Ahora que está un poco difícil identificar al gachó….
Lafuma
Es una tienda de ropa de monte estilo Coronel Tapioca…
Os dejo a vosotros los chistes…
Ahora que el maravilloso y poético Café Ano sigue sin ser superado.
Los dulces del té
Una de las cosas más bonitas de la ceremonia del té es que cambia dependiendo de la época del año, aún siendo igual. Me explico: los movimientos son los mismos, pero cambia el cuenco, el bote que contiene el té, la decoración, el kimono, los dulces…
Y no es sólo con las cuatro estaciones, sino que con cada nuevo «acontecimiento»: cuando florecen los perales, los melocotoneros, los cerezos, el día de los niños, el día de las niñas, tsukimi, setsubun, momiji…
En los últimos meses he ido sacando fotos de los distintos dulces que nos ha traido la profesora, y aquí los pongo para que veáis hasta que punto son elaborados:
La verdad es que cada día me gusta más ir a las clases, aunque se me duerman las piernas y haya días en las que no doy una a derechas. Además, la profesora siempre nos cuenta alguna historia sobre el Japón antiguo. Al fin y al cabo, esto que ando yo aprendiendo ahora es lo que compartían los señores feudales y el shogún cuando cerraban un trato, bebiendo todos del mismo cuenco y sin ni siquiera atreverse a romper una mínima norma de cortesía.
Aunque yo vaya en vaqueros escuchando música por el iPhone.
La tele en el iPhone
Este cacharro lo vi el otro día en una tienda de Softbank, te permite sintonizar la tele en el iPhone (que palabra más bonita es sintonizar, hay que ver). Además el sintonizador (oleee), también te vale como batería y todo, lo llamaré la sintonibatería:
Un día cualquiera en la nueva ciudad más cara del mundo
Jodo, y eso que yo lo titulé «Echando cuentas», menudo cambio!. Bueno, pues eso, que me han publicado otro artículo en soitu!!
Anda que como se me suba la tontería la cabeza, me vuelva un pejiguero y empiece a poner palabras como circunstancia, verdaderamente y procrastrinar…
jajaja, el ikumarqués me ibais a llamar!!
Premios Pacho Igartua
Una vez compré unas cuchillas de afeitar y mandé el código de barras a Gilette, y al de un mes me mandaron una caja. Resulta que era una promoción «aféitate gratis por un año», ¡y me tocó!, así que me enviaron a casa como 8 botes de espuma de afeitar, otros tantos de aftershave, un montonazo de cuchillas, un neceser todo molón… Aquello fue lo único que he ganado yo en mi vida, y fue por sorteo. Eso si, lucí un cutis como el culo de un bebé durante año y medio, daba gusto frotarseme (estoy seguro que ésta palabra tiene acento, ahora que adivina en qué letrita).
El caso es que estoy de finalista en el premio Pacho Igartua de El Correo Digital al mejor blog… Yo para mi ya ha sido todo un premio que me sacaran en el periódico el fin de semana con mi genial expresión de sabio milenario:
Aunque dí que podría haber sido peor, visto lo que Roberto hizo ahí en un rato:
En fin, gracias a los que me hayan elegido junto a César y Zuriñe, y decir que para mi ya es todo un honor ser parte como finalista de la distinción que honra a Pacho.
El premio lo entregan el 23 de marzo en Bilbao a partir de las ocho de la tarde, y Bea va a ir en mi lugar porque a mi me pilla un poco a desmano (aunque me encantaría ir). Ya os contaremos qué pasa!
Okonomiyaki en Nara
Okonomiyaki… como explico yo esto ahí sin parecer la wikipedia pejiguera sabihonda. Porque para copiar y pegar lo mismo, no hago un blog!
Weno, pues échale que te viene una chiquilla con un cuenco ahí lleno de huevo, harina y otros elementos cuajables, y va y lo mezcla todo y lo echa en una plancha caliente que tienes en la misma mesa. Claro, aquello no es como una tortilla nuestra porque se desparramaría todo, es como más denso el asunto y al contacto con el calorcillo de la plancha ya coge forma y la moza sólo tiene que estar un poco atenta al principio.
Y tu eliges los ingredientes, la pasta es siempre la misma, creo, y luego te lo mezcla con lo que hayas pedido. Los nuestros eran de queso y atún, y el otro del kimchi koreano ese que pica un tamago.
La chiquita lo prepara delante tuyo, le pega unos meneos, lo tapa y se pira. Al de un ratillo vuelve, le da la vuelta y te dice que en otro suspirillo ya le puedes meter mano pero que cuidao que eso quema.
Y al de un suspirillo lo cortas con las palas que te dan y te lo zampas quemándote las tres primeras veces porque de lo bien que huele no se puede esperar.
Anda, no me ha quedao mu mal!!!
Pero mejor véis el video que grabamos Flapy y yo en Nara y nos dejamos de farfollás:
El día que me examiné de cinturón negro
No llevo la cuenta de las veces que ese día ha venido a mi memoria, ni tampoco sé las razones que desencadenan que mi mente decida recordarlo. Hoy, después de una tarde de compras y paseos que nada tienen que ver con aquellas horas, de nuevo ha ocurrido.
Recuerdo que me levanté muchas horas antes de lo que hubiese sido necesario, y que desayuné muy sano, incluyendo muchos hidratos de carbono. De igual manera que si fuese un examen de la universidad, aproveché esos momentos previos para repasar y estuve haciendo movimientos en pijama delante del espejo tratando de no dejarme nada en el tintero. Me asusté cuando haciendo una de las patadas, la circular, me hice mucho daño en la ingle y pensé que no podría presentarme.
Cogí la bici y me dirigí al dojo con mucho tiempo y mucha calma, planeando no cansarme demasiado al subir las cuestas para que las piernas no se cargasen, y aunque no me acuerdo de qué canciones, si sé que iba escuchando una lista de música que había elegido durante esa misma semana. Canciones de esas que te consiguen motivar, que te animan, que te preparan.
Recuerdo a Fran llegando después de la clase y buscándome desde fuera para entrar al dojo y que todos supiesen que venía conmigo. Me alegró verle, y me relajó hablar con él.
Del examen sólo recuerdo que tenía la boca muy seca, que estaba mucho más cansado que de costumbre aún no habiendo hecho casi nada de ejercicio, y que cometí fallos que habría sido fácil evitar. Eso, y que Kojima fue mi compañero y el primero que me felicitó con un abrazo, seguido del señor que roncaba en el campamento y cuyo nombre no he tenido la verguenza de aprenderme, y de Fran.
Después fuimos a un izakaya, como suele ser habitual los sábados, y allí recibí más felicitaciones aunque no quería ser el centro de atención y procuraba no mostrarme demasiado entusiasmado. Bebí bastante, porque estaba con amigos y porque me apetecía, y aunque sacaron el tema una y otra vez, yo siempre le quitaba importancia porque al fin y al cabo yo ya era cinturón negro antes de venir a Japón y no le veía tanto mérito como ellos.
Cuando volví con la bici y pasé por el templo de al lado de casa, vi que estaban ensayando un matsuri y saqué la cámara de la mochila para grabar lo que pudiese. Era de noche, una noche más de tantas en las que habré pasado por ahí, pero me sentí afortunado de poder ver aquello. Seguramente el evento real fue mucho más espectacular, pero me encantó compartir la privacidad de un ensayo a la luz de la luna, con la ropa de casa y con la ventaja de no haber público favoreciendo la informalidad y quizás aumentando la autenticidad de las sonrisas y los gestos.
Hoy he buscado ese video, y me he sorprendido al ver el final.
Llevaba un rato llorando cuando paré de grabar y ya era imposible que se me entendiese porque las lágrimas sólo me dejaban balbucear.
Después de todo, aquel día fue mi día, aunque no me diese cuenta hasta que por fin logré estar solo.
El anuncio de Ale y Ai
No hace falta ni que les presente, pero si tuviese que hacerlo diría que Ale y Ai son las dos personas más majas y saladas que conozco. Y seguro que ya sabéis que graban todas las semanas un video con una conversación para hacer el oido al japonés, y de lo ameno que lo hacen yo siempre recomiendo a todo el mundo que lo vea, aunque no les interese este idioma, porque seguro seguro que os lo pasáis teta.
El caso es que ayer nos dieron una sorpresa en mitad del episodio…
Por cierto, que si queréis que os hagan un anuncio tan o más salado que este, sólo tenéis que poneros en contacto con ellos y seguro seguro que se les ocurre algo. Y como los ve un montonazo de gente, os ofrecen espacio en su blog para anunciaros o incluso cuñas en medio del episodio… esto es algo a mirarlo bien, ¿eh?
¡¡ Y que viva escuchajaponés !!
Y aprovecho el asunto para contaros que ya hemos finiquitado los diseños y encargado las nuevas camisetas… ya váis a ver, ya!
Patatas a la almeja
Yo creo que las patatas con sabores raros es lo que más triunfa en la cocina de la madre de Peneke. Por cierto, que mucha gente me anda diciendo que es Paneque… nooo, el mío se llama Peneke, que os habéis equivocao de artista. El mío me lleva más marcha!
El caso es que el otro día probamos Flapy y yo a pachas un paquete de nombre insuperable:
Al lío, que hace frío:
El notario Flapy da fé de que lo que digo es tan cierto como que no ve en estéreo un tuerto.
Uji
Este bien podría haber sido perfectamente el pueblo de Uji Geller y que todos se líen ahí a doblar cucharas con la perola, pero coincide que no. Y ademas era Uri, no Uji.
Resulta que aqui me dijo el tio Flapy que tenia que ir, porque molaba, y no le falto razón, no, si es que Fla es mucho Fla aunque no sea de Bilbao.
Tanto Uji como Flapy están situados entre Nara y Kyoto, aunque Uji tiene un peazo de río que lo cruza por el medio con su agua y todo, lo que hace que sea más bonito que un ocho dibujado en papel milimetrao con portaminas.
Yo conté cuatro puentes, pero el que más me gustó fue el rojo, aunque estaban unos maeses puenteros arreglando un cacho:
Una de las cosas de las que están más orgullosos los ujienenseros de Uji es de que en su ciudad transcurren los capitulos finales de «La novela de Genji«, la que se puede decir que es la primera novela que se escribió en el mundo, más viejuna que el Quijote y el de Petete juntos. Así que hay referencias a la copla por todo el lugar. Que digo yo, ¿cómo se inventa uno el escribir una novela?, igual se sienta uno en un banco y dice: voy a escribir aquí en esto blanco que llamaré papel las trolas que le cuento a la vecina que se cree todas y se ríe, a ver qué pasa… Lo llamaré «luna llena«. ¡Ah no! que eso está ya pillao, vale, pues lo llamaré «novela» porque está oscuro y me he quedao sin velas.
El segundo motivo por el que uno de Uji puede mirar por encima del hombro a uno de Osaka ahí con rentintín es porque tienen el templo que sale en las monedas de 10 yenes y que, por cierto, es más antiguo que los pasadores de pelo de Mercedes Milá. Antiguo, pero bonito, como las bicis de cross con manguitos de tiras de velcro en el manillar:
Sigamos: si mi pueblo es famoso por tener una fábrica papelera que cuando vas llegando la vas oliendo, Uji también es famoso por su té verde que es de los más caros y de mejor calidad de Japón. La cosa es que saliendo del templo de los 10 tariles, empieza uno a oler a tostado, pero un olor delicioso que no llega a ser de comida y que recuerda un poco a café. Pero tampoco es café, es como cuando se te requema el arroz, pero al principio cuando huele bien, no la humera.
Hasta que ves las máquinas que están tostando té:
Este té se llama Hojicha, que me he aficionado ultimamente y que sabe tostadete pero muy muy rico, a mi me recuerda a los pepes de churruca esos gordos. Ojo, que antes de grabar con la cámara le compre un saco a la dueña, y otro de té verde del caro que ya que me fuí hasta allí, es lo menos que podía hacer.
Y como el té es famoso, no podían faltar restaurantes con productos de todo tipo basados en tamaña planta verdácea con hojas:
El caso es que luego le pasé por los morros a la profesora del té que había ido ahí, y le dió mucha envidia, así que sí que tiene que ser famoso el sitio, ñañaña.
Por supuesto, le llevé un poco de té del caro para hacerle la pelota a ver si así me deja no estar todo el rato sentado sobre las rodillas, que se me duerme aquello a la de ná que empezamos la clase.
Resumiendo: que si estáis por los Kyotos/Naras/Osakas, que os gastéis aquí una mañana porque es un pueblo muy bonito, los templos molan y el paseo por la calle de lo del té es para verlo.
Ah! y el tío Flapy también lo acronicó aquí y contó mejor lo del templo de las monedas de 10 pepinos (Ale, sin ofender) aquí
Fotógrafos veteranos en Uji
El día que fuí a Uji, que esto os lo cuento en menos que canta un pichón, me encontré un montón de señores mayores con unas pedazo de camarotas que ya quisiera para sí el National Geographic.
¡¡Estaban por todos los lados y sacando fotacos prácticamente a todo!!
Yo les saqué a ellos:
Y es que la veteranía es un grado, y si le sumas tubarros como esos, ya nos ponemos en muchos grados, ya… Digo yo que con semejantes bichos le sacarán hasta las mitocondrias a la gente! Y artritis no se si tendrán, pero cargar con esos mostrencos tiene que tener su aquel…
¡A ver quien nos para!
Nacho y Adela in the world
Hace tiempo que Nacho me envió estas dos fotos de Adela con la Kotoba, y entre que sí entre que no, voy yo y no la publico hasta un mes después.
Así que desde aquí les pido perdón, y encantadísimo os enseño las fotos que, además, se han sacado aquí al lado. Fijaos que guapa sale Adela con la Kotoba, y en qué pedazo de sitios:
¡¡ Arigatós a los dos !!
Estáis fichaos!
La mejor foto de febrero
Fui a un sitio del que ni siquiera había oido hablar. Escondí el mapa con la ruta a los templos en algún bolsillo, y me senté en un banco a que el sol me secara la soledad.
Y descubrí que aunque llegué sólo, no lo estuve en ningún momento porque me acompañaban preciosos detalles de humanidad.
Era sólo que no me había dado cuenta que no estaba solo.
Vamos sumando muchos meses ya…
Shinkansen
Esto viene a ser el tren pato ese que te cruza Japón de lao a lao en un estornudo, un pestañeo, un telediario, un flis y un flas. Vamos, que el conductor puede decir eso de «Yo conduzco a toda ostia» con más derecho que el Sr. Lobo
Yo cogí uno para ir a La Comarca a ver al tío Flapy, y fijo que tardé menos que Frodo con esas patas ahí todas llenas de pelos, que no son patas, son pezuñeras ya. Que no se puede ir por la vida deshilachando felpudos con esas uñacas!!
Bueno, señores, pasemos sin más dilación, pues, al tren pato:
Lo llamaré el ikuperchero apalancador verticalizado de la pared
La L de los novatos
Aparte de que el diseño es como más chulo que la que tenemos nosotros, me parece útil que lo pongan también por delante:
Ikunejitas
No se si sabéis que me he ido con Flapy a la comarca, que es donde el gambitero de él lleva viviendo un puñao. Esto está entre Nara, Kyoto y Osaka, así que nos hemos ido de gira por estas tres ciudades a parte de otros sitios chulos chulos.
El caso es que ahora, aprovechando que se ha ido al laboratorio, os vengo a contar la que me ha liado hace unas horas, que no sé ni como le miro a la cara.
Después de una gran visita por Nara, donde está el buda más grande de todo Japón, me he quedado ávido de cultura y le he insistido a David para que me lleve a otro lugar coherente con mi interés.
Me ha llevado a Osaka, y después de dar un paseo en el que me he empapado del gracejo natural del lugar, le he seguido a un ascensor, hemos subido y cuando se han abierto las puertas, he podido comprobar lo que entiende por cultura aquí el rey gambitero.
Allí no había ciervos ni budas ni templos ni ná, lo que nos hemos encontrado son a unas gachís vestidas de conejitas que te servían de beber mientras te daban conversación. Vamos, resulta que por esa zona de Osaka hay una serie de bares que son temáticos donde lo más sexo-erótico-festivo que hay es que las camareras están vestidas de algo y ya está. En este caso eran conejitas, pero también había otros de colegialas, sirvientas… en fin, a ver quién me niega que esto no es cultural!!!
El sandwhich de nocilla, fresa y kiwi
Imagínate que coges pan bimbo, tres rebanadillas ahí. Y entre las dos primeras le metes un chute de nocilla y dejas que se peguen bien. Luego coges la manga pastelera y le enchufas un flis poniendo todo hasta arriba de nata. Después vas y sumerges en la nata trozos de fresa, piña y kiwi, y para acabar de prepararla parda, vas y lo tapas con la otra rebanada de pan bimbo y lo vendes como el «Sandwhich de frutas y chocolate».
Pues eso…
Pues, oyes, ¡que estaba bueno y todo!
Comentarieros
Como tengo la cabeza tontuna, o como diría mi madre: soy un tontopelao, estoy delante del ordenador y de repente me viene un personaje a la cabeza y cuando me quiero dar cuenta, ya lo tengo enfilao en el fotochop.
Así que aquí va una recopilación de todos los amigüitos que me ayudan a convenceros de que dejéis esa galvana típica que os caracteriza y me dejéis un comentario:
Alguna que otra chorrez más ya puse también, ya:
En fin, no sé si se puede decir que los comentarios han subido o no gracias a mis ikucolegas, pero yo me lo paso mejor que Arguiñano en un mercao!!
Por cierto, me falta Arguiñano…
Desclasificando una noche
Llevaba coleta la chica que quiso jugar a que nos conocíamos de siempre y me agarraba de la mano sin ni siquiera saber mi nombre.
Aquella noche pasaron cosas. Hubo muchos momentos de esos que vienen a la mente añadiendo cada vez algún nuevo detalle, y de paso haciendo que se conviertan en algo más real, como siendo un poco menos recuerdo.
Fue un buen mes, el ambiente de la oficina era el mejor que había habido siempre, y que habrá, al paso que van las cosas. Así que esa tarde fuimos a la fiesta de bienvenida de Akira como el grupo que nunca debimos dejar de ser: con sonrisas sinceras y principios de lo que parecían amistades. Y comimos, bebimos, reímos, cantamos… cada uno en su idioma y en el de todos a la vez, porque el alcohol suelta lenguas y aviva ingenios.
A algunos no nos esperaba nadie en casa, así que cambiamos el último tren por el primer bar de una conocida zona de Tokyo. Y a uno siguieron otros y otros. Tampoco era tan distinto que salir por mi pueblo, salvando las distancias, e incluso no faltó el momento en el que decidí salir fuera a refrescar la vista y purificar el olfato.
Me senté en una valla, y una chica vino y se me puso enfrente. Estaba tan borracha que me gustaría saber cómo me veía, si es que lo hacía.
– Estoy tan borracha que casi no veo – me reconoció en inglés
– Ya veo ya, cuídate, ¿eh?
– Gracias, tu eres muy guapo. Te quiero
– Jaja, claro claro
Entonces vinieron dos amigas, la cogieron cada una de un brazo riéndose y se la intentaron llevar.
– Perdona, ¿eh?, es que ha bebido un poco -y al hacer el gesto de «un poco» con la mano se le escapó una carcajada
– Nada nada
– No te olvides que te quiero mucho, ¿eh? -dijo la primera sin ni siquiera levantar la vista del suelo
– No no, tu tranquila que no se me olvida
Y en lo que fue un intento desesperado por ir recto, las tres chicas se fueron caminando zigzageando por delante de la puerta del bar de donde yo había salido hacía ya un rato.
Volví a entrar, pero allí no estaban mis compañeros. Llamé por teléfono al único que tenía en mi agenda, y no tenía cobertura. El primer tren no salía hasta cuatro horas más tarde y yo era la segunda vez que salía por aquél lugar, así que la cosa pintaba, cuanto menos, emocionante porque no tenía ni idea de qué iba a hacer todo ese tiempo ni para donde tirar.
Entré en dos, quizás tres bares más buscándoles sin éxito. Así que, cansado, me senté en la entrada de algo parecido a un portal.
Como si el sentarse sólo fuese la estrategia a seguir, una chica vino y se sentó a mi lado.
– Hola, ¿estás sólo?
– Si, un poco
– Si quieres yo te doy un masaje
– Vaya, y yo que pensaba que había ligado. No no, gracias
– ¿Seguro?
– Segurísimo, no hay nada que hacer
– Ya veremos. ¿De dónde eres? tienes un acento raro
– Del norte de España, no se me da muy bien hablar en inglés. ¿Y tu? no eres japonesa, ¿verdad?
– No, soy china, aunque llevo aquí muchos años
– ¿Hablas japonés?
– Si, tendré acento supongo, pero la mayoría del tiempo hablo en japonés
– Ala, que envidia, yo ahí ando aprendiéndolo
– Bueno, al final si vives aquí acabarás hablando aunque no lo quieras
– A ver si es verdad
– ¿Porqué estás solo?
– He perdido a mis compañeros de la oficina, luego en un rato les seguiré buscando
– Pero si quieres puedes estar conmigo y así no estás sólo
– Jaja, no no, de verdad, gracias
– Para mi no sería ni trabajo, ¿eh?
– Es todo un honor, pero de verdad que no, lo siento
– Vale, pues me voy a lo mío. Que tengas suerte con tus compañeros
– Gracias, y tu con lo tuyo
– Jaja, a ver
Y la chica se fue por donde vino. En cuanto la perdí de vista, me levanté y me fui en la otra dirección, no fuese a ser que la cosa se complicase y volviese con alguien que tratase de convencerme de una manera menos agradable.
De repente estaba en un bar con un vaso de té en la mano dispuesto a quedarme allí hasta, por lo menos, que el maquinista del primer tren apagase el despertador. En el camino al baño, pisé a una chica, con fuerza, con todo el talón en el medio de sus dedos. Ella gritó, yo puse cara de circunstancia, sabiendo que le tenía que estar doliendo con ganas y le pedí perdón todo lo sentido que pude. Le quitó importancia, y me dejó seguir mi camino.
Cuando volví de mi misión prioritaria y volví a pasar por delante de ella, le pedí de nuevo perdón, y, otra vez, me dijo que no me preocupase, que esas cosas pasaban.
Pasaron muchos minutos, quizás alguna hora, yo tuve que volver al baño y en la puerta me crucé con ella que me sonreía. Yo fui a lo mío. Al salir y pasar por tercera vez a su lado, ella me tiraba besos con las dos manos. Me acerqué riéndome y le dije que si tanto le había gustado, que le pisaba el otro pie.
Ella se reía y de repente me cogió de la mano, me atrajo hacia sí y me dijo al oido:
– Tampoco me ha dolido tanto
A aquella frase le siguieron otras muchas. Hablamos durante tiempo, me presentó a sus amigos y cuando supieron que me había quedado sólo, me llevaron a otros bares, y cantamos, y bailamos, y bebimos para acabar luchando contra la futura resaca comiendo ramen.
Uno de los amaneceres más bonitos que recuerdo puso fin a aquella noche en la que sentí que, a veces, la luna juega con nosotros como si fuésemos muñecos y nos mueve y nos maneja de una manera irónicamente espontánea. Como si todo fluyese, pero así, de esa forma, como ella lo ha dispuesto.
– Dicen que si la Tokyo Tower se apaga cuando dos novios la están mirando, que entonces su amor se romperá para siempre
– Pero tu y yo no somos novios
– Claro que no, ni lo vamos a ser. Igual por eso estaba ya apagada cuando vinimos
– ¿Pues sabes qué? que me alegro de haber perdido a mis compañeros, aunque tu no me quieras besar
– Es que no te conozco
– Pero me agarras de la mano
– Si, y te tiré besos con las manos. No me preguntes porqué
– Porque te pisé y te pareció mono cómo me disculpé
– Me caiste bien… ¿sabes porque no te beso ni podemos ser novios?
– Porque ya tienes uno
– ¿Cómo lo sabes?
– Se nota, pero me da igual, yo tampoco quiero tener novia
– Eso lo dices para fastidiar
– Un poco si
Después el metro nos separó, y cuando llegué a casa me dí cuenta de que no me acordaba de su nombre, ni siquiera sé si me lo dijo. La verdad es que poco importa.
Hideo era el de su novio. Ese no se me olvida.
He pensao …
Koishikawa Korakuen
El invierno lo que tiene es que a parte de que con el frío todo se encoge, en cuanto sale un día un pelín bueno todos salimos a la calle a recolectar rayos de sol cual lagartija lagartera. Bueno, yo por lo menos, que si volviese a nacer seguro que sería oso por eso del hiberneo (y un poco también por los pelos que me han salido en la espalda, que parece que voy mutando los días pares). Así que el domingo me fui a un parque que me quedaba por conquistar, y que resulta que es el más antiguo de Tokyo, el Koishikawa Korakuen, que aunque se abrió como parque en 1938, existía desde 1629, así que mira si era viejuno.
Uno se encuentra un parque pequeñito, cuco, nada que ver con esos otros enormes como el Hamarikyu o el Shinjuku Gyouen. Para mi no tiene nada que envidiarles, porque, para empezar, en este hay un recorrido a seguir que incluye pasar por piedras encima de un lago, subir una montañita, atravesar un puente… vamos, que no te aburres ná de ná.
Además, como es pequeño y hay más de un recorrido, te vas cruzando con la misma gente unas cuantas veces y como tienes que ceder el paso y así, los acabas saludando. Se hacen compañeros de andaduras, amigos!
También había un señor ahí pintando un cuadro que si el hombre está más serio lo mismo se ríe y le sale una grieta:
Y patos, había patos, y yo que me estoy añoñando por momentos… el domingo sacando fotos a los patos, y ayer encendí velas en casa. ¿Qué va a ser lo siguiente? ¿Laura Pausini?, jodé, haced algo!.
Yo me quedo con las piedras del lago, creo que de los parques de este estilo es lo que más me gusta, la cosa esa de ir de piedra en piedra cual grácil ikusuki. (Dios, la cosa va a peor, será la primavera?!?!?)
Después de pasar esa zona con el puente rojo, que anda que no mola la pianola, uno da una vuelta por un lago grande en medio del cual hay una isla toda cuca:
Tampoco podían faltar los puestillos de sake caliente dulce, comida y flores que todo parque es menester que tenga para que los señores visitantes se gasten los cuartetos:
Cuando me iba yendo, resulta que en un pequeño escenario que tenían allí montado empezó un espectáculo de marionetas que estuve grabando como pude usando el trípode elevando la cámara por encima de la gente, que había allí más personas que ni sé. La historia duró bastante, pero yo lo he resumido y aquí os lo pongo, porque soy más majo que los lacasitos rojos:
Se puede visitar apoquinando 300 Yenes, que es ná, si uno va a la estación Iidabashi (líneas Oedo, JR Sobu, Tozai o Namboku). Además si uno tira un par de estaciones más se planta en Akihabara, así que tampoco es que os vayáis a un sitio desde el que luego no se pueda hacer nada.