Narita, Tokyo. Día de marchar.
Mientras imprimo el billete en las máquinas, donde elijo asiento en la puerta de emergencia al lado de la ventanilla, una chica me pregunta si tengo algún problema con el ordenador y si necesito ayuda. Declino su oferta, saco el billete, facturo y me dirijo a la puerta de embarque. Paso por un control:
– Good morning sir, can you show me your passport, please?
– Yes.
– Buenos diasu, ¿como está? (en castellano y riéndose)
– Bien bien, good good, thank you
– Ok, thank you very much sir
Y me deja pasar sin más.
Frankfurt.
Trato de buscar la puerta de embarque del avión para Bilbao. En la cola para el control de equipaje de mano se nos cuelan cuatro personas: una vieja y tres mostrencos. Llego al control y la chica me habla en inglés sin ni siquiera mirarme a la cara:
– Si tienes un ordenador, ponlo en una bandeja a parte y lo demás ahí y pasa por el arco
– Vale
Al pasar por la maleta, ven algo raro y me paran:
– ¿Esta es tu maleta?
– Si
– Abrela
– Voy
La abro un poco acojonado por las formas, lo primero que se ve son dos sobres de Udón y Soba que Michiko me ha regalado para que se lo cocine a mis padres, con sus respectivos paquetes para hacer la salsa.
– Ah, comida basura, muy bien
– No es comida basura, es comida japonesa, así que todo lo contrario más bien
La tía visiblemente incomodada por la respuesta se dedica a sacar absolutamente todo lo que hay en la maleta y lo desperdiga por la mesa, el resto de gente espera. Cuando se aburre de ver que sólo llevo libros y cuatro tonterías, me dice:
– Vale, puede irse
Y me deja allí volviendo a intentar que todo entre en la maleta mientras se va formando una cola del copón. Yo no tengo otra manera de irme de allí que con todo dentro, así que me tiro un buen rato. La tía, encima, me mira mal como si fuese culpa mía y se dedica a cuchichear con su compañera señalándome en vez de hacer un mínimo esfuerzo por ayudarme a arreglar la que ha preparado ella sola.
Bilbao, día de volver a Japón.
Voy con mi maleta de mano un poco acojonado por si me paso de peso, lo pongo todo en la cinta transportadora y al pasar por el arco el guardia civil que está zampando chicle, me dice que deje la chamarra también. La dejo, vuelvo a pasar por el arco y me doy cuenta que llevo el cinturón metálico puesto, pero no se si ha pitado el chisme o no. El tío también se da cuenta:
– Esto te lo tenías que haber quitado antes, hombre (tono de perdonarme la vida)
– Ah vale, no me he dado cuenta hasta ahora
– Ba, ya es igual, venga tira tira
Recojo las cosas y me voy. Aquí también he tenido que poner el ordenador a parte en una bandeja él sólo.
Frankfurt. Último transbordo.
Paso con la maleta de mano por el control, el señor me da los buenos días mientras me pide el pasaporte:
– Buenos días, señor, ¿me permite su pasaporte, por favor?
– Buenos días, si si, claro, tenga
– Muy bien, todo perfecto, que tenga un buen viaje
– Muchas gracias
Narita. Tokyo. Ya llegamos.
Después del viaje más curioso de mi vida, recojo la maleta grande que había facturado y me dirijo al control. El hombre ve mi pasaporte y me habla:
– ¿Puedes hablar inglés? (en inglés)
– Si si
– ¿Puedes hablar japonés? (en japonés)
– Si, un poco (en japonés)
Después de hacer estas dos preguntas, a continuación me dice todo en dos idiomas. Primero en inglés y seguido en japonés, yo le contesto en lo primero que me sale:
– ¿Cuanto has estado fuera? ¿Cuanto has estado fuera? (inglés – japonés)
– Dos semanas
Así me hace dos o tres preguntas del estilo en dual, y después me saca un panfleto donde se ven fotos de drogas: maría, pastis… de todo
– ¿Lleva algo de esto en la maleta?
– No
La siguiente hoja es de armas: pistolas, espadas, cuchillos
– ¿Y algo de esto?
– Tampoco
No se si no se lo cree, o es que está aburrido, así que me pide abrir la maleta. Yo ya resignado la abro, lo primero que se ve es un plumifero de Karate que me compré y que resulta que está más arrugado que la pata de Periko:
– SKIF, esto es de Karate, ¿verdad?
– Si, Shotokan
– Está muy arrugado, disculpe.
Y coge el tío y se dedica a sacarlo, alisarlo con la mano y doblarlo perfectamente cual dependiente de Zara. Yo me quedo chato:
– Muchísimas gracias
– Nada nada. ¿Esto que es? (señalando a un envoltorio con un regalo)
– Es un regalo, un cuenco
Mete otra vez la chaqueta de la SKIF cuidando que la ropa no sobresalga, y llama a su compañero. Entre los dos me cierran la maleta mientras yo miro el cuidado con el que lo hacen. Después me dice que mueva los números de la combinación por si se abre sin querer, coge la maleta y la saca por el otro lado de la mesa para que no tenga que bajarla yo:
– Vale, vaya con cuidado y muchas gracias
– De nada, a ti