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La chica de Okinawa

Fue mi primera quedada con el resto de españoles que estaban viviendo por aquí. Algunos siguen, los de siempre, aunque la mayoría ya volvieron a sus vidas anteriores con mil anécdotas que contar.

Me doy cuenta que es algo por lo que yo ya he pasado, y que lo volveré a vivir algún día quizás no demasiado lejano aunque mis anécdotas ya se han convertido en rutina y la mayor parte de las historias que tengo que contar, ya están contadas. Era impensable, entonces, adivinar que lo iba a hacer a través de la radio, o que algún japonés las iba a poder leer porque alguien creyó que eran lo suficientemente interesantes como para traducirlas y publicarlas. El alma se airea, se refresca con momentos como esos.

En aquél bar, un quinto piso de uno de tantos edificios de Shibuya, había gente famosa. Puse cara a las personas que estaban detrás de todos esos blogs con los que soñaba, por un momento, que estaba de nuevo en Japón. Luego habrá quién diga que la vida no da vueltas.

Héctor, Kirai, lo organizaba y es cierto que me impuso verle en persona. Flapy, Un Español en Japón, derrochó simpatía a todo aquel que se cruzó con él, y, sorpresa, se acordaba de mi: aquel chico con aires de empresario que casi le suplicó un enlace al Ikusuki de los viajes en su blog. Hasta me dió un abrazo y todo.

Alejandro, Ale/Pepino, vino con su gameboy y el resto quedábamos un poco en segundo plano quizás eclipsados por los veteranos que sabían pedirle al camarero sin tener que señalar ninguna foto.

Muchas copas y risas después fuimos a un bar en el que se podía estar en la calle, lo que equivalía a sentirnos, más o menos, como en cualquiera de nuestras ciudades. Y ya para acabar, nos metimos en una de las discotecas más famosas de Shibuya. Creo recordar que Ale rodó por el suelo alguna que otra vez mientras bailaba, y viendo las fotos me doy cuenta de que las cervezas que bebíamos eran Heineken y que venían en lata.

Cambiamos varias veces de planta, y con ello, de ambiente. Y finalmente nos quedamos en una. Me hizo gracia ver que alguno había conseguido ligar, aunque yo me acabé apalancando en una silla pensando más en la hora del primer tren que en establecer relaciones internacionales.

Uno de los que ligó vino donde mi y me dijo que él tenía novia y que no quería tener que arrepentirse de nada, pero que la chica parecía insistir, así que se le ocurrió que yo podía ser su sustituto. Y me la presentó, y ella se puso a bailar delante de mi, y yo, con más pena que gloria, trataba de encontrarle significado a la situación. Así que mientras ella buscaba al otro chico que parecía haberse disipado, yo decidí que allí no pintaba nada y que mejor me iba a mi casa a dormir que uno tiene ya una edad para andar jugando a ser lo que no es.

En la entrada de la discoteca me advirtieron que si salía no podía volver a entrar, decisión que no me tuve que pensar demasiado. Ya en la calle intenté contactar con algunos de dentro, pero los teléfonos no tenían cobertura, así que decidí irme sin más y ya daríamos las explicaciones otro día.

Cuando iba camino de la estación me encontré a la chica de antes sentada en una acera, la cabeza sujeta entre sus manos y con pintas de estar más muerta que viva. Le compré un botellín de agua y se lo dejé al lado de los zapatos, y sin mediar palabra seguí mi camino hasta la estación. Allí, cerca de las cinco de la mañana, había mucha gente esperando para volver a sus casas, y yo me uní a ellos. Pensé que estaba viviendo algo muy diferente al Tokyo que yo conocía de tiendas, excursiones y templos, y recuerdo que tenía una extraña sensación de satisfacción, como si ya pudiese tachar de la lista que una noche volví a casa en el primer tren, aunque el espectáculo que tenía delante no casaba demasiado.

Entonces ella vino, la chica de antes, con el botellín en la mano. Y señalándolo me dio las gracias. Se notaba que estaba esforzándose por parecer menos borracha de lo que estaba, que era mucho, y poniéndose muy seria se sentó a mi lado y empezó una retahíla de frases en japonés que a veces sonaban a enfado, a veces a tristeza y alguna que otra vez a niña de 6 años. Siempre parando, de vez en cuando, para dar pequeños sorbos de agua hasta que mi botellín quedó vacío. En ese rato pareció serenarse, como si hubiese echado fuera todo el alcohol de su cuerpo a la par que sus palabras.

Se levantó, me cogió de la mano y tiró de mí hasta que consiguió que yo también me levantase. Y, siempre en japonés, me dijo que fuésemos hasta Ebisu andando, que no estaba muy lejos y que como estaba amaneciendo, que sería un paseo agradable. Era la siguiente estación y tampoco es que tuviese nada que hacer, así que para allá que nos fuimos.

No calló en todo el camino, me contó mil cosas de las que entendí veinte y contesté a siete con mi japonés artificial de libro que estaba recién estrenado. Y cuando no se le ocurría qué más contar, inclinaba la cabeza y me soltaba un «yasashii» que viene a ser algo así como decirme que qué majo era, supongo que porque yo no paraba de sonreir que era lo único que se me ocurría al no entender casi nada.

Al de una media hora andando, hablando y escuchando, llegamos a Ebisu. Nos intercambiamos los teléfonos, y nos dijimos adios mientras cada uno cogía su tren. Al día siguiente intenté llamarla para intentar preguntar qué tal estaba, pero no me cogió, ni tampoco lo hizo al de dos días, así que no lo intenté más.

Después de aquello, de vez en cuando, aparece una llamada perdida en mi teléfono que sé que es de ella. A veces tengo el teléfono delante cuando ocurre: no deja sonar más que un tono y cuelga. Es como si aquella noche ya me hubiese contado todo lo que me tendría que contar y no hubiese más que añadir, pero que se sigue acordando. La última creo que fue hace tres meses, antes de verano.

Lo que ella no sabe es que ahora, después de un año, hubiese entendido un poco más de todo lo que me contó y no me hubiese quedado sólo con que era de Okinawa y que, creo, vino a Tokyo de vacaciones.


Trípode botellil o botella tripodense o …

Me he tirao un rato para decidirme por el título, no os penséis, que es que el invento de hoy me ha hecho quitarme el sombrero ante semejante derroche de originalidad.

Primero el envase. Si vosotros véis esto en una tienda de electrónica, ¿qué os pensáis que es?:

Sale un tío ahí con su careto todo contento, y se ve un botellín de té verde y….

A la izquierda el tío señalando el botellín, y a la derecha unas maromas ahí como posando para una foto…

Uff, la cosa no está nada clara!! Mejor que abramos el paquete y le demos la vuelta para ver qué se cuece por el anverso tenebroso:

Las instrucciones están clarísimas, como siempre!

Efectivamente!! Se trata de un tapón de botella que encaja perfectamente en cualquier botellín de los que salen de los millones de máquinas expendedoras que hay por Japón y que te permite enganchar la cámara de fotos:

Vale, pues yo creo que tengo todo lo necesario para hacer la Ikusuki prueba

Jajaja, me parto!! Más vale que la botella esté llena!! Y si no tiene burbujas, mejor que pesará más!

Está claro que está diseñado para cámaras compactas y para que lo lleves en el bolsillo, así si necesitas un trípode, te lo fabricas a base de botellín!

Bandeja de entrada

Tienes 3 mensajes:

De: Medina

Las dos primeras son de laponia sueca, saxnas se llama el pueblo, y en la que se ve civilizcion es de Estocolmo, me faltan mas fotos que igual estan mas wapas, mira a ver si te gustan.

Un saludo

Adjuntos:




De: Tosca middle

Hola txato,

Ya estamos de vuelta de vacaciones, aqui te mando unas fotos de ikusuki en Estambul e ikusuki en Capadocia pa que promociones.

¿Cuando vendrás?

Adjuntos:


De: J0843

Buenas Oskar! Cómo va la humedad? Ah! perdona! que no te acuerdas de mi? claro, he estado un poco ausente últimamente. j08433, sí sí, el pesao de los resúmenes. Y como lo prometido es deuda… aquí te dejo un par de fotos con la Kuro. Ala! elige tú mismo! no sabía cual elegir y me he dicho… pues que lo haga él! que coño! (con perdón), como si las quieres poner las dos. Por cierto, la primera foto está tomada en Cambrils (Tarragona), en una cena de verano con los amigos y jugando a lo Star Wars con el sable láser del iPhone. En la segunda foto estoy en Sevilla donde pasé unos días y lo típico que te sacas fotos por los lavabos. Sí, lo sé, un poco raras si que son, pero bueno, será el reflejo del alma…
Pues nada, que nos vemos por el superblog!
Un saludo.

Adjuntos:



Respuesta de Ikusuki:

¡¡¡ MIL GRACIAS !!!

Estáis fichaos!


Ver mapa en gordo

Extraaa extraaa

Publicaciones Ikusukiiiii, extraaaaaa

¿Os acordáis del trabajo de las estrellas? ¿Y de la casita de madera?, pues Cris se puso en contacto conmigo porque querían publicarlo, así que tradujeron ambas historias a japonés y han salido en una revista!!!! toma ya!!!

Me las ha mandado por correo y yo he esperado a tener las dos para enseñaroslas juntas, porque me hace mucha ilusión:

Encima me manda siempre chocolate dentro del paquete, gracias Cris!

La sección se titula algo así como «Japón visto por un extranjero»

Me han hecho mucha gracia los dibujos que han decorado el texto, jaja

La casita de madera…

… y la anciana que escucha enka con un té en la mano, que majaaaa. Se parece!

Y esta es la del trabajo de las estrellas, la primera que publicaron

Que también lo hicieron en castellano

Los premios de Bitacoras

Seguro que habéis visto el botón ese de la derecha que he puesto esta tarde –>

Bueno, pues la copla es que en Bitacoras dan premios a los blogs así más salerosos, y todo depende de la gente que los vote, vamos, que no deciden ellos sino vosotros.
Así que si lo que suelo escribir: las tonterías, mis historias, mis pensamientos, mis emociones… mi vida en Japón, si todo esto os entretiene aunque sean cinco minutillos por las mañanas, entonces os tengo que pedir que me votéis.

Es un poco coñazo porque hay que registrarse y andar ahí perdiendo un poco de tiempo, así que algo os tengo que dar a cambio… aquí va mi promesa:

¡¡ Si gano, juro que grabo un video bailando en calzoncillos y lo planto aquí !!

Photo walk

Como todo el mundo lo hace y si no publicas al menos uno no eres nadie, yo he decidido hacer un photo walk por mi casa:

Una lámpara con un hilo colgando pa encenderla y/u/o apagarla

La almohada de reposar el melón con el niki de dormir emburruñao

La sartén de freír

La plancha que no uso nunca y el cubo de la ropa sucia


Un huevo frito

El papel higiénico en su soporte corporativo


El cubo de la basura con el pedal de levantar la tapa


La balda de los calcetines

El gilipoyas que se ha tirado el último cuarto de hora haciendo esta chorrada


¿Ya habéis visto mi centro de operaciones?

Kuro neko

Esto que leído muy rápido suena a decir el culo de Eneko, es el nombre de una empresa de transportes japonesa. Vamos, que es como Seur pero en negro y con un gato, de ahí el nombre Kuro–> Negro, Neko–> Gato. Si quisiésemos decir «El culo de Eneko» diríamos «Eneko no oshiri«, que a ellos les sonaría como «El culo de un gato«, pero bueno, en fin que dijo un delfín.

El logotipo de la compañía, un gato negro llevando a una cría de gato negra

El caso es que ya sabéis que aquí todo kiski va en bici, así que era de esperar que una empresa de transporte tuviese algún invento biciclístico para llevar los paquetes más pequeños a los lugares más cercanos:

Al lado de mi currelo (por poco tiempo, ñañañaja), hay una oficina y tienen esto aparcado en la calle

Que no son ni más ni menos que remolques de bastante capacidad para enganchar en la bici

Así que al que le toque, engancha el remolque con el invento ese que tienen y a pedalear!

Que tienen que echar unas piernas del copón digo yo, a nada que se den un par de paseos al día!

Ah no! que tienen truco! que estas van con batería!!! Si Perico Delgado levantase el maillot!!! tramposos!!

De personas, problemas y prioridades

Llevo más de un año y medio viviendo sólo en Tokyo y me doy cuenta de todas las fases por las que he ido pasando durante todo este tiempo.

Al principio era una mezcla entre tristeza, miedo y a la vez emoción por volver. Redescubrir este país era excitante, me sorprendía a cada rato, sacaba fotos a casi todo y noté cómo conocer el idioma me abrió mucho más las puertas a la sociedad en la que me acababa de resumergir.

Después de unos meses, las cosas ya no eran tan increíbles, y tampoco todos los días eran tan buenos. Llegaron algunas malas experiencias, hubo problemas, pero supe enfocar mi tiempo hacía lo que realmente me importaba y acabé aprendiendo Karate de nuevo, conseguí que la empresa me pagase la mitad de las clases de Japonés y, casi sin saber cómo, empecé a intentar aprenderme los pasos de la ceremonia del té cada semana.

Tal y como yo lo veo, atravesé esa capa superficial de todo aquel que llega de nuevo a Japón para estar un poco más inmerso hasta el punto de que cuando vinieron Neki y sus amigos, me resultaba incómodo que hablasen tan alto cuando hace unos meses yo hacía exactamente lo mismo. Podría decirse que he asimilado las maneras, las formas y muchas de sus costumbres.

Pero desde hace unas semanas la rutina ha conseguido llevarme a su sucio territorio. A parte del campamento de Karate, mi vida se ha centrado en resolver muchos problemas que he tenido en el trabajo, y al llegar a casa me sentía tan cansado que sólo quería dormir y esperar a que el nuevo día fuese mejor. Me siento frustrado al estar viviendo aquí y no poder disfrutarlo. Pero me he dado cuenta que este sentimiento me era familiar, que muchas veces me ha pasado también en Bilbao. Que el día a día nos acaba superando hasta que no nos damos cuenta de todo lo que hay después, y he tomado conciencia de ello por estar viviendo en Tokyo y casi no ver Tokyo.

Además yo tengo un problema grave, y es que todo me afecta mucho. No lo puedo evitar: si tengo una discusión con alguien, me hundo aún entendiendo perfectamente que la mayoría de las veces no es importante en absoluto, pero me apago y necesito tiempo para recuperarme de una tristeza inmensa que me avasalla sin razón.

Últimamente ha habido bastantes problemas entre personas de la oficina, yo casi no me he visto envuelto en ninguno, pero, como era de esperar, me han venido afectando poco a poco hasta que ha sido mucho.

Y aunque la decisión la tomé hace tiempo, tengo que anunciar que a partir de ahora trabajaré desde casa para una sola empresa (hasta ahora estaba trabajando para dos). Así me ahorraré tener que oir a compañeros hablar de muy malas maneras a otros, menospreciar su trabajo, otorgarse méritos impropios, ocultar su ineptitud con arrogancia… Me dejarán de afectar las quejas de esas personas que sólo ven lo malo a todo y que te arrastran a su agujero negro irremediablemente con su pejiguería. No tendré que cargar con problemas de otros sobre mis hombros, ni entrar en ese juego de pretender ser más que los demás que tanto parece obsesionar a algunos de aquí.

Pero me aseguraré de seguir viendo a las personas que me importan, y haré las cosas que de verdad me hacen vivir: Ikusuki, karate, ceremonia de té, japonés… así cuando me tenga que ir de aquí podré decir que desde aquel fin de semana de septiembre, cada hora que viví en Tokyo supuso 60 minutos de ser lo que yo quería ser.

Así que ahora, desde uno de mis últimos días en la oficina, escribo esto para que me de fuerzas para acabar cuanto antes los trabajos que tengo pendientes para no tener que volver aquí nada más que para exhibir con descaro una sonrisa que les diga a todos los que aquí seguirán amargando a los demás «siempre he sido mucho mejor que vosotros, y por fin me he dado cuenta».

Y esperaré en la puerta a los que de verdad me importan para contarles, entre cerveza y cerveza, porqué mis sueños estarán, entonces, un poco más cerca.

La despedida

El domingo, el último día, me levanté muy fresco a pesar de haber dormido apenas cuatro horas con todo el lío de hacer de okupa en habitaciones ajenas y los ronquidos de Richter. Así que, como el día anterior, tocó ir a correr hasta la playa y seguir con los juegos que serán muy para que los niños se lo pasen bien, pero anda que no se cansan las piernas, y más después de todo el tute que nos habíamos metido últimamente.



Tampoco cambió mucho el horario, después de correr tuvimos el mega desayuno, y lo que sí que tocó es hacer las maletas y bajarlas a la calle, pero con el traje de karate puesto porque había clase. Con una especie de tristeza estuve doblando la ropa en la misma habitación donde la noche antes compartí horas con Kanazawa.

La clase fue como los días anteriores: de éstas que merecen mucho la pena porque te das cuenta de cosas que no sabías pero que tendrás muy en cuenta a partir de ahora. Todo esto me va a venir genial para el examen de cinturón negro de este mes.

Y después de comer, nos montamos en el autobús. Es sorprendente cómo cambio el trato que tenía con mis compañeros en tres días. Durante la vuelta estuvimos hablando todo el rato, viendo fotos, haciendo bromas… mientras que a la ida cada uno iba a lo suyo escuchando música o viendo el paisaje. Este mismo trato se nota también en las clases y desdeluego que todo es mucho mejor ahora. He pasado de que me de mucha pereza ir algunos días a estar deseando que llegue la hora para volver a verles.

Al llegar al dojo, le dije al hijo de Kanazawa que me lo había pasado muy bien y le di las gracias, como era obligado hacerlo ya que fue él el que me animó, de hecho me animó también al campeonato y al examen de cinturón negro. Y me contestó que gracias por haber ido y que me espera el año que viene.

Ahí es cuando la lió parda sin saberlo… me dio por pensar en donde estaré el año que viene, no creo que siga en Japón, pero en mis pensamientos estará siempre este campamento que se hace todos los años en verano, y quiero creer que la vida que tenga entonces me dejará escaparme por una o dos semanas y volver a este lugar donde vivo ahora, y revivir estos tres días como si nunca me hubiese ido, y poder volver a tener que huir de la habitación porque Richter seguirá allí empeñado en confundir a los sensores.

Y seguramente hasta me haga ilusión volver a ver al franchute…




La mejor foto de Agosto

Uno de los niños rusos del campamento. No hablaba inglés, y mucho menos japonés, pero no hacía falta ningún idioma para saber leer en su cara que lo que estábamos viviendo estaba mucho más cerca de ser un sueño que real. 

Me gusta imaginarle contándolo a sus amigos allá en San Petersburgo hablando, por fin, en su idioma natal y enseñando con orgullo ésta y muchas otras fotos que certifican que el sueño fue real.

Y me emociono al pensar en el momento en que yo haré lo mismo…

Otros momentos que esperan su turno para ser contados:

Campamento de Karate: el día grande

Ayer lo dejamos en que nos fuimos a dormir pronto, bueno, la verdad es que no es tan verdad… Kojima san es un liante del copón, y anduvimos haciendo el tonto por las habitaciones un buen rato después de que todo el mundo se fue a dormir. Cuando ya nos cansamos de hacer el giliflautas, nos fuimos a la habitación donde resulta que estaba el franchute viendo las olimpiadas a las 2 de la mañana, que es que el tío es más rancio que darle una pandereta a Mercedes Milá!!

Así que nos tiramos en el suelo a dormir, y yo me quedé como un tronquito de pepsicola… hasta que empezó Kojima su concierto en Ro menor, la madre que le parió cómo roncaba, como le ponga la misma fuerza para pegar puñetazos mejor me aparto!. Eché mano del ipod y me debí quedar sobao entre canciones de Sabina, porque a la mañana siguiente tenía un auricular enredao entre el brazo derecho, y el aipoz sin batería por ahí tirao.

Y tocó diana a las seis para ser más exactos… después de librar algún que otro combate con las legañas (ganaron ellas), aparecimos en la calle todos sobaos vestidos de cualquier manera y empezamos a calentar en círculos. ¿Os he dicho que era a las seis de la mañana?, ah, vale, que no me acordaba.

Después empezó el correteo hasta la playa, y allí el profesor se dedicó a hacer una serie de juegos de estos de esprintar, de saltar a la rana, de llevar al compañero a kutxus y así. La cosa estuvo divertida, pero no eran horas, hombre. Y al acabar, hicimos un poco de Karate en la playa, y desfilamos para la habitación porque en media hora tocaba el desayuno. Fue decir esta palabra y apretamos el ritmo como campeones!

El de las playeras verdes cantosas es un servidor. Corriendo vooooyy, cansado vengooo

Qué recuerdos de cuando jugaba en la escuela a churro va. Churro vaaaaaa!! plof, espalda tronzada!!

Jaja, vaya trazas de Van Damme estoy hecho!

Efectivamente, pobre niño el de la derecha cargando con su profesor!!

Yo de verdad que no se cuanto pude comer, me rellenaba el cuenco de arroz cada nada y no dejé ni una célula de una cosa cruda que había allí y que no quise ni preguntar, qué manera de zampabollear! y eso que yo normalmente desayuno un café y tiro por lo segao!

La verdad es que cada vez que comía algo, a mi me sabía a gloria. Ahora entiendo a Goku!!

Pero lo mejor viene que hora y media después tocaba clase de Karate, la segunda en menos de 14 horas y con unas carreras de por medio… pero aún así, se hizo igual de ameno e interesante que la del día anterior con Kanazawa explicándonos todo con mucho detalle y su hijo yendo uno por uno corrigiéndonos. La clase duró dos horas, pero a mi me dio la impresión de que acabó super pronto.

Aunque empezábamos la clase todos juntos, al final los mayores nos separábamos

Y los niños tiraban por otro lado, al loro con el del medio de la foto y su patada!

Y aquí la panda’l tigre. El de la izquierda es rusky, yo Zalluco y el resto del país, como los pimientos!

Después fuimos a comer, que aunque parezca mentira yo tampoco dejé nada en los cuencos, y a la tarde nos fuimos a la playa donde a pesar del día tan malo que nos hizo lloviendo a ratos, nos lo pasamos muy muy muy bien: nos bañamos, nos pegamos, hicimos el vaina, Kojima san hizo el vainón, el franchute soseó a placer como él sólo, y cuando estábamos en lo mejor van y sacan unas sandías y se ponen a jugar con los chavalotes a pegarle con un palo mientras tenían los ojos tapados!!!

Pedazo de sandiotas, por cierto, para que digan que en Japón no hay fruta

Uno le metió un palazo que dejó a la sandía en cuatro cachos!! y qué fresquita estaba!

Hasta flotadores teníamos! los domingueros karatekiles!! osssss!!!

¿Y después de la sandiada qué vino? Pues una barbacoa en la misma puerta del Ryokan!!!! allí todo kiski asando carne, verduras, bebiendo cerveza, riendo… menudo ambientillo que había montado. A mi se me puso un chaval al lado y no me dejaba de decir que qué bien hablaba japonés, jaja, y eso que lo único que hacía yo era comer y decir oishii!!

Los niños se peleaban por llevarle comida a Kanazawa, jaja, qué majos (hecho para nada reflejado en esta foto)

Ulifresh todo el que queráis, pero la cerveza ni tocar!! que no os vea yo, eh???

¿Y a la noche qué pasó? pues que nos fuimos a la playa porque habían traído bengalas y fuegos artificiales y allí estuvimos montando más cirio todavía en la oscuridad de la noche. Los chavales se lo pasaban bomba corriendo por la playa pegando gritos con las bengalas en la mano, y nosotros más intentando echarle chispas al franchute, jajaja. Que diréis: «pobre hombre», si si, menudo fiera está hecho el Miterrán, a mi casi me saca un ojo!!

Nos lo pasamos nosotros mejor que los chavales casi seguro!

Aunque yo llegué a casa con el niki estilo gruyere!! esas chispas!!

¿Es o no es un enrollao?

Un día tan… no se cómo describirlo, de tantas cosas que hicimos, de tanto que nos reímos a la vez que aprendíamos… es como si no fuese posible que volviese a haber otro día igual. Me lo pasé como hacía mucho tiempo, como cuando iba a alguna excursión con la escuela, como si volviese a ser niño otra vez.

Pero luego es cuando ya nos fuimos a la habitación más grande donde nos juntamos todos, casualidad que era la nuestra, y allí es donde Kanazawa nos estuvo contando entre vaso y vaso de un sake carísimo, toda una serie de historias maravillosas.

¿Momento irrepetible? ¿volveré algún día a un campamento de éstos? igual si, ¿no?

Aquello duró horas, y aún cuando él se retiró, todavía siguió la velada con todos hablando con todos, cambiándonos de sitio… menos el franchute que no hacía más que decir a la gente que se fueran que tenía sueño, menos mal que nadie le hizo caso. Si es que hay gente que tiene callos, otros tienen granos y nosotros tenemos al mesié baguette! hay que aceptarlo!

Adivinad quién es Kojima san y quién es Mr. Salero!! Mundo de contrastes este, amigos!!

No me pude aguantar, esto es así… la réplica bilbaína!

Esta foto me encanta, jajaja

Y ya cuando todo acabó, cuando estábamos que no podíamos con los párpados, nos metimos a dormir. Y en esta ocasión no fue Kojima, sino otro compañero que vino ese día y que pudiera ser que durmiese como los angelitos, pero coincide que no. El tío no es que ronque en decibelios, es que ronca en Richter. Cuando va a dormir avisa a los de los terremotos para que bajen el sensor y no de falsas alarmas. Os juro que puse el ipod a tope y aún así seguía escuchándole!!!

Así que cuando coincidió que era la misma hora que la última que decía Sabina en el estribillo ese de «y nos dieron las diez y las once y las doce y…» yo salí de exploración en calzoncillos por el Ryokan pensando seriamente en dormir en la calle. En estas que me encontré con las llaves de otras habitaciones y echándole un par de webos, cogí una y me metí en la más alejada y pequeña que había. Pero como me quedaba un poco de vergüenza, pensé que no era plan en estropear unas sábanas, así que volví de puntillas a entrar en donde el Yeti (ahora que lo pienso habría dado igual si entro con catiuscas), cogí el móvil, doblé el futón con almohada y todo y me piré a mi nueva suite de verano. Tiré todo en el suelo, cerré la puerta dejando la llave en su sitio, y puse la alarma a las cinco de la mañana.

Ese es el futón que arramplé hasta la otra habitación, tsss, es secreto, eh?

Dormí mis cuatro horitas como un campeón y después volví a mi habitación a dormitar la última. Me hizo muchísima gracia saber que a la mañana siguiente nadie se había enterado de nada, y cuando Eiffel le dijo a Richter que roncaba y este dijo que no, yo casi me muero de la risa!!!

Y ya sólo nos queda un día!!!!

El día grande tal cual lo vió mi cámara:

Campamento de Karate toma 1

Hola hola hola

Aunque ya sabéis que me lo pasé mejor que Nadal con una vaca, siete kilos de Colacao y una cuchara, os vengo a contar aquí un poco más lo que pasó aquél fin de semana en que una manada de karatekas nos montamos en un autobús y nos dedicamos a dar pataditas durante tres días.

El viernes salíamos por la mañana, había que estar a eso de las 10 enfrente del dojo, así que arramplé la bolsa y allí que me planté. Durante las últimas semanas unos chicos rusos han estado viniendo a las clases, y también se apuntaron al campamento. Es curioso porque de algo así como 7 personas, sólo uno habla inglés un poco, así que es gracioso ver a los japoneses hablándoles al ruso y luego éste traduciendo al resto. Es como si nadie hablase el idioma que toca o algo!

Muy majos mis compañeros de Karate, muy majos

Así que después de una hora en autobús, de repente nos metimos por una carretera que resulta que estaba rodeada de mar por todos los lados. Yo flipaba, pero es que luego la carretera esa de repente se mete debajo del mar!! es un túnel que une Tokyo con Chiba, pero es que una de las entradas del túnel está en medio del mar!! no está en tierra!!! cómo han hecho para que al cavar el agujero no se vaya el agua pabajo cual desagüe????

Aquí enseñan algunas fotos de cuando lo construyeron, y también echadle un ojo al mapa, os lo pongo en grande, pero haced zoom para atrás para que veáis qué es lo que une:

Y aquí alguna fotaco que saqué a la vuelta:

Esto es un area de servicio con tiendas, restaurantes y tal, anda que no mola

Había un barco de guerra y también pasó un helicoptero ahí montando cirio. Igual pararon a comprar ramen o algo y luego ya si eso siguieron tirando tiros

El GPS del iPhone indicando el susodicho lugar en el medio de la mar salada (vaya foto más mala que saqué)

Bueno, pues después de que el bus se metiese por entre todas las montañas de Japón, aparecimos en el Ryokan y nos repartimos las habitaciones. A mi me tocó con un franchute que es más soso que ponerle a Maldonado a bailar jotas, así que pensé que había que idear una estrategia escaqueante pero a la de trois. Entonces entró Kojimasan, un compañero que se está siempre riendo, y total que me junté con él y no le solté hasta el domingo, el tío fumaba cada diez segundos, pero mejor aguantar humo que sosería!

El Ryokan que por fuera parece un edificio normal, pero que las habitaciones son todas de tatami y tiene su ofurete y todo

Un cuadro en una pared de al lado de mi habitación, a ver si os suena…

Y entonces empezó la primera clase, que se impartía en unas escuelas que había al lado. Así que íbamos vestidos de blanco todos ahí por el medio del pueblo y después las clases fueron muy parecidas a las de siempre, con la diferencia de que todas las impartía Kanazawa y que su hijo le ayudaba.

Kanazawa es un pedazo de pan, menuda mano tiene con los niños!

Al acabar, tocaba ofuro: uno se ducha sentao en bolas en una banquetilla de plástico, ahí te enjabonas todo lo raro, y después de aclararte bien te metes en una bañera con agua súper caliente que sales más rojo que el alemán que durmió la siesta en la playa. Pero eso sí, te quedas como Dios.

Y después toca comer, nos juntamos todos en una sala, nos sentamos en el suelo y nos ponemos ciegos a comer arroz, sopa miso, pescado… yo no dejé ni las espinas, menudo hambre que entra después de una clase de Karate y un baño de esos, majos!

Me puse como el kiko… y me rellené un par de cuencos más de arroz, qué hambre, ñam ñam

jaja, los gaijines y sus cámaras

Todo esto fue el mismo viernes, en el que por la noche nos fuimos a una habitación a beber, y estuvimos revisando los combates del hijo de Kanazawa en una tele y comentando la jugada. Pero como estábamos bastantes cansados, nos fuimos todos a dormir prontito porque al día siguiente tocaba levantarse a las seis de la mañana para ir a correr!!!

Mañana más, santo Tomás!

La playa de Tokyo

Teniendo esta ciudad el mar tan cerca, cuesta creer que no haya un sitio decente donde uno pueda ir a tomar el sol y darse un baño. Tenemos Odaiba con el agua más sucia que ni sé, y también está la playa de Kamakura donde sólo la arena es bastante guarrilla.

Así que en mi empeño por enseñar rincones de Tokyo que nadie conoce, me he encontrado con un lugar con arena blanca, donde te puedes bañar con la vigilancia de socorristas y además está limpio!!!

Se trata de un parque costero que tiene una bahía artificial construida sobre la desembocadura del río que fluye al barrio de Ota. Está hecho de manera que parece una costa en miniatura (la antigua costa de Omori) y allí se puede uno pasar un día de playa perfectamente sin necesidad de irse a Chiba:

En teoría está a 10 minutos a pie desde la estación Omori (línea Keihin Kyuko). Yo tardé 30!

Así que la segunda vez que fui, me llevé la bici y en media hora llego desde casa

Además hay ambiente de playa, la gente está con sus toallas, bañándose… buen sitio, si señor!

La pena es que lo he descubierto ahora que se está acabando el verano!! cachis!!!

Ikuconquistao!!


Ikusuki en las ondas graffitianas

¡¡Pues sí majos sí, ayer que salí otra vez por la arradio!!

Por cierto, no dejéis de escuchar a Celia que las cosas que cuenta de El Cairo son flipantes…

Aquí lo tenéis:

También me echaron por la radio otros días, majos, ¡qué os pensáis!

¡¡Gracias señores presentadores!!
Los ojos de Kanazawa

Los ojos de Kanazawa

Un anciano amable, simpático, entrañable, pienso que sería fácil quererle con un mínimo de trato.

Corresponde a nuestros saludos siempre con una sonrisa en los labios y nunca se cansará de dedicar, al menos, un «konnichi wa» a cada uno de los que estamos allí.

Cuando da la clase, todo es solemnidad. Es inconcebible que alguien ría, bostece, o mire para otro lado que no sea al centro del tatami donde aquel anciano vestido de blanco descansa sentado sobre sus rodillas. Últimamente lleva traje y cinturón nuevos. Pienso en cuántos habrá usado a lo largo de toda su vida, cuántos viejos cinturones desgastados… lo que daría por tener uno de ellos.


Con voz firme nos ordena levantarnos, y nos hace una reverencia. Y todos nos aseguramos de doblarla en grados y en segundos, creo que yo lo hice desde el primer día sin que nadie me lo tuviese que explicar, no podía ser de otra manera.

Se sabe nuestros nombres, se asegura de sabérselos y si tiene que agacharse para corregirte una postura, lo hará con gesto lento, y te agarrará la pierna y te hará doblar más la rodilla, y te explicará la razón mientras está agachado a tu lado mirando hacia arriba. Y la siguiente vez, si lo haces bien, te dirá que aprendes rápido, aunque no sea tan verdad como uno quiere creer.

Fuera de las clases suele llevar traje, como un jubilado que quiere dar lo mejor de si mismo. Aunque en el campamento de verano, llevaba bermudas, un niki y unas chanclas.


Todo son atenciones hacia él, inconscientemente le llevan té, comida… yo mismo le llevé el equipaje porque así me lo ordenaron, aunque lo hubiese hecho encantado de todas maneras. Y se suele retirar pronto, aunque no duda en sentarse entre nosotros y compartir una cerveza y anécdotas y sonrisas que valen por mil.

La otra noche estábamos todos sentados en el suelo, un poco borrachos por el sake de 25.000 yenes que nos había traído, y alguien mencionó mis combates de la competición. Él no los vió, pero se interesó por ellos y me dio la enhorabuena. Me dijo que tenía mucho valor para él tener extranjeros en su escuela, porque no sabemos japonés y aún así no nos importa pasarlo mal con tal de aprender. Que le honraba que yo estuviese allí, y me hizo una reverencia.

Y yo lloré.

Y todos se rieron, y alguna chica dijo «kawaii». De repente, todos, unas quince personas, se callaron. Quizás no fue mucho tiempo, pero fue un silencio solemne que pareció durar horas. Todos miraban al suelo, y sólo se podía escuchar el sonido entrecortado de la respiración que yo trataba de recuperar.


Entonces la velada siguió, y entre vaso y vaso de aquel sake, él nos regaló la historia de cuando entrenaba con Bruce Lee, o de cuando el Karate estaba prohibido en la URSS y tenía que enseñar en sotanos de escuelas para que no le detuviera la policía. Su hijo asentía sonriendo con ese gesto de complicidad de haberlo oído tantas veces, los que entendían japonés le escuchaban fascinados y yo… yo me dejé hipnotizar por el sonido amable de su voz.

Me emocionaré siempre al recordarlo.

Al día siguiente nos sentamos para comer después de la clase, y a mi me tocó estar casi a su lado. No paró de sonreir en toda la comida, pero yo miraba a sus ojos. Los ojos de un anciano de 77 años que ha dedicado toda su vida al Karate, que hace decenas de años ya que fundó su propia escuela y que todos los años viaja por el mundo para contar por qué hay que doblar más las rodillas a todo aquel que quiera saberlo, que no son pocos.

Pero sobretodo, los ojos de una gran persona que siendo quién es, se empeña en no ser más que cualquiera.


Añadida al resto de historias que sé que nunca nunca nunca olvidaré.

Tierra de ninjas

Hace mucho, pero mucho tiempo, los ninjas decidían el futuro de los acontecimientos de Japón con la oscuridad de la noche como aliada. Su determinación no conocía límites. Moviéndose, casi danzando confundiéndose entre las sombras, cumplían su cometido sin ni siquiera ser intuidos…

¡Hasta que cazamos al becario!

Grissom saca el spray, que hay currelo!

Es el calzado que usan hoy en día los obreros, ni ninja ni ninjo!, pero me hizo gracia ver una huella con esa forma!!

Si es queee, si es queee

¡¡¡¡No os merecemos!!!!


Flapy en Pekín, que diréis: a Pekín Paké, Paké a Pekín, pues digo yo que a las olimpiadas, pero lo que importa es que se sacó la fotaco de rigor con la Cienpiés Cyán en mira tu que sitio!!!

¡¡ Gracias Flapy !!

Ya que estamos con lo de las camis, que sepáis que nos hemos quedado sin Inocentes, pero como de siempre os ha gustado bastante ésta, andamos pensando en reimprimir. Pero para hacernos una idea, os tenemos que pedir un favor: si os gusta la cami y queréis pedir una, dejadnos, por favor, vuestro email y la talla en el formulario que sale al pulsar en el botón de pedir tanto de manga larga como de manga corta, así calculamos mejor. Si ya lo habéis hecho antes, por favor, volved a hacerlo porque ahora estamos pillando la talla también.

Luego si las acabamos haciendo, que seguramente, os avisamos al email que nos dejéis.

Gracias chatos!! Apa Ikusuki ahí!!

Local para fumar

En el centro de Tokyo, y no tan centro, no se puede fumar por la calle. Normalmente la gente lo respeta, aunque de vez en cuando alguno se lo pase por el forro del filtro y le de al piti en plena rue. A mi la verdad es que me molesta el humo del tabaco, pero también entiendo a la gente que fuma, así que prohibirlo en la calle me parece un poco barbaridad. Deberíamos tener todos, fumadores y no fumadores, un poco de sentido común y respeto, y ya está. Pero como en ambos bandos tiene que haber ñús, pues así estamos como estamos!

Pues bien, en Shibuya han abierto un local donde se puede entrar a fumar gratis. Es decir, no es un bar, sino un sitio con mesas y sillas y ceniceros, donde la gente entra, se fuma su fumable sin infringir ninguna norma, y luego se pira por donde ha venido sin pagar un duro.

Paradise! El paraíso de los fumadores!!

Después de sacar yo las fotos, salió una tía y le echó la bronca a otras chicas que estaban sacando después de mi, jajaja, estuve rápido!