Escaparse…

…y soñar que volamos pero bien agarrados de la mano, así, más arriba, más cerquita de la luna canalla que sé yo que se calla todo lo que sabe que somos. Claro, tanto vigilarnos… escúchame lunera sinvergüenza, ¡como se lo cuentes a alguien!

¡Ven, ven, corre que sale ya! vamos a jugar a piratas y ya puedes tener cuidado que tengo pensado tirarme al abordaje de tu cintura que ha de ser mía antes de arribar a puerto. Cuento hasta tres y voy, que eres mi botín y no te me escapas, ¡por estas que no!

Unoooo….

Y caminar entrelazados entre piedras que arden y que ya ardían desde mucho antes de conocernos. Y avivarnos, el uno al otro, para que juntos por dentro quememos incluso más.

¿El resto? ¡que sigan mirando!

Volver plenos, sabiéndonos con todo pero como si nada, que no se entere nadie. Si acaso, yo iré mirando atrás de vez en cuando para no olvidar la fantasía en que se convierten mis horas contigo.

Oye, prométeme una vez más, pero en serio, esta vez si, de verdad, solo una vez más… lo de que no te me vas a quitar la sonrisa esa que me contagias, que te la vas a dejar puesta. ¡Si ya sabes cual!, esa que ponemos a medias, la que yo llevo tiempo sin poderme aguantar, la de sabernos tan vivos.

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Pero tan tan vivos…

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Funeral

Aquella misma noche me di cuenta de que solo tenía una camisa blanca, la que llevaba puesta, así que paré en una de las tiendas eternamente abiertas de Shibuya a comprar una segunda que llevar en el funeral. Por un momento creí contagiarme del ambiente del lugar y tuve absurdas tentaciones de dejarme llevar por la sombra de alguno de los rincones de esas calles que se saben muchas de las travesuras de mi alma.

Esa noche no me convenía en absoluto tentar a la luna asi que caminé, casi corrí, dirección a mi almohada en cuanto hube pagado la única prenda blanca que me acompañaría al día siguiente.

Me desperté tres o cuatro veces a pesar de no recordar pesadilla alguna y con esos mismos nervios por talante llegué a la misma sala del mismo templo donde solo estaban los familiares más cercanos. Esta vez no había mesas en el medio, sino filas de sillas dispuestas a cada lado de la estancia. Pocas, no más de veinte, lo que me hizo suponer que la ceremonia iba a ser igual de íntima que el velatorio de la noche anterior. El ataúd y el altar seguían en su sitio.

Después de presentar mis respetos, barrita de incienso mediante, me senté en una de las del lado derecho, tal y como se me indicó. Por lo visto estaba ya decidido por donde iba a sentarse cada uno.

No parecía pasar nada en bastante tiempo, aunque tengo la impresión de que no fue más de media hora la que permanecimos allí sentados mientras iban llegando más familiares que iban ocupando sus lugares después de los saludos pertinentes.

«Quiero que salgas tu también a rezar por mi padre» me dijo mi amiga, y sin saber muy bien que tendría que hacer le contesté que por supuesto. Le pedí que hablásemos en privado y ya en el pasillo saqué el sobre con los veintemil yenes que había preparado la noche anterior y que no acerté a escoger entonces el momento de entregar.

– No, por favor, en este funeral no hay dinero de por medio
– Perdona, no sé muy bien como se hacen las cosas aquí
– No te preocupes, normalmente siempre se entrega, pero nosotros no hemos querido hacerlo así. Mi papá siempre quería que viniese gente a mi casa, siempre quería invitar a todos y le gustaba poder ofrecer lo que tuviésemos. Jamás hubiese pedido dinero a cambio, hoy no puede ser una excepción, yo sé que él está feliz de que vengas a despedirle. Por favor, guardátelo. Gracias por tu buena intención, eso es mucho más que todo el dinero del mundo.

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Después de un rato más esperando, nos avisaron que llegaba el monje y se nos pidió que rezásemos en silencio con los ojos cerrados. Cuando los volvimos a abrir, un monje con el pelo rapado y gafas estaba ya en posición de seiza rezando cerca del ataúd. Llevaba un traje tradicional bastante colorido, una especie de rosario, un libro de rezos y algunas cosas más que no supe que eran.

Sin mediar palabra empezó una serie de cánticos siguiendo el libro que portaba, tocando el gong a veces y una especie de tambor de madera otras. No sabría decir cuanto duró aquello, pero si que fue bastante largo mientras nosotros mirábamos en silencio, quizás cerca de una hora en total.

Más o menos sobre la mitad, empezaron a salir los invitados de uno en uno en riguroso orden al centro de la sala mientras el monje seguía con sus cánticos. Hacían una reverencia a la foto del difunto, después a los familiares del lado opuesto y después a los suyos. Tres veces se coge incienso en polvo con los dedos de la mano derecha de un pequeño plato, se levanta a la altura de los ojos ofreciéndolo mirando a la foto del difunto y se deposita en el plato de la izquierda. Luego se reza en silencio con las dos palmas de la mano unidas para finalmente hacer otras tres reverencias, una a la foto del difunto, otra a los familiares del otro lado de la sala y otra a los del mismo lugar. Yo así lo hice también.

Se nos pidió rezar con los ojos cerrados de nuevo mientras el monje salía de la sala y después nos hicieron pasar a otra habitación mientras preparaban el paso siguiente. Cuando volvimos, habían retirado todas las sillas y el ataúd estaba en el medio abierto mostrando al difunto que estaba vestido con un antiguo kimono hecho a medida muchos años atrás, regalo de su mujer.

A continuación, personal del templo pasó con bandejas llenas de flores que todos cogimos y pusimos dentro del ataúd al lado de distintas partes del cuerpo. Habría cuatro tipos distintos de flores y al acabar, casi todo el cuerpo estaba rodeado de ellas. También se metió un paquete de fideos soba y una foto que creo recordar que era de la familia, pero no estoy seguro.

Era el último momento en el que se le iba a ver, así que todo el mundo se despidió de él. Me sorprendió ver que le tocaban la cara, la nariz, las manos y le hablaban con toda naturalidad, no había miedo, no había distancia con aquel cuerpo, sino calor, cercanía en todo momento.

En ese momento se nos pidió que cerrásemos el ataúd y todos debíamos ayudar a bajar la tapa, de manera que cuando se acabó de cerrar, todos teníamos al menos una mano encima. Después sólo los hombres esta vez portamos el ataud hasta el coche fúnebre que esperaba fuera al que escoltaríamos los invitados en un minibus hasta el crematorio. El monje nos acompañó en todo momento.

Allí hubo una pequeña ceremonia dirigida por el monje. Fue, sin duda, el momento más duro, ver como desaparecía el ataúd dentro del horno…

Después nos hicieron pasar a una sala adyacente a esperar. El ambiente cambió, era de nuevo distendido, no había un silencio rotundo ni sollozos, había conversaciones aquí y allá, incluso alguna que otra carcajada quizás nerviosa.

Cuando bajamos de nuevo cerca del horno, el señor del crematorio nos enseñó los huesos que estaban encima de una gran bandeja. Pasaba un imán por encima recogiendo pequeños restos metálicos, quizás de los botones del kimono. Después con unos palillos separó algunos, y fuimos pasando todos por delante para empezar con el Kotsuage. Entre dos personas se cogía uno de los huesos con los palillos de la bandeja y se depositaba en la urna funeraria, yo pude sentir el calor que todavía desprendían cuando me acerqué y me puse muy nervioso temiendo que se me fuese a caer aunque es algo difícil, puesto que cada hueso se coge con dos pares de palillos.

Cuando todos hubimos participado al menos una vez, el señor del crematorio nos fue mostrando uno a uno los huesos que había apartado al principio explicándonos de donde eran cada uno: la nuca, la mandíbula… hasta que llegamos al hueso hioides (舌骨), uno de los más importantes puesto que su forma se asemeja a un Buda sentado. Parece ser que los huesos apartados fueron los de la cabeza, para asegurar que acaban en la parte superior de la urna encima del resto.

Después vuelta al templo donde había preparado un gran banquete con comida de nuevo muy japonesa y mucha bebida.

«Mi padre siempre se ha sentido feliz comiendo y bebiendo con gente, siempre le ha gustado ver y disfrutar con otras personas. Por favor, pasemos un último buen rato junto con él y disfrutemos de la comida y la bebida».

Así lo hicimos. Sin dudarlo.

Velatorio

Por suerte, no me ha tocado asistir a muchos funerales en mi vida. El primero del que tengo recuerdo es el de un amigo de la adolescencia que se nos fué una noche y me costó horrores entender que no iba a volver a estar más mañanas sentado dos pupitres más allá. Ese año dejé de ser el que era, sin duda alguna, creo que la mayoría de aquella clase cambiamos para siempre.

Unos años después, me tocó perder a otra gran amistad que si bien últimamente no estaba tanto a mi lado, odié tener que despedirle, tanto, que fui incapaz de ir al funeral. Todavía hoy me arrepiento de no haber estado allí. Molesta el corazón a veces cuando uno se acuerda de días grises como aquél en que no se supo estar a la altura.

No recuerdo demasiado a los padres de mi madre, pero si a los de mi padre. Adoraba a mis abuelos; me gustaba ir a dormir a su casa y verles pelear a la manera esa de los abuelos, exagerando todo por las mayores tonterías: que si el café quema, que si la tele está muy alta… ahora sé que lo hacían para que me riese todavía más y ver de parte de quién me ponía. Sufrí mucho cuando se fueron y todavía hoy me descubro hablándole de ellos a quien vela mis sueños cuando las noches clarean.

El miércoles pasado se murió el padre de una de las personas más importantes de mi vida y tuve el gran privilegio de asistir a su funeral en un templo de algún lugar al noroeste de Tokyo.

Callando los tiriteos del shock inicial después del obligado pésame, me di cuenta de que no sabía prácticamente nada de la costumbre japonesa al respecto y pedí ayuda, una vez más, a quien sustenta la decisión de seguir aquí un tiempo más. Por razones que no contaré, ella lo tenía bastante claro: camisa blanca, traje, corbata y zapatos negros, un sobre especial con 20.000 yenes y mi nombre y dirección para entregar a la familia. Nada en concreto que decir más allá de lo que dicten los latidos mientras se sepa estar al lado en todo momento. El silencio es igual de bienvenido.

El viernes fue el velatorio en una sala del templo, de siete a nueve y media de la tarde. Me las ingenié para salir antes del trabajo con el traje ya puesto, y llegué sobre las ocho donde ya me estaban esperando desde hacía un rato. Sólo había familiares, unas veinte personas tirando por lo alto, y yo. Se sorprendieron la mayoría y ella les explicó nuestra amistad de tal manera que sólo alguien sin alma pudiese haber desaprobado mi presencia allí, yo contuve las lágrimas porque habría sido descortés que brotasen por mi en lugar de por el difunto.

Era una sala amplia dentro de un edificio adyacente al templo. Muchas mesas alineadas formaban una sola de unos cinco metros de largo repleta de platos de comida muy japonesa: una bandeja de sushi aquí, otra de sashimi allí, tempura y encurtidos entre innumerables pequeños platos para la salsa de soja. Las cantidades eran visiblemente abundantes para el número de personas allí presente. Tampoco faltaban las botellas de cerveza, con y sin alcohol, y de té verde y ulon.

El ataúd, de color blanco, estaba colocado perpendicular a la mesa con los pies hacia la derecha y dos pequeñas pestañas en la parte izquierda que permitían ver la faz del difunto sin necesidad de abrir la tapa. La pared más cercana, que era la del fondo, estaba totalmente cubierta de flores y en la parte superior, a modo de altar, había una foto del hombre presidiendo la estancia. Si bien la calidad de la foto no era buena, era, sin duda, una buena foto, de esas que te arrebatan una pequeña mueca amagando una sonrisa a pesar de las circunstancias.

A la izquierda del ataúd una mesa supletoria sujetaba un cuenco lleno de arroz con dos palillos hincados y un paquete de fideos soba. La mesa principal, con dos velas a cada lado, estaba situada en el centro separando el altar de la hilera de mesas de los invitados. Un gran recipiente con cenizas contenía incienso consumiéndose que iba siendo reemplazado a medida que más personas se acercaban a presentar sus respetos. Cogían una barra, la prendían con una de las velas y después de clavarla en la ceniza, rezaban en silencio juntando las dos manos durante no más de tres o cuatro segundos.

«Ven a ver a mi papá» me dijeron. Me acerqué al ataúd y vi a un hombre muy mayor con los ojos tan cerrados como mi brío en esos momentos. No me extrañó ver que llevaba el gorro de lana con el que se resguardaba del aire acondicionado del hospital y que era ya parte de él por siempre jamás. Dentro del cóctel de sensaciones que le instigan a uno cuando ve a una persona muerta, tengo que decir que sentí algo parecido a paz. Si, inspiraba paz sin duda alguna, más que tristeza.

Tan abrumado estaba que olvidé saludar al resto de familiares conocidos, que sólo eran tres, y así lo hice a mi manera, dando abrazos y besos sin querer acordarme de más protocolos que los que se sinceraban desde mi pecho. Dos de tres lloraron, yo no confesé ni una lágrima.

Por más que quisiese mantenerme serio, el ambiente no lo era. Allí se comía y se bebía mientras conversaciones se turnaban para alzarse unas sobre otras en ambos lados de la mesa. Apuré dos o tres vasos de cerveza entretanto me aferraba a mis escasos conocimientos de keigo tratando de contestar preguntas sobre mi vida tan lejos de los míos. La compostura se mantuvo sola a pesar del alcohol, y sólo se achicó en dos o tres ocasiones en que el sonido de sollozos ajenos se me quiso contagiar.

Entonces la hija del señor de la foto de cara amable habló para todos. Brindamos por él con un 献杯, kenpai, en oposición al kanpai de las celebraciones, y empezó a hablar sobre su padre. Fue un discurso largo del que entendí mucho más de lo esperado. Habló de su infancia, de la manera de ser de aquel hombre que prefería hacer a decir, pero que cuando hablaba se hacía escuchar. Rara vez escuché palabra alguna de su boca, aunque esto tenía más que ver con la fatiga de su edad que con personalidades y maneras. Mi mente viajó por el primer año en que vine a este país con la vida rota y como este señor, de rebote, tuvo tanto que ver en que se me volviese a aliñar de alegría.

Ella, finalmente, repasó sus dos o tres últimos años, sus últimos días y horas y nos agradeció a todos nuestra presencia con una reverencia que secundamos desde nuestros asientos. No perdió su risueña sonrisa en ningún momento, si acaso uno o dos tonos menos de brillo apenas.

Mas por no saber que hacer que por cualquier otro motivo, me quedé hasta el final mientras el resto se iban marchando hasta que nos quedamos los familiares directos y yo. Insisto en que fue todo un honor, y más todavía cuando esa misma noche fui invitado al funeral del día siguiente desde la ceremonia por la mañana hasta el crematorio.

Camino de mis sueños, peregriné entre andenes con una camisa blanca, una corbata negra y un alma a pleno fuelle henchida de sentir.

La entrega totorense

Buenas tardes aqui, noches alli,

Pues sin mas, que ayer me pase por los Bilbaos a por el Totoro y nos sacaron la foto de rigor y para alla que te la mando.

Me encanto el Totoro que es superblandito y con un pelo super suave, es genial. Quisimos invitar a Bea a un cafe, pero no pudo porque estaba rematando de preparar las cosas para irse de vacaciones. Pero estuvimos charlando un ratito con ella.

Y na mas, ya dejo de darte la murga XDDDD

¡Que murga ni murga!
¡¡¡ :gustico: !!!

:ikugracias: :ikugracias: :ikugracias: :ikugracias: :ikugracias: :ikugracias: :ungusto: :ikugracias: :ikugracias: :ikugracias: :ikugracias: :ikugracias: :ikugracias:

La clase de Paella

Mientras unos andan recomendando que la peña no venga a Japón que hay radiación hasta en la miso, nosotros aquí seguimos pasando un verano atamagantemente chulo ajenos al proceso de transformación en hombres binárdicos (según algunos, cuatrinárdicos desde hace un mes ya).

Ayer sin ir más lejos estuvimos en el rocódromo donde un tío raro nos sacó fotos porque andan buscando modelos para ropa deportiva, no os digo más en las que estamos metidos. Bueno si, diré que para celebrar que a pocas a pocas nos vamos puliendo todas las rutas rocodrómiles, nos fuimos a ponernos hasta el jarenore de carne al izakaya de siempre. EdanoBeef la llaman ya. The man, the legend.

Total, a lo que iba, que si sigo por aquí no voy por allá. El sábado, como estaba anunciado desde tiempos facebookriales, tuvo lugar el primer seminario gastronómico internacional intercultural interparedes:

¡¡ La paella del tío Txiki !!
:cocinicas:

Pero empecemos por el empiece para que dure más el post antes de que finalice por el final. El viernes por la noche me casqué tres tortillacas de patata como tres soles. Gracias a los callos que me han salido por ir al rocoplace, pelar tantas patatas no supuso ningún reto en absoluto.

El sábado por la mañana salí de casa cargado con cuatro botellas de vino, tres tortillas, un plato lleno de pintxos del libro del Arguiñano y una paellera a la espalda que parecía el duende tortuga en Benidorm. Fiel al espíritu Tosca, al salir del tren se rompió una de las bolsas de papel y la mitad de los pintxos se esparcieron por el suelo montando un cristo del copón, del copín y del copete en la Yamanote que recogí como pude mientras el tío que iba atrás del todo mantenía las puertas abiertas para que no me pillasen porque estaba en el medio…

¡¡ Tío saborío rancio calandrero
que me veías ahí pasándolas chungas con la paellera a la espalda
y no te dignaste a ayudarme ni un poco asín!!!!!
:otiaya:

En Ikebukuro esperaban ya el maese hacedor Txiki y sus tres fieles pinches: la Nere, el Guille y la Gami. Ya estamos todos, ya podéis decir lo que estáis pensando, venga va, desahogaros que sino no se ven las fotos a gusto:

¡¡¡¡ un manchego,
una gaditana,
un lorquiano
y un zalluco !!!!

enseñando a hacer paella valenciana…

¡¡¡¡ tócate los tamangueños !!!!

Bien. Ya pasooo ya pasooo.

Ala, ya estamos frescos. Pasemos a la puerta del lugar donde veremos que, por una vez, parece que la de Shiodome ha hecho algo correcto:

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Una vez dentro, lo primero fue presentar en condiciones los aperitivos pensados para ser deglutidos después de echar el arroz y el agua a las paellas. El Txiki trajo chorizaco e hizo pan del de hacer la trompetilla al panadero de enfrente y el Guille y la Nere se cascaron unas empanadillas de esas de comerse una y no poder parar hasta el mokuyobi que viene:

Después nos aseguramos que cada mesa tenía todos los ingredientes puestos en condiciones, hecho que constató uno de los dos del Nerelorco.com con una instantánea hecha en el momento instantáneo justo:

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Y ya empezamos con el lío arrocero. Txiki-sensei se encargó de explicar lo que íbamos a hacer a partir de entonces, y también contó amenas, entrañables a la par que próximas y cercanas historias suyas como el origen de la paella o los ingredientes que se suelen usar en España (incluyendo conejico para horreur y terreur de los aprendices allí presentes). Yo trataba de traducir como podía ayudándome de una chuleta que me curré dos semanas antes que hicimos un ensayo general enseñándole a Chiaki lo mismo (y menos mal!).

Me puse nervioso… los cinco primeros minutos, después yo creo que todo el mundo se descojonaba sobretodo cuando intentaba decir alguna palabra y como no me salía pues me ponía a explicarla. Por ejemplo, yo decía «la cosa esa blanca que sale cuando lavas el arroz y que vale para enderezar las corbatas» y todos contestaban «el almidón!!!».

Planeado, dicho y hecho el trecho: mientras el arroz se iba cocinando, empezamos a zampar lo que los senseis hispanos habían tenido a bien traer y he de decir que la bota de vino, la misma que llevé al Fuji y al Koyasan, allá donde va, triunfa (a mi ni puto caso, eso sí)

Llegados este punto, sé de buena tinta («de buena tinta» no te lo pierdas!! #cancamusaFlavour), que estáis todos deseosos de ver las tres pedazo de paellas que allí se cocinaron. Pues os vais a quedar con más ganas que ni sé porque entre pitos y flautas, cuando me dio por ponerme a sacar fotos allí no quedaba ná:

La del Txiki fue una inmensa idea, el rato que pasamos fue genial, la gente respondió mejor que bien y encima nos fuimos para casa con la tripa tonta y la risa llena. Txiki decía que se conformaba con que alguno de los que fueron al curso les diese por intentar hacer la paella en casa, ayer me contó que ya sabe de una que compró paellera y les cocinó una a sus padres que quedaron encantados. Si esto no es gustico del bueno, a ver que lo es.

Por mi parte diré que ya estoy esperando a la siguiente. Paella, pintxos, tortilla de patatas… importa bien poco en que pisto nos metamos mientras se haga entre Txikis, Guilles y Neres.

Si señor.

Ah! que aquí lo contó el Guille, y aquí el Txiki-sensei, no olvidarse de mirar, que por allí salgo más!! :D

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:ungusto:

La chica de la pena perpetua

«Yo quiero que vivamos juntos» fue todo lo que se le ocurrió decir cuando por fin fui capaz de atarle un nudo a mi alma para llorar sólo por dentro diciéndole adios.

Había momentos en que me encantaba estar con ella… como cuando sonreía porque no lo hacía jamás. Me tomaba cada uno de sus escasos atisbos de felicidad como recompensas, regalos de lujo, pan de días de hambre. Pero lo cierto es que casi siempre temblaba de frío al ver su faz eternamente triste y aunque siempre me lo negaba, sé que lloraba a veces en la soledad del cuarto de baño al amparo del sonido de la ducha. Era como si sus pupilas filtrasen cualquier indicio de júbilo que rara vez entraba en su interior condenando esos preciosos ojos a una pesadumbre perpetua imposible de abolir.

Estuvimos juntos un tiempo en el que yo saboreaba increíbles conversaciones entre dos almas de distinta raza pero con semejante manera de pensar. Pasábamos horas barnizándonos el uno al otro capas de costumbres y culturas hasta que los tonos acababan parejos o Tokyo se acababa durmiendo alrededor nuestro, lo que pasara antes.

Pero yo no podía con la culpa. Odiaba sentirme feliz ante quien parecía imposible que lo fuese, aborrecía tener que falsear melancolía. Me horrorizaba pensar que quizás, por aquello de la empatía, yo también podría acabar infestado de amargura sin saber muy bien porqué ni para qué se llora.

Así que antes de que los despertares juntos fuesen a más, decidí ser cobarde y no prolongar aquella semivida con la chica de la infinita tristeza. Paseamos por Yoyogi y ella me cogió de la mano multiplicando por cuatro los ya remordimientos por decirle lo que fuera que fuese que iba a decirle. Ella, sin estar radiante ni haberlo estado nunca, parecía tener más brillo en la mirada ese día, puede que cierta ilusión que yo iba a talar de raíz.

Me sentía miserable. Quizás era el inicio… hacía tiempo que no me pasaba.

Nos sentamos y le dije, todavía cogidos de la mano, que nunca había encontrado a una persona que pensara tan igual a como pensaba yo pero que sentíamos tan distinto que no me era posible seguir con ella. Le callé que no tenía fuerzas para combatir su implícita desdicha, que temía que me arrastrase con ella a una espiral de velos en la mirada y vacío en las entrañas.

Su gesto no cambió en absoluto cuando me contestó «pero yo quiero que vivamos juntos». El mío se desordenó.

«Pero bueno, que le vamos a hacer» dijo después con espantosa calma sin ni siquiera congelarme los ojos con esa mirada gélida hecha suya tiempo ha.

Me soltó la mano, se levantó y se fué.

En el momento en que desapareció de mi vista me derrumbé y lloré, de una vez, todas y cada una de las lágrimas que llevaba aguantándome desde hacía dos meses y tres días asegurándome bien de purgar toda pena que quedase diluida entre venas y arterias.

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Getty images

Me han aceptado como colaborador en Getty Images, esto viene a significar que después de que enviara un par de fotos mías, ellos se han remirao las que tengo en Flickr y han seleccionado unas cuantas que dicen que se pueden vender por ahí.

Me ha sorprendido las que han elegido, algunas no me las esperaba para nada!!

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Vistas desde Nokogiriyama, Chiba

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Vistas desde Nokogiriyama, Chiba

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El dinero del alquiler

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Examen de Kendo de Guille

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El fin de semana en el Koyasan

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El fin de semana en el Koyasan

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La subida al Fuji!

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Yo de mendizale en la subida al Fuji!!!!

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Puerta Torii en la subida al Fuji

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Un paisano bajando el Fuji

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Yozakura

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La del Yosakoi así como pa mi

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Una autofoto mía posando a lo triste!!!

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Koishikawa Korakuen

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Los niños de la guardería de Gotanda con los que me cruzaba siempre

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Una de tantas tardes en el Hasedera de Kamakura

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Un ramen en Kyoto

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Parte de la Tokyo family de excursión al Nokogiriyama

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Uno de tantos rincones de mi Honmonji del alma

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¡Mi padre y mi sobrina!

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Un monje del Fukugawa Matsuri

Jo majos, qué de recuerdos me ha traído ir buscando uno a uno los posts donde salían las fotos… madre mía…

:malico:

Totorofinalistas

Señores, la ikuencuesta con más votos de la historia ikuencuestil, llevamos con el nardo florido desde el martes pasao por lo menos. Pero pasemos a los datos, pasemos:

262 votos
:vainas:

Primer finalista con 66 votos:

A lo Spiderpig (Jorge)

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Segundo finalista con 59 votos:

Hasta el Macchu Picchu y más allá (Rosi)

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Tercer finalista con 35 votos:

La grulla Toledana (Raquel)

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¡Hablo con Bea y vuelvo!
:secretico:

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Notica: este no es el del concurso, este es el que tengo yo en casa pa hacer fotos chorras




Nokogiriyama

La frase de «El Buda más grande de Japón» tiene mucha guasa, pero mucha mucha porque yo ya conozco media docena, no te lo pierdas. El caso es que se le añade coletillas a la proclama y entonces no es mentira. Así tendremos el Buda más grande de Japón…

de piedra de pies

… de bronce al aire libre

… dentro de un edificio

Y el que nos ocupa esta vez que es el…

«…más troncho excavado en piedra»

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Todo empezó cuando el deslenguado despertador decidió no dejar ver los títulos de crédito de los sueños a eso de las cinco y media de la mañana de un sábado grisáceo y más bien feo. Con legaña en popa a toda vela aparecí en la estación de Shinagawa donde ya estaban la mayoría tratando de despertarse del todo. Viendo aquellas mochilas y aunque todavía aturdido por el madrugón, no pude evitar acordarme de aquél maravilloso fin de semana en el Koyasan… pura fantasía latir en tales lugares con semejantes almas. Por si se me vuelve a olvidar mentarlo en persona y les diese por pasarse por aquí: compadres, siempre es un gusto, el sitio es lo de menos.

Hora y pico de tren después aparecimos en Kurihama desde donde nos pusimos a andar hasta que llegamos de milagro a coger un ferry que salía ya rumbo a Hamakanaya, el punto desde el que empezar a subir. Podríamos haber ido en tren dando toda la vuelta hasta llegar a Chiba…


Ver mapa en gordo

… pero lo cierto es que el plan de montarse media hora en un barco era mucho más gusticable y daba la sensación de que íbamos a una isla en vez de simplemente saltarnos un charco. No veas la risa tonta que nos entró ya de buena mañana!!

Hamakanaya era un pequeño pueblo costero donde no había mucha pinta de haber nada más que cuatro abuelos, trece gatos y dos o tres cuervos a dieta. Aún así supimos encontrar un restaurante chino donde fondear antes de empezar la caminata. Estas cosas o se hacen bien o no se hacen y la tripa había que llevarla llena, y menos mal porque nos costó un rato encontrar por donde se subía… dimos un par de vuelticas antes de enfilar el camino correcto!

Después empezamos a subir por entre un bosque hasta que llegamos a unas paredes verticales de piedra que le dejaban a uno sin más aliento si cabe del escaso que nos quedaba después de tantas escaleras y cuestas. Aquello no parecía un típico paisaje japonés, era como estar dentro de un capítulo de Lost pero rodado en Tailandia o por ahí, yo anduve buscando a Ben para darle las ostias que se merece desde hace años, pero no hubo suerte…

Ya quedaba poco para llegar a la parte de arriba, lo cierto es que no teníamos muy claro qué nos íbamos a encontrar más allá del buda de piedra enorme famoso de la excursión. Así que cuando llegamos al mirador, nos quedamos sin palabras…

Un poco antes estaba el «Buda excavado en piedra más alto de Japón», que como estaba con la cosa del mirador, se me había pasado!!

Ya después de eso daba todo igual ya, aunque claro, el protagonista de la excursión debería ser el Buda gordo, así que tiramos a su encuentro escaleras para abajo. Cuando llegamos, nos encontramos con muy poca gente y una estatua enorme en una explanada en medio del bosque. Allí hicimos la segunda parada larga del día, degustando bien el lugar, que no se está en un sitio como ese todos los días.

En el templo se podían comprar unos pequeños budas con los que pedir un deseo dejándolos a modo de ofrenda allí mismo. Anda que no somos ambiciosos ni nada, menuda montaña había!!

Tocaba volver, pero hasta la vuelta era emocionante porque la íbamos a hacer en un teleférico que nos bajaba de la montaña en un titá. Justo cerca del buda grande, había un montón de estatuas en plan Budas aprendices. A mi me hizo gracia uno que parecía que se estaba autocomprobando el olor corporal mayormente…

Y lo dicho: teleférico, ferry, tren y filetón en Shibuya.

Un día inolvidable, y ya van unos cuantos, no se como voy a hacer yo para quedarme con todos. Madre mía que cicatero me pongo acordándome.

Weno, como dice Héctor: aquí hay que volver, y seguramente más de una vez.

Aquí más gustico sideral:

Ikuflickr
Set de Flickr de Carlos
Set de Flickr de Héctor
Post de Héctor
:gustico:

El lunes, votaciones

Dejamos hasta el fin de semana para que nos mandéis esa pedazo de fotos ikucamisetiles con la que os podéis llevar un Totoro de por lo menos cuarenta kilos.

Lo que haremos será crear una encuesta de esas online en la que todos podréis votar las que más os gusten y entre las tres finalistas decidiremos Beatriz y yo la más salada (y visto lo visto, creo que lo tendremos chungo, porque hay algunas muy chulas!).

Ahí van las últimas:

Aquí de que va este pisto
Las primes
Las segun
Las tercers

:ungusto:

La noche del terremoto

Entre otras muchas cosas, el día del terremoto y prácticamente todos los días durante las dos o tres semanas después recibí emails e incluso llamadas de medios de comunicación españoles. Daba vértigo, fue bastante flipante cómo se movieron para averiguar nuestros datos y lanzarse a pedirnos «cita» para entrevistas telefónicas, algunas en directo, donde con mayor o menor fortuna intentábamos contar lo que nosotros estábamos viviendo.

Yo hablé con Javi Nieves y Mar Amate al de una hora del terremoto por Skype, lo hice encantado y además sirvió, como bien dijo Javi, para tranquilizar a los míos. Mi hermano me escuchó precisamente por ellos, aunque fue gracias a Twitter que Telle, un amigo de Zalla de toda la vida, habló con mi madre y le dijo que aunque se había liado la de Dios es Cristo, que yo estaba bien.

Juas, ahora que lo pienso, creo que fue Jimeno el que me cogió el teléfono!

Me contactaron unos cuantos más y la verdad es que aunque no tenía el sobaco para bodas, no había manera de dormirse entre tanta réplica y finalmente me comprometí a grabar algún que otro vídeo para Antena3. Tuve total libertad, es decir: yo iba grabando vídeos con lo que se me ocurría y los subía a un FTP, ellos después los editaban y me iba enterando por amigos que me iban sacando en uno u otro lado junto a otros vídeos de otros paisanos. Siempre pasaba lo mismo: nada más verlos me quedaba como con la ilusión de que había salido en la tele, pero con sensación rara porque los cortaban y montaban a su antojo, cosa, por otra parte, totalmente comprensible.

Acabo de encontrarme hace un rato con éste de justo cuando volví a casa esa misma noche, y me ha hecho bastante gracia verme (menuda rapadaca me metí!!) y escucharme tratando de hacerme el salao cuando no he estado más acojonado en mi vida.

Y eso que de lo de Fukushima no tenía ni idea…

He seguido rebuscando en el ordenador y han ido apareciendo más de éstos, de los de Antena3. Yo me ponía ahí delante y descargaba todo el aluvión de informaciones contradictorias que nos iban llegando de uno y otro lado a base de no callar. A veces me emocionaba supongo que por la tensión de aquellos días, y entonces cortaba y mandaba el vídeo y la tele a la mierda pensando en que mejor estaría haciendo otras cosas…

Claro que estamos en Tokyo y a parte de los meneacos no pasó gran cosa, pero es curioso que hoy estemos aquí como si nada. Prácticamente no hay ningún terremoto y aunque todavía no está claro si va a llegar la electricidad para todos cuando haga un pelín más de calor, hacemos vida normal. De Fukushima llegan a veces noticias buenas y a veces malas, la mejor que nos podrían dar es que ya tienen todo controlado, pero parece que esto va a ir para muy largo. Yo, como desde el principio, me agobio lo justo, aunque conozco a más de uno que está aquí pasándolas putas pensando poco más o menos que el gobierno japonés oculta información vital del estilo de que estamos ya zampando comida contaminada. No me creo nada, aquí se están haciendo mil controles todos los días tanto por el gobierno como por empresas independientes… en fin que yo me fío y allá cuidaos los demás, para estar sospechando hasta de las lechugas del súper, me vuelvo a Zalla que estaré mejor.

Que cosas, parece que no haya pasado nunca, de verdad.

Hay que ver.

Este viernes cerramos plazo!

Que puedes decir todo parco ahí: ba, a mi que más me da un muñeco de peluchaco, déjame en paz ya…

¡Pues muy mal, copón!
:otiaya: :copon:

¿Te vas a perder la oportunidad de llevarte el único muñeco que está siempre Tó Toro y encima le ríen las gracias?

¿vas a ser tan gañán que no te vas a poder ni sacar una foto así en lo que vas?
¡deja de ser un sosongo calandracas y siente que tienes gracia por una vez en tu vida!
¡mándanos una fotica, hombre!

Con la ikuorigami…
¡gustico cósmico!
:gustico:

El lío moreno

Me dice un día el Chiqui:

yeha, que voy a alquilar un garito en Ikebukuro con cocinas y voy a dar un curso de cómo preparar paella, que vive Dios si te animas

Después de entender que lo primero era el equivalente albaceteño al «buenos días» humano, me pienso el resto de la frase… exactamente medio segundo para contestar que me tiro de cabeza al lío moreno sin dudarlo ni un poco asín, y que me vaya diciendo para que puedo valer yo.

He de reconocer que de catorce cosas que me dice el Chiqui me creo tres y sospecho de dos, pero luego es que resulta que me envía un cartel ya hecho y toda la pesca, ojo Tosca que la cosa va en serio, vete preparando delantal:

cartel cocina.jpg

Dicho y hecho, se me ha asignado la noble tarea de traducir oriundo y noble albaceteño a japonés de chica de Shibuya con mi acento vasco de Arguiñano deslavao. Se me ha prometido un platico de arroz con su correspondiente pata de pollo… veremos si se cumple, lo que si que es seguro es que pasaré una gran tarde tolEdana entre grandes amigos tratando de hacer algo que me parece muy chulo. Quien sabe, lo mismo sienta precedentes y acabo de dar el primer paso del ambicioso paseo de dejar las teclas (sea por pinche o por actor, mecagüen!!)

A sus pies, Chiqui Sensei
:cocinicas:

Quepín quepán

Estaba entre churruscar el post del Beer Garden de Hooters en Odaiba o contar cosas mías y mira por donde que he decidido tener vergüenza. Os libráis (de momento, que dados los dos factores clave del post a plagiar es bastante probable que nos pasemos alguno por allí…).

Aquí va un puñao de momentos vividos más allá de la parte acá por éste, su servidor rascateclero:


La petición

Unos diez meses ya aquí, en la empresa actual. Lo cierto es que de haber empezado en este garito cuando llegué a Tokyo las cosas habrían sido bien distintas, pero eso es otro cantar y pa que va a andar uno con conjeturas a estas alturas.

He ganado mucho en estabilidad aunque también hay cosas malas: todavía me escuece eso de no poder ir a Karate tres veces a la semana como antes… ¡seguiremos revolviendo el asunto!

Total, casi un año delante del mismo ordenador rascando teclas. Sin tirarme el moco, he de decir que se me da bien, no me cuesta aprender cosas nuevas y prácticamente me meto en cualquier pisto sin demasiado problema. A pesar de todo, sigo pensando que no es el trabajo que quiero estar haciendo de aquí a 10 años.

Pero no me quejo porque he dado con una empresa que me gusta, donde se hacen las cosas con cabeza, no se cobra mal y lo que es años luz más importante: la gente es buena gente (quitando al tontainas del canadiense que es para ponerle de comer en un abrevadero aparte).

Está claro que nos ha unido bastante vivir cienmil terremotos, un tsunami y todo el estrés derivado de Fukushima, los sievereres, las vasijas y la madre que lo parió a todo. Siempre hemos sabido mantener la calma y ayudarnos los unos a los otros como una pequeña falsa familia que suple a la de verdad que está lejos en la mayoría de los casos. La empresa puso mucho de su parte con las reuniones diarias y el comité «de desastres» que se encargaba de filtrar y contrastar noticias antes de darnos una visión en condiciones de lo que estaba pasando.

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Últimamente ha habido cambios en los equipos y nos han quitado al tontoalastresycuarto parlapuñaos calandracas. Menudo cambio… ya no se le escucha a él solo en las reuniones semanales, ahora todos contamos un poco lo que estamos haciendo e incluso planeamos cenas entre nosotros al margen del resto de la empresa. Cenas como la del viernes, donde fuimos a un restaurante «deep chinese» de Ikebukuro a comer gusanos.

La noche transcurrió entre risas y cervezas, hasta que todos estábamos ya de una manera, digamos, diferente a como entramos. Allí estábamos descojonándonos de no me acuerdo que cuando de repente se hace el silencio y se me quedan todos mirando fijamente. Después de un par de codazos, empieza a hablar la chica del grupo:

– Estoo, Oskar, que llevamos tiempo queriendo pedirte algo…
– Otia, lo que sea, a ver, a ver
– Que es quee….
¡¡¡ Que nos enseñes el pecho !!!
-grita mi jefe

Yo me quedo picueter pensando en si habré entendido justo lo que me ha dicho… esto cuadraría más que se lo pidiesen a ella, ¿no?.

– ¿Que os enseñe el qué lo qué de qué?
– Que es que siempre andamos comentando la pelambrera esa que te asoma cuando llevas camisa y estamos flipaos, que eso hay que verlo

Les miro uno a uno: es cierto que soy el único blancuzco del equipo, el resto son filipinos, japoneses y chinos… les miro los brazos y allí no hay donde ponerse a la sombra, pero coño, ¿tanto doy yo el cante?.

– Que no hombre!!!! muchas cervezas más harían falta para eso!!!!
– Porfa porfa porfa porfa porfa
– Que no, copón!!!

Me voy al baño y al volver como el que no quiere la cosa empiezan otra conversación:

– Pues estábamos pensando en ir a un hanabi, Oskar, ¿te apuntas?
– Si si, claro, por supuesto!
– Pero hay que ir con yukata, ¿tienes yukata?, si no tienes te dejamos uno
– ¡¡¡QUE NO OS VOY A ENSEÑAR LA PECHERACA!!!!!
– jajajajajajaja, ¡¡¡¡soso!!!!

Odio los aeropuertos

Un gran amigo decía que probablemente eran lo mejor de sus viajes; los aeropuertos. Yo compartí uno con él no hace mucho porque tuvo el detalle de estar hasta el último momento con nosotros en lo que fue un día que recordaré siempre. Mientras embarcábamos, él se debió quedar por allí cazando instantes que le recordasen ratos pasados de esos que pican en la médula y pensó que quizás eran lo mejor de sus viajes.

Yo los odio. Odio los aeropuertos porque siento que me perdonan la vida en cada rincón. Odio que midan lo que pesan las ilusiones que elegí para cada uno de los míos y me miren mal si me paso un kilo o dos mientras en la primera curva de la cinta mecánica, la maleta se estrella con gran estruendo y mayor desprecio.

Me hierve la sangre cuando un policía me mete en una sala y abre mis pertenencias examinando cámaras de fotos llenas de lo que recordaré de los míos, mi ordenador con mis mentiras que sólo deberían ser mías, mi teléfono móvil derramado ya de llamadas perdidas y dos o tres encontradas… Aborrezco que me lo devuelva todo en mano sin tener la humanidad de siquiera disculparse con la mirada esperando que me vaya cuanto antes porque ahora molesto mientras lo vuelvo a meter todo en la bolsa y me agacho a recoger mi dignidad de debajo de su suela.

No soporto la idea de visados, de fronteras, de categorizar y clasificar seres humanos por cualquiera que sea el criterio. Odio que un documento con sellos sea más importante que la persona que lo porta, que me resuman en un número, en una referencia. Que me separen de ti allá donde vaya porque nacimos en sitios distintos y somos de segunda uno u otro según a donde lleguemos juntos.

Odio los aeropuertos.

Probablemente lo mejor de los aeropuertos sea salir de ellos, por tierra o por aire, pero lo más rápido que me dejen para volver a sentirme persona de nuevo cuanto antes.

A por el Totorossssss!!

Ahí vamos con las que tenía acumuladas y las que ya han empezado a llegar.

Oye!, oye!, ¿hacemos una cosa?, les voy poniendo títulos y luego cuando se cierre el plazo, votamos entre todos la mejor, decid que si, decid que si!!

:gustico:

¡¡ gustico sideral !!
:ungusto:
¡¡ más más !!

Ikugente

¿Habráse visto que estamos a miércoles y no he dicho ni mú todavía de la competición?,

:otiaya:

ごめぇ~ん buff, pero es que tengo el brazo que no puedo ni rascateclear… resulta que el domingo me tocó un rascayú que daba hostias como melonpanes, no me acertó ninguna pero al pararlas acabé con el brazo derecho para Hokkaido. Roto no está, pero tengo unos moretones que Dios tirita.

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Esta vez no vino nadie a quien dejarle la cámara así que no está grabado, pero os cuento que me eliminó el manatí este en la segunda ronda porque me acabé saliendo dos veces del tatami después de casi seis minutos de agónico combate. Estuve a punto de marcarle como siete veces, pero siempre me quedaba justo justo ahí… en fin, ojos puestos ya en el campeonato nacional que este año se vuelve a hacer en agosto en Yoyogi. A ver si hay suerte y llego entero, que últimamente estoy más azarrapastrao que ni sé entre unas cosas y otras!!

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¡Bueno, al lío!. Yo venía a contar que sigo moviendo hilos para poder hacer la transferencia a la Cruz Roja desde la cuenta del banco de Japón, resulta que después de presentarme en una oficina para que me volviesen a dar acceso al internet banking y firmar treinta papeles, me dicen que tardan dos semanas en habilitar el asunto de nuevo… tiene huevos. Podría ir directamente a un cajero y hacer la transferencia ya, pero yo quería grabar un vídeo para por lo menos daros las gracias por tantos pedidos y que se vea claramente que se hace… ¿me esperáis un poquito más? ya casi lo tengo, de verdad.

Y llevaba esperando a la transfe para poner en marcha el concurso en un post unificado (¡unificado!, ¡no te lo pierdas!, Toscadolfo Bécquer), pero ya no me espero más que a este paso las entradas se me convierten en halls. Os cuento la copla: aprovechando que me volví a Bilbao en la Golden Week, compré un pedazo de Totoro de peluche con la intención de sortearlo entre todas las personas que nos manden foto con alguna ikucamiseta a partir de ahora.

Ojo, que el bicho es grandecico ¿eh?, míralo que lozano:

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:gustico: :gustico: :gustico:

Ha habido gente que ya me ha mandado fotos, ¿podéis, por favor, volvérmelas a enviar a oskar@ikusuki.com?. Iré publicando todas de aquí a un mes, y después se elegirá la más original de entre todas que se llevará al bicho totorero que ya lo tiene Bea en Bilbao preparado para ser enviado donde sea menestereque.

A continuación, algunos ejemplos

(disclaimer: los artistas abajo posantes no entran en el concurso.
Todas las fotos son de Anthony Murax2)

¡¡ Las esperamos !!
:ikugracias: :ikugracias: :ikugracias:

Competición de Karate el domingo

Jodé, ya van unas cuantas!! Esta es otra de la ciudad de Oota, el mismo sitio donde me sonaron los mocos hace por lo menos un par de años.

Molaría que se viniese alguno para poder dejarle la cámara y que se grabe semejante evento ostierítico desastrofil, aunque siendo domingo por la mañana no se yo…

Weno, si a alguien le cuadra, que se pase por aquí sobre las doce:

Estadio de deportes de Oomori (大森スポーツセンター) , estación Heiwajima:


Ver mapa en gordo

¡¡ Buen finde bolanganil !!
:gustico: