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Informativo matinal de Ángel Martín
El otro día después de ver uno de los informativos de Ángel Martín, pensé que estaría gracioso hacer uno versión Japón.
Pues ya llevo tres!
¡De momento me lo paso bastante bien!
Chibiko chan
Hubo muchos tipos de momentos antes del primer día de la escuela de Kota pero los peores vinieron después de la primera semana; y es que se entendió pronto que la escuela no es la guardería pero en otro lado y, hostia, resulta que de repente hay un pupitre del que uno no se puede levantar a destiempo y profesores que son más profesores todavía y deberes y horarios y normas, muchas normas.
Las mañanas, otrora plácidas cual aguas de piscina por abrir, se convirtieron de repente en el Mar Menor con ventisca. ¿Tu sabes de eso que te levantas habiendo dormido mal? En esos días debería estar legislado poder estar de mala hostia durante al menos un par de horas. Vamos, que si alguien te toca la huevada de 6 a 8, poder echarle un grito con la constitución en la mano sin repercusiones legales ni maritales. Bueno, pues añádele a ese estado encabronil a un chaval de 6 años quemando todos los cartuchos para no ir a la escuela desde primera legaña: empezando por fingir dolores de cabeza (o estómago según sea jueves o martes), hasta enfados, refunfunamientos y pejiguerías varias acabando, casi siempre, llorando agarrado a la pierna adulta más cercana implorando clemencia.
Joder, ni que fuese el de 1917 con la carta.
Además es que a la escuela tiene que ir solo porque no se nos permite a los padres que le acompañemos. Es parte de la movida cultural de aquí y a mí me parece bastante bien porque así espabila y además hay un montón de jubilados a esas horas al loro de que no pase nada, sobretodo en los pasos de cebra. También se turnan los padres para estar con la banderita, así que cuando me toque, ya haré informe de las caras de los chavales cuando vean a un Zalluco ahí gritándoles «¡¡¡cuidao coño!!!».
El caso es que las vueltas tampoco eran muy allá: la hora y media echapestil con sus «gakko kirai» y «gakko yada» no nos la ahorraba ni media docena de choco tamagos de Doraemon dados como ofrenda.
La hostia, qué drama todo. Y espérate a cuando toca ponerle a hacer los deberes. Sálvame deluxe.
Por ponerle contexto al asunto, dejadme contar que nos mudamos hará algo más de medio año. Es una especie de urbanización donde hay diversas casas unifamiliares, todas diferentes pero del mismo estilo y nosotros fuimos los primeros en llegar. Estuvimos solos tres meses y poco a poco se han ido vendiendo las casas de alrededor. La primera familia que vino tenía una hija de tres años menor que Kota, la siguiente vino con dos chavales pero también de edades diferentes por lo alto y por lo bajo. A la tercera vino la vencida y es que la hija tiene la misma edad que el Toscaner semijaponés que anida en mi refugio y resulta que han hecho buenas migas. Hemos, diría, porque nos llevamos bien con los padres y no es raro el día en que los críos se juntan en nuestra o en su casa para echar la tarde dando gritos.
Sabiendo del remolonamiento de Kota a las mañanas y viendo que su hija no tenía ni medio problema (pa que luego digan del sexo débil), decidió venir a buscarle para ir juntos. Así que a eso de las ocho, suena el timbre y el Kota sale ya con una sonrisa en la cara escopeteado por la puerta para ir con su nueva amiga encantado al cole. Además es que el cabrón se hace el chulito delante de ella… resultado: se acabaron los lloros y las mierdas mañaneras. Yo casi me santiguo cuando la veo venir por la ventana. Cásate con él, por Dios.
Pero al ir a clases diferentes, raro es que a la vuelta coincidan. Yo como curro desde casa, solía salir a la puerta de la calle a esperarle y ayudarle con la mochila, porque menudo mamotreto me lleva, que esa es otra, y así también intentar que no venga tan vinagres de la escuela; a ver si al saber que estoy ahí esperándole le animase un poquejo la vuelta…
Al de unos días, y en lo que estoy regando las plantas, escucho: «ese es mi padre, es español». Y veo que Kota viene con un amigo y está todo orgullo de presentarme (algún día habrá que hablar con él seriamente sobre esa presentación). Pasada la sorpresa inicial, le empieza a enseñar al nuevo colega la casa por fuera, la bici, el patinete… pasando de mi y de mi cuarentón culo.
– ¿Kota, hoy has venido con un amigo?, le pregunto, ¿cómo se llama?
– Ni idea, yo le llamo «Chibiko chan» (chibiko significa algo así como «enano»)
– Pero no le llames eso, hombre
– Na, si él se ríe, no le importa
– Bueno, pero no se lo llames, entérate de como se llama
Hoy Kota ya no vuelve solo prácticamente nunca. De hecho, ha enseñado a su «padre extranjero» ya a media escuela, solo les falta echarme cacahuetes y decirme «sit sit». Yo a veces ya ni salgo. Raro es el día que no aparece con cuatro o cinco chavales y se tiran un rato dando voces ahí en la puerta de casa. Y yo que me alegro, ojo.
Ayer, un buen rato después de la hora de volver de clase, llamaron a la puerta. Era Chibiko chan, o Kohei kun como se llama de verdad. Que no le abren en su casa, que llueve y hace frío y no sabe qué hacer y se le ocurrió venir donde «Diaz san». «Hostias, claro, entra, sube que Kota está arriba!!».
Y a Kota se le iluminó la cara. ¿Que formaron el apocalipsis en el rato que tardó la madre en venir a buscarle? efectivamente, el-pu-to-a-po-ca-lip-sis: todavía estoy buscando el mando de la Switch, a saber donde coño lo metieron.
¿Que Kota se ha echado colegas y va y viene todo contento de la escuela?.
Si.
¿Que se hace mayor? ¿que empieza a pasar de mi culo?
También.
El tío de la máscara
Menuda marcha llevo con el blog, ¿eh?, acojonante el ritmo de actualizaciones!! ni os da tiempo a leer y ya tenéis otro post!!!
(Perdón perdón, hago lo que puedo, pero con Kota dando botes está la cosa un poco difícil…)
Bueno, total, que yo venía a contar lo que me pasó el otro día, que me eché unas risas muy bonicas, vamos a ello:
(entre el párrafo de arriba y el siguiente he montado la casa de Anpanman y rebuscado el sombrero de Mr. Potato que resulta que estaba metido dentro de un calcetín de Chiaki)
Supongo que ya sabéis que por aquí es bastante habitual ver a gente con máscaras de esas de papel por la calle. En algún sitio leí que es por la contaminación, pero lo cierto es que no tiene nada que ver: aquí la gente lleva máscaras cuando están enfermos básicamente para no contagiar al prójimo. Bueno, ese es el uso oficial, yo también me pongo máscara si no me quedan más huevos que ir en trenes de esos petadísimos por las mañanas donde no es raro que te echen el aliento de la muerte mezcla de tabaco y café, así tiene que oler la puerta del infierno, vamos no me jodas, que ascazo. ¡Ah! y el otro uso «no oficial» que se da es cuando alguna chiquilla tiene algún grano cerca de la boca o no se ha depilado el bigotillo pero tiene que salir a la calle, es la solución perfecta, que no se me pasa ni una a mi (me lo contó una que yo me sé pero vosotros no, jejeje).
Pues el otro día dejé la bici aparcada ya en Shibuya y enfilé el camino de la oficina, con menos prisa que ni sé, también hay que decirlo. Delante de mi iba un viejales entrajetado con máscara que no hacía más que sorberse los mocarros ahí formando un ruido asquerosísimo a cada dos pasos. Esta movida a mi me da mucho asco, así que apreté el paso para quitarme de encima a semejante engendro de la vista cuanto antes. En lo que estaba adelantándole por la derecha y sin que el elemento se diese cuenta que iba yo por ahí, cogió aire dos o tres veces, se sorbió los mocos a todo lo que daba grrrsssshhhhhjarrr y se dispuso a echar un gargajo del tamaño de la cabeza de Tyrion Lannister exactamente, sin desviarse un milímetro justamente encima de lo que viene siendo mi excelso ojete. Yo pegué un bote y dije algo así como «cojones!! tu puta madre!!» pero el tío ya lo había propulsado al mundo exterior con el pequeño detalle de que… ¡¡¡¡llevaba todavía la máscara puesta!!!!
Yo me descojoné vivo mientras el señor cerdaco se quitaba la mascara que era igual ya que una bolsa de té usada y mascullaba mierdas en japonés del estilo de «mecagüen la madre que me parió, que no me he dado cuenta, joder, aggghh, hostias».
Mira tu que manera más guapa de empezar la mañana gracias aquí al tío gargajos!!
Otoño otoñete
La vírgen como pasa el tiempo, madre de Dios.
¿¡¿Qué pasa, patausagis 足兎!?!? ¡¿¡que marcha me lleváis?!?. Yo aquí ando dándome cuenta de sopetón por enésima vez de que el tiempo pasa más rápido que ni sé… que se haya acabado el verano ya… ¿cómo te quedas?, yo pericueter tirando por lo bajo.
Bueno!! pasemos a ver en qué berenjenales hemos andado metidos… ah sí, ¡las vacaciones de verano!. Este año no han sido nada del otro mundo en realidad: una semanita solo na más. Como yo entré a trabajar en la empresa el uno de abril, me corresponden 12 días de vacaciones, pero jodé, desde que entré me he puesto malo bastantes días con fiebres más tontacas que ni sé (sponsored by la guardería de Kota, que se pone él malo un día, me lo pega y yo me tiro una semana). No sé si sabéis que aquí si te pones malo, o te pillas el día de vacaciones o te lo descuentan del sueldo, no hay más. Así que total: vacaciones muy cortas, pero mira, de lo malo malo, eso que ahorramos para volver a España los tres el año que viene que ya son tres billetes de avión los que hay que pagar.
De esa semana, decidimos pirarnos tres días a Atami a que Kota pudiese ir a la playa por primera vez en su vida con calma, y luego otro par de días a Hakone esta vez con mi suegra para que pasasen tiempo juntos porque aunque vivimos a apenas una hora de distancia, lo cierto es que la rutina nos deja poco margen para vernos. Qué curioso.
Bueno, total, que este viaje de Atami yo creo que ha sido el primero en el que nos lo hemos pasado bien de verdad con Kota, de repente la cosa ha cambiado de estar todo el rato intentando que no llore, que no lo pase mal en los trenes o intentar que se duerma en hoteles «hostiles», a descojonarnos vivos con sus ocurrencias. Es muy gracioso como entra en la habitación y se emociona a grito pelado descubriendo lo que hay dentro: «PAPÁ!!! EL BATER!!!!», jajaja, es el pataliebre mayor del reino!!
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La playa de Atami no es tampoco nada del otro mundo, la verdad es que quitando Okinawa, todavía estoy por ver una playa que le haga sombra a cualquiera de las nuestras del norte: aquí están bastante sucias y hay más gente que ni sé (por cierto: ¿sabéis que hay el doble de pezones que de personas?, de nada, el saber no ocupa lugar). Pero estuvo guay la experiencia de meter por primera vez a Kota en el mar: estaba acojonadísimo con las olas, jajaja.
Al volver a Tokyo, aprovechamos para llevarle también a Kota al cine a ver una película de Anpanman, por cierto que un día tengo que hablar del emporio Anpanman, es acojonante lo que tienen montado aquí en Japón con esos dibujos animados… es una mafia. Pero bueno, sacaban peli y tenemos un cine cerca que se adapta bajando el volumen y dejando bastantes luces encendidas para que puedas ir con niños muy pequeños sin que salgan escopeteados al primer trailer. Kota estuvo muy muy callado toda la película, yo creo que tan flipado que no era capaz de decir ni mú, parecía que no lo había disfrutado nada, pero luego después no dejó de hablar de la «tele grande» donde había visto al cararedondaman y de la peli en si, jajaja, jodé, es muy emocionante hacer estas cosas tan «normales» para nosotros con él.
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Jaja, me acabo de acordar que cuando saqué esa foto el móvil hizo un ruido de la hostia y encima saltó el flash, jajaja, vaya notas el gaijinaco de las entradas!!
Como decía por ahí arriba, también nos fuimos a Hakone con la abuela. Lo cierto es que hizo bastante malo aunque no llegó a llover, no vimos el Fuji ni de coña, pero lo pasamos muy muy bien. Kota no le soltaba la mano a la abuela ni pa Dios e hicimos lo que se hace en Hakone: subirnos en mil vehículos desde teleféricos, funiculares, trenes hasta el barco ese del lago. Y a la vuelta, pues echarnos un obento en el tren como mandan los cánones japoneses (te dan un mes más de visado por cada uno que te zampes si presentas el ticket en inmigración).
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De vuelta en Tokyo, otra vez, resulta que ese fin de semana había fuegos artificiales cerca de donde vivimos, así que fuimos a una azotea de unos centros comerciales que la abrían para estos menesteres y que prometía unas vistas privilegiadas.
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¿Veis el pedazo de logo del Seven Eleven?, pues detrás estaban los fuegos… qué cabrones, mientras vendían cervezas y bentos los del centro comercial, no avisaban que sólo se jipiaba algo si te sentabas a la derecha del todo… así que cuando empezaron y ya nos habíamos comido y bebido a Dios por una pata, no se veía ná y se escuchó un «EEEEEEEEE?!?!?!?» del 90% de los que estábamos allí que no nos quedó otra que pirarnos resignados para casa. Jajaja, menuda historia, hora y media esperando pa ná!!
Y las vacaciones se acabaron y la rutina sigue, que con Kota es cansada a veces pero aburrida nunca. Ojo a la foto:
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Un buen ejemplo: ir a cambiar las sábanas de la cama y al volver encontrarte que el tío le había pegado un bocao a todas las manzanas del frutero y luego las volvió a dejar ahí… y se estaba descojonando tanto que es que no puedes hacer otra que reírte también, jajaja.
Ah, jaja, ojo a esta otra foto también:
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Esa me la sacaron hace un par de meses, porque querían hacer una página para animar a la gente a que se viniese a la empresa; me hicieron una entrevista y después me hicieron posar ahí en plan modelo: ríete, ponte serio, las manos en los bolsillos, mira hacia un lado… jajaja, estuvo guay, me lo pasé muy bien y salieron fotos chulas. Cuidao conmigo que todavía tengo mojo, cuidao conmigo !!
La web es esta si tenéis curiosidad: Recruit Peroli.
Carlos, por cierto, deja de trabajar conmigo, jaja, anda que ha durado el tío. Voy a echar de menos el rollo que nos traemos, no tiene nada que ver trabajar solo en japonés que poder comentar la jugada en tu idioma con un colega. En fin, dicen que no hay dos sin tres, así que vete a saber!
En otro fin de semana tonto, nos fuimos con los de la empresa de Chiaki a una granja que hay en Chiba a ver ovejas. A mi, que soy de Zalla, que cada vez que iba a ver a mis abuelos pasaba por prados llenos, este plan me parecía una chorrada muy gorda, pero todo sea por ver la reacción de Kota que tenía pintas de que se iba a reír mucho.
Al final no fue así: al montarnos en un autobús, Kota se mareó y empezó a devolver, no teníamos ropa para cambiarle y hacía bastante frío… al final compramos ropa en una tienda que había por ahí y pudimos disfrutar un poquito de los bichos, pero la verdad es que nos podíamos haber ahorrado el viaje…
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En otra de estas, Chiaki se fue con una amiga suya que también tiene un crío de la misma edad que Kota, a pasar el día por ahí. En otras palabras: la jefa me dio el día libre, jajaja, así que se me ocurrió que estaría guay coger la bici e irme a visitar la casa donde viví tantos años yo solo al llegar a Japón. Me recorrí veintipico kilómetros y me moló ver Honmonji otra vez, además me hizo un día de la hostia. Saqué fotos para mandárselas a los de Orbea, pero pasaron de mi culo un huevo, jajaja, que gañanes!!
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Chiaki hizo los años, yo que voy a hacer cuarenta mañana flipo con lo joven que es, Tosca, eres el puto amo, jajajaja. Le regalé un pedazo de bolso, compré una tarta en Shibuya que traje en la bici como pude y un montón de chorradas de la tienda Tigers esa. A la mañana me levanté sobre las cinco para preparar todo, pero me pilló a medias, jajaja. Eso sí, la canción del cumpleaños feliz que ensayé con Kota fue infalible y estuvo un rato soltando lagrimones, jejejeje. ¡¡ Muchas felicidades, guapísima mía !!
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Y luego ná, como siempre pasando los sábados con Kota. Es el pito’s day del clan Tosca, los hombres de la familia se quedan solos para liarla tan parda como ir al parque a los columpios, a la piscina de bolas esa o a dar paseos por la calle buscando hormigas. Me río yo de Pablo Escobar, nosotros si que somos peligrosos, amigos!! cerrad puertas y ventanas que salimos a liarla!!
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Y con esto nos ponemos al día, creo yo. La última locura que me queda por contar es la del invento para hacer dominadas que compré y con el que creo que me he jodido el cuello porque me duele lo que no está escrito:
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Eso si, si finalmente hacemos el Dominada’s Challenge el maldito albaceteño y yo, que no se diga que no iré preparado!! (Chiaki dice que pa cuando llueva vendrá bien: arriba tendemos los pantalones y abajo las camisas.)
Y ya está, voy a ver si bajo a Kota de la encimera y consigo que se duerma un ratejo. De mientras…
¡¡ háganme el favor de pasar un buen fin de semana, muchachos !!
Crisis de los cuarenta
La movida empezó con el nacimiento de Kota. No sé si se podría llamar al asunto crisis de los cuarenta, o crisis del padre primerizo, pero el caso es que todo a la vez ha hecho que mi vida sea totalmente distinta. Eh, anda que no cambia la cosa cuando te aproximas a los treinta y todos y encima teniendo un guacho dándote botes encima!
Es cierto que piensas en que ya llevas la mitad en el mejor de los casos, que es verdad que esto se va a acabar, que la vida va más en serio de lo que iba hasta entonces. Empiezas a darte cuenta que a lo mejor no tienes ya todo ese tiempo del mundo que siempre había sobrado para hacer todos esos planes que tu subsconciente y tu habíais apuntado en el cuaderno de sueños pendientes.
Te quieres poner en forma ya mismo. Quieres estudiar lo que siempre habías dejado para después, te pones a comer aguacates a media tarde porque has leído que son buenos para el colesterol y en el armario de la cocina hay un rincón con movidas raras y superfoods de esos que saben a folio rebozao con alpiste pero que van a hacer que tu hipotenusa siga elevándose al cuadrado de siempre.
En mi caso llevo encima una crisis de los cuarenta de la hostia, pero del copón de la baraja. Acojonao estoy.
A ver si soy capaz de explicarme.
Bueno, vaya por delante que estoy guay, que estoy bien, no preocuparse, que lo llevo estupendamente. Es más, diría que me gustaría haberla padecido antes, tampoco demasiado pronto, pero como cinco años antes habría estado más que fenomenal para haber guiado mis pasos hasta donde estoy, si, pero por algún que otro atajo.
La cosa no va por comprarse un Ferrari último modelo, teñirse el pelo de rubio y dar acelerones por la gran vía, o por el cruce de Shibuya en mi caso. El síndrome se ha manifestado de manera muy distinta: a mi me ha dado por pensar, por pensar muchísimo, por darle vueltas a todo lo que me rodea, no más que antes pero si a otro nivel, un poco más arriba, darle una «metapensada» a la vida y priorizar, priorizar hasta niveles de locura.
Me voy a morir, ese es el eje. Permitidme la crudeza.
Sabiendo que ese siempre de siempre está más cerca que nunca cada vez, todo se relativiza.
Todo.
Empecé por el trabajo: decidí que no iba a meter ninguna hora de más porque esa hora es una hora que nunca va a volver, una hora en la que podría haber estado jugando con mi hijo, enseñándole a contar en castellano o dándole todos los besos que pueda a la tía más guapa que hay, que es mi mujer y de momento me deja. Una hora de las limitadas que me quedan, que espero que sean muchísimas todavía, ojo. Así que si viene algo «urgente», rara vez será tan urgente como para olvidarme de que el tiempo que paso en la oficina es el apalabrado, el resto no es ni más ni menos que mi vida, esa que se va acabando, lentamente, pero sin tregua pactable posible. El tiempo es lo más preciado que tenemos, se mire como se mire. Por eso mismo no cojo nunca el teléfono, por ejemplo, es mil veces más rápido y efectivo el email, no me compensa.
Si excepcionalmente, pero muy excepcionalmente, me tengo que quedar para arreglar algo que se ha roto, me voy exactamente ese tiempo antes al día siguiente, es algo que he hablado, muy seriamente, con mi jefe y a lo que ha accedido.
El otro día le escuché a Iñaki Gabilondo en una entrevista decir que solo se arrepentía de una cosa: no haber pasado más tiempo con sus hijos cuando estos eran pequeños. Esto lo dice un señor de los pies a la cabeza hasta donde yo sé, que pasó una enfermedad muy grave; yo no quiero tener que llegar a ese extremo para darme cuenta.
Después pasé a otro nivel, pasé a relativizar la sociedad. Coño, ya os había dicho que llevo una crisis cuarentona encima de cojones, ¿no?. Pues eso, dadme cancha que despego. La sociedad, japonesa o no, estaba ahí cuando yo nací y seguirá ahí cuando yo me pire a fertilizar sakuras o cipreses o lo que quede encima de mi ombligo. Una sociedad con una serie de normas, de costumbres que deberían hacer más fácil la convivencia a la vez que asegurar y estabilizar la velocidad de progreso como humanidad. Esto es así, es innegable: ya no nos morimos por enfermedades de hace cien años, tenemos agua caliente, chorrillos en el ojete en mi caso, internet, aviones, jodé, yo que sé. Pues yo relativizo esta historia: todo me importa lo justo, las convenciones sociales, el sistema este que tenemos montado es una herencia, sin más, algo que va cambiando con los días según interesa a grandes empresas o gobiernos o… pocas cosas hay auténticas mires por donde mires, pocas cosas no son cuestionables, no hay porqué comer tres veces al día, yo entre semana comeré como cinco veces cosas ligeras porque así optimizo el tiempo, porque me conviene, tampoco hay porqué tomarse un café por las mañanas ni tumbarse a tostarse al sol en verano.
Pero voy más allá: los valores de este teatro se resumen en uno: se basan en tener más o menos dinero sin el cual no podrás hacer prácticamente nada y contra este concepto no hay ética que no se pueda doblegar; los supermercados venden comidas que son un disparate, incluso etiquetadas para niños, prima vender el máximo posible en cualquier lugar al que mires, no hay sentido común, solo tratar de ganar más pasta a toda costa.
Pero yo sé de primera mano que tener o no dinero es circunstancial, lo dice uno que ha pasado ya por casi diez empresas de todo tipo entre España y Japón. No me enorgullezco de ello precisamente, pero tampoco me importa: ha habido momentos duros y momentos mejores, como el actual, pero yo he sido siempre constante. Yo como persona: lo que pienso, lo que hago, mi potencial independientemente de la pasta, mi salud, mi cuerpo, mi mente. Eso es auténtico, es lo que hay y lo que queda en última instancia, el único patrimonio verdadero en Bilbao, en Japón o en Alpedrete, con o sin panoja para gastar, en esta o en aquella sociedad, quitándome los zapatos al entrar a un restaurante o zampando pintxos en la calle. Por eso me primo a mi mismo: estudio y no dejo de aprender, por eso hago todo el ejercicio que puedo, por eso trato de tener la mejor salud posible, porque vaya donde vaya, yo sigo siendo la constante, lo poco que se antoja real. Parece sensato invertir tiempo en mi más que en teatros ajenos.
Bajo este mismo concepto entrarían ahora Chiaki y Kota y por supuesto mi familia. El tiempo con ellos es aprovechado a todo lo que da cada segundo, el tiempo que no estoy con ellos, ni he vendido a una empresa a cambio del dinero asquerosamente necesario, lo dedico a mi cuerpo y a mi mente. El resto importa, pero muchísimo menos, muchísimo muchísimo muchísimo menos, tanto que siento que la mayor parte del día estoy representando una farsa fingiendo que me importa lo que hago cuando en realidad estoy deseando que acabe para tirar con lo mío.
Por ejemplo cuando viene uno del banco a hablarme de tal o cual hipoteca, me da exactamente igual, es su juego no el mío, yo de este invento participo exactamente lo justo que me permita vivir en una casa que considero mía, un trámite por el que he tenido que pasar, el resto me sobra, es más: hago todo lo posible porque ni me rocen estas historias. Soy el que más pasión pongo en las reuniones de empresa, pero en el fondo sé, soy consciente de que me importan prácticamente nada.
Son inmensa mayoría los conceptos «heredados» que me dan exactamente igual: religiones, divisas, fronteras, visados, política… me hace especial gracia ver a gente de mi edad defendiendo hasta la muerte ciertas ideas como la independencia de Euskalherria o el caso opuesto: España una y grande… ¿en serio? vosotros nacisteis con este tinglado ya montado, ¿en serio os importa tanto? ¿tan poco tenéis que hacer?. Lo que no quita para que me alegre cuando gana el Athletic o me alegraré cuando se quite del medio a tanto inútil que está en el poder en España a finales de año, no vivo insensible y ajeno a todo, pero es otro nivel de alegría nada comparable a escucharle a Kota aporrear la puerta del baño gritando «papá» para que salga ya de ahí, deje de hacer lo que sea que era tan urgente y me ponga a jugar con él ya mismo. Eso es lo importante, mucho más que el paso a producción del jueves 23, no hay, ni de lejos, color.
Así que con esto estoy últimamente: no me creo nada de lo que me rodea, solo creo en lo mío y lo de los míos, con ello me quedo y a ello me debo, no es que me canse el resto, es que me da igual.
Crisis pero de las jodidas, ¿eh?.
Ya veremos cuando llegue a los cuarenta de verdad…
Farsa
No hace mucho, diría que desde hace un par de años, vengo dándole vueltas a la idea de que la gran mayoría de lo que nos rodea es una gigantesca y descomunal farsa. Desde que Kota está con nosotros, no hace ni medio año, esta idea, este concepto está tomando especial relevancia quizás porque cuando tienes un hijo, tu lista de prioridades de repente deja de tener sentido alguno y todo deja de girar en torno al ombligo de uno.
No es que de repente me haya convertido yo en Neo y vea la realidad tal y como es, no va por ahí la cosa, a ver si soy capaz de explicarme y de paso me entero yo también.
Uno fue a nacer donde le tocó con la familia que le fue a tocar y a partir de ahí todo está, digamos, preconcebido. Comes lo que te ponen encima de la mesa, en el colegio uno juega a futbito porque es lo suyo, existen periódicos, tebeos revistas… todo un mundo montado que está muy bien, pero no deja de ser una herencia, el resultado de evolución de la sociedad, del mundo en el que te ha tocado vivir. No hay porqué estar de acuerdo. No tienes porque creerte esta movida solo porque es así. No ha sido así siempre y seguramente no sea así para siempre. No sé si me seguís… de momento no me entiendo ni yo.
A ver si tirando por otro lado…
Mira, hablemos de los bancos. Esos negocios oscuros que uno nunca sabe muy bien como funcionan, pero sin los que no puedes hacer movidas tan simples como que te paguen un sueldo sin tener una cuenta con ellos o más complicadas como comprarte una casa sin deberles tu vida. Para que me diesen la hipoteca en España tuve que firmar un seguro de vida que por lo visto todavía tengo y hacerme un plan de pensiones que no me dejan cancelar. Fue una farsa, una inmensa comedia que me lió la vida. Me podrían haber dado el préstamo y lo hubiese pagado igual, pero me sacaron más dinero porque les apeteció, porque les salió de los huevos y ahora no me dejan tener ese dinero porque tampoco les sale de los mismos redondicos atributos. Esto lo digo yo que ni tan mal, qué dirán los de las preferentes.
La comida… estamos totalmente rodeados de comida que es un disparate. Prácticamente cualquier producto de cualquier supermercado que vaya en un envase se fabrica en masa con el objetivo de que duren el máximo posible, atiende lo que le echarán ahí para lograrlo. Cualquier bebida tiene cantidades ridículas de azúcar, sea con gas o no, la etiqueta «light» es la mayor mentira del universo. Es mucho más barato zamparse un menú del McDonalds que un menú del día normal en cualquier restaurante. Se beben cafés sin ningún sentido, conozco a gente que se enchufa cinco o seis cafés al día de manera habitual sin inmutarse. La sociedad consumista en la que vivimos, yo más por estar aquí, es insana, es el resultado de multinacionales que quieren vender el máximo de productos posible, es su teatro, su circo en el que nos vemos todos inmersos queramos o no. Ojo que yo me pongo tibio a patatas fritas y tabletas de chocolate de vez en cuando, no es que esté totalmente pirado por la dieta, pero si que creo que es un ejemplo perfecto para explicar mi teoría de que bailamos al son que nos tocan. Y atentos al asunto, porque la cosa está tan extendida que si por ejemplo tratáis de pedir algo sin alcohol cuando estáis con vuestros amigos, lo más probable es que prácticamente ellos mismos te obliguen a enchufarte una cerveza quieras o no, porque ¿cómo no te vas a pimplar, por Dios?.
Los políticos. Yo cuando nací resulta que se acababa de morir Franco. Yo no tenía ni idea de quien era Franco, solo recuerdo las monedas de 50 pts en las que salía su jeta, un tío con la cara redonda y calvo como el solo, creo recordar. A partir de ahí había presidentes del gobierno, ministros, congresos, parlamentos… todavía sigo sin entender muy bien como funciona la cosa. Me dan igual, tienen montado un tinglado ahí acojonante de amigos haciéndose y debiéndose favores unos a otros con el objetivo de chupar el máximo del bote común. Luego está la familia real que no tengo ni idea de porque están ahí y que siempre me han dado también igual, pero que últimamente me caen francamente mal. Y los medios de comunicación al servicio de todo este teatro dando la misma noticia de maneras totalmente opuestas. No me creo nada, dejadme en paz ya.
Las empresas… yo estuve en una donde hacíamos páginas webs calcadas unas de otras con el objetivo de cobrar cuantas más subvenciones mejor. El cliente ni las pedía ya, le dábamos todo el papeleo hecho y él solo tenía que firmar, después esa web nunca se volvía a actualizar. Mi jefe me hizo jefe de equipo o no se qué pamplinas y nos tenía en agosto en un piso de Bilbao a cuarenta grados sin un miserable ventilador mientras él se forraba vilmente. En la siguiente empresa estaba subcontratado y aunque la empresa del cliente nunca dejó de tener cifras astronómicas de beneficios, tenían a chavales currando por cuatro duros y encima están despidiendo a un huevo de gente. Al pedirle yo a mi jefe de ahora, después de dos años, si me va a hacer algún tipo de revisión de sueldo, algo que considero normal en cualquier empresa, me contesta que no se habló de nada de eso en la entrevista y acaba su email con un «con lo que estás cobrando, si no te llega, deberías revisar tu estilo de vida» a lo Montoro, viviendo por encima de mis posibilidades. Todo sin tener ni idea de qué hago yo o dejo de hacer mientras le veo pirarse de la oficina en un cochazo del copón bendito. Las empresas, hasta el momento, son la mayor mentira en la que me he visto envuelto desde que nací. Es cierto que nos toca tragar a cambio de la estabilidad que nos da el tener un sueldo fijo sin más preocupaciones que cumplir las horas, pero la sensación de estar actuando en su circo privado no se me quita ni con el baño de las noches. Todavía estoy por estar en una empresa en la que se preocupen de verdad por uno y no solo por obtener cuanto más beneficio mejor a consta de lo que sea y de quien sea. Eh, y con la siguiente que empezaré de aquí a un mes, ya voy nueve distintas.
No hablaré aquí de las religiones porque entonces no tendría fin y acabaríamos mal.
Pones la tele, al menos aquí, y salen grupos de música de un montón de chicos o chicas súper jóvenes todos cortados por el mismo patrón que cantan todos a la vez y bailan coreografías absurdas. Seguramente no tengan ni idea de componer música, no tienen mayor habilidad o mérito que una cara bonita y haberse aprendido un baile que ni siquiera serán capaces de inventarse ellos, pero mira por donde que están en absolutamente todos los programas de televisión, hacen millones de anuncios, les ves en carteles enormes por toda la ciudad, «triunfan». Tienen millones de fans, de seguidores adolescentes cuya aspiración es llegar a ser como ellos. Es algo tan triste, tan superficial… es una farsa maquinada por los medios de comunicación y las empresas que les funciona hasta límites increíbles. Eh! no hablemos tampoco del fútbol allí, que si no te gusta, eres el bicho más raro del mundo. Cuento con los dedos de una mano los partidos de fútbol que he sido capaz de ver enteros, y seguro que era porque todos mis amigos lo estaban viendo y no quedaba otra.
Resumiendo: no me creo nada de un tiempo a esta parte. Pongo todo en duda, me siento ajeno a tanta patraña que nos rodea. Veo a Kota que está ahí puesto en su cuna haciendo poco más que comer, dormir y tirarse pedos y pienso en todo lo que le espera. Ojalá que sepa elegir por su cuenta y no porque es lo que hay, ojalá que sea capaz de pensar por si mismo y plantearse absolutamente todo lo que tiene a su alrededor. Porque al igual que hay un sinfín de farsas esperándole, también existen cosas maravillosas que espero que sea capaz de distinguir y encontrar por su cuenta.
Yo, de momento, sigo buscando. No os creáis que tengo todas conmigo, últimamente estoy de un desconfiado subido que echa para atrás. Veremos si con el cambio de empresa, la cosa mejora. Que no me malinterprete nadie, no estoy amargado: yo vivo feliciano como siempre o mucho más con la llegada de Kota, muy ilusionado con mis cosas que espero que nunca se me quiten las ganas de hacerlas. Pero, ojo, que no me vengan con cuentos chinos que no me creo ninguno, que cada vez estoy más harto de tanta patraña, que yo sé lo que quiero y no necesito tanta tontería emborronándome la vida. Copón ya.
El 2013
El sábado pasado fue el primer día que Kota y yo nos dimos un paseo sin Chiaki. Hacía mucho que no daba un paseo solo por pasear y hacía mucho que no lo hacía solo. Bueno, Kota estaba conmigo pero como no habla mucho… hombre claro que no, Kota perdona, por supuesto que no estaba solo, pero como yo no sé si me entiendes cuando te hablo pues me puse a pensar en mis cosas mientras recorría calles repletas de tiendas envueltas en música de flautas y tambores provenientes del hilo musical que se dejaba escuchar gracias a altavoces colocados sutilmente en farolas aquí y allá. Cada vez que se estrena año pasa lo mismo por estos barrios: la mitad de las tiendas cerradas y el CD de música tradicional de año nuevo en modo loop.
Feliz año, por cierto, que casi se me pasa.
Total, que mi hijo colgaba de mi pecho gracias a uno de esos artilugios pensados para que los padres le tomemos el relevo por fuera a las madres que ya dejaron de llevarlo por dentro. A veces dormía y a veces me miraba. Kota, en algunas ocasiones parece que te esté diciendo un montón de cosas cuando te mira fijamente. Parece decirte: Oskar o papá o como sea que te llamaré, lo estás haciendo bien, no te preocupes tanto, hombre, que yo estoy bien.
También es verdad que otras llora como si le estuviésemos haciendo al baño María.
Pero el sábado no hubo problema alguno, ni frío hacía y Kota se dedicaba entre balbuceos y sonidos que solo él entiende a mirar el cacho de Tokyo en el que le ha tocado nacer. Espero que hayamos elegido bien.
Y yo, que le miraba desde arriba, me puse a pensar en un montón de cosas. Me acordé, me acuerdo, que el año pasado lo empecé con una escayola adornando mi brazo izquierdo y que más que el dolor, lo que peor llevaba era no poder hacer nada de lo que llevaba haciendo hasta entonces: vacaciones forzosas de Karate, de correr, de cualquier actividad física… lo llevé bastante mal y mira que yo más que optimista soy un feliciano. Tan harto estaba que cuando aquel día el tren frenó de repente y me golpeé el brazo roto contra una barra metálica del vagón supe que nada me iba a sentar bien desde por la mañana; estaba hasta los huevos de mayormente todo y aquella mañana me cansé de esperar emails de editoriales que nunca llegaban y decidí que el libro lo iba a sacar por mi cuenta, hubiese que hacer lo que hubiese que hacer.
¡Eh! de las mejores decisiones del año, acaban de llegar los 500 ejemplares a Barcelona y ayer mismo envié los PDFs a los que eligieron la opción en la campaña de crowdfunding.
Si algo iba a marcar sin duda el 2013 era que me casaba con Chiaki en su templo. Ya estábamos casados por lo civil, pero queríamos hacer algo bonito en el templo que era su casa antes de venirse a vivir conmigo. Yo siempre había pensado que deberíamos hacerlo allí, no se me ocurría un lugar mejor y supongo que a Chiaki tampoco aunque todavía hoy me resulta curioso que fuese yo el que lo sugiriese, quizás ella lo daba por sentado ahora que lo pienso. Lo que no sabía es que se iba a animar tanta gente a venirse a la boda desde España: no solo un montón de amigos de Bilbao sino que mi familia al completo, Javi incluido, llegaron a Narita para celebrar nuestro día que no quedaba otra que que fuese especial. Tan entusiasmado estaba por la llegada de todos que decidí escribirles una especie de guía de viaje para que descubriesen el Tokyo y los alrededores que me hubiese gustado que me contasen a mi si no tuviese más de una semana:
1- Tsukiji, Hamarikyu, Odaiba y Onsen
2- Honmonji, Sky Tree y Asakusa
3- Kamakura, Hasedera, Daibutsu, Enoshima, Ofuna, Yokohama
4- Tokyo Tower, Azotea del Roppongi Hills, Shibuya
5- Harajuku, Meiji Jingu, Yoyogi y Shinjuku
Sé que hicieron la gran mayoría así que fue un tiempo muy bien invertido porque cuando estaban aquí yo apenas daba abasto con los preparativos de la boda, mi familia y atender a la pobre Chiaki que por aquél entonces estaba pasándolo bastante mal por culpa del embarazo. Ya me habría gustado haber hecho las excursiones con ellos, ya.
Bastante antes de que viniesen y en plenos preparativos de la boda, recuerdo que un día decidí irme a casa en vez de a la habitual clase de Karate porque no me encontraba muy bien. Como Chiaki iba a llegar tarde y para hacer tiempo me bajé en la estación anterior donde hay un gran centro comercial y allí, sin haberlo planeado, acabé comprándome dos pares de zapatos que no necesitaba en absoluto. De propina, se me recalentó el alma al verme atendido por el señor de la tienda de zapatos. Profundamente conmovido entre lágrimas escribí aquella historia que también forma parte del libro. Los zapatos no me los he puesto más que dos o tres veces y resulta que ahora que compramos piso justo en esa estación y vamos muy a menudo a su tienda, él ya no está. Ojalá que sea porque le han trasladado a otra tienda o esté haciendo otro trabajo parecido en cualquier otro sitio.
Y finalmente vinieron mis amigos y mi familia y se celebró la boda. Fueron días de intensa emoción en los que yo no dejé de llorar prácticamente ningún día por diversos motivos aunque el mismo día de la boda se llevó la palma. Salimos temprano por la mañana al templo de mi mujer con mi familia, nos vistieron con kimonos incluyendo a nuestras madres y a mi sobrina, nos casó mi cuñado por el rito budista en presencia de mis amigos, fuimos en autobús al restaurante en un viaje eterno por un Tokyo atestado de coches y allí se sucedieron muchas sorpresas con mucha más gente que no cabía en el templo. Nos cantaron, nos leyeron cosas, nos hicieron un vídeo precioso… aunque la sorpresa mayor nos la guardábamos nosotros con otro vídeo en el que contábamos un poco nuestra historia de pareja y al final del todo anunciábamos que Kota estaba ya por llegar. Mi madre no dejaba de repetir «¿pero es verdad? ¿pero es verdad o es otra de las tuyas?»…
Los de callejeros se vinieron a grabar hacía un huevo, pero finalmente parecía que iba a salir ya el programa (me cuentan que en el día de reyes lo volvieron a poner).
Pero a mi lo que me tenía frito era un compañero de trabajo que me tenía muy amargado, tanto que hice un montón de entrevistas para irme de la empresa. Con todo lo bueno que me estaba pasando, lo feliz que estaba yo con mis cosas… aquella sensación no me cuadraba… me hizo reflexionar y creí darme cuenta que este concepto relativo de felicidad, al final del día, tenía mucho que ver con toda la gente con la que nos tocaba compartir tiempo y lugar y con como dejamos que nos hagan sentir.
Ahora me lo aplico y trato de no cruzarme o relacionarme con según que tipo de gente que sé de sobras que no me convienen. «Fintar a idiotas y sus idioteces» lo llamó un buen amigo.
Total, que apenas unas semanas después de que se acabase la vorágine de la boda, en vez de estarme quieto y descansar, estaba metido de lleno en la organización de la primera Feria de Abril en Tokio. Bueno, al menos la primera que sabíamos nosotros que se celebraba: nos las arreglamos para tener un bar español exclusivamente para nosotros por un día y montamos allí un Cristo importante en el que no faltó de nada. Curramos un montón y no solo ese día sino desde muchas semanas antes, pero me reafirmó en mi idea de dejar de rascar teclas algún día porque menudo gustico nos dio todo. Aunque hubo paisanos «amigos» que vinieron pero no pagaron la entrada y se quedaron fuera aprovechando el ambiente generado en la terraza… en fin, ellos verán, nosotros nos remitiremos al dicho de las fintas.
Precisamente en la organización de ese jaleo fue cuando por fin conocí a Chema, el famoso «niño cagao» que había salido en Callejeros hacía tiempo. Me pareció un tío muy salao y me dio pena que se fuese tan pronto ahora que no habíamos hecho más que conocernos. Estuvo graciosa la canción de despedida que se cascó en la terraza de los Lorcos aquel día cuando quedamos los organizadores del evento para dar cuenta de las sobras. Fue chica la que cogí aquella tarde así con la tontería…
Y en esas estábamos cuando de repente nos empezaron a llegar mensajes al teléfono ¡¡ que estábamos saliendo en la tele de aquí!! Resulta que aquí hay un programa de televisión en el que se van con la cámara al aeropuerto de Narita a entrevistar a los extranjeros que llegan. Les preguntan de donde son, a que han venido… y si lo que van a hacer les resulta interesante, les piden permiso para grabar un programa especial durante su estancia. Por ejemplo el otro día salió uno que se dedicaba a dar clases de esquí y le sacaron ahí dando clases y tal. Pues el caso es que pillaron a los Tosca ahí y nos pidieron permiso para venirse a grabar la boda al templo de Chiaki!!!
… peeero les dijimos que no (como cinco o seis veces porque no dejaban de llamar por teléfono para insistir). A mi tengo que reconocer que por una parte me hacía ilusión porque iba a ser un recuerdo muy gracioso que tendríamos siempre de aquel día, pero también es verdad que el asunto era íntimo y el tono del programa es en exceso de humor con lo que tampoco era plan. Aún así me queda la cosica de saber cómo habría quedado, ¡¡ juas !! (mi padre es el más salado del mundo, por cierto, qué arte!).
Y ahí siguieron pasando los meses… mientras trataba de acostumbrarme a mi nueva vida de casado con Chiaki y me planteaba retos con los que todavía sigo enfrascado, muchas tardes de verano las dediqué a programar «Por lo segao«, una web de cromos que no son más que fotos chorras con títulos chorras. La verdad es que me lo pasé muy bien metiendo cromos, pero un día me llegó una alerta de espacio en disco sobreutilizado y no he sido capaz de buscar cinco minutos para ver que está fallando porque no se pueden crear cromos. Intentaré retomarlo durante este año en cuanto se calmen un poco las cosas.
Lo que son las cosas, que justo antes de irme de luna de miel a Okinawa (pedazo de viaje, por cierto, ahí tenemos que volver como sea), estuve a punto a punto de cambiar radicalmente de profesión. Pero a punto a punto… ahora que ya no tengo los problemas que tuve a última hora aquella vez, resulta que mi puesto ya está cubierto… ¡fue cuestión de un par de meses solo! ¡se puede hacer!.
Y precisamente viendo las fotos de Chiaki embarazada en Okinawa fue cuando me puse a pensar en Kota, en mi hijo, en todo lo que significaba para mi que hubiese podido llegar a formar una familia después de todo. Y en lo lejos que sigo estando de los míos… Esa calurosa mañana de agosto le escribí una carta a mi querido hijo.
Cuento, con orgullo que lo que allí ponía lo estoy cumpliendo a rajatabla: menudas conversaciones en castellano tenemos a la hora del baño… aiss…
Septiembre siempre es un mes especial: es el cumpleaños de Chiaki y el mío y siempre hacemos alguna celebración chula estilo irnos de viaje por ahí. Este año con lo de Okinawa y Kota a punto de nacer nos quedamos en casa y yo aproveché para lanzar la campaña de crowdfunding pensando en que igual si que iba a ser posible finalmente tener el libro. Ya sabeis el resultado porque sois parte de él: apoyo incondicional desde el primer momento, se consiguió el objetivo a las pocas horas y se cuadriplicó. Nunca sabré expresar lo suficiente mi gratitud, solo espero que el libro no os defraude.
Ojalá que no.
También fue cuando nos enteramos que Tokyo iba a ser la sede de las olimpiadas y no sé si porque Madrid perdió pero leí una serie de gilipolleces en muchos medios españoles sobre Japón que me dio por escribir una especie de artículo en el que trataba de contar que para mi lo mejor y lo peor de esta ciudad: Tokyo, la ciudad de los juegos.
A finales de septiembre andábamos también a contrarreloj por conseguir la hipoteca que nos permitiría comprar el piso en el que vivimos ahora. Digo que íbamos contra el tiempo porque Chiaki salía de cuentas en un mes y todavía no teníamos claro si nos íbamos a poder mudar o no. Nunca habría pensado yo que me iba a comprar casa aquí pero mira, tener un hijo te hace que quieras tener una mayor estabilidad, darle cierta seguridad que antes no te importaba. Y lo conseguimos a pesar de tener mucho en contra por ser extranjero y no llevar demasiado tiempo con contrato indefinido. No faltó tampoco quien quiso quitarnos la ilusión de una hostia.
Por cierto, ¡qué risas con la mudanza!.
Luego, ¿pues qué decir? ¿qué contar?, llegó Kota y todo cambió. Mi mundo, nuestro mundo se ha convertido en esa personita que nos mira echando babas, tirándose pedos como trolebuses y roncando como un abuelo. El parto fue larguísimo y Chiaki lo pasó muy mal aunque al final todo salió muy bien.
Y para acabar el año antes de dedicarnos plenamente a Kota, y a parte de una segunda feria pero de Albacete esta vez, nos vimos envueltos en uno de los mayores saraos dedicados a España que se han celebrado por estos lares: un Spain Matsuri en el que pusimos un tenderete de tortillas entre otros pinchos diversos. Fue un fin de semana de no parar de currar hasta no sentir las piernas, pero menudas risas nos echamos siempre con Chiqui, Lorco, Germán, Manuela…!!!
Me caso en Tokyo con mi familia y amigos, me voy de viaje a Okinawa, me compro casa, nace Kota, saco un libro… me parece a mi que el 2013 va a ser un año que recordaré siempre. Este 2014 de momento se presenta tranquilito, pero no le doy yo más de un par de semanas más antes de que se empiece a liar… ya veréis!!
El ikublog en segundo de la ESO
El año pasado contactaron conmigo para hacerme una propuesta que sería imposible rechazar: querían pedirme permiso para publicar uno de mis posts en el libro de Lengua y Literatura de segundo de la ESO que se iba a utilizar este año en España. Imagínate, algo que he escrito yo publicado en un libro de educación, madre mía, cómo iba a imaginar yo que algo así podría pasar. Por supuesto que accedí encantadísimo, menudo honor, aunque la verdad es que tampoco me lo creía yo mucho el asunto…
Hasta que hace nada que he podido hacerme con el libro en cuestión y era verdad, efectivamente, ahí está el artículo:
En concreto es el que publiqué una semana después del gran terremoto de marzo del año pasado, el titulado: Viernes, 18 de marzo de 2011. Lo cierto es que ese mismo artículo parece que tuvo cierto éxito porque también lo publicaron en El Correo, aunque allí se sobraron bastante porque grabaron incluso un vídeo con un tío leyéndolo en plan melancólico con música tristona que no venía a cuento y por supuesto, sin incluir la parte sobre los medios de comunicación…
Pero bueno, a lo que íbamos… ¡que salgo en un libro de la ESO!
La verdad es que me esto me animó y me dio mucha fuerza para seguir con el ikulibro que prácticamente ya tenemos acabado y revisado. Sólo nos falta meterle unas cuantas cosas más que creemos que van a quedar muy bien y para adelante. Como las editoriales no nos hacen caso, que ni nos contestan a los emails, seguramente lo saquemos por nuestra cuenta de alguna manera, pero de principios del año que viene no pasa, por estas, anda que no está quedando bonico ni nada. Yo no soy capaz de leer dos capítulos seguidos sin echar lagrimones, pero claro, son cosas que me han pasado a mi, si no me emocionasen, mal iríamos…
¡Buen fin de semana!
Archivos y rebuscamientos
Resulta que en el último mes y medio me he dedicado en el curro a programar plugins y themes para WordPress, lo que ha tenido una parte buena y otra mala. La buena es que he aprendido mucho como va el asunto… y la mala es que ahora al ikublog me parece que le falta de todo!!!
¡¡horreur y terreur!!
Así que aprovechando los escasos huecos libres que puedo saquearle al día, estoy añadiendo todo lo que debería haber estado desde el principio. Mira, visto así, son las dos cosas buenas!
De momento vamos con la búsqueda y las páginas de archivos, que ya están en su sitio (borra caché si no te aparecen!!!):
Claro, después de que por fin salgan en condiciones los archivos, resulta que las categorías cobran importancia, así que me he dedicado a recorrerme los más de 1200 posts que tiene este mostrenco y metiéndole categorías a saquer. Así, por ejemplo, ya se pueden ver más en condiciones los posts de:
Kokoro
Karate
Mother of Peneke
Excursiones
Fotos
Comida
Curiosidades
Chorradas…
O directamente en la barra lateral pinchando en alguna de las de la nube de categorías (etiqueterEnchuferClouder featuring Resopler), ya sale el listado de los posts enchufaos en la correspondiente. Ahora ya solo me falta acabar de categorizar los 300 restantes, hacer que salga alguna imagen genérica cuando el post no tiene fotos y ya pasar a maquear la web de las camisetas de cara a los nuevos diseños de primavera…
¿Se os ocurre que más le vendría bien al ikublog?