Conversación de pelos

Chachos!! resulta que es que estaba yo pensando en que me gusta ser yo el que controle a mi rutina el máximo posible y que no sea al revés. Que es que mira, por ejemplo, ahora me toca irme tres estaciones más para allá a trabajar y todo es diferente: el horario, la gente, el sitio… así que yo lo que hago es tratar de aprovechar cada día para hacer mis cosas, que no sea solo el fin de semana cuando gane yo, sino siempre. Al fin y al cabo de siete días a la semana, cinco son de estos de tener que ir a un sitio porque no queda otra, ganan por mayoría así que hay que apropiárselos lo más que te dejen.

En Shibuya ya tenía todo 100% controlado y aquí después de un mes en el curro nuevo finalmente estoy consiguiendo robarle huecos a la vida de salaryman, por ejemplo: ya he encontrado un gimnasio que abre muy temprano al que voy antes de trabajar y ya tengo dos cafeterías localizadas en las que estudiar japonés en la hora de comer.

El viernes pasado completé el ciclo encontrando una peluquería que sustituyese a la de Shibuya y a la que solía ir de tarde en tarde a los mediodías y después me zampaba un sandwhich del combini a toda leche antes de volver al rascatecleo, eso sí: más bonico que un clavel con mi pelado nuevo. Por cierto que nadie me decía nada en la oficina, es una sensación rara que te cortes el pelo y no te digan nada, ¡sosongos!.

Total, venía yo aquí a narrar mi primer encuentro en la nueva peluquería de caballeros Toscanítica de la que ya soy fan absoluto.

Tu entras y te recibe un chico joven que por alguna jodida razón a mi me recuerda a Calamardo el de Bob Esponja, aunque el carácter de este hombre es muy cordial. Mira en la lista y ve que la bola de pelos extranjera esa no está apuntada, así que me hace pasar a una sala con un montón de revistas de modelos masculinos cada cual con un peinado distinto. Allí me dan un oshibori, la toallica húmeda, y me dicen que espere un rato. Yo me pongo a buscar el equivalente a las interviús propias del peluquero de mi pueblo para leer el equivalente a las noticias culturales (jaja, si si), pero lo que encuentro es una estantería repleta de mangas. Decido mirar por la ventana. Está diluviando, virgen santa que disparate es esto de la época de lluvias.

– Diaz saaaaaan -me llama alguien, y cuando miro me encuentro a un tipo con sombrero del que le cuelgan rizos hasta aproximadamente los hombros. Si aquí Tamariz va a ser mi estilista estamos arreglados, pienso yo -pasa para acá y siéntate ahí en aquella silla, chato
– ¿Qué hacemos hoy? -y yo me lo imagino con la baraja de cartas y tres dientes podridos
– Pues mira como explicándome voy a tener mucho peligro, me he traído una foto de más o menos como me corto yo siempre -y le enseño esta foto que tengo metida en el móvil a tales efectos peluqueroexplicantes:

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Tamariz la mira dos segundos, y dice ahaa, ahaaa, uhuuu, todo mientras me toquetea la cabeza con las dos manos arramplando de vez en cuando algún mechón de pelo y pegando tirones como comprobando si el matojo está pegado o algo.

– Ala, guárdate eso que empezamos, no vaya a ser que se te moje el cacharro -me dice en el tono amigable más coherente con su imagen que podría yo imaginar- venga, que te lavo la cabeza, pon aquí el melón
– No no, si yo solo quiero que me cortes y ya
– Que no hombre, que esto está pagado, vamos a ver: ¿tu de donde eres? -me pregunta mientras veo como el resto de los peluqueros levantan la cabeza de las cabezas que tienen entre manos y me miran extrañados como diciendo para si que tiene huevos aquí Casimiro.
– Pues yo vengo de las Iberias aquí donde me ves
– ¿Y allí no os lavan la cabeza?
– No sé, yo a Jesús el de mi pueblo le digo siempre que me corte solo
– Pues yo no soy Jesús, así que venga, pon el melón ahí おねがいします
– Vale vale, sin problema, si en realidad no pasa ná, es más vergüenza que otro poco -y le otorgo mi almendra para que disponga
– Vergüenza ni vergüenzo

El tío me lava la cabeza masajeando un buen rato y cuando vuelvo a levantar la sandía y me miro en el espejo tengo la cara del perrete chico al que le llevan toqueteando la papada toda la tarde, ¿sabéis cual, no?, esa que se te entrecierran los ojos y te da gustete hasta respirar, esa esa.

– Ala, ya estás niquelado. Vamos al corte, ¿te importa que te meta máquina?
– No no, tu mismo -ya de perdidos, 川へ
– Así que de España, ahí no he estado yo, pero no te creas que tengo muchas ganas de ir, ¿eh?, que allí fiuuu -y hace el gesto de que te guindan la cartera mientras silba
– Hombre, es un país muy bonito y la gente es muy maja, pero si que es verdad que hay que andar con ojo
– Esto en Japón no pasa, ¿eh?, ¿tu cuanto llevas?
– Yo ocho años y pico ya… tienes razón, en Japón no pasa nunca nada, bueno en Tokyo a mi una vez me desapareció la cartera en el tren y para mi que alguno se la quedó
– Si, pero yo por ejemplo ya me he quedado dormido por ahí en la calle después de salir de juerga y nunca me han robado nada… también es verdad que yo no debería contarte esto, jajaja
– Jajaja, anda que no. Pero bueno, vente para España algún día hombre, seguro que cambias de idea
– Bua, si tampoco es que sea por ganas, lo que pasa es que yo lo más lejos que he estado ha sido en Osaka. No he salido de Tokyo casi nunca, ni a Korea. Bueno, cualquiera va a Korea ahora con la que hay liada, ahí si que te la juegas por ser japonés. Y a China ni te cuento. Jodé, que de amigos tenemos
– Jajaja, un poco liada la cosa si que la tenéis, si, jajaja. Nosotros como mucho lo de Gibraltar, al final los líos los tenemos dentro. Bueno y los franchutes, claro, que vaya vecinos nos han ido a tocar.
– Jajaja, ¿no os lleváis bien?, pero si hacen unos croasanes que te mueres!. Ea, mira a ver como te queda el asunto -y me enseña con un par de espejos el reflejo del reflejo de mi inmensa cocorota
– Un poquillo más corto si me hace usted el favor
– Vamos ahí. Por cierto, ¿tu sabes leer japonés?, porque eso si que es un Cristo del copón
– Leo mucho ya, pero no todo ni de lejos
– Jodé, no me extraña. Yo muchas veces he pensado que menos mal que he nacido japonés y he mamado esto desde el principio que si me tocase empollarme esto porque si, sería imposible: que si el hiragana, desho?, que si el katakana, desho?, y luego ya los kanjis. Porque el katakana que es ahí recto más o menos es fácil, pero el hiragana con tanta curva y tanta historia… jodé madre mía, nihon ni umarete yokatta, hontoni!
– Bueno, pero mola el reto, quiero decir que es algo que te motiva y cuanto más vas pudiendo leer, más motivado todavía, está bien tener metas
– La mía es pasarme todos los Final Fantasy, jajaja
– Jajajaja
– ¿Qué tal así?
– Así perfecto, muchas gracias!!
– Yokatta yokatta! -se pone todo contento y yo me lo imagino haciendo el gesto de tocar el violín ñiaaaaa ñiaaaarann raaaaan

Salgo de allí con el pelo a lo «soft mohican» como lo ha llamado mi mago peluquero, abro el paraguas y parto descojonándome bajo la lluvia camino de casa. «Vuelve otra vez, por favor y seguimos hablando que tenemos muchas cosas pendientes».

Pos claro que vuelvo!!

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En los medios

Aprovechando la visita a Zalla acepté con mucha ilusión la propuesta que me hicieron de presentar el libro en la Biblioteca y esto trajo consigo que me hiciesen un par de entrevistas sobre como había sido la experiencia no solo de presentar Afinando un sueño, sino de haber vuelto con Chiaki y Kota.

Una fue en la revista que editan y publican en mi pueblo:

Y la otra en el Deia:

¡Quedaron bastante simpáticas!

Por cierto, casi no quedan libros ya y no van a salir nuevas ediciones… si queréis haceros con el vuestro, pedidlo cuanto antes por la web !!

:estudier:

El cambio de currele

La semana que viene hará ya un mes desde que empecé en la nueva empresa y creo que ya va siendo hora de reflexionar sobre el asunto. Hay que mirar atrás y darle al bolo, claro que si hombre: es bueno pensar despacico después de un tiempo porque resulta que cuando uno se enfrenta a cierto nivel de cambio en tu vida, no suele pasar que sea precisamente cómodo. Aunque he de decir que en temas laborales la cosa casi siempre ha ido para bien y de momento no hay razones para amargarse.

En primer lugar está la distancia: cinco kilómetros más en bici, lo que hace que tarde ya aproximadamente una hora en recorrer los 17km que separan la oficina de mi casa. Tengo que levantarme un poco más temprano, lo que por otra parte no me cuesta demasiado gracias a los KotaSponsoredMadrugators, pero esos kilómetros de más se han notado bastante en las piernas. Pensé en dejarlo a un par de días por semana, pero una mañana que llovió y lo cambié por el tren me tocó jamarme la Yamanote en plena hora punta… aquello fue una auténtica revelación: ni pa Dios iba yo a cambiar el rato de paseo bicicletero por el olor a ropero viejo de cinco millones de rascayús invadiendo mi espacio personal todos a la vez. La madre que los parió a todos, pensaremos precisamente todos.

El siguiente paso fue enfrentarme a esos cinco kilómetros de más transpiralmente hablando, porque me ha pillado la mudanza oficinera con un caloraco de espanto y llegar a la oficina con sendos compact disks decorando la sobaquina mora no creo yo que me vaya a favorecer a la hora de socializar con mis compañeros de la tecla y la uña. Vamos, que el desodorante por el kilómetro diez ya ha abdicado hace tres y el sucesor que queda es Pestuño Primero de Toscalandia. Así que antes de que me diesen el finiquito por ser el gorrináceo jabalín mayor del reino, encontré la solución pronto: un gimnasio pegado a la oficina, que en vez de ser de pesas típico como el de antes, aquí solo dan clases de crossfit de este moderno que la madre que lo parió veinte veces… te pegas unas palizas del copón bendito que solo falta que te chillen recluta patoso entre flexión y flexión… ¡¡pero hay duchas!! dos 鳥 de un tiro: sigo metiéndome caña para no perder la forma y cuando digo el ohayo por las mañanas tengo el idem bien perfumadico.

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Otro cambio, cualitativo de todas todas y sin precedentes en las empresas Toscanas habidas hasta el año de nuestro señor es el equipo de soporte de mi nueva empresa: unas diez o doce chicas veinteañeras que se llevan entre ellas de fábula y montan una escandalera acojonante a primera hora entre voces y risas. El Chiqui lo ha llamado efecto Cheerleader. Yo lo llamo bendición: de tener que aguantar al hombre mierda de la empresa anterior que tosía echando esputacos que limpiaba en un pañuelo de papel y tiraba allí mismo en su papelera, he pasado a ver a un regimiento de chiquitas que, angelicos míos, me vienen a trabajar con un salero y una ropica que no sé yo como irán entonces a la discoteca los sábados. Es que da gusto no solo verlas, sino oírlas provocándome una euforia euforiante que no tengo claro en que parte de mi cuerpo se acaba de manifestar más. Bendito día aquel que eché el curriculum, menudo gusterresque da empezar así la jornada laboral, anda que no se nota.

El siguiente cambio, o grupo de cambios, tiene que ver con el tipo de empresa. He salido de una donde había montado un sistema muy organizado de trabajo: teníamos dos reuniones al día, una para decir qué íbamos a hacer esa mañana y otra al acabar el día para contar lo que habíamos hecho en realidad. Teníamos tickets donde debíamos meter las horas empleadas en cada tipo de tarea, era casi más importante escribir tests que el código en si, también programábamos a veces entre dos y raro sería que tu código pasase a producción sin que alguien, normalmente el jefe de proyecto, le hubiese echado un ojo primero pidiéndote que mejorases tal o cual trozo. En definitiva: un montón de procedimientos y normas para tratar de evitar el máximo de errores posibles.

Resulta que llego aquí y me encuentro un par de carteles puestos por todos los lados de la oficina:

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Y lo siguiente que me dicen es que no podemos andar pensando en que el código vaya a subir perfecto porque para cuando lo hemos acabado, ya es tarde y ni siquiera sabemos si va a tener sentido lo que estamos desarrollando o no. Vamos: que subamos cuantas más cosas mejor, que probemos a cambiar muchas cosas en la web que ya habrá tiempo después de borrar lo que no guste y mejorar lo que si. Es un concepto totalmente distinto y, la verdad, no sé deciros con cual me quedaría yo… seguramente con este último porque es más real, más acorde con como funciona internet. Es mejor probar mil cosas y quedarte con una que mejorarás después que hacer una perfecta sin fallos, cubierta por tests y optimizada a tope pero que luego a lo mejor lo que hace no le interesa a nadie. Pérdidas de tiempo del estilo de tener que imputar horas a tareas o actualizar tickets se evitan totalmente. Hacemos cosas, cuando las acabamos las enseñamos por aquí y si funcionan y gustan se suben, se ve como funcionan y se mejoran o quitan incluso el mismo día. Tenemos cuenta de email pero no la usamos; todo es por chat.

Cambiando al tema barrio: decía que estoy unos cinco kilómetros más pallá, he pasado de estar en Shibuya a cinco minutos del perrotrinker a Gotanda donde se puede decir que no hay prácticamente nada. Bueno si que hay: un montón de pilinguis por las noches que te ofrecen masajes sospichosos, pero olvídate Tosca de aprovechar los mediodías para comprarte ropa o pasarte por la Apple store a que te den otro iphone por la jeta… el entorno de ahora es mucho mucho más aburrido. Pero tiene una cosa buena y es que desde Gotanda es desde donde sale la línea Ikegami que me lleva ahora directo a Karate: es más fácil llegar al dojo y da menos pereza que antes. ¡Esta semana vuelvo después de medio año de parón desde que nació Kota!.

La oficina de antes también era más pequeña y solo había un cuarto de baño compartido para otras tres empresas. El de ahora es compartido también pero mucho más moderno. Bueno, vayamos al grano: si, efectivamente, tengo chorrito en la empresa también y es un factor gustetante, #estoesasí.

Estoy en un quinto piso y eso se nota a la hora del gasto combiniero. Vamos, que antes a nada que bajases las escaleras ya estabas comprándote un melonpan, pero ahora tienes que bajarte cinco pisos, andar un cacho… que cuando vuelves a tu sitio, el melonpan está ya gurruñío.

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¿He dicho que hay un montón de tías que me forman la de Dios es Cristo por las mañanas nada más llegar? ¿Si? jaja, ya lo sabía, es que quería daros un poco más de envidia! ¡eh! y me ha tocado la movida en primavera!!

El concepto también ha cambiado: he pasado de trabajar en una web que vendían cupones de descuento para distintos servicios a otra en la que se venden tickets para eventos. La primera me parecía muy interesante también pero el problema era que el equipo que se dedicaba a buscar y poner los cupones en venta era totalmente ajeno a nosotros que estábamos aislados en un edificio aparte. Vamos, que ni idea de más allá que programar la web, no nos enterábamos de ná de lo que se cocía. Ahora en cambio estamos todos juntos y se comentan mucho los futuros eventos, sobretodo mis mozas morenas que se saben de memoria cuando y donde van a actuar los Exile o los Arashi o cuando hace poco que vino Paul McCartney y se cancelaron los conciertos porque se puso regulero, ¡menudo circo hubo!. Entre nosotros, los machos cabríos, se comentan los partidos de fútbol y los de beisbol y aunque a mi me dan bastante igual los dos, contextualizar y ver la utilidad que tiene el trabajo que uno hace es bonico y gratificante.

Las horas extras es algo que me preocupaba muchísimo, pero que finalmente ha resultado estar todo en mi cabeza… o no. El caso es que yo desde el primer día me he estado yendo prácticamente el primero, a las seis y media que es la hora a la que se supone que salimos, allí no se mueve ni Dios. Me pongo a mirar código del día anterior y resulta que allí hay gente que ha seguido rascatecleando hasta las once y doce de la noche… aún así yo seguía en mis trece, esto es algo que tengo claro desde siempre y mucho más ahora con Kota: llegar a casa y que esté dormido siempre no es una opción. Así que me llamaron la semana pasada para hablar y yo ya pensaba que me iban a leer la cartilla, ¡pues no!, me felicitaron por trabajar rápido y cuando fui a sacar el tema me dijeron que en realidad no les gusta eso de que la gente venga por las mañanas tan tarde y luego se queden, que sería mejor si todos hiciesen lo que hago yo que es más normal. ¡Vamos, que sin problema!.

Así que ya veis: todo cambio más o menos drástico añade un grado de estrés a tu vida con el que hay que lidiar como se puede. Yo empecé a trabajar un lunes y cuando llegué el viernes le dije a Chiaki que andaba buscando otro trabajo porque estaba acojonadísimo sin hablar con nadie, viendo que me iban a tocar meter más horas que el extintor y con las piernas hechas un truño de tanto pedaleo. Pero no ha resultado ser así y ahora que ya me he medio acostumbrado, puedo verle el lado bueno a la nueva oficina. El lado bueno… y las faldas, las faldas también se las veo! qué jaleo y que verbenas más bonicas me montan todas las mañanas las chicas de Tosca! ¡The Tosca’s Girls!. Ay que ya vienen, ay que ya se las oye!

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La feria de Abril en telecinco

Ya vamos unas cuantas de estas de juntarnos y liar un sarao flamenco en Tokio. A la de ayer se vinieron a grabar los de la tele y resulta que hemos salido en las noticias en Telecinco. Esta vez yo no salgo, pero mi familia si, menuda gracia me hizo verles!. Ojo al babero de Kota, por cierto:

Como siempre: gracias a todos los que vinieron, y gracias también a Maite y David por venirse a grabar!

:gustico:

La vuelta a Zalla

Miro a mi alrededor y todo está igual que siempre. Lo único de esta habitación que me recuerda que estuve en Zalla es la txapela del padre de mi padre que me traje con el permiso de su hijo. Todavía conserva su olor, por cierto. Pero recuerdos tengo, claro, y aunque nadie más que yo los ve, estarán para siempre conmigo. O al menos hasta que mis neuronas consigan retenerlos.

Ha sido fabuloso volver con Kota que aunque estaba a escasos días de cumplir la mitad de su primer año de vida, rebosa ésta por los ojos que le brillan tanto que parece ver más intensamente que cualquiera de nosotros.

Sabía que iban a ser momentos irrepetibles, que nunca iba a volver a pasar que mis padres le conociesen por primera vez, que no nos quedaba otra que respirar mucho más aposta cada segundo que estuviésemos, estuviesen, juntos. Ahora procuro no resoplar para evitar que se escape algo de ese aire que tan adentro llevo guardado en los pulmones.

El primero que le vio fue mi padre; vino a buscarnos al aeropuerto y lo primero que hizo fue cogerle en brazos. Kota le miró extrañado, pero no lloró. Pude imaginarme a mi mismo con la edad de mi hijo en los mismos brazos de aquel buen hombre que seguramente no habrá cambiado tanto desde que me tuvo a mi y a esa foto casi pude sacarle el negativo: sentir qué podría estar sintiendo él, mi padre, en ese momento. Porque lo mismo que estoy viviendo yo con Kota lo vivió él conmigo como a mi espero que me toque con los hijos de mi hijo y será irremediable que me acuerde que ese Kota de barba de tres días, vozarrón y entradas es mi Kota de ahora, el de los balbuceos, los gritos a destiempo, el de la mirada cristalina y los culetazos en la alfombra.

O quizás es que le doy mucha importancia al asunto, pero es que aunque no es el primer nieto de mis padres, si que es mi primer hijo. ¿Cómo no me va a importar?.

Llegamos un rato en taxi después a casa y entonces el relevo lo tomó mi madre aunque en esta ocasión Kota si que lloró. Demasiado trajín de trenes, aviones, aeropuertos y coches. Demasiadas emociones para un bebé… Kota, tu no te preocupes, si lo raro sería que no hubieses llorado… ¡bastante buen viaje tuviste!. Y… ¿qué puedo decir de mi madre?. La misma imagen me venía inevitablemente una y otra vez a la mente. El mismo bebé, yo, pero con distinto adulto. ¿Qué podría pasar por el corazón de mi madre en el momento en que tuvo al hijo de su hijo pequeño en brazos por primera vez?. No puedo más que imaginarlo y ni siquiera me acercaré al tiovivo de emociones de todo tipo e intensidad que se pasearían por su pecho.

Todos hemos cambiado, seguro. Kota ahora ya en Tokio se ríe mucho más que antes y ya casi se duerme solo sin tener que estar muchos cincos minutos meciéndole, es como si el haber conocido a sus abuelos era lo que le faltase para ser el bebé que le tocaba. O más bien era lo que me faltaba a mi y eso él lo ha notado, como sabe todo lo que nos pasa de alguna manera, estoy convencido. Y por eso duerme mejor porque sabe lo que ha significado para mi que hayamos llegado a tiempo y los de allí hayan podido disfrutar del bebé que pronto dejará de ser.

Como debía ser, nosotros pasamos a un quinto o sexto plano y él fue el auténtico protagonista en casa, tanto era así que cuando entrábamos por la puerta después de dar un paseo los tres, mis padres decían «ahí viene Kota» y en cuanto nos queríamos dar cuenta ya le tenían en brazos y le estaban cantando y Javi le ponía el dedo para que se lo agarrase y le daba algún beso si se terciaba.

¿Y Chiaki? pues entre sonreírse y reírse, claro, con más razón esta vez que entendía un poco más que otras veces. Ahora aquí en casa le canta a Kota la canción de cinco lobitos que tanto le escuchó a mi madre, dice que para que a Kota no se le olvide su abuela. A veces es a ella a la que se le olvida la S y me singulariza a los cinco mamiferos de un tirón aunque si nos ponemos a buscarle sentido, también es verdad que no sé en qué camada de lobos la madre tendrá una escoba a mano para meterlos detrás. El caso es que Kota se ríe, quizás porque Chiaki consigue su objetivo y hace que se acuerde de aquella señora con la que tanto jugó hace un par de semanas. Ojalá sea así y consigamos encadenar visitas con la frecuencia necesaria para que nunca deje de pasar.

Para mi el otro protagonista ha sido mi pueblo que he vuelto a ver con los mismo ojos pero con una mirada que nada tiene que ver a la que tenía cuando vivía allí. Porque Zalla, en las tres veces que lo he visitado después de estar viviendo en Tokio, me ha parecido un pueblo precioso. El horizonte no se deja otear porque lo tapan las montañas que hay allá donde mires, montes cuyo verde es tan intenso que ese tono es inconcebible en la selva de hormigón y neones en la que decidí quedarme a vivir hace ya dos años más de la media docena.

Y ha sido en aquel, mi pueblo, en el que presenté el libro por primera vez ante los que asistieron, que fueron muchos más de los que mi madre y yo habíamos imaginado. Y meto a mi madre en el asunto porque resulta que había avisado a todas sus amigas, de la quinta, para que fuesen a hacer bulto no fuese a ser que estuviese yo solo y me entrase bajona. Que tampoco habría sido el caso, pero vamos, que yo encantado de ver tantas caras conocidas.

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Como hablar del libro tampoco daba para mucho, o eso pensaba yo, decidí contar primero mi historia y empecé hablando de la beca aquella del Gobierno Vasco, de la vuelta a Bilbao, del segundo y en apariencia definitivo regreso a Japón que no fue más que un tumbo que fui a dar un pelín más lejos que todos los demás que llevaba dados en aquella época. Y una cosa llevó a la otra hasta que finalmente conté la historia de la señora de los paraguas y la del chico del chandal azul procurando no emocionarme más de la cuenta aunque no lo conseguí del todo y noté como se me desmenuzaron un par de frases.

Empecé muy nervioso y al rato ya no podía parar de hablar. Espero que no se hiciese demasiado largo. Después pensé que lo suyo sería dejar tiempo para contestar preguntas que, insistí, no tenían porque tener que ver con el libro. Y aunque parecía que no iba a haber muchas, nos tiramos un rato largo que a mi se me hizo muy entretenido hablando de las costumbres de este país, de sus gentes, de lugares, de terremotos, tsunamis y radiación, de cocina, de idiomas… de inquietudes y planes de futuro, de felicidades y esperanzas…

Y cuando Héctor anunció el final, los aplausos me hubieran deshilachado la voz de nuevo de haber tratado de hablar. No era la primera vez que hablaba en público ni me aplaudían, pero si que me lo pareció. Fue uno de los momentos más bonitos que he vivido por ser en mi pueblo delante de mi familia y amigos. Fue como si me hubiesen dado la oportunidad de una vez por todas de dar explicaciones, de coger el puzzle que llevaba siendo mi vida, poner las piezas encima de la mesa y acabarlo delante de todos por fin.

Pero no me fui a casa todavía porque no sé ni como, se había formado una gran cola para que firmase el libro. Fue un auténtico honor y un placer poder charlar un rato con cada uno de ellos y escribirles algunas palabras en aquella primera página de aquellos libros que por fin se habían hecho realidad después de tantos meses de trabajo. Me hubiera encantado que Fran hubiese estado allí para que se hubiese llevado la parte que era suya de todo aquello.

Y cuando quisimos darnos cuenta, ya estábamos otra vez en el aeropuerto de Bilbao que nos llevó, en un suspiro, a Tokio donde parece mentira, de verdad, que unas cuantas horas antes estábamos sentados en el sofá con mis padres y Javi intentando entre todos que Kota se riese a carcajadas. Es increíble como nos acostumbramos a todo, qué normal nos parece lo que un poco antes era casi inimaginable.

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Y sin embargo estando en Zalla, Tokio parecía un sueño.

Un sueño de locos, pero afinado ya, eso si.

Aquí nos quedamos, de momento, remoloneando un poco más los tres…

Nos vamos a Zalla

Pues si, efectivamente. Este sábado nos vamos los tres a Zalla con la intención de que Kota por fin pueda conocer a la familia que le queda por conocer. Ojalá que al menos una vez al año podamos hacer esto y Kota crezca conociéndoles a todos. Sabiendo que es un poco difícil aquí cogerse más de una semana de vacaciones seguida, en esta ocasión nos vamos dos semanas aprovechando que me cambio de trabajo y que en la nueva oficina me esperan sin problemas.

Estoy convencido de que serán dos semanas llenas de emoción, no puedo esperar a ver a Kota en brazos de mis padres… además que me han contactado de la biblioteca de mi pueblo y resulta que voy a dar una charla allí presentando el ikulibro, que no veais la ilusión que me hace. Había pensado no solo hablar del libro sino contar un poco mi historia, cómo acabé en Japón, cómo se vive aquí y por supuesto dejando mucho mucho tiempo para que la gente pregunte lo que quiera, que yo contestaré como buenamente pueda. Fran me ha enviado ya una caja de libros a mi casa de Zalla, así que si alguien se quiere hacer con algún libro, allí mismo se podrán comprar:

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De paso contaros que la mitad de los libros que ya están firmados y que envié, llevan retenidos en Madrid casi un mes y Fran ya no sabe que más documentación enviarles… parece que no se creen la historia de que los libros fueron impresos en España y que ahora llegan de vuelta solo por la firma… hay que ver que mal funcionan estas cosas en España.

Así que viendo que esto va para largo, he decidido aprovechar el viaje para firmar allí el resto de libros que me quedan por firmar y que luego ya Fran los envíe dentro de España, así nos evitamos accidentes de libros mojados y aduanas y ya por fin los recibís todos. También contaros que prácticamente no nos quedan libros ya, así que si todavía quieres el tuyo, todavía estás a tiempo pero por muy poco porque una vez que se acaben, no creo que haya más ediciones.

Y nada más. Tengo muchas ganas de llegar a mi pueblo ya y que mi madre me cocine un plato de alubiacas rojas como solo ella sabe. Me voy a poner como el キコ!

Compatriotas

Vivir no ya fuera de tu pueblo o ciudad, sino fuera de tu país es todo un arte que cada cual crea a su manera. Yo tenía ganas ya de venir a hablar de los distintos artistas con los que me he cruzado desde que llegué a Tokio hace casi 8 años, cuarenta penas y dos mil resacas.

Hasta cierto grado, todos somos dueños de nuestro cuadro, somos los pintalienzos de nuestra propia vida con relativa libertad para usar los colores o pinceles que nos de la real gana. Sin embargo es curioso ver como se acaban juntando técnicas y muchas de las obras que se dejan exponer son muy parecidas unas a otras. Total, que según yo lo veo y si tiro por el lado negativo, a los extranjeros que aquí vivimos se nos puede meter en alguno de los siguientes sacos en un ejercicio de generalización de ñús que quizás no sea demasiado sana porque cada persona es un mundo, pero que me apetece hacer esta mañana de domingo, mira tu. Hay gente muy normal por estos lares, insisto, pero también los hay que se las traen. Vayamos con estos últimos:

Posers

Juntas internet con las redes sociales por un lado y el interés que suele haber por Japón por otro y ya está la mezcla hecha, batida y lista para servir: blogueros o facebookeros o instagrameros profesionales. Son estos que buscan cuantos más lectores o megustas puedan conseguir a consta de escribir los tópicos de siempre. Los hay quien programa posts porque tienen estudiada la hora del día en que en teoría más gente va a leer sus joyas de la literatura contemporánea, eligen con cuidado las palabras clave para el SEO que escriben y tienen estudiados hasta los enlaces que mejor les conviene para que San Google les tenga en un altar, eso si, luego a lo mejor lo que cuentan en el post es un truño como mi tío Nuño, pero el contenido es lo de menos mientras puedan twittear cincuenta veces que escribieron un post nuevo. Otros enchufan tantos tags en instagram que para ver la siguiente foto que toque tienes que dejarte media yema del dedo haciendo scroll. Si pueden conseguir esa foto con tal o cual bloguero famoso, son capaces de irse hasta donde esté solo para sacársela y volverse por donde ha venido, eso si, en twitter pondrá algo así como «de hanami con @tarari, que hacia mucho que no le veía y ya tenía ganas de darle un abrazo» y a lo mejor es la segunda vez que le ve y ni le ha saludado. Se estudian Facebook para ver que hacen los demás y tratan de estar en todas las salsas aunque no se les invite, si por lo que sea aparecen en una foto tuya de casualidad, se etiquetan al segundo dos para que quede constancia de la gran cantidad de amigos que tienen aunque a lo mejor en esa foto tu querías sacar a la farola y él salió por yo que se qué (lo mismo saltó a lo matrix para salir).
También están los que mienten haciendo ver que hacen tal o cual cosa y luego no es verdad, como decir que viven en tal sitio o hacen determinada actividad a la que a lo mejor fueron una vez por probar y no volvieron jamás. Todo vale por la fama, por el personaje creado para ganar likes, followers, amigos o cristos benditos.

Más falsos que un pepino cuadrado azul. Eliminados del RSS hace décadas.

Cutres

Esta gente no pensaba yo que nunca me la iba a encontrar por aquí, mira tu. Al fin y al cabo estamos viviendo en un país extranjero lo que te presupone cierto arrojo, cierta manera de ser… pues no, me he topado aquí con gente cutre a rabiar. Ir, por ejemplo, a un restaurante y decir al final que ellos pagan aparte porque tu te has bebido una cerveza de más y has chupado dos cáscaras de edamames que no te tocaban. Elementos que están a la pela más que a cualquier otra cosa. En los últimos eventos que hemos organizado, se traían la bebida del combini y la metían en el bar por no pasar por caja, y eso sabiendo que éramos nosotros «sus amigos» los que organizábamos el sarao, incluso negarse a pagar la entrada y pasarse lo que dura el asunto fuera en la puerta aprovechando el ambiente generado. Otros se apuntan a un hanami en el que la ley ha sido de toda la vida llevar bebida y comida y ponerla en el medio para compartirla entre todos, y esta gente se abren su paquete de patatas fritas y se lo comen prácticamente a escondidas para que no les cojan. Eso sí: zampan de lo de todos como si no hubiese amanecer porque is freeeeeeee. Normalmente tampoco se ofrecerán voluntarios para ir a coger sitio ni moverán un puto dedo para organizar nada pero estarán parasitando todo tinglado en el que se metan. Es acojonante. Luego se extrañarán de que no se les vuelva a invitar a nada.

Gurús

Son los que dicen frases como «en Japón los sueldos son un 150% más alto que en España» o «los japoneses tienen interiorizado el espíritu del samurai y eso se nota en el día a día desde que entras en la oficina». Gilipolleces del estilo. Verdades absolutas que ellos, expertos en Japón, su idiosincracia y su aroma matutino, sueltan a la mínima que pueden. A lo mejor si sacan una foto de un japonés borracho debajo de un cerezo, aprovechan el asunto y ponen la frase «todos los japoneses se emborrachan siempre porque están obligados a asistir a eventos sociales de la empresa y beber siempre que el jefe lo hace». Vamos, chorradas como pianos que ellos sueltan como si estuviesen escribiendo una guía imprescindible y experta para comprender la sociedad japonesa pero que no deja de ser su vivencia personal de ese momento que exageran y topicalizan a todo lo que de la situación. Se preocupan más por sentar cátedra que por vivir sus propias experiencias, tanto es así que alguno de estos con los que me he cruzado están totalmente convencidos de que tienen toda la razón en lo que dicen y tu no tienes ni idea de nada porque ellos llevan más años que tu aquí. Luego a lo mejor no tienen ni amigos japoneses, pero suelen contar con el beneplácito del público porque dicen lo que todo el mundo espera escuchar. Incluso yo he llegado a ver publicados artículos en periódicos contando las tonterías y los tópicos más topicazos que se puedan escribir. No es raro que detrás de uno de estos haya veinte posers con el twit ya escrito y la cámara del teléfono preparada.

Quejicas

Para mi estos son los peores, no puedo con ellos, si se da la casualidad de que conozca a alguno por twitter o por facebook, les borro a la mínima: se quejan absolutamente de todo; aquí los médicos no son como en su país, las medicinas no valen para nada, la comida es una mierda, hay mucha gente… Es raro que te encuentres con uno y venga el tío con buena cara contentete, al revés: vendrá con su cara de vinagres echando pestes de las tres o cuatro putadas que se ha encontrado durante la última hora y que en su país, por supuesto, nunca pasa. Los cajeros cobran comisión y no se puede usar la tarjeta de crédito todavía en muchos sitios, ¿es o no es tercermundista esto siendo Tokio? ¡¡ inaceptable !!. Las quejas son las de siempre, tampoco hay muchas más. En algunas quizás no les falte razón, pero coño, es como si vives en Bilbao y te quejas SIEMPRE de que llueve, o si te mudas a Murcia y te quejas de que no entiendes lo que dicen. Eso si, por muy en su contra que esté compinchado todo Japón, el tío sigue aquí dando por saco gritando a los cuatro vientos la mierda que es esto. Pero es que si se vuelve a su país, seguramente en su barrio le tendrán calado porque probablemente haga lo mismo allí. Inaguantables, totalmente prescindibles y a poder ser que queden bien lejos de uno.

Racistas inversos

Dentro del grupo anterior están estos. Esta gente odia a los japoneses y no tiene reparos en demostrarlo abiertamente. Los japos son todos cuadriculados, los japos son unos pervertidos, los japos esto, los japos lo otro. En su empresa los japoneses son los que menos trabajan o los que peor lo hacen, además no tienen ni idea de inglés y son más sosos que él, que es un salao de los que de partirse el ojete cuando les ves. Por supuesto, todos los japoneses le odian a él por ser extranjero, claro, esto está fuera de toda duda. Eso sí: seguramente el tío no hablará japonés más que diciendo nanka nanka nanka y se sabrá el kanji de árbol, el de río y los de nomihodai si vienen juntos. «Pero es que hasta los japos odian los kanjis y pasan de aprenderlos» llegué yo a escuchar un día. Todos le odian, pobrecito mío, por tener los ojos redondicos…
Estos no se suelen relacionar más que con extranjeros formando sus grupos y yendo siempre a los mismos sitios «gaijin friendly» donde saben que les van a entender si hablan en inglés y van a encontrar a japoneses totalmente entregados con la causa gaijin (esto será otro tema a tratar más adelante, amigos, los japoneses que reniegan de serlo!! atentos a sus pantallas!)

Autonacionalizados

Esta gente son lo contrario. De alguna manera tratan de olvidar su propia cultura y están totalmente envueltos en las maneras y la sociedad japonesa. Si pueden evitarlo, no se relacionan más que con japoneses, no van donde los extranjeros y procuran no hacer cosas de extranjeros. Tanto es así que llegan a hablar de los extranjeros en tercera persona como si ellos no lo fuesen, pierden totalmente su identidad y hasta sienten verguenza ajena de sus paisanos. Normalmente hablan muy bien japonés y se preocupan por mimetizarse con el entorno berreando exageradamente: «eeeeeeeeeeeeee» cuando se sorprenden por algo en vez del típico «ahí va la hostia», haciendo el gesto con la mano cuando pasan por delante de alguien, haciéndole reverencias hasta al cepillo de dientes, diciendo que no cruzando los dos dedos índices y hablando de sí mismos señalándose la napia en vez de el pecho. Una vez en Karate un compañero belga de ojos azules y rubio como él solo le dijo en el vestuario a uno de los sempais japoneses: «hoy han venido un montón de extranjeros, es curioso, a ver como sale la clase!» en referencia a la visita de un grupo de americanos, con lo que el sempai le contestó: «coño, ¿qué pasa, que tu eres de Osaka o que?».

Viajeros ocasionales gurús

Aunque estos no son paisanos que vivan aquí, dejadme que hable de estos: son los que alimentan la mentira de los gurús a los que normalmente siguen y de paso se convierten en uno. Si están leyendo todo el día a uno que dice que los trenes de Tokio están petados y hay empujadores, vendrán de viaje aquí, harán a lo mejor cincuenta trayectos en tren de los cuales dos o tres estarán petados pero alimentarán la leyenda y cuando vuelvan dirán que es acojonante como están aquí los trenes, que ni respirar podías. O como me contaba un amigo, una tía que decía que todos los japoneses comían fuera de casa y nunca cocinaban porque había muchos restaurantes y que eran muy baratos. Me pregunto yo para qué coño tendré una nevera en casa, entonces. Esta sensación la tengo cada vez que alguna televisión de España viene aquí a grabar un programa donde nos hacen ir en busca de estos tópicos ya aburridos para poder sacarlos allí en vez de tratar de dar la visión más normal del día a día aquí.

Anónimos

Son los que no quieren saber nada de redes sociales, ni blogs, ni facebooks ni ná. Gente que hace su vida aquí pero no le da por contarla lo que es muy respetable, por supuesto. Que yo ponga fotos de Kota no significa que sea el primero que he tenido un hijo aquí y que me de por contarlo. Pero dentro de este grupo hay algunos que no solo no quieren saber nada de internet, sino que lo rechazan completamente. Si por ejemplo coincides en un sarao y sacas una foto de grupo te vienen después a decir que no les saques en el blog o que no les pongas en ningún sitio con lo que normalmente haces dos cosas: o les quitas de la foto con photoshop recortando esa parte o directamente no cuentas nada. Totalmente respetable, por supuesto, pero en ciertos casos la obsesión por esa supuesta privacidad absoluta que tienen algunos me resulta incomprensible aunque, insisto, respetable.
O quizás soy yo que siempre me ha parecido mucho más divertido contar las historias que guardármelas para mi y siempre me ha recompensado de alguna manera, sobretodo al principio cuando vine solo. Pero que sepáis que la inmensa mayoría de los expatriados paisanos que viven aquí no tienen blogs ni historias, ni ganas de tenerlas y son mayoría.

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Ala, ya me he quedado a gusto, ojo que yo me veo por lo menos metido en dos sacos de los anteriores, a ver si adivináis en cuales. Voy a ver si cocino un amaiketako y así Chiaki y yo zampamos algo que ya estamos a media mañana y hay gazuza. Porque si, resulta que hasta sartenes tengo, no te lo pierdas.

Ah! las fotos, si, es verdad, no tienen absolutamente nada que ver con el post, pero es que quedaba como muy biblia solo con texto, así que he puesto las primeras que he pillado por ahí. Ahora mismo habrá algún poser bloguero experto que se estará tirando de los pelos, jajaja, qué sacrilegio!! y encima publicando un domingo a las tantas de la mañana!! xD

¡Pasadlo bien lo que quede del finde!

Farsa

No hace mucho, diría que desde hace un par de años, vengo dándole vueltas a la idea de que la gran mayoría de lo que nos rodea es una gigantesca y descomunal farsa. Desde que Kota está con nosotros, no hace ni medio año, esta idea, este concepto está tomando especial relevancia quizás porque cuando tienes un hijo, tu lista de prioridades de repente deja de tener sentido alguno y todo deja de girar en torno al ombligo de uno.

No es que de repente me haya convertido yo en Neo y vea la realidad tal y como es, no va por ahí la cosa, a ver si soy capaz de explicarme y de paso me entero yo también.

Uno fue a nacer donde le tocó con la familia que le fue a tocar y a partir de ahí todo está, digamos, preconcebido. Comes lo que te ponen encima de la mesa, en el colegio uno juega a futbito porque es lo suyo, existen periódicos, tebeos revistas… todo un mundo montado que está muy bien, pero no deja de ser una herencia, el resultado de evolución de la sociedad, del mundo en el que te ha tocado vivir. No hay porqué estar de acuerdo. No tienes porque creerte esta movida solo porque es así. No ha sido así siempre y seguramente no sea así para siempre. No sé si me seguís… de momento no me entiendo ni yo.

A ver si tirando por otro lado…

Mira, hablemos de los bancos. Esos negocios oscuros que uno nunca sabe muy bien como funcionan, pero sin los que no puedes hacer movidas tan simples como que te paguen un sueldo sin tener una cuenta con ellos o más complicadas como comprarte una casa sin deberles tu vida. Para que me diesen la hipoteca en España tuve que firmar un seguro de vida que por lo visto todavía tengo y hacerme un plan de pensiones que no me dejan cancelar. Fue una farsa, una inmensa comedia que me lió la vida. Me podrían haber dado el préstamo y lo hubiese pagado igual, pero me sacaron más dinero porque les apeteció, porque les salió de los huevos y ahora no me dejan tener ese dinero porque tampoco les sale de los mismos redondicos atributos. Esto lo digo yo que ni tan mal, qué dirán los de las preferentes.

La comida… estamos totalmente rodeados de comida que es un disparate. Prácticamente cualquier producto de cualquier supermercado que vaya en un envase se fabrica en masa con el objetivo de que duren el máximo posible, atiende lo que le echarán ahí para lograrlo. Cualquier bebida tiene cantidades ridículas de azúcar, sea con gas o no, la etiqueta «light» es la mayor mentira del universo. Es mucho más barato zamparse un menú del McDonalds que un menú del día normal en cualquier restaurante. Se beben cafés sin ningún sentido, conozco a gente que se enchufa cinco o seis cafés al día de manera habitual sin inmutarse. La sociedad consumista en la que vivimos, yo más por estar aquí, es insana, es el resultado de multinacionales que quieren vender el máximo de productos posible, es su teatro, su circo en el que nos vemos todos inmersos queramos o no. Ojo que yo me pongo tibio a patatas fritas y tabletas de chocolate de vez en cuando, no es que esté totalmente pirado por la dieta, pero si que creo que es un ejemplo perfecto para explicar mi teoría de que bailamos al son que nos tocan. Y atentos al asunto, porque la cosa está tan extendida que si por ejemplo tratáis de pedir algo sin alcohol cuando estáis con vuestros amigos, lo más probable es que prácticamente ellos mismos te obliguen a enchufarte una cerveza quieras o no, porque ¿cómo no te vas a pimplar, por Dios?.

Los políticos. Yo cuando nací resulta que se acababa de morir Franco. Yo no tenía ni idea de quien era Franco, solo recuerdo las monedas de 50 pts en las que salía su jeta, un tío con la cara redonda y calvo como el solo, creo recordar. A partir de ahí había presidentes del gobierno, ministros, congresos, parlamentos… todavía sigo sin entender muy bien como funciona la cosa. Me dan igual, tienen montado un tinglado ahí acojonante de amigos haciéndose y debiéndose favores unos a otros con el objetivo de chupar el máximo del bote común. Luego está la familia real que no tengo ni idea de porque están ahí y que siempre me han dado también igual, pero que últimamente me caen francamente mal. Y los medios de comunicación al servicio de todo este teatro dando la misma noticia de maneras totalmente opuestas. No me creo nada, dejadme en paz ya.

Las empresas… yo estuve en una donde hacíamos páginas webs calcadas unas de otras con el objetivo de cobrar cuantas más subvenciones mejor. El cliente ni las pedía ya, le dábamos todo el papeleo hecho y él solo tenía que firmar, después esa web nunca se volvía a actualizar. Mi jefe me hizo jefe de equipo o no se qué pamplinas y nos tenía en agosto en un piso de Bilbao a cuarenta grados sin un miserable ventilador mientras él se forraba vilmente. En la siguiente empresa estaba subcontratado y aunque la empresa del cliente nunca dejó de tener cifras astronómicas de beneficios, tenían a chavales currando por cuatro duros y encima están despidiendo a un huevo de gente. Al pedirle yo a mi jefe de ahora, después de dos años, si me va a hacer algún tipo de revisión de sueldo, algo que considero normal en cualquier empresa, me contesta que no se habló de nada de eso en la entrevista y acaba su email con un «con lo que estás cobrando, si no te llega, deberías revisar tu estilo de vida» a lo Montoro, viviendo por encima de mis posibilidades. Todo sin tener ni idea de qué hago yo o dejo de hacer mientras le veo pirarse de la oficina en un cochazo del copón bendito. Las empresas, hasta el momento, son la mayor mentira en la que me he visto envuelto desde que nací. Es cierto que nos toca tragar a cambio de la estabilidad que nos da el tener un sueldo fijo sin más preocupaciones que cumplir las horas, pero la sensación de estar actuando en su circo privado no se me quita ni con el baño de las noches. Todavía estoy por estar en una empresa en la que se preocupen de verdad por uno y no solo por obtener cuanto más beneficio mejor a consta de lo que sea y de quien sea. Eh, y con la siguiente que empezaré de aquí a un mes, ya voy nueve distintas.

No hablaré aquí de las religiones porque entonces no tendría fin y acabaríamos mal.

Pones la tele, al menos aquí, y salen grupos de música de un montón de chicos o chicas súper jóvenes todos cortados por el mismo patrón que cantan todos a la vez y bailan coreografías absurdas. Seguramente no tengan ni idea de componer música, no tienen mayor habilidad o mérito que una cara bonita y haberse aprendido un baile que ni siquiera serán capaces de inventarse ellos, pero mira por donde que están en absolutamente todos los programas de televisión, hacen millones de anuncios, les ves en carteles enormes por toda la ciudad, «triunfan». Tienen millones de fans, de seguidores adolescentes cuya aspiración es llegar a ser como ellos. Es algo tan triste, tan superficial… es una farsa maquinada por los medios de comunicación y las empresas que les funciona hasta límites increíbles. Eh! no hablemos tampoco del fútbol allí, que si no te gusta, eres el bicho más raro del mundo. Cuento con los dedos de una mano los partidos de fútbol que he sido capaz de ver enteros, y seguro que era porque todos mis amigos lo estaban viendo y no quedaba otra.

Resumiendo: no me creo nada de un tiempo a esta parte. Pongo todo en duda, me siento ajeno a tanta patraña que nos rodea. Veo a Kota que está ahí puesto en su cuna haciendo poco más que comer, dormir y tirarse pedos y pienso en todo lo que le espera. Ojalá que sepa elegir por su cuenta y no porque es lo que hay, ojalá que sea capaz de pensar por si mismo y plantearse absolutamente todo lo que tiene a su alrededor. Porque al igual que hay un sinfín de farsas esperándole, también existen cosas maravillosas que espero que sea capaz de distinguir y encontrar por su cuenta.

Yo, de momento, sigo buscando. No os creáis que tengo todas conmigo, últimamente estoy de un desconfiado subido que echa para atrás. Veremos si con el cambio de empresa, la cosa mejora. Que no me malinterprete nadie, no estoy amargado: yo vivo feliciano como siempre o mucho más con la llegada de Kota, muy ilusionado con mis cosas que espero que nunca se me quiten las ganas de hacerlas. Pero, ojo, que no me vengan con cuentos chinos que no me creo ninguno, que cada vez estoy más harto de tanta patraña, que yo sé lo que quiero y no necesito tanta tontería emborronándome la vida. Copón ya.

Reseñas del ikulibro

Pues han pasado ya unos cuantos meses desde que el libro se publicó. Todavía me parece mentira, por cierto… vaya historia esta: uno se propone hacer algo, no le dejan las editoriales y resulta que se consigue gracias a la ayuda de un montón de gente. Millones de veces más bonito, como dejé escrito en alguna de las últimas hojas. Preciosa la manera en que salió adelante e infinita y eterna mi gratitud para con todos vosotros.

Los envíos dentro de España y hasta donde yo sé, están todos ya hechos, así que si tu pediste el tuyo pero todavía no te ha llegado, entonces es que algo ha pasado. Ponte en contacto conmigo y no te preocupes, que algo haremos, ten por seguro que no te vas a quedar sin el.

Con los libros firmados, como ya os conté, hemos tenido un percance muy gordo y es que de las dos cajas que mandó Fran, solo una llegó en condiciones, la otra me la trajo un cartero avergonzadísimo porque estaba empapada con los 34 libros echados a perder. Los he tenido una semana en la terraza al sol, pero no hay manera… están podridos enteros, tanto que hasta huelen mal. Con dolor de corazón, ayer los tiré todos.

Así que tengo unos veinte libros ya firmados que van a salir mañana por la mañana para España y que Fran empezará a repartir en cuanto le lleguen. Y la otra mitad de los libros que me faltan por firmar que ya están viniendo camino de Tokio y que juro que firmaré y enviaré de vuelta lo antes posible para intentar que no sigáis esperando tanto. Demasiado estamos abusando de vuestra paciencia… perdón y mil veces perdón. Estamos haciendo todo lo que está en nuestra mano para que os lleguen rápido pero hay demasiados factores de los que dependemos, entre ellos que a Correos le salga del nardo tratar los envíos bien.

Por cierto, ha sido una auténtica gozada volver a leer vuestros emails para saber un poco más de vuestra historia con el blog y con el libro y así poder escribir una dedicatoria en condiciones. Por supuesto que no me he limitado a firmar y ya está, sino que os debía conoceros un poco a cada uno y escribir una dedicatoria personal como os merecéis todos. Ojalá os gusten las dedicatorias tanto como a mi escribirlas y ojalá os guste el libro.

Y a esto venía yo hoy. De manera espontánea y sin que yo lo pidiese, muchos de vosotros que ya habéis leído el libro me habéis mandado emails con lo que os ha parecido, con lo que os ha sugerido, con el poso que os ha quedado después de leerlo. Son tan bonitas vuestras palabras que sentí que no era justo que me emocionasen solo a mi, así que, permiso pedido mediante, las he recopilado en una sección de la web del libro que he titulado:

Y es más, aprovechando que todavía me queda un envío pendiente desde Tokio a Barcelona, hemos pensado que entre todos los mensajes que me enviéis voy a hacer un sorteo de tres pedazo de regalos:

Así que si habéis leído el libro y os apetece hacerlo, enviadme un mensaje con lo que os ha parecido: si os ha hecho reír, si os ha hecho llorar, si tenéis una historia favorita, si no os ha gustado nada… todo es bienvenido. Si tenéis el libro significa que sabéis mi dirección de correo, así que, por favor, no dudéis en utilizarla.

También recordar que, aunque no muchos, todavía quedan ejemplares que se pueden comprar aunque no hayas participado en la campaña de crowdfunding. Se puede hacer a través de aquí:

¡Hasta Javi Nieves y Mar Amate tienen el suyo, no os digo más!

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¡Pasad buena semana, hacedme el favor!

35 libros echados a perder

Ayer el cartero nos trajo una gran sorpresa:

Se me apagó el alma al ver tantos ejemplares literalmente destrozados…

El buen hombre, que se deshizo en disculpas y reverencias, nos contó que el contenedor en el que vinieron metidos filtraba agua y poco más hay que contar aquí. Hemos cursado ya una reclamación que irá a parar a Correos de España desde aquí para ver quien asume la responsabilidad de haberse cargado a traición todos estos libros. Al menos una explicación nos merecemos, porque si esto es algo habitual, deberían avisarlo a la hora de hacer el envío para que tomemos las precauciones necesarias.

En fin. Estos libros formaban parte del envío de unos setenta que Fran dividió en dos cajas que envió con destino a Tokio hace un par de meses. Dentro de esos setenta libros, aproximadamente cincuenta son para que los dedique personalmente y los envíe de vuelta a Barcelona donde Fran os los irá enviando a los mecenas que elegisteis dicha opción. El resto eran para repartir a los que viven en Japón (muchos ya los tienen en sus manos).

Pero se nos ha torcido la cosa y como no queremos teneros esperando más tiempo de lo debido, Fran ya se ha puesto a mandarme otra segunda caja pero por avión esta vez. Eso sí, los libros van a ir con chubasqueros, no vaya a ser que la volvamos a tener.

No me queda otra que dar la cara aquí, pediros perdón por la tardanza y daros una vez más las gracias por vuestra paciencia…

La toscahome de Tokio

«Donde te has ido a quitarte los espinos» es una frase que me suele decir mi madre prácticamente cuatro veces aleatoriamente en medio de cualquier conversación telefónica. Como yo no soy Espinete, lo que dice no lo tengo yo muy claro, pero lo que quiere decir si: «tiene huevos donde has acabado, la madre que te fue a parir que soy yo».

Total, que yo nunca había planeado quedarme a vivir aquí. En serio. Yo vine para un año o dos, aclararme las ideas y luego decidir para donde íbamos a tirar. Pero se fue liando liando… y mira: casado, con hijo e hipoteca.

:ikukeke: Tiene huevos, indeed. :cuner:

A falta de que vengan de nuevo mis padres por aquí y la vean en persona, el otro día grabé vídeos de la casa que nos hemos comprado para que por lo menos lo hagan por internet. Aquí lo pongo por si alguien tiene curiosidad, ya aviso que dura una media horaca!!

Y ojo!! no os olvidéis de miraros la espalda no vaya a ser que tengáis espinos que sobren!!

Lo que me hubiese gustado saber

Dicen que tener un hijo te cambia la vida, es curioso que muchos de los que me lo han dicho no tienen hijos, por cierto, pero esto es otro tema. Yo doy fé de que te la cambia aunque probablemente no sabré todavía, ni de lejos, cuanto. De momento hay un pequeño ser ahí con limitado poder de interacción que básicamente basa su existencia en comer, dormir, llorar y componer expresiones faciales sin coherencia alguna en el tiempo. La versatilidad de sus cejas es algo que me fascina: es capaz de pasar de la mayor cara de alucine del mundo a descojonarse a carcajada viva pasando por estar extrañado, alegre, eufórico, enfadado, triste incluso con ciertos tintes de melancolía fijando la mirada en un punto concreto en el que no tiene porque haber absolutamente nada. Todo esto en el mismo minuto. A veces da hasta miedo.

Decía que no soy capaz de saber cuanto cambiará mi vida porque de momento Kota sólo está ahí y aparte de lo obvio de no dormir y tener que estar pendiente, lo único quese he notado es que mi sentido de la responsabilidad ha aumentado, o casi que podríamos decir que se ha desarrollado: me preocupa mucho más, por ejemplo, poder ahorrar dinero a final de mes que cuando era yo solo que con que llegase para comer y pagar Karate, de sobra.

Pero Kota crecerá, irá a una escuela, a un instituto y a una universidad. Por el camino se enamorará un montón de veces, se peleará, le saldrán muchas cosas bien y muchas mal, tendrá amigos y enemigos, llegará a saber lo que le gusta y seguro que mucho antes lo que no, encontrará su lugar cuando sea el momento y, espero, que sabrá pelear por estar allí, por lo suyo, por los suyos.

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Yo intentaré ayudarle todo lo que pueda y pensando en esto me he dado cuenta que hay unas cuantas cosas que me hubiese gustado que me dijesen en vez de tener que aprenderlas a base de darme cabezazos con la vida.

Aquí van algunos pensamientos que me llevan rondando la cabeza últimamente:

– No pierdas el tiempo. Que el tiempo vuela es algo que oirás muchas veces pero cuyo significado no asumirás hasta que de repente la vida te lo escupa en la jeta. Créeme, no vas a tener quince años siempre, ni veinte, ni treinta. Estudia idiomas o elige un deporte y tira con él, o prueba muchos hasta que des con lo que te gusta pero no tires el tiempo como lo hice yo, que no te hagas, como yo, el eterno reproche de “debería haber empezado esto antes”.

– Aprovecha, sé consciente de que el ahora no va a durar. Es así. Mira a tu alrededor, échale un vistazo a tu día. Por mucho que te parezca que es igual que ayer y aunque sea igual que mañana, esto no dura. Cambiarás o te cambiarán de trabajo, de amigos, de lugar, de amores, de aficiones. Las personas que tienes cerca no van a seguir ahí, para bien o para mal, disfrútalas ahora mientras puedes. Yo vivía en mi pueblo y ahora lo echo de menos a morir. Tu ahora eres un bebé pero dejarás de serlo pronto, debo exprimir esta situación al máximo como lo haré con cada etapa de tu vida. Es así con todo. Los cursos se gradúan, los trabajos se cambian, los amores se desengañan, las personas se mueren. Es así, no hay nada que hacer. Exprime cada ahora para que cuando sea el después te acuerdes luego satisfecho.

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– Te tocará cumplir con tu rutina y creerás que no podrás tener tiempo para ti, pero debes entender que el contexto es importante. Nunca se van a dar las condiciones perfectas para nada. Siempre va a haber algo que no te guste, que no te cuadre, que te quitará las ganas. Aprende a analizar tu situación y sácale el máximo provecho, dobla las reglas del juego a tu favor. Si tienes que pasarte dos horas al día dentro de un tren, haz que ese tiempo sea tuyo leyendo libros, por ejemplo. Simplificándolo mucho: si quieres ir a correr pero toca que está lloviendo, cómprate un chubasquero y para adelante. No pierdas el tiempo en quejarte de tu estampa por lo que te toca porque nunca va a ser todo perfecto. La rutina es la manera más fácil y peligrosa de perder el tiempo porque no eres consciente de ello. “Ya lo haré cuando tenga más tiempo”, “cuando pasen los exámenes”, “cuando haga más frío”, “cuando haga más calor”… excusas…, el arte es saber buscarle las cosquillas a las horas para que te salgan las cuentas y puedas hacer lo que tu quieres amoldándote a toda situación y lugar.

– Amoldarte a todo… pero sin tonterías. Escúchame bien porque esto es importante: no tienes porque aguantar gilipolleces ni a gilipollas. Si alguien te hace sentir mal repetidamente, sácalo de tu vida. Hay gente que es así, que le dará por reprocharte cualquier cosa, por ridiculizar lo que haces, por tratar de hacer que te sientas mal por historias que la mayoría de las veces no tienen nada que ver contigo o con tu forma de ser sino con la mezquindad o triste vida del elemento en cuestión. Pasa de idiotas y sus idioteces. No dejes que te lleguen a importar, que no ocupen más de lo necesario tus pensamientos, y lo que es más importante: tus sentimientos. En serio: NO tienes porque aguantar tonterías, coge la puerta y vete a la mínima.

– Vas a tener días malos, muy malos. Por lo que sea. Habrá días en que todo será una mierda pinchada en un palo: todo saldrá mal, te dolerá la cabeza, perderás la cartera y llegarás tarde a algo importante. Es igual. Estos días no tienen remedio, van a pasar y te tocará tragártelos pero a mi me hubiese gustado que me dijesen dos cosas: una es que no decidas nunca nada. En el transcurso de esos días he tomado las peores decisiones de mi vida, de las que me he arrepentido. Y la otra es que no eches la culpa a nadie de tus movidas aunque creas que la tienen en esos momentos. El 99% de estos días son fruto del azar, olvídalos cuanto antes y no dejes que encima afecten al resto de tu vida.

– Cuida tu cuerpo. No te digo que hagas pesas y te pongas cachas, pero si que seas capaz de correr cierta distancia sin demasiado problema, que te puedas mover bien; mantente ágil, capaz, no te dejes nunca porque nunca sabes cuando va a ser importante que sepas responder ante ciertas situaciones. Aunque no le pasó nada a nadie, el día del terremoto yo fui de los primeros en salir corriendo del edificio saltando por encima de la valla.

– Respeta a todo y a todos. Nadie es más que nadie y tu tampoco. Da los buenos días, saluda, cede el paso, da las gracias más veces de las que haga falta por mucha confianza que tengas con alguien. Deja todo tal y como lo encontraste o mejor: la mesa del bar, el asiento del tren, el baño de la oficina… dirá mucho de ti. Especial cuidado a las “situaciones propiciadas”, que son situaciones en las que te has visto gracias al esfuerzo de otra persona: aprende a valorarlas y respétalas como se merecen. Si vas a un restaurante que ha reservado alguien por ti, no te pases la cena quejándote por la comida por muy mala que te sepa. Si te apuntas a un viaje organizado por un amigo, no le des por saco con lo que no te gusta. Si acaso, para otra vez lo organizas tu mejor.

– Filtra el ruido. Hagas lo que hagas va a haber alguien que pretenderá saber más que tu aunque no haya hecho nada en su vida. Fíntalos. Aprende a diferenciar los que de verdad saben y aprende de ellos, ignora a los ruidosos. Normalmente los que valen no van dando lecciones por la vida y al revés. Por supuesto: sé humilde si alguna vez crees que destacas en algo, probablemente no seas tanto como te parezcas.

– Cuida a tus amigos, a los tuyos, como te gustaría que te cuidasen a ti y esto te lo dice uno que no le coge el teléfono ni al papa. No respondas a emails con dos líneas, preocúpate por ellos, cuéntales cosas porque sí sin esperar a que sean ellos los que den el primer paso, rodéate de gente que te convenga y haz porque tu les convengas también. No es difícil: evita chantajes emocionales, reproches, quejas y jilipolleces y pasa de ellas si te viniesen. Quédate con lo que de verdad importa: que estén y estés ahí cuando se necesite, que se celebren los triunfos sin envidias y se tire del que se caiga hasta que se levante. El resto es attrezzo.

– Sé tu mismo. No hagas las cosas solo porque es lo que hacen los demás, busca tu camino, no tengas miedo a ser distinto, a hacer el tonto, a ser el raro. Siempre que no te de por ponerte un embudo en la cabeza para ir a clase, yo te apoyaré incondicionalmente. Este mundo está lleno de tonterías y banalidades que no tienes porque acatar. Piensa por ti y decide según lo que crees, no por lo que hagan o dejen de hacer los demás.

– Ríete. Ríete todo lo que puedas. Que no acabe el día, aunque sea el mierderday que toca de vez en cuando, sin haberte descojonado de algo. Los problemas que tenemos no van a solucionarse porque lo pasemos mal encima, que te rías no significa que te den igual. Deshuévate todo lo que puedas de ti y de lo que te pase y si puedes hacer que alguien de tu entorno se descojone contigo, mejor. Por Dios, ríete mucho siempre, uno de mis objetivos en esta vida no es solo que lo hagas sino que aprendas a saber hacerlo. Para cuatro tardes que vamos a estar dando vueltas, que por lo menos tres valgan la pena.

Probablemente yo no cumpla ni la mitad de los puntos de esta lista, pero sí que me hubiese gustado que me hubiesen puesto sobre alerta y seguramente me habrían ahorrado disgustos que todavía hoy me como con patatas. Aunque, mira, después de escribir esto y pensándolo bien… yo me he dado cuenta de estas cosas con el tiempo y este aprendizaje es parte de como ha sido mi vida con lo que quizás sería bueno que uno se de cuenta por su cuenta, precisamente…

Veremos por donde sale Kota… y veremos por donde tiro yo…

El humidificador de botellica USB

Jodo, hoy hace una rasca a tener muy en cuenta, tengo más frío que el que alicataba el cuarto de baño del iglú de ChilliWilly.

:ojetepalinvierno: :ojetepalinvierno: :ojetepalinvierno:

Total, que no porque sea lunes y no me vea los huevecicos voy a dejar de hacer lo que tenía planeado, que no es otra que echaros otro post de la sección…

Este fin de semana Chiaki se ha puesto malica la pobre, con lo que el tío Tosca que les habla hizo una incursión a la farmacia de la esquina a ver que mejunjes tenían. Andaba que si caramelicos de menta paquí pallá cuando un producto estratégicamente situado al pie de caja llamó mi absurda atención. Primero porque era USB y yo tengo una enfermedad rara que me hace comprar todas las gilipolleces USB que se me cruzan por el camino, y segundo porque valía cuatro duros. Aquello, pensé entre tiritas, aguas oxigenadas y condones diminutos, no podía sino ser una señal, así que no me quedó otra que comprarlo.

Se trata, amigos, del:

Humidificador de botellica USB
:ahivalaotia:

Como en otras ocasiones, pongámonos en antecedentes: si en verano en Tokyo la humedad es tan acojonante que a nada que aplaudas haces llover, en invierno lo que está es el aire más seco que la duquesa de Alba comiéndose un paquete de pipas saladas. En cualquier sitio que entras tienen la calefacción puesta a tope y es menester que en casa o en cualquier espacio en el que vayas a estar más rato de lo debido, haya un humidificador. Fíjate que cosas, en la vida me había preocupado yo por estas movidas y el médico prácticamente nos ha obligado a comprar uno de los caros para tener en la habitación donde tenga Kota la cuna. Aquí en la oficina también hay un par de ellos de los grandes, por ejemplo.

Pero si que es verdad que se nota el asunto: para cuando te quieres dar cuenta ya tienes la garganta más seca que ni sé y es bastante fácil que te empiece a doler el asunto además de que de repente empieces a hablar como Sabina de resaca.

Pues bien, pensando en aquellos que echamos horas delante del ordenador afilando las uñas rascando teclas, han sacado este invento. Vayamos por partes:

1- Tu te compras una botella de té o de lo que te salga de tus graciosas partes, te lo bebes y lo rellenas con agua. Si te ves lúcido esa mañana, también podrías haber comprado la botella de agua directamente no como yo que escribo los posts con la legaña puesta y me llevo meando un cuarto de hora:


2- Sacas el humidificador de botellica USB del envoltorio:



3- Le enchufas el bastoncillo ese que te viene de manera que un extremo quede en el agua y el otro en el pitorrillo superior:

4- Si ves que no sale ná, una de dos: o no lo has conectado al puerto USB, o no le has dado al botón. De ahí tiene que verse una lucecita y empezar a salir vaporcillo:


Y y está. Ya nos podemos tirar las horas dándole al Facebook y al Twitter sin riesgo de que se nos quede la garganta como un arenque!


Con la garganta florida rascateclea todo ufano :flipanderer:
porque has ido, por supuesto, de la mano con Toscano

Ala pues, que vaya bien la semana!

Acabo de llegar

Algo o alguien me golpea en la espalda. Estoy en mi cama, creo, porque creo que sigo entre sueños, quizás no son golpes, quizás forman parte de ese otro mundo paralelo en el que nuestra mente juega a que creamos que puede que lo otro sea lo que es mentira en vez de lo de ahora. Pero noto otro y otro y otro más y me acabo de despertar. Son patadas de Kota, que duerme en el medio de la cama. Ahora cuando abrazo a Chiaki también entra él de propina porque le queda a mano estar entre los dos. Pero a veces, de alguna manera, consigue ponerse en diagonal de forma que esos dos diminutos pies quedan justo justo a la altura de mi pecho o mi espalda dependiendo de si estoy soñando para la derecha o para la izquierda. Sus piernas son pequeñas y nunca se paran de mover, quizás es que está soñando que corre detrás de un biberón enorme o algo así. Me pregunto qué soñarán los bebés… si apenas han visto nada todavía, ¿a qué juego jugarán sus diminutas mentes cuando esos ojitos deciden cerrar el telón si todavía apenas conocen escenarios ni actores?.

Chiaki se da cuenta y le corrige la postura; le pone otra vez derecho y yo me vuelvo a dormir del todo. Al arigato que le debía se lo ha debido comer el sueño, porque no recuerdo habérmelo escuchado.

Me vuelvo a despertar, también por Kota que esta vez hace mucho ruido. Aunque ya no llora tanto como antes, está claro que tiene hambre y Chiaki se levanta para darle el pecho mientras yo apuro las dos o tres soñiqueras que me quedan. Más o menos por el tercer eructo, suena la alarma del despertador pero yo ya llevaba un rato largo acariciándole la cabeza a mi hijo y hablando con su madre de lo grande que se ha puesto sin llegar a tener todavía ni tres meses.

Les dejo durmiendo y me voy a la cocina. Me preparo un café, el único que me beberé en todo el día y me entero de la actualidad japonesa y española gracias a la televisión e internet respectivamente. Me gusta comparar ambas. Ya no me sorprende tanto ver presidentes de poderosas empresas dar ruedas de prensa en las que piden perdón con reverencias de mil grados y segundos mientras millones de flashes impactan en sus calvas: el gerente de aquella cadena de hoteles que daba langostinos normales aunque en su carta ponía que eran de los caros, el importador de congelados en cuyos paquetes se encontró veneno… aquí también se las traen, como en todas partes, pero al menos parecen dar la cara, o la coronilla en este caso. Sería inconcebible declarar en un plasma o seguir en el poder ante cualquier indicio de que hayan podido estar robando dinero.

Sin embargo cada vez me resulta más difícil alegrarme con las noticias de mi país, hoy hasta el Athletic ha perdido contra el Atlético de Madrid. Me pregunto porqué no se sacan buenas noticias que estoy convencido que habrá, porqué solo salen viejos calvos entrajetados que han provocado la crisis del país robando todo lo que han podido con la complicidad de rancios políticos prepotentes que se supone que nos representan pero que en la realidad no saben ni hablar. Me pregunto cuantos cómplices habrá entre los votantes para que no cambie toda esta farsa de una vez.

Después de la ducha, desayuno un cuenco de quinoa. Como otros experimentos de los míos, últimamente me ha dado por comer alimentos sanos y este aparecía en alguna lista. No sabe prácticamente a nada, pero eso me da igual, los copos de avena tampoco y cuando llegue a la oficina caerá otro cuenco, se trata de ver si me encuentro mejor, con más energía o si la comida simplemente no importa tanto. De momento parece que funciona: ya no tengo esos ardores de estómago que tenía antes, ni me duele la cabeza y a pesar de que no duermo tanto como antes, no me encuentro tan somnoliento y cansado delante del ordenador de la oficina como cuando tenía cinco o diez años menos. O puede que sea que me lo creo y me sugestiono a mi mismo. ¿Qué mas da?, en cualquiera de los casos funciona.

Antes de pasarme por la habitación, decido poner los muñecos de Kota de alguna manera original. Todos los días trato de hacer algo distinto para que a Chiaki se le deslice una pequeña sonrisa. Con ella es muy fácil y como con Kota no se puede salir demasiado lejos todavía, tengo cierto miedo de que se le caiga la casa encima si los días se le vienen pareciendo demasiado unos a otros. Hoy he puesto a la oveja gorda encima de la tele y a Totoro a dormir en la cuna, tapado con la manta que le hizo mi madre. Seguramente cuando se despierte sacará una foto y me dirá algo, así que yo también estoy con la media sonrisa sólo por esperar ese mensaje. Es una forma de invertir en felicidad para mi día también.

Pienso, mientras apelotono peluches encima del lado del sofá donde se sienta ella, que tampoco es tan difícil estar de buen humor con alguien que siempre lo está. Que es fácil no venir con quejas o con reproches y enfados si nunca te han venido a quejarse o reprocharte algo con lo que enfadarse contigo. También sé que lo contrario pasa, que como decía mi abuelo: «dos en un colchón, comparten opinión» y no es raro que acabes poniendo a parir a todo el mundo si la persona con la que estás también lo hace. Si todos los días te gritan, es cuestión de tiempo que acabes gritando tu también.

Ahora ya si, ya abro la puerta de la habitación y escudriño en la oscuridad dos de las tres almohadas que coronan la cama. Chiaki me hace un gesto y así sé que está despierta. Yo me muero de ganas de darle un beso siempre antes de salir, pero tampoco quiero despertarla, de ahí que trate de no hacer ruido y sólo entro en la habitación si sé que se ha despertado. «Jitensha kiwotsukete ne», ten cuidado con la bici, me susurra, «yukkuri ne». A la pequeña cabecita del centro también le toca otro beso aún a riesgo de que se despierte y empiece a llorar.

Hoy no me cruzo con ningún vecino. El edificio es de reciente construcción, todavía no se han vendido todas las viviendas y prácticamente no nos conocemos entre nosotros todavía aunque suelo coincidir con un salary man que lleva a su hija a la guardería. Me gusta cruzarme con ellos porque él me da los buenos días en un japonés solemne y educado «Ohayo gozaimasu» mientras yo contesto y su hija se ríe y responde con un encantador «ohayooo» que no me quita la sonrisa hasta dos o tres kilómetros después.

Cuesta arriba y cuesta abajo, pienso en muchas cosas. Creo, una vez más, que debo estudiar mucho más japonés, que quizás el momento adecuado sea cuando Kota sea un poco más mayor y yo pueda tener un poco más de tiempo libre por las tardes para apuntarme a una academia en serio. O puede que no merezca la pena y que mejor que lo haga por mi cuenta. Sea como fuere debo seguir haciéndolo todos los días porque es importante. Como también es importante que siga hablándole en castellano tanto a él como, poco a poco, a su madre para que puedan entenderse sin problemas con los míos. Sería genial que mi madre y Chiaki se conociesen no sólo por lo que se intuyen, estoy convencido de que serían grandes amigas de verdad.

Aprovecho las paradas en los semáforos para echarme un trago del termo de té y así calentarme un poco desde dentro. Este invierno no parece hacer tanto frío como otros años pero siempre se agradecen los semáforos en rojo, sobretodo los días de viento.

Esta mañana me ha vuelto a parar el mismo policía. En realidad no me para él sino que coincide con un paso de cebra en el que siempre me toca pararme porque siempre cruzan niños camino de una escuela cercana, y su comisaría queda justo al lado. Me hace el gesto de siempre, y yo procedo a quitarme los auriculares otra vez y pedir perdón con una reverencia a la que él responde serio aunque a los dos, por dentro, nos haga gracia el asunto. Un par de pasos de cebra después ya estoy otra vez con la música acompasando mis pedaleos y cuando me quiero dar cuenta ya estoy en Shibuya.

Hoy no está la señora de la limpieza, así que no saludo a nadie mientras abro la puerta de la oficina. Enciendo las luces, abro un poco la ventana para renovar el aire y me siento en mi puesto, en mi ordenador. El turno de trabajo no empieza hasta una hora después así que tengo tiempo para mi, como planeé desde el momento en que sonó la alarma por la mañana. Es un tiempo preciado que es egoistamente mío, como antes lo eran todas las horas del día. Hoy decido emplearlo en escribir un poco.

Total, acabo de llegar y todavía tengo un rato.

Llevo ya bastantes repasos de lo que tengo escrito cuando recibo un mensaje. Es Chiaki. Me manda una foto de Kota riéndose junto a una pila de peluches puestos unos encima de otros ya medio cayéndose. Después de la foto viene algo más:

光太も笑った~!!笑

Y yo me pongo a llorar.

Stainless – Shinjuku

Como si fuese el catalán ese del sombrero,
aquí voy y os hecho ahora mismo un post regulero

Dentro pedazo de vídeo que me he encontrado por ahí. Me he quedao churichuscu del todo, pedazo de curro…

El vídeo mola, pero admito que el post es :regulero: del :copon: . No he tardado ni dos minutos en plagiar el asunto!! Eh! huevos como trolebuses llevo hoy, señora!!

De la mano con Toscano: el incubalegañas

Mirad que guapo está mi Kota, mirad mirad:

Processed with Analog

Jaja, lo dejo aquí que luego Fran me llama ikucansinoooooo.

Total, que ya iba siendo hora de recuperar una de las secciones míticas características del blog que ha tenido la osadía de ponerse delante de ustedes tiempo ha:

¿Que de qué trata esta copla?, pues mayormente de que si partimos de que aquí en Tokio venden prácticamente todo lo imaginable, me parecería un desperdicio máximo que el Tío Tosca que les escribe no se ofrezca voluntario a rebuscar de entre todos esos productos aquellos que destaquen por una u otra cosa. Vamos, que mayormente me compro todas las tontás que se me cruzan por el camino y ya que las tengo, aquí las presento en sociedad y así de paso me sirve como excusa para otear el mercado.

Vayamos, sin más troquetronches, a los antecedentes del asunto: resulta que en mi empresa, que de normal no sé yo si tiene mucho, echamos siesta. Si señor, el mito spanish por excelencia mira por donde que se me ha hecho realidad aquí en Tokio. Ojo, no vayamos a pensar que esto es normal porque, que yo sepa, sólo nosotros lo hacemos. Pero sea como fuerererequere que a las tres de la tarde suena una alarma, bajamos las persianas, apagamos las luces y nos sobamos todos hasta veinte minutos después (a mi a veces se me ha escapado algún cuesquer, pero no digáis ná!! :secretico: )

Por otro lado, pongamos que Kota, que duerme con nosotros en la misma cama y no para quieto, me deja dormir un ojete, así que este ratillo de cerrar los ojos y echarse cuatro silbidos después de comer es gloria bendita. Pues bien, para maximizar el factor relajabilidad del asunto, resulta que existen unos antifaces que los abres y están calenticos por un rato bien largo, pensados para colocártelos en cualquier momento del día en que necesites descansar los ojos.

Siguiendo con la tradición de la sección, es menester bautizar semejante invento.

Lo llamaré:

¡¡ El incubalegañas !!
;)

Jodé, la última foto parece un sujetador hipster. Bueno, pues el caso es que yo no lo sabía, pero da mucho :gustico: echarse una siesta con los ojos calenticos y luego cuando te lo quitas, te queda una sensación ahí de recosica importante que perdura y maximiza la actividad rascateclil por el resto de la tarde. Las variables se declaran solas, no os digo más, los fors y los whiles dan hasta pena que se acaben.

Esta movida es una evolución de los Kairo que llevan existiendo aquí desde hace un montón de años. Son unas bolsicas que tienen no se qué elemento químico dentro que nada más que lo abres reacciona con el aire y se mantiene caliente algo así como ocho o nueve horas seguidas. Los venden de todo tipo: grandes, pequeños, con pegata, sin pegata, para las piernas, para metérselo en los calcetines… sin duda la manera de usarlos por excelencia es pegártelos por el cuerpo siempre y cuando no toquen la piel porque corres riesgo de quemarte. Yo llevo uno enchufao en la tripica desde que me ducho por la mañana porque la rasca que hace al venir en bici es bastante importante:

Y luego, y esto que no salga de aquí, llevo otro pegado en el culo. No en el culo culo, sino justo en la rabadilla pero la gracia es que lo llevo pegado en el calzoncillo por la parte de atrás y el otro día lo debí echar a lavar con eso pegado. Chiaki no sabía la pobre cómo afrontar la conversación…. estooooo, Oskar que… bueno, sin rodeos: ¿me quieres explicar porque coño llevas un calientatronchos en el culo?!?!?!?

Total, cambiemos de tema rápido, jaja, además de esto no hay foto. ¡Lo siento chicas!

Lo siguiente al Kairo bolsero es un Kairo USB que, por supuesto, también me he comprado. De hecho me compré dos, pero se me ha perdido uno por el camino. Mecagüen :peneke: , por cierto. Al final es un chisme igualito que los iPods antiguos con un puerto mini-USB para cargarlo. Después tiene un botón que si lo enciendes, eso se calienta un huevo durante más o menos una hora:

El cacharro mola para enseñar, pero el tener que andar cargándolo siempre es un coñazo y además solo dura una horita que no da para nada. Mucho mejor un Kairo calzoncillero que te tiene ahí con gustico bajero todo el día!!

Ala pues, partamos por la senda correcta que no es otra que :bythesegao:

Processed with Analog

Viaje a Japón

Ayer vinieron los de la tele a grabar un programa de las clases de cocina para japoneses de los que hacemos. En esta ocasión fue más especial: invitamos a los alumnos que llevan viniendo más veces y nos cedieron todo un restaurante para el tinglado. Por cierto, si estáis en Tokio no dejéis de visitar el restaurante Gaudí de Yoyogi si tenéis morriña de comida de la tierra porque ya os digo yo que allí os la van a quitar a base de platos de los buenos y gente encantadora.

La clase creemos que salió muy bien, al menos hicimos todo lo que solemos hacer siempre: el Chiqui fue contando la historia y las curiosidades de la tortilla de patata, yo iba traduciendo el asunto a japonés añadiendo lo que se me iba ocurriendo según iba viendo y Guillermo no paró, como siempre, de asegurarse que todos los que estaban allí sabían lo que se estaba haciendo (aparte de enseñarles a beber en bota, un clásico).

Como pasa siempre con la tele, no sabes al final como y qué va a salir, pero nosotros pasamos un rato muy muy bueno.

Pues ayer hablando con el Chiqui me estuvo contando que ya casi no quedan plazas del viaje a Japón que lleva organizando ya tres veces con la de este año. Y yo me acordé que algún lector del blog me dijo que le avisase si se volvía a hacer porque se quería apuntar, así que he pensado que qué mejor que anunciar el asunto por el blog aunque sea un poco tarde.

¿De qué va esta copla? pues es un viaje a Japón desde España pensado y organizado para que puedas llevarte un trozo de este país en tu corazón con el avión de vuelta. Fernando lleva viviendo en Tokio unos años ya y a lo mejor le pones un ordenador delante y al angelico le falta olerlo, pero de organizar historias sabe mucho. Como este año además estoy yo metido en el ajo porque me he currado la página web os puedo decir que no se me ocurre qué más se le podría meter al itinerario… en esa semana aquí no os vais a quedar sólo con los cuatro rascacielos de siempre de Tokio, sino que os van a llevar por hoteles tradicionales japoneses, aguas termales naturales en montañas donde los monos son los dueños por derecho del lugar, castillos japoneses, habitaciones a los pies del monte Fuji con vistas de quitar el habla y, por supuesto, raticos inolvidables en el pedazo de Tokio de mis amores.

El asunto cuesta menos de 2000€, cuenta con guías en vuestro idioma para todas y cada una de las excursiones que se hacen y está respaldado por la agencia de viajes de Albacete «ViajesFlexibles» así que si hay algún problema, que no debería, el seguro de viaje está ahí para venir al rescate.

Si todavía tenéis dudas, yo creo que no hay mejor manera de sentir el espíritu del viaje que con este vídeo:

En este apartado de la magnífica web :flipanderer: hay fotos de otros años también.

Si te das prisa, todavía llegas a tiempo para amarrar una de esas últimas plazas que quedan para la semana del 12 de abril de este año. Yo probablemente me apunte a alguna de las cenas que se hacen en Tokio, así que mira, igual hasta resulta que con la cosa nos tomamos un par de cervezas y todo!

Echadle un ojer! por cierto, cualquiera puede ir desde cualquier parte de España, no hace falta que sea desde Albacete!!

El 2013

El sábado pasado fue el primer día que Kota y yo nos dimos un paseo sin Chiaki. Hacía mucho que no daba un paseo solo por pasear y hacía mucho que no lo hacía solo. Bueno, Kota estaba conmigo pero como no habla mucho… hombre claro que no, Kota perdona, por supuesto que no estaba solo, pero como yo no sé si me entiendes cuando te hablo pues me puse a pensar en mis cosas mientras recorría calles repletas de tiendas envueltas en música de flautas y tambores provenientes del hilo musical que se dejaba escuchar gracias a altavoces colocados sutilmente en farolas aquí y allá. Cada vez que se estrena año pasa lo mismo por estos barrios: la mitad de las tiendas cerradas y el CD de música tradicional de año nuevo en modo loop.

Feliz año, por cierto, que casi se me pasa.

Total, que mi hijo colgaba de mi pecho gracias a uno de esos artilugios pensados para que los padres le tomemos el relevo por fuera a las madres que ya dejaron de llevarlo por dentro. A veces dormía y a veces me miraba. Kota, en algunas ocasiones parece que te esté diciendo un montón de cosas cuando te mira fijamente. Parece decirte: Oskar o papá o como sea que te llamaré, lo estás haciendo bien, no te preocupes tanto, hombre, que yo estoy bien.

También es verdad que otras llora como si le estuviésemos haciendo al baño María.

Pero el sábado no hubo problema alguno, ni frío hacía y Kota se dedicaba entre balbuceos y sonidos que solo él entiende a mirar el cacho de Tokyo en el que le ha tocado nacer. Espero que hayamos elegido bien.

Y yo, que le miraba desde arriba, me puse a pensar en un montón de cosas. Me acordé, me acuerdo, que el año pasado lo empecé con una escayola adornando mi brazo izquierdo y que más que el dolor, lo que peor llevaba era no poder hacer nada de lo que llevaba haciendo hasta entonces: vacaciones forzosas de Karate, de correr, de cualquier actividad física… lo llevé bastante mal y mira que yo más que optimista soy un feliciano. Tan harto estaba que cuando aquel día el tren frenó de repente y me golpeé el brazo roto contra una barra metálica del vagón supe que nada me iba a sentar bien desde por la mañana; estaba hasta los huevos de mayormente todo y aquella mañana me cansé de esperar emails de editoriales que nunca llegaban y decidí que el libro lo iba a sacar por mi cuenta, hubiese que hacer lo que hubiese que hacer.

¡Eh! de las mejores decisiones del año, acaban de llegar los 500 ejemplares a Barcelona y ayer mismo envié los PDFs a los que eligieron la opción en la campaña de crowdfunding.


:estudier:

Si algo iba a marcar sin duda el 2013 era que me casaba con Chiaki en su templo. Ya estábamos casados por lo civil, pero queríamos hacer algo bonito en el templo que era su casa antes de venirse a vivir conmigo. Yo siempre había pensado que deberíamos hacerlo allí, no se me ocurría un lugar mejor y supongo que a Chiaki tampoco aunque todavía hoy me resulta curioso que fuese yo el que lo sugiriese, quizás ella lo daba por sentado ahora que lo pienso. Lo que no sabía es que se iba a animar tanta gente a venirse a la boda desde España: no solo un montón de amigos de Bilbao sino que mi familia al completo, Javi incluido, llegaron a Narita para celebrar nuestro día que no quedaba otra que que fuese especial. Tan entusiasmado estaba por la llegada de todos que decidí escribirles una especie de guía de viaje para que descubriesen el Tokyo y los alrededores que me hubiese gustado que me contasen a mi si no tuviese más de una semana:

1- Tsukiji, Hamarikyu, Odaiba y Onsen

2- Honmonji, Sky Tree y Asakusa

3- Kamakura, Hasedera, Daibutsu, Enoshima, Ofuna, Yokohama

4- Tokyo Tower, Azotea del Roppongi Hills, Shibuya

5- Harajuku, Meiji Jingu, Yoyogi y Shinjuku

Sé que hicieron la gran mayoría así que fue un tiempo muy bien invertido porque cuando estaban aquí yo apenas daba abasto con los preparativos de la boda, mi familia y atender a la pobre Chiaki que por aquél entonces estaba pasándolo bastante mal por culpa del embarazo. Ya me habría gustado haber hecho las excursiones con ellos, ya.

Bastante antes de que viniesen y en plenos preparativos de la boda, recuerdo que un día decidí irme a casa en vez de a la habitual clase de Karate porque no me encontraba muy bien. Como Chiaki iba a llegar tarde y para hacer tiempo me bajé en la estación anterior donde hay un gran centro comercial y allí, sin haberlo planeado, acabé comprándome dos pares de zapatos que no necesitaba en absoluto. De propina, se me recalentó el alma al verme atendido por el señor de la tienda de zapatos. Profundamente conmovido entre lágrimas escribí aquella historia que también forma parte del libro. Los zapatos no me los he puesto más que dos o tres veces y resulta que ahora que compramos piso justo en esa estación y vamos muy a menudo a su tienda, él ya no está. Ojalá que sea porque le han trasladado a otra tienda o esté haciendo otro trabajo parecido en cualquier otro sitio.

Y finalmente vinieron mis amigos y mi familia y se celebró la boda. Fueron días de intensa emoción en los que yo no dejé de llorar prácticamente ningún día por diversos motivos aunque el mismo día de la boda se llevó la palma. Salimos temprano por la mañana al templo de mi mujer con mi familia, nos vistieron con kimonos incluyendo a nuestras madres y a mi sobrina, nos casó mi cuñado por el rito budista en presencia de mis amigos, fuimos en autobús al restaurante en un viaje eterno por un Tokyo atestado de coches y allí se sucedieron muchas sorpresas con mucha más gente que no cabía en el templo. Nos cantaron, nos leyeron cosas, nos hicieron un vídeo precioso… aunque la sorpresa mayor nos la guardábamos nosotros con otro vídeo en el que contábamos un poco nuestra historia de pareja y al final del todo anunciábamos que Kota estaba ya por llegar. Mi madre no dejaba de repetir «¿pero es verdad? ¿pero es verdad o es otra de las tuyas?»…

Los de callejeros se vinieron a grabar hacía un huevo, pero finalmente parecía que iba a salir ya el programa (me cuentan que en el día de reyes lo volvieron a poner).

Pero a mi lo que me tenía frito era un compañero de trabajo que me tenía muy amargado, tanto que hice un montón de entrevistas para irme de la empresa. Con todo lo bueno que me estaba pasando, lo feliz que estaba yo con mis cosas… aquella sensación no me cuadraba… me hizo reflexionar y creí darme cuenta que este concepto relativo de felicidad, al final del día, tenía mucho que ver con toda la gente con la que nos tocaba compartir tiempo y lugar y con como dejamos que nos hagan sentir.

Ahora me lo aplico y trato de no cruzarme o relacionarme con según que tipo de gente que sé de sobras que no me convienen. «Fintar a idiotas y sus idioteces» lo llamó un buen amigo.

Total, que apenas unas semanas después de que se acabase la vorágine de la boda, en vez de estarme quieto y descansar, estaba metido de lleno en la organización de la primera Feria de Abril en Tokio. Bueno, al menos la primera que sabíamos nosotros que se celebraba: nos las arreglamos para tener un bar español exclusivamente para nosotros por un día y montamos allí un Cristo importante en el que no faltó de nada. Curramos un montón y no solo ese día sino desde muchas semanas antes, pero me reafirmó en mi idea de dejar de rascar teclas algún día porque menudo gustico nos dio todo. Aunque hubo paisanos «amigos» :comillo: que vinieron pero no pagaron la entrada y se quedaron fuera aprovechando el ambiente generado en la terraza… en fin, ellos verán, nosotros nos remitiremos al dicho de las fintas.

Precisamente en la organización de ese jaleo fue cuando por fin conocí a Chema, el famoso «niño cagao» que había salido en Callejeros hacía tiempo. Me pareció un tío muy salao y me dio pena que se fuese tan pronto ahora que no habíamos hecho más que conocernos. Estuvo graciosa la canción de despedida que se cascó en la terraza de los Lorcos aquel día cuando quedamos los organizadores del evento para dar cuenta de las sobras. Fue chica la que cogí aquella tarde así con la tontería…

:gambiters:

Y en esas estábamos cuando de repente nos empezaron a llegar mensajes al teléfono ¡¡ que estábamos saliendo en la tele de aquí!! Resulta que aquí hay un programa de televisión en el que se van con la cámara al aeropuerto de Narita a entrevistar a los extranjeros que llegan. Les preguntan de donde son, a que han venido… y si lo que van a hacer les resulta interesante, les piden permiso para grabar un programa especial durante su estancia. Por ejemplo el otro día salió uno que se dedicaba a dar clases de esquí y le sacaron ahí dando clases y tal. Pues el caso es que pillaron a los Tosca ahí y nos pidieron permiso para venirse a grabar la boda al templo de Chiaki!!!

… peeero les dijimos que no (como cinco o seis veces porque no dejaban de llamar por teléfono para insistir). A mi tengo que reconocer que por una parte me hacía ilusión porque iba a ser un recuerdo muy gracioso que tendríamos siempre de aquel día, pero también es verdad que el asunto era íntimo y el tono del programa es en exceso de humor con lo que tampoco era plan. Aún así me queda la cosica de saber cómo habría quedado, ¡¡ juas !! (mi padre es el más salado del mundo, por cierto, qué arte!).

Y ahí siguieron pasando los meses… mientras trataba de acostumbrarme a mi nueva vida de casado con Chiaki y me planteaba retos con los que todavía sigo enfrascado, muchas tardes de verano las dediqué a programar «Por lo segao«, una web de cromos que no son más que fotos chorras con títulos chorras. La verdad es que me lo pasé muy bien metiendo cromos, pero un día me llegó una alerta de espacio en disco sobreutilizado y no he sido capaz de buscar cinco minutos para ver que está fallando porque no se pueden crear cromos. Intentaré retomarlo durante este año en cuanto se calmen un poco las cosas.

Lo que son las cosas, que justo antes de irme de luna de miel a Okinawa (pedazo de viaje, por cierto, ahí tenemos que volver como sea), estuve a punto a punto de cambiar radicalmente de profesión. Pero a punto a punto… ahora que ya no tengo los problemas que tuve a última hora aquella vez, resulta que mi puesto ya está cubierto… ¡fue cuestión de un par de meses solo! ¡se puede hacer!.

Y precisamente viendo las fotos de Chiaki embarazada en Okinawa fue cuando me puse a pensar en Kota, en mi hijo, en todo lo que significaba para mi que hubiese podido llegar a formar una familia después de todo. Y en lo lejos que sigo estando de los míos… Esa calurosa mañana de agosto le escribí una carta a mi querido hijo.

Cuento, con orgullo que lo que allí ponía lo estoy cumpliendo a rajatabla: menudas conversaciones en castellano tenemos a la hora del baño… aiss…

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Septiembre siempre es un mes especial: es el cumpleaños de Chiaki y el mío y siempre hacemos alguna celebración chula estilo irnos de viaje por ahí. Este año con lo de Okinawa y Kota a punto de nacer nos quedamos en casa y yo aproveché para lanzar la campaña de crowdfunding pensando en que igual si que iba a ser posible finalmente tener el libro. Ya sabeis el resultado porque sois parte de él: apoyo incondicional desde el primer momento, se consiguió el objetivo a las pocas horas y se cuadriplicó. Nunca sabré expresar lo suficiente mi gratitud, solo espero que el libro no os defraude.

Ojalá que no.

También fue cuando nos enteramos que Tokyo iba a ser la sede de las olimpiadas y no sé si porque Madrid perdió pero leí una serie de gilipolleces en muchos medios españoles sobre Japón que me dio por escribir una especie de artículo en el que trataba de contar que para mi lo mejor y lo peor de esta ciudad: Tokyo, la ciudad de los juegos.

A finales de septiembre andábamos también a contrarreloj por conseguir la hipoteca que nos permitiría comprar el piso en el que vivimos ahora. Digo que íbamos contra el tiempo porque Chiaki salía de cuentas en un mes y todavía no teníamos claro si nos íbamos a poder mudar o no. Nunca habría pensado yo que me iba a comprar casa aquí pero mira, tener un hijo te hace que quieras tener una mayor estabilidad, darle cierta seguridad que antes no te importaba. Y lo conseguimos a pesar de tener mucho en contra por ser extranjero y no llevar demasiado tiempo con contrato indefinido. No faltó tampoco quien quiso quitarnos la ilusión de una hostia.

Por cierto, ¡qué risas con la mudanza!.

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Luego, ¿pues qué decir? ¿qué contar?, llegó Kota y todo cambió. Mi mundo, nuestro mundo se ha convertido en esa personita que nos mira echando babas, tirándose pedos como trolebuses y roncando como un abuelo. El parto fue larguísimo y Chiaki lo pasó muy mal aunque al final todo salió muy bien.

Y para acabar el año antes de dedicarnos plenamente a Kota, y a parte de una segunda feria pero de Albacete esta vez, nos vimos envueltos en uno de los mayores saraos dedicados a España que se han celebrado por estos lares: un Spain Matsuri en el que pusimos un tenderete de tortillas entre otros pinchos diversos. Fue un fin de semana de no parar de currar hasta no sentir las piernas, pero menudas risas nos echamos siempre con Chiqui, Lorco, Germán, Manuela…!!!

Me caso en Tokyo con mi familia y amigos, me voy de viaje a Okinawa, me compro casa, nace Kota, saco un libro… me parece a mi que el 2013 va a ser un año que recordaré siempre. Este 2014 de momento se presenta tranquilito, pero no le doy yo más de un par de semanas más antes de que se empiece a liar… ya veréis!!

¡¡ Que no paréis de reiros de todo en el año 2014 !!

De como Kota llegó para quedarse (4 y fin)

Si la noche anterior fue un flashback continuo, aquella noche fue al revés: no recuerdo los momentos en los que dormí, si es que lo hice. Chiaki no hacía más que dar paseos por la habitación, parándose cuando tocaban las contracciones fuertes que se pasaban en poco tiempo, pero que tenían pinta ya de doler muchísimo. Yo le daba masajes en la espalda, como me había enseñado la impasible sin sonreír en ningún momento, y cuando se le pasaba volvía ella al paseo y yo al sofá.

Así hasta que ya por fin por la mañana nos llevaron de nuevo a… la sala….

Yo pensaba que la cosa iba a ir rápido, pero no fue así. En el purgatorio estuvimos cuatro horas en total en las que Chiaki era, en esta ocasión, de las que más dolores tenía ya asustando, supongo, a las que acabasen de llegar como nos pasó a nosotros el día anterior. La revoluciones venía, a toda hostia, de vez en cuando a mirar el papel lleno de rayas en el que se veían las pulsaciones de Kota y la intensidad de las contracciones de Chiaki. Si me hubiesen enchufado ese chisme a mi, seguro que hubiesen salido también los Pirineos porque aquello me tenía a mi en un sinvivir.

La vírgen.

La madre de Chiaki se vino allá por el mediodía, lo que me permitió distraerme un poco haciendo viajes a la máquina expendedora a por zumos o tés. He de decir que es ver una cajica de zumo de moras como la de esa máquina y todavía me pongo nervioso… Mi suegra le hablaba a su hija, pero su hija ni contestaba. Estaba sentada en una especie de cómoda balancín que le hacía estar inclinada hacia delante, lo que, por lo visto, era bueno para la situación en la que nos encontrábamos. Entonces vino el médico y se la llevó, como pudo, a una sala que había al lado. Yo me quedé solo con mi suegra. Ese fue uno de los momentos más emotivos, con el permiso del nacimiento de Kota, de esos días. A mi suegra, supongo que por la emoción del momento, le dio por decirme un montón de cosas bonicas sobre que me hubiese casado con su hija y lo que significaba para ella tener un nieto y que fuese conmigo y…. me dijo un montón de cosas que nos tuvo a los dos llorando un rato largo. Nunca se me olvidarán sus palabras… muchas gracias Tokuko, de corazón, como bien sabes.

Cuando volvió Chiaki y nos vio llorando se empezó a reír. ¿Qué está pasando aquí? alcanzó a decir justo antes de que una contracción acallase del todo su voz. Y ahí fue cuando el médico volvió, de nuevo, y dijo que se la llevaba otra vez a la sala, que era mejor por no sé qué razón que no entendí. Lo que si supe cuando volvió es que había roto aguas ya y que el parto era inminente. Que si quería estar presente, me dijeron. Por supuesto, dije yo millones de veces muerto de miedo mientras se la llevaban en silla de ruedas.

Entré en el quirófano un rato después que ella con una bata de esas que se atan por detrás y un gorro para el pelo. Ella estaba en una camilla iluminada por unos focos enormes que, sin embargo, no alcanzaban a deslumbrar. A mi me subieron en un taburete que quedaba en la cabecera de manera que la veía del revés pero no lo que estaba pasando por ahí debajo porque una sábana hacía de telón.

Bendita sábana.

Entonces empezó a empujar ya con cada contracción. Yo le secaba el sudor y le alcanzaba la botella de té verde a la que le habíamos puesto una pajita para poder beber mejor. Se me ocurrió la broma de que parecía el entrenador de Rocky Balboa ahí con la toallita y que solo faltaba el cubo para que escupiera, y tuve la absurda idea de contársela a ella que no le hizo, por supuesto, ni un poco así de gracia. Me quedé calladito unas cuantas contracciones más. Básicamente el proceso se repetía: ella empujaba, la enfermera decía que ya se le veía la cabeza, pero no acababa de salir. Tampoco te creas que a la enfermera aquella parecía importarle mucho el asunto.

Después de una hora y media así, decidieron que era mejor un descanso y le pusieron una inyección para parar las contracciones un poco. Yo me moría de pena por ver a mi mujer pasándolo tan tan mal y en ese momento empecé a pensar que igual le tenían que hacer la cesárea porque Kota no parecía tenerlo fácil para salir.

Entonces llegó la revoluciones y fue acojonante. Cual señor Lobo, llegó a toda hostia, apartó a la enfermera aquella que tenía la mitad de sangre y se puso los dos guantes de látex. Mientras se echaba un chorro de yodo en uno de ellos, ojeaba el asunto y dijo un «Wakarimashita», «ah, vale, ya lo entiendo». Acto seguido empezó a decirle un montón de cosas a Chiaki en japonés que no tengo yo muy claro que las hubiese entendido ni ella: a mi me parecía que era Ozores con bata el que hablaba. Después pegó cuatro gritos a las enfermeras que había por allí al lado: tu llama al doctor no se quién, tu alcánzame no se cual, tu llama a no se qué enfermera y tu apaga eso de los latidos que me está volviendo loca («¿más? pensé yo, por Dios que alguien lo apague o sale volando). En aquella situación, la revoluciones causó el efecto contrario: en vez de poner nervioso a todo Cristo, nosotros nos sentimos tremendamente arropados por ver que alguien en la sala parecía saberse lo que se hacía.

Llegó el médico que había pedido que se puso a los mandos inmediatamente y llegó la enfermera que había pedido, que resultó ser una tía más bruta que un bocadillo de bellotas con cecina. El médico, por orden de la revoluciones, cortó por allí abajo. La aldeana con gorro de enfermera se subió de rodillas en la camilla y apoyó todo su peso en la tripa de Chiaki que a su vez empujó más que nunca hasta que, de repente, Kota apareció ante nosotros de color morado. Chiaki no dejaba de apretarme el brazo con la mayor fuerza que le he sabido nunca mientras los dos llorábamos al unísono. «Ya está» decía yo en perfecto castellano, «ya está Chiaki, gracias gracias gracias» y seguía llorando aunque lo que yo quería era ver llorar a mi hijo porque, como en las películas, uno cree que hasta que no llora no sabes que está bien.

Y lloró, vaya si lloró…

La revoluciones, que no podía parar en ningún momento, limpió a Kota en dos o tres décimas de segundo y ya lo tenía Chiaki puesto en su pecho. Después me dejaron cogerle en brazos y recuerdo que estaba completamente sereno y me miraba, aunque por lo visto no veía todavía, y que estornudó. Y luego la bocata bellotas se lo llevó a una pequeña incubadora que había allí para hacerle todo tipo de animaladas como meterle un tubo por la garganta y por la nariz para aspirar la sangre que quedase. No entiendo de partos, pero me dieron ganas de decirle cuatro cosas porque aunque sé que era necesario y por el bien de Kota, me pareció que hacía todo sin ninguna delicadeza, ¡menudos meneos le metía la vacaburra!.

Total, que a Kota se lo llevaron y nosotros nos quedamos un rato más con el médico que se aseguraba de que Chiaki estuviese bien. Yo la veía y estaba exhausta, pero había recuperado la sonrisa y con ella yo a mi Chiaki y de propina me llevo a su hijo que también es mío.

Kota, en efecto, ya había llegado.

¡Eh! ¡y para quedarse!, total, ya que estaba… とりあえず。。。


De como Kota llegó para quedarse (parte 3)

Como si de un flashback se tratase, recuerdo aquella noche por flashes. Yo estaba tumbado en un sofá en el que solo entraba entero si doblaba las rodillas tapado con la manta más fina de todo el hospital y de vez en cuando entreabría los ojos cuando algún ruido interrumpía algo parecido al intento de dormir en semejante situación. Veía, entonces, a Chiaki que estaba con los ojos abiertos prácticamente cada vez, que me miraba, que miraba al techo y recuerdo que yo quería levantarme y hablarle para que sobrellevase la situación un poco mejor pero entonces me volvía a dormir y me volvía a despertar sin yo quererlo. Era ese estado en el que no sabes muy bien si está pasando lo que crees que está pasando o en realidad no has abierto los ojos nunca.

Por la mañana ella me confirmó que las contracciones eran cada vez más fuertes, que no había podido dormir. Cuando la impasible entró por la puerta, por supuesto que sin llamar, nos hizo bajar a la siguiente fase de aquella historia: la sala.

Madre mía.

¿Como describir la sala?. Imaginemos una habitación muy grande que se dividía en muchas habitaciones pequeñas gracias a correr o descorrer cortinas que pendían de una autopista de raíles instalada en el techo. Para describir lo grande que era, pongamos que cada habitación albergaba, sin demasiadas estrecheces, una cama, un pequeño sofá y una máquina de esas de hacer ecografías. Y pongamos, ya puestos a poner, pues, que habría como veinte habitaciones de estas de quita y pon. Si las contracciones llegaban a un punto tal que no había más remedio que hacerles caso, te bajaban allí y te enchufaban a la máquina que monitorizaba el grado de dolor a la vez que se aseguraba que el latido del niño seguía siendo regular. Digamos, también, que las contracciones, por lo visto, vienen y van haciendo que cuando están, la inminente madre las vaya notando reaccionando según su intensidad para descansar un momento después. Era, pues, una cadena sin fin de dolores intermitentes a destiempo.

La sala, señores.

Veinte camas con veinte embarazadas a punto ya de dar a luz gritando cada dos o tres minutos según le tocaba a cada una. Por supuesto, las hay cuyas contracciones son ya tan dolorosas que no pueden contener el dolor y chillan literalmente de dolor para después recuperar el aliento al minuto siguiente. Pongamos a veinte maridos, como el que les ocupa, muertos de miedo escuchando aquel concierto de gritos y lamentos sin poder hacer más que tratar de aliviar, vía masajes en la espalda, semejante disparate. Maridos totalmente inútiles cuya presencia es anecdótica, maridos que solo sabían decir «ganbatte ganbatte» con voz grave pero que en realidad estábamos acojonaditos perdidos, que cuando estás ya un poco recuperado de los gritos de la de la cortina de la derecha, resulta que ya le toca a la de la izquierda desgañitarse a grito pelado.

Si yo lo pasé mal, no quiero ni pensar en ellas. Madres del mundo: tenéis todo mi respeto hoy y por siempre. Chiaki: te quiero.

Hoy, echando la vista atrás, no llego a entender la función de aquella sala. Cuando las contracciones son todavía débiles, no creo que sea precisamente motivante que te lleven a un sitio donde la que tienes al lado está retorciéndose de dolor anunciándote que poco te queda a ti para estar así también. Tampoco digo que te lo pinten de color de rosa cuando no va a ser así, pero es que aquello es el purgatorio.

La sala. Buff.

Las contracciones de Chiaki todavía no eran de chillar: como venían se iban. La revisión del médico nos confirmó lo que nos parecía: que todavía no, que íbamos a tener que pasar otra noche más en el hospital y que nos fuésemos pensando en la posibilidad de una inyección para acelerar el proceso porque ya era el segundo día allí metidos. Yo, la verdad es que pensaba que menos volver al purgatorio lo que hiciese falta, pero Chiaki se negaba rotundamente. Ella se tomó el embarazo muy en serio, tanto es así que, por ejemplo, se aguantó todos los dolores de cabeza sin tomar ninguna medicina por si le hacían daño a Kota. Así que no: ni inyecciones, ni epidural ni ochos ni cuartos. Ole sus huevos.

Pues en esas quedamos con la revoluciones: mientras ella hacía la cama en cuatro segundos tres decimas, yo me hacía a la idea de que la noche del martes volvía a tocar sofá y seguramente dosis de purgatorio…

Continuará…

De como Kota llegó para quedarse (parte 2)

En aquella habitación llamaba la atención una pequeña cuna vacía colocada junto a la cama en la que reposaba ya la que iba a ser la madre de mi hijo de todas todas me pusiese como me pusiese. Esa casi diminuta cuna de plástico decía muchas cosas; no solo que allí mi hijo se iba a echar sus primeras siestas… anunciaba que todo estaba preparado, que era verdad que Kota estaba ahí dentro y que no saldría de aquella habitación de otra manera que estando llorando ya fuera, en el mundo, en nuestro mundo.

Yo que todavía pensaba que todo esto era un sueño…

En el hospital lo tenían todo perfectamente planificado y no faltaba la visita de la enfermera tres veces al día para monitorizar las pulsaciones de Kota, las contracciones y que Chiaki estuviese comiendo lo que tenía que comer porque parece ser bastante fácil descuidarse cuando empiezan los dolores fuertes. Todavía no era el caso, ella estaba allí como en un hotel: viendo la tele, dejándose hacer cuando tocaban chequeos y más bien pasando el rato que de parto. Tenía dolores, pero no demasiados, las contracciones eran muy débiles todavía así que no había prisa. La prisa la tenía yo por dentro; prisa por saber que todo iba a salir bien, por comprobar de una vez que mi hijo estuviese sano cuando nos saludase llorando a pleno pulmón, por saber que a Chiaki no le iba a pasar nada, por que todo pasase lo más rápido y mejor posible y poder enviarles a mis padres una foto con los tres posando ya sonrientes porque no había habido problema alguno.

Lo que hubiese dado por que mi madre estuviese en aquel hospital con nosotros… lo que creo que hubiese dado ella…

Como no había mucho movimiento por allí dentro, salí del hospital para cenar algo y al volver me dejaron quedarme a dormir en el estrecho sofá de la habitación en vez de hacerme salir con el fin del horario de visitas. Por supuesto no dormí nada, pero me alegró saber que Chiaki sí pudo descansar. Al día siguiente las contracciones eran más fuertes y cada vez menos espaciadas a la vez que los controles de las enfermeras. Yo me entretenía poniéndoles motes: estaba la abuelica, que nos hablaba con ese ritmo lento tan tierno con el que le empiezan a hablar a los hijos de sus hijos y cuando se quieren dar cuenta lo están haciendo con todo el mundo. Le costaba ver el termómetro por lo que siempre nos lo daba a uno de los dos para que le dijésemos la temperatura a apuntar en el cuaderno aquel del que no se separaba nunca. Nada que ver con la revoluciones, una chica así a ojo con más o menos la misma edad que yo pero con el pulso trescientas veces más rápido: no paraba nunca, ni de hablar ni de moverse ni de hacer cosas. Era como si su mente ya hubiese acabado cinco minutos atrás lo que estaba haciendo en ese preciso momento y ya tenía encoladas diez cosas más que debía haber hecho hace tres. Me pidió que le pasase el cuaderno de la mesita y cuando contesté «¿eh?» a su vertiginoso japonés ya lo había cogido y tenía apuntado medio Quijote.

Daban ganas de pegarle para que se estuviese quieta, ahora que aciértale.

Cuando Chiaki bajó a la consulta del médico y yo entré en el cuarto de baño es cuando conocí a la impasible. Estaba en pleno acto meandero cuando abrió la puerta de par en par preguntando por Chiaki. No te creas que se cortó al ver el Belén, no, ella siguió hablando en japonés mientras me miraba taparme como podía. «Chiaki ya ha bajado, yo me he quedado en la habitación a esperarla» dije yo sin poder cortar el asunto. «Vale, gracias» contestó el ser menos expresivo del planeta tierra con permiso de Tommy Lee Jones. Era la primera vez que me veían la chorra y no había reacción alguna: ni risas ni admiración, ¡nada!. Aquel día prometía, ya tenía una historia que contarle a Kota en su cumpleaños si fuese el caso.

Pero no iba a ser el caso: no venían las aguas revueltas todavía, el cielo no anunciaba tormenta, el pájaro seguía en su nido, no sonaban tambores de guerra, alfa charli delta plus… vamos, que Kota pasaba de todos nosotros. Yo, viendo que me iba a quedar una segunda noche, salí en busca de un Uniqlo donde comprarme ropa un poco más cómoda y sobretodo con menos aroma varonil no fuese a ser que a la impasible le diese por entrar a preguntar la hora en actos íntimos menos aguados.

Aquella noche ya si; aquella noche Chiaki no durmió nada por culpa de las contracciones y yo ya estaba que le daba cuarenta vueltas a la revoluciones.

Continuará

De como Kota llegó para quedarse (parte 1)

Era un domingo soleado, hasta caluroso cuando terciaba que por donde se paseaba no había nada interponiéndose entre uno y el sol. Y hay que precisar que uno, a partir de octubre, no está para desperdiciar rayo alguno que le caldee acaso un par de grados la melancolía inherente al hecho de que no quede otra que esperar a que nazca el invierno. O que malnazca porque no hay invierno que no sea un malnacido.

Chiaki cargaba a Kota pero Kota, como el invierno, tampoco había nacido. Siempre he pensado que el embarazo, a pesar de todo, le ha sentado de maravilla. A mi, por lo menos, me parecía que estaba guapísima sobretodo cuando trataba de andar con prisa y no conseguía más que avanzar casi anecdóticamente mientras se balanceaba hacia los lados con las dos manos tanteando aliviar la carga de la parte baja de la espalda que parecía dolerle siempre. Yo no tenía muy claro si era así o no porque no dejó de iluminar la casa nunca con esa sonrisa suya tan, eso, suya.

Ya tenía contracciones, pero a pesar de ello quiso que diésemos un paseo por la zona. Acabamos en la universidad de chicas que queda al lado de casa donde se celebraba un festival para recaudar fondos para, la verdad sea dicha, no tengo ni idea de qué causa. Vimos un espectáculo de cheerleaders a lo japonés, comimos chocolate con algo que de churros solo tenía el nombre y tomamos prestado un poco del sol los tres en un banco mientras analizábamos las técnicas de ligoteo de los chicos que se habían acercado a ver que se podían llevar de aquel, en teoría, paraíso terrenal. Que fuese una universidad católica no quitaba para que el bajo de las faldas se distrayese bastante más arriba de las rodillas y, como no podía ser de otra manera, allí no había más que grupos de adolescentes al acecho de muslos de piernas de veinte metros las más cortas. Yo habría sido el callado romanticón de al lado del árbol que, seguramente, no se habría comido un rosco pero se habría enamorado de una distinta siete u ocho veces por hora. Otro gallo cantaría si ahora supiese o fuese lo que sé o lo que soy ahora, probablemente me habría seguido enamorando y volviéndome a casa en ayunas, pero con alegría porque no me habría callado ni un poco así.

Total, que Chiaki salía de cuentas el lunes, el día siguiente y a la vez tenía cita en el hospital para la revisión rutinaria semanal, así que nos volvimos más o menos cuando ya no había nadie allá arriba que caldease hueso alguno.

Poco tardamos en dormirnos adrede para soñar con la cara de Kota, como cada noche.

Cuando el despertador dijo basta, yo me vine a la oficina y a eso del mediodía me llegó un mensaje en el que Chiaki me contaba que habían decidido ingresarla, que aunque todavía las contracciones no eran fuertes, mejor estar allí por si acaso. Y que no me preocupase, que con que a la noche al salir de trabajar le llevase la bolsa con la ropa que había preparado, ya valía. Cinco minutos más tarde ya iba con la bici como un loco camino de casa. No pensaba perderme ni una contracción más. No podía concebir que naciese mi hijo y yo no estuviese allí, creo que los cuarenta minutos de pedaleo los trituré y prensé hasta que quedaron en menos de media hora y casi una hora después de aquel mensaje ya estaba con mi mujer en la habitación de un hospital esperando a que naciese mi hijo. Si ella hubiese querido que Kota naciese en Korea, yo ya tendría metido el bicarbonato en la maleta para contrarestar el kimchi. Allá donde fuesen ellos dos, estaría yo sin duda, esto es algo que no me pasará más de dos o tres veces en la vida en el mejor de los casos, ¿cómo me lo iba a perder?, ¿cómo no iba a estar allí?, Dios santo, ¿qué otra cosa pudiese haber más importante? ¿un trabajo?!? ¿una oficina?!?

Continuará

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El libro de prueba

Lo tiene Fran ya en sus manos y lo está mirando y remirando para asegurarse de que no haya ningún error, a mi lo que me da es una envidia del copón porque lo único que he visto yo de momento es esta foto que me mandó!!!

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Eso si, en un email que acabo de leer ahora mismito me dice:

… mañana le doy el visto bueno y vamos a por todas

Así que ya está, ya encargamos la tirada de 500 libros y en cuanto lleguen os los empezamos a enviar… ¡¡ que nervios !!

Yo por mi parte ya tengo todo preparado excepto los amuletos que compraré este sábado en el Meiji Jingu de Harajuku; este mismo fin de semana sale un paquete enorme repleto de kitkases de té verde, kokeshis, camisetas y amuletos para Barcelona.

Todavía me parece mentira todo… yo hasta que no tenga el libro en mis manos no me creo nada!

:estudier:

¡¡¡Actualización!!!
:amosahi: :amosahi: :amosahi:

Fran me ha mandado alguna foto más que no voy a poner para mantener la sorpresa, jejeje, que gustico más morenooooo me da todoooo. Veeeengaaaa, vaaaaaaaaaa, os pongo la última: