Me junté, gracias a Jorge, con un montón de gente a los que llevaba, en los peores casos, una década de diferencia. Aquello no iba sólo de aprenderse un baile, en realidad la cosa trataba de ser uno más dentro del grupo, de ganarse la confianza de los demás, de que estar allí no desentonase más de lo que era inevitable por lo diferente del envoltorio.
La mayoría estaban intentando dejar eso de ser adolescente, aunque todavía se podían notar pequeños restos en algunas conversaciones, en la manera de hablar, en el vestir. Gente que en la segunda docena de su vida decidió que los sábados y los domingos mandaba el despertador, y sacrificaban noches que a su edad cuadraba más que acabasen por la mañana por mañanas que cuadraba más que empezasen de día.
Diría, con cierta vergüenza, que dejé de ir a la mitad de las clases a las que podría haber ido. Pero también digo, con orgullo, que aprendí mucho en cada una de ellas que iba más allá de un mero baile: conocí a personas que no me reprocharon ni una vez que hubiese faltado el día anterior y se esforzaban por enseñarme lo que me perdí, hubo otros que me trataron de igual a igual y también los hubo que no quisieron tratarme más de lo necesario.
Como era de esperar, yo me acabé enamorando de casi todas mis compañeras, pero eso me lo guardé para mí.
Sólo viví un gran festival, el de Ikebukuro. Y ese fue uno de los cuatro o cinco días que están arriba del todo en mi lista de días. La intensidad de lo que sentí durante prácticamente 24 horas fue de tal magnitud que no creo que pueda volver a llegar ahí porque para las siguientes veces, si las hubiera, ya estaré advertido.
El domingo 11 de Octubre del 2009 me puse el traje de Yosakoi, me peinaron, me maquillaron y salí a bailar con mis cerca de cuarenta compañeros enfrente de la estación de Ikebukuro durante los cuatro minutos vividos con más vida de toda mi vida.
Al acabar, lloré.
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Tuvo que ser algo superintenso…
Ese recuerdo, ahora, es de tu lista de cosas tuyas que ya nadie te puede quitar, continúes o no, vayas a donde vayas.
A mí me queda entonces otro para mí. Me alegro un montón que te gustase ^_-
La verdad es que solo veros fue divertido, ademas de quedar demostrado que los vascos saben mover los pies con ritmo!!
Sensaciones, sentimientos, alegría, emociones, aprendizaje de cultura y de personas… ¿ Se puede pedir más a 24 horas?
De esta manera tienes dos maravillosos recuerdos: la foto y el que queda en tu memoria, que nunca se perderá
Besos**
Q monton de cosas especiales que vives…yo aki pocas…, a ver si mejoro eso cuando viva por alli, jejeje
Bonita foto que implica mejores recuerdos. Se nota que lo has disfrutado mucho y eso se queda ahí para tí y para siempre..
Bonita narrativa, como siempre, (hay algo que me suena
jiji)
Besos
Totalmente integrado!!
La experiencia de bailar el Yosakoi debió de ser impresionante y emocionante. Si ya transmites contándolo… vivirlo sería alucinante.
Que los grandes momentos no se acaben nunca y nos acompañen en nuestro camino!!! 8)
¡¡¡Merecida foto!!!
por recordar un gran momento entre compañeros y por que demostraron serlo de verdad.
¡¡¡Enhorabuena!!!