Cada cual es cada cual con sus circunstancias, su flequillo y sus orejas. Seguramente si esto mismo lo escribiese cualquiera de mis paisanos aquí, no coincidiríamos en muchos puntos. El caso es que me ha dado por hacer una lista con lo que me gusta de vivir como vivo, las ventajas, los pros que le veo a ser quien soy y estar como estoy: un tipo bajito de 35 años que lleva los últimos 5 viviendo sólo en una madriguera en Tokyo de poco más de 20 metros, una ducha y tres baldosas.
Vamos a ello:
– no veo la tele prácticamente nunca, quiero decir que no veo lo que echan normalmente, lo que hago es enchufarme algún capítulo de alguna serie desde la cama todas las noches antes de dormir. Me gusta no tener ni idea ni de famosillos, ni de programas del corazón, ni de política, ni de fútbol ni de nada de tintes borreguil borreguenses que nada tienen que ver con mi vida. Ese tiempo lo empleo en hacer ejercicio, estudiar, afotar, escribir, dibujar, pasear… esencialmente no parar quieto, por no tener, no tengo ni sofá donde aperrearme.
– vivo sólo, con lo que puedo hacer muchos «experimentos» sin dar explicaciones: salir a correr a las tantas de la noche, hacerme cursos de edición de vídeo o fotografía de madrugón antes de ir a currelar, comer sólo ensalada con almendras y cenar pescado durante una semana y ver como va la cosa, pasar noches enteras por ahí y volver cuando yo quiera, pirarme de repente a afotar eclipses con la rasca… probablemente viviendo en familia / pareja no podría ser el loco de los deportes que soy ahora con todo lo de la maratón: que cuando no estoy corriendo, estoy estirando mientras ceno, subiendo paredes o en clases de Karate. Nunca he sido tan libre como lo soy ahora y sé que no va a durar, probablemente para bien, pero oye, que da gustico ser un vivalavirgen y hacer todas las chorradas que a uno le de la gana.
– olvidé todo lo que tiene que ver con coches desde hace 5 años: seguros, revisiones, caravanas, estrés, pitidos, pirulas, sustos… mi vida mejoró increíblemente en cuestión de bienestar y nivel de cabronismo. Incluso ahora que tengo una moto para moverme por Tokyo desde hace un año, no tengo esa sensación de tener que «pasar el trago entre tarambanas al volante» para ir a currar por las mañanas, al revés: me lo paso como el enano que soy (cuando no me hostio contra pseudoyakuzas, claro).
– la religión no ocupa un lugar en mi vida desde hace muchos años, pero nunca hasta ahora ha sido tan ajena a mi: aquí la Navidad se basa en poner luces hasta en los bonsais y tratar de vender la luna confitada y en almibar, no existe la semana santa, raro es ver una iglesia, y los templos y yo nos respetamos mutuamente (y eso que esto de los templos me pilla muchísimo más cerca de lo que os podáis imaginar, je!, me guardo esto para mi). Ojalá pudiese juntar todo el tiempo perdido entre misas y catequesis cuando era crío para hacer algo más de provecho, como sacarme mocos o pintar cucamonas. Una cosa curiosa es que… ¡hay testigos de Jehová!, aunque casi no se pasan.
– recuerdo julios y agostos con Bilbao desierto: ni un alma por la calle y la mitad de las tiendas cerradas por vacaciones… menos ambiente que en el twitter de Perales. Recuerdo veranos de aburrimiento extremo. Aquí la actividad no para nunca, no importa que sea agosto, febrero o domingo de después de que el Fútbol Club Meguro ganase al Athletic de Shibuya por 3 a 0: no cierra ni se para nada, por ejemplo: hay clases de Karate todo el año salvo dos o tres contadas ocasiones como la Golden Week, todo el año es todo el año: sábados y domingos incluidos. Uno descansa cuando quiere, no cuando le obligan.
– es impensable levantarse un sábado o un domingo y no saber que hacer. Tokyo es inmenso y los amigos aquí todavía lo son más: siempre hay algún tiesto que regar. Es más, lo difícil es escaquearse y tratar de pasar un fin de semana sin hacer nada, eso es lo que prácticamente no pasa nunca.
– vivo inmerso en un entorno «hostil». Es decir: aquí todo el castellano (y prácticamente todo el mundo conocido) es irrelevante, debes saber como mínimo inglés que tampoco es que te vaya a servir de mucho en el día a día y desdeluego que tener nociones de japonés. Estar en esta tesitura hace que espabiles, que tengas que esforzarte por hablar y entender otros idiomas que hablan gentes de culturas distintas, de enfrentarte a situaciones rutinarias que deberían ser extremadamente fáciles pero que aquí no lo son: un día de reuniones en la oficina, enviar un paquete por correo, solicitar una tarjeta de crédito en el banco, contratar un seguro para la moto… todo es un reto y vivir en una «batalla» constante hace que uno nunca se acomode. Esa provocación intelectual me hace sentir alerta, atento… vivo a rabiar.
– el punto de tener que hablar otros idiomas, contribuye, además, a que tenga la sensación de que interpreto un papel, que no soy yo, que estoy jugando a ser un actor en este escenario que no es mi vida de verdad, aunque lo sea ahora mismo. Es distinto a mi vida anterior, es mucho más divertido, es como jugar a ser el personaje que te has labrado aquí, aún siendo uno mismo. Es jugar a vivir… ¿no es maravilloso?. Por ejemplo, la bronca del fanegas de mi jefe en inglés fue violenta, pero al ser en inglés, la viví como si fuese una escena de una película o algo así, en cierto modo y a pesar del disgusto, tuvo su gracia ver como un orangután americano se encabronaba de esa manera. Esto mismo vivido en castellano habría sido mil veces peor, mil veces más serio… no habría acabado bien de ninguna de las maneras. (Por cierto, ¿sabéis que mi jefe es tan tan chubi que se sentó en la playa a descansar y vino Greenpeace y lo devolvió al mar?)
– viví el terremoto, tsunami y posterior problema de la central nuclear de Fukushima en primera persona. Bueno, no es cierto, viví el terremoto en primera persona y el resto lo ví por la tele exceptuando algún que otro día en que parecía que se iba a liar pardísima en Tokyo como cuando se encontró radiación en el agua del grifo. Esto no es que sea una ventaja de mi vida de ahora, ojalá nadie hubiera tenido que vivir nada de esto, pero en mi caso me sirvió para aprender a desengañarme, a relativizar, a darme cuenta de cómo funcionan según que cosas y según que gente. Los periódicos y las teles mintieron y exageraron hasta el absurdo, manipularon vídeos, fotos, titulares, datos… ya no me creo nada. Aparecieron autoexpertos en energía nuclear, todavía los hay, que sin tener más idea del tema que yo y el monstruo de las galletas juntos, no dudaron en tocar los huevos todo lo posible y más. Me di cuenta de que existen, de serie, tontos del culo y personas tan ruínes que asusta, y desdeluego que aprendí a ignorarlos. De la raya para acá yo y los míos, tu estás fuera y no me importa lo que digas/opines/hagas, en serio, me la sudas. Si algo tengo claro es que no desperdiciaré nunca más minutos de mi vida en tontacos gilipollas. Y mucho mejor que vivo ahora.
– tengo bastantes más amigos en Tokyo que en Bilbao, y los de aquí son de otra manera. No digo que mis amigos de siempre sean unos siesos, ni mucho menos, pero la relación es distinta, es otro rollo. Supongo que estar lejos de la familia rodeados del entorno «hostil» que comentaba antes hace que nos sintamos más unidos, que hagamos más fiestas de las nuestras, que hayamos sido capaces de crear nuestra propia familia Tokyota que aunque esté desperdigada bastante más allá entre Singapur, Okinawa y Nueva York, tenemos un vínculo especial. Y es una familia variopinta de variospintas! nos juntamos sevillanos, albaceteños, lorquianos, catalanes, madrileños, alicantinos, osakenses, murcianos, tokyotas, valencianos, mexicanos, gallegos, extremeños, vascos… hasta alguna franchuta se suele venir y ni la pegamos ni nada! (insultarla si, pero casi hasta con una pizca ínfima de ternura y todo).
– no tengo ninguna noción ni sensación de la tan mentada crisis, para mi es sólo la palabra esa que sale mucho en los periódicos online; mi vida en este sentido lleva siendo prácticamente igual desde que acabé la universidad hace casi 12 años, nunca he tenido mucho más o mucho menos dinero y siempre que he buscado trabajo, lo he encontrado en el plazo de un mes, tanto en el 2001 en Bilbao como en el 2010 en Shibuya. Las cosas seguramente habrán empeorado muchísimo allí, que no lo sé, pero yo he tenido la suerte de estar donde no me ha tocado vivir la famosa crisis mundial. Eso que me llevo.
– de repente, me veo rodeado de gente extraordinaria, personas que me inspiran en algún sentido, que me marcan el nivel en diferentes áreas de mi vida: tengo cerca a excepcionales profesores y compañeros de Karate, a excelentes amigos que a la vez son fotógrafos increíbles, a la ilustradora de sueños imaginados, al diseñador tan polémico como innovador… hasta un cocinero asoma por ahí… muchos son solo conocidos, algunos son muy amigos pero todos juntos son magnífica gente de la de calidad que me obliga a no conformarme con nada, a seguir encarándome con cada una de las historias en las que me meto y salir, al menos, exhausto de tratar de escribirlas con mejor ortografía. Mucho respeto, sin duda un total y auténtico gusto, señores.
Ya véis, a veces a base de hostias y otras degustando cada bocanada del aire que se me viene, pero siempre evolucionando, aprendiendo… viviendo, viviendo y viviendo, en definitiva.
Otro día me pongo con los contras, que también hay, de momento ahí queda eso!