Fue un día largo que acabó pronto, como lo son prácticamente todos desde que Kota está con nosotros: se abren cajas cerca de las seis de la mañana y se echa el cerrojo apenas dadas las nueve de la noche. Bueno, si echamos cuentas, tampoco cambia mucho la cosa: levantarse a las diez y ensobrarse después del deadline de la Cenicienta viene a ser prácticamente lo mismo; con el agravante a nuestro favor de que el país del sol naciente lleva implícito también el sobrenombre del país de la rauda luna. A las cinco es tan de noche que asusta.
Lo que no es lo mismo es lo del medio. No es lo mismo pero ni de lejos.
Se acabó eso de vaguear, de desayunar leyendo las noticias por internet taza de té en la zurda mientras la diestra afila uñas ya para el rascamiento del nalgamen adyacente, como mandan las tradiciones mañaneras. Ahora no. Ahora te tomas tu té cuando el monarca Kota Toscano III tenga a bien concederte un tiempo que le lleva perteneciendo a él desde que empezaron a asomar por abajo los títulos de crédito con tu nombre del último sueño que te inventaste esa madrugada.
Y bien a gusto, no os penséis.
El pecho se le empatana a uno cuando, al notar tirones en la pernera del pantalón, se descubre que hay un bebé ahí abajo exigiendo que le eleves a la categoría vertical que se merece, que le cojas en brazos pero ya mismo y que eso de estar a otra cosa no se vuelva a repetir. Mirada seria, tenaz, bien acorde con la gravedad de su meta, con su ineludible propósito.
Esa mirada es golosina por definición, no puede ser más dulce. No hace mucho leí que uno estaba obligado a ponerse al teléfono de juguete de un niño si te lo pasa y contestar como si fuese la llamada más importante del mundo. Pues por ahí van los tiros.
Hay cosas que no deben ni pueden ser de otra manera.
La cuestión es que no recuerdo a donde fuimos aunque si que fue bastante más lejos de la habitual vuelta al barrio con parada y fonda en algún menú del día, la sala de lactancia del centro comercial y el avituallamiento obligado en la cafetería del matrimonio que hace donuts caseros. Ese día tocaron andenes y pintaron trenes con Kota colgando de mi pecho. En Tokio llevar un carrito de bebé implica tardar media hora más en salir de cada estación, y eso cuando no te toca cargar carrito más bebé escaleras arriba desde varios pisos sumidos en el subsuelo. Por eso nunca solemos usarlo y le llevamos colgando sobre nosotros. Eso si, a la que te sientas, Kota ejerce su derecho soberano de revolverse hasta que le sacas de su prisión pechera para dar voces y prácticamente no estarse quieto ni medio pestañeo.
Eso mismo pasó a la vuelta mientras íbamos sentados en la zona del vagón reservada para minusválidos, embarazadas, ancianos y personas con bebés. Estábamos homologados completamente, no me miréis mal que además yo soy de los que se levanta a la mínima cana que asoma por la puerta.
Total, Kota estaba ya de pies encima de mis muslos entretenido entre señalar a la señora que quedaba a las tres y gritarle un «EEE» claramente reprochante vaya usted a saber a santo de qué, y tratar de engancharle la corbata, y descojonándose con cada intento, al salary man que dormía de pies justo delante de nosotros. Entre reverencias y disculpas por nuestra parte, se nos sentó un anciano al lado, exactamente a la derecha de mi derecha y poco tardó Kota en decretar que ese sombrero blanco pertenecía a su reino y que le debía ser entregado a modo de arancel.
– Sumimasen -solté por enésima vez en aquél vagón. Kota, esto no es tuyo, no puedes coger lo que te de la gana, chato. Dame dame.
– ¿Como has dicho que se llama? -dijo el anciano mientras le ponía el sombrero a Kota, pero la cabeza de Kota no alcanzaba a hacer base ni poniéndose de lado así que acabó inmerso ahí dentro con el sombrero tapándole hasta la barbilla. Kota se revolvió pero en vez de llorar se empezó a reír a carcajada limpia entre aspamientos.
– Se llama Kota -dijimos a la vez Chiaki y yo mientras le devolvíamos el sombrero esquivando los embites del monarca que no iba a dejar que se le arrebatara su nueva corona sin ofrecer fiera batalla. Cuando el hombre se lo volvió a poner, Kota no le quitaba ojo, a nada que entrase en zona neutra, para el botín real que volvía.
– ¿Cuantos años tiene?, hay que ver qué pedazo de ojos tiene, como se nota que es half, ¿le habláis en inglés?, ¿de donde eres? -preguntó de corrido y sin embargo con ritmo lento, diría que igual de entrañable que su aspecto. Así me gustaría envejecer a mi, con esa elegancia y esa simpatía. Mientras le contestábamos a una u otra pregunta a veces yo, a veces Chiaki, él le hacía carantoñas a Kota cuyo objetivo sombreril permanecía intacto.
– Anda, España, menos mal porque yo pensaba que habías hablado en inglés y estaba todo triste porque no te había entendido nada, ¡tantas clases y tan poco resultado!, pues si que estamos buenos. Una de mis hijas está casada con un holandés -aquí dijo el nombre pero no logro acordarme- y mi nieto también es half y habla inglés y japonés perfectamente, tenéis que aprovechar eso, los niños son mucho más listos que nosotros que nos hacemos tontos además de viejos.
– Jajaja, pues sí, yo le hablo en castellano siempre y ella en japonés, de momento cuando le digo cosas como «ven» o le saludo, actúa en consecuencia, vamos, que lo entiende de más. Como todavía no habla, pues no sabemos por donde saldrá.
– Pero tampoco seáis muy duros, ¿eh?, un niño es un niño y su deber es jugar y reírse, no le riñáis demasiado.
Se hizo el silencio. Se acordó, quizás, de alguna riña a alguno de sus nietos con él delante y pude intuir cierta congoja, cierta pena por la situación vivida que escapaba a su control. De ser cierto, sin ninguna duda que este hombre, a parte del más elegante del vagón, debía haber sido un gran padre. Permanecí atento porque destilaba lecciones de humanidad con cada gesto.
– Yo estoy estudiando inglés -retomó- porque soy un viejo y los viejos tenemos mucho tiempo libre. Me he apuntado para voluntario en las olimpiadas del 2020, quiero ayudar a todos los extranjeros que vengan porque el japonés es muy difícil. ¿Verdad que es difícil? -preguntó y prosiguió sin esperar a mi asentimiento- Estoy estudiando inglés todos los días por mi cuenta, un poco cada mañana, y los sábados nos dan clases en el centro cívico del barrio.
De nuevo volvió el silencio que esta vez fue más largo incluso. Silencio solo interrumpido por balbuceos de victoria de Kota al conseguir tirar de la corbata que colgaba, tentadora y desafiante, justo delante de sus ojos. Silencio largo que pausamos con una ración más de nuestras ya rutinarias disculpas por las acciones del monarca. Silencio al que finalmente hirió de muerte, un par de minutos antes de que llegase su parada, el menudo y elegante anciano que permanecía extremadamente pensativo a nuestro lado.
– Pues si, estoy estudiando inglés para ayudar en las olimpiadas -insistió- pero no creo que llegue.
Como te gusta matar viejos!!!
no hombreeee, joooo
jodó, ese no creo que llegue se las trae :-/
vaya…
Él meto y sus abuelos, que siempre te ayudan y tanto se echan de menos aquí…
Por cierto, hablando de cabritos, solo he visto dos en Japón. Fue en Kyoto….. y eran de turistas españoles
«El metro» querrás decir, supongo, jeje. La verdad es que desde que vamos por Kota por ahí, siempre nos suelen hablar mucho…
«Hablando de cabritos», carritos querrás decir, supongo…
Joe como se lució el corrector. Es lo que tiene contestar con una taza de café en la mano izquierda y la legaña aún pegada esperado su ducha.
jejeje
Vaya, un pensamiento muy triste el del señor esperemos se equivoque y ayude a muchos extranjeros tal y como lo desea…
un saludo!
Esperemos… da que pensar, ¿eh?
Una historia muy bonita. No puedo esperar a esos momentos, además aquí ala que te descuidas tienes a tres hablándote porque sí, así que encima con niña pequeña ni te cuento.
Es bastante habitual que te hable la gente preguntándote por el niño, es cierto, tanto aquí como en España.
A mi me gusta mucho aunque sé que hay gente a la que no le hace ninguna gracia que le «toquen» al niño… hay gente pa tó!
Más o menos eso me dijo mi abuelo, cuando se empezó a comentar que iban a soterrar las vías del tren en Valladolid… Después de leerle la noticia, irónico como pocos, me contestó: Y tú crees que yo llegaré a verlo?
Pues espero que si que llegue!
Pero no creo que llegue. Siempre impresiona, y te hace pensar, aunque veas que el anciano que lo dice dura y dura. Se parece a esa de recuerda que eres mortal, y que los años pesan por mucha fontvella que diga lo contrario.
Pero oye, al menos tiene las ganas de hacer cosas nuevas como aprender inglés, que ese si que es un idioma del demonio.
Efectivamente, veo que te ha dado que pensar igual que nos pasó a nosotros. Una gran lección de vida, diría.
jope, yo lo había entendido mal. Creía que cuando decía que no creo que llegue pensaba que se refería a que no cree que le diese tiempo a saber inglés bien para las olimpiadas… vaya plof cuando he leído los comentarios :S.
A mi las personas mayores me parecen lo más entrañable del universo después de los bebés. Me encantaría envejecer con la cabeza intacta y tener mucho tiempo libre para seguir aprendiendo :-)
Tu versión es mucho más bonita, a partir de ahora esta es mi forma de ver la historia
Si lo es, si.
Personas ancianas, mucho que aprender de ellas y muy poco el caso que se les hace.
Joe… con lo bien que iba el texto y lo triste del final… esperemos que sea la típica frase de viejo ( aquí también la dicen mucho ) y el buen hombre pueda ayudar a la gente tal y como quiere hacer.
No sé yo… pero ojalá que si!
Gran historia !
Los ancianos cultivan un arte especial y más si se trata de la relación con los niños: el de la paciencia infinita. Y otro más escondido: el darnos lecciones cada dia.
Siempre se añora lo que más se desea, a buen seguro que su ilusión por ver las olimpiadas le dá al amigo el empujón diario que necesita.
Un saludo.
Y de mientras nosotros que creemos que tenemos todo el tiempo del mundo sin hacer nada, la de tiempo que perdí yo de adolescente y que podría haber aprovechado en tantas, pero tantas cosas…
Ojalá llegue el buen hombre, si señor.
Hace un mes y medio una persona allegada me dijo: «a la boda no llego» ( falta un año para la boda de su primer nieto). Hace una semana me dijo: » tenemos que mirar trajes que ya sé que voy a ponerme…».
Lagrimones a casporrillo al leerte .
Que de lecciones nos pueden dar nuestros mayores.
Pues me alegro que llegase. Mi abuela siempre decía lo mismo cada Navidad que no llegaba a la siguiente y siempre lo hacía hasta que dejó de hcaerlo.
Hay que saber apreciar el tiempo que uno tiene y el que le queda a los que nos rodean.
Digo yo…
Yo me quedo con el lado positivo, con un señor mayor que, en lugar de quedarse en casa, se arregla, sale a la calle y estudia Inglés porque se ha apuntado de voluntario para las Olimpiadas. En definitiva, con una persona, que aprovecha cada momento de su vida.
Y si, yo también quiero envejecer así.
Ahí está, un señor que aprovecha el tiempo sin rendirse, pase lo que pase. Hay que tener metas e ilusiones y luchar por ellas.
Tenías que haberle dicho que tu le enseñabas castellano, que van a ser un porrón los hispanohablantes que van a ir también. Jo, parecía deprimido más que entusiasmado. Por cómo lo cuentas…
Buff, no estoy yo por la labor de ponerme a enseñar a nadie, pero no es mala idea, jaja.
El hombre lo decía con la sonrisa en la boca, pero muy muy pensativo, como si se acabase de dar cuenta en ese momento…
Historia tierna, digna de ikulibro. Lo que mas me ha llamado la atencion el espiritu del señor, a pesar de creer que igual no llega por si acaso se prepara estudiando ingles, que no es cualquier cosa.
Eh ahí lo que quería contar yo.
Un ejemplo de señor. Y Kota haciendo amigos or tos laos jajaja, que tío más grande.
La verdad es que son comentarios que te dejan sin aliento y sin saber que decir…Seguro que el señor llega a las Olimpiadas y se lo pasa pipa!
Envejecer y aprovechar cada segundo de la vida. A eso aspiramos la mayoría no?
Un abrazo
Kota es la leche, cualquier día nos lía alguna gorda, jajaja
«Envejecer y aprovechar cada segundo de la vida». Si señor.
Yo me quedé flipado cuando estuve el año pasado. Resulta que un día me fui de muy de mañana (serían las 7 de la mañana) a ver shinjuku y el Meiji Jingu, así que cogí el metro en JImbocho (donde estaba el albergue) y me bajé en una parada de por allí.
El problema es que salí por una salida (valga la rebuznancia) que no tenía mapa afuera ni se correspondía con la que venía marcada en mi mapa, así que me puse a dar vueltas para ver si encontraba alguna referencia.
En estoy que estoy más perdido que una gota de agua en el desierto y se me acerca un señor que podría ser mi abuelo. Bastantes más de 70 años tendría fijo. Y se me pone a hablar en inglés. Primera torta en la cara y yo flipando.
Bueno, me explica dónde estoy y luego, pues para hacer algo de conversación, me pregunta: «¿Qué eres, americano?» A lo que yo respondo: «No, soy de España». ¡Y se me puso a hablar en español!!!
Ahí ya la acabé de flipar y casi me da algo. Resulta que el tío, hacía unos años le había dado porque quería ir a ESpaña de vacaciones y se había puesto a aprender español, pero al final no fue y siguió con el español.
Ahí está la diferencia. Le digo yo a mi abuelo que se ponga a aprender japonés y me manda a la mierda a la segunda palabra XD
jajajaja deja tu al abuelo, yo le digo a mi mamá que aprenda inglés (mucho mas facil que el japonés obviamente) y me dice que «no está en edad»…
Hay que aprender de las personas mayores asiáticas… o no sé como decirlo… el punto es que yo veo a mi familia en Mexico y ya cuando se sienten viejos ya se dejan llevar por la vida, en cambio en Japon o China siguen practicando algun deporte o minimamente se mueven!!
Son grandes, quiero aprender de ellos
Más que insistió yo diría sentenció… ojalá llegue el buen hombre y lo veamos todos aunque sea medio segundo por la tele entre bastidores con su sombrero
PD: llevo unos años leyéndote anónimamente y creo que este es mi primer comentario, si no, el segundo, mala memoria la mía cuando quiere o le interesa jejej. Me he leído tu libro y te felicito, me ha llegado a la patata en mas de una y tres ocasiones y me enganchó tanto que lo leí del tirón, historias muy cercanas, sin alardes, algunas puro sentimiento, eres grande, de verdad eh a la espera de poder leerlo en papel estoy, si es que queda alguno aún…
y si algún día los vientos me llevan hasta Japón y te veo, te invito a unas sapporo como disculpa por este discurso xD
Te leo mientras mi mujer da de comer a la princesa de la casa, bebe agua y tira la botella al suelo la pongo de nuevo en la mesa y la vuelve a tirar, la princesa ha hablado el sitiocde la botella ahora mismo no es en la mesa.
Me encantó el señor este, espero que el pobre llegue al 2020, después del esfuerzo en aprender inglés. Que no debe ser cosa fácil a su edad…
Saludos
por la entrada…
La verdad es que siempre espero con ansias los textos en tu blog y esta me encantó!!
Sigue asi y esperamos que el Rey Kota de permita algun minutillo extra para leerte de nuevo por aqui pronto.
Beso al Rey que es guapisimo!
Los que dicen esas cosas son los que duran eternamente, te lo digo yo. Seguro que en las olimpiadas esta ahi dandolo todo.
Conmovedor y desde luego da que pensar.
Pues gracias por compartir ese momento tan íntimo, me quedo con lo positivo del asunto, el hombre pese a no estar seguro de llegar a la meta quiere hacerlo lo más preparado posible. Toda una lección de vida