Estaba yo el domingo delante del ordenador tanteándome un poco a ver cómo andábamos de gripe, cuando al abrir las cortinas vi un pedazo de día ahí puesto. Así que cerré el paint y solté el ratón que manejaba con la mano izquierda para hacer el nuevo diseño de Ikusuki (por lo visto), y me fui hasta Sengakuji donde, amigos, aconteció una gesta digna de ser narrada:
Resulta que había dos señores feudales allá por los años de Mariacastaña que no se llevaban muy bien que digamos. Uno de ellos, un tal Kira Kozukenosuke, no hacía más que tocarle los tocables al otro, un tal Asano Naganori. Tanto le provocó y le humilló en público, que éste último mientras estaban dentro del castillo de Edo, perdió los papeles y sacó una daga con la que intentó matarle sin éxito. Cuando se quiso dar cuenta, los guardias le habían detenido.
Y si cualquier acto de violencia era considerado una ofensa terrible dentro del castillo, lo que Asano hizo se consideró tan grave como para ordenarle que se suicidase. El provocador, el tal Kira, sin embargo, quedó libre el muy perrete.
El hombre se suicidó y todos los bienes de la familia de Asano fueron requisados, quedando arruinados, y los samurais se convirtieron en ronins al quedarse sin dueño. Kira, por su parte andaba temeroso porque se vengaran, así que reforzó su seguridad, menudo gañán que sabía perfectamente que caía más mal que mal.
Oishi Kuranosuke, el jefe de los samurais, se dedicó a actuar extrañamente, yéndose de juerga y haciendo barbaridades y chorreces por las noches con lo que se ganó fama de borrachucio y de estar echao a perder. Un tiempo después se divorció de su mujer, y dicen que sus hombres le pagaban compañía de geishas para tratar de que se calmase.
Todo esto llegaba a oidos de Kira, que pensando que no había nada que temer de un samurai tan acabao, relajó su guardia y descuidó su seguridad. En ese momento, dos años más tarde de la muerte de su amo, 47 ronins guiados por Oishi Kuranosuke entraban en la mansión de Kira y le ofrecían quitarse la vida honradamente como un samurai. Finalmente, ante su negativa, Oishi le cortaba la cabeza y la llevaba al templo de Sengakuji.
Como castigo, les ordenadon suicidarse, a los 47, aún gozando de la simpatía del pueblo que entendían y apoyaban lo que habían hecho.
En Sengakuji, que está a muy pocas estaciones de mi casa, están las 47 tumbas de los 47 ronin que se suicidaron un 14 de diciembre del año 1702:
Apuntad: estación Sengakuji de la línea Asakusa, el templo está super cerca de la estación. También se puede ir andando desde Shinagawa, pero igual es un poco lío… la línea Asakusa coincide con la Yamanote en las estaciones de Gotanda y Shimbashi, así que no tenéis excusa!