados todos completamente, que salen del tren avasallando todo lo que se encuentren por delante sin razonar que a lo mejor en fila unos detrás de otros, salían igual.

– Así que no, lo siento, no aguanto a Miguel por eso mismo. Vamos, no es que no le aguante, pero paso de ir por ahí con un tío cuyos valores son Instagramear a todo lo que da autoproclamándose experto influencer sobre el «país del sol naciente» como si aquí todo fuese perfecto. Vamos, no me jodas, yo lo que quiero es tomarme una caña en paz sin mierdas y artificios que todos los de aquí sabemos que son mentira, joder. Ahora que tiene su público, claro, si no no haría lo que hace; pero yo ya tengo una edad para que me robe mis «kanpais» la cámara del iPhone de un tipo que se va a preocupar más por los likes que por lo que yo pueda contarle.

La que se estaba liando, y eso que Laura solo le había mandado un Line para ver si se venía a la Yamatón de ese año, pero Peio se encendía fácilmente en cuanto se enteró que Miguel estaba incluido en el lote y decidió, hecho inusual, contestarle por teléfono.

– Perdona la turra, chica, pero es que cada vez es más difícil quedar aquí con alguien normal para hacer algo normal sin tanta mierda de redes sociales, postureos y apariencias. Ya sabes que no va contigo la cosa, ¿eh?. En fin, que no, que no voy, gracias por avisar de todas formas. Pásate un día por casa y comemos algo, que me he comprado una cazuela de barro y ahí el marmitako tiene que salir rico rico. Pasadlo bien, ya me contarás las payasadas que veas.

Peio decía estas cosas siempre muy convencido. Ya eran unos cuantos años viviendo en Tokio, la docena no la volvía a hacer, y no acababa de estar todo lo a gusto que pensaba que debería. La ilusión, las ganas, la fuerza del principio se fue malbaratando a base de desengaños; si sumamos a eso que a su vez se engañaba a si mismo, ya tenemos la receta de su vinagreta personal. Nunca lo confesaría, pero lo cierto es que habría dado cualquier cosa por ser un youtuber de éxito de esos de los que tanto despotricaba, por ejemplo, y poder dejar un trabajo que hacía años ya que no le aportaba más que aburrimiento y la horrorosa sensación de estar perdiendo miserablemente el tiempo, y con él, su vida.


Continuará…


La señora de los paraguas, por Guillermo

Ella siempre está allí en el cruce.

A su alrededor pasamos los demás. Algunos en coche, la mayoría en bici o andando, todos con prisa sin excepción. Ella sólo está allí apoyada en el guardarrail por el lado de la acera, no parece tener ningún sitio al que ir ni nadie que mire el reloj por ella.

Yo también paso por su lado cuando voy camino de la estación y ella siempre me mira y sonríe divertida. Digo yo que le haré gracia, o tal vez es que le sonríe a todo el mundo demostrando que se le puede alegrar a uno la mañana con ese gesto tan humano como escaso.

Así a los ojos de un occidental, le calculo unos setenta y pocos años, por lo que seguramente tendrá más de ochenta. Vive allí, lo sé porque la he visto entrar en su casa alguna vez.

A su lado siempre hay cuatro o cinco paraguas colgados del guardarrail o apoyados en la pared y uno pende siempre de su brazo. El tiempo es lo de menos: no importa que llueva, esté nublado o haga sol, la señora siempre está allí con sus paraguas.

Y siempre sonríe.

A veces barre la acera, aunque no esté sucia, con un ritmo lento pero constante, la espalda arqueada y los paraguas a mano. Y a veces cambia de sitio en el guardarrail para poder ver a la gente del otro sentido del cruce.

Hoy me ha parecido que por un instante ha pensado en hablarme pero en el último momento se ha arrepentido aunque, como para compensarme, me ha dedicado una sonrisa más amplia de lo habitual.

Creo que el próximo día le daré yo los buenos días.

Ignoro si vive sola, o qué hace el resto del tiempo que no está en aquella esquina. Creo que su cabeza no funciona todo lo bien que debería pero en su mundo de paraguas y aceras por barrer, de gentes que vienen y van, ella no duda en sonreír.

Parece feliz. Si algún día veo que le faltan paraguas, yo mismo los compraré y los colgaré del guardarrail.

Por verla sonreír.

————-

La señora de los paraguas, vivida y escrita en la soledad de un servidor en el año 2007, leída maravillosamente bien por Guillermo en la presentación del Ikulibro en el Instituto Cervantes de Tokyo.

Muchas gracias, Guille.

Presentación del ikulibro en el Instituto Cervantes de Tokio

El sábado 4 de octubre, hace justo un mes, presenté el libro en el instituto Cervantes de Tokio. La idea venía acechándome desde hace tiempo, pensé que quizás no sería tan raro tratar de dar a conocer el libro aquí y me decidí a proponérselo a Teresa, responsable del Cervantes y además amiga. Poco tardó ella en hacerme un hueco y a la que me quise dar cuenta, ¡ya tenía fecha y hora puesta!, ¡iba a presentar mi libro en semejante lugar!.

Tenía que preparármelo bien. Lo primero que pensé fue en hacer lo mismo que en Zalla: contar mi historia, las pistas, las señales que acabaron guiándome a aquel avión de solo ida que me dejó en Tokio a mala baba debatiéndome, a dentelladas, con la razón y el corazón. Lo cierto es que el libro va de eso, de aquel Toscano, del tipo que trataba de buscarle las cosquillas a los días porque a él no le acababa de salir aquella milonga ya olvidada de reír.

Pero también quise hacer algo distinto. Quise involucrar a mis amigos, meter en el ajo a los míos de aquí y les propuse que cada uno de ellos eligiese un capítulo del libro para leerlo delante de todos. No había más condición que que no fuese el de «La chica de Enoshima» porque se haría demasiado largo. Y aunque sé que no es fácil plantarse a leer delante de gente, poco tardaron ellos también en decirme que si y meterse en faena.

La presentación empezó con Manolo, del instituto Cervantes, introduciendo al tipo aquel con entradas y camisa de cuadros que levantaba, nervioso, poco más de metro y medio en aquella esquina de la sala. Manolo, por cierto, junto a Teresa, se desvivió porque aquel día saliese lo mejor posible y fue un auténtico honor recibir el pie de su mano.

Algunas palabras mías después, empezó Guillermo con la lectura de «La señora de los paraguas«, el verdadero origen del libro, la historia de aquella anciana que acumulaba paraguas puede que sin saber para qué, pero que sonreía por si acaso. La madre y abuela de alguien, de espalda arqueada, mente difusa, canas infinitas, piernas menudas que acababan en zapatillas de andar por casa. Y siempre siempre, media docena de paraguas a su alrededor.

Me sorprendí al darme cuenta de que era la primera vez que escuchaba por boca de otro mis palabras.

Y me emocioné.

Gracias, Guillermo.

Con aquella primera historia empezó la idea del libro y por eso se leyó nada más empezar. Las lecturas debían cuadrar con la presentación y traté de que casaran con lo que yo iba contando, de darles un contexto, un fondo para que los que allí las escuchasen supiesen por donde nos andábamos sin tener porqué saber nada de mí. Así que cuando Dani me dijo que iba a leer «La casita de madera» reviví de manera muy nítida aquellos días en los que no hacía sino pensar encima de lo ya pensado sobre cualquier cosa que me encontraba y así lo conté. Le daba trescientas vueltas a todo y ahora sé que era por tratar de buscar retazos de felicidad, de calma y quietud entre una incertidumbre que se me antojaba ya demasiado grosera. Acababa de llegar al Tokio más monstruoso que recuerdo y ver aquella pequeña casa entre tanto rascacielos, escuchar aquella música antigua, ver aquel pequeño refugio en el que escabullirse del vertiginoso mundo de fuera me hizo darme cuenta de que, acaso, sentirse feliz no es un estado continuo sino la suma de todos los momentos en que lo fuimos por las más pequeñas cosas y que quizás el secreto era saber sentirlas.

Gracias, Dani, me hiciste volver a aquella ya inexistente oficina de Gotanda por un rato. Qué perdido estaba.

Chiqui pensó en darle otro tono a su lectura y eligió «Kawaii«, la historia de uno de tantos encuentros «semifortuitos adrede» con personas de las que no sabía absolutamente nada y que sin embargo llegué a conocer mejor que a muchas que llevaban tiempo ahí. Una amiga, pero más, una novia, pero menos. Una tía con más huevos que yo en todo caso.

Gracias Chiqui, me gustó acordarme de su irresistible impertinente insolencia. Menuda era.

Nerea quiso darle la réplica a Guillermo y se prestó a leer «La señora de los paraguas, epílogo«. Aquella mujer dejó de estar y yo supe que no volvería. Me di cuenta de que ya llevaba un tiempo relativamente largo en el mismo lugar, paseando por el mismo barrio, llamando «casa» a otras cuatro paredes en las que ahora solo vivía yo. Acostumbrado, de alguna retorcida manera, a tener ya mi rutina en un recóndito barrio de Tokio donde ella no iba a volver a estar. Medio estaba echando raíces sin tener claro si era el tiesto adecuado.

Qué bien leíste, Nerea, como se notan las tablas. Muchas gracias.

Cuando Rodrigo me dijo que iba a leer «La chica que siempre sonríe«, entendí al instante que aquello supuso el punto de inflexión, lo que cambió todo. Supe que conocer a Chiaki había sido el inicio de la segunda etapa de mi vida en Japón, supuso, sin ella saberlo, que fuese capaz yo de coger la pala y echar tierra sobre todos y cada uno de los tumbos dados, allanando, después, el terreno con cada pisada a su lado.

Me encantó escucharte, Rodri. Mientras tu leías, yo la miraba a ella y confirmé todas y cada una de tus palabras. Muchas gracias por haber elegido este capítulo.

Después conté como, gracias a todos vosotros, fue posible que el libro se hiciese realidad de tan preciosa manera. Sin dar demasiados detalles, conté los intentos frustrados con las editoriales, la campaña de crowdfunding, las reseñas que me habéis escrito y justo antes de las preguntas me guardé la lectura más especial de todas. Misaki accedió a leer «El trabajo de las estrellas«. Digo especial no porque el resto no lo fuesen, sino porque él tenía la dificultad añadida a los nervios por estar delante de gente de leer en un idioma que no es el suyo. Se lo preparó a conciencia, incluso lo tradujo a japonés para saber bien qué estaba leyendo y… y lo hizo fenomenal. Muchas gracias, Misaki, por atreverte y por no perder, nunca, el buen humor que te define.

Y ya después de las preguntas, degustamos todos unos vinos cortesía de Boeki Up, una empresa que se dedica a la promoción de productos españoles en Japón. Si necesitáis organizar cualquier sarao, aquí tenéis un correo donde podéis pedir lo que queráis que seguro que os lo consiguen: boekiup@gmail.com.

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Fue un ambiente mucho más relajado donde pude saludar a los que no conocía, que eran minoría. Me sorprendió mucho una pareja que estaba aquí de vacaciones y decidió «gastar» una mañana en ir a verme a mi en vez de al buda de Kamakura, por ejemplo, muchas gracias. Una señora japonesa vino a decirme que le conmovió mucho la historia de la señora de los paraguas, que los japoneses no se fijan en estas cosas. Un señor japonés que se durmió durante toda la presentación no dejó de hacerle fotos a Kota y el resto, pues un ratejo con los amigos de aquí, un ratejo de los buenos por definición.

Hoy, después de un mes, no puedo sino reafirmarme en lo que ya sabía y es que lo mejor de haber escrito el libro es la gente, sois vosotros. Con tanta predisposición, tanto buen ánimo y mejores caras, es un auténtico gustazo ponerse a hacer cosas, ya estoy tardando en escribir otro.

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Por cierto, todavía quedan unos pocos ejemplares, ¿quizás un buen regalo para Navidades?, aprovechad y haceros con ellos que seguramente no se hagan nuevas ediciones y os digo yo que merece mucho más la pena tenerlo en papel…

Sorteo de las kokeshis

El sábado por la tarde, el señor notario, su excelentísima señoría Kota tuvo a bien seleccionar al azar los tres ganadores de las muñecas Kokeshis entre los lectores del #ikulibro que tuvieron el detalle de escribir una reseña.

Si queréis saber quiénes fueron los afortunados, dadle al play:

Los envíos se harán pronto desde Barcelona, espero que os gusten.

¡Muchas, muchísimas gracias a todos, no solo a los que habéis escrito algo, sino a todos los que habéis leído el libro!

Presentación del libro en el Cervantes de Tokio

¡¡¡ El sábado 4 de Octubre voy a presentar el libro en la biblioteca del Instituto Cervantes de Tokio !!!

Me hace una ilusión tremenda. Allí estaré para contar un poco la historia de porque se escribió el libro, qué tipo de contenidos tiene y por supuesto que se dejará tiempo para las preguntas, sobre el libro o no, que se quieran hacer. ¡Allí estaremos! ¡luego nos vamos a comer algo todos juntos!.

El libro se puede descargar gratis en los enlaces de la derecha de este blog, debajo de la foto de la portada. Como no puede ser de otra manera, yo recomiendo leerlo en papel porque no tiene nada que ver con la fría pantalla de un ordenador además de que el diseño de Fran lo merece, no os defraudará. Si todavía queréis haceros con uno de los cada vez más escasos ejemplares, podéis pedirlos aquí.

Por cierto, aprovecho para recordar que el plazo para enviar vuestras reseñas sobre el libro finaliza el 25 de septiembre, que es mi cumpleaños. Bueno, el plazo para entrar en el concurso de una muñeca Kokeshi que ya están en Barcelona esperando ser enviadas, que vuestros mensajes siempre serán muy bien recibidos!

:estudier:

Descarga del libro Afinando un sueño

Dicen, muchos de los que lo han leído, que se han emocionado, que les he hecho llorar y yo me acuerdo de todas las lágrimas vertidas escribiéndolo. Me cuentan que se identifican conmigo, que han vivido a su manera alguna de las historias que viví yo, que aunque el escenario y los personajes son distintos, sintieron lo mismo en otros lugares con otras personas. Y que me entienden, dicen.

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A veces alguien me pide que se lo firme y yo, que nunca acabo de acostumbrarme, lo hago honradísimo. Escribo siempre algo, un párrafo o dos que expresen mi gratitud hacia el nuevo dueño de mis palabras y mis fotos, que cuenten un poco lo que significa para mi que tengan ese libro, mi libro, en sus estanterías. Y siempre suelo acabar con un «ojalá te guste». Porque nada me gustaría a mi más.

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Otros me dan las gracias porque, según ellos, les he ayudado a darse cuenta de lo que les importa y lo que no debería importarles, pero yo nunca pretendí dar ninguna lección, ¿cómo lo iba a hacer si todavía estoy intentando entenderme yo? ¿si no sé por donde me da el aire la mitad de las veces?, ¿si me arrepiento de muchas decisiones al minuto de haberlas tomado?

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Yo solo quiero ser feliz, ¿es pretencioso?, ¿es difícil?, quizás. Seguramente uno no sea feliz siempre, sino por etapas, pero me da a mi que la felicidad pasa por estar satisfecho de uno mismo estemos como estemos. Yo quiero que los míos me perdonen cuando les fallo, que me entiendan, que me quieran. Quiero no defraudar a nadie empezando por mi mismo, quiero poder reír cada día de mi vida y quizás con ello conseguir que alguien más lo haga.

Y sé, porque es adrede, que en ese libro se cuentan muchas cosas que no están escritas. Hay mucho más que letras y fotos: hay tantos besos escondidos que no cabrían ni en mil páginas, casi tantos como llantos de tristeza aliñados de tanta melancolía… pero tanta tanta… sigo echando de menos a los míos más que el primer día. Ojalá estuviésemos más cerca, ojalá Kota os conociese más…

Pero, sin duda alguna, el libro también rezuma honrosa felicidad ganada a pulso entre lágrimas, ilusiones, amores, rabia a rabiar, alegrías sinceras, enfados horrorosos y sobretodo y antetodo: mil millones de dosis de optimismo.

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El sueño ya no suena raro, no está borroso, se ve bien, ya casi no le queda herrumbre y brilla como nunca. El sueño está más que afinado.

Ojalá os guste.


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Compartidlo mucho, por favor, por todos los lados: twitter, facebook, torrents… Y si alguien quiere tener un ejemplar en papel, todavía quedan algunos que se pueden pedir a través de la web. Yo os digo que no tiene absolutamente nada que ver con leerlo en una fría pantalla…

Ikulibro

Y una vez más: gracias a todos los que lo hicisteis realidad.

Y a Fran.

De corazón.

Me he casado, Oskar

A ella no le gustaban las cosas a medias, tenía bien claro lo que quería y sobretodo lo que no le gustaba un pelo y eso de estar por no saber no estar no lo llevaba bien en absoluto. Quería más. Odiaba que nos «divorciásemos entre semana» como le escuché tantas veces reprocharme, ella lo que quería es que viviésemos juntos y recopilaba en cada despertar entre café, tostadas y ropa interior cuantos amaneceres quedaban ese fin de semana: «mañana ya es el último», «pasado te levantarás solo»…

Yo no tenía nada claro. Pero nada de nada. Sabía que me gustaba estar con ella, pero no siempre. No me gustaba la idea de que los viernes por la noche, después de Karate, ella estuviese ya esperándome en casa con la cena hecha como si no nos acabásemos de conocer apenas un par de meses antes, como si estuviésemos casados. Me arrepentí una y mil veces de darle una llave y, siendo sinceros, hubiese querido verla bastante más de vez en cuando que no todos los fines de semana por ley.

Siempre tenía planes calculados al milímetro: «el sábado por la mañana madrugamos y nos vamos a este parque que hay una exhibición de ikebana, después comemos en este restaurante que salió el otro día en la televisión, quizás haya que hacer cola, pero seguro que merece la pena, después por la tarde nos pasamos por aquí y cenamos en tal sitio…». Yo me dejaba llevar y reconozco que me lo pasaba muy bien pero no compartía ni la mitad de su ilusión, yo quería estar solo a veces porque quería sentir que seguía siendo yo: quería dar paseos pero de la mano de la cámara de fotos, comer cualquier porquería del combini y puede que salir a correr a las tantas de la noche o prepararme una bonita resaca con latas de cervezas, patatas fritas y capítulos de Los Simpsons en castellano porque Homer en inglés o japonés nunca hará la misma gracia.

Pero la cosa era así: ella tenía todos los fines de semana planeados, siempre. Cuando en pleno agosto habló de la cena de nochebuena, algo tembló por dentro y supe que aquello no estaba bien, que debía hacer algo a pesar de que era injusto que dañase sus esperanzas, su confianza, ese puñado tan grande de anhelos que fraguaba con tanta ilusión. Pero era su dignidad, su bienestar contra el mío y yo dejé de tenerlas todas conmigo unas cuantas auroras antes. Así que le conté mis planes de despertarme a veces solo y no hacer nada, de paseos inventados a última hora con la única compañía de miles de extraños alrededor, de dejarme guiar por el tamaño despropósito de la improvisación pasándole el timón de algún que otro domingo al azar más absoluto. Pero solo yo. No siempre, de vez en cuando me valía. Creo.

Ella lloró. Se levantó y se fue al baño y continuó llorando un rato largo. Yo no sabía que hacer así que solté riendas y lloré también sin saber muy bien porqué.

Cuando salió, lo primero que hizo fue pedirme perdón. Lo segundo fue decir que lo entendía, que era normal, que perdonase de nuevo por agobiarme. Y que si se podía quedar ya ese fin de semana aunque no fuésemos a ningún lado, que quería estar conmigo aunque yo quizás no quisiese estar con ella.

Esa última frase me dolió más de lo que habría pensado y me defendí como pude aunque no acababa de convencerme a mi mismo ni lo que decía ni cómo sonaba… «que no es eso, que si que quiero, es solo que a veces quisiera estar solo…». Me cuestioné ese «a veces» muchas veces durante los días siguientes.

Y así estuvimos un mes más en el que dos fines de semana alternos fueron solo para mi hasta que ya dejamos de intentarlo y me quedé de propina con los cuatro de los meses siguientes.

Fue ella la que no aguantó; decía que era injusto que se tuviese que quedar en casa, que si yo no quería estar con ella todo el tiempo que podíamos, que entonces ella tampoco quería estar conmigo el tiempo que yo le dejase.

No le faltaba razón en absoluto.

A mi de repente me sobraba el estar demasiado conmigo mismo aunque por coherencia, y a veces a duras penas, conseguí no llamarla por teléfono ninguna de las noches en que habría vendido en fila india todos y cada uno de mis principios por despertarme acompañado una vez más.

La semana pasada, cinco años después, me mandó un mensaje con una foto en la que aparecía vestida de novia en una playa paradisiaca junto a un chico vestido con traje. Estaba más delgada, quizás su tono de piel era algo más oscuro que el que yo recordaba, aunque seguía con el pelo corto que tanto le favorecía. El estaba apoyado en la palmera que quedaba a su izquierda mientras le pasaba el otro brazo por el hombro. El la miraba a ella, y ella, que sostenía un ramo de flores con ambas manos, miraba a la cámara sonriente. A su espalda una playa que bien podría ser de Okinawa, como de Hawaii o de Bali. A mis ojos, su sonrisa destacaba bastante más que aquellas aguas medio verdes medio azules. Parecía sincera, adrede, de esas que salen solas de dentro sin que la persona quizás sea consciente de que la está luciendo.

«Me he casado», decía, «y tenía ganas de contártelo. He visto que has tenido un hijo precioso, se parece a ti, es muy guapo. Oskar, me alegro mucho de que te vaya bien. Sé muy feliz, yo ya lo soy».

No supe que pensar. En un primer momento me puse en guardia, como cada vez que algo de mi vida pasada de lo que no estoy orgulloso invade la actual de la que si lo estoy. Pero finalmente me emocioné y al hacerlo supe que yo también me alegraba allá adentro, en el alma. Por ella y por mi, por el falso futuro que habríamos tenido de habernos dejado llevar en vez de poner el corazón sobre la mesa aquella mañana, por la felicidad fingida con la que estaría teñida nuestra vida llena, quizás, de grosera resignación y sonrisas tan carentes de sinceridad que no se le acercarían ni de lejos a la suya de la foto.

La vuelta a Zalla

Miro a mi alrededor y todo está igual que siempre. Lo único de esta habitación que me recuerda que estuve en Zalla es la txapela del padre de mi padre que me traje con el permiso de su hijo. Todavía conserva su olor, por cierto. Pero recuerdos tengo, claro, y aunque nadie más que yo los ve, estarán para siempre conmigo. O al menos hasta que mis neuronas consigan retenerlos.

Ha sido fabuloso volver con Kota que aunque estaba a escasos días de cumplir la mitad de su primer año de vida, rebosa ésta por los ojos que le brillan tanto que parece ver más intensamente que cualquiera de nosotros.

Sabía que iban a ser momentos irrepetibles, que nunca iba a volver a pasar que mis padres le conociesen por primera vez, que no nos quedaba otra que respirar mucho más aposta cada segundo que estuviésemos, estuviesen, juntos. Ahora procuro no resoplar para evitar que se escape algo de ese aire que tan adentro llevo guardado en los pulmones.

El primero que le vio fue mi padre; vino a buscarnos al aeropuerto y lo primero que hizo fue cogerle en brazos. Kota le miró extrañado, pero no lloró. Pude imaginarme a mi mismo con la edad de mi hijo en los mismos brazos de aquel buen hombre que seguramente no habrá cambiado tanto desde que me tuvo a mi y a esa foto casi pude sacarle el negativo: sentir qué podría estar sintiendo él, mi padre, en ese momento. Porque lo mismo que estoy viviendo yo con Kota lo vivió él conmigo como a mi espero que me toque con los hijos de mi hijo y será irremediable que me acuerde que ese Kota de barba de tres días, vozarrón y entradas es mi Kota de ahora, el de los balbuceos, los gritos a destiempo, el de la mirada cristalina y los culetazos en la alfombra.

O quizás es que le doy mucha importancia al asunto, pero es que aunque no es el primer nieto de mis padres, si que es mi primer hijo. ¿Cómo no me va a importar?.

Llegamos un rato en taxi después a casa y entonces el relevo lo tomó mi madre aunque en esta ocasión Kota si que lloró. Demasiado trajín de trenes, aviones, aeropuertos y coches. Demasiadas emociones para un bebé… Kota, tu no te preocupes, si lo raro sería que no hubieses llorado… ¡bastante buen viaje tuviste!. Y… ¿qué puedo decir de mi madre?. La misma imagen me venía inevitablemente una y otra vez a la mente. El mismo bebé, yo, pero con distinto adulto. ¿Qué podría pasar por el corazón de mi madre en el momento en que tuvo al hijo de su hijo pequeño en brazos por primera vez?. No puedo más que imaginarlo y ni siquiera me acercaré al tiovivo de emociones de todo tipo e intensidad que se pasearían por su pecho.

Todos hemos cambiado, seguro. Kota ahora ya en Tokio se ríe mucho más que antes y ya casi se duerme solo sin tener que estar muchos cincos minutos meciéndole, es como si el haber conocido a sus abuelos era lo que le faltase para ser el bebé que le tocaba. O más bien era lo que me faltaba a mi y eso él lo ha notado, como sabe todo lo que nos pasa de alguna manera, estoy convencido. Y por eso duerme mejor porque sabe lo que ha significado para mi que hayamos llegado a tiempo y los de allí hayan podido disfrutar del bebé que pronto dejará de ser.

Como debía ser, nosotros pasamos a un quinto o sexto plano y él fue el auténtico protagonista en casa, tanto era así que cuando entrábamos por la puerta después de dar un paseo los tres, mis padres decían «ahí viene Kota» y en cuanto nos queríamos dar cuenta ya le tenían en brazos y le estaban cantando y Javi le ponía el dedo para que se lo agarrase y le daba algún beso si se terciaba.

¿Y Chiaki? pues entre sonreírse y reírse, claro, con más razón esta vez que entendía un poco más que otras veces. Ahora aquí en casa le canta a Kota la canción de cinco lobitos que tanto le escuchó a mi madre, dice que para que a Kota no se le olvide su abuela. A veces es a ella a la que se le olvida la S y me singulariza a los cinco mamiferos de un tirón aunque si nos ponemos a buscarle sentido, también es verdad que no sé en qué camada de lobos la madre tendrá una escoba a mano para meterlos detrás. El caso es que Kota se ríe, quizás porque Chiaki consigue su objetivo y hace que se acuerde de aquella señora con la que tanto jugó hace un par de semanas. Ojalá sea así y consigamos encadenar visitas con la frecuencia necesaria para que nunca deje de pasar.

Para mi el otro protagonista ha sido mi pueblo que he vuelto a ver con los mismo ojos pero con una mirada que nada tiene que ver a la que tenía cuando vivía allí. Porque Zalla, en las tres veces que lo he visitado después de estar viviendo en Tokio, me ha parecido un pueblo precioso. El horizonte no se deja otear porque lo tapan las montañas que hay allá donde mires, montes cuyo verde es tan intenso que ese tono es inconcebible en la selva de hormigón y neones en la que decidí quedarme a vivir hace ya dos años más de la media docena.

Y ha sido en aquel, mi pueblo, en el que presenté el libro por primera vez ante los que asistieron, que fueron muchos más de los que mi madre y yo habíamos imaginado. Y meto a mi madre en el asunto porque resulta que había avisado a todas sus amigas, de la quinta, para que fuesen a hacer bulto no fuese a ser que estuviese yo solo y me entrase bajona. Que tampoco habría sido el caso, pero vamos, que yo encantado de ver tantas caras conocidas.

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Como hablar del libro tampoco daba para mucho, o eso pensaba yo, decidí contar primero mi historia y empecé hablando de la beca aquella del Gobierno Vasco, de la vuelta a Bilbao, del segundo y en apariencia definitivo regreso a Japón que no fue más que un tumbo que fui a dar un pelín más lejos que todos los demás que llevaba dados en aquella época. Y una cosa llevó a la otra hasta que finalmente conté la historia de la señora de los paraguas y la del chico del chandal azul procurando no emocionarme más de la cuenta aunque no lo conseguí del todo y noté como se me desmenuzaron un par de frases.

Empecé muy nervioso y al rato ya no podía parar de hablar. Espero que no se hiciese demasiado largo. Después pensé que lo suyo sería dejar tiempo para contestar preguntas que, insistí, no tenían porque tener que ver con el libro. Y aunque parecía que no iba a haber muchas, nos tiramos un rato largo que a mi se me hizo muy entretenido hablando de las costumbres de este país, de sus gentes, de lugares, de terremotos, tsunamis y radiación, de cocina, de idiomas… de inquietudes y planes de futuro, de felicidades y esperanzas…

Y cuando Héctor anunció el final, los aplausos me hubieran deshilachado la voz de nuevo de haber tratado de hablar. No era la primera vez que hablaba en público ni me aplaudían, pero si que me lo pareció. Fue uno de los momentos más bonitos que he vivido por ser en mi pueblo delante de mi familia y amigos. Fue como si me hubiesen dado la oportunidad de una vez por todas de dar explicaciones, de coger el puzzle que llevaba siendo mi vida, poner las piezas encima de la mesa y acabarlo delante de todos por fin.

Pero no me fui a casa todavía porque no sé ni como, se había formado una gran cola para que firmase el libro. Fue un auténtico honor y un placer poder charlar un rato con cada uno de ellos y escribirles algunas palabras en aquella primera página de aquellos libros que por fin se habían hecho realidad después de tantos meses de trabajo. Me hubiera encantado que Fran hubiese estado allí para que se hubiese llevado la parte que era suya de todo aquello.

Y cuando quisimos darnos cuenta, ya estábamos otra vez en el aeropuerto de Bilbao que nos llevó, en un suspiro, a Tokio donde parece mentira, de verdad, que unas cuantas horas antes estábamos sentados en el sofá con mis padres y Javi intentando entre todos que Kota se riese a carcajadas. Es increíble como nos acostumbramos a todo, qué normal nos parece lo que un poco antes era casi inimaginable.

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Y sin embargo estando en Zalla, Tokio parecía un sueño.

Un sueño de locos, pero afinado ya, eso si.

Aquí nos quedamos, de momento, remoloneando un poco más los tres…

Nos vamos a Zalla

Pues si, efectivamente. Este sábado nos vamos los tres a Zalla con la intención de que Kota por fin pueda conocer a la familia que le queda por conocer. Ojalá que al menos una vez al año podamos hacer esto y Kota crezca conociéndoles a todos. Sabiendo que es un poco difícil aquí cogerse más de una semana de vacaciones seguida, en esta ocasión nos vamos dos semanas aprovechando que me cambio de trabajo y que en la nueva oficina me esperan sin problemas.

Estoy convencido de que serán dos semanas llenas de emoción, no puedo esperar a ver a Kota en brazos de mis padres… además que me han contactado de la biblioteca de mi pueblo y resulta que voy a dar una charla allí presentando el ikulibro, que no veais la ilusión que me hace. Había pensado no solo hablar del libro sino contar un poco mi historia, cómo acabé en Japón, cómo se vive aquí y por supuesto dejando mucho mucho tiempo para que la gente pregunte lo que quiera, que yo contestaré como buenamente pueda. Fran me ha enviado ya una caja de libros a mi casa de Zalla, así que si alguien se quiere hacer con algún libro, allí mismo se podrán comprar:

Afinando un sueño, biblioteca Zalla.jpg

De paso contaros que la mitad de los libros que ya están firmados y que envié, llevan retenidos en Madrid casi un mes y Fran ya no sabe que más documentación enviarles… parece que no se creen la historia de que los libros fueron impresos en España y que ahora llegan de vuelta solo por la firma… hay que ver que mal funcionan estas cosas en España.

Así que viendo que esto va para largo, he decidido aprovechar el viaje para firmar allí el resto de libros que me quedan por firmar y que luego ya Fran los envíe dentro de España, así nos evitamos accidentes de libros mojados y aduanas y ya por fin los recibís todos. También contaros que prácticamente no nos quedan libros ya, así que si todavía quieres el tuyo, todavía estás a tiempo pero por muy poco porque una vez que se acaben, no creo que haya más ediciones.

Y nada más. Tengo muchas ganas de llegar a mi pueblo ya y que mi madre me cocine un plato de alubiacas rojas como solo ella sabe. Me voy a poner como el キコ!

Reseñas del ikulibro

Pues han pasado ya unos cuantos meses desde que el libro se publicó. Todavía me parece mentira, por cierto… vaya historia esta: uno se propone hacer algo, no le dejan las editoriales y resulta que se consigue gracias a la ayuda de un montón de gente. Millones de veces más bonito, como dejé escrito en alguna de las últimas hojas. Preciosa la manera en que salió adelante e infinita y eterna mi gratitud para con todos vosotros.

Los envíos dentro de España y hasta donde yo sé, están todos ya hechos, así que si tu pediste el tuyo pero todavía no te ha llegado, entonces es que algo ha pasado. Ponte en contacto conmigo y no te preocupes, que algo haremos, ten por seguro que no te vas a quedar sin el.

Con los libros firmados, como ya os conté, hemos tenido un percance muy gordo y es que de las dos cajas que mandó Fran, solo una llegó en condiciones, la otra me la trajo un cartero avergonzadísimo porque estaba empapada con los 34 libros echados a perder. Los he tenido una semana en la terraza al sol, pero no hay manera… están podridos enteros, tanto que hasta huelen mal. Con dolor de corazón, ayer los tiré todos.

Así que tengo unos veinte libros ya firmados que van a salir mañana por la mañana para España y que Fran empezará a repartir en cuanto le lleguen. Y la otra mitad de los libros que me faltan por firmar que ya están viniendo camino de Tokio y que juro que firmaré y enviaré de vuelta lo antes posible para intentar que no sigáis esperando tanto. Demasiado estamos abusando de vuestra paciencia… perdón y mil veces perdón. Estamos haciendo todo lo que está en nuestra mano para que os lleguen rápido pero hay demasiados factores de los que dependemos, entre ellos que a Correos le salga del nardo tratar los envíos bien.

Por cierto, ha sido una auténtica gozada volver a leer vuestros emails para saber un poco más de vuestra historia con el blog y con el libro y así poder escribir una dedicatoria en condiciones. Por supuesto que no me he limitado a firmar y ya está, sino que os debía conoceros un poco a cada uno y escribir una dedicatoria personal como os merecéis todos. Ojalá os gusten las dedicatorias tanto como a mi escribirlas y ojalá os guste el libro.

Y a esto venía yo hoy. De manera espontánea y sin que yo lo pidiese, muchos de vosotros que ya habéis leído el libro me habéis mandado emails con lo que os ha parecido, con lo que os ha sugerido, con el poso que os ha quedado después de leerlo. Son tan bonitas vuestras palabras que sentí que no era justo que me emocionasen solo a mi, así que, permiso pedido mediante, las he recopilado en una sección de la web del libro que he titulado:

Y es más, aprovechando que todavía me queda un envío pendiente desde Tokio a Barcelona, hemos pensado que entre todos los mensajes que me enviéis voy a hacer un sorteo de tres pedazo de regalos:

Así que si habéis leído el libro y os apetece hacerlo, enviadme un mensaje con lo que os ha parecido: si os ha hecho reír, si os ha hecho llorar, si tenéis una historia favorita, si no os ha gustado nada… todo es bienvenido. Si tenéis el libro significa que sabéis mi dirección de correo, así que, por favor, no dudéis en utilizarla.

También recordar que, aunque no muchos, todavía quedan ejemplares que se pueden comprar aunque no hayas participado en la campaña de crowdfunding. Se puede hacer a través de aquí:

¡Hasta Javi Nieves y Mar Amate tienen el suyo, no os digo más!

IMG_6163.JPG

¡Pasad buena semana, hacedme el favor!

35 libros echados a perder

Ayer el cartero nos trajo una gran sorpresa:

Se me apagó el alma al ver tantos ejemplares literalmente destrozados…

El buen hombre, que se deshizo en disculpas y reverencias, nos contó que el contenedor en el que vinieron metidos filtraba agua y poco más hay que contar aquí. Hemos cursado ya una reclamación que irá a parar a Correos de España desde aquí para ver quien asume la responsabilidad de haberse cargado a traición todos estos libros. Al menos una explicación nos merecemos, porque si esto es algo habitual, deberían avisarlo a la hora de hacer el envío para que tomemos las precauciones necesarias.

En fin. Estos libros formaban parte del envío de unos setenta que Fran dividió en dos cajas que envió con destino a Tokio hace un par de meses. Dentro de esos setenta libros, aproximadamente cincuenta son para que los dedique personalmente y los envíe de vuelta a Barcelona donde Fran os los irá enviando a los mecenas que elegisteis dicha opción. El resto eran para repartir a los que viven en Japón (muchos ya los tienen en sus manos).

Pero se nos ha torcido la cosa y como no queremos teneros esperando más tiempo de lo debido, Fran ya se ha puesto a mandarme otra segunda caja pero por avión esta vez. Eso sí, los libros van a ir con chubasqueros, no vaya a ser que la volvamos a tener.

No me queda otra que dar la cara aquí, pediros perdón por la tardanza y daros una vez más las gracias por vuestra paciencia…

El libro de prueba

Lo tiene Fran ya en sus manos y lo está mirando y remirando para asegurarse de que no haya ningún error, a mi lo que me da es una envidia del copón porque lo único que he visto yo de momento es esta foto que me mandó!!!

Human Japanese.jpg

Eso si, en un email que acabo de leer ahora mismito me dice:

… mañana le doy el visto bueno y vamos a por todas

Así que ya está, ya encargamos la tirada de 500 libros y en cuanto lleguen os los empezamos a enviar… ¡¡ que nervios !!

Yo por mi parte ya tengo todo preparado excepto los amuletos que compraré este sábado en el Meiji Jingu de Harajuku; este mismo fin de semana sale un paquete enorme repleto de kitkases de té verde, kokeshis, camisetas y amuletos para Barcelona.

Todavía me parece mentira todo… yo hasta que no tenga el libro en mis manos no me creo nada!

:estudier:

¡¡¡Actualización!!!
:amosahi: :amosahi: :amosahi:

Fran me ha mandado alguna foto más que no voy a poner para mantener la sorpresa, jejeje, que gustico más morenooooo me da todoooo. Veeeengaaaa, vaaaaaaaaaa, os pongo la última:

Ikulibro, me faltan datos!

Hola!

Lo primero que hice cuando se acabó el plazo de Verkami fue enviar un email a todos los mecenas para que me enviarais vuestro nombre y vuestra dirección y la verdad es que tengo que decir que estoy encantado con vuestras respuestas, la inmensa mayoría no os habéis conformado con darme los datos sino que me habéis contado un montón de cosas. Si es que sois más majos que ni sé!!

Ha habido algunos que no me han contestado y la verdad es que no tengo otra manera de contactar con ellos que avisar por aquí y por Verkami!! Por favor, pasadme los siguientes datos los que faltáis!!

orientalor198518 >> Tu email no es correcto, no sé nada de ti (ni nombre, ni dirección aunque has hecho el pago)
jacintaspektor >> Dirección postal
Luis Borja de Diego >> Dirección postal
Sargento 100×100 Algodon >> Dirección postal
Robert Albert >> Dirección postal
Santi Orozco >> Dirección postal
Begoña Marco >> Dirección postal
Mikel Aranburu >> Dirección postal
Marta Moraza >> Dirección postal
ifernandezacebes >> Dirección postal
Eneko Sainz >> Dirección postal

Roberto de Dalmases >> Dirección postal
Carlos Mayo >> Dirección postal
Miquel Planella >> Dirección postal


Isa Blanco >> Dirección postal
Saekih >> Dirección postal
Borja del Río >> Dirección postal
Grisssss >> Dirección postal
Dbora M.Nicolas >> Dirección postal

Sigo con la lista
:flipanderer:
¡¡ Buen fin de semana !!
:gustico:

Un domingo de mierda

El domingo no hubo más que miserable lluvia regando las horas de no refugiarse debajo de una sábana; Tokyo no dejó de estar cada vez más mojado en ningún momento.

Yo me levanté junto a mi mujer y después de un desayuno remolón con cafeína entre sofás y cojines, me puse a cocinar unas lentejas. El domingo venía a comer el propietario del restaurante español que tiene la mejor tortilla de patatas de todo Tokyo: un japonés de cerca de cuarenta años, bonachón tanto en figura como en habla… tiene cierto aire a Akira, mi inseparable compañero de ventas de la empresa con la que vine a Tokyo por segunda vez, y eso ya le da puntos de simpatía.

Preparé lentejas, pimientos rellenos, aguacates con salmón ahumado y pintxos de tortilla de anchoas del cantábrico y espinacas. Entre plato y plato iba declinando con besos y mucho tacto la ayuda que Chiaki me ofrecía cada vez. Su trabajo de estar ultimando a Kota es millones de veces más importante y mucho más ahora que prácticamente le duele algo por ahí dentro haciendo ver que en cualquier momento se nos presenta a saludar.

Cuando llegaron mis invitados un rato más tarde de lo previsto, hacía tiempo que estaba todo preparado, aliñado, salpimentado y calentado. Me gustó hacer de anfitrión en mi casa nueva, nada que ver con el piso de alquiler de antes. No sé, fue distinto por estar quizás orgulloso de haberlo podido conseguir aún pareciendo que teníamos todo en nuestra contra.

Es bonito conseguir cosas pero es más bonito poder compartirlas.

Después llegaron más invitados, algunos sorpresa pero de las gratas, de las que no te haces a la idea hasta que llegan y después no puedes más que agradecer que hayan venido. Y aunque sobraron lentejas, también lo hicieron las risas.

Me sentí orgulloso también de Chiaki una vez más. De como es capaz de pasárselo bien siempre con quien sea en el idioma que sea, demostrando que con ganas y disposición todos en este mundo podríamos entendernos sin prácticamente decirnos nada. Es como si no tuviese la capacidad de buscarle nada malo nunca a ninguna situación… que se encuentra al gato de los tres pies sin buscarle y sólo se le ocurre acariciarle… y yo tengo el privilegio de despertarme, llueva o no, con alguien así cada día… ¿qué mas me darán a mi los paraguas?.

Cuando la fabulosa velada llegó a su fin, me tocó, besos y declinaciones mediante, fregar los platos y recoger el tinglado. Lo hice, como siempre, con música hasta que me di cuenta que Chiaki se había quedado dormida en el sofá y decidí tararearme para adentro los vasos que quedaban por secar. Después, todo lo en silencio que supe, que no fue demasiado, monté la cuna de alquiler que nos habían enviado esa misma mañana y esperé pacientemente sin decir nada a que ella se despertarse y entrase en la habitación.

Ya sabía que le iba a gustar, pero no que me provocaría mi llanto ver el suyo.

Después consulté el ordenador y confirmé lo que había visto un poco antes mientras todavía estaban nuestros amigos en casa: 275 personas que no conozco en su mayoría me han regalado más de un millón y medio de pesetas con la condición, entre otras, de que saque un libro que un día se me ocurrió escribir y se lo envíe, que lo quieren leer, dicen.

Cuando nos metimos por fin a dormir, yo sólo podía pensar en lo asqueroso, oscuro y mojado domingo de mierda que había amanecido.

Y en lo agradecido que estoy por todo lo que me está pasando.

¡¡ Conseguido !!!

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Yo que sé que decir ya… voy y pongo el doble de lo que pienso que se podría conseguir y resulta que aportáis 5 cinco veces más… bueno si que sé que decir, claro, lo que nunca me cansaré de repetir:

gracias.jpg

Como contaba en el blog de Verkami, seguimos con la hoja de ruta. Estamos en la fase de la última revisión del libro, maquetando la portada definitiva e impresión del libro de prueba. Si todo sale bien, no deberíamos tardar mucho en tenerlos… empezaré a contactaros uno por uno a partir de mañana para que me digáis vuestras direcciones y concretar recompensas o regalos o lo que haga falta…

Sois increíbles… :malico:

:estudier:

¡A por los 500 libros!

Al principio yo calculé una primera tirada de unos 100 libros. Me parecían muchísimos, sobretodo para ser algo a sacar entre y para los que me conocen, pero alguien me dijo: pues ve a por el doble y después si no sale, ya tendrás tiempo de bajar.

Así que puse 200 libros y la historia se consiguió en un día, madre mía, yo creo que batimos todos los récords en Verkami… ni sé cómo daros las gracias, pero me resisto a quedarme quieto: ahora mismo estamos por 7650€… si llegamos a los 10.000€ nos dará para sacar una tirada de 500 ejemplares, que no deja de ser la mitad de un millar y cinco veces más de lo que yo habría atrevido a soñar nunca.

Quedan 34 días para recaudar los 2350€ restantes que hagan enloquecer aún más a toda esta locura. Si me ayudáis, si promocionáis el proyecto, si colaboráis con él, yo prometo compensaros con todas las creces que pueda: más regalos, mejor calidad del libro, nuevos vídeos, nuevas fotos, nuevos textos… todavía estoy pensando nuevas recompensas, de momento el cinturón blanco de Karate se ha sumado a las que ya había.

Con lo que no paramos el proyecto. Seguimos hasta números redondos, y eso que soy de un pueblo a las afueras de Bilbao. Llego a ser del mismo Indautxu y vete a saber a qué ría me tiraría.

Ahí os dejo una pequeña muestra donde se puede ver perfectamente cómo va a ser el libro: un capítulo ya publicado en el blog que podréis ver con el nuevo diseño y sólo la primera página de una de las historias inéditas que tendréis que esperar, me temo, a tenerlo en vuestras manos para saber cómo sigue.

A ver si os gusta. Creo que ya lo conté, pero la idea del diseño era que el libro fuese una especie de diario con notas al principio o al final, fotos y recortes de papeles que me he ido encontrando en mi día a día viviendo en Japón:

Afinando un sueño, el ikulibro (PDF muestra)

Por cierto, que quede claro que pondré a descargar gratis el PDF íntegro una vez el proyecto de Verkami llegue a su fin. Lo que no quita para intentar, por todos los medios que esta primera tirada salga lo mejor y más redonda posible…

¿Nos ayudáis
un poquico más?


:gustico: :estudier: :gustico:

El ikulibro, entre todos

Hoy es mi cumpleaños, ésta mañana me he levantado con 37 boniatos en el cuerpo al lado de una chica japonesa que vuelve a tener 9 años menos que yo desde hoy. Estaba todavía dormida cuando yo me he despertado y mi primer impulso ha sido darle dos o tres besos para que ella también se despertase y me felicitase. En lugar de eso, le he posado las dos palmas de mis manos en su tripa y me he quedado ahí un rato inmóvil tratando de averiguar la postura de Kota, pero, como su padre, también estaba despierto porque no hacia más que moverse. Por la fuerza de sus patadas saco dos conclusiones: o delantero centro japonés del Athletic o habrá que controlarle cuando compita en Karate porque esos mae-gueris son de descalificación.

No pensaba yo hoy hacer mucho más que pasar el trámite de la oficina para cenar con mi familia y mi 90% de hijo donde sea que Chiaki haya reservado en plan sorpresa. Pero mira por donde que desde Verkami me han aprobado el proyecto y que ya estamos un pasito más cerca de tener el #ikulibro.

La historia es la siguiente: hemos pedido presupuesto en una imprenta sabiendo ya las características finales del libro. A partir de ahí, nos hemos puesto a echar números y nos hemos atrevido a tratar de lanzar una primera edición con 200 ejemplares. Para hacer esto posible, necesitamos 4000€ que estamos tratando de conseguir a través de crowdfunding con la plataforma montada por Verkami.

Después de darle muchas vueltas, tenemos cerradas las recompensas por las que dependiendo de la cantidad de dinero a aportar, os ofrecemos distintas cosas desde el envío del libro una vez que esté impreso hasta objetos personales y especiales míos como la camiseta de Finisher de la maratón de Tokyo que corrí hace un par de años, o el libro de Hirokazu Kanazawa «Karate, mi vida» firmado por el propio Kanazawa-soke.

Este fin de semana me junté con el Tío Chiqui y grabamos un montón de cosas que se pueden resumir en dos vídeos. La versión corta la tenéis en Verkami o la podéis ver aquí directamente. La larga, en la que se cuenta todo un poco más en detalle y además se enseñan algunas de las recompensas, es la siguiente:

Si alguna vez he estado cerca de sacar, por fin, el libro es ahora. Pero no lo puedo hacer solo… necesito tu ayuda. Espero que alguna de las recompensas te cuadre, ¡¡¡cualquier aportación es más que bienvenida!!! entrad, por favor, en el siguiente enlace y echadle, al menos, un vistazo!!

Afinando un sueño,
el ikulibro
:estudier:

Si me ayudáis compartiendo la página del proyecto, o el vídeo o esta entrada o lo que os parezca por donde os parezca: Twitter, Facebook, blogs… yo os estaré eternamente agradecido porque 4000€ no es una cantidad que crea fácil de reunir sin ayuda… listaré, además, los blogs por aquí para que queden recopilados en un mismo sitio (y así a ver si os puedo enviar alguna que otra visita, que este blog tiene muchas!)

Lista de gente que puede contar conmigo cuando quieran para lo que quieran:

Afinando un sueño, by Nihonmonamour
El ikulibro, by Nerelorco.com
El ikulibro, by El Tío Chiqui
Afinando un sueño, el ikulibro by Neki
El ikulibro, by Xavikun
Afinando un sueño, by Rodri
Afinando un sueño, el libro de Ikusuki by Pau
Afinando un sueño, el Ikulibro by Cads
Ikulibro by dos mineros en Japón
El ikulibro by El blog de Ko
Afinando un sueño, el Ikulibro by Mística
El ikulibro, by Historias de un abstracto
El ikulibro, by Marcus Mundus
¡A por los 10.000€! El ikulibro, by Kirai
El ikulibro, la vida de un español en Tokyo, by eurowon

:gustico:
:ikugracias: :ikugracias: :ikugracias:

¡¡¡ CONSEGUIDO !!!
:gustico: :gustico: :gustico:

En menos de un día… no alcanzo a encontrar la manera de agradeceros tan increíble apoyo… menudo cumpleaños me habéis regalado… muchas muchas muchas gracias. Todavía estamos decidiendo qué hacer, si seguir adelante con la campaña e imprimir el doble de libros, o cerrar el asunto ya y poner máquinas en marcha. Os lo cuento en cuanto me aclare.
De momento:

… gracias …
… gracias …
… gracias …
… gracias …
… gracias …
… gracias …
… gracias …
… gracias …
… gracias …
… gracias …
… gracias …
… gracias …
… gracias …
… gracias …
… gracias …
… gracias …
… gracias …
… gracias …
… gracias …
:ikugracias:
:malico:

Crowfunding

El verano se empieza a marchitar y ya va siendo hora de revolver los escasos pasos que quedan para poder sacar el libro adelante. Lo tenemos ya, de verdad, está editado, maquetado, revisado y vuelto a revisar. Está ya hecho, ha sido lo más duro, lo que más tiempo ha llevado y ahora lo que nos toca es buscar la manera de imprimirlo, de poder hacer que ese PDF de más de 200 páginas se convierta en un libro de más de verdad que un simple fichero de ordenador.

He llamado a las puertas de bastantes editoriales sin éxito. Algunas lo han leído pero no les he logrado convencer. Otras ni siquiera contestaron a mis emails. Es igual, yo no me rindo, esto tiene que salir, aunque sólo imprima una copia con la impresora de casa y pegue las hojas yo a mano, he de conseguir que mis padres tengan un ejemplar.

Por éstas.

Así que la siguiente alternativa es sacarlo por nuestra cuenta. Hemos pedido presupuesto en algunas imprentas y más o menos ya tenemos una idea de lo que costaría, pero es mucho dinero para poner así de un tirón (y más ahora que va a nacer Kota), así que hay que financiar esto como se pueda. ¿Y cómo se puede ahora?, pues tirando del crowfunding, que es la gaita esta que está de moda: tu anuncias tu proyecto y si hay gente a la que le gusta la idea, pues aporta distintas cantidades de dinero por las cuales tu te comprometes a darles algo a cambio. Así hasta llegar al tope que hayas puesto que necesitas, y si llegas, pues entonces tienes que cumplir con todos los que han colaborado a que salga tu proyecto adelante.

El caso de un libro es típico: pongamos que sale imprimir cada unidad unos 10€, pues tu prometes que a los que te paguen esa cantidad les envías un ejemplar del libro. Si ponen un poco más, pues el libro va firmado y dedicado por el autor. Si ponen el doble, además de ir firmado, el nombre irá en los agradecimientos especiales del final… y así. La idea es esa: a los que te patrocinan con más dinero, les das más en agradecimiento a su apoyo (al que me pague toda la impresión, llevo una camiseta con su cara el resto del año).

El caso es que no tengo muy claro qué puedo ofrecer yo a parte de lo típico de dedicar el libro o meter en los agradecimientos y ayer hablándolo con un amigo me decía: pues ya que la idea de sacar el libro salió de los lectores del blog, pregúntales a ellos qué querrían.

Del dicho al hecho saco pecho:

¿Qué os gustaría que se pudiese elegir?
¿qué puedo ofrecer yo para animar a más gente a colaborar?

Cualquier sugerencia es aceptada: marcapáginas, libros dedicados, posts en el blog o fotos de Japón por encargo, si queréis que compre algo de Tokyo y os lo mande, si por casualidad venís y queréis que os lleve de excursión por ahí, si hace falta grabar un vídeo cruzando el cruce de Shibuya en calzoncillos bailando el gangnam style… ¡¡lo que sea!! ¡pedid por esa boquita!

:estudier:

Hasta aquí

Ésta mañana el tren ha frenado de repente. El sonido estridente de la alarma de emergencia ha avisado sólo con uno o dos segundos de antelación en los que no quedaba de todas maneras nada claro qué era lo que anunciaba con tanta premura. Nos hemos enterado de golpe al salir disparados bruscamente hacia adelante sin remedio empujándonos unos a otros hasta que hemos conseguido recuperar la estabilidad. En mi caso la inercia ha quedado totalmente neutralizada contra una de las barras metálicas que hay al lado de los asientos. No ha sido demasiado fuerte, pero he tenido la mala suerte de darme con el brazo roto.

Al dolor del brazo se le ha sumado un dolor de cabeza que no parece tener ganas de dejarme en paz y todo junto hace que hoy esté especialmente sensible, quizás susceptible, quisquilloso.

No es mi mejor día.

Tampoco es el peor.

Hoy, una vez más, tampoco tengo las respuestas esperadas en el buzón. Hoy por ser hoy, está más vacío que lo vacío que estaba ayer. Hoy me ha importado mucho más que cualquier otro día. Hoy me duele el brazo y la media escayola que tengo puesta me pesa más. Hoy me duele la cabeza.

Hoy estoy quisquillosa y susceptiblemente hasta los cojones.

Se acabó. No espero más. Es hora de actuar.

He escrito un libro en el que he recopilado los seis últimos años de mi vida. Un libro que no sólo lleva mi alma dentro, sino que contiene además mi hígado y mis entrañas. Escritos que cuentan que una vez me dolía la soledad más que ahora el brazo, textos que desvisten aquel huraño corazón que una vez latía a desgana sin ritmo ni rumbo, retazos de felicidades de pega, encuentros más adrede sin querer que fortuitos aposta, personas que me destellearon las pupilas por dentro, utópicos amores que nunca me habían querido, lágrimas que salpicaron las miras e ilusiones del iluso con entradas que se asoma a mis espejos, que se refleja en los escaparates donde mira ese que queda por fuera de mi.

Un libro que he escrito, que he sentido yo.

Así que se acabó esperar a que un señor de una editorial me diga lo que le parece. Un señor al que no conozco de nada, un señor que no me conoce de nada y cuya opinión, por tanto, carece de valor, de sentido. Un fulano que tan poco tiene que ver con esto que es incluso de mal gusto que pueda tener el poder de decidir sobre algo tan personal, tan mío.

Yo lo que quiero es tener este libro, esta agenda, este diario en mis manos. Quiero que envejezca, que se manche, que se estropee. Quiero que se arrugue, que se moje si toca llorar un capítulo, quiero doblar una esquina para saber por donde iba al día siguiente. Yo quiero coger este libro, envolverlo y regalárselo a mi madre con una nota en la primera página que ponga que ahí está recogido todo lo que me ha pasado desde que decidí irme tan lejos de su lado. Que me perdone por haberme ido y que gracias por entenderme.

Y que la quiero. Que la quiero tanto o más que hasta ese día y que será así para siempre esté donde esté con quien esté.

¿Qué coño pinta un señor de una editorial en todo esto? ¿Porque tengo yo que esperar a nadie para hacer esto?

El libro sale. El libro sale porque hoy tengo un día en el que la rabia lleva masticándome las neuronas toda la mañana y acabo de decidir que lo imprimo por mi cuenta. Que hoy empiezo a pedir presupuestos en imprentas y si la tirada tiene que ser de cinco libros, de cinco libros será. Que me da igual que salga caro, que no esté en las tiendas, que no aparezca en ningún ranking de ninguna editorial. Porque será mucho más especial que todo eso: será un libro que no ha revisado un editor que no me conoce, sino cuatro de mis amigos más cercanos que además tienen el detalle de escribir algo a su vez. No tendrá el diseño comercial que me impongan, sino el que ha hecho Fran a medida de lo que sabe de mi, que no es poco. No habrá colas en tiendas para que lo firme, pero sabré los nombres de todos y cada uno de los que lo han leído.

Hoy no es mi mejor día. Pero la decisión si que creo que es de las mejores que he podido tomar. Lo que no sé es porque he tenido que esperar al frenazo de un tren para tomarla.


Ausentarse brillando, parte 1

— Tampoco es que yo lo haya querido con todas mis fuerzas, ¿sabes?, lo de vivir aquí, fue más una sucesión de desastres que acabaron de deshilachar del todo la falsa estabilidad que tenía mi vida… como quien monta una tienda de campaña al lado del mar cuando la marea está baja. Fue un shoganai en toda regla, no quedó más remedio y se veía venir prácticamente desde el principio.

Kato-san me miraba raro, como buscando el deje, el amago de sonrisa que diese a entender que todo era una tontería más de las mías y que ya podía dejar suelta esa carcajada tan suya que empujaba a las de los demás. Si bien se ríe como nadie, Akira siempre ha sabido también escuchar como pocos y hoy le tocaba lo segundo. Akira, gomen ne? pensé.

— Pero entonces ¿tu no querías venir a Tokyo o si que querías venir? —siempre que preguntaba algo, ponía toda su intención en preguntarlo, como si de corazón quisiese saberlo. Fuese cierto o no, daba gusto contestarle y uno ponía también toda su consciencia en las respuestas.

— Si y no. O no sé, siempre quise volver después de aquella corta temporada hace tantos años pero nunca se había vuelto a dar una oportunidad en condiciones. Tampoco la busqué. Tenía mis ideas dando vueltas ahí entre las sienes por detrás de la rutina y de vez en cuando se adelantaban un poco reivindicando que ya tocaba ser pensadas un poco más, pero tampoco se pasaba de ahí, siempre había algo más inmediato, que no urgente, con lo que lidiar: trabajo nuevo, piso nuevo, viaje de verano… podría decir que era cómodo estar así. Cómodo aunque no fácil ahora que lo pienso. Ni mucho menos fácil.

— Pero el que se acomoda, echa barriga, como yo. Y conociéndote, yo a ti no creo que te vea nunca con barriga — ésta vez fui yo el que busqué alguna mueca en su cara, pero tampoco fue el caso… se asumía que pintaban bastos. Se lo agradecí y me apunté pagar las dos siguientes.

— Yo quiero comerme el mundo desde siempre, nunca he podido parar de hacer cosas, de moverme, de experimentar. Me gusta equivocarme y saber la razón para que no vuelva a pasar, me gusta que a veces me peguen una hostia por la izquierda para acordarme por qué lado me cubro peor. Me gusta saber que todavía puedo saber más sin la pretensión de los engreídos que creen que se va a aprender solo. Y de cómo estaba olvidándome de mi mismo podría hablarte toda la noche.

Muchas imágenes vinieron de sopetón entre parpadeos en ese momento y callé para desentrañarlas. Nantonaku, Akira lo entendió… de alguna manera… y supo apoyarme con un silencio tan largo como sutil. Comprendí de un tirón tantas cosas de aquél día que casi me mareé… hasta que llegaron otras dos cervezas y entonces decidí que mejor lo dejaba para después, que Akira tampoco se merecía sufrir mis mítines y menos un viernes por la noche. Aquél día, y los venideros, fueron demasiado… y precisamente demasiado claro no tenía yo si quería siquiera empezar a recordarlos aunque las heridas de los nudillos y el pinchazo intermitente de la costilla izquierda se empeñasen en lo contrario.

— Pero es igual, Akira, el caso es que ahora estoy muy bien. Por cierto, ¿te has fijado en aquella?, lleva mirándonos como un rato largo, ¿no?, vamos a decirle algo…

— Jajaja, tu nunca cambias. Además que estando conmigo lo tienes fácil porque ya saben de antemano a quien elegir: al gaijin flaco kawaii. ¡Venga, vamos!

Y mientras caminábamos hacia el reservado de enfrente de aquél oscuro izakaya de Shinjuku, una tremenda punzada en el costado me hizo doblarme recordándome de repente que si quitábamos a Akira y añadíamos el doble de alcohol, el principio de esa noche se estaba pareciendo demasiado al de aquella…

Continuará…


Javi

Sabemos que va a cumplir 43, pero no nos lo creemos y da igual porque a él le da igual y para nosotros siempre tendrá doce o trece años aunque a veces nos haga dudar cuando habla como si de verdad fuese camino de los cincuenta.

Sé que lo pasó muy mal, que mis padres lo pasaron muy mal, que está vivo de dos o tres milagros encadenados después de quince o veinte desgracias seguidas. Que empezó con dolores de cabeza y que después de que intentaran quitárselos sin saber muy bien como ni de donde, se quedó dormido durante semanas. Sé, porque me lo han contado los que después se atrevieron a que yo naciese, que cuando despertó, su cerebro decidió estancarse poco más allá de los cuatro años que tenía y que por eso es el más dulce de los señores mayores de cuarenta. Digo yo que también será por eso por lo que te da besos sin pensar y no se ríe con la garganta como tu y como yo, sino con el alma, redefiniendo el concepto de ser feliz quizás hasta límites que nosotros nunca sabremos.

Lo mismo si te ve, te pregunta por tu nombre y seguramente te cuente algo que ha visto en la televisión ese día o que ha leído en tal o cual tebeo. Y le caerás bien a nada que le prestes dos o tres segundos de tu tiempo y le escuches, no te digo nada si encima le sonríes… serás su amigo para siempre. Después se irá en cualquier momento, no se lo tomes a mal; es que se habrá acordado de algo que tenía por hacer: acabar de colorear aquél dibujo, el puzzle de Toy Story o la película que dejó a mitad en el DVD. Pero nunca se olvidará de tu nombre si se lo has dicho. Nunca. Como nunca se olvida de ninguna fecha de ninguno de los cumpleaños de mis amigos, que yo olvidé al minuto de saberlos, como nunca se olvida de mil millones de detalles, como el de reír.

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Dice mi madre que era un niño muy listo, que no es justo que le pasase lo que le pasó. Yo no lo sé porque no había nacido y mi hermano Javi siempre ha sido tal y como yo le he conocido: mi hermano el mayor, mi eterno hermano pequeño que me daba la paga cuando empezó a cobrar en el taller, que se sentaba a mi lado cuando hacía los deberes del instituto y cantábamos juntos canciones de Sabina escondiéndonos de mi madre que hacía por estar buscándonos. El señor Don Francisco Javier, Javono, Javoneta, Javi, mi Javi, el primero por el que pregunto cuando se le desluce a uno la vida y busca la calidez de una voz familiar que te recuerde que hay quien se acuerda de ti al otro lado del teléfono.

Abundante pelo castaño, ojos del color del cielo de verano, gafas que se sostendrían en dos rollizos mofletes de no tener esa nariz chata debajo. Cicatrices aquí y allá que le recuerdan lo que le pasó, torpeza al andar, panza cervecera de cocacolas, candor en la mirada, negada mano izquierda, gesto infinitamente risueño, ilusión en cada recodo de la cara. A veces su cuerpo tiembla y se le apaga el gesto por un momento mientras retoma el aliento y se enfada, se enrabieta consigo mismo, con esos ataques traidores que le sobrevienen entretanto a nosotros se nos cae el alma a los pies y lloramos por dentro de verlo sufrir aunque no tarda en recomponerse y reír como si no hubiese pasado nunca.

A nosotros… a nosotros nos cuesta bastante más recuperarnos y volver a enfocar con claridad. Javitxu, ¿estás mejor?, no te levantes todavía, descansa un poco más…

Raro será pasear con él y que no se paren a saludarle, poco importa que sea Euskadi que Extremadura, igual pasaría en Estocolmo porque hace amigos a la que te descuidas. «¿Dónde vas Javi?», «¡hasta luego chaval!», «¿este es tu hermano?» y él, condescendiente, contará que soy el pequeño, el canijo que se ha ido a vivir a Japón, el pequeñajo que le mangaba dinero a mis padres para ir a jugar a las maquinitas y que ahora le da por pegar patadas de Karate. El enano saltarín que se tiraba desde la cuna y caía de cabeza. El hermano pequeño de él, el hermano mayor de los tres, el cuarentón que no quiere novias porque le aburren.

Regresé con Chiaki a España con la intención de contarles que me iba a casar con ella. No podía dejar de mirarle cuando intentaba hacerse entender siguiendo su táctica: la de repetir lo mismo dos o tres veces hablando cada vez más alto. Me reí cuando le daba besos de repente llamándola guapa y soñé conmigo de niño cuando le contaba historias de mi que ni yo mismo sabía o si las supe alguna vez, se me olvidaron hace mucho. A él no, ni se le olvidarán. Me odié por estar aquí y no estar más tiempo con él y a la vez me sentí un privilegiado por tener la inmensa suerte de que mi hermano el mayor sea a la vez el mejor hermano pequeño del mundo que además lo será para siempre.

Cuando partió el autobús de Badajoz y los dejamos atrás, descubrí que Chiaki hacia rato que me acompañaba en lo de soltar lágrimas por tener que pasar por el horroroso trago de la despedida, doblemente amargo por lo escaso del tiempo compartido. Supe que él tenía mucho que ver y a la vez confirmé que quería que aquellos preciosos pequeños ojos que me miraban húmedos estuviesen conmigo hasta el fin de mis días por aprender a querer a Javi y saber echarle de menos en una semana tanto como yo en cinco años.

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La estructura del libro

Como algunos ya me dijeron, quizás lo más difícil de la aventura esta del ikulibro era empezar. «Todo es ponerse, todo es ponerse, resumen de una vida: todo es ponerse» dicen de vez en cuando los Celtas Cortos por mis auriculares, y qué razón tienen. Así que ya que nos hemos puesto y tenemos un título y una introducción, ahora toca pensar en qué va a haber entre la primera y la última página.

Lo primero que pensé fué copiar directamente las entradas del Kokoro del blog y la duda que me surgía era si ordenarlas cronológicamente o por algún otro criterio y rápidamente decidí que lo primero tenía más sentido porque así el lector no se perdería la perspectiva del tiempo, la progresión de estilos y temas.

Y es que recuerdo enviar las primeras historias de este tipo a Bea para que me aconsejase sobre si escribirlas en el blog o no porque quizás eran demasiado personales y no cuadraban con el resto. Al fin y al cabo esto era ya un blog sobre Japón más y no recordaba haber leido nada parecido en ningún otro. Había mucho de vergüenza en ellas, de inseguridad por contar cosas demasiado personales, y además, ¿para qué iba a querer nadie leer que yo pasaba frío por las noches?

Al final se fueron publicando, primero tímidamente y conforme el invierno se iba acomodando la cosa fue a más. Tanto es así que ahora mismo escribo una casi cada semana, a veces con situaciones vividas horas antes, otras sacando espinas clavadas mucho tiempo atrás y lo cierto es que a veces pienso que casi ninguna de las publicadas tiene un final feliz aunque me siento un privilegiado por haber vivido cada una de ellas. Algunas con otros finales también me han pasado, ¿eh?, ya irán saliendo… por si a alguien le interesa.

Así que pasé a la acción y me puse a maquetar algunas de las entradas como la que habla de la entrañable anfitriona de mi barrio y que considero la primera que escribí de este tipo, y empecé a imprimir distintos diseños. Aquello quedaba soso, ahí hacía falta algo más que letras, así que decidí que cada una de las entradas iba a tener, al menos, una foto que la acompañase y a todo color, lo más grande posible y con la mayor calidad que se pueda. Si hay que salir a la calle a sacar nuevas específicamente para el libro, se sale, todavía estoy en Tokyo y estoy muy a tiempo, total esto es algo personal y no tengo a un jefe que me diga que lo saque en un mes. Prefiero tardar el doble y hacerlo lo mejor posible.

También decidí que éstas historias iban a estar copiadas tal cual, con correcciones gramaticales y ortográficas, pero que me iba a permitir el inmenso placer de escribir algo sobre cada una de ellas a modo de introducción o conclusión. Por ejemplo, en la historia del malnacido aquél que pegó a la chica en el tren, la cosa quedaría más o menos así:


Lunes, 28 de Septiembre de 2009

Get your fucking hands out of me

Sobre las diez de la noche, apenas cuarenta minutos antes, estaba esperando el tren en la estación de Ikebukuro. Venía hasta Meguro donde, bici mediante, voy a volver a casa a dormir después de escaquearme de Karate y darme el placer de una buena cena en compañía de todavía mejor gente….

[…]

Después de toda la historia, en la siguiente página iría una foto ocupando la hoja entera, en este caso la foto no ha sido tomada aún, así que tendré que sacar una que tenga que ver con lo contado, como por ejemplo del tren marrón de la Yamanote. Esto de buscar imágenes a las historias es emocionante, por cierto.

Y en las siguientes dos o tres hojas vendría una reflexión o conclusión, como ésta que ya tengo escrita:

Lo que pasó después de ese momento es que sentí que era extranjero más que nunca. Esta sensación se nota sobretodo al principio, la de tener muy presente que eres diferente al resto: te entra una especie de complejo por el que crees notar que todo el mundo te mira, que eres el centro de atención allá donde vayas.
Pero luego es fácil que se te olvide porque al final sigues una rutina de diario que te abstrae y te acabas acostumbrando de tal manera que ni te enteras. En Tokyo uno pasa desapercibido excepto a los ojos de algunos niños que hasta te señalan divertidos (o asustados).

Yo ese día ví como uno «de los míos» hizo la barbaridad que hizo con unos aires de superioridad que yo habría imaginado sólo dentro de una película de Tarantino. Fue tan terrible la imagen que dió, tan impactante para todos los que allí estábamos, que yo no puedo evitar pensar desde entonces que a todos los extranjeros nos meten en el mismo saco hasta que nos ganemos la imagen contraria.

Ahora ando con mucho ojo cuando me cruzo con alguna persona del estilo de ese malnacido, y si yo como extranjero tengo ya ese prejuicio metido en la cabeza, me parece lógico pensar que cualquier japonés que se encontrase en ese vagón lo alimentase también.

No es bueno generalizar, no es bueno tener prejuicios, pero son inevitables a veces y, sin tener razón, parecen hasta razonables en según qué situaciones.


Otras veces no será una conclusión, sino una introducción del contexto en el que sucedió la historia, algo como «por aquél entonces yo seguía trabajando en la empresa de Meguro, aunque todos mis compañeros ya eran excompañeros y algunos hasta examigos…».

Y así, con ésta estructura, el libro contendría de principio a fin toda la historia de cómo llegué a Japón y qué iba pasando por el medio: cómo fueron surgiendo las distintas actividades que hago ahora: Karate, ceremonia del Té, Yosakoi… teniendo como eje principal las historias ya publicadas en el blog, pero rodeándolas de un contexto, una continuación e imágenes. También anticipo que habrá alguna historia que estará únicamente en el libro y de hecho ya tengo una en mente que nunca me he atrevido a publicar aquí.

Creo que por aquí van a ir los tiros. Es decir, esto no va a ser una guía de Japón donde me ponga a explicar cómo es un Maid Café, porque para empezar no tengo ni idea, sino que va a contar mi vida aquí tal y como yo la estoy viviendo, sin velocidades de conexión a internet ni megapixeles de móviles, ni tribus urbanas de Harajuku, pero sí con amores al té verde y desengaños con cerveza, soledades de interior y amistades de trenes, bares y futones, patadas con respeto, gritos de contento y llantos de felicidad triste.

Una vez más, necesito vuestra ayuda:
– ¿qué os parece que tire por aquí?
– ¿hay algo más que os gustaría que se incluyese como excursiones u otra cosa?
– ¿algo de lo que he puesto aquí no os pega ni con loctite?

:ungusto:
                        :ikugracias:

La introducción del libro

Finalmente he empezado a escribir el libro, ya hice unas pruebas hace tiempo, pero ahora es cuando lo retomo en condiciones.

La idea es recopilar todas las historias ya escritas en el blog, corrigiendo textos, añadiendo conclusiones y reflexiones bajo la perspectiva del tiempo. Y completándolas con fotografías que quizás todavía no han sido tomadas.

No sé qué saldrá de todo esto, pero sí puedo decir que estoy motivado como hacía tiempo y que pondré todo mi kokoro en ello.

Esta idea es más vuestra que mía, a mi ni se me habría pasado por la cabeza hacerlo, así que sería todo un honor que formaséis parte de ella. Lo que se me ha ocurrido es ir enseñando poco a poco distintos puntos por aquí y pediros vuestra opinión no sólo en cuanto a textos, sino sobre todo: maquetación, colores, tamaños, temas…

Empiezo con la introducción que escribí y reescribí ayer para qué veáis por donde van los tiros. El título provisional del libro es «Un sueño desafinado», porque vivir aquí lo era, lo es, aunque no ha resultado ser tan maravilloso como yo lo soñaba. Es un sueño desteñido, desafinado y ya un poco marchito que yo no quiero dejar de soñar.

Mil gracias a todos por leerme y por empujarme a hacer esto, de corazón.

:ikugracias:

Un sueño desafinado

A las 22:45 de la noche, casi una semana después de celebrar mi segundo cumpleaños fuera de casa, empiezo a escribir ésta introducción de lo que va a ser, si no me rindo antes, mi libro. ¡Cómo suena eso! mi libro… no está mal como inicio de este 33 cumpleaños, mejor que el de Jesucristo sin duda.

Muchos latidos han sonado desde aquél marzo de 2001 en el que Beatriz y yo cogimos un avión en Bilbao que nos dejaría en Tokyo pasando por el Frankfurt ese de gente alta y rubia que habla usando muchas efes. Mi primer viaje en avión y tenía que ser a Japón, diría que así somos los de Bilbao si yo lo fuese.

Seis meses aprendiendo a olvidar el castellano, a comer con dos palos que no están unidos ni por un hilo ni nada, a estar rodeado de mucha gente casi siempre y de nadie casi nunca. 24 semanas rompiendo el muro cultural a base de cabezazos y descubriendo un poco más de un nuevo mundo con cada grieta abierta.

Y justo cuando estábamos a puntito a puntito de acostumbrarnos, va la beca y se acaba haciéndonos volver al universo anteriormente conocido como Bilbao y alrededores.

Cuando la mayoría de la gente interesada sueña con viajar a Japón después de pasarse años admirando su cultura, resulta que yo voy casi de casualidad sin saber y ni siquiera pensar en padecer. Y es al volver cuando empiezo a aprender japonés y a orientar de alguna manera mi vida hacia ese país que nos acogió lo justo para hacerse echar de menos.

Muchas hojas emborronadas de kanjis, cientos de horas de lecciones de japonés escuchadas en el coche camino de la oficina y dos títulos del idioma después me encontraba llorando a moco tendido camino de Narita otra vez. Triste por venir con un único ventrículo dejando las otras tres partes del corazón desperdigadas entre Bilbao, Zalla y Madrid. Con lágrimas que de ser analizadas contendrían miedo en su mayoría junto a una mezcla de soledad, emoción, desconfianza y entusiasmo en proporciones directamente dependientes a que llueva o haga frío.

Menuda historia. Un Zalluco sólo en Tokyo con el propósito oficial de desarrollar un proyecto de internet que sería el sueño de todo informático por la originalidad y modernidad de su planteamiento pero que ha resultado ser lo menos importante de todo lo que llevo ya soñado en estos dos años y medio de vida. O vivido en estos dos años y medio de sueños, pesadillas y noches en vela, según se quiera valorar.

Y resulta que he descubierto que no éramos tan distintos estos señores japoneses y yo, con lo raros que me los pintaban siempre por ahí y mira por donde que lo que abundan son personas normales con sus vidas que vivir, que poco tienen que ver con la fama de estrafalarios que se empeñan en colgarles.

Con timidez, pero con decisión, que aunque suenan contradictorios se pueden combinar, he ido poco a poco entrando cada vez más en su cultura atacando especialmente al idioma y apuntándome a clases de Karate, de ceremonia del té y más recientemente de Yosakoi con mejor o peor resultado y a veces encontrando las ganas de casualidad, pero insistiendo al menos en buscarlas.

Este libro empieza con un blog, el de Ikusuki, la aventura que Beatriz y yo empezamos un día y que todavía dura después de 3 años. El blog de Ikusuki tiene la misión de dar a conocer las camisetas que diseñamos y vendemos por internet a través de ikusuki.com. Pero aún con el mismo fin, la perspectiva cambió con mi llegada a Japón donde empecé a utilizarlo, con el permiso de Bea, como diario de a bordo de mi nueva vida en el país de los onigiris.

Las primeras entradas podría decir que son calcadas a las primeras entradas que escribiría cualquier persona que viva aquí: choque cultural, curiosidades, anécdotas… pero según fue llegando el frío del invierno, al corazón solitario del que escribe le costaba cada vez más templarse por las mañanas. Me acuerdo de un día especialmente duro en el que no tenía ropa de cama suficiente y pasé tanto frío que acabé tomando un baño caliente en mitad de la noche.

Momentos como esos hacen que los sentimientos se muden a vivir más cerca de la piel que de los huesos, más si cabe al estar en un país que no es el propio, lejos de cualquier referencia conocida. Y empecé a escribir sobre ello, sobre lo que me he ido encontrando en el ir y venir de los días desde el punto de vista del alma, ésa que ha resultado ser tan vulnerable que de haberla ignorado, hace tiempo que se habría roto.

Y empecé a contar lo que sentía, a describir soledades, amores, alegrías, lágrimas, encuentros, penas y gozos, todo sin perder entusiasmo detrás de una melancolía tácita que todavía no he sabido desabrocharme.

En esos posts, los del kokoro (corazón en japonés), es en los que gente que no conocía me recomendaba que escribiese un libro. Unos decían que me inventase una historia sobre Japón, que conocía el escenario y la cultura y que me dejase llevar. Otros decían que daba igual de qué escribiese, pero que no dejase de hacerlo. Y yo que me dejo hinchar el ego muy fácilmente, he decidido revivir todos y cada uno de los relatos ya escritos y plasmarlos aquí, añadiendo nuevos, revisando textos, completándolos con reflexiones, conclusiones y mucho mucho kokoro.

Así que en esto estamos, componiendo la melodía de este libro con notas de soledad que se mezclan a veces con otras de felicidad sobre la partitura del alma de un pueblerino que aterrizó en una de las ciudades más pobladas del mundo sin saber muy bien cómo se hace eso de vivir pero intentándolo como el que más.

Jueves, 1 de Octubre de 2009
Oskar Díaz Toscano
En una de las comisuras de Tokyo, Japón