Por alguna razón, cada vez que me monto en la bici me vienen a la cabeza Pantxo, Bea, Javi, Tito y hasta el Piraña silbando la cancioncita. Pero coincide que esto es Tokio y de ponerle algún color al verano, sería más bien el gris del asfalto, los edificios y hasta del cielo, que rara vez se ve azul.
Así empieza el último artículo que me han publicado en Soitu, donde trataba de contar de primera mano cómo es el uso de la bicicleta en Tokyo. Lo que me ha parecido curioso ha sido la reacción de algunos comentaristas. Yo trataba de contar cómo aquí conviven ciclistas y peatones en perfecta armonia y cómo esto es posible a pesar de no haber infraestructuras, porque todavía estoy por ver un carril bici en Tokyo. Mi conclusión era que la diferencia era meramente cultural, que no hace falta que me llenen Bilbao de carriles bici porque luego en la práctica resulta que por ahí va la gente paseando a los perros, sino que lo suyo sería que peatones, ciclistas y conductores entendiesen que es perfectamente posible coexistir siempre y cuando haya respeto mútuo.
Pero, como me temía, no estamos preparados. Y no me pongo del lado de ninguno, porque aquí soy ciclista pero en Bilbao era conductor y peatón, sino que simplemente queda bien claro que no nos respetamos y si no empezamos por ahí, mal vamos.
Quizás en Tokyo lo que pasa es que la inmensa mayoría de los peatones que van por la calle son a la vez ciclistas de diario, y claro así no hay posturas a acercar que valgan porque bien juntas y claras que están.
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