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La nueva empresa

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Como venía contando el martes, apenas llevo semana y media en la nueva empresa, aunque es verdad que llevo teniendo contacto con ellos desde octubre del año pasado que fue cuando más o menos empecé las entrevistas. Quiero decir que llevo muy poco tiempo y quizás, muy probablemente, sea demasiado pronto para juzgar pero me están gustando muchas cosas que me estoy encontrando y se me ha ocurrido ponerlas aquí para ver qué os parecen.

Full remote

Esta es la razón principal por la que me interesé por ellos: se trabaja desde casa siempre, sin excepciones. De hecho no hay sitio físico en la oficina si de repente a todos se nos ocurre ir: no cabemos. Es por esto que tenemos que avisar si queremos ir y hay una persona que controla los sitios y te avisa que mejor te quedes en casa si no entramos todos.

Al principio pensé que sería solo sobre el papel, que probablemente habría que ir muchas veces, o que empezaría la cosa así y luego ya irían metiendo poco a poco lo de ir a la oficina algunos días fijos a la semana. Pero no, no parece ser así y no parece que vaya a cambiar.

Además tienen acuerdos con un par de estas de oficinas compartidas, una especie de WeWork, que no sé si será solo en Japón. Vamos, que si te apetece salir de casa, te pillas el portátil, generas un código QR con la app de la empresa y con eso entras en un sitio de estos que hay no solo por todo Tokio, si no por todo el país. Si estuviese solterete y fuese la cosa de otra manera, sin hijos ni horarios fijos de escuelas y guarderías, es probable que estuviese en invierno trabajando desde Okinawa na más que por evitarme este puto frío que hace.

:ojetepalinvierno:

Equipo de trabajo

No es que en otras empresas tuviese un mal ordenador, ni mucho menos, pero me sorprendió muchísimo que a falta de tres meses para entrar a trabajar en Febrero me llegó a casa un MacBook M4 Pro recien enviado desde Apple; nuevo, a estrenar. Vamos que lo abrí yo. También me han dado las tarjetas de visita, que no sé yo si usaré nunca, camisetas, sudaderas y todo tipo de material de oficina que agradezco porque todavía escribo muchas cosas a mano.

Flexibilidad

Esto es lo que no me esperaba de ninguna de las maneras. Vengo de un mundo donde había reuniones diarias por la mañana a una hora fija donde tenías que decir qué habías hecho y qué vas a hacer ese día. Si te ausentas de tu puesto de trabajo por más de un cuarto de hora, tienes que avisar y se te presupone que tienes que contestar enseguida si alguien te menciona en el chat de la empresa.

Aquí nada de nada. No sé si esto es bueno o es malo, todavía estoy acostumbrándome, pero aquí tu empiezas a currar cuando te sale del nardo y no hace falta que des ni los buenos días. Lo mismo cuando paras para comer o cuando te piras, simplemente hay un sistema de horas que es el que se usa para la nómina y, palabras del de recursos humanos «como si lo rellenas todo el último día».

Flipante.

También hay reuniones, especialmente un día a la semana es prácticamente todo el día de reuniones con el resto de ingenieros, con el resto de tu equipo (yo soy frontend ahora, no te lo pierdas) y finalmente con toda la empresa. Pero es un día a la semana donde se comparte todo y ya, tampoco se te pide que hables o que cuentes nada si no quieres. Por ejemplo si has sacado algo a producción que mola, pues lo cuentas para que todo el mundo lo vea o explicas, pero nada de decir todos los días lo que estás justo haciendo.

Y si una reunión es de 17:00 a 18:00 pero se acaba de contar lo que había que contar a las 17:15, se acaba al de un cuarto de hora. Nada de estirar el chicle. Esto me lo venían diciendo desde las entrevistas de trabajo: reuniones cuanto menos mejor y cuando las haya, se va al grano, que el tiempo es oro.

Tengo que decir que esta flexibilidad, que yo entiendo como un sinónimo de confianza, hace que curres mucho más a gusto y mucho mejor.

Una tarea cada vez

Otra cosa que me tiene loco: existe la norma de que no se empieza otra tarea hasta que la anterior se haya acabado. Esto significa que si tu haces algo, no puedes ponerte a otra tarea hasta que pase una de estas dos: que se apruebe y vaya a producción o que se descarte por lo que sea y se cancele la tarea.

No hay pull requests eternos que nunca ven la luz del sol y del que luego se acuerda alguien al de medio año y hay que resolver cien mil millones de conflictos.

Mi jefe dice que es para evitar el cambio de contexto. Si tu estás haciendo algo y de repente te llega otra cosa, tienes que parar lo que estás haciendo cuando llegues a un buen punto, subir ese código, cambiar a la otra rama, acordarte de donde cojones estabas y rezar porque no haya conflictos y luego volver a la movida de antes. Es una perdida de tiempo acojonante y sobretodo una gran fuente de estrés.

Esto no lo he visto yo nunca en la vida. Es más, siempre tengo unas cuantas tareas a la vez porque siempre me toca esperar a que alguien las pruebe o alguien revise el código. Aquí se prioriza y se respeta el trabajo de los demás y si te llega algo que probar o que revisar, lo haces al momento, es el único «cambio de contexto» que se admite y es por el bien común.

A tope con la IA

Y mira que esto lo veía yo con mucha desgana, ¿eh?. Y lo sigo viendo, las cosas como son, no me fío un pelo. Pero bueno, resulta que todos los ingenieros tenemos una cuenta pro de ChatGPT, estamos hablando de 30.000 yenes al mes que paga la empresa por persona. Y la manera de programar es pidiéndole cosas a la IA. El trabajo ha cambiado de programar tu solo, a enseñarle código a la IA y decirle qué es lo que quieres cambiar o añadir ahí.

No sé si será por la cuenta pro de ChatGPT (usamos modelo 4o y otro recién salido que es o3-mini-high), pero me está sorprendiendo muchísimo que hay mucho código que te devuelve que puedes usarlo tal cual. Siempre lo probamos, claro, pero en el poco tiempo que llevo con esto, diría que el 80% del código que te da es totalmente válido.

También resulta que si tienes cuenta pro, puedes subir capturas de pantalla sin límites, o fotos y esto me está ayudando muchísimo a la hora de saber qué me toca hacer en las tareas. Directamente subo una captura de la descripción en japonés de la tarea y una captura de las pantallas afectadas y me dice, muy fidedignamente, qué hacer y donde.

Es cierto que a veces da respuestas erróneas, sobretodo si estás usando alguna librería porque hay muchas versiones y se suele quedar en algunas más antiguas donde la solución que te da ya no aplica. Pero, de verdad, que me está sorprendiendo mucho.

Es otra manera de trabajar. No sé si será el futuro, pero tiene pintas.

También tenemos un sistema integrado que cuando subes un pull request te genera una descripción bastante buena de qué se ha cambiado en el código, te señala errores y te sugiere cosas a mejorar. Ves, de un instante, si te has dejado algún log o código de prueba y aunque muchas veces sugiere mierdas que no tienen sentido, suele acertar mucho.

Las personas lo primero

Esto también me lo vinieron diciendo desde las entrevistas de trabajo y luego me han contado más estos días. El bienestar de las personas prima sobre todo lo demás, incluso el trabajo. Nos dan vacaciones pagadas si estamos enfermos nosotros o nuestros hijos, esto es rarísimo en Japón, nos dan también días para «eventos familiares» como graduación de los críos o días de estos que te dejan visitar a la guardería… no hay que justificar nada, simplemente rellenas en la app «evento familiar» y fuera. En teoría estos días son ilimitados, supongo que, de nuevo, confían en la buena fé de las personas.

También hay una movida llamada «Después de las 5», que consiste en que si reunes a tres o más compañeros, que no tienen por qué ser de tu mismo equipo, la empresa te paga la cena. Lo hacen para fomentar el compañerismo y me sorprende lo muchísimo que se usa, hay prácticamente un nomikai cada día. No hay límite de personas, aunque creo que si que lo hay de presupuesto por persona, pero es bastante generoso, diría que 5000 yenes, aunque no me acuerdo bien. El único requisito es mandar después una foto al chat de la empresa.

Pues todos los días, casi casi, tenemos foto de gente medio borracha con una sonrisa de oreja a oreja sponsored by the boss.

Jodé, me pilla esto en mis tiempos solteretes y madre mía…

Pregunta 100 veces y se te contestará 101 con una sonrisa

Esto también es una norma de la empresa y enlaza con lo anterior. No hay pregunta estúpida, no hay nadie pesado, no puede ni debe haber malas caras. Todos se ayudan entre si, como es normal por otra parte, pero en este sitio me he dado cuenta que de verdad todo el mundo trata de ser amable con el prójimo. No es solo en reuniones o cuando tienes alguna tarea en común con alguien y te toca preguntar, es todo el rato. A mi me sigue sorprendiendo, los días que he ido a la oficina, que gente que no conozco viene a presentarse y a hablarme como si fuésemos colegas de siempre.

También, y esto me lo dijeron en recursos humanos al principio, se potencia la interacción en el chat de la empresa. Al estar currando en remoto, se da importancia a las reacciones, a las respuestas, a la forma de expresarse. Por ejemplo si subes algo que has hecho y lo cuentas, al momento tienes cuarenta emojis de corazones ahí puestos. O si alguien dice que está enfermo y que descansa, todo el mundo le manda ánimos. O si alguien pone que se va de vacaciones, tienen un emoji que pone «go go» y que usamos los demás para animarle a que se lo pase bien y se olvide.

En otras empresas decías que te ibas de vacaciones en el chat de la empresa y faltaba que te escupiesen. Que es cierto que igual en realidad le daba igual a todo el mundo, pero al estar en tu casa solo delante de un ordenador, estas cosas se magnifican y te tocan los cojones si te ignoran.

Conclusión

Hay más cosas de las que todavía no me he coscado bien. Ya os digo que no llevo ni dos semanas. Pero una cosa me queda clara: así da gusto trabajar. Lejos de aprovecharse de la situación, le entran a uno más ganas de hacer las cosas.

Hoy, sin ir más lejos, he ido al gimnasio como siempre después de que Kota y June se fuesen a la escuela y guardería. He hecho mis movidas y he vuelto a casa tranquilamente. En otro tiempo estaría ya medio nervioso preparando qué voy a decir en la reunión de la mañana, que encima es en japonés, claro, y me tocaría prepararlo con un poco de tiempo y muchas veces parece que lo que cuentas que has hecho nunca es suficiente, como teniendo que justificarte todo el rato.

Hoy no, he vuelto a casa, he comido algo y me he puesto a la tarea hasta la hora de comer. Sin interrupciones, a mi ritmo, a mi puta bola, a veces viendo La Revuelta, a veces parando si tocaba concentrarse un poco. Para después de comer lo tenía hecho y encima al avisar me han dicho que hago las cosas muy rápido.

Así si, coño. Sabes lo que tienes que hacer y lo haces. Lo demás sobra.

Conversación de nomikai

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Aunque solo llevo una semana y un día en la nueva empresa, ya he pasado por dos nomikais. Para el que no lo sepa, nomikai son cenas de empresa, que se reserva un restaurante y ahí se pasan dos o tres horas entre tragos, charlas y bocados, por este orden de intensidad.

Seguro que sabrás la historia esa que dice que en Japón son obligatorios, que poco más te vienen a decir que si te invitan, tienes que ir y tienes que beber y ponerte, mínimo, como un Gremlin en la ducha. Pues bien, siento romperte el juguete. Como la inmensa mayoría de mierdas que se cuentan sobre este país, es mentira. O por lo menos en mi caso nunca ha sido así, si dices que no vas, no pasa absolutamente nada ni hay ningún reproche de ningún tipo. Es más, por regla general, a nadie le importa un carajo lo que tu hagas o dejes de hacer mientras saques el curro adelante, claro.

Por cierto, ya que está de moda gracias a xataka, también decir que si, que hay algún tarado que aflora de vez en cuando y se dedica a chocarse con la gente, sobretodo en estaciones muy transitadas como Shinjuku. Pero que no es lo normal y que también, y esto lo he visto yo, hay quien les planta cara y les retiene hasta que llega la policía.

Sigue siendo, de todas formas, bastante significativo que este tipo de noticias, de excepciones, sean las que os llegan a vosotros sobre este país. Eso es que no estamos tan mal. Por poner un ejemplo contrario, sería como si aquí sacasen, como algo representativo de España, que en cualquier ciudad hay carteristas que te roban nada más que llegas a la Gran Vía. ¿Que hay?, claro que si, ¿que todos los españoles son carteristas y da hasta miedo salir de casa?, pues claro que no.

Bueno, en fin, que me lío. Lo que yo venía a contar es un par de conversaciones “tipo” que he tenido ya unas cuantas veces con distintas personas de mi nueva empresa en los dos nomikais a los que he asistido.

— “Oskar”, pero ¿cómo se escribe? ¿Osukaru? ¿Osuka-? オスカル? オスカー.

— Pues yo lo escribo enfatizando la R del final, así que sería “Osukaru”, pero la verdad es que me da bastante igual, llámame como quieras

— Es que aquí en Japón tu nombre lo solemos escribir con la a larga al final Osukaa, es raro con la ru. Osukalu

— Ya me he dado cuenta, ya, me lo dicen mucho. Es R, no L, la RR como fuerte

— DDRRRDD

— Si algo así, jaja, pero insisto: llámame como quieras (pero llámame, que dirían los de veintiuno)

Otra que se repite mucho es la de:

— ¿Pero tu por qué te viniste a Japón siendo España mucho mejor?

— Hombre, mejor. Yo me vine aquí al principio por una beca que me dieron que estuve seis meses y me supo a poco y encontré la manera de volver

— Pero en España hace calor, ¿no?, y la gente es muy amable y la comida es muy buena: paella, ajillo, vino.

— Bueno calor, el calor de Tokio es mucho peor. Y ahora en invierno hace el mismo frío o peor. Lo de la gente amable, pues bueno, hay de todo, aquí también hay de todo. Y la comida la verdad es que me da bastante igual…

— Pues tienes pintas de que sabes cocinar.

— Un poco si cocino, si, pero vamos, que no muero por comerme una paella ni nada por el estilo, en Japón se come muy bien también.

— ¿Qué es lo que más te gusta?

— Pues últimamente como mucho Soba, voy probando distintos tipos, pero me gusta mucho, bastante más que el ramen, por ejemplo, o que sushi.

— ¿Y natto? ¿Comes natto?

Ya iba tardando en salir la movida. A la mayoría de los extranjeros parece que les repugna el natto. Hombre, hay que acostumbrarse, pero está bueno.

— Si como si. Como de todo menos tomate crudo.

— ¿Eres español y no comes tomate?!?!?

— Pues ya ves…

Empezar de nuevo, otra vez

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Allí me encontraba yo, fíjate tu: en aquel medio bar medio restaurante español de uno de los rascacielos más emblemáticos del horizonte de Roppongi, «skyline» que diría algún influencer cancamusino, con un par de japoneses y dos cazuelas de «ajillo». Porque ajillo, aquí, no significa que uses un par de ajos picados con guindilla como técnica culinaria que aplicar a un ingrediente principal a elegir, aquí ajillo siempre son gambas al ajillo. «No matter what», que diría el de los reels de antes. Si me apuras, a veces, le echan hasta champiñones.

Total que me estaban ofreciendo trabajo. Un ex compañero con el que coincidí en una empresa anterior me estaba reclutando. Yo fui a aquella quedada esperando rememorar viejas historias de medio amorios de oficina y lo que me encontré fue que me estaban sobornando, a puro ajillo y cervezas Mahou, con el fin de que siguiese rascando teclas, sí, pero a poder ser las de la empresa de su amigo, el otro japonés que tenía enfrente.

Hostia qué guapo era aquel otro tipo. Mi amigo era de mi misma estatura, con gafas, con pelazo a lo japonés, claro, porque aquí no trabajan amplia gama de pantones naturales en el pelo precisamente, que son todos morenos, pero tienen un pelazo que flipas la mayoría.

Qué envidia, coño.

Bueno, pues el que estaba con mi amigo era el jefe de la empresa que me estaban engolosinando, un chaval muy alto y muy guapo. Guapo de verdad, como si fuese modelo o actor, no me pegaba nada que me estuvese contando mierdas de Amazon Web Services y Google y aplicaciones y no sé qué.

Dedícate a poner morritos y hacer vídeos, tu que puedes, pensaba yo.

En nada me decidí, las cosas como son. Enseguida les dije que me iba con ellos, porque aunque hace años que ponerme a teclear por obligación me sigue pareciendo una reputísima mierda, también es cierto que me gano la vida con ello y se me da bien y ya que hay que ganarse los onigiris, pues hacerlo donde mejor le traten a uno.

Me hicieron una entrevista con una tercera persona, un trámite si me preguntas, aunque lo disfrazaron de cierta formalidad con hasta pruebas de programación en una pizarra y todo. Otra farsa más que superé, muchos años lleva ya colando esta mierda, pensaba yo, el día que descubran que me da todo entre igual y un carajo, me quitan el título de Deusto.

Y empecé a trabajar en aquel mismo rascacielos del horizonte de Roppongi («un skyscrapper del skyline que te sorprenderá»), uno que si te fijas es todo de cristales verdes y que tiene como una raja en diagonal por la mitad que sobresale. Seguro que si lo ves, sabes cuál es y más o menos donde queda ese triángulo del medio, ahí es donde se me podía encontrar entre semana de 9 a 18.

Poco tardé en cambiar dejarme llevar por lo que me decían por moldear mi rutina dentro de los márgenes que las obligaciones me imponían. Me resistía a ir en tren todas las mañanas así que empecé a ir en bici algunos días, otros me bajaba muchas estaciones antes e iba corriendo y me daba una ducha rápida en el gimnasio de al lado de la oficina antes de entrar, o iba al mismo gimnasio a mediodía esquivando comidas con los compañeros de empresa… siempre es lo mismo, siempre acabo priorizando lo mío porque al final es lo que me quedo conmigo.

Me gané, siempre pasa al principio, fama de aprender rápido y de sacar tickets y tareas a toda velocidad. En las reuniones semanales siempre suele haber más pasos a producción míos que de otros programadores. Esto siempre me ha hecho mucha gracia, porque no es porque sea más listo ni trabaje mejor, simplemente es que tecleo muy rápido y se me da bien buscar por internet. No es más que eso, que de tantos años, ya me sé los trucos y me sigue divirtiendo ver que nadie se da cuenta.

Lo de teclear rápido me viene de largo y de esto sí que puedo presumir. Con catorce años me ofrecieron trabajo pasando textos escritos en hojas a mano al ordenador, de mecanógrafo, vaya. Me pagaban por líneas, se pactaba el tipo de letra, el espaciado y la justificación de los párrafos para que no hiciese trampas, y si el documento final tenía 120 líneas, pues se me pagaba, qué se yo, 500 pesetas, no me acuerdo pero no estaba mal. Era un periódico local que empezaba y nadie tenía ordenadores en sus casas, yo tampoco pero había un centro cerca al que se podía ir y allí me saqué yo mis buenos cuartos. Y de tanto teclear, tengo el culo pelado y ya me sale solo.

Y esto, que yo pensaba que simplemente me valía para financiarme paquetes de fritos barbacoa y la Micromanía, resulta que me ha hecho destacar tanto escribiendo en este blog, donde prácticamente aparece en tiempo real lo que se me pasa por la cabeza, como programando porque me da tiempo a probar muchísimas cosas en la mitad de tiempo que algunos compañeros que teclean «normal». En lo que alguien piensa una solución y la prueba, yo ya llevo tres descartadas.

Insisto: demasiados años lleva colando. Cualquier día me pillan y me deportan, a lo Trump.

También se forja uno una imagen, una reputación, si me apuras. Los que te ven todos los días, los que tratan contigo saben tus porcentajes, saben cuántas veces, de todas, has sido amable cuando te han venido con alguna historia. Intuyen, aunque no lleven la cuenta, que si tu vas a llevar tal o cual desarrollo es probable que vaya bien o que vas a meter más o menos la pata… en definitiva, se hacen, como tu te haces también de ellos, una imagen en su cabeza de qué se puede esperar de cada una de las cartas de la baraja de esta partida de póker diaria y, muchas veces inconscientemente, actuas en consecuencia. Si yo sé que el de las gafas de pantalón vaquero y chaqueta de traje me va a contestar siempre con un 後で (luego te lo miro), pues probablemente acabará siendo el último al que le pida algo la siguiente vez.

Por eso siempre doy las gracias, por eso siempre guardo las formas, por eso siempre cultivo mi avatar; mi skin de compañero de trabajo va impoluto, con todos los extras, se sabe todos los trucos, tiene todos los emotes del Fortnite bien prestos en la recámara para ser exhibidos cuando toque.

No se me olvida desde el viernes que cuando escribí el mensaje de despedida en el chat de la que es ya mi anterior empresa, una compañera me contestó: «siempre me dabas las gracias cuando acababa los tests de tus desarrollos y me alegrabas el día», y después una carita de esas medio de sonrisa medio llorando.

Como la mía de ahora, más o menos con el mismo pelo y todo.

Porque todo el resto puede ser la inmensa farsa que yo creo que es, pero el trato con y entre las personas que te rodean macera el poso que quedará al final cuando ya no estés con ellos.

Porque siempre pasa, aunque no te lo parezca ahora: dejarás de ver a esa gente un día y entonces no te acordarás de errores de typescript ni plazos de entrega ni dockers ni hostias, tu corazón se ha quedado con cómo te caía y cómo te trataba… con cómo te hacía sentir, de si te alegrabas de verle entrar por la puerta por las mañanas o esa alegría era, sin embargo, cuando mandaba el email de que ese día no iba a trabajar porque estaba enfermo.

El viernes, después de 6 años y 3 meses, me despedí de mi ex compañero de trabajo, ya por partida doble; diré ya que mi ex jefe por simplificar. Y me hicieron una despedida en un restaurante español, tal y como empezó esta aventura: pidiendo «ajillo» al camarero sin tener que especificar qué está al ajillo porque se sobreentiende que son una mezcla de gambas y champiñones sin criterio alguno. Y cuando me tocó decir unas palabras, me emocioné muchísimo porque tengo mucho que agradecer, porque me lo he pasado muy bien esta media docena de años, porque me llevo un muy buen sabor de boca y, algo que no me había pasado nunca: cierto grado de arrepentimiento por la decisión tomada.

Porque mi ex compañero, que ahora es mi ex jefe, es y creo que será siempre mi amigo porque nunca, y mira que han pasado cosas, nunca ha tenido una mala palabra ni un mal gesto conmigo y son ya muchos años. Y aunque las circunstancias no han cuadrado, por él podría haber seguido ignorándolas.

Pero ahora toca empezar de nuevo. Mañana mismo, en otra empresa, con gente que no conozco de nada haciendo no sé muy bien qué.

Toca elegir y configurar el skin de nuevo. He decidido que voy a ser muy elegante, que aunque el trabajo es «full remoto», habrá veces, sobre todo la semana que viene, que me tocará ir a la oficina y me van a ver como un pincel, no habrá calcetines que zapato marrón no cubra. Y le he subido a tope al muñeco la barrita de socializar, esa que siempre estaba en negativo. He decidido que voy a ir a todos los eventos que haya, sean comidas de compañeros, despedidas, quedadas… siempre que mis dos hijos y la persona más guapa del mundo que es mi mujer me lo permitan, claro, que el avatar de fathermarido estaba antes y en este he invertido más años.

También he decidido que voy a ser muy correcto siempre, incluso cuando haya situaciones desagradables, tirando de ironía en el peor de los casos, pero nunca reaccionando negativamente ni por chats, ni por emails ni mucho menos en persona. Y que voy a implicarme mucho más en lo que me toque hacer, como hacía cuando trabajaba en Bilbao, que siempre buscaba formas distintas de hacer lo mismo e incluso proponía, rapidez de teclado mediante, dos o tres soluciones alternativas a lo que se me pedía. Me he dejado llevar demasiado últimamente.

Mañana toca madrugar. Toca planchar la camisa blanca que me compré para la boda del Chiqui, toca sacarle brillo a los zapatos y hacer florituras imposibles con la gomina para que las salas de conciertos de mi frente sean solo entradas. Y sonreír desde que salga por la puerta hasta que vuelva a entrar, aunque no me acuerde del nombre de ninguna de las personas a las que voy a ver la coronilla a pura reverencia mañana.

Toca empezar de nuevo y, aunque con nervios, tengo todo preparado.

Deseadme suerte, por si acaso.