El día en el que me dieron una ostia como un pan

Fvalenciano, el vídeo es impagable, te ha quedado impresionante, en la vida habría podido yo hacer algo así.
¡¡Mil gracias!!

Subid el volumen, y si lo véis en la página de Vimeo en HD y pantalla completa, mejor que mejor!!

La crónica no va mucho más allá de lo que habéis visto. El día anterior me compré un protector bucal cuyas instrucciones no entendí porque estaban en japonés, así que no fuí capaz de moldearlo y no lo usé, menos mal que la ondonada no aterrizó en los piños.

La competición empezó a las nueve de la mañana, pero yo no peleé hasta más de las cuatro de la tarde. Aún así pasé un rato guay con fvalenciano y elmimmo viendo otros combates y calentando con algún compañero del dojo pegándonos ahí suave.

Cuando me dieron el libro en el que pone con quién te toca, me dí cuenta que fue el pavo que ganó el anterior campeonato en el que yo también competí. Su padre tiene un gimnasio, y el tío parece que está jarto de competir, pero no es excusa porque me ganó limpiamente. Al principio le meto una patada de frente, pero no puntúa porque me caigo al suelo. Después le intento dar, pero aunque le pillan cerca no le alcanzo. Y el momento cumbre… ni me enteré por donde vino. De repente estaba en el suelo, veía todo negro con chiribitas y si miraba para otro lado que no fuese el suelo me mareaba. Así que ya me creo las películas esas en las que de una ostia le dejan al policía KO, joder que si me lo creo!

A parte de la mandíbula descojonada y no poder comer bocatas por una temporadilla, me fui contento porque no lo hice mal a pesar de haber perdido en el primer combate. Y sólo por el pedazo de vídeo, y las pedazo de fotos, ya ha valido la pena con creces!!!

Ossssstia que me llevé

La cámara que imprime fotos

1

Aquí va un tentempié pa de mientras sale el vídeo del horno:

Vi los anuncios en el tren, y me dije, ¡ tate, esto hay que afotarlo !

Y afoté la cámara que afota cual buen afotador que foy… digoooo, ¡ soy !

Y arrebuscando en el tubo ese que es pa tí, voy y me encuentro el anuncio…

La cámara más que imprimir las fotos, las pare !!

A la espera me quedo de que pongáis lo que todos estáis pensando, que me lo veo venir!!!

Y me sonreía

Al principio de mi calle había un mendigo, un señor cuya edad seguro que era mucho menor de la que aparentaba. En la cabeza siempre llevaba un gorro de lana de esos con una bola en la punta, y guantes medio rotos protegiendo a duras penas unas manos que la mayoría de las veces sostenían una botellita de sake del combini, eso sí, de las baratas.

Su casa estaba formada por la magistral disposición de unas cajas de cartón junto a una marquesina de madera. Su armario, que hacía las veces de nevera y estantería, era la cesta de la roñosa bicicleta que estaba aparcada siempre a su lado. Costaba creer que esa bicicleta se moviese, aunque costaba más imaginar a su dueño montado en ella.

Una noche yo volvía a mi casa, que por aquel entonces quedaba muy cerca de donde él había elegido tener la suya, y al pasar por delante me tropecé con un adoquín que sobresalía armando bastante ruido al intentar no caerme. De entre los cartones asomó una bola de lana y seguido una voz que gritó algo perfectamente entendible sin importar demasiado el idioma.
Asustado también, grité un «sumimasen» y seguramente hice una reverencia y puse bastante cara de miedo porque su respuesta fue sonreir y hacerme un gesto con la mano dándome a entender que no pasaba nada. Un segundo después había desaparecido entre los cartones.

Yo seguí mi camino con cierto temor, mirando hacia atrás de vez en cuando asegurándome de que no me seguía y recuerdo que apretaba los puños dentro de la chaqueta como para intentar darme valor en el caso en que algo malo tuviera que pasar. Pero no pasó, y al día siguiente por la mañana, como todas las mañanas, no quedaba ningún indicio de que alguien hubiera dormido en la marquesina. Ni cartones, ni botellas de sake vacías, ni siquiera mal olor. Nada.

A partir de ese día nos hemos cruzado unas cuantas veces, o más bien se puede decir que yo he pasado por delante de su casa, de su habitación, estando él allí. Si ya era de noche, le encontraba durmiendo metido en su saco de dormir azúl que a duras penas entraba en el banco de la marquesina. Y sabiendo que al día siguiente tendría trabajo que hacer bien temprano recogiendo su casa para irse a lugares que sólo él sabría, yo ponía especial atención en no volver a tropezar en el adoquín.

Si el azar quería que volviese de día, entonces él estaría sentado en su marquesina bebiendo sake y apurando algo parecido a un cigarrillo. La primera vez creyó reconocerme y me miró a la cara desde lejos, cuando yo incliné la cabeza a modo de saludo-confirmación, él me sonrió y repitió el gesto. Y desde entonces, siempre que nos cruzábamos, él me sonreía y yo insconcientemente aminoraba el paso para disfrutar de esa sonrisa que me parecía tan amigable, tan sincera a pesar de estar compuesta por cuatro dientes horribles colocados a destiempo.

Yo volvía de mi mundo de oficinas, ordenadores y estrés, y me cruzaba con su mundo, el de cajas de cartón, días al aire libre y botellas de sake de las baratas pagadas con dinero que no quiero ni pensar de donde habría salido.

Y me sonreía.

Después el invierno se recrudeció, el viento helaba el rostro y el ánimo, e incluso nevó. Y por mucho que yo volviese pronto a casa, no volví a ver cartones en aquella marquesina, ni la bici cargada de trastos escogidos sin sentido aparente, ni aquél trozo de saco de dormir azúl que sobresalía del banco, porque no le cabían las piernas.

Me lo imagino recogiendo y plegando las paredes de su casa que construyó la noche anterior en algún lugar más cálido que mi barrio. Seguramente con dolor de cabeza y con el reto de buscar qué comer ese día mientras se mueve por Tokyo con la bicicleta en las manos. Y me gusta pensar que todavía quiere sonreirle a la gente, aunque sea enseñando algún diente menos.

Todo por no aceptar que quizás haya muerto.



Nota: esto sucedió el invierno pasado


Que tengo competi!

Pues eso, que mañana por la mañana me estreno como cinturón negro y tengo competición de esas en las que no hay que ponerse casco, como los mayores. Después de la gripe que he pasao ando todavía un poco chungo, pero es igual porque mañana saldré ahí a ver que pasa con todas mis ganas.

La cosa es que en la última competición creo que me fue tan bien porque todos eran cinturones marrones o menos, pero ahora el único filtro que hay es que el que se me ponga delante pesará menos de 65 Kgs, como yo, porque todos serán cinturones negrucos… Aunque no importa, porque en Zalla los fines de semana siempre había peleas contra los de Zorroza y Barakaldo, y anda que no aprendí yo nada de mis maestros nens!

En fin, pase lo que pase, fvalenciano estará ahí para grabarlo y luego a la noche habrá celebración aunque sea porque todavía tengo todos los dientes!!

Atención a la perillaca toda guarra que me he dejao para dar miedo!! (o pena, bien mirao…)

Si alguno de Tokyo no sabe muy bien qué hacer el sábado a la mañana y le apetece pegar cuatro gritos, el lío está a seis minutos de la estación Heiwajima:

Onigiri

Nuria lo contó el otro día, pero aquí vengo yo a dar mi versión. El onigiri este no es ni más ni menos que una forma súper cómoda de zamparse un bolondrio de arroz con algo dentro así según va uno. Te tiene que gustar el sabor del alga nori, porque todos tienen, y luego pues lo suyo es escoger bien lo que tiene dentro porque te puedes encontrar casi de todo: salmón, una ciruela toda salada, natto…

Suelen valer muy baratos, del orden de 100 yenes, y te los puedes encontrar en cualquier combini siendo muy llevables para viajes por ahí de esos de viajar viajando. El día que yo fui al monte Takao, me llevé un par de ellos y más contento que unos taikos subí parriba!

Esta es mi cena de ayer, cargado a la cuenta de gastos del blog! (ya podía, jaja)

Pero, ¡espérate!, ¿qué son esos numeracos? ay madre!

Ah vale, que el alga y el arroz vienen a parte para que cuando te lo comas el alga no esté toda ablandurriada.. ¡¡qué MacGyverada!!

Eso si, si uno tiene los dedos como frankfurts (que es el caso), no siempre queda tan chulo…

Este venía ya montao, de ahí que haya quedao tan aparente

No se si os conté que fui a la boda de Akira, pues en la fiesta de después los que la dirigian llevaban dos disfraces: uno de flan y otro de onigiri. ¡Anda que tardé poco en robárselo y sacarme una foto!

¡¡ el IkuOnigiri !!

Yo… por comentar

5

El número de comentarios es, sin ninguna duda, uno de los factores que miden el grado de éxito de un blog. También tenemos el número de visitas diarias, que desdeluego es mucho más fiable, pero este dato no es casi nunca público. Así que en lo que uno se fija cuando llega a un blog, es en el número de comentarios que tienen sus entradas porque cuantos más hay, parece que se es más popular, que hay más gente a la que le interesa lo que se escribe.

Por supuesto, que un blog sea popular no quiere decir en absoluto que sea bueno y al revés.

Pero si sigo el razonamiento del principio, puedo decir que el blog de Ikusuki se ha hecho popular. No es raro que las entradas tengan más de 15 comentarios, y si nos vamos al dato significativo, sois unas quinientas personas las que entráis cada día a ver qué se cuece por aquí.

Todo esto ha tenido un triste efecto colateral y es que la gente que conocía personalmente, los que me apoyaron al principio cuando vine hace tiempo que dejaron de escribir. Es como si se sintiesen intimidados, o que se han cansado que también es entendible dado que estaban desde el principio.

En esta andadura de casi dos años, ha habido gente que ha pasado de comentar todos los días durante una temporada con un entusiasmo imparable… a desaparecer para siempre. He intercambiado con ellos muchos mensajes, algunos bastante personales, para no volver a saber si ni siquiera siguen entrando.

También los hay que se dedican siempre a sacar fallos y darme consejos sobre como escribir, como sacar fotos, como vivir… y luego están los que vienen buscando el blog sobre Japón que no van a encontrar y desisten de seguir preguntando porque se dan cuenta de que no sé las respuestas.

A otros les entusiasma todo lo que pongo, y la mayoría, afortunadamente, me cuentan de una manera sincera lo que les parece esto que hago más o menos todos los días delante de la pantalla desde hace ya ni sé cuantos.

Me doy cuenta de que es un perfecto reflejo de la vida real, de cómo son las personas. Yo soy el mismo, o eso quiero creer, y con cada nuevo escrito que dejo encima de la mesa, veo a distintos espectadores que entran, lo cogen, lo leen y algunos optan por dejar su opinión. Y con cada comentario, se va conociendo un poco más a su autor y cuesta poco imaginar cómo será esa persona en la vida real.

Siempre que puedo le doy prioridad a contestarlos: a los que siempre me sacan fallos y me dan consejos no les suelo tener en cuenta, porque sé que son así, tienen que intentar demostrar que son mejores y así seguirán siendo. Con ellos soy diplomático y, como en la vida real, trato de evitarles lo máximo posible sin demasiados enfrentamientos que no interesan, como ellos. Y es que tengo una edad ya para aguantar este tipo de personas que sólo saben dar por saco.

A los que llegan aquí buscando el blog de Japón que no es, trato de ayudarles con lo que me preguntan siempre y cuando sepa la respuesta. Y si no, no. Porque para buscarla en google y pegarla aquí lo pueden hacer ellos mismos, y nunca me las daré de entendido sobre algo que no sé.

Con todo el resto he establecido una especie de amistad que da el respeto de saber que siempre están ahí interesados en lo que yo pueda contar, y aportan más información dando puntos de vista que no se me habrían ocurrido. Es enriquecedor, por ejemplo hay nuevas entradas del blog que han surgido como resultado del rumbo de los comentarios de alguna anterior y otras que he escrito expresamente pensando en un comentarista en concreto.

Eso por no hablar de todos los mensajes de ánimo cuando éste está bajo, que realmente ayudan y mucho más estando donde estamos y como estamos.

Así que esta es mi reflexión y tal cual me ronda por la cabeza la escribo aquí y, de paso, aprovecho para dar las gracias a todos los que entráis y venís hasta la mesa a recoger la hoja y después me decís lo que os ha parecido sin pejiguerías de pretender ser más que nadie, de igual a igual, como debe ser.

Al resto, a los que vienen a dar por saco faltando al respeto y haciendo alarde de ser unos lumbreras, a esos acabo de decidir que voy a ignorarlos por completo porque me he dado cuenta que no es posible razonar con ellos. Y, mira tu por donde, que esto mismo es lo que hago en la vida diaria con unos cuantos que conozco y me va bastante bien.

La mejor foto de Noviembre


Algunos verán isos, tiempos de exposición, aperturas de diafragma… pero yo veo uno de los últimos días del año 2008 en el que todavía se podía estar en manga corta en Tokyo. Recuerdo compras en Shibuya, y muchos pasos, y la nostalgia de visitar el estadio donde competí unos meses atrás, y esa sensación de llegar a casa completamente exhausto, pero con una especie de satisfacción, de calma por dentro.

Como si hubiese sido feliz de verdad por unas horas.


Otros pixeles de mi vida en Japón:

Los 47 ronin


Estaba yo el domingo delante del ordenador tanteándome un poco a ver cómo andábamos de gripe, cuando al abrir las cortinas vi un pedazo de día ahí puesto. Así que cerré el paint y solté el ratón que manejaba con la mano izquierda para hacer el nuevo diseño de Ikusuki (por lo visto), y me fui hasta Sengakuji donde, amigos, aconteció una gesta digna de ser narrada:


Resulta que había dos señores feudales allá por los años de Mariacastaña que no se llevaban muy bien que digamos. Uno de ellos, un tal Kira Kozukenosuke, no hacía más que tocarle los tocables al otro, un tal Asano Naganori. Tanto le provocó y le humilló en público, que éste último mientras estaban dentro del castillo de Edo, perdió los papeles y sacó una daga con la que intentó matarle sin éxito. Cuando se quiso dar cuenta, los guardias le habían detenido.



Y si cualquier acto de violencia era considerado una ofensa terrible dentro del castillo, lo que Asano hizo se consideró tan grave como para ordenarle que se suicidase. El provocador, el tal Kira, sin embargo, quedó libre el muy perrete.

El hombre se suicidó y todos los bienes de la familia de Asano fueron requisados, quedando arruinados, y los samurais se convirtieron en ronins al quedarse sin dueño. Kira, por su parte andaba temeroso porque se vengaran, así que reforzó su seguridad, menudo gañán que sabía perfectamente que caía más mal que mal.


Oishi Kuranosuke, el jefe de los samurais, se dedicó a actuar extrañamente, yéndose de juerga y haciendo barbaridades y chorreces por las noches con lo que se ganó fama de borrachucio y de estar echao a perder. Un tiempo después se divorció de su mujer, y dicen que sus hombres le pagaban compañía de geishas para tratar de que se calmase.


Todo esto llegaba a oidos de Kira, que pensando que no había nada que temer de un samurai tan acabao, relajó su guardia y descuidó su seguridad. En ese momento, dos años más tarde de la muerte de su amo, 47 ronins guiados por Oishi Kuranosuke entraban en la mansión de Kira y le ofrecían quitarse la vida honradamente como un samurai. Finalmente, ante su negativa, Oishi le cortaba la cabeza y la llevaba al templo de Sengakuji.


Como castigo, les ordenadon suicidarse, a los 47, aún gozando de la simpatía del pueblo que entendían y apoyaban lo que habían hecho.
En Sengakuji, que está a muy pocas estaciones de mi casa, están las 47 tumbas de los 47 ronin que se suicidaron un 14 de diciembre del año 1702:

En la estación de metro están grabados los nombres de los 47 ronins

Y nada más entrar al templo, podemos ver la estatua de Oishi Kuranosuke

Es un templo pequeño, apartado por lo que no había mucha gente aunque supongo que se llenará dentro de nada, el día 14, que es el aniversario de los acontecimientos. Lo que más llama la atención es el olor a incienso que hay, no es como en todos los templos, es mucho más fuerte porque hay mucho más ardiendo en ese momento.

Este hombre vendía «fajos» de incienso y te los prendía allí mismo

Después te los daba en una bandeja, con lo que podías ir dejando los que quisieses en las tumbas

Y este es el mapa de las tumbas con los nombres de los 47

Entre el silencio, el humo y el olor del incienso y las tumbas… madre mía, qué momento

En cada una de ellas estaba escrito su nombre y su edad: 25, 27, 32… muy muy jóvenes

Y a parte de incienso, también había monedas en algunas tumbas de 50, 100 e incluso 500 yenes

Cuentan que cuando los samurais venían al templo con la cabeza de Kira, la gente les daba agua y les animaba

Impresiona pensar que la historia fue verdadera… 47 personas sucidándose por defender el honor de su amo, planeándolo durante dos años…

Atención al dato: aquí es donde los samurais lavaron la cabeza de Kira al llegar al templo

Es como un pequeño pozo con agua, que lo tienen así de protegido…

Es el templo de las tumbas y el incienso… y una gran historia detrás

Lo típico del lugar son los tambores usados por los criados de los ronins

Apuntad: estación Sengakuji de la línea Asakusa, el templo está super cerca de la estación. También se puede ir andando desde Shinagawa, pero igual es un poco lío… la línea Asakusa coincide con la Yamanote en las estaciones de Gotanda y Shimbashi, así que no tenéis excusa!


Famas

Me he dado cuenta de que, al igual que los sevillanos tienen fama de no dar un palo al agua, aquí también tienen sus San Benitos. Así que he hecho un ikumaxmix 13, que os pongo junto con mi ikuexperiencia al respecto:

– Los de Osaka tienen fama de ser más abiertos, más graciosos, más majos que los de Tokyo.
Yo no puedo saberlo porque no he estado en Osaka todavía y no conozco a nadie de allí.

– Los de Kyoto tienen fama de ser cerrados incluso con el resto de japoneses.
Yo conozco a un tío de Kyoto y, a parte de que está medio pirao, es más majo que ni sé. A punto hemos estado de hacer una película juntos y toda la pesca. El par de días que fui de visita allí no son suficientes para asegurarlo o desmentirlo.

– Los de Tokyo tienen fama de ser super fríos, de ir cada uno a su bola.

Si que da esa impresión… aunque supongo que una ciudad en la que vive tantísima gente, si todos hablasen con todos, esto no se movería. De mis amigos Tokyotas, que son casi todos, nunca diría que son fríos, eso si que no.

– Los gaijines tenemos fama de aguantar muy bien el alcohol, y de que para emborracharnos tenemos que beber mucho.
Los más de 100kg de Akira se beben una cerveza y ya están torpedos, sin embargo una compañera del curro por más que bebe, nunca parece borracha. Por regla general, es cierto, se emborrachan mucho antes que nosotros.

– Los gaijines ligan mucho, tenemos fama de tenerlo más fácil. Roppongi es el paraiso para un occidental.
Es verdad que llamas la atención y eso da pie a más oportunidades. Algo de verdad hay, pero no tanto como algunos dicen y otros quieren creer. Para mi, Roppongi es un sitio asquerosísimo lleno de gente super chunga.

– Los gaijines la tenemos más grande
Y yo que sé!

– Los chinos en Japón tienen fama de ruidosos y maleducados.
Esto es así, que tienen la fama digo, otra cosa será que sea verdad. Yo una vez estaba sacando una foto cerca del palacio imperial, y una señora china casi me aparta a empujones porque le estropeaba su foto gritándome cosas en chinense. Pero eso fue una vez.

– Los españoles en Japón tienen fama de latinos apasionados.
Esto si me ha pasado, que me cuelguen la fama. Aunque yo pasión demuestre sólo cuando algo no sale y me pongo a jurar. Y de lo de latino me parto…

– Francia en Japón tiene fama de tener excelentes vinos y de ser la cuna de la moda y la cocina.
Esto es así, amigos, a los franchutes se les tiene bien vistos. Con lo bonito que sería Francia sin franceses!

– Los Indios en Japón tienen fama de ser súper inteligentes y de trabajar muchísimo y bien.
Yo conozco a dos, y los dos son ingenieros informáticos (que seguimos siendo ingenieros, os pongáis como os pongáis, que pa eso aprendimos a hacer integrales aunque lo olvidamos al día siguiente), y hablan inglés y japonés acojonantemente perfectos. Además, en Tokyo se ven muchos por la calle entrajetaos con su bigote y su piel morena.

– Los japoneses tienen fama de cabezotas, de no entrar en razones si se les rompen los esquemas.
En la despedida de Akira, el parlapuñaos pidió Shochu sin hielos. El Shochu es una bebida parecida al sake y siempre se sirve con algo, nunca a palo seco, al menos con hielo. Pero lo pidió así en el restaurante y costó como diez minutos que lo trajeran: el camarero con cara de póker consultó al encargado que dijo que no y después de parlapuñar con el encargado un par de puñaos, finalmente le convenció.
Por otra parte, mi línea ADSL está a nombre de mi jefe porque yo no teía la gaijin card. Por supuesto, el domicilio de mi jefe no es el mío, y aún así lo hicieron sin problema y así sigue, por cierto.

– Los americanos tienen fama de maleducados, prepotentes.
Me he encontrado de todo… americanos de brazos enormes y nikis de barbie haciendo el tocho por los bares, y otros super majos y normales. En cuanto a japoneses que conozco, hay algunos que no les tragan, y hay otros que les tienen como lo guay, como que ellos si que saben vivir. Esto mismo se ve en anuncios y por la tele, donde el inglés es como que mola y se usa, a veces sin demasiado acierto.

– El japonés es el idioma más difícil que hay.
Esto me llamó la atención, entre los mismos japoneses se tiene la fama de que su idioma es de los más chungos que existen. Quizás por eso te alaban tanto cuando hablas un poco o cuando escribes cuatro kanjis y medio. La verdad es que si me paro a pensarlo, sólo con el porrón de conjugaciones de verbos que tenemos en castellano, el nuestro también es un idioma chungo chungo, pero está claro que es más fácil aprender a poner acentos que a leer y escribir chirimbolos.

¿Qué? ¿Cómo os habéis quedao?

Aquí dentro los de Tokyo si que son fríos, si

El aperitivo calamar

Hay dos formas de celebrar algo en el dojo: normalmente nos vamos a un izakaya cercano a cenar, pero si la cosa va con alguien importante, como la boda de algún profesor o la despedida del embajador de Brasil, entonces se compran cervezas y aperitivos y nos sentamos allí en el mismo suelo donde un poco antes estábamos pegando patadas, y nos tiramos un rato largo comiendo, bebiendo y hablando.

En estas, las del tipo 2, siempre me ha llamado la atención que la mayor parte de los aperitivos que compran son calamares resecados que se comen así como a tiras. A mi al principio me daban un poco de repelús y pude ver que a cualquier extranjero también, pero me he acabado acostumbrando y les he pillado el truco.

Esto que os enseño ahora son trozos de calamar reseco que te venden al lado de los pistachos para que lo abras y te los comas tal cual:

Patatas fritas, frutos secos y trozos de calamar reseco para mascar

Este en cuestión no es el que suelen comprar en el dojo, éste sabía un poco como a vinagre

Mensaje desde la web

Nos acaba de llegar esto de una chica que ha comprado una kurosuwado y una kotoba:

Acabo de recibir las Ikucami.. y tengo que decir que la relacción calidad precio no me parece justa y esto lo digo con conocimiento de causa por que he trabajado en una serigrafia confeccionando camisetas y las vuestras son de las más baratitas y 18 € la verdad es un TIMO. Pero bueno eso puede pasar una vez, dos os aseguro que no. Tambien es culpa mia por comprar por internet que lo pintán todo muy bonito pero como no lo ves ni lo tocas…En fín, que me resigno pero no por ello voy a dejar de decirlo.

Es la primera vez que recibimos una queja sobre una camiseta, así que nos hemos quedado preocupados. Todos los que tengáis una camiseta de Ikusuki… ¿Estáis de acuerdo con lo que dice? ¿Os parece que las camisetas son de mala calidad?.

Por favor, sed sinceros.

Cada uno de los diseños que hemos sacado tiene una prenda distinta, elegimos siempre la que nos parece más adecuada para cada uno de entre todas las que hay disponibles. Está perfectamente claro que no podemos gustar a todo el mundo, ni siquiera lo pretendemos, pero si que nos hemos preocupado porque las prendas sean de mejor calidad que otras marcas que nos hemos encontrado por ahí. Si alguien que tiene tanta experiencia manejando camisetas nos dice que esta en concreto es de mala calidad, entonces nos aseguraremos de revisarlo si reimprimimos ese modelo.

Sentimos que esta persona se haya llevado un mal trago por nosotros, y ya estamos buscando la forma de devolverle el dinero. Si hay algo que nunca hemos pretendido, de ninguna de las maneras, es timar a nadie.

Ni falta que nos hace.

Anda mira!


Si hay gente ahí en la pared que salen de un coche!


Un perro en monopatín y la tía que me ha pillao sacando la foto! glup!

Un disfraz de rena!

No hay ni Blas!

Un panda embelesao con los farolacos!!

El panda se ha zampao al gato sin boca!!! yatta!!!


Y aquí se lo ha zampao Godzilla!!! a ver si no le vemos más!!

Un restaurante que se llama Kura!! bendecirán el café?

Un tren con pantallaca ahí delante!! ¿pondrá «que voy, que voy!!»?

El perro de Héroes!, dale un boli que te pinta el futuro en un guau!

Un cartel del maratón de Tokyo!! Nos apuntamos? que no?, vale!

Pues si, total tampoco nos apuntamos al de este año y no pasó nada…

El político maravillas

Hoy creo que voy a ir a la oficina, que aunque puedo trabajar desde casa, llevo aquí encerrado bastantes días y me apetece salir y cambiar de aires. Ya no tengo fiebre, ni fiebruca o febrícula o como sea que la habéis llamado vosotros, así que creo que estaré bien.

¡¡ Muchas gracias por los ánimos,
sois mejor que una abuela !!

Vamos al lío: ¿os acordáis de que en época de elecciones saqué fotos a los carteles que pusieron en mi barrio? ¿Y os acordáis del último que saqué ahí?, bueno, os lo vuelvo a poner aquí para que hagáis memoria:

¡Ole qué gañanazo!

Pues es que resulta que el rascayú este suele estar en Shibuya montando algún circo, y la casualidad quiso que yo tuviese la cámara el otro día:

¿Ein? ¿ein? ¿cómo os habéis quedao? ¿os imagináis que a todos les da por lo mismo? anda que no iba a molar ir a ver mítines!!

El día después

«Es la primera vez que me ponen suero» le decía a la enfermera mientras ella contestaba «hai hai» y me acariciaba el pelo. Entonces supe que la cosa no iba muy bien.

Pero dejadme que os cuente la historia desde el principio: en el verano del 2001 estábamos Bea y yo viviendo en Nakano, a más o menos cuarenta minutos de donde vivo yo ahora y a unos cinco de Shinjuku. Hacía un par de días que tenía una tos que cada vez sonaba peor, pero aquél viernes en la oficina noté que tenía fiebre. Yo tengo mis teorías sobre mi mismo, que nadie se toma en serio pero que yo sé que son verdad, así que me da igual. Como la de que ya no me duele la cabeza de vez en cuando porque he dejado de beber café, o que ya no me duele el estómago porque he dejado de beber leche. No se si tendrán su base científica o no, pero a mi me funcionan y ya procuro no contarlas porque nadie se las cree y todo el mundo me vacila. En fin, seguro que a Edison le cayeron unas cuantas cuando contó de la bombilla esa.

Bueno, pues ese viernes que estaba delante del ordenador decidí levantarme y le dije a Natsuyo que tenía fiebre y que me iba a casa. Ella no dijo nada, aún sin ver termómetro alguno, pero bastante raro era el gaijin spanish este que le habían puesto al lado como para preguntar. Mi teoría se confirmó con el que compré en el combini, y esa misma tarde Takeshi, mi jefe, me acompañó al médico que decía que lo que tenía era una infección de garganta y que por eso tenía fiebre, que nada, que unas pastillacas y a dormir el fin de semana.

El caso es que era ya martes y la fiebre estaba más alta que nunca, con tiritonas y, según Bea, hasta delirios de los que yo no me acuerdo. Ahora que si me acordase tampoco serían delirios, digo yo… por lo visto le hablaba a mi madre y toda la pesca. Yo me moría de frío aún sudando, no era capaz de comer nada, pero esto era en pleno verano y Bea se asaba porque no le dejaba poner el aire acondicionado, aunque lo ponía a veces porque si no la que se iba a morir iba a ser ella, pero asada.

Así que nos fuimos al hospital de Nakano, directamente, y allí lo primero que hicieron fue ponerme suero. Y recuerdo especialmente ese momento, el de decirle a la enfermera, una señora japonesa de unos cincuenta y pico años, que nunca me habían puesto suero y ella me decía que si que si, que vale. La cosa es que yo hablaba en castellano, como si me fuese a entender, y ella me acariciaba el pelo dándome la razón y, con ella, la impresión de que estaba yo mucho peor de lo que pensaba, que ya era bastante.

Recuerdo estar sentado en una sala de espera, agarrando el chisme ese que sujeta el suero con mi mano derecha, como en las películas. Había un tío al lado mío que estaba peor que yo, o eso quería yo creer, que me hablaba en italiano y al que yo no entendía ni pepperoni. Me acuerdo de querer ir al baño, levantarme, andar dos o tres pasos y caerme al suelo mareado. Creo recordar que me sacaron sangre, aunque esto no lo tengo nada claro, y que Bea dice que me salvó la vida cuando se acabó el suero y cerró el gotero ese porque si no entraba aire en la vena o no se qué (gracias Bea, por si acaso).

El caso es que al de un par de días me empezaron a salir granos, y entonces fuimos otra vez al hospital y el espabilado del médico me diagnóstico «measles» que a mi me daba igual lo que significase, pero que por favor, que me curase. Y me dio más medicinas, ni se cuantas, creo que en cada toma me metía unas cinco pastillas de distintos colores: la de la fiebre, la que protegía el estómago, la que me protegía de mi mismo… vete tu a saber. Y cuando llegué y leí en el diccionario que tenía sarampión, ya es cuando me quedé flipao. Mi madre por fin dudó en que lo hubiese pasado de pequeño, que ya estaba claro que no, y fue extrañísimo ver mi cuerpo serrano de casi 25 años lleno de granos.

Bea me trajo una casita como de bricolaje, de esas que te vienen todo palitos y los tienes que ir pegando hasta montarla entera. Me salió un experimento bastante curioso, aunque estoy seguro que sin fiebre hubiese quedado igual de mal… aunque es la excusa que puse. Y entre pegar y despegar, por fin se me quitaron la fiebre, los granos y tenía hasta hambre, aunque tengo que reconocer que de vez en cuando sigo delirando en voz alta, no os asustéis, si eso decidme «hai hai» y acariciadme el pelo, que se me pasarán.

Así que llegó el lunes, pero yo decidí que no iba a ir a la oficina, sino que me escaqueaba y me fui a dar una vuelta por Shinjuku. Iba con una sonrisa en la boca, porque las había pasado muy chungas las dos semanas anteriores, y de verdad que era muy feliz de poder salir a la calle otra vez. Andaba muy rápido, como queriendo ver todo antes, adelanté a unos extranjeros y cuando les llevaba un par de metros de ventaja me pareció oirles hablar en castellano. Frené un poco, dejando que me alcanzasen, y entonces uno me habló:

Excuse me, do you know how to go to the metropolitan building? (acentazo)
¿Vosotros de donde sois chatos?
Coño!!, de España
Jaja, yo también, anda que no se os nota. Yo soy de Zalla, un pueblo de cerca de Bilbao
Jodé, nosotros somos de Bilbao también!! Y de Zalla conocemos a Fernando Caldera, ¿le conoces?
Claro que le conozco, fuimos al instituto juntos, que juega super bien al tenis
Si si, jodé que casualidad! pues es que te hemos visto que llevabas una bolsa, y hemos pensado «este tío controla de aquí, que ya se atreve a hacer compras y todo»
Jajaja, pues llevo unos cinco meses viviendo. Mira, estamos super cerca del edificio al que queréis subir, os acompaño a la entrada. Con el día que hace hoy, igual hasta podéis ver el Fuji y todo.

Después nos despedimos, y muchos meses después me encontré con Fernando en un bar en Zalla y le conté la anécdota. Curiosamente uno de los chicos estaba esa noche allí y aunque no me acordaba de su cara, nos estuvimos echando unas risas acordándonos de todo el lío, pobres, tuvieron que aguantar la aventura del abuelo cebolleta y su sarampión en Tokyo.

Todo esto viene a que desde el viernes he estado albardado en el futón con fiebre, pasando una gripe asquerosísima. Llevo cuatro días mareado, sin ganas de comer, tosiendo… en fin, para qué entrar en detalles. Y hoy me he levantado fresco, curado, así que he decidido que tampoco voy a la oficina y me voy a ir en un rato a Shibuya a dar una vuelta y a disfrutar de este día tan bonito que ha salido. Y si hoy también me encuentro a algún paisano, entonces ya podéis iros preparando, porque publicaré el libro con mis teorías que revolucionarán al mundo.

No tengo claro si esto es fiebre o no, pero yo me encuentro mucho mejor. Así que hasta luego!

Fernando, donde quiera que estés, un abrazo enorme.

De amigos y tomodachis

Parece que fue el mes pasado cuando nuestro jefe nos anunció que íbamos a tener un nuevo compañero para el departamento de ventas. Decía que era enorme, pero la verdad es que no supimos cuanto hasta que le vimos.
Ese día apareció un tío de más de metro ochenta, y bastante más de ochenta kilos metidos en un traje en el que cabrían cuatro como yo en cada pernera.
Poco tardó en perder la timidez propia del que entra una empresa nueva, y al de nada ya estaba usando esa carcajada suya que nos contagiaba haciéndonos reir sin saber muy bien de qué.
Su japonés al teléfono, o en reuniones de trabajo, sonaba muy serio, muy formal, tanto que parecía una persona totalmente distinta. Es como si tuviese dos caras que ofrecer: la de hombre de negocios, más japonés que nadie con sus reverencias, su keigo, sus tarjetas y sus retahílas interminables al empezar y acabar las conversaciones. Y la otra, la del Akira bromista, campechano que siempre pide lo que más frito esté en el restaurante, ración grande por aquello de mantener la curva, y que nunca descansa en su empeño por buscarme novia importando bien poco lo que yo opine.
De esto hace, madre mía, más de un año y medio. En todo ese tiempo hemos compartido problemas, discutido, preparado reuniones importantes hasta tarde mano a mano en la oficina, y otras no tan importantes de camino al cliente en el tren. Me ha enseñado japonés, a veces del bueno, del útil y otras veces barbaridades sin yo saberlo hasta que lo he utilizado. Me ha contado detalles sobre la cultura japonesa, algunas yo creo que inventadas, y hasta fui a su boda en Yokohama.
Así que nos hemos hecho amigos, creo que es uno de los pocos de por aquí que son de verdad aunque esto el tiempo me lo dirá, como me lo está diciendo ahora de otros que también lo parecían.
Pues resulta que se va, que deja el trabajo… si yo tenía muy pocas razones para seguir yendo a la oficina, ahora la verdad es que tengo una menos. Y es una razón muy grande… grande en todos los sentidos. Esta misma tarde, dentro de dos horas y media, tenemos la despedida, la «oficial» con todos los de la empresa, por supuesto con «tabehodai» la barra libre de comida. Pero nosotros ya tenemos preparada la nuestra, donde nos reiremos y nos lo pasaremos también bien, aunque será más de verdad.
Casi siempre que he quedado con alguien después del trabajo, le he invitado y ha venido encantado. Y esto mismo pasó cuando quedamos para cenar en Shibuya con Neki , Andrés y sus amigos y Txaritxu que también se apuntó…. es de los pocos videos que tengo donde sale él, pero no puede ser más significativo de todas esas veces que me acompañó.

Un desfile en Asakusa

El mismo día que estuve en Shibamata, me dio por pasar por Asakusa a ver si encontraba alguna tienda que vendiesen matcha, y mira tu por donde que había allí una liada del copón de la baraja!. Era el día de la cultura, vamos, un lunes que era fiesta, y lo celebraron con un pedazo de desfile. Había muchísima, pero muchísima gente así que aunque saqué un montón de fotos, en la mayoría salen cabezones, vamos, que entendí perfectamente a Los no me pises que llevo chanclas cuando decían lo de que «yo no se si era verdad o es que aquello era un disfraz, pero tenía cabeza para dar y regalar!!»

En fin, yo he hecho una selección de las que han quedao más o menos bien para que os hagáis una idea de como fue el asunto:












Nota: hay una geisha que es un geisho, a ver si lo encontráis al gachó!

Shibamata

Esto que suena a Dexter cabreao, que «si-vá-mata», es un barriaco de Tokyo en el que estuve un día así de casualidad, y que fue chulo chulo. Pero primero tenéis que entender qué significa la palabreja «Shitamachi» que Ikusuki os lo explica fácil, como lo haría la vecina.

El Shitamachi este es la forma que tienen de llamar aquí a lo que antes eran los barrios del pueblo llano, vamos, del populacho donde estaba toda la vidilla interesante de las ciudades: tiendas, kabuki, el teatro tradicional, mercados… quicir, el intringulis chulo del lugar, como si fuese nuestro casco viejo. Y esto viene a cuento porque Shibamata, el sitio este que os vengo a contar, es un ejemplo del copón para entender de qué estamos hablando.

Uno sale de la estación y el shitamachimamiento ya se ve viendo desde el principio: todo casitas bajas, nada de edificios rascatronchos de esos, y ¡oh sorpresa! hay una estatua de un maromo ahí puesta a la que todo el mundo saca fotos. Se trata, ni más ni menos que de Torajiro Kuruma, que le conocen como «Tora san» y que era un actor super famoso del Japón de los años 70 que vivía aquí. Hay hasta un museo en su memoria, pero la verdad es que yo no entré porque a este hombre no le conocía y me daba perezaca.

Me acaban de dejar un comentario en el blog de El Correo, que me dicen esto:
«perdona que te corrija, Torajiro Kuruma era el personaje que, eso sí, nació y se crió en Shibamata, Katsushika, Tokyo como siempre dice en las películas.
El actor es Kiyoshi Atsumi actuó en las 48 películas realizadas del personaje Tora-san.
«. Así que ahí queda. (gracias Héctor!).

Yo había visto fotos de él antes de ir, y la verdad es que la estatua se le parece mucho. No como esas de los museos de cera que son horribles!

Anda que no estaban orgullosos aquí de Tora. ¿Pasará lo mismo cuando vuelva a Zalla? ¿estará mi cara puesta en la plaza del pueblo? jajaja, ni falta que hace!

Es un sitio pequeño: una calle rodeada de tiendas que lleva al templo Taishakuten que es más cuco que ni se. Lo bueno es que no hay tantísima gente como suele haber en lugares como Asakusa y así, con lo que me di un paseo bien chulo tomándome mi tiempo para otear las tienduquis sin empujones ni empujonas.

Así que pongámonos el sombrero, y tiremos para delante, que la cosa promete

La casa más alta tiene dos pisos en esta calle, es genial

En esa tienda vendían desde sombreros de Tora san, hasta figuras de cacas que brillaban en la oscuridad… las llamaré las cacabrillos!

Eso por no hablar de cómo olía el ramen que hacían aquí los maeses rameros

Y como final perfecto del paseito, aparece el templo que es muy muy, pero que muy cuco:

Aparece casi por sorpresa al doblar una esquinilla de la calle, puertacaaaa

Había unas chiquitas vestidas super guapas y todos sacándoles fotos, más guapas que ni sé

Incienso incienso, curamé, curamé que estoy muy mal de lo mío

A la pobre señora la seguí por todo el templo sacándole fotos…

Y eso que el día estuvo más bien furero, pero mira, me alegró la mañana la excursión

Me senté en una piedrilla y ahí estuve como media hora mirando a la gente, aisss (póngase un suspiro aquí)

Y esto es lo que hay… un sitio perfecto para alejarse de lo típicamente turístico y sentir un poco lo que era el Tokyo de los años catapún. Si queréis venir, tenéis que ir primero hasta Asakusa, coger la línea Oshiage Keisei hasta la estación Takasago y ahí cambiar a la línea Kanamachi Keisei hasta Shibamata. O si hace buen día, lo suyo es bajarse en Ueno y darse un paseo por al lado del río, que se tarda unos 20 minutos.


El principio de un sueño

Durante el tiempo que duró la visita de toda esa gente que se unió a la celebración del 30 aniversario de la federación SKIF de karate, las clases fueron mucho más amenas. En un mismo lugar se juntaron profesores reconocidos de todo el mundo, así que los anfitriones decidieron que fuesen los invitados los que impartiesen una parte de cada clase: empezaba Murakami sensei y después se repartían la batuta entre los profesores de Suecia, Chile, Irlanda, México…

El mismo deporte, el mismo arte enriquecido al ser enfocado desde ángulos totalmente distintos. Resultó curioso ver cómo alumnos japoneses veían sus esquemas totalmente rotos ante la innovación aportada por distintas formas de ver lo mismo. Recuerdo con especial cariño la clase del profesor de México que empezó la clase en japonés e intentó continuarla en inglés para que finalmente la fuerza de la costumbre quisiese que acabase hablando en castellano. «Vámonos» gritaba cada vez que empezaba a contar mientras el resto se miraban entre sí sin saber muy bien si levantar la pierna o estirar un brazo.

Pero no fue hasta que Murakami sensei pidió a los de Chile que recitasen el Dojo Kun en castellano cuando yo empecé a soñar. Literalmente significa «Reglas del dojo», del lugar de entrenamiento y son ni más ni menos que cinco frases que se repiten al final de la clase. Quiero creer que para tenerlas en cuenta por todos y cada uno de nosotros, aunque me da la sensación de que es más por tradición.

Los cuatro se pusieron enfrente de nosotros de rodillas, y primero lo dijeron en japonés. Después empezaron una a una su versión en castellano. Y con aquellas frases de fondo yo empecé a pensar que quizás no estaba allí de casualidad, que igual todo esto tiene un significado. Soñé que volvía a Japón de viaje dentro de unos años con mis alumnos más aventajados, y que visitaba a los que son ahora mis profesores y les invitaba a mi propio gimnasio de Bilbao para que impartiesen algún curso. Y que, al igual que pasa cuando van a Chile, tendría el honor de que se quedasen en mi casa, y quizás podría llevarles a beber txakolí a San Juan de Gaztelugatxe mientras recordamos tiempos de ahora, que entonces serán viejos y entrañables. Y quizás podamos compartir alguna noche que, además de secreta, será más especial por ser yo el anfitrión.

Así que persiguiendo mi sueño, que cada vez veo menos absurdo, me he esforzado el triple en cada clase desde entonces. Me he marcado el objetivo de aprender el máximo posible, no es que antes no tratase de hacerlo, sino que ahora es de otra manera. Es como si, aún actuando igual, hubiese cambiado mi forma de aprender, mi forma de mirar… porque he pasado a entender lo que realmente quiero.

Y sin saberlo, Fumitoshi Kanazawa dibujó una nube con forma de escalera al darme el certificado de Shodan. Y yo os juro que subiré por ella con toda mi alma hasta alcanzar ese sueño que ya ha descendido un poco aún siguiendo en el cielo…



Pescaditos para la ensalada

Hacía mucho que no probaba algún producto así raro que me llamase la atención, ¿será que me estoy acostumbrando?. Así que mientras vosotros estabáis a punto de cancelar la conexión a internet porque sin Ikusuki, pa qué tenerla, yo me iba al súpermercado a ver que veía.

Y me encontré con los pececillos para la ensalada:

Están como refritos con un poco de rebozao y te los venden como complemento de ensalada

Pero tengo que confesar que aunque los he comido muchas veces, no me acostumbro!

He comido peces enteros, y cuando digo enteros quiero decir con cabeza, ojos y cola, que te sirven rebozaos. Que los ojos son como los pone Hiro Nakamura cuando come eso que le da el africano, ahí todo blancos y aunque no veo el futuro, la verdad es que están buenos. Pero estos que son pequeñitos no me acaban de convencer… ¿será por la campaña aquella de los pezqueñines?