Archivo por años: 2013

Hasta luego Chema

Le vi en callejeros hace ya muchos años y me pareció un tío muy gracioso, allí se veía a un tipo con un desparpajo natural que hacía que te quedases hasta que acabase el vídeo sólo para ver qué se le ocurría decirle al siguiente japonés que se cruzase por allí con él. Yo desde Bilbao estudiaba japonés y devoraba programas sobre el país en un afán por revivir los seis meses aquellos en los que un barrio de Tokyo me acogió gracias a una beca.

Luego la vida me mandó de vuelta a Japón de una hostia con inercia. Del tal niño cagao yo no supe nada más, pensé que se habría vuelto a Sevilla o de donde fuese que fuera, y desdeluego que yo aquí pocos espectáculos de flamenco iba a ir a ver. Hasta que el tío Txiki me lió para ayudar a dar una clase de corte de Jamón que se hacía en un local llamado «Casa Artista», un tablao flamenco en pleno barrio coreano de Tokyo llevado por el tipo con las mayores patillas a este lado del Megurogawa.

Allí me presentaron a un tal Chema, un tío calvo que trabajaba en el lugar y, por tanto, ejercía de anfitrión de nuestra actividad. Lo que yo no sabía es que aquél señor de Sevilla o de algún sitio parecido por el acento, era el mismo niño cagao. Yo no sabía que se iba a traer una guitarra y que se iba a poner cantar. Y mucho menos imaginé que se iba a liar la que se lió aquella tarde mientras un montón de personas cortaban y comían jamón serrano en el subsuelo de uno de los locales más inverosímiles que esta ciudad provee.

Era imposible que aquello acabase allí. Quiero decir que en esta vida uno se cruza en su mayoría con personas que dan igual o quizás que no se tiene la oportunidad de conocer. Gente que va a lo suyo como uno va a lo de uno la mayor parte del tiempo. Después los hay que te pondrán las cosas difíciles el rato que coincidas con ellos, te vendrán con reproches, con impedimentos, con gilipolleces innecesarias que harán que pienses que a poder ser una y no más y contigo nunca jamás. Y luego están unos pocos que te revuelven la vida. Son escasos y no aparecen a diario, ni mucho menos. De repente aparecen por alguna razón una tarde y no es que te la animen, sino que te la prenden fuego. A veces es por su energía; personas que te incitan, te motivan, te pinchan con lo que hacen para que tu hagas también. Otras veces es simpatía, candidez… bastan un par de frases amables o un par de oídos dispuestos para que quieras volver a compartir conversación simplemente porque te sientes bien haciéndolo.

Lo de Chema fue una mezcla entre tener a alguien con quien fue tremendamente fácil hacer aquello y un tío con todo el arte del mundo que te hacía descojonarte prácticamente todo el rato. Es decir: si tenía que traerte platos no sólo te los traía sino que te cascaba un chiste de vascos por el camino.

Me sorprendió que sin conocerme más que de aquellas dos o tres horas, me dejó su guitarra para que mi hermano cantase en mi boda. Su guitarra… esto es como decir que Fernando Alonso te deja su coche o Rajoy su plasma.

Así que, como no podía ser de otra manera, contamos con él para el evento más ambicioso que hemos organizado hasta la fecha, la feria de Abril, donde con el respeto de las croquetas y el jamón, él era en realidad el plato principal. La gente que venía preguntaba por el espectáculo, todos querían saber cuando iba a empezar aquello. Y Chema llegó cuando le salió de los huevos, a su ritmo, como hace siempre. Allí apareció con unos tabis y cuando le vino bien a él, cuando vio que era el momento, se puso a cantar y revolucionó el lugar. A veces pasaba por la cocina y nos decía que nos teníamos que dedicar a aquello, que montásemos un bar, que teníamos mucho arte. Otras veces lo veías echándose fotos con el público, su público y cuando nos quisimos dar cuenta, desapareció después de haber cumplido con creces con su papel.

El sábado nos juntamos los organizadores de aquél lío. La idea principal era hacer una barbacoa en casa Lorca y darles de comer y de beber a todos los que nos ayudaron al lío: Manuela, Alicia, los camareros que puso el bar, las bailaoras. Pero también era una especie de fiesta de despedida para Chema, que se vuelve para España sin fecha de regreso. Ese día apareció también tarde y también se fue cuando le salió de los huevos porque, decía, tenía una actuación en no sé donde. Yo también iba hora y pico atrasado, así que coincidimos y me lo llevé desde la estación hasta la casa de los Lorcos. Por el camino entramos en un Seven Eleven a por hielos. Ahora hay una promoción, que vuelve de vez en cuando, por la que por cada mil yenes que te gastes te dejan sacar una tarjeta de una caja y te pueden tocar cosas. A él le correspondía sacar tres, pero sacó un puñado, calculo que unas quince. Mientras les iba dando la vuelta y devolviendo las que no tenían premio, iba diciendo «gomen nasai ne» hasta que se quedó con tres premios. A un tío con tanta cara detrás de tanta barba es imposible llevarle la contraria porque no puede sino estar más loco que una picha mora, así que, por si acaso, la dependienta optó por darle las dos botellas de Aquarius de litro y el chocolate que le «tocó» sin protestar.

Porque Chema es así. Porque se dejó la vergüenza en Sevilla, o de donde sea que sea hablando como habla, porque lo mismo te da un abrazo y te dice que ha aprendido mucho de ti por regalarte los oídos que se casca una canción de despedida en japonés al aire libre de una terraza de un sexto piso de Takadanobaba:


Hostias Chema… ¿ahora que nos empezamos a conocer te tienes que pirar?…

A ver si hay suerte y te aburres y te tenemos aquí pronto. Vendrás cuando quieras, como haces siempre, pero eso es porque sabes que te estaremos esperando, porque de eso de Sayonara que cantas, nada de nada tío, como mucho te dejo un mata ne.

No vaciles demasiado a las azafatas del avión. No me seas cabrón.

De Feria de Abril en Tokyo

El domingo pasado se celebró, por fin, la locura nuestra esta de hacer una Feria de Abril en Tokyo. Después de un par de meses de compartir planes, ideas e ilusiones, el día ya tenía que llegar. El equipo estaba perfectamente sincronizado, todos sabíamos nuestras funciones: Germán en la cocina, Guillermo de hombre para todo, Chiqui con los embutidos, Nanami en la puerta, Manuela con los tickets y yo en la barra con los dos camareros que ponía el bar. Si podía fallar algo, que no fuese por falta de preparación, que fuese si acaso por pagar la novatada de ser la primera vez que organizábamos un evento de estas características, pero no por falta de ganas o por no habérnoslo currado lo suficiente.

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El sábado, el día anterior, hicimos las compras y además también llegaba el vino de Bodegas Latúe, uno de nuestros patrocinadores. El jamón de Nico lo llevábamos en el maletero del coche junto a un salchichón y un chorizo ibérico y el queso de Marquesado de Hita. Teníamos también los carteles, los tickets, las hojas de pedidos, la ropa y los accesorios que Guillermo se trajo de España… el coche iba a rebosar.

El día era de perros, allí estaba lloviendo lo que no estaba escrito pero contábamos con que los Maldonados de aquí daban bueno para el domingo, así que ya podía caer lo que tuviese que caer ese sábado que no importaba. Una vez en Ebisu, en cuanto nos dejaron, entramos en el local, dejamos todo preparado y nos fuimos cada uno a nuestra casa pero no precisamente a dormir: teníamos la misión de hacer doce tortillas de patata cada uno excepto el Chiqui que fue el encargado de las croquetas. Doce tortillas de patata que nos tuvieron prácticamente hasta el amanecer a los fogones, pero era la única manera de asegurar que estuviesen lo más frescas posible. Treinta y seis tortillas de patata de seis huevos cada una deberían ser suficientes…

Ésa misma mañana, la del domingo, el coche que alquilamos empezó la ronda: primero a por un piano para que Akari pudiese hacer su parte del espectáculo, después casa por casa a recogernos a cada uno de nosotros junto a las doce tortillas por culpa de las cuales habíamos dormido tres horas como mucho, pero no había tiempo para descansar: cuando llegamos al local, no paramos prácticamente ni un momento, teníamos que hacernos fuertes en la cocina, ultimar los detalles en la barra, preparar la sangría, picar ajos, cortar limones…

Cuando abrimos las puertas, hubo un rato que se nos hizo eterno en que no vino nadie. Desde cocina, con los fuegos a punto, se miraba a la entrada. En la barra hacíamos lo propio mientras nos repartíamos los abridores, cortábamos un par de limones más y repasábamos de nuevo el sistema de tickets con los camareros. El Chiqui se salía de su rincón de vez en cuando y oteaba la calle. Entraron dos personas con las que estuvimos hablando un rato pero aquello no acababa de despegar, estábamos más solos que la una… hasta que de repente empezó a entrar gente y ya no paró en ningún momento.

Muchos conocidos, muchos que no conocíamos. Cuando uno hace algo poniendo tantas ilusiones, tantas ganas, se agradece inmensamente la fuerza y el apoyo que te dan los amigos con su sola presencia. Que viniesen tantas caras conocidas de verdad que nos apuntaló la confianza en nosotros mismos. Así que muchas gracias, señores, si alguna vez os da por hacer algo parecido, tened claro que ahí estaremos nosotros también.

:ungusto:

Cuando Chema, el niño cagao, se puso a cantar ya llevábamos bastante tiempo sirviendo tapas y bebidas, pero sobretodo un rato largo viendo el buen rollo del personal. Menudas liaba Chema con su gente cada vez que salía!!



El cocinero oficial del bar que se suponía que iba a estar con nosotros todo el día ayudando a Germán, no se quedó más de un cuarto de hora… resulta que era su día libre, así que el problema, de haberlo, ya sabíamos donde iba a estar: entre sartenes. Pero Guillermo se metió allí con Germán y sacaron adelante todos y cada uno de los pedidos hasta el final mientras en la barra tratábamos de lidiar con las bebidas como podíamos, pero claro, nosotros teníamos ventaja porque éramos tres. La cantidad de tapas que se sacaron fue chica… yo hubo un momento en que les escondía los pedidos para que no se agobiasen tanto y después se los iba pasando poco a poco…

En el cartel pusimos bien claro que si alguien venía con traje de flamenco o de sevillana, se llevaba un plato de jamón por su salero moreno. No faltaron y como lo prometido es deuda, hubo plato de jamón para todos!! más salaos que salaos!!

Jamón que, por cierto, el tío Chiqui prácticamente no paró de cortar en ningún momento. Yo tengo que decir que cuando me pude pasar un rato a llevarle una cerveza, allí no quedaba más que el hueso!!

Si la gente se aburrió o no le gustó la comida o se lo pasó mal, desdeluego que supieron mentirle a las cámaras:

Podemos decir, sin lugar a dudas, que el evento fue un éxito rotundo, que no imaginábamos tan buena respuesta ni en la mejor de nuestras previsiones cuando nos pusimos a apuntar en una lista cada una de las personas que nos decía que se pasaría con la idea de calcular un poco las cantidades de comida y bebida que necesitaríamos. Curramos como jabatos, especialmente en un par de momentos en los que era prácticamente imposible dar abasto en cocina. Pero a pesar de todo el trabajo, del cansancio y de los agobios, yo creo que hablo en nombre de todos cuando digo que fue una de las mejores experiencias que hemos tenido en Tokyo y que esto se va a repetir de una u otra manera de todas todas.

Y una cosa que está clarísima es que esto no habría sido posible sin la perseverancia, el buen hacer y sobretodo, la simpatía de mis compañeros de locura…

¡Un gusto, compadres!
:ungusto:


La crónica del Guille
Cómo lo vivió el tío Chiqui
El tito Fla también se pasó

Por lo segao

Hace ya unos cuantos meses que me puse a hacer esta gaita en plan experimento y como hobby para estirar mis conocimientos RubyOnRailseros. Todavía tengo muchas muchas cosas que quiero hacer, pero básicamente la idea ya está ahí: se trata de una web con cromos. Que diréis: ¿cromos como el de Arconada?, pues más o menos no. Un cromo aquí no es más que una imagen chorra con un título chorra:

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El objetivo de la web, a parte de servirme como experimento para probar chorradas de programar nuevas, es que os descojonéis vivos cuando entreis. Ni más ni menos ni menos ni por.

Luego ya si os registráis, creáis cromos, votáis, comentáis o subís imágenes, ya ni os cuento el gusterresque que me dais!!! Crear nuevos es fácil, podéis pinchar en uno que ya esté y darle a Ver Imagen / Crear cromo, podéis elegir una imagen de las que ya están subidas o podéis subir la que os de la gana…

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El asunto está hecho en Rails con Coffeescript, Haml y Sass, por si a alguien le interesa la copla y…. pues eso, que se entra por aquí:

Por lo segao
:bythesegao:

¡¡ Cread muchos cromos y comentad mucho, porfa !!
:gustico:
¡¡ Buen finde !!

Entrevista en Radio Euskadi

La cosa fue rápida: Felipe que es un chico que vive en Korea y que tiene un peacho blog llamado Eurowon contó que cuatro gañanes estaban organizando una feria de Abril sevillana en pleno Tokyo. La cosa se fue liando liando liando hasta que a eso de las nueve y media de la mañana nuestra nos llamaron a tres de nosotros para contar la historia en Radio Euskadi en el programa La Noche Despierta.

La entrevista ha quedado bastante simpática! si queréis saber un poquito más del sarao que tenemos montado el Lorco, el Chiqui, Germán y el elemento que les escribe para el domingo, aquí os lo contamos con todo nuestro arte:

¡Os esperamos en Ebisu el domingo!
:gustico: :ungusto: :gustico:

Madre de Dios, la de tortillas que me ha tocado cocinar….

Los Tosca en TokyoTV

Cuando fuimos a buscar a mis padres al aeropuerto de Narita, andaban ahí los de la tele al sopesquete para pillar a extranjeros y preguntarles porqué venían a Japón. A mi hermano le trincaron por banda y cuando les dijo que venían a mi boda, se pusieron a grabarnos y acabaron preguntándonos si podían venir al templo a grabar la ceremonia y hacer un reportaje.

Resulta que salió el domingo por la tele, pero nosotros nos enteramos por twitter, lo que son las cosas.

Los Tosca en Tokyo from ikusuki on Vimeo.

Al principio nos hizo gracia la idea de que viniesen a grabar, pero después cuando llamaron los de la tele para concretar hora y lugar les acabamos diciendo que era algo muy privado y que no queríamos que se convirtiese en un circo…

Pero lo que a mi me hace mucha mucha gracia es ver a mi padre hablando en la tele japonesa, jajajaja, más majo que ni sé!!! los Tosca a conquistar el mundo!!

:triki:

Feria de Abril en Tokyo

Esta es otra liada más del amigo de los líos, el tío Txiki. Más o menos me vino a decir que tenía metido en la cabeza que quería hacer una feria de abril en Tokyo, que lo suyo sería alquilar un local, llenarlo de farolillos y tirarnos todo el día entre fogones y barras dando de comer y beber al personal.

Claro, tu estás con dos o tres cervezas entreteniéndote las neuronas y no haces sólo una feria de Abril, sino que organizas hasta herri kirolak alrededor de Hachiko en Shibuya si hace falta. Una vez hasta me cayó bien un franchute, no te digo más el poder que tiene el néctar de cebada, oye que hasta estuve de pies a su lado un rato y todo!

El caso es que luego el asunto se siguió hablando. Y se empezó a liar de una manera acojonante: tras duras negociaciones, el de Albacete consiguió que un señor de Tokyo nos alquilase su bar español por un día para que hiciésemos, mayormente, lo que nos saliese del badajo de la parte de abajo. Encima, en medio de todo este jirijai de negociaciones y búsquedas estaba el gran Chema, el niño cagao, que se conoce el mundillo hispanofolklórico de la ciudad como nadie más que nada porque está metido en más fregaos del pelo que Don Limpio, que es calvo. Y como no podía ser de otra manera, se ofrecía a hacerse cargo de la parte artística del evento: tiraría de sus contactos para formar ahí un cuadro flamenco que animase el sarao desde por la mañana hasta por la noche. No sólo eso, sino que nos ha liado para que salgamos nosotros también destilando nuestro arte sevillano cordobés. No olvidemos que soy de Zalla, amigos, veo una guitarra y me falta olerla, la cosa no puede prometer más.

Así que por un lado teníamos al de Albacete echando números, al Chema ya con cuarenta ideas en la cabeza en forma de actuaciones y shows y por el otro estábamos Guillermo, Germán y el tío Tosca que les escribe que lleva deseando desde hace tiempo meterse en una liada de estas. Yo no sé estos dos, pero mi futuro pasa sin ninguna duda por tirar el ordenador al río y dedicarme a servir pintxos de tortilla y cortados en cualquier recoveco de Tokyo olvidándome de tanta patraña rascateclil y tanta tontería oficinera.

Con lo que una vez que teníamos el sitio y estábamos de acuerdo con el presupuesto, lo siguiente era decidir cuanto antes el menú. Parlamentamos durante unos cuantos días al abrigo de nuestro ombligo y al final cerramos el lío con unas tapas del copón que cocinaremos nosotros mismos y con un pedazo de jamón ibérico que se va a encargar el de Albacete de cortar junto a un salchichonaco, chorizaco y quesaco manchegaco cuya sola imagen me hace babear tres Iguazús.

Y una vez decidido el menú y el sitio, lo siguiente era crear el cartel, ahí me puse yo manos a la obra adobeilustratil y tratando de emular el típico cartel de los toros, me salió esta movida:

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La sevillana es una ilustración de Meguchan91, el de la guitarra es el mismo Chema y en la parte de abajo ponemos cómo se va, el menú y además contamos que todo aquél que venga con traje de flamenco o sevillana, tendrá un plato de jamón gratis porque ser salado en esta vida debería estar premiado como mínimo con jamón.

Total, que entre unas cosas y otras, que si tiende la ropa…. que si riega las plantas… es este domingo ya, no te lo pierdas!

:gustico:

Finalmente este fin de semana vamos a tener un bar en Tokyo desde por la mañana hasta por la noche para nosotros solos. Ojo, que sabemos que nos tocará currar como campeones pero con muchísimas ganas y tremenda ilusión porque también sabemos que será, de lejos, un día increíble que tardaremos en olvidar.

Si por lo que sea estás en Tokyo ese día, pásate por Ebisu, que de beber, de comer y de reír te damos.

Lugar: Restaurante Iberia, en Ebisu


Ver mapa en fokik

Fecha y hora: Domingo 12, de 10:00 a 22:00
Entrada: 2500円, incluye tapa, bebida y el show de flamenco

:romeo: :gambiters: :cocinicas: :coleguicas:

The way you make me feel

Esto cantaba Michael Jackson en aquellos años añejos perdidos ya entre la memoria adolescente que yo suelo dar ya por olvidada demasiado a menudo ahora que mi vida es tan diferente.

La manera en que me haces sentir.

Ahora que mi vida se antoja más seria que nunca, que parece que importa más lo que uno hace quizás por estar cada vez más lejos de los treinta, me he dado cuenta que muchos de los sentimientos que surfean la linde entre mi piel y mis venas están causados por la presencia o ausencia de las distintas personas que disfruto o padezco a lo largo de las horas que estoy despierto. Cómo me hacen sentir es algo que suma y resta en la cuenta de la felicidad diaria que a su vez acumula llevadas en el resultado final.

Y es algo que no puedo cambiar por mucho que lo intente. Importa poco si es trabajo, hobby o tiempo entre medias de los dos. Son las personas que están las que deciden cómo me siento. Curiosamente.

Mi padre: la persona más sencilla del mundo, un señor de pelo blanco, alma de poeta y dos o tres halagos en los bolsillos del chaleco que sacará y te soltará a la que coincidas un rato delante de él. El hijo pródigo que es un calco de su padre, que era mi abuelo, con sus historietas, sus manías, sus tretas y sus vicios imposibles de cambiar. Verle fumando en la puerta del todo a cien de al lado de mi casa en Tokyo con una lata de café caliente en la mano comunicándose por gestos y ademanes con los compañeros ocasionales de caladas y cenizas dijo todo de él. Si algo no le gustó, si tuvo jetlag no le oí quejarse en absoluto, sólo le escuché historias de lo que había visto o hecho en sus paseos matutinos diarios por el vecindario y palabras amables sobre mi familia política. Por eso, aunque no está a mi lado, basta acordarme de él para hacerme sentir bien, contento, con ganas de verle de nuevo. Sonrío y es de verdad.

El dependiente de barbas del supermercado: una persona arisca, seca, con una mueca de estas que parecen decir que el mundo huele mal en todo momento. Un chico con el que sólo tengo que coincidir una o dos veces por semana cuando no me queda más remedio que pasar por su caja y ver cómo, de mala gana y peores maneras, va pasando mi compra por su escáner para gruñirme algo parecido al precio. Un señor con el que no quiero compartir tiempo y espacio porque me hace sentir hastío, me cansa, me incomoda.

La señora mayor de Karate: alguien más cerca de los ochenta que de los setenta que siempre me espera a la salida de las clases para darme un botellín de agua y algo que ha comprado y que, dice, le recuerda a mi: una lata de anchoas de España, un paquete de café italiano porque al fin y al cabo todo «está a mano en Europa», una revista en perfecto japonés con un reportaje sobre flamenco… Alguien que no estaba en mi vida hasta hace nada, una perfecta desconocida con quien, sin embargo, quise compartir que me iba a casar cuando me iba a casar, que iba a tener un hijo cuando supe que iba a tener un hijo. Una señora japonesa a la que he visto más tiempo con un karategui blanco y un cinturón negro que con ropa de calle, una compañera de patadas y puñetazos a la que echo en falta si un día no puede venir porque le toca cuidar a su nieto. Alguien que a veces no está y que no me gusta que no esté. Me pregunto si alguien echará en falta que yo no esté en su día cuando no estoy.

Un compañero de trabajo que siempre llega tarde, que siempre está enfermo. Un tipo que suele llevar la misma ropa a diario, que no responde a los saludos ni saluda, que gruñe y tose más que habla aunque no por ello deja de fumar, que golpea el teclado con fuerza como si estuviese sólo en la oficina. Es una persona triste pero no porque esté triste, sino porque no tiene la capacidad de darse cuenta de cómo es. O no le importa, no sé qué será peor. Un fulano con el que me ha tocado trabajar y contra el que tengo una coraza con la que trato de hacer mi trabajo sin dejar que su atmósfera entre en la mía, que ha de ser hermética. Casi nunca lo consigo porque no le respeto y me acaba contaminando. No entiendo ni aguanto su forma de ser… verle entrar por la puerta hace que a veces me quede súbitamente sin fuerzas, que se me quiten las ganas de todo. Aunque no hable con él en todo el día.

La monitora del gimnasio, una chica extremadamente jovial que me preparó ejercicios específicos para volver a coger fuerza en la muñeca izquierda, que siempre que le toca empezar el turno, va persona por persona dando los buenos días reverencia mediante. Alguien que se sabe mi nombre aunque yo no me sé el suyo, que aguanta todas mis historias: que si me he caído con la moto, que si tengo competición de Karate, que si hoy he venido corriendo desde casa… y me sonríe y hace por que le cuente más y que parezca que de verdad le interesa. Siempre sonríe. Aunque sea su trabajo. Y por eso yo sonrío cuando la veo o cuando me acuerdo de ella.

Yo soy de ésta manera. Me ha tocado ser así y no lo puedo cambiar aunque lo he intentado: las personas me afectan, lo que hacen, sus gestos, sus palabras… todo me afecta para bien y para mal. Hay gente a la que le da igual que le contesten o traten mal y sin embargo a mi no se me olvidará nunca, como tampoco dejaré nunca de recordar una palabra o un gesto amable. Soy un rencoroso y a la vez tremendamente agradecido. Soy capaz de perdonar y mi mente de olvidar, pero mi corazón nunca lo hace y siente a su manera.

Odio a los egoístas que sólo piensan en sí mismos, a los que se quejan por todo y no saben apreciar nada de lo bueno que les rodea, a los que discuten sin sentido, a los que desprecian, ignoran o ningunean a los demás. Me hacen sentir mal, triste, consumido, exhausto… incluso a veces, aunque no vaya conmigo directamente, me afecta tanto que lloro las situaciones por mi cuenta cuando nadie es testigo del semejante disparate que es verter lágrimas por motivos ajenos.

Y sin embargo quiero con locura a la gente sencilla, a los que no tratan de aparentar nada más de lo que saben que son, a los que les das un vaso con agua y se la han bebido antes de preocuparse si estaba de la mitad para arriba o para abajo nada más que porque se lo has dado tu. Soy entusiasta, fan, hincha de los que contagian felicidad y navegan por la vida con una cara amable por bandera y las maneras por timón teniendo bien en cuenta que no están solos en este mar de locos.

Así que ahora, un cacho más cerca de ser padre, con los cuarenta veranos esperándome en el horizonte, he decidido que mi objetivo es eliminar de la ecuación cualquier sustraendo triste o ruín divisor. Que no tengo más remedio que tratar de rodearme de quien me haga, sin saberlo, el favor de sumar o multiplicar para que al llegar la noche mi corazón esté lo más lejos posible de estar en números rojos, que no debe quedar absolutamente ni un alma en el debe.

Y sin embargo, que tenga que haber las que tenga que haber en el haber.

El día de mi boda

El día de mi boda pasaron muchas cosas. Yo creo que por mucho que uno lo planee nunca en la vida va a salir como uno se imagina, aunque la situación en nuestro caso distaba bastante de ser normal: nos casaba mi cuñado, que es monje, en el templo de mi mujer en las afueras de Tokyo.

Y olé.

Mis padres lo más lejos que habían salido de España es a Portugal y solo se habían montado en un avión una vez para ir a Barcelona. Os podéis imaginar lo que supuso para mi verles salir por aquella puerta en el aeropuerto de Narita con mi hermano Javi. Fue emocionante que mi familia viniese y he de confesar que no contaba con ello por lo aparatoso del viaje y la comprensible preocupación por si a mi hermano le pasaba algo en pleno vuelo. Mira por donde que Javi fue el que mejor viaje tuvo con diferencia, o eso parecía porque no calló en todo el camino a casa en el autobús… era verdad, ya estaban aquí.

En Tokyo.

Ya era especial, pasase lo que pasase.

Vinieron también muchos amigos de Bilbao que estaban todos alojados en el mismo hotel, pero nosotros pensamos que era más fácil que mis padres, mis hermanos, mi cuñada y mi sobrina se quedasen en mi casa y que nosotros dos nos fuésemos a un hotel cercano. Al final ellos eran cinco personas y una niña pequeña así que pensamos que sería mejor si pudiesen disponer de la cocina, la lavadora, un salón donde tumbarse a ver la tele… vamos, que estuviesen como en su casa en vez de andar preocupándose de servicios de habitaciones, lavanderías, facturas, checkouts e historias.

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Así que esa mañana, la de nuestra boda, salimos del hotel, cogimos un tren, fuimos a buscarles a nuestra casa y de allí cogimos unos cuantos trenes hasta llegar a la estación donde está el templo de mi mujer. Salimos con bastante tiempo porque íbamos cogiendo trenes locales para que al menos Javi pudiese sentarse y habíamos quedado con las dos señoras de la tienda de kimonos que venían a vestirnos a Chiaki y su madre, a mi sobrina y a mi madre y a mi.

Al principio, estuvimos repasando con mi cuñado un poco los pasos de la ceremonia para que no se nos olvidase nada.


Sabíamos que el resto de la familia iba a estar esperando bastante tiempo, pero no podíamos hacerlo de otra manera: una boda japonesa lleva mucho tiempo de preparación aunque yo creo que tuvo su recompensa, porque ver a mi madre con kimono es algo que al menos yo recordaré siempre.

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Lo que más tardó fue vestir y peinar a la novia, claro. Yo podría haber esperado tres semanas más allí sentado si hubiese sido necesario nada más que por verla. Menuda preciosidad… eh, y toda para mi!

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Unas horas más tarde llegaron los invitados: los amigos que habían venido de Bilbao y unos pocos de Tokyo que se vinieron al templo, ojalá hubiesen podido venir todos pero no había sitio de ninguna de las maneras por mucho que sentásemos a los flacos delante y a los gordos detrás, no se cabía. Por cierto, que viniesen desde Bilbao tantos amigos a la boda es algo que tampoco olvidaré nunca, menudos momentos chulos pasamos, fue como estar en Pozas tomando algo pero estando en Shibuya!!

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Como cualquier quedada en Tokyo, ellos quedaron en Hachiko en Shibuya, pero con Michiko ésta vez que se encargó de traerlos hasta el templo con cuidado de que no se quedase nadie sacando bebidas de café de las máquinas. Allí estaban a la hora prevista y también les tocó esperar un rato a que acabasen de preparar a la novia antes de que empezase la ceremonia.

Al principio se sentaron todos en seiza como mandan los cánones, pero me da a mi que duraron poco… la boda fue muy larga y la mayor parte del rito se hace con rezos que parece que no se van a acabar nunca. Yo creo que aunque se hiciese largo, a la gente le debió al menos llamar la atención ver cómo es una boda budista. Eso si, a mi hermano Javi ya le escuché bostezar un par de veces, jajaja.

Podría resumirlo en que se reza mucho, los novios tomamos tres veces sake, el monje lee algo que ha preparado personalmente y con antelación (en nuestro caso más, claro, al ser el hermano de mi mujer) y finalmente se brinda todos juntos para pasar a sacarnos las fotos de rigor. Yo hubo un momento de flaqueza en el que me vine abajo y me puse a llorar como un chiquillo… no sé, fue ver a Chiaki vestida así al lado de mi familia, de Javi, la sonrisa de mi suegra, muchos de mis amigos allí… no me quedó otra que echar mano de mi padre y darle un abrazo ahí mientras me desahogaba como podía y mi madre me decía que parase o que ella no iba a poder parar tampoco.

Ahora que tampoco fue la última vez que lloré, ni mucho menos…

Aprovechando que teníamos los kimonos, nos tomamos bastante tiempo en sacarnos fotos: nosotros solos, la familia sola, todos juntos, con amigos, sin amigos, aquí, allí, en este lado… he de reconocer que aunque resultó pesado estar todo el rato posando como nos decían, las fotos valieron mucho la pena. Tenías que ver a los de la tienda de kimonos: que si cierra el puño, que si girate un poco a la derecha, un poco menos, que si sonríe, que si no sonrías, que si un paso aquí, que si esto que si lo otro… no quedaba ni un resquicio así a la improvisación.

¡Pero quedaron muy chulas, si señor!

Luego tocó cambiarnos de ropa otra vez. Chiaki de blanco y yo de smoking que era lo mismo que estaba haciendo mi padre a la que podía.

A mi me vistieron en cinco minutos trece segundos, pero no quedó otra que esperar a la novia de nuevo, como debe ser. Los invitados fueron a comprarse algo a un combini cercano, volvieron y seguíamos esperando.

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Llegó el autobús que alquilamos y que nos llevaría hasta el Roppongi Hills y seguíamos esperando…

Se montaron los invitados en el autobús y seguíamos esperando, hasta que por fin, salió de nuevo…

Dos meses esperaría de pies si pudiese volver a verla así de nuevo. Madre mía.

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Después nos montamos en el autobús y llegamos al restaurante tarde porque había bastante atasco. Fue un viaje muy largo, de nervios por la hora, por los invitados que estarían hasta la corbata de tanto esperar, por los que ya estaban en el restaurante deseando entrar… pero llegamos, por fin llegamos y nos metimos a una sala a esperar mientras el Chiqui y la Hamano nos ayudaban en la puerta con la lista de gente que venía. Quisimos que la boda fuese algo entre amigos así que cada uno se pagaba su menú y nos dejábamos de regalos de sobres con dinero a lo Bárcenas e historias, que esto no es un negocio.

Por fin ya entramos al ritmo del All you need is love de los Beatles que medio se escuchaba por los altavoces, y nos sentamos en la mesa reservada para nosotros. El asunto era de pies, es decir, había para sentarse pero la gente no tenía su mesa como en las bodas tradicionales; fue como alquilar un restaurante para nosotros en el que sacaban comida y había barra libre, quisimos hacerlo así para que los invitados hablasen entre ellos y se conociesen aunque fuese por un rato.

Y también porque el asunto debía ser dinámico: había bastantes sorpresas reservadas.

Lo primero que íbamos a hacer era partir el barril de sake que habíamos encargado, pero por lo visto alguno de mis amigos (no queda claro todavía quién, jaja, ¡confesad malditos!), se apoyó y lo rompió, así que esa parte descartada aunque me consta que no quedó líquido dentro por beber!

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Lo siguiente es que James, un americano de mi nueva familia que es cantante de Jazz, nos dedicó un par de canciones en directo allí mismo. Hay que ver qué bien canta este hombre… qué pena que no haya podido conseguir ningún vídeo de ese momento.

¡¡¡Muchas gracias James!!


Entre medias hubo un par de brindis, cortamos también la tarta y vimos que si, que efectivamente todo el mundo parecía estar pasándoselo bien, que al final es para lo que estábamos allí!

Después mis amigos pusieron un vídeo que habían preparado para la ocasión… la familia Tokyota al completo, incluso los que no están en Tokyo ya aparecieron allí: Sara, Jairo, Xavi… en ese momento no pude escuchar bien lo que decían pero me emocionó muchísimo verles, ahí es cuando ya empecé a llorar y no pude parar hasta horas después de que se había ido todo el mundo. En casa lo hemos visto luego con más calma un montón de veces, hay que ver qué bonico, coño!

¡¡¡Muchas gracias señores !!

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Lo siguiente fue la canción de Ale y Ai con la aparición estelar de Marina. Cantaron la canción de «Nos hemos casado», pero adaptada, es decir que ponían nuestros nombres en vez de los suyos. A mitad de la canción Marina hizo un freestyle y se piró para la otra parte del restaurante hasta que vino un camarero corriendo a traerla de nuevo, jajaja, estuvo genial!. Que tampoco haya vídeo de esto, ¡qué rabia!.

¡¡¡Muchas gracias Ale, Ai y Marina!!!

Y aunque yo ya lo sabía, Ale se quedó allí delante y entró mi hermano Ceto. Resulta que se había preparado un discurso y Ale lo había traducido a japonés, para que así todo el mundo en la boda lo entendiese. Dijo muchas cosas que me sorprendieron muchísimo y me emocionaron. Poco más puedo decir, ese discurso se quedará conmigo para siempre. Después cogió la guitarra que me consiguió el Chiqui (y que pertenece a Chema, al que conoceréis como «el niño cagao») y cantó la canción de «Noches de boda» de Sabina. Fue muy emocionante, sobretodo cuando la gente cantaba el estribillo con él.

¡¡¡ Muchas gracias Ceto !!!
¡¡¡ Muchas gracias Ale !!!
¡¡¡ Muchas gracias Chiqui y Chema !!!

Ahí entre medias y no sé de dónde, apareció Antonio con un jamón de 7kg que nos habían comprado entre todos. Un pedazo de jamón ibérico en Tokyo.

Señores, lo vuelvo a poner, que no hemos asumido la magnitud de la afirmación:

UN JA-MÓN I-BÉ-RI-CO.

EN TO-KI-O.

La hostia en haiku…

¡¡¡ Muchas gracias a todo el mundo implicado !!!

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Y ya lo último, la sorpresa del final, que esa nos la reservamos para nosotros. Cogimos a nuestras madres y las pusimos delante del todo para que no se perdiesen detalle. Pusimos el vídeo y lo único que recuerdo es que Guille no hacía más que pasarme botellines de cerveza que yo me encargaba de vacíar y que la gente no hacía más que reírse, aplaudir y después llorar. No sé cuantos abrazos y besos dimos después a todo el mundo…

¡¡¡¡ Muchas gracias a todos por verlo !!!!

A la salida no tengo muy claro a dónde se fue todo el mundo, sólo sé que nosotros nos preocupamos por buscarles taxis a mi familia porque nosotros nos íbamos a pasar la noche al Ritz Carlton de Tokyo que está allí al lado. Imaginaos la escena: Chiaki con vestido de boda y tacones, embarazada, recorriéndose el Roppongi Hills buscando taxis. Dentro del grupo, un tío con smoking que se descojonaba de Medina, uno de los invitados, que le llevaba un jamón de 7kg por los pasillos…

El hotel, pues que puedo yo decir, en la vida he estado en un sitio así y no tengo claro que vuelva a pasar. Ahí va un poquico.

Ni en mis mejores sueños me habría imaginado yo así mi noche de bodas y mucho menos con la mujer que tenía al lado que además está esperando mi hijo, un hijo buscado y soñado tantas veces que todavía no puedo hacerme a la idea de que vaya a pasar. Una mujer que tiene nauseas y dolores de cabeza que a veces le hacen llorar pero que no ha dudado ni un momento en irse de su casa y desvivirse porque mi familia tuviese la mejor estancia posible poniendo la comodidad y el bienestar de todos a cinco kilómetros por delante del suyo propio con una sonrisa en la cara tan radiante como el sol de verano en todo momento.

Una mujer que quiero como pensaba que no se podía querer a nadie y que sin embargo me descubro queriéndola con más rabia cada día que me regala despertarse a mi lado, que resulta, mira por donde, que son todos.

…muchas gracias Chiaki…

Callejeros Tokyo

¡¡¡Muchas gracias por los comentarios en el post anterior!!!, jajaja, sabía que os iba a sorprender, pero la verdad es que me habéis sorprendido también vosotros a mi, ¡¡¡menudo gustico con reverber todos esos comentarios!!

:gustico:
:bailongo:
:vainas:
:felicianer:

Actualización actualizer!!
Se puede ver el programa ya entero aquí:

Callejeros Viajeros Tokyo Tosca


Weno, total, que hace ya bastante más de medio año que grabamos lo de callejeros y ahora que ya nos hemos prácticamente olvidado de ello, por fin parece que lo emiten. Será este domingo a las 22:30 de la noche.

No tengo ni idea de lo que saldrá, sólo sé que nos lo pasamos muy bien, que los que salimos nos conocemos casi todos y que la última noche en el karaoke aquél grabamos mucho más de lo que seguramente pongan… aunque tengo que reconocer que estoy un poco acojonao porque gracias al zumo de cebada nos acabaron dejando la cámara y nos pusimos a grabar barbaridades y chorradas a tutiplener…

Pues eso, si a alguien le interesa, ahí saldremos contando cosicas de Tokyo y vete a saber qué más. ¡Mamá, prepara las pipas!

Ahí va un adelanto!!

Domingo 14
22:30
en cuatro
:triki:

Una semana en Tokyo y alrededores, día 5

Veamos: nos hemos ido por las bandas a la lonja de pescado de Tsukiji, después a un parque japonés y luego en barco a Odaiba. También hemos visitado dos templos majestuosos, uno más íntimo, más auténtico y otro comercializado hasta las trancas y, por ello, con muchísima animación y mejor ambiente, por no hablar de la Sky Tree y sus alrededores. Más tarde salimos de Tokyo por un día para olvidarnos de tantos rascacielos y ver mar y montañas, aunque al final nos volvimos a Yokohama a acabar la velada desde las alturas. Ya en Tokyo de nuevo, nos recorrimos el entorno de la Tokyo Tower, subimos a la azotea del rascacielos más alto de la ciudad y nos fuimos de tiendas y escaparates humanos por Shibuya.

El día de hoy lo pasaremos también por Tokyo, concretamente:

Harajuku, Meiji Jingu, Yoyogi y Shinjuku

:bailongo: Tosca Style !! :bailongo:

Si no calculo mal, al ser el quinto día ya tenemos que estar cerca del fin de semana. Si no es el caso, cambiad esta excursión hasta que cuadre con un sábado o un domingo, porque la cosa cambia mucho, muchachucho.

Hace años que ya no se ven picopalables por Harajuku como antes, por lo visto se han ido cambiando de lugar y los que ahora hacen cosplay (vestirse de jerifaltes y/u/o falleras mayores) se juntan en Odaiba para sacarse fotos sin tanto turista tocándoles los pelendengues. Pero aún así, darse una vuelta por Harajuku siempre merece la pena porque todavía hay tiendas con ropa de esa que nunca te gustaría ver en el armario de tu hijo. Si nos bajamos en la estación de mismo nombre de la linea Yamanoterrr, lo suyo es coger la salida Takeshita-dori y recorrerse esa calle de lado a lado no perdiendo detalle ni a la gente, ni a las tiendas.

Al otro lado de esta calle peatonal llegaréis a una gran avenida, si giráis a la derecha y andáis un poquito, os encontraréis con la calle Omotesando por la que volveremos hasta la estación. En esta amplia avenida hay un montón de tiendas de lujo que probablemente os la soplen tanto como a mi, un centro comercial curiosillo y una tienda de Nike de tres pisos con ediciones limitadas para Tokyo.

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Vosotros patearos la calle hacia arriba y volved a la estación, cruzad el puente que queda a la izquierda y enseguida veréis una puerta Torii de madera entre árboles, pasad por debajo y tirad por ahí, que nos vamos a uno de los templos más emblemáticos de Tokyo: el Meiji Jingu.

Uno se olvida que está en Tokyo aquí dentro porque en realidad es una especie de bosque lleno de árboles en medio del cual han plantado un templo. O supongo que será al revés, que todo era así hasta que alguien empezó a talarlos para meter cemento y levantar rascacielos.

Total: vosotros pasead por allí tranquilamente y no dudéis en pasar algo de tiempo en la entrada del templo porque probablemente os encontréis con alguna boda de las muchas que se celebran si me habéis hecho caso al consejo de venir en fin de semana.

Cuando nos cansemos, nos volvemos hacia el puente de al lado de la estación, pero ésta vez vamos a hacer algo curioso: nos vamos a los puestos de comida que veréis allí mismo y nos pedimos movidas para llevar: salchichas de esas enormes, yakisoba y algunas latas de cerveza. Que os lo metan en alguna bolsa, que nos vamos a dar una vuelta al parque de Yoyogi. Si además coincide con que florezcan un poco los cerezos, que creo que va a ser el caso, entonces yo ya me olvidaría de hacer más planes que sentarse allí debajo de uno a disfrutar del ambientazo que se respira con la excusa de ver cuatro flores. En serio que es todo un acontecimiento sentarse a comer y beber junto a miles de personas que hacen lo mismo… ¡es una experiencia acojonante! seguro que no faltará quien se junte a vosotros y os den comida o quieran sacarse fotos o hablar un poco de inglés. Los japoneses, por mucho que se empeñen cuatro gilipollas que no saben de lo que hablan, son de todo menos fríos: amables y juerguistas a rabiar.

Si por lo que sea todavía no hay cerezos floriders, es igual, porque en este parque los fines de semana se puede ver absolutamente de todo. Es el lugar donde vienen a practicar los que hacen cualquier actividad: obras de teatro, coreografías de baile, tocar algún instrumento estilo tambores japoneses, violines, guitarras, flautas… yo una vez vi a un tio que hacía virguerías con botellas de bebidas estilo Tom Cruise en Cocktail, y otra vez una clase de aikido con sus ropas tradicionales y todo. Pasead por allí, sentaos en la hierba a comer lo que hayáis comprado y no dudéis en sacar fotos a la gente, seguro que hasta posarán para vosotros. Una vuelta por Yoyogi un fin de semana a mi me da la vida, más si encima andan los elvises viejunos por allí.

Por la tardenocherrr, yo había pensado que nos fuésemos a Shinjuku porque todavía no nos hemos dignado a presentarnos por allí. Se va fácil: nos montamos en la Yamanote desde Harajuku y estaremos allí en un par de paradas. Es algo así como un Shibuya a lo bestia: millones de tiendas, restaurantes, neones… y personas, madre de Dios la de gente que puede haber allí en cualquier momento. Hay dos partes: los enormes rascacielos en plan zona financiera y la parte gambitera con el barrio rojo.

Yo pasaría de los primeros, donde poco más hay que ver si no se pretende subir a ningún mirador (ya vale de miradores, ¿no!?!?), y me iría presto a la segunda: salida Kabukicho de la estación.

Allí veremos el estudio Alta, que es como el Hachiko de Shibuya pero en Shinjuku: donde queda todo kiske. Pues bien si nos metemos por cualquiera de las calles en ese sentido, ya estaremos por kabukicho. Eso de noche es una zarzuela: jaleo, luces, gente voceando que te metas en su tienda a comprarles lo que sea, pilindinguis que hacen como que no lo son… madre del amor hermoso la que me tienen liada allí.

Mola ver la cara nocturna de la ciudad y no se me ocurre mejor sitio para ello. No dudéis en meteros en algún restaurante: de nuevo recomiendo algún izakaya para cenar porque son los lugares más versátiles donde comer de todo en un ambiente chulo.

Y después yo creo que la experiencia de meterse en un karaoke es algo que hay que vivir más pronto que tarde. No son karaokes de esos chanos en los que pides una canción y te escucha todo el mundo, aquí son la hostia in verse: habitaciones privadas donde puedes pedir comida y bebida (con planes de barra libre y toda la pesca). Os podéis imaginar: no te acabas de arrancar porque te da vergüenza hasta que el zumo de cebada hace su efecto mágico y cuando te quieres dar cuenta estás subido en los sofás bailando la macarena… sé de lo que hablo (y los de Callejeros que vinieron a grabar o Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla, también)…


Ojo con la bebida que al día siguiente estoy ahí llamando a la puerta prontico, ¿eh?, que todavía hay más lío!!!

Una semana en Tokyo y alrededores, día 4

Pues así a lo tonto, ya llevamos media semana dando vueltas por Tokyo… Fíjate tu todo lo que llevamos ya:

Día 1 – Tsukiji, Hamarikyu, barco a Odaiba, Gundam, Fuji TV, Onsen y vuelta en Yurikamome
Día 2 – Honmonji, Sky Tree y Asakusa
Día 3 – Kamakura, Hasedera, Daibutsu, Enoshima, Ofuna, Yokohama

El cuarto día yo lo gastaría en quedarnos por Tokyo en plan más tranquilos, aunque tampoco os creáis que nos vamos a estar muy quietos, ¿eh?… pongamos que…

Entre Roppongi y Shibuya no se me escabuya!!

:vainas:

¡Vamos ahí!

Bueno tranquilos que si que vamos a pasear pero tampoco demasiado. Yo creo que como mejor se conoce la ciudad es perdiéndose por sus calles sin rumbo fijo en vez de ir a los sitios de siempre, pero también es cierto que los que vienen de visita tampoco tienen todo el tiempo del mundo, así que haremos una mezcla: iremos paseando entre sitios a visitar, en vez de coger el metro. Tranquilos que no será demasiado.

La primera parada será en la estación Daimon a la que se puede llegar desde la línea Asakusa o la línea Oedo. Si salís al exterior y miráis alrededor, veréis la Tokyo Tower no demasiado lejos; allí es a donde nos dirigiremos.

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Sabremos que vamos por buen camino si pasamos por debajo de una puerta Torii por la que pasan los coches, esa es la calle por la que seguir hasta que os tengáis que parar en un semáforo. Al otro lado de ese paso de cebra está el templo Zojoji donde daban las campanadas de año nuevo hasta el año pasado pero que han cancelado porque se juntaba demasiada gente y empezaba a ser peligroso el asunto. Además, es nuestra primera parada.

Este templo destaca porque al encontrarse tan cerca de la Tokyo Tower, la estampa que se nos presenta es de lo más original por el contraste que supone («donde lo tradicional y lo moderno se fusionan» que diría cualquier flipao bloguero sobre Japón):

También tiene un buen número de estatuas Jizo que tienen molinillos de viento por alguna razón, puede parecer bonito pero no olvidemos que éstas estatuas simbolizan niños que dejaron el mundo ante que sus padres:

5799617981_45db9d772d_b.jpgFoto de fotosk en Flickr

Lo siguiente es irnos hasta la Tokyo Tower por lo segao: el camino no tiene pérdida, es un bicho enorme que se ve desde lejos, así que simplemente caminad hacia ella. Esta torre que yo no sabía que existía cuando vine a Tokyo la primera vez, no deja de tener su matiz romántico y no es raro ver parejas paseando por allí agarradicos de la mano todo monos.

A mi la verdad es que no me gustó al principio porque me pareció una burda copia de la torre Eiffel franchuta, pero después de ver su reemplazo, la Sky Tree, la verdad es que le he pillado el gustico a regustico a antiguo:

Por dentro no hay más que restaurantes de comida rápida, alguna tienda de souvenirs y el ascensor que nos llevará a uno de los dos observatorios que hay. Ba, no subimos, la vista de Tokyo desde las alturas ya la tengo yo pensada para después, así que no os liéis demasiado aquí. Eso si, si veis a la pichamascota, sacaos una foto con ella y mandádmela !!

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Así que enfilemos nuestros pasos hacia Roppongi, porque nuestro siguiente destino será el rascacielos Roppongi Hills. A este barrio lleno de maldad se llega si seguimos andando todo recto por la misma calle donde está la Tokyo Tower, subiremos un poquito, bajaremos otro poquito, pasaremos por delante de la embajada de Rusia que está vigilada por unos cuantos policias con palos, y finalmente llegaremos al cruce de Roppongi. La Tokyo Tower la tendremos siempre a la espalda, y el Roppongi Hills debería asomar por el lado izquierdo.

Este rascacielos es un mamotreto acojonante repleto de tiendas, oficinas, restaurantes… es la sede principal de Google Japón entre otras muchas empresas. Peeeero lo que yo creo que hay que hacer sin ninguna duda es subir al observatorio porque es el único al aire libre que hay en toda la ciudad. Si si, al aire libre, es decir: estarás subido en el piso 54 del rascacielos más alto de Tokyo, pero por fuera. Ver la ciudad desde el exterior y no a través de una ventana es una experiencia irrepetible que hay que experimentar por lo menos una vez si se viene aquí.

Eso si, traed chaquetica que como haya vientico os quedáis carambanicos.

:pelao:

Y bueno, en Roppongi no hay más que bares y clubs que seguro que no nos interesarán a estas horas, así que yo pondría rumbo a Shibuya, ésta vez en tren. Si nos montamos en la línea Oedo, nos vamos hasta Aoyamaicchome y de ahí cambiamos a la línea Hanzomon, en apenas diez minutos estaremos enshibuyados.

Shibuya no sé que tiene que está supervalorada para lo que luego es, por lo menos en mi opinión, aunque también es verdad que trabajo allí por lo que estoy todos los días y supongo que me he acabado acostumbrando. Quitando el famoso cruce con las televisiones enormes en los edificios, lo cierto es que no hay otra cosa más que tiendas.

No hay templos, no hay edificios demasiado llamativos… pero puedes encontrar restaurantes de cualquier tipo de comida o cinco millones de tiendas de ropa en cada esquina. Yo me quedaría con la gente; Shibuya es el barrio donde la gente joven pasa su tiempo libre y es curioso observarles… pongamos que de cada cien personas, hay cinco rascayúes que se creen vestidos a la última moda para regocijo de los que allí paseamos. No perdáis ojo y dad un paseo ojeando tiendas y a la vez a la gente. Aprovechad si queréis hacer algunas compras: allí tenemos un Don Quijote, un Tokyu Hands, la Apple Store, Uniqlo, Gap, ABC Mart, BicCamera…

Y como seguro que se habrá hecho de noche, volved al famoso cruce porque como pasa con la mayoría de los lugares céntricos de Tokyo, la cosa cambia mucho.

Y ya aprovechando que estamos donde estamos, pues cenamos por allí mismo. Yo recomiendo un izakaya de los miles que hay, cualquiera me vale: son típicos restaurantes donde puedes pedir absolutamente de todo, desde sushi / sashimi hasta pizzas o hamburguesas. Sin duda un buen sitio para probar comida de todo tipo al calorcico de alguna jarrica de cerveza. Efectivamente, amigos, acabaremos absolutamente todos los días brindando con cebada!

:bailongo: :gambiters: :coleguicas: :bailongo:

Una semana en Tokyo y alrededores, día 3

¡Chachos!, ¡no queda ná para que me case!

:romeo:

Para la ceremonia, porque casados ya llevamos medio año más o menos… así que van quedando menos días para que lleguen los primeros que se vienen al sarao. Y tengo una promesa que cumplir, que todavía me quedan unos cuantos días más que planificarles. ¡Menudo anfitrión sería si no me encargase de al menos contarles algunos planes decentes por los Tokyos!.

Acordarse que de momento tenemos:

Día 1 – Tsukiji, Hamarikyu, barco a Odaiba, Gundam, Fuji TV, Onsen y vuelta en Yurikamome
Día 2 – Honmonji, Sky Tree y Asakusa

El tercer día toca desintoxicarse del mohín de sensaciones con el que la mezcla de neones y argamasa de la ciudad nos acaba empapando. Como gran pueblerino que soy, a mi me gusta pirarme de Tokyo de vez en cuando para dejar de escuchar el eco de la ansiedad que genera este bosque de farolas y semáforos. Es curioso: la mayoría del tiempo me encanta vivir aquí pero hay veces en que cambiaría todo por dar la vuelta a Ibarra comiendo pipas en Zalla.

Dentro foto de la vuelta a Ibarra pipera:

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De cualquier manera, aquí va mi propuesta como primera excursión lejos de Shibuyenses, Roppongianos y chimponers varios:

A Kamakura de aventura!

:triki:

Este lugar de nombre compuesto por el mueble donde se duerme más la profesión del padre Apeles es un pequeño pueblo junto al mar que ha sabido conservar la atmósfera del Japón antiguo con un montón de templos interconectados entre sí por senderos de montaña. Pasear con calma por allí da gusterresque maximum y cosica suprema!!

Empecemos yéndonos hasta la estación Kamakura en la línea Shonan-Shinjuku que se puede pillar desde Shibuya y Shinjuku por ejemplo, y de ahí nos cambiamos al Enoden que es un tren muy antiguo del año catapún con suelo de madera y todo, que sin embargo nos llevará hasta donde queramos.

Eso sí, de momento queremos que la estación sea Hase, porque ahí tenemos un par de visitas que hacer: un templo y un budaco.

Andando cuatro pasos y medio desde la estación, a mano izquierda tenemos uno de los templos más chulos de la zona: el Hasedera. No visitaremos sólo los edificios del templo, sino unos jardines que te quitarán el hipo y la acidez:

… cientos de estatuas Jizo que te dejarán sin habla, sobretodo cuando sepas que cada una de ellas corresponde a un niño que dejó el mundo antes que sus padres…

…y muchos rincones especiales, como el pequeño bosque de bambús o la vista desde arriba de las montañas y la playa de Kamakura que ya te acabarán de dejar patidifuser y anodadader mitá y mitá…

Hay más templos en Kamakura, muchos más, pero yo creo que uno se puede cansar visitando más de dos o tres en el mismo día porque tampoco es que sean demasiado diferentes entre sí. Así que el siguiente sitio que visitaremos, que además está a escasos doscientos metros del Hasedera, es el Daibutsu que es lo más parecido a lo que saldría si uno de Bilbao se pusiese a esculpir un Buda:

Un pedazo de mostrenco que fue lo único que quedó después de que un tsunami se llevase el edificio que lo albergaba en el año 1252, un Budaco de trece metros y pico ahí puesto como el que no quiere la cosa… una vez más, es el entorno entre montañas lo que hace que la vista de semejante estatua sea más impresionante, si cabe (que cabe de milagro):


en su última visita. Y de Hase seguimos en la misma dirección hasta la estación Enoshima. No hay otra excursión que tenga más sentido para nosotros: allí fue mi primera cita con Chiaki y allí también hinqué mi rodilla al lado del mar para pedirle que se casase conmigo el verano pasado.

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El camino es fácil porque sólo hay uno: tu te bajas de la estación y vas hasta el mar, después cruzas el puente y empiezas a subir escaleras descubriendo los secretos de la isla en forma de pequeños templos, jardines, gatos, dragones, halcones… no sería nunca objetivo hablando de Enoshima, este lugar es mágico para mi por muchos muchos motivos… yo creo que lo mejor es que os dejéis llevar por el mismo camino sin tener prisa por llegar al final.

Subiréis hasta que las empecéis a bajar, llegando de nuevo a nivel del mar pero por el otro lado de la isla, justo al lugar donde Chiaki asintió a que viviésemos la vida a pachas entre lágrimas y risas, porque esta chica por mucho que esté pasando, nunca deja de reír y no sabes el gustico que da tener a alguien así a tu lado (o si lo sabes, pues mira, tu también tienes suerte!!). Ahí va una foto de ese mismo día algo así como media hora antes de que me declarase:

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Desde ahí si la marea está baja podréis volver en barco. Enseguida sabréis si es así porque tendrán las escaleras que bajan a nivel del mar cerradas o abiertas según sea el caso. Yo recomendaría que si es ya cerca de las cinco de la tarde, os quedéis por ahí hasta ver cómo el sol huye a otro cielo de otro día por empezar metiéndose del oceano Pacífico para dentro. Hay también una cueva a la que se puede entrar, pero no merece la pena, tienen un dragón allí todo chano iluminado con cuatro bombillas mal puestas. Quedaos con el anochecer, que además es gratis y si encima lo veis con una cerveza de la misma marca que la isla, ya ni os cuento.

Tanto si habéis vuelto en barco, como si lo habéis hecho a pata, no hay otra que volver a pasar por el único puente que nos deja de nuevo camino de la estación de Enoshima. Yo diría que antes de volver, pilléis un par de ostras que os asarán allí mismo. No tiene perdida, si por lo que sea no veis a los señores de la parrilla, no os preocupéis que os podéis dejar guiar por el olor sin problemas.

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Después volveremos a la estación, pero ésta vez recomiendo que nos montemos en el monoraíl, que su estación también anda cerca. Iremos elevados unos cuantos metros del suelo pasando por entre un par de túneles hasta que nos deje, ocho minutos después, en la estación de Ofuna. Ahí tenemos otra pedazo de estatua que ver, la de la diosa Kanon. Si es ya de noche, quizás os podéis conformar con verla desde abajo sin subir a la colina, que también impresiona lo suyo… o si os queréis acercar, tampoco es que se tarde demasiado desde la estación.

Y desde Ofuna, ¿qué mejor que irnos a cenar a Yokohama directamente?. Aunque esta ciudad que queda a mitad entre Tokyo y Kamakura merece una visita aparte, pues ya que estamos por allí cerca lo mismo nos merece la pena darnos un paseíco nocturno aunque sea para ver una panorámica del puerto que de noche es otro rollo. Es más: si nos bajamos en la estación Sakuragicho, estaremos al lado del rascacielos Landmark Tower, que tiene un observatorio arriba del todo al que merece mucho la pena subir, y como nos pilla de paso…

En Yokohama tenemos distintos centros comerciales con restaurantes, pero si no queremos complicarnos la vida, justo al lado de la estación Sakuragicho hay un café-restaurante de lo más apañado donde hemos cenado alguna hamburguesica casera nosotros más de una vez. Irnos hasta el barrio chino, después de la paliza que nos hemos pegado, mejor lo dejamos para otro día… así que o cenamos por allí mismo o ya nos volvemos a descansar la palizaca al hotel…

Y no creo yo que después os queden ganas para muchas historias… así que demos por finalizado este tercer día… Al siguiente nos lo tomaremos con más calma, os dejaré que os recuperéis de las agujetas de subir y bajar tantas escaleras por Enoshima.

Hasta mañana, buenas noches!

El señor de la tienda de zapatos

No sabría la razón. A veces es el invierno que de tanto sentir frío no deja apenas margen para sentir nada más. Otras veces simplemente es despertarse torcido, como si se hubiese dormido a medias el rato que se estaba durmiendo.

Pero toca.

Por lo menos dos o tres días al mes, uno se siente cansado, molido, desorientado… concluyamos que sin ganas de hacer mucho más que tratar de llegar a la cama para dormir la otra mitad que nos falta.

Así fue la cosa ayer: preparé la bolsa de karate y me levanté una hora antes para poder llegar a la oficina y salir también sesenta minutos menos tarde. Estaba tremendamente motivado por la clase del viernes con el especial aliciente de poder ya hacer deporte sin escayola y prácticamente con el 100% de movilidad en la muñeca izquierda. No hay nada como que te quiten algo de una hostia para aprender a apreciarlo con toda tu alma. Es horroroso quedarse sin algo con lo que siempre has contado, ojalá no me pase nunca más.

Pero ayer no tocaba que tocase karate, tocaba un día de los de sentirse cansado, molido, desorientado… sin ganas de tener ganas de ganar.

Así que me despedí de los compañeros de trabajo pidiéndoles perdón por irme antes y cogí el tren, pero no el que me suele llevar a ese lugar secreto donde me dejan soñar dos o tres veces por semana con patadas imposibles, sino en el que me lleva a mi casa.

En el vagón íbamos un ciento de personas, mis remordimientos y yo. Remordimientos que aun a sabiendas de que ayer era imposible, volvieron con su férrea disciplina a pasar lista y sembrar quizás todavía más pesadumbre al ya de por si mohíno día.

En el móvil, Chiaki me avisaba que iba a llegar tarde a casa y a mi tampoco me acababa de agradar la idea de estar sentado en un sofá de dos sin uno, así que me bajé una estación antes y enfilé con paso mustio hacía la tienda de zapatos del centro comercial más por alargar la hora de meter la llave en la cerradura que por querer comprar ningún zapato. Es una de esas tiendas que tanto abundan por Tokyo en las que tienen cientos de carteles de oferta puestos prácticamente en cada artículo, anulando así el propio concepto. Había cuatro dependientes varones, jóvenes, de esos de pelos imposibles y cuellos camiseros alzados a lo arrogante.

No me fijé hasta un rato después en un quinto: era un señor que doblaba la edad de cualquiera de los demás. Llevaba una camisa de cuadros un par de tallas más grande lo que le daba un aspecto desaliñado, diría que andrajoso al lado de cualquiera de sus compañeros de tienda. Noté algo extraño en sus andares aunque no le dí mayor importancia. Es cuando decidió hablarme cuando confirmé que algo había en él que era distinto a los demás:

– Ese zapato está de oferta y yo creo que te quedaría muy bien, -me dijo risueño- a los extranjeros siempre os queda bien la ropa, mejor que a los japoneses que somos más pequeños, aunque es verdad que tu tampoco eres muy grande. Seguro que tu número de pie no pasa del 25.

No fue sólo que tuviese cierto incoherente compás al andar, sino que también ligaba frases saltándose palabras haciendo que se le entendiese, y no del todo, aproximadamente hacia el momento en que tocarían los puntos y seguido. Supe al instante que tenía algo que no teníamos los demás, comprendí, al igual que con mi hermano, que todo lo que saliese de su boca iba a estar teñido de tierna inocencia y extrema bondad. Me sentí inmediatamente vinculado con él, diría sin duda que incluso aprecio y sobretodo orgullo por ver que estaba desempeñando un trabajo normal igual o mejor que cualquiera de los demás.

Dos de sus compañeros vigilaban la escena desde lejos. En sus ojos también intuí cierta ternura aunque era claro que estaban atentos a mis maneras o a mi reacción por si fuese de rechazo o quizás confusión… al fin y al cabo, a este mundo le sobran personas con sentimientos por sentir y almas por albergar.

– Jajaja, es verdad, soy pequeñico y encima has acertado con el número, sólo un pelín más grande, es 25.5. ¿Sabes?, en España tendría un número 40, pero aquí usáis números distintos, menudo lío, ¿verdad?, yo no sabía al principio…
– ¿Te lo traigo? ¿te traigo el zapato de tu número?, no me cuesta nada, ¿te lo traigo? -me interrumpió visiblemente contento por tener el dato que le faltaba para seguir con su trabajo.
– Claro, por favor, me encantará probármelo.

Sin mediar palabra desapareció por la puerta naranja que quedaba a la derecha de las zapatillas deportivas de mujer. Uno de los dependientes entró detrás de él, puede que para echarle una mano si hiciese falta. Estaba claro que allí a todos nos sonaban las pulsaciones con tonos parejos.

No pude más que sentarme en el banco a esperar que aquél señor me trajese un zapato que seguramente no habría elegido por mi cuenta.

– No quedan 25, sólo queda un 26, pero ¿porqué no te lo pruebas?, pruebátelo que lo mismo te queda bien. A veces un número no hace tanta diferencia, además como eres extranjero… los extranjeros sois más grandes. Aunque tu no eres tan grande pero creo que no importa, ¿te lo pruebas?, como ya te lo he traído…
– Claro que me lo pruebo, faltaría más.

Abrió la caja y sacó el derecho. No sabría decir si eran sus manos o sus dedos, pero no acababa de tener la movilidad que tenemos los demás. Lo que le sobraba era destreza: con las dos muñecas dobladas hacia adentro sujetaba un zapato al que fue capaz de ajustarle los cordones sin saber yo cómo y dejármelo después al lado de mi pie ya descalzo. No dijo una palabra porque estaba concentrado en hacer algo que a él le cuesta más que a tí, por lo que a tí te da mucho más igual que a él.

– Me queda perfecto -mentí por verle sonreír- ¿sabes?, me lo llevo. Y también si no te importa, me gustaría probarme esas zapatillas que tenéis ahí de oferta, ¿te importaría…

Tampoco me dejó acabar. Había vuelto a desaparecer y apenas me acababa de desatar los cordones de aquél zapato un número más grande que el mío cuando ya estaba de nuevo extremadamente concentrado en otros cordones que ajustar de otro pie derecho de otro par de zapatillas.

– También me quedan bien, me llevo los dos si no te importa, ¿me pones los dos?.
– ¿De verdad? muchas gracias, gracias, muchas gracias. Gracias. Gracias

Seguía dando las gracias aleatoriamente mientras íbamos hacia la caja registradora. El mismo compañero que entró al almacén con él ya estaba allí supervisando la operación mientras simulaba estar limpiando el mostrador con un trapo. Me gustó que tuviese el tacto de no mediar palabra, de simplemente estar allí sabiendo que no iba a haber problema alguno, pero con el detalle de estar a mano por si hubiese algo que en ese momento se torciese.

Quise ser su amigo. Quise contarle que encontrarme con él fue como si alguien le hubiese dado un empujón a la línea del día que volvió a ser recta de nuevo, que me encantó haberle conocido y que en ese momento echaba de menos a mi hermano más que nada.

En lugar de eso dejé que me acompañase hasta los límites de la tienda con el pasillo del centro comercial y me despedí de él dándole las vueltas una o dos veces de las veinte o treinta reverencias con que me pagó.

Esa noche llegué a casa un poco antes que Chiaki con unas zapatillas de oferta, un par de zapatos que me bailan en el pie y el alma tres o cuatro números más grande.

Una semana en Tokyo y alrededores, día 2

Hooola!, ¿cómo estamos?, yo bien gracias, últimamente me duele menos el brazo y como ya puedo ir a Karate, pues contentete!!

Total, que aquí sigo dándole vueltas a cómo sería mejor que pasasen los días por Tokyo los que se vienen a verme en marzo, y de paso lo comparto por si a alguien le vale porque soy un tipo generoso y campechano. No hace falta que le digáis a Bárcenas que me de ningún sobre, esto lo hago por amor al arte.

Si el primer día nos fuimos por lo segao desde Shinbashi hasta Odaiba pasando por Hamarikyu y acabando las horas con los huevos en remojo en un onsen, en el segundo día nos va a tocar desmarcarnos por las bandas entre templos y pagodas, Tosca Style.

Atarse los cordones, que salimos ya.

:felicianer:

Día 2: Honmonji, Sky Tree, Asakusa

Honmonji es el templo de mis amores, uno que no sale en ninguna guía y quizás, por esto mismo, es uno de los más auténticos que todavía quedan por descubrir de Tokyo. Lo encontré de casualidad saliendo a correr una noche y desde entonces no he dejado de recomendárselo a todo el que me cae bien (en efecto, amigos, me caéis bien de pimeras, soy un tipo simpático: si ya me dejáis un comentario, hasta bailo!).

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Está en lo alto de una colina a la que se accede por unas majestuosas escaleras que nos revelan la entrada y el enorme edificio principal. Seguro que si le preguntáis a la pagoda de cinco pisos que queda a la derecha, os cuenta las veces que me ha visto coserme a su vera las grietas que amenazaban con desgajarme por momentos el corazón. He pasado tantas noches solitarias paseando por allí que me está pareciendo hasta incómodo hablaros de este lugar, que fue mi rincón secreto durante años.

Justo enfrente de la pagoda hay un pequeño observador desde el que se ve Yokohama y hasta el Monte Fuji en días claros. Allí mismo, al pie de la escaleras, no es raro ver pequeños grupos de jubilados sentados en el suelo jugando al Go y dos o tres gatos que seguro que se saben de memoria quien de estos señores trae más pan en los bolsillos de la chaqueta.



No hay tiendas, apenas un pequeño restaurante llevado por dos ancianas y un tímido escaparate de amuletos hechos a mano por los monjes. Pero tampoco hay miles de personas que te empujen y salgan inevitablemente en todas tus fotos. Estarás prácticamente sólo en un lugar mágico como pocos. O eso me parece a mi.

Se llega desde la estación Ikegami de la línea de mismo nombre, a la que se accede desde Gotanda (Yamanote) o Kamata.

Pero para salir de allí y encadenar con la siguiente que tengo yo pensada, lo suyo es bajar las escaleras que quedan al otro lado y ya ir andando hasta la estación de NishiMagome, donde viví yo durante cinco años. Hay dos razones para esto: la primera es no perderse la pagoda roja erigida en el lugar donde fue incinerado el fundador de la rama del Budismo al que pertenece al templo…

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… y la segunda es que desde Nishi Magome sale la línea Asakusa que nos llevará hasta la estación Oshiage donde visitaremos el imponente pincho moruno que es la Sky Tree.

Aquí va un mapa del templo, dónde está cada cosa y cómo llegar andando desde las dos estaciones (Ikegami de la línea Ikegami, y Nishi Magome de la línea Asakusa):


Ver Honmonji de mis amores en un mapa más gordico

Una vez que nos montemos en un tren desde Nishi Magome pueden pasar dos cosas en una estación llamada «Sengakuji»: que el tren siga como si nada, o que de repente se baje todo el mundo y os toque hacer transbordo a otro tren que está al lado. No preocuparse que es lo normal. Sengakuji además es donde se encuentra el templo de la famosa historia de los 47 ronin, pero tampoco hay demasiado que ver así que montaros en ese tren (o quedaos en el que estabais) y tirad hasta Oshiage (pasareis Asakusa de largo, pero allí volvemos después, cuando se haga de noche).

La estación os deja al mismo pie de la Sky Tree, justo justo al ladico del pinchaco más alto del mundo… y además tiene un significado especial para nosotros, porque yo conocí a Chiaki en una de las excursiones que organizaba su empresa y que llevaban a los clientes a ver cómo la estaban construyendo. Así que mira, excursión con muy buenos recuerdos!

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En la Sky Tree hay un par de cosas que se pueden hacer a parte de descoyuntarse el cuello mirando para arriba y sacarle foticas: chupar cola para subir arriba del todo o perderse por las mil tiendas del centro comercial que está a sus pies. Yo recomendaría lo primero y me olvidaría de lo segundo, total, no creo que hayamos venido a ver Zaras y Uniqlos y si tenéis hambruna, que seguro que ya será el caso, esperaros un poquitín más que en Asakusa hay un montón de buenos restaurantes que no nos podemos perder.

Así que la Sky Tree, con su visitica a arriba y sus fotos como Buda manda, y después nos vamos andando hasta Asakusa, que nos pilla a un cuarto de hora si vamos por lo segado o a quince minutos si vamos por donde la hierba fue cercenada. A la que os queráis dar cuenta, estaréis enfrente del edificio mojonero de Asahi y en un tris en la puerta Kaminarimon que os llevará por una calle atestada de tiendas hasta el templo Sensoji que lo cierto es que no es mucho más que el Honmonji que hemos visto por la mañana. Eso sí, la vidilla del lugar es totalmente distinta: ricksaws, tenderetes de comida, tiendas de recuerdos para turistas… y miles de millones de personas por todos los lados.

Aquí va mi plan: dar una vuelta por las tiendas, ver el templo así por encima y tirar para la calle de los restaurantes callejeros, donde podréis sentaros en cualquier mesa en la misma calle y comer y beber como campeones hasta que se haga de noche. Si decís que vais de mi parte, os dirán que quien coño es ese tío, pero si le enseñáis una foto del Lorco a las chicas del restaurante que os señalo en el mapa, tened por seguro que os pondrán en una de las mejores mesas y no descarto yo un par de platos de edamames de gratis. ¡Anda que no les ha generado gasto allí el gachó! pero bien gastado, porque es un sitio muy chulo al que toca volver de vez en cuander.


Ojetear Sky Tree a Asakusa en un mapa más gordo

Y cuando se os haga de noche allí doblando cervezas y apurando platos, ya entonces si, ya es cuando merece la pena volver al templo y verlo iluminado sin apenas gente. Si señor, esto es otra cosa ya… las tiendas estarán cerradas, pero el paseo por semejante lugar por la noche es algo que nadie debería perderse: es un sitio totalmente distinto con el templaco y la pagoda iluminada… Yo he llegado incluso a ver maikos que parece ser que quedan también en Tokyo, pero es cierto que sólo fue una vez.

Ojo a ésta última foto porque esa esa la calle que os digo de los restaurantes con sus tenderetes al aire libre, el ambiente que se ve es el que hay (aunque sea de noche).

Y de aquí pues sólo quedaría irse a la cama porque al día siguiente toca excursión fuera de Tokyo…

:triki:

¿qué nos tendrá preparado el tío Tosca para el tercer día? ¿lo sabrá él ahora mismo mientras escribe esto? ¿se lavará alguna vez su compañero de oficina la sobaquina mora? ¿ein? ¿ein?

¡¡ Buen fin de semana !!
:gambi:


Una semana en Tokyo y alrededores, día 1

Este es el reto, mayormente. Planificarles una semana por Tokyo y alrededores a mi familia y a los amigos que se han animado a venir a nuestra boda el año que viene…

Lo primero que he pensado es buscar por internet, seguro que hay alguien que tiene un viaje más que planeado y posteado por ahí… nah, no me ha convencido nada lo que he visto: visitas a un Tokyo lleno de tópicos que muy poco tiene que ver con mi vida aquí y yo lo que quiero es que los míos se vayan sabiendo cómo paso yo mis días en esta ciudad, a donde voy los fines de semana, por donde me gusta pasear.

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Así que empezamos por descartar Akihabara, donde no voy nunca porque no me interesan ni las que se visten de chachas, ni mucho menos las idols esas que tan atravesadas tengo, que las cogía a todas y las ponía a cavar zanjas. ¿Chismes electrónicos?, no creo que ninguno de mis amigos venga a Tokyo a buscar una gameboy edición limitada para llevarse de recuerdo. Descartado, como descartado está Ginza que no aporta nada más que ver cuatro escaparates de tiendas de lujo que son iguales en todo el mundo y donde la gente malgasta un día entero para no ver nada, o el palacio imperial donde no se puede ver ná.

Total, aquí va la ikuguía para pasar una semana en Tokyo y alrededores como me hubiese gustado que me lo contasen a mi. Hago el asunto por partes para que no tarde mil meses en publicarlo y de paso contar cada día con el detalle que se merece:

Dia 1
Tsukiji, Hamarikyu, Odaiba, Onsen

¿Qué mejor que empezar con buen pie yéndonos a comer sushi?. Porque por muy tikismikis que seas para comer, coño, venirse a Tokyo para zampar en el McDonalds es como irse a Tolosa a pedir paella. Así que nos pegamos un madrugón que seguro que será patrocinado por el jet lag y nos vamos a Tsukiji, a la lonja de pescado donde los turistas no hacen otra cosa que molestar, pero que es algo que hay que ver de todas formas y ahora la cosa la tienen mejor controlada porque se entra por turnos.

Después, por supuesto, un buen sushi para desayunar con su sopica miso para pillar fuerzas y marcharnos, todo peripuestos, a los cercanos jardines Hamarikyu. Está todo a mano, se puede y se debe ir andando porque por el camino nos encontraremos con el edificio Nakagin capsule y el rascacielos de la Dentsu, que te dejarán pericueter pero como vamos con la tripa llena, pues pericueters campanters (jodé, «pericueters campanters»… y que me hayan sacado a mi en un libro de la ESO…)

El parque lo recorremos con calma, incluso estaría bien tomarse un té en la casa que hay en medio del lago. Que esa es otra, hay que tomarse un té en condiciones con su dulce en condiciones y en posición seiza encima de un tatami. Por muy amargo que esté el té y por mucho que duelan las rodillas, hay que probar que para eso os habéis cascao las horas de avión que os habéis cascao y no sólo para tirar cuatro fotos y decir que habéis estao, digo yo, ¿no?.

Jodé, anda que no llevamos ya cosas hechas, ¿eh?. Pues no hemos hecho nada más que empezar. En el mismo parque nos cogemos un barco que nos va a llevar en menos de media hora, a Odaiba que está enfrente (el tío Tosca tiene todo pensado, amigos!). Pasamos por debajo del Rainbow Bridge, y a la que nos queramos dar cuenta, estaremos ya en la bahía de Tokyo sin haber movido ni un músculo así. De Odaiba leeréis que es la «isla artificial» de Tokyo, ba, de isla tiene poco y lo de artificial nos da igual, el caso es que hay un montón de tiendas, centros comerciales y restaurantes donde pasar un rato, pero ba, que tampoco tiene mucha historia venirse a ver tiendas. Lo que hay que hacer es irse donde el Gundam, el robot este grande que han vuelto a poner y que a las en punto se mueve y hace tonterías, y después tirar para el edificio de la Fuji TV y subirse a la bola que hay encima del todo que tiene un observatorio. Si coincide que os van dando cerca de las cuatro de la tarde, ya esperaros un rato a que se haga de noche y así veis cómo cambia el panorama de Tokyo con todas esas luces que hacen que se haga de día de nuevo a su manera. Y todo desde allí arriba, con vistas privilegiadas de la bahía de Tokyo, con el Rainbow Bridge, la Tokyo Tower… incluso el Fuji si tenéis suerte.

Y como a estas alturas tenéis que tener más hambre que el tío Keké que hizo la dieta de la alcachofa, os voy a proponer el colofón perfecto: nos vamos a un onsen. Que diréis: «yo lo que tengo es hambre, no ganas de mojarme los pelendengues», ¡no preocuparse!. En el Edo Tokyo Onsen Monogatari nos ponemos un yukata, y pasamos a una réplica en miniatura del Tokyo de los años catapún donde hay un montón de restaurantes de todo tipo: Yakitori, Ramen, Tempura, Udón… aunque yo recomiendo aguantarse un poco y darse el homenaje después de haber pasado por las bañeras de agua caliente de donde saldréis que os coméis a un equipo de fútbol entero si os lo ponen delante.

Después ya si, ya por ley tenéis que comer todo lo que os entre remojándolo con unas jarras de cerveza porque estaré yo por ahí controlando el asunto. Jodé, es que lo estoy contando ahora y me están dando ganas de ir ahora mismo, madre mía que gustico de día!!! y que lo cuente de gratis!!!


¡¡Y no se ha acabado!!. Toca la vuelta, en Yurikamome, el monorail que se conduce solo. Yo recomiendo ponerse en el extremo del anden delante del todo y dejar pasar dos o tres trenes hasta que encontreis uno que tenga sitio en el primer vagón, porque la vista de noche por el medio del Rainbow Bridge entre rascacielos es impresionante y como no hay conductor, iréis en primera línea como si lo llevaseis vosotros y es algo que tardareis en olvidar (aunque esto depende del número de cervezas degustadas momentos antes)

Al llegar otra vez a Shinbashi, seguramente sólo os quede meteros a dormir porque el día ha sido más largo que largo. Si por lo que sea, todavía tenéis hambre, en Shinbashi a nada que andéis un poco dirección Ginza, os encontrareis pequeños restaurantes de yakitori debajo de las vías del tren, zamparse un último pinchico de carne asada con una buena cerveza puede ser el fin perfecto a un día bien bonico antes de pillar la cama con ganas.

Continuará…

Albacete-Japón Express 2.0

El Chiqui, que el día que se estará quieto será en el cementerio, no antes, ha vuelto a Japón después de pasar las navidades por ahí por cádios. Esto es algo a tener en cuenta, porque siempre que vuelve las prepara… ya me ha leído la cartilla para este 2013, y no creáis que viene la cosa aburrida, no.

Total, que para empezar con buen pie, ya tiene organizada la segunda edición de su viaje a Japón:

Cartel 2013 b.jpg

Además escogiendo bien escogidos los lugares a visitar:

Hiroshima
Miyajima
Kyoto
Kawaguchiko
Tokyo

¡¡Si queréis conocer Japón,
ya estáis tardando en escribirle!!
Albacete-Japón Express 2.0
viaje.abjaponexpress@gmail.com
:gustico:

Hasta aquí

Ésta mañana el tren ha frenado de repente. El sonido estridente de la alarma de emergencia ha avisado sólo con uno o dos segundos de antelación en los que no quedaba de todas maneras nada claro qué era lo que anunciaba con tanta premura. Nos hemos enterado de golpe al salir disparados bruscamente hacia adelante sin remedio empujándonos unos a otros hasta que hemos conseguido recuperar la estabilidad. En mi caso la inercia ha quedado totalmente neutralizada contra una de las barras metálicas que hay al lado de los asientos. No ha sido demasiado fuerte, pero he tenido la mala suerte de darme con el brazo roto.

Al dolor del brazo se le ha sumado un dolor de cabeza que no parece tener ganas de dejarme en paz y todo junto hace que hoy esté especialmente sensible, quizás susceptible, quisquilloso.

No es mi mejor día.

Tampoco es el peor.

Hoy, una vez más, tampoco tengo las respuestas esperadas en el buzón. Hoy por ser hoy, está más vacío que lo vacío que estaba ayer. Hoy me ha importado mucho más que cualquier otro día. Hoy me duele el brazo y la media escayola que tengo puesta me pesa más. Hoy me duele la cabeza.

Hoy estoy quisquillosa y susceptiblemente hasta los cojones.

Se acabó. No espero más. Es hora de actuar.

He escrito un libro en el que he recopilado los seis últimos años de mi vida. Un libro que no sólo lleva mi alma dentro, sino que contiene además mi hígado y mis entrañas. Escritos que cuentan que una vez me dolía la soledad más que ahora el brazo, textos que desvisten aquel huraño corazón que una vez latía a desgana sin ritmo ni rumbo, retazos de felicidades de pega, encuentros más adrede sin querer que fortuitos aposta, personas que me destellearon las pupilas por dentro, utópicos amores que nunca me habían querido, lágrimas que salpicaron las miras e ilusiones del iluso con entradas que se asoma a mis espejos, que se refleja en los escaparates donde mira ese que queda por fuera de mi.

Un libro que he escrito, que he sentido yo.

Así que se acabó esperar a que un señor de una editorial me diga lo que le parece. Un señor al que no conozco de nada, un señor que no me conoce de nada y cuya opinión, por tanto, carece de valor, de sentido. Un fulano que tan poco tiene que ver con esto que es incluso de mal gusto que pueda tener el poder de decidir sobre algo tan personal, tan mío.

Yo lo que quiero es tener este libro, esta agenda, este diario en mis manos. Quiero que envejezca, que se manche, que se estropee. Quiero que se arrugue, que se moje si toca llorar un capítulo, quiero doblar una esquina para saber por donde iba al día siguiente. Yo quiero coger este libro, envolverlo y regalárselo a mi madre con una nota en la primera página que ponga que ahí está recogido todo lo que me ha pasado desde que decidí irme tan lejos de su lado. Que me perdone por haberme ido y que gracias por entenderme.

Y que la quiero. Que la quiero tanto o más que hasta ese día y que será así para siempre esté donde esté con quien esté.

¿Qué coño pinta un señor de una editorial en todo esto? ¿Porque tengo yo que esperar a nadie para hacer esto?

El libro sale. El libro sale porque hoy tengo un día en el que la rabia lleva masticándome las neuronas toda la mañana y acabo de decidir que lo imprimo por mi cuenta. Que hoy empiezo a pedir presupuestos en imprentas y si la tirada tiene que ser de cinco libros, de cinco libros será. Que me da igual que salga caro, que no esté en las tiendas, que no aparezca en ningún ranking de ninguna editorial. Porque será mucho más especial que todo eso: será un libro que no ha revisado un editor que no me conoce, sino cuatro de mis amigos más cercanos que además tienen el detalle de escribir algo a su vez. No tendrá el diseño comercial que me impongan, sino el que ha hecho Fran a medida de lo que sabe de mi, que no es poco. No habrá colas en tiendas para que lo firme, pero sabré los nombres de todos y cada uno de los que lo han leído.

Hoy no es mi mejor día. Pero la decisión si que creo que es de las mejores que he podido tomar. Lo que no sé es porque he tenido que esperar al frenazo de un tren para tomarla.