«La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida» estaba sonando en mi iPod cuando me cruzo con un policía en bici. Me mira desde el otro lado de la calle, y en ese momento se que va a venir donde mi, pero como para hacerlo tiene que esperar a que el semáforo cambie, yo aprovecho y ando más rápido. No se lo voy a poner fácil.
Como el que no quiere la cosa, el hombre me alcanza y me hace gestos para que me quite los auriculares. Le doy las buenas noches, y entonces empieza un interrogatorio que ha sido más largo y más serio de lo habitual:
– Buenas noches, como es usted extranjero (tal cual), quisiera hacerle unas preguntas, no se lo tome a mal
– Entendido, adelante
– ¿Puede enseñarme su carnet de extranjero? (literalmente: gaijin card), ¿lo lleva encima?
– Si, un momento por favor (se lo doy, lo coge con cierto desdén y lo examina con cuidado).
– ¿Por qué está andando por esta zona?
– Pues porque vivo aquí y he salido a dar una vuelta (son las doce de la noche y ya que he bajado a tirar la basura, me ha dado por ahí)
– Ah, entiendo, ¿y donde vive?
Tomando el Seven Eleven como referencia, le explico el camino a mi casa aunque él no levanta la vista del carnet. Yo, mosqueado por la falta de respeto, le señalo mi dirección en el carnet con mi dedazo.
– Ah, entiendo, ¿qué hace en Japón?
– Trabajo como informático en una empresa en Gotanda (y de nuevo le vuelvo a señalar el dato en el carnet, que para eso me hacen llevarlo encima todo el rato)
– ¿Viene de trabajar ahora?
– No, he salido a dar una vuelta (por segunda vez)
– ¿Es una empresa grande?
– No, unos 15 empleados
– ¿Cual es el nombre de la empresa? ¿A qué se dedican? … y cuatro o cinco preguntas más igual de relevantes para la seguridad del país.
Entonces saca una hoja y se dedica a copiar lo que pone en el carneto. Todo está en japonés, menos mi nombre que está en caracteres románicos, con lo que me pide sopitas: «Osukaru Diazu Tosucano». Quiero reseñar que todo lo hace con cierto desdén, con una clara actitud de desconfianza, como intentando pillarme mintiendo o rectificando.
– ¿Está todo bien? es tarde y mañana tengo que madrugar, quisiera irme a mi casa
La iniciativa de mi pregunta parece no hacerle demasiada gracia, así que me devuelve el carnet de extranjero y me dice algo en japonés que no entiendo. Pero él se hace entender: me empieza a cachear en medio de la calle. Me mete la mano en los bolsillos y saca lo que llevo: la Nintendo DS que estaba en la cazadora, el móvil, el ipod, la cartera, las llaves… y después lo vuelve a dejar en su sitio. Unas manos de un completo extraño manoseándome. Todo mientras pasan mis vecinos por la calle curiosos por la situación.
Yo ya no se si darle una ostia o dejarle hacer, está claro que no le caigo bien. Pero por sensatez, mejor lo segundo.
Cuando acaba me da las buenas noches y me pide perdón de manera muy sútil. Casi parece darle rabia no haber encontrado un cuchillo o algo.
Es la segunda vez en un año y algunos meses que me he visto en una situación tan incómoda por ser extranjero. La primera fue casi una comedia. En esta ocasión no me ha hecho tanta gracia, aunque me queda el consuelo de saber que el policía, a parte de racista, era gilipoyas.
En fin, nos lo tomaremos con alegría, poco puedo hacer por cambiar mi careto…