Al principio de mi calle había un mendigo, un señor cuya edad seguro que era mucho menor de la que aparentaba. En la cabeza siempre llevaba un gorro de lana de esos con una bola en la punta, y guantes medio rotos protegiendo a duras penas unas manos que la mayoría de las veces sostenían una botellita de sake del combini, eso sí, de las baratas.
Su casa estaba formada por la magistral disposición de unas cajas de cartón junto a una marquesina de madera. Su armario, que hacía las veces de nevera y estantería, era la cesta de la roñosa bicicleta que estaba aparcada siempre a su lado. Costaba creer que esa bicicleta se moviese, aunque costaba más imaginar a su dueño montado en ella.
Una noche yo volvía a mi casa, que por aquel entonces quedaba muy cerca de donde él había elegido tener la suya, y al pasar por delante me tropecé con un adoquín que sobresalía armando bastante ruido al intentar no caerme. De entre los cartones asomó una bola de lana y seguido una voz que gritó algo perfectamente entendible sin importar demasiado el idioma.
Asustado también, grité un «sumimasen» y seguramente hice una reverencia y puse bastante cara de miedo porque su respuesta fue sonreir y hacerme un gesto con la mano dándome a entender que no pasaba nada. Un segundo después había desaparecido entre los cartones.
Yo seguí mi camino con cierto temor, mirando hacia atrás de vez en cuando asegurándome de que no me seguía y recuerdo que apretaba los puños dentro de la chaqueta como para intentar darme valor en el caso en que algo malo tuviera que pasar. Pero no pasó, y al día siguiente por la mañana, como todas las mañanas, no quedaba ningún indicio de que alguien hubiera dormido en la marquesina. Ni cartones, ni botellas de sake vacías, ni siquiera mal olor. Nada.
A partir de ese día nos hemos cruzado unas cuantas veces, o más bien se puede decir que yo he pasado por delante de su casa, de su habitación, estando él allí. Si ya era de noche, le encontraba durmiendo metido en su saco de dormir azúl que a duras penas entraba en el banco de la marquesina. Y sabiendo que al día siguiente tendría trabajo que hacer bien temprano recogiendo su casa para irse a lugares que sólo él sabría, yo ponía especial atención en no volver a tropezar en el adoquín.
Si el azar quería que volviese de día, entonces él estaría sentado en su marquesina bebiendo sake y apurando algo parecido a un cigarrillo. La primera vez creyó reconocerme y me miró a la cara desde lejos, cuando yo incliné la cabeza a modo de saludo-confirmación, él me sonrió y repitió el gesto. Y desde entonces, siempre que nos cruzábamos, él me sonreía y yo insconcientemente aminoraba el paso para disfrutar de esa sonrisa que me parecía tan amigable, tan sincera a pesar de estar compuesta por cuatro dientes horribles colocados a destiempo.
Yo volvía de mi mundo de oficinas, ordenadores y estrés, y me cruzaba con su mundo, el de cajas de cartón, días al aire libre y botellas de sake de las baratas pagadas con dinero que no quiero ni pensar de donde habría salido.
Y me sonreía.
Después el invierno se recrudeció, el viento helaba el rostro y el ánimo, e incluso nevó. Y por mucho que yo volviese pronto a casa, no volví a ver cartones en aquella marquesina, ni la bici cargada de trastos escogidos sin sentido aparente, ni aquél trozo de saco de dormir azúl que sobresalía del banco, porque no le cabían las piernas.
Me lo imagino recogiendo y plegando las paredes de su casa que construyó la noche anterior en algún lugar más cálido que mi barrio. Seguramente con dolor de cabeza y con el reto de buscar qué comer ese día mientras se mueve por Tokyo con la bicicleta en las manos. Y me gusta pensar que todavía quiere sonreirle a la gente, aunque sea enseñando algún diente menos.
Todo por no aceptar que quizás haya muerto.
Nota: esto sucedió el invierno pasado
muy buena anecdota la verdad es que a veces con una sonrisa de la persona mas sencilla te puede cambiar el dia, ojala y que lo vuelvas a ver en primavera y haci confirmes que no a fallecido, por otro lado tal vez se fue para que no lo molestaras en la noche haciendo ruidos, o tal vez callendole encima jejeje ( es broma).
saludos desde mexico
Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso… yo no sé
qué te diera por un beso.
(Gustavo Adolfo Bécquer)
Aunque quizás en algunos casos me conforme con una sonrisa… verdad??
Gracias por otro post de esos que me gustan tanto.
Me has hecho replantearme el valor verdadero de una sonrisa, una hoonesta y que entregas a quien ni siquiera conoces, vaya, me he quedado reflexionando sobre eso.
Ojalá lo vuelvas a ver en la primavera
Saludos
Muy buen relato, lastima que esta historia sea real y no una ficción, lastima que personas como esta y otras no tengan nada ni a nadie, que pasen por la vida como fantasmas
sin que nadie quiera verlos pero estan ahi, aunque apartemos la mirada, es parte del mobiliario de las ciudades. Espero que tu sonrisa le anime a seguir viviendo y si no es asi pues por lo menos que haya sido feliz durante esos segundos que duraba vuestro saludo.
Un ikubeso
T.M.
No seas tan negativo. Con suerte la próxima primavera podrás disfrutar nuevamente de su sonrisa, jeje.
Me encantan tus historias ^^, que por simples que parezcan, tu manera de exponerlas hacen que incluso se lleguen a sentir como nuestras.
Saludos!
Me encanta como eres capaz de construir un relato así a partir de una sonrisa.
Parece un relato del mítico capítulo de la gente de Bart de los Simpsons
A mí siempre me habían dicho que en Japón no había mendigos y todo el rollo ese. Sin embargo, en Shinjuku sí que vi a bastantes que se refugiaban del frío debajo de las carreteras y puentes.
Es la parte más triste de la globalización, que empieza a afectar incluso a la economía más solida del mundo.
Cuando llegue la primavera lo vas a volver a ver, y te va a sonreir otra vez, seguro!
Abrazos.
La primavera te traerá una nueva sonrisa!
Gracias por estas historias!
las personas sin casa fija son como las Aves, se mueven cuando hace frio y regresan cuando vuelve el calor.
seguro que te recuerda «El gaikokujin amigable» o algo asi, vamos no te desanimes, seguro que el muy cabrón esta por una costa viendo escotes y piernas.
Mucha suerte
Una historia bastante triste que no le va nada bien a mi depresion prenavideña. Para el futuro cuentanos por favor algo mas animado que en estas fechas se echa mucho de menos a la gente que nos falta y entre el vagabundo, la foto de la calle y los suicidios no se que va a ser estooooo!!!!!!!!!!
Un saludo majo.
Una historia triste, real y triste, yo por naturaleza soy optimista, así que creo que debe estar bien, refugiándose del frió en algún otro lugar, y que, como dicen, en primavera lo volverás a ver y volverás a recibir su cálida sonrisa.
Después de todo, si sobrevivió tantos años, tantos inviernos, porque este tendría que ser distinto, seguro que todavía le quedan muchas primaveras por vivir, que eso no se lo quita nadie.
Otra historia de las que tan bien sabes transmitir, gracias.
si le hubieras dado algo de comer,envede de irte corriendo todo cagado de miedo ,no te sentirias tan mal.
yo en tu lugar,si le veo todos los dias le daria cada noche algo del combini por ejemplo un onigiri y me hiria con la conciencia tranquila saviendo que gracias a mi comida tiene suficiente energia para aguantar otro dia.
No le daria dinero por que se lo gastaria en sake pero si comida y alguna manta vieja ya no necisite.
Seguramente este en el hostital.
Bueh, seguro que está bien. Es sorprendente la capacidad de supervivencia del ser humano. Nosotros estamos acostumbrados a todo tipo de lujazos y nos es imposible imaginar vivir sin todos ellos, pero con casi nada se sobrevive. Eso no hace que deje de ser una mierda que haya gente que tenga que vivir así.
Esa sonrisa volverá. Me lo dice una corazonada (^^)
Seguro que este donde este , se acordara de alguien que sin conocerlo lo saludaba.
Gracias a todos!!!, bueno, he puesto una nota en el post porque me he dado cuenta que se entendía que era este invierno, pero todo esto pasó el invierno pasado. Si os fijáis, había puesto el enlace a las fotos de la nevada del año pasado, este año todavía no ha nevado.
Pero así con la nota ya queda claro. Igual resulta que hace tiempo que se cansó de mi barrio y que está en cualquier otro lado, quién sabe, ¿verdad?
Exeroskiman>>> de vez en cuando tengo que escribir algo así… ya lo siento, a ver si se me ocurre algo más alegre pronto!
Jonathan>>> ¿qué haría yo sin ti? ¿sin tus sabios consejos de experto conocedor de los quehaceres de la vida? pero, oh maestro, hay algo que me tiene en vilo… ¿qué es un hostital?
bonita historia
Son esas pequeñas cosas las que hacen que los días sean buenos, una sonrisa ^^
saludos
Estas son las pequeñas historias que rodean nuestras vidas… a veces es mejor no saber el desenlace y recordarlas como
«eso» que vivimos…
Yo creo que acaba bien, otros pensarán que acaba mal, es la esencia de la personalidad de cada uno, eres optimista, pesimista, romántico, idealista…
Desde luego, con las personas sin techo que me he encontrado yo, suelen ser bastante más ‘olorosas’ y guarras. Donde duermen se sabe a distancia tanto por el olor como por la acumulación de trastos.
Yo prefiero un final feliz para tu historia..
La historia es bonita la mires por donde la mires. Poder recordar a alguien con quien te cruzas y con una simple mirada transmitas un saludo o un buen día, o un estoy aquí como siempre y parece que hasta os une algo, en este caso simplemente un barrio.
Pasa lo mismo con la señora de los paraguas…, son historias entrañables que encima parten de una realidad.
Gracias por compartirlas.
Besitos.
hospital
bonito sarcasmo.
solo te comentaba lo que haria yo en tu lugar,no me asustaria solo por ver un hombre durmiendo en la calle.
yo seria compasivo,hablaria con el y le ayudaria,como dandole algo de comer.
piensa.
¿que pasaria si tu fueses el que estaba durmiendo en la calle?
Jonathan>>> estoy seguro de que si son las tantas de la noche y de repente te sale un tío gritando entre unos cartones te asustas. En cuanto a hablarle o darle de comer, tu no sabes lo que yo he hecho o he dejado de hacer, pero ya me estás diciendo lo que debería hacer, como siempre.
Si yo estuviese durmiendo en la calle y un tío me asusta y me despierta, no se lo que haría, pero darle un abrazo seguro que no.
Yo he visto a gente durmiendo dentro de cajeros y he entrado y les he dejado dinero o comida.
A veces se han despertado y me han dado las gracias y las muchas gracias.
Y me he ido contento a casa y horgulloso de mi buena labor.
Jonathan>>> bien por ti
Siempre consigues hacerte conocido (cercano, no sé exactamente como describirlo) con la gente.
La anciana de los paraguas, ahora (aunque en realidad no es de ahora) el hombre de la parada del bus.
Se nota que te reconocen como buena persona, igual que la empleada del burguer (no estoy muy seguro de si era un burguer pero bueno)