Tokyo, la ciudad de los juegos olímpicos, es el lugar en el que llevo viviendo 7 años. Se dice pronto y pasaron rápido, tanto que a veces parece que vine ayer y otras que nunca estuve en Bilbao en realidad.
Ayer cené con mi mujer, Chiaki, en un izakaya cerca de mi casa. Comimos muchas cosas que nunca habría imaginado que se iban a convertir en mis habituales: una cazuela con verduras, tofu y carne, alitas de pollo dulces y picantes a la vez, ensalada de algas… como casi siempre, pidió ella, aunque yo fui el que me bebí las dos jarras de cerveza de medio litro. Hoy me pongo a leer el periódico y ponen que una cerveza vale 7 euros. Yo pagué 3 y medio, me pregunto dónde se fue a beber su cerveza la tipa del reportaje. La cena no costó más de dos mil yenes por cabeza, unos 14 euros, pero el dato da igual porque si tenemos en cuenta que cualquier sueldo japonés es aproximadamente un 35% más alto que uno de España, al menos en informática, estamos hablando de restaurantes en los que tienes un servicio incomparable y una comida increíblemente variada y selecta por cuatro duros en proporción. No tiene sentido hablar de precios en euros estando en Japón, eso lo entiende cualquiera. Como tampoco cuadraría preguntarle a uno de Nueva York cuanto cuesta una copa de vino en Euros para calcular si es caro o no. Siempre estamos con la misma gilipollez absurda.
No es raro leer tonterías sobre esta ciudad, sobretodo de gente que quizás ha pasado aquí una semana de vacaciones y se cree con criterio de sobra para adoctrinar con verdades absolutas, aunque peor son los que han visto algún programa de callejeros y ya son expertos gurús. Yo salí en uno y sé que se trata de contar lo que sobresale, lo que es raro, lo que destaca que no suele ser para nada lo normal. Es como si nos vamos a Bilbao y nos quedamos con las pintadas del Casco Viejo y enfocamos el asunto a hacer un documental sobre ETA y los presos en vez de sacar a la gente de pintxos y buen rollo. Pues es lo mismo: nosotros nos tiramos un par de horas recorriendo metros de Tokyo hasta dar con uno que estuviese petado para grabar. ¿Que es normal que estén hasta arriba? SI, con mayúsculas, pero en horas punta y en determinadas líneas. También es normal que te traten con tremenda exquisitez en cualquier tienda o que haya restaurantes centenarios que los llevan ancianos de pareja edad a los que verás tratarte como un nieto suyo aunque no entiendan ni papa de lo que dices.
Tokyo es una ciudad inmensa que está compuesta por distintas ciudades, cada una con su ritmo y sus pulsos. Tenemos los rascacielos y las zonas de marcha, tres o cuatro barrios en total, y otros trescientos millones de lugares que nunca salen en ningún sitio. La inmensa mayoría de Tokyo son barrios de casas de madera, de edificios de menos de 4 pisos a los que se accede por calles tan estrechas que lo del doble sentido es anecdótico porque sin maniobras, por allí no se cruzarían nunca dos coches. No es raro cruzarse con gatos que campan a sus anchas por cualquier esquina, con niños practicando con sus padres a darle con el bate de beisbol a la pelota, con estudiantes que vuelven de sus clases de kendo, de judo o de tiro con arco llevando semejante bicho de metro en sus espaldas.
Si estás esperando al tren en cualquier estación no será raro que hagas cola detrás de niños de menos de 10 años que están ahí cogiendo el tren solos volviendo a casa del colegio por su cuenta. Porque aunque se empeñen en sacar soplapolleces excepcionales que yo nunca he visto como las máquinas expendedoras de bragas usadas o la moda esa que dicen que hay entre los adolescentes de lamerse los ojos, esta ciudad es de las más seguras y amables del mundo. Es como si la imagen que se quisiese dar de España es de que todos nos tiramos tomates los fines de semana porque una vez al año en una ciudad concreta hay un festival en el que se hace. Eso no es lo normal, es raro, es la tontería que hace gracia y la que gusta contar. Porque si cuentas que hay puestos de comida en algunos sitios de Tokyo donde el dueño no está pero hay una hucha donde se fían de que eches tu dinero y te lleves solo la bolsa de pimientos que te corresponde, pues entonces el personal a lo mejor se aburre porque es algo simplemente curioso y no estrafalario.
También es verdad que si sales cualquier día por la noche por Shibuya o Shinjuku te encontrarás con muchos hombres de negocio borrachos perdidos aunque totalmente inofensivos. Seguramente estarán ahí tirados en cualquier banco durmiendo la mona sabiendo que cuando despierten, seguirán teniendo el portátil al lado porque esta ciudad es así. Pero esto será en cualquier barrio del centro donde están las oficinas.
Tampoco será raro que si sales tu con los de tu empresa a cualquier izakaya acabes fusionando mesas con la celebración de los de otra empresa que te invitarán a todo lo que se les ocurra. Porque aquí la gente es social, es amable y sobretodo se emborrachan a la que llevan dos cervezas encima pero en vez de liarse a hostias por independencias, equipos de fútbol o partidos políticos, se invitan unos a otros y dan por saco si acaso gritando y cantando a grito pelao. Que es cierto que existe un festival del pene donde sacan una picha en procesión lo que a mi parecer dice mucho del sentido del humor de esta gente, pero que es sólo uno contra los cientos que hay cualquier fin de semana en cualquier barrio donde las abuelas se pondrán sus kimonos de gala para bailar con sus nietos debajo de lluvias de pétalos de cerezo.
Mi día a día viviendo aquí es recorrerme una docena de kilómetros por entre calles en bici hasta mi oficina sabiendo que los coches me respetan y guardan la distancia de seguridad porque resulta que somos muchísimos los que vamos en dos ruedas. Cuando salgo del trabajo me voy a Karate en un tren que está lleno hasta los topes pero que cuando vuelvo va vacío. En la clase de Karate soy el único extranjero la mayoría de las veces, pero eso da tan igual que me hace gracia hasta mencionarlo. Al acabar la clase, allí nos solemos quedar unos cuantos, chavales incluidos, a practicar delante del espejo hasta que nos dan las tantas. Para mi esto es Tokyo pero es que esto pasaba en Zalla también donde tenía que recalentar la cena porque me había quedado con Dani a hacer katas. Igual que allí, en estos ratos hablamos y algunos me cuentan, por ejemplo, de sus exámenes finales en la universidad, o del erasmus que han conseguido para estudiar inglés en Londres o esta última vez que la abuela me contó que su hijo se quería sacar el carnet de moto y que tenía miedo de que tuviese un accidente.
Coño, que aquí la gente es gente normal que va a lo suyo que es lo normal, a lo que les interesa mientras tratan de buscarse un hueco en la vida a base de trabajos, alquileres, hipotecas, todos los viajes que se pueda y novias, esposas e hijos según vaya tocando. Claro que hay payasadas y rascayúes como el pirado aquel que mangaba sillines de bicicleta de chicas para olerlos, lamerlos y yo que sé qué perversiones más, pero este zopenco no es sino un pirao entre millones que sin embargo será el que saquéis allí en las noticias. Y aun siendo también excepcional, no contáis lo del profesor sin brazos ni piernas que da clases con la mayor pasión del mundo o la historia de la animadora que perdió una pierna por un cáncer de huesos y que se desvivió por apoyar la candidatura de Tokyo en las olimpiadas y no dejó de llorar hasta días después de saber que les eligieron a ellos. Incluso apuesto el huevo izquierdo a que nadie sabrá allí en España que el seleccionador nacional de fútbol sala de Japón se llama Miguel y es de Granada (aparte de un tío más majo que ni sé). Vosotros contad lo de Fukushima, que tampoco tenéis ni puta idea de lo que pasa porque no lo saben aquí ni ellos mismos, sacad fotos de empujadores del metro y a los cuatro o cinco tarados picopalables que se cardan el pelo o se visten de colegialas que es lo que seguirá dando la fama a esta maravillosa ciudad que lo es precisamente por sus gentes, esas a las que os empeñáis en ridiculizar con tantas tonterías tan cansinas ya…
Esta ciudad tiene muchas cosas buenas y muchas cosas malas. Vive muchísima gente y a eso cuesta acostumbrarse, el centro es una locura cualquier día a cualquier hora, la mayoría no habla inglés ni les interesa, hay comida que no hay Cristo que la entienda como cuando se zampan un pescado entero rebozado de un bocado incluyendo la cabeza con sus dos ojos. Para un turista europeo, Tokyo es caro porque al cambio estáis jodidos y os venís a un sitio donde nosotros cobramos más y por tanto todo está en la proporción de antes, con la que hay que mirar estas cosas. Los pisos son estrechos y muy muy pequeños, pero yo no conozco a nadie que viva en cinco metros cuadrados porque eso es un disparate. Yo me he comprado uno de 67 metros cuadrados a veinte minutos del centro y no me ha costado más que el que tenía en Bilbao, siempre en proporción, pero tampoco es lo habitual, lo normal es vivir en una sola habitación de veinte o treinta metros cuadrados pero esto es porque es Tokyo, el resto de Japón no tiene absolutamente nada que ver. Es cierto también que hay vagabundos que duermen en la calle pero nunca os molestarán y mucho menos os pedirán dinero y en los siete años que llevo yo aquí no me han robado nunca, la única que vez que tuve algo parecido a una pelea fue con una cuadrilla de adolescentes totalmente borrachos de alcohol y hormonas.
Pero también es verdad que Tokyo está limpio aunque no haya papeleras, que te puedes ir a un templo majestuoso perdido de barrio y a la vez subir a un observatorio a más de medio kilómetro de altura a ver edificios hasta donde alcanza la vista que será justo donde estará la silueta del monte Fuji. Que hay millones de parques a los que se llega a un par de paradas de tren desde cualquier sitio. Que puedes comer cualquier cosa, CUALQUIER COSA, a cualquier hora porque aquí cocinan espectacularmente, por ejemplo la mejor tortilla española de Tokyo la hizo un japonés que compitió con cocineros españoles ganándoles con justicia. Que sabes que prácticamente nunca se va a retrasar un tren o que si lo hace no importa porque hay cinco líneas que te llevan al mismo sitio por otro lado. Que las infraestructuras que ya tienen de los juegos olímpicos del 64 se podrían utilizar prácticamente tal cual porque las han mantenido como se merecen, pero que aún así ya están enseñando todo lo nuevo que van a construir con tremenda ilusión incluyendo un tinglado del copón en la zona de Odaiba desde la que se tiene la mejor vista nocturna de la ciudad.
Y paro ya que me sube el azúcar. Seguiréis publicando gilipolleces porque seguirá habiendo gente que se las crea, allá cuidaos. Yo ya me he desahogado y en un rato me piraré con Chiaki a tomarme una amazing jarra of cervezaca frejcacold with un pintxo of yakitori que te cagas por cuatro duros y medio.
Y que se mueran los feos.