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Informativo matinal de Ángel Martín
El otro día después de ver uno de los informativos de Ángel Martín, pensé que estaría gracioso hacer uno versión Japón.
Pues ya llevo tres!
¡De momento me lo paso bastante bien!
Chibiko chan
Hubo muchos tipos de momentos antes del primer día de la escuela de Kota pero los peores vinieron después de la primera semana; y es que se entendió pronto que la escuela no es la guardería pero en otro lado y, hostia, resulta que de repente hay un pupitre del que uno no se puede levantar a destiempo y profesores que son más profesores todavía y deberes y horarios y normas, muchas normas.
Las mañanas, otrora plácidas cual aguas de piscina por abrir, se convirtieron de repente en el Mar Menor con ventisca. ¿Tu sabes de eso que te levantas habiendo dormido mal? En esos días debería estar legislado poder estar de mala hostia durante al menos un par de horas. Vamos, que si alguien te toca la huevada de 6 a 8, poder echarle un grito con la constitución en la mano sin repercusiones legales ni maritales. Bueno, pues añádele a ese estado encabronil a un chaval de 6 años quemando todos los cartuchos para no ir a la escuela desde primera legaña: empezando por fingir dolores de cabeza (o estómago según sea jueves o martes), hasta enfados, refunfunamientos y pejiguerías varias acabando, casi siempre, llorando agarrado a la pierna adulta más cercana implorando clemencia.
Joder, ni que fuese el de 1917 con la carta.
Además es que a la escuela tiene que ir solo porque no se nos permite a los padres que le acompañemos. Es parte de la movida cultural de aquí y a mí me parece bastante bien porque así espabila y además hay un montón de jubilados a esas horas al loro de que no pase nada, sobretodo en los pasos de cebra. También se turnan los padres para estar con la banderita, así que cuando me toque, ya haré informe de las caras de los chavales cuando vean a un Zalluco ahí gritándoles «¡¡¡cuidao coño!!!».
El caso es que las vueltas tampoco eran muy allá: la hora y media echapestil con sus «gakko kirai» y «gakko yada» no nos la ahorraba ni media docena de choco tamagos de Doraemon dados como ofrenda.
La hostia, qué drama todo. Y espérate a cuando toca ponerle a hacer los deberes. Sálvame deluxe.
Por ponerle contexto al asunto, dejadme contar que nos mudamos hará algo más de medio año. Es una especie de urbanización donde hay diversas casas unifamiliares, todas diferentes pero del mismo estilo y nosotros fuimos los primeros en llegar. Estuvimos solos tres meses y poco a poco se han ido vendiendo las casas de alrededor. La primera familia que vino tenía una hija de tres años menor que Kota, la siguiente vino con dos chavales pero también de edades diferentes por lo alto y por lo bajo. A la tercera vino la vencida y es que la hija tiene la misma edad que el Toscaner semijaponés que anida en mi refugio y resulta que han hecho buenas migas. Hemos, diría, porque nos llevamos bien con los padres y no es raro el día en que los críos se juntan en nuestra o en su casa para echar la tarde dando gritos.
Sabiendo del remolonamiento de Kota a las mañanas y viendo que su hija no tenía ni medio problema (pa que luego digan del sexo débil), decidió venir a buscarle para ir juntos. Así que a eso de las ocho, suena el timbre y el Kota sale ya con una sonrisa en la cara escopeteado por la puerta para ir con su nueva amiga encantado al cole. Además es que el cabrón se hace el chulito delante de ella… resultado: se acabaron los lloros y las mierdas mañaneras. Yo casi me santiguo cuando la veo venir por la ventana. Cásate con él, por Dios.
Pero al ir a clases diferentes, raro es que a la vuelta coincidan. Yo como curro desde casa, solía salir a la puerta de la calle a esperarle y ayudarle con la mochila, porque menudo mamotreto me lleva, que esa es otra, y así también intentar que no venga tan vinagres de la escuela; a ver si al saber que estoy ahí esperándole le animase un poquejo la vuelta…
Al de unos días, y en lo que estoy regando las plantas, escucho: «ese es mi padre, es español». Y veo que Kota viene con un amigo y está todo orgullo de presentarme (algún día habrá que hablar con él seriamente sobre esa presentación). Pasada la sorpresa inicial, le empieza a enseñar al nuevo colega la casa por fuera, la bici, el patinete… pasando de mi y de mi cuarentón culo.
– ¿Kota, hoy has venido con un amigo?, le pregunto, ¿cómo se llama?
– Ni idea, yo le llamo «Chibiko chan» (chibiko significa algo así como «enano»)
– Pero no le llames eso, hombre
– Na, si él se ríe, no le importa
– Bueno, pero no se lo llames, entérate de como se llama
Hoy Kota ya no vuelve solo prácticamente nunca. De hecho, ha enseñado a su «padre extranjero» ya a media escuela, solo les falta echarme cacahuetes y decirme «sit sit». Yo a veces ya ni salgo. Raro es el día que no aparece con cuatro o cinco chavales y se tiran un rato dando voces ahí en la puerta de casa. Y yo que me alegro, ojo.
Ayer, un buen rato después de la hora de volver de clase, llamaron a la puerta. Era Chibiko chan, o Kohei kun como se llama de verdad. Que no le abren en su casa, que llueve y hace frío y no sabe qué hacer y se le ocurrió venir donde «Diaz san». «Hostias, claro, entra, sube que Kota está arriba!!».
Y a Kota se le iluminó la cara. ¿Que formaron el apocalipsis en el rato que tardó la madre en venir a buscarle? efectivamente, el-pu-to-a-po-ca-lip-sis: todavía estoy buscando el mando de la Switch, a saber donde coño lo metieron.
¿Que Kota se ha echado colegas y va y viene todo contento de la escuela?.
Si.
¿Que se hace mayor? ¿que empieza a pasar de mi culo?
También.

