Archivo por meses: enero 2015

Respuesta en twitter a la amenaza del Estado Islámico

Cuando vi el primer fotomontaje me horroricé… ¿cómo puede alguien bromear con algo tan serio?, es tan espeluznante el asunto…

Con el tiempo he cambiado de opinión y he vuelto a cambiar treinta veces, lo cierto es que no tengo ya nada claro si me parece algo genial o no tiene ni puta gracia. Aquí el país está igual, los que defienden este tipo de cosas dicen que no hay que darles crédito a los terroristas, que hay que hacerles ver que nos descojonamos de sus amenazas, lo que no quita para que se siga haciendo todo lo que esté en manos del gobierno o de quien sea para combatir este tipo de terrorismo. Otros dicen que es una provocación gratuita sin sentido alguno.

Unas horas después de que apareciese el vídeo-chantaje en el que amenazaban con matar a dos prisioneros japoneses si no recibían 200 millones de dolares, empezaron a aparecer en twitter bajo el hashtag #ISISクソコラグランプリ una serie de fotomontajes parodiando el asunto:

Hoy que ya ha muerto uno de ellos y el otro no parece que vaya a tener mejor futuro, yo sigo sin tener una opinión sólida al respecto de estos montajes…

Actualización: Acaban de anunciar la ejecución del segundo prisionero… por respeto quito los montajes.

Paquí pallá

España, Japón, Bilbao, Tokio, japoneses, españoles… tópicos, costumbres, situaciones, lugares… aquí va una lista de historias curiosas que me han pasado en ambos países y que cada cual saque sus conclusiones.

España


Cuando volví a Badajoz, fui a comprar un par de revistas en una tienda de al lado de la estación de autobuses y la señora ni me contestó al buenos días que dije al entrar, ni alzó la vista cuando me cobró, me tiró las vueltas encima del mostrador de malas maneras y tampoco contestó cuando dije adios. No volví a entrar, por supuesto, incluso me quedé con ganas de decirle «tírame las vueltas a la cara si ves que eso, tía asquerosa». Viviendo en Japón, ese comportamiento me parece increíblemente insultante e inexcusable. Estoy por volver y soltárselo.

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Yendo en bici por Bilbao por el bidegorri (el carril bici) de la calle Dr. Areilza tuve que pegar un frenazo porque una señora iba con un perro paseando por allí. No iba rápido así que no fue peligroso, pero al decirle, juro que de buenas maneras, a la señora que aquel camino era para las bicis y no para pasear, me echó una bronca acojonante con el argumento en su defensa de que era la acera y que las bicis tenían que ir por la carretera. Además metió a gente que había por allí en el lío y acabaron echándome la bronca tres viejas, dos viejos y dos perros. Prácticamente tuve que huir con la bici en la mano hasta la carretera y pirarme de allí lo más rápido posible.

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En un campamento de verano a los más mayores (échale catorce o quince años) nos «soltaron» a hacer una ruta por ahí sin comida ni bebida, teníamos que llegar a la noche a un punto que estaba bastante lejos y dormir allí, apañándonos como pudiésemos para comer y beber. En una de esas llamamos a una casa y le contamos el percal a la señora que nos abrió, pues bien, nos hizo pasar y nos preparó un bocadillo de chorizo frito de media barra para cada uno de los cuatro que eramos. Se ofreció también a llevarnos en coche pero era hacer trampas y sospechábamos que los monitores nos estaban vigilando.

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En Bilbao a mi y a un amigo mío nos atracaron tres veces más o menos por la misma zona (la Gran Vía), en aquella época parecía ser ya una tradición: siempre que íbamos, tocaba. El caso es que no era en plan violento ni con navajas ni nada por el estilo, venía un tío y «nos pedía suelto» o «para el autobús» en un tono amenazante, no era siempre el mismo, pero siempre le dábamos algo y nos pirábamos a toda hostia de allí acojonados del todo.

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Volviendo de Donosti a Zalla con Chiaki había un control de la Guardia Cívil donde dos pedazo de policías con metralletas o fusiles o yo que sé qué coño era aquello nos mandaron salir del coche y abrir el maletero y nos registraron todo lo que pudieron. Me hicieron un montón de preguntas sobre Chiaki: nacionalidad, por qué estaba conmigo en aquél coche… Menudo acojone, el comando Shibuyaherri a lo mejor se pensaban que éramos.

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El vecino de abajo de mi pueblo ponía la música a toda hostia, pero cuando digo esto digo a un volumen acojonante. Alguna vez le pedimos que la bajase y nos contestaba que no directamente, y eso cuando nos contestaba. Yo llamé a los municipales un par de veces que le dijeron que la bajase y lo hacía para volver a ponerla a tope al de cinco minutos. Un pieza increíble.

Una vez vi a un tío mangando una bici del portal de un amigo mío: salió corriendo con ella a todo correr y yo al reconocer la bici, salí dando voces detrás de él. Tiró la bici ahí de cualquier manera y salió corriendo, yo cogí la bici, llamé al portero a mi amigo y se la subió a casa. Volví acojonado a casa por si el pavo aquel que no había visto en mi vida estaba esperándome con amigos o algo. No le volví a ver.

He compartido oficina con un tío que olía a ropero viejo, otro que la mitad de las veces no venía a trabajar y nunca pasaba nada, una tía que tenía más pelos en las piernas que yo, un elemento que se depilaba las cejas, otro que se sacaba mocos y se rascaba los huevos literalmente mientras hablaba contigo, uno que fingía que era muy amigo mío y me saludaba muy efusivamente solo si me veía con el jefe (con el que si me llevaba bien), otro que tenía voz de tía y era jefe y cuando se enfadaba y gritaba nos descojonábamos, una tía que vestía como un pelapinos ruso y un jefe que se echaba tanta gomina que parecía superglue.

Me han pedido dinero por la calle, me han perseguido a voces para venderme una flor y también vi en Sevilla a dos conductores de carruajes con caballos llamarse de todo en medio de la calle a grito pelado que casi se lían a hostias. Una vez también vi a una pareja chujcando encima del capó de un coche en medio de una calle llena de gente en Bilbao.

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Una vez me dieron las vueltas mal, me dieron de menos, se lo dije a la chica y no me creyó. No recuerdo exactamente pero me dio vueltas de un billete de 10€ y le había dado 20€ o algo así, no hubo nada que hacer.

Hace tiempo estuve yo solo en un concierto dentro de un bar, era un grupo de folk muy animado y la mayoría de la gente acabó bailando en medio de la pista y coreando las canciones. Se improvisó un sarao allí en un rato y al final nos tuvieron que echar del bar a las tantas de la mañana, se lió parda inesperadamente.

Japón


Esto creo que ya lo he contado alguna otra vez. Subiendo las escaleras con una bandeja con la comida y la bebida en una hamburguesería me tropecé y la líe parda tirando todo a tomar por culo. Me puse a limpiarlo, pero enseguida llegaron dos chicas que me apartaron con reverencias, lo limpiaron ellas y me indicaron que me fuese a mi sitio sin yo tener claro que iba a pasar. Yo pensaba pedir otro menú y por supuesto pagarlo, pero me trajeron el mismo pedido gratis a la mesa y no dejaron de hacerme reverencias hasta que me piré por la puerta. No he vuelto, por Dios que vergüenza.

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Volviendo a casa en bici vi que delante de mí iba otro igual que yo pasando justo por un cruce. Los dos teníamos la preferencia, pero el coche que salía no debió verle y le atropelló. Por fortuna no iba demasiado rápido y solo le tiró de la bici, yo pude frenar a tiempo. En vez de pegarle cuatro patadas al coche dando voces como habría hecho yo, el ciclista se levantó, se sacudió el polvo, recogió la bici, le hizo dos o tres reverencias al coche y siguió su camino.

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Una vez me quedé dormido en un parque (esto ha pasado en realidad más de una vez, pero no se lo contéis a nadie), acababa de sacar una bebida de una máquina expendedora y en vez de guardar la cartera, la dejé al lado en el banco y sin darme cuenta me quedé totalmente sopa, eran las tantas de la noche. Cuando me desperté era de día, el parque estaba lleno de gente pero la cartera seguía allí. Eso sí, tenía a un grupo de críos mirándome acojonados.

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En un matsuri de barrio estaban todos allí bailando el bon odori, una señora muy muy mayor me cogió de la mano y me sacó a que lo bailase con ellos. Era muy pequeñita, llevaba un kimono maravillosamente precioso… era tan entrañable que era imposible negarse: no hacía más que reírse mientras me enseñaba los pasos. Al acabar me aplaudieron todos los del barrio que yo creo que me tenían calado ya desde hace tiempo, no recuerdo que hubiese más extranjeros por allí. Un señor me trajo una botellita de nihonshu y la señora un pincho de yakitori un rato después. A partir de ese día me saludaba un montón de gente que ni conocía cuando iba por la calle.

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Una noche me subió una fiebraca del copón que aguanté como pude. A la mañana siguiente fui al médico porque no mejoraba la cosa, y el señor tenía un cuaderno donde iba apuntando, como si fuese una ecuación, todos mis síntomas. Después de preguntarme un montón de cosas desde a que hora me había levantado ese día hasta la cena pasando por si hacía o no deporte e incluso si había tenido relaciones sexuales recientemente, me dijo que lo iba a estudiar. Se giró hacia su cuaderno y empezó ahí a anotar las posibles enfermedades que podían ser. De una lista de unas diez empezó a anotar un montón de cosas mientras miraba «los datos» de su problema, entendí que iba descartando enfermedades, algo así como «gripe A no puede ser porque la fiebre ya ha bajado» y las iba tachando. Después de unos diez minutos resolviendo ahí la ecuación, me dijo: «pues esto ha sido un resfriado un poco fuerte». Después me dio como cinco medicamentos distintos y me despachó ofreciéndome la hoja aquella por si quería repasarlo y tenía alguna objeción.

En la cena de fin de año de la empresa hicieron un concurso de tecleo, yo soy el tío que más rápido teclea del mundo, en serio, pero las palabras que había que escribir ahí eran japonesas en romaji, es decir, que en vez de «avión», a lo mejor te tocaba escribir jyuubinnkyouku con lo que a mi se me complicaba más la cosa. Aún así, de 25 personas quedé tercero. Al primero le dieron un iPad Air, al segundo un Amazon Kindle y a mi unas Nekomimi, que son unas orejas de gato que te leen el pensamiento y se mueven según tu estado de ánimo (en casa están sin sacar de la caja).

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Una vez un policía me perseguía en bici, yo que tengo un pequeño espejo retrovisor en la mía me di cuenta y como esa semana ya estaba un poco hasta los huevos porque ya me habían parado dos veces para pedirme documentación, subí el ritmo y él también lo hizo. Me metí por otra calle y él también, hasta que ya por mis huevos le metí caña a los pedales y le dejé muy atrás. Cuando ya pensaba que le había dado esquinazo, me encontré a otro un par de kilómetros más adelante que me estaba esperando. Me pidió la documentación y me dejó marchar, como siempre.

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El vecino de al lado compró muebles en Ikea que tenía que montar en casa. La noche anterior llamó a casa para contarnos esto mismo y, con una caja de bombones y otra de dulces japoneses, nos pidió perdón por el posible ruido que a la mañana siguiente iban a hacer. «Si tenéis pensado salir de casa, decirnos a que hora y no empezamos hasta que os vayáis para no molestaros» nos dijeron. Al final no hicieron ni ruido ni ná.

Una tarde volviendo a casa en bici vi a un mapache, tanuki en japonés, cruzando la carretera de lado a lado. Era bastante grande, se paró en la otra acera, se me quedó mirando y soltó un gruñido ahí más raro que ni sé antes de pirarse por entre dos edificios. Era el medio de Tokio.

He compartido oficina con un chino que comía con la boca abierta dando un asco acojonante, otro que se tiraba pedos sonoros en cualquier momento, uno que aporreaba el teclado pero no os podéis imaginar de qué manera: le daba unas hostias como quien clava clavos con los dedos, otro que estornudaba a grito pelao y saltaban las alarmas antiterremotos, un koreano de ventas que no se callaba ni debajo del agua, pesado como la madre que lo parió pero que no logró hacer ni una sola venta (creo que a la mitad de los clientes les explotó la almendra), un americano gordaco maleducado de más de 150kg que no podía casi ni andar, un irlandés pálido que cuando hablaba delante de gente se ponía rojo pero a niveles inhumanos y sudaba, una vez se llegó incluso a marear y se tuvo que salir a la calle a coger aire… ah! y había una tía que venía a trabajar con una peluca morada estilo anime. Así que me acuerde.

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Un señor de mi barrio que me vio con Kota, me dijo que esperase un poquico, arrancó una hoja del libro que estaba leyendo, hizo un barco de papel y se lo regaló.

Suelo ver por donde vivo yo a un maromo que tendrá de sesenta años para arriba vestido de mujer haciendo la compra, es feo feo feo (o fea fea fea).

He visto a grupos de señores mayores montando un circo del copón en un parque con un equipo de karaoke portátil cantando uno ahí a toda hostia y bailando el resto borrachos perdidos. Una vez canté con ellos y me invitaron a comer, me puse como el kiko y todavía me prepararon tapers para llevar.

En un seven eleven hice la compra y dejé lo que yo creía que era el importe exacto y me piré. Cuando iba ya por cerca de mi casa, escucho a la chica que venía a toda hostia dando voces: «señor cliente!! señor cliente!!», me paro y resulta que había dejado 10 yenes de más y venía corriendo a devolvérmelos.

He estado en conciertos en bares donde a pesar del arte de los músicos, de lo pegadizo de las canciones, allí no se movía ni Dios de la silla. Todos sentados, aplaudiendo cuando toca y cuando no escuchando atentamente mientras se toman su copa en silencio. Aquí también resulta que no se levanta ni Dios hasta que en un cine no acaban de salir los títulos de crédito.

Conclusión:


¡¡ En todas partes cuecen habas !! El mundo es maravilloso…

Lo tenían todo

Por motivos que de ir o venir a algún caso me vais a permitir que por esta vez sea a uno exclusivamente mío, volví a España hace dos meses. El viaje fue a Badajoz dejándome caer de pasada por Estambul y Madrid en avión, metro y autobús según iba correspondiendo.

Quitando que el autobús de vuelta tardó aproximadamente una hora y media más de lo que debía sin recibir absolutamente ninguna explicación, el resto del viaje transcurrió sin otros incidentes que destacar. Diría que dentro de la barbaridad que es esta tremenda paliza, se me hizo incluso corto por lograr ir dormido la mayor parte.

El primer tramo de la vuelta fue desde Badajoz hasta Cáceres en autobús. Con inmensa pena por separarme de los míos una vez más, me tocó sentarme al lado de una señora y así lo hice sin acordarme de dejar las reverencias a un lado; tarea sin esperanza esa de desaprender un uso infinitamente usado. Con la media sonrisa por bandera por haberme dado cuenta esa vez, saqué el libro de «Cómo educar a un niño bilingüe» de la mochila y me dispuse a causar alguna baja del ejército de horas con el que me tocaba combatir hasta tocar base amiga de nuevo junto a mi mujer y mi hijo.

Yo creo que no habría amortizado ni un poco de la saliva untada en los dedos de pasar hojas cuando la señora empezó a hablarme.

– Perdona, ¿hasta donde vas?. Yo voy hasta Cáceres, si vas más lejos, te puedes coger mi asiento y así tienes ventanilla que quieras que no te entretiene un poco.

– Pues me da que me va a venir bien, yo voy hasta Madrid.

Calculo que tendría la edad de mi madre con lo que seguramente de tener hijos, andaríamos parejos de arrugas.

– En cuanto usted se baje, para ahí que me mudo.

– Huy usted dice, ¿tan vieja me ves?, haz el favor de tutearme. ¿Qué? trabajas en Madrid y has venido a ver a tu familia, ¿no?.

Cerré el libro porque ya me vi venir que aquello iba a ir para largo.

– Si le digo… si te digo donde trabajo como poco te vas a sorprender.

– Jaja, una no se sorprende ya por nada. No me digas más, te has tenido que ir a Alemania a buscarte los garbanzos como todos los jóvenes, a pedirle tajo a la Merkel que por cierto mira que es siesa la tía, menuda tirria la tengo.

– Un poquillo más lejos va a ser, llevo casi una década viviendo y trabajando en Tokio, en Japón.

– ¡Coño!, ¡pues si que!, hostia muchacho ¿¡y que haces tu allí?!?

Yo diría que más o menos la mitad del camino a su destino lo pasamos hablando de mi, de mi vida aquí, de Chiaki, de Kota… me sorprendió que aquella buena mujer no estuviese plagada de prejuicios por el país que me fue a adoptar, quitando lo del anisakis por el pescado crudo y la huelga japonesa, creo que no sacó a relucir ninguna tontada más. Es más, creo que fue una conversación muy madura, muy interesante, me preguntó sobre temas como la seguridad social, la calidad de vida familiar, las facilidades que da el país a familias con hijos…

– ¿Porqué se habrá metido este hombre por esta carretera?, que poco me gusta, se tarda siempre más y encima siempre hay niebla… ¿qué le habrá dado hoy?

Y más o menos con esa frase diría yo que se finiquitó el tema de mi vida y empezamos, ni sé como, con la suya. Me enteré, sin preguntar, que ella era de Galicia, que se había casado con un extremeño que conoció allí y que con los años decidieron venirse a vivir finalmente a Cáceres. No me quedó claro si había sido o no monja, pero sí que por lo menos tenía un par de amigas que habían participado en misiones por África y que una vez estuvieron en Nagasaki (¿o fue en Hiroshima? una de las dos…). A veces volvíamos a lo mío y hablábamos de los años duros de ETA y los atentados que vivíamos prácticamente todos los días o repescábamos alguna faceta distinta de Japón según la curva se tomase a la derecha o a la izquierda.

– Yo he ido a Badajoz a ver a mi hijo, suelo ir dos veces por semana a ver qué tal está.

No me acuerdo de su nombre, del de la señora, lo cierto es que creo que nunca me lo dijo, pero sé que nunca se me olvidará la historia que empezó con esa frase. No la vi venir ni de lejos.

Por lo visto y aunque esté mal que ella lo dijese, su hijo tenía muy buen trabajo y ganaba mucho dinero. Se había comprado un chalet, un coche que no sabía cuanto le había costado pero seguro que mucho y hasta un perro. Su hijo, que yo aún hoy imagino siempre con mi misma edad, se había casado con una chica guapísima, farmacéutica creo recordar, muy lista y muy simpática, con una larga melena rubia que ya la quisieran para si muchas modelos.

Al darme cuenta de que hablaba siempre en pasado de ella, fui tan inocente como para preguntar:

– ¿Y se divorciaron?

Dudó un momento, pero siguió con su historia. A su nuera la detectaron un cáncer y murió en menos de un año. Luchó mucho, muchísimo y siempre con una sonrisa en la boca animando a todos. Decía que lo que más le dolió fue verla sin su característica melena, que ese fue el momento en que se dio cuenta que todo estaba pasando de verdad porque se resistió a llevar peluca ya que decía que no tenía nada que ocultar a nadie.

– Lo tenían todo -dijo un par de veces- lo tenían todo y ahora mi hijo no tiene ni ganas de vivir en una casa a la que le sobran todas las habitaciones. Lo tenían todo y ahora mi hijo no tiene nada…

Con escalofriante naturalidad me contó como su nuera se murió al de poco de casarse con su hijo y volvió a hacer hincapié en que poco después de comprar una casa inmensa y un coche carísimo. Que su hijo trata de aparentar normalidad y que va a trabajar como si nada, pero que ella sabe que se le han quitado las ganas de vivir, que no tiene ni idea de por donde tirar, que se ha convertido en un autómata que se aferra a la rutina y que menos mal que al menos sigue teniendo una, un buen trabajo que con los tiempos que corren… Que ella no está tranquila y por eso va dos veces por semana a cocinarle y adecentarle la casa, a atender al perro que parece tan o más triste que él, a tratar de animarle, de animarse juntos.

– Lo tenían todo, de verdad, en estos tiempos tan difíciles, ellos lo tenían todo: dinero, amor… fíjate, les faltó la salud.

– Bueno, la vida es así. ¿Porqué habrá elegido la carretera esta y no la otra?, tengo cita con el fisio y no voy a llegar -continuó como si nada- encima lo peor es que no te cuentan nada, que hacen lo que les da la gana y como solo hay esta línea de autobuses, pues a tragar.

– Y tanto -dije yo en el por decir algo más nervioso de mi vida.

– A ver si tu llegas a coger el vuelo en Madrid. Oye chico, no te habrás deprimido con lo que te he contado, ¿no?, la verdad es que no sé ni porque te he contado esto, creo que es la primera vez que hablo de ello así tan alegremente… menuda compañera de viaje te has ido a buscar tu que estabas ahí calladito con tu libro…

– No te preocupes, al revés, gracias, te puedo decir que he aprendido mucho y además de verdad -dije yo en las palabras más sinceras de toda mi conversación al tiempo que el conductor del autobús bregaba con el volante tratando de aparcar en las cocheras de Cáceres.

– Bueno zagal, que tengas un muy buen viaje y no te olvides de visitar a tus padres de vez en cuando que seguro que se acuerdan mucho de ti. Marcho corriendo.

Y efectivamente así lo hizo. Yo bajé la mochila del altillo del autobús y la dejé en mi asiento, después me cambié al suyo y traté de buscar, en vano, a la señora por la ventanilla para decirle adios con la mano. Abrí, entonces, la mochila y saqué un bocadillo que había comprado antes de salir. Por alguna razón esperé a que el autobús estuviese de nuevo en marcha para abrirlo, como si me diese verguenza comer estando parado o algo así.

Con el primer mordisco se me empañaron los ojos.

Cuando acabé el bocadillo, hacía tiempo que me había aprendido todas y cada una de las nubes de aquel cielo tan bonito que osó amanecernos aquella mañana desde mi prestado asiento de ventanilla.

De vuelta en el avión, aquellas tres palabras no dejaron de hacer eco entre mis costillas. No soy capaz de acordarme de la cara de aquella gallega exiliada con ganas de charleta, pero todavía hoy me reservo un hueco cada mañana para pensar en aquellas tres palabras y así bajarme un poco el ego, apuntalarme la conciencia y agradecer al cielo, ventana o no mediante, lo que hoy todavía sigo teniendo.

«Lo tenían todo…»

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Bicitips

Me casco algo más de 30km al día en bici entre mi casa y el trabajo. Gorro de lana en cabeza, sillín acolcherplus en culo y termo lleno de té caliente a modo de botellín, voy y pedaleo durante cerca de 50 minutos por Tokio dos veces cada jornada. Evito por todos los medios coger un tren, sobretodo por las mañanas, así que a no ser que llueva la de Dios es Cristo, ahí se me puede ver cuesta parriba y cuesta pabajo como alma que lleva el diablo.

Después de tanto trajín, ya le he pillado el truco al asunto, por ejemplo había un rascayú al que siempre adelantaba camino de Shibuya pero que el mamonazo de él me estaba luego esperando en un semáforo unos cuantos kilómetros más allá, así que decidí no adelantarle y seguirle un día descubriendo el atajo salvapiernas del siglo, menudo pájaro aquí mi primo.

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Total, que aquí van una serie de mandamientos bicicleteros que cualquiera debería saberse para andar en bici por el Tokio de mis amores:

– He leído de todo sobre registrar la bici: que si es obligatorio, que si no… normalmente te lo hacen en la misma tienda y es mejor hacerlo, pero yo la compré por Amazon y no la he registrado. Las cuarenta veces que me han parado para comprobar si es mía les cuento esto mismo y no pasa nada aunque a veces me hacen abrir y cerrar el candado para asegurarse que la bici es mía. Si eres extranjero aquí cuenta con que te paren muy a menudo, esto es así: aquí eres un pintas con esos ojacos garbanzo.

– No es obligatorio llevar casco aunque muy recomendable. Yo no llevo y a mi suegra no le hace esto ninguna gracia, que me lo recuerda siempre.

– No se puede ir escuchando música, si te pillan te paran y una de dos: o te dan un aviso o te ponen multa directamente. También está prohibido ir dos en una bici normal o llevar un paraguas abierto conduciendo (anda que no se ven de estos, por cierto!).


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– En Tokio apenas hay carril bici y aunque molaría que hubiese, tampoco pasa ná porque se puede ir por la acera y por la carretera sin problema, puedes mezclar las dos según te convenga y por supuesto si no la vas a liar parda. No te metas por una acera repleta de gente dando por saco con el timbre esperando que se aparten, bájate y anda, el peatón siempre tiene preferencia.

– Ve siempre por la izquierda, siempre siempre, tanto si vas por la carretera como si vas por la acera porque si te cruzas con otro ciclista, es lo que espera que pase. Esto me costó un par de sustos aprenderlo. Podrás adelantar por la izquierda coches sin problema, pero mucho cuidado con los autobuses y las paradas porque seguramente ni verán que estás ahí cuando se arrimen a la acera.

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– No está prohibido circular por el lado contrario de la carretera, es decir, que tu vayas arrimado a la acera por la izquierda y de repente te encuentres a un porculeiro en bici que viene de frente también. Eso es lo más peligroso que hay, en serio, peligroso peligroso porque al intentar esquivarle te sales y es fácil que te enchufe un coche. No hagas eso, por el amor de Dios, si vas a ir en sentido contrario, vete por la acera.

– Si vas por la carretera, se supone que debes seguir las normas de circulación como si fueses un coche. Pero el tema es muy flexible si andas un poco vivo: puedes cruzar un paso de cebra con la bici si te conviene y seguir por la acera del lado contrario, por ejemplo. El caso es que no pongas en peligro a nadie, si haces maniobras de estas con cuidado la policía no te dirá nada aunque te vean, todo Dios lo hace.

– Te pueden hacer control de alcoholemia si te paran yendo en bici y en Japón el límite es 0. Si das positivo te pueden hasta meter en la cárcel hasta 5 años y ponerte una multa de hasta un millón de yenes!! la cosa es seria!!

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– No te pases semáforos en rojo aunque acaben de cambiar, lo normal es que haya algún coche a toda hostia tratando de saltarse el naranja de su lado, sobretodo si son taxistas.

– Ojo a las puertas de los coches que aparcan ahí en el arcén, deja ahí bien de sitio no vaya a ser que salga el tipo justo cuando pases y te la zampes con potetos. Sobretodo, again, si son taxistas.

– Cuidado con las motos porque muchas veces te aparecen desde cualquier lado y normalmente pasan mucho de los ciclistas metiéndose delante y haciéndote frenar aunque te hayan visto. Especial precaución con las pequeñas que también se meten por entre la acera y el lado izquierdo del coche.

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– Cuidado, mucho mucho cuidado con los taxis: en cualquier momento pegan un frenazo y se paran ahí bloqueándote el paso prácticamente sin mirar. Igual están parados con las luces de emergencia puestas y salen de repente sudándosela todo, los taxistas en Tokio hacen lo que les sale de los tamagos, tienen unos huevacos como obispos.

– Las alcantarillas, los pasos de cebra y las líneas de la carretera resbalan un huevo cuando llueve. En serio: un huevo, mucho cuidado aquí.

– Canda la bici, esto puede parecer un consejo chorra pero lo cierto es que aquí prácticamente no mangan nada nunca… excepto las bicis, no es raro que te la pimplen para ir a algún sitio y después la dejen por ahí abandonada. A mi no me ha pasado nunca, pero a un par de amigos míos si. Lo que si me han mangado a mi han sido dos fundas acolchadas del asiento, tiene huevos que tenga que ir cargando con eso. Por cierto, otra excepción que no tiene que ver con bici: la gente en Tokio es muy educada… excepto en las estaciones y en los trenes donde ahí no hay un Dios que respetar, les daba de hostias a la mitad.

– Y ojo donde dejes la bici, no se te ocurra enchufarla al lado de ninguna estación porque te la lleva la poli fijo. Aquí no puedes aparcar donde te salga del nardo, aunque, por experiencia, si la dejas un par de horas por ahí, mientras no estorbe (incluso de un día para otro) no pasa nada. En dos días no está fijo.

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– Tirar la bici, como cualquier cosa aquí, cuesta pasta. Lo más fácil es dejar la bici «aparcada» por ahí y ya se encargará la poli de llevársela. Te mandarán un par de notas para que vayas a recogerla si la tenías registrada, a la tercera te dirán que la bici se ha reciclado por ahí y que te has quedado sin ella. Como esto igual no lo sabe mucha gente, es fácil encontrar gangas en Craigslist de gente que se pira del país y no quiere pagar dinero por tirar la bici, echadle un ojo!.

– Lleva luces, cómprate luces que parpadeen por delante y rojas por detrás porque aunque parezca mentira, la inmensa mayoría de las calles de Tokio son muy muy oscuras a nada que te pires del centro un poco, y estrechas, que a veces no pasan dos coches aunque sean de doble sentido. Que se te vea bien el culete, amigo, que si no te pueden poner hasta 50.000 yenacos de multa!

– Ponte a la cola, no me seas de tu tierra. Si hay un tío que ha llegado antes que tu al semáforo, no des por saco y te pongas en paralelo a él: le molestarás cuando el semáforo cambie y a la vez estarás también tocándole los huevos a los coches de detrás que no podrán adelantaros a los dos. Coño, ponte detrás y ya le adelantarás un poco más adelante. Y no te fíes un pelo de las amatxus que van cargadas con un par de críos o las abuelas porque fijo que van con bicis con batería y te mearán a la mínima cuesta, es acojonante lo rápido que pueden ir. Adelanta siempre teniendo esto presente.

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– Ya lo he dicho antes, pero insisto: no toques el timbre cuando vayas por la acera. Molestas. En serio: molestas un huevo, tu no tienes la prioridad, usa el timbrecillo tocapeloter cuando no te quede más remedio porque sea peligrosa la situación.

¡Y ya no sé que más contar!. Es una auténtica gozada poder ir en bici a currar aunque me pille un pelín lejos, recuerdo que intentaba ir en bici por Bilbao y cada día que llegaba a casa vivo o sin apalear por alguna vieja era un auténtico milagro, Tokio en bici mola mucho!!

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El 2014

Mi 2014 ha supuesto la mayor transformación de una vida que muy poco tiene ya que ver con otros tiempos ya añejos, tanto que a veces hasta parecen irreales; cada vez son más difusos esos recuerdos conmigo como único protagonista.

Auténtico cambalache de sentimientos, trapicheo incensante de emociones inherentes a esta extravagante historia de convertirse en padre y mira que el asunto no es de un día para otro, que uno siempre tiene más de medio año, en el peor de los casos, para ir haciéndose a la idea.

Pero es que es imposible hacerse a la idea. Venga ya, ¿cómo vas a saber esta movida?.

Siempre te dicen eso de que te cambia la vida. Me río yo de esa frase. No te cambia la vida, te la reemplaza directamente por una nueva que desconocías totalmente. Una vida que de repente te empiezas a tomar en serio, muy en serio, a niveles que ni intuías. Tomas consciencia de que ya no eres tu solo, que hay una persona, un jugador del Athletic en potencia que depende absolutamente de ti, de lo que hagas, de lo que decidas, de donde estés, de como estés.

¿Prioridades decías que tenías?, sílbame esa melodía si te acuerdas tío Tosca, a ver si soy capaz de sacarle la letra…

Así que aunque llevaba ya un par de meses con un pequeño bebé de ojos rasgados ahí mirándome sin verme, no ha sido hasta que se ha empezado a enfríar el cadaver del 2014 cuando he empezado a tomar consciencia de la magnitud de la copla.

Como decía, lo más importante ha sido que he empezado a tomarme la vida mucho más en serio, algo así como tratar de estar en las mejores condiciones posibles para ser capaz de responder ante el reto de criar a un hijo con todo lo que conlleva.

Pocas decisiones son triviales, Kota es la prioridad absoluta y ya todo gira en el torno de sus pulsos. En el 2014 cambié de trabajo para ser capaz de ahorrar dinero y así preparar todo lo que está por venir: ropa, habitación, guardería, escuela… bueno, lo cierto es que compramos la casa precisamente porque venía aquí el señorito.

Ahí va un vídeo de la casa que grabé en principio para que la viesen mis padres, pero que ya puestos, también lo publiqué:

Por aquel entonces ya andaba yo dándole muchas vueltas a la nueva situación y se me ocurrió recopilar una serie de asuntos que me hubiese gustado que me contasen allá por entre mi infancia y mi adolescencia. También escribí un relato de como era un día de aquella nueva vida que acababa de empezar, por no hablar de que de repente todo me parecía una auténtica farsa o de que incluso establecí una serie de mandamientos por los que regirme a partir de entonces.

Por cierto, que pedazo de nevada que cayó en Tokio en febrero, ¡¡la más grande en 40 años !!

Aprovechamos el tiempo entre medias de empresas para volver a mi pueblo y que mis padres y mi hermano Javi conociesen al heredero de mis kimonos. Es curioso como todo lo que tiene que ver con él se magnifica: si le hacen un regalo nos alegramos el doble que si nos lo hubiesen hecho a nosotros y al revés, cualquier feo detalle hacia él resulta doblemente feo. Días de gran emoción, sin duda. Además presenté el libro en la biblioteca de Zalla, una noche que difícilmente olvidaré. El libro ya sabéis que se puede descargar gratis en PDF de alta calidad y que si queréis tenerlo en papel, cosa que nunca dejaré de recomendar, lo podéis pedir aquí. También sorteamos unas kokeshis entre todas las reseñas que me habéis escrito, ¡¡¡ muchas gracias a todos y enhorabuena a los tres !!!

En el 2014 también salí en diversos medios por ahí como la revista de mi pueblo o el Deia. Chiaki y Kota salieron dos segundos y medio en Telecinco y finalmente salió el programa de Fogones Lejanos que ya llevaba grabado unos meses.

El día del padre vino y me di por aludido gracias a Chiaki, qué bonito fue por ser el primero. Aquella era la nueva vida que vino para quedarse, la de padre de familia, la de dar paseos los tres por el barrio en el que estábamos ya echando raíces, el barrio en el que crecerá mi hijo aquí en Tokio, aunque de vez en cuando me diese por tener morriña de aquellos días que me pertenecían exclusivamente a mi.

En Agosto siempre bajan mucho las visitas del blog así que decidí hacer un experimento y empecé a publicar un montón de posts reguleros de esos en los que se copia lo que haya salido por ahí en cualquier otro lado sobre Japón estilo dar las noticias más esperpénticas del país y ver que pasa. Si os digo que el post mas visto del 2014 fue el del Batman por la autopista… así es la cosa, amigos… el mas visto con una diferencia de miles de visitas con cualquier post de los normales.

Mira por donde que en el 2014 me topé de bruces con un chikan, un pervertido baboso, en el metro de Tokyo y al de unas semanas al que le partieron las bruces fue a otro…

También presenté el libro en el Instituto Cervantes de Tokio, que casi se me olvida y anda que no estuvo bonito el asunto porque amigos míos leyeron algunos capítulos allí en directo. Tengo vídeos, a ver si acabo de sacarlos, por cierto…

Y Kota hizo un año.

Y yo decidí que mi tiempo es lo más importante que tengo, lección que reforzó aquél amable anciano con el que nos topamos en el tren.

El 2014 pasaron muchas cosas buenas aunque se torcieron algunas que espero que se acaben de enderezar de nuevo en el 2015. Para mi ha significado un año de cambio, un punto de inflexión enorme al que todavía no he conseguido acostumbrarme del todo. Mientras disfruto de Kota y de Chiaki todo lo que puedo, trato de robarle momentos al día para retomar lo que se quedó en barbecho hace catorce meses y que ya va siendo hora de rescatar. Este año recupero las metas fallidas del año pasado en las que me propuse presentarme por fin al Noken nivel 2, sacar el tercer dan de Karate y añado alguna más como correr alguna maratón, sacar otro libro y seguir hablándole a Kota en castellano todo el rato. ¡¡¡¡ Vamos a ver si pueden ser !!!.

Feliz año nuevo, por cierto, que casi se me olvida. Gracias siempre por seguir ahí.