Lo tenían todo

Por motivos que de ir o venir a algún caso me vais a permitir que por esta vez sea a uno exclusivamente mío, volví a España hace dos meses. El viaje fue a Badajoz dejándome caer de pasada por Estambul y Madrid en avión, metro y autobús según iba correspondiendo.

Quitando que el autobús de vuelta tardó aproximadamente una hora y media más de lo que debía sin recibir absolutamente ninguna explicación, el resto del viaje transcurrió sin otros incidentes que destacar. Diría que dentro de la barbaridad que es esta tremenda paliza, se me hizo incluso corto por lograr ir dormido la mayor parte.

El primer tramo de la vuelta fue desde Badajoz hasta Cáceres en autobús. Con inmensa pena por separarme de los míos una vez más, me tocó sentarme al lado de una señora y así lo hice sin acordarme de dejar las reverencias a un lado; tarea sin esperanza esa de desaprender un uso infinitamente usado. Con la media sonrisa por bandera por haberme dado cuenta esa vez, saqué el libro de «Cómo educar a un niño bilingüe» de la mochila y me dispuse a causar alguna baja del ejército de horas con el que me tocaba combatir hasta tocar base amiga de nuevo junto a mi mujer y mi hijo.

Yo creo que no habría amortizado ni un poco de la saliva untada en los dedos de pasar hojas cuando la señora empezó a hablarme.

– Perdona, ¿hasta donde vas?. Yo voy hasta Cáceres, si vas más lejos, te puedes coger mi asiento y así tienes ventanilla que quieras que no te entretiene un poco.

– Pues me da que me va a venir bien, yo voy hasta Madrid.

Calculo que tendría la edad de mi madre con lo que seguramente de tener hijos, andaríamos parejos de arrugas.

– En cuanto usted se baje, para ahí que me mudo.

– Huy usted dice, ¿tan vieja me ves?, haz el favor de tutearme. ¿Qué? trabajas en Madrid y has venido a ver a tu familia, ¿no?.

Cerré el libro porque ya me vi venir que aquello iba a ir para largo.

– Si le digo… si te digo donde trabajo como poco te vas a sorprender.

– Jaja, una no se sorprende ya por nada. No me digas más, te has tenido que ir a Alemania a buscarte los garbanzos como todos los jóvenes, a pedirle tajo a la Merkel que por cierto mira que es siesa la tía, menuda tirria la tengo.

– Un poquillo más lejos va a ser, llevo casi una década viviendo y trabajando en Tokio, en Japón.

– ¡Coño!, ¡pues si que!, hostia muchacho ¿¡y que haces tu allí?!?

Yo diría que más o menos la mitad del camino a su destino lo pasamos hablando de mi, de mi vida aquí, de Chiaki, de Kota… me sorprendió que aquella buena mujer no estuviese plagada de prejuicios por el país que me fue a adoptar, quitando lo del anisakis por el pescado crudo y la huelga japonesa, creo que no sacó a relucir ninguna tontada más. Es más, creo que fue una conversación muy madura, muy interesante, me preguntó sobre temas como la seguridad social, la calidad de vida familiar, las facilidades que da el país a familias con hijos…

– ¿Porqué se habrá metido este hombre por esta carretera?, que poco me gusta, se tarda siempre más y encima siempre hay niebla… ¿qué le habrá dado hoy?

Y más o menos con esa frase diría yo que se finiquitó el tema de mi vida y empezamos, ni sé como, con la suya. Me enteré, sin preguntar, que ella era de Galicia, que se había casado con un extremeño que conoció allí y que con los años decidieron venirse a vivir finalmente a Cáceres. No me quedó claro si había sido o no monja, pero sí que por lo menos tenía un par de amigas que habían participado en misiones por África y que una vez estuvieron en Nagasaki (¿o fue en Hiroshima? una de las dos…). A veces volvíamos a lo mío y hablábamos de los años duros de ETA y los atentados que vivíamos prácticamente todos los días o repescábamos alguna faceta distinta de Japón según la curva se tomase a la derecha o a la izquierda.

– Yo he ido a Badajoz a ver a mi hijo, suelo ir dos veces por semana a ver qué tal está.

No me acuerdo de su nombre, del de la señora, lo cierto es que creo que nunca me lo dijo, pero sé que nunca se me olvidará la historia que empezó con esa frase. No la vi venir ni de lejos.

Por lo visto y aunque esté mal que ella lo dijese, su hijo tenía muy buen trabajo y ganaba mucho dinero. Se había comprado un chalet, un coche que no sabía cuanto le había costado pero seguro que mucho y hasta un perro. Su hijo, que yo aún hoy imagino siempre con mi misma edad, se había casado con una chica guapísima, farmacéutica creo recordar, muy lista y muy simpática, con una larga melena rubia que ya la quisieran para si muchas modelos.

Al darme cuenta de que hablaba siempre en pasado de ella, fui tan inocente como para preguntar:

– ¿Y se divorciaron?

Dudó un momento, pero siguió con su historia. A su nuera la detectaron un cáncer y murió en menos de un año. Luchó mucho, muchísimo y siempre con una sonrisa en la boca animando a todos. Decía que lo que más le dolió fue verla sin su característica melena, que ese fue el momento en que se dio cuenta que todo estaba pasando de verdad porque se resistió a llevar peluca ya que decía que no tenía nada que ocultar a nadie.

– Lo tenían todo -dijo un par de veces- lo tenían todo y ahora mi hijo no tiene ni ganas de vivir en una casa a la que le sobran todas las habitaciones. Lo tenían todo y ahora mi hijo no tiene nada…

Con escalofriante naturalidad me contó como su nuera se murió al de poco de casarse con su hijo y volvió a hacer hincapié en que poco después de comprar una casa inmensa y un coche carísimo. Que su hijo trata de aparentar normalidad y que va a trabajar como si nada, pero que ella sabe que se le han quitado las ganas de vivir, que no tiene ni idea de por donde tirar, que se ha convertido en un autómata que se aferra a la rutina y que menos mal que al menos sigue teniendo una, un buen trabajo que con los tiempos que corren… Que ella no está tranquila y por eso va dos veces por semana a cocinarle y adecentarle la casa, a atender al perro que parece tan o más triste que él, a tratar de animarle, de animarse juntos.

– Lo tenían todo, de verdad, en estos tiempos tan difíciles, ellos lo tenían todo: dinero, amor… fíjate, les faltó la salud.

– Bueno, la vida es así. ¿Porqué habrá elegido la carretera esta y no la otra?, tengo cita con el fisio y no voy a llegar -continuó como si nada- encima lo peor es que no te cuentan nada, que hacen lo que les da la gana y como solo hay esta línea de autobuses, pues a tragar.

– Y tanto -dije yo en el por decir algo más nervioso de mi vida.

– A ver si tu llegas a coger el vuelo en Madrid. Oye chico, no te habrás deprimido con lo que te he contado, ¿no?, la verdad es que no sé ni porque te he contado esto, creo que es la primera vez que hablo de ello así tan alegremente… menuda compañera de viaje te has ido a buscar tu que estabas ahí calladito con tu libro…

– No te preocupes, al revés, gracias, te puedo decir que he aprendido mucho y además de verdad -dije yo en las palabras más sinceras de toda mi conversación al tiempo que el conductor del autobús bregaba con el volante tratando de aparcar en las cocheras de Cáceres.

– Bueno zagal, que tengas un muy buen viaje y no te olvides de visitar a tus padres de vez en cuando que seguro que se acuerdan mucho de ti. Marcho corriendo.

Y efectivamente así lo hizo. Yo bajé la mochila del altillo del autobús y la dejé en mi asiento, después me cambié al suyo y traté de buscar, en vano, a la señora por la ventanilla para decirle adios con la mano. Abrí, entonces, la mochila y saqué un bocadillo que había comprado antes de salir. Por alguna razón esperé a que el autobús estuviese de nuevo en marcha para abrirlo, como si me diese verguenza comer estando parado o algo así.

Con el primer mordisco se me empañaron los ojos.

Cuando acabé el bocadillo, hacía tiempo que me había aprendido todas y cada una de las nubes de aquel cielo tan bonito que osó amanecernos aquella mañana desde mi prestado asiento de ventanilla.

De vuelta en el avión, aquellas tres palabras no dejaron de hacer eco entre mis costillas. No soy capaz de acordarme de la cara de aquella gallega exiliada con ganas de charleta, pero todavía hoy me reservo un hueco cada mañana para pensar en aquellas tres palabras y así bajarme un poco el ego, apuntalarme la conciencia y agradecer al cielo, ventana o no mediante, lo que hoy todavía sigo teniendo.

«Lo tenían todo…»

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49 comentarios en “Lo tenían todo

  1. Los viajes en autobús hacen que la gente se abra como no lo hace nunca, aunque no lo quieras, muchas veces incluso haciéndote el dormido, no te escapas.

    Amigos de ocho horas.

    1. Pues no lo sé porque hace muchos años que no cojo un autobús para distancias así largas… en este caso fue amiga de hora y media más o menos…

  2. Yo no se que haría con mi vida si me pasara eso… Si que tiene que tener huevos el tio ese. A mi si me pasara algo así dudo que pudiera seguir rutina alguna la verdad.

  3. Estas historias tan tristes hacen que aprendas y te van recordando que hay que disfrutar día a día.
    En mi familia lo sabemos bien, y mi padre me lanzó ese mensaje que desde entonces no dejo de repetirme. Desde entonces siempre busco momentos para disfrutar con mi pareja, mi familia…no pienso esperar a un futuro.

    Un abrazo desde Barcelona!

    1. Entre el señor del otro día y esta buena mujer yo últimamente tengo el Carpe Diem tatuado en la frente… no siempre se puede disfrutar, no siempre se puede vivir el día como si fuera el último porque hay días que en sí son muy malos, que no hay fuerzas, que no hay ganas… Pero hay que tener la actitud, hay que tenerlo siempre en la cabeza, hay que intentar ver siempre lo bueno de toda situación y lugar…

  4. Joder. Ya es casualidad. Esta mañana voy a un funeral por algo parecido…
    (me gustaría poner algo más, pero aún lo estoy digiriendo)

      1. Na. Pero es como pones en la respuesta anterior. Te pones a pensar mucho, en el carpe diem, en donde estás, si realmente es donde quieres estar, en que igual dejar cosas importantes para otro año no es lo más inteligente, etc etc

  5. Aix… estos relatos siempre te dejan con el cuerpo para allá… la verdad que con una conversación así sacas dos cosas. A la mujer le distes un respiro porque pudo desahogarse al contarle eso a alguien ( que quieras que no decir las cosas siempre reconforta… ) y lo segundo es que la mujer intentó darte una lección de vida recordándote que los padres lo pasan mal por sus hijos y que no seas un descastado ( aunque eso ya lo sabes por vivir tan lejos y experimentar ya varios retornos que muy bien te lo recuerdan ).

  6. Oskar, hacía tiempo que no leía una historia tuya de estas «con tanto sentimiento». Siempre sabes como llegar a la «patata» del lector.
    ¿Estás preparando segundo libro?

  7. Tres palabras como una losa. Cuando se cita el pretérito imperfecto del verbo «tener» no suele ser buena señal.
    En este caso con solo doce letras se resume un drama muy gordo y sí, el afectado se lleva la parte del león, pero a los padres siempre les toca una buena pedrea.
    Historias de la vida, que de todo ha de haber: azucar, sal y pimienta.

    Un saludo.

  8. Muchas gracias por esta historia :)

    A veces me pregunto qué pasaría si mi mujer no estuviera más aquí, si me quedara yo sólo con la niña recién nacida. ¿Seguiría en el extranjero o me volvería a España? O quizá cambiaría de país, ¿quizá incluso a Japón para que no perdiera esa parte de sus raíces?
    Pero al final me quedo con lo mismo que tú dejas caer: Olvídate del «y si…», vive cada día y cada instante como si fuera el último, simplemente con un pie en el futuro no vaya a ser que mañana también amanezca. Y, así, a disfrutar y ser felices con lo que nos traiga la vida y las habichuelas que nos busquemos nosotros mismo.

    Un abrazo

    1. Buff, yo no quiero ni pensarlo… no puedo ni planteármelo…

      Hace no mucho tiempo con un gran amigo llegamos a la conclusión de que «el estar bien está infravalorado». Y es así a nada que lo pienses.

      Un abrazo!

  9. Me imaginaba algo así nada más leer el título de la entrada, pero nunca me imaginé que esto le pasara a su hijo… y a su mujer.
    Vaya tela, pero cosas como esta son las que hacen que tras escucharlas aproveches tu vida al máximo porque nunca sabes que va a pasar. Luego se olvida, y es necesario escuchar otra historia similar.

    1. Es verdad esto, ¿eh?, uno se suele olvidar hasta que te das de frente con una historia similar, o te toca a ti… buff…

  10. A veces también se pierden a las personas que más quieres sin que sea por fallecimiento.
    Intentas hacer lo mejor que puedes las cosas y acaban siendo un desastre.
    Pero no queda otra que reponerse, lamerse las heridas y tratar de seguir viviendo lo mejor que se pueda.

    Hay días que cuestan muy mucho de seguir adelante.

    Estupenda entrada para la reflexión.
    :kiss:

  11. Tanto que decir… Se impone el «carpe diem» en los comentarios.
    Y yo me pregunto… «aprovecha tu vida»… ya…
    Sabes como aprovecharla?
    Quienes de nosotros piensan hoy que están desaprovechando su vida?
    Pero cuantos lo están/estamos haciendo?
    Na… gran post.

    1. Ya, buena reflexión la tuya también… ¿qué es aprovechar la vida? ¿qué es eso del Carpe Diem?… yo creo que es una manera de ser, una actitud ante la vida. Si el día se te tuerce, intentar buscarle lo bueno, hacer tu rutina con ilusión o cambiarla si no te hace ninguna, reírse, hacer lo que le gusta a uno, querer a los tuyos, escucharles, ayudarles, tratar de mejorar un pelín aunque sea el día de los que están a tu alrededor: compañeros de oficina, el camarero de la cafetería, los compañeros de karate…

      Yo creo que va por ahí. Por no dejar de hacer lo que uno cree, por no tener vergüenza, por olvidarse de la pereza.

      Digo yo…

  12. Wauuuu sin palabras, una lección que hace valorar cada momento, algo que todos sabemos y por algo, no sé el porqué, ignoramos

  13. Una vez mas me dejas en modo stop… una leccion de vida filtrada por Oskar directo al corazon… mucho para pensar…

  14. La verdad es que sólo nos damos cuenta de lo frágiles que somos cuando le ocurre una desgracia así a alguien de la familia, a algún amigo, a alguien conocido o a nosotros mismos (tocar madera). Tampoco podemos estar pensando en ello siempre porque sería deprimente, pero de vez en cuando un «recordatorio» nos pone las pilas para aprovechar la vida lo mejor posible y si además tienes la suerte de que sea una amatxu con tanta escuela vital a las espaldas la que te lo cuenta, pues te reconcilia con el género humano aunque te encoja el corazón :ikullorer: . Ay qué grande el amor de una madre! Es capaz de sostener mundos enteros en su regazo! :ikurruku:

  15. En el autobús de Bilbao a Santander alguna vez he compartido viaje con alguna señora que me ha contado cosas de los hijos y me preguntaba por mi vida. El viaje como no es muy largo nunca ha dado como para intimar tanto, solo las típicas cosas.
    Ademas casi siempre vamos todos con los auriculares puestos con lo que la situación es menos propicia para hablar. Cada vez somos más autistas.

    1. Ya, hombre es verdad que igual se te puede sentar al lado el parlapuñaos mayor del reino que te pone la cabeza loca…

      No fue el caso, desdeluego.

  16. relao cojonudo tio,
    no se si te acuerdas de mi, pero nos conocimos un dia en tokio alla por 2010, estuve currando en nigata dos meses y solo conocia a chiqui, a veces te leo sigue asi!

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