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La canción del mundial

A mi el fútbol me interesa lo mismo lo mismito que a un manatí el iPad, pero a nada que uno tiene una miaja de vida social se ve envuelto en el semejante disparate que es esto del mundial. Los carteles de publicidad, las tiendas, los bares, los anuncios de la tele… ¡¡va todo de lo mismo!!

Hasta las conversaciones típicas que solía tener con los compañeros de Karate se centran en los partidos de España y Japón. De la selección sé que empezó perdiendo, pero que ahora va ganando… ¡ah! y que hay uno del Athletic que a pocas mete un gol de cabeza, que le dedican una noticia entera en el correo digital a semejante hazaña que revolucionará el mundo.

¡Ojo, que tampoco es que sea un amargado que me esté quejando, que a mi esto no me molesta!. La verdad es que porque no me ha cuadrado con el currelo, pero si saliese un plan de ir a ver un partido con los colegas a un bar por la noche, me iba a verlo seguro porque risas no iban a faltar. Y cervezas tampoco.

Total, que hay mundial, y que Japón parece que no lo ha hecho tan mal como esperaban. Ahora ya están eliminados, pero en todo este tiempo ha coincidido que me he escapado tres veces de gambiteo por Shibuya, y las tres veces han puesto en el club una canción con la que se volvía todo kiski loco entero ahí dando saltos. La he estado buscando para el post regulero, y la he encontrado, es una que han hecho los de Exile para animar a la selección japonesa que se ha convertido en todo un himno ya, típica de estas pegadizas a más no poder. Se llama «Victory» y hoy es la primera vez que veo el vídeo en condiciones, la verdad es que estos elementos de Exile dan un poco de grima ahí a lo Backstreet Boys en plan pa chulo mi pirulo y sólo molamos yo y mis gafas de sol estilo soldar vigas, pero bueno, en fin, en el mundo tiene que haber de todo y les tendremos que dejar que vivan, digo yo.

A mi es que me trae otros recuerdos mucho más gratos que ver a dos manadas de rascayús dándole a una pelota, porque ha coincidido que las veces que la he escuchado a todo volumen en la disco, me lo estaba pasando como un hobbit. Así que aquí la pongo como post regulero del miércoles, y de paso para que no se me olviden esas tres noches épicas:

Juas, me estoy acordando de cuando sonó la parte de las palmas la última noche, jejejeje, madre mía, madre mía, madre miaaaaaaaaa

¡¡¡ Este siiiii, este es
:regulero:
como él solo !!!

Ternura

Probablemente aquella fue la historia más bonita que me haya pasado nunca.

En el vuelo de vuelta a Tokyo desde Frankfurt trabé amistad con mi compañera de avión y en lo que volábamos por la mitad de Rusia resulta que íbamos cogidos de la mano por debajo de las mantas. Recuerdo esa historia, la recuerdo a ella con especial cariño como si no hubiese sobrado o faltado nada. Recuerdo su sonrisa, sus ojos cerrados mientras dormía sobre mi hombro, su pelo haciéndome cosquillas en el cuello, su aliento a los snacks del avión.

Es curioso, me acuerdo de todo lo referente a ella, incluso de algunas de las fotos que me enseñó de España, todas de grupo y todas haciendo la V con los dedos. Hasta me viene a la memoria la ropa que llevaba ella en ese momento aunque no tengo ni idea de que llevaba yo ni que había de menú. Del viaje sólo sé que hubo turbulencias, después besos y que el avión pareció llegar en la mitad de tiempo.

Nos separamos en el aeropuerto como si nunca nos hubiésemos conocido, ella con sus padres y yo con mis maletas. El adios nos lo dijimos justo después de soltarnos las manos cuando el avión acabó de aterrizar, y luego sólo hubo miradas que se cruzaron aquí y allá por la ruta semiseñalada de la terminal, ahora en la cinta transportadora de equipajes, luego en el control de pasaportes, después en la estación.

Más que un sayonara, fue un hasta luego, porque los dos teníamos el teléfono del otro y sólo hacía falta esperar a que alguien se atreviese a sacar fuera del avión una historia tan perfecta para tratar de rodarla en la vida real. Mismos protagonistas, distinto escenario, guión por escribir.

Fue ella la que mandó el primer mensaje.

Vivía lejos, pero venía dos veces al mes a Tokyo a un curso de algo relacionado con Ikebana, aunque nunca lo tuve claro del todo. Y algo así como un mes después de perdernos entre equipajes y azafatas, volvimos a vernos sin cinturones de seguridad de por medio. Fuimos a cenar a un izakaya en Shibuya y la primera media hora fue horrorosa. No teníamos absolutamente nada de que hablar, cada vez que uno hablaba de algo, el otro se quedaba bloqueado. Risas tensas, fuera de lugar, incómodos silencios, conversaciones sin punto y seguido. La novedad, la frescura del avión pareció no existir y cuando la despedí en la terminal de autobuses, no fui capaz de quitarme el vaho de tristeza del alma que se quedó allí por unos días empañando el recuerdo de una historia preciosa.

Pero lo volvimos a intentar porque nos lo merecíamos con creces, teníamos que hacerlo.

Al de dos semanas volvió y quedamos de nuevo. Estrenaban la película del Ché y quizás porque no tuvimos que hablar demasiado, la cosa fue a mejor. Casi creí que de haber luz de por medio, nunca íbamos a saber que hacer. No es que sobraran besos cual adolescentes en celo, sino que parecía que sentirnos uno al lado del otro era más que suficiente para los dos, o más bien que no había más remedio dado que no éramos capaces de mantener dos conversaciones seguidas coherentes. Resultó que más allá de los tópicos sobre España y Japón, estábamos vendidos como los perfectos desconocidos que habíamos sido siempre.

El vaho no se acababa de ir; no parecíamos los mismos que deseábamos que el avión tardase tres horas más en aterrizar en Narita. Y nosotros no acababamos de despegar.

Como en la canción de Mecano, la siguiente vez fuimos a un concierto, el de Coldplay en Saitama. Ella consiguió las entradas, todavía no sé como porque estaban agotadas desde hacía tiempo, y por lo menos esa vez parecía que compartíamos gustos musicales. Después me confesó que nunca había escuchado Coldplay, pero ya no importó. De nuevo las manos se unían en la oscuridad, y sólo en la oscuridad. Cuando nos fuimos a cenar esa noche, supongo que por la emoción de lo vivido, acertamos a hilar una buena conversación que acabamos al amanecer. Si hubiese que ponerle un sentimiento a la despedida en la estación, sería esperanza.

Volvimos a quedar dos veces más. Pero, casi como temía, fueron los dos días más aburridos de la historia de los días aburridos. Tardes incómodas, sin saber que hacer ni donde ir, sin saber cómo actuar con la chica con la que viví la historia probablemente más preciosa de mi vida.

Y de mutuo acuerdo, aún sin decirnos nada, decidimos no volver a llamarnos más.

Hasta hace unos días, año y medio después de nuestro último desastre, cuando en un mensaje me contó que se ha vuelto a su pueblo natal a unos cuatrocientos kilómetros de Tokyo, que vio que había perdido España y se acordó de mí. Dice que se acuerda mucho de la comida de Andalucía, de las gentes… del viaje de vuelta conmigo. Me pregunta si todavía tengo las zapatillas de la goma blanca que tanta gracia le hicieron, que si he aprendido a manejar la cámara de fotos, que si he vuelto a coger un avión.

Y yo, ya sin vaho, le contesto que no, que no he vuelto a coger ninguno desde entonces. Y mientras sigo escribiendo, rememoro todo a la vez: las horas de vuelo abrazados y los paseos por Tokyo sin saber que decir, los besos en el asiento de ventanilla a escondidas de sus padres y mis conversaciones de Karate que sólo me interesaban a mi… y si agito un poco el baúl de los recuerdos y lo vuelco en busca de un sentimiento, seguro que cae el de ternura. Fue la historia más romántica que haya vivido nunca y ahora, con la perspectiva del tiempo, creo que fue infinitamente tierno que intentásemos una y otra vez repetir aquella magia, que tratásemos de dar, sin éxito, con la receta que nos hiciese llegar a algún lado mientras nos aburríamos, a morir, el uno con el otro en cada intento.

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Citygolf

Siempre me ha hecho mucha gracia éste sitio cerca de mi casa donde van a jugar al golf. Al principio solía ver de vez en cuando a gente que iba toda preparada con los palos al hombro y pensaba que habría algún campo pequeñito cerca. Lo que hay es un lugar todo cubierto con red donde van a darle a la pelotaca… yo lo veo como la cosa más aburrida del mundo, pero la verdad es que siempre hay un montón de gente.

En fin, no creo que me vean a mi nunca ahí dentro.

Todavía estoy por averiguar algo que no se pueda hacer en Tokyo…

El hasta aquí

Es curioso como si rascamos la capa cultural que cada uno llevamos puesta, resulta que somos muy parecidos quienes a cuales. Lo que vengo a querer decir es que yo conozco a personas japonesas y a personas españolas que tienen el mismo fondo a pesar de no compartir formas. Es fácil de ver sobretodo si uno ha coincidido durante largos periodos de tiempo en alguna actividad. En Karate, ahora mismo está el señor calvo rechonchete que, con mayor o menor fortuna, le pone infinitas ganas al entrenamiento, también está el chico americano que se empeña en corregir al resto de estudiantes sin prestar demasiada atención a si mismo y la que ha motivado que me ponga a pensar en todo esto: la señora mayor con ansias de protagonismo.

Es admirable, la cosa sea dicha, que alguien de unos sesenta y muchos años siga practicando Karate un par de veces por semana, ojalá llegué yo allí. Pero mi experiencia con esta señora es más bien negativa, sin que nunca haya llegado a importarme lo más mínimo. Digamos que me dan igual sus tonterías de tan tontas que me parecen. Nada que ver con los gritos del otro artista, que por cierto son muy amigos, y poco que me extraña.

Total, que hay una señora en Karate que ha asumido el papel de llamar la atención todo lo que puede. Da consejos sobre movimientos que ni siquiera sabe hacer, ha cogido confianza con los profesores de esa que se cae por los bordes de tanto que sobra: sobreactuando al reír, multiplicando por cuatro lo amiga que en realidad es de ellos, que anda que no la tienen calada, y si se tercia, menospreciando a otros con tal de triunfar socialmente en esa absurda carrera de popularidad que se empeña en correr mientras los demás, la mayoría, nos limitamos a intentar aprender cada día algo más. Como si eso fuese poco.

Hoy me ha tocado a mí ser el objetivo de su pobre ego, en un movimiento desafortunado le he pisado el pie. Es normal porque al ser día de examen estaba el tatami lleno, y no es raro que haya encontronazos, de hecho ha sido meramente cuestión de un segundo que no me hubiese pisado ella porque ninguno de los dos nos habíamos visto. Pero el caso es que la he pisado yo con el pie descalzo en su pie descalzo, concretamente con la parte de delante de mis dedos en la parte central de su pie, vamos, que es imposible que le hubiese hecho nada de daño. Pues bien, ha empezado el teatro: a lo Fernando Torres ha empezado a gesticular, a poner caras, a hacer gestos, a decir por lo bajo que cuanto le dolía. Yo, que ya me la conozco, le he dicho una sola vez y casi sin mirarle a la cara que lo sentía, pero ella seguía con su retahíla sin dignarse a contestarme. Le ha pillado a Kojima san, pobre con lo pedazo de pan que es, y ahí ha empezado a ponerme a parir: «que si el Oskar este, que si siempre igual, que si no tiene cuidado, que si que dolor, que si me quiero morir», y venga a cojear y a mirarse el pie, como si le fuese a salir la cara de Buda ahí en forma de moratón.

Yo he pasado de ella, como alguna otra vez que me ha venido a comer la oreja poniendo verde a otro pobre, y Kojima ha hecho lo propio, así que se ha ido donde otro a llorarle, y después a otro más… hasta a tres o cuatro personas más le estaba enseñando el tobillo señalándome y encargándose de hacerse la víctima todo lo posible. Que tía más bruja, que manera de querer y no poder, que complejo de princesa caraflautas, que pena de persona, y que tortazo le daba.

Pero como soy un tipo pacífico, lo que me ha dado es por pensar en el hasta aquí, a lo teoría de las mías. Me ha venido de sopetón todo lo que yo he pasado desde que empecé a entrenar en Zalla con dieciséis años hasta este mismo momento en el Dojo principal de la SKIF en Tokyo el que era el único extranjero de unas treinta o cuarenta personas entre compañeros que se han presentado al examen, amigos y familiares que venían a ver, y los que nos quedamos para ayudar. Y he pensado que no es ninguna casualidad que yo esté aquí, porque casi podría contar cada gota de sudor, cada lágrima con la que se ahogó mi vida anterior, cada noche en vela estudiando japonés por mis huevos para tratar de cuadrar un poco en un mundo que es de otros. Casi me ha crujido de nuevo la mandíbula por cada puñetazo encajado acompañando al constante dolor de ampollas y agujetas con el que vivo cada día.

Así que no, señora mía. Este trago no me lo trago, porque si echo la vista atrás, no se imagina usted todo lo que he tenido que pasar para que se tercie ahora la posibilidad de darle un pisotón de cuando en cuando. No me venga con ésas y compórtese, encájelo y no me monte el número. Que extranjero o sin extranjerar, el espejo nos escupe canas a todos y en mi caso ya me gritan por lo bajo que uno tiene ya bastantes como para aguantar circos.

Y el caso es que se lo digo desde el cariño aquí, porque bien sabe Dios que cada vez me cuesta más callarme y a la próxima no creo que llegue usted muy lejos con su comedia porque habrá cuatro cosas que tendré a bien decirle, que tengo las tragaderas ya a rebosar y se me está olvidando como se achicaba.

Excursión a Zushi

El domingo me pegué un madrugón de esos que dan miedo y me planté en Shinjuku presto y dispuesto a hacer una ruta por el monte que Héctor se sabía. Por el camino me crucé con mi vecina que venía fina haciendo すs por la acera dejando entrever su entrañable condición gambiteriana. Mientras pensaba que ole sus huevos, también me di cuenta que en mi barrio de viejicos a esas horas hay más gente por la calle que a las tres de la tarde, así que ya me tengo mirada una ruta alternativa para mis regresos domingueros. ¿Será por eso que me miraban raro en el súper?, si es que esas horas no son buenas…

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Bueno bueno, que estábamos en Shinjuku a las ocho de la mañana. Allí me planté y aunque estaba Carlos esperando en el mismo sitio, como no le conocía no le dije nada hasta que Alain llegó y nos presentó. Total, que unas ocho personas nos juntamos y después de un ratico por entre andenes y otro dentro de un bus que habla todo el rato, llegamos al principio de la ruta donde lo primero que hicimos fue cascarnos un yakisoba como la copa de un pino de bueno, ojo que Saralú saco foto:

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Héctor venía con las fivefingers de casa, yo las mías me las traía en la bolsa, pero me las calcé dentro del bus. Balance totalmente positivo: pasamos por un río metiendo el zancarrón y sin problema, subimos por un camino lleno de barro y daba igual que pisaras que que no, porque total luego íbamos a pasar por el río… aparte de para correr, queda demostrado que para ir al monte están genial.

Al principio nos acojonaron un poco con un cartel donde ponía que había serpientacas a lo V ahí acechando, y la verdad es que al principio yo creo que todos teníamos el dichoso cartel en la cabeza y andábamos atentos cuando había hierba alta.

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Como decía, el principio del camino era por un río: ibas por la orilla hasta que de vez en cuando te tocaba atravesarlo por unas piedras que tenían puestas. Fue súper chulo, lo mejor de toda la ruta!!. La segunda foto, que también la sacó Sara, me parece preciosa (y no es porque salga yo, aunque influye, jajaja):

Después cuestaca parriba llena de barro hasta que llegamos a la cumbre donde había un mirador desde el que no se veía nada por la niebla, lo que no quitó para inmortalizar el momento a lo fotaca conquistadora. Ojo a Alain que se encontró el palo de un avatar y ya no pudo parar!

Y ya tiramos pabajo y nos fuimos a comer un piscolabis a una playa que había allí al lado. Ahí paso una movida que todavía estoy yo chato. Estábamos tan tranquilos zampando unos onigiris y unos bocatas, cuando de repente baja un aguilucho a toda caña, engancha mi bocadillo con las garras dejándome el plástico de fuera, y se lo lleva. Flipante: a mi ni me tocó, pero el peazo bicho se me llevó la comida ahí en un movimiento a lo culebras que me dejó temblando. Yo lo único que vi es un mostrenco encima de mí y de repente un bicho llevándose mi merienda, ¡es que hasta lo sacó del plástico!. Menudo artista, si señor. Luego ya andaba a ver si bajaba a por la manzana, pero el muy perrete sólo daba vueltas por encima.

Luego ya, pues para casa a quitarnos los siete kilos de barro que llevábamos a base de ofuro reparador… mereció la pena el madrugón, si señor, aunque tampoco me costó demasiado porque el viernes y el sábado los dediqué a preparar el examen de Karate y no tenía el cuerpo pa mucha juerga así que el sábado me metí prontito a la cama como el chico formal, responsable y lozano que soy.

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La talegada padre

Hacía mucho que no tenía yo tanto dinero junto en las manos… y poco me ha durado, que anda que no ha cambiado rápido de dueño. Eso si, antes había que tener algún recuerdo de nuestro corto pero intenso romance.

Totoro lo ha pasao peor, esto es así, que anda el hombre más mustio que ni sé y ya ni totorea ni ná…

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Soberbia

Teniendo en cuenta que trabajo desde casa, los días de entre semana son calcados unos de otros, lo único que los diferencia es qué traje me tocará ponerme a eso de las siete de la tarde para empezar a pegar saltos y darme cuenta de que para hablar con otras personas no hace falta un teclado de por medio.

Sin embargo, hay un día que es distinto a los demás. Los lunes las clases de Karate son diferentes a como lo son cualquier otro día. Por alguna razón, ésta primera clase de la semana está maldita y somos muy pocos los que asistimos. Los profesores son los mismos, el lugar es el mismo, el horario es el mismo, pero los alumnos no son ni la cuarta parte de los habituales.

No, me trago lo de maldita porque para mi ha resultado ser más bien bendita. Coincidimos un máximo de tres cinturones negros, en el mejor de los casos, junto a otro tanto de cinturones de colores. Así que si normalmente la atención del profesor se reparte entre unas veinte personas, los lunes nos toca a mucho más, y si tenemos en cuenta que hay un momento de la clase en el que sólo contamos los cinturones negros, pues ya ni te cuento.

Supongo que en algún momento ésta clase sería como las demás, pero mi teoría es que coincidieron unas cuantas semanas, por azar, en que vino poca gente y ya cogió esa fama. Y hay gente a la que no le hará gracia eso de tener los ojos del profesor prácticamente encima durante los noventa minutos. Dependiendo además de qué profesor sea, puede pasar que te corrija uno de cada dos movimientos, lo que yo creo que es bueno, pero entiendo que puede ser frustrante.

Estando los pocos que estamos, no es raro que me haya tocado ser el alumno de más nivel bastantes veces. Esto significa que me toca ponerme a la derecha del todo y «ordenar» a los demás que se pongan en fila, después en seiza y saludar al dojo, al profesor y a los compañeros en ese orden. También es habitual que el profesor me saque para explicar alguna técnica, y que al acabar tenga que recitar el dojo kun el primero mientras los demás lo corean. Todo en japonés, por supuesto, es más, en esta clase es raro que haya otro extranjero.

Así que los lunes son distintos porque toca la clase de los cuatro gatos en la que se aprende tres veces más porque los ojos del profesor son tuyos más tiempo.

Pero los lunes también toca la clase en la que me veo las caras con la persona que peor me ha tratado en la vida, que coincide que también viene este día aunque llega siempre tarde, con lo que ya no cuenta para lo de alumno de más nivel en la retahíla del principio y del final. Es una persona arrogante, altiva, cuyos modales son malos para empezar y después ya veremos. Persona a la que yo evito desde que tuve que aguantar con la cabeza gacha, insultos en el japonés rudo más humillante que he soportado nunca. Desde aquél día nos ignoramos mutuamente, y así nos va mejor.

O nos iba, porque algo cambió ayer. Vino en el descanso y me hizo una reverencia que yo le devolví con miedo pensando en que me iba a soltar una charla sobre modales porque todos van a saludarle menos yo cuando entra. Pero no, me empezó a hablar, sin quitarse la arrogancia del todo de encima, de la competición. Me contó que estuvo viendo los combates, me dijo que me muevo muy bien pero que ataco con miedo, me dijo que él es árbitro y que me hubiese marcado la patada en la cara del segundo, pero que para la próxima vez intentase que sonase más el golpe. Me hizo poner en guardia delante de él y me dió un par de golpes en el estómago que sonaron mucho aunque no dolieron nada, a modo de ejemplo. Después me hizo darle yo las patadas, pero en la cara ésta vez, y se las dí que sonaron aunque sin llegar a darle fuerte, por la cuenta que me traía. El resto de personas que saben la historia nos miraban de reojo sin entender muy bien la situación, vamos, como yo que seguía sin saber muy bien si arrastrar o envidar.

Así si, así sí ganas. Tienes que hacerte notar y que tus ataques sigan siendo igual de buenos, pero que se vean mejor, que suenen, que dejen buena impresión, que no parezca que vas con miedo.
Ossss
Y si sigues entrenando como lo haces, estoy seguro que tarde o temprano ganarás algún campeonato, da gusto verte.

Después me dio un par de palmadas en la espalda riéndose como si fuésemos los amigotes de toda la vida que nunca seremos porque no necesito tener cerca a nadie que me perdone la vida tres veces por frase.

Yo creo que a su manera, se estaba sorbiendo un poco la soberbia para darle cera a mi vanidad por los motivos que fuesen. Y yo, qué queréis que os diga… ya estaba empachado de tanto tener que odiarle dos veces por semana.

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La pisodisea

Menos mal que ya parece que está solucionada la liada padre ésta… en fin, pasemos sin mas dilación a la narración del bonito sobrevenido de la pisodisea que me ha acontecido las pasadas horas de nuestro señor el Daibutsu:

Resulta que cuando llegué, yo no tenía visado de trabajo, aunque vine con un contrato de una empresa japonesa bajo el brazo, así que nada más aterrizar empezamos a mover los papeles y al de mes y medio ya era oficialmente un tío encorbatao homologao ya para izakayarme después de trabajar y arrastrarme por los andenes de la Yamanote entre otras simpáticas y cercanas aficiones. Pero claro, de mientras en algún lugar tenía yo que pernoctar, así que empezamos la búsqueda de la madriguera que se tuvo que poner a nombre de mi empresa porque yo todavía no tenía el visado, y además porque soy más extranjero que la nocilla y sin un aval japonés no te alquilan.

Esto del aval tiene su truco, porque resulta que hay empresas que se dedican precisamente a avalar a extranjeros por una módica cantidad anual. Vamos, que es todo un paripé a degustar con edamame y Calpis soda. Paro aquí para hacer hincapié en mi especial simpatía hacia las inmobiliarias, y de paso señalar que se extiende con la misma cantidad de bonito amor a las aseguradoras, bancos, consultorías y al carapepino de Ben de Lost que me ponía de los nervios y bastantes pocas ostias se llevó.

En España la cosa con los extranjeros no sé como será, pero me imagino que parecida, la única experiencia que tengo yo con un alquiler de vivienda fue en Rekalde donde me eché atrás una semana después de dar mi palabra al dueño porque me salió la oportunidad de venirme a Japón, y el tío aparte de venir a la devolución de las llaves con su hija y el novio de su hija, por si me ponía yo farruco supongo, me puso a parir y me hizo pagarle un mes de alquiler cuando ni siquiera había dormido allí ni una sola noche. En fin, entiendo que hubiese que pagarle algo porque al echarme atrás les hice una faena, pero las malas maneras sobraron y lo cierto es que me acabaron de rematar en la época en la que acontecieron. Si pasase ahora otro gallo berrearía, y ni novios ni nueros que valgan, mecagüen.

Bueno, total, que el piso durante estos tres años ha estado a nombre de mi empresa anterior, la japonesa. Pero las cosas están tan mal que se van a declarar en bancarrota, es decir, que inmediatamente después de dar la noticia, los señores de hacienda van a congelar todos los activos de la compañía, y en los papeles aparece claramente un contrato de alquiler de mi piso. Técnicamente no es un activo, sino un servicio que el dueño le está dando a la empresa, pero sí que hay un dinero dado en depósito y además no queda claro si se presentaría gente aquí a hacernos mil preguntas a mi y al dueño, que vive al lado por cierto y eso no me hace mucha gracia. Lo mismo se planta aquí hacienda a embargarme la colección de revistas de El Jueves, y eso si que no.

Mi exjefe me llamó avisándome del lío ayer, y ayer mismo nos pusimos manos a la obra. Michiko, que es mi ángel de la guarda y que de tantos favores que me ha hecho ya no sé ni cuantos monumentos le tocan cuando me ponga a hacerlos, se vino conmigo y estuvimos algo así como cuatro horas de reloj en la agencia inmobiliaria contándoles la situación. En principio la cosa parecía fácil: cambiar el contrato de nombre, en la práctica nos complicaron todo de una manera que de hacer un powerpoint sólo se vería un cuadrado donde pone «persona extranjera» y cientodiecisiete flechas que acaban apuntándolo.

Total, después de revisar mil papeles, llamar como cuatro veces al dueño de la casa (que, insisto, es mi vecino y le veo prácticamente todos los días), otras tantas llamadas al abogado de la empresa que es un señor de gafas bajito muy majo que les explicó la situación treinta veces, accedieron a hacer el cambio con las siguientes condiciones:

– Hay que cancelar el contrato actual, mi exjefe tiene que firmar un papel y traer el sello de la empresa
– Hay que hacer un contrato nuevo a mi nombre, pero como soy extranjero y no tengo una empresa que me avale (mi empresa actual sólo está en Irlanda), hace falta aval, por suerte hay una amiga japonesa que se ofreció y a la que tengo asignados un par de monumentos también (Michiko no puede porque está en el paro, pero se ofreció la primera)
– Hacer un contrato nuevo implica que tengo que volver a pagar el key money, la gaita esa que se inventan por la cual le regalas el equivalente a un mes de renta a los dueños. Esto no es por ley, es una historia que se inventó alguien hace un montón de tiempo y lo aplican cuando les da la gana a criterio de los dueños. Esto me ha dolido, y no sólo por el dinero, ¿he dicho que son mis vecinos, que me conocen desde hace 3 años y que lo más que he liado es que por culpa de la gripe A se me olvidó pagar la renta un día y lo hice al día siguiente?. ¡Si hasta me pongo auriculares para ver la tele por no armar ruido!.
– También implica cancelar el seguro de incendio porque está a nombre de la empresa anterior y hay que hacer uno nuevo a mi nombre
– Todo esto tiene ciertos gastos para la agencia que por firmar un par de papeles me clavan el equivalente a medio mes de alquiler

Es decir, que lo que yo me esperaba, o tenía olvidado porque el contrato tocaría renovar en marzo del año que viene, me ha venido ahora mismo de sopetón dejándome las finanzas temblando y los pelos como chinchetillas apoyadas de culo. Me había planteado hasta cambiarme de sitio y estar un poco más cerca del centro para poder salir a las noches y volver en bici olvidándome del último tren, pero lo cierto es que estoy en el centro geométrico de los dojos de Karate y de Capoeira, y a día de hoy es lo que mueve mi vida, así que aquí me quedo poniendo un huevo.

El martes tengo que ir con los tariles, que los tengo de milagro, y después de otras treinta y tres firmas, el contrato de alquiler estará a mi nombre oficialmente por dos años más, aunque está por ver que va a pasar el año que viene con el visado.

Y esta ha sido, oh buenas gentes, la pisodisea contada según acaeció a los ojos del que les habla. Cuentan que después de semejante sucedido, el protagonista de la historia cambió su estado espiritual por uno más acorde al fenecer de la semana recordada con hastío hasta ese momento…

:gambi:
Ala pues

Miércoles, 16 de Junio del 2010

Hoy no tengo ganas de escribir para nadie, hoy paso del blog y recupero mi diario, éste que empecé a garabatear allá por el 2007 con la pluma que Beatriz me regaló hace ya tanto que parece que haya sido siempre mía. Y es que hace mucho que no escribo nada aquí por culpa del blog, y ya iba siendo hora de guardarme algo para mí mismo, un libro secreto con lo que de verdad siento al abrigo de miradas desconocidas.

Ha sido un gran día, un día de esos que se recuerdan una y otra vez con cariño, ya casi con nostalgia a pesar de que quedan algunas horas. Tampoco es que haya pasado nada del otro mundo, o no nada que no haya pasado antes, pero yo lo he vivido de una manera especial, como si cada pequeño detalle contase un poco más que siempre, como si el agua del grifo supiese mejor, o las nubes fuesen más blancas.

Ahora, mientras escribo, tengo ganas de llorar. Estoy por parar y dejarme llevar, desahogarme y soltar por los ojos lo vivido últimamente para comenzar mañana de nuevo. Pero no, no voy a llorar, voy a escribir porque quiero escribir, quiero que quede constancia de lo que ha pasado hoy, de que, por ejemplo, he hecho mucho ejercicio a pesar del calor asfixiante y húmedo de ésta época en Tokyo. Nunca pensé que iba a volver a vivir más de una época de lluvias en Japón, y con ésta ya van cuatro. Pero claro, tampoco pensé que iba a estar aquí viviendo sólo tan lejos. Dios, qué solo me siento ahora mismo, ¿será por eso que quiero llorar?.

Me gustaría que alguien me estuviese esperando aquí, en casa, que hablásemos de cómo han ido hoy las horas de rápido o de despacio, de nuestros días separados ahora que estamos juntos otra noche más. Seguramente no estaría escribiendo, sino cenando con una jarra de cerveza fresquita y dos coloretes más en la cara, de contento. Te contaría, si tu fueses ella, que hoy en Capoeira me han salido las cosas bastante bien, que Sucuri me ha encargado el diseño de unas camisetas para la visita del maestro más famoso del mundo, que se viene a darnos un curso. Es curioso como cambia uno cuando pasa tiempo con la misma gente… es como si ahora hubiese ganado un grado más de amistad, de confianza con mis compañeros porque ya compartimos ciertas vivencias que nos han unido un poco más: un campamento, muchos entrenamientos, algunas fotos…

A pesar del calor, seguro que te abrazaría, me pondría detrás de tí y trataría de abarcarte con mis brazos mientras huelo tu pelo. No sé en qué idioma hablaríamos, pero el abrazo seguro que te lo daría, de hecho ya llevaría más de uno. Y seguiría contándote que igual que hay personas con las que me llevo mejor, otras veces me da la impresión de que no caigo bien a algunas otras, aunque no es evidente, quizás todo esté dentro de mi cabeza, o quizás no. No le doy importancia, no te creas, o no más de la debida.

¿Sabes que me lee mi madre últimamente por internet?, me acuerdo en el año 2001 cuando vine aquí por primera vez que fue capaz de hacerse con una conexión por teléfono, y crearse una cuenta de correo, y escribir algún que otro mensaje que yo leía con cariño en la oficina porque en el piso no teníamos internet. Añoro que gente que conozco me escriban emails, ya casi nadie lo hace, quizás porque yo tampoco lo hago… a veces pienso que debería pensar un poco más en cómo paso mi tiempo libre porque estoy distanciándome de la mayoría de las personas de mi vida anterior. Es normal, pero debería hacer algo porque pasase un poco menos rápido.

También he ido a Karate, otro de tantos miércoles en los que ha venido Kanazawa Kancho. Hoy ha sido ligeramente distinto, se ha parado a hablar conmigo aunque sólo han sido algunas palabras, pero en japonés. Me he emocionado mucho aunque me lo he guardado para mi, y el cansancio se ha evaporado sintiéndome más motivado que nunca. De repente me he dado cuenta que soy capaz de seguir toda la clase en japonés, que incluso en los descansos no uso otro idioma, y aunque llevo tiempo haciéndolo, hoy ha sido cuando lo he notado. Debería estudiar más japonés, no, debería volver a estudiar japonés. Algún día. Ah!, también me ha hablado Daizo Kanazawa, y con Takahashi sensei hemos estado comentando los combates de la competición. De verdad que me he sentido bien, motivado, respetado, quizás querido.

Al principio en el vestuario he coincidido con Kojima-san, que majo es este chico, a veces quiero perderle un poco el respeto y decirle que deje de fumar, pero no me acabo de atrever. Y le he dado un CD con las fotos que le saqué en la competición, junto a algunas que revelé más bien por ver cómo quedaban que por regalárselas, pero así he matado dos pájaros de un tiro. Me ha preguntado por el campamento de éste año, y yo le he dicho que no creo que vaya. Y es verdad, no lo tengo nada claro ni económicamente, ni por tiempo porque tendré que aclararme pronto si quiero seguir más en Japón o no… tendré que decidirlo antes de que el tiempo lo decida por mí.

Bueno, me parece que voy a dejar de escribir ya, aunque me ha gustado volver a coger la pluma y sentarme a la luz de la lámpara del escritorio sin ordenadores, ni cotillas desconocidos de por medio. Creo que le hará bien a mi salud mental que lo haga más a menudo… aunque tampoco me iba a venir nada mal encontrarte de verdad, y que te vinieses a prestarme tus oídos de vez en cuando a ésta hora en que el día es ya tan viejo que no sabe muy bien para donde tirar. No dejaría de escribir, pero primero te lo contaría todo a tí antes que a nadie.

Te echo tanto de menos y no sé ni quien eres….

Desde Tokyo, un día más que coincide que es Miércoles,
Oskar Díaz


Puñetazo de malas maneras

Esta si que es buena, la noticia con la que estoy desayunando aquí el desayuno de los campeones. ¿Pues no resulta que un señor le ha pegao un puñetazo en la jeta a otro por hablar con el móvil dentro del tren?. Por lo visto, éste intelectual de 49 años estaba hasta los tamagos de uno que parece que estaba formando bastante escandalera hablando con el móvil, así que le ha debido decir que eso no son maneras. Hasta aquí de acuerdo, lo cierto es que a mi me molesta bastante cuando alguien va montando el circo y todos tienen que escuchar las tontás que tienen a bien compartir con todo Cristo estos mostrencos tocahuevos.

Pero ojo, que el otro le ha debido decir que nones y se han puesto a discutir. Tampoco nada del otro mundo, a nadie le gusta que le digan que molesta, supongo, aunque seguramente yo hubiese colgado la llamada. La movida es que al salir los dos del tren en la estación de Takadanobaba, el lumbreras que se quejaba le ha soltado una mirinda en la cara al otro que lo ha dejado tambaleando y, aquí viene el lío, que en lo que estaba medio grogi, el hombre se ha dado contra un tren que pasaba rompiéndose el brazo. Vamos, que si coincide un poco antes, seguramente se hubiese caído a la vía y game over teléfono, llamada y malas maneras de un plumazo.

Yo me he quedao flipao con el artista, del que por cierto publican el nombre entero en el periódico en vez de sólo las iniciales. Está claro que un mal día lo tiene cualquiera, y que hay mucho tontolnardo que no es capaz de respetar unas mínimas normas de educación, pero que llegue a pasar esto… aunque bueno, no tiene ni comparación con el vagón de los Gremlins que volvían de Zalla a Zorroza en el último tren en mis tiempos mozos, que hubo un tarao que le pegó un puñetazo a una fluorescente y se hizo un tajo en la mano que me estuve riendo diecinueve días y quinientas noches.

Leyendo los comentarios de la noticia, hay una cosa en la que tienen razón: algunas veces hay grupos de gente hablando bastante alto y aunque molestan más, da la impresión de que no es lo mismo que alguien que esté hablando por teléfono. La razón de esto es que se hace mucho hincapié, se insiste muchísimo en que se ponga el teléfono en modo silencioso a través de tantos y tantos carteles, o de decirlo mil veces por megafonía. Es como el ejemplo número uno de mala educación a combatir, aunque pensándolo fríamente sea una tontería bastante grande.

En Tokyo, en cuanto a ruidos la cosa no está muy clara de todas maneras. Aunque en el transporte público se respeta muchísimo, que hay veces que da hasta miedo, después hay una serie de eventos que se repiten cada día y que forman mucha más escandalera en la calle sin que nadie se queje. Pasemos lista, Calista:

– los políticos con los megáfonos en las estaciones, con sus cintas de Mister Talante y sus sonrisas falsificadas
– los de la ultraderecha que van con los altavoces a todo meter gritando barbaridades la mayoría de las veces de muy malas maneras y a volúmen megatrónico
– el pesado que pasa absolutamente todos los días a dos por hora con la furgonetilla de recoger electrodomésticos y la cinta puesta donde te cuenta todas y cada una de las cosas que te recogen, y te las vuelve a contar porque en lo que acaba de pasar por tu calle lo mismo le ha dado la vuelta a la cinta cuatro veces. Terebi, jitensha, konpyuta, nandemo kekko deeeeesu.
– el del tofu con la trompetilla (aunque reconozco que me mola el sonido, como el del yagaimooooooooo)
– los de las tiendas con megáfonos o a pelo gritando a lo loco aunque dudo que nadie les escuche en realidad
– las motos, que aquí las hay con sistema de audio, con lo que la música la escucha el que conduce y todos los demás
– lo que sale de los Pachinkos cuando se abren las puertas haría explotar cualquier sonotone en 10 km a la redonda

No deja de ser curioso que todo esto no parezca molestar, o que si lo hace no se le dé importancia, y sin embargo se le dé tanta a las maneras dentro del transporte público con tanta campaña de sensibilización. Ojo, que me parece genial, ojalá esto se mantenga y uno pueda contar siempre con estar aunque sea un rato tranquilito leyendo o sobao entero en el tren, siempre sin llegar al extremo del justiciero caraflauta este de la noticia.

Pero que hay cosas que no se entienden, también.

:regulero:

Fuente: Japan Today
Tiempo del post: hombre, éste me he tirao mi buena media horilla ahí en plan reflexión, ¿eh?, ojo


Capoeira Summer Kick Off Party

El sábado había un evento organizado en Capoeira, estábamos todos los estudiantes invitados a una Roda y después a un concierto de un señor llamado Silvio Anastacio que iba a tocar música brasileña. El gimnasio de Capoeira mola mucho porque a parte de ser amplio, tiene un bar con su barra, su dispensador de cerveza y todo, así que no es raro que nos quedemos allí los que vivimos cerca hasta las tantas tomando zumicos y bebidas isotónicas después de entrenar los viernes.

El plan prometía mucho: Sucuri, el profesor, iba a poner una serie de vídeos de Capoeira explicando algunos conceptos básicos, y después de verlos todo el mundo se cambió de ropa y pasamos a hacer una Roda, la pelea en el círculo, que duró una hora con gente entrando y saliendo cada medio minuto. Yo sólo salí una vez porque todavía no tengo nivel suficiente y la verdad es que acabo haciendo Karate siempre, pero estuvo genial y daba gusto ver a los niños haciendo con los mayores sin ningún miedo. La grabé prácticamente entera, ahí van algunos cachos, a ver si me pispiáis lo poquico que salgo:

Lo siguiente fue preparar un poco el escenario y Silvio Anastacio estuvo tocando música en directo mientras el resto nos sacrificábamos porque resulta que había excedente de zumo de cebada y Caipirinhas y no era plan de que se estropease.

Una de las cosas que más me gusta de este lugar es la cercanía, la camaradería que existe entre la gente. Todo el mundo se conoce y aunque yo no llevo casi nada comparado con ellos, lo cierto es que me siento uno más. Para mi, Capoeira aparte, el lugar se ha convertido en una especie de txoko donde siempre te encuentras a alguien con quien echar un rato aunque no haya clases y el poder hablar en castellano con el profesor es impagable.

Takeshi y Sucuri, los dos profesores, lo mismo servían cervezas que tocaban y cantaban con Silvio, y hasta William, un compañero de padre japonés y madre brasileña, se plantó con su guitarra y estuvo también tocando con ellos…

Además el lugar es perfecto para los chavales porque tienen todo el espacio del mundo para jugar y hacer el cabra…

El resto, pues nos dedicamos a gambitear todo lo que pudimos… y aunque no hubo manera de quitarme de encima la charla sobre el papel que va a hacer España en el mundial, que me interesa lo mismo que la reposición de Jara y Sedal, lo cierto es que me lo pasé genial!!

La chica de Enoshima (IV y final)

Conclusión de La chica de Enoshima y La chica de Enoshima II y La chica de Enoshima III


Por un instante, quizás algunos segundos, el tiempo duró el doble y se me pasó por la cabeza que todo ocurre siguiendo el guión de algún Dios que hace tiempo que escribió la vida de cada uno de los personajes de su teatro privado. Y me puse serio, como lo había estado antes de ser invitado, como cuando me evaporaba por los ojos apenas una o dos horas antes y creía que los latidos de mi corazón eran un simple trámite.

Oskar san, are you ok? you look sad -me dijo el mismo chico que me invitó a la mesa en la que ahora estaba sentado y que ejercía de anfitrión
Oh, I’m ok, don’t worry, I’m just fine!! -dije, recomponiendo cada músculo de mi cara para que pareciese verdad aunque dudo que nadie lo creyese en ese momento

Entonces me presentaron a Mika, pero ella casi ni me miró, de hecho en aquél momento cualquiera diría que no le gustaba un pelo que yo estuviese allí. Pero de expectativas tenía yo el corazón vacío desde hacía semanas, así que interpreté el papel de pretender que ella era una más y seguí con mis historias de extranjero de las Europas que no entendía ni jota de japonés, y poco más de inglés, mientras las olas hacían de teloneras de todas y cada una de las canciones del negro con rastas que llevaba toda la noche dejándome bien claro que sin mujeres, no hay lágrimas.

¿Has fumado marihuana alguna vez? -me preguntó Mika interrumpiendo la receta de la tortilla de patatas que trataba de contarle a otra de las chicas del grupo
Si, si que he fumado, bastantes veces, una vez en Amsterdam me pasé de la raya y casi no podía tenerme en pie -contesté yo, dándomelas de más, como si estuviese orgulloso de ello.
¿Has estado en Amsterdam? ¡mola!, allí es legal la marihuana, ¿no?

Y después vino París, y Barcelona, y Madrid y Bilbao. Y así, tal cual, de repente estábamos los dos hablándonos y escuchándonos mientras el resto se iba buscando a quien hablar y escuchar. A veces nos mirábamos a los ojos, a veces no. Ella no tenía mucho que contar que no tuviese que ver con Japón, lo cierto es que no parecía gustarle mucho hablar quizás porque tenía que hacerlo en inglés. A mi cualquier cosa que me contaba me valía porque hacía rato que estar cerca de ella multiplicaba por cinco el valor, el interés, el fondo de sus palabras. Era la luna, o su olor, o sus ojos, o el mar, o mi soledad, o el alcohol, o todo junto, o nada.

¿Sabes que no es la primera vez que te veo hoy? -le solté de sopetón- ¿sabes que te he visto en Enoshima ésta tarde?
¡Lo sabía! ¡sabía que eras tú! estabas con un gato y cuando iba con mis amigas te has enfadado porque hemos asustado al gato
Hombre, mucha gracia no me ha hecho… ¡pero no me enfadado!
Perdónanos, son mis amigas de la universidad y casi no nos vemos, así que cuando nos juntamos estamos todas emocionadas -me dijo en un inglés adorable mientras ponía su mano en mi brazo por primera vez –y empezamos a hablar de chicos y de novios y no podemos parar!
Jajaja, no pasa nada, no te preocupes -dije en mi inglés castizo- sólo estaba dando un paseo y el gato ese pasó por casualidad
¿Sabes qué? deberíamos ir a Enoshima mañana tu y yo a buscar a tu gato, seguro que está allí
Hombre, mientras te estés callada…

Y juro que su risa olía dulce, lo juro.

Pasó el tiempo entre conversaciones a veces sincronizadas y al de un rato en las dos mesas de plástico sólo quedábamos tres personas: había un chico dormido, o lo parecía, estaba Mika y estaba yo. El resto habían asaltado el centro geométrico del lugar y hacían lo posible por parecer que bailaban al ritmo del Marley que hacía tiempo que se venía repitiendo cada hora y pico. Su mano pasó de mi brazo a mi mano, y se levantó y me hizo levantar y me dijo que quería bailar conmigo y yo, como desde hacía horas, me dejé llevar con la careta de reír y la guardia baja.

Si al atardecer era la persona más sola del universo, ahora resulta que tenía una Coronita en mi mano y en la otra la cintura de una chica con cuatro o cinco años menos que yo que me sonreía con su pinta desaliñadamente encantadora, y mi anfitrión levantaba el dedo gordo de su mano derecha aprobando lo que fuera que fuese aquella situación, y al abrigo del resto que nos ignoraba, yo la besé. Y el caso es que ella también me besó.

Así pasamos las dos o tres horas siguientes, entre bailes de mentira, cerveza de México y besos de prestado de después de la medianoche. Ni yo sabía de ella, ni ella sabía de mí, y qué más daba mientras supiésemos a qué sabíamos los dos.

Ahora calculo que el momento en el que decidimos irnos sería sobre las cuatro de la mañana, esa hora ambigua de poco antes de amanecer en la que el despertador ya está frotándose las agujas con la vil idea de no dejar ver el final de los sueños. Nos despedimos de los que quedaban, incluyendo dos parejas quizás también improvisadas y muchos borrachos como nosotros, y acabamos durmiendo el empacho de besos con limón abrazados sobre la arena.

La mañana llegó en minutos, con su resaca que no invalidó la promesa de la noche de hace un rato y volví a Enoshima, ésta vez con Mika. Olíamos a alcohol, a noche en vela, a sudor y a excedente de horas robadas al fin de semana que parecía durar ya tres o cuatro días.

Dentro del tren no quedaba muy claro qué pintaban, aunque me pareció pisar varias veces la sombra que su arrepentimiento proyectaba a mis pies, que junto a un silencio horrible y tres jubilados con sombrero, nos acompañó el resto del viaje.

Cuando empezamos a cruzar el puente que nos separaba de la isla, Mika me cogió de la mano y así, en silencio, empezamos a subir la cuesta y luego las escaleras hasta que llegamos al primer templo. No había nadie, y Mika no hablaba, sólo me cogía de la mano y andaba. El silencio duró mucho tiempo y aunque al principio me pareció incómodo, decidí compartirlo y me acabé acostumbrando, calculo que estuvimos como media hora sin articular palabra mientras subíamos y bajábamos escaleras cogidos de la mano. Fue raro, y aún a día de hoy no me ha vuelto a pasar nada parecido con nadie.

Llegamos al lugar donde el gato salió huyendo gracias a los gritos de la chica que hoy decidió callar, y nos dedicamos a buscar por entre los árboles por si decidiese volver. Por supuesto, no vino, así que nos sentamos tranquilamente en las escaleras, más por descansar que por esperarle. Yo no sabía muy bien que hacer, parecía que estaba allí forzada, que se arrepentía y eso me quemaba por dentro.

Como si me estuviese leyendo el alma, de repente me abrazó y me pidió perdón por haber espantado a mi gato y mientras yo me reía dos veces, una por ver morir al silencio y otra por la frase con la que lo mató, ella me volvió a besar.

No contaré aquí más besos, pero si diré que los hubo.

Contaré que volví a ver a Mika algunas veces más hasta que el destino se la llevó a otro país. Diré que no volvimos a Enoshima pero que me enseñó a entender que aunque la soledad siempre está rondando, se aburre y no se suele quedar mucho tiempo seguido. Contaré que creo que llegamos a querernos mientras descubríamos Tokyo de la mano desmenuzando calles y protegiendo lunas.

Confieso que he llorado a veces paseando sólo por la isla. Y que una vez sentado en las mismas escaleras, volvió el gato gordo a dejarse acariciar y juro que se me quedó mirando fijamente a los ojos como si quisiese sonreír y guiñarme un ojo porque, al fin y al cabo, se salió con la suya y todo ocurrió como él planeó desde el principio.

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Competición de Oota, el tercer combate

Por el montón de comentarios del vídeo de ayer veo que la gran mayoría estáis como yo: fue un combate raro porque no marcaron ni un punto. Hubo muchos encontronazos y golpes quizás no demasiado claros, pero también hubo otros que se ven muy bien por ambas partes y allí nadie marcó nada. Al final nos dan otro minuto más en el que el primero que marcase ganaba, pero tampoco, y ya al final me dan a mi la victoria por haber dado una mejor impresión.

Aunque en el vídeo no lo parezca, que estoy bastante sorprendido, físicamente me encontraba totalmente muerto, no podía casi ni respirar y me pesaba todo. La única explicación que le veo es que llevaba desde las nueve de la mañana sin comer nada, y los combates empezaron a eso de las dos y media. Yo tengo mucho mejor fondo y aunque está claro que los nervios y la tensión hacen que baje el rendimiento, lo que me pasó no es normal… ¡no podía con mi alma!. De todo se aprende, para la próxima me llevo unos onigiris o unas barritas energéticas… no veo otra razón por la que me dio tal bajonazo de energía.

A pesar de todo, veo que me muevo bastante más rápido que otras veces, que casi todos los golpes del contrario los veía venir así que ando mejor de reflejos y estaba mucho mucho más seguro de mi mismo. Mejorías sin duda que me indican que voy por el buen camino.

Pasemos ahora al siguiente combate, éste no dura ni la mitad del otro:

Por el cansancio, me sentía impotente, exhausto y sin ideas. En el segundo 28 y en el minuto 1:23 del vídeo se ve cómo le marco dos patadas en la cara que normalmente valdrían dos puntos, pero no me los dan, y luego ya sólo acerté a esquivar los envites del otro hasta que me salgo tres veces del tatami y pierdo. En otras circunstancias, estoy seguro que podría haber hecho un mejor papel esquivándole y contraatacando, o manteniéndole a raya con la pierna, pero de verdad que no podía con mi alma.

Rabia por la pájara rara que me entró, contento porque la mejoría es más que evidente, y orgullo porque ayer me felicitaron en la clase. Todavía mucho que mejorar y mucho que aprender y si de algo sirven las competiciones, más que ganar o perder, es a multiplicar por diez la motivación. ¡Mecagüen la madre que parió a Peneke!

¡¡ Gracias Jordi por venirte a grabar !!

Competición el domingo

Pues eso, la tercera edición de la competición de la zona de Oota a la que me presento. La primera vez gané tres combates y perdí el cuarto, la segunda vez perdí en el primero ganándome un mandoble en la mandíbula que me dejó tiritando. Como decía, ésta tercera vez voy con mucha más confianza en mí mismo, no es que antes no la tuviese, pero creo que he ganado mucho en agilidad y rapidez gracias a Capoeira. Hay que tener en cuenta que a los tres entrenamientos semanales de técnica pura de Karate ahora se le han sumado otros tres de movimiento sin parar incluyendo muchas patadas, giros, volteretas…

¡Lo que no quita para que luego pierda nada más salir, pero yo voy muy contento y en la mejor forma de toda mi vida!

Molaría que se viniese alguien a grabarme, que no queda muy lejos y así me quedo con el recuerdo de los vídeos de los combates de cuando me pegaba por los Tokyos!

Es en el estadio de deportes de Oomori (大森スポーツセンター) y la estación más cercana es la de Heiwajima de la línea Keikyu, por ejemplo desde Shibuya hay que ir en la Yamanote hasta Shinagawa y cambiar allí. Por supuesto la entrada es gratis, y aunque la competición es de nueve de la mañana a cinco de la tarde, por otros años yo calculo que saldré sobre las doce más o menos porque al principio son todo katas y categorías infantiles.

Aquí está el mapa, es bastante fácil:


Ver mapa en gordo

¡¡Si venís dejadme un comentario aquí y así andaré al loro para pasaros alguna cámara o algo!!!
¡¡ Deseadme suerte !!

¡¡ Buen fin de semana !!
:gustico:

El edificio embolao

Llevamos una semana con un tiempo increíble en Tokyo, tanto que ayer por la mañana no pude aguantar metido en casa y me fui en bici hasta Shibuya con la cámara de fotos chiquitica metida en el bolsillo para sacar hasta en los semáforos, no te lo pierdas.

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Desde mi casa son unos 15 kilómetros y tenía en mente un objetivo concreto: sacar fotos de la movida del parque de Nike. Desde la Yamanote ya se veían distintas pancartas de protesta, y en el blog de Rest in Paint vi un vídeo donde se contaba un poco la historia: resulta que es un parque público que quería comprar Nike para hacer unas pistas de skate, pero el caso es que allí vive un montón de gente sin hogar que han montao la de San Quintín protestando. La verdad es que no acabo de ver claro que Nike fuese la mala de la película porque el gobierno era, en teoría, el que lo estaba vendiendo pasando de todo… pero bueno, aquí va el reportaje que hicieron, ojo a la primera imagen del paraguas con lo de «Dead» ahí:

Yo llegué allí y resulta que no había ningún cartel, no había ni rastro de lo que sale en el vídeo ese, sólo quedaba el que se ve desde las vías del tren y poco más.

Pero también había uno en el que dan explicaciones, por lo visto se han echado atrás o todo era un rumor desde el principio, véte a saber:

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Now, Shibuya-ku Ward (Tokyo) and NIKE try to start converting Miyashita Park into «NIKE Park».
What are they talking about? We have never accepted NIKE do sell in the park, public area! Miyashita Park is not only for NIKE’s consumers, but OURS! Thereupon, various artists are going to stay at Miyashita Park and execute their works (= Artist in Residence, A*I*R) from this spring. Throught the many projects such as exhibition, symposium, music perfomance, movie show, workshop and cafe, we will think about what Living, Playing, Live, Whereabouts, Exclusion, Discrimination, Violence etc. are, and we do PARK.

Air Miyashita Park

¡Así que me quedé sin ikureportaje!. Pero bueno, ya que estaba en Shibuya con la bici, me fui a la tienda ésta a ver si me cambiaban la cadenilla o algo…

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En el genius bar me dijeron que me fuese por lo iSegao, vaya plan, menos mal que a la vuelta pasé de casualidad por el edificio de la bola roja que tanto me llamaba la atención cuando lo veía desde el tren y le pude sacar unas fotos con calma. Resulta que es el edificio de la autoescuela Hinomaru de Ebisu, pero que a partir de ahora todos lo conoceremos como el edificio embolao y no se hable más.

¡No sabría con cual quedarme entre el ondulao, el desdoblao, el roto y éste! ¡molaría vivir dentro de una pelotaca!

Hoy me despido sin poner el gambiter mode, porque el domingo tengo competición de Karate. Es en el mismo sitio donde me empapelaron los morros la otra vez, a ver si hay suerte y ésta vez salgo de allí con mi habilidad de comer bocatas intacta. Yo creo que después de más de medio año de Capoeira, estoy mucho más rápido y ágil que antes, veremos si se nota… ¡en un rato os cuento dónde y cuando es para ver si alguien de Tokyo se anima a venir y grabarme!

IkuGoya Champuru

Hoy ha dimitido el presi de Japón, noticia que me interesa tanto, pero tanto tanto que le voy a dedicar una coma en el ikublog:

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Bien, pasemos a lo que verdaderamente importa y está revolucionando la actualidad del país:

¡¡hay nuevo vídeo-receta!!
:cocinicas:

Hoy me he levantao todo florido y me he cascao un goya champuru del copón de la baraja. Esto se trata de un pepino amargo con tofu y huevo que es muy bueno pa la salud y tiene un sabor muy peculiar.

En fin!, corre, corre, que empieza!!!

Cocinando Goya Champuru from ikusuki on Vimeo.


La señora del combini

Durante dos años y medio trabajando en la oficina habré ido de media una vez al día al combini de la esquina. Hubo una temporada que me pasaba por allí para comprar el desayuno absolutamente todos los días: un onigiri o un sandwich y mi lata de café caliente que me terminaba casi antes de que el ordenador acabara de arrancar.

También era la excusa a media tarde para salir a estirar las piernas: bastaba un cruce de miradas a eso de las cuatro y Akira y yo hacíamos una excursión a aquél lugar donde lo mismo te venden unos calzoncillos que un sandwich de fresas con nata.

Alrededor de la oficina poco más había, así que siempre íbamos al mismo combini donde siempre trabajaban las mismas personas a distintos turnos. Sabíamos que después de las cinco ya dejaba de estar el señor calvo de gafas y la señora bajita de pelo corto, y llegaba la adolescente con cara de perro y el chico nervioso que daba la impresión de ponerse todavía más cuando llegaba yo con mi cara de no haber nacido en Shinjuku y mi comportamiento extraño por descubrir.

Parece una frase de viejos, pero es cierto que se me antoja que viví tres o cuatro vidas distintas aún trabajando en el mismo lugar. Tuve novia dentro de la oficina, y luego ya no. Hice dos trabajos distintos desde el mismo ordenador, según la semana fuese o no impar, y luego ya sólo uno. Había un señor que me daba una nómina todos los meses hasta que dejó de hacerlo y entonces pasé a cobrar cada ciertos meses. Dejé que las corbatas se oxidasen dentro del armario junto a trajes que ahora me vienen grandes mientras compañeros, y algún que otro amigo, se iban yendo en busca de otro futuro quizás sin tanto ego ajeno que tener que digerir.

Pero, con Akira y luego ya sin él, yo seguía yendo de vez en cuando al combini de la esquina donde, poco a poco, nos fuimos calando clientes y dependientes aún compartiendo poco más que el intercambio de dinero y la retahíla y el palabrerío tan propio como impersonal de las tiendas de Japón.

Un día de éstos en los que el sol está de buenas y las nubes se han ido a lloverle a otro cielo, decidí romper el hielo con la señora bajita que siempre llevaba vaqueros debajo del uniforme del local porque me parecía simpática:

– ¿Dónde tenéis las latas de café caliente? que me muero de frío y no las veo!, ¡no me digas que ya no vendéis!
– Ah, es que las hemos cambiado de sitio, mira, están ahí
– Ah vale vale, brrr, qué frío, rápido rápido cóbrame rápidooooo
– Jajaja, vale vale, corre corre, bébetelo rápido no te vayas a congelar, jajaja

A partir de ese día se convirtió en costumbre empezar conversaciones del estilo, siempre en tono de broma y lo cierto es que hubo mañanas que se me arreglaban sólo con ir a comprar algún trozo de arroz envuelto en algas relleno de vaya usted a saber qué.

Oye, ¿estás seguro que te vas a comer esto?, ¡que tiene natto! tu lo que quieres es un sandwich, déjate de experimentos que te veo volviendo en dos minutos
– Que ya se que es natto, jaja, que yo me como el natto y hasta me gusta y todo
– Anda la leche, que se come el natto dice, pues me dejas helada.

Las conversaciones que empezaban entre los dos se alargaban o no dependiendo de que hubiese otros clientes a los que cobrar, y muchas veces acababan participando el resto de dependientes que acabaron sabiendo prácticamente todas las historias, de trabajo o no, en las que yo andaba metido gracias a esos cinco minutos diarios de estirar y amortizar el tiempo de darme las vueltas en la caja del combini.

Un día me llegaron a presentar a la nueva dependienta como el karateka del país del fútbol que estudiaba la ceremonia del té con un kimono del Uniqlo que estaba de oferta para el día del padre, pero que me lo compré yo mismo porque daba el pego. Y todos nos reímos menos ella, que se ganó rápidamente el grandísimo honor de ser la adolescente con cara de perro del combini de la esquina que después del periodo de aprendizaje, se puso con el turno de tarde a perrearle a la gente.

Michiko como buena madre responsable, eso de gastarse los cuartos en los combinis no lo ve muy allá, con lo que era mucho menos asidua y sólo se pasaba de vez en cuando a engañar al estómago con algún pan a modo de postre o quizás algo para la oficina. Sabiendo como son las dos, no me extrañó que a pesar de no ser feligresa habitual también trabasen amistad siguiendo el dicho de que Dios, o Buda que tiene mas jurisdicción aquí, los cría y ellos se juntan.

Finalmente llegó el final de la empresa, y Michiko y yo pensamos que no quedaría muy allá que de repente desapareciésemos sin dejar rastro, y quedamos en ir al combini a contarle la situación a la señora y, de paso, volvernos con unos nikumans de pizza y curry.

Sin llegar a dar muchas explicaciones, estuvimos hablando un rato largo echándole la culpa de todo a la crisis, aunque en realidad la tuviese el Irlandés y sus payasadas de pretender ser el doble siendo la mitad. Y el caso es que ella nos contó que era la dueña del combini, que nos iba a echar de menos. Nos propuso que quedásemos una tarde los tres en un izakaya para conocernos mejor, porque, decía, que sentía que podíamos ser buenos amigos fuera de la extraña relación de tienda que nos unía. Habló de que era una suerte habernos conocido y sonó tan de corazón, que ya nos hemos puesto de acuerdo en una fecha y un lugar ahora que ya se han asentado algunos meses sin tener que fichar por las mañanas.

No te preocupes, Oskar –añadió mientras escribía su teléfono en un postit con publicidad de Asahi- que mi hija ya te conoce muy bien y dice que se viene, así que no vas a estar sólo con dos señoras mayores, que tiene más o menos tu edad. Y oye, quien sabe, que lo mismo hasta os hacéis gracia!

¡Anda, que me sale novia y todo!. Mientras que mi suegra no me haga trabajar en el combini… que a mi me da la risa con lo del atatamemaska…

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