El 26 de agosto de 1983 empezó a caer en Bilbao una tromba de agua que nadie se esperaba, provocando que la ría se desbordase y que el agua cubriese hasta más de cinco metros en algunas calles del Casco Viejo.
Yo recuerdo vagamente verlo por la televisión, y que también hubo «riada» en mi pueblo donde el garaje de mis padres, que siempre se inundaba al de dos txirimiris, se llenó hasta arriba de agua y mi vecino del cuarto, el bombero, allí andaba con el camión achicando. Que, por cierto, me hice la picha un lío porque yo pensaba que los bomberos sólo apagaban fuegos y aquello era poco menos que lo contrario.
Después de ver cómo estaban ayer las cosas por Bizkaia, yo creo que a muchos nos ha venido a la mente la historia de aquél verano del 83.
Y entonces me he acordado que en navidades, cuando estuve con Bea de pintxos por el
Casco Viejo, en un bar tenían señalada la marca de hasta donde llegó el agua:
Y aunque no tiene nada que ver con el tema, me encantó el mensaje de la pizarra que tenían al lado: