El gatostiable no es un gato!

¿Os acordáis del gatostiable?, es el término que YO me inventé sobre el gato aboquil más horroroso y repelente de todos los tiempos. Término que después me plagiaron hasta la saciedad como si se lo hubiesen inventado ellos, por cierto, pero esto es otro tema, jaja. Sin rencor, amigotes, pero echadle más ganas a lo de pensar pa la próxima, que seguro que podéis.

Total, que resulta que San Rio, la empresa que explota semejante esperpento, ha declarado que Hello Kitty no es un gato, que es simplemente «una risueña y feliz niña pequeña con un corazón de oro».

Repito:

Hello Kitty NO es un gato
giphy.gif

Tiene huevos. El asunto se ha liado a raíz de la preparación de una exhibición con motivo del 40 aniversario del bichejo carapapa, los organizadores enviaron documentación a la empresa para que le diese el visto bueno antes de preparar la exhibición y resulta que les corrigieron «con firmeza» el hecho de que Hello Kitty NO ES UN GATO. Tiene huevos. Esto ya lo he dicho, pero es que tiene huevos y así de gordos.

«No es un gato, es un personaje, una pequeña niña que es amiga de todos, pero no es un gato. Nunca se le ha visto andar a cuatro patas, siempre anda y se sienta como una persona. Puede que el diseño se asemeje al de un gato, pero no es un gato»

Todo encaja. Quiero decir, el bicho es un disparate, la empresa otro y las declaraciones gilipolleces como pianos, son coherentes.

Pero se ha liado parda, claro, en internet todo Dios está flipando y bajo el tag #hellokittiisnotacat dicen cosas como «la vida ya no tiene sentido, no tengo nada en que creer» o «hostias, no me digas entonces que coño serán el Micky o el Donald»

Sea como fuere, el bichejo asqueroso está en todos los putos lados y esto es algo que no creo yo que cambie pronto, gracias a Dios que Kota tiene badajo por abajo y (espero) no me vendrá con hostias de que le compre ná del gat…¡coño! ¡si es que me han hecho la putada del siglo! ¡ya no sé ni como llamarle!

Es igual, el gatostiable seguirá siendo como toda la vida de Dios un gato y ahora más hostiable que nunca.

download.jpeg

Aunque a veces aparezca merchandising que si que compraría, mira tu…

Recupero vídeos que hice hace algunos años ya y que vienen al caso (jodé, cuanto tiempo libre tenía, ajajaja)

¡¡ Buen fin de semana !!
:gambiters: :triki:

El creador de dragones

A este artista le vi yo el otro día en la tele y andaba a ver si le localizaba. Resulta que forma parte de un estudio en Nikko en el que llevan un huevo de años dedicándose a crear ilustraciones de dragones. Llama la atención la aparente facilidad y rapidez con la que lo hacen y lo bonico del resultado final:

Se lo enseñé a Chiaki todo emocionado ahí diciéndole que venga, que jo, que venga, que comprásemos uno enorme para poner en el salón… y la que me puso cara de dragón fue ella, jajaja.

Boob Aid, tocamiento tetil en Tokio

Un grupo de actrices porno japonesas se van a dejar tocar las mandingas durante 24 horas este fin de semana con el fin de recaudar fondos para la lucha contra el sida. Vamos, que tu vas ahí, le magreas a gusto el busto y dejas tu donación.

breast-grab.jpg

«Tengo más ganas que ni sé» -dijo una tal Rina Serina que juro que no se quien es (en serio en serio), «pero ojalá que por favor la gente tenga cuidadico» -en referencia al palpamiento mamario.

Por lo visto es la decimosegunda edición desde el 2003 y será retransmitido por un canal guarrillo de adultos. Los participantes tendrán que tener más de 18 años, lavarse las manos, desinfectarse con un chorrillo de alcohol y el tocamiento está limitado a poner las dos manos en sendas bufas y ejercer exactamente dos magreos.

«Nunca pensé que mis tetas podrían contribuir a la sociedad» -dijo también la tal Serina, aunque en mi modesta opinión toda teta hace bien a la sociedad. Menos las de Paquirrín, claro, toda teta femenina, se entiende.

«Es para una buena causa» -dijo una tal Iku Sakuragi, que tampoco sabía quien era pero como su nombre empieza como el de este blog, confieso que la he buscado en google- «Sóbame las tetas, dona dinero… total, ¡nos lo pasamos bien!». Di que si, bonica mía!

La movida empieza a partir de las ocho de la tarde del sábado y está organizado por la fundación japonesa para la prevención del sida. Aunque no pensaba ir (en serio en serio) y como este post era más regulero que ni sé, para compensar he hecho periodismo de investigación buscando a ver si salía donde se celebraba, pero en dos minutos no ha aparecido el asunto y me he cansado.

Ya se podía convertir esto en el próximo Ice Bucket Challenge!! Melonpan Touching Challenge!!

Ala pues!

Cómo es vivir en Japón

Bueno, en mi caso al tener un hijo la cosa ha cambiado bastante, digamos que tengo a Japón, a Tokio un poco aparcado de puertas para afuera hasta que Kota crezca un poco más: ni izakayas, ni excursiones, ni prácticamente nada que no sea dar paseicos con él colgado cerca de casa.

Total, que me ha gustado mucho este vídeo que me he encontrado por ahí. Se puede casi sentir lo que se siente viviendo aquí, el abanico de posibilidades que esto tiene: tantas experiencias y lugares por descubrir… dentro vídeo!

Chikan

Ese día llovía a mares, creo recordar que fue el segundo tifón al que le dió por pasarse por Tokio a saludar. Esto de los tifones es algo curioso: hace un viento acojonante y llueve en toda dirección excepto la estrictamente vertical para, al día siguiente, hacer un sol del copón y no ver ni una nube asomando.

A no ser que quisiese acabar pedaleando en la punta de la Sky Tree, mejor aparcar la bici e ir en tren. Y eso que últimamente me he comprado un chubasquero de cuerpo entero y no me rindo con lo de ir en bici ni aunque caiga la de Dios es Cristo. Pero es que ese día caía la de Dios es Cristo y Buda juntos.

Total, que me monté en un tren repleto de gente y traté de hacerme hueco cerca de una de las barras de al lado de la puerta que delimitan los asientos. Allí, justo donde quería ir yo, había un señor mayor con camisa de manga corta y pantalón de traje que se había hecho fuerte con un periódico entre sus manos y los codos apuntando hacia fuera a modo de protección. Tenía pintas de ser más salado que un cubo de mierda, así que no pensaba yo acercarme demasiado pero en estas que mucha más gente entró en el vagón y empujón a empujón di con mis riñones contra uno de sus codos colocados expresamente a tal efecto. Noté que no doblaba el brazo, que estaba haciendo fuerza para poder tener su espacio periodístico intacto mientras el resto nos apelotábamos unos contra otros cada vez más. Aparte de lo injusto de la situación, de que un rascayú quisiese leer el periódico en un vagón repleto de gente, me estaba haciendo daño así que le aparté el codo de una hostia con el mío y aproveché la inercia para empujarle con el culo haciéndole ceder el espacio que no se había ganado con su cara de palo. El viejo gruñió algo mientras al cerrar el periódico le daba en la cabeza, supongo que sin querer, a la chica que estaba sentada delante. Yo me giré más, le miré directamente a los ojos y le volví a empujar con la cadera haciéndole ir todavía más para allá. Ahí viendo que la cosa era adrede y con cierta expresión de sorpresa por la cara del que tenía delante, ahí ya si, ya se calló y apechugó.

Al de dos o tres estaciones y por el trasiego de ir y venir de pasajeros, el vagón seguía repleto, pero una chica de mediana edad coincidió que se colocó entre el viejo cascarrabias y yo. Era una chica menuda, bastante más baja que cualquiera de nosotros dos, tampoco vestía de manera especial, no destacaba de ninguna de las maneras. Pero el viejo asqueroso le echó el ojo enseguida. Aunque había oído muchas historias, era la primera vez que presenciaba algo semejante y supe que era así porque se le veían las intenciones desde lejos. Se metió una mano en el bolsillo y empezó, nervioso, mirando aquí y allá, a acercarse cada vez más a ella hasta que su cabeza quedó justo por encima del escote de la chiquilla, escote que no dejaba de mirar mientras se movía su mano dentro del pantalón.

Yo flipaba.

La chica se daba cuenta y hacía por alejarse, acercándose cada vez más a mi, aunque tampoco había demasiado margen con tantísima gente, claro. El viejales entonces se puso detrás de ella visiblemente dispuesto a frotar la cebolleta y sé que lo consigue cuando saca la mano que tenía tan ocupada dentro del bolsillo. Ahí, justo en ese momento fue cuando acabé de decidir que le iba a meter una hostia pasase lo que pasase y fui a por él pero entonces el tren llegó a la siguiente estación, la chica aprovechó el movimiento de gente para cambiarse de sitio y el chikan frustrado, nervioso, se dispuso a bajar del tren medio empalmado y con la mayor cara de salido asqueroso que he visto yo en mi vida.

Pero para salir tenía que pasar por delante de mi y al hacerlo le pegué una patada en la espinilla con toda la fuerza de la que fui capaz dado el escaso recorrido que conseguí desarrollar debido a tener a tanta gente cerca. Le dolió, lo sé porque se dio la vuelta con cara de espanto. Entonces me miró, yo le señalé con la vista a la chica, el la miró, me volvió a mirar y sin decir nada salió corriendo del vagón como alma que lleva el diablo.

Ella esperó un tiempo prudencial y a su vez en silencio salió también en la misma estación justo antes de que las puertas del tren se cerrasen. Quise decirle que esperase un poco, que fuese hasta la siguiente estación y volviese, pero lo cierto es que no creo que entre ellos se hubiesen visto las caras, así que daba igual, supongo.

Es la primera vez en más de ocho años que veo algo semejante, pero comentando la jugada me han dicho amigas y compañeras de trabajo que no es tan raro aunque con el gentío muchas veces no queda muy claro si es o no adrede, si va con intenciones o simplemente son roces casuales sin remedio.

Yo lo que si tengo claro es que como le vuelva a ver al viejo asqueroso, cuya cara no consigo olvidar, tampoco dudaré en actuar pero esta vez será mucho antes.

Mis reglas

No es la primera vez que le doy vueltas a lo de que no voy a durar para siempre, pero nunca había sido tan consciente hasta ahora. Sé que el convertirme en padre ha tenido mucho que ver; no es que Kota me haya jubilado de repente, pero si me ha hecho ver que voy ya por cierta parte del camino y que los kilómetros que quedan no serán muchos más, en el mejor de los casos, de los andados ya.

Es por esto que he decidido, más si cabe, aprovechar al máximo el tiempo que me quede.

No creo que precisamente yo haya sido el ejemplo perfecto de como desperdiciar los días ya que prácticamente no he parado quieto nunca: desde trabajar en un periódico con doce años hasta las camisetas de ikusuki pasando por dar clases de Karate, escribir un libro, maratones, capoeira… ni sé ya. Pero sí que he decidido dar un paso más y tomar cartas en el asunto para que la versión del Toscano que se levantará por las mañanas dentro de unos años sea la mejor posible como resultado de lo que haga hoy.

Paso a paso uno se va dando cuenta de qué es lo que nos ayuda a que los kilómetros siguientes sean más fáciles de recorrer y sobretodo lo contrario. Un ejemplo: yo tengo unas resacas horrorosas, no os podéis hacer a la idea de cuanto. Es algo de familia, no me pasa solo a mi, por cierto. Los días de resaca son días perdidos completamente: no puedo hacer nada, no se puede contar conmigo para nada desde por la mañana hasta por la noche y eso, teniendo un crío en casa, considero, ahora, que es algo inadmisible.

Así que con esta nueva coyuntura, la de ser padre casi cuarentón, he diseñado un plan, una serie de reglas desde hoy aquí escritas por las que se ha de regir, en la medida de lo posible, mi vida a partir de ahora. Vayamos por el principio:

No beber alcohol, tratar de que sea cero

Hace tres o quizás cuatro fines de semana llovía muchísimo así que nos dimos tregua en casa y yo me dediqué a cocinar porque me encanta cocinar. Libro de Arguiñano en mano y como mandan los cánones, me puse al lío con un par de latas de cerveza pululando entre pelar patatas y picar cebollas. Concretamente me bebí tres latas de medio litro cada una en un espacio de unas cinco o seis horas entre cocinar, comer y después recoger el asunto. Fue un poco más que otras veces, pero no me parece demasiado… pues bien, al día siguiente tuve una de las peores resacas que recuerdo. Esto fue un domingo, así que el lunes fue imposible que fuese a trabajar y además coincidió con un problema familiar ante el que no pude estar a la altura.
Es un ejemplo extremo, no siempre pasa, pero si por ejemplo me bebo una sola cerveza, al día siguiente noto que estoy más cansado, con más sueño, menos bien. Se acabó, es hora de lidiar con el asunto: si no tolero el alcohol, es hora de limitarlo al máximo o dejarlo completamente, está claro que es dañino para mi en mayor medida que para la mayoría de gente que conozco, no me merece la pena.

Mens sana

Es imprescindible mantenerse activo el máximo posible y no solo físicamente. Retomo mi afición por dibujar y me tomo más en serio el estudio del japonés en el que voy contrarreloj: para cuando Kota empiece a escribir kanjis en la escuela, yo me los tengo que saber todos ya, y de paso según vaya creciendo y pasando de cursos, ya seré capaz de cogerle los libros de texto y saber qué están estudiando por si hace falta echarle una mano con los deberes. Aunque con Kota hablo en castellano, después de ocho años aquí ya tengo un nivel de japonés más o menos decente, pero nunca pararé hasta que hable como uno más. ペネケのお母さんにうんちします!

Corpore sano

Tengo 37 años, tendré 38 dentro de un mes y pico. Cuando Kota tenga 12 o 13 años, yo tendré 50. El domingo vi a un padre de más o menos esa edad jugando con su hijo que tendría también esos 12 o 13 años de los que hablo. Jugaban con un balón de futbito en un parque. Bueno, concretamente jugaba el chaval porque el padre tenía una pedazo de panza que lo único que podía hacer era devolver torpemente la pelota de una patada si le caía cerca, si no, el hijo tenía que ir a buscársela porque no era capaz prácticamente ni de moverse. Si quiero hacer cosas como llevarme a mi hijo al monte o simplemente a dar una vuelta en bici, no debo descuidarme nunca desde ya. Seguramente ni proponiéndomelo me pondría como el Sancho Panza este, pero si a Kota le da por hacer Karate, debo poder, a mis cincuenta, de ser capaz de poder entrenar con el todos los combates o los katas que hagan falta. Quien dice Karate dice salir a correr una tarde sin que haya demasiada diferencia de nivel: en la maratón de Tokyo vi a un padre corriendo con su hijo hasta el final y sentí mucha envidia y admiración.

Manducare

Aquí si que se me está yendo la pinza. Estoy comiendo movidas que no creeríais.

Este es mi menú típico de entre semana:

– Desayuno: té verde y un plátano antes de los 15km en bici hasta la ofi
– Desayuno segunda parte: un tazón de copos de avena y semillas de Chía después de la clase de crossfit
– Tentempié dos horas después: un puñado de almendras crudas, sin tostar
– Comida: un par de apios crudos cortados que venden en bolsas aquí y otro té verde
– Tentempié 2: una manzana antes de los 15km en bici de vuelta, a estas alturas ya me habré bebido cinco o seis tés verdes
– Cena: lo que Chiaki tenga a bien preparar más un smoothie con movidas como hojas de kale, maca, semillas de lino o cáñamo, moras, fresas, arándanos, asari, aguacate, aceite de coco… todo lo que he leído por ahí que es sano.

IMG_8023.JPG

Es decir: exceptuando la cena de Chiaki, que está cojonuda por cierto, lo que como es aburrido, sin sabor, absurdo, totalmente un disparate. Pero forma parte de mi plan de ponerme todo lo en forma que pueda mientras sigo tratando de bajar el porcentaje de grasa corporal a una cifra. A la razón de estar a la altura cuando Kota (y sus hermanos y hermanas, que le hemos pillado el truco ya y esto no se para aquí) crezcan, le añado la posibilidad de un nuevo y potencial currelo a base de presentarme a audiciones. El hecho de ser extranjero te da muchos puntos para aparecer en anuncios o de extra en series, si le sumo que chapurreo japonés, que soy capaz de dar patadas vistosas gracias al Karate y que tengo bastante agilidad, creo que tener un cuerpo bien definido me puede abrir alguna puerta alternativa al rascatecleo. Me cogieron en una pero no pude ir, es decir: es una alternativa real y muy posible.

Además, si en 38 años no me han ingresado nunca en ningún hospital, que no pase porque tenga el colesterol o movidas de tres siglas de la sangre altos. Que lo máximo que pille sean, como hasta ahora, resfriados.

El café está desterrado de por vida: me da ardores y si me bebo más de un par en el mismo día acabo con un ligero dolor de cabeza que suele durar hasta la mañana siguiente. No quiero, además, ser el típico que dice eso de «hasta que no me tomo un café no soy persona», es una dependencia a la que no me quiero someter más porque no me da la gana.

No meter a mi familia en mis locuras

Esto que suena a la doble vida de Mr. White significa que Chiaki no tiene porque comer apios porque yo coma apios, ni siquiera verme comer apios. Es decir: los fines de semana, el tiempo que estoy con ellos soy una persona «normal»; salimos a comer fuera comida normal, no llevo en la mochila un batido de proteínas ni nada por el estilo y si se tercia zamparnos dos pizzas viendo una peli y de postre media tarta de chocolate con un café, se tercia. Tampoco hago movidas como que si vamos a Shibuya de compras, ellos van en tren y yo en bici o historias así. El tiempo con ellos es mi bien más preciado y lo disfruto a tope rompiendo las toscareglas que solo tienen que liarme la vida a mi solo.

IMG_8296.JPG

Ni que decir tiene que el ordenador o el iPhone no se toca mientras estoy con ellos, no hay cosa que me inspire más pena que ver a unos padres dándole ahí al iPhone sin hacerle ni puto caso a sus hijos, y es algo que veo todos los días sin excepción.

Así que de siete días que tiene la semana, cinco los dedico a cuidarme el máximo posible empollando, haciendo ejercicio, quizás demasiado, comiendo limpio y en definitiva haciendo que los días de oficina, que son mayoría, jueguen a mi favor en la batalla por ser la mejor versión del Tosca cincuentón.

Veremos como sale la cosa. Nos vemos en diez años, Marty McFlys.

IMG_8299.JPG

Paseos

Aquella mañana, como todas desde hace casi nueve meses, nos despertamos ya apenas sobresaltados por los llantos de Kota. Llora haciendo mucho ruido, asegurándose, quizás, de que no está solo y al confirmarlo en brazos de uno de los dos, entonces ya si, ya se calla. O no, dependerá del día. Pero lo que es seguro es que no se vuelve a dormir porque para él ya es hora de empezar su rutina, de hacer sus cosas, esas que se toma tan a pecho, que son tan importantes como gesticular sin sentido alguno o gatear a toda velocidad hacia allá riendo o llorando para volver de nuevo acá llorando o riendo. A veces juraría haberle visto hacer ambas a la vez.

Todo mecido al vaivén de sus destiempos.

Ya habla, ya dice mamá y papá aunque no creo yo que sepa lo que significa. Ayer su madre era la planta del salón y su padre Messi que salía en la tele; raro es que Chiaki no se llame papápa, con acento en la segunda a, veinte veces al día. Eso que se lleva, al menos, porque a mi últimamente me llama intercalando “tás” y algo parecido a pedorretas.

Nuestros fines de semana, bueno, nuestros fines de semana… en realidad toda nuestra vida, todo, absolutamente todo gira en torno a lo que a Kota le de por hacer en cada momento. Es nuestro hijo, un bebé de tres veces tres meses que no puede hacer nada de lo aburrido por sí mismo, porque reír, ya te digo yo que se ríe él solito. Pero eso tan aburrido de comer e incluso dormir por su cuenta no lo lleva muy allá. Ahí si, ahí ya tenemos que meter baza nosotros; nunca he logrado entender porque cuando tiene sueño en vez de dormirse sin más, le da por llorar. Sería curioso que nosotros los adultos hiciésemos lo mismo. Hasta, sniff, buaaaaaaaa, hasta mañana, buaaaaaa… y así hasta que alguien nos coja en brazos haciendo de sponsor de nuestros sueños y pesadillas.

El fin de semana pasado fuimos como siempre que no llueve a dar una vuelta. Si podemos evitarlo no cogemos el tren, preferimos darnos nuestros paseos cerca de la estación y ya vamos descubriendo los restaurantes de la zona, de nuestra zona. Aquí va a crecer Kota, de casualidad, de rebote porque lo elegimos nosotros más o menos a voleo como mis padres eligieron Zalla en su día: ellos porque había un buen trabajo cerca, porque coincidió que se podía comprar un piso, nosotros porque fue el mejor lugar de los cuatro o cinco que visitamos a contrarreloj antes de que Chiaki diese a luz. Espero no habernos equivocado y que a Kota le guste Sengawa tanto como a mi Zalla, con que lo eche de menos la mitad cuando se vaya, yo ya me doy por satisfecho.

Y en esta zona, ya nuestra zona, nos vamos haciendo hueco: concretamente nuestro hueco, el de los dos; el de los tres.

En Tokyo cada estación es algo así como una ciudad independiente, sentimiento que se acentúa y diría que hasta se transmuta en pueblo cuanto más lejos se encuentre uno de barrios del centro como Shibuya o Shinjuku. Esto en Sengawa significa que siempre que va uno al mismo restaurante, está siempre el mismo cocinero aunque a veces se turnen los camareros, que el cartero que te trae los paquetes a casa tenga que ser o el de gafas o el calvo y que el guardia de seguridad del centro comercial salude a Kota todas las veces que pasamos por delante. Es una sensación amable, humana, quizás entrañable la de conocernos entre nosotros, la de que haya cierta estabilidad y coherencia dentro del disparate que es esta ciudad donde hay tanta gente que a veces es difícil no sentir diferentes niveles desde turbación hasta miedo cuando uno camina por el centro.

Aquel día volvimos al restaurante de Soba los tres, el que queda al lado de la única tienda de chucherías que conozco de todo Tokyo. Yo me pedí, por primera vez, un curry udón. Al de dos o tres sorbidas de fideos, Kota ya se tenía ganada a la señora de enfrente. Era mayor, aunque no demasiado; no tenía apenas arrugas, yo apostaría por que tuviese cinco años más de los que yo pensé, así que échale que diez por cinco cincuenta. No paraba de hacerle cucamonas a Kota, concretamente aquella de taparse la cara con las dos manos y después destaparse de repente con algo parecido a un “güaa” y Kota, que no se suele aburrir nunca, no paraba de descojonarse a carcajada limpia cada vez. Una, en concreto, fue muy escandalosa y me pilló a mitad con lo que a poco más se me sale medio fideo por la nariz del susto. Y de reír, claro, porque no puedo evitar hacer lo mismo que hace mi hijo la mayoría de las veces.

La señora pasó por nuestro lado con la cuenta en la mano dispuesta a pagar, pero se paró y estuvo un rato hablando con nosotros de lo que se suele terciar: la edad, de donde es el padre, si habla ya o tiene dientes… y acabó, como casi siempre pasa también, con un “qué ojos tan grandes tiene, cómo se nota que es half”. Es curioso esto de half; es evidente que no tiene ningún matiz despectivo, al contrario, pero me sigue sorprendiendo la facilidad con la que un desconocido se cruza contigo, le pega un codazo al que tiene al lado y le dice a gritos: “mira, un half!!, me kurikuri!!”. No me molesta, porque es cierto: mi hijo es mitad de Saitama y mitad de las Encartaciones, pero no me acaban de gustar las etiquetas. Aunque al fin y al cabo si a Kota le da igual, da igual. Y a Kota le suele dar todo igual, cucamonas mediante.

Hicimos después la ronda de costumbre por entre un GAP, un Uniqlo, la cafetería de los pancakes y la tetería de la anciana de casi la esquina y finalmente acabamos comprándole, de nuevo, un crepe al chico que tiene el mini autobús aparcado al lado del supermercado del centro.

– ¿Qué?, ¿dando un paseete? anda que no hace hoy bueno ni nada
– Pues si pero menudo caloraco
– Por cierto, que no os lo he dicho, pero que van a restaurar el edificio y me echan de aquí, que con los andamios no cabe la furgoneta.
– ¿Eh!!!? ¿Qué dices?, eso no puede ser, ¿y nuestro crepe de los sábados por la tarde? ¿y qué vamos a hacer?
– Jajaja, pues tendréis que veniros al oeste de Tokyo que es donde seguramente me vaya, que esto me pilla bastante lejos de casa
– Mecagüen la mar salada. Kota, a ti ni te ha dado tiempo a probarlos
– Mirad, hacemos una cosa, como voy a estar todavía por aquí un par de semanas más y todavía no lo sé seguro, pasaros antes de nuevo y os confirmo donde estaré. No hace falta que vayáis hasta allí porque ya os digo que a menos de una hora de aquí no voy a estar, pero cuando Kota crezca llevádmele aunque sea un día, que le hago uno especial, y a vosotros también que os voy a echar de menos.

Allí, en ese preciso momento es cuando me di cuenta. El señor de la crepería con el que trabamos amistad a base de pequeñas charletas entre bolas de helado y trocitos de chocolate, nos contó que se iba de allí y de repente sentí pena por alguien que no conocía en absoluto unos meses antes. De repente fui consciente de que había comprado una casa donde iba a vivir quizás lo que me quedase de vida, que allí en mi nuevo “pueblo” ya había hecho ciertas amistades, que tenía mis hábitos, mis lugares.

Que no había hecho sino empezar a echar raíces.

«Por fin» pensé. Y me sorprendí, y mucho, de haberlo hecho.


Fogones Lejanos

Hacía un frío que pelaba cuando se hizo este programa, jajaja, jodo que biruji y que perrenque, que me acuerdo que salí de casa y tres o cuatro veces pensé en darme la vuelta, meterme en la bañera y mandar a tomar cuscús al mundo. Pero como soy un tipo decente y me tocaba a mi llevar el pan, pues cumplí como mandan los cánones. En fin, total, que resulta que los de la tele querían venirse a grabar una clase de cocina de las que damos y nosotros ¿pues como íbamos a estar?, encantados de la vida lerela. Encima es que siempre que nos juntamos aquí el tío Chiqui, el primo Lorco y un servidor nos echamos unas risas bonicas del tó, así que tampoco es que ese día hiciésemos nada especial: solo lo de siempre, que no es poco.

309593_10150376754176729_631991728_9779012_3930837_n.jpg

El sitio si que era diferente, el restaurante Gaudí de Yoyogi nos prestó las instalaciones durante casi una mañana entera, gesto que nunca agradeceremos lo suficiente. Y allí pues nos dedicamos a lo nuestro: hacer que todo el mundo esté a gusto, que disfrute, que se rían y se lo pasen lo mejor posible a la vez que aprenden a cocinar algún que otro plato de los nuestros. Aquella vez no nos complicamos demasiado y tiramos por el camino del medio: una tortilla de patatas de las de toda la vida, de las que mi madre prepara mejor que cualquiera de las vuestras y seguramente la vuestra mejor que cualquiera de las otras madres del mundo.

282377_10151082568903822_2146467984_n.jpg

Y después Misaki, nuestra estrella invitada, que además es un amigo de los que da gustete ver porque en la vida le he visto yo sin llevar puesta la cara esa de majete que tiene, jodé que tío más simpático que siempre dispuesto a todo, y mira que le liamos, ¿eh?. Bueno, que se me va y se me va y algún día no me volverá. Que el caso es que Misaki después nos cocinó allí mismo su creación estrella con la que ganó un concurso de cocina española en Tokio, el pintxo fusión por escelencia: Takoyaki de tortilla de patatas.

Fíjate lo que son las cosas que comentando la jugada con el Chiqui coincidimos en lo mismo: si es que lo que se ve es como es, como son las clases, ha salido un programa totalmente fiel a la realidad: la gente riéndose, cocinando y disfrutando casi casi tanto como nosotros… ni la bota del Guille faltó!!…

Si si, tenéis razón, que me emociono y le doy a la lengua cosa fina!! mejor me callo ya y pongo el cacho del programa en el que salimos nosotros, ojo mamá que salgo en la tele!!!

El programa entero se puede ver aquí:

Ah! y gracias a los de la tele!! por supuesto!!

:ikugracias: :ungusto: :ikugracias:
:triki:

Las hojas de Ikea

Más de mil descargas del #ikulibro !! mola el asunto, ojalá que de tanta gente que se lo ha bajado se lo lean la mitad, yo ya me conformaría, eh!?!?!. Por cierto, que como me han dicho unos cuantos, ahí he puesto un enlace a la derecha para que me invitéis a una cerveza si os ha gustado! a vuestra salud me la enchufo!

:gambiters:

Bueno, total pascual, que venía yo a hablar de las hojas de Ikea. El caso es que no me acababa yo de decidir por la oferta de trabajo que me hicieron en la empresa en la que estoy ahora y mi jefe me mandaba emails para tratar de acabar de convencerme. Entre otras cosas, me dijo que tenía un presupuesto de 300.000 yenes para comprarme el equipo que me diese la gana para trabajar: ordenador, pantalla, cualquier gadget que se me antojase… siempre que entrase dentro del presupuesto, cualquier cosa. No fue lo que me acabó de decidir, pero si que me pareció que una empresa que hace eso tiene pintas de ser un sitio salao.

El primer día, nada más llegar, me contaron en una sala lo típico que te cuentan en tu primer día de horarios, normas y demás historiejas y al entrar a la oficina vi que la mitad de los programadores tenían una pedazo de hojaca verde puesta encima de su mesa. No era la primera vez que la veía, en un par de empresas donde hice entrevistas ya lo estaban usando también. Es un trastaco aparatoso que llama la atención y cuando me puse a montar mi equipo, me dijeron que si quería una. Jaja, estaba deseando!!

Así quedó mi escritorio:

IMG_7587.JPG

La hoja en cuestión es de Ikea y se supone que es para decorar habitaciones infantiles, en concreto la cama:

Pero por aquí parece que se ha puesto de moda y se ha reciclado el asunto convirtiéndose en un parasol que evita los reflejos de las fluorescentes y tal y como lo veo yo le da un toque muy muy cachondo a la oficina!!

IMG_7187.JPG

Ya el paso siguiente es la tienda de campaña, «the concentration spot» que pusieron ahí para que un tío se aísle ya completamente de la oficina y pueda currar a gusto:

IMG_7278.JPG

Yo ahí todavía no me he atrevido a entrar porque si me meto, no salgo en dos horas de la pedazo de siesta que me echo!!

:sobader:

Descarga del libro Afinando un sueño

Dicen, muchos de los que lo han leído, que se han emocionado, que les he hecho llorar y yo me acuerdo de todas las lágrimas vertidas escribiéndolo. Me cuentan que se identifican conmigo, que han vivido a su manera alguna de las historias que viví yo, que aunque el escenario y los personajes son distintos, sintieron lo mismo en otros lugares con otras personas. Y que me entienden, dicen.

Screen Shot 2014-06-27 at 10.27.11 AM.png

A veces alguien me pide que se lo firme y yo, que nunca acabo de acostumbrarme, lo hago honradísimo. Escribo siempre algo, un párrafo o dos que expresen mi gratitud hacia el nuevo dueño de mis palabras y mis fotos, que cuenten un poco lo que significa para mi que tengan ese libro, mi libro, en sus estanterías. Y siempre suelo acabar con un «ojalá te guste». Porque nada me gustaría a mi más.

Screen Shot 2014-06-27 at 10.27.39 AM.png

Otros me dan las gracias porque, según ellos, les he ayudado a darse cuenta de lo que les importa y lo que no debería importarles, pero yo nunca pretendí dar ninguna lección, ¿cómo lo iba a hacer si todavía estoy intentando entenderme yo? ¿si no sé por donde me da el aire la mitad de las veces?, ¿si me arrepiento de muchas decisiones al minuto de haberlas tomado?

Screen Shot 2014-06-27 at 10.28.06 AM.png

Yo solo quiero ser feliz, ¿es pretencioso?, ¿es difícil?, quizás. Seguramente uno no sea feliz siempre, sino por etapas, pero me da a mi que la felicidad pasa por estar satisfecho de uno mismo estemos como estemos. Yo quiero que los míos me perdonen cuando les fallo, que me entiendan, que me quieran. Quiero no defraudar a nadie empezando por mi mismo, quiero poder reír cada día de mi vida y quizás con ello conseguir que alguien más lo haga.

Y sé, porque es adrede, que en ese libro se cuentan muchas cosas que no están escritas. Hay mucho más que letras y fotos: hay tantos besos escondidos que no cabrían ni en mil páginas, casi tantos como llantos de tristeza aliñados de tanta melancolía… pero tanta tanta… sigo echando de menos a los míos más que el primer día. Ojalá estuviésemos más cerca, ojalá Kota os conociese más…

Pero, sin duda alguna, el libro también rezuma honrosa felicidad ganada a pulso entre lágrimas, ilusiones, amores, rabia a rabiar, alegrías sinceras, enfados horrorosos y sobretodo y antetodo: mil millones de dosis de optimismo.

Screen Shot 2014-06-27 at 10.28.39 AM.png

El sueño ya no suena raro, no está borroso, se ve bien, ya casi no le queda herrumbre y brilla como nunca. El sueño está más que afinado.

Ojalá os guste.


Afinando un sueño.pdf
Afinando un sueño(alta resolución).pdf

Compartidlo mucho, por favor, por todos los lados: twitter, facebook, torrents… Y si alguien quiere tener un ejemplar en papel, todavía quedan algunos que se pueden pedir a través de la web. Yo os digo que no tiene absolutamente nada que ver con leerlo en una fría pantalla…

Ikulibro

Y una vez más: gracias a todos los que lo hicisteis realidad.

Y a Fran.

De corazón.

Me he casado, Oskar

A ella no le gustaban las cosas a medias, tenía bien claro lo que quería y sobretodo lo que no le gustaba un pelo y eso de estar por no saber no estar no lo llevaba bien en absoluto. Quería más. Odiaba que nos «divorciásemos entre semana» como le escuché tantas veces reprocharme, ella lo que quería es que viviésemos juntos y recopilaba en cada despertar entre café, tostadas y ropa interior cuantos amaneceres quedaban ese fin de semana: «mañana ya es el último», «pasado te levantarás solo»…

Yo no tenía nada claro. Pero nada de nada. Sabía que me gustaba estar con ella, pero no siempre. No me gustaba la idea de que los viernes por la noche, después de Karate, ella estuviese ya esperándome en casa con la cena hecha como si no nos acabásemos de conocer apenas un par de meses antes, como si estuviésemos casados. Me arrepentí una y mil veces de darle una llave y, siendo sinceros, hubiese querido verla bastante más de vez en cuando que no todos los fines de semana por ley.

Siempre tenía planes calculados al milímetro: «el sábado por la mañana madrugamos y nos vamos a este parque que hay una exhibición de ikebana, después comemos en este restaurante que salió el otro día en la televisión, quizás haya que hacer cola, pero seguro que merece la pena, después por la tarde nos pasamos por aquí y cenamos en tal sitio…». Yo me dejaba llevar y reconozco que me lo pasaba muy bien pero no compartía ni la mitad de su ilusión, yo quería estar solo a veces porque quería sentir que seguía siendo yo: quería dar paseos pero de la mano de la cámara de fotos, comer cualquier porquería del combini y puede que salir a correr a las tantas de la noche o prepararme una bonita resaca con latas de cervezas, patatas fritas y capítulos de Los Simpsons en castellano porque Homer en inglés o japonés nunca hará la misma gracia.

Pero la cosa era así: ella tenía todos los fines de semana planeados, siempre. Cuando en pleno agosto habló de la cena de nochebuena, algo tembló por dentro y supe que aquello no estaba bien, que debía hacer algo a pesar de que era injusto que dañase sus esperanzas, su confianza, ese puñado tan grande de anhelos que fraguaba con tanta ilusión. Pero era su dignidad, su bienestar contra el mío y yo dejé de tenerlas todas conmigo unas cuantas auroras antes. Así que le conté mis planes de despertarme a veces solo y no hacer nada, de paseos inventados a última hora con la única compañía de miles de extraños alrededor, de dejarme guiar por el tamaño despropósito de la improvisación pasándole el timón de algún que otro domingo al azar más absoluto. Pero solo yo. No siempre, de vez en cuando me valía. Creo.

Ella lloró. Se levantó y se fue al baño y continuó llorando un rato largo. Yo no sabía que hacer así que solté riendas y lloré también sin saber muy bien porqué.

Cuando salió, lo primero que hizo fue pedirme perdón. Lo segundo fue decir que lo entendía, que era normal, que perdonase de nuevo por agobiarme. Y que si se podía quedar ya ese fin de semana aunque no fuésemos a ningún lado, que quería estar conmigo aunque yo quizás no quisiese estar con ella.

Esa última frase me dolió más de lo que habría pensado y me defendí como pude aunque no acababa de convencerme a mi mismo ni lo que decía ni cómo sonaba… «que no es eso, que si que quiero, es solo que a veces quisiera estar solo…». Me cuestioné ese «a veces» muchas veces durante los días siguientes.

Y así estuvimos un mes más en el que dos fines de semana alternos fueron solo para mi hasta que ya dejamos de intentarlo y me quedé de propina con los cuatro de los meses siguientes.

Fue ella la que no aguantó; decía que era injusto que se tuviese que quedar en casa, que si yo no quería estar con ella todo el tiempo que podíamos, que entonces ella tampoco quería estar conmigo el tiempo que yo le dejase.

No le faltaba razón en absoluto.

A mi de repente me sobraba el estar demasiado conmigo mismo aunque por coherencia, y a veces a duras penas, conseguí no llamarla por teléfono ninguna de las noches en que habría vendido en fila india todos y cada uno de mis principios por despertarme acompañado una vez más.

La semana pasada, cinco años después, me mandó un mensaje con una foto en la que aparecía vestida de novia en una playa paradisiaca junto a un chico vestido con traje. Estaba más delgada, quizás su tono de piel era algo más oscuro que el que yo recordaba, aunque seguía con el pelo corto que tanto le favorecía. El estaba apoyado en la palmera que quedaba a su izquierda mientras le pasaba el otro brazo por el hombro. El la miraba a ella, y ella, que sostenía un ramo de flores con ambas manos, miraba a la cámara sonriente. A su espalda una playa que bien podría ser de Okinawa, como de Hawaii o de Bali. A mis ojos, su sonrisa destacaba bastante más que aquellas aguas medio verdes medio azules. Parecía sincera, adrede, de esas que salen solas de dentro sin que la persona quizás sea consciente de que la está luciendo.

«Me he casado», decía, «y tenía ganas de contártelo. He visto que has tenido un hijo precioso, se parece a ti, es muy guapo. Oskar, me alegro mucho de que te vaya bien. Sé muy feliz, yo ya lo soy».

No supe que pensar. En un primer momento me puse en guardia, como cada vez que algo de mi vida pasada de lo que no estoy orgulloso invade la actual de la que si lo estoy. Pero finalmente me emocioné y al hacerlo supe que yo también me alegraba allá adentro, en el alma. Por ella y por mi, por el falso futuro que habríamos tenido de habernos dejado llevar en vez de poner el corazón sobre la mesa aquella mañana, por la felicidad fingida con la que estaría teñida nuestra vida llena, quizás, de grosera resignación y sonrisas tan carentes de sinceridad que no se le acercarían ni de lejos a la suya de la foto.

El campeonato de Padel

Yo no había jugado en mi vida al Padel, pero vamos, ni de refilón, no sabía nada y aún así el Chiqui me propuso hacer todos los diseños de un evento que por lo visto iba a celebrar su segunda edición en Japón: todo un campeonato de Padel.

Lo primero que hice fue ponerme a buscar por internet a ver que era aquello, y lo que me llamó la atención fueron las raquetas. De ahí salió ya el diseño principal del cartel:

10015020_10202603538342513_1322845142251396075_o.jpg

Después me dijeron que hiciese un photocall, que no es ni más ni menos que un pedazo de cartelaco de dos por dos metros donde aparecen los patrocinadores y que se suele utilizar para sacar fotos, vídeos y para la entrega de premios. El ordenador no podía con semejante tamaño: iba a pedales, se tiraba hasta dos minutos de reloj desde que tecleaba yo algo hasta que finalmente aparecía… por no hablar de todas las veces que se me quedó tostao. Pero estoy muy contento de todo el tiempo invertido, quedó muy aparente!

También el día del evento, aparte de ayudar colocando todo el tinglado, una de mis misiones fue sacar fotos y grabar vídeos del momento. La verdad es que me lo pasé muy muy bien:

Participé en el campeonato con el Lorco y otra cosa no, pero risas nos echamos un rato. Ya me gustaría tener las pistas más cerca para irme de vez en cuando a echarme unos partidos, es mucho más divertido de lo que yo pensaba. Y si no, echadle un ojo al vídeo que monté un par de semanas después, ha quedado muy salaete!!

Pasé, como siempre con esta gente, un día muy chulo a pesar del madrugón: fotos paquí y pallá, comida, bebida, deporte… todo con un solazo del copón de la baraja… ¡¡ menuda gozada de día !!

:gustico: :gustico: :gustico: :gustico:

Mi primer día del padre

Llevaban ya unas cuantas semanas los carteles de お父さんの日, «el día del padre» puestos por todos los lados. En Tokio, esto de bombardear al personal con la promoción o el evento del momento es algo que se toman muy en serio. También es verdad que con tantísima gente que hay aquí, a nada que consigan un dos o tres por ciento de los potenciales clientes, ya han hecho el apaño con creces.

Yo no me había dado por aludido ni de lejos. A lo del día del padre, digo. Normal, por otra parte: llevo 37 años en el bando contrario. Todavía me acuerdo, y no es broma, de algún que otro cenicero de barro que le hice a mi canudo progenitor en la escuela de mi pueblo. Todavía sigue fumando el tío. Por cierto, qué majo es mi padre… es curioso que siempre que me vaya a acordar de él se me escape dando pedales una sonrisa de las cálidas, de esas que te transportan a tiempos que uno lleva atrincherados en el corazón y que se paladean con gusto cuando vuelven a la mente.

Los fines de semana, cambiando un poco de tema aunque no demasiado, Chiaki y yo hemos llegado a un pacto no escrito por el que uno de los dos se lleva a Kota al salón cuando se despierta y así le deja al otro dormir en paz hasta la hora que sea. El mío, Chiaki mediante, es el único día de la semana en que me levanto más tarde de las siete de la mañana, que se dice pronto.

Así que cuando Kota decidió finiquitar, a pleno pulmón, lo que fuera que fuese que estuviese soñando, o mini-soñando, yo le cogí en brazos y me lo llevé al sofá del salón como me tocaba porque el sábado había sido yo el que disfrutó del privilegio e inmenso gustazo que es dormir a plena legaña sin sobresaltos. Eran poco menos que las siete de la mañana. Me tumbé en el suelo junto a Kota y me puse a echar carreras a gatas con él. Virgen santa cuanta energía tiene, ya puedo espabilar si quiero estar a la altura de sus catorce o quince años a mis cincuenta y tantos. Siempre le digo a Chiaki que tenemos que subir el Fuji los dos juntos (ella dice que nos espera en la bañera del ryokan), y por estas que se ha de cumplir.

Y mientras nos peleábamos por ver quien se quedaba con el peluche de Totoro, la madre de mi hijo apareció por la puerta apenas diez o quince minutos más tarde.

Que guapa es. Cuando aparece así con los ojos tan cerrados… con esa cara de estar tan dormida que todavía no queda claro si es el intermedio o ha llegado al final, yo me la comería enterita. En lugar de eso le di un beso, de los gordos eso si, y extrañado le pregunté si no tenía sueño aunque era evidente que tenía muchísimo. «Chotto matte», «espera un poco» fue su respuesta y se metió en el cuarto ese que tenemos lleno de trastos, pero que me resisto a llamar trastero.

Cuando volvió me dio un regalo, sin yo entender todavía nada, cogió a Kota en brazos y me dijo: «Felicidades papá».

Todos los cabos se entreataron solos de repente y además se enredaron entre sí. Era el día del padre y allí estaba mi hijo y su madre con unas legañas como puños, si, pero una sonrisa que se las comía. «Ábrelo y te cuento».

IMG_7411.JPG

«Me ha costado mucho, pero quería levantarme antes de que te hicieses el café y así la pudieses estrenar hoy mismo», va y me dice ya un poco más despierta. Y yo paseo mi mirada entre la suya y la de Kota, y me pongo a llorar con la taza en la mano, y Kota se emociona con el ruido y se pone a pegar gritos y nos acabamos riendo los tres.

El café resultó estar bien cargado, de sorpresa, de emoción y sobretodo de felicidad. Amargo, como siempre, pero dulce como nunca.

No tengo planes, porque no había caído en que ahora estoy en el otro lado de la raya, pero se improvisan pronto: nos vamos a un restaurante con menús degustación de lujo que hay no demasiado lejos de casa. Pero Kota decide tener el día torcido y no nos deja comer en paz, aunque hace tiempo que no nos agobiamos: si yo le tengo en brazos, Chiaki me corta el filete para que la mano que a veces me deja Kota libre sea suficiente para seguir meneando el bigote. Si ella acaba antes, nos turnamos y finalmente llegamos a los postres de una u otra manera. En esta ocasión Kota eligió la otra manera y prácticamente no dejó de llorar ni cuando nos trajeron el café, que fue cuando ya decidí salir fuera para no molestar más al resto de comensales.

En la calle le costó, pero finalmente se durmió y cuando salió Chiaki alargamos un poco más el día que ya pasaba del medio hasta que llegamos a los tres cuartos dando un paseo.

– Muchas gracias por todo, Chiaki. Yo ni me había acordado, es más, seguro que el día de la madre también ha sido y yo no he reaccionado
– Pues si, pero no pasa nada, yo me he acordado de milagro
– Pero el madrugón te lo has dado, muchas gracias también
– Si si gracias, tengo comodín!
– Jaja, por supuesto

Llegamos ya a casa, me meto en la bañera con Kota, como cada noche, y cuando acabamos de cenar, con más calma esta vez, le cojo en brazos y juego con él el rato que aguante despierto, que ese día es muy largo.

De repente me mira y empieza a hacer aspavientos con la boca, como si quisiese hablar, como si quisiese decirme algo como colofón a ese día que resultó ser tan especial por ser el primero en el que soy consciente que estoy en el club de los padres. Se pone mucho más serio, extremadamente concentrado, frunce el ceño como si estuviese enfadado y finalmente sale una palabra de su pequeña garganta mientras mantiene su diminuta mirada fija en mis expectantes ojos abiertos como platos:

Maaaamaaa

IMG_7426.JPG

Conversación de pelos

Chachos!! resulta que es que estaba yo pensando en que me gusta ser yo el que controle a mi rutina el máximo posible y que no sea al revés. Que es que mira, por ejemplo, ahora me toca irme tres estaciones más para allá a trabajar y todo es diferente: el horario, la gente, el sitio… así que yo lo que hago es tratar de aprovechar cada día para hacer mis cosas, que no sea solo el fin de semana cuando gane yo, sino siempre. Al fin y al cabo de siete días a la semana, cinco son de estos de tener que ir a un sitio porque no queda otra, ganan por mayoría así que hay que apropiárselos lo más que te dejen.

En Shibuya ya tenía todo 100% controlado y aquí después de un mes en el curro nuevo finalmente estoy consiguiendo robarle huecos a la vida de salaryman, por ejemplo: ya he encontrado un gimnasio que abre muy temprano al que voy antes de trabajar y ya tengo dos cafeterías localizadas en las que estudiar japonés en la hora de comer.

El viernes pasado completé el ciclo encontrando una peluquería que sustituyese a la de Shibuya y a la que solía ir de tarde en tarde a los mediodías y después me zampaba un sandwhich del combini a toda leche antes de volver al rascatecleo, eso sí: más bonico que un clavel con mi pelado nuevo. Por cierto que nadie me decía nada en la oficina, es una sensación rara que te cortes el pelo y no te digan nada, ¡sosongos!.

Total, venía yo aquí a narrar mi primer encuentro en la nueva peluquería de caballeros Toscanítica de la que ya soy fan absoluto.

Tu entras y te recibe un chico joven que por alguna jodida razón a mi me recuerda a Calamardo el de Bob Esponja, aunque el carácter de este hombre es muy cordial. Mira en la lista y ve que la bola de pelos extranjera esa no está apuntada, así que me hace pasar a una sala con un montón de revistas de modelos masculinos cada cual con un peinado distinto. Allí me dan un oshibori, la toallica húmeda, y me dicen que espere un rato. Yo me pongo a buscar el equivalente a las interviús propias del peluquero de mi pueblo para leer el equivalente a las noticias culturales (jaja, si si), pero lo que encuentro es una estantería repleta de mangas. Decido mirar por la ventana. Está diluviando, virgen santa que disparate es esto de la época de lluvias.

– Diaz saaaaaan -me llama alguien, y cuando miro me encuentro a un tipo con sombrero del que le cuelgan rizos hasta aproximadamente los hombros. Si aquí Tamariz va a ser mi estilista estamos arreglados, pienso yo -pasa para acá y siéntate ahí en aquella silla, chato
– ¿Qué hacemos hoy? -y yo me lo imagino con la baraja de cartas y tres dientes podridos
– Pues mira como explicándome voy a tener mucho peligro, me he traído una foto de más o menos como me corto yo siempre -y le enseño esta foto que tengo metida en el móvil a tales efectos peluqueroexplicantes:

2012 PRATiNO03567.jpg

Tamariz la mira dos segundos, y dice ahaa, ahaaa, uhuuu, todo mientras me toquetea la cabeza con las dos manos arramplando de vez en cuando algún mechón de pelo y pegando tirones como comprobando si el matojo está pegado o algo.

– Ala, guárdate eso que empezamos, no vaya a ser que se te moje el cacharro -me dice en el tono amigable más coherente con su imagen que podría yo imaginar- venga, que te lavo la cabeza, pon aquí el melón
– No no, si yo solo quiero que me cortes y ya
– Que no hombre, que esto está pagado, vamos a ver: ¿tu de donde eres? -me pregunta mientras veo como el resto de los peluqueros levantan la cabeza de las cabezas que tienen entre manos y me miran extrañados como diciendo para si que tiene huevos aquí Casimiro.
– Pues yo vengo de las Iberias aquí donde me ves
– ¿Y allí no os lavan la cabeza?
– No sé, yo a Jesús el de mi pueblo le digo siempre que me corte solo
– Pues yo no soy Jesús, así que venga, pon el melón ahí おねがいします
– Vale vale, sin problema, si en realidad no pasa ná, es más vergüenza que otro poco -y le otorgo mi almendra para que disponga
– Vergüenza ni vergüenzo

El tío me lava la cabeza masajeando un buen rato y cuando vuelvo a levantar la sandía y me miro en el espejo tengo la cara del perrete chico al que le llevan toqueteando la papada toda la tarde, ¿sabéis cual, no?, esa que se te entrecierran los ojos y te da gustete hasta respirar, esa esa.

– Ala, ya estás niquelado. Vamos al corte, ¿te importa que te meta máquina?
– No no, tu mismo -ya de perdidos, 川へ
– Así que de España, ahí no he estado yo, pero no te creas que tengo muchas ganas de ir, ¿eh?, que allí fiuuu -y hace el gesto de que te guindan la cartera mientras silba
– Hombre, es un país muy bonito y la gente es muy maja, pero si que es verdad que hay que andar con ojo
– Esto en Japón no pasa, ¿eh?, ¿tu cuanto llevas?
– Yo ocho años y pico ya… tienes razón, en Japón no pasa nunca nada, bueno en Tokyo a mi una vez me desapareció la cartera en el tren y para mi que alguno se la quedó
– Si, pero yo por ejemplo ya me he quedado dormido por ahí en la calle después de salir de juerga y nunca me han robado nada… también es verdad que yo no debería contarte esto, jajaja
– Jajaja, anda que no. Pero bueno, vente para España algún día hombre, seguro que cambias de idea
– Bua, si tampoco es que sea por ganas, lo que pasa es que yo lo más lejos que he estado ha sido en Osaka. No he salido de Tokyo casi nunca, ni a Korea. Bueno, cualquiera va a Korea ahora con la que hay liada, ahí si que te la juegas por ser japonés. Y a China ni te cuento. Jodé, que de amigos tenemos
– Jajaja, un poco liada la cosa si que la tenéis, si, jajaja. Nosotros como mucho lo de Gibraltar, al final los líos los tenemos dentro. Bueno y los franchutes, claro, que vaya vecinos nos han ido a tocar.
– Jajaja, ¿no os lleváis bien?, pero si hacen unos croasanes que te mueres!. Ea, mira a ver como te queda el asunto -y me enseña con un par de espejos el reflejo del reflejo de mi inmensa cocorota
– Un poquillo más corto si me hace usted el favor
– Vamos ahí. Por cierto, ¿tu sabes leer japonés?, porque eso si que es un Cristo del copón
– Leo mucho ya, pero no todo ni de lejos
– Jodé, no me extraña. Yo muchas veces he pensado que menos mal que he nacido japonés y he mamado esto desde el principio que si me tocase empollarme esto porque si, sería imposible: que si el hiragana, desho?, que si el katakana, desho?, y luego ya los kanjis. Porque el katakana que es ahí recto más o menos es fácil, pero el hiragana con tanta curva y tanta historia… jodé madre mía, nihon ni umarete yokatta, hontoni!
– Bueno, pero mola el reto, quiero decir que es algo que te motiva y cuanto más vas pudiendo leer, más motivado todavía, está bien tener metas
– La mía es pasarme todos los Final Fantasy, jajaja
– Jajajaja
– ¿Qué tal así?
– Así perfecto, muchas gracias!!
– Yokatta yokatta! -se pone todo contento y yo me lo imagino haciendo el gesto de tocar el violín ñiaaaaa ñiaaaarann raaaaan

Salgo de allí con el pelo a lo «soft mohican» como lo ha llamado mi mago peluquero, abro el paraguas y parto descojonándome bajo la lluvia camino de casa. «Vuelve otra vez, por favor y seguimos hablando que tenemos muchas cosas pendientes».

Pos claro que vuelvo!!

IMG_7209.JPG

En los medios

Aprovechando la visita a Zalla acepté con mucha ilusión la propuesta que me hicieron de presentar el libro en la Biblioteca y esto trajo consigo que me hiciesen un par de entrevistas sobre como había sido la experiencia no solo de presentar Afinando un sueño, sino de haber vuelto con Chiaki y Kota.

Una fue en la revista que editan y publican en mi pueblo:

Y la otra en el Deia:

¡Quedaron bastante simpáticas!

Por cierto, casi no quedan libros ya y no van a salir nuevas ediciones… si queréis haceros con el vuestro, pedidlo cuanto antes por la web !!

:estudier:

El cambio de currele

La semana que viene hará ya un mes desde que empecé en la nueva empresa y creo que ya va siendo hora de reflexionar sobre el asunto. Hay que mirar atrás y darle al bolo, claro que si hombre: es bueno pensar despacico después de un tiempo porque resulta que cuando uno se enfrenta a cierto nivel de cambio en tu vida, no suele pasar que sea precisamente cómodo. Aunque he de decir que en temas laborales la cosa casi siempre ha ido para bien y de momento no hay razones para amargarse.

En primer lugar está la distancia: cinco kilómetros más en bici, lo que hace que tarde ya aproximadamente una hora en recorrer los 17km que separan la oficina de mi casa. Tengo que levantarme un poco más temprano, lo que por otra parte no me cuesta demasiado gracias a los KotaSponsoredMadrugators, pero esos kilómetros de más se han notado bastante en las piernas. Pensé en dejarlo a un par de días por semana, pero una mañana que llovió y lo cambié por el tren me tocó jamarme la Yamanote en plena hora punta… aquello fue una auténtica revelación: ni pa Dios iba yo a cambiar el rato de paseo bicicletero por el olor a ropero viejo de cinco millones de rascayús invadiendo mi espacio personal todos a la vez. La madre que los parió a todos, pensaremos precisamente todos.

El siguiente paso fue enfrentarme a esos cinco kilómetros de más transpiralmente hablando, porque me ha pillado la mudanza oficinera con un caloraco de espanto y llegar a la oficina con sendos compact disks decorando la sobaquina mora no creo yo que me vaya a favorecer a la hora de socializar con mis compañeros de la tecla y la uña. Vamos, que el desodorante por el kilómetro diez ya ha abdicado hace tres y el sucesor que queda es Pestuño Primero de Toscalandia. Así que antes de que me diesen el finiquito por ser el gorrináceo jabalín mayor del reino, encontré la solución pronto: un gimnasio pegado a la oficina, que en vez de ser de pesas típico como el de antes, aquí solo dan clases de crossfit de este moderno que la madre que lo parió veinte veces… te pegas unas palizas del copón bendito que solo falta que te chillen recluta patoso entre flexión y flexión… ¡¡pero hay duchas!! dos 鳥 de un tiro: sigo metiéndome caña para no perder la forma y cuando digo el ohayo por las mañanas tengo el idem bien perfumadico.

IMG_7178.JPG

Otro cambio, cualitativo de todas todas y sin precedentes en las empresas Toscanas habidas hasta el año de nuestro señor es el equipo de soporte de mi nueva empresa: unas diez o doce chicas veinteañeras que se llevan entre ellas de fábula y montan una escandalera acojonante a primera hora entre voces y risas. El Chiqui lo ha llamado efecto Cheerleader. Yo lo llamo bendición: de tener que aguantar al hombre mierda de la empresa anterior que tosía echando esputacos que limpiaba en un pañuelo de papel y tiraba allí mismo en su papelera, he pasado a ver a un regimiento de chiquitas que, angelicos míos, me vienen a trabajar con un salero y una ropica que no sé yo como irán entonces a la discoteca los sábados. Es que da gusto no solo verlas, sino oírlas provocándome una euforia euforiante que no tengo claro en que parte de mi cuerpo se acaba de manifestar más. Bendito día aquel que eché el curriculum, menudo gusterresque da empezar así la jornada laboral, anda que no se nota.

El siguiente cambio, o grupo de cambios, tiene que ver con el tipo de empresa. He salido de una donde había montado un sistema muy organizado de trabajo: teníamos dos reuniones al día, una para decir qué íbamos a hacer esa mañana y otra al acabar el día para contar lo que habíamos hecho en realidad. Teníamos tickets donde debíamos meter las horas empleadas en cada tipo de tarea, era casi más importante escribir tests que el código en si, también programábamos a veces entre dos y raro sería que tu código pasase a producción sin que alguien, normalmente el jefe de proyecto, le hubiese echado un ojo primero pidiéndote que mejorases tal o cual trozo. En definitiva: un montón de procedimientos y normas para tratar de evitar el máximo de errores posibles.

Resulta que llego aquí y me encuentro un par de carteles puestos por todos los lados de la oficina:

IMG_7179.jpg

Y lo siguiente que me dicen es que no podemos andar pensando en que el código vaya a subir perfecto porque para cuando lo hemos acabado, ya es tarde y ni siquiera sabemos si va a tener sentido lo que estamos desarrollando o no. Vamos: que subamos cuantas más cosas mejor, que probemos a cambiar muchas cosas en la web que ya habrá tiempo después de borrar lo que no guste y mejorar lo que si. Es un concepto totalmente distinto y, la verdad, no sé deciros con cual me quedaría yo… seguramente con este último porque es más real, más acorde con como funciona internet. Es mejor probar mil cosas y quedarte con una que mejorarás después que hacer una perfecta sin fallos, cubierta por tests y optimizada a tope pero que luego a lo mejor lo que hace no le interesa a nadie. Pérdidas de tiempo del estilo de tener que imputar horas a tareas o actualizar tickets se evitan totalmente. Hacemos cosas, cuando las acabamos las enseñamos por aquí y si funcionan y gustan se suben, se ve como funcionan y se mejoran o quitan incluso el mismo día. Tenemos cuenta de email pero no la usamos; todo es por chat.

Cambiando al tema barrio: decía que estoy unos cinco kilómetros más pallá, he pasado de estar en Shibuya a cinco minutos del perrotrinker a Gotanda donde se puede decir que no hay prácticamente nada. Bueno si que hay: un montón de pilinguis por las noches que te ofrecen masajes sospichosos, pero olvídate Tosca de aprovechar los mediodías para comprarte ropa o pasarte por la Apple store a que te den otro iphone por la jeta… el entorno de ahora es mucho mucho más aburrido. Pero tiene una cosa buena y es que desde Gotanda es desde donde sale la línea Ikegami que me lleva ahora directo a Karate: es más fácil llegar al dojo y da menos pereza que antes. ¡Esta semana vuelvo después de medio año de parón desde que nació Kota!.

La oficina de antes también era más pequeña y solo había un cuarto de baño compartido para otras tres empresas. El de ahora es compartido también pero mucho más moderno. Bueno, vayamos al grano: si, efectivamente, tengo chorrito en la empresa también y es un factor gustetante, #estoesasí.

Estoy en un quinto piso y eso se nota a la hora del gasto combiniero. Vamos, que antes a nada que bajases las escaleras ya estabas comprándote un melonpan, pero ahora tienes que bajarte cinco pisos, andar un cacho… que cuando vuelves a tu sitio, el melonpan está ya gurruñío.

IMG_7070.JPG

¿He dicho que hay un montón de tías que me forman la de Dios es Cristo por las mañanas nada más llegar? ¿Si? jaja, ya lo sabía, es que quería daros un poco más de envidia! ¡eh! y me ha tocado la movida en primavera!!

El concepto también ha cambiado: he pasado de trabajar en una web que vendían cupones de descuento para distintos servicios a otra en la que se venden tickets para eventos. La primera me parecía muy interesante también pero el problema era que el equipo que se dedicaba a buscar y poner los cupones en venta era totalmente ajeno a nosotros que estábamos aislados en un edificio aparte. Vamos, que ni idea de más allá que programar la web, no nos enterábamos de ná de lo que se cocía. Ahora en cambio estamos todos juntos y se comentan mucho los futuros eventos, sobretodo mis mozas morenas que se saben de memoria cuando y donde van a actuar los Exile o los Arashi o cuando hace poco que vino Paul McCartney y se cancelaron los conciertos porque se puso regulero, ¡menudo circo hubo!. Entre nosotros, los machos cabríos, se comentan los partidos de fútbol y los de beisbol y aunque a mi me dan bastante igual los dos, contextualizar y ver la utilidad que tiene el trabajo que uno hace es bonico y gratificante.

Las horas extras es algo que me preocupaba muchísimo, pero que finalmente ha resultado estar todo en mi cabeza… o no. El caso es que yo desde el primer día me he estado yendo prácticamente el primero, a las seis y media que es la hora a la que se supone que salimos, allí no se mueve ni Dios. Me pongo a mirar código del día anterior y resulta que allí hay gente que ha seguido rascatecleando hasta las once y doce de la noche… aún así yo seguía en mis trece, esto es algo que tengo claro desde siempre y mucho más ahora con Kota: llegar a casa y que esté dormido siempre no es una opción. Así que me llamaron la semana pasada para hablar y yo ya pensaba que me iban a leer la cartilla, ¡pues no!, me felicitaron por trabajar rápido y cuando fui a sacar el tema me dijeron que en realidad no les gusta eso de que la gente venga por las mañanas tan tarde y luego se queden, que sería mejor si todos hiciesen lo que hago yo que es más normal. ¡Vamos, que sin problema!.

Así que ya veis: todo cambio más o menos drástico añade un grado de estrés a tu vida con el que hay que lidiar como se puede. Yo empecé a trabajar un lunes y cuando llegué el viernes le dije a Chiaki que andaba buscando otro trabajo porque estaba acojonadísimo sin hablar con nadie, viendo que me iban a tocar meter más horas que el extintor y con las piernas hechas un truño de tanto pedaleo. Pero no ha resultado ser así y ahora que ya me he medio acostumbrado, puedo verle el lado bueno a la nueva oficina. El lado bueno… y las faldas, las faldas también se las veo! qué jaleo y que verbenas más bonicas me montan todas las mañanas las chicas de Tosca! ¡The Tosca’s Girls!. Ay que ya vienen, ay que ya se las oye!

IMG_6960.JPG

La feria de Abril en telecinco

Ya vamos unas cuantas de estas de juntarnos y liar un sarao flamenco en Tokio. A la de ayer se vinieron a grabar los de la tele y resulta que hemos salido en las noticias en Telecinco. Esta vez yo no salgo, pero mi familia si, menuda gracia me hizo verles!. Ojo al babero de Kota, por cierto:

Como siempre: gracias a todos los que vinieron, y gracias también a Maite y David por venirse a grabar!

:gustico:

La vuelta a Zalla

Miro a mi alrededor y todo está igual que siempre. Lo único de esta habitación que me recuerda que estuve en Zalla es la txapela del padre de mi padre que me traje con el permiso de su hijo. Todavía conserva su olor, por cierto. Pero recuerdos tengo, claro, y aunque nadie más que yo los ve, estarán para siempre conmigo. O al menos hasta que mis neuronas consigan retenerlos.

Ha sido fabuloso volver con Kota que aunque estaba a escasos días de cumplir la mitad de su primer año de vida, rebosa ésta por los ojos que le brillan tanto que parece ver más intensamente que cualquiera de nosotros.

Sabía que iban a ser momentos irrepetibles, que nunca iba a volver a pasar que mis padres le conociesen por primera vez, que no nos quedaba otra que respirar mucho más aposta cada segundo que estuviésemos, estuviesen, juntos. Ahora procuro no resoplar para evitar que se escape algo de ese aire que tan adentro llevo guardado en los pulmones.

El primero que le vio fue mi padre; vino a buscarnos al aeropuerto y lo primero que hizo fue cogerle en brazos. Kota le miró extrañado, pero no lloró. Pude imaginarme a mi mismo con la edad de mi hijo en los mismos brazos de aquel buen hombre que seguramente no habrá cambiado tanto desde que me tuvo a mi y a esa foto casi pude sacarle el negativo: sentir qué podría estar sintiendo él, mi padre, en ese momento. Porque lo mismo que estoy viviendo yo con Kota lo vivió él conmigo como a mi espero que me toque con los hijos de mi hijo y será irremediable que me acuerde que ese Kota de barba de tres días, vozarrón y entradas es mi Kota de ahora, el de los balbuceos, los gritos a destiempo, el de la mirada cristalina y los culetazos en la alfombra.

O quizás es que le doy mucha importancia al asunto, pero es que aunque no es el primer nieto de mis padres, si que es mi primer hijo. ¿Cómo no me va a importar?.

Llegamos un rato en taxi después a casa y entonces el relevo lo tomó mi madre aunque en esta ocasión Kota si que lloró. Demasiado trajín de trenes, aviones, aeropuertos y coches. Demasiadas emociones para un bebé… Kota, tu no te preocupes, si lo raro sería que no hubieses llorado… ¡bastante buen viaje tuviste!. Y… ¿qué puedo decir de mi madre?. La misma imagen me venía inevitablemente una y otra vez a la mente. El mismo bebé, yo, pero con distinto adulto. ¿Qué podría pasar por el corazón de mi madre en el momento en que tuvo al hijo de su hijo pequeño en brazos por primera vez?. No puedo más que imaginarlo y ni siquiera me acercaré al tiovivo de emociones de todo tipo e intensidad que se pasearían por su pecho.

Todos hemos cambiado, seguro. Kota ahora ya en Tokio se ríe mucho más que antes y ya casi se duerme solo sin tener que estar muchos cincos minutos meciéndole, es como si el haber conocido a sus abuelos era lo que le faltase para ser el bebé que le tocaba. O más bien era lo que me faltaba a mi y eso él lo ha notado, como sabe todo lo que nos pasa de alguna manera, estoy convencido. Y por eso duerme mejor porque sabe lo que ha significado para mi que hayamos llegado a tiempo y los de allí hayan podido disfrutar del bebé que pronto dejará de ser.

Como debía ser, nosotros pasamos a un quinto o sexto plano y él fue el auténtico protagonista en casa, tanto era así que cuando entrábamos por la puerta después de dar un paseo los tres, mis padres decían «ahí viene Kota» y en cuanto nos queríamos dar cuenta ya le tenían en brazos y le estaban cantando y Javi le ponía el dedo para que se lo agarrase y le daba algún beso si se terciaba.

¿Y Chiaki? pues entre sonreírse y reírse, claro, con más razón esta vez que entendía un poco más que otras veces. Ahora aquí en casa le canta a Kota la canción de cinco lobitos que tanto le escuchó a mi madre, dice que para que a Kota no se le olvide su abuela. A veces es a ella a la que se le olvida la S y me singulariza a los cinco mamiferos de un tirón aunque si nos ponemos a buscarle sentido, también es verdad que no sé en qué camada de lobos la madre tendrá una escoba a mano para meterlos detrás. El caso es que Kota se ríe, quizás porque Chiaki consigue su objetivo y hace que se acuerde de aquella señora con la que tanto jugó hace un par de semanas. Ojalá sea así y consigamos encadenar visitas con la frecuencia necesaria para que nunca deje de pasar.

Para mi el otro protagonista ha sido mi pueblo que he vuelto a ver con los mismo ojos pero con una mirada que nada tiene que ver a la que tenía cuando vivía allí. Porque Zalla, en las tres veces que lo he visitado después de estar viviendo en Tokio, me ha parecido un pueblo precioso. El horizonte no se deja otear porque lo tapan las montañas que hay allá donde mires, montes cuyo verde es tan intenso que ese tono es inconcebible en la selva de hormigón y neones en la que decidí quedarme a vivir hace ya dos años más de la media docena.

Y ha sido en aquel, mi pueblo, en el que presenté el libro por primera vez ante los que asistieron, que fueron muchos más de los que mi madre y yo habíamos imaginado. Y meto a mi madre en el asunto porque resulta que había avisado a todas sus amigas, de la quinta, para que fuesen a hacer bulto no fuese a ser que estuviese yo solo y me entrase bajona. Que tampoco habría sido el caso, pero vamos, que yo encantado de ver tantas caras conocidas.

Charla.jpg

Como hablar del libro tampoco daba para mucho, o eso pensaba yo, decidí contar primero mi historia y empecé hablando de la beca aquella del Gobierno Vasco, de la vuelta a Bilbao, del segundo y en apariencia definitivo regreso a Japón que no fue más que un tumbo que fui a dar un pelín más lejos que todos los demás que llevaba dados en aquella época. Y una cosa llevó a la otra hasta que finalmente conté la historia de la señora de los paraguas y la del chico del chandal azul procurando no emocionarme más de la cuenta aunque no lo conseguí del todo y noté como se me desmenuzaron un par de frases.

Empecé muy nervioso y al rato ya no podía parar de hablar. Espero que no se hiciese demasiado largo. Después pensé que lo suyo sería dejar tiempo para contestar preguntas que, insistí, no tenían porque tener que ver con el libro. Y aunque parecía que no iba a haber muchas, nos tiramos un rato largo que a mi se me hizo muy entretenido hablando de las costumbres de este país, de sus gentes, de lugares, de terremotos, tsunamis y radiación, de cocina, de idiomas… de inquietudes y planes de futuro, de felicidades y esperanzas…

Y cuando Héctor anunció el final, los aplausos me hubieran deshilachado la voz de nuevo de haber tratado de hablar. No era la primera vez que hablaba en público ni me aplaudían, pero si que me lo pareció. Fue uno de los momentos más bonitos que he vivido por ser en mi pueblo delante de mi familia y amigos. Fue como si me hubiesen dado la oportunidad de una vez por todas de dar explicaciones, de coger el puzzle que llevaba siendo mi vida, poner las piezas encima de la mesa y acabarlo delante de todos por fin.

Pero no me fui a casa todavía porque no sé ni como, se había formado una gran cola para que firmase el libro. Fue un auténtico honor y un placer poder charlar un rato con cada uno de ellos y escribirles algunas palabras en aquella primera página de aquellos libros que por fin se habían hecho realidad después de tantos meses de trabajo. Me hubiera encantado que Fran hubiese estado allí para que se hubiese llevado la parte que era suya de todo aquello.

Y cuando quisimos darnos cuenta, ya estábamos otra vez en el aeropuerto de Bilbao que nos llevó, en un suspiro, a Tokio donde parece mentira, de verdad, que unas cuantas horas antes estábamos sentados en el sofá con mis padres y Javi intentando entre todos que Kota se riese a carcajadas. Es increíble como nos acostumbramos a todo, qué normal nos parece lo que un poco antes era casi inimaginable.

IMG_6781.JPG

Y sin embargo estando en Zalla, Tokio parecía un sueño.

Un sueño de locos, pero afinado ya, eso si.

Aquí nos quedamos, de momento, remoloneando un poco más los tres…

Nos vamos a Zalla

Pues si, efectivamente. Este sábado nos vamos los tres a Zalla con la intención de que Kota por fin pueda conocer a la familia que le queda por conocer. Ojalá que al menos una vez al año podamos hacer esto y Kota crezca conociéndoles a todos. Sabiendo que es un poco difícil aquí cogerse más de una semana de vacaciones seguida, en esta ocasión nos vamos dos semanas aprovechando que me cambio de trabajo y que en la nueva oficina me esperan sin problemas.

Estoy convencido de que serán dos semanas llenas de emoción, no puedo esperar a ver a Kota en brazos de mis padres… además que me han contactado de la biblioteca de mi pueblo y resulta que voy a dar una charla allí presentando el ikulibro, que no veais la ilusión que me hace. Había pensado no solo hablar del libro sino contar un poco mi historia, cómo acabé en Japón, cómo se vive aquí y por supuesto dejando mucho mucho tiempo para que la gente pregunte lo que quiera, que yo contestaré como buenamente pueda. Fran me ha enviado ya una caja de libros a mi casa de Zalla, así que si alguien se quiere hacer con algún libro, allí mismo se podrán comprar:

Afinando un sueño, biblioteca Zalla.jpg

De paso contaros que la mitad de los libros que ya están firmados y que envié, llevan retenidos en Madrid casi un mes y Fran ya no sabe que más documentación enviarles… parece que no se creen la historia de que los libros fueron impresos en España y que ahora llegan de vuelta solo por la firma… hay que ver que mal funcionan estas cosas en España.

Así que viendo que esto va para largo, he decidido aprovechar el viaje para firmar allí el resto de libros que me quedan por firmar y que luego ya Fran los envíe dentro de España, así nos evitamos accidentes de libros mojados y aduanas y ya por fin los recibís todos. También contaros que prácticamente no nos quedan libros ya, así que si todavía quieres el tuyo, todavía estás a tiempo pero por muy poco porque una vez que se acaben, no creo que haya más ediciones.

Y nada más. Tengo muchas ganas de llegar a mi pueblo ya y que mi madre me cocine un plato de alubiacas rojas como solo ella sabe. Me voy a poner como el キコ!

Compatriotas

Vivir no ya fuera de tu pueblo o ciudad, sino fuera de tu país es todo un arte que cada cual crea a su manera. Yo tenía ganas ya de venir a hablar de los distintos artistas con los que me he cruzado desde que llegué a Tokio hace casi 8 años, cuarenta penas y dos mil resacas.

Hasta cierto grado, todos somos dueños de nuestro cuadro, somos los pintalienzos de nuestra propia vida con relativa libertad para usar los colores o pinceles que nos de la real gana. Sin embargo es curioso ver como se acaban juntando técnicas y muchas de las obras que se dejan exponer son muy parecidas unas a otras. Total, que según yo lo veo y si tiro por el lado negativo, a los extranjeros que aquí vivimos se nos puede meter en alguno de los siguientes sacos en un ejercicio de generalización de ñús que quizás no sea demasiado sana porque cada persona es un mundo, pero que me apetece hacer esta mañana de domingo, mira tu. Hay gente muy normal por estos lares, insisto, pero también los hay que se las traen. Vayamos con estos últimos:

Posers

Juntas internet con las redes sociales por un lado y el interés que suele haber por Japón por otro y ya está la mezcla hecha, batida y lista para servir: blogueros o facebookeros o instagrameros profesionales. Son estos que buscan cuantos más lectores o megustas puedan conseguir a consta de escribir los tópicos de siempre. Los hay quien programa posts porque tienen estudiada la hora del día en que en teoría más gente va a leer sus joyas de la literatura contemporánea, eligen con cuidado las palabras clave para el SEO que escriben y tienen estudiados hasta los enlaces que mejor les conviene para que San Google les tenga en un altar, eso si, luego a lo mejor lo que cuentan en el post es un truño como mi tío Nuño, pero el contenido es lo de menos mientras puedan twittear cincuenta veces que escribieron un post nuevo. Otros enchufan tantos tags en instagram que para ver la siguiente foto que toque tienes que dejarte media yema del dedo haciendo scroll. Si pueden conseguir esa foto con tal o cual bloguero famoso, son capaces de irse hasta donde esté solo para sacársela y volverse por donde ha venido, eso si, en twitter pondrá algo así como «de hanami con @tarari, que hacia mucho que no le veía y ya tenía ganas de darle un abrazo» y a lo mejor es la segunda vez que le ve y ni le ha saludado. Se estudian Facebook para ver que hacen los demás y tratan de estar en todas las salsas aunque no se les invite, si por lo que sea aparecen en una foto tuya de casualidad, se etiquetan al segundo dos para que quede constancia de la gran cantidad de amigos que tienen aunque a lo mejor en esa foto tu querías sacar a la farola y él salió por yo que se qué (lo mismo saltó a lo matrix para salir).
También están los que mienten haciendo ver que hacen tal o cual cosa y luego no es verdad, como decir que viven en tal sitio o hacen determinada actividad a la que a lo mejor fueron una vez por probar y no volvieron jamás. Todo vale por la fama, por el personaje creado para ganar likes, followers, amigos o cristos benditos.

Más falsos que un pepino cuadrado azul. Eliminados del RSS hace décadas.

Cutres

Esta gente no pensaba yo que nunca me la iba a encontrar por aquí, mira tu. Al fin y al cabo estamos viviendo en un país extranjero lo que te presupone cierto arrojo, cierta manera de ser… pues no, me he topado aquí con gente cutre a rabiar. Ir, por ejemplo, a un restaurante y decir al final que ellos pagan aparte porque tu te has bebido una cerveza de más y has chupado dos cáscaras de edamames que no te tocaban. Elementos que están a la pela más que a cualquier otra cosa. En los últimos eventos que hemos organizado, se traían la bebida del combini y la metían en el bar por no pasar por caja, y eso sabiendo que éramos nosotros «sus amigos» los que organizábamos el sarao, incluso negarse a pagar la entrada y pasarse lo que dura el asunto fuera en la puerta aprovechando el ambiente generado. Otros se apuntan a un hanami en el que la ley ha sido de toda la vida llevar bebida y comida y ponerla en el medio para compartirla entre todos, y esta gente se abren su paquete de patatas fritas y se lo comen prácticamente a escondidas para que no les cojan. Eso sí: zampan de lo de todos como si no hubiese amanecer porque is freeeeeeee. Normalmente tampoco se ofrecerán voluntarios para ir a coger sitio ni moverán un puto dedo para organizar nada pero estarán parasitando todo tinglado en el que se metan. Es acojonante. Luego se extrañarán de que no se les vuelva a invitar a nada.

Gurús

Son los que dicen frases como «en Japón los sueldos son un 150% más alto que en España» o «los japoneses tienen interiorizado el espíritu del samurai y eso se nota en el día a día desde que entras en la oficina». Gilipolleces del estilo. Verdades absolutas que ellos, expertos en Japón, su idiosincracia y su aroma matutino, sueltan a la mínima que pueden. A lo mejor si sacan una foto de un japonés borracho debajo de un cerezo, aprovechan el asunto y ponen la frase «todos los japoneses se emborrachan siempre porque están obligados a asistir a eventos sociales de la empresa y beber siempre que el jefe lo hace». Vamos, chorradas como pianos que ellos sueltan como si estuviesen escribiendo una guía imprescindible y experta para comprender la sociedad japonesa pero que no deja de ser su vivencia personal de ese momento que exageran y topicalizan a todo lo que de la situación. Se preocupan más por sentar cátedra que por vivir sus propias experiencias, tanto es así que alguno de estos con los que me he cruzado están totalmente convencidos de que tienen toda la razón en lo que dicen y tu no tienes ni idea de nada porque ellos llevan más años que tu aquí. Luego a lo mejor no tienen ni amigos japoneses, pero suelen contar con el beneplácito del público porque dicen lo que todo el mundo espera escuchar. Incluso yo he llegado a ver publicados artículos en periódicos contando las tonterías y los tópicos más topicazos que se puedan escribir. No es raro que detrás de uno de estos haya veinte posers con el twit ya escrito y la cámara del teléfono preparada.

Quejicas

Para mi estos son los peores, no puedo con ellos, si se da la casualidad de que conozca a alguno por twitter o por facebook, les borro a la mínima: se quejan absolutamente de todo; aquí los médicos no son como en su país, las medicinas no valen para nada, la comida es una mierda, hay mucha gente… Es raro que te encuentres con uno y venga el tío con buena cara contentete, al revés: vendrá con su cara de vinagres echando pestes de las tres o cuatro putadas que se ha encontrado durante la última hora y que en su país, por supuesto, nunca pasa. Los cajeros cobran comisión y no se puede usar la tarjeta de crédito todavía en muchos sitios, ¿es o no es tercermundista esto siendo Tokio? ¡¡ inaceptable !!. Las quejas son las de siempre, tampoco hay muchas más. En algunas quizás no les falte razón, pero coño, es como si vives en Bilbao y te quejas SIEMPRE de que llueve, o si te mudas a Murcia y te quejas de que no entiendes lo que dicen. Eso si, por muy en su contra que esté compinchado todo Japón, el tío sigue aquí dando por saco gritando a los cuatro vientos la mierda que es esto. Pero es que si se vuelve a su país, seguramente en su barrio le tendrán calado porque probablemente haga lo mismo allí. Inaguantables, totalmente prescindibles y a poder ser que queden bien lejos de uno.

Racistas inversos

Dentro del grupo anterior están estos. Esta gente odia a los japoneses y no tiene reparos en demostrarlo abiertamente. Los japos son todos cuadriculados, los japos son unos pervertidos, los japos esto, los japos lo otro. En su empresa los japoneses son los que menos trabajan o los que peor lo hacen, además no tienen ni idea de inglés y son más sosos que él, que es un salao de los que de partirse el ojete cuando les ves. Por supuesto, todos los japoneses le odian a él por ser extranjero, claro, esto está fuera de toda duda. Eso sí: seguramente el tío no hablará japonés más que diciendo nanka nanka nanka y se sabrá el kanji de árbol, el de río y los de nomihodai si vienen juntos. «Pero es que hasta los japos odian los kanjis y pasan de aprenderlos» llegué yo a escuchar un día. Todos le odian, pobrecito mío, por tener los ojos redondicos…
Estos no se suelen relacionar más que con extranjeros formando sus grupos y yendo siempre a los mismos sitios «gaijin friendly» donde saben que les van a entender si hablan en inglés y van a encontrar a japoneses totalmente entregados con la causa gaijin (esto será otro tema a tratar más adelante, amigos, los japoneses que reniegan de serlo!! atentos a sus pantallas!)

Autonacionalizados

Esta gente son lo contrario. De alguna manera tratan de olvidar su propia cultura y están totalmente envueltos en las maneras y la sociedad japonesa. Si pueden evitarlo, no se relacionan más que con japoneses, no van donde los extranjeros y procuran no hacer cosas de extranjeros. Tanto es así que llegan a hablar de los extranjeros en tercera persona como si ellos no lo fuesen, pierden totalmente su identidad y hasta sienten verguenza ajena de sus paisanos. Normalmente hablan muy bien japonés y se preocupan por mimetizarse con el entorno berreando exageradamente: «eeeeeeeeeeeeee» cuando se sorprenden por algo en vez del típico «ahí va la hostia», haciendo el gesto con la mano cuando pasan por delante de alguien, haciéndole reverencias hasta al cepillo de dientes, diciendo que no cruzando los dos dedos índices y hablando de sí mismos señalándose la napia en vez de el pecho. Una vez en Karate un compañero belga de ojos azules y rubio como él solo le dijo en el vestuario a uno de los sempais japoneses: «hoy han venido un montón de extranjeros, es curioso, a ver como sale la clase!» en referencia a la visita de un grupo de americanos, con lo que el sempai le contestó: «coño, ¿qué pasa, que tu eres de Osaka o que?».

Viajeros ocasionales gurús

Aunque estos no son paisanos que vivan aquí, dejadme que hable de estos: son los que alimentan la mentira de los gurús a los que normalmente siguen y de paso se convierten en uno. Si están leyendo todo el día a uno que dice que los trenes de Tokio están petados y hay empujadores, vendrán de viaje aquí, harán a lo mejor cincuenta trayectos en tren de los cuales dos o tres estarán petados pero alimentarán la leyenda y cuando vuelvan dirán que es acojonante como están aquí los trenes, que ni respirar podías. O como me contaba un amigo, una tía que decía que todos los japoneses comían fuera de casa y nunca cocinaban porque había muchos restaurantes y que eran muy baratos. Me pregunto yo para qué coño tendré una nevera en casa, entonces. Esta sensación la tengo cada vez que alguna televisión de España viene aquí a grabar un programa donde nos hacen ir en busca de estos tópicos ya aburridos para poder sacarlos allí en vez de tratar de dar la visión más normal del día a día aquí.

Anónimos

Son los que no quieren saber nada de redes sociales, ni blogs, ni facebooks ni ná. Gente que hace su vida aquí pero no le da por contarla lo que es muy respetable, por supuesto. Que yo ponga fotos de Kota no significa que sea el primero que he tenido un hijo aquí y que me de por contarlo. Pero dentro de este grupo hay algunos que no solo no quieren saber nada de internet, sino que lo rechazan completamente. Si por ejemplo coincides en un sarao y sacas una foto de grupo te vienen después a decir que no les saques en el blog o que no les pongas en ningún sitio con lo que normalmente haces dos cosas: o les quitas de la foto con photoshop recortando esa parte o directamente no cuentas nada. Totalmente respetable, por supuesto, pero en ciertos casos la obsesión por esa supuesta privacidad absoluta que tienen algunos me resulta incomprensible aunque, insisto, respetable.
O quizás soy yo que siempre me ha parecido mucho más divertido contar las historias que guardármelas para mi y siempre me ha recompensado de alguna manera, sobretodo al principio cuando vine solo. Pero que sepáis que la inmensa mayoría de los expatriados paisanos que viven aquí no tienen blogs ni historias, ni ganas de tenerlas y son mayoría.

IMG_3107-Edit.jpg

Ala, ya me he quedado a gusto, ojo que yo me veo por lo menos metido en dos sacos de los anteriores, a ver si adivináis en cuales. Voy a ver si cocino un amaiketako y así Chiaki y yo zampamos algo que ya estamos a media mañana y hay gazuza. Porque si, resulta que hasta sartenes tengo, no te lo pierdas.

Ah! las fotos, si, es verdad, no tienen absolutamente nada que ver con el post, pero es que quedaba como muy biblia solo con texto, así que he puesto las primeras que he pillado por ahí. Ahora mismo habrá algún poser bloguero experto que se estará tirando de los pelos, jajaja, qué sacrilegio!! y encima publicando un domingo a las tantas de la mañana!! xD

¡Pasadlo bien lo que quede del finde!

Farsa

No hace mucho, diría que desde hace un par de años, vengo dándole vueltas a la idea de que la gran mayoría de lo que nos rodea es una gigantesca y descomunal farsa. Desde que Kota está con nosotros, no hace ni medio año, esta idea, este concepto está tomando especial relevancia quizás porque cuando tienes un hijo, tu lista de prioridades de repente deja de tener sentido alguno y todo deja de girar en torno al ombligo de uno.

No es que de repente me haya convertido yo en Neo y vea la realidad tal y como es, no va por ahí la cosa, a ver si soy capaz de explicarme y de paso me entero yo también.

Uno fue a nacer donde le tocó con la familia que le fue a tocar y a partir de ahí todo está, digamos, preconcebido. Comes lo que te ponen encima de la mesa, en el colegio uno juega a futbito porque es lo suyo, existen periódicos, tebeos revistas… todo un mundo montado que está muy bien, pero no deja de ser una herencia, el resultado de evolución de la sociedad, del mundo en el que te ha tocado vivir. No hay porqué estar de acuerdo. No tienes porque creerte esta movida solo porque es así. No ha sido así siempre y seguramente no sea así para siempre. No sé si me seguís… de momento no me entiendo ni yo.

A ver si tirando por otro lado…

Mira, hablemos de los bancos. Esos negocios oscuros que uno nunca sabe muy bien como funcionan, pero sin los que no puedes hacer movidas tan simples como que te paguen un sueldo sin tener una cuenta con ellos o más complicadas como comprarte una casa sin deberles tu vida. Para que me diesen la hipoteca en España tuve que firmar un seguro de vida que por lo visto todavía tengo y hacerme un plan de pensiones que no me dejan cancelar. Fue una farsa, una inmensa comedia que me lió la vida. Me podrían haber dado el préstamo y lo hubiese pagado igual, pero me sacaron más dinero porque les apeteció, porque les salió de los huevos y ahora no me dejan tener ese dinero porque tampoco les sale de los mismos redondicos atributos. Esto lo digo yo que ni tan mal, qué dirán los de las preferentes.

La comida… estamos totalmente rodeados de comida que es un disparate. Prácticamente cualquier producto de cualquier supermercado que vaya en un envase se fabrica en masa con el objetivo de que duren el máximo posible, atiende lo que le echarán ahí para lograrlo. Cualquier bebida tiene cantidades ridículas de azúcar, sea con gas o no, la etiqueta «light» es la mayor mentira del universo. Es mucho más barato zamparse un menú del McDonalds que un menú del día normal en cualquier restaurante. Se beben cafés sin ningún sentido, conozco a gente que se enchufa cinco o seis cafés al día de manera habitual sin inmutarse. La sociedad consumista en la que vivimos, yo más por estar aquí, es insana, es el resultado de multinacionales que quieren vender el máximo de productos posible, es su teatro, su circo en el que nos vemos todos inmersos queramos o no. Ojo que yo me pongo tibio a patatas fritas y tabletas de chocolate de vez en cuando, no es que esté totalmente pirado por la dieta, pero si que creo que es un ejemplo perfecto para explicar mi teoría de que bailamos al son que nos tocan. Y atentos al asunto, porque la cosa está tan extendida que si por ejemplo tratáis de pedir algo sin alcohol cuando estáis con vuestros amigos, lo más probable es que prácticamente ellos mismos te obliguen a enchufarte una cerveza quieras o no, porque ¿cómo no te vas a pimplar, por Dios?.

Los políticos. Yo cuando nací resulta que se acababa de morir Franco. Yo no tenía ni idea de quien era Franco, solo recuerdo las monedas de 50 pts en las que salía su jeta, un tío con la cara redonda y calvo como el solo, creo recordar. A partir de ahí había presidentes del gobierno, ministros, congresos, parlamentos… todavía sigo sin entender muy bien como funciona la cosa. Me dan igual, tienen montado un tinglado ahí acojonante de amigos haciéndose y debiéndose favores unos a otros con el objetivo de chupar el máximo del bote común. Luego está la familia real que no tengo ni idea de porque están ahí y que siempre me han dado también igual, pero que últimamente me caen francamente mal. Y los medios de comunicación al servicio de todo este teatro dando la misma noticia de maneras totalmente opuestas. No me creo nada, dejadme en paz ya.

Las empresas… yo estuve en una donde hacíamos páginas webs calcadas unas de otras con el objetivo de cobrar cuantas más subvenciones mejor. El cliente ni las pedía ya, le dábamos todo el papeleo hecho y él solo tenía que firmar, después esa web nunca se volvía a actualizar. Mi jefe me hizo jefe de equipo o no se qué pamplinas y nos tenía en agosto en un piso de Bilbao a cuarenta grados sin un miserable ventilador mientras él se forraba vilmente. En la siguiente empresa estaba subcontratado y aunque la empresa del cliente nunca dejó de tener cifras astronómicas de beneficios, tenían a chavales currando por cuatro duros y encima están despidiendo a un huevo de gente. Al pedirle yo a mi jefe de ahora, después de dos años, si me va a hacer algún tipo de revisión de sueldo, algo que considero normal en cualquier empresa, me contesta que no se habló de nada de eso en la entrevista y acaba su email con un «con lo que estás cobrando, si no te llega, deberías revisar tu estilo de vida» a lo Montoro, viviendo por encima de mis posibilidades. Todo sin tener ni idea de qué hago yo o dejo de hacer mientras le veo pirarse de la oficina en un cochazo del copón bendito. Las empresas, hasta el momento, son la mayor mentira en la que me he visto envuelto desde que nací. Es cierto que nos toca tragar a cambio de la estabilidad que nos da el tener un sueldo fijo sin más preocupaciones que cumplir las horas, pero la sensación de estar actuando en su circo privado no se me quita ni con el baño de las noches. Todavía estoy por estar en una empresa en la que se preocupen de verdad por uno y no solo por obtener cuanto más beneficio mejor a consta de lo que sea y de quien sea. Eh, y con la siguiente que empezaré de aquí a un mes, ya voy nueve distintas.

No hablaré aquí de las religiones porque entonces no tendría fin y acabaríamos mal.

Pones la tele, al menos aquí, y salen grupos de música de un montón de chicos o chicas súper jóvenes todos cortados por el mismo patrón que cantan todos a la vez y bailan coreografías absurdas. Seguramente no tengan ni idea de componer música, no tienen mayor habilidad o mérito que una cara bonita y haberse aprendido un baile que ni siquiera serán capaces de inventarse ellos, pero mira por donde que están en absolutamente todos los programas de televisión, hacen millones de anuncios, les ves en carteles enormes por toda la ciudad, «triunfan». Tienen millones de fans, de seguidores adolescentes cuya aspiración es llegar a ser como ellos. Es algo tan triste, tan superficial… es una farsa maquinada por los medios de comunicación y las empresas que les funciona hasta límites increíbles. Eh! no hablemos tampoco del fútbol allí, que si no te gusta, eres el bicho más raro del mundo. Cuento con los dedos de una mano los partidos de fútbol que he sido capaz de ver enteros, y seguro que era porque todos mis amigos lo estaban viendo y no quedaba otra.

Resumiendo: no me creo nada de un tiempo a esta parte. Pongo todo en duda, me siento ajeno a tanta patraña que nos rodea. Veo a Kota que está ahí puesto en su cuna haciendo poco más que comer, dormir y tirarse pedos y pienso en todo lo que le espera. Ojalá que sepa elegir por su cuenta y no porque es lo que hay, ojalá que sea capaz de pensar por si mismo y plantearse absolutamente todo lo que tiene a su alrededor. Porque al igual que hay un sinfín de farsas esperándole, también existen cosas maravillosas que espero que sea capaz de distinguir y encontrar por su cuenta.

Yo, de momento, sigo buscando. No os creáis que tengo todas conmigo, últimamente estoy de un desconfiado subido que echa para atrás. Veremos si con el cambio de empresa, la cosa mejora. Que no me malinterprete nadie, no estoy amargado: yo vivo feliciano como siempre o mucho más con la llegada de Kota, muy ilusionado con mis cosas que espero que nunca se me quiten las ganas de hacerlas. Pero, ojo, que no me vengan con cuentos chinos que no me creo ninguno, que cada vez estoy más harto de tanta patraña, que yo sé lo que quiero y no necesito tanta tontería emborronándome la vida. Copón ya.

Reseñas del ikulibro

Pues han pasado ya unos cuantos meses desde que el libro se publicó. Todavía me parece mentira, por cierto… vaya historia esta: uno se propone hacer algo, no le dejan las editoriales y resulta que se consigue gracias a la ayuda de un montón de gente. Millones de veces más bonito, como dejé escrito en alguna de las últimas hojas. Preciosa la manera en que salió adelante e infinita y eterna mi gratitud para con todos vosotros.

Los envíos dentro de España y hasta donde yo sé, están todos ya hechos, así que si tu pediste el tuyo pero todavía no te ha llegado, entonces es que algo ha pasado. Ponte en contacto conmigo y no te preocupes, que algo haremos, ten por seguro que no te vas a quedar sin el.

Con los libros firmados, como ya os conté, hemos tenido un percance muy gordo y es que de las dos cajas que mandó Fran, solo una llegó en condiciones, la otra me la trajo un cartero avergonzadísimo porque estaba empapada con los 34 libros echados a perder. Los he tenido una semana en la terraza al sol, pero no hay manera… están podridos enteros, tanto que hasta huelen mal. Con dolor de corazón, ayer los tiré todos.

Así que tengo unos veinte libros ya firmados que van a salir mañana por la mañana para España y que Fran empezará a repartir en cuanto le lleguen. Y la otra mitad de los libros que me faltan por firmar que ya están viniendo camino de Tokio y que juro que firmaré y enviaré de vuelta lo antes posible para intentar que no sigáis esperando tanto. Demasiado estamos abusando de vuestra paciencia… perdón y mil veces perdón. Estamos haciendo todo lo que está en nuestra mano para que os lleguen rápido pero hay demasiados factores de los que dependemos, entre ellos que a Correos le salga del nardo tratar los envíos bien.

Por cierto, ha sido una auténtica gozada volver a leer vuestros emails para saber un poco más de vuestra historia con el blog y con el libro y así poder escribir una dedicatoria en condiciones. Por supuesto que no me he limitado a firmar y ya está, sino que os debía conoceros un poco a cada uno y escribir una dedicatoria personal como os merecéis todos. Ojalá os gusten las dedicatorias tanto como a mi escribirlas y ojalá os guste el libro.

Y a esto venía yo hoy. De manera espontánea y sin que yo lo pidiese, muchos de vosotros que ya habéis leído el libro me habéis mandado emails con lo que os ha parecido, con lo que os ha sugerido, con el poso que os ha quedado después de leerlo. Son tan bonitas vuestras palabras que sentí que no era justo que me emocionasen solo a mi, así que, permiso pedido mediante, las he recopilado en una sección de la web del libro que he titulado:

Y es más, aprovechando que todavía me queda un envío pendiente desde Tokio a Barcelona, hemos pensado que entre todos los mensajes que me enviéis voy a hacer un sorteo de tres pedazo de regalos:

Así que si habéis leído el libro y os apetece hacerlo, enviadme un mensaje con lo que os ha parecido: si os ha hecho reír, si os ha hecho llorar, si tenéis una historia favorita, si no os ha gustado nada… todo es bienvenido. Si tenéis el libro significa que sabéis mi dirección de correo, así que, por favor, no dudéis en utilizarla.

También recordar que, aunque no muchos, todavía quedan ejemplares que se pueden comprar aunque no hayas participado en la campaña de crowdfunding. Se puede hacer a través de aquí:

¡Hasta Javi Nieves y Mar Amate tienen el suyo, no os digo más!

IMG_6163.JPG

¡Pasad buena semana, hacedme el favor!