La Muchachada por Tokyo

Yo conocí al Chiqui aquella noche en la que nos vino a ver el campechano cazador de elefantes. Sin duda fue un hito en mi vida, no lo del rey que a mi este personajillo ni gracia me hace ya, sino el haberme juntado con semejante liante manchego.

Fruto de esa almendra asandiada que tiene por melón han salido innumerables liadas, todas pardas sin excepción: las clases de cocina, la conquista de Japón de los de Albacete y la más reciente: organizar una noche de monólogos en pleno Tokyo.

Lo de los monólogos se quedaría en una anécdota más del simpático albaceteño si no fuese porque se vienen ni más ni menos que parte de la muchachada:

¡¡ Ernesto Sevilla
y
Joaquín Reyes !!

:yahaaa:

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Y como yo me dejo liar muy fácil, que la verdad es que estoy deseando siempre meterme en fregaos, ahí voy a estar de presentador con un par de mini-monólogos que ya tengo escritos y que será menester perpetrar a la audiencia presente. Lo mires como lo mires, el asunto merece la pena: para verme a mi hacer el más espantoso de los ridículos en un escenario con mi primera incursión monologuista, o para partirse el ojal viendo a dos genios como son estos. Estamos hablando de una noche de monólogos al más puro estilo del club de la comedia, en Tokyo… no creo yo que haya muchas más oportunidades…

Si estás por estos lares sobre el seis de Julio, ya puedes espabilar porque las entradas son muy limitadas!!!

NOCHE DE MONÓLOGOS CON JOAQUÍN REYES Y ERNESTO SEVILLA EN TOKIO
BAR ROMARAKUDA
VIERNES 6 DE JULIO DE 2012
20:30 HORAS
Precio: 2,500円

RESERVA YA TU ENTRADA EN: ferpisan@hotmail.com

A Sevilla!

En la Golden Week volví a España a ver a los míos. Ahora que parece que el trabajo se ha estabilizado, me propongo guardarles los abrazos y los besos como mucho un año… tocará decidir si Navidades o Golden Week, pero allí iremos a saldar deudas.

Esta vez decidí ir a visitar a mis padres a Extremadura en vez de pasar por Zalla y aprovechando que el pueblo de mis padres no queda demasiado lejos, cogimos el coche y nos fuimos a pasar un día a Sevilla. Ya había estado una vez, pero ¡no la recordaba tan bonita!.

Aparcamos en Triana y ya fuimos andando aprovechando el buen tiempo, menudo paseo más chulo nos dimos. Cerca de la catedral, después de hacer la culebra y el matrix a dos o tres gitanas, un chico que vendía no se qué me preguntó si entendía español. Me dí cuenta que al ir con Chiaki, bien pasaba yo por guiri, así que aproveché el asunto y empecé a contestar «sorry no españolo» cada vez que me hablaban… ¡y me dejaban en paz!.

:bailongo:

Al ladito del barrio de Santa Cruz, Chiaki se atrevió con un gazpacho y una de pescaíto frito y yo me puse tibio con unas lentejas de las que no te ponen precisamente en Shibuya. Una vez más, se cambiaron las tornas y fui yo el que traducía menús y recomendaba platos aunque ella lo tuvo claro desde el principio… ¿será aquél que el tío Txiki nos enseñó a preparar que dejó huella?.

Menudo lujo pasear cerca de la giralda, la catedral, el alcázar, la torre del oro… peeeero sin duda me quedo con la Plaza de España. Me impresionó muchísimo la primera vez que la vi y me volvió a impresionar esta vez. Menudo sitio más bonito hay aquí al sur de Bilbao, y yo sin pasarme con la bici, ¡la hostia!.

Mi padre resulta que hizo la mili en Sevilla y le tocó hacer guardia una noche en la Plaza de España. Me contaba que le habían encargado guardar la maquinaria que mueve la fuente y que allí tuvo que estar hasta las tantas de la madrugada. En esas estaba intentando no dormirse, cuando un par de gachís totalmente borrachas pasaron por allí y les dieron por ponerse a tontear con el soldadito… jaja, lo que hubiera dado yo por ver esa escena!!

Al volver de allí enfilando el barrio de Santa Cruz, volvimos a pasar por cerca de la catedral y resulta que había dos cocheros discutiendo. Uno llevaba a dos guiris ya, y cuando el otro le gritó «hiho la gran puta», éste tiró de las riendas parando el caballo en seco, se bajó del carruaje y se fue donde el otro gritando maravillas del estilo de «me vi a cagá en tós tus muertos, hihoputa, poz no me va a vení a mí a tocarme los cohone a estas alturas, te mato, fíhate lo que te digo, ¡¡¡te mato!!!». El otro no te creas que se echó atrás: «no si encima querrás tener razón, pedazo de hiho puta, que te saco las tripas a dentellás que ya te tengo calao desde hace tiempo yo a ti». A todo esto, los dos guiris todavía sentados en el carro en medio de la calle flipando en colores. Yo me moría de risa, ¡que viva España!. Yo me imagino que el tío en vez de hacer cola, se agenció dos clientes así por el morro y se lió parda…

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Luego paseíco por Santa Cruz y para Badajoz otra vez con el coche, Chiaki de copiloto con el mapa y yo al volante repitiéndome por dentro «por la derecha, por la derecha, aquí se conduce por la derecha» cada vez que venía un cruce.

¡¡Buen finde, chat@s!!
:gustico: :gambiters: :gustico:

El paso a producción

Día curioso, extraño, emocionante por lo distinto: toca paso a producción a las dos de la mañana. Últimamente todos los días son muy distintos entre sí, esto no solía pasar antes y es algo terriblemente bueno que espero que dure mucho. En los tres meses y medio que llevo en esta empresa nunca he tenido esa horrible sensación de estar haciendo siempre lo mismo, aunque también es verdad que mi vida personal últimamente está tan revolucionada que uno ya viene con la quinta metida desde casa y no queda claro ni en que lado de la semana estamos.

No puedo parar, hasta para dormir voy con prisas.

Dado que había que tener todo preparado sobre la una de la mañana, hoy hemos decidido mi compañero y yo que íbamos a venir allá por la hora de comer y ya nos quedamos hasta la mañana siguiente. Este plan pinta mejor que el de volver a casa y tener que levantarse a las doce de la noche para volver… más sensato al menos. Así que a eso del medio del mediodía arranco la moto y cojo la carretera de Yokohama en sentido contrario hasta que me deja en Gotanda. Un túnel, cinco o seis semáforos y tres o cuatro desvíos después ya estoy en Shibuya justo justo para la hora de comer. Hoy dejo la ensalada del bento por el comedor de la empresa donde te cambian un cupón por comida y además como tenemos cupones de sobra que están a punto de caducar, tenemos amigos invitados de fuera. Buena manera de empezar el día, comer gratis y con amigos, ¿me están pagando por esto?.

Ya en la empresa, a las tres de la tarde empieza un nuevo experimento de los que se le ocurren al jefe: hace unas semanas compró una Roomba, el otro día aparecieron dos bolas de esas de pilates hinchadas en la oficina y ésta vez se trata del llamado momento siesta. Resulta que de tres a tres y veinte se apagan las luces y los monitores, y se ponen los teléfonos en silencio para nada más y nada menos que echarse una siestecita de unos veinte minutos. Todo el mundo callado, si a alguien no le apetece, se tiene que ir de la oficina a dar un paseo o lo que le de la gana menos quedarse y molestar tecleando. Se me había olvidado que empezábamos hoy… el día se torna más peculiar, si cabe, por momentos. No sé si esta empresa me entusiasma o me da miedo… un poco de los dos.

La siesta se acaba y es efectiva, yo por lo menos me he quedado como Dios. Parece mentira lo reparador que puede ser echar una cabezadita de entre diez y quince minutos y más si encima está patrocinada por la empresa. Quien me iba a decir a mi que iba a estrenar en una oficina esto tan de nosotros en un país tan alejado como este.

A las cinco nos ponemos todos de pie y a limpiar. Yo pongo la Roomba, le doy al botón y el bicho se pone a dar vueltas aunque la verdad es que suele pasar setecientas veces por el mismo sitio y se deja la mitad por limpiar… eso si, en sus dominios se podría hasta comer sopa. Cuando acabamos cada uno con la parte que nos toca adecentar, se pasa revista uno por uno: ¿qué has hecho? ¿qué te queda por hacer?. Cuando nos toca a nosotros, el jefe de equipo nos hace una reverencia y nos suelta un «yoroshiku onegaishimasu» que suena a «muchas gracias y por favor» todo junto, porque nos quedamos hasta tarde y él nos lo agradece. «Muchas gracias, por favor»… nunca deberíamos dejar de decirlo cuando sabemos que toca, ¿porqué lo haremos?.

Uno a uno los compañeros van abandonando la oficina, «osakini shitsureishimasu» «perdón por irme antes, gracias por tu trabajo». Nosotros dos nos quedamos otro rato hasta que comprobamos una vez más que no fallan los tests, que todo parece estar bien. Después nos vamos a cenar a un italiano y evitamos hablar de lo que está por venir mientras el camarero nos va trayendo más y más platos del menú degustación, el único que sirven por la noche. A la hora del café, los párpados prácticamente se nos cierran así que acordamos cerrarnos por dentro en la oficina y dormir como podamos hasta la una. Yo acabo tirado en el suelo con el jersey como almohada y me despierto cinco minutos antes de la hora de la alarma. Quedan 55 minutos para la hora H, la hora en que se para la web y vamos nosotros y metemos nuestro código rezando porque no se nos haya olvidado nada para que cuando vuelva a funcionar sigan embolsándose yenes con las ventas, lo que significará que podemos seguir viniendo porque seguirá habiendo código viejo que arreglar o nuevo que meterle.

Los pasos a seguir están en la pizarra blanca escritos en perfecto japonés desde poco después de la siesta patrocinada, empezamos en cuanto dan las dos: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá… tenemos sustos, un par que se quedan simplemente en eso después de comprobar que los datos cuadran y finalmente la web recupera su ritmo y sus visitas habituales. Suspiramos aliviados, las horas de preparación no han sido en vano y uno se queda con un sentimiento olvidado tiempo atrás: satisfacción por un trabajo bien hecho. Satisfacción porque, por primera vez en muchos años, siento que lo que hago vale realmente para algo y lo que es más importante: me importa.

Después dormimos otro rato hasta que llega el primero de los compañeros anunciando que empieza un nuevo día… para él, porque nosotros dos nos vamos a casa a dormir que nos lo hemos ganado. Cuando despierte, tocará volver a Shibuya, si, pero a recorrer todas y cada una de las tiendas que están ya esperándome porque saben que cobré ayer, ¿o fue hoy?


La Sky Tree a puntito

No es que hayan hecho sólo la torre de comunicaciones más alta del mundo, sino que a su alrededor han montado un centro comercial enorme con un acuario y toda la pesca!!! (TODA-LA-PESCA #badabumChass). El caso es que se abre el tinglado el 22 de este mes cuando se podrá subir al observatorio más alto de todo Japón: 350 metracos de alturaca.

Me acuerdo que me fui a sacarle fotos cuando no iba ni por la mitad…

Casi casi cuando quedaba ya poco para que le pusieran la antenaca, me fui otra noche a dar una vuelta y también le saqué un par de fotos entre cervecica y cervecica:

Jaja, y también me acuerdo de cuando le saqué fotos a la maqueta que tenían el parque aquél de Nikko y las puse en plan que ya la habían acabado para trolear a la peña!!

Algunos no se dieron cuenta hasta que no puse alguna otra foto donde se veía que no estábamos en Asakusa… juas!

Pues mira, total, que aprovechando el pedazo de día que hizo, ayer estuve yo dando un paseo oteando la zona… confirmado: tienen todo preparado, preparadísimo, daba gusto andar por los alrededores con todo nuevito nuevito, buena manera de estrenar la nueva cámara de fotos!!. ¿Os he contao que me he comprao una D7000?, pues si, majos si, ¡es que me han hecho indefinido y ya no tenía excusa para seguir con la D40! ¡a ver si se nota la diferencia!

La gaita es que ahora va a querer subir todo Cristian y va a estar la cosa complicada… en la web tienen puestas las cinco maneras de conseguir entrada, echadle un ojo y de paso haced scroll para abajo, que mola mucho! Yo de momento me remiraré las foticas para ir haciéndome a la idea de que igual me encaramo ahí… no sé yo…

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Anécdotas de la maratón

Hace ya dos meses y algunos días de mi primera maratón. He vuelto a Karate aunque sigo corriendo con mucha más calma y sin hacer distancias más allá de diez kilómetros. Me he apuntado a la de Nueva York y a la de Osaka, y en la primera ya me han dicho que no, pero vamos, que carreras hay prácticamente cada mes así que tampoco hay que preocuparse demasiado. Mi objetivo ahora mismo es volver a ponerme al día con Karate y prepararme físicamente mucho más en condiciones para la maratón del año que viene, si tengo la suerte de que me vuelvan a coger.

Total, que me enrollo más que el indio de Big Bang Theory con un mojito. Me he dado cuenta que tengo un montón de recuerdos, de anécdotas, de situaciones graciosas que pasaron dentro del contexto de la maratón de Tokyo, y que se me olvidarán si no las cuento… ahí van:

– mientras estaba estirando antes de entregar el equipaje, vinieron a grabarme de una televisión preguntándome por la camiseta del Athletic y de donde venía. Hablé con ellos durante dos o tres minutos y nunca he vuelto a saber nada porque nunca nadie me ha dicho que me ha visto en la tele, así que no sé si salí o no contando la filosofía del equipo de Bilbao!

– había un Jesucristo, pero también había muchísimos otros disfraces que hacían la carrera infinitamente amena no sólo para los espectadores, sino también para nosotros los corredores. Yo fui bastantes kilómetros al lado de un tío que iba disfrazado de marqués del año catapún con medias y peluca de esa blanca, pero con el que más me reí fue con el salary man que iba en traje mirando el reloj y corriendo porque perdía el tren, jajaja.

– había un padre y un hijo que corrían juntos y lo hicieron hasta Odaiba, porque entramos prácticamente a la vez. El padre tenía una camiseta que ponía «Este pollo de hijo que tengo dice que corre más que yo, lo que hay que aguantar» y una flecha hacia la derecha. En la del hijo ponía «Este abuelete que es mi padre se creé que está para carreras todavía, ¡venga al sofá!» y una flecha a la izquierda. La gente se descojonaba cuando pasaban y les animaban a grito pelado «Ánimo papá, ánimo chaval!». Por supuesto iban siempre colocados de manera que las flechas tenían sentido y si se separaban por cualquier motivo, volvían rápido a colocarse.

– una de mis mayores preocupaciones era que me entrase una pájara por no comer o beber lo suficiente, así que antes de la carrera me bebí un botellín de agua entero. Craso error: me estuve meando vivo durante los diez primeros kilómetros. Me resistía a parar para no perder tiempo cada vez que encontraba un baño porque estaban siempre llenos de gente esperando. Confieso que cuando finalmente paré y estaba esperando en la cola, no me lo hice encima de milagro. ¡¡Quizás fue el peor momento de toda la carrera!! tan mal lo pasé, que dos o tres chicos que estaban delante de mí en la cola me dejaron pasar al verme ahí dando saltitos y poniendo caras!!

– cuando pasamos cerca de la Tokyo Tower vi a la mascota que estaba saludando (la que parece una picha florida) y había cámaras de televisión. Quedaban a cierta altura, no estaban al mismo nivel de la carretera, pero yo me emocioné (más si cabe) y fui hacia ellos y di un saltaco ahí palmeando en la mano del bicho rosa. Los de al lado aplaudieron y… bueno, tampoco sé si salí en la tele o no, jajaja, menudo afán de protagonismo, ¿eh?.

– cuando enfilábamos ya para Odaiba, había un restaurante de yakitoris que había sacado una barbacoa fuera allí en una curva y se dedicaban a asar cachos de carne que nos ofrecían a los corredores en platitos. Zamparse un cacho de pollo salado no es algo que apetezca mucho cuando se está corriendo, pero sólo el olor ya hacía que ese kilómetro se te pasase casi volando como en los dibujos animados!

– sobre el principio, quizás el kilómetro diez o por ahí, había dos o tres extranjeros en el público con un barreño grande y un cartelaco que ponía «venga ba, ya has salido, ya te has sacado la foto, pilla una cerveza y déjate de chorradas que no engañas a nadie». Y en la marmita esa tenían un montón de latas de cervezas entre hielos.

– casi sobre el final dos chicos japoneses empezaron a gritar «Bilbao Bilbao!! Bilbao ganbareeee», fueron los únicos que reconocieron la camiseta y la verdad es que me hizo mucha ilusión!. Había muchas del Real Madrid y del Barça, por cierto.

– había mucha, mucha pero mucha gente animando. Algunos tenían carteles con el nombre del corredor, dibujos con caricaturas de su cara… pero me pareció que una chica volvía a aparecer cada ciertos kilómetros, que me sonaba. Efectivamente, había una chica de unos cuarenta años que tenía distintos carteles que ponían cosas como «ya estás en Shinagawa, aquí comimos ramen, ¿te acuerdas?, ánimo!», y luego más adelante estaba en Ginza «la mejor cerveza que bebimos nunca fue aquí, ¡volvamos cuando acabes! ¡ánimo!». La estuve viendo cada cuatro o cinco kilómetros prácticamente hasta el final, supongo que cuando pasase su marido, cogería un taxi o un tren y se iría corriendo hasta el siguiente punto preparado… ¡eso es amor!.

– estuve un rato corriendo y charlando con una chica italiana, hablábamos entre jadeos, castellano, toses, italiano e inglés. Me dijo que había venido a Tokyo sólo para correr la maratón y que estaría una semana más. Al final yo iba un poco más rápido y nos separamos, pero me pasó su email y me dijo que la llevase a cenar pasta a algún sitio romántico antes de que se volviese para Nápoles. Por supuesto, no lo hice porque ya tengo yo quien me quite las agujetas, pero me senti tremendamente halagado… ¡era una chica encantadora!.

– cuando llegué a la meta, después de recoger la medalla entre lágrimas, entré en el pabellón del Big Sight a por mi equipaje, busqué un hueco, me senté en el suelo… ¡y no me podía levantar!. Estuve dos o tres minutos en que simplemente no podía moverme, las piernas no me sostenían, no tenía fuerzas para ponerme de pies!!. Así que allí me quedé un ratico hasta que pude recuperar un poco las fuerzas y pude ir al encuentro de los colegas que me esperaban…

– esa noche no dormí nada, a pesar de que pensaba que iba a caer rendido en cuanto me metiese en la cama. Tenía el cuerpo tan dolorido, que no hice más que dar vueltas despertándome cada dos minutos entre pesadillas. Al día siguiente no sé ni cómo fui a trabajar, si el año que viene vuelvo a correr, me pillo el día libre fijo!

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Deseando estoy de amasar nuevos recuerdos para la próxima… a ver si pudiese ser…

¡Buen fin de semana!
:bailongo: :gusteresque: :yahaaa: :desquiciao: :feliciano:


La clase de marmitako y pan

A ver si poco a poco vamos retomando el ritmo, que ya va la cosa encaminada…

Total, que hace ya bastante que hicimos la última clase de cocina para japoneses el Chiqui y yo, pero todavía no lo había contado y ya iba siendo hora. El Ferpi siempre me anda diciendo que me anime yo a hacer algo y esta vez me atreví a pelearme con una de las recetas de mi tierra que más me han gustado desde siempre: el marmitako. El reto vendría porque en la misma clase, el tito Chiqui enseñaría a hacer pan y de alguna manera tendría que dar el tiempo para poder hacer todo, lo que no iba a ser fácil dado el tiempo de reposo y cocción de los panes.

Me tiré dos o tres tardes buscando cazuelas por Tokyo, me recorrí la calle Kappabashi de Asakusa, que es donde uno puede comprar prácticamente cualquier cosa relacionada con la hostelería, pero no hubo manera. Finalmente las encontramos por internet; en una tienda tenían exactamente las cazuelas nuestras de toda la vida, y no veas la ilusión que me hizo cuando llegaron a casa!

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Después tocó, por mi parte, perfeccionar y adaptar la receta contando con los ingredientes que tenemos aquí: no hubo manera de encontrar pimientos choriceros, el caldo de pescado se hace más fácil con dashi, para el atún quizás convendría utilizar el que te ponen en el supermercado preparado para sashimi, mejor usamos dos pimientos que aquí son más pequeños…

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Y ya nos pusimos manos a la obra. Lo primero de todo: amasar el pan. No, miento, lo primero de todo es echarse una cerveza para empezar el asunto con alegría, porque como dice Arguiñano: en la cocina hay que disfrutar!

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Después ya si, empezar con el pan. Normalmente quedamos con Chiqui para que me cuente lo que va a decir más o menos en la clase, y con la ayuda de Chiaki yo me lo preparo más o menos en japonés. No es que lleve una hoja y lea la explicación, sino que me apunto sólo las palabras clave que seguramente no me sabría de ir con lo puesto: harina, levadura, amasar… y así, con la chuleta en la mano, estuvimos contando a pachas Fernando y yo cómo se hacía pan antiguamente en los pueblos de España mientras dejábamos reposar ya la masa.

En ese tiempo de reposado, que acortamos porque andábamos bastante justos, pasamos a la receta de marmitako. Mi debut en las clases como chef. El asunto es bastante distinto: cuando lleva el Chiqui el timón, es bastante fácil simplemente hacer de traductor, sólo te tienes que preocupar por que se entienda lo que se dice, pero cocinar y explicar a la vez en japonés me imponía bastante… Sin ningún motivo, no hubo ningún problema y todo salió mucho mejor de lo esperado. Y es que, como siempre digo y siempre es verdad, la gente que viene es un lujo. Más majos que ni sé!

Mención especial merece la ayuda que siempre nos brinda Guillermo

En serio, esto no sería lo mismo ni mucho menos, sin la ayuda del de Lorca explicando aquí y allí los secretos de nuestra cocina: ajustando de sal, subiendo o bajando fuegos… regalando su buen hacer y mejor humor a todos los presentes. Gracias Guille por venir siempre!!

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El marmitako salió espectacular, mejor si cabe dentro de las cazuelas de las de verdad que me recordaron a tardes de domingo en Zalla con mi madre a los mandos del fogón. Aunque en aquellas ocasiones en casa no contábamos con el excelente pan cortesía de la madre del Chiqui, que te alimentas ya solo del olor a recién hecho.

Ahora así pensándolo… igual lo suyo sería juntarlas a las dos una tarde y que cocinasen cada una lo suyo? el marmitako de mi madre y el pan de la madre del Chiqui… ahí lo dejo!

かんぱーい〜
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:cocinicas:

El nuevo trabajo

Últimamente estoy enfrascado en la recta final del ikulibro, por eso he dejado de lado el blog pero es que o me pongo en condiciones o va a ser algo que no se va a acabar nunca!!. Y como no me gustaría más que verlo terminado, el tiempo libre que me queda después de la oficina lo estoy dedicando a ello.

No queda mucho más ya, después retomaré el ritmo habitual de actualizaciones blogueriles toscaniles tokyoteras. ごめんね!

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Total, que vengo a contar que llevo ya dos meses y medio en la nueva empresa. Mi periodo de prueba es de tres meses, así que en dos semanas me enteraré de que va a pasar conmigo, si seguiremos ahí rascando teclas por Shibuya o me tocará entrajetarme y salir a buscarme los ramens por otro lado.

De mientras puedo decir que estoy muy contento, que vamos por buen camino.

Para mi un trabajo ideal debe tener dos puntos esenciales:

1- Que me motive, que me guste, que las horas pasadas dentro de la oficina no se sientan como horas desperdiciadas de mi vida. Que cuando salga de allí, me vaya con el gustico puesto.
2- Que me permita seguir con mi vida, con lo mío: esencialmente las clases de Karate que empiezan a las siete de la tarde, con lo que es imprescindible que pueda salir una o dos veces por semana sobre las seis para poder llegar a tiempo.

Al margen están el tema económico y las condiciones laborales, que en este caso cuadran estupendamente: de pasar el periodo de prueba, me mudo a un contrato indefinido directo sin subcontratas ni tocapeloters de por medio. Si estar de seis en seis meses me estaba comiendo la moral en la empresa anterior (al margen del fanegas zampatronchos), la tranquilidad que me va a dar el contrato indefinido va a ser impagable.

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¡Ya llevo unas cuantas empresas! juas, acabo de contar y me han salido ocho (la mitad en Japón), vaya pataliebre estoy hecho… el caso es que en cada una se hacen las cosas de una manera. Aquí va lo que hace única a mi empresa actual:

– Tenemos dos reuniones diarias: a las 11 de la mañana y a las 5 de la tarde. Por la mañana, cuando llega la hora nos ponemos en pie y el jefe de equipo va uno por uno preguntándonos qué tenemos planeado hacer ese día y cuándo pensamos que lo vamos a acabar. En el caso en que haya otra cosa mejor que deberíamos estar haciendo, nos lo dice. Por la tarde contamos lo que hemos conseguido hacer hasta ese momento tomando como referencia lo que hemos contado por la mañana. Tal y como yo lo veo, no son reuniones de estas de pedir cuentas, sino que valen para hacer equipo: todos sabemos lo que los demás están haciendo en cada momento, y si hay algo en lo que podemos ayudar, lo decimos allí mismo. De igual manera, sirve como medio de autopresión: te esfuerzas por trabajar y tener algo que contar por la tarde.

– A las cinco, justo antes de la reunión, todos nos levantamos y empezamos a limpiar la oficina. Hay turnos asignados que se rotan cada día: dos pasan la aspiradora, otro borra las pizarras blancas, otro tira la basura y el resto limpiamos el polvo. Es obligado, no importa que estés hasta arriba de trabajo en medio de un lío, allí hay que pararse, levantarse y limpiar. Limpiar todos los días es exagerado, pero tener que hacerlo implica apartar la vista del ordenador por un rato, levantar el culo de la silla y hacer «algo» de ejercicio que creo que viene muy bien a modo de terapia de desintoxicación contra estar inmerso en el mundo de los unos y ceros.

– Estamos continuamente haciendo pasos a producción. Al día se harán tres o cuatro sin exagerar, el entorno de trabajo es mega dinámico: siempre están cambiando cosas en la web que mantenemos, continuamente. Todavía recuerdo las dos o tres semanas que se tardaba en poder cambiar cualquier chorrada en la empresa anterior en la que estaba.

– Se programa con Ruby on Rails, aunque tenemos aplicación para Android y para el iPhone. Yo soy el encargado ahora de la del iPhone, y la verdad es que aunque al principio Objective-C es un Crister Jobs, luego mola mucho probar y programar cosas para el cacharrico manzanil. También me encargo de mandar las actualizaciones a la Apple Store, hacer los screenshots que aparecen ahí y tal. Está chulo chulo!

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– Al fondo de la oficina hay una televisión enorme en la que tenemos herramientas que nos dicen en tiempo real las visitas en cada momento, ejecutan los tests de la aplicación, nos chillan si algo no funciona y nos muestra gráficas del rendimiento de la web dividido por capas: servidor, base de datos, javascript. Cuando algo tarda un poco más de lo normal, la gente se pone manos a la obra para identificar el problema porque el jefe dirá algo cuando lo vea… ¡y estamos hablando de milisegundos!.

– Hay dos sonidos que la herramienta de ejecución de tests nos casca a todo volumen cuando termina: uno que nos anuncia que todo ha ido bien, y otro cuando algo está mal. El de sistemas cambia el de error cuando le da por ahí. Cuando yo entré sonaba un japonés pegando gritos, ahora hay un sonido en plan game over de las maquinitas de los 80. Unos días le dio por poner el mismo sonido de la alarma de los terremotos de los móviles, y aquello fue un sinvivir!!! menudos sustos!!. Ah! cuando los tests salen bien, un coro suelta un «Aaaaaleluyaaa» ahí.

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– Aunque estamos cuatro rascayús extranjeros, en la empresa se habla japonés. Las dos reuniones diarias son en japonés, los emails vienen en japonés y el jefe te explicará lo que tienes que hacer en japonés. Yo no me entero de todo, ni mucho menos, pondría que me cosco de algo así como un 70% de lo que se está cociendo en cada momento, lo que no está mal (soy el asentidor profesional del reino, no hago más que asentir y decir hai prácticamente siempre). Eso si: tenemos la suerte de que luego siempre podemos preguntarle al americano que sabe un huevo, se entera de todo y nos lo cuenta.

– Trabajo a cinco minutos andando de Hachiko en Shibuya, lo que significa que puedo aprovechar la hora de comer para pasarme por la Apple Store a curiosear el nuevo iPad (¡lo tengo ya!, juas!), al Bic Camera a probar la D800 o al Don Quijote a comprarme la mayor gilipollez que tengan, por no hablar de los mil millones de restaurantes distintos que hay. Salir de trabajar y estar en el centro de Shibuya mola mucho. El efecto negativo: cuando no me quiero ir a casa directamente, me voy a compra ropa… tengo tres pares de zapatillas nuevas desde que empecé, y sólo llevo dos meses…

– Todos los lunes tenemos una reunión «de mejora». Allí se habla de qué podemos hacer para mejorar, que vendría bien utilizar para el proyecto o que procedimientos convendría cambiar para que todo fuese mejor. Normalmente son un coñazo enorme, pero de ahí salen tareas que nos tocan a cada uno: tu Oskar prueba esta nueva herramienta y la semana que viene nos dices que te parece… suelen sacarse conclusiones bastante interesantes al margen de conocer cosas nuevas que no usamos.

– El entorno de trabajo es muy abierto: si tienes una buena idea, se la sueltas al jefe de equipo y es muy probable que te creen una tarea para que la hagas. Yo le conté la semana pasada lo que pensaba que se podría hacer para mejorar la aplicación del iPhone, y es lo que he estado haciendo hasta ayer. No hay gilipolleces del estilo de tu haz lo que yo te digo y punto, hay sentido común y ganas de hacer las cosas bien.

– El horario es flexible mientras no te vayas antes de las seis de la tarde ni entres más tarde de las diez de la mañana. De todas maneras si sales antes de las siete, lo normal es decirlo en la reunión de la mañana por si alguien contaba contigo para algo, aunque no suele haber problema nunca. También tenemos máquina de fichar y a final de mes mandamos una excel con las horas trabajadas con las que nos calcularán el sueldo.

– Trabajamos en mac y… es otro mundo, simplemente. No me había dado cuenta hasta ahora de la cantidad de tiempo perdido peleando con Windows, ¿cómo había podido yo sobrevivir en este mundo sin usar el terminal?… ¡¡ me avergüenzo de mi yo pasado !!.

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Y esto es lo que hay. A ver si hay suerte y cuando me vaya a España dentro de un par de semanas de vacaciones, lo haga sabiendo que en Mayo sigo teniendo currelo en el mismo sitio!!. Es que si no, iríamos ya por el noveno cambio de trabajo y no es plan ya!!

Ah!, mientras escribo esto, tengo al lado el MacBook Pro del curro, y es que resulta que el lunes tenemos simulacro de terremoto. Visto lo que pasó el año pasado, vamos a hacer como que no hay manera de ir a la oficina y que nos toca quedarnos en casa a trabajar. El martes contaremos si hemos sido capaz de poder hacer nuestras tareas con mayor o menor normalidad mientras se mantiene la web activa. Por una parte mola la idea, y por otra asusta, ¿eh?.

¡¡Buen fin de semana!!
:romeo:

Mi maratón de Tokyo II

Conclusión de «Mi maratón de Tokyo«

Juro por Dios, por toda mi vida que los diez primeros kilómetros los corrí sin darme cuenta que estaba corriendo. Eran tantos los estímulos que no era sólo que uno no sabía donde mirar, sino que uno no sabía qué era lo que se sentía con tanta intensidad.

Ganas de llorar y de saltar, de reír y gritar con todas las fuerzas. Ganas de acabar para poder contarlo, ganas de que no se acabe nunca.

Yo quería chocar todas las manos de todos los que estaban allí animándonos, quería parar y retroceder unos metros para volver a pasar por donde aquella chica que me gritó «fight» y que me lo volviese a decir siete veces más, quería darle mil besos, a ella y a la de al lado, y a la otra… quería seguir volando y no aterrizar por jamás de los jamases.

Cruzamos el Tocho de Shinjuku entre aplausos. Recuerdo estar rodeado de personas por todos los lados, de no poder seguir el mismo ritmo durante más de uno o dos minutos porque había alguien más lento que esquivar o porque no dejaban de pasar más rápido a los lados. Recuerdo pasar cerca de la Tokyo Tower cuando parecía que sólo habían pasado cinco minutos desde que salimos, y los muros del palacio imperial y la larga recta que tanto temía sobre el mapa: la que nos llevaba hasta Shinagawa para dar un giro de 180 grados y volver sobre nuestros pasos. Planeé la música a propósito para que las mejores canciones sonasen durante esos en apariencia tediosos kilómetros, pero no recuerdo haber escuchado lo de nos sobrarán las ganas de volar de Maldita Nerea, ni a Fito empezar su casa por el tejado ni a Robe gritando aquello de salir, beber, el rollo de siempre… no recuerdo ni una sola de las canciones.

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Retrasé el momento de ir al baño muchas veces porque había colas interminables de gente y no quería parar, pero no me quedó más remedio, el botellín de agua de antes de salir pasaba factura. Comprobé tres o cuatro baños y seguí adelante esperando que el del kilómetro siguiente estuviese más vacío, pero nunca ocurrió. Tuve que parar y calculo más de diez minutos allí esperando mientras se me llevaban los diablos por poder seguir. Yo no quería estar quieto, yo quería seguir jugando a pillar con miles de personas fantaseando con que si me paraba, me pillarían a mi.

El giro de Shinagawa llegó cuando ya empecé a notar las piernas un poco cargadas aunque no excesivamente para llevar cerca de veinte kilómetros si tomo como referencia los entrenamientos. El pecho no se resentía, podría haber mantenido una conversación sin problema, no me sentía sin aliento y lo cierto es que no me sentí así en toda la carrera.

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No hubo ni un sólo metro sin gente animando, y estamos hablando de cerca de cuarenta y dos mil doscientos en total. No había corrido ninguna carrera nunca, así que no tengo para comparar, pero si que puedo contar que en la maratón de Tokyo uno no puede aburrirse; es como si hubiesen querido condensar toda la cultura de un país a los lados de un camino para deleitarnos a los que allí vamos tratando de seguir avanzando hasta el final: espectáculos de Yosakoi que hacen que aminores el paso para no perder detalle, orquestas de música, bailes de cheerleaders, coreografías, taikos, tambores que hacen que te retumben los huesos del mismo cráneo y miles, millones de personas. No estaban sólo allí mirando, estaban ilusionadas, nos gritaban, nos aplaudían, ponían las manos para que palmeásemos, establecían contacto visual contigo y saltaban gritándote «ganbatte!! fight!!!» cuando les mirabas, no eran simples espectadores, era toda una ciudad totalmente entregada. La próxima vez que vuelva a leer eso de «los japoneses son fríos» juro por Dios que voy a por el escritor.

Allá por la mitad, sobre el kilómetro 24 me esperaba una sorpresa que no dejó de serlo aunque lo supiese de antemano: Guillermo y Fernando, el Lorco y el Chiqui le echaron cuatro huevos entre los dos y saltaron a la pista para correr conmigo justo en el tramo en que el temido muro te acecha, y vaya si me acechó. Dicen que hay un momento en que el cuerpo no puede más, que de repente se queda sin fuerza, que se rinde porque no tiene de donde sacar para seguir y estadísticamente es a partir del kilómetro 30. Por eso, estos dos figuras decidieron acompañarme sobre esa distancia.

Cuando les vi, el corazón se me aceleró, no pensé que me iba a alegrar tanto de llegar hasta allí y verles saltar al ruedo. Corrimos juntos durante hora y media donde pude compartir siquiera una pizca de aquella tremenda experiencia ya inolvidable aún sin haber acabado. Me reí mucho con ellos, me sentí un privilegiado por tener amigos como aquellos dos artistas que me escoltaban sin parar de hablar para distraerme de las ampollas y el dolor. Nunca lo confesaré, pero me dieron ganas más de dos y tres veces de darles un abrazo de los de vaciar pulmones.

El momento más especial de toda la carrera, con permiso de la llegada a la meta, fue con ellos: entramos en Asakusa encontrándonos de frente con la puerta Kaminarimon entre gritos y aplausos bajo la atenta mirada de la nueva Sky Tree. Fue precioso haber vivido aquello con semejantes personas: el murciano, el albaceteño y el vasco echando carreras cual chiquillos en uno de los lugares más emblemáticos del Tokyo de los libros.

Calculo cinco kilómetros corriendo juntos cuando las piernas dijeron que no podían más. Estaban tan cargadas que simplemente no podía seguir, no me mantenían. No me faltaba el aire, no estaba exhausto, era simplemente que las piernas no funcionaban. Ni siquiera en los entrenamientos me había pasado algo así. Iba con ellos y tuve que parar y andar a ratos, venga, vamos hasta aquella curva y después hasta el siguiente kilómetro seguimos corriendo, venga… así tres o cuatro veces hasta que por fin me paré y me tiré en la acera a estirar y tratar de recuperar, incluso andar se antojaba imposible. Rabia infinita, de la mala. Impotencia. No podía estar pasando, no puede ser que haya llegado hasta aquí y no pueda seguir. Aunque sea a rastras, yo llego…

Después de estirar, parece que recuperé y ya seguimos corriendo un rato más hasta que me dejaron ya camino del final de Ginza enfilando el desvío hacia Odaiba justo en el momento en que el iPhone decidió morir. Pude seguir corriendo a un ritmo muy muy lento hasta el kilómetro 37 donde ya no pude más. No me paré más, pero tuve que seguir andando dos o tres kilómetros hasta que vi la señal de que quedaban los dos últimos para acabar. A veces trataba de correr, pero no lograba seguir más de cien metros, incluso hubo una vez en que perdí el control de las piernas y casi me caí al suelo.

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Los dos últimos kilómetros, los de las cuestas, los hice corriendo todavía no sé como. Entré en Odaiba muriéndome dos veces por metro, y me dí cuenta que llevaba llorando un rato largo cuando pasé por el arco de meta. Lloré de dolor y de alegría, de emoción y de alivio. Lloré porque acababa de vivir la experiencia física más increíble de mi vida a pesar de haber tardado casi seis horas en acabar algo que cualquiera medianamente preparado hace en cuatro. Lloré tanto y con tantas ganas porque desde que salí no había parado de estar midiendo fuerzas contra mi propia alma, peleándome contra las piernas a base de corazón y huevos… lloré porque me sentí vivo con rabia a rabiar y ya no podía más.

Cuando recuperé el equipaje y pude cargar la batería del móvil, recibí una llamada de Carlos diciéndome que me esperaban fuera. Apenas pude, me levanté y fui a su encuentro. Todavía no podía casi ni andar, pero cuando les vi esperándome con la lata de cerveza, se me olvidaron todos los males. Más que por la cerveza, por sentirme arropado con amigos como estos que fueron capaces de desafiar al frío esperándome horas y horas en la llegada sin saber muy bien ni siquiera si iba a llegar.

Para alguien que corre regularmente, una marca de cerca de seis horas no es una marca de la que estar orgulloso. Yo tenía cuatro meses para prepararme con el único objetivo de llegar a la meta. Me lo tomé tan en serio, que los entrenamientos anularon cualquier otra faceta de mi vida: no bebí alcohol, cuidé mi alimentación al máximo, no dejé pasar ni uno sólo de los entrenamientos programados. Como no estaba acostumbrado a las largas distancias, las agujetas y el cansancio me condenaban a prácticamente fallecer en el sofá el resto del fin de semana. Al principio no podía correr apenas más de 5 kilómetros, en los últimos entrenamientos ya corría cerca de 30. Me desafié a mi mismo, sufrí y disfruté con cada nueva marca cada semana.

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La aparente ausencia de significado de lo que estaba haciendo, los ánimos perdidos por el estrés que el entrenamiento causó a mi vida desaparecieron el día de la maratón. Con mucha mejor base y con tiempo, el año que viene repito con más ganas, con más fuerza, con más lágrimas que voy a ir guardando desde ya para soltarlas todas en la meta si tengo la inmensa suerte de que me vuelvan a coger.

De momento, vayamos tachando de la lista que ya hice una cosa más.

Recuerdos

No parece que haya pasado un año. Parece que han pasado diez… o que en realidad no pasó nunca. La normalidad ha vuelto a nuestras vidas de una manera insultante, como si quisiésemos de verdad haber soñado con mares que se desaguan, como si nunca hubiesen existido las quince mil personas cuyos sueños el agua diluyó para siempre.

Uno ni siquiera hace por hacer vida normal; viviendo en Tokyo es fácil. La rutina se encarga de cogernos de la mano y tirar cuando nos paramos a tratar siquiera de empezar a asimilar lo sucedido apenas unos cientos de kilómetros al norte. Tengo que comprar café que se me ha acabado, a ver si llego a la reunión de mañana con el trabajo, que no se me olvide pagar la renta y la factura de la luz… no parece haber lugar ni tiempo para acordarse, aunque tampoco hay mucho que recordar porque no estuvimos allí.

No estuvimos allí

Nuestros recuerdos, o mejor, mis recuerdos se emplazan dentro de una oficina después de comer. Uno de tantos terremotos que ignoramos al principio hasta que va a más y a más y entonces no sabemos ya que hacer. No sabíamos que hacer. El manual de instrucciones dice que te metas debajo de la mesa hasta que pase para que no te caiga nada encima. Yo salí corriendo. Y seguramente lo volvería a hacer. Instinto, nervios, miedo, adrenalina… todo junto, supongo.

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Pero pasó y aunque seguía habiendo réplicas, nosotros el tsunami lo vimos por la tele. No estábamos allí.

Por eso cuando me preguntan, no puedo contar más, porque no sé más que cualquiera que lo viese por televisión. No sé que es tener que correr con toda tu alma colina arriba, ni siquiera puedo imaginar qué se siente al perder de una vez todo y a todos… si es que uno puede seguir sintiendo algo. Por eso tengo tres o cuatro emails sin contestar con invitaciones a programas de radio para entrevistas sobre el aniversario de aquél día, porque no sé que voy a decir, porque yo sigo con mi vida igual que siempre y no tengo nada nuevo interesante que contar porque yo estaba aquí y aquello fue allí, porque cualquier cosa que pueda imaginar o aventurar sobre el tsunami sería una falta de respeto a los que sí tuvieron que estar.

Falta de respeto a los que sí estuvieron

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El mar desgajó tantos sueños que quedaron por soñar, se llevó tanto… que no puedo dejar de pensar que fue ofensivo cómo el mundo borró su recuerdo cuando se supo lo de la central nuclear. Había, quizás todavía hay, un peligro real y fue lógico tratar de esclarecer lo que podría haber supuesto otra catástrofe de proporciones incalculables. Pero fue absurdo pasar, literalmente, de página; de la «mayor catástrofe nuclear de la historia» a «Gadafi y sus excesos». Así, de repente. Sólo volvía a salir Japón cuando a Fukushima se le revolvían las tripas y de todas todas se olvidaba a los que sí estuvieron donde con tan mala estampa les tocó estar. A día de hoy no ha habido ni una sola víctima por radiación, pero sigue habiendo dos o tres suicidios por semana en Ishinomaki donde la situación parece estar infinitamente lejos de normalizarse… aunque claro, yo esto tampoco lo sé, porque tampoco estoy allí aunque hace tiempo que me propuse tratar de ayudar como voluntario.

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Pero yo si estuve aquí cuando todos mis amigos se habían ido ya de Tokyo. Muchos dicen que fui valiente por quedarme, pero lo cierto es que me quedé porque dejarla sola a ella ni siquiera se me pasó por la cabeza, no era una opción. Bajo la amenaza de una nube radiactiva, nosotros paseábamos por un Tokyo apenas iluminado por una de cada diez farolas tomando cafés en cafeterías que siempre estaban por cerrar por ahorrar luz.

Queriéndonos más que nunca.

Pero claro que me habría ido, a Osaka lo más cerca sólo para saber tranquilos a los míos.

Luego no pasó nada en realidad. Nunca llegó radiación en niveles perjudiciales para la salud, nosotros sólo teníamos miedo. Teníamos miedo… cuéntaselo a los de Ishinomaki, que en Tokyo teníamos miedo de la radiación mientras dormíamos calentitos en nuestras casas de siempre después de un buen baño.

Así que con esta sensación, no tengo claro si hablar por la radio. No parece tener demasiado sentido contarles precisamente a ellos que mi mayor problema fue tranquilizar a mi familia por teléfono porque sus primos los de la televisión y los periódicos se empeñaron en exagerar la situación hasta el disparate. ¿Que voy a decir? ¿que parece que todo está bien?, si no tengo ni idea, si lo que sé lo veo por la tele o por internet… lo que yo diga no tiene mayor interés, creo yo. Que viva en Tokyo, a estos efectos, me acredita experto del tema igual que a uno que viva en Seoul: nos pilló el asunto al lado, pero nada más. Podría soltar una de poco a poco, Japón recupera la normalidad, se puede ver en las caras de las gentes… claro, claro.

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Y me vienen con prisas, los de la radio y los de la tele. Me mandan mensajes el viernes, que conteste rápido si cuentan conmigo el domingo para salir en antena, que grabe vídeos, que lo necesitan ya me dicen. Hace un año de esto y ahora que se acuerdan, ahora que parece que toca acordarse… por Dios, que disparate es todo. Así va la cosa. Oskar, contéstame cuanto antes que estamos fuera de tiempo. Y me mandan el mensaje dos días antes, con prisa, con urgencia, para preparar un programa sobre algo que pasó hace un año.

Yo hoy, once de marzo del 2012, no estoy para circos. Yo hoy tengo una cita con la chica más guapa del mundo. Mi máxima preocupación es afeitarme para no pinchar y tratar de no pasarme con la colonia. Ni que decir tiene que iremos cogidos de la mano aunque hoy sólo podré reprimir uno de cada cinco besos, porque hace mucho que no nos vemos por culpa de la influenza esa. Seguramente estaremos en uno de los muchos homenajes a las víctimas que se harán por todo Tokyo, y probablemente tendremos que volver a ver, con la garganta tiritando y los ojos húmedos, imágenes y más imágenes de programas especiales que se emitirán en todas las cadenas de televisión.

Y mañana volverá un lunes, un lunes totalmente normal en Tokyo, un lunes de madrugón, trenes y oficina, de cafés y bento. Nos acordaremos de los que hoy se homenajean hasta el miércoles o jueves y después nada.

Hasta que un año después llegue otro email con prisas.

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Algunos datos:

– El terremoto fue de escala 9 al que sucedieron más de 1000 réplicas, siendo unas 60 de escala 6 o superiores. El sistema de detección de terremotos envió alertas un minuto antes.
– El tsunami inundó unos 560 kilómetros cuadrados de tierra y se cobró más de 15.000 vidas. Casi 4.000 están todavía oficialmente desaparecidas. Unos 260.000 supervivientes siguen viviendo en emplazamientos temporales como pabellones prefabricados, tienen un límite de dos años para encontrar una casa por su cuenta.
– Se evacuó a unas 70.000 personas que vivían a menos de 20km de la central de Fukushima. Todavía no pueden volver y seguramente no puedan ya mientras vivan. El mayor problema de los evacuados no está causado por la radiación, sino por el trauma psicológico que supone estar como están lejos de sus hogares.
– La situación en Fukushima es estable, aunque el plan trazado por Tepco para limpiar totalmente la zona se mide en décadas.

Eventos hoy en Tokyo:

Parada de los trenes de Tokyo a las 2:46
Manifestación anti nuclear
Concentración «Peace on Earth» en Hibiya
Encendido de velas cerca de la Tokyo Tower
Concierto «Nihon Kizuna one year later» en Shinjuku

Algunos enlaces:

Primeras imágenes del aniversario
Video retrospectiva de los acontecimientos del año pasado por The Guardian
20 fotos del tsunami por National Geographic
Fotos de la central nuclear por National Geographic
Algunos testimonios de evacuados por la central
Recopilación de fotos: Japan Earthquake, one year later por TheAtlantic.com
Más fotos del antes y después de un año del Nationalpost
Fotos del antes y después de la BBC
Presentación con mapas de antes y después del tsunami
Proyecto Ishinomaki 2.0
Documental independiente sobre la situación actual en Ishinomaki
Documental «Japan’s children of the earthquake» de la BBC
Vídeo con todos los terremotos ocurridos durante el año pasado en Japón
Vídeo grabado desde un rascacielos de Shinjuku en el momento del terremoto
Trailer de «We all are radiactive»
Documental «Japón, la fuerza de un gigante»
I love you Japan, vídeo de ánimo desde América
Vídeo explicando la situación de Fukushima a los niños

Algunas ideas y percepciones totalmente personales:

– En Tohoku no parecen estar nada contentos con la actuación del gobierno, apenas les llegan ayudas y todo el trabajo de reconstrucción se está llevando a cabo con voluntarios que vienen de todo el país.
– En Fukushima están igual, no acaban de decirles que no van a poder volver nunca y ni el gobierno ni Tepco les dan alternativas reales a su situación.
– El alcance del problema de Fukushima quizás no se sepa nunca, pero está claro que el agua radiactiva vertida al mar y las fugas en las tierras de alrededor traerán consigo consecuencias a muy largo plazo. Se van, y se irán encontrando alimentos con radiación más alta de lo normal durante muchos muchos años. Es de esperar que siga habiendo controles estrictos.
– Ya no parece que haga falta ahorrar electricidad, todo funciona con normalidad en este sentido.
– Últimamente está habiendo terremotos con bastante frecuencia en la zona de Tokyo, lo que nos tiene preocupados por si viniese el temido y esperado gran terremoto de Kanto, cuya probabilidad se ha incrementado después del de Tohoku. No es que estemos en un sinvivir, pero si que lo tenemos presente.

La Tokyo Sky Tree finalizada

De mientras sigo escribiendo la segunda parte del maratón, ahí va un post regulero estilo enchufar algo en dos minutos y quedarse like a blogger-sir con el dedo meñique estirado.

:regulero:

El caso es que el 29 de Febrero, que este año es #bisiester, dieron por finiquitada la Sky Tree, que es la torre más alta del mundo con 634m puestos uno encima del otro.

A mi este mostrenquer ni me iría ni me vendría si no fuese porque conocí a la futura madre de mis siete hijos en una excursión que incluía visitar el troncho este a medio construir, así que de vez en cuando volvemos por allí a darnos un paseíco y recordar cuando la vida era una cuarta parte de bonita que ahora.

Total, hay va un vídeo de la Sky Tree grabado en distintas fases de su construcción y montado con muchísimo gusto, tanto que me da hasta cosica arramplarlo para ponerlo aquí:

Para que la cosa no sea tan tan regulera, ahí dejo un enlace a fotos que saqué yo en su día: enlace a fotos que saqué yo en su día 笑.


Fuente: Darwinfish105.blogspot.com
Post escrito en: lo que dura la cabecera de Walking Dead, como un minuto y medio o algo así…

ヘ(0Д0ヘ) (メ◆◆)

Mi maratón de Tokyo

El día anterior dejé todo preparado diez o doce veces: la camiseta del Athletic con el dorsal prendido con imperdibles, los calcetines con silicona por debajo para que no salgan ampollas, las mallas, la licra, los guantes… y vuelta a empezar: el dorsal, la camiseta… Si había de fallar algo, que no fuese por falta de preparación.

El domingo tenía que estar en Shinjuku alrededor de las siete de la mañana y era imprescindible un desayuno titánico, así que poner la alarma por lo menos a las cinco parecía ser algo más que una buena idea.

Cuando me desperté eran cerca de las seis y media. Resulta que había cambiado la hora de la alarma «de entre semana» de la oficina, y estábamos en domingo. Empecé el día corriendo, literalmente: mientras se cocía la pasta, pasaba por la ducha y me ponía ya el uniforme de faena. Comí de pies quemándome por no poder esperar a que se enfriasen aquellos macarrones y cuando me quise dar cuenta ya iba camino de Shinjuku con las Nike que estrené dos meses antes y la camiseta de Etxeberría que me trajeron Arantzazu, Alex y Nahia.

La idea de correr la maratón por fin aquella mañana no me puso nervioso en absoluto. Uno se pone nervioso cuando tiene que salir a hablar delante de gente o cuando te toca pegarte con alguien que no conoces en un combate de Karate, ahí si merece la pena tener nervios porque debes responder ante otros. Aquella mañana yo no estaba nervioso, estaba tremendamente ilusionado, emocionado como nunca; con ganas de empezar a poner un pie delante del otro ya de una vez porque la cosa iba conmigo mismo: si abandonaba sería cosa mía, si llegaba al final también… era yo peleando contra mi, así que todo quedaba conmigo.

En la maratón de Tokyo te dan una bolsa bastante grande donde puedes meter todo lo que necesites, y ellos se encargan de llevártela a la meta. Yo llevaba esa bolsa con orgullo mientras iba camino de la estación, como queriendo fardar de lo que me proponía hacer, como un niño que aprende a andar en bici: quería que todos mis vecinos lo supiesen. Estaba de verdad ilusionado, como hacía tiempo.

Ya en el tren pude distinguir a muchos que como yo llevaban el chip puesto en una de las zapatillas. Gracias a él, la organización sabe que has hecho todo el recorrido como debes hacerlo: sin atajos de por medio, y también cualquiera podría saber por donde ibas a través de la web oficial. Cruzamos muchas miradas sin llegar a sonreírnos abiertamente porque las caras eran de seriedad, de concentración. «Ganbatte kudasai» me dijeron más de una vez, «ganbatte kudasai» respondía yo con el corazón a pleno pulmón.

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A pesar del intento frustrado de madrugón, llegué con bastante tiempo y empecé a calentar junto a cientos, miles de locos que me rodeaban a las siete y algo de la mañana entre ráfagas de viento helado. Menuda lección de contraste era sentir el frío de fuera y el calor de dentro.

Me resistí casi hasta el límite de la hora para entregar la bolsa-mochila porque no quería dejar la chaqueta… me costó decidir si salía a correr con ella o no y si descartaba la riñonera repleta de gelatinas energéticas. Al final hice lo que ya sabía: metí la chaqueta en la bolsa, cargué con la riñonera que oculté debajo de la camiseta del Athletic, me puse los guantes y entregué el equipaje. Ya no había vuelta atrás, mis cosas estaban ahí y no podría recuperarlas hasta Odaiba.

Y estaba en Shinjuku.

Me morí de frío siete veces y resucité ocho. Estiré, calenté corriendo ligeramente por la zona, y finalmente me dirigí al bloque J que me asignaron. Salíamos los últimos aunque daba igual, como también daría igual llegar en este lugar. Esto va de uno consigo mismo, insisto, te ganas a tí mismo. Pierdes contigo mismo.

Fuimos apilándonos según nos iban indicando por megafonía. A un lado tenía a un señor que poco debía faltar para que me doblase la edad, a la derecha uno más joven, un poco más atrás un grupo de extranjeros también de distintas edades. En el cielo dos helicópteros, enfrente un semáforo que cambió, sin sentido, millones de veces de colores a pesar de que esa mañana el asfalto seguía perteneciendo a goma, si, pero de las suelas de nuestras zapatillas. Zapatillas encima de las cuales había ilusiones, sueños, escalofríos intermitentes en los huesos, miedo diluido en la médula, chispas entre los dedos de los pies. Miles de almas contenidas gritando querer salir ya. De una maldita vez, carajo, de una maldita vez, ¡que no aguantamos más!.

Se oyen fuegos artificiales a lo lejos aunque el rascacielos más grande de Tokyo sólo nos deja imaginarlos, dicen que soltaron globos pero tampoco los vimos. El grupo A ya debía estar corriendo, a nosotros nos quedaban diez minutos más aunque ya empezamos a tomar posiciones andando hacía la salida. En un balcón cercano un señor con un niño grita «ganbatteeeee» y el silencio solemne que nos unía se convierte en un grito ensordecedor. Estábamos dormidos y nos acaban de despertar. Gritamos con todas nuestras fuerzas, aplaudimos, reímos y si no volamos es porque sería trampa.

Nunca olvidaré ese momento en mi vida.

Llegamos por fin a la línea de salida, la gente descarta las últimas prendas en el espacio designado para ello: chubasqueros, jerseys… botellas vacías de bebidas isotónicas y cáscaras de plátanos se acumulan en las esquinas. Me llena el depósito que salgo ya, póngame de los de pintitas negras, que esos son los mejores.

Salgo ya. Madre mía, esto es real… está pasando

Continuará…


Yuki

Aunque ayer dijeron que iba a nevar por la noche, yo creo que ninguno nos esperábamos lo que hemos visto al mirar por la ventana esta mañana… ha estado nevando sin parar hasta algo así como las dos de la tarde!! estaba todo bonico bonico!!

Ahí van unas foticas de Shibuya, que es donde hago que currelo ahora:


El Jesucristo de la maratón de Tokyo

El día de ayer fue tan increíble que todavía estoy asimilándolo, bueno, en realidad lo estamos asimilando yo y mis piernas que hay que verme bajando escaleras, menudo cuadro, parece que me han dado siete palizas. Pero la acabé, ¿eh?, ahora a ver donde están esos que decían que en cuatro meses no daba tiempo a prepararse!! gañanes!! siesos!! carapedos !!

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Total, que aquí estoy recopilando sentimientos, sudor, desesperación, lágrimas, satisfacción, rabia, felicidad, agujetas… y tratando de poner todo junto en orden para contar semejante experiencia como se merece.

De mientras aquí va un adelanto de las millones de sorpresas de ayer… un Jesucristo con su cruz y toda la pesca que se cascó la maratón como hay Dios. Doy fé de que es totalmente cierto que corrió porque le vi más de una vez, ojo al asunto y no perderse las playeras que lleva:

Efectivamente, descalzo, y en el kilómetro 35 todavía iba igual, así que en teoría corrió toda la maratón a pelete. No queda claro si convirtió el Pocari Sweat en Rioja para aguantar el asunto, todavía estamos investigándolo. Y eso por no hablar del frío que hacía, y el tío en porreters!

Eh! y llegó a la meta, que después andaba en Odaiba posando y todo el mundo ahí sacándole fotos.

¡¡ Menudo genio !!

72 horas

¡¡ Quedan 3 días !!

。。。タタタッ。ヘ(;・・)ノ      ……\( ><)シぎょぇぇぇ      ……シタタタッ ヘ(*¨)ノ          。。゙(ノ><)ノ ヒィ

Jodé, incluso a cámara rápida se me hace el recorrido más largo que un día sin nocilla…
大丈夫かな〜?

Ishinomaki, then and now

Vivir aquí hace que te acostumbres a los terremotos. Normalmente no pasa nada; suele empezar con las alertas de los móviles y después tiembla todo durante diez o veinte segundos. A veces hay un golpe más fuerte, un movimiento más brusco y después se para. Otras veces apenas se percibe. Tampoco te das cuenta si estás en el exterior, en los cinco años que llevo aquí no he notado nunca un terremoto mientras ando por la calle o voy en el tren, no te das cuenta. Ni tiemblan los edificios, ni la gente se cae por la calle, ni se abre la tierra. Te enteras de donde ha sido porque pones la tele o porque miras por internet.

El del año pasado fue distinto porque no paró, cada vez fue a más y a más y a más… y no nos dimos cuenta de la magnitud de lo que acababa de pasar hasta que pusimos la televisión y se veía como el mar se cansó de llegar hasta la playa y decidió meterse tierra adentro.

Paul Johannenessen es un australiano que vive en Tokyo y que ha grabado un documental en Ishinomaki. Las imágenes son impresionantes, pero lo que más me ha gustado es escuchar a personas normales contar cómo vivieron lo que les pasó, lo que les preocupaba después y lo que han ido haciendo día a día para tratar de recuperarse de semejante disparate.


Fuente: www.paulyj.com

Cosa de dos

Aquella noche fue mentira.

Por alguna razón decidí abrir la botella de vino que guardaba para compartir a la sombra de alguna que quisiera taparme la luz de la vela que compré a la par. No se dio el caso, y hacía tiempo… ya no aguanté más. Descorché ese Rioja Siglo Saco y el alcohol desinfectó heridas que empezaban a hacer nido en el corazón, ese del que uno no hace cuenta hasta que de repente late a cañonazos gritando que como siga estando solo, va a reventar.

Cuando logré dejar de apiadarme de mi maldita estampa, estaba tan borracho que no podía ni andar.

No recuerdo demasiado el final de aquella noche, pero si sé que me dio rabia estar así, que lloré muchas veces recordando que acordarse duele cuando lo que se quiere es olvidar.

Me metí en la ducha y estuve un buen rato bajo una docena de pequeños chorros de agua fría que me horadaron las malas ideas y me enjuagaron la morriña hasta que me espabilé lo suficiente como para no dar por acabada aquella madrugada de verano tirado en el futón esperando a morirme de resaca.

Cogí la cámara de fotos y me fui al templo de al lado de mi casa.

El camino de entre cinco y diez minutos lo hice en más de media hora. Me paré a sacar fotos a todo, como si hubiese decidido que no iba a seguir aquí más y esa fuese la última vez que peregrinase a verme el ombligo por dentro entre tumbas, pagodas y cerezos. Como si ya no hubiese más que rascar y ya tocase mudarse de vida de nuevo por aquello de dejar de seguir intentando reír, porque ya saldría solo.

Cuando por fin llegué, me senté en las escaleras y miré hacia la derecha instintivamente. Desde allí se ve el monte Fuji en días claros… se me olvidó el pequeño detalle de que eran algo así como las dos de la mañana. Apoyé la cabeza en la pequeña columna de la parte superior, y empecé a revisar las veinte o treinta fotos que acababa de sacar. Borré todas, no se veían más que sombras negras entre las que asomaban tímidamente luces de alguna farola cercana. Sombras negras entre las que asoman, a veces, luces… ¿a quien me recuerda?

Cerré los ojos y me quedé dormido un rato imposible de medir, lo mismo podría haber sido un minuto que dos horas. Cuando me desperté, ya con dolor de cabeza, vi a un gato negro y blanco …negro con luces… allí sentado como a dos metros de mi. Me miraba fijamente y yo le hice gestos para que viniese, aunque no lo hizo. Sin levantarme, traté de hacerle fotos con la cámara pero cuando logré acertar a quitar la tapa del objetivo, ya se había alejado unos metros. Le seguí un buen rato tratando de no hacer ningún movimiento brusco que provocase que volviese al mundo de mentiras del que había venido, hasta que se paró justo delante del edificio principal del templo. Decidí sentarme a dos o tres metros de él, a veces le sacaba alguna foto aunque la mayoría del tiempo sólo le miraba.

Él, o ella, no se movía más que para rascarse la cabeza como dudando si se fiaba del único ser vivo cercano más grande que él.

Finalmente vino y me rodeo un par de veces antes de decidir sentarse a mi lado. Se dejó acariciar e incluso parecía querer contarme su vida de gato de templo soltando maullidos a modo de charleta desconsolada.

Agradecí su compañía, me gustó hablar con el.

Desperté al día siguiente en mi casa con un dolor de cabeza horrible. No recuerdo muy bien el camino de vuelta pero a juzgar por la laguna de recuerdos, parece que la ducha no logró contrarrestar ni de lejos los grados del Rioja.

Incluso dudé que había salido la noche anterior… hasta que vi las fotos que me contaron que aquella madrugada de verano fuimos dos los que nos lamimos las heridas.

Otra vida más

La vida es el resultado de las decisiones tomadas en el pasado junto a grandes dosis del impredecible y muchas veces burlesco azar. La rutina del día empieza y acaba casi siempre de la misma manera aunque uno nunca sabe que va a pasar en el medio, que es donde suele estar la miga que pellizcar si uno aprende a no dejarse llevar por el vil pasar de las horas.

Elegí irme del trabajo anterior y fruto de esa decisión unido a mucha suerte de cuya magnitud quizá no soy consciente, hizo que empezase unos días después en una nueva oficina donde llevo una semana aprendiendo cómo se corta la baraja en la empresa más japonesa en la que he estado nunca. Fui yo quien decidió anteponer la ley de no tolerar jamás tratos intolerables y me fui. Pero fue el azar el que quiso que pasase de PHP y Objective-C a Ruby on Rails, de contratos temporales por sistema a condiciones en condiciones. Mi vida ha mejorado porque tome una decisión cambiando algo que debía ser cambiado en ese preciso momento, el azar hizo lo demás.

Me apunté prácticamente sin pensar a la maratón de Tokyo en la que es muy difícil que te cojan. Quise seguir adelante en serio cuando lo hicieron y de nuevo mi vida cambió radicalmente. La elección la hice yo, la suerte hizo el resto. Ahora corro durante toda la semana y miro al domingo 26 con mucha ilusión y entusiasmo porque sé que es un día que no olvidaré jamás. Pero también he tomado la decisión de no seguir por este camino porque no me gusta en qué se ha convertido esta parte de mi vida en los últimos cuatro meses. Han cambiado muchas cosas; me encuentro mucho mejor físicamente pero no es lo que quiero hacer con mi tiempo libre así que ya he tomado cartas en el asunto. Dejar de correr todos los días es sin duda una provocación al azar que seguro que cruza algo nuevo en mi camino. Por de pronto retomaré Karate con muchas ganas y estoy convencido de que la motivación con la que afrontaré este regreso al dojo traerá algo más consigo.

El otro día un viejo conocido de cerca de Bilbao me dijo que yo tenía mucha suerte, que tenía un buen trabajo, que estaba en buena forma, que hablaba idiomas, que conocía mundo, que parecía que había nacido con una flor en el culo. Este buen hombre dejó los estudios hace muchos años porque no le llenaban, llevaba muchos meses en el paro y me contaba que había engordado por culpa de la ansiedad que le provocaba la situación. Encontró trabajo, uno que dice odiar con toda su alma tanto como a la mayoría de sus compañeros, aunque tampoco va demasiado a menudo porque tiene dolores de espalda debidos a su sobrepeso que le obligan a cogerse bajas frecuentemente. Me decía que me tenía envidia, que todo me salía bien, que ojalá fuese yo.

Que ojalá fuese yo.

Cuando llegué a Japón 5 años atrás, mi vida estaba tan rota que se me escurría el alma por las grietas. Estaba tan solo entre tanta gente que me sentía triplemente vacío.

Pero por mis huevos que me aseguré de mirar una y otra vez las cartas que me tocaron y de empezar a jugar hasta que pude arrastrar o cantar las cuarenta aunque fuese de Pascuas a San Pedro. Porque la cosa va así: casi nunca se gana, lo normal es que pierdas o que te quedes como estabas.

«Que ojalá fuese yo» me dice. Y el tío, más cerca de los cuarenta que de los treinta, todavía no ha empezado ni a barajar las cartas.

Que ojalá fuese yo.

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Ilustración de Andrés Jarit

IV Clase de cocina: Marmitako y Pan

Las clases de cocina para japoneses se las inventó el tío Chiqui. Todo empezó con alquilar un local en un centro social de Ikebukuro con cocinas y probar a enseñar a cocinar Paella. Chiqui me propuso hacer de traductor y aunque al principio la cosa me impuso muchísimo, la experiencia mereció mucho la pena, tanto que la segunda clase no se hizo esperar demasiado, la de Tortilla de patatas y Gazpacho andaluz.

Pillamos carrerilla, ya le teníamos pillado el truco a los preparativos previos, a organizar los equipos, a controlar el tiempo y ya fluía la traducción albaceteño-japonés aunque para la tercera clase no hizo demasiada falta, porque Mireia, nuestra profesora invitada, habla japonés bastante mejor que yo. Allí se hicieron Croquetas y Moje manchego.

Tras el parón navideño, volvemos con una nueva edición. Esta vez me he animado yo a hacer de chef preparando Marmitako y el tito Chiqui nos enseñará los secretos con los que entre fogones cocina ese pedazo de Pan que tan bien le sale:

La clase será en lkebukuro el 4 de marzo, un plan como pocos para pasar la tarde del domingo: juntarse con gente majísima, cocinar, aprender y luego comérselo todo junto regado con algún vino de nuestra tierra.

¡Y es el domingo siguiente a la maratón de Tokyo, así que no habrá prisa!
:cocinicas:

Un mes para la maratón de Tokyo

Ya estamos en la recta final… después de tres meses siguiendo a rajatabla el plan de entrenamiento, ya sólo quedan cuatro semanas para plantarme en Shinjuku a tratar de llegar vivo cuarenta y pico kilómetros después a Odaiba,

Pensar en el día de la carrera es emocionante… correr junto a miles de personas por el centro de Tokyo es algo que seguro no olvidaré nunca: los rascacielos de Shinjuku por entre los que he paseado tantas veces, el palacio imperial donde vive mi primo, la Tokyo Tower, Asakusa y su nueva Sky Tree, Ginza y sus lujos… y finalmente Odaiba via Tsukiji. Me emociono sólo de pensarlo, de verdad, no veo el momento de que llegue el día.

Como tampoco veo el momento en que se acabe esto. Tener que salir a correr prácticamente todos los días de la semana con el frío que hace es muy muy duro. Al principio las distancias no eran tan largas y había días de descanso entre medias, ahora no, ahora sólo toca estarse quieto un día de los siete.

La intensidad y frecuencia del ejercicio tiene consecuencias. Algunas son sólo anecdóticas, como que me tiro todo el día poniendo lavadoras y que no hago más que comer porque tengo más hambre que el de megaupload (me han dicho que va a cambiar lo de las descargas, ahora en vez de megas va a ir por fanegas, te puedes bajar hasta 40 fanegas sin pagar).

La que no me gusta tanto es que estoy todo el día cansado, después de correr puedo dar por finiquitado el día, me suele entrar un sueñaco que me anula para cualquier otra actividad de las mías: básicamente después de trabajar y correr, me estranco en la cama a esperar al día siguiente que se presenta parecido.

Y lo que es peor: llevo como un mes y medio sin ir a Karate, y esa era de las razones más importantes por las que yo me vine aquí. Esto no puede seguir así.

Está claro que yo me lo he buscado: presentarme a una maratón sin haber corrido en serio casi nunca implica tener que apechugar si se quiere llegar en condiciones. Así que me está tocando correr por obligación la gran mayoría de los días, y así no se disfruta. Un hobby no puede ser por obligación porque entonces no es un hobby.

Resumiendo: voy a correr la maratón de Tokyo, me estoy dejando la vida en prepararme y no voy a dejar de hacerlo, por mis huevos que me planto allí con la mejor forma física de toda mi vida y que ese día lo voy a disfrutar como nunca. Que si, que seguro que es una experiencia que me cambiará para siempre, ya lo ha hecho desde hace un par de meses. Pero ojo, que dedicar mi tiempo libre sólo a correr está muy lejos de entrar en mis planes.

Cuando acabe todo esto tengo cuatro obligaciones morales:
1- Beberme todas las cervezas que me deje el del izakaya
2- Arrasar con el primer Moss Burguer que vea como si no quedasen ya vacas en el mundo
3- Volver a Karate, que es lo mío, y ponerme las pilas de nuevo enfilando el examen de tercer dan
4- Volver a vivir, coño, que esto no es vida

Y si luego apetece salir a correr una tarde, pues se sale.

Kyoto 2011

Hoy tengo que correr 32km y en la calle a parte de hacer un frío del copón, está lloviendo. Así que de mientras me hago a la idea, me he puesto a repasar las fotos del viaje de Kyoto del año pasado. Llevo mentalizándome como tres horas… así que ya va siendo hora de ponerme a plantar un pie delante del otro hasta que no pueda más.

Pero antes, aquí dejo algunas de las fotos que más me han gustado y no he publicado aún.

He estado tres veces en Kyoto y nunca he ido solo. Me sorprende darme cuenta de que dependiendo de la persona con la que se esté, los mismos sitios huelen, se ven, se sienten tan distinto que no parecen ser los mismos. Me pregunto si no son solo los lugares, sino la vida misma la que se deja saborear o nos abruma dependiendo de con quien se comparte…

Bueno, voy atándome los cordones ya. Hasta dentro de tres o cuatro horas no llaméis, que no cojo. Voy de gris, si resulta que me veis bajando las escaleras de algún templo de dos en dos, no dudéis en saludarme, me gustará deciros adios con la mano mientras trato de robarle sorbos al aire, que hoy viene más gélido y traicionero que de costumbre.

Toilet Origami

El otro día me compré papel higiénico y me vino un panfletico que me hizo mucha gracia. Resulta que te cuentan ahí, como si no quiere la cosa así en frío, cómo hacer origami con el papel higiénico…

Espera, que lo digo otra vez:

¡¡ Origami con el papel higiénico !!
:pirao: :pirao: :pirao:

Usease que si quieres que tu cuarto de baño tenga un toque original al lado del trono real, la cosa es sentarse y liarse a tratar de hacer el perro, la mariposa o el conejo con el rollo canutero:

Como otra cosa no, pero gilipolleces yo hago todas las que me encuentro, ésta mañana me he puesto manos a la obra y he intentado hacer la mariposa. El papel higiénico es súper suave (como se merecen mis sagradas posaderas), así que no hay manera de hacer ninguna doblez que dure… total, que me ha salido un truño bastante lamentable, pero es mi truño!! estoy muy orgulloso de él!!

La historia es que ahora no me atrevo a deshacer tamaña obra de ingeniería, así que nos iremos haciendo amigos del dueño del bar de la esquina porque igual nos pasamos más a menudo…

Total, que este nuevo arte emergente tiene twitter con el background más higiénico nunca visto, facebook y página web (http://toiletorigami.com/ ) donde te enseñan otras figuras posibles a crear con el ilustre pergamino nalguero:

¡Así si va uno al baño!
#asiSi

Ooedo onsen monogatari

Para mi el invierno es una putada. Hay gente que tiene herpes, otros acné, a otros le salen almorranas y a mi todos los años me sale un invierno que me dura tres meses. Ha tenido cantidades ingentes de webetes que la maratón de Tokyo sea a finales de Febrero, el mes que más frío hace con diferencia. Gracias Daibutsu, de corazón, te voy a ir a tirar huevos cualquier tarde.

Total, que uno está siempre enratonao hecho un bichobola en una esquina de la casa, y si hay que salir, se han de elegir bien los planes porque no me acaba de convencer eso de que el ciruelo florido se me convierta en una avellana. Así que si un día lo dedicamos a calentarnos por dentro a base de ramen Yokohamil, otro día nos fuimos a un pedazo de onsen que hay en Odaiba donde uno se puede tirar todo el santo día remojando los colganderos.

El caso es que este no es un onsen típico, es como un parque temático onsenero… A ver si soy capaz de explicarlo: tu entras y dejas los zapatos en una casilla al lado de la puerta, pagas la entrada y con ella te dan una pulsera con un código de barras y te hacen elegir uno de los yukatas.

Pasas al vestuario, te despelotas, metes toda la ropa en la taquilla y te pones el Yukata.

Cuando sales del vestuario, te encuentras algo parecido a la plaza de un pueblo japonés de hace 60 años con un montón de restaurantes con comida de todo tipo: takoyaki, sushi, yakitori… y cerveza, mucha cerveza. No olvidarse que llegados a este punto, todo el mundo está en yukata con lo que el ambiente es muy bonito, muy pintoresco.

No se paga con dinero: si compras algo te enchufan al código de barras de la pulsera y ya ajustaremos cuentas al salir. Puedes comer y beber, ver espectáculos de magia o bailes que de vez en cuando montan allí en medio, tumbarte a dormir en cualquier sala de esas con tatami… o meterte al onsen, que es de lo que se trata el asunto. En este caso tenemos un montón de bañeras de distintas temperaturas, saunas y el clásico rotemburo al aire libre. De esto no hay fotos, claro (como no me meta la cámara en algún oscuro orificio…)

Para mi la gran pega de los inventos estos es que no puedes hacer plan de pareja, vamos, que siempre llega el momento en que uno se va para un lado y el otro para el otro y cuando nos hemos jartado de enseñar el ojal, nos juntamos a la salida. Pero aquí está todo pensado!!, en este caso hay una zona al aire libre donde tienen aguas termales para los pies y puede estar todo el mundo junto. No se ven pitos, pero tampoco te ven la flauta.

Nosotros duramos poco en eso al aire libre, después nos metimos cada uno a su onsen y quedamos al de media hora para comer porque otra cosa no, pero cocerse en una bañeraca de estas da un hambre que no veas. Luego pues estuvimos allí en la placica esa vegetando un rato y antes de marcharnos, nos volvimos a recocer.

Camino a casa parecíamos dos merengues… yo pensaba que no tenía ni huesos ya.

:gustico:

A mi me parece un muy buen plan, mil veces mejor que el «museo» ese de Yokohama sin duda y encima entendí que a una mala te puedes tirar ahí toda la noche sin problema!.

Ojo, que aquí pasa la de prácticamente todos los onsens: si tienes tatuaje, es probable que te echen. Así que toca hacer la de la pegata, método totalmente absurdo donde los haya, pero que funciona:


Web: Ooedo Onsen Monogatari
Estación: Telecom center de la Yurikamome
Horario: Lo último que entendí es que te puedes tirar ahí metido toda la noche, si te da la gana

Nueva estación en la Yamanote

No tendría longevos los huevos colganderos,
si no metiese ya desde enero un post regulero

:regulero:

Estaba aquí comiéndome una mandarina de las de piel bailante cuando de repente he notado una perturbación en el sobaco. Parece ser que ya estaba tardando en plantarme aquí al estilo calderiller y enchufar un post juntando cuatro letras con algo que ha aparecido en otro blog y quedarme tan peripuesto. Así que nos ponemos a ello fusilando, además, las imágenes y el vídeo para que la cosa sea 100% vergonzante:

La movida es que después de 40 años, van a construir una nueva parada en la línea Yamanote de Tokyo. Concretamente entre Shinagawa y Tamachi, cosa que a mi me da muy igual, pero este concepto melasudense casa con el espíritu del post regulero, así que mira, perfecto.

Por lo visto con esta tendremos ya 30 estaciones desde que en 1971 se abriese la de Nishi-Nippori que es famosa porque nadie sabe qué hay.

La razón de abrir la nueva estación es que va a pillar más o menos cerca del aeropuerto de Haneda desde el que están saliendo cada vez más vuelos internacionales, así que vendrá bien o algo. Lo que está claro es que el alquiler de los pisos de cerca de esa estación se duplicarán nada más que por pasar a estar dentro de la Yamanote.

Dentro vídeo (que he visto de milagro):

Por aportar algo al post contaré que yo una vez me quedé dormido en la Yamanote y pasé por Gotanda dos veces. También he llegado a subirme al portaequipajes y tumbarme ahí un rato mientras me sacaban fotos y tuve un momento muy chungo cuando pensaba que no llegaba a ir al baño de la siguiente estación y poco faltó para que montase la de Dios es Cristo ahí dentro… Ah! y una vez que vi a un malnacido イオpu田 pegarle una hostia a una pobre chica.


Fuente: Japanprobe, ¿quien iba a ser?
Regulerers: todos, no he tardado ni 10 minutos en escribir esto
Comentarios esperados: 2, uno del Capitán Urias diciendo cosas de chinos, y otro de alguien inesperado que «no comenta nunca pero me lee siempre», y que lo mismo le salen agujetas poniendo algo.

:regulero: