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La Roda

Cada vez me está gustando más ir a las clases de Capoeira, poco a poco voy cogiendo un poquito más de agilidad y ya me sale algún que otro movimiento sin tener que estar pensándolo demasiado. Sigo moviéndome menos de lo que debería, herencia del Karate, apenas sé un par de nombres de golpes, no me he aprendido ninguna canción y las volteretas, que es quizás lo que más hacemos, me salen mejor aunque sigo haciendo mucho ruido al acabar. Pero tengo claro que es cuestión de tiempo, yo sé que puedo hacerlo mucho mejor y solo necesito entrenar y entrenar… y pasármelo todo lo bien que me lo paso entre medias!!

En Karate veo como estoy mucho más suelto, sobretodo a la hora de hacer combates, me cuesta mucho menos moverme y lo hago bastante más rápido. Veremos si esto tiene algún efecto en la competición del mes que viene, pero yo ya estoy mucho más que satisfecho de haber empezado a hacer algo completamente distinto que lo complemente, creo que ha sido una muy buena decisión que ya está dando sus frutos.

Bua, vaya rollo de pequeño saltamontes he soltado… y yo que lo que quería era poner un vídeo de mis compañeros haciendo Roda!!!

Vamos a ello: esto se trata de hacer un círculo no demasiado amplio dentro del cual dos participantes hacen Capoeira al ritmo de la música. Raramente hay contacto, se toca pero no se pega y las acrobacias están a la orden del día siendo importante no salirse del círculo. En nuestras clases siempre hacemos una al menos, y aunque empiezan dos, cualquiera puede entrar en cualquier momento haciendo que uno salga y continuando el combate. Yo ya he empezado a entrar de vez en cuando aunque no sepa hacer demasiadas cosas, pero está claro que esto va de practicar y si no se hace, no se avanza.

Este vídeo lo grabé el otro día, son dos de mis compañeros haciendo Roda en la academia de Magome, que está muy cerca de mi casa:

Hoy toca clase otra vez, pero como a la tarde voy a ir al concierto de Miguel en Shimokitazawa, he pensado en ir a la clase del mediodía. ¡Ventajas de trabajar desde casa!

La mejor foto de Octubre

Me junté, gracias a Jorge, con un montón de gente a los que llevaba, en los peores casos, una década de diferencia. Aquello no iba sólo de aprenderse un baile, en realidad la cosa trataba de ser uno más dentro del grupo, de ganarse la confianza de los demás, de que estar allí no desentonase más de lo que era inevitable por lo diferente del envoltorio.

La mayoría estaban intentando dejar eso de ser adolescente, aunque todavía se podían notar pequeños restos en algunas conversaciones, en la manera de hablar, en el vestir. Gente que en la segunda docena de su vida decidió que los sábados y los domingos mandaba el despertador, y sacrificaban noches que a su edad cuadraba más que acabasen por la mañana por mañanas que cuadraba más que empezasen de día.

Diría, con cierta vergüenza, que dejé de ir a la mitad de las clases a las que podría haber ido. Pero también digo, con orgullo, que aprendí mucho en cada una de ellas que iba más allá de un mero baile: conocí a personas que no me reprocharon ni una vez que hubiese faltado el día anterior y se esforzaban por enseñarme lo que me perdí, hubo otros que me trataron de igual a igual y también los hubo que no quisieron tratarme más de lo necesario.

Como era de esperar, yo me acabé enamorando de casi todas mis compañeras, pero eso me lo guardé para mí.

Sólo viví un gran festival, el de Ikebukuro. Y ese fue uno de los cuatro o cinco días que están arriba del todo en mi lista de días. La intensidad de lo que sentí durante prácticamente 24 horas fue de tal magnitud que no creo que pueda volver a llegar ahí porque para las siguientes veces, si las hubiera, ya estaré advertido.

El domingo 11 de Octubre del 2009 me puse el traje de Yosakoi, me peinaron, me maquillaron y salí a bailar con mis cerca de cuarenta compañeros enfrente de la estación de Ikebukuro durante los cuatro minutos vividos con más vida de toda mi vida.

Al acabar, lloré.

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La mejor foto de septiembre

A veces pasa tiempo sin mucho que rascar donde lo único que se espera es que el fin de semana no acabe tan pronto. Pero en Septiembre de 2009 había mucho que hacer, había que aprenderse el baile de una vez para salir en Harajuku con el grupo de Yosakoi, había que pulir las últimas katas para la competición nacional de Karate y estar todo lo en forma posible para hacer el mejor papel en los combates.

Demasiado que hacer, tanto que ambos eventos coincidieron el mismo fin de semana, y yo elegí lo que era más mío: la competición.

En Katas fuí un desastre, pero gané tres combates y Nobuaki Sensei me hizo de coach a escondidas en los pasillos porque también era árbitro y no debería estar tomando parte. Pero se fijó en mí y me aconsejó, vió mis combates y me felicitó el miércoles siguiente donde dedicó toda la clase a pulir lo que empezó a preparar para mí aquella tarde.

Al día siguiente uno de sus hermanos, Daizo Sensei, competía en la final de Katas junto a otro de mis profesores, Suzuki Sensei. No ganaron, pero yo estuve allí: en la final de la competición nacional de Karate de Japón del año 2009 en el estadio olímpico de Tokyo viendo a mis profesores competir.

Y recuerdo que me dolía todo el cuerpo mientras trataba de sacar buenas fotos desde las gradas, porque resulta que yo estuve allí abajo peleando justo justo el día anterior.

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Suzuki Sensei a la izquierda y Daizo Sensei a la derecha, ambos en primer plano

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Kangeiko – El entrenamiento del frío 寒稽古

Esta gaita es un entrenamiento especial de artes marciales que se hace en invierno en Japón. Vamos, que la cosa es que te levantas a las tantas de la mañana para entrenar por la calle pero teniendo cuidao de quitarse uno las legañas porque con el frío se congelan y lo mismo te cortan.

Yo aunque sé que me voy a morir un invierno, ya fuí el año pasado, y como no podía ser de otra manera, también voy al de éste año. Es más, acabo de volver del primer entrenamiento que ha empezado ni más ni menos que a las seis y media de la mañana. Una manada de karatekas enfundados con el karategi nos hemos congregado a tan galvanera hora para ir a correr una media hora por esas calles de Tokyo ahí con la pelambrera pechil asomando, con dos tamagos.

Luego hemos vuelto al dojo y allí hemos seguido la clase por una hora más… después bici a casa, ducha rápida y bol de arroz, y para el curro que me he venido. Quedan dos días más, si completas los tres días te dan un diploma, la estufa ya si eso la pones tú luego en casa.

Yo sé que suena duro… pero para mí no lo ha sido en absoluto porque al igual que el año pasado, me he venido preparando el mes antes para que el entrenamiento del frío no sea nada… durante cuatro semanas he abierto el congelador y me he puesto tal cual salía de ahí lo siguiente:

Los primeros días fueron duros, más que por el frío, por tres factores que han añadido dificultad a mi preparación friolera:
– Las rozaduras, mis ingles nunca volverán a ser las mismas por mucho terciopelo que ponga por medio en el futuro
– La vergüenza de parecer un lego tanto en el vestir como en los andares culicuadriculaos
– Mi masculinidad desapareció completamente con el bajón moral que eso conlleva

Pero tal y como esperaba, mi sufrida y gélida preparación ha merecido la pena, y hoy he cumplido en el entrenamiento con creces… deseando estoy que llegue mañana !!! Osss!!!

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¡¡ Buen fin de semana !!
:gustico: :vainas: :gustico:

(el mío viene pardo!)

Conversaciones de té y seiza

¿Ves a esa chica de ahí? -me dice Yagi sensei
¿La pequeña del kimono rosa?
Si, pues es la hija de los dueños del templo Suitengu. El templo está aquí cerca del hotel, y las mujeres embarazadas van allí a rezar para que el embarazo sea saludable. Ella es de una familia de mucho nivel, y será la dueña del templo algún día, así que está aprendiendo un montón de artes y actividades.
Pero si es muy pequeña todavía, ¿no?, ¿cuántos años tiene?
Se lo puedes preguntar tu mismo en inglés, porque estudia en un colegio internacional.
How old are you? -le digo a la niña de kimono tan rosa como sus mejillas
aaahhh, sorryyyy, I’m too shy -dice mientras se esconde detrás de su profesora
Es muy tímida, pobre. Tiene diez años, y además de ceremonía del té, estudia kendo, aikido, shodo, ikebana, kyudo y sabe montar a caballo.
Increíble, con solo diez años… -pobrecita, pienso yo, tan jóven y quizás ni siquiera sabe lo que es jugar…

Durante la ceremonia, la profesora es especialmente estricta con ella, y ella pide perdón constantemente a pesar de hacerlo con gestos exquisitos, al menos a mis ojos.


¿Español?, ¿y cuanto tiempo llevas en Japón? -me pregunta una señora de unos setenta años que minutos antes hacía de ayudante en la segunda ceremonia
Pues llevo casi tres años.
Hace Karate -vuelve a decir Yagi sensei
¿Ah si?, ¿Karate?, el marido de mi hija también hace Karate, es cinturón marrón, y es un chico francés. Se casaron hace dos años -dice orgullosa
¡Vaya, que casualidad! -digo mientras pienso que vaya panorama eso de tener un franchute en la familia y estar orgulloso… me río por la ocurrencia, y ellas me miran raro, pero se ríen también, por si acaso.


En la primera ceremonia, el chico que está sentado a mi derecha lleva un kimono verde precioso, y me hace una reverencia mientras me habla:

Encantado de conocerte. Me han dicho que llevas un año estudiando, por favor sé paciente conmigo, sólo llevo una semana.
Encantado de conocerte. Huy, tampoco te creas tu que lo hago muy bien, por favor si me equivoco corrígeme.
Lo hace muy bien -nos interrumpe Yagi sensei, sonriendo pero visiblemente indignada
No no, todavía no, pero gracias -digo yo mientras me inclino levemente fingiendo vergüenza

El chico se equivoca unas cuantas veces y no sabe muy bien que hacer cuando le sirven los dulces. Pero actúa con tanta naturalidad preguntando sin cortarse, que me cae muy bien y acabamos cambiándonos los teléfonos al acabar para irnos de izakaya si se tercia.


Mientras se ultiman los preparativos de la segunda ceremonia, esperamos dentro del hotel porque en el jardín hace frío. La mujer de uno de los invitados me habla, es una chica preciosa, todavía más si cabe enfundada en un kimono negro elegantísimo.

– Entonces haces Karate, yo hacía Kendo de pequeña
– Si, hacía en España, luego lo dejé una temporada y cuando vine aquí empecé de nuevo
– Me alegra saber que en el extranjero se tiene afición por la cultura japonesa, últimamente a la gente jóven no le interesa nada de ésto en absoluto. Son muy pocos los que quieren aprender ceremonia del té o artes marciales, ahora se lleva más lo de fuera, como el beisbol o bailar salsa
– Digo yo que en España pasará igual, que nos atrae más lo de fuera, por eso estoy yo aquí, supongo… pero si que es verdad que mis profesores de Karate dicen que cada vez van menos niños, y en las clases de adultos no hay prácticamente ningún adolescente, todos son mayores.
– Quizás esto no tenga futuro… es muy triste
– Si lo es, si

Y ambos bajamos la cabeza y pasamos un par de minutos en silencio reflexionando.


Perdona por haber acabado tan tarde -me dice Yagi sensei- deberíamos haber empezado una hora antes, te he tenido esperando bastante tiempo
No importa, me he entretenido dando vueltas por el hotel, menudo lugar más lujoso, me he sentido como un príncipe
¡El príncipe de España! -dice ella riéndose un montón, yo me río también por cortesía
Si si, un poco más bajito pero si
Porque en España hay reyes, ¿verdad?
Si si que hay, no sé muy bien que hacen a parte de saludar a la gente y salir en las monedas, pero vamos, ahí están en Madrid
Anda, o sea que un poco como los emperadores de Japón que nadie sabe muy bien que hacen… seguro que son amigos
Seguro, o compañeros de trabajo, según se mire…

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La ceremonia de año nuevo

El día 9, si tenéis tiempo -empezó a decir Yagi sensei, mi profesora de la ceremonia del té desde hace algo más de un año- vamos a ofrecer una ceremonia especial de año nuevo en el hotel Royal Palace de Suitengu…

Michiko y yo nos miramos a los ojos, como siempre que nos invita a alguno de éstos eventos. No es que no queramos ir, sino que están a otro nivel: son demasiado caros para lo que nosotros pretendemos en este mundo del té en polvo y las reverencias. Pero ella insiste, y los tres sabemos que es porque yo soy extranjero y lo que de verdad quiere es presentarme, exhibirme, a su profesora. He de reconocer que me halaga, aun con cierta sensación de animal de zoológico, que se sienta orgullosa por mi, de que esté enseñando eso tan suyo a alguien tan poco de aquí.

Si, ¿porqué no? -empezamos a decir, como casi siempre.

Entonces es cuando ella habla sin parar de lo especial que va a ser, de los kimonos y los utensilios, del lujo del lugar… del precio… momento en el que Michiko y yo empezamos con el otro ritual, el de poner caras y declinar la invitación de la manera más educada y formal posible.

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Pero éste no parece ser el caso, por lo visto la ceremonia del sábado va a costar sólo 3000 yenes, que son 97.000 menos que el examen que se empeñó que hiciésemos para un diploma que nos íbamos a sacar en un templo de Kyoto. Y es que el mundo de la ceremonia del té es caro si se toma en serio, muy caro. Pero para Michiko y para mí sólo es un hobby de después del trabajo que nos permite compartir un poco de tiempo a la vez que aprendemos algo, más por curiosidad que por pasión. No nos hacen falta diplomas firmados por monjes de Kyoto, ni kimonos de cien mil yenes… nos conformamos con un par de tés hechos con más cariño que maña y bien contentos que volvemos a casa con la lección un poco mejor aprendida, calambres en las piernas y algún que otro amorío cotilleado.

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Ésta vez tocaba un hotel de cinco estrellas en pleno centro de Tokyo, que cuenta con un jardín japonés exterior en la quinta planta con su casa de té, de las de verdad, justo al lado del estanque de las carpas. Pero hay que ir bien vestido: las señoras con kimono y los señores o con kimono o con traje. Michiko no tiene kimono y no le interesa alquilar uno sólo para esto, pero yo tengo traje y curiosidad, así que allí me presento el sábado con el mismo que usé para la entrevista de la NHK y para alguna que otra boda.

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El lujo del hotel me abruma, es increíblemente espacioso, con mil y un detalles aquí y allá, casi el mismo número que empleados que saludan con una sonrisa a ese pueblerino venido a más que pasea altanero pretendiendo ser un poco de ése mundo con su camisa blanca y su traje negro, que es el único que tiene desde hace años, pero que ellos no tienen porque saber.

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Finalmente aparece la Yagi sensei más radiante que he visto nunca dando pasos condenados a ser de poco más de 30 centímetros debido a un kimono increíblemente bello por lo discreto de sus detalles. Me está llamando por el móvil, lo que hace que el momento sea un poco menos Edo y un poco más Tokyo, pero yo me presento delante de ella antes del tercer tono.

Está radiante, de verdad que lo está. Y leo en sus pequeños ojos sutilmente maquillados que se alegra de que, por fin, haya aceptado una de sus invitaciones… si fuésemos de mi misma nacionalidad, allí habría cuadrado un abrazo. En vez de eso, nos saludamos sin tocarnos, aunque un escalofrío de cariño se me asienta en el pecho por debajo de la corbata negra de Zara comprada más de cinco años antes en Bilbao para alguna entrevista de trabajo.

Ya en la quinta planta, aparecen señoras de muchos, muchos años vestidas con kimonos a cada cual más precioso, que me miran con cierto desdén hasta que soy presentado:

Se llama Oskar, es mi alumno desde hace un año y de verdad que lo hace muy bien. Le gusta mucho Japón, hace Karate también desde pequeño y habla muy bien japonés -repite Yagi sensei una y otra vez

Todavía tengo mucho que aprender -repito yo entre reverencias y el japonés más educado que me sé- encantado de conocerles

Es todo tan japonés, tan cortés, tan formal que sólo alcanzo a mirar al suelo con las manos entrelazadas a la altura de la cintura invitando a que no se me hable demasiado en ese keigo de las películas de samurais que tan poco entiendo.

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Yagi sensei sigue presentándome a más gente, se la ve realmente orgullosa de que yo esté allí y pienso que ya ha merecido la pena haber ido porque el trago que estoy pasando no es nada comparado con el brillo que tienen sus ojos en ese momento. Así que sigo haciendo reverencias a señoras muy mayores que sonríen y desconfían a partes, gracias a Dios, desiguales.

Llega el momento de entrar a la casa de té. La más joven de las señoras, que en la mayoría de contextos podría ser perfectamente el caso contrario, asume el papel de guía porque habla un poco inglés, pero ella no sabe que yo ésto ya me lo sé. Aún así parece disfrutar con ello, así que le dejo reenseñarme modales hace tiempo aprendidos justo hasta el instante en que mi profesora también aparece en la sala y por respeto a ella dejo de dejarme enseñar por otra y actúo por mí mismo, para ella, para que los demás vean que el extranjero de traje negro y ojos inocentes sabe lo que se hace en un mundo que no es el suyo. Entonces me alaban y a mi profesora se le hincha el pecho, que al final es de lo que se trataba mientras yo exagero vergüenza y falseo modestia.

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Las dos ceremonias de té más formales que he visto, y quizás veré, en mi vida se representan delante de mi. Allí todo es seriedad, todo está medido al milímetro bajo la omnipresente, aunque menuda figura de la profesora de profesoras que corrige movimientos con una mirada inquisitoria únicamente permisiva con los malos modales de los invitados. Yagi sensei comete fallos prácticamente invisibles por los que pide perdón con reverencias a una señora de pasados los ochenta años que cuesta imaginar incluso con una mueca de sonrisa.

Cuando acabo mi sorbo del cuenco y lo paso al siguiente invitado con movimientos ya resabiados, Yagi sensei esboza una sonrisa cómplice desde su puesto de mando, al lado de agua que casi hierve, utensilios de oro y bambú y latidos sosegados de templanza.

Antes de irte, saluda por favor a mi profesora si no te importa y tienes tiempo -me pide, casi suplica, sin saber que yo estoy allí para ella, para lo que me diga que haga porque así saldo, un poco, la cuenta que se desnivela cada vez más con cada detalle de cada martes.

Perdón por interrumpirle en un mal momento -recito en un japonés formal aprendido de Michiko sabiendo que causará buena impresión- muchas gracias por dejarme asistir a la ceremonia, me ha parecido realmente precioso -digo mientras arqueo la espalda y fijo mis ojos en el suelo durante dos o tres segundos. La reverencia es obligada, pero sirve para reafirmar mis palabras, que si que son de verdad.

Muchas gracias por asistir, ha sido todo un honor tener a un extranjero entre nosotros y por favor continúe estudiando, no lo deje jamás -alcanzo a entender de un japonés casi poético recitado por una señora que se olvidó de sonreír.

Y mientras bajo en un ascensor más grande que mi cuarto de baño al lado de una pareja de coreanos vestidos de gala, pienso que no estaría mal eso de ser rico… justo justo hasta que la pareja se baja, y entonces yo me vuelvo para mirarme en el espejo y me hago tanta gracia con ese traje tan impersonal y esos zapatos un número grandes que se me pasan los aires de grandeza con una carcajada.

Ya en el metro veo que tengo la yema del dedo índice manchada de verde, y de repente me pongo muy serio y me emociono pensando en lo sucedido. Me doy cuenta que nadie, más que yo mismo, podrá quitarme nunca de las neuronas que acabo de vivir junto a sólo cuatro invitados más, una ceremonia de té especial de año nuevo en uno de los lugares más lujosos de Japón.

Y que encima sabía lo que me hacía bastante mejor que los otros invitados, aunque, afortunadamente, siga sin ser lo mío eso de la corbata y los zapatos.

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Honor

Somnolencia…

Sentado en el tren camino de Kugahara me sueño cabeceando o cabeceo soñando, no sabría decir. Algo me toca la pierna y me asusto asustando a la señora de mi derecha que me había rozado con su bolso. Ambos acertamos a duras penas a pedirnos perdón mutuamente por lo que fuera que fuese.

Despiértate… despiértate…

Subo el volumen y paso dos o tres canciones hasta que suena Estopa con Rosario, y con ellos me quedo el resto de paradas hasta llegar a la estación de Tokyo en cuyo subsuelo se enseña el Karate de hace más de 100 años a todo aquél que se atreva a atreverse.

A mi me suena el runrun de mi corazón, que a mi me gusta que se escuche bien…

Un súpermercado, unos baños públicos, un pachinko y una droguería después hago un quiebro a la pereza y bajo las escaleras dejando de ser yo, o siéndolo más que nunca.

Murakami sensei, quizás el profesor más acostumbrado a enseñar en el extranjero nos da la clase este lunes, aunque yo he dejado de ser extranjero hace muchos meses. Lo sé porque hoy tenemos a un chico que está de visita, uno de esos de paso que ahorran para cumplir su sueño de entrenar en el dojo de Hirokazu Kanazawa, aunque sólo sea por dos semanas. Y tantos vecinos que pasan de largo… hay quien dice que los campos de fuera siempre se ven más verdes.

Él es el protagonista de la clase, como lo fuí yo hace casi tres años atrás.

Los ojos rasgados de Murakami están clavados en sus pies, en sus manos, en el cuerpo del chico rubio de ojos azules que habla con extraño acento y sonríe serio. Y le hace repetir los movimientos el doble de veces que a los demás, le pule, le hace enfadar, le grita mucho y le halaga a veces… le motiva a su manera, a la manera del Karate de aquí, del nuestro. Pocas bromas que esto es serio. El doble de serio vivido en japonés.

Él hace reverencias muchas más veces de lo necesario y dice Oss, y exagera el protocolo porque quizás es lo que desde el extranjero pensamos de Japón y eso del honor de las películas. Pero se nota desde que entró por la puerta que es un buen chico, que le honra su sobreactuado comportamiento por dejar bien claro que mejor humilde que altanero. Y más pisando el suelo que estamos pisando, y sabiendo quién lo ha pisado antes.

A mi ya no se me habla en inglés, ya no se me halaga por halagar, ya no se me grita de más ni tampoco de menos. Lo mío me ha costado.

Nos pone juntos, quizás porque los dos somos extranjeros o quizás no, ¿qué mas da?. Y hacemos técnicas por parejas, a veces él lo hace mejor, a veces yo aunque juego con ventaja porque lo he hecho más veces. Pero el profesor sólo le grita a él, y él hace reverencias. Y dice Oss. Y se enfada por dentro y suda por los dos.

Llegamos al descanso y el chico del chándal, gris esta vez, se esfuerza por levantar la rodilla por encima de la espada de Kendo que el profesor Murakami le pone delante. Ahora le grita a él, pero suena de otra manera, con un deje de ternura que se le escapa. El chico a veces lo hace bien y muchas veces no, pero logra quedarse totalmente inmóvil delante del espejo los dos minutos que le obligan. Qué bonito es verlo, el corazón se me pone a la misma temperatura que la piel y suelto una lágrima por cada uno de los minutos de semejante hazaña allí mismo sentado en seiza, rodeado de ocho japoneses y un extranjero que hace reverencias de más.

Se acabó el descanso, no hay más lágrimas que valgan, al menos no en la media hora que sigue, si acaso hay que exhibir algo, que sea rabia. Repetimos movimientos mil veces repetidos que salen distintos cada vez, creo entender un poco más de cada uno cada vez que olvido un poco de cómo los aprendí. Me miro en el espejo y me siento orgulloso de estar ahí, de que me duelan tanto las piernas que tiemblan solas aún estando quieto. Y grito, y levanto la pierna a alturas impensables tiempo atrás, y giro y paro un golpe imaginario al que contraataco con todo mi ser expulsando en el último momento cada centímetro cúbico del oxígeno que había guardado exactamente para ese instante. Esto soy yo, no hay más que pueda dar. Ni menos.

Y se acaba la clase, y en línea saludamos al dojo, al profesor y a los compañeros, y recitamos en japonés frases que se escribieron en Okinawa, a un par de horas de avión de mi casa.

El profesor se retira dejando reverencias a su paso, y nos quedamos sólos con nosotros mismos. Yo estiro y observo en silencio al chico extranjero, que lo es tanto como yo, y le veo practicar delante del espejo algunos de los movimientos de la clase. Entonces el señor mayor va donde él y le echa la bronca por algo en un japonés rudo que suena a cinco veces por encima del pobre chico que sólo acierta a hacer reverencias y pedir perdón sin entender porqué.

Gomen nasai. Shitsureishimashita

El señor le da la espalda sin contestar mientras al chico se le va el alma con cada reverencia. Y yo, testigo mudo de mí mismo no hace mucho tiempo atrás, me siento, de repente y por medio segundo, casi orgulloso de haberle fracturado el orgullo a semejante indeseable.

Entonces me levanto y me pongo entre la espalda de uno y las reverencias del otro, y le ofrezco mi mano, y con ella, todos mis respetos:

Nice to meet you, I’m Oskar from Spain, where are you from?

Y lo que haga falta.

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Ikulatino

El ser humano tiene una curiosa necesidad de generalizar, de clasificar todo lo que le rodea, especialmente a otros seres humanos. Inconscientemente la mayoría de las veces, metemos a la gente en cajones junto a otros que creemos de sus mismas características y a partir de entonces ya pensamos que sabemos cómo van a actuar, porque les tenemos etiquetados, o por lo menos ya hemos logrado cierto control de la situación.

Los americanos son todos gilipoyas de primeras, los argentinos no callan, los chinos unos maleducados que comen con la boca abierta y eruptan, los japoneses, cuadriculados ellos, se duermen al minuto dos de estar sentados en cualquier lado, los franchutes… bueno los franchutes son de la France, los catalanes unos agarrados que hablan todo secos ahí, los vascos comen como jabatos y se entretienen con la kale borroka, los gallegos se están todo el día quejando carallo paquí carallo pallá…

Esto más o menos es lo que me viene a la cabeza en un momentico y fijo que es mentira en el noventa y nueve por ciento de los casos, gabachos a parte, pero mira, así para empezar yo ya tengo la idea metida en el bolo y si me presentan a un tipo que es chino, ya vengo preparao gracias a mi resabiado inconsciente y sus ruines generalizaciones, y seguro que me fijo en si cierra los morros cuando mastica.

De la misma manera que yo prejuzgo sin quererlo aún a sabiendas de que mis etiquetas son dañinas y falsas, pues yo también soy etiquetado y más viviendo en un sitio donde la inmensa mayoría es diferente a mí. Soy extranjero, así que no sé, ni sabré nunca, ni papa de japonés, no puedo comer natto ni nada que no haya pasado antes un buen rato por una sartén, hablo inglés perfectamente desde que nací, la tengo más larga que Pinocho… en fin, mil tópicos típicos más.

Una vez desmentidos la mayoría, lo de Pinocho me lo guardo para mi, ya pasamos a concretar un poco la generalización (si tamaña frase tiene sentido): vengo de España, así que me vuelve loco el fútbol, me entusiasman las corridas de toros, he vivido alguna vez los San Fermines, bailo, o conozco a alguien que baila o canta flamenco, y me lo paso pipa estampando tomates a la gente en el «Tomato Matsuri» que sacan todos los años por la tele japonesa.

Bueno, es normal, sería de bobos ofenderse y salvo alguna vez que me han dicho que pimplo vino hasta para desayunar, tampoco son cosas malas. Es nada más y nada menos que lo que se ve por la tele, igualito que en España con Japón: los frikis de Harajuku, las yamambas de Shibuya y cuatro o cinco gilipoyeces más que ni de lejos se acercan a lo que es esto, yo todavía ando buscando las máquinas de bragas usadas pa ver si me aceptan calzoncillos y me saco unos cuartos para onigiris.

Pero el caso es que últimamente me han etiquetado como latino, y esto sí que me ha parecido curioso porque yo nunca me he sentido como tal. Por supuesto que tengo una conexión fuerte: hablamos el mismo idioma, pero hasta ahí puedo leer… para mi todo lo demás es diferente: si voy a un restaurante Chileno comeré cosas que no he comido nunca en mi casa, si voy a un bar de salsa me sentiré totalmente fuera de lugar porque aunque entienda lo que dicen las canciones, soy incapaz de dar tres pasos porque nunca en mi vida lo he hecho, ni lo he visto hacer. Cuando ví la exhibición de tango en aquél bar hace tres semanas, me quedé fascinado porque era la primera que había visto en mi vida.

Así que cuando en Capoeira mi profesor, que me habla en castellano con acento Mexicano me dice que «nosotros los latinos», yo no lo acabo de procesar del todo, porque nunca me he considerado como tal. Ojo, esto no significa que yo sea mejor o peor, no trato de ofender a nadie, de hecho mi profesor me cae genial y me encanta que me llame «mi hijo», pero para mi, nuestra cultura es diferente. No sé si esto tendrá que ver con el hecho de que yo sea del norte de España, pero me siento muy diferente a todo este mundo, de hecho me sigue haciendo gracia cuando hablan de Penélope Cruz o Antonio Banderas como iconos latinos allá en los Hollywoods porque para mi nunca lo han sido. Latinos son Juan Luis Guerra, Shakira y Benicio del Toro, pero no Joaquín Sabina, ni Alex de la Iglesia, ni Antonio Resines. Al menos para mi.

Repito: no trato de ofender, por favor no me lo entendáis por ahí. De hecho es todo lo contrario, es un mundo, si me permitís la licencia de meter a todas esas culturas en un mismo saco, que me atrae mucho, que me gusta, con el que me cruzo muy de vez en cuando desde que estoy aquí, pero que siento que es diferente al mío, y me atrevo a decir que muy diferente en algunos aspectos: para mi es igual de distinto comerme un kebab que un taco.

Arturo, mi profe, seguro que se da cuenta pronto en cuanto me lleve al bar ese que dice de Shinjuku y vea que es físicamente imposible que yo mantenga algo mínimamente parecido al ritmo. Por mucha pasión que le ponga, que, mira, de eso si que tengo.

Pero olvidando todo esto que llevo escrito, y teniendo en cuenta el lugar donde estoy… ¿vosotros cómo me véis? ¿diríais que soy latino nada más verme?, y lo que es más… ¿qué implica para vosotros eso de «ser latino»?

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Ungueando

Grajos no ví y sopas de ajo no tomé, pero doy fé de que el domingo hizo un frío del carajo. Yo me dí el madrugón cincomañanero y tiré para Unga como todo buen mozo casadero haría sin dudar ni un poco asín. Total, que a las ocho y media allí nos presentamos los dos: mi fiel escudera la legaña de kilo y yo.
Tiramos para la uni, que estaba al lado, nos cambiamos y bajo una lluvia de éstas que caen para abajo y mojan si te dan, empezamos a estirar y calentar para acabar ensayando un par de veces el bailecico.
Luego, dejó de llover y ya estaban saliendo grupos por turnos hasta que nos tocó a nosotros. Esto era mucho menos serio que la última vez en Ikebukuro, aquí no había competición (que yo sepa), así que se trataba de salir y pasárselo uno bien bailando más que otro poco. Y eso hicimos: salimos a bailar, nos reímos, chillamos, nos lo pasamos bien y después tiramos para los puesticos de comida a degustar del buen yantar de las gentes del lugar.

Midori se vino y a parte de hacerme compañía todo el día, grabó los dos bailes, aquí va el segundo:

¡ :ikugracias: Midori :ikugracias:!

Después nos retiramos por las bandas hasta Ueno donde un perolo de comida y muchos de bebida nos esperaban. En el baño había un cylon que abría el boquino nada más que entrabas, pero le tenían atado al suelo así que sólo daba sustos y le acabamos cogiendo cariño todos de tanto visitarle.

Y se acabó lo que se daba. Se acabó la coreografía, ya no se baila más. El traje tampoco se vuelve a utilizar, sólo era para éste baile de éste año, así que ahí queda como un bonico pijama para pasar el invierno en casa viendo V con una taza de sopa calentica (¡¡atiende!! ¡¡que Dayana ahora se llama Ana, la mu lagarta!!!).

Así que, una vez más, gracias a todos, chatos, chatunos y chatuelos, por los grandes momentos vividos, como éste de Ikekuburo:

Los recuerdos, las emociones y las amistades… ésos se quedan conmigo y con mi espíritu. Ahora a aprovechar la pausa hasta el año que viene para invertirlo en preparar ese segundo dan de Karate, que tiene que caer pronto, y a ver si en breves empezamos a hacer algo Capoeríticamente hablando a poder ser con el cuello aguantando la cabeza con la misma gracia que hasta ahora.

Entonemos, pues, por última vez un bonito…

それ~ それ~ それ~ それぇ~!!!
:vainas:

… y partamos prestos siguiendo los pasos del sabio Urelio y su hoz…

:bythesegao:

El último del año

Pues ya estamos Toni Kamos, aquí andamos según vamos, que llevo una semanita que no me da la vida ni para sonarme los mocos a deshoras. Entre el currelo, los katas, las pasticas, las volteretas y el libro ya no sé ni en qué pino ando. Así que de mientras me busco en google, aquí doy señales de vida y de paso sugiero un ikuplan de los míos por si alguien en Tokyo se aburre y se quiere venir.

El caso es que por este año se acaban los matsuris, los festivales de Yosakoi, así que el domingo tenemos el último. ¡Qué profesional sueno! tenemos el último, como si hubiese ido a muchos… :ikufantasma: que para mi es el segundo… En fin, que allí iremos pelaos de frío a subirnos a un escenario dando botes y gritando cosas para ver si así caldeamos el ambiente. En esta ocasión es en una universidad, que mola porque allí tiene que haber más hormonas desatadas que en True Blood, cocretamente en la Tokyo University of Science「東京理科大学」 aunque lo del nombre es un farol porque está como a una hora de Shibuya en una estación cuyo nombre pega más por entre Mozambique: Unga 「運河駅」

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Éstos saraos universitarios son bastante curiosos… a mi me recuerda a las chocolatadas que hacíamos en la escuela: se abren las aulas para que las vean los padres, los chavales hacen sus historias, hay para comer y para beber… si cogemos esto y lo pasamos por la máquina japonizante, pues lo que nos encontramos son puestos de comida típicos de un matsuri con sus takoyakis quemadentros, sus boniatos calenticos, sus yakisobas marroneros… pero atendidos por chavalería dentro del campus. En las aulas suelen hacerse exhibiciones de las actividades extraescolares que tienen, como la ceremonía del té (esa me la sé yo!), shodo, shamisen, etc. Aunque lo que más triunfa siempre son las actuaciones de las animadoras, que mira que me sigue sin pegar a mi esto de que haya cheerleaders como la de héroes!!! (salva a la porrista, salva al mundo!!), pero ¡ay las faldacas! ¡ay las faldacas!.

Es una oportunidad chula morena de ver muchas cosas diferentes en un mismo sitio y a la vez comer por cuatro duros, así que dejaos de tanto hosto Shinjukero, tanta piernaca Shibuyera y tanto bro Roppongiero y venid pa Unga, hombre, que a parte del IkuYosakoi hay muchas más cosas decentes para ver!!!

Fénix, despliega el mapa y véte preparando la leche :comillo: para M.A. ahora que anda soldando sus historias en la otra habitación!

Yossha

Nosotros bailamos a las once y a las tres, ya he adjudicao la cámara de vídeo, pero si alguno se viene que avise que le paso más cámaras!!

Acordarse Mambrús! domingo 22 en la uni de al lado de la estación de Unga!

Ale, parto allende el verde ha sido cercenado …

:bythesegao:

¡Polibesos!

Mi primer día de Capoeira

Llega la hora de salir del currele, arramplo la bici y tiro por esos caminos inescrutables de Buda cuesta arriba cuesta abajo. Llego a la estación, una antes de la mía, y enchufo el iPhone saludando al cielo para que tenga más fácil lo de poner la chincheta azul encima mío, la roja la traía pinchada tres horas antes por lo menos.

Llego al sitio pero está cerrado, allí no hay ni medio Brasileiro y mucho menos Brasileiras que fijo que las habría visto antes. Aparco la bici y me dispongo a replegarme por lo aguadañado cuando baja un tipo de perilla riéndose que me habla en inglés con acento portugués, lo sé porque yo pasaba con mis padres a comprar toallas a Portugal. Resulta que es uno de los de la exhibición, que me empieza a contar un montón de cosas sin casi yo abrir la boca, vaya tipo más salao.

Cuando le digo de donde soy, se pone a hablar en perfecto castellano porque resulta que su madre es Mexicana, anda que no pinta bien el asunto, aquí no voy a tener problemas ni con el gozaimasu ni con el isn’t it.

Va llegando gente, tres chicos japoneses, un moreno que es franchute (vaya por deux), y cuatro chicas: dos japonesas y dos extranjeras. La clase se da en tres idiomas: inglés, japonés y castellano porque una de las chicas también lo habla, aunque los nombres de los movimientos son en portugués, claro.

Nada más empezar, me dan una pandereta, pandero, y ponen tres tambores en medio del tatami. Empiezan a tocar y nos enseñan un ritmo facilillo que tenemos que seguir, cuando ya le hemos pillado el truco, el profesor se pone a cantar en portugués y nos pide que coreemos el estribillo. A mi no me da para todo, o canto o toco, ya voy destilando mi nulo sentido del ritmo desde el principio para que se vayan enterando de lo que hay. Esto si que no me lo esperaba yo, lo del cante este, pero mola, hay buen rollo a patadas, hasta bailamos un poquico a la vez.

Empieza el ejercicio, un poco de ginga, el movimiento básico de la Capoeira, el que hacía todo el rato el maromo del Tekken 3 cuando no tocabas el mando. Es fácil, pero hay que cogerle el truco. Así nos tiramos un rato largo, siempre con música brasileña de fondo y con el profesor haciendo mil bromas aquí y allá, cuando se mete con el franchute ya sé que nos vamos a llevar muy bien éste hombre y yo. Sigue el buen rollo, no ha habido ni un saludo, ni una formalidad de las de Karate, esto es de todo menos estricto. Para bien o para mal.

Toca estiramientos, buena forma de calentar lo de la ginga ésta. El profe coge un reloj de esos de cuenta atrás que te avisan cuando están los macarrones y nos hace estar en cada estiramiento un minuto. Cuando pita, cambiamos y le vuelve a dar. Así a ojo podría decir que hicimos como el triple de ejercicios que en Karate y como cuatro veces más de tiempo, mola.

Pasamos a las volteretas, aquí se está poco rato de pies. Laterales, de frente, patada aquí y patada allá sin parar de moverse uno, siempre volviendo a la ginga, al baile de San Vito éste. Qué bien camuflado lo tenían los esclavos allá en las Américas, si no fuera porque si no miro me encajan un pie en la jeta, ésto sería un baile sin más.


Learn the Capoeira Ginga — powered by eHow.com

Hay tan buen rollo que me invitan a quedarme a la segunda clase, la avanzada, y yo acepto. Ésta vez me toca el tambor que lo llevo mejor quizás porque estoy sentado en una silla. Volvemos a cantar al son de nuestros propios instrumentos, qué manera tan genial de empezar a hacer algo con alegría.

Ésta vez la cosa se complica mucho, hay patadas y piruetas imposibles, las primeras las hago sin problema, las segundas ni de casualidad. Me duelen las muñecas de estar más de pies con las manos que con los pies, estoy medio mareado de tanto giro, pero no quiero parar. ¡Qué bien me lo estoy pasando!.

Tres horas de Capoeira después me encuentro con la bici yendo para mi casa, que está a diez minutos yendo a paso piltrafa. Me duele todo, pero me ha encantado estar en una clase donde de lo único que hay que estar pendiente es de intentar hacer los movimientos bien. Sin diferencias culturales tan estrictas, con el desahogo de saber que puedes ser tú mismo sin tener que estar atento a rangos, formalidades ni reverencias. Aquí se acaba la clase y la gente aplaude, como en Fama.

Curioso. Aun siendo en esencia lo mismo, no tiene nada que ver con las clases de Karate, que siempre serán las más importantes para mi, pero no sabéis cómo me alegro de haber empezado ésto, y más cuando hoy me den el uniforme: un pantalón de chandal blanco y amarillo y un niki, hasta esto da buen rollo.

Además ayer hubo señores de la tele grabando el entrenamiento, porque resulta que hoy van a venir unos humoristas famosos a entrenar y hacer el vainas. Menudo debut, nada más llegar y ya me sacan por la tele, ahora que hoy vengo preparado con mi IkuEki que de color pasa por Brasileira, a ver si les hace gracia el diseño y me la enchufan con la cámara.

En una cosa se parece al Karate: después hay cervezas.

Mira tu por donde.

Marcho que tengo Capoeira!

Pues si, chatuelos morenos, me he apuntao a Capoeira. Qué diréis: ¡pues eso de japonés tiene lo mismo que Pipi Lastrum!, pues sí, pero mira, ¡que se me ha puesto a tiro vampiro!.

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Yo tenía claro cuando llegué que me iba a apuntar a Karate, eso iba a ser así se pusieran como se pusieran en la aduana. Y me apunté, y últimamente estoy más contento que ni sé porque me están saliendo las cosas muy bien, a ver si cae el segundo dan antes de acabe el año. Me ponen a dar patadas tres veces por semana, con clases de hora y media cada vez.

Karate segundo combate from ikusuki on Vimeo.

Después apareció de refilón lo de las clases de la ceremonia del Té, que yo ni lo buscaba ni ná, pero mira, fuí y me pareció algo chulo que sólo iba a ocupar tres horicas los martes a la tarde. Encima me dan de merendar y me echan piropos, ¿cómo no voy a ir?, además que siempre es un placer compartir tiempo con Michiko porque entre ir y venir, háblamos de ligues y eso mola mucho.

Koichá from ikusuki on Vimeo.

Un día Jorge me contó lo del Yosakoi, que si una coreografía, que si vente y lo ves y luego ya haces lo que te salga de la pituitaria. Y fui y lo ví y me salió de la ñata quedarme porque me pareció chulo, aunque no daba pie con bola al principio y no habré ido ni a la mitad de las clases. La copla es los domingos por la mañana muy pronto en a tomar por cleta, y si hay matsuri cerca entonces también se va los sábados. Es un disparate eso de tener que madrugar más los domingos que entre semana, pero la emoción del día de la actuación lo compensa.

Así que si echamos cuentas tenemos IkuKarate los lunes, miércoles y sábados, IkuCeremonia del té los martes e IkuYosakoi los domingos, esto nos deja libre los IkuJueves y los IkuViernes…

Pues resulta que el sábado pasado por la noche fuí a una fiesta brasileña donde hicieron una exhibición de Capoeira, y me encantó, me pareció tan distinto a todo lo demás, que me puse a preguntar aquí y allá… ¡y resulta que hay un dojo al lado de mi casa!, ¡pero al lado al ladito!, así que mira, ya tengo algo para hacer los jueves y los viernes. Y como parece que no hay casi festivales de Yosakoi en invierno, también podré ir algún que otro sábado o domingo, encima que las horas me cuadran muy bien.

¿Por qué Capoeira?, pues primero por casualidad, como casi todo lo que he empezado aquí, y porque el sitio me pilla genial. Pongamos después que el Karate es algo demasiado estricto, demasiado mecánico y más aquí donde estamos el 80% del tiempo haciendo técnicas básicas y katas, de hecho podría decir que en total he hecho más combates en las competiciones que en los entrenamientos, que ésto se dice pronto.

Tirándome el moquetis, creo que tengo cierta agilidad y una vena saltimbanqui a explotar, así que, sin dejar de ser el Karate lo más importante, físicamente hablando estoy convencido que aprender Capoeira me va a venir genial en todos los sentidos: fuerza, agilidad, flexibilidad… hasta ritmo, que los vascos nacemos con un bidé por cadera!!!

No aspiro a hacer ni una infinitésima parte de lo que hacen éstos, pero seguro seguro que algo aprendo más allá del pino-puente:

¡Mañana empiezo!

A ver si la cosa sale por lo menos, por lo menos, como todo lo demás.. :vainas:

Ikebukuro Yosakoi 2009

Domingo 11 de Octubre

Efectivamente, de tanto quererlo, pasan las horas volando y ya estoy otra vez en Ikebukuro, aunque ésta vez no soy el último.
Se repite lo del día anterior, con mejor tiempo y más ganas si cabe, pelamen, maquillaje y ensayos en el parque incluidos.

Miguel, al que conocí el día anterior, se ha apuntado también hoy así que le paso la cámara de vídeo para que no se pierda detalle y ya pasa el día con nosotros (¡gracias Miguel!). Hoy también viene Michiko que se ríe mucho del maquillaje y me dice que no me vuelve a hablar si ese domingo salgo de Ikebukuro sin novia.

Empieza el primer baile, también con nervios que se pasan pronto y con muchas ganas. Tantas que en un punto de estos de gritar se me escapa un naruko volando cerca de la cara de un señor bajito del público. Miguel lo graba en vídeo, yo no sé muy bien qué hacer y me dá por reirme mientras sigo bailando con uno sólo, entonces el señor lo recoge del suelo y me lo devuelve, y yo sigo bailando sin poder aguantarme la risa.

Después bailamos dos veces más y ya sólo nos queda el último, el que puntúa para el concurso. Yasuki, el responsable del grupo, es un tipo pequeño muy flaco que mojado no pesará más de 50kg, pero tiene una personalidad arrolladora. El tío nos junta a todos antes de cada baile y nos grita cosas en un japonés rudo, casi violento que contestamos a gritos. Vaya si motiva el asunto.

Durante la espera de éste último baile, los sentimientos están a flor de piel, algunas chicas se abrazan entre ellas. Ganbatte se escucha entre risas, nervios y juegos. Ganbatte ne.

Otros estiran en silencio… cada cual prepara el momento que está por venir a su manera.
Alguien me coloca bien la capa, la miro, le doy las gracias y no puedo evitar darle un abrazo aunque no sé ni su nombre. Ganbatte ne.

Los sentimientos de todos se entrelazan y forman uno sólo que se debe notar hasta en Shinjuku.

Ya nos toca. El último, el que importa, el que resume todo.

Cuando acaban los de delante, Yasuki nos junta, hacemos un corro en medio de la calle. Grita cosas entre las que entiendo «último» y «corazón», y después las de siempre a las que todos hacemos el coro: sore sore sore soooran hacemos que retumbe, que se oiga y de paso que se nos incomode la espina dorsal al levantar el puño. Ya está liada. Mirar para atrás es de cobardes, no desafiar al mundo está penalizado.

Volvemos a las filas, a la formación y nuestro compañero ya tiene el micrófono. Nos presenta y acaba con un yoroshiku onegaishimasu! que, una vez más, coreamos con una reverencia. Uno… dos… y separamos la pierna derecha. El nombre del baile nos agita las entrañas de nuevo: ¡Appareeee!, ¡Ha! contestamos y después ya sabemos bien qué pose nos toca, más nos vale.

Con el primer acorde elevamos la mano al cielo y las nubes ya son testigo del resto.

Qué sensación. Qué manera de ser feliz por cuatro minutos, qué plenitud. Sólo me acuerdo del corazón, ni idea de qué hizo el resto del cuerpo.

Volvemos a apuntar a las nubes con el último acorde y veo que no se han atrevido a moverse ni un milímetro.

¡¡Arigato Gozaimashita!! gritamos, y salimos corriendo para juntarnos más adelante. Nos abrazamos, reímos… y de repente muchas personas del grupo se ponen a llorar. Nadie consuela a nadie, no hay nada que consolar. Ojalá llorásemos así todos los días de nuestra vida. No quedaba más por hacer que explotar, nos lo hemos ganado.

Iro iro arigato me da por decir a todo el que se pone delante, «gracias por todo». Y de verdad lo siento así: gracias por tener la paciencia de explicarme el baile una y otra vez, de que no importe que no entienda japonés tan bien, por dejarme estar ahí a pesar de haber faltado muchos días. Gracias Jorge por llevarme a esto. Gracias a todos. Por todo.

Después de las cervezas, la cena y las risas, me despido de los que quedan. Me cruzo con Yasuki y me responde con un abrazo, este hombre es todo nervio.

Mientras espero al ascensor viene Hory, la primera persona que ví el primer día que entré a aquella sala donde un montón de gente estaba bailando.

Hory, muchas gracias por todo, de corazón, me lo he pasado como nunca. -no habla, pero sonríe. Me abraza por un rato.

Vete con cuidado, ne, Oskar.

Si -y desde dentro del ascensor veo cómo se queda a esperar que las puertas se cierren.

Hace tiempo que ya es de noche. En la Yamanote camino de casa veo mi reflejo en el cristal de las puertas. Un chico bajito, con un pelo indefinible que deja ver sus entradas con claridad. Va en vaqueros y lleva un niki blanco, una sudadera verde y amarilla con capucha, unas playeras azules y una mochila roja cargada hasta los topes de mucho más que ropa.

Has salido enfrente de un montón de gente en Tokyo a bailar -parece decirme- ¿no es acojonante?

Si lo es, si

Los vídeos que grabaron Guille y Miguel los tengo todavía que procesar con más calma, este de aquí es el que grabó Zordor, que llegó a punto para este último baile.

:ikugracias: ¡Gracias a todos! :ungusto:

Un fin de semana de Yosakoi

Jueves 8 de Octubre – The tifón blues :comillo:

Se ha tirado toda la noche lloviendo con una escandalera del carajillo, pero yo he dormido muy bien, supongo que por la fiebre ésta que me tiene más amodorrao de lo normal.

Tengo un mensaje de Michiko, que está parada en Ebisu, que la Yamanote ya no tira pal monte ni nada, que está más quieta que el Hachiko. Decido tomármelo con calma.

Desayuno bien, me tomo la temperatura y sólo tengo unas décimas. Marcho a la oficina, llego sin problema mientras el tiempo ha cambiado radicalmente convirtiéndose en casi verano, las nubes se han ido todas para Korea por lo menos, el Kim Jon-il ese debe andar con chubasquero ya.

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Estoy sólo, así que trabajo a mi aire pero al de un par de horas noto la cabeza salerosa, seguro que tengo fiebre otra vez. Me vuelvo a casa. Efectivamente, 38 y medio de fiebre. Aspirina y a dormir soñando con tabehodais de kitkatses.

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Viernes 9 de Octubre – The tontuna’s fever :malico:

Sigo con fiebre que a veces sube y a veces baja, como la bilirrubina, el yen y el ojo izquierdo del Dioni. Decido ir a la farmacia y nada más entrar empezamos bien…

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En fin, mejor gatostiable que toscamuerto, así que sigo y le cuento al señor calvo de gafas el asunto:

– Señor profesional de la bata, que es que tengo fiebre, pero no me duele nada, ni la garganta, ni el estómago ni nada, ni mocos tengo, esto es más raro que el bote verde ese que vendes ahí.
– Bua, nada hombre, tu te tomas esto y te pones bueno en un chotto, tu matte y ya verás como te pones más flamenco que ni wakaranai.
– Gracias señor farmaceutico de gafas!
– De nada, señor cliente con ojos agarbanzaos! vuelva otra vez pero estando bueno y cómpreme potingues kudasai!
– Hombre, claro! Pero el bote verde no que no me fío
– Haces bien de gozaimasu

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Me enfutono tomándome la pastilla roja de Matrix, pero de dos en dos. A ver si hay suerte y llaman dos Trinitris a la puerta también, con sus dos pantaloncicos de cuero negro, sus cuatro… buff, ¡dormir dormir!

Pero antes es hora de tomar una decisión: si mañana por la mañana tengo fiebre, ¿voy al baile? y decido que voy aunque se me caiga una oreja y el huevo izquierdo…

¡yo salgo ahí aunque escuche en mono
y ande escorao como hay Budarro en Ushiku !
:menfadao:

Me duermo y allí no aparece Trinitri, ahora que tampoco ha venido el feo de Morfeo alias «The CuloBostezos», así que mejor dejamos las cosas como están.

Sábado 10 de Octubre – The virginity loss :gustico:

Después de dormir como trescientas veinte horas me levanto fresco cual grácil cogollo Tudelano, no tengo fiebre, pero sí unas barbucias y unas bolsas en los ojos que parezco el hermano flaco jóven y con pelo de Bud Spencer.

Me enducho y hago ronda por todos los botes que encuentro: champú, acondicionador, jabón, crema para las ojeras… hasta un líquido azúl que yo creo que es loción hidratante pero que nunca he tenido claro, hasta eso me echo que huele bien.
Afeitao y con medio bote del desodorante ese que no fona muy bien en cada alerón salgo de casa camino de Ikebukuro. Más nervioso que un oso en Corporación Dermoestética, vete a saber lo que va a pasar ahí.

El responsable de mi fila me llama por teléfono porque ya voy llegando un minuto tarde, madre mía, empezamos bien. Allí está todo kiski ya. Nos vamos a cambiar a unas escuelas o algo parecido, allí un compañero me escancia un bote de gomina por la cabeza y me pone cresta a lo Ford Fairlane, que empitono hasta por la nuca, que me ve Elvis y hace pucheros. Después una compañera me maquilla los ojicos y la gente dice que estoy kawaii, (de kakkoii nada, vaya cruz).

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Vamos a un parque, estiramos y ensayamos el baile, ojo que todo el mundo tenga claro a qué número hay que levantarse y qué parte del triángulo ese hay que hacer.

¡Ojo ojo, no vayamos a liarla que nos está viendo todo el mundo,
mecagüen la okaasan que parió a Penekechan, tengamos ojo aquí!
:copon:

Ya nos toca bailar. Estoy nervioso, mucho, me tiemblan hasta los pelos de las orejas. Pero al segundo de empezar la coreografía, la cosa fluye sola. De refilón veo al público que sonríe y algunos nos señalan: «anda, extranjeros, qué cucos» pensarán, yo sonrío más. Pongo cara de encabronao en los movimientos que son bruscos y me río mucho en los demás. Me doy cuenta de que estoy disfrutando como nunca y cuando toca el paso ese en el que nos juntamos todos agachados corriendo, grito «ike ike ikeeeee» desde la parte más baja del estómago, madre mía, no es que esté metido en el papel, es que el papel me lo he comido con patatas hace un minuto, no te acerques que muerdo.

¡El jibun no kimochi Tosca style!
Sore sore sore soreeeeee

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Acaba el primer baile y con él mi bautismo yosakoiero publiquense. La gente aplaude, gritamos «arigato gozaimashita» salimos corriendo saludando al público, que sigue aplaudiendo. Me siento pletórico, los nervios hace tiempo que se han evaporado, deben andar persiguiendo al tifón camino de Korea, a ver si no le llueven encima al Kim no vaya a ser que se ponga más cardiaco todavía y le dé al botón de tirar pepinos.

Al primero le siguen un puñado más de bailes con gritos, sudores, emociones y huevos en proporciones aleatorias. Ya dejaremos eso del cansancio y las agujetas para otro día, que ahora toca sentir otras cosas que hace tiempo que no sentía, o que quizás nunca había sentido. Y me gusta, vaya si me gusta.

Nerea, Guille y Miguel están ahí de soporte, otra razón más si cabe para hacer las cosas lo mejor que se pueda aunque sé que yo ya tengo trofeo asegurao: las cervezas de después, porque una biru es una biru esté uno vestido de Obispo o no.

Cuando ya llego a casa y cuelgo el traje en la percha, me siento en el suelo y me quedo mirándolo sonriendo. Pasa no sé cuanto tiempo y por fin me puedo quitar, un poco sólo, la cara de tonto. Me meto en el futón y doy por clausurado el día cerrando los ojos lo más fuerte que puedo para intentar soñar que las ocho horas que voy a dormir se pasan en una y que en un poquito, en seguida, en nada estoy otra vez dando saltos y voces y sudando, de contento, por los poros.

¡ Y todavía queda el mejor día, el Domingo! :vainas:

:ungusto:

¡ IkuYosakoi !

Hace 4 meses que me apunté a esto del bailoteo porque un paisano iba y me sonó a algo muy chulo que me cuadraba con Karate y Té porque era los fines de semana. El primer día que llegamos allí yo lo que ví fue un grupo de gente muy jóven, de menos de veinticinco años la mayoría, que hacían una coreografía en chandal que molaba mucho. Al principio se hacían estiramientos durante bastante rato, como el doble de tiempo de los que hacemos en Karate, así que pensé que se complementarían perfectamente. Después el grupo se dividía, por un lado los que ya se sabían el baile y por el otro los que no teníamos ni idea, y durante unas dos horas y media alguien nos iba enseñando poco a poco los pasos.

Mi amigo volvió a España de vacaciones y a mi me entró una crisis de identidad bailotera muy grande, tanto que no volví en el mes que él estuvo fuera. Era una mezcla entre vergüenza por ir sólo y mucha perezaca por ser fin de semana…

¡¡y que el proceso desgambiteril tiene que ir poco a poco!!
:gambiters:

Además en aquella época yo estaba mucho más centrado en Karate con un campamento y una competición en mente, y cuando llegaba el sábado ya tenía el cuerpo bastante maladao. ¡¡Jaja, qué excusero soy!! buenoo buenooo, que el caso es que acabé volviendo coincidiendo con la vuelta de mi colega, y si de algo me arrepiento es de haber pensado en dejarlo.

A partir de ahí, ellos prepararon el matsuri de Harajuku, y verles en el festival me hizo darme cuenta de que todo era, no sé, como más real… ¡me encantó!.

Así que desde ese día ahí hemos estado ensayando el baile con más ganas que nunca, llegando tarde creo que todos los domingos porque mi ADN es incompatible con madrugar ese día, pero recuperando el tiempo delante del espejo en casa y creo que ya me lo sé… veremos ahí delante de la gente cómo sale la cosa…

¡Hasta tengo el ikutraje y todo!

Estos son los narukos, las castañuelas a la japonesa, jajaja, me acuerdo que yo compré unos en un todo a cien en Nakano en el año 2001 y allí estaban en casa sin tener ni idea de qué eran!!

Y también nos ponemos zapaticos de esos de los dos dedos:

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Este fin de semana estuvo guay porque hicimos los ensayos con la ropa puesta en plan «los refinitivos». Al acabar tocó charla emotivomotivante y hasta unas fotunas nos sacamos:

Pues eso, si estáis por Tokyo y no tenéis muy claro qué hacer éste fin de semana, que sepáis que en Ikebukuro hay festival de Yosakoi el sábado y el domingo, y que seguro que va a estar chulo.

Aquí va cuando salimos nosotros, todo en Ikebukuro menos el domingo a las tres que es en Otsuka, la siguiente estación. En el mapa de después están señalados los puntos y las horas.

Sábado
13:00 en la calle «Mizuki» que está muy cerca de la salida (みずき通り)
14:30 en el escenario del parque que hay en la salida este (西口公園)
15:30 en la calle principal que hay enfrente de la estación de Ikebukuro, creo que es la salida oeste (駅前メイン会場)

Domingo
12:42 en una calle de tiendas (四商店街通り)
13:48 en la calle «Mizuki» de nuevo (みずき通り)
15:00 estación Otsuka, salida norte, en un escenario (大塚駅北口海会場)
16:24 en la calle principal de enfrente de la estación de Ikebukuro, ésta es la más importante porque es la que puntúan para el concurso (駅前メイン会場)

Dentro mapa!

Ver IkuIkebukuro Yosakoi en gordo

Y nada, si alguien viene que me avise que le paso la cámara de vídeo para ver si me puede grabar alguna actuación, que molaría tener esto de recuerdo!

Dentro previa!

それ それ それ それ~!!!

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Koichá

Ayer llevé el kimono y la cámara a la clase del té y le pregunté a la profesora si me dejaba grabar y ella que es más maja que ni sé, me dijo que ¡¡¡ faltaría motto !!!, así que grabé las dos ceremonias que me tocó hacer. Por cierto, que la sensei me regaló dos manzanas y un onigiri, dice Neki que será que me ve desnutrido o algo… ¡¡qué majetaaaaa!!

En la primera ceremonia, la del Usuchá que es la más sencilla y la que creo que me salió mejor, resulta que puse mal el trípode y no se me ve la cabeza… pero la segunda, la del Koichá ha quedado un poco mejor, y ahí me he tirado un rato editando el vídeo para añadir pequeñas explicaciones de qué es lo que está pasando.

Los dos son té verde en polvo, aunque el Usuchá es más amargo. La diferencia es que el Koichá se prepara de manera que queda muy espesote, así que se echa muchísimo más polvo y muy poquita agua, y hay que removerlo mucho mucho.

¡A ver qué os parece!

Koichá from ikusuki on Vimeo.

Mil vueltas a este vídeo le da el que hizo Fran hace un tiempico, pero que de vez en cuando lo reveo porque me gusta mucho!

イク茶 from (más) Historias de un abstracto on Vimeo.

¿Os hace un té? :)

Documental sobre Euskadi de la NHK Japonesa

Últimamente Michiko y yo estamos teniendo tres clases de la ceremonia del té al mes. La profesora es amiga de hace muchos años de Michiko así que tienen más o menos la misma edad, que es un poquico más que la mía. Esto da lugar a situaciones bastante graciosas, como que la sensei siempre nos tiene algo para merendar porque claro, como vamos directos del trabajo pues tendremos hambre. Yo hago apuestas con Michiko por el camino sobre qué habrá ese día, si sandwhiches, si onigiris, si plátanos… anda que no nos lo pasamos bien.

Más o menos siempre pasa igual: llegamos, ellas dos se hacen muchas reverencias y se ríen mucho, yo lo mismo pero en menos cantidad, nos deja la merienda encima de la mesa y Michiko y yo nos partimos de risa sabiendo quién ha acertado esa vez. De mientras comemos, la profesora acaba de preparar lo que toca para la clase: ordena los utensilios, se asegura que haya suficiente té verde en el natsume, enciende el falso fuego que pondrá a hervir el agua…
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Después el único cambio que suele haber es el orden en que hacemos según qué versión de la ceremonia. A veces empiezo yo con la ceremonia simple y otras veces es la ceremonia del Koichá, un poco más complicada y es Michiko. Cualquier combinación de lo anterior siempre y cuando al final hayamos hecho las dos ceremonias los dos, y hayamos hecho de clientes los dos. Resultado: dos veces de mancharnos de verde, dos veces de comer preciosos dulces, dos veces de beber té verde y cuatro veces de tener las piernas entumecidas.

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Pero hay ocasiones en que la profesora invita a alguien más que sólo va a ver. Dice Michiko que es porque es curioso ver a un extranjero haciéndolo y que le gusta presumir de ello, lo cierto es que siempre que ha venido alguien yo me he puesto nervioso y lo he hecho peor de lo que debería. Estos invitados de mi profesora además son mayores y parece que la coyuntura les obliga a hablar en keigo, el japonés de respeto, con lo que yo no me entero de la misa a la mitad, lo cierto es que prefiero que no venga nadie.

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Hace un par de meses vino una chica que trabaja en la NHK, la cadena de televisión japonesa, porque me quería conocer. Resulta que hace unos años esta chica se tiró un mes por Euskadi haciendo un reportaje, que conoció a Ibarretxe, que le invitaron a una sociedad gastronómica, que vió un montón de pueblos y se zampó la mitad de los pintxos… y que vino encantada. El reportaje parece que llamó la atención por enseñar una parte muy diferente de España, y ella vino toda sorprendida con el Euskera, que le parecía curiosísimo que lo hablasen también en el País Vasco Francés personas que no saben castellano.

Tuvo que ser gracioso para ella ver a un vasquico postizo como soy yo preparándole el té en plan ceremonioso…

Bueno, el caso es que hace un par de semanas me hizo llegar un DVD con el reportaje en cuestión. Son 50 minutacos de imágenes viejunas, y me parecía muy largo para ponerlo entero, así que lo he editado cortando cachos y dejando lo que más me ha gustado. La verdad es que no dejan nada sin tocar, terrorismo incluido, y me parece que logra alejarse de tópicos facilones.

Ya me gustaría tener el suficiente nivel de japonés como para subtitularlo, ya.

Ahí os dejo el montaje del Ikusuki, que no ha sido más que cortar cachos y añadir algún textico sobre lo que se habla.

¡a ver qué os parece, que además sale Birubao !

El día que vino esta chica de la tele, yo le hablé un montón sobre que hago Karate y lo del Yosakoi y tal en plan «a ver si me hace un reportaje, me hago famoso haciendo el vainas por la tele y dejo las teclas».

¡Nasti de plasti! :pirao: jajaja

Los vídeos del Yosakoi

Tenía unos cuantos vídeos y primero pensé en hacer una mezcla un poco con todos, pero me daba pena que los bailes quedaran cortados, así que al final he decidido sólo mezclar cachos de los que no tenía el baile entero y poner el resto tal cual.

Ahí van los primeros que ví yo, un grupo llamado «Funny»:

Después se puso a llover aunque el asunto no se paró y lo cierto es que le dió al baile un efecto dramático chulo chulo:

Estos son los que más me gustaron con diferencia:

Esta es una mezcla entre unos que sacaron a un niño pequeño que el pobre hacía lo que podía, y que les quedó graciosísimo, y otros que cantaron rap a mitad:

Y estos son los míos!! este es el baile que estuve ayer por la mañana ensayando otra vez y que ya casi casi me lo sé, aunque claro, así tal cual está es como me lo he estado aprendiendo desde que empecé:

Porque luego tenemos esta otra versión, que es avanzando por la calle y que aunque es el mismo, yo todavía no me aclaro!!!

Y en este otro vídeo es un calco del primero pero que grabó alguien que estaba detrás de mí y se me ve a mí haciendo experimentos ahí con el trípode Gorilla ese o como se llame. No daba abasto entre querer sacar fotos y grabar, jajaja, aunque está claro que lo suyo es dejar la de vídeo quieta y ya está, pero ni eso hice bien que el vídeo sale torcido. Por cierto vaya pelajos que tenía por detrás, parecía que en vez de en la Yamanote iba a salir de ahí en la fregoneta!!!

Soy el de azúl de la derecha que aplaude como un jabato al final:

Tengo que confesar que el festival de Harajuku ha conseguido que me sienta mucho más motivado, porque es que entre semana sólo hay un día en el que me vaya directamente a casa después del trabajo. Los martes voy a la ceremonia del té con agujetas de Karate del lunes y salgo de allí con las piernas entumecidas, y para cuando llega el jueves tengo el cuerpo que ya no me acuerdo de cómo era eso de que no te duela nada. Así que el fin de semana lo que menos me apetecía era tener que seguir haciendo cosas, y la verdad es que he faltado a más clases de las que debería.

Ahora no tengo excusa, ya que he empezado, por lo menos tengo que salir en Ikebukuro y hacerlo lo mejor que pueda, así que dejaremos de comer chocolate y quedarnos sobando los domingos por la mañana (lo que en ikusuki denominamos un fin de semana Dolce&Galvana) y le echaremos un par de tamagos al asunto bailotero.

Esta será una bonita historia que contaré una y otra vez a mis pobres nietos que odiarán Japón por culpa del pesado del yayo Tosca que está viejuno entero…

:viejuno:

Harajuku Super Yosakoi 2009

No sabéis la que me ha liado el Snow Leopard ese que lo instalé y se fué todo el ordenador a tomar por el ciruelo… me he tirado un par de días intentando recuperar los documentos que tenía dentro… menos mal que parece que no he perdido nada más que el tiempo.

¡Eso para que luego digan que los Macs no se chustan!
:copon: :peneke: :regulero: :porsaquil:

En fin, pasemos manzana, y vayamos a lo que llevo desde el lunes intentando contar, lo del festival de Yosakoi del fin de semana en Harajuku.

Por cierto, ¿ésta así como pa mi? ¿no? ¿no?

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Bueno, pues el asunto es que mientras nosotros nos dedicábamos a darnos puntapiés, en la calle un montón de grupos de baile hacían sus coreografías a ritmo de las músicas más variopintas. Yo salía de vez en cuando del estadio para verles pasar porque me daba mucha pena no poder estar allí y es que los de mi grupo se habían estado preparando a tope para este festival. También es verdad que yo todavía no me sé el baile del todo y la cosa iba a estar muy forzada, pero seguro que me lo habría pasado genial.

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Tanto el Yosakoi como la competición duraron dos días, y como lo de Staff a lo que me apunté no dió para nada, el domingo tuve la misión de afotar ambos eventacos: las finales de Karate y las actuaciones de mi grupo. Consulté el horario y ví que salían en un escenario que habían puesto en la entrada del Meiji Jingu, y allí me senté un par de horas antes mientras iban sucediéndose actuaciones.

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Es curioso lo distintas que eran unas de otras, empezando por la gente, pasando por la ropa, la música y la manera de bailar. Quizás esto es lo bonito, que cada grupo prepara sus coreografias como quieren mezclando baile tradicional con moderno, y lo mismo ocurre con la música. Hubo un grupo, por ejemplo, que de repente empezaron a cantar rap a medias, y oye… ¡lo bien que les quedó!

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Había distintos escenarios, así que mientras unos bailaban aquí, otros iban avanzando por la calle en procesión y otros bailaban en otro escenario más estrecho y mucho más largo. En mi grupo estuvieron adaptando los bailes a cada uno de los escenarios porque el espacio era diferente, aunque yo creo que lo de ir en procesión es lo más dificil de todo… vas bailando mientras vas avanzando, ¡menudo jaleo!, y además como la calle es larga, ¡la coreografía se hace como tres veces seguidas!

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Estos fueron de los mejores, qué flipe la que liaron en un momento:

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Esta así como pa mi no, porque tiene pintas de que te mete un bofetón a la que toses:

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Grabé videos, muchos, tanto de mi grupo como de otros, pero todavía no he sido capaz de editarlos gracias a mi amigo el manzanacas. Todo llegará si el leopardico desteñío quiere, que en los videos es donde se vé cómo es en realidad el asunto.

Estos son los de mi grupo, miradlos miradlos que pedazo de kakkoiis!!

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El siguiente festival, en el que yo saldré si todo va bien, será en Ikebukuro el segundo fin de semana de Octubre.

¡¡¡Vamos a por ello!!!

En fin, nos olvidaremos del gambiterismo finsemanil por ahora… (igual lo tengo un poco más fácil ahora que la Nere y el ninja se han vuelto para su tierra y no me tentarán…)

それ それ それ それ~!!!

SKIF 29 Campeonato de Japón 2009

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Bueno, pues ya van dos campeonatos nacionales a los que me he presentado en Japón, quién me lo iba a decir a mí. Al primero fuí sin saber muy bien qué tenía que hacer, con mi recién estrenado cinturón marrón pero arropado por unos amigos que me vinieron a ver y que me hicieron sentir que la situación era mucho más normal de lo que en realidad era.

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Este año ha sido todo mucho más, digamos, íntimo. Yo sólo me lo he guisado y me lo he comido, no había grupos de gente que me iban a venir a ver, ni nada planificado para después porque estaba apuntado como organizador y no iba a tener tiempo. Y lo cierto es que lo viví de esa manera íntima en la que uno se da cuenta de lo que está haciendo en realidad en medio de gente que no tiene mucho que ver con uno mismo. Aprendes a abstraerte, a creer en lo que haces, a reafirmar las razones por las que estás ahí sufriendo por madrugar el fin de semana, con el cuerpo maltratado poniéndote enfrente de un tío que lo que quiere es pegarte y que puede que esté nervioso y se acuerde tarde de controlar el puño ese que va directo a tu cara.

Se pasa mal. Pero después uno se siente el doble de bien. Compensa mucho, aunque parezca dificil de entender y aprendes mucho de tí mismo más que cualquier otra cosa.

Como el domingo al final resulta que de organizador no valía ni para llevar sillas, decidí darme una vuelta de turista para ver las finales. Grabé los katas y combates de las finales mientras comentaba la jugada con algún compañero que también estaba por allí. Después al salir me fuí al festival de Yosakoi y acabé en un sitio que no se si contaré alguna vez… pero de momento vamos con el Karate de los que más saben de por aquí:

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En las finales de Katas estaban mis dos profesores, los dos de delante que por cierto, me caen genial: Suzuki Sensei, y Daizo Sensei. El de la derecha es hijo de Kanazawa Kancho y quedó segundo el año pasado en kumite.

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Todos estos de aquí son compañeros míos de Karate, seguro que he puesto alguna vez alguna foto con la chica del medio porque siempre va a los campamentos, más maja ellaaaaa…

¿así como pa mi? ¿que no? :?:

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Tengo grabados en vídeo algunos Katas de la final, pero como entiendo que ver esto puede ser bastante aburrido para alguien al que no le interese, os pongo el combate de la final de Kumite de ese año entre un tipo que pesa el doble que el otro. De ahí ha salido el campeón de Japón de este año (el otro también sale vivo, no preocuparse!):

¡¡¡ Oss !!!


IkuKarate