Al béisbol con la fresca

La fresca es la Yoshiko, porque la media de temperatura esa tarde sería de 35 grados a la sombra de la sombra de mi sombra.

Yo no tengo criterio para hablar de béisbol, bueno, en realidad no tengo criterio para hablar de prácticamente nada, pero en fin, pongamos que de béisbol y de fútbol todavía menos. He estado en San Mamés dos o tres veces porque me dejaron un pase, y he de decir que me impresionó mucho el ambiente y me lo pasé muy bien, pero no cambiaría ningún plan por ir, y mucho mucho menos pagando. Bastante tengo yo con mi vida como para preocuparme por una manada de endiosados rascayúes trotadores.

Lo del béisbol en Japón era otra cosa, por lo menos había que vivir la experiencia al menos una vez y nuestra corresponsal de Osaka en Tokyo, Yoshikochan, se ofreció a comprarnos las entradas y hacernos de guía espiritual. Dicen que los de Osaka son más gambiteros que los de Tokyo, que las lían más, bueno, yo creo que es lo mismo que se puede decir de un vasco y de un andaluz, que en general puede que quizás la fama sea válida, pero te digo yo que conozco a un par de andaluces más secos que un carro cal. Esto de las famas hay que cogerlo con pinzas… menos la de los gabachos que todos sabemos que son así por genética y no hay todavía cura descubierta.

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En este caso se cumple el tópico, la Yoshiko es un descojono de mujer de la cabeza a los pies y viendo que la experiencia del maestro hacedor de viandas salió bien, aprovechamos la oportunidad el catalán sombrericos y yo para experimentar de primera mano el asunto. Nada más entrar sentí ese rikitriski de cuando entré en San Mamés por primera vez, coño, que impresiona el asunto!

Los de Osaka a un lado, los de Tokyo al otro. Entre medias de los primeros, cuatro japonesas, un chileno, un catalán y un zalluco bebiendo cervezas ya. A la que nos quisimos dar cuenta, iban ganando los de la Yamanote y ya no dejaron de hacerlo hasta el final. Por lo visto, porque yo lo que veía era a individuos de pijamas blancos o grises parados la mayoría del tiempo que se cambiaban de lugar cada media hora, más o menos, menos o más.

Menudo circo, y la pena es que a las cheerleaders casi no las jipiábamos desde allá arriba…

El público sólo animaba cuando su equipo bateaba, si lo hacía el contrario, no decían ni mú, más callaos que el observer. Allí nadie insultaba, nadie se salía de lo establecido, aunque la gente parecía disfrutar igual cantando cuando tocaba y callando cuando no. Formas de ser, digo yo, en cualquier otro país del mundo sería impensable, quizás. Nosotros por el efecto del extracto de cebada ya llevábamos un rato animando a Julen Guerrero e Iniesta cuando se hizo de noche.

Entendí la mitad de lo que vi, pero vi mucho más de lo que pensaba. Saqué fotos y me reí como siempre que me junto con esta gente, antes, durante y después del partido, mereció la pena haber pagado los 4000 pepinos de la entrada.

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Eso si, esta gaita, este jirijuri yanki, sobrio no lo aguanta na-di-e. Avisaos estáis.

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La clase de gazpacho y tortilla de patatas

Se hizo, se hizo, y he de decir que cada vez nos sale mejor. Ya no hay tantos nervios por hablar en público en japonés, no se tiene todavía el nivel que uno quisiera pero se lidia con el idioma con más o menos destreza y casi casi ya no hay pausas entre lo que dice el chef Chiqui en manchego y la explicación japonesa con acento vasco. Nos vamos especializando, si señor.

Esta vez estuvimos muchos pinches acompañando al gran cocinillas: Guille, Xavi y Silvia no pararon en todo momento de asegurarse que las tortillas tenían el doble de sal de la que le hubiesen echado los japoneses.

Fuimos un poco antes para tener todo preparado porque otra cosa no sé, pero puntuales nuestros alumnos lo son un rato (y bien largo!).

El gazpacho fue lo primero para que reposase bien fresquete en la nevera mientras se hacían las tortillas. Y venga a trocear tomates y pepinos, y venga a echarle aceite, y venga a darle a la batidora!!

Después todo el mundo a pelar patatas y batir huevos como campeones, que eso lo sabemos hacer todos…

…pero eso sí, el noble y nunca bien ponderado arte de darle la vuelta a la tortilla hubo de ser explicado con más detalle…

Vídeo del Xavi sombrerecos

¡Hay que decir que no tuvieron ningún problema y todos le dieron la vuelta a la tortilla sin despeinarse!

Luego apareció por allí no se como todavía una jartá de embutido, pan, cervezas, vino… y bueno, pues ya se sabe la alegría morena que le entra a uno, que eso de las sobremesas typicals también hay que enseñarlo, también.

Llevé la bota pero esta vez no triunfó tanto aunque también tuvo su par de minutos de gloria!

Como la otra vez, una magnífica experiencia que hay que repetir las veces que se pueda!!!!!

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:gustico:
:cocinicas:
(¡¡Y eso que a mi no me gusta el gazpacho!!)
:D


Así lo vivieron el Guille y el Xavi.

Otra de Getty

Otra tanda de fotos que me han seleccionado para vender en Getty Images!!! ole ole y ole.

Ahora toca currele porque resulta que cuando te las jipian, te piden que se las subas con la mayor resolución que tengas, que rellenes una serie de datos de cada una y si salen personas, un documento firmado por cada uno de ellos autorizando el uso de su imagen.

Yo me tiro un rato buscándolas por el disco duro, releyendo los posts donde las enchufé… y fíjate, como que me gusta la sensación que se me queda… es una especie de inicio de nostalgia por tiempos no demasiado pasados pero sin llegar a ser morriña todavía… las del Fuji desde abajo, por ejemplo, no tienen un mes todavía!!! (jodé, ese día fue de lo más romanticón!!! aisssss)

Subida al Fuji

Fotos de un restaurante de sushi de Meguro

Haciendo el gilipollas con la matrícula de la moto!!!!

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El Kiyomizudera de Kyoto

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Un currela limpiando ventanas en abril

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El Daibutsu tsu tsu

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Vistas desde arribotas del todo del Roppongi Hills

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De la estación de Ueno parriba

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Ahora imagínate que van y compran la que me hice en pijama recién levantao con barba de tres días y la matrícula de la moto y cogen y la publican por ahí en alguna revista, me puedo estar riendo hasta que me muera ya!!

Aho Aho Zombies 2

El día que nos fuimos al pueblo abandonado en casa Dios no nos dedicamos solo a sacar fotos, que también salió de ahí un peazo vídeo que cada vez que lo veo me entra la risa floja y ya no puedo parar en todo el día.

Héctor tenía todo en su cabeza, se llevó el material para casa y lo ha montado con muuuucho arte!!! ojo:

:D :D :D

¡¡¡Jodé, que bien me lo pasé ese día!!!

Nichitsu Ghost Town
Foto-zombi family de Kirai

>70%

Desde que me registré en la embajada en el año 2001 cuando vine aquí por primera vez, supe de la alta probabilidad de que hubiese un terremoto de gran escala en el área de Tokyo en los próximos años. Allí nos dieron una fotocopia donde nos contaban la copla y lo que deberíamos hacer si se diese el caso de ese u otros terremotos.

Recuerdo algo así como una mochila con alguna linterna con pilas, comida y agua. Ah! y meterse debajo de la primera mesa que encuentres. Lo cierto es que cuando pasó el de marzo, yo no tenía ni linterna ni me acordé de meterme debajo de nada porque al segundo dos ya estaba corriendo como un poseso y no llegué a Kyoto de milagro. Luego, pues bueno, que si un no parar de temblar todos los días durante mes y pico, que si la que se lió con el tsunami y la central nuclear, buff…

El caso es que después de eso, uno tiene la idea de que peor que aquello no va a ser lo que tenga que venir, pero la movida es que aquel no fue en el área de Tokyo, mi mucho menos, así que en teoría, todavía estamos esperando que ocurra la de Dios es Cristo en la ciudad de la Yamanote.

Aprovechando que mis padres no leen el blog, contaré que hoy, coincidiendo con el 88 aniversario del gran terremoto que arrasó Tokyo en 1923, es el día de prevención de desastres donde nos vienen a recordar que el que nos atañe todavía no ha sucedido, y que la reciente actividad sísmica creciente cuestiona el pronóstico del 70% de probabilidad de que ocurra en los próximos 30 años, que probablemente, nunca mejor dicho, sea más alto.

Y para acabar de conciencojonarnos, han hecho un vídeo simulando lo que pasaría en Tokyo…

¡Alegría alegría!
:roll: :roll: :roll:

En fin, no nos queda otra que estar preparados, si es que uno puede estar preparado para semejante historia. Nos quedaremos con que estamos en el lugar probablemente más seguro del mundo para que pase tamaña barbaridad, y de mientras, a no pensarlo demasiado…


Más información:
Daily Yomiuri Online
The Telegraph

Buen viaje, emperatriz

Te conocí una noche, diría que era otoño porque viendo ahora las fotos, no llevábamos demasiado ropa de abrigo todavía. Digo que te conocí, porque esa noche no te cuenta como la que me conociste tu a mi. Pero insisto en que coincidimos y recuerdo claramente que me hablaste con familiaridad, con mucha cercanía aunque no tenías claro quién era o qué hacía allí en aquel, ya vuestro bar. Tuve esa rara sensación que pocas veces pasa de encontrarme a gusto con alguien recién conocido, con alguien extraño. Aunque también es cierto que pronto dejaste de serlo, en cuanto te alcancé a tequilas.

Te pregunté si eras argentina, todavía me avergüenza acordarme y casi riéndote de mí me dijiste de donde venías, con gesto de enfado fingido arrugando el hocico. Sólo te faltó un «carajo pinche güey» para dejármelo claro. Ignorante de mi, créeme que nunca se me volverá a pasar un acento como el de los tuyos en la vida, que lo llevo aquí bien adentro entre los pulsos.

Creo que yo también olvidé, sin querer, el resto de la noche aunque fíjate si me dejaste buena impresión que tu no te me borraste.

No recuerdo bien la siguiente vez en que nos volvimos a ver, lo cierto es que no tengo ni la más remota idea porque hace bastante tiempo desde entonces, pero me fascina acordarme de tantas otras, de tantos mágicos momentos que fue una delicia vivir contigo alrededor… porque mira que no hemos parado quietos, ¿eh?. Esta misma noche me decías que todos teníamos mucha energía, yo creo que es cuando estamos todos juntos que es que se entrelazan las que llevamos dentro y nos sale la suma con llevadas. ¡Menudo desperdicio no habernos conocido antes!. Y es que cuando uno va andando adrede los días, no se da cuenta que el camino se convierte en años y a veces duele un poco no haber sido capaz de tomar tal o cual desvío, y claro, al llegar al peaje ya no te dejan hacer un cambio de sentido…

Te me vienes a la memoria entre autobuses nocturnos con nuestros chismes chismosos entre onigiris al whisky, infinitos pasos entre senderos y templos sudando la vida por los poros, noches de mentira con el mundo a oscuras sin dejar de temblar, ferris que atravesaban mares y nos llevaban a montañas mágicas de docemil recovecos donde disimularse entre bambúes y budas, pueblos detenidos en vidas pasadas desafiando ser profanados por eso tan nuestro de las isos y las efes…

Yo creo que me quedo con los momentos más íntimos de la familia Tokyota en tu casa, esa que nunca has dudado en hacer de todos siempre que nos hemos sacado de la manga alguna excusa para juntarnos. Esos son los recuerdos grabados a fuego de mezcal que tendré siempre tan frescos como tu cara de reír. La promesa de ayer también me la guardo aquí del esternón para adentro a mano izquierda, será todo un privilegio contar contigo en Japón, en España o en los dos, no dejo de emocionarme pensándolo.

Y ahí te me vas a inaugurar tu nuevo año de vida a otro país, mira que te ha gustado siempre celebrarlo a lo grande, ¿eh?. Pero bueno, que mira, que nos vemos pronto, no tengo ninguna duda, sea en Japón, España, México, Nueva York o en la luna lunera cascabelera, ¿qué mas da?. De mientras, hágame usted el favor de ser feliz, o por lo menos de reírse de todo lo que pueda, que es de lo que se trata esta copla desde el cabo hasta el fin. ¡Y que se mueran los feos!.

Cuídate mucho pendeja que bien sabes de sobra que se te quiere.


Nichitsu ghost town

En verano hago como el triple de cosas que en cualquier otra época del año, y eso que este nos han cancelado un montón de matsuris y hanabis por respeto a las víctimas del tsunami. No sé, es como si viviese al 150%, me faltan horas y días para hacer todo lo que quiero… en cambio en invierno estoy ahí todo tristaco encerrado en casa sin ganas de hacer ná…

:ojetepalinvierno:

Aprovechando mientras podemos, el domingo pasado nos fuimos a un pueblo abandonado en las montañas de Saitama, «Nichitsu town». Antonio preparó el viaje: a tal hora en tal sitio, después alquilamos coche desde allí que ya lo tengo reservao y para allá que tiramos, traed todas las cámaras que tengáis.

El pueblo surgió debido a la explotación minera cercana, que por lo visto sacaban oro allá por el año 1600 y después hierro y zinc. En el año 1937 las minas fueron compradas por la «Nichitsu Corporation» y de ahí el nombre del pueblo, o lo que queda de él porque sobre 1978 los trabajadores y sus familias empezaron a abandonar el lugar debido a que la mina empezó a escasear y ya no se sostenía el tinglado.

Esa información la he encontrao yo por internet, seguro que si buscáis encontráis más en condiciones que esto de escribir posts pensando que se es periodista o algo así me da rollo. Yo contaré que después de casi dos horas por una carretera que enseguida empezó a seguir a un río y a meterse debajo de túneles a cada cual más del año catapún, pasamos por al lado de lo que parecía una mina. No podíamos estar muy lejos, así que tiramos un poco más mirando a ambos lados de aquella carreterucha con atención hasta que después de algunas vueltas y pasarnos el pueblo, nos acabamos parando cerca de una especie de taller.

La verdad es que no impresionaba demasiado…

Menos mal que la cosa mejoró, y no sabéis cuanto, cuando un poco más abajo nos metimos en una especie de ryokan de dos plantas. Tablas que cedían y suelos de un tatami ya blando por años de humedad nos daban la bienvenida. Nosotros nos dedicábamos a inmiscuirnos sin permiso en la vida de los que allí se hospedaban sacando fotos de lo que allí abandonaron. Había tantas cosas que era como si hubiesen huido de algo sin tiempo a recoger… mejor no pensarlo…

Discos de música, tableros de go, televisiones, máquinas de karaoke… incluso futones dentro de los armarios. En algún momento entre la primera y la segunda planta dieron las doce y empezó a sonar una música a todo volumen, una de esas melodías al estilo del Yuyake Koyake de Tokyo. No os podéis hacer a la idea de ese momento, el de estar todos dentro de semejante lugar y que suene una canción infantil de repente… todavía me acuerdo de las caras que pusimos…

Detalles como la cabeza de la muñeca colgando o la hoz clavada en la pared nos hacen saber que algunos graciosillos se han pasado por aquí antes, y eso que la regla esencial a la hora de difundir este tipo de lugares es que no se toque nada, que se deje todo como está. Yo he de confesar que intenté romper un cristal de una patada, no pude aguantarme aunque no lo conseguí…

Pasamos por algunas casas más y dimos con lo que parecía una residencia de estudiantes, con un ambiente algo más personal que el ryokan anterior. No me acaba de cuadrar la razón de este tipo de residencia cuando en el pueblo en teoría solo hay una escuela para los hijos de los mineros, ¿quizás trabajadores temporales de la mina?

Dimos, ya por fin, con la ansiada clínica o casa del médico donde dicen que había incluso un frasco con un cerebro dentro. El susodicho no lo encontramos, pero para mi fue sin duda el lugar más acojonante de todos con radiografías por el suelo, utensilios médicos e incluso una especie de mesa de operaciones que daba mucha mucha grima.

Cerca de ahí estaba el teatro o salón de actos o algo parecido donde haciendo el cabra bajando del escenario cedieron las tablas y me hundí hasta la rodilla. Menos mal que no me clavé ninguna movida, que seguro que allí de desinfectada tendría poca!!

Buscando la escuela, nos encontramos con lo que parecía ser el supermercado y un poco más allá unos baños municipales.

No dimos con la escuela y como empezaba a ponerse oscuro, decidimos coger ya el coche rumbo a Tokyo. Si las fotos pesasen, hubiésemos llevado las cámaras arrastrando, menudo festival.

Gracias a Sara, Héctor, Pablo, Antonio y Carlos me reí mucho ese día, pero creo que ha sido sin duda de las excursiones más acojonantes de mi vida… llega a salir un tío de un armario y llego a Yokohama corriendo!!


Así lo cuenta Carlos, y así lo cuenta Héctor

Mañana, el nacional de Karate

La cosa se pone seria. Mañana en el estadio olímpico de Yoyogi sobre las cuatro de la tarde dirán algo así como «Diaz senshu» y entonces saldré yo con mis guantillas a ver que me cuenta el de enfrente con las suyas.

Desde Harajuku no se tarda ná, si alguien se aburre mañana a eso de las cuatro de la tarde, que se venga que la entrada es gratis (it’s freeeee).

Ojo que es el estadio pequeño, ¿eh?, este:

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Me he dado cuenta de que ya llevo bastantes competiciones desde que me vine a Tokyo a vivir, y que la verdad es que no ha habido resultados regulares, uno nunca sabe lo que va a pasar…

Ganar combates sin tener claro como…

Que me dejen KO de una jibia y no expulsen al otro…

IkuKarate from (más) Historias de un abstracto on Vimeo.

Ganar combates en condiciones….

Karate segundo combate from ikusuki on Vimeo.

Que me descalifiquen por falta de control…

Perder por salirme del tatami por culpa de un miura que se cree karateka….

En cualquier caso, he de decir que siempre he salido muy contento de mi papel, no se me quitan las ganas de seguir presentándome. No sé, uno se toma los entrenamientos de otra manera si se tiene la meta de tal o cual competición, no deja de tener su aquel pensar que te vas a poner a pegarte delante de un desconocido, por muchas reglas que haya.

¡enough chapa!
¡buen finde a todos!
:gustico:

Escaparse…

…y soñar que volamos pero bien agarrados de la mano, así, más arriba, más cerquita de la luna canalla que sé yo que se calla todo lo que sabe que somos. Claro, tanto vigilarnos… escúchame lunera sinvergüenza, ¡como se lo cuentes a alguien!

¡Ven, ven, corre que sale ya! vamos a jugar a piratas y ya puedes tener cuidado que tengo pensado tirarme al abordaje de tu cintura que ha de ser mía antes de arribar a puerto. Cuento hasta tres y voy, que eres mi botín y no te me escapas, ¡por estas que no!

Unoooo….

Y caminar entrelazados entre piedras que arden y que ya ardían desde mucho antes de conocernos. Y avivarnos, el uno al otro, para que juntos por dentro quememos incluso más.

¿El resto? ¡que sigan mirando!

Volver plenos, sabiéndonos con todo pero como si nada, que no se entere nadie. Si acaso, yo iré mirando atrás de vez en cuando para no olvidar la fantasía en que se convierten mis horas contigo.

Oye, prométeme una vez más, pero en serio, esta vez si, de verdad, solo una vez más… lo de que no te me vas a quitar la sonrisa esa que me contagias, que te la vas a dejar puesta. ¡Si ya sabes cual!, esa que ponemos a medias, la que yo llevo tiempo sin poderme aguantar, la de sabernos tan vivos.

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Pero tan tan vivos…

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Funeral

Aquella misma noche me di cuenta de que solo tenía una camisa blanca, la que llevaba puesta, así que paré en una de las tiendas eternamente abiertas de Shibuya a comprar una segunda que llevar en el funeral. Por un momento creí contagiarme del ambiente del lugar y tuve absurdas tentaciones de dejarme llevar por la sombra de alguno de los rincones de esas calles que se saben muchas de las travesuras de mi alma.

Esa noche no me convenía en absoluto tentar a la luna asi que caminé, casi corrí, dirección a mi almohada en cuanto hube pagado la única prenda blanca que me acompañaría al día siguiente.

Me desperté tres o cuatro veces a pesar de no recordar pesadilla alguna y con esos mismos nervios por talante llegué a la misma sala del mismo templo donde solo estaban los familiares más cercanos. Esta vez no había mesas en el medio, sino filas de sillas dispuestas a cada lado de la estancia. Pocas, no más de veinte, lo que me hizo suponer que la ceremonia iba a ser igual de íntima que el velatorio de la noche anterior. El ataúd y el altar seguían en su sitio.

Después de presentar mis respetos, barrita de incienso mediante, me senté en una de las del lado derecho, tal y como se me indicó. Por lo visto estaba ya decidido por donde iba a sentarse cada uno.

No parecía pasar nada en bastante tiempo, aunque tengo la impresión de que no fue más de media hora la que permanecimos allí sentados mientras iban llegando más familiares que iban ocupando sus lugares después de los saludos pertinentes.

«Quiero que salgas tu también a rezar por mi padre» me dijo mi amiga, y sin saber muy bien que tendría que hacer le contesté que por supuesto. Le pedí que hablásemos en privado y ya en el pasillo saqué el sobre con los veintemil yenes que había preparado la noche anterior y que no acerté a escoger entonces el momento de entregar.

– No, por favor, en este funeral no hay dinero de por medio
– Perdona, no sé muy bien como se hacen las cosas aquí
– No te preocupes, normalmente siempre se entrega, pero nosotros no hemos querido hacerlo así. Mi papá siempre quería que viniese gente a mi casa, siempre quería invitar a todos y le gustaba poder ofrecer lo que tuviésemos. Jamás hubiese pedido dinero a cambio, hoy no puede ser una excepción, yo sé que él está feliz de que vengas a despedirle. Por favor, guardátelo. Gracias por tu buena intención, eso es mucho más que todo el dinero del mundo.

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Después de un rato más esperando, nos avisaron que llegaba el monje y se nos pidió que rezásemos en silencio con los ojos cerrados. Cuando los volvimos a abrir, un monje con el pelo rapado y gafas estaba ya en posición de seiza rezando cerca del ataúd. Llevaba un traje tradicional bastante colorido, una especie de rosario, un libro de rezos y algunas cosas más que no supe que eran.

Sin mediar palabra empezó una serie de cánticos siguiendo el libro que portaba, tocando el gong a veces y una especie de tambor de madera otras. No sabría decir cuanto duró aquello, pero si que fue bastante largo mientras nosotros mirábamos en silencio, quizás cerca de una hora en total.

Más o menos sobre la mitad, empezaron a salir los invitados de uno en uno en riguroso orden al centro de la sala mientras el monje seguía con sus cánticos. Hacían una reverencia a la foto del difunto, después a los familiares del lado opuesto y después a los suyos. Tres veces se coge incienso en polvo con los dedos de la mano derecha de un pequeño plato, se levanta a la altura de los ojos ofreciéndolo mirando a la foto del difunto y se deposita en el plato de la izquierda. Luego se reza en silencio con las dos palmas de la mano unidas para finalmente hacer otras tres reverencias, una a la foto del difunto, otra a los familiares del otro lado de la sala y otra a los del mismo lugar. Yo así lo hice también.

Se nos pidió rezar con los ojos cerrados de nuevo mientras el monje salía de la sala y después nos hicieron pasar a otra habitación mientras preparaban el paso siguiente. Cuando volvimos, habían retirado todas las sillas y el ataúd estaba en el medio abierto mostrando al difunto que estaba vestido con un antiguo kimono hecho a medida muchos años atrás, regalo de su mujer.

A continuación, personal del templo pasó con bandejas llenas de flores que todos cogimos y pusimos dentro del ataúd al lado de distintas partes del cuerpo. Habría cuatro tipos distintos de flores y al acabar, casi todo el cuerpo estaba rodeado de ellas. También se metió un paquete de fideos soba y una foto que creo recordar que era de la familia, pero no estoy seguro.

Era el último momento en el que se le iba a ver, así que todo el mundo se despidió de él. Me sorprendió ver que le tocaban la cara, la nariz, las manos y le hablaban con toda naturalidad, no había miedo, no había distancia con aquel cuerpo, sino calor, cercanía en todo momento.

En ese momento se nos pidió que cerrásemos el ataúd y todos debíamos ayudar a bajar la tapa, de manera que cuando se acabó de cerrar, todos teníamos al menos una mano encima. Después sólo los hombres esta vez portamos el ataud hasta el coche fúnebre que esperaba fuera al que escoltaríamos los invitados en un minibus hasta el crematorio. El monje nos acompañó en todo momento.

Allí hubo una pequeña ceremonia dirigida por el monje. Fue, sin duda, el momento más duro, ver como desaparecía el ataúd dentro del horno…

Después nos hicieron pasar a una sala adyacente a esperar. El ambiente cambió, era de nuevo distendido, no había un silencio rotundo ni sollozos, había conversaciones aquí y allá, incluso alguna que otra carcajada quizás nerviosa.

Cuando bajamos de nuevo cerca del horno, el señor del crematorio nos enseñó los huesos que estaban encima de una gran bandeja. Pasaba un imán por encima recogiendo pequeños restos metálicos, quizás de los botones del kimono. Después con unos palillos separó algunos, y fuimos pasando todos por delante para empezar con el Kotsuage. Entre dos personas se cogía uno de los huesos con los palillos de la bandeja y se depositaba en la urna funeraria, yo pude sentir el calor que todavía desprendían cuando me acerqué y me puse muy nervioso temiendo que se me fuese a caer aunque es algo difícil, puesto que cada hueso se coge con dos pares de palillos.

Cuando todos hubimos participado al menos una vez, el señor del crematorio nos fue mostrando uno a uno los huesos que había apartado al principio explicándonos de donde eran cada uno: la nuca, la mandíbula… hasta que llegamos al hueso hioides (舌骨), uno de los más importantes puesto que su forma se asemeja a un Buda sentado. Parece ser que los huesos apartados fueron los de la cabeza, para asegurar que acaban en la parte superior de la urna encima del resto.

Después vuelta al templo donde había preparado un gran banquete con comida de nuevo muy japonesa y mucha bebida.

«Mi padre siempre se ha sentido feliz comiendo y bebiendo con gente, siempre le ha gustado ver y disfrutar con otras personas. Por favor, pasemos un último buen rato junto con él y disfrutemos de la comida y la bebida».

Así lo hicimos. Sin dudarlo.

Velatorio

Por suerte, no me ha tocado asistir a muchos funerales en mi vida. El primero del que tengo recuerdo es el de un amigo de la adolescencia que se nos fué una noche y me costó horrores entender que no iba a volver a estar más mañanas sentado dos pupitres más allá. Ese año dejé de ser el que era, sin duda alguna, creo que la mayoría de aquella clase cambiamos para siempre.

Unos años después, me tocó perder a otra gran amistad que si bien últimamente no estaba tanto a mi lado, odié tener que despedirle, tanto, que fui incapaz de ir al funeral. Todavía hoy me arrepiento de no haber estado allí. Molesta el corazón a veces cuando uno se acuerda de días grises como aquél en que no se supo estar a la altura.

No recuerdo demasiado a los padres de mi madre, pero si a los de mi padre. Adoraba a mis abuelos; me gustaba ir a dormir a su casa y verles pelear a la manera esa de los abuelos, exagerando todo por las mayores tonterías: que si el café quema, que si la tele está muy alta… ahora sé que lo hacían para que me riese todavía más y ver de parte de quién me ponía. Sufrí mucho cuando se fueron y todavía hoy me descubro hablándole de ellos a quien vela mis sueños cuando las noches clarean.

El miércoles pasado se murió el padre de una de las personas más importantes de mi vida y tuve el gran privilegio de asistir a su funeral en un templo de algún lugar al noroeste de Tokyo.

Callando los tiriteos del shock inicial después del obligado pésame, me di cuenta de que no sabía prácticamente nada de la costumbre japonesa al respecto y pedí ayuda, una vez más, a quien sustenta la decisión de seguir aquí un tiempo más. Por razones que no contaré, ella lo tenía bastante claro: camisa blanca, traje, corbata y zapatos negros, un sobre especial con 20.000 yenes y mi nombre y dirección para entregar a la familia. Nada en concreto que decir más allá de lo que dicten los latidos mientras se sepa estar al lado en todo momento. El silencio es igual de bienvenido.

El viernes fue el velatorio en una sala del templo, de siete a nueve y media de la tarde. Me las ingenié para salir antes del trabajo con el traje ya puesto, y llegué sobre las ocho donde ya me estaban esperando desde hacía un rato. Sólo había familiares, unas veinte personas tirando por lo alto, y yo. Se sorprendieron la mayoría y ella les explicó nuestra amistad de tal manera que sólo alguien sin alma pudiese haber desaprobado mi presencia allí, yo contuve las lágrimas porque habría sido descortés que brotasen por mi en lugar de por el difunto.

Era una sala amplia dentro de un edificio adyacente al templo. Muchas mesas alineadas formaban una sola de unos cinco metros de largo repleta de platos de comida muy japonesa: una bandeja de sushi aquí, otra de sashimi allí, tempura y encurtidos entre innumerables pequeños platos para la salsa de soja. Las cantidades eran visiblemente abundantes para el número de personas allí presente. Tampoco faltaban las botellas de cerveza, con y sin alcohol, y de té verde y ulon.

El ataúd, de color blanco, estaba colocado perpendicular a la mesa con los pies hacia la derecha y dos pequeñas pestañas en la parte izquierda que permitían ver la faz del difunto sin necesidad de abrir la tapa. La pared más cercana, que era la del fondo, estaba totalmente cubierta de flores y en la parte superior, a modo de altar, había una foto del hombre presidiendo la estancia. Si bien la calidad de la foto no era buena, era, sin duda, una buena foto, de esas que te arrebatan una pequeña mueca amagando una sonrisa a pesar de las circunstancias.

A la izquierda del ataúd una mesa supletoria sujetaba un cuenco lleno de arroz con dos palillos hincados y un paquete de fideos soba. La mesa principal, con dos velas a cada lado, estaba situada en el centro separando el altar de la hilera de mesas de los invitados. Un gran recipiente con cenizas contenía incienso consumiéndose que iba siendo reemplazado a medida que más personas se acercaban a presentar sus respetos. Cogían una barra, la prendían con una de las velas y después de clavarla en la ceniza, rezaban en silencio juntando las dos manos durante no más de tres o cuatro segundos.

«Ven a ver a mi papá» me dijeron. Me acerqué al ataúd y vi a un hombre muy mayor con los ojos tan cerrados como mi brío en esos momentos. No me extrañó ver que llevaba el gorro de lana con el que se resguardaba del aire acondicionado del hospital y que era ya parte de él por siempre jamás. Dentro del cóctel de sensaciones que le instigan a uno cuando ve a una persona muerta, tengo que decir que sentí algo parecido a paz. Si, inspiraba paz sin duda alguna, más que tristeza.

Tan abrumado estaba que olvidé saludar al resto de familiares conocidos, que sólo eran tres, y así lo hice a mi manera, dando abrazos y besos sin querer acordarme de más protocolos que los que se sinceraban desde mi pecho. Dos de tres lloraron, yo no confesé ni una lágrima.

Por más que quisiese mantenerme serio, el ambiente no lo era. Allí se comía y se bebía mientras conversaciones se turnaban para alzarse unas sobre otras en ambos lados de la mesa. Apuré dos o tres vasos de cerveza entretanto me aferraba a mis escasos conocimientos de keigo tratando de contestar preguntas sobre mi vida tan lejos de los míos. La compostura se mantuvo sola a pesar del alcohol, y sólo se achicó en dos o tres ocasiones en que el sonido de sollozos ajenos se me quiso contagiar.

Entonces la hija del señor de la foto de cara amable habló para todos. Brindamos por él con un 献杯, kenpai, en oposición al kanpai de las celebraciones, y empezó a hablar sobre su padre. Fue un discurso largo del que entendí mucho más de lo esperado. Habló de su infancia, de la manera de ser de aquel hombre que prefería hacer a decir, pero que cuando hablaba se hacía escuchar. Rara vez escuché palabra alguna de su boca, aunque esto tenía más que ver con la fatiga de su edad que con personalidades y maneras. Mi mente viajó por el primer año en que vine a este país con la vida rota y como este señor, de rebote, tuvo tanto que ver en que se me volviese a aliñar de alegría.

Ella, finalmente, repasó sus dos o tres últimos años, sus últimos días y horas y nos agradeció a todos nuestra presencia con una reverencia que secundamos desde nuestros asientos. No perdió su risueña sonrisa en ningún momento, si acaso uno o dos tonos menos de brillo apenas.

Mas por no saber que hacer que por cualquier otro motivo, me quedé hasta el final mientras el resto se iban marchando hasta que nos quedamos los familiares directos y yo. Insisto en que fue todo un honor, y más todavía cuando esa misma noche fui invitado al funeral del día siguiente desde la ceremonia por la mañana hasta el crematorio.

Camino de mis sueños, peregriné entre andenes con una camisa blanca, una corbata negra y un alma a pleno fuelle henchida de sentir.

La entrega totorense

Buenas tardes aqui, noches alli,

Pues sin mas, que ayer me pase por los Bilbaos a por el Totoro y nos sacaron la foto de rigor y para alla que te la mando.

Me encanto el Totoro que es superblandito y con un pelo super suave, es genial. Quisimos invitar a Bea a un cafe, pero no pudo porque estaba rematando de preparar las cosas para irse de vacaciones. Pero estuvimos charlando un ratito con ella.

Y na mas, ya dejo de darte la murga XDDDD

¡Que murga ni murga!
¡¡¡ :gustico: !!!

:ikugracias: :ikugracias: :ikugracias: :ikugracias: :ikugracias: :ikugracias: :ungusto: :ikugracias: :ikugracias: :ikugracias: :ikugracias: :ikugracias: :ikugracias:

La clase de Paella

Mientras unos andan recomendando que la peña no venga a Japón que hay radiación hasta en la miso, nosotros aquí seguimos pasando un verano atamagantemente chulo ajenos al proceso de transformación en hombres binárdicos (según algunos, cuatrinárdicos desde hace un mes ya).

Ayer sin ir más lejos estuvimos en el rocódromo donde un tío raro nos sacó fotos porque andan buscando modelos para ropa deportiva, no os digo más en las que estamos metidos. Bueno si, diré que para celebrar que a pocas a pocas nos vamos puliendo todas las rutas rocodrómiles, nos fuimos a ponernos hasta el jarenore de carne al izakaya de siempre. EdanoBeef la llaman ya. The man, the legend.

Total, a lo que iba, que si sigo por aquí no voy por allá. El sábado, como estaba anunciado desde tiempos facebookriales, tuvo lugar el primer seminario gastronómico internacional intercultural interparedes:

¡¡ La paella del tío Txiki !!
:cocinicas:

Pero empecemos por el empiece para que dure más el post antes de que finalice por el final. El viernes por la noche me casqué tres tortillacas de patata como tres soles. Gracias a los callos que me han salido por ir al rocoplace, pelar tantas patatas no supuso ningún reto en absoluto.

El sábado por la mañana salí de casa cargado con cuatro botellas de vino, tres tortillas, un plato lleno de pintxos del libro del Arguiñano y una paellera a la espalda que parecía el duende tortuga en Benidorm. Fiel al espíritu Tosca, al salir del tren se rompió una de las bolsas de papel y la mitad de los pintxos se esparcieron por el suelo montando un cristo del copón, del copín y del copete en la Yamanote que recogí como pude mientras el tío que iba atrás del todo mantenía las puertas abiertas para que no me pillasen porque estaba en el medio…

¡¡ Tío saborío rancio calandrero
que me veías ahí pasándolas chungas con la paellera a la espalda
y no te dignaste a ayudarme ni un poco asín!!!!!
:otiaya:

En Ikebukuro esperaban ya el maese hacedor Txiki y sus tres fieles pinches: la Nere, el Guille y la Gami. Ya estamos todos, ya podéis decir lo que estáis pensando, venga va, desahogaros que sino no se ven las fotos a gusto:

¡¡¡¡ un manchego,
una gaditana,
un lorquiano
y un zalluco !!!!

enseñando a hacer paella valenciana…

¡¡¡¡ tócate los tamangueños !!!!

Bien. Ya pasooo ya pasooo.

Ala, ya estamos frescos. Pasemos a la puerta del lugar donde veremos que, por una vez, parece que la de Shiodome ha hecho algo correcto:

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Una vez dentro, lo primero fue presentar en condiciones los aperitivos pensados para ser deglutidos después de echar el arroz y el agua a las paellas. El Txiki trajo chorizaco e hizo pan del de hacer la trompetilla al panadero de enfrente y el Guille y la Nere se cascaron unas empanadillas de esas de comerse una y no poder parar hasta el mokuyobi que viene:

Después nos aseguramos que cada mesa tenía todos los ingredientes puestos en condiciones, hecho que constató uno de los dos del Nerelorco.com con una instantánea hecha en el momento instantáneo justo:

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Y ya empezamos con el lío arrocero. Txiki-sensei se encargó de explicar lo que íbamos a hacer a partir de entonces, y también contó amenas, entrañables a la par que próximas y cercanas historias suyas como el origen de la paella o los ingredientes que se suelen usar en España (incluyendo conejico para horreur y terreur de los aprendices allí presentes). Yo trataba de traducir como podía ayudándome de una chuleta que me curré dos semanas antes que hicimos un ensayo general enseñándole a Chiaki lo mismo (y menos mal!).

Me puse nervioso… los cinco primeros minutos, después yo creo que todo el mundo se descojonaba sobretodo cuando intentaba decir alguna palabra y como no me salía pues me ponía a explicarla. Por ejemplo, yo decía «la cosa esa blanca que sale cuando lavas el arroz y que vale para enderezar las corbatas» y todos contestaban «el almidón!!!».

Planeado, dicho y hecho el trecho: mientras el arroz se iba cocinando, empezamos a zampar lo que los senseis hispanos habían tenido a bien traer y he de decir que la bota de vino, la misma que llevé al Fuji y al Koyasan, allá donde va, triunfa (a mi ni puto caso, eso sí)

Llegados este punto, sé de buena tinta («de buena tinta» no te lo pierdas!! #cancamusaFlavour), que estáis todos deseosos de ver las tres pedazo de paellas que allí se cocinaron. Pues os vais a quedar con más ganas que ni sé porque entre pitos y flautas, cuando me dio por ponerme a sacar fotos allí no quedaba ná:

La del Txiki fue una inmensa idea, el rato que pasamos fue genial, la gente respondió mejor que bien y encima nos fuimos para casa con la tripa tonta y la risa llena. Txiki decía que se conformaba con que alguno de los que fueron al curso les diese por intentar hacer la paella en casa, ayer me contó que ya sabe de una que compró paellera y les cocinó una a sus padres que quedaron encantados. Si esto no es gustico del bueno, a ver que lo es.

Por mi parte diré que ya estoy esperando a la siguiente. Paella, pintxos, tortilla de patatas… importa bien poco en que pisto nos metamos mientras se haga entre Txikis, Guilles y Neres.

Si señor.

Ah! que aquí lo contó el Guille, y aquí el Txiki-sensei, no olvidarse de mirar, que por allí salgo más!! :D

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:ungusto:

La chica de la pena perpetua

«Yo quiero que vivamos juntos» fue todo lo que se le ocurrió decir cuando por fin fui capaz de atarle un nudo a mi alma para llorar sólo por dentro diciéndole adios.

Había momentos en que me encantaba estar con ella… como cuando sonreía porque no lo hacía jamás. Me tomaba cada uno de sus escasos atisbos de felicidad como recompensas, regalos de lujo, pan de días de hambre. Pero lo cierto es que casi siempre temblaba de frío al ver su faz eternamente triste y aunque siempre me lo negaba, sé que lloraba a veces en la soledad del cuarto de baño al amparo del sonido de la ducha. Era como si sus pupilas filtrasen cualquier indicio de júbilo que rara vez entraba en su interior condenando esos preciosos ojos a una pesadumbre perpetua imposible de abolir.

Estuvimos juntos un tiempo en el que yo saboreaba increíbles conversaciones entre dos almas de distinta raza pero con semejante manera de pensar. Pasábamos horas barnizándonos el uno al otro capas de costumbres y culturas hasta que los tonos acababan parejos o Tokyo se acababa durmiendo alrededor nuestro, lo que pasara antes.

Pero yo no podía con la culpa. Odiaba sentirme feliz ante quien parecía imposible que lo fuese, aborrecía tener que falsear melancolía. Me horrorizaba pensar que quizás, por aquello de la empatía, yo también podría acabar infestado de amargura sin saber muy bien porqué ni para qué se llora.

Así que antes de que los despertares juntos fuesen a más, decidí ser cobarde y no prolongar aquella semivida con la chica de la infinita tristeza. Paseamos por Yoyogi y ella me cogió de la mano multiplicando por cuatro los ya remordimientos por decirle lo que fuera que fuese que iba a decirle. Ella, sin estar radiante ni haberlo estado nunca, parecía tener más brillo en la mirada ese día, puede que cierta ilusión que yo iba a talar de raíz.

Me sentía miserable. Quizás era el inicio… hacía tiempo que no me pasaba.

Nos sentamos y le dije, todavía cogidos de la mano, que nunca había encontrado a una persona que pensara tan igual a como pensaba yo pero que sentíamos tan distinto que no me era posible seguir con ella. Le callé que no tenía fuerzas para combatir su implícita desdicha, que temía que me arrastrase con ella a una espiral de velos en la mirada y vacío en las entrañas.

Su gesto no cambió en absoluto cuando me contestó «pero yo quiero que vivamos juntos». El mío se desordenó.

«Pero bueno, que le vamos a hacer» dijo después con espantosa calma sin ni siquiera congelarme los ojos con esa mirada gélida hecha suya tiempo ha.

Me soltó la mano, se levantó y se fué.

En el momento en que desapareció de mi vista me derrumbé y lloré, de una vez, todas y cada una de las lágrimas que llevaba aguantándome desde hacía dos meses y tres días asegurándome bien de purgar toda pena que quedase diluida entre venas y arterias.

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Getty images

Me han aceptado como colaborador en Getty Images, esto viene a significar que después de que enviara un par de fotos mías, ellos se han remirao las que tengo en Flickr y han seleccionado unas cuantas que dicen que se pueden vender por ahí.

Me ha sorprendido las que han elegido, algunas no me las esperaba para nada!!

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Vistas desde Nokogiriyama, Chiba

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Vistas desde Nokogiriyama, Chiba

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El dinero del alquiler

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Examen de Kendo de Guille

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El fin de semana en el Koyasan

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El fin de semana en el Koyasan

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La subida al Fuji!

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Yo de mendizale en la subida al Fuji!!!!

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Puerta Torii en la subida al Fuji

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Un paisano bajando el Fuji

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Yozakura

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La del Yosakoi así como pa mi

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Una autofoto mía posando a lo triste!!!

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Koishikawa Korakuen

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Los niños de la guardería de Gotanda con los que me cruzaba siempre

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Una de tantas tardes en el Hasedera de Kamakura

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Un ramen en Kyoto

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Parte de la Tokyo family de excursión al Nokogiriyama

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Uno de tantos rincones de mi Honmonji del alma

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¡Mi padre y mi sobrina!

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Un monje del Fukugawa Matsuri

Jo majos, qué de recuerdos me ha traído ir buscando uno a uno los posts donde salían las fotos… madre mía…

:malico:

Totorofinalistas

Señores, la ikuencuesta con más votos de la historia ikuencuestil, llevamos con el nardo florido desde el martes pasao por lo menos. Pero pasemos a los datos, pasemos:

262 votos
:vainas:

Primer finalista con 66 votos:

A lo Spiderpig (Jorge)

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Segundo finalista con 59 votos:

Hasta el Macchu Picchu y más allá (Rosi)

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Tercer finalista con 35 votos:

La grulla Toledana (Raquel)

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¡Hablo con Bea y vuelvo!
:secretico:

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Notica: este no es el del concurso, este es el que tengo yo en casa pa hacer fotos chorras




Nokogiriyama

La frase de «El Buda más grande de Japón» tiene mucha guasa, pero mucha mucha porque yo ya conozco media docena, no te lo pierdas. El caso es que se le añade coletillas a la proclama y entonces no es mentira. Así tendremos el Buda más grande de Japón…

de piedra de pies

… de bronce al aire libre

… dentro de un edificio

Y el que nos ocupa esta vez que es el…

«…más troncho excavado en piedra»

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Todo empezó cuando el deslenguado despertador decidió no dejar ver los títulos de crédito de los sueños a eso de las cinco y media de la mañana de un sábado grisáceo y más bien feo. Con legaña en popa a toda vela aparecí en la estación de Shinagawa donde ya estaban la mayoría tratando de despertarse del todo. Viendo aquellas mochilas y aunque todavía aturdido por el madrugón, no pude evitar acordarme de aquél maravilloso fin de semana en el Koyasan… pura fantasía latir en tales lugares con semejantes almas. Por si se me vuelve a olvidar mentarlo en persona y les diese por pasarse por aquí: compadres, siempre es un gusto, el sitio es lo de menos.

Hora y pico de tren después aparecimos en Kurihama desde donde nos pusimos a andar hasta que llegamos de milagro a coger un ferry que salía ya rumbo a Hamakanaya, el punto desde el que empezar a subir. Podríamos haber ido en tren dando toda la vuelta hasta llegar a Chiba…


Ver mapa en gordo

… pero lo cierto es que el plan de montarse media hora en un barco era mucho más gusticable y daba la sensación de que íbamos a una isla en vez de simplemente saltarnos un charco. No veas la risa tonta que nos entró ya de buena mañana!!

Hamakanaya era un pequeño pueblo costero donde no había mucha pinta de haber nada más que cuatro abuelos, trece gatos y dos o tres cuervos a dieta. Aún así supimos encontrar un restaurante chino donde fondear antes de empezar la caminata. Estas cosas o se hacen bien o no se hacen y la tripa había que llevarla llena, y menos mal porque nos costó un rato encontrar por donde se subía… dimos un par de vuelticas antes de enfilar el camino correcto!

Después empezamos a subir por entre un bosque hasta que llegamos a unas paredes verticales de piedra que le dejaban a uno sin más aliento si cabe del escaso que nos quedaba después de tantas escaleras y cuestas. Aquello no parecía un típico paisaje japonés, era como estar dentro de un capítulo de Lost pero rodado en Tailandia o por ahí, yo anduve buscando a Ben para darle las ostias que se merece desde hace años, pero no hubo suerte…

Ya quedaba poco para llegar a la parte de arriba, lo cierto es que no teníamos muy claro qué nos íbamos a encontrar más allá del buda de piedra enorme famoso de la excursión. Así que cuando llegamos al mirador, nos quedamos sin palabras…

Un poco antes estaba el «Buda excavado en piedra más alto de Japón», que como estaba con la cosa del mirador, se me había pasado!!

Ya después de eso daba todo igual ya, aunque claro, el protagonista de la excursión debería ser el Buda gordo, así que tiramos a su encuentro escaleras para abajo. Cuando llegamos, nos encontramos con muy poca gente y una estatua enorme en una explanada en medio del bosque. Allí hicimos la segunda parada larga del día, degustando bien el lugar, que no se está en un sitio como ese todos los días.

En el templo se podían comprar unos pequeños budas con los que pedir un deseo dejándolos a modo de ofrenda allí mismo. Anda que no somos ambiciosos ni nada, menuda montaña había!!

Tocaba volver, pero hasta la vuelta era emocionante porque la íbamos a hacer en un teleférico que nos bajaba de la montaña en un titá. Justo cerca del buda grande, había un montón de estatuas en plan Budas aprendices. A mi me hizo gracia uno que parecía que se estaba autocomprobando el olor corporal mayormente…

Y lo dicho: teleférico, ferry, tren y filetón en Shibuya.

Un día inolvidable, y ya van unos cuantos, no se como voy a hacer yo para quedarme con todos. Madre mía que cicatero me pongo acordándome.

Weno, como dice Héctor: aquí hay que volver, y seguramente más de una vez.

Aquí más gustico sideral:

Ikuflickr
Set de Flickr de Carlos
Set de Flickr de Héctor
Post de Héctor
:gustico:

El lunes, votaciones

Dejamos hasta el fin de semana para que nos mandéis esa pedazo de fotos ikucamisetiles con la que os podéis llevar un Totoro de por lo menos cuarenta kilos.

Lo que haremos será crear una encuesta de esas online en la que todos podréis votar las que más os gusten y entre las tres finalistas decidiremos Beatriz y yo la más salada (y visto lo visto, creo que lo tendremos chungo, porque hay algunas muy chulas!).

Ahí van las últimas:

Aquí de que va este pisto
Las primes
Las segun
Las tercers

:ungusto: