Dios, mi cabeza… no logro mantener los ojos abiertos durante mucho tiempo, la claridad me atraviesa la retina como atacando las sienes por dentro y el dolor se hace insoportable.
Cierro las cortinas de nuevo, hoy toca alargar un poco la noche.
Ayer fue un gran día, uno de esos de recordar desde por la mañana, compartido con gente desconocida que dejaron muy pronto de serlo. Asusta pensar que lo contrario también ocurre, aunque esto no pasó ayer.
Dios, cómo duele…
Preparo café mientras sonrío pensando en el hanami improvisado de ibéricos, sin flores, pero con mucho más.
Me tomo una aspirina, y meto mi cabeza debajo del chorro de agua fría. Al incorporarme, el agua se escurre desde mi cabeza, quizás llevándose parte del dolor, y cae por mi cuerpo provocándome escalofríos.
Despertándome un grado más.
Enciendo el ordenador con el café en la mano, sin atreverme a probarlo. Reviso las fotos de ayer y mi alma se siente bien ahí dentro, dentro de este cuerpo al que le obligo a estropearse de vez en cuando.
Logro tomarme el café sabiendo que puede que acabe de provocar a las náuseas que han venido amenazándome desde hace horas.
Me ducho, con agua caliente esta vez y trato de darle sentido al día encaminando mi maltrecho yo hasta Shibuya. Hace un día maravilloso del que me distancio con unas gafas de sol. La claridad sigue doliendo, aunque menos.
Salgo de la estación y empiezo a andar, pero no consigo dar más de tres o cuatro pasos seguidos sin pararme por la cantidad de gente que ha tenido la misma idea que yo de venir aquí.
Hay días en que odio vivir en Tokyo.
Compro algo de ropa a modo de terapia, pero la larga espera para pagar logra el efecto contrario.
Me voy a mi casa, hoy no debería haber salido.
Mi cuerpo ya se ha recuperado, pero cambia los papeles con mi alma que se entristece por momentos. Hoy no acaban de sincronizarse, y mucho menos con mi mente que está sin estar.
En la tienda de mi barrio compro chocolate y pañuelos de papel.
Y con ellos cerca, espero a que venga la noche delante de la tele viendo «La princesa prometida» y tratando de olvidar las cuatro o cinco veces que me he enamorado hoy.