Archivo por años: 2012

Ishinomaki, then and now

Vivir aquí hace que te acostumbres a los terremotos. Normalmente no pasa nada; suele empezar con las alertas de los móviles y después tiembla todo durante diez o veinte segundos. A veces hay un golpe más fuerte, un movimiento más brusco y después se para. Otras veces apenas se percibe. Tampoco te das cuenta si estás en el exterior, en los cinco años que llevo aquí no he notado nunca un terremoto mientras ando por la calle o voy en el tren, no te das cuenta. Ni tiemblan los edificios, ni la gente se cae por la calle, ni se abre la tierra. Te enteras de donde ha sido porque pones la tele o porque miras por internet.

El del año pasado fue distinto porque no paró, cada vez fue a más y a más y a más… y no nos dimos cuenta de la magnitud de lo que acababa de pasar hasta que pusimos la televisión y se veía como el mar se cansó de llegar hasta la playa y decidió meterse tierra adentro.

Paul Johannenessen es un australiano que vive en Tokyo y que ha grabado un documental en Ishinomaki. Las imágenes son impresionantes, pero lo que más me ha gustado es escuchar a personas normales contar cómo vivieron lo que les pasó, lo que les preocupaba después y lo que han ido haciendo día a día para tratar de recuperarse de semejante disparate.


Fuente: www.paulyj.com

Cosa de dos

Aquella noche fue mentira.

Por alguna razón decidí abrir la botella de vino que guardaba para compartir a la sombra de alguna que quisiera taparme la luz de la vela que compré a la par. No se dio el caso, y hacía tiempo… ya no aguanté más. Descorché ese Rioja Siglo Saco y el alcohol desinfectó heridas que empezaban a hacer nido en el corazón, ese del que uno no hace cuenta hasta que de repente late a cañonazos gritando que como siga estando solo, va a reventar.

Cuando logré dejar de apiadarme de mi maldita estampa, estaba tan borracho que no podía ni andar.

No recuerdo demasiado el final de aquella noche, pero si sé que me dio rabia estar así, que lloré muchas veces recordando que acordarse duele cuando lo que se quiere es olvidar.

Me metí en la ducha y estuve un buen rato bajo una docena de pequeños chorros de agua fría que me horadaron las malas ideas y me enjuagaron la morriña hasta que me espabilé lo suficiente como para no dar por acabada aquella madrugada de verano tirado en el futón esperando a morirme de resaca.

Cogí la cámara de fotos y me fui al templo de al lado de mi casa.

El camino de entre cinco y diez minutos lo hice en más de media hora. Me paré a sacar fotos a todo, como si hubiese decidido que no iba a seguir aquí más y esa fuese la última vez que peregrinase a verme el ombligo por dentro entre tumbas, pagodas y cerezos. Como si ya no hubiese más que rascar y ya tocase mudarse de vida de nuevo por aquello de dejar de seguir intentando reír, porque ya saldría solo.

Cuando por fin llegué, me senté en las escaleras y miré hacia la derecha instintivamente. Desde allí se ve el monte Fuji en días claros… se me olvidó el pequeño detalle de que eran algo así como las dos de la mañana. Apoyé la cabeza en la pequeña columna de la parte superior, y empecé a revisar las veinte o treinta fotos que acababa de sacar. Borré todas, no se veían más que sombras negras entre las que asomaban tímidamente luces de alguna farola cercana. Sombras negras entre las que asoman, a veces, luces… ¿a quien me recuerda?

Cerré los ojos y me quedé dormido un rato imposible de medir, lo mismo podría haber sido un minuto que dos horas. Cuando me desperté, ya con dolor de cabeza, vi a un gato negro y blanco …negro con luces… allí sentado como a dos metros de mi. Me miraba fijamente y yo le hice gestos para que viniese, aunque no lo hizo. Sin levantarme, traté de hacerle fotos con la cámara pero cuando logré acertar a quitar la tapa del objetivo, ya se había alejado unos metros. Le seguí un buen rato tratando de no hacer ningún movimiento brusco que provocase que volviese al mundo de mentiras del que había venido, hasta que se paró justo delante del edificio principal del templo. Decidí sentarme a dos o tres metros de él, a veces le sacaba alguna foto aunque la mayoría del tiempo sólo le miraba.

Él, o ella, no se movía más que para rascarse la cabeza como dudando si se fiaba del único ser vivo cercano más grande que él.

Finalmente vino y me rodeo un par de veces antes de decidir sentarse a mi lado. Se dejó acariciar e incluso parecía querer contarme su vida de gato de templo soltando maullidos a modo de charleta desconsolada.

Agradecí su compañía, me gustó hablar con el.

Desperté al día siguiente en mi casa con un dolor de cabeza horrible. No recuerdo muy bien el camino de vuelta pero a juzgar por la laguna de recuerdos, parece que la ducha no logró contrarrestar ni de lejos los grados del Rioja.

Incluso dudé que había salido la noche anterior… hasta que vi las fotos que me contaron que aquella madrugada de verano fuimos dos los que nos lamimos las heridas.

Otra vida más

La vida es el resultado de las decisiones tomadas en el pasado junto a grandes dosis del impredecible y muchas veces burlesco azar. La rutina del día empieza y acaba casi siempre de la misma manera aunque uno nunca sabe que va a pasar en el medio, que es donde suele estar la miga que pellizcar si uno aprende a no dejarse llevar por el vil pasar de las horas.

Elegí irme del trabajo anterior y fruto de esa decisión unido a mucha suerte de cuya magnitud quizá no soy consciente, hizo que empezase unos días después en una nueva oficina donde llevo una semana aprendiendo cómo se corta la baraja en la empresa más japonesa en la que he estado nunca. Fui yo quien decidió anteponer la ley de no tolerar jamás tratos intolerables y me fui. Pero fue el azar el que quiso que pasase de PHP y Objective-C a Ruby on Rails, de contratos temporales por sistema a condiciones en condiciones. Mi vida ha mejorado porque tome una decisión cambiando algo que debía ser cambiado en ese preciso momento, el azar hizo lo demás.

Me apunté prácticamente sin pensar a la maratón de Tokyo en la que es muy difícil que te cojan. Quise seguir adelante en serio cuando lo hicieron y de nuevo mi vida cambió radicalmente. La elección la hice yo, la suerte hizo el resto. Ahora corro durante toda la semana y miro al domingo 26 con mucha ilusión y entusiasmo porque sé que es un día que no olvidaré jamás. Pero también he tomado la decisión de no seguir por este camino porque no me gusta en qué se ha convertido esta parte de mi vida en los últimos cuatro meses. Han cambiado muchas cosas; me encuentro mucho mejor físicamente pero no es lo que quiero hacer con mi tiempo libre así que ya he tomado cartas en el asunto. Dejar de correr todos los días es sin duda una provocación al azar que seguro que cruza algo nuevo en mi camino. Por de pronto retomaré Karate con muchas ganas y estoy convencido de que la motivación con la que afrontaré este regreso al dojo traerá algo más consigo.

El otro día un viejo conocido de cerca de Bilbao me dijo que yo tenía mucha suerte, que tenía un buen trabajo, que estaba en buena forma, que hablaba idiomas, que conocía mundo, que parecía que había nacido con una flor en el culo. Este buen hombre dejó los estudios hace muchos años porque no le llenaban, llevaba muchos meses en el paro y me contaba que había engordado por culpa de la ansiedad que le provocaba la situación. Encontró trabajo, uno que dice odiar con toda su alma tanto como a la mayoría de sus compañeros, aunque tampoco va demasiado a menudo porque tiene dolores de espalda debidos a su sobrepeso que le obligan a cogerse bajas frecuentemente. Me decía que me tenía envidia, que todo me salía bien, que ojalá fuese yo.

Que ojalá fuese yo.

Cuando llegué a Japón 5 años atrás, mi vida estaba tan rota que se me escurría el alma por las grietas. Estaba tan solo entre tanta gente que me sentía triplemente vacío.

Pero por mis huevos que me aseguré de mirar una y otra vez las cartas que me tocaron y de empezar a jugar hasta que pude arrastrar o cantar las cuarenta aunque fuese de Pascuas a San Pedro. Porque la cosa va así: casi nunca se gana, lo normal es que pierdas o que te quedes como estabas.

«Que ojalá fuese yo» me dice. Y el tío, más cerca de los cuarenta que de los treinta, todavía no ha empezado ni a barajar las cartas.

Que ojalá fuese yo.

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Ilustración de Andrés Jarit

IV Clase de cocina: Marmitako y Pan

Las clases de cocina para japoneses se las inventó el tío Chiqui. Todo empezó con alquilar un local en un centro social de Ikebukuro con cocinas y probar a enseñar a cocinar Paella. Chiqui me propuso hacer de traductor y aunque al principio la cosa me impuso muchísimo, la experiencia mereció mucho la pena, tanto que la segunda clase no se hizo esperar demasiado, la de Tortilla de patatas y Gazpacho andaluz.

Pillamos carrerilla, ya le teníamos pillado el truco a los preparativos previos, a organizar los equipos, a controlar el tiempo y ya fluía la traducción albaceteño-japonés aunque para la tercera clase no hizo demasiada falta, porque Mireia, nuestra profesora invitada, habla japonés bastante mejor que yo. Allí se hicieron Croquetas y Moje manchego.

Tras el parón navideño, volvemos con una nueva edición. Esta vez me he animado yo a hacer de chef preparando Marmitako y el tito Chiqui nos enseñará los secretos con los que entre fogones cocina ese pedazo de Pan que tan bien le sale:

La clase será en lkebukuro el 4 de marzo, un plan como pocos para pasar la tarde del domingo: juntarse con gente majísima, cocinar, aprender y luego comérselo todo junto regado con algún vino de nuestra tierra.

¡Y es el domingo siguiente a la maratón de Tokyo, así que no habrá prisa!
:cocinicas:

Un mes para la maratón de Tokyo

Ya estamos en la recta final… después de tres meses siguiendo a rajatabla el plan de entrenamiento, ya sólo quedan cuatro semanas para plantarme en Shinjuku a tratar de llegar vivo cuarenta y pico kilómetros después a Odaiba,

Pensar en el día de la carrera es emocionante… correr junto a miles de personas por el centro de Tokyo es algo que seguro no olvidaré nunca: los rascacielos de Shinjuku por entre los que he paseado tantas veces, el palacio imperial donde vive mi primo, la Tokyo Tower, Asakusa y su nueva Sky Tree, Ginza y sus lujos… y finalmente Odaiba via Tsukiji. Me emociono sólo de pensarlo, de verdad, no veo el momento de que llegue el día.

Como tampoco veo el momento en que se acabe esto. Tener que salir a correr prácticamente todos los días de la semana con el frío que hace es muy muy duro. Al principio las distancias no eran tan largas y había días de descanso entre medias, ahora no, ahora sólo toca estarse quieto un día de los siete.

La intensidad y frecuencia del ejercicio tiene consecuencias. Algunas son sólo anecdóticas, como que me tiro todo el día poniendo lavadoras y que no hago más que comer porque tengo más hambre que el de megaupload (me han dicho que va a cambiar lo de las descargas, ahora en vez de megas va a ir por fanegas, te puedes bajar hasta 40 fanegas sin pagar).

La que no me gusta tanto es que estoy todo el día cansado, después de correr puedo dar por finiquitado el día, me suele entrar un sueñaco que me anula para cualquier otra actividad de las mías: básicamente después de trabajar y correr, me estranco en la cama a esperar al día siguiente que se presenta parecido.

Y lo que es peor: llevo como un mes y medio sin ir a Karate, y esa era de las razones más importantes por las que yo me vine aquí. Esto no puede seguir así.

Está claro que yo me lo he buscado: presentarme a una maratón sin haber corrido en serio casi nunca implica tener que apechugar si se quiere llegar en condiciones. Así que me está tocando correr por obligación la gran mayoría de los días, y así no se disfruta. Un hobby no puede ser por obligación porque entonces no es un hobby.

Resumiendo: voy a correr la maratón de Tokyo, me estoy dejando la vida en prepararme y no voy a dejar de hacerlo, por mis huevos que me planto allí con la mejor forma física de toda mi vida y que ese día lo voy a disfrutar como nunca. Que si, que seguro que es una experiencia que me cambiará para siempre, ya lo ha hecho desde hace un par de meses. Pero ojo, que dedicar mi tiempo libre sólo a correr está muy lejos de entrar en mis planes.

Cuando acabe todo esto tengo cuatro obligaciones morales:
1- Beberme todas las cervezas que me deje el del izakaya
2- Arrasar con el primer Moss Burguer que vea como si no quedasen ya vacas en el mundo
3- Volver a Karate, que es lo mío, y ponerme las pilas de nuevo enfilando el examen de tercer dan
4- Volver a vivir, coño, que esto no es vida

Y si luego apetece salir a correr una tarde, pues se sale.

Kyoto 2011

Hoy tengo que correr 32km y en la calle a parte de hacer un frío del copón, está lloviendo. Así que de mientras me hago a la idea, me he puesto a repasar las fotos del viaje de Kyoto del año pasado. Llevo mentalizándome como tres horas… así que ya va siendo hora de ponerme a plantar un pie delante del otro hasta que no pueda más.

Pero antes, aquí dejo algunas de las fotos que más me han gustado y no he publicado aún.

He estado tres veces en Kyoto y nunca he ido solo. Me sorprende darme cuenta de que dependiendo de la persona con la que se esté, los mismos sitios huelen, se ven, se sienten tan distinto que no parecen ser los mismos. Me pregunto si no son solo los lugares, sino la vida misma la que se deja saborear o nos abruma dependiendo de con quien se comparte…

Bueno, voy atándome los cordones ya. Hasta dentro de tres o cuatro horas no llaméis, que no cojo. Voy de gris, si resulta que me veis bajando las escaleras de algún templo de dos en dos, no dudéis en saludarme, me gustará deciros adios con la mano mientras trato de robarle sorbos al aire, que hoy viene más gélido y traicionero que de costumbre.

Toilet Origami

El otro día me compré papel higiénico y me vino un panfletico que me hizo mucha gracia. Resulta que te cuentan ahí, como si no quiere la cosa así en frío, cómo hacer origami con el papel higiénico…

Espera, que lo digo otra vez:

¡¡ Origami con el papel higiénico !!
:pirao: :pirao: :pirao:

Usease que si quieres que tu cuarto de baño tenga un toque original al lado del trono real, la cosa es sentarse y liarse a tratar de hacer el perro, la mariposa o el conejo con el rollo canutero:

Como otra cosa no, pero gilipolleces yo hago todas las que me encuentro, ésta mañana me he puesto manos a la obra y he intentado hacer la mariposa. El papel higiénico es súper suave (como se merecen mis sagradas posaderas), así que no hay manera de hacer ninguna doblez que dure… total, que me ha salido un truño bastante lamentable, pero es mi truño!! estoy muy orgulloso de él!!

La historia es que ahora no me atrevo a deshacer tamaña obra de ingeniería, así que nos iremos haciendo amigos del dueño del bar de la esquina porque igual nos pasamos más a menudo…

Total, que este nuevo arte emergente tiene twitter con el background más higiénico nunca visto, facebook y página web (http://toiletorigami.com/ ) donde te enseñan otras figuras posibles a crear con el ilustre pergamino nalguero:

¡Así si va uno al baño!
#asiSi

Ooedo onsen monogatari

Para mi el invierno es una putada. Hay gente que tiene herpes, otros acné, a otros le salen almorranas y a mi todos los años me sale un invierno que me dura tres meses. Ha tenido cantidades ingentes de webetes que la maratón de Tokyo sea a finales de Febrero, el mes que más frío hace con diferencia. Gracias Daibutsu, de corazón, te voy a ir a tirar huevos cualquier tarde.

Total, que uno está siempre enratonao hecho un bichobola en una esquina de la casa, y si hay que salir, se han de elegir bien los planes porque no me acaba de convencer eso de que el ciruelo florido se me convierta en una avellana. Así que si un día lo dedicamos a calentarnos por dentro a base de ramen Yokohamil, otro día nos fuimos a un pedazo de onsen que hay en Odaiba donde uno se puede tirar todo el santo día remojando los colganderos.

El caso es que este no es un onsen típico, es como un parque temático onsenero… A ver si soy capaz de explicarlo: tu entras y dejas los zapatos en una casilla al lado de la puerta, pagas la entrada y con ella te dan una pulsera con un código de barras y te hacen elegir uno de los yukatas.

Pasas al vestuario, te despelotas, metes toda la ropa en la taquilla y te pones el Yukata.

Cuando sales del vestuario, te encuentras algo parecido a la plaza de un pueblo japonés de hace 60 años con un montón de restaurantes con comida de todo tipo: takoyaki, sushi, yakitori… y cerveza, mucha cerveza. No olvidarse que llegados a este punto, todo el mundo está en yukata con lo que el ambiente es muy bonito, muy pintoresco.

No se paga con dinero: si compras algo te enchufan al código de barras de la pulsera y ya ajustaremos cuentas al salir. Puedes comer y beber, ver espectáculos de magia o bailes que de vez en cuando montan allí en medio, tumbarte a dormir en cualquier sala de esas con tatami… o meterte al onsen, que es de lo que se trata el asunto. En este caso tenemos un montón de bañeras de distintas temperaturas, saunas y el clásico rotemburo al aire libre. De esto no hay fotos, claro (como no me meta la cámara en algún oscuro orificio…)

Para mi la gran pega de los inventos estos es que no puedes hacer plan de pareja, vamos, que siempre llega el momento en que uno se va para un lado y el otro para el otro y cuando nos hemos jartado de enseñar el ojal, nos juntamos a la salida. Pero aquí está todo pensado!!, en este caso hay una zona al aire libre donde tienen aguas termales para los pies y puede estar todo el mundo junto. No se ven pitos, pero tampoco te ven la flauta.

Nosotros duramos poco en eso al aire libre, después nos metimos cada uno a su onsen y quedamos al de media hora para comer porque otra cosa no, pero cocerse en una bañeraca de estas da un hambre que no veas. Luego pues estuvimos allí en la placica esa vegetando un rato y antes de marcharnos, nos volvimos a recocer.

Camino a casa parecíamos dos merengues… yo pensaba que no tenía ni huesos ya.

:gustico:

A mi me parece un muy buen plan, mil veces mejor que el «museo» ese de Yokohama sin duda y encima entendí que a una mala te puedes tirar ahí toda la noche sin problema!.

Ojo, que aquí pasa la de prácticamente todos los onsens: si tienes tatuaje, es probable que te echen. Así que toca hacer la de la pegata, método totalmente absurdo donde los haya, pero que funciona:


Web: Ooedo Onsen Monogatari
Estación: Telecom center de la Yurikamome
Horario: Lo último que entendí es que te puedes tirar ahí metido toda la noche, si te da la gana

Nueva estación en la Yamanote

No tendría longevos los huevos colganderos,
si no metiese ya desde enero un post regulero

:regulero:

Estaba aquí comiéndome una mandarina de las de piel bailante cuando de repente he notado una perturbación en el sobaco. Parece ser que ya estaba tardando en plantarme aquí al estilo calderiller y enchufar un post juntando cuatro letras con algo que ha aparecido en otro blog y quedarme tan peripuesto. Así que nos ponemos a ello fusilando, además, las imágenes y el vídeo para que la cosa sea 100% vergonzante:

La movida es que después de 40 años, van a construir una nueva parada en la línea Yamanote de Tokyo. Concretamente entre Shinagawa y Tamachi, cosa que a mi me da muy igual, pero este concepto melasudense casa con el espíritu del post regulero, así que mira, perfecto.

Por lo visto con esta tendremos ya 30 estaciones desde que en 1971 se abriese la de Nishi-Nippori que es famosa porque nadie sabe qué hay.

La razón de abrir la nueva estación es que va a pillar más o menos cerca del aeropuerto de Haneda desde el que están saliendo cada vez más vuelos internacionales, así que vendrá bien o algo. Lo que está claro es que el alquiler de los pisos de cerca de esa estación se duplicarán nada más que por pasar a estar dentro de la Yamanote.

Dentro vídeo (que he visto de milagro):

Por aportar algo al post contaré que yo una vez me quedé dormido en la Yamanote y pasé por Gotanda dos veces. También he llegado a subirme al portaequipajes y tumbarme ahí un rato mientras me sacaban fotos y tuve un momento muy chungo cuando pensaba que no llegaba a ir al baño de la siguiente estación y poco faltó para que montase la de Dios es Cristo ahí dentro… Ah! y una vez que vi a un malnacido イオpu田 pegarle una hostia a una pobre chica.


Fuente: Japanprobe, ¿quien iba a ser?
Regulerers: todos, no he tardado ni 10 minutos en escribir esto
Comentarios esperados: 2, uno del Capitán Urias diciendo cosas de chinos, y otro de alguien inesperado que «no comenta nunca pero me lee siempre», y que lo mismo le salen agujetas poniendo algo.

:regulero:

Museo de Ramen de Yokohama

Últimamente no hago más que comer ramen… ¡me pongo tibier!. Tiene su explicación: como parece que es importantísimo comer carbohidratos la media hora después de correr y corro prácticamente todas las noches, cuando vuelvo llego congelado cual Gari Gari Kun. Y claro, no existe mejor carbohidrato conocido que una buena bañera de ramen con su sopa calentica y sus tropiezos fideeros.. ¡se recupera uno del copón!

El asunto es que uno de los días de las vacas de Navidad nos fuimos al museo de ramen de Shin-Yokohama a echar la tarde. Yo me esperaba un sitio donde te contaban un poco la historia del ramen: de donde vino este plato, tradicionales maneras de prepararlos, anécdotas…

¡ nanai !
:otiaya:

Aquí lo que hay es una pequeña reconstrucción de las calles del Tokyo de después de la guerra con restaurantes de ramen que te preparan especialidades de todo Japón. En teoría son restaurantes seleccionados por su calidad, aunque tengo que decir que el ramen que se zampa en un sitio que me sé yo en Odaiba no conoce rival ni será nunca superado.

Vamos, que no te cuentan nada, allí va uno a ponerse hasta arriba de ramen, que, todo hay que decirlo, no me parece mal plan en absoluto. Además como en teoría todos los restaurantes tienen su propia receta, puedes pedir un «mini ramen» para que te de el depósito para comerte más de uno.

Luego tienen una tienda con mil gaitas relacionadas, y poco más. Está bien para pasar un rato, zampas y das un pequeño paseico por las mini calles, echas unas fotos… y te vas por donde has venido para seguramente no volver más.

Eso si, mi ramen toscanil después de las carrericas nocturnas no me lo quita nadie, que voy ahí subiendo cuestas y lo voy oliendo ya!!!

-=≡ヘ(* – -)ノ


Web: ShinYokohama Ramen Museum
Entrada: 300 pepinos
Pa aprender sobre el ramen en condiciones: Tampopo

Otras vidas

No soy un fulano con la lágrima fácil, de esos que se quejan sólo por vicio; si la vida se deja, yo le meto mano y si no, aún me excita mi oficio. Pero como además sale gratis soñar y no creo en la reencarnación, con un poco de imaginación partiré de viaje enseguida, a vivir otras vidas, a probarme otros nombres… a colarme en el traje y la piel de todos los hombres que nunca seré.

Sabina fantaseó con desconfiar del mundo con ojos ajenos, se metió a tantos oficios como rimas cupieron en donde fuera que fuese que escribiese aquella añeja canción en la que concluía que de poder trocar su alma, sería de poeta a pirata; canalla de todas todas.

Yo me he inventando mis otras horas muchas veces y aún a riesgo de marear todavía más a la brújula que malguía mis zapatos, paso a inventariar aquellos trabajos que aquí y allá me resultaron veces y veces más tentadores que el desilusionante quehacer de juntar unos y ceros al que tuve a mal dedicarme hace ya una década y algunas lunas:

Profesor de Karate


Lo fui durante un año con dos clases fijas a la semana de chavales de menos de 10 años y después de mayores de 15 años. Ahora tengo infinitamente más conocimientos aunque me queda muchísimo por aprender y estoy en mucha mejor forma a pesar de la diferencia de edad. Me imagino contando lo que llevo aprendiendo aquí desde hace 5 años y se me emociona el corazón y me chispea la nuca.

Convertir una de las mayores pasiones de mi vida en mi trabajo es un sueño que nunca tacharé mientras haya noches por soñar dondequiera que esté la cama o el futón.

Profesor de escuela


Esta viene de mi madre que no veía claro que fuese yo a acabar la carrera de informática (yo tampoco las tenía todas conmigo). Me decía que se me daría bien ser profesor, que me metiese a maestro. La verdad es que lo pensé mucho más de lo que he confesado nunca, profesor de escuela, no de instituto que lidiar con adolescentes no creo que sea algo con lo que yo estaría a gusto (en las clases de Karate tenía excusa para pegarles!).

Enseñar a los chavales como me enseñó mi profe Begoña matemáticas, que era un gustazo ir a sus clases. O mejor todavía: profe de educación física… creo que echo de menos mucho el trato humano y de siempre se me han dado bien los niños.

Dueño de una cafetería o bar


En mi vida laboral me falta algo que creo fundamental para poder mirarme al espejo sin que haga frío: satisfacción. No tengo ni un ápice. Trabajo delante de un ordenador todo el día sentado; a veces me gusta más y a veces menos, pero me he dado cuenta que es dentro de los límites del contexto de la actividad. No se puede comparar la satisfacción que pueda aportar que una página web tenga muchas visitas o que cargue rápido a que un cliente que ha probado un nuevo menú vuelva a la semana siguiente con sus amigos. Creo además que es mucho más real algo que haces con tus manos y se puede tocar, comer, oler… que lo que sale en una fría pantalla de ordenador sabiendo que, encima, sale con fechas de caducidad y validez ridículas. Por no hablar de los mil y un estúpidos procedimientos, documentación y formularios que normalmente no valen para nada en los que se malgasta no sólo tiempo de oficina, sino tiempo de mi vida que es lo que me importa a mi. El «total, mientras me paguen» hace tiempo que me dejó de valer, dentro de una oficina es donde respiramos la mayor parte del aire que nos toca.

Decorar mi propio local, elegir hasta el más mínimo detalle: las compras en el mercado para cocinar, la ambientación, la música, probar nuevos menús, organizar eventos… por muy sacrificado que dicen que es, que seguro que lo es, estoy convencido que la satisfacción de ver a tus clientes satisfechos compensa cualquier dificultad y desdeluego que supera a cualquier email que uno pueda recibir en la artificial y farsante bandeja de entrada por muy de felicitación que sea.

Guía turístico


Cuando estuvimos en Barcelona preguntamos en una oficina de turismo sobre la mejor forma de movernos por la ciudad. Nos atendió un tío de Cadiz con tanta alegría, contándonos todo con tanta pasión que envidié poder tener un trabajo semejante… que te guste tanto algo, que disfrutes tanto haciéndolo que cualquiera pueda sentirlo desde fuera. Nos alegró la mañana, y todavía hoy nos reímos acordándonos de él.

Pues yo digo más, últimamente me veo llevando un rickshaw por Asakusa, cuidado aquí con la locura. Esta gente hace recorridos por la zona parando en los sitios de interés para contar su historia: la pagoda, la entrada del templo, la reciente Sky Tree… Yo me los imagino estudiando las leyendas, las anécdotas de cada rincón y supongo que entrenando para poder ser capaces de llevar ese ricksaw en el que caben dos adultos y un niño. Y les ves parados sacándose fotos con las familias, riéndose con ellos, escenificando peleas pasadas, corriendo tratando de adelantar al autobus antes de que cambie el semáforo…

Esta locura es mucha locura: implicaría hablar japonés a la perfección, estudiar mucho sobre la zona, tener don de gentes y… que a la empresa no le importase que un extranjero hiciese ese trabajo… prácticamente imposible, pero, oye, ¿te imaginas?

Una variante de esto sería la de organizador de viajes al más puro estilo Chiqui: buscar los mejores rincones de este país y poner sobre el papel quince días de visitas a lugares que han hecho que me falte el aliento, restaurantes encontrados con los años al margen de interesadas guías de viajes, excursiones de las de ir por entre senderos en la montaña y encontrarse templos de los que nada se ha escrito… lo dejé caer en su día cuando hablé del viaje de Chiqui y no hubo respuesta, quizás haya que volver a hacerlo mucho más en serio.

Fotógrafo


De un tiempo a esta parte, y a pesar de no entender demasiado sobre el tema, me he aficionado mucho a la fotografía. Tengo la cámara réflex más barata que vendían, un par de objetivos extra, un trípode de los báratos y sin embargo el disco duro del ordenador a rebosar de parpadeos robados entre Japón y Bilbao. Imagino levantarme por las mañanas con la misión de sacar tal o cual foto y que me paguen por ella; cargar la cámara al hombro y buscarle las cosquillas al horizonte para que se parezca un poco a la locura en que lo convierte mi imaginación.

Hoy un luchador de sumo, mañana una geisha, pasado el templo más pequeño que te puedas encontrar… pero Oskar, una vez más, ya sabes que la foto que más te pagaríamos sería la de esos ojos que te desvalijaron el corazón…

Actor / presentador


Siempre he pensado que tengo cierto don de palabra, vamos, que no me suelo estar callado ni sorbiendo la sopa y los últimos años me han enseñado a no ponerme nervioso delante de mucha gente. Por ejemplo, el nuevo trabajo que he conseguido ha sido haciendo la entrevista en japonés. Tantas otras entrevistas, algunas apariciones en la tele y la radio y muchas historias en las que siempre estoy metido supongo que tienen mucho que ver. Quiero decir que sé interpretar un papel y que creo que no se me daría mal actuar delante de una cámara o en un escenario aunque no tengo claro haciendo qué.

La fantasía tocó techo cuando no dudé en ponerme a hacer volteretas mezclando Capoeira y Karate vestido de traje en la audición de la NHK.

Cantante lo descartamos porque poco tardarían en exportarme del planeta.

Escritor


En ello estamos, aunque al igual que la de fotógrafo, no creo que se pueda vivir de esto, pero vamos con lo mismo: tiene que ser grande la satisfacción de tener tu propio libro en tus manos y confieso que me siguen emocionando muchas de las historias que escribí hace tiempo cuando las leo y no es raro que acabe llorando a lágrima viva, aunque también es verdad que en la gran mayoría soy juez y parte

Policía


Ni en broma!!!

¡Feliz año 2012!
¡que os cuadren las cuentas!