Lunes 30 de marzo de 2009

Noto frío y palpo a tientas alrededor del futón en busca del mando de la calefacción. Logro encenderlo y el ruido monótono de la máquina se añade al sueño en el que le estoy hablando a mi madre. Ambos mundos unidos por el susurro de aire caliente que me ayuda a seguir en mi mundo inventado unas horas más.

Alguien habla en la habitación de al lado, son chicas que ríen sin importarles que sean las cinco de la mañana. Pienso que quizás han llegado hoy mismo y que el jetlag está haciendo de las suyas. Creo que hablan en francés, aunque no lo tengo muy claro porque trato de hacer que no lo oigo.


Yo lo que quiero es seguir durmiendo, y lo consigo. Mi madre ya se ha ido, y ya no sueño nada más, o no me acuerdo. Alguien tose y yo me asusto incorporándome casi al instante sin saber muy bien qué está pasando. Me miro al espejo y veo una mancha oscura que ocupa media camiseta. Es sudor. Se me olvidó apagar el aire acondicionado que ha seguido susurrándome su constante aliento templado hasta empañarme.

Trato de encontrar la manera de encender la luz y finalmente tiro de la cuerda que cuelga de la lámpara. La habitación se ilumina, es la tercera por la que he pasado esta semana y todavía no me la sé del todo. Creo que me gustaba más la primera, porque ésta está impregnada de olor a tabaco.

Escucho atentamente y cuando no oigo ruidos en el pasillo, salgo en pijama en busca de las duchas compartidas del primer piso. No es que me importe demasiado que me vean, pero mi peinado matutino y mis ojeras es algo muy personal que no se puede compartir así como así con cualquiera.


Cuando estoy debajo del agua es como si no pasase el tiempo. Me gusta estar ahí quieto sin hacer nada, sólo notando el agua calentando cada centímetro de mi piel mientras tengo los ojos cerrados. Y me gusta lo espacioso del lugar, así que multiplico los cinco minutos iniciales planeados por dos o tres.

Vuelvo a mi habitación y tampoco me cruzo con nadie, la siguiente vez que camine por estos pasillos será ya vestido con la ropa con la que saldré a la calle, así que hoy también he tenido suerte.

Hago el equipaje, lo poco que queda, y bajo las escaleras. Dos chicas, quizás francesas con jetlag, están poniéndose los zapatos en la entrada así que me toca esperar. Los dueños del local vienen. Son dos ancianos que siempre sonríen y hacen reverencias y dicen cosas que no entiendo. Pienso en que les abrazaría, pero en lugar de eso les devuelvo la llave de la habitación y les sonrío lo más sinceramente que puedo. Cuando ella usa lenguaje formal para pedirme perdón por haberme cambiado de habitación tres veces, las ganas de abrazarla son casi incontenibles. Sobretodo sabiendo que ellos mismos se han encargado de mover todas mis cosas y que yo sólo recibía la llave del nuevo lugar donde iba a dormir.


Les explico que el candado de la bici que me dejaron está en la bici y que la bici está en la oficina, así que hoy a mediodía volveré y se lo devolveré. Sonríen aunque creo que no me han entendido. Y entonces nos hacemos muchas reverencias. Con cada una de ellas me voy acercando más a la puerta y cuando mi maleta se choca, entonces es cuando me giro y me voy dándoles las gracias por última vez.

El equipaje pesa, el viento helado echa por tierra en dos segundos la ducha templada de quince minutos y el sol trata, en vano, de hacer algo al respecto.


Me uno a la marea de gente y todos juntos vamos a la oficina mientras yo ya voy echando de menos a la señora del Ryokan.

Volveré allí este viernes, cuando mis amigos vuelvan de Kyoto y pienso en que si no hubiesen venido, no habría conocido a estos dos ancianos que hacen que uno sienta que duerme en casa de sus abuelos en vez de en un hotel. Y que cargar con maletas dos días no es nada comparado con ser testigo de las caras de sorpresa que me regalan mis huéspedes allá donde vamos.


Son las nueve de la mañana y hace tiempo que ya empezó un nuevo día en Tokyo.

14 comentarios en “Lunes 30 de marzo de 2009

  1. Espero que tengas buen comienzo del día y de semana. Vuelta a mezclarse con el bullicio de Tokio no? no hay nada como pasar unos días de descanso y sentir como si el tiempo se parase.

    Un saludo!

  2. Tanto hablar de un sitio adorable y no ponemos dirección ni precios? Mu mal, ya se que el post estilo más narrativo con la info más técnica no pegan, pero siempre esta bien tener apuntadas estas cosas para los proximos viajes ^^

  3. Menudo anfitrión estás hecho. Si no he entendido mal, les has dejado tu casa para irte tú a dormir a un hotel. Eso sí es amistad y dice más cosas buenas de ti ;)

  4. A lo mejor hoy no te hace falta pero te mando un abrazooo.

    A veces pienso que no debería comentar nada después de leer cosas como las de hoy, siempre ando ahí en la duda.

    un ikubeso.

  5. Segun lo cuentas parece un sitio muy confortable.

    Me entran ganas de visitar el hotel tradicinal del matrimonio de ancianitos

    Por cierto sabrias decir en que direccion esta?

    Mira haber si el viernes les puedes sacar una foto al adorable matrimonio.

  6. Cuando te pones tiernete no hay quien te gane eh. Tengo los pelos como escarpias.

    Por cierto, de qué estaba compuesto el desayuno chatin?

  7. Tengo una duda: ¿Anfitrión es un aumentativo de algo?
    Me refiero a:

    pared >> paredón
    cartel >> cartelón
    memoria >> memorión
    mosca >> moscardón

    Porque si de ser así, ¿la palabra original es anfitri?

    Y si no es aumentativo y lo de anfitrión es lo normal, uno tan bueno como tú que es ¿anfitrionazo? No sé, que alguien me lo explique.

  8. Gracias chatos!!
    Ayer llegaron a Kyoto y todo guay y bien, asi que todo muy chulo y ya estamos haciendo planes para este finde que vuelven.

    La verdad es que me lo estoy pasando como un iku!

  9. Kaixo!
    Osea que invitas a unos amigos, y te vas de casa,
    adoptas sentimentalmente a unos abuelos japoneses,
    y tus amigos encantados, no se te puede pedir más.
    Con todos mis respetos a tu sentido de anfitrión,
    ¿o es así en Japón?,
    parece un guión entrañable, de Vaya Semanita.
    Gero arte!

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