Un lunes de Karate

No se ve a nadie a través del cristal, así que parece que hoy será un lunes más en el que llego el primero al dojo de Karate.

A pesar de estar sólo, hago dos reverencias, una al entrar por la puerta y otra antes de pasar al vestuario. Estas son de verdad, no como el resto que llevo hechas durante el día, éstas salen de dentro.

Cambio los pantalones de pana y la camisa de manga corta por el traje blanco que compré hace casi dos años a Suzuki Sensei. Recuerdo hablarle en inglés y deletrearle mi nombre para que lo bordasen en el pantalón y en la chaqueta en Katakana. Pienso en todo lo que habré cambiado desde entonces y lo poco que me daré cuenta de ello.

Mientras saco el cinturón de la mochila, entra un compañero al vestuario y me saluda con un «oss». Medio vestido, le correspondo al saludo y sigo con el ritual de atar ese trozo de tela bordada y teñida de negro que me ha condenado a tener todos los días agujetas en alguna parte de mi cuerpo desde hace más de 24 meses.

Salgo al dojo olvidando por completo ser el Oskar que se sienta delante del ordenador en la oficina.

Siento un cosquilleo por toda la espalda. Ya estoy aquí otra vez.

Ya hay más gente, pero yo sé que esto va de mí contra mí mismo, de que mi mente pelee contra mi cuerpo y le gane algunas veces.

Mientras hago estiramientos, entra el señor mayor con el que tuve aquél incidente. Es lunes y él siempre viene los lunes, así que era de esperar, pero una vez más mi cuerpo gana y decide reaccionar por sí mismo acentuando el cosquilleo de la espalda. Decido hacer que no le veo otra vez, y así evito saludarle. Perdono, pero no olvido. Y mi cuerpo, al parecer, tampoco.

Más compañeros llegan. Hay saludos que anuncian pequeñas conversaciones y risas, algunas más de verdad que otras.

Automáticamente todos dejamos lo que estamos haciendo cuando entra el profesor, y nos acercamos y le hacemos una reverencia. La tercera que no es fingida en lo que llevamos de día.

Es la hora. El profesor da la orden de empezar, y entonces la autoridad pasa al alumno más veterano que nos grita que nos pongamos en fila, y nosotros nos ordenamos por cinturones. Hace tiempo que ya no hacemos el ademán de ceder el lugar de la derecha a los que tienen el mismo nivel que nosotros porque Suzuki Sensei nos dijo que rompía el ritual.

Nos arrodillamos y saludamos al dojo, al profesor y a los compañeros gritando «por favor» cada vez. Murakami Sensei, en un tono más calmado, nos anuncia que la clase empieza y nos hace una nueva reverencia que todos devolvemos. Una más de todas las que nos haremos durante la hora y media que estaremos allí.

A partir de ese momento poco importa que la desidia casi me convenciese de dejar pasar la estación y volver a casa a descansar, no significa nada que en la calle llueva, o los planes que pueda tener para mañana. En ese momento estoy yo y otros como yo que tratamos de hacer, la mayoría de las veces sin éxito, lo que una persona nos dice. Y el mundo da igual. O el mundo es esto, según se mire.

Hay algo que cuesta más de lo normal y la clase se para. Escuchamos atentamente al profesor, y de repente me mira y se calla. Se le nota pensativo. Vuelve a hablar para decir en inglés «understood?» y yo le contesto en japonés: «hai!» y le hago la enésima reverencia. Miro a mi alrededor y aunque llevamos más de una hora de clase, no ha sido hasta ese preciso momento cuando me he dado cuenta de que soy el único extranjero. Es una sensación extraña que hace que la balanza de mis sentimientos a veces se incline hacia la incomodidad de que la clase se pare por mi y otras veces hacia ser un privilegiado. Lo primero pasa cada vez menos, y últimamente es innecesario porque entiendo la explicación en japonés sin demasiado problema, pero los profesores no lo saben, o no lo creen, o un poco de ambos.

El traje de Karate acumula mi sudor, y con él, mis ilusiones y anhelos. Las agujetas ya no están, aunque yo sé que se esconden y saldrán de nuevo a esas otras horas que ellas y yo sabemos.

Podría decir que estoy enfadado, no con nadie en concreto, pero es el sentimiento que mejor me define en ese momento. Enfadado, enojado, exaltado para seguir poniendo más de mi ser con cada patada, con cada puñetazo, con cada parada, para no bajar la intensidad del principio, para que no importe que duela respirar.

Cuando monto en el tren camino de casa, me siento exhausto pero rebosante, pleno de algo que no sabría explicar, algo entre felicidad y satisfacción.

Me bajo en dos paradas y empiezo a andar. El azar, o el destino, han querido que la ruta más corta sea por Honmonji por donde siempre paso de noche y nunca hay nadie. Me paro junto a la pagoda, una vez más, y la miro. La paz del lugar hace que la balanza de sentir se incline hacia el lado bueno, el que tiene que ver con saber apreciar lo que tengo en ese momento sin pensar demasiado en lo que he perdido.

Ya en casa cuelgo el traje en una percha. Está todavía húmedo y no son horas de poner la lavadora, así que dejo que siga empapado con mis sueños y ambiciones que, hoy especialmente, hacen que pese más del doble.

Y entonces me acuerdo de Roberto, y las ganas de compartir con él las tres últimas horas hacen que me siente delante del ordenador y empiezo a escribir lo más rápido que puedo, para no olvidarme de nada ahora que los sentimientos todavía están tibios:

No se ve a nadie a través del cristal, así que parece que hoy será un lunes más en el que llego el primero al dojo de Karate…

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IkuKarate

22 comentarios en “Un lunes de Karate

  1. Hola Tosca!

    No sé si lo sabes, pero me encanta cuando describes tus pensamientos sobre los días de diario, siempre pones ese matiz que tanto me gusta…

    … «el que tiene que ver con saber apreciar lo que tengo en ese momento sin pensar demasiado en lo que he perdido.»…

    es la clave de la vida ;)

    Me encanta!

    Por cierto… veo que ya te vas acostumbrando más a la magia de wordpress eh? Si es que cuando te lo decíamos era por algo!
    Bonitos smileys :D

  2. Hoy te has dejado la piel en el dojo y en el post… se nota que te molan muchísimo las dos cosas. :P

    Por cierto, el nuevo ikublog empieza a darle mil patadas al antiguo. También le estás dando duro.

    Un abrazaco!!!

  3. 8O Desde lo poco que te llevo leyendo creo que es la primera vez que hablas de tus sentimientos XD

    Está muy currado, yo quiero hacer tantas cosas… (Karate, tocar la guitarra, aprender japones…) pero ya tendre tiempo para todo.

    Salu2!!!

  4. Los caretos «mu magicos» sí que son! Oso ondo! Ossss! :lol:

    Estoy ya esperando que tu libro salga de la imprenta! (Hummm!, no hay un careto con dientakos??)

    Cada vez el blog está más chulillo, como tú! jaja :pirata: este careto parece un vasco con parche, jurlll!

    Bye!

  5. Sin comentarios pataliebre. Tengo los pelos como escarpias. Es un honor y un placer que me menciones en tus magnificos post. Comparto contigo al cien por cien la sensación de antes y despues del entreno.
    Me tienes ruborizado por tanta amabilidad , es un gran regalo. Te debo un post genial en mi web aunque ando tan seco mentalemente ultimamente que no se me ocurre que escribir. Pero algo tendrá que salir de esta sesera mia,jajajajajajaja.

    De verdad tio que , un gran placer me has echo feliz. Gracias
    :)
    Un abrazo!!!

  6. No hay ninguna » carica» que pueda demostrar mi emoción, y como yo no sé expresarme como quisiera( hay cosas que has escrito con las que me identifico) pues… na que te mando un IKUBESO.

  7. En menuda bomba de relojeria se convierte la cabeza en un momento bajo o triste de la persona aflorando todo tipo de sentimientos y pensamientos… (uno se despista un segundo y al final se le viene todo encima, anhelos, sensaciones vacias, momentos de recapacitacion…) en fin, a sido leerlo y ponerme en la piel de las almas solitarias… :cry:

  8. Seguro que le das muchas vueltas a la cabeza cuando vas de vuelta a casa para escribir el post! :D
    Todas las entradas tiene un «algo» que me gustan, pero las Ikusensibleras/ikufeeling son las que más :() !! Aunque me quedo con la de vuelta a Tokyo y la chica del avión.

    Besos desde la Costa del Sol!!

  9. Sí, señor. Yo también acabo de llegar de entrenar ahora y coincido plenamente en lo que dices. Yo no hubiera sabido expresarlo tan bien… :parriba

  10. Si yo hubiese sentido algo mínimamente parecido, no hubiese podido explicar el sentimiento tan exacto como has hecho en este texto. Sigue así Tosca, nunca dejes de escribir.

  11. Hola Oskar,

    Sigo tus andanzas por Oriente por casualidad desde el verano pasado. Eres un fucking crack tio. Muy entretenido y muy interesante. Me han gustado sobre todo las entradas que pones sobre el karate. Me gustaria hacerte un monton de preguntas de como se ven y sienten las artes marciales alli. Entiendo que eres una persona muy ocupada asi que seguire conectado para leer lo que nos tengas que decir. Gracias por darnos esta vision privilegiada de lo desconocido. Eres nuestra sonda voyager en el pais del sol naciente.

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