Aquí os puse en antevicentes de estos establecimientos cortapeliles. Hoy os traigo las instrucciones para un bonito, vistoso, pero sobretodo, rápido rapamiento greñil:
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El edificio desdoblao
Yo soy como las lagartijas: a nada que haga un poco de sol, ahí que salgo de casa. Pero tampoco me puedo estar quieto aplatanao en una roca como ellas, así que me dedico a dar paseos. En esta ocasión me fui andando desde Ebisu hasta Shinjuku pasando por Shibuya, Harajuku y Yoyogi a pata. Suelo llegar a casa con los pies en escabeche, pero así veo partes de Tokyo desconocidas más allá del gentío de Shibuya.
Entre otras muchas cosas, me encontré con este edificio que es una galería de arte:
Otros edificios curiosos:
El Kill Paff japonés
La semana pasada amanecí un día con las piernas que parecían berberechos, así que decidí que ya era hora de ponerle remedio y me fui a la tienda a ver qué inventos tenían para calzarse mosquitos. A parte de los matamosquitos de enchufar tradicionales, me encontré uno con forma de cerdo que me pareció graciosísimo, y, por supuesto, fue el que compré:
Fuurin – 風鈴
«Campanilla de viento» me dice un diccionario por ahí que significan estos dos kanjis:
La verdad es que el poético nombre le cae bastante bien. Básicamente son campanitas de hierro de cuyo badajo cuelga una cuerda con un papel que al ser movido por el viento, hace que la campanita tintinee.
Pues bien, el otro día volviendo de Kárate, vi que en el templo de al lado de casa han colgado unas cuerdas de árbol en árbol e infinidad de campanillas de viento están allí haciendo su trabajo:
Concesionario Audi en Tokyo
Esto es un concesionario y lo demás son gaitas moras!
Este no tiene nada que envidiar al edificio roto!!
El conazo
No, no es que mi teclado no tenga ñ, ni tampoco es lo que me está dando siempre el americano del trabajo, que es más pesao que darle a uno de Accenture un powerpoint y un proyector.
El conazo, o más bien los conazos son lo que me encontré el otro día por Shibuya:
Medían más de metro y medio!!
Más productos ikuprobaos!
Los insectos de hojas
Desde hace algunas semanas, si hace buen tiempo me voy a un parque cercano a comer. A veces voy sólo y otras veces se anima alguien más de la oficina, aunque lo primero suele ser lo normal.
Y sentado en un banco, palillos en mano, me dedico a observar lo que pasa en un parque cualquiera de Tokyo entre la una y las dos del mediodía: veo madres que juegan con sus hijos en los columpios cercanos, algún que otro barrendero, otros empleados de empresas cercanas haciendo lo mismo que yo… pienso que no se diferencia mucho de lo que se podría encontrar en cualquier parque de cualquier ciudad del mundo a la misma hora.
Pero de un tiempo a esta parte, y de forma ocasional, he encontrado en el banco en el que me suelo sentar unos insectos hechos de hojas. Es como si fuese origami, pero utilizando hojas de árboles en lugar de papel. Una día aparece uno, después puede pasar una semana y aparecer otro con distinta forma. Siempre en el mismo banco, y siempre insectos hechos de hojas.
Los dos primeros me hicieron gracia y no les dí importancia, pero cuando apareció el tercero, empecé a coleccionarlos.
Hoy he salido a comer una hora antes, cerca de las doce, y he ido al parque andando muy rápido, corriendo en ocasiones, poseido por una emoción infantil como hacía tiempo que no sentía. Y le he visto: un señor con traje y corbata, de unos 60 años estaba sentado en el mismo banco. Se pudiera decir que es su turno, como si yo fuese el relevo.
Y me he sentado enfrente, a unos dos metros. El hombre había acabado ya de comer, el recipiente vacío de comida estaba perfectamente recogido a su lado, envuelto por una tela de color verde. Curiosamente del mismo verde que se dejaba asomar entre sus manos que no se paraban quietas. Un doblado aquí, un corte allá… entretejiendo, dando forma, esculpiendo las hojas con gesto experto, con movimientos repetidos quizás durante años.
No había comido ni siquiera la mitad de mi plato cuando me doy cuenta que es el segundo insecto que está haciendo hoy. Puedo ver el primero desde mi sitio y de repente una ráfaga de viento lo tira al suelo. El hombre lo recoge, casi sin levantar la vista del que tiene a medio hacer, y lo vuelve a poner en su sitio. Y un par de minutos después, veo que examina con cuidado su segunda obra, lo mira, lo remira y le da unos últimos retoques.
Después, coge ambos insectos y los coloca con cuidado en el reposabrazos del banco, recoge su bolsa y se va como si no hubiese estado nunca. Por el camino se va ajustando la corbata quizás pensando en las reuniones de trabajo que le esperan. Pero antes de doblar la esquina se gira para comprobar que todavía siguen allí.
Y creo verle mirarme y sonreir, como si supiera de sobra que soy yo.
Una máquina expendedora
El otro día que estuve en la feria del juguetillo para la nena y el chiquillo, ví ésta máquina expendedora:
Café Ano
Así que tuve que seguir la dirección, claro está
Jaja, toma ya!, este supera sin lugar a dudas al Café Moco.
El edificio roto
El policía y el extranjero
«La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida» estaba sonando en mi iPod cuando me cruzo con un policía en bici. Me mira desde el otro lado de la calle, y en ese momento se que va a venir donde mi, pero como para hacerlo tiene que esperar a que el semáforo cambie, yo aprovecho y ando más rápido. No se lo voy a poner fácil.
Como el que no quiere la cosa, el hombre me alcanza y me hace gestos para que me quite los auriculares. Le doy las buenas noches, y entonces empieza un interrogatorio que ha sido más largo y más serio de lo habitual:
– Buenas noches, como es usted extranjero (tal cual), quisiera hacerle unas preguntas, no se lo tome a mal
– Entendido, adelante
– ¿Puede enseñarme su carnet de extranjero? (literalmente: gaijin card), ¿lo lleva encima?
– Si, un momento por favor (se lo doy, lo coge con cierto desdén y lo examina con cuidado).
– ¿Por qué está andando por esta zona?
– Pues porque vivo aquí y he salido a dar una vuelta (son las doce de la noche y ya que he bajado a tirar la basura, me ha dado por ahí)
– Ah, entiendo, ¿y donde vive?
Tomando el Seven Eleven como referencia, le explico el camino a mi casa aunque él no levanta la vista del carnet. Yo, mosqueado por la falta de respeto, le señalo mi dirección en el carnet con mi dedazo.
– Ah, entiendo, ¿qué hace en Japón?
– Trabajo como informático en una empresa en Gotanda (y de nuevo le vuelvo a señalar el dato en el carnet, que para eso me hacen llevarlo encima todo el rato)
– ¿Viene de trabajar ahora?
– No, he salido a dar una vuelta (por segunda vez)
– ¿Es una empresa grande?
– No, unos 15 empleados
– ¿Cual es el nombre de la empresa? ¿A qué se dedican? … y cuatro o cinco preguntas más igual de relevantes para la seguridad del país.
Entonces saca una hoja y se dedica a copiar lo que pone en el carneto. Todo está en japonés, menos mi nombre que está en caracteres románicos, con lo que me pide sopitas: «Osukaru Diazu Tosucano». Quiero reseñar que todo lo hace con cierto desdén, con una clara actitud de desconfianza, como intentando pillarme mintiendo o rectificando.
– ¿Está todo bien? es tarde y mañana tengo que madrugar, quisiera irme a mi casa
La iniciativa de mi pregunta parece no hacerle demasiada gracia, así que me devuelve el carnet de extranjero y me dice algo en japonés que no entiendo. Pero él se hace entender: me empieza a cachear en medio de la calle. Me mete la mano en los bolsillos y saca lo que llevo: la Nintendo DS que estaba en la cazadora, el móvil, el ipod, la cartera, las llaves… y después lo vuelve a dejar en su sitio. Unas manos de un completo extraño manoseándome. Todo mientras pasan mis vecinos por la calle curiosos por la situación.
Yo ya no se si darle una ostia o dejarle hacer, está claro que no le caigo bien. Pero por sensatez, mejor lo segundo.
Cuando acaba me da las buenas noches y me pide perdón de manera muy sútil. Casi parece darle rabia no haber encontrado un cuchillo o algo.
Es la segunda vez en un año y algunos meses que me he visto en una situación tan incómoda por ser extranjero. La primera fue casi una comedia. En esta ocasión no me ha hecho tanta gracia, aunque me queda el consuelo de saber que el policía, a parte de racista, era gilipoyas.
Telesushi
La L de los señores mayores
Anuncio de té
Oye oye!!
Pon más fotos del tren pato ese!!
Ahorrando un obrero
Aunque esto de ahorrar obreros no es precisamente lo más normal aquí…
Echadle un ojo al video este, ya de paso!
Los Elvises
Hoy el americano de la oficina me ha dado el día, la madre que le parió, dice lo que se le pasa por la cabeza (que no son más que trilipoyeces y gilitontás), pero todo el rato. ¿Cómo se puede estar todo el santo día diciendo lo que le sale del garbanzo?, es que no se calla ni debajo del agua, me ha puesto la cabeza like a bombo.
En fin. Lo prometido es deuda, que diría un banquero. Aunque os voy a decepcionar, porque por los comentarios me da a mi que estáis esperando que os ponga yo aquí a los típicos figuras de Harajuku que están ahí vestidos de siniestros dando miedo hasta a las arañas y yo me he centrado más bien en otro tipo de gente.
Antes una ikuintroducción: el parque de Yoyogi es inmenso, con mucha campa y mucho paseo. Pero lo que lo hace más inmenso todavía es que uno se encuentra todo tipo de gente haciendo todo tipo de cosas. Sin ir más lejos, este domingo estaban los siniestros con su correspondiente legión de turistas con cámaras, unos haciendo coreografías de kendo, otros haciendo malabarismos con botellas, hasta había un grupo de gente que estaban ahí simplemente meditando con los ojos cerraos.
Yo me centré en el lugar de Japón desde el que se emana más CFCs por tupé cuadrado. Programé el condensador de fluzo un par de décadas patrás, y me encontré, como cualquier fin de semana, a los… ¿cómo llamarlos?….
Alquila un perro
Iba yo paseando por la playa de Odaiba, cuando me encontré este local:
Resulta que si tienes envidia, puedes alquilar un perrillo ahí un par de horas y pasearlo como si fuese tuyo!!. La leche, pobre perro!. Yo si alquilase uno, le pondría el nombre que a mi me diese la gana, como Ikusuko o algo así. Y claro, si todos hacemos lo mismo, el perro tiene que tener un jaleo en su cabeza del copón!!, no sabe ni como se llama, ni a quien tiene que seguir, ni ná de ná.
Así que se limitará a correr por ahí y dejar su marca de la casa en las esquinas, porque por mucho de alquiler que sea, digo yo que tendrá que hacer sus cosas, ¿no?. Esto me hace plantearme otra cosa: ¿te vendrá con kit recoge premios?, o igual es un extra. Lo mismo si pagas un poco más te entran en el kit una rama de árbol y dos metros más de correa extensible…
Qué cosas!
El día que estuve con Lekesan, estuve jugando un rato con su hijo y de repente me vi rodeado de japonesas diciendo «kawaiiii»… Así que igual el futuro pasa por ahí, por alquilar niños para ligar!!! (la verdad es que el hijo de Leke es mucho hijo de Leke!)
El nuevo vecino
En las series americanas se estila eso de que uno abra la puerta y te salga una señora con una tarta que te dice «Hola, soy la nueva vecina, he preparado una sabrosa tarta de manzana para presentarme en el barrio«. Jaja, a mi me pasa eso y me estoy riendo un mes.
Pues aquí es costumbre regalar algo también, aunque yo la verdad es que no lo hice, y por lo que me cuentan, ya no se sigue tanto, al menos en Tokyo donde parece ser frecuente el cambio de casa. Es más, yo no conozco a ninguno de mis vecinos, ni siquiera de vista, vaya vida más rara que me llevan!!
El asunto es que el otro día me encontré ésto encajao en el buzón:
Esa educación!!
Cuidao con lo que cae!
Celia lo publicó en su blog y en los comentarios también dicen que es correcto.
Así que, como bien dice ella, lo dejamos en un post soso más…
10 minutos de pelao a 1000 Yenes
Cerveza para niños
En mi barrio hay un Kitamura, que es como decir que un Eroski pero con nombre autóctononativo. El amigo Kita tiene que estar forrao, porque a parte del súper, tiene una inmobiliaria enfrente, y una tienda enoooorme con de todo al otro lado. Y viendo el dineral que me estoy gastando yo a costa de Ikusuki Investigación, seguro que abre un kiosko dentro de poco a mi costa! (comprad camisetas, que se me acaba el presupuestoooo!!!)
En fin, que ayer comprando en el Kita #1 una barra de pan para zamparme un paquetillo de salchichón que me mandó Bea (Empates! Bea-Maper-Mis padres 3, Perros del aeropuerto 3), cuando me encuentro con una cerveza para niños. Si tenemos en cuenta que es la bebida alcoholica que más se pimpla aquí con diferencia, es una buena idea para que los niños no tengan envidia!
Conversación
Entro en el Seven Eleven.
– Bienvenido, buenas noches! (cuatro voces a la vez)
Voy a la caja, me atienden directamente, no hay cola.
– Perdón por hacerle esperar.
Pasa los productos por el código de barras, entre ellos hay dos cajas de chocolate preparados para regalo.
– ¿Le pongo una bolsa con los regalos a parte?
– Ah, si, por favor
– Perdone, le molesto de nuevo. ¿Le quito el precio?
– Oh, si, no me he dado cuenta, gracias
– Perdón
Saca una bolsa super chula de no se donde, me mete las cajas en la bolsa.
– Perdón, le voy a cobrar de los 3403 yenes.
Me cobra, y me va a dar las vueltas
– Perdón por hacerle esperar, el cambio son 300 yenes
Le doy las gracias y me dirijo a la puerta, por el camino voy escuchando:
– Muchas gracias. Vuelva otra vez, por favor.
Y al «muchas gracias» le hacen eco otros tres del resto de empleados de la tienda.