Anfitrión

– Ya son las tres de la mañana, no puede ser – pienso mientras ultimo los detalles del paso a producción del viernes por la noche.

La culpa la tiene el sol. Bueno, la culpa la tengo yo y después el tiempo porque no soy capaz de quedarme en casa trabajando haciendo un día tan precioso, así que salgo a correr y después vuelvo a salir a Karate, y claro, el trabajo no se hace sólo. Así que son las tres de la mañana y con un RedBull de por medio, sigo haciendo copias de seguridad y más y más pruebas en todos los navegadores que conozco.

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Todo parece funcionar menos mi sentido común que me grita que debería estar durmiendo desde hace rato. Por fin le hago caso y me tumbo encima del futón donde me río de la cafeína y me duermo al instante. Mejor así porque mañana vienen Michiko y Rumiko a mi casa y tengo todo por hacer.

Michiko ha pasado unos días en un onsen ella sola. Decía que lo necesitaba, necesitaba darse de baja del mundo para pensarse, decía que sentía que tenía que ser ahora y se compró un cuaderno y un bolígrafo, y lo infló de pensamientos a la sombra de un cerezo en un templo entre montañas. Dice que escribió frases sin sentido junto a trazos que le salían del recoveco más escondido del corazón. Cuenta que lloró a veces, que hubo páginas repletas de quejas y de enfado pero que el final es feliz y que tenía ganas de vernos.

Y yo la miro a los ojos y me siento feliz porque tenía ganas de verla y hoy ha venido a mi casa.

Rumiko ha vuelto a la oficina. Dice que todo el mundo le ha dado la bienvenida, que le gustan sus compañeros, que todos son buenas personas, que se le ha desescarchado un poco el pecho. Nos cuenta, con esa sonrisa tan nuestra, que su jefe la sigue poniendo a la derecha del cero siempre, que le habla lo mínimo y no es capaz de dar la cara cuando le manda hacer cosas que no le corresponden. Pero ella dice que no se va a rendir. Y nosotros la creemos porque sabemos mucho más que lo que cuenta.

Y yo le paso la mano por el hombro mientras le sirvo otra copa de vino.

Yo les digo que me va bien, que me sigue sin gustar lo de trabajar desde casa porque echo de menos el contacto con la gente. Les cuento que hablo sólo a veces, que hay días en que salgo a la calle porque necesito escaparme de mi casa que por momentos se siente demasiado como una oficina. Les hablo de volteretas, de patadas, de competiciones y de campamentos con niños fuera de Tokyo.

Y me llenan la jarra de cerveza mientras se preparan las preguntas sobre las novias que no tengo.

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Arguiñano me guiña un ojo desde la portada de su libro cuando se deshacen en halagos por la comida. Me gusta cocinar, no sé porque no lo hago más, y el sábado por la mañana no pude parar: paella, tortilla de patatas, almejas al nihonshu, aguacates con salmón ahumado… quería sorprenderlas, quería ser yo por una vez el anfitrión y hacerlo siquiera la mitad de bien que ellas. Quería que quisieran volver.

Y cuando llegamos a los postres ya hacía tiempo que estábamos borrachos.

Me buscaron cuatro o cinco novias cada una, y yo les hablé de las cuatro o cinco mías que no tengo. Recordamos primeras y últimas veces juntos, contamos historias de México, de España y de Japón mezclando idiomas gracias a la cerveza y al vino. Hablamos tanto que casi tocaba levantar la mano y pedir turno para ser el siguiente en contar lo siguiente que hará que sigamos sin poder parar de reír. Otras veces callamos y nos sonreímos en silencio, contentos por seguir siendo los mismos a pesar de vernos cada vez menos.

Y para cuando nos abrazamos en la estación yo ya hacía tiempo que me estaba sintiendo, sólo, la mitad de solo.

17 comentarios en “Anfitrión

  1. No se si es porque no asocio este tipo de entradas contigo pero, me ha parecido muy bonito lo que has escrito. <- por si no lo parece, es un cumplido ;)

  2. Como me sé esas sensaciones. Como en tan poco tiempo quieres decir tanto esperando así poder alargar el tiempo. Como se echa de menos a esa persona antes de verla, mientras estas con ella, y cuando ya no esta.
    Como siempre es un :gustico: leerte, aunque hoy como tantas otras veces la lágrima ruede.

    Un ikubeso.

    1. Que si, que si !!! 
      Yo tambien me apunto jajajajaaj...........

      Besos.

  3. Las historias que tienen a Michiko por delante la verdad es que enternecen al más pintado. A mí personalmente me encantan.

    Y menuda pintaca tienen esos aguacates y esas banderillas (pero les falta guindilla o algo picante!) ya digo yo que en cuanto te quites de capoeira o karate o algo te pondrás con la cocina. Tampoco es tan difícil!!

    Un brazo!

    :bythesegao:

  4. Argiñano ha enseñado a cocinar a mucha gente, todavía tengo en casa las «fichas de argiñano» que mi madre me guardaba al comprar el «Pronto» y que me han resuelto no sé cuantas cenas de amigos. :cocinicas:
    El trato que recibe Rumiko por parte de su jefe ¿es generalizado?, me refiero a que por lo que leo y veo, parece que ser mujer y trabajadora en Japón, es más duro que por aquí y que las posibilidades de ascender en una empresa son escasas :pabajo :copon:

    1. No es generalizado no, al menos no que yo sepa. Rumiko ha tenido muy mala suerte y unas movidas bastante gordas que no son nada normales…

  5. :gambiters: gran relato!!!
    :?: es una rayada eso de sentirse solo, pero seguro que va para mejor!!
    Saludetes!!

    PD: A mi mas que arguiñano me ha servido la experiencia de mi sabia madre para crear cada plato… :cocinicas:

  6. Esas quedadas con amigos con los que no coincidimos en el tiempo, son sensaciones que no se olvidan y es un lujazo poder vivirlas una vez más..

    Como siempre :ungusto:

  7. Hay amigos que aunque les veas poco sabes que hay una conexión especial y no hace falta verlos todos los fines de semana. Es bueno juntarse y más si esta Arguiñado de por medio. Menudo crack estás hecho también en la cocina, no va a quedar nada que no sepas hacer. Muchas veces con la intención y las ganas que tenga uno se tiene hecho más de medio camino.
    Un abrazote

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