Patatas a la almeja

Yo creo que las patatas con sabores raros es lo que más triunfa en la cocina de la madre de Peneke. Por cierto, que mucha gente me anda diciendo que es Paneque… nooo, el mío se llama Peneke, que os habéis equivocao de artista. El mío me lleva más marcha!

El caso es que el otro día probamos Flapy y yo a pachas un paquete de nombre insuperable:

Patatas con sabor a almeja enmantequillá

Al lío, que hace frío:

Datos del problema: vale 135 Yenes, es de la marca de los sinflequillo, y se ve almejamiento con mantequilla por estribor

Se nos revela que la mascota es una patata macho que le han puesto una banda cual mister tubérculo, y que tiene sombrero y guantes

Imagínate que coges un paquete rufles, le echas el caldo de cocer las almejas y luego las dejas secar. Pues a eso sabe. ¡Si señor, un sabor conseguido! (de la mantequilla ni rastro)

El notario Flapy da fé de que lo que digo es tan cierto como que no ve en estéreo un tuerto.


Uji

Este bien podría haber sido perfectamente el pueblo de Uji Geller y que todos se líen ahí a doblar cucharas con la perola, pero coincide que no. Y ademas era Uri, no Uji.

Resulta que aqui me dijo el tio Flapy que tenia que ir, porque molaba, y no le falto razón, no, si es que Fla es mucho Fla aunque no sea de Bilbao.

Tanto Uji como Flapy están situados entre Nara y Kyoto, aunque Uji tiene un peazo de río que lo cruza por el medio con su agua y todo, lo que hace que sea más bonito que un ocho dibujado en papel milimetrao con portaminas.






Yo conté cuatro puentes, pero el que más me gustó fue el rojo, aunque estaban unos maeses puenteros arreglando un cacho:




Una de las cosas de las que están más orgullosos los ujienenseros de Uji es de que en su ciudad transcurren los capitulos finales de «La novela de Genji«, la que se puede decir que es la primera novela que se escribió en el mundo, más viejuna que el Quijote y el de Petete juntos. Así que hay referencias a la copla por todo el lugar. Que digo yo, ¿cómo se inventa uno el escribir una novela?, igual se sienta uno en un banco y dice: voy a escribir aquí en esto blanco que llamaré papel las trolas que le cuento a la vecina que se cree todas y se ríe, a ver qué pasa… Lo llamaré «luna llena«. ¡Ah no! que eso está ya pillao, vale, pues lo llamaré «novela» porque está oscuro y me he quedao sin velas.



El segundo motivo por el que uno de Uji puede mirar por encima del hombro a uno de Osaka ahí con rentintín es porque tienen el templo que sale en las monedas de 10 yenes y que, por cierto, es más antiguo que los pasadores de pelo de Mercedes Milá. Antiguo, pero bonito, como las bicis de cross con manguitos de tiras de velcro en el manillar:





Sigamos: si mi pueblo es famoso por tener una fábrica papelera que cuando vas llegando la vas oliendo, Uji también es famoso por su té verde que es de los más caros y de mejor calidad de Japón. La cosa es que saliendo del templo de los 10 tariles, empieza uno a oler a tostado, pero un olor delicioso que no llega a ser de comida y que recuerda un poco a café. Pero tampoco es café, es como cuando se te requema el arroz, pero al principio cuando huele bien, no la humera.

Hasta que ves las máquinas que están tostando té:

Este té se llama Hojicha, que me he aficionado ultimamente y que sabe tostadete pero muy muy rico, a mi me recuerda a los pepes de churruca esos gordos. Ojo, que antes de grabar con la cámara le compre un saco a la dueña, y otro de té verde del caro que ya que me fuí hasta allí, es lo menos que podía hacer.

Y como el té es famoso, no podían faltar restaurantes con productos de todo tipo basados en tamaña planta verdácea con hojas:






El caso es que luego le pasé por los morros a la profesora del té que había ido ahí, y le dió mucha envidia, así que sí que tiene que ser famoso el sitio, ñañaña.

Por supuesto, le llevé un poco de té del caro para hacerle la pelota a ver si así me deja no estar todo el rato sentado sobre las rodillas, que se me duerme aquello a la de ná que empezamos la clase.

Resumiendo: que si estáis por los Kyotos/Naras/Osakas, que os gastéis aquí una mañana porque es un pueblo muy bonito, los templos molan y el paseo por la calle de lo del té es para verlo.

Ah! y el tío Flapy también lo acronicó aquí y contó mejor lo del templo de las monedas de 10 pepinos (Ale, sin ofender) aquí


Fotógrafos veteranos en Uji

El día que fuí a Uji, que esto os lo cuento en menos que canta un pichón, me encontré un montón de señores mayores con unas pedazo de camarotas que ya quisiera para sí el National Geographic.

¡¡Estaban por todos los lados y sacando fotacos prácticamente a todo!!

Yo les saqué a ellos:










Y es que la veteranía es un grado, y si le sumas tubarros como esos, ya nos ponemos en muchos grados, ya… Digo yo que con semejantes bichos le sacarán hasta las mitocondrias a la gente! Y artritis no se si tendrán, pero cargar con esos mostrencos tiene que tener su aquel…

Nacho y Adela in the world

Hace tiempo que Nacho me envió estas dos fotos de Adela con la Kotoba, y entre que sí entre que no, voy yo y no la publico hasta un mes después.

¡Con la ilusión que nos hace que nos mandéis fotos!

Así que desde aquí les pido perdón, y encantadísimo os enseño las fotos que, además, se han sacado aquí al lado. Fijaos que guapa sale Adela con la Kotoba, y en qué pedazo de sitios:

En Kamakura, con el Buda que hicieron en Bilbao

En Shibuya donde nunca nunca hay casi gente

¡¡5 ikupuntos para vosotros!!

¡¡ Arigatós a los dos !!

Estáis fichaos!

La mejor foto de febrero

Pinchando en la imagen se ve en grande


Fui a un sitio del que ni siquiera había oido hablar. Escondí el mapa con la ruta a los templos en algún bolsillo, y me senté en un banco a que el sol me secara la soledad.

Y descubrí que aunque llegué sólo, no lo estuve en ningún momento porque me acompañaban preciosos detalles de humanidad.

Era sólo que no me había dado cuenta que no estaba solo.

Flapy, gracias por la recomendación del sitio y por el objetivo. ¡Y por todo lo demás!


Vamos sumando muchos meses ya…

Shinkansen

Esto viene a ser el tren pato ese que te cruza Japón de lao a lao en un estornudo, un pestañeo, un telediario, un flis y un flas. Vamos, que el conductor puede decir eso de «Yo conduzco a toda ostia» con más derecho que el Sr. Lobo

Yo cogí uno para ir a La Comarca a ver al tío Flapy, y fijo que tardé menos que Frodo con esas patas ahí todas llenas de pelos, que no son patas, son pezuñeras ya. Que no se puede ir por la vida deshilachando felpudos con esas uñacas!!

Bueno, señores, pasemos sin más dilación, pues, al tren pato:

Digo yo que los mosquitos igual pasan a otra dimensión del pedazo estampamiento ahí contra el trenaco. Voy volandoooo, que feliz soooyyy ¡POM! a tomar por cleta mosquito trompetero

A mi se me parece a un avión con sus bandejas y todo en los asientos. Ojo a los pomillos esos pa que te sea más facil levantarte asiéndote (y agarrándote también).

Espérate, que aquí hay un mecanismo palanquil cuyo funcionamiento es menester averiguar

Anda, yo aprieto y ahí sale un pincho para fuera… hum hum….

¡¡Toma ya!! ¡¡Lo resolví en menos de un cuarto de hora!!
Lo llamaré el ikuperchero apalancador verticalizado de la pared

Yepa, ¿eso que es lo que es? una lucecilla ahí, y un cartel con chirimbolos….

¡Parabán! ¡un enchufe! perfecto para poner el portátil y ver series. Estuve viendo Galáctica que fue como si estuviese en la nave, pero con cylons japoneses o algo… Gaeta! calienta ramen que hay contacto Osaka!


Ikunejitas

No se si sabéis que me he ido con Flapy a la comarca, que es donde el gambitero de él lleva viviendo un puñao. Esto está entre Nara, Kyoto y Osaka, así que nos hemos ido de gira por estas tres ciudades a parte de otros sitios chulos chulos.

El caso es que ahora, aprovechando que se ha ido al laboratorio, os vengo a contar la que me ha liado hace unas horas, que no sé ni como le miro a la cara.

Después de una gran visita por Nara, donde está el buda más grande de todo Japón, me he quedado ávido de cultura y le he insistido a David para que me lleve a otro lugar coherente con mi interés.

Me ha llevado a Osaka, y después de dar un paseo en el que me he empapado del gracejo natural del lugar, le he seguido a un ascensor, hemos subido y cuando se han abierto las puertas, he podido comprobar lo que entiende por cultura aquí el rey gambitero.

Allí no había ciervos ni budas ni templos ni ná, lo que nos hemos encontrado son a unas gachís vestidas de conejitas que te servían de beber mientras te daban conversación. Vamos, resulta que por esa zona de Osaka hay una serie de bares que son temáticos donde lo más sexo-erótico-festivo que hay es que las camareras están vestidas de algo y ya está. En este caso eran conejitas, pero también había otros de colegialas, sirvientas… en fin, a ver quién me niega que esto no es cultural!!!



El sandwhich de nocilla, fresa y kiwi

Imagínate que coges pan bimbo, tres rebanadillas ahí. Y entre las dos primeras le metes un chute de nocilla y dejas que se peguen bien. Luego coges la manga pastelera y le enchufas un flis poniendo todo hasta arriba de nata. Después vas y sumerges en la nata trozos de fresa, piña y kiwi, y para acabar de prepararla parda, vas y lo tapas con la otra rebanada de pan bimbo y lo vendes como el «Sandwhich de frutas y chocolate».

Pues eso…


Pues, oyes, ¡que estaba bueno y todo!


Comentarieros

Como tengo la cabeza tontuna, o como diría mi madre: soy un tontopelao, estoy delante del ordenador y de repente me viene un personaje a la cabeza y cuando me quiero dar cuenta, ya lo tengo enfilao en el fotochop.

Así que aquí va una recopilación de todos los amigüitos que me ayudan a convenceros de que dejéis esa galvana típica que os caracteriza y me dejéis un comentario:

shinosuke.jpg
bacteriofull.jpg

Alguna que otra chorrez más ya puse también, ya:

En fin, no sé si se puede decir que los comentarios han subido o no gracias a mis ikucolegas, pero yo me lo paso mejor que Arguiñano en un mercao!!

Por cierto, me falta Arguiñano

Desclasificando una noche

Llevaba coleta la chica que quiso jugar a que nos conocíamos de siempre y me agarraba de la mano sin ni siquiera saber mi nombre.

Aquella noche pasaron cosas. Hubo muchos momentos de esos que vienen a la mente añadiendo cada vez algún nuevo detalle, y de paso haciendo que se conviertan en algo más real, como siendo un poco menos recuerdo.

Fue un buen mes, el ambiente de la oficina era el mejor que había habido siempre, y que habrá, al paso que van las cosas. Así que esa tarde fuimos a la fiesta de bienvenida de Akira como el grupo que nunca debimos dejar de ser: con sonrisas sinceras y principios de lo que parecían amistades. Y comimos, bebimos, reímos, cantamos… cada uno en su idioma y en el de todos a la vez, porque el alcohol suelta lenguas y aviva ingenios.

A algunos no nos esperaba nadie en casa, así que cambiamos el último tren por el primer bar de una conocida zona de Tokyo. Y a uno siguieron otros y otros. Tampoco era tan distinto que salir por mi pueblo, salvando las distancias, e incluso no faltó el momento en el que decidí salir fuera a refrescar la vista y purificar el olfato.

Me senté en una valla, y una chica vino y se me puso enfrente. Estaba tan borracha que me gustaría saber cómo me veía, si es que lo hacía.

Estoy tan borracha que casi no veo – me reconoció en inglés
Ya veo ya, cuídate, ¿eh?
Gracias, tu eres muy guapo. Te quiero
– Jaja, claro claro

Entonces vinieron dos amigas, la cogieron cada una de un brazo riéndose y se la intentaron llevar.

Perdona, ¿eh?, es que ha bebido un poco -y al hacer el gesto de «un poco» con la mano se le escapó una carcajada
Nada nada
No te olvides que te quiero mucho, ¿eh? -dijo la primera sin ni siquiera levantar la vista del suelo
No no, tu tranquila que no se me olvida

Y en lo que fue un intento desesperado por ir recto, las tres chicas se fueron caminando zigzageando por delante de la puerta del bar de donde yo había salido hacía ya un rato.

Volví a entrar, pero allí no estaban mis compañeros. Llamé por teléfono al único que tenía en mi agenda, y no tenía cobertura. El primer tren no salía hasta cuatro horas más tarde y yo era la segunda vez que salía por aquél lugar, así que la cosa pintaba, cuanto menos, emocionante porque no tenía ni idea de qué iba a hacer todo ese tiempo ni para donde tirar.

Entré en dos, quizás tres bares más buscándoles sin éxito. Así que, cansado, me senté en la entrada de algo parecido a un portal.

Como si el sentarse sólo fuese la estrategia a seguir, una chica vino y se sentó a mi lado.

Hola, ¿estás sólo?
Si, un poco
Si quieres yo te doy un masaje
Vaya, y yo que pensaba que había ligado. No no, gracias
¿Seguro?
Segurísimo, no hay nada que hacer
Ya veremos. ¿De dónde eres? tienes un acento raro
Del norte de España, no se me da muy bien hablar en inglés. ¿Y tu? no eres japonesa, ¿verdad?
No, soy china, aunque llevo aquí muchos años
¿Hablas japonés?
Si, tendré acento supongo, pero la mayoría del tiempo hablo en japonés
Ala, que envidia, yo ahí ando aprendiéndolo
Bueno, al final si vives aquí acabarás hablando aunque no lo quieras
A ver si es verdad
¿Porqué estás solo?
He perdido a mis compañeros de la oficina, luego en un rato les seguiré buscando
Pero si quieres puedes estar conmigo y así no estás sólo
Jaja, no no, de verdad, gracias
Para mi no sería ni trabajo, ¿eh?
Es todo un honor, pero de verdad que no, lo siento
Vale, pues me voy a lo mío. Que tengas suerte con tus compañeros
Gracias, y tu con lo tuyo
Jaja, a ver

Y la chica se fue por donde vino. En cuanto la perdí de vista, me levanté y me fui en la otra dirección, no fuese a ser que la cosa se complicase y volviese con alguien que tratase de convencerme de una manera menos agradable.

De repente estaba en un bar con un vaso de té en la mano dispuesto a quedarme allí hasta, por lo menos, que el maquinista del primer tren apagase el despertador. En el camino al baño, pisé a una chica, con fuerza, con todo el talón en el medio de sus dedos. Ella gritó, yo puse cara de circunstancia, sabiendo que le tenía que estar doliendo con ganas y le pedí perdón todo lo sentido que pude. Le quitó importancia, y me dejó seguir mi camino.

Cuando volví de mi misión prioritaria y volví a pasar por delante de ella, le pedí de nuevo perdón, y, otra vez, me dijo que no me preocupase, que esas cosas pasaban.

Pasaron muchos minutos, quizás alguna hora, yo tuve que volver al baño y en la puerta me crucé con ella que me sonreía. Yo fui a lo mío. Al salir y pasar por tercera vez a su lado, ella me tiraba besos con las dos manos. Me acerqué riéndome y le dije que si tanto le había gustado, que le pisaba el otro pie.

Ella se reía y de repente me cogió de la mano, me atrajo hacia sí y me dijo al oido:

Tampoco me ha dolido tanto

A aquella frase le siguieron otras muchas. Hablamos durante tiempo, me presentó a sus amigos y cuando supieron que me había quedado sólo, me llevaron a otros bares, y cantamos, y bailamos, y bebimos para acabar luchando contra la futura resaca comiendo ramen.

Uno de los amaneceres más bonitos que recuerdo puso fin a aquella noche en la que sentí que, a veces, la luna juega con nosotros como si fuésemos muñecos y nos mueve y nos maneja de una manera irónicamente espontánea. Como si todo fluyese, pero así, de esa forma, como ella lo ha dispuesto.

Dicen que si la Tokyo Tower se apaga cuando dos novios la están mirando, que entonces su amor se romperá para siempre
Pero tu y yo no somos novios
Claro que no, ni lo vamos a ser. Igual por eso estaba ya apagada cuando vinimos
¿Pues sabes qué? que me alegro de haber perdido a mis compañeros, aunque tu no me quieras besar
Es que no te conozco
Pero me agarras de la mano
Si, y te tiré besos con las manos. No me preguntes porqué
Porque te pisé y te pareció mono cómo me disculpé
Me caiste bien… ¿sabes porque no te beso ni podemos ser novios?
Porque ya tienes uno
¿Cómo lo sabes?
Se nota, pero me da igual, yo tampoco quiero tener novia
Eso lo dices para fastidiar
Un poco si

Después el metro nos separó, y cuando llegué a casa me dí cuenta de que no me acordaba de su nombre, ni siquiera sé si me lo dijo. La verdad es que poco importa.

Hideo era el de su novio. Ese no se me olvida.


Koishikawa Korakuen

El invierno lo que tiene es que a parte de que con el frío todo se encoge, en cuanto sale un día un pelín bueno todos salimos a la calle a recolectar rayos de sol cual lagartija lagartera. Bueno, yo por lo menos, que si volviese a nacer seguro que sería oso por eso del hiberneo (y un poco también por los pelos que me han salido en la espalda, que parece que voy mutando los días pares). Así que el domingo me fui a un parque que me quedaba por conquistar, y que resulta que es el más antiguo de Tokyo, el Koishikawa Korakuen, que aunque se abrió como parque en 1938, existía desde 1629, así que mira si era viejuno.

Uno se encuentra un parque pequeñito, cuco, nada que ver con esos otros enormes como el Hamarikyu o el Shinjuku Gyouen. Para mi no tiene nada que envidiarles, porque, para empezar, en este hay un recorrido a seguir que incluye pasar por piedras encima de un lago, subir una montañita, atravesar un puente… vamos, que no te aburres ná de ná.



Además, como es pequeño y hay más de un recorrido, te vas cruzando con la misma gente unas cuantas veces y como tienes que ceder el paso y así, los acabas saludando. Se hacen compañeros de andaduras, amigos!



También había un señor ahí pintando un cuadro que si el hombre está más serio lo mismo se ríe y le sale una grieta:



Y patos, había patos, y yo que me estoy añoñando por momentos… el domingo sacando fotos a los patos, y ayer encendí velas en casa. ¿Qué va a ser lo siguiente? ¿Laura Pausini?, jodé, haced algo!.


Yo me quedo con las piedras del lago, creo que de los parques de este estilo es lo que más me gusta, la cosa esa de ir de piedra en piedra cual grácil ikusuki. (Dios, la cosa va a peor, será la primavera?!?!?)







Después de pasar esa zona con el puente rojo, que anda que no mola la pianola, uno da una vuelta por un lago grande en medio del cual hay una isla toda cuca:




Tampoco podían faltar los puestillos de sake caliente dulce, comida y flores que todo parque es menester que tenga para que los señores visitantes se gasten los cuartetos:



Cuando me iba yendo, resulta que en un pequeño escenario que tenían allí montado empezó un espectáculo de marionetas que estuve grabando como pude usando el trípode elevando la cámara por encima de la gente, que había allí más personas que ni sé. La historia duró bastante, pero yo lo he resumido y aquí os lo pongo, porque soy más majo que los lacasitos rojos:

Se puede visitar apoquinando 300 Yenes, que es ná, si uno va a la estación Iidabashi (líneas Oedo, JR Sobu, Tozai o Namboku). Además si uno tira un par de estaciones más se planta en Akihabara, así que tampoco es que os vayáis a un sitio desde el que luego no se pueda hacer nada.


Las torres misteriosas

El otro día me pegó un frisbi al melón y nada más salir de la estación de Shibuya me puse a andar de frente dejando atrás todo el jaleo ese de pantallas y gente a puntapala, así sin rumbo fijo, por lo segao.

Llegué a una calle grande, y me dió por torcer a la derecha y seguir andando. La verdad es que no había ni una tienda ni nada, y la calle estaba en obras… vamos que aquello era más feo que el ombligo de un manatí, y yo con más hambre que el que perdió el abrelatas en Lost (anda que no le caerían yoyas a ese).

Y hablando de Lost, estaba ya desmayao cuando levanto la vista y de repente aparecen ahí unas columnacas puestas en el medio de la nada, bastante más altas que las casas de alrededor y con una pinta más rara que ni sé.

A mi lo que me vino a la cabeza fue John Locke pegando patadas a una para intentar abrirla y ver si asoma Desmond o qué…

¡¡Nooo, no son hoteles cápsula en vertical!!

Conté por lo menos cuatro torres recóndito-enigmáticas, dos atrás y dos un puñao más para delante

Columnas para una autopista no puede ser, porque la altura es tremenda

Viviendas y así tampoco porque no tienen ventanas, y eso es más estrecho que la tripa Wall-e

Eso si, una vez acaben las obras (una carretera subterránea), ahí se siguen quedando…
Así que ya me diréis qué se está cociendo aquí, porque yo me quedé chato, sobrecogido, amedrentado y estremecido a partes iguales.

Eso sí, el hambre no se me quitó, y en cuanto llegué a Shinjuku y vi un poco de civilización, me zampé un perolo de Ramén que no se lo saltó un rocín percherón.

¡Marcho, que he quedao!

El incidente

Hay que ver cómo somos, los líos que nos hacemos en la cabeza nosotros sólos… resulta que lo pasé mal durante dos clases de Karate seguidas con el mismo profesor y desde ese mismo momento mi mente ya tomó la decisión de no volver más. Y cuanto más pensaba en ello, más terrible parecía lo que en realidad pasó. Hasta que me planté y me obligué a luchar conmigo mismo para desentrañar las razones por las que le había cogido tanto miedo a la situación, y si de verdad era para tanto.

Así que dándole cancha a la sensatez añadiéndole mucho coraje, me presenté allí el viernes pasado dispuesto a lidiar con lo que se me pusiese por delante. Porque uno tiene que hacer lo que tiene que hacer, y además a veces coincide que se encuentran las ganas.

Pero el tan temido profesor no vino, y me sorprendió ver que lejos de sentir alivio, lo que en realidad estaba era decepcionado por tener que esperar una semana más para plantarme delante de un miedo que sigue estando ahí, y que necesito que desaparezca antes de que siga creciendo.

Y resulta que cuando menos lo esperaba, este lunes, pasó algo que superó holgadamente a lo que fuera que fuese que pasó con el profesor de los viernes.

Este primer día de la semana no tiene mucho éxito, no solemos estar más de 5 o 6 alumnos mientras que el resto de días la cifra se multiplica por dos o tres. Ignoro la razón… ¿quizás los lunes hay trabajo atrasado que sacar adelante en la oficina?. Este lunes por no venir, no vino ni el profesor, así que uno de mis compañeros de clase tomó el relevo y al final de una clase bastante dura, nos mandó hacer combate entre nosotros. Al segundo o tercero, a mi me tocó con otro señor mayor y estuvimos peleando un rato hasta que le di una patada en el estómago. No fue fuerte, pero le entró de lleno y el hombre se quedó boqueando. Yo le pedí perdón y el profesor me echó la bronca porque no supe tener control, quizás no le faltaba razón.

Y a partir de ese momento, pasó lo que nunca pensé que pasaría: mi compañero empezó a insultarme, a hablarme en un japonés muy rudo gritándome que no estábamos en un campeonato del mundo, que qué me había creido. Me llamó cosas que suenan entre tonto y gilipollas («aho», «baka») como veinte veces seguidas, que a quién se le ocurría pegar así, que no sabía controlar mis patadas… que yo que sé. El profesor, lejos de cortarle, aunque es cierto que también estaba sorprendido, le daba la razón y seguía leyéndome la cartilla.

Yo callaba, pedía perdón cuando había oportunidad y miraba al suelo, menuda bronca me gane.

La clase acabó, saludamos y yo me fuí directo al vestuario. Lo que quería era irme de allí lo más rápido posible porque mi paciencia estaba llegando a un límite. Pero todavía fue peor: dentro del vestuario siguió con su retahila de insultos combinados con quejidos sobre sus costillas que daba la impresión de que se las había roto en veinte cachos.

Su tono era despectivo a más no poder, tanto que parecía que me iba a escupir de un momento a otro. Aunque el momento cumbre fue cuando metió «gaijin» entre medio de alguna frase, con lo que ya lo acabó de bordar.

Él se cambió y se fue antes que yo y el resto de compañeros me miraban en silencio intentando adivinar mi reacción, que no fue otra que despedirme y marcharme con la cara muy seria, aguantándome las ganas de gritar cuatro verdades.

Estaba montándome en la bici cuando una compañera vino donde mi y me dijo que no me preocupase, yo le di las gracias y para tratar de animarme se le ocurrió darme dos plátanos de los cuatro que llevaba en la bolsa.

Al llegar a casa, recibí tres mensajes, todos diciéndome que no me preocupase lo más mínimo. Dos de dos compañeros, y el tercero del profesor.

Cené dos plátanos.

Y no dormí nada en toda la noche.

Por más vueltas que le doy, lo que ocurrió no fue más que que le di una patada a un compañero que no fue para nada fuerte aunque quizás debería haberla controlado un poco más. Y al darme cuenta que le había hecho daño, le pedí perdón con toda sinceridad porque nada más lejos de mi intención que hacer algo así a propósito.

Lo que él vió fue que un chico jóven, no tengo claro si le importó que fuese extranjero o no, le perdió el respeto a las canas con su recién estrenado cinturón negro y se atrevió a darle una patada de la que ni se dió cuenta hasta que le alcanzó. Y si eso le dolió físicamente, más le dolió en el ego ese que se ha labrado durante tantos años de desgastar el cinturón, y eso le hizo olvidarse de aquella frase del dojo kun que dice que «hay que respetar a los demás y seguir las normas de etiqueta» y se creció insultándome como no lo habían hecho nunca hasta aquél día.

Si hubiese sido otro tiempo y, sobretodo, otro lugar, habríamos acabado muy mal.

Ayer, enfrentando la situación, no fuese a ser que se convirtiese en otro miedo más, volví y la clase la dio Hirokazu Kanazawa, y sin él saberlo, me disipó de golpe toda duda que pudiese tener sobre si soy uno más allí desde hace dos años.

Por mi, ya pueden juntarse todos los que quieran y ponerse a sumar sus egos, porque no podrán con el mío. Sea viernes, lunes o fiestas de guardar.

Eso si, que luego no me vengan con historias, porque hay cosas que no se pueden olvidar.

Y si, también es por principios.


FlaGambiter Tour 2009

Flapy da más vueltas que el sastre de Bud Spencer, y es que este hombre una vez pensó en estarse quieto, pero se le pasó pronto, afortunadamente para nosotros por cierto.

El caso es que Fla ha estado haciendo un Gambiter Tour de los suyos por China, y se ha pasado por la apertura del diafragma a todos los sitios esos que sólo él se sabe porque es un tunante de los calcetines a las cutículas.

Y como los de eDreams saben que Fla es mucho Fla, se les ocurrió que qué mejor forma de promocionar su nuevo videoblog que lanzar la serie de «Flapy en China» con videos que ha ido grabando durante su gira. De su estilo, si, ese en el que pone alguna gachí de vez en cuando.

Así que si juntamos el buen hacer de Fla, su experiencia en esta clase de viajes, y las ganas que le pone a todo, entonces nos sale:

Encima va y se acuerda de acordarse de nosotros, y coge y se saca una peazo de foto con la Cienpiés Cyán en el centro de la plaza central de Xian, que está entre la torre de la campana y el tambor:

En la pasarela podemos ver a un pedazo de hombre, que con la ikusuki camiseta, se ha convertido en hombretón


¡David, todo un honor, como siempre! ¡Muchas gracias!

El gatostiable

¡¡Inauguro sección!!

Jodé, soy peor que un ministro, no hago más que inaugurar historias que luego no valen para nada… pero bueno, en fin, yo me entretengo.

El caso es que no podía dejar pasar por alto a semejante aberración mascotil, a tamaño esperpento desfigurado, al engendro caraflauta que ha resultado ser el icono de la ternura para todas las niñas del mundo (y hermanos del tipo del de Mauricio). Me estoy refiriendo, cómo no, al:

¡¡ Gato sin boca de los huevos !!

Macarrones del minino que tienen forma de flores.
Ojo: sube el azúcar, es altamente empalagante sólo de mirarlo

Analicemos:

– El bicho está desfigurado: no tiene boca, esto es así. Mientras nosotros bostezamos, parlapuñeamos, sacamos la lengua y el chino de mi curro pastababea, el bicho este no hace nada. Caries no tendrá ni una, eso fijo.

– Tiene visión periférica, vamos, que si le separan los dos lunares esos que tiene por ojos otro medio kilómetro lo mismo vé de espaldas.

– Se hace llamar «Hello Kitty«, lo que es la mayor gilipoyez que se le pudo ocurrir a alguien. Es como si yo digo que a partir de ahora me llaméis «Aupa Toscano» siempre. Aupa Toscano, si vas a salir trae el pan. ¿Está Aupa Toscano? que se ponga. Aupa ahí Aupa Toscano

– El lazo rojo ese que lleva es tri-odiable y policursi, y da igual que vaya en globo o que esté en el fondo del mar, que no se le mueve ni pa Dioh.

Y lo peor es que estamos totalmente rodeados del Aupi Gato este de los tamagos, así que en esta nueva sección que inauguro hoy por la mañana con la fresca, iré analizando todos esos productos que han tenido la desgraciada idea de poner al bicharraco en su diseño. Es algo así como la de la madre de Peneke pero en gatomudolby surround 5.1.

Ahí vamos:

De los macarrones de antes, pasamos al Furikake, que son condimentos que vienen resecados y se les echa encima al arroz para darle saborcillo y colorcillo. Hay de todo: carne, pescado, verduras, con sal, sin sal, con sésamo, sin sésamo…

Con el denominador común de que se necesita una boca para ingerirlos…

… que se lo regaló su madre dice, su madre que se llamará «Bye Kotto» o algo así…

Cuánta filosofía encierran sus palabras (escritas, claro está)… ¡¡Pero si ya te lo dices tu sóla o sólo o lo que coño seas!!

Aunque lo peor estaba por venir… cada sobre tiene aquí a la dicharachera familia haciendo actividades como… ¡¡hablar por teléfono!! ¿con qué!?!?? ¿por dónde?!?!?

Es menester que gritemos todos juntos:

¡¡ Siii, yo también le ostiaría !!!!

Te pido perdón


Te tengo que pedir perdón porque miento cuando digo que soy de Bilbao, y tú sabes que no es verdad mejor que nadie. Porque tuyas son las calles que he ido pisando con cada nuevo número de pie que iba estrenando.

Porque aunque no te lo creas, me acuerdo del día en que un vecino me dejó su bici y fui capaz de dar muchos pedales antes de caerme al suelo, y corrí escaleras arriba a decirle a mi madre que me quitase las dos ruedas pequeñas de atrás de la mía, porque ya me había hecho mayor y no las necesitaba. Y sé que tu me has guardado el secreto de todas las veces que me caí por no querer admitir que había sido demasiado pronto.




También sé que sabes que ponía clavos en las vías del tren para hacerme navajas con mis amigos, y después íbamos al jardín de la casa abandonada, el «chalet», para cortar ramas de los árboles pequeños y hacernos flechas. Y, como a la mayoría de los que jugábamos donde ahora tienes el ayuntamiento, me has visto caerme a la vieja piscina y tratar de salir entre sapos, musgo y lágrimas.



Cuando por fin mi madre se pudo sacar el carnet de conducir, el R7 de la familia eras tu el que lo vigilabas, y nos dejabas salir de vez en cuando para ir a la playa de Castro Urdiales en viajes de mil curvas y mareos, y cintas de música, de noventa, para no tener que darles la vuelta más de un par de veces.



La mitad de mis amigos iban a la otra escuela que albergabas, y ellos empezaron a estudiar inglés unos años antes que yo, así que seguro que te reiste cuando César me puso aquel mote de «Koki» porque aquél día estudiaron cómo se decía «galleta» en inglés y el sonido le pareció lo suficientemente gracioso como para adjudicármelo de nombre. Recuerdo como algunos amigos llamaban y preguntaban por Koki en vez de por Oskar, y mi madre decía que allí no vivía nadie con ese nombre, y Javi se reía.

Quizás no sepas que cuando volví a verte en navidades, todavía hubo gente que me llamó así después de 20 años.



Sabrás que Mari Carmen y Maribel, las chicas de la librería de al lado del portal de casa, me guardaban los tebeos de Goku que recogía cada viernes, y llevaban la cuenta que, en teoría, yo pagaba a fin de mes aunque muchas veces lo hacía mi madre, lo que tampoco importaba mucho porque el dinero de mi paga venía del mismo sudor.


Y seguro que sonreirás con la misma ternura con la que lo hago yo, cuando te hable de la tableta de chocolate que mi padre siempre dejaba en la vieja caja de galletas María recortada de dentro del armario, y que yo me comía a escondidas, y él reponía. Y ninguno decíamos nada.

Acabé de estudiar en tu escuela quizás demasiado pronto porque quisieron que me hiciese adulto de golpe al llegar al instituto mientras yo trataba de encontrar el equilibrio entre sentirme tan mayor, tan hombre… y otras veces con tanto miedo o más que cuando era niño sin importar los cumpleaños que íbamos celebrando juntos.

Casi todas mis primeras veces fueron contigo: ver la nieve, aprender a nadar, mis amores, los desengaños, las amistades…

Recuerdo noches comiendo pipas con el Pirri en el banco de al lado del Batzoki planificando amoríos. Me vienen a la mente paseos hasta casa de mis abuelos, la niebla más espesa que haya visto nunca, viajes interminables en tren, tardes yendo a la piscina con César, el que me puso Koki, y cenas de palmeras de chocolate. Charlas con Borja y con Dani al salir de karate lo que hacía que mi madre, resignada, dejara la cena metida en el microondas sabiendo que tendría que recalentarla de todas maneras.


Aunque ahora me parece mentira, me acabo de acordar que hice la mili en la Cruz Roja donde aprendí junto con Gorka, Chema e Iñaki la teoría sobre cómo reanimar a una persona, aunque lo que más hacíamos era jugar a la playstation.




Esté donde esté, sé que tengo un lugar al que volver, que eres tu. Así que, Zalla, te tengo que pedir perdón por decir que soy de Bilbao, ¿pero sabes que pasa?, que aquí nadie te conoce y es más fácil no tener que andar con explicaciones.

Al fin y al cabo tu esperaste a que me fuera para poner un cine, así que estamos en paz.


Doritos al Wasabimayonesa

¡La novedad en snacks!, o como diría mi madre: «mierdas y guarrerías de esas que comes tú por ahí y luego no cenas, tonto pelao».

Pues eso,

los Doritos con sabor wasabi y mayonesa

Que el paquete daba a entender como que te venía una salsilla ahí a parte. ¡Pues no!

Estaban muy buenos: de mayonesa sólo tenía el título, y el sabor a wasabi le daba un toque suavemente picante… Si señor, repetiremos (y no cenaremos ese día tampoco, no se lo digáis a mi madre, que lo de tontopelao lo llevo mu mal!)

No es la primera vez que como algo con sabor a wasabi, y aunque estos Doritos sólo sabían un poco, me acuerdo de unas patatas que comí un día que aquello era como comer wasabi a cucharadas. Se me quitaron los mocos para dos meses, no os digo más.