El campamento militar, día 1

Estoy convencido de que ciertas experiencias le cambian a uno. Lo cierto es que estamos siempre cambiando de alguna manera, pero yo sé que no soy el mismo después de haber vivido lo de este campamento, como tampoco lo era después de aquél de Karate, como tampoco lo seré cuando vuelva a Bilbao.

La idea de Sucuri, nuestro profesor de Capoeira, era juntar a los mayores para ir a Chiba a aprender técnicas que él sabe de lucha cuerpo a cuerpo y con cuchillos, a disparar con pistolas de bolas y poner todo eso en práctica en medio de un bosque perdido. Pero lo curioso es que se empezaron a apuntar niños también, y al final resulta que fueron mayoría con lo que nos juntamos 9 adultos y 23 niños de edades comprendidas entre los 5 y los 12. Así que la cosa cambió radicalmente, y nos convertimos en monitores de unos chavales encantadores que nos tuvieron a prueba durante dos días.

Yo admiro mucho a Sucuri, un señor que resultó ser americano al final y que montó dos dojos de Capoeira en medio de Tokyo hace un montón de años. Me gusta la idea de que un montón de niños japoneses vayan dos o tres veces a la semana a que un extranjero les enseñe algo de extranjeros sin que haya ni medio problema, porque todos juntos nos reímos del racismo que dicen que hay en este país, que seguro que lo habrá pero a mi me tienen sin cuidado esa minoría de necios.

Así que un grupo de nueve adultos, siete extranjeros y dos japoneses, fuimos monitores de veintitrés niños; nos encargamos de sacarles billete, de salir los últimos de los trenes asegurándonos que ninguna mochila se quedaba huérfana, de entretenerles las dos horas y pico que duró el viaje, y de verdad que yo disfruté como nunca con las risas y el cariño que ya nos estaban regalando al de una hora de conocernos. Y luego los japoneses son fríos y los niños son como robots, manda huevos lo que tengo que aguantar.

Total que para cuando llegamos al lugar, yo ya era amigo de la mitad de los chavales que no me dejaban parar entre que les dió por tocarme la nariz y las barbacas y decir mi nombre a coro: OSUKARU OSUKARU.

Una vez allí, bus de por medio, dejamos las mochilas en una cabaña de un árbol y nos fuimos de exploración, el sitio prometía: cabañas en los árboles, cuerdas y columpios montados, alguna que otra serpiente a la que no saqué foto porque salí corriendo… Y lo tenían montado de manera que todo funcionaba con paneles solares, ¡hasta un ofuro había!

Y empezamos el lío: nos fuimos con las pistolas y un par de escopetas de bolas al bosque y Sucuri nos estuvo enseñando a manejarlas, a movernos por entre los árboles, a patrullar en grupo, y allí nos dedicamos a practicar con unas latas. Después nos emparejamos y ya nos empezamos a pegar tiros unos a otros, que parece que no pero anda que no escuecen las bolitas esas!!! Yo en el segundo turno me subí a un árbol y gané al otro grupo, pero después me costó un huevo bajar, lo mismo estuve ahí subido diez minutos !!

La gente del campamento, de mientras, no quitaban ojo a los niños que tenían mucha libertad para hacer lo que quisieran por allí siempre y cuando no se metiesen por el bosque, y les estuvieron haciendo arcos de bambú y flechas para entretenerles. Ellos encantados entre las hamacas, los columbios y todo el campo que tenían por delante para correr y chillar hasta hartarse.

Así que entre pistolas, arcos, flechas y no parar en toda la tarde, nos acabó entrando un hambre del copón a todos. Había que preparar comida para unas cuarenta personas y se pusieron a cocinar arroz con curry… me hizo gracia que aquello era como un rice cooker a lo bestia, cuarenta vasos de arroz que lavar en un cancarro enorme!!

Con la chaqueta puesta, porque hacía biruji, nos reunimos alrededor del fuego y después de cenar y asegurarnos que los chavales estaban bien en su cabaña, alargamos la velada hasta que nos quedamos sin cervezas, y después un poco más hasta que nos quedamos sin nihonshu, y después un poco más hasta que nos quedamos sin canciones, y después un poco más hasta que nos quedamos sin borrachera, y después un poco más hasta que nos quedamos sin estrellas…

Una de ego

Hace tiempo que me venía rondando la idea por la cabeza, la de que sería bonito ir a Honmonji y sacar unas fotos allí con el traje de Karate aprovechando el maravilloso escenario que es ese magnífico lugar. Anda que me costó mucho convencer a Flapy cuando se vino a Tokyo el otro fin de semana, éste hombre se apunta hasta a tirarle a las latas con chimbera.

Aquí va una ración de ego, de orgullo, de autotaiko, porque éstas fotos algún día me recordarán la época aquella en la que viví una segunda adolescencia a mis treinta y tantos tratando de que los tantos no se me notasen tanto, las semanas en las que tres días eran de obligado peregrinaje a aquél lugar donde señores que salen en los libros de Karate eran mis profesores y me enseñaban a vivir horas y medias de poner tendones al rojo vivo manteniendo las neuronas frías, desmenuzando hasta el más pequeño detalle de movimientos repetidos desde hace ya más de década y media pero nunca aprendidos del todo.

Época en la que le eché coraje empezando desde cero, desde números rojos según qué se mire, y sin llegar nunca a ser realmente bueno en nada, me gané el derecho a ser tratado de igual a igual, a recibir broncas y alabanzas en el idioma que corresponde, con a una proporción de diez a una, como debe ser, sin condescendencias ni falsos halagos. Y a mucha honra, que el autoestima es intocable si se tienen las cosas claras.

Porque iba yo con mis ampollas antes que seguir sentado viéndolas venir. Porque me desayunaba la pereza, cuenco de arroz y sopa miso de por medio, y le echaba huevos a los atardeceres para apagar el despertador con agujetas y poder seguir sintiéndome vivo a rabiar sin creerme ni un ápice de eso que llaman suerte.

Porque son fotos de cuando era más joven a los treinta y tres que a los veinte.

Gracias David

Bid Kids Camp

Toma ya, entre el título y la foto que le ha puesto mi profe de Capoeira al evento, esto promete!

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Esto no tiene desperdicio, hombre, se trata de una especie de campamento militar al que nos vamos a ir este fin de semana en Chiba. Yo no me pierdo ni una gaita de éstas, que me lo paso como el enano que soy, además que seguro que hace más calor que en el entrenamiento del frío aquél.

La cosa va de dormir en una cabaña en un árbol y actividades en un bosque que incluye:

– Camuflaje
– Formaciones de ataque
– Métodos de transporte
– Cómo descansar
– Cómo cruzar áreas peligrosas
– Reacción a emboscadas
– Crear emboscadas
– Métodos de ocultación en la jungla – bosque
– Lucha con cuchillos
– Lucha con las manos vacías
– Neutralizar vigilantes

Espero que sea un poco más suave que lo de la peli aquella!!

Hombre, a mi todo esto de la guerra como que me da igual, pero todo lo que sea echarme unas risas haciendo ejercicio, bienvenido que es, y si además aprendo algo, mejor que mejor!!! El que se aburre es porque quiere!

Una siesta echaban mi mamá y mi papaaaa
mamá se dio la vuelta y le dijo a papaaaaaaa….

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¡Buen fin de semana, chavales!
:gustico: :nunchakero: :gustico:

Lo mío y de nadie más

Hay momentos de ésos que están señalados en el calendario de la ilusión, que se repiten de vez en cuando y que uno espera que lleguen con ganas, casi fantaseando con revivirlos. Si miramos para dentro, seguro que cada uno de nosotros sabe en qué latidos está echando más leña el corazón haciéndonos vivir de más equilibrando esas otras veces en que se vive de pasada.

Aquí va otra de mis teorías de filósofo de prestado, la de la importancia de lo mío y de nadie más.

Pasa mucho tiempo entremedias dejamos que la almohada descanse. Días enteros con los que pelearse antes de volver a cerrar los ojos entre sábanas. El destino, o el atino al tomar decisiones, nos habrá colocado donde estamos ahora y, elegidas o no, habrá una serie de personas que forman parte de nuestras vidas. Estará la familia, nuestra pareja, nuestros amigos… y los secundarios, como la chica de la tienda de la esquina o el jefe de estación de cuya voz de pito no logramos olvidarnos. La gran mayoría del tiempo haremos lo que se supone que tenemos que hacer en cada caso y cogeremos el coche, o montaremos en un tren que nos llevará hasta la oficina donde los de siempre nos esperarán donde siempre para hacer más o menos lo de siempre.

Claro que habrá novedades, menuda vida sería si de vez en cuando no hubiese algo distinto. Se cambia de trabajo, de casa, de pareja… la situación, la vida cambia pero siempre se vuelve a estabilizar, a enrutinar. Yo diría que al final, muchos momentos del día, si no son la mayoría, nos son robados de alguna manera. Hacemos lo que tenemos que hacer, haya o no ilusión de por medio. Las horas de oficina, por ser mayoría, están arriba del todo en la lista y eso que a mi me encanta mi trabajo.

Después hay otro tipo de momentos, están esos en los que realmente hacemos lo que queremos, o lo que nos dejan, pero con la gran diferencia de que elegimos nosotros. Al día no suele haber muchos de éstos debido a que no queda tiempo libre, aunque yo siempre he sabido encontrarlos. Ahora mismo no me cuadraría un día en el que sólo hubiese trabajado, por ejemplo, e insisto en que me gusta mi trabajo (insisto, y no porque me lea mi jefe, que el hombre no sabe castellano). Y muchos momentos de este tiempo de descuento, serán compartidos con la familia, con la pareja o con los amigos. Una película, un paseo, unas cervezas con sabor a libertad que en compañía son mejores…

Dependiendo de lo afortunados que seamos, llegará un día en que compartiremos vida con otra persona y quizás hasta tengamos hijos. Nuestra rutina ya no será sólo nuestra, sino que será compartida con todos los demás: habrá momentos de felicidad que serán más felices por ser entre más de uno, habrá problemas y habrá muchos momentos sin demasiada relevancia.

Pues aquí va mi teoría: todos necesitamos algo que sea sólo nuestro y de nadie más. Algo que nos guste, que nos llene, que nos rete a nosotros mismos para que peleemos, en solitario, por superarnos de cuando en cuando, algo que nos identifique y que nos haga sentirnos más vivos, más nosotros. Porque creo firmemente que de otra manera la balanza no estará equilibrada y acabará cayendo del lado que no se suponía que debía caer, por muy bien que parezca que estaban las cosas.

O eso me parece a mí.

Y últimamente me lo parece más después de saber que mi ex-jefe ha vuelto a tocar el piano ahora que ha cerrado la empresa, o que una amiga ha vuelto a escribir cuentos para niños ahora que le han echado del trabajo después de diez años. Los dos ya han buscado un nuevo trabajo, pero también se han reencontrado con lo que la rutina les quitó y que ahora ha vuelto a ser suyo e, importante, de nadie más. Aunque en estos dos casos se haya tenido que desmoronar mucho de lo demás para provocar que mirasen a los ojos del que sale en sus espejos a ver que faltaba, o quizás había faltado siempre en realidad.

Pues sí, lo nuestro que es nuestro y debe ser sólo nuestro. Porque luego, a parte, está todo lo demás que puede ser felizmente maravilloso o un completo desastre, pero por si acaso ahí está esa constante de felicidad que hará de múltiplo de lo bueno y de divisor de lo malo en la ecuación del paso de los años en los que la otra constante siempre es la del tiempo, y a esa no hay manera de contrarestarla.

O no, véte a saber… pero mira, el caso es que a mi me viene funcionando desde no sé cuando y me acabo de dar cuenta ahora que no podría tolerar que nada ni nadie me lo quitase porque me convertiría en una versión de mí mismo partida por la mitad. Y lo sé porque ya ha pasado.

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¡Anda mira!

¡Hay que ver!

Reabierto Tsukiji

Zalla no tiene playa,
mi vecino era bombero,
va hoy de caballa…

… el post regulero!
:regulero:

Pues si, que resulta que habían chapao el mercado del pescado de Tsukiji por dos semanas y es noticia porque lo acaban de reabrir al público otra vez desde el lunes. Yo, que no he estado todavía pero como es el post regulero me puedo tirar el moco hablando de lo que no sé a lo fantasmico, veo un poco así eso de que se metan una manada de turistas a tocar los tamagos en medio de un montón de gente que se ha pegao un madrugón del big-cup para trabajar. Imaginaos esto mismo en España… no queda ni un guiri sin apalear!!

Bueno, pues eso, que lo han reabierto pero aplicando la medida de que sólo entran las primeras 140 personas, que la cosa iba ya por los 500 diarios, y las puertas se abren a las cuatro y media de la mañana y se cierran sobre las cinco y cuarto. Habrá que ir un día de estos, aunque me parece a mi que como no hagan una sesión de tarde…

¿Habéis estado en el Tsukiji legañero?
¿la gente la liaba parda o se estaba quietecica?
¿fuiste de madrugón o de gambiter mode?

Fuente: Newsonjapan.com
Tiempo empleado: 10 minutos porque va con preguntas incitacomentarios del final y no se me ocurría ninguna al principio

La chica de Enoshima (III)

Continuación de La chica de Enoshima y La chica de Enoshima II


Con cierta sensación de vergüenza por la tos, dejé de fumar. Si alguna vez he tenido estilo en algo, desdeluego no ha sido fumando, y me alegro por ello; no es un hábito que quisiera tener, se nota que no sé y después de algunas caladas me reafirmo en no querer. Lo que no entiendo es porque de vez en cuando me apetecía tener que reincidir…

Las estrellas se habían ido a otra noche y el mar sólo sonaba. Pero a ella se la podía distinguir bien, la misma chica que hace unas horas asustaba gatos, ahora velaba olas en compañía de nadie. Como yo.

Alguien se le acercó. Era otra chica, una amiga que se sentó junto a ella durante un buen rato. El mismo rato que yo tardé en vaciar la última lata de cerveza que me quedaba sin abrir y calzarme de nuevo dispuesto a cortar el sueño con tijeras.

Como si nos hubiésemos puesto de acuerdo, nos levantamos los tres a la vez y empezamos a caminar en la misma dirección, y cuando yo estaba tirando las latas a los contenedores de la puerta de la tienda, ellas entraron dentro. Su amiga era más alta, con la piel más morena pero esa misma pinta de desaliño adrede, con el pelo de cualquier manera y vaqueros rotos colgando, como si no hubiese cintura ahí debajo que los sujetase.

De nuevo el escándalo; risas y gritos que venían desde la sección de alcohol de la tienda y se escuchaban desde fuera, y eso que sólo eran dos.

Así, de sopetón, me agobié. Me dí cuenta de que si no empezaba a coger trenes, iba a tener que estar allí sólo toda la noche y el plan de estar en el banco mirando al reloj cada diez minutos no me acababa de cuadrar, así que empecé, resignado, a andar hacia la estación. Malditas las ganas que tenía de irme.

Por el camino escuché música que venía desde el mar. En medio de la oscuridad, una serie de casetas iluminaban la playa a modo de refugio de los que, como yo, no teníamos muy claro eso de que las horas que quedaban tuviesen que ser para dormir.

Me acerqué y descubrí una especie de plaza artificial repleta de mesas y sillas de plástico rodeadas de restaurantes y bares improvisados con cuatro maderas y mucha pintura. En total no habría más de treinta personas que bebían y bailaban con Bob Marley que sonaba a todo volumen entre olores de carne asada, salitre y alcohol.

Una coronita en botella, con su limón, era bastante más prometedor que mi banco de jugar a fumador, así que allí me senté más que dispuesto a olvidarme de recordar.

Hellooooo -me dijo alguien más o menos sobre la segunda cerveza, y cuando me giré había tres chicos también con Coronitas que me sonreían tratando de entablar conversación.
Hi -contesté sorprendido
Are you alone? please, come with us -me dijo otro señalando un lugar un poco más apartado donde habían juntado dos mesas alrededor de las cuales habría como siete u ocho personas más
Ehh, I feel shy, really?
Yes yes, please come come !! we invite you

Y como andábamos parejos de borrachera, me fui con ellos.

Sin saber cómo, me encontré sentado en medio de un montón de personas que no dejaban de hacerme mil y una preguntas mientras se aseguraban de que hubiese siempre algo que comer y una Coronita con limón que vaciar entre puntos que siempre eran y seguido, nunca finales. Hablamos de chicas, españolas y japonesas, de idiomas, de chicas, japonesas y españolas, de trabajos, de ropa, de chicas, de culturas opuestas y costumbres que iban de la mano… y el caso es que me pareció que todos salimos ganando.

Como no me dejaban pagar, yo aprovechaba uno de cada dos de mis viajes al baño para pedir más comida y más bebida y hacer que la llevasen a las mesas sin que Miwa, la camarera de cuyo nombre me sigo acordando gracias a esa minifalda verde, dijese de dónde venían. Al volver de mi segundo o tercer viaje de los pactados y sentarme en mi silla de plástico ennegrecido, me dijeron, entre risas y palmas, que no se me ocurriese pagar ni un yen más, que yo era su invitado y que para la siguiente pagaría como todos, pero no esa noche. Y mientras yo jugaba a que me hacía el ofendido, vi que la chica de Enoshima y su amiga venían directas hacia nosotros con sus bolsas del combini, sus pelos distraídos y su griterío que hacía enmudecer al mismísimo Marley de los altavoces.

Aquí viene Mika, por fin -alcancé a entender, y un par de chicos fueron corriendo a ayudarles con las bolsas y darles la bienvenida
She is our friend, she is coming with snacks and shochu, do you know shochu? -me dijo uno de mis nuevos amigos
Yes, and I also know her, she was in Enoshima this afternoon and she scared my cat -dije yo mientras devolvía el guiño al destino.
She did what? -dijo sin hacerme demasiado caso
Hahaha, nothing nothing

Entonces nos presentaron, yo era «el extranjero de España al que le gustaban las japonesas porque hablaban muy dulce», entre otras muchas facetas mías que yo mismo desconocía, y ella era Mikachan.

Esa noche no pude retener más nombres. Estaba Miwa, mi camarera aliada de minifalda verde.

Y Mika, la chica de Enoshima.

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Concluye aquí…

Cementerio

Mira que paso tres noches a la semana por ahí cuando vuelvo de Karate pero no ha sido hasta hoy cuando se me ha ocurrido llevar un trípode y pararme a sacar fotos. He llegado a casa muerto de miedo entre los gatos que pasaban sin avisar y las tablas de las tumbas chocando entre sí por el viento, pero es que a quien se le ocurre meterse en medio de un cementerio por la noche…

Las he pasao canutas, ¡jodé que miedo!

Japan – The Strange Country

Hace unos dias un amigo me pasó el enlace a una animación sobre el Japón actual que me pareció chulísima. Está hecha por un diseñador japonés llamado Kenichi Tanaka como proyecto de final de su tesis, y estaba disponible en japonés y en inglés. Digo «estaba», porque la versión en inglés ya no lo está por alguna razón. A mi me pareció tan interesante y bien hecha que le escribí preguntándole si me dejaba traducirla al castellano, pero no me ha contestado, así que me he decidido a publicar la versión japonesa que creo que se entiende bastante bien aunque no se sepa japonés.

Actualizacion!! habemus vídeo en inglés gracias a Aran!

Ahí va la versión japonesa original:

Japan – The Strange Country (Japanese ver.) from Kenichi on Vimeo.

Gracias Sergio por el enlace!


Yo quería tener un amigo negro

De verdad que llegué a ilusionarme con esta idea.

Yo quería tener un amigo negro cuando era pequeño, pensaba que sería algo bonito: tener un amigo de otra raza que seguro que iba a ser igual que yo aún mientras todos parecían asumir que era distinto. Tenía esa ilusión, mira por donde, la de conocer a una persona negra, saber si sienten de otra forma, si son de otra manera.

Y no llegué a tener uno de verdad hasta que llegué a Tokyo: Eric, pero no fue como yo pensaba que iba a ser. Tenía la idea de que iba a ser algo extraordinario, algo de lo que fardar delante de los amigos. Pero no, fue el caso contrario, cuando llegué a la empresa, los «blancos» éramos minoría. Lo que son las cosas, tuve mi primer amigo negro en Japón, junto a japoneses, americanos y chinos. Además coincidió con la temporada en la que mi novia Eri era japonesa, era como si de repente ya no importase en absoluto eso de las razas o las nacionalidades… un Zalluco con novia de Nagano que era amigo de un chico senegalés que creció en Francia viviendo todos en Tokyo. Lo cierto es que siempre ha dado igual, por muchas historias que me montase yo con mi mente de pueblerino de kiosko en la plaza y pipas en un banco de madera al lado del frontón.

Aquella noche fue especialmente especial: después de una cena con la empresa nos acabamos quedando solos Eric, francés senegalés, Roxanna, canadiense de padres chinos, Akira, japonés de Yokohama, Eri, exiliada de Nagano, y yo de Zalla, el pueblo de unos diez mil habitantes de al lado de Bilbao. Y yo era el único de mi raza, el único blanquito, el resto eran asiáticos y africanos… y a mi me pareció bonito aunque no supe expresarlo por mucho que lo intenté cervezas mediante. Todos distintos y todos iguales, al fin y al cabo.

Compartíamos inglés, claro. Por fortuna, Akira y Eri habían pasado años en los Estados Unidos, con lo que destilaban acento y gramática frente a mi pronunciación de vídeos de Muzzy. Eric era y es negro, raro como él sólo porque es francés, pero negro, tal y como yo quería que alguno de mis amigos lo fuese en mis sueños de chaval de pueblo de jugar a canicas y bicis de cross de manguitos de velcro en el manillar.

El caso es que lo fui, su amigo, al menos durante año y medio llegamos a conectar, y lo cierto es que después del primer mes dejó de importar eso de tener la parte de arriba de las manos de otro tono o el grosor de los labios. Yo quería tener un amigo negro y conocí a Eric que daba igual de que color eran sus mejillas, como daba igual que Eri fuese japonesa y que Akira viniese de Yokohama. Supongo que tan igual daba como que yo vivía encima de la librería Pagazaurtundua apenas unos meses antes y que tuviese el doble de barba o dos veces mas larga la nariz.

Así que de repente, con 31 años, ya era amigo de un chico negro, de un chico japonés y mi novia era japonesa. Pero, cuidado, que resulta que todos hablábamos inglés más o menos, todos teníamos nuestros sueños por la noche y nuestras esperanzas de después del amanecer.

Yo quería tener un amigo negro.

Y lo tuve, y el color de sus muñecas, el grueso de sus labios, el contraste con las palmas de sus manos era tan irrelevante que me sentí el más tonto de los tontos del mundo.

Pero yo, de verdad, de corazón, quería tener un amigo negro.

Monte Takao en Golden Week

Subir al monte Takao en Golden Week es esto…

Ahora, que también es esto…

Vamos, que pasé un día bien chulo, aunque eso de tener que hacer cola durante prácticamente todo el camino hasta la cima me sigue pareciendo increíble. Y lo mismo si me descuido veo al OVNI ese que decían que se había visto por allí!

El monte Takao sigue molando aunque haya más gente que en el Tuenti por la noche!

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El Zeppelín

Me sigue flipando que de vez en cuando se vea un bicho de éstos por los cielos de Tokyo. El otro día estaba en los jardines Hamarikyu dando un paseo a lo tranquileta cuando pasó volando súper bajo, así que aproveché para sacarle fotos todo lo cerca que pude.

Luego me enteré que es que estaba aterrizando muy cerca de allí… me hubiera gustado ver como se posaba el mostrenco, si lo hacen a lo avión bajando poco a poco pero sin dejar de avanzar, o a lo helicóptero de arriba para abajo…

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Días extraños

Días en los que no hace ni frío ni calor, ni deja de hacer ambos, horas raras que parecen pasar sin ganas junto a otras que son segundos. Desde que trabajo desde casa, todos los días vienen con la misma cara, pero yo acepto el desafío de cambiársela haciendo trucos de magia a la rutina. Cambio horarios de Karate, de Capoeira, voy por las mañanas, trabajo por las noches y al revés o cocino cosas nuevas… todo con tal de que un día no sea igual que el anterior o me volveré loco aquí solo.

Japón está por la parte de fuera de las ventanas, anécdota irrelevante cuando uno está en su casa dándole a las teclas. Ya no hacen falta combinis, ni trenes con legañas, ni pañuelos de propaganda, ni ruidos de Pachinkos, nisiquiera cervezas de antes de volver porque ya no se sale, siempre se está aquí.

Raro es ya dar los buenos días a alguien en estos días raros donde no hay nadie.

Claro que tiene sus ventajas, sería tonto si no las viera y bobo si no las aprovechase. Hace mucho que no peleo contra el sueño delante del ordenador aparentando saber lo que estoy haciendo, si esto pasa, duermo, aquí mismo a un par de metros de la mesa, y me despierto fresco para seguir. Cada hora me levanto de la silla y preparo otra tetera, y hago algo de Karate delante de los espejos, o un poco de pesas, o trato de que me salga alguna voltereta nueva de Capoeira, es mi versión personal de «ir al café». Si en esto de programar se me complica algún problema más de la cuenta, me pongo el pantalón corto y un niki y me voy a correr por mi barrio, o hasta Honmonji y normalmente al volver veo la solución justo delante de mí.

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Ahorro dinero, mucho, en transporte y en comida, y además estoy comiendo mucho más sano: no hay visitas al combini a por comida prefabricada, hay visitas a mi nevera repleta de fruta o al cocedero de arroz siempre medio lleno, ahora mis tentempiés son cuencos de arroz y manzanas en vez de sandwiches o patatas fritas. Y no me dejo cerca de cuatrocientos yenes cada vez y mi cartera y mi cuerpo lo notan, y bastante.

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Pero también hay desventajas; la primera y más importante de todas es no ver a nadie en casi todo el día, hay veces que se siente triste que después del desayuno uno se plante ya en la mesa hasta bien entrada la tarde sin articular palabra. El sólo hecho de ir por las mañanas a la oficina ya tenía implícito el contacto humano… ya no hay miradas que se cruzan ni voces de fondo.

También he perdido el contacto con la actualidad: apenas veo la televisión, pero a nada que me acercaba al centro podía ver qué se estaba cociendo gracias, sobretodo, a los carteles de publicidad y a las televisiones del tren. Mis destinos entre semana no van más allá del supermercado y los dojos, y ambos están a menos de 15 minutos de mi casa así que ya no voy con la cámara de fotos en el bolsillo del pantalón porque no hay novedades que retratar y contar.

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Así que son días extraños. Días centrados en tres actividades sin apenas interferencias: trabajo, Karate y Capoeira.

Bien mirado, si hace unos años me hubiesen dicho que iba a vivir en un piso en Japón, que iba a trabajar programando desde casa, y que iba a poder ir todos los días, a veces incluso dos veces al día, a clases de Karate en uno de los lugares del mundo donde más saben del tema… no me lo habría creído. Y lo de Capoeira ni te cuento.

No dejan de ser horas como ajenas a mí que seguro que dejarán de serlo pronto y yo las echaré de menos porque, de mientras, me he puesto en la mejor forma de toda mi vida mientras que el trabajo sigue adelante quizás más rápido que cuando iba a la oficina.

No me quejo, no me quejo en absoluto, es cuestión de acostumbrarse. Pero sí que tengo un favor que pediros: si conocéis a alguna así como para mi que venga de vez en cuando a leerme un cuento…

Cambiando la pantalla del iPhone

Y yo que pensaba que el iPhone estaba hecho a prueba de bombas… se me ha caído cuarenta veces y nunca le ha pasado nada, a parte de rasguños, hasta una vez se me cayó de la bici y toda la pesca, pegó cuatro botes y todo, pero seguía funcionando… hasta hace un par de sábados cuando de repente la pantalla se puso blanca y ahí se quedó. El móvil parecía estar bien, sólo era la pantalla la que no fonaba porque yo seguía recibiendo llamadas y mensajes y así.

Lo resetee, lo restauré, lo llevé a la tienda de Apple donde me pedían 22.000 yenes por arreglarlo, lo llevé a la tienda de Softbank donde me decían que no me cambiaban la tarjeta SIM por una normal para usar con otro teléfono, que tenía que hacer un nuevo contrato… hasta que Rober y Guille me dijeron que no era tan raro eso de cambiarle la pantalla por tu cuenta, que había una web por ahí donde podías pedir los componentes y te decían cómo hacerlo. Pues de perdidos al river, pedí la pantalla, la cambié y funciona!!

Ahí va el vídeo de lo que hice:

Cambiándole la pantalla al iPhone 3G from ikusuki on Vimeo.

Hay un conector que me cargué antes de hacer el vídeo anterior cuando intenté abrirlo por mi cuenta sin seguir ninguna guía por ahí. Es el conector número 3, que tiene truco: se abre levantando una pequeña pestaña que hay, que yo no lo sabía y lo arranqué de cuajo. Ese conector es el del altavoz del teléfono y dos sensores: el de proximidad y el de luz. Resultado: no oigo la voz del que me llama por ahí, aunque he descubierto que si lo pongo en manos libres al mínimo de volumen es prácticamente lo mismo, la pantalla siempre tiene el máximo de brillo y no se apaga cuando la tengo cerca de la oreja. Tres chorradas con las que puedo vivir perfectamente hasta Agosto que se me acaba el contrato con Softbank y echaremos el ojo al nuevo modelo. Además si tenemos en cuenta que yo el teléfono lo uso aproximadamente un 5% para hablar, me ha salido redonda la jugada.

Así que si se os chusta la pantalla, no tengáis miedo en cambiarla por vuestra cuenta porque es una chorrada, lo único que hay que tener cuidado con el conector este que os digo, porque el resto es una tontería como un piano: quitar tornillos, desconectar cables, poner tornillos, conectar cables, y fuera!

Atiende McGyver!

El churro de té

Que aquí se bebe mucho té lo sabe hasta el que mira y no vé, porque ya en las máquinas expendedoras te topas con latas y botellas al lado de Cocacolases y Aquariuses. Y no hace falta irse hasta Yokohama pa comprobarlo, sin ir más lejos mira por donde que yo mismo me pimplo un café nada más levantarme, y luego al final del día me puedo haber calzado perfectamente diez tazas de té verde, sin exagerar ni un poquito así ni ná.

Pues el caso es que me pasé, todo frondoso como soy yo, por el todo a cien el otro día y descubrí…

¡¡ El churró de té !!
:ahivalaotia:

Pasemos, sin más dilación, al producto en cuestión:

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¿Qué hemos entendido hasta aquí, mis queridos ikulectores?, pues yo que soy muy mío pa mis cosas he pillao que te vienen unos churros de té pensados para que en vez de hacerte una tacica pequeñica, te casques una botellaca de té de dos litros del tirón. Que yo pensaba que ponte a hervir dos litros de agua para echarlos luego ahí en la botella de Solares reciclada, pero es que resulta que lo que te sugieren es que lo hagas con agua fría pero que dejes reposar con el churro dentro dos horas. A este acto lo llamaré reposachurrimiento bihorario.

Pues eso hicimos, faltaría más, eso hicimos.

Veáse la evolución cromática del líquido elemento en relación al espacio temporal a lo Emet Brown:

Efectivamente, aquello se tornó verde que te quiero verde, y el caso es que estaba muy bueno y muy fresquito que daba gloria bebérselo, eso sí, extrayendo el churro de té antes que sino estamos arreglados.

Y mira tú lo que son las costumbres, que a partir de ahora se me hace imprescindible tener una botella techurrera dentro de la nevera para ir enfocando el verano como se merece, que no todo van a ser Asahises y Kirinises por muy farruco que se ponga el zordor. Y ojo que por veinte duricos te vienen tres churros!! tienes té ahí para toda la vida ya!!

¡¡Recuerda!!

… al todo a cien habrías entrado en vano de no haber ido …

… de la mano con Toscano !!
:gustico:


Otros paseicos Toscaniles…
Las fundas de plátano
Invento para cargar el iPod con pilas por 300 yenes
Los imanes y las ventosas

Natto con miel

Si tuviera un caballo, lo llevaría al abrevadero, pero como no lo tengo…

¡¡ va post regulero !!
:regulero:

¿Os acordáis del cancarro de natto que me zampé ahí en vivo y en directo?, bueno en realidad me zampé dos, y otro que va a caer en cuanto acabe de escribir esto. Pues el caso es que en la tele el otro día lo mezclaron con miel porque decían que estaba muy bueno, pero se forma ahí una pastaca babil digna de asfaltar calles:

Al final la tía dice que sabe a «natto dulce», ese nuevo sabor lo tengo que probar yo… prometo ikuvídeo!!! pero eso será la semana que viene, que el post regulero de hoy ya está finiquitao.

Fuente: Japan Probe (el blog sobre Japón que como lo cierren, cierran cincuenta más)
Tiempo estimado: 5 minutejos (empleados en su mayoría en pensar la chorrada del primer párrafo)

¡¡ Buen fin de semana !!
:gambi: :vainas: :gambiters: :vainas: :gambi:

Alter ego

Dice el blog del Jordi Hurtado que álter ego es:

Persona real o ficticia en quien se reconoce, identifica o ve un trasunto de otra

Si tenemos en cuenta que trasunto por lo visto significa algo así como imitar, más o menos se ajusta a lo que yo creía… vamos a ver si soy capaz de explicarme.

Cuando yo andaba por segundo de BUP decidí apuntarme a Karate más que nada porque no había muchas actividades más que se podían hacer en mi pueblo. Pasó un poco lo mismo que me estaba pasando en Capoeira: de no tener ni idea, de ser más torpe que Mr. Bean con zapatos de tacón, alcancé mi primer punto de inflexión a base de tesón y a partir de ahí llegaron todos los demás. Hay cosas que nunca llegué a poder hacer, y otras que dominé sin problema, pero siempre tengo presente que el primer año fui un patán como lo es absolutamente todo el mundo que empieza algo.

Había dos clases; a partir de las ocho de la tarde se juntaban los mayores, pero una hora antes estábamos nosotros que no éramos críos pero tampoco grandes del todo. El caso es que con el paso de los años hicimos un grupo con los habituales e incluso quedábamos los sábados por la mañana para entrenar por nuestra cuenta, aunque lo cierto es que siempre acabábamos haciendo el tonto pegándonos entre nosotros. Yo aguanté en esa clase muchos años, me resistí mucho a pasarme a la de los mayores pero no era porque éstos me diesen miedo, sino porque en la de las siete había encontrado a mi álter ego: Dani, el que es uno de mis mejores amigos, era un compañero-rival, alguien que aún teniendo los dos más o menos el mismo nivel, siempre me ganaba en las competiciones o siempre se sabía un kata más. Era el que me obligaba a esforzarme, a espabilar, a superarme con ganas para que no me superase él a mí. Con los años acabamos pasándonos los dos a la clase de los mayores y la cosa continuó: compañeros de Karate, rivales en el tatami, amigos siempre.

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Bien, pues resulta que aquí ya me he buscado inconscientemente mis álter ego en Capoeira y Karate. Sin quererlo, ya he fichado a las personas que creo que tienen el mismo nivel que yo y con las que compito cada minuto de las clases que coincidimos por hacerlo mejor que ellas. En Capoeira está el chico negro que hace mejor que yo las volteretas, pero que no es capaz de pegar patadas en condiciones, pues ahí estoy yo haciendo siempre una voltereta más que él hasta ponerme a su nivel. En Karate está el chico japonés que no tiene apenas fondo, pero que se sabe todas y cada una de las técnicas de kumite que yo me estoy intentando aprender desde hace tiempo. Ayer coincidió que en la clase hicimos esas mismas técnicas, y yo seguía sin sabérmelas mientras que él las hizo perfectas, pero también hicimos combate y yo le gané porque él no podía con su alma. Se podía notar en el ambiente el coraje que uno u otro ponía en según que situación por alcanzar el nivel del contrario.

Así que mi teoría del álter ego es que es imprescindible saber elegir a la persona con la que medirse en lo que hacemos, para saber si lo estamos haciendo bien, para evolucionar al ritmo que marcamos los dos gracias a esa sana rivalidad nunca confesada, para que cada gota de sudor brote con un objetivo concreto cada vez y seguir aprendiendo con rabia el uno por culpa del otro.

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La chupabolsa de la belleza

¿Os acordáis de las chupabolsas? es un término acuñado por Txaritxu con maestría y coherencia que hace referencia al envase de plásticoaluminio raro de pitorro con rosca en cuyo interior hay productos fácilmente digeribles como gelatina, yogur e incluso sopas y hasta Aquarius congelados he llegado a ver.

Yo después de las clases de Karate o Capoeira me suelo chupar una chupabolsa de proteinas como ésta que me la he calzao en un chups no hace ni cinco minuticos:

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Pero, oh amigos, hoy al lado resulta que había una chupabolsa de la be…

wait for it…

lleza!!!

¡¡ La chupabolsa de la belleza !!
:peneke: :copon: :ahivalaotia:

Yo que últimamente ando regulero y bajuno porque se me ha chustao el iphone…

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… me la he comprado y presto he iniciado el chuperreteo papopadentril sin mucha fé…

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… y oye que frondoso y que tierno me he puesto!!!!

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Además que las chupabolsas molan porque se quedan después hechas un truño arrugao ahí

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Hay que ver!

:peneke: