Durante dos años y medio trabajando en la oficina habré ido de media una vez al día al combini de la esquina. Hubo una temporada que me pasaba por allí para comprar el desayuno absolutamente todos los días: un onigiri o un sandwich y mi lata de café caliente que me terminaba casi antes de que el ordenador acabara de arrancar.
También era la excusa a media tarde para salir a estirar las piernas: bastaba un cruce de miradas a eso de las cuatro y Akira y yo hacíamos una excursión a aquél lugar donde lo mismo te venden unos calzoncillos que un sandwich de fresas con nata.
Alrededor de la oficina poco más había, así que siempre íbamos al mismo combini donde siempre trabajaban las mismas personas a distintos turnos. Sabíamos que después de las cinco ya dejaba de estar el señor calvo de gafas y la señora bajita de pelo corto, y llegaba la adolescente con cara de perro y el chico nervioso que daba la impresión de ponerse todavía más cuando llegaba yo con mi cara de no haber nacido en Shinjuku y mi comportamiento extraño por descubrir.
Parece una frase de viejos, pero es cierto que se me antoja que viví tres o cuatro vidas distintas aún trabajando en el mismo lugar. Tuve novia dentro de la oficina, y luego ya no. Hice dos trabajos distintos desde el mismo ordenador, según la semana fuese o no impar, y luego ya sólo uno. Había un señor que me daba una nómina todos los meses hasta que dejó de hacerlo y entonces pasé a cobrar cada ciertos meses. Dejé que las corbatas se oxidasen dentro del armario junto a trajes que ahora me vienen grandes mientras compañeros, y algún que otro amigo, se iban yendo en busca de otro futuro quizás sin tanto ego ajeno que tener que digerir.
Pero, con Akira y luego ya sin él, yo seguía yendo de vez en cuando al combini de la esquina donde, poco a poco, nos fuimos calando clientes y dependientes aún compartiendo poco más que el intercambio de dinero y la retahíla y el palabrerío tan propio como impersonal de las tiendas de Japón.
Un día de éstos en los que el sol está de buenas y las nubes se han ido a lloverle a otro cielo, decidí romper el hielo con la señora bajita que siempre llevaba vaqueros debajo del uniforme del local porque me parecía simpática:
– ¿Dónde tenéis las latas de café caliente? que me muero de frío y no las veo!, ¡no me digas que ya no vendéis!
– Ah, es que las hemos cambiado de sitio, mira, están ahí
– Ah vale vale, brrr, qué frío, rápido rápido cóbrame rápidooooo
– Jajaja, vale vale, corre corre, bébetelo rápido no te vayas a congelar, jajaja
A partir de ese día se convirtió en costumbre empezar conversaciones del estilo, siempre en tono de broma y lo cierto es que hubo mañanas que se me arreglaban sólo con ir a comprar algún trozo de arroz envuelto en algas relleno de vaya usted a saber qué.
– Oye, ¿estás seguro que te vas a comer esto?, ¡que tiene natto! tu lo que quieres es un sandwich, déjate de experimentos que te veo volviendo en dos minutos
– Que ya se que es natto, jaja, que yo me como el natto y hasta me gusta y todo
– Anda la leche, que se come el natto dice, pues me dejas helada.
Las conversaciones que empezaban entre los dos se alargaban o no dependiendo de que hubiese otros clientes a los que cobrar, y muchas veces acababan participando el resto de dependientes que acabaron sabiendo prácticamente todas las historias, de trabajo o no, en las que yo andaba metido gracias a esos cinco minutos diarios de estirar y amortizar el tiempo de darme las vueltas en la caja del combini.
Un día me llegaron a presentar a la nueva dependienta como el karateka del país del fútbol que estudiaba la ceremonia del té con un kimono del Uniqlo que estaba de oferta para el día del padre, pero que me lo compré yo mismo porque daba el pego. Y todos nos reímos menos ella, que se ganó rápidamente el grandísimo honor de ser la adolescente con cara de perro del combini de la esquina que después del periodo de aprendizaje, se puso con el turno de tarde a perrearle a la gente.
Michiko como buena madre responsable, eso de gastarse los cuartos en los combinis no lo ve muy allá, con lo que era mucho menos asidua y sólo se pasaba de vez en cuando a engañar al estómago con algún pan a modo de postre o quizás algo para la oficina. Sabiendo como son las dos, no me extrañó que a pesar de no ser feligresa habitual también trabasen amistad siguiendo el dicho de que Dios, o Buda que tiene mas jurisdicción aquí, los cría y ellos se juntan.
Finalmente llegó el final de la empresa, y Michiko y yo pensamos que no quedaría muy allá que de repente desapareciésemos sin dejar rastro, y quedamos en ir al combini a contarle la situación a la señora y, de paso, volvernos con unos nikumans de pizza y curry.
Sin llegar a dar muchas explicaciones, estuvimos hablando un rato largo echándole la culpa de todo a la crisis, aunque en realidad la tuviese el Irlandés y sus payasadas de pretender ser el doble siendo la mitad. Y el caso es que ella nos contó que era la dueña del combini, que nos iba a echar de menos. Nos propuso que quedásemos una tarde los tres en un izakaya para conocernos mejor, porque, decía, que sentía que podíamos ser buenos amigos fuera de la extraña relación de tienda que nos unía. Habló de que era una suerte habernos conocido y sonó tan de corazón, que ya nos hemos puesto de acuerdo en una fecha y un lugar ahora que ya se han asentado algunos meses sin tener que fichar por las mañanas.
– No te preocupes, Oskar –añadió mientras escribía su teléfono en un postit con publicidad de Asahi- que mi hija ya te conoce muy bien y dice que se viene, así que no vas a estar sólo con dos señoras mayores, que tiene más o menos tu edad. Y oye, quien sabe, que lo mismo hasta os hacéis gracia!
– ¡Anda, que me sale novia y todo!. Mientras que mi suegra no me haga trabajar en el combini… que a mi me da la risa con lo del atatamemaska…
moooola!
tu loq eu quieres es pillar cacho con una heredera de KONBINI!!!
que te veo venir de lejos!!!
Piensa que podría ser una manera de conseguirnos visas a TODOS, KONBINI-KA
Sr. D. Tio Tosca-Bond… debo decirle que su encanto traspasa fronteras y circuitos de microchips.. no le hace falta a un Sr. como Usted buscarse tretas como esta… que no, que no… (me da a la nariz que usted lo quiere es heredar como apuntan por ahi arriba… anda que noooo!!! y de ahi a poner una taberna, naa.. un ti-ta).
PD: no se alli, pero el Baron Dandy lo venden en garrafon en los super… jejeje.
PD2: ahora en serio… mola la historia de la Sra. del Combini… si es que eres achuchable!
Jajajaj mia que carabola chato!!!
Imagínate como amo y señor combinero!!!
Jajajajaja. Ya en serio que maja es la peña, me imagino aquí que la dependienta de un todo a cien me diga de quedar una tarde y que viene su hija y juasssss que raruno sería chato!! seguro que me hecho para atras.
Bonita historia al fín
Sí, la historia (como prácticamente todas las que nos relatas ) mola mazo y tal, pero…
ONIGIRIS A 100 YENES? CAGONRÓS, AHORA SÍ QUE SÍ: QUIERO IRME A VIVIR A JAPÓN!!
A la que acabe la carrera, tú! (un año de estos y tal… :cry: )
Un brazo!
que interesante, jeje!!!!
seguro que esto no te imaginaste que podia pasar cuando entraste por primera vez al combini!!!la de sorpresas que nos depara la vida, bueno, y quedasteis??o eso es otro cantar?
Como mola la historia, da gusto encontrarse gente así, y anda que si os «hacéis gracia»… jeje muy bueno, heredero del combini…
Un abrazo!
Lo que no te pase a ti….
Siete
Qué genial!! La mujer seguramente le hablaría de tía la hija como si fueses un hijo más, xDDD.
Pues si la chica esta como pá ti, dile que te cuente cuentos antes y después de dormirrr
¿ Que tendrás que la gente te quiere tanto?
Besosss
PD. GRACIAS.
A la pregunta que me acabo de hacer, tengo la respuesta: ERES UNA BUENA PERSONA sin más.
Corroboro!
ja ja
bueno, vamos a ir ensayando: ¿oiga me dice donde estan los ramen con sabor a papaya??, la leche pero si usted es un gaijin-tendero!!! (tu): si pero hago karate, ceremonia del te y soy el yerno de la dueña, asi que ni media eh? que aunque tengas ojos rasgados a mi no me la das!!
¡Qué bueno! una amistad y una cita a ciegas todo en uno, realmente en los combini encuentras DE TODO Cuando tengáis la cita ya estás poniendo aquí una foto, para ver si es buena «contadora de cuentos»
Llegas al izakaya y la hija es la tendera con cara de perro
Nop, la hija no curra en el negocio familiar que eso tambien me lo ha contao!
jajaja yo también pensaba que era la dependienta con cara de perro… jajaja menos mal que lo has dicho
Bonita historia oye.. y quién sabe, una cita con suegros incluidos.. así que ya sabes, a ellos los tienes ganados, ahora a por ella, que seguro que le han hablado de tí, y está encantada de conocerte..
Suerte txabalote, y ya nos contarás o no.. como tú quieras..
Un señor
Besines
Es de esas cosas que te animan a continuar alli a pesar de todo, me alegro
Huy como ha sonado tu «a pesar de todo», como si yo me lo pasara mal aquí!
Q raro empezar 1º conociendo a la suegra, jajaja!!! es muy buena la historia, espero q nos cuentes mas prontico!!
Pero te has dejado lo mas importante!! Como estaba la hija?
Me meo leyendo tus post porque conozco tu voz y el acento que pones cuando hablas y solo de imaginarmelo me meo
A todo esto, ¿no estás haciendo las cosas al revés? Quiero decir, normalmente primero conoces a tu novia y luego a tu suegra…
Bonito relato de tu dia a dia en Japón.
Suerte en la cita con la hija del Kombini jejejeje
Pero el final de la historia cuándo nos lo cuentas? Que con esto del Tubi continued no terminamos de enterarnos si el Titanic se hunde o no.
Pues mayormente todavía no hemos quedao, la fecha es para más adelante… pero ya veremos si cuento más, ya veremos… :?:
claro que sí! cuente usted! cuente usted!