Tokiotarrak. Peio


Primer extracto de la novela de ficción que estoy escribiendo y que, si todo sale bien, verá la luz algún día. De momento voy copypegando fragmentos para tantear un poco, que de reacciones se azuza uno.


Peio.

– Hasta los huevos estoy yo de japón-y-japán, joder, esa panda de fanáticos que todos los días me dan la turra con dibujos animados y figuritas y hostias, coño. Encima, ojo aquí, tengo que aguantar también al otro bando, no te lo pierdas, el típico japonés que me convierte en un tópico andante nada más verme: paella, toros, fútbol, sangría… ¡sangría, macho!, ¿¡pero qué!?, si nosotros los sábados bebíamos kalimotxo en la plaza detrás del ambulatorio por si venían los municipales a pedir carnets. Mira en la plaza de toros de Bilbao si que he estado, concretamente viendo a Sabina y a Los Rodriguez. Toros, dice.

– Ya, ya sé que soy un vinagres, es tan obvio que la duda hace hasta gracia. Últimamente me lo digo mucho; aunque de encías para afuera todo dientes, ¿eh? que la simpatía no debería verse reñida con el, bueno, ¿desengaño, quizás?. Quiero decir que desde mi piso de Bilbao con mi camiseta con un kanji ocupando media pechera viendo capítulos subtitulados de Naruto, era más feliz que la hostia. ¡Eh!, ni puta idea de qué ponía en ese kanji, pero lo lucía por la calle Autonomía desde Basurto hasta San Francisco si hacía falta, más flamenco que ni sé.

– Pero… ¿aquí?, bueno, pues vas desmitificando la movida… es como si vuelves a ver la de los cazafantasmas ahora, que, coño, pues no es lo mismo. Un ejemplo: en mi barrio cuando son las fiestas cuelgan farolillos de lado a lado de la calle; son muy llamativos con sus caracteres japoneses, sobretodo si los balancea el viento o por la noche que están iluminados. Bonito bonito, pero luego empiezas a entender lo que pone y no son nombres de samurais de la época Edo, ahi lo que pone es «Mercería Mariko», «Ramen Yoshida» o «Súpermercado Kitamura».

– O cuando te vas a montar en un tren por la mañana y te llevas empujones, hostias y malas caras solo por… ¿por vivir y ser?. Encima tienes que leer artículos por ahí sobre la educación y «la exquisitez de los modales japoneses»… al que escribió eso me lo llevaba yo de Meidaimae a Shinjuku a las ocho de la mañana para que le quitase la tontería a paginazos en la cara el malnacido del periódico del tamaño de la primera Micromanía que se empeña en leer siempre en el medio de un vagón hasta las trancas de seres humanos; o esa marea de gente, tarados todos completamente, que salen del tren avasallando todo lo que se encuentren por delante sin razonar que a lo mejor en fila unos detrás de otros, salían igual.

– Así que no, lo siento, no aguanto a Miguel por eso mismo. Vamos, no es que no le aguante, pero paso de ir por ahí con un tío cuyos valores son Instagramear a todo lo que da autoproclamándose experto influencer sobre el «país del sol naciente» como si aquí todo fuese perfecto. Vamos, no me jodas, yo lo que quiero es tomarme una caña en paz sin mierdas y artificios que todos los de aquí sabemos que son mentira, joder. Ahora que tiene su público, claro, si no no haría lo que hace; pero yo ya tengo una edad para que me robe mis «kanpais» la cámara del iPhone de un tipo que se va a preocupar más por los likes que por lo que yo pueda contarle.

La que se estaba liando, y eso que Laura solo le había mandado un Line para ver si se venía a la Yamatón de ese año, pero Peio se encendía fácilmente en cuanto se enteró que Miguel estaba incluido en el lote y decidió, hecho inusual, contestarle por teléfono.

– Perdona la turra, chica, pero es que cada vez es más difícil quedar aquí con alguien normal para hacer algo normal sin tanta mierda de redes sociales, postureos y apariencias. Ya sabes que no va contigo la cosa, ¿eh?. En fin, que no, que no voy, gracias por avisar de todas formas. Pásate un día por casa y comemos algo, que me he comprado una cazuela de barro y ahí el marmitako tiene que salir rico rico. Pasadlo bien, ya me contarás las payasadas que veas.

Peio decía estas cosas siempre muy convencido. Ya eran unos cuantos años viviendo en Tokio, la docena no la volvía a hacer, y no acababa de estar todo lo a gusto que pensaba que debería. La ilusión, las ganas, la fuerza del principio se fue malbaratando a base de desengaños; si sumamos a eso que a su vez se engañaba a si mismo, ya tenemos la receta de su vinagreta personal. Nunca lo confesaría, pero lo cierto es que habría dado cualquier cosa por ser un youtuber de éxito de esos de los que tanto despotricaba, por ejemplo, y poder dejar un trabajo que hacía años ya que no le aportaba más que aburrimiento y la horrorosa sensación de estar perdiendo miserablemente el tiempo, y con él, su vida.


Continuará…


Ya sé lo que es la vida

Tengo muchos recuerdos de cuando era niño, bueno, supongo que como todo el mundo. Lo que quiero decir es que tengo algunos recuerdos que sobresalen, que se recalcan solos quizás por haberles encontrado algún significado. Es más: ahora con Kota, diría que, por comparación, se van como remachando en mi mente uno a uno formando una hilera de puntos desde entonces hasta hoy, superponiéndose con los nuevos que voy atesorando con el privilegio de vivir su infancia.

Recuerdo decirle a alguien muy cercano, hace ya muchos años, la contundente frase de «ya sé lo que es la vida». Confieso que no sé a santo de qué; a esas edades todo son bravuconadas. Yo tendría algo así como quince años. Y esa persona me dijo que no tenía ni idea, que quizás mi abuelo, que por entonces tendría unos setenta años, lo sabría, pero que yo desdeluego que no.

Era verdad, no tenía ni idea.

Hoy a mis cuarenta y un años pienso, arrogante de mi, que lo tengo algo más claro y aunque cambie y piense de manera distinta en los años venideros, me aventuro a asegurar que la percepción final no se diferenciará mucho.

Mi abuelo luchó en la guerra civil. Como resultado, aparte de todo lo que solo él sabrá, estaba medio sordo, le faltaban trozos de oreja y uno de los agujeros de la nariz lo tenía cerrado. Tenía incluso restos de esa metralla todavía incrustados en la cabeza; recuerdo uno en la frente que siempre me decía que lo tocase y hacía el ademán de morderme la mano cuando la acercaba.

Dios, cómo quería a mis abuelos. Venían todos los días por la tarde a casa y se sentaban un rato en el sofá. Qué poco caso les hacíamos yo y mi adolescencia que casi ni saludábamos encerrados en el cuarto. Pero no dejé de quererles ni un segundo, eso lo sé de veras, mi infancia fue inmensamente mejor a su lado.

Pero un día mi abuelo se murió. Así sin más. Bueno, tuvo sus complicaciones tiempo antes, pero parecía haberse recuperado bien.

Recuerdo ir ese día con mis padres a su casa, como tantas y tantas veces hice solo, y que estaba en la cama; parecía costarle mucho respirar. Le di un beso y hablamos algo antes de que se lo llevase la ambulancia.

Y ya nunca más le volví a ver.

Recuerdo la reacción de su hijo, mi padre, la de mi abuela, la de mi madre y la de mi hermano Javi pero no recuerdo la mía. Javi estaba muy unido a él y sin embargo apenas parecía afligido por su muerte. O al menos no como el resto de nosotros aunque nunca ha dejado de recordarle y hablar de él. Siempre suele acabar diciendo que «el abuelo a mi me quería mucho», sabiendo todos que es una inmensa verdad.

Mi abuela todavía vivió unos cuantos años más pero nunca fue lo mismo. Yo iba a verla muchas veces a su casa; ella se empeñaba en vivir sola, hasta que por fin la convencimos de que viviese con nosotros. En los días de visita me solía cocinar lentejas y una vez en vez de chorizo, le echó el corcho de una botella de vino. Una tarde me preguntó por Javi y al de poco me volvió a preguntar y después otra vez. Así es cuando me di cuenta que algo no estaba bien. Al final, cuando íbamos todos a verla, nos contaba, siempre afable, que su hijo y sus nietos iban a ir a verla pronto. Y eramos nosotros.

Muchas cosas pasaron después. La mayoría diría ahora que se veían venir de alguna manera: volví a Japón, me casé, cambié de empresa muchas veces, tuve un hijo, las cosas empezaron a ir como uno pensaba que deberían ser… hasta que pasó el mayor imprevisto de todos: la muerte de mi padre.

Fue todo muy de repente, todavía me lo parece; a veces incluso sueño que es mentira. Pero no lo fue, no lo es: un dolor de garganta, algunas pruebas, operaciones, mucho coraje en una lucha que parecía interminable hasta que finalmente concluyó.

Y ya nada es igual. Estamos desarmados, desbaratados. Y eso ya va a ser así para siempre.

Esto es un teatro cuya implacable función se repite inevitablemente generación tras generación, la única incógnita es cuando. Es algo que sabes pero no eres capaz de entender del todo hasta que de repente alguien que estaba, ya nunca más está, y no te queda otra que pensar en ello.

Solo cabe esperar que pase en el orden correcto.

Así que hoy creo, al menos, intuir que la vida no es solo esperar a que amanezca y anochezca siempre. Hay que llenar eso del medio y hay que pensar muy bien como desde ya porque cada vez tenemos menos tiempo. Mi vida es salir de la oficina ya mismo porque ver el brillo de los ojos de Kota corriendo por el pasillo a recibirme no es siquiera comparable al mayor de los sueldos. Es estar bien, ser y saberme capaz la mayor parte del tiempo restante posible, que no me falte el aire por subir dos escaleras llevándole en brazos. Es saber, es querer, es empeñarme en que, y nunca darlo por hecho, Chiaki se alegre cada día de verme como yo lo hago cuando la veo, es empecinarme en que siempre tenga algo nuevo por lo que acordarse de mi sonriendo como solo ella sonríe.

Es llorar al ver las poesías que escribía mi padre, como la de Chiaki cuando nos casamos o la de Kota cuando nació, poesías escritas a mano que conservo en hojas ya amarillentas como los tesoros que siempre fueron. Es honrarle y recordarle viendo sus fotos, trayéndole siempre que puedo para que Kota sepa y siga sabiendo siempre del padre de su padre a pesar del poco tiempo que pudieron pasar juntos.

A veces es un paseo, un árbol, un río o la luna más redonda del universo. Otras es una tormenta, un invierno en pleno verano, un dolor de muelas, un estómago encogido.

Es una cita romántica a tres con menú infantil de por medio, son las palomitas del cine en una película de Anpanman, la varita de hacer pompas de jabón, unos calcetines con tomates.

Es hacer por sentir y hacer sentir para que los que se quedan lo recuerden.

Son risas y son lágrimas, a veces a partes iguales. Son recuerdos y anhelos de días que parecen mejores. Son personas que se recuerdan al azar. Son olvidos a propósito, sueños incumplidos, esperanzas que siempre esperan.

La vida no es más que saber que todo importa lo justo porque lo importante lo llevas sintiendo hace tiempo.

Cráter del monte Fuji a vista de dron

Esta mañana me he acordado de mis planes para grabar la cima del Fuji con un dron y como el bicho duró veinte segundos en el aire para estamparse contra la ladera donde yacerá para siempre jamás :triki:

Total, que yo quería hacer algo parecido a esto, bendito de mi (probablemente aunque hubiese conseguido volarlo sin problema, no le habría llegado a este vídeo ni al dobladillo del calcetín)…

Hostias a un profesor en un aula japonesa

Se ha hecho viral un vídeo grabado en un aula en el que se ve a un alumno darle hostias a un profesor. Por lo visto, después de advertirle tres o cuatro veces que dejara de usar la tableta en clase para ver películas en vez de para lo que era, el profesor decidió requisársela y el alumno respondió de malas maneras envalentonado por las risas del resto de compañeros de la clase; le pega puñetazos, patadas y hasta le engancha de la pechera:

Yo, si os digo la verdad, procuro no darle vueltas al asunto (en mis tiempos, un compañero de clase también le levantó el puño a un profesor, aunque luego la cosa quedó en nada), pero ando con la mosca detrás de la oreja por si le puteasen a Kota por ser «half» como le llaman aquí. Buff, no sé ni la que podría preparar si pasase algo así…

Coche a la fuga por el cruce de Shibuya

Las imágenes son la hostia… resulta que el otro día un coche se saltó uno de los semáforos del cruce de Shibuya aquí en Tokyo y una patrulla de la policía fue detrás de él. El coche, un monovolumen bastante ganso, hizo un giro raro y se volvió para el cruce pero al ver que le daba el alto la policía decidió acelerar y tirar por el puto medio justo cuando estaba pasando todo Dios por ahí. Las imágenes impactan bastante más que nada por lo que pudo haber sido y no fue:

Menos mal que no le pasó nada a nadie, joder, que yo paso por ahí dos o tres veces todos los días tanto andando como con la bici, mecagüen su ぷ田 madre. Aunque lo que más me flipa es que la policía no le haya cazado, vamos, que se dio a la fuga como si nada y todavía andan buscándole… tiene huevos, en el puto centro de Tokyo donde tenía que haber mil coches de policía atentos por lo que pudiese pasar, y luego mucho silbato y mucha hostia, pero luego para nada!!

Si os fijáis en las imágenes, hay un valiente que estaba cruzando y que decidió darle una patada al coche pero de la inercia se fue al suelo. Al señor ya se le conoce como キックおじさん, «el tío de la patada» y no dejan de sacarle en todas las teles, dejando siempre la conclusión de que al menos hizo más que la policía…

Por cierto, como la reflexió Toscanil extra, diré que siempre me ha llamado mucho la atención el cuidado con el que las ambulancias y los coches policías conducen cuando están con las luces puestas y además a todo Dios se la suda mucho que las tengan: no se les suele ceder el paso y se pasa de ellos. Este vídeo es bastante extremo, pero muestra una situación que yo he visto varias veces y es que los peatones no les dejan pasar, directamente:

En fin, esperemos que no pase ninguna gorda, porque no sé hasta que punto estamos aquí protegidos, la vírgen… :posna:

Kota y el espejo

Llevo recopilando fotos de Kota que teníamos perdidas en el móvil de Chiaki y en los míos (si, yo tengo un historial bastante bonico con los iPhones que se rompen con mirarlos, también te digo). Hay un montón, más de 5000, ahí voy todas las mañanas poco a poco quedándome con las mejores y justo ahora mismo me he encontrado unas cuantas de una de las primeras veces que se miraba en un espejo.

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Es todo un privilegio vivir por primera vez sus primeras veces que cada vez son menos… tener un hijo es la mayor y más irrefutable constatación del paso del tiempo.

:cry:

Recopilación de bentos del Ghibli

Segunda y todavía más regulera parte de la recopilación de bentos cuquis: los bentos del Ghibli !! a zampar totoros !!:

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Masquerade Japan

全日本仮装大賞 o «Masquerade Japan» es un concurso de la NTV en la que gente de todo el país compite por hacer el sketch más ingenioso. Los más famosos son los que tienen un fondo negro y gente disimulada vestida también de negro ayuda a crear situaciones descojonantes, aquí os pongo los más clásicos: el partido de ping pong, la exhibición de Karate, el del yoyó y el de beisbol en slow motion:

Buscando un poco, resulta que aunque llevan con el programa desde 1979, todavía siguen con ello y ya van preparando la edición 95, esa la veo en directo fijo.

Hay sketches que de cutres que son, te descojonas más todavía! ojo al del billar:

O el oso panda de las acrobacias:

El que gana por goleada en chorrada absurdísima es el de la máquina de bronceado:

Menuda mañana de risas me he echado con Kota aquí viendo vídeos!! si tenéis un ratejo muerto, echadle un ojo al canal de youtube!

Lo que piensan los japoneses del misil norcoreano

Acabo de ver este vídeo de Asian Boss, y me ha parecido muy muy interesante. Son entrevistas a gente de la calle aquí en Japón con preguntas sobre el pepino que tiró el otro día el trofollo líder por encima de Hokkaido.

Mayormente vienen a decir que si que hay preocupación, pero que la decisión de que se haga algo o no la toma Trump, así que de mientras mejor casi pasar del tema. Japón está más vendido que la hostia, amigos.

Recopilación de bentos cuquis

Ya sabréis lo que son los bentos (弁当), pero por si acaso hay algún murciano: literalmente significa «comida en caja», es decir, nuestros tapers de toda la vida que te preparas en casa un perolo de lentejas del tamaño de San Mamés, las congelas y estás sacando tapers hasta semana santa.

Bueno, pues aquí en Japón nos movemos ya por entre obra de arte y patrimonio de la humanidad…

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Se ve que uno se puso un día a hacer un smiley con un espagueti y tres garbanzos y se fue liando, se fue liando…

:cocinicas: :triki:

Coca cola coffee plus

En esto que estamos viendo que ya se acaba el verano y en ná tenemos el fresquibiri dando por 尻 otra vez, van los de Coca Cola y sacan un producto nuevo temporada otoño-invierno 2017:

¡¡ Coca-cola coffee plus :yahaaa: !!

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Ya sabéis que aquí hay latas de café en las máquinas expendedoras, que además tienen un sabor muy muy conseguido y en invierno se agradecen un huevo ahí calenticas. Pues bien, el señor ingeniero ha cogido una latica de CocaCola y le ha enchufado café dándole un sabor un poco más amargo y, sobretodo, el doble de cafeína.

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De momento es de venta exclusiva en máquinas expendedoras. Nada más abrir la latica huele a café que tira para atrás, pero el sabor es prácticamente igual que una CocaCola de toda la vida. Eso si: te bebes un par y te conviertes en el minion morao, advertido quedas.

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Los condones voladores

Esta historia me pasó ayer por la mañana y todavía me estoy riendo.

Vamos al lío: resulta que ando otra vez regulero de la garganta; Chiaki pilló una gripe rara y al final me la ha pasado a mi, menos mal que Kota se ha librado esta vez (raro es!). Así que entre que rascatecleaba ruby que si no, tiré para una farmacia grandota que hay no demasiado lejos de mi oficina. No es una farmacia como las que hay en España, sería más como una parafarmacia donde te venden un huevo de medicamentos pero son sin receta, «self medication» le llaman.

Luego también existen las farmacias de verdad en las que te preparan exactamente la dosis que te ha recetado el médico, lo que es un avance acojonante; por ejemplo: cinco pastillas de estas, dos de aquellas y trece de las otras, y te las dan así tal cual, sin caja ni hostias. Las parafarmacias estas además molan porque no solo te venden medicamentos sino cremicas y últimamente hasta comida, yo ya me tiro ratos buenos ahí mirando, ya.

Bueno, que me lío, joder que turras soy! (en mi cabeza tengo un streaming continuo, amigos, banda ancha!).

Total, que me fui a la tienda esta que tiene la peculiaridad de que es bastante grande justo en el centro pero luego todos los pasillos son bastante estrechos… vamos, como si fuese una plaza de un pueblo. Ahí es donde justo además han puesto las cajas para que hagamos cola, como no podía ser de otra manera. Eh! cuando digo pasillos estrechos es que son estrechos de ペロタス, de los que te cruzas con alguien y tienes que pegarte a las estanterías para que se pase; siempre y cuando no sea Hodor que entonces directamente uno de los dos tendrá que recular.

Pues bien: se me cruzaba una chica que me llevaba un carrito de bebé y yo que simpatizo con la causa, le dejé pasar porque sé lo aparatoso que es tener que comprar cualquier mierda llevando uno cuando te diseñan las tiendas para que compren bichos palo a dieta. One reverencia owned después, ella intentó dar la curva pero con el carro no hubo manera, así que decidió retroceder y dejarlo un momento en «la plaza» que es mas ancha e irse a coger lo que fuese que estaba buscando.

En el carrito había un niño, claro, bueno más bien era una niña que estaba despierta y no estaba muy de acuerdo con el concepto «ahí te aparco cual motico», con lo que decidió hacer su trabajo: parar quieta lo mínimo dando el mayor número de voces posible.

La madre se asomaba por ahí y le decía de vez en cuando «tssss, espera, que voy ya, que ya acaboooo».

Joder, como entiendo esa angustia, jajaja, yo es que ni entraba a comprar cuando iba con Kota así a no ser que estuviese dormido.

En esas estaba yo ya haciendo cola con mis pastillicas cuando de repente me tiran con algo que me da en la espalda, me giro y… ¡era una caja de condones! ¡de fresa además!. Iba a decir que es habitual, que me ha pasado más veces en las que siempre he respondido: «me halaga, señorita, aunque ha de saber que estoy casado», pero no se lo cree ni mi abuela :ikufantasma:

Lo que de verdad pasaba es que la cría resulta que la habían apalancado justo en la estantería de los condones y encima es que estaban a la altura perfecta de sus brazos, así que decidió que qué mejor pasaratos hasta que volviese la madre que librar de su carga a esa estantería oprimida: allí volaban cajas de condones de todos los tamaños y sabores, geles lubricantes y hasta anillos rarunos en todas direcciones, hasta por encima de los pasillos… yo cogí al vuelo, descojonándome vivo, un par de cajas y la chica de la tienda otras tantas hasta que por fin apareció la madre con la cara más roja que he visto en mi vida haciendo reverencias ya desde el estand de los caramelos de menta del fondo.

Más apurada mi pobre que ni sé, apartó a la niña de la estantería más amena del local, recogió lo que pudo del suelo junto a la chica de la tienda y salió de allí escopeteada sin comprar nada para, presumo, jamás volver.

Yo creo que no me he reído tanto en la vida :D

Por cierto, ¿sabéis que existen condones de tallas grandes modelo «Big Boy» y que sale una foto de un caballo?, jajajaja, Dios!!

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Mascotas atrapadas en sitios

Pues eso: mascotas que se han quedado atascadas en sitios, para que luego digas que odias tu trabajo…

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Turtle taxis en Tokio

El otro día nos montamos en un taxi cerca de Shinjuku y nos encontramos con una movida nueva, un botón ahí que ponía «botón de ir despacio». No le saqué foto, pero he encontrado algunas por ahí por el internete:

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Resulta que si ves que el taxista va muy rápido o simplemente quieres ir tranquilo, puedes pulsar este botón y el conductor irá más despacio. Me ha parecido una idea tan simple como magnífica: normalmente cuando uno coge un taxi, lo que se quiere es llegar al destino lo más rápido posible, pero hay muchas situaciones en que lo que quieres es llegar con calma, sobretodo si vas con críos. En la web de taxis identifican tres razones desde el punto de vista del cliente que les ha llevado a implementar este servicio:

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1- No sentirse cómodo con conducciones agresivas.

2- No tener prisa, preferir no ir a mucha velocidad.

3- Ir con niños, preferir una conducción amable.

El caso es que resulta que existen también desde hace unos años los «Turtle Taxis» en Tokyo, «taxis tortuga» que están pensados precisamente para esa gente que prefiere ir más suave y con más calma y no a lo puto loco como se conduce normalmente. Concretamente dice que ponen mucho esfuerzo en no dar grandes acelerones y frenar también muy muy despacio de manera que se noten los menos movimientos bruscos posibles y de paso contaminar menos. La verdad es que molaría que hubiese un efecto dominó y el resto del tráfico también se suavizase un poco…

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Más fotos en el Tumblr oficial de Turtle-Taxi.

La segunda subida al Fuji

Ya, ya sé que dije que iba a volver a subir Cristo bendito, coño, no me lo recordéis más que bastante claro lo tengo yo. Jodé, es que no dejo de acordarme de la frase aquella del jefe que tuve americano que decía eso de que había dos tipos de necios: los que no habían subido el Fuji y los que lo subían más de una vez (también es verdad que se ponía ciego en el Kentucky Fried Chicken hasta ponerse malo, pero bueno, eso es otro tema).

Pero ba, seguramente haya una tercera, no nos engañemos, Tosca, que te va la marcha.

El caso es que tardé poco en decidirme cuando me lo propusieron; más bien un par de mensajes con Chiaki para ver si cuadraba la fecha y que se quedase ella con el tío Kota, que al final es lo único que me suele hacer falta para apuntarme a lo que se tercie.

Además esta vez la cosa se puso más seria y es que en colaboración con YoitabiTravel, los señores de Decathlon Japan nos nombraron embajadores y nos patrocinaron la aventura con material de categoría: nada más y nada menos que una mochila, una chaqueta y un pantalón de montaña con lo que no solo íbamos más preparados que Jon Snow con un mechero, sino conjuntaditos que daba gloria vernos en fila india:

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La chaqueta tiene dos partes que se pueden usar independientemente, lo que la hizo ideal para el gran cambio de temperatura que hay entre la quinta estación donde empiezas a subir y la cima. Yo nunca había usado un pantalón de montaña para subir al monte, lo cierto es que uno siempre lleva ropa vieja para estas historias, pero he de reconocer que fue muy cómodo y se agradeció que tuviese tantos bolsillos para meter chocolatinas y frutos secos que ir picoteando. Y la mochila bien pegada a la espalda que casi ni te enteras que la llevas… vamos, que se nota un huevo si vas con material en condiciones, menuda diferencia, ¡gracias señores de Decathlon Japan!

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Pasemos, pues, a narrar la historia.

El principio, pues como la otra vez: en coche desde Tokyo hasta donde lo más cerca que te dejan aparcar el coche y desde ahí unos cuarenta minutos en autobús hasta la quinta estación que es ya desde donde empiezas a subir con la noche como aliada. En nuestro caso como íbamos muy bien de tiempo, zampamos algo en un restaurante que hay y la ascensión la empezamos con la calma.

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Yo, ya lo conté por ahí pero creo que no aquí en el blog, me compré un dron con la idea de que tenía que ser la hostia en verso hacer un vídeo desde la cima con el cráter desde arriba, y ahí lo llevé metido dentro de una bolsa colgado de la mochila porque era un troncho bueno aunque menos mal que no pesaba. Era un dron bastante limitadete, de los más baratos que encontré por Amazon pero que contaban por ahí que tenía muy buena cámara, un Holy Stone HS300 que apenas me costó 15.000 yenes.

Poco duró, jajaja. Luego lo cuento, luego.

No nos encontramos con demasiada gente durante los primeros tramos; íbamos llegando a nuevas estaciones sin demasiada dificultad a un ritmo, quizás, demasiado rápido y es que esta vez cuadramos todo para subir el domingo por la noche y así evitar las hordas de gente de los fines de semana. Hasta la mitad del camino funcionó y solo nos teníamos que preocupar por resguardarnos del frío cuando parábamos a descansar y hasta nos echábamos fotos y toda la 魚.

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Al no haber luna, la vista no fue tan espectacular como la otra vez, pero tampoco estuvo nada mal.

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Pero duró poco lo de ir a nuestra bola: a medida que nos íbamos acercando a la cima nos íbamos apretujando más hasta que llegó esa absurda situación de tener que hacer cola para subir al monte. Pero cola del copón de la baraja: prácticamente andábamos cinco metros cada diez minutos. Además esta vez resulta que había grupos organizados de un montón de personas que iban en bloque, personas de todas las edades que iban a ritmo muy caribeño siendo muy muy difícil adelantarles. Un absurdo y de los gordos lo que pasa en este país con la gente. Ojo al careto de hastío gentil:

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Esta vez llegamos con mucho tiempo a la cima. Esto tiene la ventaja de que puedes coger sitio para ver el amanecer pero el inconveniente de que hace muchísimo frío arriba y apenas hay donde resguardarse. Así que allí estuvimos aguantando como titanes para ver el espectáculo:

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Yo andaba con el dron que si lo saco que si no, pero vi a uno de los guardias que le llamaba la atención a otro que tuvo la misma idea que yo y ya lo estaba volando. Lo cierto es que yo apenas lo usé un par de veces antes y reconozco que era peligroso sacar eso donde hubiese gente porque la verdad es que no me extrañaría nada que le causase alguna avería a alguien. Así que entre el guardia que andaba al loro, mi nula confianza de no liarla parda y el viento que hacía, decidí dejarlo bien guardadito.

Lo que si que hicimos fue sacar unas cuantas fotos antes de empezar el descenso:

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Yo hasta ese momento estuve genial, sin más problema que bastante sueño y las piernas un pelín cargadas, pero incluso podría haber subido más si hubiese hecho falta. Pero, joder, fue empezar a bajar con la solana de frente que me entró un dolor de cabeza y un mal cuerpo considerable, la vírgen santa qué duro se me hizo esta vez. Igual es que tenía razón Chiaki cuando dijo aquello de que «ahora no tienes el mismo cuerpo que cuando lo subiste hace 7 años», jajaja, la madre que la parió!!

Pero es que la bajada es lo más duro con diferencia, al menos así lo creo yo: ni el frío ni nada, una bajada eterna por cuestas muy empinadas sobre suelo volcánico muy muy resbaladizo. Añádele a todo eso que no has dormido esa noche y que pasas de un friaco del copón a que te sobre toda la ropa.

Eso si, las vistas son impagables:

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En serio que se me hizo eterna la bajada… ¡¡¡ no llegábamos nunca !!!. Yo me fui acordando de todos los apóstoles con cada derrape. Hasta que en una de esas que paramos todos juntos para esperarnos en una curva y aprovechando que no había así mucha gente, decidí sacar el dron. No las tenía todas conmigo desde el principio: ya he dicho que lo he volado un par de veces y sin demasiado éxito, también es verdad que Kota le tiraba palos y uno no acababa de estar concentrado en el asunto, pero bueno. Total: lo puse allí en el suelo y lo volé, nada más empezar se dio una hostia contra una pared y cuando por fin levantó un par de metros del suelo se fue a tomar por culo que yo ya no sabía si los mandos funcionaban o qué hostias estaba pasando. Cuando logré hacerme un poco con el control, lo acerqué hacía donde estábamos nosotros con la intención de sacar algún vídeo, pero el bicho se fue a tomar por culo a una ladera cercana contra la que se estampó y se quedó patas arriba.

Total: 40 segundos en el aire, le calculo…

No estaba demasiado lejos y a por él que me fui cuando de una estación cercana salió un guarda dando voces como un puto loco: «bájate de ahí!!!!!!». Yo sabía que en teoría no te puedes salir del circuito marcado porque hay riesgo de desprendimientos, pero en ese caso era bastante absurdo porque estaba muy cerca y no había nada debajo (la ladera quedaba apartada del camino principal). Aún así me bajé y esperé a que el tipo llegará hasta donde nosotros subido en una especie de coche-oruga, yo pensaba que me iba a echar la bronca por intentar meterme y que después sacaría un palo o algo con el que pescar al dron… si si. El tío me echó la bronca siete veces y me decía que ahí se quedaba, que no se podía coger. Cuando yo le intentaba hacer ver que estaba muy cerca y que no iba a tardar ni dos minutos en cogerlo con mucho cuidado, él me amenazaba con llamar a la policía, que eran medio millón de yenes de multa y que yo mismo, que tenían cámaras aéreas y que me empapelaban fijo y no se qué mierdas mas…

Total, que ahí se quedó el dron.

Esperamos un poco a ver si se piraba o algo, pero el tío ahí seguía, así que decidí no hacer esperar al grupo más y ba, que total, pa cuatro duros que costó no merecía la pena montar un pollo y que se liase alguna así que tiramos para abajo otra vez. Más ligero de equipaje que la hostia, eso si, jajaja.

Y esta, amigos, es la breve pero bonita historia del Toscadron que acabó estampao en una ladera del monte Fuji por los siglos de los siglos. Si subís y lo veis, echadle pilas o algo.

:triki:

De lo malo malo, empezamos pronto a ver verde y esto en el Fuji significa que ya va quedando menos para llegar.

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Cuando después de tres o cuatro eternidades logramos montarnos en el autobus de nuevo, yo me quedé sopa al instante, joder, no podía con mi alma, menuda bajona…

Lo mejor que pudimos hacer fue meternos en un onsen y… ¡mano de santo, amigos!.

¡¡¡Así que ya puedo decir
que he subido
el Fuji dos veces!!!
:gustico: :gustico:


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Conclusiones

De la otra vez sabía que hacía mucho frío arriba así que fui preparado con licras que tengo de ir con la bici de esas pegadas de invierno, una auténtica gozada, nada que ver.

– También sabíamos que iba a haber un montón de gente cerca de la cima, así que tampoco me pilló por sorpresa aunque es cierto que poco se puede hacer más que resignarse y ponerse a la cola.

– La ruta de esta vez fue distinta, por lo visto la otra fue «Fujinomiya» y esta fue la «Yoshida». No encontré mayores diferencias entre las dos. Quizás me quedaría con la primera porque la puerta torii de cerca de la cima da bastante juego con la cámara por la noche.

– La bajada fue infinitamente más dura y no acabo de entender la razón o qué podría haber hecho para evitarlo… ¿quizás comer y beber más antes de empezar a bajar? ¿llevar un bastón de soporte para evitar las caídas?. Mi problema fue que de repente tenía un mal cuerpo horroroso con bastante dolor de cabeza y hasta ganas de vomitar.

– Volví a casa jurando en hebreo que no iba a volver a subir en mi vida por esto mismo, pero después de ver las fotos… probablemente en cuanto vuelva a darse la oportunidad…

– El onsen del final con los colegas comentando la jugada… eso no tiene precio.

Agradecimientos

No queda otra que agradecer de nuevo a Decathlon Japan (gracias Vicente!) por proveernos de material y a Yoitabitravel (peazo de web, ¿quién la habrá hecho? yo le contrataría por todo mi dinero) por liarse a organizar la historia. También, por supuesto, a Iñaki, Haruka, Rafa, Chiqui y David por hacer que este disparate se convirtiese en una excursión de amigos entre risas. Ah! y Chiaki que dice que gracias al señor del Fuji por evitar que metiese otra vez el bicho ese en casa y taladrase las paredes del salón haciendo el monguer.

Y por supuesto a todos vosotros por seguir leyendo y comentando aquí mis historias aunque las escriba sin criterio ninguno!!!

:ungusto:


Todas las fotos en el álbum de Flickr.
Fotos de la otra vez en este otro álbum.
Posts de la otra vez:
Fuji, la subida
Fuji, cima, bajada y cierre
El Fuji-video

Helado de lechuga

Estaba yo ayer lidiando con las agujetas de subir por segunda vez al Fuji, que casi me arrastraba por el supermercado (por cierto, que estampé el dron contra una ladera del peazo del volcán y ahí se quedó para siempre… si os portáis bien os lo cuento algún día de estos…. ;) )

Bueno, que me lío: el caso es que Chiaki me había encargado unas movidas para Kota y como complacer sus deseos es mi misión en esta vida, allí que arranqué a por las manzanas y los plátanos. Entre pasillos iba yo con un frío de pelotas, que ponen el aire acondicionado en modo atodopedo, que una vez fui al baño y tenía la picha como un segundo ombligo, acabé encaminando mis pasos hacia la charcutería para ver si tenían un poco de choricico rico. Ya me piraba cuando me acordé que a Kota le molan mucho unos helados que hay que tienen forma de tajada de sandía y empecé a rebuscar.

De sandía no encontré, pero un producto salvaje apareció:

¡¡ Helado de lechuga !!
:pirao: :ahivalaotia: :pirao:

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Compré uno, por supuesto, y ayer mismo a la noche nos lo zampamos a pachas entre los tres. Chiaki dice que psi, psá, Kota lo escupió directamente en el sofá y mi veredicto decisivo de pruebamierdas-supremas-expert es que: ¡coño! ¡pues si que sabe mucho a lechuga!! pero vamos, un logro del I+D japonés que no prosperará, porque aunque el sabor a lechuga lo tiene y bastante, también hay que decir que precisamente una lechuga pelada no es el halago que todo paladar añora.

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Remirando un poco por internet, resulta que la movida viene de Kawakami, que se ha hecho famoso aquello precisamente por el helado este; bien mirao no ha estado mal jugado esto, no: aquí estamos hablando de la historia.

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(las dos últimas fotos son de este blog)

Ala pues! voy a seguir con el rascatecleo! :flipanderer: :rascatecler:

 

Kit-kat sabor pastilla para la garganta

Sip, tal y como suena. No sé si sabéis, y si no ya os lo cuenta el tío Tosca, que el I+D de Nestlé Japan está desatado completamente y todos los años se cascan unos sabores, digamos, muy de quedarse culiplater. Echemos un ojete a algunos gracias a los señores de Kotaku que se han cascado un recopilatorio:

Fresa


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Mezcla de cítricos


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Pera


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Manzana


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Edamame (habas de soja)


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Boniato


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Chili japonés


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Galleta de canela


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Tarta de queso y fresa


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Arándanos


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Té verde matcha


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Té verde tostado (hojicha)


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Sirope de azúcar moreno


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Alubia roja (el anko famoso de aquí)


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Wasabi


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Y muchos más que hay, como el de sakura o el de melón, si le echáis un ojo a la página correspondiente de la Wikipedia veréis el maravilloso disparate que es esto. Yo creo que he probado todos menos el de pera y el de galleta de canela. El de wasabi estaba bueno de cojones y el de hojicha también, mejor que el de matcha incluso.

Weno, total, que ahora para seguir con ese complejo de attetionwhore que me llevan encima, han sacado uno con sabor

Pastilla para la garganta
:pirao: :desquiciao: :pirao:

«のど飴味» (nodo ame aji) en japonés, efectivamente contiene un 2.1% por chocolatina de polvo de pastillas para la garganta. Según esta gente, al intercalar este polvillo entre las capas de chocolate blanco, la chocolatina obtiene un «sabor estimulante y fresco», habrá que tocarse los huevos un ratejo.

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Como imagen de la nueva serie, que por cierto se vende ya en Japón desde antes de ayer como anunciaron en el twitter de KitKat Japan, han puesto a un tal Yasutaro Matsuki que por lo visto es un ex-jugador famoso de fútbol que ahora se ha metido a comentarista deportivo y parece que ser que le mete mucha pasión a las retransmisiones dejándose la garganta a grito pelao. Por ahí parecen ir los tiros: cuando se resienta la garganta, kitkat de este y a dar más voces!

(Jajaja, tengo que confesar que no tenía ni puta idea de quien este tipo, pero que ya me cae guay)

Cuando lo pruebe, ya diré algo a lo mejor.

Ala pues!! :triki:

Ukiyo-e animado

Atsuki Segawa es un diseñador al que le ha dado por coger ukiyo-e tradicionales japoneses y meterles animación con bastante gracia.

Ahí van unos cuantos con mucha chispa:

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Si queréis ver más, en su web :triki:

OndaVasca, Vascos con Jet Lag

Hace unas semanas ya que me contactó un paisano mío de Zalla que es locutor de radio en Onda Vasca para hablarme de una sección de su programa en la que hablan con vascos que están viviendo en otros países. Me hizo mucha ilusión porque además resulta que nos conocía del pueblo y me contó incluso anécdotas de mi hermano Javi que yo no sabía.

Hubo una temporada en la que hablaba por la radio cada poco colaborando en distintos programas y la verdad es que lo echaba mucho de menos a la vez que me puse bastante nervioso los minutos antes de recibir la llamada. Luego ya me solté bastante y como se puede comprobar en la grabación, no hubo huevos a que me callase, jajaja.

A mi me hace bastante gracia escucharme, ¡a ver qué os parece a vosotros!

:pirata:

¡¡ Muchas gracias Alex !!
:gustico:

La cartera perdida

Llevaba un par de días regulero con la garganta y el jueves a mediodía decidí volverme a casa porque me subió la fiebre y no sabía hacer ya el Javascript ni con un canuto. Por la mañana, como cada dia, había ido en bici, pero a la vuelta y después de dudar bastante, pensé que mejor no arriesgar a ponerme peor con la sudada y la dejé aparcada ahí en los Shibuyas volviéndome en el tren chuchú. La cosa es que aunque aquí no suele pasar nunca nada, andaba yo ya inquieter: no me gusta un pelo que mi pobrecita pase la noche solica por ahí… aguanta, orbeica mía, que ya vuelvo a por ti en cuanto me ponga bien!! no te hagas caso de las gyarus pelandruscas!!

El viernes, que aquí fue fiesta y ya por la tarde estaba yo bastante recuperado, volví a montarme en el tren para ir al encuentro de mi amor biruedil. De paso, como ando al loro siempre para comprarme la Nintendo Switch y los viernes a mediodía corre el rumor de que son los «restocks», llevé la cartera con bastante dinero por si sonase la flute.

Ba, ni pa Dios… no tengo claro si estos de Nintendo son unos putos genios del marketing, que nos tienen en ascua viva por comprarles en cuanto tengan más, o los mayores desastres planificando a este lado del río Sumida.

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Me recorrí las tiendas habituales a contar cartelicos como el de arriba y enfilé cabizbajer y tristonero al parking de bicis. Hostias, por cierto, cuanta gente hay siempre en Shibuya, la madre que parió a Peneke, qué disparate y que sindios, mira que estoy por aquí todos los días y no me acostumbro todavía. Lo único bueno que le veo es que si te tiras un cuesco, a ver quien tiene cojones de señalar a alguien!

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Total, que acabé por fin con mi bici que estaba enterica y reluciente, le puse las luces que llevaba en la bolsa, la funda acolchada para el sillín en pos de que no sufriese mi excelso nalgar, y casco en melón, pillé la cuesta del 109 a la izquierda enfilando ya para casica. Me desvié un par de kilómetros con la intención de pillar unas hamburguesacas para la cena que Kota andaba con antojo, pero cuando llegué y justo antes de pedir, me di cuenta de que no tenía la cartera…

:peneke: :copon: :peneke:

Lo primero que pensé, pardillo de mi, fue que no la había cogido, así que le pregunté a Chiaki por si me la había dejado olvidada encima de la mesa o por ahí. La estuvo buscando un rato pero me decía que o se la había comido Kota, o allí en casa no estaba….

:peneke: :copon: :peneke:

Me volví para casa a buscar yo también, ya que, total, estaba bastante cerca… pero nada, ni pa Dios: lo más probable es que se me hubiese caído en Shibuya cuando saqué el casco de la bolsa.

¡¡ Maldita mochila-mierder que no tiene bolsillos y va todo junto ahí !!

En fin, no quedaba otra que tirar para Shibuya otra vez… segundo viaje en bici, trayecto que hice a todísima hostia folladísimo en do menor pensando en todo el jaleo que iba a ser cancelar las tarjetas de crédito, sacarme de nuevo el carnet de conducir, el DNI de aquí con mi recién estrenada visa permanente, liar a la de recursos humanos de la empresa para la tarjeta de la seguridad social… bufffff, jodé, pensaba mientras pedaleaba, dono mi huevo menos peludo con tal de encontrarme la cartera con todos los documentos, el dinero ya me la refulfla!!

Total, que llego con una sudada que ni Paquirrín con un cuaderno de rubio, rebusco y rebusco por allí y tampoco aparece. Ya medio desesperao voy donde el guardia del parking y resulta que está sentado en una silla de camping ahí sobao entero el gachó. Era una escena curiosa, porque tenía un chaleco de esos reflectantes que usan aquí pero con luces rojas que parpadean a todo meter; es decir: era un señor durmiendo al que se le veía desde la MIR.

Di un par de vueltas otra vez y como seguía sin aparecer, me fui a despertarle a semáforo-man con un par de sumimasens a cada cual más alto.

– Sumimasen
– SUMIMAsen
– Eh, hai haaaai
– Perdone, que es que hace una hora o así yo pa mi que se me ha caído la cartera por allí, no la habrá visto, ¿verdad?, o alguien que se la haya dado o algo…
– Pos no… pero lo mejor es que preguntes en la comisaría a ver…

Dicho & hecho, lo cierto es que ya iba yo con esa idea también, señor árbol de Navidad, pero total, tenía que intentarlo también, perdón por despertarle.

Tiro para comisaria, la que queda al lado de la estación, vamos, donde hay más gente que en el Aeropuerto del Prat (mwahaha) pero siempre. Dejo la bici ahí en la puerta y sale un policía al momento a echarme la bronca ya:

– Aquí no se puede aparcar, chato moreno, tira pallá.
– Ya ya, pero es que vengo a preguntar a ver si por un casual de Buda han visto ustedes mi cartera que se me ha perdido probablemente por allí por donde el parking de bicis
– Ah, vale, tira padentro
– Voy
– Pero canda la bici, alma de ピッチャー
– Ah, si si -esto lo hace para ver si no he mangado la bici, no es la primera vez que me para un policía y me dice que abra y cierre el candado para ver si tengo la llave, qué profesional, la vírgen, qué profesional.

Dentro de la comisaría, que no había estado nunca, resulta que había un huevo de policías, pero a mi me tocan tres. El que me habla todo el rato, que es un tío probablemente más joven que yo, más serio que el único enano paseando por la playa nudista llena, luego uno neutro que ni fú ni fá, y el tercero que equilibraba la ecuación que no hacía más que hablar medio riéndose y gesticulando un huevo.

Me habla el serio:

– Por favor, tu tarjeta de residente.
– Pues es que estaba dentro de la cartera -tío soseras
– ¿Puedes escribir japonés?
– Un poquejo, tampoco me pidas mucha historia

Interrumpe el sosaína:

– No te preocupes, con que sepas escribir tu nombre y dirección y poco más ya valdría.
– Ah, vale

Me dispongo a rellenar una hoja donde efectivamente se me piden mis datos y luego una lista con lo que he perdido: cartera, color, tamaño, marca, cuanto dinero tenía, qué tarjetas más o menos…

Habla el enfarlopao:

– Hostia puta! (Sugoi!) si sabes escribir japonés de puta madre (sugeee jyouzu jan!!), ¿cuanto llevas aquí?
– Algo más de diez años -le digo intentando concentrarme en lo que estoy escribiendo lo que para un crío japonés sería tirao, pero para mi es el puto pasapalabra
– ¿Y has estudiado por tu cuenta? ¿has ido a la universidad? ¿en qué trabajas?
– Eeettooo, pues …

Interrumpe Paco Umbral:

– Por favor, acaba de escribir

Y se hace el silencio con el que, mira tu, el neutrex parece estar más cómodo, hasta le cambió el color de las mejillas y todo, como mas asonrosao.

El seriales me empieza a hacer más preguntas pero ya en plan interrogatorio muy serio, que donde lo he perdido, que a qué hora, que qué tarjetas tenía y cuanto dinero, que qué hacía en Japón, que cual era mi trabajo… y después me volvía a preguntar, como el que no quiere la cosa, por cuanto dinero y las tarjetas para ver si me contradecía o algo… Todo esto, por cierto, hablándome bastante cerca y en keigo, pero lo peor fue que tenía las cejas depiladas y, joder, me costó aguantar ahí sin descojonarme vivo… poco faltó para hacerme un Rajoy y soltarme…

Después de las preguntacas, que las contesté sin dudar porque, coño, era todo verdad, el neutrales saca una bolsa transparente con mi cartera dentro y yo pego un bote porque no me esperaba que la tuviesen:

– ¡¡Esa es!!, ¡¡¡toma toma toma toma!!!! pero falta la tarjeta azul de la oficina, que estaba en el bolsillo de fuera… -empiezo a decir dándome un poquillo igual, todo sea dicho

De repente salta el exaltao:

– ¡¡ no te preocupes !!, cuando la han traído he tenido que listar todo lo que había y después he metido todo dentro, me acuerdo de esa tarjeta, está dentro con el dinero, están los 30.000 como dices que había, ¡está todo! ¡qué suerte!, ¿eh? ¿eh?, ¡que bien! ¡Japón es muy seguro! ¡omotenashi!

Yo ya me reía abiertamente:

– Jajaja, jodé que si, os debo la vida, mil millones de gracias

El neutro neutraba a su aire más callao que Eduardo Inda con un detector de mentiras, pero el serio cejastrinque cortó todo atisbo de alegría con su voz ajusticiadora, joder, cualquiera diría que estaba resolviendo el caso del siglo:

– Rellene, por favor, este otro formulario como que le hemos entregado la cartera

Y vuelta a empezar: otra hoja con mis datos y mi firma certificando que estaba todo y que ale, a pastar por la sombra.

Salgo de la comisaría de culo haciendo reverencias deluxe plus, quito el candado de la bici y cuando me voy a pirar salta el toloco:

– Cuidao con la bici, ¿eh?, nada de llevar los auriculares esos que tienes colgando del cuello, ten mucho cuidao que hay mas accidentes que ni sé de bicis últimamente y encima ahora por la noche más todavía, ten cuidado, ¿eh? y no pierdas la cartera más, que es importante, ten cuidao.

Unos cuantos gracias gracias si si gracias gracias si si después ya estaba yo tirando pa casa otra vez, pero con la cartera bien guardaíca, la sonrisa puesta y el culo y las piernas que ni las sentía ya cuesta parriba cuesta pabajo.

Curioso país de locos en el que estamos, Tosca, curioso, disparatado, pero sin duda maravilloso país.

:gustico:

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La pala amarilla

Chiaki no andaba muy católica el domingo. Ya, ya sé que es budista, pero coño, ya me entendéis. Y como Kota entre cuatro paredes es el demonio de Tasmania on steroids, decidí llevármelo a un parque que hay cerca de casa y que así ella descansase y de paso el pequeño Toscano se desfogase a todo lo que le diesen esas canillas blancurrias que me gasta.

Estoy acostumbrado: quiero decir que Chiaki hasta hace muy poco trabajaba todos los sábados, con lo que siempre nos hemos quedado los dos solos desde que ella dejó la baja; recuerdo perfectamente que Kota empezaba a ponerse de pies y daba algunos pasos a duras penas. Creo que es una situación quizás no tan habitual en los tiempos que corren: lo de que haya un día fijo a la semana para nosotros dos solos, sin nadie más. Por una parte prácticamente todos los planes de mis amigos son en sábado, con lo que no se puede contar conmigo para nada, pero por otra pasamos días que son especiales y que sé que añoraré sin excepción. Me enorgullece y me emociona que pueda vivir tanto tiempo con él de su infancia más allá de verle un par de horas por la mañana y por la noche a toda prisa entre desayunos, guarderías, baños y cenas.

Bueno, total, que fuimos al parque. Me enrollo un huevo para decir dos cosas y media… empalago de padre cuarentón, no me lo tengáis en cuenta.

Esta vez llevamos la bici que le compramos además de las palas y el cubo para jugar con la arena, y estuvimos un buen rato practicando parque arriba parque abajo. Es de esas minibicis pequeñas sin pedales que se monta y corre con sus propias piernas a lo Picapiedra; todavía le falta para coger velocidad, pero ya le va pillando el truco. Miedo me da y miedo anticipo viendo el nervio que tiene, que no para quieto ni durmiendo, y esto, amigos, es literal: el otro día apareció no ya fuera del futón, sino tirado en el suelo con medio cuerpo fuera de la habitación.

Hay que ir merendado a jugar con él. Quiero decir que lo mismo te echa una carrera, que sale corriendo detrás del balón camino de la carretera, que se tira de cabeza por el tobogán sin conocimiento alguno. No esperes estar solo a verle jugar, porque la cosa no va así; coño, que hay que cumplir, que hay que dar la talla y estar a todas con el, ¿sabéis porqué?, porque llegará un día, más pronto que tarde, en que ya no querrá bajar al parque con nosotros y hasta entonces, amigos, no perderé ni uno solo porque esos momentos suman tanta vida… pero tanta vida…

Lo que no quita para que acabes agotado y no sólo físicamente: diría que uno desarrolla un sentido arácnido y no es que huelas, sino que paladeas el peligro: es como si analizases, a lo JARVIS, todas las posibles combinaciones en las que el resultado es invariablemente que se abra la cabeza: el muro de al lado del columpio, la barra de detrás, los críos mayores jugando con el balón de la izquierda, el árbol…

Bah, como si me costara, anda que me va poco la marcha a mi… lo paso yo a veces casi mejor que él subiéndome a los árboles o trepando por los columpios como el tarado que realmente siempre he sido y que recupero ahora con la excusa perfecta de estar con él.

El caso es que el sábado estuvimos solos en el parque un buen rato, lo que es algo poco habitual. Supongo que siendo Agosto como es, la mayoría de la gente se habrá ido fuera de Tokyo de vacaciones…

Esto estaba pensando cuando en lo que estábamos haciendo una montañaca de arena, apareció otro crío con su correspondiente padre también. Era un chaval de la misma edad que Kota aunque bastante más paradete. Su padre sería un poco más joven que yo, pero diría que tampoco demasiado… no fiarse, que ya se sabe que con los japoneses uno no acierta ni con pistas.

El muchacho en cuanto se bajo de la bici de su padre, salió corriendo a los columpios y allí trato de subirse a uno sin demasiado éxito. Su padre llevaba un rato sentado en un banco mirando el móvil pasando, por supuesto, de todo ojete ajeno al suyo.

Kota decidió tirar la pala por encima de su cabeza, llenándome la mía de arena, y corrió a subirse al tobogán. Al bajar, decretó que había subirse por el lado de deslizarse y volverse a tirar y cuando hizo esto dos veces, desterró el tobogán, de momento, para echar a correr hasta esconderse detrás de un árbol y gritar «papaaaaa me he idoooo» a grito pelado en perfecto japonés.

Yo hice como que le buscaba debajo del tobogán, detrás de uno de los bancos… hasta que por fin le «encontré» detrás del árbol. «¡Te cogí!», dije en castellano, y entonces echó a galopar descojonándose vivo camino de la montaña de arena otra vez. Allí estaba el chaval, todavía con el casco de la bici puesto, de pies, quieto sin hacer nada, sin otra preocupación que mirarnos en silencio. Quería esbozar una sonrisa, se le notaba desde el árbol de al lado de los columpios, pero su timidez le paralizaba desde las comisuras a los tobillos.

Kota le habló: «holaaa, ¿cómo te llamas? ¿qué haces aquí parado? ¿no tienes palas? qué casco más bonito, ¿cómo te llamas?, ¿qué haces? ¿vas a la guardería? ¿cómo te llamas?» en su japonés ametralladora de los domingos por la tarde.

El niño no contestó. Solo hacía por aguantar la sonrisa y, sobretodo, las ganas de echar a correr y esconderse detrás de algún árbol con alguien que hiciese por buscarle.

Su padre ya no sostenía el móvil con las dos manos en el banco, ahora solo lo hacía con una porque en la otra aguantaba un cigarrillo entre los dedos.

«Hola», le dije yo en japonés, «¿quieres jugar con nosotros? ¿hacemos una montaña más grande todavía?». Asintió con la cabeza y casi creí ver que se reía. Entonces Kota le acercó la pala amarilla, porque la roja es suya y nadie puede osar tocarla. Pero el niño, cuyo nombre no supimos nunca, no la acababa de coger, así que Kota, con su habitual paciencia de dos segundos, me la dio a mi para que se la diese yo y se dispuso a cavar con la suya.

Me acerqué al chaval, pala amarilla en mano, cuando, yo que sé de donde, apareció el padre con la cara avinagrada, nos hizo un par de reverencias sin mirarnos ni hablarnos, le cogió en brazos, le montó en la bici y se lo llevó por donde había venido diez minutos después.

El chaval nos miraba y nos decía adios con la mano mientras se alejaba.

– «Se tenían que ir, ¿verdad?, a ver si otro día juega con nosotros», me dijo Kota.

– «Si», contesté yo, «otro día, a lo mejor juega».

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Juliogram 2017

Julio ha molado mucho; empezó a hacer calorcico del bueno y yo me empecé a dar paseícos a los mediodías. Bueno, paseacos, me instalé una aplicación en el móvil de esas que te miden los pasos y me piqué con un grupo de amigos a ver quien andaba más, así que a los mediodías me hacía unos cuatro kilómetros. Hasta me traía ropa para cambiarme la sudada y todo antes de volver a la ofi.

Dentro fotos de los ohirupaseos!

Luego había un tal Take que el cabrón me seguía sacando dos mil pasos, así que empecé a darme los paseos a la noche al salir de la ofi y antes de coger la bici para volver a casa. Mwahaha, le gané.

Dentro fotos de los yorupaseos!

Por cierto, ojo al nombre de esta elementa!!:

En España estuve mirando las cosas de mi padre y me encontré un billete de cinco pesetas de la segunda república, flipa:

Y alguna curiosidad más como las cintas que todavía tiene mi hermano Javi o el juguete de Doraemon que se le antojó a Kota. Tela lo de comprar un juguete de Doraemon a mi hijo japonés en un centro comercial de Badajoz!

Y esta es una de las cestas que hacía mi padre a mano, incluso le encargaron alguna de una tienda que quería usarlas para exponer en el escaparate sus productos. Ya la tengo puesta en un lugar privilegiado del salón:

Por cierto, que durante el viaje usé un cacharro wifi portátil de WifiAway, que me lo mandaron a la habitación del hotel y dejé en un buzón en el aeropuerto. Funcionó perfectamente, tenía hasta 20Gb con lo que Kota pudo ver sus movidas de Youtube en el iPad camino de Badajoz, por ejemplo, y sobretodo poder usar Google Maps para ir a los sitios es impagable!

Nada más llegar a Narita, me encuentro a la televisión haciéndole una entrevista a una compañera mía de trabajo que volvía de Londres de viaje. Jajaja, menuda pájara, anda que no le gustan estas movidas!! se descojonaba luego cuando le mandé la foto con la reportera, porque no se dio cuenta que estaba yo al quite!

Y ojo al alijo que nos trajimos! Esta vez ni embutidos ni hostias porque resulta que en el súper de mi barrio venden de todo, así que el alijo es más indie que otro poco:

¡Ay las cremicas! ¡ay las cremicas! tengo yo más que Chiaki!

Después, pues bueno: vuelta a la rutina bici paquí, rascatecleo pallá. Oye! dos semanas sin coger la bici y joder, agujetas!

Le compré también una piscina a Kota aunque creo que me lo paso yo mejor que él, jajaja, que tunantes estamos hechos.

También me compré un quintal de libros para el examen de japonés, que sigo estudiando, ¿eh?, hay que sacarse el N2. Tengo un plan, pero ya os lo contaré, mwahahaha:

Y quedamos con una amiga de Chiaki que, curioso, tiene su misma edad, su marido la misma edad que yo, y su hijo la misma que Kota. El caso es que había matsuri en mi barrio, aunque no salió muy allá porque Kota se quedó sobao y a Shushu-kun le dio fiebre… con críos ya se sabe, pero nos dio tiempo a zampar una chocobanana maqueada, el I+D japonés, amigos!

Hostia, que a pocas se me olvida!! eh chatos!! que me han dado el visado permanente!!! a tomar por culo inmigración y toda esa mierda de papeleo!!! yeha!!!! llamadme Takeshi Toscano!! alfombra roja en los pachinkos ya!!

Y justo ayer resulta que me encontré una sandiaca de 74Kg ahí expuesta, fíjate: si antes digo que las frutas y verduras en Japón son ridículas… el zasca lo ha escuchado hasta Putin!

También me llegó a la noche un reloj marcamierder que pedí por Amazón, es de estos con pulsómetro que quería para correr, lo he usado hoy y va de sobra para lo que yo quiero (probablemente me acabe comprando el Apple Watch cuando salga el nuevo, pero esto no se lo contéis a Chiaki :secretico: )

La última novedad es que parece que se estabiliza un poco la situación de mi empresa, que llevábamos con la web y la app chapadas desde octubre del año pasado por unas movidas legales de copyrights. Justo ayer anunciaron que se crea una empresa nueva, nos mueven ahí y volvemos a sacar el invento. Lo único malo es que le decimos adios a Shibuya, que es un sitio que me mola mucho para currar, además la ofi de ahora tiene unas vistas de la hostia:

Pero bueno, a todo se hace uno, la nueva oficina está en Jimbocho, a cinco kilómetros más en bici, serían ya 17km ida + 17km vuelta… a ver si pudiera ser que no hubiese muchas cuestas… (el tren no es una opción!!)

¡Buen fin de semana, muchachos!
:gustico:

Japón – España 2017

El sábado aterrizamos en Narita los tres: Kota, Chiaki y yo. Las otras dos veces anteriores fui yo solo el que se bajó de aquel avión; tenía tanta pena encima que el que recorría pasillos y andenes no era más que alguien que caminaba arrastrando su alma veinte pasos por detrás. No he conseguido quitármela, probablemente nunca lo haga, solo que uno aprende a sobrellevar esa pena disimulándola con la rutina o cubriéndola exagerando los momentos alegres.

Son capas que uno echa encima haciendo por no escarbar.

Creo que jamás seré capaz de hablar de todo aquello sin romperme.

Era obligatorio volver. Es tremendamente injusto que Kota y su abuela apenas se conozcan, esa culpa es exclusivamente mía y por eso asumo y cumplo el deber de juntarles todas las veces que pueda. Por ellos y por mi.

Esta vez nos tomamos el viaje con mucha calma y es que de todo se aprende: lo de coger el coche nada más llegar a Madrid para pegarnos la segunda paliza hasta Badajoz no tenía sentido alguno y sabiendo que con Kota hay que prever imprevistos, reservamos hoteles donde pasar la noche antes de cada uno de los viajes. También pillamos el vuelo directo a Madrid de Iberia y optamos por viajar a Badajoz en tren porque Kota se marea en cuanto huele un volante.

El vuelo salía el lunes, pero el sábado por la tarde ya teníamos que tener preparada la maleta porque el señor de Kuroneko venía a buscarla para llevarla al aeropuerto. Es un servicio muy conveniente por el que por apenas 3000 yenes te la recogen desde la mismísima puerta de tu casa y tu ya la pillas en el mismo aeropuerto justo justo para facturarla, que pilla todo cerca.

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Total, que el domingo nos fuimos acercando tranquilamente a Narita. Paramos a comer por ahí a mitad y al llegar tiramos directos al hotel que había reservado Chiaki. La idea era simplemente pasar allí la noche, desayunar como campeones en el buffet y acercarnos al aeropuerto, que queda a dos paradas de tren, bien duchadetes y fresquetes. Pero tuvimos la gran suerte de que había matsuri así que de quedarnos en el hotel nada de nada: allí estuvimos viendo el omikoshi y zampando yakitoris, yakisobas y plátanos de esos cubiertos de chocolate de los puestos.

Empezó bien el viaje.

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El lunes nos montamos en el avión con más miedo que otra cosa, no porque fuese a pasar algo, que si que pasó, sino por tener encerrado a Kota tanto tiempo en un mismo sitio. Ibamos muy preparados: un montón de tebeos, el iPad lleno de películas, unos auriculares para niños… hasta una maleta con ruedas de Jet Kids, que resulta que se monta encima y le llevas por todo el aeropuerto y luego eso se abre y se ajusta al asiento del avión quedando todo como una cama…. ¡un invento de la hostia!, ya siento no tener foto dentro del avión.

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Como siempre, pasamos con el primer grupo al avión; viajar con niños tiene que tener alguna ventaja. Después subieron los demás, incluyendo a cuatro personas de una misma familia que resulta que estaban en asientos muy separados y que llegaron corriendo a última hora montando además un circo del copón. Para que os hagáis una idea, una fila del avión tiene dos asientos, después cuatro en el medio y después otros dos a la derecha. Nosotros estábamos sentados en los del medio ocupando los tres de la derecha, la madre y uno de los hijos estaban sentados a la izquierda del todo y la hija estaba sentada a mi derecha. Es decir, unos en una punta del avión y la hija en la otra con dos pasillos y cuatro asientos de por medio. Pues bien: a grito pelao estuvieron hablando entre ellos como si el resto no existiésemos… yo flipaba, que puta gente más maleducada hay por el mundo, la vírgen santa. Si la madre quería hablar con la hija, le chistaba: tsssssseee, tssssseee, pero un ruido arquerosísimo a volumen absurdo… acojonante, qué hostia tenían.

Pero lo bonico bonico estaba todavía por llegar: después de un buen rato ya en teoría situados en la pista para despegar, resulta que nos dicen que se ha detectado… ¡¡que una de las ruedas está pinchada!!. Efectivamente, como si de un R5 se tratase, una rueda del avión estaba pinchada y había que cambiar todo el Cristo, que como mínimo 3 horas de retraso y ya se vería si al final salía el vuelo.

En fin, desde que embarcamos hasta que despegó el avión pasaron más de cuatro horas en las que no pudimos salir ni prácticamente movernos del asiento porque encima no nos dejaban. Cuando nos empezamos a amotinar, hubo uno que hasta a gritos con la azafata, ya nos empezaron a dejar ir al baño de uno en uno.

Tiene huevos que no se detecten estas movidas antes de embarcar.

Así que imaginaos a un crío de cuatro años ahí montado sin poder salir ni moverse más allá del asiento durante más de 15 horas, demasiado bien se portó.

Al llegar a Madrid lo primero que tocaba era ir a la estación de Atocha donde teníamos el hotel ya que el tren a Badajoz salía a la mañana siguiente. Yo en Madrid he estado tres veces contadas en mi vida y no tengo absolutamente ni idea de nada, así que el trayecto Barajas-Madrid cargado con los maletones, de noche por el retraso del avión y con Kota es lo que más respeto me daba. El taxi estaba descartado, no por la pasta, sino por todas las experiencias previas en las que Kota acababa vomitando al de dos minutos de habernos montado.

El primer incidente fue al montar en el tren. Subí la maleta grande y luego al ir a subir a Kota, que estaba sentado en la silla, el conductor me cerró las puertas pillándonos a los dos. A Kota le hizo un moratón en la pierna y yo me llevé un susto de la hostia, ¿qué coño pasa? ¡¿¡que no ve el tío que hay gente subiendo al cerrar las puertas?!?!, si es que ni sonó el pitido ese intermitente, mecagüen la puta, que podría haberse liado parda si me llega a tirar a Kota y a mi al anden, ¡cojones!.

El segundo lío fue que simplemente nos equivocamos de NH Hotel, que resulta que en Atocha hay dos. Pero bueno, no estaban muy lejos uno del otro y la verdad es que nos trataron guay.

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Después de dormir bastante más de lo esperado, ducharnos y desayunar como reyes, pillamos el tren a Badajoz que tarda casi seis horas.

Atiende: seis horas.

Pero bueno, mereció la pena, como dijo alguien en instagram: la foto en la que están mi madre, Javi y Kota, es oro puro…

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Luego resulta que los dos primeros días nos pusimos malos Chiaki y yo, con dolor de garganta y fiebre… así que Kota y mi madre tuvieron tiempo de sobra para ponerse al día. Y eso que Kota todavía no entiende mucho castellano y mucho menos habla aunque yo me empeñe que en que sea así, supongo que con el tiempo la cosa mejorará, pero al ser yo el único que le habla en castellano está costando bastante.

Los días pasaron demasiado pronto y nos vimos ya camino de vuelta donde el único incidente reseñable fue el del tren a Madrid, que se retrasó hora y media por alguna razón que no nos contaron. Lo único bueno de esto es que nos devolvieron el dinero de los billetes, pero vamos, encantado me voy yo de la Renfe, sus retrasos y su señor conductor al que se la pela todo, tiene huevos.

A la vuelta en el avión nos sentamos justo detrás de una madre que volvía ella sola con sus dos hijos a Japón; hicimos muy buenas migas con ellos y se nos hizo bastante ameno el viaje. Su situación es al revés de la nuestra: viven en España y vuelven de vez en cuando a Japón a ver a la familia, así que el tema del bilingüismo también está presente aunque al contrario. Los chavales cascaban español perfectamente y sin embargo japonés psi psa (nadie lo diría viéndoles la cara, jaja).

Siempre que vuelvo de España y dejo reposar un par de días, me gusta pensar en las sensaciones vividas en el que es mi país de nacimiento y al que, sin embargo, solo me paso de visita un par de semanas al año. Es inevitable comparar ambos en todos los sentidos: su cultura, sus gentes, su gastronomía, su clima… y confieso que nunca hay un claro ganador.

Comparemos, pues:

– En el avión de Iberia la mayoría de azafatas eran españolas. Me sorprendió muy gratamente la calidez del trato. Cuando uno viaja en JAL, por ejemplo, sabes que te van a tratar muy bien, que todo va a ser correcto y que probablemente no vaya a haber ningún problema de ningún tipo, pero tampoco puedes esperar que una azafata se ponga a jugar con Kota con los muñecos de Doraemon un rato largo como pasó en el vuelo de Iberia, o que le trajese zumos y chocolate de vez en cuando sin ni siquiera pedirlo parándose a charlar un rato con nosotros cada vez. Punto para España.

– Tres veces me pasó que metí dinero en máquinas expendedoras y se lo tragó sin más: ni darle mil veces al botón de cambio, ni las hostias pertinentes, ni, por supuesto, la bebida. Esto es intolerable totalmente en mi país de adopción. Punto para Japón.

– En Japón, ahora en verano, se hace de noche sobre las seis y media de la tarde, en invierno el sol nacerá el primero, pero aquí no llega a las cinco. En España a las diez de la noche en verano empieza a anochecer. La vírgen santa, es un estilo de vida totalmente distinto: si Kota se echa una siesta un poco tarde, se acabó lo de ir al parque y prácticamente damos por finiquitado el día. Aquí Japón pierde por goleada.

– Los servicios en España… madre mía, por ejemplo: que te cierren las puertas del tren cuando estas entrando con el carro de un crío, que tarde tantísimo tiempo para el trayecto que es y que encima se retrase o que no sepas en que anden tienes que esperar hasta diez minutos antes que lo anuncian. Otro ejemplo: en el aeropuerto las seguratas de prosegur (no entiendo esto, ¿por qué no es policía? ¿por qué una empresa privada? ¿donde está el chanchullo?) del arco ese detector de metales estaban de charleta entre ellas pasando de la cola que tenían formada. Una de ellas hacía gestos con la mano en plan «pasa pasa» sin mirarte a la cara, por supuesto no esperes que te contesten a un «buenos días», todo en plan no solo ya desgana, sino a mala hostia. Educación nivel cabras cagándose en el establo, es simplemente incomparable con el trato en Japón. Puntazo gordo para ellos.

– Las frutas y verduras que en España no solo son enormes, Chiaki se descojonaba con unos pimientos verdes que parecían gnomos agachados, es que es baratísima. La comida en Japón es cojonuda y yo no echo en falta nada, pero la variedad, el tamaño y el precio de la fruta y la verdura que uno se encuentra en cualquier supermercado en España… la de Japón es ridícula con sus manzanas envasadas de una en una que te venden por 3 o 4 euros.

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Por cierto, ¿¡¿¡esto que mierda es?!?!?:

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– Sin embargo, algo que no me pareció tan bien fue el montón de comida basura que se vende, no solo eso, sino la cantidad: en un súpermercado no hubo huevos de comprar un donuts solo, había que pillarse un pack de 6. La variedad de mierda envasada que se vende me flipa en comparación con Japón: paquetes enormes de galletacas, zumacos con mil de azúcar y bollacos llenan la mitad de las baldas de los supermercados. Eso por no hablar de las tiendas de mierdas, de las que yo siempre he sido un gran fan, pero si miro por la salud de mi hijo, aquí gana Japón donde no es tan tan exagerado el ansía zampabollil. Siendo sinceros, diré que vi mucha gente joven muy obesa, quizás es que al comparar con lo que se ve aquí se magnifican las barrigas… pero jodo, que plan me llevais…

– La limpieza, la educación en este sentido es muy superior en Japón. El parque de al lado de la casa de mi madre nos lo encontrábamos por la mañana lleno de cagadas de perro, montañas de cáscaras de pipas, botellas y latas tiradas por el suelo, bolsas de patatas… y eso que hay papeleras. No le dejábamos jugar a Kota con la arena, como hace aquí, porque había mierda de perro. Es un puto asco y quizás no os dais cuenta porque no tenéis con qué comparar. Japón, donde por cierto, no hay papeleras, wins by far.

– Ese salir a un bar a tomarse algo y que te saquen un platico de pataticas, ese sentarse a las nueve de la tarde, todavía al sol, en una terraza con toda la calma, esas raciones de jamón, de queso, esos bocadillos gigantescos de lomo con pimientos… esa cultura de irse de potes sin prisa ni conocimiento ninguno… Spain two points!

– Al ir a entrar en la Renfe en Atocha (que según La Vida Moderna, igual no es la más decente de las estaciones tampoco), había un chaval esperando para colarse justo cuando metiésemos el billete. A otro le cazamos rondando las maletas cuando estábamos hablando con la chica de la estación. Me pidieron dinero como cuatro o cinco veces, uno de ellos de bastantes malas maneras que ya pensé que iba a tener otra liada como en el viaje anterior con el ruso aquel. En Japón los críos van solos al colegio, les ves haciendo cola en las estaciones y montándose en trenes ellos solos. La seguridad que hay aquí es impagable y probablemente única en el mundo.

– Y ya para acabar, me flipó en España la cantidad de mierda pura que dan en la televisión. Sabía que había televisión basura, pero no que se había llegado a esos niveles y encima a todas horas. En Japón la tele vale una mierda, también hay que decirlo, salvo honrosas excepciones, la mayoría de programas que dan son una chapa enorme donde no salen mas que idols de estos endiosados haciendo mierdas como comer y decir oishii exagerando mil, pero al menos no se llega al nivel de zafiedad y mala educación de allí. Aquí yo daría un empate: la tele no vale un carajo en ninguno de los dos países.

En fin, me despido con una foto del sushi que nos zampamos en Narita mismo nada más llegar para aplacar los deseos de la jefa Chiaki que se moría por su dosis:

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Espero que no pasen muchos meses desde que podamos volver otra vez…

10 de 40 (2)

Continuación del post 10 de 40(1).

El caso es que nos quedamos Eri, Roxanna, Eric y yo en un karaoke a eso de la una de la madrugada, a cada cual más solterón, ahí dejo caer el dato ya por si acaso queréis nombrar a @policia. Aunque de primeras era impensable que siendo de la misma empresa nos liásemos entre nosotros, yo lo había pensado muchas veces, mejor pongamos que era imprudente. Ya estamos juzgando, coño, entendedme, ya he dicho que era como la adolescencia que nunca llegué a tener del todo: al firewall se le iban abriendo puertos con cada chupito y a según que horas, a pocos torrents se les bloqueaba. Además no era yo el único con la moral desprevenida porque Roxanna le hizo un bonito Matrix a Eric cuando éste amagó un abordaje por estribor pensando que no les veíamos. Estoy seguro, también, que de haber estado ellos dos solos también se habrían enrollado y seguramente no habría sido la primera vez.

Y allá cuidados, ojo. Como para juzgar estamos. Poco trigo limpio quedaba en aquella habitación, pero había que guardar las formas y para ser sinceros una vez más, yo si que tenía presente el refrán aquel de la olla, que tampoco había que echar más leña a la hoguera del drama, que bastante me escaldaba la vida.

O no, yo qué sé. Me daba un poco igual todo.

También es verdad que yo me flipo con poco y puede ser que viese movidas donde no las había… nah, estoy seguro que no fue casualidad que desapareciesen estos dos figuras a la vez en aquel hanami en el Yasukuni. Vamos hombre, yo tengo un radar para estas cosas y en una empresa tan pequeña todo se acaba sabiendo. Es como en la empresa de ahora, que la chiquilla que lleva gorro de lana aunque sea agosto, está liada con el jefe de diseño, por muy gay que parezca, eso lo saben hasta los chinos.

Total, que al tercer Bohemian Rhapsody, Eri nos contó que una amiga suya tenía un bar no demasiado lejos y allí que nos fuimos. Era un antro perdido en mitad de un callejón, con apenas tres mesas de a dos sillas cada una y poco más espacio en la barra; era estrecho de cojones, mi salón de casa es mas grande. Es uno de esos garitos típicos al que no habría entrado solo nunca, ¿sabéis de lo que hablo?, esos pequeños tugurios que desde fuera te da la impresión de que estás en la puerta del salón de casa de alguien, que no se te ocurriría pasar si el señor de la barra no te invita. Señor que normalmente te dobla la edad, y al que se la suele pelar todo, que casi prefiere que no entres para no joderle lo tranquilo que estaba.

Ni en medio entrar estábamos nosotros cuando la dueña gritó un «Eriiiiiichaaaaan» que retumbó hasta en el rabo de Hachiko. Madre del amor hermoso, qué pulmones. Supe inmediatamente que estábamos en el sitio correcto cuando vi que esa señora, de no menos de sesenta años, tenía el pelo teñido de morado, el triple de maquillaje que todo el Circo del Sol junto y una minifalda de veinteañera que contrastaba con sus más de ochenta kilos de esplendor. Se confirmaron mis sospechas cuando nos dió un abrazo de los de apretar a los que íbamos con la Eri, como si nos conociese de toda la vida.

Yo juraría que a mi me tocó el culo, pero tampoco me las quiero dar de diva.

Recuerdo partes inconexas del resto de la noche: cantar enka inventada junto a un matrimonio, y que ella, una milf del copón bendito, me daba trozos de calamar secos todo el rato por alguna extraña razón mientras el buen señor me llenaba el vaso de nihonshu de Hokkaido, de donde era él, que la gente es más maja que la hostia y no los siesos estirados de Tokio. En la otra mesa había dos señoras mayores que por lo visto eran pareja y de vez en cuando se besaban y cuando se fueron, entró un señor con un perro al que le daba de beber cerveza que le echaba en un plato.

Fenomenal todo, fe-no-me-nal.

Eric se emborrachó tanto que se quedó dormido sentado en el retrete y no nos dimos cuenta hasta mucho tiempo después. Confirmé que, efectivamente, la dueña del bar era fan de mi pandero moreno y que por lo visto en algún momento de la noche me robó el móvil para sacarse fotos poniendo morritos y fumando.

Roxanna y un Eric ya un poco más vivo, desaparecieron, como era de esperar, aunque volvieron al de un rato con una sonrisa de oreja a oreja y …

…el caso es que yo no me acuerdo de más.

Me desperté sólo en una cama que no reconocía; recuerdo que llevaba puesto un pijama de Snoopy tres tallas más grande y que tenía el festival del taiko de Narita dentro de mi puta cabeza, no podía casi ni abrir los ojos. No tenía ni zorra, pero ni zorra, de donde estaba: era una casa muy nueva y muy grande, muy elegante, demasiado… no me cuadraba con ninguno de nosotros, no recordaba absolutamente nada de después del bar de la super abuela hipster.

Me cambié echando hostias en cuanto vi mi ropa, que estaba ahí doblada encima de una mesa. En la chaqueta seguían estando mis cosas: la cartera, el móvil, las llaves de casa… no faltaba nada, incluso había una barra de esas de cacao para los labios que no sé ni si era mía pero que tiré en cuanto pude.

Yo lo que hice fue salir de aquella habitación acojonado, sin hacer ruido por si acaso. Oteé así por encima pero allí no había ni Buda. Entré al salón, uno de estos con cocina americana, y mi primer impulso fue ir a beber un poco de agua del grifo. Allí al lado del fregadero había notas escritas en perfecto inglés con una caligrafía exquisita. Una señalaba a la cafetera y ponía: «Is ready, just push the button, you have milk in the fridge». En otra ponía: «Sorry I have to work, didn’t want to wake you up, just close the door after you leave.». Así, sin firma ni nada.

Escampé de allí prácticamente corriendo. Resulta que estaba en un piso bastante alto de un bloque de apartamentos muy nuevo en medio de Nakano. Reconocí el lugar al momento porque la primera vez que vine a Japón viví bastante cerca de allí. Me monté en el tren todavía medio flipado, llegué a casa y me di una ducha de las de salir con los dedos arrugados.

Hice balance de daños: aparte de la horrorosa resaca, todo parecía estar en su sitio e intacto, incluidas sagradas sean las partes delanteras y traseras.

Lo siguiente fue revisar el móvil, pero solo estaban las fotos de la señora del bar y nada más: ni llamadas a números de teléfono raros, ni contactos nuevos, ni mensajes…

Al día siguiente de oficina pregunté y me dijeron que cuando cerraron el bar, nos despedimos y que yo cogí un taxi para irme a mi casa. Por supuesto yo confirmé que llegué bien; no les conté nada de donde acabé porque parecía no estar relacionado con ellos, que era lo que me tenía más preocupado. Parecía ser verdad: el trato con ellos no cambió lo más mínimo, ningún gesto, nada que diese a entender nada.

Todo normal.

Pero es que ni idea de qué pasó esa noche, ni con quién. Pienso a veces que no debería haberme pirado tan rápido, que lo suyo sería haberme fijado un poco porque seguro que en esa casa tenía que haber alguna foto o algo que me diese alguna pista… pero claro, menudo acojone despertarse en un lugar desconocido con pijama ajeno, no quedó otra que huir de esa movida a escape.

Me obsesionó el asunto y más de una vez en aquella época fui a sentarme en un parque muy cercano al bloque de pisos para ver si la cara de alguna vecina me sonaba de algo… pero nada, nunca más se supo: nadie llamó o dejó mensaje alguno nunca y así quedó la cosa; ni siquiera sé si el pijama me lo puse yo o me lo pusieron…

Con el tiempo se me olvidó, y hasta hoy.

Ni siquiera sé si hice un +1 aunque ya os digo, por que sé que lo estáis pensando, que no me lo hicieron a mi.

O eso creo, vaya. :posna:

Continuará

10 de 40 (1)

La mañana empezó agitada. Bueno, lo cierto es que con un niño de tres años en casa, tampoco puede uno pretender ponerse a desbloquear los chakras impares con el café contemplando las nubes en silencio.

Ni pa Dios: es un puto disparate.

Sabrás de lo que hablo si alguna vez has tenido que vestir a un crío que solo se está quieto, y tampoco demasiado, cuando duerme. Raro es el día que no consigue escaparse y salir corriendo con el culo al aire pasillo abajo gritando cosas como oshiri o chinchín a todo lo que dan las cuerdas vocales.

Un disparate de cojones, y eso que solo es uno, cuando vengan los otros dos que tengo planeados, verás tu la que preparamos, no va haber hashtag que describa eso (el de para cuando se entere Chiaki de mis planes, será algo así como #tusMuertos, seguramente).

Pero especialmente esa mañana estaba cantado que iba a haber mucho trajín que trajinar: tocaba ir a inmigración a renovar el visado. Nos cogimos el día libre los dos, dejamos a Kota en la guardería y nos dirigimos al quinto coño de Tokio donde está la única oficina de inmigración de la ciudad. Bueno, miento, no es el quinto coño, ya me vale a mi también, en realidad es el sexto: está a tomar por culo de la estación de Shinagawa, pegado al mar y a donde solo se puede acceder en autobús.

Un solo centro para una ciudad de 13 millones de personas. Tócate los huevos, Hirohito, los pachinkos que no falten, eso si.

Pero mira tu que aunque llegamos muy pronto, aquello estaba ya hasta la bandera de gaijines a los que solo nos queda suplicar que nos dejen seguir viviendo en el país de lo melonpanes. Seis horas nos tiramos allí dormitando por las esquinas, todo para diez minutos, si llegaron, en los que nos revisaron las dos solicitudes: la de renovación del visado y la de residencia permanente.

Y ya después de semejante ultracoñazo nos fuimos a comer juntos los dos solos como cuando éramos novios, la Chiaki y el Toscano mano a mano en un restaurante, y sin que nadie grite o llore en el peor de los destiempos entre plato y plato.

Curiosa sensación: meses deseando estar un poco en calma y a los dos minutos echando de menos a Kota a rabiar… ¿de verdad que no estuvo siempre con nosotros?, ¿qué hostias hacíamos antes?.

Ayer justo llegó la postal esa que te meten en el buzón diciéndote que vuelvas otra vez a donde Buda se tiró un cuesco de natto a recoger tu flamante nuevo visado que será, quizás, de tres años otra vez aunque tenemos fé en la residencia permanente, si no por llevar ya diez años aquí, casado y con un crío, que sea por la hipoteca, que aunque me quisiese ir del país no sé si el Sumitomo iba a estar muy de acuerdo con la movida.

En serio: diez años en Japón, habrá que joderse, yo que venía para un par y aquí sigo con más onigiris en el cuerpo que bocadillos de jamón serrano ya.

Esta década ha sido tremenda, muchas esquinas he doblado, muchos trenes cogidos hasta llegar a la pedazo midlife crisis en la que me encuentro actualmente. Jodida esa, ¿eh?, no hay medicina que la cure, esto no tiene vuelta atrás, amigos, cualquier día me tiño el pelo de rubio o me apunto a piano.

Dejadme que recopile algunas historias de cada una de las etapas vividas, más por mi que por vosotros, por aquello de la nostalgia, esa que a veces aparece maquinando por la espalda chuleándote suspiros.

Los primeros años aquí fueron una segunda adolescencia, o quizás la que nunca tuve: en mi pueblo estuve trabajando desde muy joven de pinchadiscos en un bar los fines de semana, lo que me dejaba poco margen de maniobra para ejercer mi derecho al botellón y posterior ritual de emparejamiento. Bueno, eso y que era bastante tolai, que no espabilaba nada. Luego ya cuando dejé ese trabajo y empecé la universidad, me eché novia y al poco de dejarlo me vine aquí donde lidié con mi miseria tratando de pasármelo lo mejor posible, sobretodo por las noches.

Viví, en Tokio, los dieciocho a los treinta. No te lo pierdas.

Esa fue el primer capítulo, la primera fase, una especie de Erasmus cambiando universidad por oficina. Hice muy buenos amigos precisamente en el trabajo y no era raro que quedásemos después del currele para liar alguna; que fuese debajo de un cerezo o en un izakaya daba igual mientras hubiese cerveza de por medio.

Las ganas las poníamos cada uno desde casa.

Recuerdo más de una vez que se nos hizo de día en un karaoke, bueno, más de una y más de veinte; lo raro era que no acabásemos en uno. Digamos que a ciertas horas uno tiene que elegir por donde tirar: si un club, un karaoke o cada mochuelo a su correspondiente olivo sobrepagado con key moneys y mas mierdas inventadas por la mafia de las inmobiliarias y los propietarios japoneses.

Siempre solía ganar la del medio: los clubs son para lo que son, al fin y al cabo, que es intentar hacer un +1. Los karaokes, al igual que los izakayas, sin embargo, son idóneos para pasárselo bien entre amigos mientras bebes, comes y cantas independientemente de que estés en uno u otro; además suelen ser bastante más baratos y esa época yo no es que tuviese precisamente dinero que malgastar, o más bien malgastaba lo poco que ganaba, que total me da lo mismo que me da igual.

Decía que quería contar, al menos, que aquella noche fue curiosa. Akira, el grande del grupo, huyó en pos del último tren; al de Yokohama no le quedó más remedio que dejarnos solos a Roxanna, Eri, Josh y a un servidor precisamente en aquel mugriento karaoke de Shinjuku. Muy a su pesar, porque todo lo que tenía de grande, lo tenía de fiestero: le gustaba más un chuhai que a Rato un datáfono.

No haría ni media hora que Eric y Noriko habían desaparecido. Otros que tal bailan, qué sospechosos, esto había que decirlo también: siempre supe que aquellos dos estaban liados a pesar de que ella tenía novio formal. El presuntamente cornamentado chaval tenía la mayor cara de soso a este lado del río Meguro, daba pereza verle desde lejos, el Facebook seguramente le pondría: «¿es este tu novio el sosaínas? ¿te lo etiqueto ya?» cuando subía ella fotos de los dos. Nunca entendí cómo Noriko, que, aparte de ser de las chicas más guapas que he conocido nunca, era el encanto personificado, pudiese resignarse a estar con semejante desaborío. No parecía mal chaval, ojo, probablemente fuese un buen tío, pero, joder, no salía una palabra de él ni pegándole, era más sieso que un obispo a dieta, si me lo hubiese encontrado atendiendo en inmigración o en un banco, no me habría extrañado lo más mínimo. Menuda cara de palo que tenía. Hablando un poco a lo Inda, diría que de primeras, no estaban al mismo nivel ni de lejos. Ella era casi un diez y él no llegaba ni a la mitad de los dedos de una mano, siendo generosos.

Continuó