Le vi en callejeros hace ya muchos años y me pareció un tío muy gracioso, allí se veía a un tipo con un desparpajo natural que hacía que te quedases hasta que acabase el vídeo sólo para ver qué se le ocurría decirle al siguiente japonés que se cruzase por allí con él. Yo desde Bilbao estudiaba japonés y devoraba programas sobre el país en un afán por revivir los seis meses aquellos en los que un barrio de Tokyo me acogió gracias a una beca.
Luego la vida me mandó de vuelta a Japón de una hostia con inercia. Del tal niño cagao yo no supe nada más, pensé que se habría vuelto a Sevilla o de donde fuese que fuera, y desdeluego que yo aquí pocos espectáculos de flamenco iba a ir a ver. Hasta que el tío Txiki me lió para ayudar a dar una clase de corte de Jamón que se hacía en un local llamado «Casa Artista», un tablao flamenco en pleno barrio coreano de Tokyo llevado por el tipo con las mayores patillas a este lado del Megurogawa.
Allí me presentaron a un tal Chema, un tío calvo que trabajaba en el lugar y, por tanto, ejercía de anfitrión de nuestra actividad. Lo que yo no sabía es que aquél señor de Sevilla o de algún sitio parecido por el acento, era el mismo niño cagao. Yo no sabía que se iba a traer una guitarra y que se iba a poner cantar. Y mucho menos imaginé que se iba a liar la que se lió aquella tarde mientras un montón de personas cortaban y comían jamón serrano en el subsuelo de uno de los locales más inverosímiles que esta ciudad provee.
Era imposible que aquello acabase allí. Quiero decir que en esta vida uno se cruza en su mayoría con personas que dan igual o quizás que no se tiene la oportunidad de conocer. Gente que va a lo suyo como uno va a lo de uno la mayor parte del tiempo. Después los hay que te pondrán las cosas difíciles el rato que coincidas con ellos, te vendrán con reproches, con impedimentos, con gilipolleces innecesarias que harán que pienses que a poder ser una y no más y contigo nunca jamás. Y luego están unos pocos que te revuelven la vida. Son escasos y no aparecen a diario, ni mucho menos. De repente aparecen por alguna razón una tarde y no es que te la animen, sino que te la prenden fuego. A veces es por su energía; personas que te incitan, te motivan, te pinchan con lo que hacen para que tu hagas también. Otras veces es simpatía, candidez… bastan un par de frases amables o un par de oídos dispuestos para que quieras volver a compartir conversación simplemente porque te sientes bien haciéndolo.
Lo de Chema fue una mezcla entre tener a alguien con quien fue tremendamente fácil hacer aquello y un tío con todo el arte del mundo que te hacía descojonarte prácticamente todo el rato. Es decir: si tenía que traerte platos no sólo te los traía sino que te cascaba un chiste de vascos por el camino.
Me sorprendió que sin conocerme más que de aquellas dos o tres horas, me dejó su guitarra para que mi hermano cantase en mi boda. Su guitarra… esto es como decir que Fernando Alonso te deja su coche o Rajoy su plasma.
Así que, como no podía ser de otra manera, contamos con él para el evento más ambicioso que hemos organizado hasta la fecha, la feria de Abril, donde con el respeto de las croquetas y el jamón, él era en realidad el plato principal. La gente que venía preguntaba por el espectáculo, todos querían saber cuando iba a empezar aquello. Y Chema llegó cuando le salió de los huevos, a su ritmo, como hace siempre. Allí apareció con unos tabis y cuando le vino bien a él, cuando vio que era el momento, se puso a cantar y revolucionó el lugar. A veces pasaba por la cocina y nos decía que nos teníamos que dedicar a aquello, que montásemos un bar, que teníamos mucho arte. Otras veces lo veías echándose fotos con el público, su público y cuando nos quisimos dar cuenta, desapareció después de haber cumplido con creces con su papel.
El sábado nos juntamos los organizadores de aquél lío. La idea principal era hacer una barbacoa en casa Lorca y darles de comer y de beber a todos los que nos ayudaron al lío: Manuela, Alicia, los camareros que puso el bar, las bailaoras. Pero también era una especie de fiesta de despedida para Chema, que se vuelve para España sin fecha de regreso. Ese día apareció también tarde y también se fue cuando le salió de los huevos porque, decía, tenía una actuación en no sé donde. Yo también iba hora y pico atrasado, así que coincidimos y me lo llevé desde la estación hasta la casa de los Lorcos. Por el camino entramos en un Seven Eleven a por hielos. Ahora hay una promoción, que vuelve de vez en cuando, por la que por cada mil yenes que te gastes te dejan sacar una tarjeta de una caja y te pueden tocar cosas. A él le correspondía sacar tres, pero sacó un puñado, calculo que unas quince. Mientras les iba dando la vuelta y devolviendo las que no tenían premio, iba diciendo «gomen nasai ne» hasta que se quedó con tres premios. A un tío con tanta cara detrás de tanta barba es imposible llevarle la contraria porque no puede sino estar más loco que una picha mora, así que, por si acaso, la dependienta optó por darle las dos botellas de Aquarius de litro y el chocolate que le «tocó» sin protestar.
Porque Chema es así. Porque se dejó la vergüenza en Sevilla, o de donde sea que sea hablando como habla, porque lo mismo te da un abrazo y te dice que ha aprendido mucho de ti por regalarte los oídos que se casca una canción de despedida en japonés al aire libre de una terraza de un sexto piso de Takadanobaba:
Hostias Chema… ¿ahora que nos empezamos a conocer te tienes que pirar?…
A ver si hay suerte y te aburres y te tenemos aquí pronto. Vendrás cuando quieras, como haces siempre, pero eso es porque sabes que te estaremos esperando, porque de eso de Sayonara que cantas, nada de nada tío, como mucho te dejo un mata ne.
No vaciles demasiado a las azafatas del avión. No me seas cabrón.