Este es el título del libro que he empezado a escribir. Y esta es la introducción:
El otro día cumplí 49 palos, macho.
En 12 meses pasaré a la versión 5.0 de mi vida y si algo trae esto de cumplir años, aparte de dolores en sitios y pelos en lugares, es que se te acorta muchísimo la mecha. Si a eso le sumamos que llevo casi 2 décadas viviendo en Tokio y el auge de influencers de Instagram que vienen a Japón a crear contenido absurdo, pues qué queréis que os diga, si me callo más, se me revira la úlcera y reviento entero.
Y es que uno está volviendo a casa después de que le toque el turno de padres del colegio de vigilar a los críos en la calle y coges el teléfono y sale en un reel una chica diciendo que los niños japoneses de 6 años van solos por la calle y que se les enseña a ser independientes y que se suben solos a los trenes y no sé qué chorradas más. Y tu, que le has tenido que echar la bronca a siete críos porque estaban jugando en la orilla del río a punto de caerse en vez de seguir su camino a la escuela, pues te tienes que reír.
Y luego me paso por un Family Mart a sacar dinero del cajero y me cruzo con dos trabajadores, uno zampándose un onigiri y el otro un trozo de pollo rebozado, mientras van camino de la obra y a nadie le importa, pero resulta que en Instagram te dicen que está totalmente prohibido y muy mal visto comer por la calle.
Y así con todo… Influencers, o mejor les llamaremos ya influmierders, que vienen dos días a Japón de viaje con el único objetivo de grabar contenido que subir a las redes y perpetuar la cancamusa entre sus seguidores. Contenido que se copian y se imitan entre ellos, diluyéndose, en el mejor de los casos, el poco atisbo de verdad que pudiese haber en sus percepciones. Porque, no lo olvidemos, son personas que no saben japonés, que miran los kanjis que les rodean como Rajoy al logopeda, que no se enteran de la misa a la media la mitad de las veces de lo que está pasando a su alrededor, que visitan los cuatro sitios turísticos de rigor y se comen un cuenco de ramen y en sus egocéntricas mentes eso ya les convierte en expertos que se permiten dar lecciones magistrales sobre qué se puede hacer y qué no se puede hacer en este país.
Seguro que ya sabéis de qué tipo de vídeos os hablo. Esos que empiezan con frases grandilocuentes en plan «7 cosas que jamás deberías hacer en Japón», «Japón vive en el 2050», «Te enseño el mejor ramen de Japón» o «Los japoneses son…». Como si supiesen de qué carajo están hablando.
Bueno, pues ya estaría.
Quiero decir que yo ya estaría, que hasta aquí, porque ellos van a seguir tirando de ChatGPT para hacer sus mierdas, van a seguir copiando la tontería viral del momento, van a seguir viniendo aquí exclusivamente a sacar sus vídeos en este parque de atracciones para turistas en que se ha convertido Japón, por mucho que nos pese a los locales que tenemos que sufrir tanta vergüenza ajena.
Porque digo yo que media vida aquí ya me hace un local, por lo menos llevo más impuestos pagados que en Euskadi, que hostia, por lo que me quitan, la mitad de las farolas de mi barrio son mías.
En fin, que si te interesa lo más mínimo Japón, quizás te pueda resultar interesante saber lo que piensa un señor gruñón, al que no se le quita el acento vasco ni pa Dios, sobre lo que cuentan estos influmierders y flatulencers.