Esperando en Shinagawa

Ayer estuve esperando a una amiga en la estación de Shinagawa. Me apoyé en una pared, me quité los auriculares y me descubrí ensimismado mirando a montones de personas que no dejaban de pasar por delante de mis ojos.

Ví cuerpos sin alma que caminaban como si morirse fuese dejar de hacerlo. Otros, sin embargo, iban iluminando la estación allá por donde pasaban con sonrisas de 1000 vatios y chispas en la mirada.

Había grupos de chicas con teléfonos móviles que hablaban a gritos entre ellas sin despegar la vista de la pantalla, y entrajetados que les miraban las piernas con descaro, y señoras con mochilas y gorros que subían y bajaban al ritmo de sus reverencias de despedida.

A mi lado había una papelera a la que alternativamente venían personas con dinero suficiente para pagar el billete y estar dentro de la estación, pero no como para comprar algo que leer, así que sacaban periódicos y tebeos rebuscando en la papelera y continuaban su camino. Sus ropas sucias y zapatos roídos no merecían apenas las miradas de los que estábamos allí, su olor, sin embargo, si.

Me giré y enfrente estaba yo reflejado en un ventanal. Me ví jóven, con el pelo más largo que nunca y pensé que últimamente me dejaba barba por bastante tiempo. En el reflejo estaban detrás de mí mis padres, él me ponía su mano derecha en mi hombro izquierdo, y ella su izquierda en el otro y me sonreían. Si me giraba no estaban, así que seguí mirando al reflejo por un rato y casí pude sentir de verdad el peso de su apoyo invisible en los hombros, esos que sirven para equilibrar la cabeza calibrando, acaso, la cordura.

Escuché risas y ví a un grupo de niños con gorros amarillos y mochilas rojas que se pegaban entre ellos mientras caminaban. Había tres chicas mayores acompañándoles. Dos reían con ellos, la otra no. Dos deslumbraban y la otra asumía el papel contrario, como si fuese el agujero negro del grupo poniendo empeño en deshilachar la alegría de todo el resto. Pensé en que si de mí dependiese, hacía tiempo que la habría despedido.

El que esperaba al lado mío dejó de hacerlo cuando aquella chica de pelo anaranjado llegó. Apenas se miraron a la cara dos segundos, pero se hicieron reverencias y se fueron caminando juntos. Pensé en que quizás eran novios, de hecho por su edad podrían perfectamente estar casados y seguro que se querían con locura, pero ni siquiera se rozaron los dedos cuando se encontraron. O tal vez simplemente eran dos compañeros de trabajo que apenas se conocían.

Alguien me estaba mirando, así que miré y era otro extranjero que estaba también esperando pero por el lado de fuera de la estación. Creí por un instante en eso de que las personas podemos sentir las miradas de otras, aunque también pensé que es simplemente casualidad como cuando miras un reloj digital y ves la misma cifra en todos los números. Mantuve su mirada justo hasta que aquella chica la interrumpió pasando entre nosotros y nuestros cuatro ojos se pusieron a caminar con ella.

Era mayor, tenía un pelo negro largo, larguísimo, que le cubría toda la espalda. Llevaba un niki blanco ajustado que publicaba su delgadez con titulares de elegancia y una minifalda que atormentaba la imaginación. Caminaba encima de unos zapatos de tacón de altura inalcanzable, como ella misma. Seguro que esta vez no fue casualidad porque mi mirada la podía notar hasta yo, así que se dió cuenta y me respondió con la suya, y me sonrió, y me iluminó el alma… me pregunto a cuantos más habría puesto a sus pies ese mismo minuto.

Me giré para intentar recordar para siempre su manera de andar mientras se alejaba, y al hacerlo me choqué con un señor mayor que se había puesto detrás de mí tal vez para hacer lo mismo que yo. Nos pedimos perdón a la vez y él se alejó unos pasos por si acaso yo me dejaba embelesar por otra y le empujaba otra vez al verla alejarse de mi.

Entonces llegó mi amiga, y me pidió perdón por llegar tarde, y dejé de ser espectador para convertirme en actor, pero de esos que se empeñan en tratar de iluminar, no vaya a ser que a alguien le dé por fijarse y yo no esté sonriendo.

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25 comentarios en “Esperando en Shinagawa

  1. Me ha gustado mucho tu relato. Sabes transmitir muy bien tus sensaciones, con un estilo de escritura muy cuidado y ameno de leer… Te quejarás, mi primer comentario en el blog (que ni mucho menos la primera lectura…) y poco más y te pido un hijo tuyo (¿lo tienes en rubio?)

    8) :P ;)

  2. ¡¡ Menudas fotos de la vida !! Alguna en blanco y negro y otras con todo el color . Que manera de ver fotos a traves de tus palabras. Y todo eso en unos minutos mientras esperabas a una amiga…
    Cuando escribes así es cuando me pregunto que hago yo comentando, si no se hilar ni medio bien dos frases.
    Como siempre genial.

  3. Un relato genial, hay que ver lo que dan de sí 10 minutos para escribir… pero bueno, mirandolo por el lado bueno, fué una espera agradable y más que justificada no? jajaja :bythesegao:

  4. Al final voy a terminar pasándote todas las convocatorias de concursos de relatos cortos que me encuentre. ¡Qué bien se te da :() !

    Eso y todo pese al momento «Harry Potter» al ver a tus padres acompañando tu reflejo :P No he podido evitarlo, me he acordado de esa escena del libro según iba leyendo (soy una :pliebre: , así que me voy :bythesegao: ).

    Saluditos.

  5. Walaaaa, me ha parecido que era yo misma la que estaba en la estación esperando :)
    yo también queiro ser una farola andante!!! :)
    Yo también creo en eso de sentir las miradas.

  6. Yo no se si sea casualidad o realmente haya alguna conexión cósmica, pero eso de ir andando y de repente girar la cabeza a un sitio sin ninguna razón y tropezarte con unos ojos extraños es bastante común, o lo mismo al revés, el ir mirando a una persona sin motivo alguno que va mas adelante y de repente esta persona gira su cabeza y los ojos se tropiecen, yo quiero pensar que no es casualidad, que es algo mas.

  7. Una se incorpora a la vida de la capital y da gusto que desde Tokio nos sigas cuidando tan bien con los textos tan chulos que compartes con nosotros. :D

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