寒稽古

Kangeiko, el entrenamiento de invierno, es una tradición que todavía se practica en muchos dojos de Japón, e incluso en el extranjero. Se trata de desafiar al vil invierno entrenando durante días consecutivos a primerísima hora del día. Desde antes de la guerra, el kangeiko tradicionalmente incluye ejercicio en la calle con el mismo traje del arte marcial que se practica, despuntándole el rocío a la mañana a base de coraje. Dicen que el entrenamiento es más para la mente que para el cuerpo, yo tengo claro que es así.

Hay quien dice que estoy loco por levantarme viernes, sábado y domingo a las cinco de la mañana para ir a correr con el karategi por la calle junto a unos cuantos como yo. En la oficina algunos compañeros me han mirado con respeto cuando lo he contado a la hora de la comida, aunque han sido los menos. La hipótesis de mi inestabilidad mental ha cobrado más protagonismo que habitualmente cuando el respetable se ha enterado de la gripe A que pillé el año pasado.

¿Y yo? ¿que pienso yo de todo esto? pues yo me veo dentro de una película de artes marciales, rodeado de japoneses codo a codo con los hijos de Kancho Kanazawa inaugurando las calles, devolviendo los saludos de los comerciantes cercanos que se saben la historia que se cuenta allí cada año y se paran para animarnos quizás recordando juventudes pasadas. Obviaré caras de sorpresa de los que descubren al extranjero que lucha contra el frío como uno más entre la marea de trajes blancos y cinturones negros que corre más por lo que se gana en el camino que por llegar a la meta. Volveré a casa con el tiempo justo para ducharme e ir a la oficina, pero ¿sabéis? no veo la hora de que suene mañana el despertador.

Pocos, muy pocos conocerán esa sensación, la de sentir el alma más viva a costa de obligarle a la mente a que siga mandándole no parar al cuerpo sin que ninguno de los dos quiera seguir. La de que respirar sea tan difícil que el pecho arde mientras el cuerpo muere de frío tres veces por aliento. La de acabar tan exhausto que sólo queda ya dormir y aguantar agujetas y sabañones con la nunca más cierta satisfacción de sabernos mucho más vivos.

Ojalá me sigáis llamando loco por muchos años. Eso es que sigo por buen camino.

Ikusuki in the world

Soy un disaster de proporciones daibutsuíticas, lo reconozco y pido perdón por ello. Llevo recibiendo fotos de gente con camisetas de Ikusuki ni sé desde cuando pero como tengo los colganderos como mandarinas, ahí estaban criando polvo 2.0. que no se iba ni con Ajax.

¡¡ Hasta ahora !!
:copon:

Empezamos con la moza que venía a sentarse a la cajonera cuando se cansaba de darle al cobol verdinegro, que no sólo ha comprado absolutamente todas y cada una de las ikucamisetas, sino muchas más que ha regalado a los que le rodean. De lo maja que es, si no la han hecho santa ya es porque dice tacos.

¡Miralá, miralá! ¡atiende como lucen la Kotoba la Nago y el Andrés!

El tito Robe que va a dejar la informática y va a montar un dojo conmigo pero que él todavía no lo sabe, un día se fue a San José por ahí por Almería y al Bisbal no sé si le llegó a ver, pero la IkuEki se la llevó y se saco una fotaca en plan pose nocturnense que Dios tirita!!!!

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El que si que tiritó tuvo que ser el que le sacó la foto al Neki en el Valle de Arán, que sale con el boquino ahí que parece que le va a arrancar la mofletada al fotógrafo!!! Paisaje y barbas impresionantes en una foto bonica del tó que me hace añorar el verano más todavía. Ah! y con la Kurosuwado! (jaja, si no pongo el nombre de la cami, a ver ande coño enchufo el link a la web!!!):

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Otro que me mandó una foto cuando todavía quedaba verano fue Quicoto, que se fue a Estoril con la Cienpiés de color cyan. Toallas no se si compró, pero miraló que lozano me sale aquí, miraló!!

David aprovechó que Héctor se fue a Barcelona para una charla de las suyas esas que da y pensó que estaría gracioso sacarse una foto con la Kotoba y con él. Sin desmerecer a Héctor, que todo lo que tiene de largo lo tiene de majetón, David aquí hay que reconocer que sale atractivo y guapetón guapetón!!! Ojo que van dos fotacas!!

Nacho y Adela siempre hacen viajes chulos chulos, de esos de decir: pues mira que viajecico oyeeeeee. Y lo que es mejor es que siempre se acuerdan de llevarse las ikusetas y afotarse para envidia del ikupersonal. Las poses de espaldas de Nacho son todo un clásico ya, ¿donde nos dará la espalda la siguiente vez?, jejeje. Adela guapísima, como siempre. Dentro enlaces: Ikufuji y Kotoba. Y dentro fotos en Teotihuacán, Palenque y Chichen Itza respectivabeibol:

Erick se pilló también la Ikufuji, por cierto menuda gaita fue subir el Fuji, o bajarlo… el otro día se vino Jairo de Korea y estuvimos recordándolo, ¡¡suplicioooorrrr!!.

Total! que Erick dice que le llegó la cami a casa, no como el paquete de embutidos que me mandó mi madre para Navidades, que todavía no ha llegao, tiene huevos cómo se habrán puesto en Osaka los carteros….

Bueno!! que le llegó la cami y dice que le queda guay y que está súper chula, y nosotros más contentos que ni sé!!! Ojo a la foto espaldera IkuFuji estilo Nacho!!

Erick.jpg

¡El mundo es nuestro!
:gustico:

:gustico:
:vainas: :vainas:

Toca ikupromoción del día para celebrar que me he desmandarinao un poquico publicando lo que tenía pendiente:

¡Las cuatro camisetas siguientes
que se pidan por la web
van con una mini-alfombrilla
para el ratón de tatami!

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¡Quedan 4
3
1
0 !
¡campana y se acabó!
:vainas:

:ojetepalinvierno:

Hasta aquí

Llevo una temporada dándole vueltas a la cabeza con una idea que está tambaleando todo mi mundo conocido y el de los que me rodean, que los estoy volviendo locos a todos. El caso es que con todo el lío del año pasado de buscar un nuevo currele, no puedo evitar la sensación de que mi trabajo es mentira, que no vale para nada, que no es real. Y cada día que pasa, la cosa va a peor.

A ver si soy capaz de explicarme y de paso me aclaro y oriento el asunto este de ver cómo voy a vivir lo que queda de aquí para adelante.

Llevo haciendo páginas web prácticamente desde que volví de Japón la primera vez. Ya lidiaba con el IE unos cuantos años antes de que salieran Firefox, Safari o Chrome, me curraba validaciones de formularios en javascript puro bastante antes de que existiesen Mootools o jQuery, y trataba de cuadrar todo con tablas y después con CSS hasta que me he visto estos días programando especificamente para smartphones.

Aunque me da bastante igual, es un hecho que la gran mayoría de las páginas que he programado en empresas anteriores ya no están en internet: han sido actualizadas o simplemente borradas por sus dueños, así que poco hay que pueda enseñar a quien quiera saber de mi trabajo. Es más: aunque estuviesen ahí, tendrían un aire rancio que no se yo si sería menester airear. Ocurrirá lo mismo con las que estoy haciendo ahora: pasarán algunos meses y dejarán de cumplir su función, porque su utilidad es tan temporal que asusta. A su manera, siento lo que hago como una mentira que me importa más bien poco.

En su momento todas cumplían los requisitos del cliente, cuando a éste le importaba, y por regla general siempre había unos plazos más bien estrictos que cumplir y mil quebraderos de cabeza. Aunque luego la pagína no la visitara ni Blas y el cliente pasase mil de actualizarla. Trabajo entregado, dinero cobrado y aquí paz y después gloria (o bit y después pixel). Total: una farsa.

Tuve, todavía tengo, la oportunidad de ser parte de un proyecto de red social muy ambicioso cuyo desarrollo está llegando a su fin. No hay clientes que satisfacer (o padecer), sino usuarios de todo el mundo y lo que se trata es de ofrecer el mejor y más rápido servicio para que sigan entrando y el número aumente. Aunque es un concepto distinto a las webs de toda la vida, tengo el mismo sentimiento: es mentira. Aunque nos hagamos ricos, que no creo que pase, seguiré teniendo esa sensación de que no estaré orgulloso de ello, que me da igual.

Pero mira, el caso es que todos los días paso por delante de la frutería-pescadería de un matrimonio de japoneses de edad muy muy avanzada, tanto que a veces parece mentira que ella sea capaz de mover cajas de un lado a otro con tanta agilidad. Esta gente no tiene página web ni internet, dudo que sepa mandar mensajes con el móvil, pero venden fruta y pescado en una pintoresca mezcla de tienda. Todos los días vendrán los vecinos y compartirán un par de historias además de la compra y el cambio, se conocerán a los niños del barrio y les verán crecer. No les afectan ni los permisos de los directorios, ni los navegadores, ni demás historias de ese otro mundo de ordenadores para adentro que es una capa adyacente al mundo real en que se mueven, en el que nos hemos movido siempre pero que cada vez olvidamos más. Un mundo que sirve de ayuda para hacer más fácil el mundo real, pero nunca es la realidad en sí como se me está convirtiendo a mi porque mi trabajo es este.

Lo mismo con los dueños del ryokan de Nikko que suben a sacarte el futón del armario mientras cenas y te vuelven a dejar otro par de bombones de chocolate en la mesa de noche.

O mi profesor de Karate de los martes que es capaz de repetir la explicación de un movimiento hasta que todos lo entendemos y sale de allí sudando como el que más, y seguro que el pecho se le hincha un poco cuando alguno de nosotros es capaz de hacer algo más que antes de haber entrado.

Hace unos meses, un vecino puso un puesto de nikuman en la puerta de su casa de dos pisos. El mismo señor de aire huraño que me cruzaba de vez en cuando con traje y corbata, es el que ahora me vende de tarde en tarde bollos de carne y me arranca tres o cuatro carcajadas con frases que ha buscado en castellano por ahí desde que le conté de donde venía.

Hoy han llegado dos pedidos de camisetas, y esta noche le pediré a Beatriz la mía junto con las de amigos de Tokyo. Ponerme esa camiseta hará que me sienta mil veces más orgulloso que el «well done» de mi jefe cuando le enseño la web que me encargó. La camiseta me da dos o tres euros de beneficio, lo segundo me permite vivir en Tokyo a costa de tragarme ocho horas al día de mi vida haciendo algo que me da igual.

Algo está fallando aquí. Me niego a resignarme.

Me alegro darme cuenta ahora que todavía puedo cambiar las cosas (una vez más). Seguiré jugando el juego, actuando en la comedia, pero no descarto yo dar la campanada y cambiar radicalmente de vida a la que se me presente la oportunidad, dándole el empujón definitivo al mundo este que se me tambalea desde hace unos meses.

De mientras, sigamos bien al acecho sin perder ni una: aprendiendo el que más en Karate, por si la cosa fuese por ahí o diseñando más camisetas, o yo que sé… algo pasará por delante y ahí estaré yo para saltarle encima.

Ojalá nunca me falten ganas.

Nikko Tobu World Square

Aprovechando la gesta de que el lunes era fiesta, nos piramos a Nikko a asomar el hocico, concretamente un día y pico.

(Tres cuartos de hora para escribir el párrafo anterior y que luego nadie me ría la gracia como el alarde de humor y desparpajo sin precedentes del post anterior. En fin, delfín, también Gaudí murió pobre e incomprendido… sigo en prosa que da menos cosa)

¡Total! que nos fuimos a Nikko y después de la obligada visita al Toshogu y alrededores y una velada de película en un ryokan de quedarse chato y pericueter todo a un tiempo, alquilamos un coche y nos fuimos a una movida que se llama «Tobu World Square«, que no es ni más ni menos que un parque temático con maquetas de las maravillas más famosas del mundo lirundo (aunque faltaba el incomparable «Puente del Charco» de Zalla!!! grrrr).

La Tokyo Sky Tree es la novedad últimamente, y me hizo mucha gracia ver que la maqueta estaba entera, no como la de verdad a la que todavía le queda el pirulín por pinchar. Estoy seguro que si hubiese sacado fotos teniendo cuidado con las montañas de los alrededores, cosa chunga porque estaban por todos los lados, habría dado el pego!! jeje.

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Menudo detalle tenían las maquetas, de flipar, por ejemplo estaba la estación de Tokyo y cuando llegaban trenes de vez en cuando sonaba la musiquita típica y el mensaje de la tía diciendo lo de la «doa ga shimarimaaaaaaasu». O el aeropuerto de Narita yaviones aparcando con sus luces parpadeando en las alas y los coches esos que llevan los equipajes y toda la pesca, y todos los árboles que hacen de árboles eran bonsais de verdad!.

El parque está dividido en Asia, Europa y América (todo englobao dentro del mismo Indautxu) pero tampoco es tan grande como para que no se puedan mezclar monumentos en la misma foto. Era gracioso ver las torres gemelas, el Empire State Building y la Tokyo Tower / Sky Tree al fondo, o la plaza del Vaticano y la Torre Eiffel!

Como era tarde, ya nos quedamos hasta la noche para ver el asunto de la iluminación que me tienen preparada, y la verdad es que fue bastante más bonito aunque como hacía un frío del carajo, no me dió por sacar la cámara y ponerme con el trípode a afotar, si eso en verano vuelvo (a ver si tienen el puente del charco de Zalla hecho pa entonces, que ya puse la reclamación).

Está un poquico lejos desde la estación de Nikko, y aunque fuimos en coche, hay autobuses y trenes (en la web lo pone divinamente). La entrada vale unas cuatro birus y un edamame (2500 ñapos), pero yo creo que merece la pena, es un parque curioso curioso, así que si os sobra tiempo después de ver el Toshogu y las cascadas Kegon, pasaros por allí y saludad a la de la puerta de mi parte que seguro que se acuerda (esta historia otro día ya si eso…).

¡Buen fin de semana, mozalbetes!
¡haced bondad!
:gambiters: :gambi: :gambiters:


Un día de oficina

Aparco la moto con los dedos congelados a pesar de usar dos guantes en cada mano, y entro en el edificio cuya octava planta alberga el hueco de Tokyo donde me acogieron como empleado unos tres meses atrás. La mayor parte del edificio está alquilado por Fujifilm, así que el logotipo está por todos los lados. ¿Seguirán haciendo carretes? lo mismo un día entro y se lo pregunto y de paso que me expliquen por qué a veces entraban 25 fotografías en un carrete de 24. Ya si eso cuando haga un poco más de calor, que ahora con la fresca da pereza.

Unas tres o cuatro personas esperan ya a que baje uno de los ascensores. No me he fijado, pero supongo que todos japoneses dada la proporción de extranjeros que trabajamos en este edificio… rara vez me cruzo con otro del estilo de mi cara, ésa de la napia con rebaba y los ojos de ratio más cercano a Pi.

Marco mi número «secreto» y pongo la mano en el chisme de detectar manos, parece que cuadra y la puerta se abre, raro día éste que no haya tenido que probar un par de veces más.

Doy los buenos días y algunos me contestan, aunque poca gente hay hoy, ni adrede consigo llegar más tarde, sigo sin acostumbrarme a llegar a la oficina a las diez de la mañana y ni queriendo me levanto ya más tarde de las ocho. Lo de que contesten o no creo que tiene más que ver con el sueño que con la educación, aunque no me vencerán y seguirán teniendo que pasar por ese trago todas las mañanas. Que para eso fuí a una universidad de pago.

La oficina es como todas las oficinas en las que he estado, bueno menos la de Bilbao que era un disparate (sus dueños también): cada uno tiene su mesa con su ordenador y un par de pantallas, un teléfono, cuadernos, bolis y algún toque personal del estilo de la taza que compré nada más llegar a Japón en el súper de mi barrio. Luego hay una impresora aquí y otra allá, un par de faxes, un chisme de esos de meter un folio y sacar confetti… nada de robots, ni pantallas que floten en el aire a lo Minority Report. Esto es más normal que el copón.

Mi equipo ya ha llegado y en corro, taza de café o té en mano, están compartiendo sus fines de semanas. Hay risas, gritos, a veces se habla a la vez, a veces no… insisto: gente normal en una oficina normal hablando de cosas normales, de no ser por el idioma, esto sería igual que cualquiera de las mañanas en el parque de Zamudio hasta que Natalia gritaba «dispersión» cuando venía la jefa y nos íbamos cada uno a nuestro ordenata.

La mañana pasa rápido cuando hay cosas que hacer. Todo va por emails, a veces con mucha gente en copia, a veces no. Estamos todos en red, hay servidores de ficheros para dejarnos cosas entre nosotros, hay servidores web internos, externos y de producción. Somos administradores en nuestro propio ordenador, así que podemos instalar lo que queramos, aunque el antivirus estaba ya, y por lo que yo sé, no se espía lo que uno mira por internet, aunque ya no me fío ni de mi sombra.

A la hora de comer algunos calientan el taper en el microondas, otros salen fuera al típico menú del día de menos de 1000 yenes. El otro día descubrí que trabajo al lado del restaurante ese de Kill Bill porque fuimos a comer allí a mediodía, que también abren, es barato y no hay nadie. Esto es Tokyo, al fin y al cabo, y la oferta gastronómica supera a la de Bilbao, un poquitín sólo, ojo.

La secretaria se encarga de que haya siempre café recién hecho para después de la hora de la comida. Mira, esto no lo teníamos en Zamudio, aunque ni falta que hace, que no me gusta que me hagan las cosas, apañadito que es uno.

Toca reunión, el Outlook avisa (que feo es Windows XP, por cierto, es como Mac OSX pero en tuerto y bostezando), y con el cuaderno me voy a la sala de reuniones. Una mesa grande con un proyector y un montón de sillas, de nuevo ningún alarde más allá de la pizarra blanca de rotuladores de esos de borrar con el dedo. El teléfono en modo manos libres nos permite hablar con los Koreanos cuya web estamos preparando, y ahí nos tiramos una hora perdiendo el tiempo y cinco minutos de productividad. Mira tú, otra coincidencia más con el mundo conocido.

Llega la hora de salir, alguno se queda, aunque la mayoría nos ponemos las chaquetas y vamos juntos al ascensor y, hasta hace poco, hasta la estación de Shibuya. La moto me ha hecho ganar mucho tiempo, pero ese cacho de risas hasta el tren con los compañeros molaba mucho, porque si ponemos que en mi mente mi jefe habla igual que Sheldon Cooper (aguantale sobrio) y que uno de los filipinos es igual que el indio, ya tenía el circo montao.

En la oficina nadie se queda por gusto, no hay nada que aparentar, no hay más presión que la que se pone uno solo. Aunque sé, por personas muy cercanas, que no es precisamente lo normal aquí. Este tópico lo dejaré como está, porque parece ser real, como la suerte que tengo yo de que no se cumpla, supongo (y ya van dos empresas aquí).

Después toca Karate, o Capoeira, y llegar a casa a ver alguna serie bajada de internet mientras ceno hasta que los párpados ya no pueden más. El día siguiente empieza de la misma manera, y así hasta el fin de semana donde ya la cosa cambia y uno manda un poco más en su vida que antes.

Si se tienen ganas, se cocina algo para recalentar mañana dentro de un taper.

Hoy no es el caso.

Oyasumi nasai.

Viviendo

Vivo solo desde hace casi cuatro años en el segundo piso de una casa de dos. No es el típico bloque de apartamentos, sino una casa en la que sólo hay cuatro viviendas siendo la mía la más grande de todas, lo que es decir bien poco dado que sólo pasa un par de metros cuadrados de los veinte.

La puerta de la calle da a la cocina donde una puerta corredera descubre la habitación en la que como, duermo, veo la televisión y trabajaba hasta hace apenas unas semanas. Luego también hay un baño, claro, de esos prefabricados de plástico con desagüe en el suelo, con su bañera que uso prácticamente cada día de este alter ego mío que es el invierno.

No es mía, la casa digo, así que no me molesto en tener la alfombra más cara o el mejor sofá que quepa, es más todo lo contrario: mientras sirva su función, me da bastante igual que la mesa donde como haya costado 2000 yenes porque cuando se rompa, compraré otra del mismo precio y de mientras no me preocupo si se raya o dejan marcas los vasos.

Una cosa no quita la otra, y como tengo pánico a las cucarachas que tanto abundan por aquí en cuanto se va el invierno, limpio la casa a fondo prácticamente todos los fines de semana. Tampoco es mucho decir, en pasar la aspiradora no se tardan más de diez minutos ni aposta. De la misma manera, me he rodeado de utensilios que me hacen la vida más fácil como la lavadora-secadora o el cocedero de arroz, el objetivo es tener más tiempo para lo que de verdad me importa minimizando el necesario para, digamos, vivir con dignidad. Podría resumirlo en que nada de lo que tengo, materialmente hablando, me importa de más.

Tengo dos espejos de cuerpo entero y nada en medio de la habitación, esto es porque muchas veces me dedico a dar patadas de Karate o intentar piruetas de Capoeira delante de él y me encanta tener espacio para ello. También tengo muchos libros de Karate desperdigados por el suelo, una pelota de esas de hacer abdominales, pesas, lastres, un pulsómetro y playeras para correr y me niego a comprar sofá, mesas o sillas porque la mayor parte del tiempo que paso delante de la televisión lo hago tirado en el suelo haciendo estiramientos.

En la nevera siempre hay fruta, verdura, tofu y huevos y todas las mañanas saco pechugas de pollo o piezas de salmón del congelador para cenar por la noche. Normalmente la regla es no beber alcohol ni comer nada malo entre semana, regla que se olvida los fines de semana donde todo está permitido. No soy un monje y de vez en cuando cae un McDonalds o me pongo ciego a chocolate un martes, aunque no es lo habitual. Y nunca, nunca, diré que no a una cerveza con amigos, sea jueves o fiesta nacional.

No es raro que desayune un cuenco de arroz, lo raro es que sean tostadas. Sólo bebo un café al día que es el de nada más levantarme, sin leche, porque no me gusta su sabor, y desde hace un año, sin azúcar, digo yo que la edad hace que me gusten más los sabores amargos. Al llegar la noche podré haberme bebido perfectamente diez tazas de té verde. En la oficina siempre hay agua hirviendo disponible en una máquina y me levanto de media dos veces cada hora a la cocina a hacerme uno.

Desde que me compré la moto, me he olvidado de trenes y de la hora y pico que tardaba antes, ahora en veinte minutos estoy en la oficina. El dueño me deja aparcarla en el mismo edificio por 2000 yenes al mes, y si le sumamos a la cuenta que llenarla una vez por semana cuesta unos 800 yenes, podemos decir que la cosa ha salido redonda. La moto es bastante cutre y últimamente no marca la velocidad, pero aplicamos la ley de la mesa de 2000 yenes de casa.

Evito a la gente que no me aporta nada, que me cansa, que siempre ve el lado negativo de todo, que se está siempre quejando. No aguanto a los que creen saber de todo, a los que no escuchan, a los vagos que no hacen nada, a los que centran su vida en compararla con las de los demás, no soporto a los que se dedican a criticar todo y a todos sin prácticamente saber nada ni conocer a nadie. Me caen mal los que sólo son capaces de ver los errores de otros sin reconocer ni uno de sus logros, sea la proporción cual sea.

Desde que vivo en Tokyo no me gusta hablar por teléfono, me da pereza, quizá verguenza, me siento mucho más cómodo comunicándome con mensajes o por email, esto hace que tenga el teléfono lleno de llamadas perdidas que supongo que provocarán malentendidos entre mis amigos, no es mi intención, pero no lo puedo evitar.

Un día me planteé reírme de todo lo que es reíble, y descubrí que lo es la gran mayoría de lo que compone mis días, empezando por mi mismo. Duró poco, lo de reírme queriendo, y ahora ya me río de verdad y creo que eso ha hecho que sea un poco más feliz adrede. Como todo el mundo, tengo preocupaciones y he tenido problemas serios, pero he sabido reírme de ellos aún tomando las medidas adecuadas en cada momento. No ser serio no significa no ser responsable.

Muchas veces me olvido de que soy extranjero porque la mayor parte de lo que hago es rodeado de japoneses. No me gusta hacer cosas de extranjeros ni ir donde van ellos, tampoco me gusta que hagan distinciones por serlo, aunque es inevitable dado el envoltorio.

Me gusta decir lo bueno de lo que siento sobre otras personas, lo malo me lo callo y muchas veces desearía no hacerlo, evito todos los enfrentamientos que puedo, quizás soy un cobarde, o puede que simplemente me den igual.

Lloro más que antes, mucho, demasiado, a veces creo que no es normal aunque la mayoría de las veces no es de pena, me emociono muy fácilmente.

Envidio a algunas parejas, matrimonios de amigos muy cercanos, me gusta la relación que tienen, cómo se tratan delante de mí, la amistad que destilan entre ellos y con los demás, como si se multiplicase una con otra.

A mis 34 años veo bien, no necesito gafas, tampco me duele nada, no tengo ningún dolor que se repita como el típico de la espalda o las rodillas o del estilo. Lo curioso es que unos años antes si los tenía, supongo que mantenerme activo físicamente me los ha quitado.

Aunque no me preocupan demasiado, tengo entradas que trato de tapar dejándome el pelo largo, y tengo más pelo en el cuerpo del que me gustaría. Hace unos años odiaba ser bajo, ahora me gusta, me siento más ágil y rápido.

Alguien me preguntó hace poco sobre mi vida aquí y esto me ha salido, poco más se me ocurre. Poco más hay que añadir, excepto una reflexión de última hora, y es que sé que Tokyo me ha cambiado mucho, pero también sé que de volver a Bilbao no creo que mi vida cambiase casi nada.

Origami

Jodé, nos ha costao la vida… aquí ahora me pongo yo a poner que si el año pasao no se qué, que si paquí, que si pallá… ¡ná!, pa que ponerme con excusas baratas si el asunto es que ya tenemos el diseño nuevo enchufao en una cami!!!

Origami según San Iku Bailón

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Origami es el arte de plegar papel y componer figuricas, ‘Papiroplexia’ que dirían en Cuenca.

La grulla, de papel, con sus grullitas, de papel… tormenta por venir… señal de advertencia…

¡¡ Esperemos que pase de largo !!

En japonés pone Origami, ¡tal cual!

Pues eso, año nuevo, cami nueva. Ojo a la pinta:

¿Como? ¿que queréis una?

Jodé y yo también, no te digo, que la he pintao yo y todavía no tengo! Suerte tenéis que vivís más cerca y Bea os la manda en lo que la pedís por la web

¿Ein? ¿que queréis regalar a alguien para reyes?

Copón, me leéis el pensamiento, miedico me dáis!. Pues suerte seguís teniendo porque si pedís dos camisetas, entendiendo que una es para vosotros y otra para vuestra persona amada, querida y venerada, además os metemos en el pack una típica señal japonesa que decorará vuestro hogar con originalidad sin par. Con que pongáis a la hora de hacer cualquiera de los dos pedidos la que os gusta, ahí os la metemos y ya nos encargamos nosotros de que vaya todo en el mismo paquete:

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Esto del regalico vale para cualquier combinación de camis, no hace falta que sea la nueva mientras sean dos, pero eso si, si es pa reyes daros vida que estamos a día cuatro ya y los carteros en España no tienen fama de correcaminos precisamenて!!!

Origami chico
Origami chica
:gustico:

Ah! si vives en Tokyo, o cerca, y te ape tener alguna, cuéntamelo porque Bea está a punto de mandarme la mía y aprovechamos el viaje para meter las vuestras. Después ya os las hago yo llegar como sea, si puede ser en un izakaya con birus de por medio, mejor que mejor.

Ala pues!

Karate, segundo dan

Desde que tenía algo así como quince o dieciséis años empecé a hacer Karate, más por ver como era aquello que por tener ningún interés por las artes marciales o Japón. Después la cosa fue por sí sola a más; de no enterarme de la misa a la media, fui poco a poco aprendiéndome la copla y le pillé el truco al asunto de pegarse disfrazado. No es que fuese de los mejores de la clase, ni falta que hacía, pero me gustaba poder ir al menos tres veces por semana a darle patadas al aire con los amigos.

Millones de risas y recuerdos, como las competiciones entre nosotros en el frontón del pueblo, aunque con lo que mejor me lo pasaba yo era preparando exhibiciones con Dani… más que solamente técnicas de Karate, simulábamos peleas revolcándonos por el suelo y rara vez nos volvíamos a casa sin moratones. Bendita juventud, que me siga durando hasta los 80, por Dios.

Las páginas naranjas del suplemento del correo me llevaron a Japón y pude intuir cómo se leía la historia por estos barrios. Me gustó, diría que impresionó, la seriedad con la que se llevaban las clases, me extrañó que se descansara tanto entre técnica y técnica y la ausencia total de combates en los entrenamientos. De repente me vi haciendo katas que sólo había visto en PDFs que conseguíamos Dani y yo por el internet del modem de conectarse después de las seis, y dejé de tirarme la mitad de las clases haciendo flexiones y abdominales lo poco que duró aquello.

Escasos cinco meses, si llegó.

Volví a Zalla y aterricé en el dojo de Santoña donde la cosa cambió completamente, en muchos aspectos para bien: había mucho contacto, había que tener respeto por el que se te ponía delante porque sabías que de no cubrirte, era bastante probable que te fueses a casa con la cara de otra manera porque resulta que aunque entre amigos, las hostias siguen doliendo igual. Clases distintas, sin duda, que echo de menos muchas, quizás demasiadas veces. Más físicas, quizás más reales y efectivas.

Pasé después a vivir en Bilbao y de nuevo me mudé con el pijama y el karategi de equipaje, tenía claro que había que seguir con aquello. Y lo intenté, de verdad que lo hice, pero no acabé de cuadrar en aquel lugar donde el entrenamiento estaba completamente enfocado a que dos o tres compañeros ganasen campeonatos y el resto hacíamos poco más que servir de sparrings. No me importan demasiado las metas de los profesores o del resto siempre y cuando yo siga aprendiendo y llevándome algo con cada clase, pero no fue el caso y acabé dejándolo por un gimnasio de fitness donde las patadas que dábamos eran en chandal al ritmo de Beyoncé.

Divertido, pero triste. Mucho de cada aunque lo segundo dolía al hacer balance, sobretodo en los días de resaca.

Durante dos o tres años me olvidé de katas, técnicas, combates y sudores de interior. El karategi pasó a formar parte de mi vida anterior, los cinturones se perdieron en algún trastero entre Zalla y Bilbao, al lado de los tebeos de Mortadelo y las cintas de música TDK de 90.

Luego fue la vida y mira por donde que quiso no quererme, así que me tuve que alquilar otra en otro lugar. Poco tiene el azar que ver con que fuese Tokyo aunque hubo mucho de suerte en que pudiese mudarme aquí. Hubo mucho que solucionar antes de que pudiese volver a pisar un dojo de nuevo y pasaron algunos meses que me hicieron pensar en que poco sentido tendría presentarme en la casa de la figura viva más representativa del arte de la mano vacía, con mi cinturón que era negro sólo por fuera pero repleto de recuerdos olvidados por dentro.

Empecé de nuevo, casi a la vez que a probarme la nueva vida que me había comprado unos meses atrás, y me vi rodeado de japoneses en el dojo de Kugahara con un pantalón de chandal gris y una camiseta de manga corta tratando de destacar menos del 90%.

A fuerza de hostias, desengaños, sudores y mi orgullo por bandera, decidí examinarme y me dieron el cinturón marrón aunque no tuviese ningún carnet detrás. Mi karate eran las patadas mil veces repetidas con Jose con una mano en la barra, los katas aprendidos de Dani que siempre nos llevaba dos por delante al resto, los combates con Carlos a punto de atravesar el cristal de la puerta de la entrada con la espalda… toda una mezcla de estilos y maneras de entender, o liar, lo mismo. Y puliendo más las entendederas que los músculos, conseguí el cinturón negro. Lo celebré en la soledad de mi habitación desahogándome con lágrimas de rabia y alivio, dos a una hasta mil. Ya me iba tocando a mi ser el que mirase por encima del hombro a las horas.

Hoy con una vida asentada y las cosas más cerca de por donde creo que deberían andar, siento, digo… grito que me siento orgulloso de haber conseguido el segundo dan. De haberlo hecho el día de Navidad, vestido con el karategi que me regalaron los AMIGOS que me acompañan en esta etapa de mi vida.

De que haya sido Suzuki Sensei el que me hiciese seguir órdenes, bajo la atenta mirada de Hirokazu Kanazawa, haciendo lo que venía preparando desde antes de verano, desde muchos veranos antes en realidad: movimientos que el cuerpo recuerda más que la mente de tanto desgastar músculos, gritos de perseverancia y tesón, saltos de querer volar, reverencias de gratitud sin límite, de osada y desafiante humildad.

Al saber el resultado, una niña lloró dando las gracias entre sollozos, otro bajó la cabeza y lo hizo de rabia, hubo uno que no pudo evitar un grito de alegría apenas ahogado entre nuestros aplausos.

Yo callé, y no fue hasta que Kanazawa Kancho me felicitó con un apretón de manos que empecé a creer que me había empezado a ganar estar allí.

Otra Navidad

El año que más mentira me parece que sea Navidad, quizás porque no se parece en nada a ninguna de las anteriores. Para bien y para mal.

Para bien porque no estoy solo, creo que casi no lo he estado desde que llegué aún sintiéndome así muchas veces porque poco tardaron en adoptarme. Y últimamente no me siento así casi nunca, a pesar del frío.

Para mal porque mi familia está lejos y sólo conozco a mi sobrina de dos años por pixeles que a veces vienen en colores a enseñarme a quien se parece, y otras en forma de letras que su padre junta para contarme cosas de ella que me suenan a cuento, a fábula que odio no estar viviendo.

Para bien porque aquí la vida no se para, y el día de Navidad tengo el examen de segundo dan de Karate con Hirokazu Kanazawa lo que hará que si apruebo, sea, como poco, el día de Navidad más especial y original de mi vida.

Para mal porque nochebuena no se sentirá como tal, ni yo aquí, ni mi familia allí. Y ya van tres.

Para bien porque tengo la agenda llena de noches a compartir con gente de aquí a año nuevo, todas las noches con personas distintas, todos amigos de los de llamar amigo.

Para mal porque no hay paga extra, ni chocolate con churros, ni turrón de Suchard.

Para bien porque tengo con quien comerme las uvas una a una, mano a mano hasta doce, beso a beso hasta mil.

Para mal porque no podré quitárselas a Javi mientras se las come él y me perderé sus carcajadas.

Para bien porque estoy feliz, porque quiero a los míos más que nunca a pesar de la distancia y ya hay planes para volver a verles, porque me salen los sueños y la mayoría de las veces siento que estoy jugando a vivir meciéndome por los meses, riéndome con cada hora.

Para mal porque tardaré un poco más en conocer a Beñat y me pasaré otro año sin volver a ver tantas caras que querría ver, tantas… que sería de mal gusto nombrar sólo algunas.

Para bien porque yo venía a escribir sólo un párrafo para enseñar un vídeo que grabé sobre un espectáculo de luces y música que tienen aquí montado, y me ha salido todo esto que ya el vídeo da igual.

Para mejor porque no se me ocurren más para males.

Frases de oficina

Una nueva vida, ya enrutinada pero distinta cada vez, mucha gente nueva a la que pillarle el sonsonete cada día. Encuentros fortuitos, o de los otros, ¿cómo distinguirlos con sólo dos meses?, si apenas me sé ningún nombre más allá de un par de mesas desde la mía.

Primeras frases compartidas con el nuevo que inician la imparable e inevitable cadena de forjar primeras impresiones que le acompañarán a uno hasta mucho tiempo después sin que importe lo acertadas que seguramente no serán.

Uno hace lo que puede por mantener alto el listón. Al fin y al cabo, es todo un arte ostentar el cargo de farolo sin que se le despeine a uno la dignidad.

– Okar
– Jaja, no, no, Oskar, como los de Hollywood
– Orkas
– Oskar, con S después de la O y acabando en R

– ¿Tu mujer es japonesa, verdad?
– ¿Mujer? no no, si yo no estoy casado, ¿tan mayor me ves?
– Pues mujer no tendrás -de repente se pone muy seria-, pero novia tienes que tener seguro. ¿Es americana o española?
– No, es japonesa, pero tengo desde hace cuatro días, no te creas.
Yappari, ya sabía yo. ¿Y porque no te has casado todavía? ¿tienes muchas novias más y no sabes con cual?
– Ehh, pues claro que no, no no, que voy a tener!
– Hai hai

– Osukal
– Casi! sólo que al final es una R. Oskarrr, aunque tampoco importa! RRRR
– RLLLLLL

– Estamos aquí comentando en el equipo… ¿tu eres vasco, no?, vamos que tu no eres Español
– Jodé, ¿hasta aquí va a llegar la gaita?
– Porque Bilbao es España, pero tu no crees que lo sea, ¿no?
– Pues mira, yo nací allí pero mis padres son de Extremadura, el sur de España, así que fíjate tu lo que me importa a mi toda esta historia
– ¿Esto no es como lo de Irlanda?
– Jodé macho, ¿y si nos ponemos con el API de Google Maps?
– Ya sabía yo que tenía razón y tu no eras de España
– Ala pues

– Muzukashii naaaa.
– Ah ya sé, mira, aquí en la tarjeta del banco lo pone en Katakana
– OSUKARU DIASU TOSUKA-NO. O-SU-KA-RU… Osukaru, Osskarr
– Así!! esa última ha sonado muy bien! pero no te preocupes mucho que no importa, eh?
– ¿Pero que es TOSUKA-NO? ¿porqué tienes tres nombres?
– …

– Mesa, silla, cuchara, reloj -en perfecto castellano me dice palabras uno de los compañeros filipinos
– Jodo! ¿pero tu me entiendes cuando hablo?
– No, pero hay muchas palabras que decimos igual, seguro que mi abuelo era pariente de tu abuelo o algo así.
– Vaya historia, que curioso
– Camiseta, Zapatos, Cabrón, Puta
– Jajaja, también te sabes las palabras útiles, ¿eh?
– ¿Cómo se dice tetas? -entiéndase que lo pregunta en inglés
– Pues tetas
– ¿Y tetas grandes?
– Tetas grandes
– «Tetas grandes» «tetas grandes» -y se pira corriendo a contárselo al otro compañero filipino descojonándose por el camino

– Díaz es por parte de mi padre y Toscano por parte de mi madre, en España es así la cosa
– ¿Y para que quieres dos family names?
– No es que los quiera, pero la verdad es que me gustan los dos, es como un poco más de identidad que sólo nombre y apellido, ¿no?, no sé
– ¿Pero Toscano no es italiano? ah vale! tu naciste en Italia y te fuiste a España después.
– …

– Hola buenos dias chingado -me dice el chico alto de Oregon en castellano con acento de México
– Jaja, ¿y eso?, empezamos bien tu y yo
– Hijo de la chingada, cabrón, mi casa tu casa
– No si al final la vamos a tener tu y yo
– Eso es todo lo que sé de español, ahora que estás tu aquí lo mismo me pongo a estudiar otra vez
– Pues ándale

– Tío te vistes que parece que vas a una cena de gala
– Jodo! ¿por llevar camisa?
– Camisa y zapatos, aquí ya sabes que no hace falta ir elegante, ¿no?, que puedes llevar vaqueros
– Si si, ya veo, pero la verdad es que tengo ropa «de oficina» que prefiero ponerme entre semana porque de la otra no tengo tanta, y ahora en invierno con camisa se está mejor
– Ah, ya veo, ya -y se marcha a su sitio. Cada día al entrar me hace un análisis de arriba a abajo y no digo yo que no tenga un RopaOskar.xls creado en su ordenador.

– ¿Qué tal tu primer mes en la ofi? ¿te vas acostumbrando?
– Es muy raro todo, desde levantarme por la mañana pronto, coger el tren lleno de gente… pero me estoy acostumbrando muy rápido
– Ah que tu trabajabas desde casa antes, es verdad, para la empresa de Irlanda, ¿no?
– Jodo, ¿y tu como sabes eso?
– Err, bueno, yo, es que, me tengo que ir que he medio quedao -y así me di cuenta que mi curriculum lo había leído hasta el conserje

– Mi madre y el padre de mi madre tenían el apellido Toscano, y por eso lo tengo yo, pero que se sepa no somos de Italia, aunque vete a saber.
– ¿Pero con tanto nombre, cómo te tenemos que llamar entonces?
– Lo normal siempre es llamar a la persona por el nombre propio, vamos, Oskar
– Okar
– Eso! Okar!

El día que Obama me jodió la marrana

Parto de la base de que seguramente no me creerá nadie, pero hace unos cuantos domingos vi a Obama, el de verdad, el de las Américas, el del hai dekiru.

El caso es que nos fuimos a Kamakura porque se nos había antojado ir al Hasedera, y cuando llegamos a la estación de Hase había montado allí un cristo que el Daibutsu tiritaba. Estaba todo lleno de policías, que no te dejaban pasar prácticamente por ningún lado, yo no he visto tanto policía junto en mi vida, que además no daban abasto con lo del APEC ese que hubo en Yokohama y habían venido grupos desde Kyoto y toda la pesca.

Tenían Kamakura sitiado, partido en dos, la parte de los templos y el Daibutsu por un lado y el resto por el otro. Llamaré Kama a la primera parte y Kura a la segunda siguiendo mi reconocido instinto gramáticodivisor. Total, que en Kura pa ver no hay nada, las cuatro casas donde estaban los vecinos acojonados por ver a tanta gente junta por los alrededores y un restaurante de curry petado hasta las trancas. Haciéndose la Kama estaba Obama (poroporoporoporo-chanchán!, redoble de tambores!!, festival del humor!!, llevaba preparándola todo el párrafo!!, tintirutin chim-pón!).

Como aquello no se movía, nos piramos pa la playa para darnos por lo menos un paseíco viendo la mar salada, pero mira tu que nos la tenían cerrada también!!! No we can’t!!

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Ya decidimos quedarnos para ver si le veíamos, y cuando estaba llegando grabé este vídeo donde NO se le ve, pero casi. Yo si le vi, lo juro, pasó en el segundo cochazo negro ese y estaba mirando a la gente sonriendo, no saludaba ni ná. No perdáis tímpano a la voz de gilipollas que me sale cuando le veo, es gratis:

Después el tío se piró y vimos por la tele al Daibutsu y a él mano a mano, anda que no. Ahora que por lo menos no nos chustó el domingo del todo porque nos cascamos una comilona chata…

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OJO! REGULERO PART ALERT!!
:regulero:

Ahí va un vídeo que ha hecho otro metiendo mil horas y yo enchufo en 2 segundos. Es la crónica de la visita, tiene huevos que se zampó un helado de té verde (matchá en japonés) y ahora le han cambiado el nombre y lo venden como Obamachá!

Un domingo de Kendo

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Me gusta ver que hacen otros que están en situaciones parecidas a mí, curiosear a que se dedican cuando no están currelando… lo que les gusta o deja de gustar, los sitios a donde van… Así saco mis conclusiones, por ejemplo podría decir que la mayoría de los que estamos aquí somos aficionados a la fotografía y más o menos todos tenemos una cámara que no es de las chiquiticas y nos gusta salir por ahí a sacarle los colores saturados a los Tokyos. Cuando digo los que estamos aquí no me refiero a todos los extranjeros del mundo, sino a los que me pillan cerca: amigos y conocidos, del resto ni idea.

El caso es que me ha dado por pensar que resulta curioso que estando donde estamos, sólo un ínfimo porcentaje de los que me rodean se interesan o hacen algo relacionado con la cultura de este país más allá de conocer todos los bares que se pueda (noble y nunca bien ponderado arte, por cierto). Quitando a los tres o cuatro extranjeros que van conmigo a Karate, está David que practica Taiko y toca la flauta Shinobue más bien que bien hasta donde yo he podido escuchar, después estaba el americano de mi anterior empresa que hacía Judo en el famoso Kodokan de Tokyo y Jorge con el que me juntaba yo para ir al Yosakoi. Hasta donde puedo recordar ahora mismo, no hay más que rascar.

Esto no es bueno ni malo, que allá cuidaos cada uno con su vida, ojo no nos equivoquemos que a mí me da igual lo que haga cada uno o deje de hacer. Es más, seguramente si nos ponemos en el caso contrario, no creo yo que todos los japoneses que fuesen a Bilbao se pusiesen a aprender el aurresku, esto va más dentro de los intereses, aficiones o ganas que tenga cada uno de hacer cosas nuevas (aunque mi profesora japonesa iba al Euskaltegi a aprender Euskera con dos tamagos).

Total, que me enrollo, hay que ver lo chapas que me vuelvo con los años… a lo que voy es que es cierto que cuesta acceder de alguna manera a estos mundos, que hay barreras que superar empezando por el idioma y acabando por la vergüenza o miedo que le dé a cada uno ponerse a hacer algo nuevo codo propio con codo ajeno. Así que me alegré muchísimo cuando Guille dijo que se había apuntado a Kendo, de alguna manera sabía que iba a tener oportunidades para ver un poco más en profundidad cómo se practica en Tokyo una de las actividades japonesas más tradicionales.

Y aunque siempre iba dejando lo de ir a verle, que mejor que su examen de cinturón negro para aprovechar y tratar siquiera de intuir de que va eso de las armaduras y las espadas de bambú.

Veo normas de cortesía, saludos, rituales antes, durante y después de cada combate. Mucho y nada que ver con Karate. Escucho gritos, algunos fingidos y otros tan de verdad que parecen multiplicar la dureza de la espada de madera empequeñeciendo al adversario, a los jueces, al mundo.

Me veo dentro de una película con Guillermo de protagonista, único extranjero, aire humilde pero valiente, nervioso a ratos, semblante amable desde el minuto uno en que le conocí, el día que le vea enfadado temblaré porque se acabará el mundo o se caerá la luna.

Por el número adivinamos que le toca salir, pero no sabemos muy bien quien es… Nerea mira los pies porque dice que se los conoce y cuando le identifica a ese es al que seguimos. Yo no las tengo todas conmigo, pero en cuanto suelta su primer grito, se me quitan las dudas. Que fácil parece y todo lo que habrá tenido que sufrir para estar donde está, rodeado de los que está, siendo quien es.

Con dos cojones, y hay tristes que dirán que es suerte.

Acaban los dos combates y yo no sé si habrá aprobado o no, pero me ha encantado. Le he visto ágil, fuerte, asentado… parecía saber lo que se hacía y aunque se ha llevado más de un golpe, también ha repartido lo suyo. No le haremos enfadar cuando lleve paraguas.

Viene un rato, poco, nos dice que lo ha hecho bien, que está contento, que esa parte la ha pasado, pero que le quedan katas. En mi mente de karateka visualizo a alguien en el medio atrayendo todas las miradas hacia una serie de movimientos aprendidos y repetidos, supongo que con una espada. Pero no, los katas de Kendo son por parejas, uno ataca, el otro defiende y contraataca, como lo nuestro de kumite, quizás puntuando lo mismo: técnica, sensación final…

Vuelve a salir y casi no me da tiempo a grabarle, la cámara hace rato que dice que no puede más pero consigo exprimirle un par de minutos a la batería. Esta vez tengo claro quien es, porque sin nada cubriéndole la cabeza anda que no destaca.

Ha aprobado, eso nos parecía a todos, pero está bien saberlo oficialmente porque ninguno de los que estábamos allí entendíamos mucho. Toca celebrarlo y ver las fotos y los vídeos con calma, y felicitarle muchas veces para que siga motivado, no lo deje nunca y me siga invitando a verle. Las cervezas aparecerán solas en la mesa, como siempre pasa con este hombre.

¡Enhorabuena de nuevo, campeón!

Hello Gaijin-San

Viernes viernero,
a ver si recupero,
la gran tradición
de echar a traición
un post regulero

:regulero: :regulero: :regulero: :regulero:

Ya iba tocando un post de esos de cortapegar, que es menester hacerlo hasta que no queden ces ni uves visibles en el teclado y quedar como un señor, que no todo va a ser pensar y esforzarse, hombre. Total, que llevo unos cuantos días leyendo gilipolleces supinas sobre que me molesta esto, que me molesta lo otro, que si dicen que todos los japoneses tal, que todos los españoles cual, que si los latinos esto… ¡venga ya, copón!, a veces me da la impresión de que tenemos cuatro años todos, ¿todavía no estáis por encima de tanta payasada?, ¿no tenéis una vida que vivir así como pa vosotros sin preocuparos por las payasadas ajenas?.

Pos se ve que no, hay que ver. Resulta que llevan vendiendo no se cuantos años una tontada de disfraz que me tiene ofendidos a un huevo de extranjeros. Es un kit que se llama «Hello Gaijin-san» donde te venden una nariz grande postiza y unos ojos azules, en plan estereotipo del bárbaro blanco de allende los mares. A mi me parece simpático, coño, somos distintos, tenemos la tocha más grande y los asiáticos no tienen los ojos claros ninguno, esto es así, ¿porqué no hacer un disfraz?, yo si en Halloween hubiese visto alguno me habría descojonado vivo!

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Pues no, como somos medio tontos y no somos capaces más que de ser unos vinagres, pues vamos y nos mosqueamos protestando por semejante producto racista. Así va el mundo, que hasta han puesto un teléfono y un enlace al formulario de contacto de la compañía que lo fabrica para quejarse y que dejen de hacerlo. Madre del amor hermoso.

Ala, buen fin de semana, yo me iré a ver al Guille el domingo dar palos!

:gambi: :ojetepalinvierno: :gambi:

El día que vino la policía a la empresa

Mucho ha pasado desde aquella semana en que se lío pardísima en mi empresa anterior, no me había vuelto a acordar hasta hace un rato que revisando fotos para el ikulibro me he encontrado con las de la tarjeta de visita que dejó uno de los policías en mi mesa.

Que iba a haber lío se veía venir desde que llegó el irlandés, un tipo lleno de complejos acentuados por su propio ego que trataba de ocultar con palabrería vacía. Incomprensiblemente, me lo hicieron jefe del departamento de diseño, lo que tampoco era decir mucho en una empresa tan pequeña. El tío era un borde, con todo el mundo, no era capaz de tener una palabra amable con nadie, su manera de conversar era hablando más alto que el otro en vez de dejar que acabase y no digo yo que no tuviese talento para el diseño, pero yo la verdad es que no se lo acabé de ver.

Por aquél entonces yo cometí uno de los errores más gordos desde que llegué aquí, y es que me eché novia dentro de la empresa. Ella hablaba inglés veinte veces mejor que yo, tenía muchísimo genio y aunque a veces era algo bonito trabajar juntos, lo cierto es que acabamos por no saber distinguir los compañeros de trabajo de dentro de la pareja de novios que éramos fuera. Total, que tampoco viene al caso, porque el caso es la que se lió. Ella fue la primera, mi novia, la primera que se cansó de aguantar a un tarado que parecía estar enfadado siempre y le contestó, le contestó muy mal, le montó un circo que no digo yo que estuviese justificado siendo él su jefe, pero que tenía que acabar montándose de alguna manera. Y la echaron, directamente, sin darle tiempo a disculparse, al día siguiente le dijeron que no volviese.

Ella las pasó putas, esto lo sé yo mejor que nadie porque me tocó muy de cerca, pero bueno, en la empresa pronto le encontraron sustituta, una chica recién salida de la universidad que parecía no enterarse de la misa a la media y que ponía todo su empeño en sacar las cosas adelante.

El otro estaba más calmado, como si el sacrificio de la anterior hubiese aplacado su ira al estilo de los Dioses… poco duró el asunto, día si día no le acabó por hacer la vida imposible a la otra pobre que más de una vez salió a la calle con la lágrima asomando. Así hasta que la vimos un día sacando fotos de la oficina: a su ordenador, al del jefe, a los papeles del presidente… hasta que alguien le preguntó qué andaba haciendo y entonces ella se fue para no volver, así tal cual.

Los que si que volvieron fueron tres sindicalistas que parecían más yakuzas que otra cosa. Entraron en la oficina por las malas exigiendo hablar con el presidente, le llevaron unos papeles por los que decían a gritos que debían darle una indemnización a la chica por maltrato en el trabajo, que hasta que no los firmase de allí no se iban. Y no se iban, no… se dedicaron a pasar por las mesas de cada uno de nosotros en plan provocando, sin llegar a tocarnos ni tocar nada, pero riéndose y hablando entre ellos con un tono despectivo que acojonaba. Yo pensaba que como me tocasen, soltaba una hostia y salía corriendo, por mucha razón que creo que tuviese la chiquita… la cosa estaba muy tensa.

Hasta que llegó el presidente y la tuvieron gorda, gordísima que casi se pegan. A grito limpio en japonés se llamaron de todo, se empujaron, llegaron a las manos y a los pies, pero de allí no se iban. Entonces llamaron a la policía, y llegaron cuatro, dos detectives con traje y dos policías de uniforme y se dedicaron a hacer preguntas a todo Cristo mientras echaban a los semimafiosos. Sacaron fotos de todo y de todos, nos interrogaron uno por uno y a mi me tocó contar en japonés todo lo que supiese sobre la situación, lo cierto es que me explicotee como pude, que seguramente fue poco y mal. A partir del día siguiente por miedo a que volviesen, la puerta de la empresa estaba cerrada y sólo los que teníamos llave podíamos entrar.

Al de unos días llegó una citación judicial y por lo que sé, la empresa tuvo que pagar finalmente indemnización por la forma en que hicieron las cosas con esta pobre mujer, que demostró tener unos huevos como Daibutsus. Yo tuve movida gorda porque comentando la jugada por el messenger con otra compañera de trabajo, resulta que estaban monitorizando todas las conversaciones y el susodicho irlandés llegó a leer poco más o menos que le llamé hijo de la gran puta, merecidamente por cierto. El presidente me «sugirió» que le pidiese perdón, pero yo no lo hice nunca porque me tomé que me espiasen como una ofensa personal. Al de un mes dejé la empresa, al de tres meses cerraron y entonces yo seguí trabajando en el proyecto desde casa, el resto más o menos ya lo sabéis. Ahora estoy felizmente empleado en otro sitio que parece normal, hasta el momento, tocaremos tofu por si acaso.

Hay que ver. Ya es la segunda oficina en la que estoy que pasan movidas gordas, una en Bilbao y otra en Tokyo. ¿Seré yo? madre mía… de momento el messenger no me lo he instalao, no vaya a ser que nos soltemos…

:ojetepalinvierno:

Hitachi Seaside Park

En Ibaraki, a hora y pico de Tokyo, está la ciudad de Hitachi donde desde que se descubrió cobre allá por el año 1600, no se han parado de crear fábricas e industria alrededor del metal. A mi me sonaba el asunto por la empresa de mismo nombre, y es que se fundó en esa ciudad y parece ser que después del gran terremoto de la región de Kanto de 1923, fue de las pocas que quedaron en condiciones así que la ciudad prosperó muchísimo. Luego ya vinieron los americanos que sabían que era un punto importante, y se dedicaron a tirarles bombas durante la segunda guerra mundial, pero bueno eso es otro tema.

Pues en el mismo sitio donde después de la guerra los americanos se quedaron una campa para seguir practicando bombardeos, ahora tenemos un parque enorme que queda al lado del mar. Cuando digo enorme, es enorme, tanto que hay un tren-autobus que te va llevando por los distintos lugares porque no hay tutía de recorrérselo andando. Nosotros fuimos porque nos llamó mucho la atención unas fotos de una especie de colina con unos arbustos rojos que parecían de otro planeta, y para allá que tiramos aprovechando un domingo.

Lo primero que vimos fue un parque de rosas, muchos tipos de rosas distintos, la mayoría gabachas, que por lo visto son famosas, no si los gabachos al final van a tener de todo, sólo les falta nacer desencabronaos:

Yo sacando fotos a las flores y a un perro, Dios santo, en qué demonios me he convertido, que alguien venga a darme bofetones ya!!!! en el nombre del padre! en el nombre del padre! sal de mi cuerpo!!

En fin, después había un pequeño parque de atracciones para la chavalería, y menos chavalería también que yo estaba deseando montarme en todo!

Y ya después, por fin, llegamos a la colina marciana, la pequeña montaña llena de gizmos agachaos que te deja con miedo mirando al cielo no vaya a ser que llueva y se líe parda:

La cosa pilla lejos, como hora y media desde Tokyo entre tren y autobús, pero a nosotros nos mereció mucho la pena. Yo en mi vida había visto unos arbustos de este color puestos así, de verdad que parecían animales con pelo ahí recostados. Nosotros llegamos un poco tarde, parece ser que un par de semanas antes estaban todavía más rojos. En cualquier caso, salimos muy muy impresionados de allí, era como estar en otro planeta!

:ojetepalinvierno:

Buscando currelo en Tokyo

Esto del buscamiento de currelo digo yo que dependerá mucho de lo que se mueva y por donde lo haga cada uno, así que no me toméis todo al pie de la letra y luego me vengáis pidiendo cuentas si no sale la cosa. Yo cuento aquí lo que he hecho y lo que yo creo que sería mejor hacer, que lo mismo he conseguido curro de chiripa, o lo mismo no, que el lo mismo lo mismo es lo mismo como lo mismo no es, que para eso está ahí mismamente.

Total, yo tiré al principio por preguntar a los amigos del ramo, que son la gran mayoría (lo que no quiere decir que sean muchos). Por cierto, hay que ver que bonico seria tener amigos cocineros o barmans, pues no, casi todos rascateclas ahi!. Bueno, pues poco más o menos todos me vinieron a decir que en Tokyo la cosa se hace por recruiters. Esto que suena a serie americana, no son más que empresas de selección de personal evolucionadas, normalmente te registras en su web y te llaman para una entrevista en sus oficinas donde vas paso a paso contándoles tu vida laboral, el tipo de trabajo que te gustaría y el sueldo que más o menos te cuadraría. A partir de ahí, ellos te buscan ofertas de trabajo, si hay alguna que pinte bien, lo que hacen es maquearte el Curriculum para dar énfasis en lo que ellos creen que importa en ese caso, y si es menester, pues te concertarán una entrevista con la empresa real, la que está buscando a un rascayú de buena familia como tu para sus filas.

Si la cosa sale bien y te quieren coger éstos últimos, el papeleo lo haces con los recruiters, vamos, que vas a currar a esa oficina pero tu empresa es la otra, aunque no la pises más que para firmar los papeles.

Es una mierda o está muy bien, depende de como se quiera ver. Un vinagres podra empezar aquí a decir que son unos ladrones porque se quedan parte de tu sueldo, que un ojete pa las subcontrataciones y obviedades del pelo. Lo que yo he visto es que he conseguido curro en una empresa grande gracias a ellos, que las condiciones son muy buenas, que me tramitan visado, seguro medico y todo el tinglao, y que me han tratado guay. Si no hubiese sido por esta gente, sería prácticamente imposible que hubiese yo entrado a trabajar donde estoy. Claro está que en un mundo ideal las empresas contratarían directamente a gente dándoles el sueldo que se merecen sin intermediarios, pero en ese mismo mundo perfecto tampoco existiría Sookie, y el que hace de hijo del Águila Roja se habría metido a FP a hacer fontanería en vez de a actor.

A lo que íbamos, que tu no sueltas un duro nunca, todo esto es gratis, aunque claro, ellos le cobran más al cliente de lo que te pagan a ti, pero hay que entender que te buscan curro y te ofrecen asesoramiento y en todo ese periodo no les das nada, ni después tampoco, al menos conscientemente.

Así que el primer paso: traducir el Curriculum al inglés y registrarse con todos los recruiters que se pueda:

Robert Walters
Wall Street
Skillhouse
Hays Recruiting
Bios
East West Consulting
Next Move Japan
Vision Consulting
Tradewinds Consulting
Stoneman Corp
Nexus Corp

Algo importante: la mayoría de las ofertas de trabajo las comparten entre ellos, es decir, que es probable que estemos yendo a por la misma oferta de la misma empresa final a través de dos recruiters distintos, por ello es importante llevar la cuenta de a por cual vamos y con quién. Los recruiters nunca harán nada sin consultarte, siempre te llamarán para contarte lo que han encontrado y te preguntarán que hacer. Además, ellos saben que es normal que uno esté registrado en más de una, así que se puede decir abiertamente que ya se ha echado en tal o cual oferta a través de otros.

Corto aquí el rollo para decir que el 90% de los recruiters que me he topado son unos siesos fríos que han pasado de mi, excepto dos: Skillhouse y Roberts Walters. Uno no espera que le pongan un plato de aceitunas en la puerta, pero al menos un mínimo de interés y trato humano, ha habido un par con los que repasé el Currículum en 2 minutos y luego no he vuelto a saber de ellos.

El segundo paso es ir a lo infojobs estilo Tokyo: tirarse media vida registrándose en webs de empleo rellenando mil millones de campos con lo que has hecho desde que saliste de EGB, recreos incluidos. Es el coñazo mayor del reino de nunca jamás, pero el que algo quiere algo le cuesta mis queridos chatos morenos, que a casa no te van a venir a buscar.

Una vez que lo haces, lo suyo es recorrérselas todas las mañanas viendo lo que hay y apuntándose a todas las que se pueda, se cumplan todos los requisitos o no, que nunca se sabe. Este mundo se solapa con el de recruiters porque muchos ponen las ofertas de empleo ahí directamente, así que no es raro que te contacte un recruiter en vez del cliente final. Es igual, lo importante es no perder oportunidades, y mi currelo lo conseguí así: web de empleo – recruiter me contacta – entrevista con ellos – echamos a otra oferta que no tenía nada que ver y por la que no dábamos dos duros – me cogen y aquí estoy.

Aquí van las que he usado yo, sobretodo y con mucha diferencia, la primera:

Careercross
Daijob
Job Japan
Find Jobs in Japan
Job Dragon

El tercer paso que seguí yo fue ir a por las empresas directamente, es bastante improbable obtener respuesta, pero mejor eso que estar tocándose los colganderos a la hora de comer y luego quejarse de que el mundo está en contra de tu raza de demonio blanco. Uno se va al Google y se pone a buscar empresas de IT, que hay millones, o las mismas que ponen ofertas en las webs de empleo, yendo directamente a por ellas. Practicamente el 90% de las webs de estas empresas tienen una sección de empleo, y si no, mail al canto a la seccion de «Contact Us». Yo así he hecho dos entrevistas, a parte de las tres que hice con Google, aunque sin éxito ninguna, contando las de Google (ellos se lo pierden, anda que no iban a ganar en gambiterismo!).

Lo importante es que siempre hay algo que se puede hacer, o así lo veo yo: el listado de empresas de informática – IT en Tokyo es interminable, me podria tirar enviando CVs hasta mayo, y entremedias a aprender lo que se pide, que teniendo una mínima experiencia programando, es cuestión de acostumbrarse a la sintaxis de los nuevos lenguajes de programación / frameworks.

Hablando de, aquí va lo que me han pedido a mi, lo que se cuece en el nabe currelero:

Java: hay ofertas, bastantes, de programadores senior, todas para el mercado financiero, todas te piden tener experiencia en el sector de los billeticos. Java en Tokyo se usa para tradings y bancos, hasta donde yo puedo leer. Todavía se oyen palabras como Struts / Spring, pero sobretodo movida de trading, transacciones, procesos multihilo en tiempo real y un protocolo llamado FIX o no se qué.

PHP: tambien hay, más de las que yo pensaba, pero con algun framework: Zend y CakePHP los dos que más. Me da rabia porque estoy convencidísimo que está tirao aprender alguno sabiendo ya PHP y mucho de los equivalentes en Java, hubo una oferta en concreto que si me hubiese pispao del Cake, estaría dentro. Es más, llevo en el curro de ahora una semana aprendiendo por mi cuenta y es la chorrada más gorda que ha parido bit.

C++, C#, Objective C: anda que no se nota el asunto iPhone / iPad, había de vez en cuando ofertas orientadas al desarrollo de aplicaciones para estas plataformas donde parece que poco a poco todas las empresas de desarrollo se estan mojando. Y esto ira a mucho mas con la Apple Store de aplicaciones, un ojo puesto dejamos al asunto, aunque ponte a reaprender C después de media vida currando en Java (ojo, que si hay que hacer, se hace, que no estamos para romper nóminas).

Perl, Python, Ruby: hay, es como el kit: te piden los tres, en plan sabes Ruby y alguno de scripting y te ajuntamos. Habia menos que de Java / PHP, pero suficientes como para tener en cuenta aprender en un futuro no demasiado lejano.

JLPT nivel 2: la mayor de las trabas, el mayor obstáculo con el que me he topado, ni con Parkour había manera de saltar este muro en el 90% de las entrevistas que he hecho. Rabia infinita: puedo manejarme con japonés sin demasiado problema dentro de la empresa, pero no es suficiente, hay que saber leer y escribir. Hay que entender, por encima de todo, que estás en Japón, que vas a trabajar en una empresa japonesa, que es algo tremendamente básico que sepas japonés. Uno puede pensar que total, programando da igual que no hables el idioma, pero es que no es así. Un tío al que hay que hablarle en inglés es un problema o lo va a ser en alguna ocasión: no se coscará de una llamada de un cliente, habrá que traducirle emails, cualquier papeleo que tenga que hacer fuera va a tardar el doble…. es de sentido común. No saber japonés hace que el porcentaje de ofertas de empleo al que puedas aspirar se reduzca a un 25%, sin exagerar. Lo entiendo, lo acato, y me enrabieto por no haber espabilado los últimos 4 años para haberme sacado el nivel 2, que es del que se empieza a hablar aquí. El 3 no vale para nada, es así.

Y hasta aquí mi experiencia de búsqueda de curro… desde que me puse en serio hasta que me senté en la silla de la oficina han pasado unos dos meses y medio en los que he podido hacer, sin exagerar, unas veinte entrevistas entre recruiters y empresas. De todas esas no he descartado yo ninguna, y he aceptado la única en la que me han hecho una oferta real. Creo firmemente que si hubiese tenido el nivel de japonés requerido, hubiese podido hasta elegir. Ahora toca hacerlo lo mejor que pueda donde estoy para que dure más tiempo, y de mientras estudiar para el JLPT 2 con toda mi alma.

¡Mecagüen!

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Campeonato de Otoño de Ota

Aquí va el primer y único combate… a ver que se entiende aquí…

Pues lo que pasó es que me descalificaron por falta de control, hubo dos patadas que le dí en la cara y reconozco que la segunda fue bastante fuerte aunque no estoy para nada de acuerdo con la primera amonestación. En cualquier caso esto no tiene nada que ver con racismo como han dicho por ahí, eso segurísimo.

Si en la anterior competición parece que faltó un poco más de fuelle, en esta por lo visto me pasé… habrá que intentar dar con un término medio para la siguiente. A pesar de haber perdido tan pronto, hay algo de lo que estoy muy contento: controlé muchísimo los nervios, estuve muy sereno todo el combate. Creo que sigo por el buen camino. ¡Ahora a por el examen de segundo dan, que lo tengo el día 25 de Navidad! Oss!!!

Aquí va otro vídeo del mismo combate grabado desde otro ángulo por Alain, en éste se ve la cosa un poco más clara:

Marcho, que tengo competi

Menuda semana llevo… desde que he empezado en la oficina no estoy en casa nada más que un ratico a las noches, lo justo para meterme al sobre, y es que como salgo un poco tarde, ando cuadrando mi vida para seguir haciendo lo mismo que hacía antes. Por ahora va la cosa bien, no me quejo ni un poco así, que de amargaos está el mundo a rebosar.

Total, que este fin de semana viene pardo: mañana competición de Karate, el campeonato de Otoño de la ciudad de Ota. Ya iba tocando, hace un huevo que no compito y tengo muchas ganas!. Si en la última salí contento porque me veía más ágil quizás por Capoeira, ésta vez ¿se verá algo distinto por el Parkour?, jaja, si veo que el tío se pone farruco echo a correr gradas arriba!

Encima, estreno Karategi, que los colegas de Tokyo pusieron bote y me compraron el más rechulo que había… ganar no se si ganaré algo, pero voy hecho un San Luis!!

Dicen que se vienen a verme, si a alguno más le apetece y no tiene nada que hacer mañana por Tokyo, que sepáis que se llega en un titá desde la estación de Heiwajima, que queda allá por Shinagawa. El sitio es el «Oomori Sport Center», vamos, un polideportivo de los de toda la vida, ahí va un mapica:


Ver mapa en gordo

Yo tengo que estar desde las nueve de la mañana, pero al principio son las categorías infantiles, y antes de las doce no salgo nunca… eso si, para las cinco de la tarde estarán todas las hostias dadas ya.

¡Deseadme suerte!

En otro orden de cosas (jaja, toma ya frase del telediario, Toscano Prats!), este fin de semana es la Nihon Jaia en Bilbao, un evento donde se han liado la manta a la cabeza organizando un huevo de actividades relacionadas con Japan sin pan que tiene una pinta del copón.

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Pues mira por donde que aunque me lo perdí el año pasado, este me las he ingeniado para aparecer de un par de formas. La primera es por videoconferencia mañana desde la 13:30 hasta las 14:30. Si no me han partido la cara en la competición y todavía puedo hablar, allí apareceré encantado!! seguramente estaré en pijama de cintura para abajo para seguir en plan telediario, pero como me han dicho que participa el Capi, me pondré guapetón para la cámara.

Y la otra está relacionada también con este largo señor, que se vino hace ya milenios a los Tokyos y nos estuvo haciendo preguntas para un proyecto llamado «Crónicas desde Cipango«, pues bien, ya está finiquitado, ya se estrenó en Barcelona, y mañana también lo echan en la Nihon Jaia en Bilbao a las 18:30. ¡Ya nos diréis si os ha gustao!

Y el domingo Parkour en Yokohama… ¿ya pararemos quietos?… no se yo…

Arriando

Izo velas, todas, y tremenda ilusión por bandera y con viento favorable de alegría poniente, parto a casa de Michiko con la noble misión de darle los abrazos que le llevo debiendo desde la última vez que solté amarras en su presencia. Es familia, así que no hacen falta ni avisos ni excusas para arribar a su malecón, ni siquiera mapas, basta con mirar al cielo y seguir el brillo de hospitalidad de su faro para no perderse ni entre la más opaca de las nieblas.

No hacen falta excusas, pero yo tengo una: ayer fue su cumpleaños, así que llevo la bodega cargada con presentes que no veo el momento de entregar. Y setecientas historias que contar entre sueños saldados y deudas cumplidas. De corazón a corazón, como desde hace ya años, sin secretos en la guantera ni vergüenzas escondidas en el trastero.

Navego por el océano de estaciones de Tokyo con un puño apretado dentro de la gabardina, no vaya a ser que aparezca algún pirata, que dicen que los hay con muy mala baba, y fondeo en el puerto más cercano donde con el aire arrogante que me da el ser extranjero de allende los mares, recorro y tuerzo calles y esquinas exagerando andares, por si a alguien le diese por girar la cabeza a mi paso. Que se sepa lo que hay, que hoy pintan bastos.

Dejo el parking de bicicletas a la izquierda, avanzo hasta la farmacia y al pasar la peluquería me meto por la calle estrecha de la derecha hasta que el restaurante de tempura me da la bienvenida al vecindario, a mi otra casa, la que queda a muchos nudos dirección noroeste, más allá del bien y del mal donde naufragar está bien visto sin preguntas de por medio.

Haaaai, está abierto, pasa, sube! – se oye desde la cocina del segundo piso cuando llamo. Ya lo sabía, pero es de los pocos gestos corteses que aún conservo por alguna razón, aunque hace años que dejaron de hacer falta.

Abro la puerta, y me descalzo. Huele a tatami y protección, a café y a cariño, a cobijo.

Se me templa el pecho con una buena sensación, ¿será felicidad?, seguro que se le parece.

Subo las escaleras buscando sus ojos, y los encuentro allá por el penúltimo escalón. Son la mitad de los míos pero brillan el doble, aunque los pierdo de vista pronto porque el hola en esta casa se dice con un abrazo de los de apretar.

¡Muchas felicidades Michiko, que ganas tenía de verte y felicitarte!
Gracias, pero no me felicites, que me hago vieja, no es algo para celebrar. Celebramos que nos hemos juntado otra vez más, pero del cumpleaños no se habla hoy, ¿eh? -y se ríe, casi carcajea mientras sigue preparando algo entre una tortilla y lasagna.

Entonces empieza lo que nunca parece que vaya a acabar: hablamos y hablamos sin parar, de mi nuevo trabajo, de su nueva vida, de mi miedo al invierno, de su rutina, de todo a la vez, de nada por separado.

Ya nos hemos puesto al día cuando llega su madre del hospital, y me habla en japonés, despacio, sin prisa pero con convicción y yo la entiendo a medias, pero no le suelto la mano porque me recuerda a mi abuela, y yo quería mucho a mi abuela aunque no se acordase de mi. Me cuenta como está su marido, nos habla de las enfermeras que le han visitado hoy, y de repente se acuerda del día que fueron a Hakone juntos y vieron el Fuji hace ya más de cuarenta años, y se va para volver con fotos en blanco y negro tan antiguas como los surcos de su frente o el poso de sus palabras. Me cuenta lo que se acuerda de ese día hasta que se cansa y con disculpas y reverencias se va a su habitación, la única que queda con tatami en la casa, digo yo que a dormir un poco la edad.

Entonces le doy la caja con los regalos a Michiko, pero no los abre, nunca los abre si estoy delante. Me da las gracias, y la deja encima del sofá, después seguimos desgranando las horas pasadas durante horas hasta que vuelve su madre y llega su hija, y todos juntos nos vamos al restaurante de yakiniku de al lado de la estación.

Arropado.

Menos solo.

Así está la cosa por dentro.

Cuando llega la hora de pagar, saco la cartera, no por invitar sino por pagar mi parte, pero su madre se enfada un poco pretendiendo un mucho.

¿Has venido hasta aquí y todavía quieres pagar?, no señor, esto lo pago yo en agradecimiento por poder verte
Si, déjala que pague, que tiene mucho dinero -bromea Michiko

Y a mi, que tengo los ojos a punto de desbordarse, sólo se me ocurre agachar la cabeza e imitar sus reverencias.

Y darle las gracias.

De corazón.

Con toda mi alma, que yo vine vendido.

Cuando camino de casa, el móvil encuentra cobertura en alguna estación, recibo un mensaje:

Me ha encantado volverte a ver, ojalá que podamos juntarnos aunque sea una vez al mes siempre. Muchas gracias por los regalos, los guardaré toda mi vida para acordarme siempre de ti. No te digo que te quiero porque ya lo sabes de sobra, pero por favor, cuídate mucho y sigue bien. Muchos besos.
Michiko

Y yo no acierto a escribir siquiera un arigato en todo el trayecto porque no soy capaz de dejar de llorar.

Halloween 2010

Creo que el sábado pasado fue la primera vez en mi vida que celebré yo el Halloween este, y mira que por aquí tiene bastante fama que una semana antes ya está todo lleno de calabazacas sonrisudas y fantasmicos. Pero Alain, que se las sabe todas, ya empezó a remover el asunto un mes antes: que hay que espabilar, que hay que buscar un disfraz guapo, que cuanto antes mejor, que se alquila un bar y nos cascamos una fiesta en donde la Buya dice Shi…

El caso es que venía un tifón a Tokyo que tenía a todo el mundo acojonao, pero ná, eso era txirimiri de entrehoras de los nuestros, aunque yo para ahorrarme subir unas escaleras salté una valla en Harajuku y me pegué una ostia como un nikuman con el paraguas. Pero en fin, eso es otra historia a lo Steve Urkel que no ha lugar ahora mismo. A lo que íbamos: que nos juntamos en casa de Sara para disfrazarnos de vampiricos, y ojo que teníamos un kit acojonante: lentillas de colores y colmillos que se hacen a medida, como la protección de los piños de Karate, que les echas agua caliente.

Yo no me había puesto una lentilla en mi vida, menuda llorera… tardé un cuarto de hora en ponerme una y dejé pasar un rato hasta la otra…

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¡¡Anda que no molaron las lentillas!!
:gustico:

Después tiramos pa’l Hachiko, o Jashiiiiii como dice el Pretty Womon, donde habíamos quedado con el resto de gente…

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Y ya para la fiestica donde teníamos barra libre por tres horas o algo así, yo me acuerdo de estar haciendo el chorralaire todo el rato ahí con la colmillada, que bien me lo pasé, madre mía, fue bonito ser un no-muerto-si-borracho!!!

Y luego pues al Camelotto que si ibas disfrazado entrabas gratis, yo ahí aguanté poco, a mitad de la noche no podía con mi alma ya. Digo yo que entre volver a madrugar para ir a la oficina y la clase de Karate de esa mañana me pasaron factura, bueno, eso y que estoy viejuno ya!!! agüelooooo, eso si, el momento entrar en el taxi vestido de vampiro con los ojos rojos y decirle todo serio la dirección, o el camino andando a casa envuelto en la capa porque hacía biruji no tiene precio, lo que daría por verme ahora mismo desde arriba!! jajaja

¡En plan hermandad!
:gambiters:



Trabajo

La historia es larga aunque la verdad es que no ha sido tan difícil como pintaba… menudo jaleo de búsqueda de ofertas, entrevistas, recruiters, trajes y gaitas moras. He acabado hasta los mismísimos colganderos. Por lo menos me he coscado de lo que se pide ahora mismo en temas de tecnología en Tokyo, de lo que se valora más, de como está un poco el mercado para los informáticos de la fauna del lugar, si supiese hace un par de meses lo que sé ahora no habría perdido el tiempo en según que cosas. A ver si lo cuento en condiciones por si pudiera ayudarle a alguien.

Tampoco tengo muy claro que quiero contar aquí, de un tiempo a esta parte me da un poco de miedo poner según que cosas en el blog porque aunque posteo menos que nunca, me llegan mensajes y veo movidas por ahí que Buda tirita. No sé si dan más miedo los que me perdonan la vida siete veces al día o los que me ponen en un altar pretendiendo que yo soy lo que ni de lejos soy en realidad…

Bueno, si diré que han cambiado mucho las cosas, que aunque sólo llevo desde el lunes parece que he ido a la oficina toda mi vida ya. Atrás quedaron los días esos en los que uno era esclavo de ese tiempo que sólo es libre en apariencia. Estamos contentos, sienta bien tener una rutina que exija cumplir ciertas normas sociales… vamos, que ya no parezco el Yeti de resaca: voy bien preparadito por las mañanas y en unos cuarenta minutos desde que salgo por la puerta de casa, estoy ya sentado en el ordenador de la oficina. Me han puesto clases de japonés, me pagan desplazamientos, no tengo que llevar traje, tenemos café, té y snacks gratis, y lo que más me gusta es que el trabajo está siendo empollarme la versión 3 del Google Maps API haciendo un prototipo para enseñar a un cliente, vamos que vuelan las horas delante del ordenador como hacía tiempo que no lo hacían.

Quitando a un par de figuras, la gente es maja. Somos unas cincuenta personas, de las que sólo diez somos extranjeros y eso mola. Las condiciones tienen muy buena pinta, el visado ya no es un problema… la inseguridad con la que he vivido el último año de repente se ha evaporado y se nota muchísimo en el ánimo, no pensaba que tanto. La idea de que quizás tendría que volver me llevaba rondando bastante tiempo y todavía tengo muchas cosas que quiero hacer por aquí. Ahora estoy mas desahogado, soy más yo mismo, disfruto más de las cosas por no tener esa capa de incertidumbre rondándome la nuca. Si algo malo he de decir, será que el horario no me cuadra porque no me da tiempo a ir a Karate. No se meten horas, pero se entra tarde y se sale tarde, prefiero mil veces madrugar y salir antes que perder el tiempo durmiendo un par de horas más. Pero bueno, todo se andará, hay clases de Karate a primera hora de la mañana y luego están los sábados. Vamos, que las prioridades siguen sin haber cambiado: Karate/Capoeira y luego el trabajo que me permita seguir con ello, nunca al revés, sea en Google o en un McDonalds.

Hablando de prioridades… cuando vienen mal dadas, que tampoco han sido tan terribles ni mucho menos, uno se da cuenta de golpe de los que importan. Hay un campo ahí delante de gente conocida, amistades viejas y nuevas, familiares, personas de tu entorno tanto físico como, digamos, virtual. Y de repente florecen tres o cuatro, no más. Uno se da cuenta de quien se da cuenta de uno de verdad, y esos son los que cuentan. No los que de repente son el triple de amigos cuando se enteran de mi affair con Google Japan, quedo en no se qué puesto de no se qué concurso o me han visto con no sé quien no sé donde… que cosa más triste, por el amor de Dios. Es de sentido común: me quedo con las llamadas muchas veces perdidas por mi culpa y con los mensajes de sólo-que-tal-estás, que uno no tiene edad ya para apariencias ni hipocresías de gente triste que no sabe que lo es.

En fin, es tiempo de reflexión, de que llegue el fin de semana, pararse y darse la vuelta para mirar a ésta primera semana de la nueva vida que me estoy probando y ver cómo me queda. Tiempo de ser más amigo de mis amigos, de pensar en lo que está por venir y planear en consecuencia: la competición de Karate, más Capoeira, más Parkour, más japonés, más fotografía, más viajes…

La cosa está clara: es tiempo de seguir amortizando cada latido sin hipotecar ni una sola respiración.

Un domingo de Parkour

Fresquete, pelete, biruji al mediodía de un domingo gris. Los tres mosqueteros y la reina del lugar, que también se ha animado, esperan en el punto señalado. Se ve a chavalería estirando, ¿nos acercamos?, ¿nos dejarán ir con ellos?, para cuando el Lorco y yo nos lo tenemos ya medio decidido, el Chiqui ya está parlamentando con ellos, no se sabe muy bien si les está engatusando dándoles tabaco o es que han sucumbido a sus dotes sociales amigueras, no es la primera vez del día que le vemos con nuevas amistades hechas esa mañana. Mucho que aprender de Albacete todavía, mucho.

Un profesor con pintas de estar pasándoselo igual que mi nevera de casa toma el timón: estiramientos, un poco de trote para acá y para allá, ejercicios de calentamiento… todo sin reírse ni una sola vez, porque ya lo hizo allá por el 72 cuando le salió aquella llaga y ya no puede quitársela de la cabeza que todavía tiene pesadillas con el Oraldine.

El resto: chavalería del instituto, la mayoría flacos como ellos solos que lo mismo te saltan una barandilla que te dan una voltereta para atrás. Un par de extranjeros más con los que poco tardamos en llevarnos bien por la cosa del envoltorio, y gente medio loca pero sana. Majísima, si quitamos al amargado que hace de profe, ¿quién habrá puesto a este tío aquí?. Ahora que el percal lo calamos pronto: hacemos lo que nos cuenta el caraflautas, y después nos adosamos a uno que sepa y que tenga más gracia y le damos la chapa hasta que nos explique las cosas. El método, que bautizaré como «tenemos el culo pelao de amargaos» funciona, y ya nos ponemos a hacer historias por nuestra cuenta a costa de los que saben y no les sale una úlcera por reírse.

Cambiamos de sitio un par de veces y acabamos en unas barandillas, la peña se sube y anda por encima de ellas, salta de unas a otras, van corriendo contra un muro, lo pisan y dan la voltereta para atrás como quien se rasca el ombligo. Hasta hubo uno que fue capaz de subir una pared de más de dos metros corriendo desde abajo.

¿Nosotros? pues no nos cortamos un pelo tampoco y algo ya hicimos también. ¿Las agujetas?, las peores de mi vida.

Pero ¿y lo bien que nos lo pasamos? ¿eso no cuenta, o qué?, yo no sé mis dos escuderos y la doncella, pero deseando estoy volver!

:gustico:

PD: Que ganas tenía de estar en una oficina normal, con mi horario normal, compañeros no inanimados, vida social… buff, ya os contaré, ya…