¿Te acuerdas?

109

Éramos los más salados de la escuela. La mejor clase que hubo jamás en Mimetiz, sin discusión. Caminábamos con la certeza altiva de quien cree que lo ha visto todo —aunque lo más lejos que fuimos fuese a Lloret de Mar de viaje de fin de curso. Mirábamos al resto por encima del hombro, lo que no era mucho decir en personitas que apenas rebasaban el metro, pero teníamos una baza imposible de igualar: nuestra profesora, Asun, era la maestra más grande de toda la provincia.

O eso nos parecía a nosotros.

Los recreos eran territorio sagrado. El patio, nuestro reino. Y en su centro, como un altar oculto, el agujero en el suelo junto a las escaleras que algún bedel sabio —o despistado— tuvo el acierto de no reparar jamás. Allí bajábamos armados con canicas como si fueran gemas preciosas. Txelis se traía rodamientos de acero de la fábrica de su padre y siempre acababa machacando las nuestras de cristal. Las pocas que conseguía salvar las llevaba siempre, más orgulloso que nadie, dentro de la bolsa de ganchillo que me hacía y rehacía mi madre a base de parches. Tanto era así que al final de cada curso no quedaba nada del hilo original pero los remaches aguantaban, y las canicas tintineaban, pero no se escurrían dentro de la maleta.

Algunos, diría que la mayoría, jugaban a fútbol aunque a mi siempre se me dio fatal. Tampoco tuve a nadie que me enseñase. Ahora, de mucho, pero mucho más mayor, tengo la sensación de que se me hubiese dado bien si me lo hubiese tomado en serio, pero claro, a esa edad uno necesita que alguien le tome en serio y apriete un poco las tuercas que bailan.

Descubrí demasiado tarde que se me daban bien muchos deportes. Si volviese a ser niño habría muchas cosas que haría de forma diferente como tomarme algunas mucho más a pecho y desde luego la mayoría muchísimo menos.

Pero aún así guardo un recuerdo inmenso de mi escuela y de mis compañeros de clase. Allí empezabas con una letra, la A en nuestro caso, y seguías con los mismos compañeros hasta que ya te ibas al instituto del pueblo de al lado. Más de media docena de años juntos, viviéndonos los cambios de voz, la pelusilla de debajo de la nariz, los granos de la frente. Y de mientras Begoña, la mejor profesora que he tenido yo jamás, nos enseñaba matemáticas y Don Primitivo se sacaba mocos detrás de un periódico mientras fingíamos que no le veíamos en las clases de manualidades entre rascar espejos y cortar ocumen.

Me hubiera gustado que me enseñaran cosas diferentes que todavía hoy no comprendo del todo. Que me dijesen cómo se vuelve a armar un corazón desbaratado. Que me contasen que los que me rodeaban en ese momento no iban a estar allí para siempre. Que me hubiesen hecho aprender que llorar no es rendirse, que a veces uno necesita regar el alma a base de lágrimas para poder seguir creciendo. Que entre los deberes, cada tarde, hubiera que escribirle un «te quiero» a mis padres, subrayar en fosforito los abrazos a los abuelos y jugar con Javi como si el tiempo fuese, como en realidad es, prestado.

Que en el examen de fin de curso se preguntase siempre si quise ese año más y mejor a los míos, si lo demostré más que el curso anterior. Y si no daba la nota, que no me dejasen hacerme mayor. Que me hicieran repetir de niño hasta aprenderme esa lección.

Hasta demostrarla con hechos. Hasta tatuármela en los días.

Hace no mucho supe que ya no estamos todos, que uno de los nuestros —compañero de pupitre, de tizas y borradores, de patio, de balonazos y escondites… de mi infancia entera— ya se fue para no volver.

Al ver su foto me quedé seco, fue algo tan inesperado, tan imposible que me ha costado semanas reaccionar.

El tiempo, que no parecía pasar tan rápido, de repente hizo acto de presencia dando un puñetazo en la mesa. Y después de la pena, de las lágrimas, a más de 15.000 kilómetros y tres décadas de distancia, volví de repente a las chocolatadas de después de Santa Águeda, a los disfraces de carnavales, al mercadillo de los miércoles, a los partidos en la plaza con porterías hechas con chaquetas y reglas que cambiaban cada dos goles.

Y no puedo más que sentirme profundamente afortunado de haber formado parte de aquella clase de los que fuimos a nacer en Zalla en 1976, cuando el mundo cabía en una bolsa de canicas de lo inmensamente pequeño que era.

Donde yo fui feliz la mayor parte del tiempo.

Ojalá nos volvamos a ver algún día.

 

 

6 comentarios en “¿Te acuerdas?

  1. Hola!
    Soy del 75, y será cosa de la edad, pero ya de un tiempo a esta parte… todo pasa más rápido, no mola, la verdad.
    Pero que podamos seguir experimentando, viviendo y divirtiéndonos de la mejor manera posible

    Un saludo!

  2. Pues mira, dentro de lo que cabe, la primera pérdida os ha llegado relativamente tarde. Yo soy de una generación más tardía, ya entrado los años 80, y cuando miro la foto de grupo de mi clase (en la que eramos 40 chaval@s) o la de la orla (algo menos de 80, entre los grupos A y B) hay 3 que sé que ya no están en este mundo (si falta alguno más ya no lo sé, porque no tengo contacto con la mayoría).

    El primero se fue con poco más de 20 años, en un accidente de helicóptero en Afganistán en el año 2005. Es un accidente lo bastante famoso como para tener su propia entrada en la Wikipedia, ya que se llevó por delante a 17 soldados españoles. Recuerdo por aquel entonces que me impacto profundamente, no solo por la edad que tenía(mos) ambos, apenas superada la veintena, si no porque en el periódico local publicaron una noticia hablando un poco de su vida y la verdad es que desconocía la mayoría de los detalles. A pesar de compartir aula durante casi una década, uno llega a conocer realmente a muy pocos de sus compañeros. Y eso que en este caso concreto incluso habíamos compartido habitación durante el viaje de fin de curso.

    Otros dos compañeros, que están en esa misma orla, murieron el año pasado, ninguno, como imaginaras, por las mal llamadas «causas naturales». Un infarto y un accidente respectivamente se llevaron a ambos.

    En fin, me ha llegado profundamente tu entrada, no solo por lo que cuentas, si no por como lo cuentas (que bien escribes, jodío) y porque nos lo estés contando en este formato, el de los blogs, que agoniza pero no termina de morir desde hace ya 12 años.

  3. Alguna vez, a mí también, me vienen a la cabeza recuerdos del colegio, de todo lo que hice, de todo lo que hubiera cambiado tras saber lo que hoy sé.

    Una gozada de post

  4. Pues no me he emocionado con tus recuerdos y me has hecho recordar los míos. Claro está que si volviéramos atrás haríamos diferente algunas cosas, pero piensa que somos como somos por lo que hicimos y vivimos. Al menos no me arrepiento de haber sido una cría pegajosa con su familia, de otras cosas sí, pero qué le vamos a hacer. Recuerdo con cariño a los profesores que hicieron que pensara y usará mejor la cabeza, qué suerte la mía de cruzarme en su camino!

  5. La verdad es que cuando te enteras de que se ha muerto alguien de tu clase o de tu colegio o instituto es un mazazo de los gordos, especialmente si te llevabas bien con esa persona.

    Al menos nos queda la memoria, que no es mucho, pero algo es.

    Un abrazo!

  6. Nostalgia y pérdida. A los que estamos cerca, alrededor o superados los 50, se acentúan estos sentimientos. Yo perdí a un hermano, con 18 años él y 15 yo. Un accidente de moto en aquella época que era otra y el casco era para cobardes….un brindis por aquellos que no están pero que permanecen con nosotros. Gran entrada, gran post!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

:cuner: :ikukeke: :ikurruku: :ikukuko: :ikurruke: :ikukin: :ikukuna: :parriba :pabajo :kiss: :sobader: :insomnier: :bostecer: :ungusto:
:D ;) :yahaaa: :bailongo: :felicianer: :desquiciao: :gusteresque: :descojoner: :vainas: :amosahi: :P :aquiii: :flowers: :paz: :P
:( :vergonzer: :feliciano: :menfadao: :asi-no: :fliper: :flipader: :llorera: :ikullorer: :pirao: :espabilacopon: :otiaya: :palizero: :ostiejas: :nunchakero: :siono: :romeo: :secretico: :posna: :gambiters: :coleguicas: :comillo: :olakease: :cocinicas: :arrozico: :linchamiento: :pirader:
:viejuno: :cebolleter: :pelao: :flipanderer: :rascatecler: :osleo: :rabincher: :pedocuete: :hecho: :wink: :noseyo: :trato: :blblbl: :disimuler: :gambi: :ahivalaotia: :peneke: :gustico: :pliebre: :copon: :gatostiable: :ikugracias: :bythesegao: :regulero: :ojetepalinvierno: :porsaquil: :partytime: :maremia: :censurer: :goku: :triki: :ikufantasma: :estudier: :chiqui: :tasmanier: :almohading: :yoda: :mierdacas: :foreveralone: