Por aquello del internet, uno no tiene demasiada dificultad en buscar y familiarizarse con los paisanos que viven por aquí. Cuando volví a Bilbao después de vivir seis meses en Tokyo, le cogí afición a esto de los blogs de Japón así que puedo decir que ya conocía bastante bien las vivencias de Héctor, el tito Fla, Alan, Ale… cuando volví aquí por esta segunda vez.
Lo cierto es que a veces daba la sensación de que sólo había unos pocos viviendo en Japón, aunque se me quitó de un plumazo el día de la recepción del que imita a Fuentes, que aquello parecía la estación de Shinjuku pero dándole la vuelta a la proporción japoneses-extranjeros, allí había más gañanes ibéricos que ni sé (ciudadanos, porque ibéricos de los del cerdo más bien pocos).
Vamos, que había vida más allá de los cuatro o cinco blogs que yo conocía. Aunque también es cierto que al margen de los que he comentado antes, sí que había algunos otros que me sonaban, que aunque no sabía muy bien qué hacían o dejaban de hacer, sí que les ubicaba en algún pino cercano entre el quinto y el séptimo donde vivo yo. Sin ir más lejos, el chico con el que voy a Yosakoi (que sólo he ido una vez, por cierto, ya me vale) le conocía de su cuenta de flickr y un amago de twitter que hace mucho tiempo ya que dejó.
Del que vengo a hablar hoy también sabía algo. A este hombre le recuerdo de verle vestido de la tuna con un acordeón, y a veces con un sombrero negro, patillas y gafas. También sabía que tenía un blog que se actualiza de hanamis a setsubunes, y una vez me contaron que en sus actuaciones utilizaba muchos juegos de palabras en japonés y que la gente se descojonaba con él. En esa conversación no me quedó nada claro qué tipo de actuaciones eran esas, aunque yo me imaginaba que tendrían algo que ver con clavelitos y acordeones y no me dejaba de parecer gracioso el asunto de ver una tuna por Tokyo.
El otro día recibí una invitación suya para ir a un concierto que daba en una sala no muy lejos de donde yo trabajo, y allí que me fuí. No tenía ni idea de qué me iba a encontrar, pero me gustaba mucho la idea de poder verle en directo, así que metí todas las cámaras en la mochila de llevar las cámaras y me planté con una amiga en el bar.
Nada más entrar nos encontramos con Héctor y ya nos quedamos con él todo el rato. No se puede decir que seamos amigos porque la verdad es que sólo hemos coincidido dos o tres veces y poca frases hemos intercambiado, pero sí puedo decir que es un tío majo, abierto y mucho más campechano y normal de lo que algunos comentarios de su blog pretenden. Allí estaba con su cámara colgando del hombro y cuando nos quisimos dar cuenta, ya estaba sacándole fotos a un tipo con peluca, con el permiso y la colaboración del tipo en cuestión. A mi me sacó alguna también.
En el escenario había un grupo de japoneses que hablaban más que cantar, y cuando por fin se callaron, apareció Miguel. Sombrero negro, patillas, gafas y un micrófono cerca. No llevaba el traje de la tuna, pero su imagen me cuadraba.
Lo que no me cuadró tanto es que hablaba en castellano y en japonés más o menos a partes iguales, y lo mismo pasaba con las canciones del grupo: la mitad en castellano y la mitad en japonés.
Me gustó el sonido que nada tenía que ver con una tuna, me gustó lo que decía en castellano y lo japonés que sonaba en japonés. Me gustó comprobar que era cierto eso de que la gente se reía con sus frases y que diese las gracias diciendo gracias las mismas veces que arigato.
Saqué fotos, muchas, pero la oscuridad no me dejó acertar a sacarlas nítidas, las mejores por aquí estarán. Eso si, aprovechando una mesa que estaba justo delante de él, pude grabar un video decente con la cámara que dejé ahí puesta encima de un minitrípode que vigilaban dos chicas majísimas.
Si váis a ver los vídeos, por favor, no dejéis de pensar que sólo había tres personas españolas dentro de aquél bar de Yotsuya en Tokyo, y que una de ellas era el que cantaba. El grupo se llama Bonyushu (母乳酒), el cantante es Miguel y es mentira eso que dice de que predica en el desierto:
Miguel, fué todo un placer, si señor. Al siguiente, si me dejas, también me apunto como está mandado.