Un piso de 20 metros cuadrados, una nevera que se llena con cinco yogures, un baño de plástico prefabricao y un servidor que duerme en el suelo encima de dos futones del grosor de un tebeo de Mortadelo de los de historieta larga con relleno de Rompetechos.
Amigos, llegó la de hora que os desvele mis secretos de supervivencia: durante todo este tiempo he desarrollado una capacidad de adaptación sin par, mi destreza ya no conoce límites y es justo y necesario que todo este invaluable conocimiento que llevo dentro de mí sea revelado a la humanidad.
Así que inauguro nueva sección:
Primera entrega:
Se sigue el proceso normal de cocineo de una tortilla de patatas, pero con tres puntos clave:
a) Nada de cortar las patatas en cuadraditos, se le pegan cuatro cortes y como quede, que uno lo que quiere es cenar, no pintar un cuadro. El tiempo ganado es perfectamente compartible con veinte minutos de la vida de Jack Bauer y Chloe O’Brian
b) Da igual que los huevos no cubran las patatas. Los huevos no son una manta y total, eso se va a freír en una cazuela en vez de una sartén… así que se echan los que a uno le parezca más o menos y se baten sin ganas. Recordad: somos ikuapañaos, no ikuaburguesaos.
c) La sal es mala, retiene líquidos y lo que es más importante: hay que encontrar el salero rebuscando por detrás de los paquetes de patatas fritas, palomitas, triskis y tabletas de chocolate que todo buen ikuapañao debe tener en su ajuar. Pero tampoco se puede decir que no tengamos gusto, así que utilizaremos condimentos que homogeinicen el sabor y texturicen el alimento al estilo que el paladar está acostumbrado: