Este viernes cerramos plazo!

Que puedes decir todo parco ahí: ba, a mi que más me da un muñeco de peluchaco, déjame en paz ya…

¡Pues muy mal, copón!
:otiaya: :copon:

¿Te vas a perder la oportunidad de llevarte el único muñeco que está siempre Tó Toro y encima le ríen las gracias?

¿vas a ser tan gañán que no te vas a poder ni sacar una foto así en lo que vas?
¡deja de ser un sosongo calandracas y siente que tienes gracia por una vez en tu vida!
¡mándanos una fotica, hombre!

Con la ikuorigami…
¡gustico cósmico!
:gustico:

El lío moreno

Me dice un día el Chiqui:

yeha, que voy a alquilar un garito en Ikebukuro con cocinas y voy a dar un curso de cómo preparar paella, que vive Dios si te animas

Después de entender que lo primero era el equivalente albaceteño al «buenos días» humano, me pienso el resto de la frase… exactamente medio segundo para contestar que me tiro de cabeza al lío moreno sin dudarlo ni un poco asín, y que me vaya diciendo para que puedo valer yo.

He de reconocer que de catorce cosas que me dice el Chiqui me creo tres y sospecho de dos, pero luego es que resulta que me envía un cartel ya hecho y toda la pesca, ojo Tosca que la cosa va en serio, vete preparando delantal:

cartel cocina.jpg

Dicho y hecho, se me ha asignado la noble tarea de traducir oriundo y noble albaceteño a japonés de chica de Shibuya con mi acento vasco de Arguiñano deslavao. Se me ha prometido un platico de arroz con su correspondiente pata de pollo… veremos si se cumple, lo que si que es seguro es que pasaré una gran tarde tolEdana entre grandes amigos tratando de hacer algo que me parece muy chulo. Quien sabe, lo mismo sienta precedentes y acabo de dar el primer paso del ambicioso paseo de dejar las teclas (sea por pinche o por actor, mecagüen!!)

A sus pies, Chiqui Sensei
:cocinicas:

Quepín quepán

Estaba entre churruscar el post del Beer Garden de Hooters en Odaiba o contar cosas mías y mira por donde que he decidido tener vergüenza. Os libráis (de momento, que dados los dos factores clave del post a plagiar es bastante probable que nos pasemos alguno por allí…).

Aquí va un puñao de momentos vividos más allá de la parte acá por éste, su servidor rascateclero:


La petición

Unos diez meses ya aquí, en la empresa actual. Lo cierto es que de haber empezado en este garito cuando llegué a Tokyo las cosas habrían sido bien distintas, pero eso es otro cantar y pa que va a andar uno con conjeturas a estas alturas.

He ganado mucho en estabilidad aunque también hay cosas malas: todavía me escuece eso de no poder ir a Karate tres veces a la semana como antes… ¡seguiremos revolviendo el asunto!

Total, casi un año delante del mismo ordenador rascando teclas. Sin tirarme el moco, he de decir que se me da bien, no me cuesta aprender cosas nuevas y prácticamente me meto en cualquier pisto sin demasiado problema. A pesar de todo, sigo pensando que no es el trabajo que quiero estar haciendo de aquí a 10 años.

Pero no me quejo porque he dado con una empresa que me gusta, donde se hacen las cosas con cabeza, no se cobra mal y lo que es años luz más importante: la gente es buena gente (quitando al tontainas del canadiense que es para ponerle de comer en un abrevadero aparte).

Está claro que nos ha unido bastante vivir cienmil terremotos, un tsunami y todo el estrés derivado de Fukushima, los sievereres, las vasijas y la madre que lo parió a todo. Siempre hemos sabido mantener la calma y ayudarnos los unos a los otros como una pequeña falsa familia que suple a la de verdad que está lejos en la mayoría de los casos. La empresa puso mucho de su parte con las reuniones diarias y el comité «de desastres» que se encargaba de filtrar y contrastar noticias antes de darnos una visión en condiciones de lo que estaba pasando.

IMG_3439.JPG

Últimamente ha habido cambios en los equipos y nos han quitado al tontoalastresycuarto parlapuñaos calandracas. Menudo cambio… ya no se le escucha a él solo en las reuniones semanales, ahora todos contamos un poco lo que estamos haciendo e incluso planeamos cenas entre nosotros al margen del resto de la empresa. Cenas como la del viernes, donde fuimos a un restaurante «deep chinese» de Ikebukuro a comer gusanos.

La noche transcurrió entre risas y cervezas, hasta que todos estábamos ya de una manera, digamos, diferente a como entramos. Allí estábamos descojonándonos de no me acuerdo que cuando de repente se hace el silencio y se me quedan todos mirando fijamente. Después de un par de codazos, empieza a hablar la chica del grupo:

– Estoo, Oskar, que llevamos tiempo queriendo pedirte algo…
– Otia, lo que sea, a ver, a ver
– Que es quee….
¡¡¡ Que nos enseñes el pecho !!!
-grita mi jefe

Yo me quedo picueter pensando en si habré entendido justo lo que me ha dicho… esto cuadraría más que se lo pidiesen a ella, ¿no?.

– ¿Que os enseñe el qué lo qué de qué?
– Que es que siempre andamos comentando la pelambrera esa que te asoma cuando llevas camisa y estamos flipaos, que eso hay que verlo

Les miro uno a uno: es cierto que soy el único blancuzco del equipo, el resto son filipinos, japoneses y chinos… les miro los brazos y allí no hay donde ponerse a la sombra, pero coño, ¿tanto doy yo el cante?.

– Que no hombre!!!! muchas cervezas más harían falta para eso!!!!
– Porfa porfa porfa porfa porfa
– Que no, copón!!!

Me voy al baño y al volver como el que no quiere la cosa empiezan otra conversación:

– Pues estábamos pensando en ir a un hanabi, Oskar, ¿te apuntas?
– Si si, claro, por supuesto!
– Pero hay que ir con yukata, ¿tienes yukata?, si no tienes te dejamos uno
– ¡¡¡QUE NO OS VOY A ENSEÑAR LA PECHERACA!!!!!
– jajajajajajaja, ¡¡¡¡soso!!!!

Odio los aeropuertos

Un gran amigo decía que probablemente eran lo mejor de sus viajes; los aeropuertos. Yo compartí uno con él no hace mucho porque tuvo el detalle de estar hasta el último momento con nosotros en lo que fue un día que recordaré siempre. Mientras embarcábamos, él se debió quedar por allí cazando instantes que le recordasen ratos pasados de esos que pican en la médula y pensó que quizás eran lo mejor de sus viajes.

Yo los odio. Odio los aeropuertos porque siento que me perdonan la vida en cada rincón. Odio que midan lo que pesan las ilusiones que elegí para cada uno de los míos y me miren mal si me paso un kilo o dos mientras en la primera curva de la cinta mecánica, la maleta se estrella con gran estruendo y mayor desprecio.

Me hierve la sangre cuando un policía me mete en una sala y abre mis pertenencias examinando cámaras de fotos llenas de lo que recordaré de los míos, mi ordenador con mis mentiras que sólo deberían ser mías, mi teléfono móvil derramado ya de llamadas perdidas y dos o tres encontradas… Aborrezco que me lo devuelva todo en mano sin tener la humanidad de siquiera disculparse con la mirada esperando que me vaya cuanto antes porque ahora molesto mientras lo vuelvo a meter todo en la bolsa y me agacho a recoger mi dignidad de debajo de su suela.

No soporto la idea de visados, de fronteras, de categorizar y clasificar seres humanos por cualquiera que sea el criterio. Odio que un documento con sellos sea más importante que la persona que lo porta, que me resuman en un número, en una referencia. Que me separen de ti allá donde vaya porque nacimos en sitios distintos y somos de segunda uno u otro según a donde lleguemos juntos.

Odio los aeropuertos.

Probablemente lo mejor de los aeropuertos sea salir de ellos, por tierra o por aire, pero lo más rápido que me dejen para volver a sentirme persona de nuevo cuanto antes.

A por el Totorossssss!!

Ahí vamos con las que tenía acumuladas y las que ya han empezado a llegar.

Oye!, oye!, ¿hacemos una cosa?, les voy poniendo títulos y luego cuando se cierre el plazo, votamos entre todos la mejor, decid que si, decid que si!!

:gustico:

¡¡ gustico sideral !!
:ungusto:
¡¡ más más !!

Ikugente

¿Habráse visto que estamos a miércoles y no he dicho ni mú todavía de la competición?,

:otiaya:

ごめぇ~ん buff, pero es que tengo el brazo que no puedo ni rascateclear… resulta que el domingo me tocó un rascayú que daba hostias como melonpanes, no me acertó ninguna pero al pararlas acabé con el brazo derecho para Hokkaido. Roto no está, pero tengo unos moretones que Dios tirita.

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Esta vez no vino nadie a quien dejarle la cámara así que no está grabado, pero os cuento que me eliminó el manatí este en la segunda ronda porque me acabé saliendo dos veces del tatami después de casi seis minutos de agónico combate. Estuve a punto de marcarle como siete veces, pero siempre me quedaba justo justo ahí… en fin, ojos puestos ya en el campeonato nacional que este año se vuelve a hacer en agosto en Yoyogi. A ver si hay suerte y llego entero, que últimamente estoy más azarrapastrao que ni sé entre unas cosas y otras!!

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¡Bueno, al lío!. Yo venía a contar que sigo moviendo hilos para poder hacer la transferencia a la Cruz Roja desde la cuenta del banco de Japón, resulta que después de presentarme en una oficina para que me volviesen a dar acceso al internet banking y firmar treinta papeles, me dicen que tardan dos semanas en habilitar el asunto de nuevo… tiene huevos. Podría ir directamente a un cajero y hacer la transferencia ya, pero yo quería grabar un vídeo para por lo menos daros las gracias por tantos pedidos y que se vea claramente que se hace… ¿me esperáis un poquito más? ya casi lo tengo, de verdad.

Y llevaba esperando a la transfe para poner en marcha el concurso en un post unificado (¡unificado!, ¡no te lo pierdas!, Toscadolfo Bécquer), pero ya no me espero más que a este paso las entradas se me convierten en halls. Os cuento la copla: aprovechando que me volví a Bilbao en la Golden Week, compré un pedazo de Totoro de peluche con la intención de sortearlo entre todas las personas que nos manden foto con alguna ikucamiseta a partir de ahora.

Ojo, que el bicho es grandecico ¿eh?, míralo que lozano:

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:gustico: :gustico: :gustico:

Ha habido gente que ya me ha mandado fotos, ¿podéis, por favor, volvérmelas a enviar a oskar@ikusuki.com?. Iré publicando todas de aquí a un mes, y después se elegirá la más original de entre todas que se llevará al bicho totorero que ya lo tiene Bea en Bilbao preparado para ser enviado donde sea menestereque.

A continuación, algunos ejemplos

(disclaimer: los artistas abajo posantes no entran en el concurso.
Todas las fotos son de Anthony Murax2)

¡¡ Las esperamos !!
:ikugracias: :ikugracias: :ikugracias:

Competición de Karate el domingo

Jodé, ya van unas cuantas!! Esta es otra de la ciudad de Oota, el mismo sitio donde me sonaron los mocos hace por lo menos un par de años.

Molaría que se viniese alguno para poder dejarle la cámara y que se grabe semejante evento ostierítico desastrofil, aunque siendo domingo por la mañana no se yo…

Weno, si a alguien le cuadra, que se pase por aquí sobre las doce:

Estadio de deportes de Oomori (大森スポーツセンター) , estación Heiwajima:


Ver mapa en gordo

¡¡ Buen finde bolanganil !!
:gustico:

Asfalto de por medio, parte 2

«Web application programmer» ponía en el anuncio, pero el olor de aquel lugar distaba mucho de ser el de una oficina. Pongamos que era un aroma con garra; yo diría que humedad mezclada con sudor en una habitación cuyas ventanas parecían no haberse abierto en meses.

En la entrada había un teléfono junto a un mugriento papel con indicaciones de marcar el 955. Por alguna razón que todavía no me explico, decidí seguir adelante con aquel disparate y una voz al otro lado me dio la bienvenida instándome a esperar en la misma entrada. Fue una voz inesperada por lo dulce, seré yo que todavía no me he acostumbrado a la fingida afectividad femenina que tanto se prodiga por aquí en según que contextos y me las acabo creyendo siempre como el iluso que soy.

Me enamoro tres veces por hora.

Menos mal que se me pasa pronto; a la que se me airea otra por delante.

Lo primero que llegó fue un escote seguido de una chica de por lo menos una década más de los años que pretendía aparentar con esa ropa, y cinco más de los que le echaría yo.

Diaz-sama, ¿verdad?, gracias por venir, espero que hayas encontrado bien el sitio

Era medio guapa, dejando el otro medio a decidir en base a como se levantase uno de solo ese día. Hoy el ratio no le era propicio, pero caminar detrás de ese contoneo forzado me alegró el cuarto de hora que ya venía turbio desde el ascensor y además se agradecía poder degustar la mezcolanza de colonia y champú que dejaba a su paso diluyendo el asqueroso ambiente del lugar. Me estaba quitando la chaqueta cuando un microondas acabó de calentar lo que fuera que fuese y me descubrí pensando en la razón por la cual todos los microondas del mundo suenan igual. Como le de a alguien por patentarlo ya me veo yendo a por el café cuando suene un ladrido, pensé, y debí reírme de mi propia gracia.

¿Estás bien?, ¿te encuentras bien?
– Si si, perdón. Es solo que estoy un poco nervioso
-mentí
No te preocupes. Ahora va a venir el presidente para hablar contigo y después vendrá un ingeniero que evaluará tus conocimientos. Espera aquí, por favor

Se fue y sólo volvió para traerme un café que no habría probado ni cobrando, después no la volví a oler.

Oteé la habitación. Las paredes tenían grietas cerca del techo y en una esquina había una gran mancha de humedad. En el suelo había una moqueta, que ya era parte inherente del propio suelo y seguro que hace años era de un color parecido a gris claro. Creí ver una cucaracha en una esquina, pero no sabría decir y tampoco querría comprobar.

Hacía rato que había decidido que yo allí no iba a trabajar por mucho que me ofreciesen cuando entró un señor entrajetado de unos sesenta años por la puerta con cara de que yo le debía dinero. Se saltó toda formalidad y directamente empezó a hablar sin mirarme a la cara en ningún momento, en un japonés del que no entendí prácticamente nada pero asentí a todos y cada uno de sus ‘ne’ como si me fuese la vida en ello. La única pregunta que me hizo quiso Buda que la entendiese:

¿Porque quieres trabajar con nosotros?
Estoy buscando una empresa que me permita desarrollar mi capacidad como programador de páginas web y … -gracias, a Dios esta vez, me interrumpió con otra retahíla de la que ya solo paró para levantarse e irse directamente.

De los diez minutos en total pongamos que se adjudicó nueve para él perdiendo totalmente el sentido final del concepto de entrevista de trabajo. Me ahorró mi parte de la farsa.

Me entró la risa floja cuando reparé, mientras se alejaba, en que iba en traje pero con chanclas sin calcetines. Al de poco entró un chico de aproximadamente mi misma edad que parecía ser el más cabal del lugar. Por lo menos me miraba a la cara y tuvo la cortesía de presentarse. Que no era japonés estaba claro. Por el acento yo diría que entre irlandeses jugaba de pequeño.

Aquí hacemos páginas web en PHP, pero de vez en cuando hay clientes que ponen como requisito utilizar otra tecnología, y queremos a alguien que investigue antes de dar una respuesta y ver si es viable… bueno, antes de soltarte el rollo, vamos a lo que importa: ¿tu tienes trabajo ahora?
La verdad es que si, desde hace medio año más o menos
Vale, pues ya está todo hablado. Espera un momento -se levanta y cierra la puerta de la sala del todo- mira, el puesto es para un becario, te van a pagar aproximadamente cien mil yenes y te van a tener trabajando hasta tarde todos los días. Si no tuvieses trabajo seguiríamos con la entrevista, pero no te merece la pena si ya tienes algo.
Anda, me dejas de piedra. Bueno, pues nada, encantado de hablar contigo -dije pensando en poner kilómetros de asfalto de por medio
Espera espera, esto se supone que tiene que durar un rato, si no te importa esperar un poco… ¿cuanto llevas en Japón? ¿porque viniste?

Asi nos tiramos un buen rato hablando y ahogando alguna que otra carcajada hasta que por fin me acompaña a la puerta y me despide con un apretón de manos.

Ya te llamaremos para darte una respuesta -ironiza

Camino a paso ligero tratando de alejarme de allí. Durante un momento pienso en que en realidad ha sido una brillante entrevista de trabajo, que le he contado tantas cosas en ese rato con tanta naturalidad que no creo que hubiese mejor manera de conocer como es en realidad una persona en tan poco tiempo. Que todos eran actores, desde la cuarentona adolescente hasta el arrogante presidente que me hablaba con tanta soberbia.

Nah.

Aquel olor era demasiado.

Asfalto de por medio, parte 1

Seguía con los ojos entrecerrados cuando empecé con el nudo de la corbata, abrirlos del todo era como si me patearan todavía más las sienes, aunque lo peor había sido lidiar con la camisa del traje cuando con cada mínimo movimiento las costillas me ajaban la piel por dentro. Casi era mejor que estuviesen rotas, así por lo menos alguien me obligaría a estarme quieto «oficialmente» y no me vería en estos berenjenales.

No era, ni de lejos, mi mejor día para una entrevista de trabajo. Súmale una resaca de cojones al dolor del costado y te saldrá que no habría sido un buen día ni para salir a coger billetes de 500 euros ni metiendo a Angelina Jolie en la ecuación.

Por primera vez en mucho tiempo caminé con gafas de sol. No las uso en Tokyo desde que aquella, digamos, secretaria de día, me dijo que eran de gaijin, por muy a halago que ella quisiese que sonase. Tremenda mujer, por cierto, si se pudiesen rebobinar los reflejos de esas gafas ella tendría dos o tres secretos de los que sonrojarse y yo un ego que deshinchar. ¿Habría vuelto por fin a Nagoya? ¿seguiría en Tokyo?… mejor no preguntar que las cosas están muy bien sin que se planteen dejar de estar como están.

Decidí que sería mejor para mi dolor de cabeza quitar la música, aunque sería después de aquella canción que merecía ser escuchada hasta el final. Por alguna razón, un amigo de los que no se tienen tres en esta vida, me viene a la memoria cuando el iPhone decide que ya va tocando volverla a poner. «Escucha bien, mi viejo amigo, si algún día nos volvemos a ver, solo espero que todo sea como ayer… en el límite del bien, en el límite del mal. Te esperaré en el límite del bien y del mal«.

Nos veremos dentro de poco, seguro, por mi parte todo igual, te tocará mover a ti.

La entrevista de trabajo era cerca de Shinjuku, el barrio al que otrora me acercaba cuando no sabía muy bien que hacer con algún que otro domingo de esos que salen mustios y subía al rascacielos del ayuntamiento a buscar un Fuji agazapado entre brumas. El mismo barrio donde estúpidos adolescentes juegan a ser adultos bravucones al abrigo de mafias que nadie ve, como las meigas. De perder el último tren, mejor apagar cámaras que en ciertos lugares nunca se ha de reconocer haber estado. Cualquier testigo es un enemigo y en la noche no se hacen prisioneros.

Quizás me tocase trabajar por allí cerca a partir de entonces. Por lo menos, en ello estábamos.

Cogí aire mientras el ascensor bajaba. De esto que respiras todo el que te entra y lo dejas ahí un rato como si cada segundo que aguantas parase el mundo otro tanto. No más de tres o cuatro esta vez porque el súbito traqueteo del teléfono hizo que pusiese al mundo en marcha de nuevo de un soplido. Teléfono que, para variar, no cogí. Los que me conocen ya saben que rara vez lo hago y aún así siguen cerca, no me merezco a ninguno y temo el día en que se den cuenta porque me quedaré solo. Esta vez y sin que sirva de precedente, tenía excusa. O eso decía mi conciencia para cubrirse las espaldas mientras entraba en aquel cuchitril de mala muerte disimulando no estar muriéndome de dolor.

[continuará]

Conversación de menú del día

Volver después de dos años a Zalla con todo lo que ha pasado últimamente, ha sido casi como soñar durante una semana con vivir mi vida anterior. Ahora, ya despierto de nuevo, casi me parece mentira que hace nada estaba paseando por el pueblo que más moretones me causó a fuerza de no parar de correr y saltar por sus calles. Más de una acera se conoce mis rodillas de memoria.

Fueron días emocionantes, sin excepción.

Me gustó mucho enseñarle a la que me acompañaba mi mundo de siempre y que fuese yo, por una vez, el que tradujese menús y recomendase platos. Camino a Gaztelugatxe, paramos en Bakio donde la camarera nos atendió con encantadora hospitalidad:

A ver pareja, ¿que os pongo aquí?. Huy, ¿tu me entiendes cuando te hablo? anda, a ver como hacemos esto porque yo chino no sé y tampoco inglés, bueno, a veces el castellano se me olvida, no te digo más
Jaja, no te preocupes, bueno ella es japonesa, pero yo le intento traducir
Ostras, perdón, no pretendía ofender, ¿eh?, pero claro, pocos japoneses se ven por aquí, para nosotros todos son chinos. ¿Le puedes decir eso?, que no quería ofenderla, ¿eh?, que perdone, que una es una ignorante como la copa de un pino.

Le comento la situación a Chiaki que se descojona y me dice que es normal, que no tiene que pedir perdón por nada.

Menos mal, buff, no os he dicho ni el menú y si ya empezamos así… no quiero ni pensar cuando probéis la comida!
– Jajaja, seguro que está todo muy bueno
– Eso espero!. Bueno, esto es lo que hay

Le traduzco, más o menos, lo que va diciendo la camarera y Chiaki se extraña con que haya que elegir tantos platos, no le cuadra lo de primer plato, segundo plato y postre, y menos que el primer y el segundo plato sean platacos y que haya una cesta llena de pan sin fondo. Acabamos decidiéndonos por el arroz con almejas, los guisantes con jamón y sendos platos de carne. Como hay que conducir, no será vino con gaseosa sino agua.

Oye, chiquito, ¿puedes venir un momento? –me dice la camarera, y me lleva a un rincón– ¿cómo se dice «gracias» en japonés?
Pues se dice «arigato»
– Arigato arigato
–practica por lo bajini poniendo el acento en la segunda a, lo que hace que suene muy gracioso, así que no le digo nada. Cuando trae el segundo plato y Chiaki hace ademán de pasarle el plato vacío, se lo casca con la mayor naturalidad del mundo.

ArigÁto –y se va
Jajaja, de nada –le dice Chiaki en castellano
Pero lo has dicho mal, oye, que vas de entendida por la vida –dice una de las señoras de la mesa de al lado– es árigato gosamas, que lo se yo, ¿a que si? ¿a que se dice así? –le pregunta directamente a Chiaki, y yo se lo traduzco
Si si –contesta Chiaki en castellano descojonándose– bien bien
Vaaaale, jodé aquí con la entendida –le dice la camarera a la señora– pues fíjate que yo no sabía si era japonesa o no y la he llamado china
– Pues anda que no se distinguen!! si está claro que es japonesa
–dice la señora, y yo se lo traduzco a Chiaki, que me dice que a veces es muy evidente que alguien no es japonés, pero que ella misma no lo sabe ni de coña a simple vista, yo no digo nada
Pues los distinguirás tu que eres una relista, pero yo ya les he pedido perdón, ¿verdad moza que te he pedido perdón?, no te me enfades, ¿eh? que una es una inculta, que le vamos a hacer

Cuando vamos por las goxuas, Chiaki me pregunta cómo se dice «estaba muy bueno todo» y yo se lo digo tal y como está escrito entre comillas en esta misma frase. La camarera vuelve:
Bueno chicos, ¿os pongo un café o algo?
– Estaba muy bueno todo
– Jajajaja, anda!! árigato árigato, que maja, ¿has oído que me ha dicho que estaba todo muy bueno?
–le dice a las señoras de la mesa de al lado– no como vosotras que nunca decís nada, sosas, que tiene que venir alguien de fuera!!!

Salimos de allí encantados con el buen trato que nos ha hecho pasar tan mejor rato. Mirando al mar respiramos profundamente, una, dos, tres veces… a ver si el aire ayuda a bajar tanta comida, que hace mucho que el estómago no está acostumbrado a estos festines de los mediodías.

Madre del amor hermoso.

Oskar –me dice Chiaki– hoy he sido tu por un rato, ¿eh?, jaja, ahora sé como te sientes cuando vamos a un izakaya
Pa que veas!

Montamos en el coche y con el cinturón de seguridad hasta los topes, arrancamos.

Próxima parada: Gaztelugatxe.

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Fudai, el pueblo que plantó cara al tsunami

Esta es la historia de un pueblo pesquero llamado Fudai, en la prefectura de Iwate, que se salvó del tsunami gracias a la determinación de uno de sus antiguos alcaldes, Kotaku Wamura, un buen hombre que aprovechó su mandato para poner en práctica una descabellada idea.

Fudai, que se sepa, sucumbió a dos tsunamis en 1896 y en 1933 que destruyeron prácticamente todo el pueblo y se llevaron más de 400 vidas. Wamura dijo que haría todo lo que estuviese en su mano para que no volviese a pasar, y en 1967 se planteó construir un muro de 15 metros y medio que obstaculizase el paso del agua de otro posible tsunami a las áreas cercanas al pueblo. Parece ser que hubo bastantes dificultades ya que el muro necesitaba esclusas que permitiesen al río Fudai desembocar al mar y los dueños de las tierras no estaban dispuestos a dejar sus terrenos para semejante barbaridad.

Wamura, de alguna manera, logró que en 1972 se comenzase la construcción de la estructura que fue finalizada en 1984 con 205 metros de lado a lado y un presupuesto total de tres billones y medio de yenes. Aquí se puede ver centrado en Google Maps:


Ver mapa en gordo

Después del terremoto de hace dos meses, las esclusas fueron cerradas por control remoto aunque hubo algunas en los laterales que se atascaron y un bombero tuvo que arreglar el asunto a mano. El tsunami de veinte metros que llegó a la costa de Fudai atravesó el muro tan sólo unos metros por encima, pero la estructura logró parar la fuerza del agua y ni siquiera las viviendas llegaron a mojarse. Tanto la playa como el puerto quedaron totalmente destrozados, pero de muro para adentro el pueblo quedó prácticamente intacto y de las 3.000 personas que viven actualmente sólo una permanece desaparecida porque tuvo la desafortunada idea de ir a ver si su barco estaba bien justo después del terremoto. Los pueblos cercanos prácticamente desaparecieron.

Otro pueblo llamado Taro también construyó un muro, pero más bajo, de 10 metros que desafortunadamente no valió prácticamente de nada el 11 de marzo.

«Si estás absolutamente convencido de algo, haz todo lo posible por llevarlo a cabo a pesar de las dificultades» decía Wamura desde su retiro. Yo creo que no puede más que estar orgulloso de haberlo defendido con uñas y dientes.

A grandes problemas, grandes soluciones. ¿Quizás se tendrá en cuenta a la hora de poner centrales nucleares al lado del mar? (si se vuelve a construir alguna aquí, claro…)

Fuentes: Newsonjapan y Seattlepi

No me olvido de la transferencia

No sé si me ha mirao el Dioni o es que soy más tonto todavía de lo que pienso que soy, que seguro que también. El caso es que llevo intentando hacer la transferencia a la Cruz Roja un mes, y como no he sido capaz todavía, creo que lo suyo es que cuente aquí en que situación estamos para que no penséis que me estoy haciendo el sueco con el asunto.

Mi idea era sencilla: una vez hecho el recuento de pedidos, hago la transferencia desde mi cuenta de aquí de Tokyo utilizando el internet banking este, y después ya haría cuentas con Ikusuki, puesto que hasta que Correos nos pasase todo el dinero de los contrareembolsos iba a pasar tiempo. Esto pintaba bien hasta que me estampé contra un Mercedes y tuve que darle todos mis ahorros hasta el momento a un pavo entrajetao con cara de sieso.

La siguiente era usar la tarjeta de crédito de Uno-e para sacar perras de la cuenta de España a la que previamente habríamos pasado el dinero de la cuenta de Ikusuki, suena fácil ¿eh?. Pues imposible: por una parte, en Uno-e me dicen que tengo que validar un teléfono móvil de España para poder hacer cualquier tipo de operación por internet (???), y por otro resulta que dejó de funcionar la tarjeta de crédito porque me habían mandado una nueva a Bilbao. Que un banco por internet me exija tener un teléfono móvil español me parece que le quita todo el sentido precisamente al concepto global de internet, pero bueno… haremos la de poner un teléfono de un amigo que me dirá por gtalk el código que le envíen para validarlo en su web (vaya seguridad de mis huevos morenos, menudo sinsentido).

Así que como iba a volver a Bilbao de vacaciones en la Golden Week, me esperé hasta estar allí para recoger la tarjeta y sacar el dinero al volver. Así lo hice, pude sacar las perras y lo ingresé en el banco japonés el fin de semana pasado. El lunes me dispuse a hacer pruebas de programas de captura para hacer el vídeo donde se viese claramente la transferencia por internet, preparé el trípode para grabar desde una cámara normal por si acaso y cuando me puse a ello, resulta que metí tres veces mal la clave y el banco japonés me ha bloqueado el acceso a las operaciones por internet…

Ayer a primera hora llamé como cinco veces por teléfono para intentar reactivarlo, pero no fui capaz de entenderme con ellos. Finalmente he pospuesto todo hasta el fin de semana que ya he quedado para que me ayuden con el banco y pueda conseguir de nuevo acceso para hacer la transferencia de una santa vez.

Es bastante fácil vivir en este país, pero a veces se te complican las cosas de una manera… hacer la menor chorrada puede ser prácticamente imposible. En fin, nos aplicaremos con el japonés, y a vosotros os pido un poco de paciencia y mil veces perdón por tardar tanto con esto que debería haber sido mucho más rápido…

Regreso

Pensé que no volvería a asustarle nunca más, pero el nuevo calor de la primavera le trajo otra vez al pequeño banco con tejado donde él solía soñar con estar soñando en un futón.

Yo caminaba camino de casa echando en el alma la cuenta de los abrazos que había dejado a deber entre Zalla, Bilbao y Barcelona y ya desde la esquina de la droguería pude distinguir la inconfundible bicicleta medio en medio del camino. Allí estaba de nuevo, tapado con la manta azúl ennegrecida por los bordes que apenas dejaba ver el gorro de lana cómplice del secreto de su calva.

Durmiendo la vida, que vivida sólo a ratos pesa menos.

Me alegré mucho, no entiendo todavía por qué tanto, no tengo ni idea de quien es, pero saberle vivo me desbordó la sonrisa de dientes. Uno cree que tiene problemas hasta que se los relativizan de un tirón. Más que compasión o pena, es humildad, de la buena e inyectada intravenosa. Cortes de luz decían, cuéntaselo a este hombre y de paso añade que no hubo agua embotellada ni gasolina por una semana que con que siga soplando viento sur…

Llegué, me duché y caí rendido un tiempo. Me resistía, todavía me resisto, a divorciarme tan pronto de la que quiso casarse 10 días conmigo entre embarques, metros y camas de prestado y la acompañé hasta casi su casa llevándole la maleta. Muerto de sueño, con las lágrimas discutiendo por no ponerse de acuerdo si salían por pena o por felicidad, volví andando entre andenes cambiando líneas como si nunca hubiese abandonado Tokyo y las cosquillas de Javi de ayer me hubiese imaginado reírlas.

Bajo un cielo de cerezos compinchado con el viento, la vieja bicicleta cargada de paragüas rotos seguía velando las cabezadas de su dueño y yo supe que no podría conciliar las mías de haberme ido sin más. Entré en el combini y compré dos o tres platos de comida para llevar asegurándome de que hubiese bien de carne. También pensé que sería bueno que tuviese frutos secos que comer en cualquier momento, y que le darían sed, así que añadí a la bolsa una botella de agua de dos litros y seis cervezas de las grandes que mi vergüenza y quizás su orgullo no me dejarían compartir con él y sus historias, ojalá no le diesen más resaca de las habituales. La bolsa que planeaba dejarle al lado de la bicicleta se convirtió en dos porque pensé que convendría que tuviese muchos onigiris con arroz y también pan y alguna revista indecente que le adecentase el ojo a la sombra de alguna farola en la comisura del Tokyo que le acogiese esa noche.

Así lo hice.

Dejé las dos bolsas dentro de la cesta de su bici, procurando no hacer ruido y me volví a casa con la sensación de ser más persona que un rato antes pensando que esa noche iba a ser yo el que durmiese a pierna suelta.

No fue así, y dudo que el jetlag tuviese siquiera la mitad de la culpa.

A Zalla

Dos años desde la última vez que pisé Zalla, han cambiado tantas cosas que parece que no sea mi vida la de entonces, hay incluso aspectos pocos claros, como si estuviese tratando de recordar un sueño en vez de algo vivido realmente. No se si esto es bueno o malo, pero es así, quizás es que he elegido olvidarlos.

Tengo la sensación de que era un tipo más inocente, más si cabe, que no acababa de tener muy claro que iba a hacer pero que trataba de disfrutar cada paso del camino a andar, a veces atajando por aquí, a veces perdiéndome por allá reencontrando nuevos destinos que me hacían olvidar a donde iba cuando empecé.

En dos años, me he encontrado la senda con baches, con charcos y con barro, incluso a veces me ha tocado saltar algún que otro árbol que se empeñaba en no dejar pasar y no ha faltado tampoco tener que rectificar volviendo atrás a tomar otro desvío. Todo se ha hecho como tenía que ser: a fuerza de piernas y con el corazón de brújula que mientras siga apuntando donde debe, vamos bien. Él ya sabe lo que me digo, no hace falta que se entere nadie más.

No ha faltado de nada, siempre ha habido algo más que hacer: competiciones y exámenes de Karate, entrevistas y cambios de trabajo, nuevos lugares que visitar, nueva forma de mirar a lugares ya visitados… y el caso es que casi nunca he caminado sólo, aunque tenga la suerte de que pocas veces me doy cuenta de ello. Nos hemos pasado la bota de vino muchas veces al acabar de subir alguna cuesta con amigos, raro es que me haya comido el bocata entero sólo, que no sabe a nada. No estarán en papel esas fotos pero aquí las llevo yo guardadas, recuerdos de mil momentos irrepetibles entre sendas y veredas a la sombra de cerezos y rascacielos. No se me mueran antes que yo, háganme ese favor.

Al hacer noche tampoco ha faltado quien me ha hecho olvidar el rocío de la mañana aunque tengo que reconocer que me ha costado encontrar algo de llama entre amores y amoríos que no hacían mucho más que bulto y ruido. Ya está hecho, no seré yo quien deje de echar leña para que no se apague. No os acerquéis mucho que esto quema, avisados estáis.

Y aunque tengo cogido el ritmo, ya iba siendo hora de llamar a la posada de la familia y darse un festín de abrazos y besos entre los que siempre han estado a las duras y a las maduras. Si pasáis por allí, id avisándoles que se armen de paciencia, porque el caminante llegará con ganas de contar la historia de cada curva, que todas tienen si se sabe mirar. La de que se movió el camino mes y medio atrás me da a mi que será la más contada, que Dios les pille confesados.

Ah, y que no se os olvide decirle a la mesonera que ponga alubias a remojar, que vamos con hambre y ya han pasado demasiadas lunas sin untar pan.

Descansad de mientras, que en diez días, a la vuelta, tiramos por la izquierda.

El accidente de moto, conclusión

El fin de semana pasó con bastante normalidad, el teléfono no sonaba, aunque lo cierto es que desde el golpe la mayoría de las veces lo único que recibo son mensajes de voz en el contestador sin que hubiese habido ninguna llamada, ojo Steve Jobs que tienes aquí al betatester definitivo, vete mandando el iPhone 5 que verás lo que dura. Aunque casi mejor así, total, para lo que contesto yo el teléfono…

Hice revisión de daños: un iPhone con la pantalla destrozada pero que funciona casi normalmente, una moto hecha un cuadro pero con el motor aparentemente intacto, ropa hecha jirones metida en una bolsa ya para tirar, incluidos los zapatos, postillas como senbeis y un costado izquierdo que cada vez dolía más impidiéndome dormir en condiciones. Podría haber sido muchísimo peor, así que se celebró con cervezas la situación «ni tan mal».

El lunes empezó otra vez la retahíla de llamadas, y el caso es que en mi empresa ya no estaba la persona que me estaba ayudando hasta entonces, así que hablé con mi empresa de verdad, vamos, que estoy subcontratado y los que me dieron el contrato a firmar todavía no sabían nada del asunto, ni querían saber por lo visto.

Llamé y después de contar la situación y preguntar si ellos tenían algún tipo de seguro que cubriese el trayecto al trabajo, me dijeron que había, pero que no cubría accidentes de tráfico, que ellos no se hacían responsables de lo que me hubiese pasado «de ninguna de las maneras», que no iban a poner ni un duro para nada, y que tuviese esto claro.

Y tan claro. Vaya tacto de mis tamagos.

Así que empecé a devolver las llamadas, la mayoría al Nomura-san, y el hombre insistía y reinsistía en que no quería hablar conmigo sino con alguien de mi empresa. Le conté esto mismo al señor don «a mi no me cuentes tu vida» que se muestra tan agradecido cuando le mando el parte de horas y ha habido horas extras, y me dice finalmente que vale, que habla con ellos, pero que, otra vez, ellos no ponen ni un yen en el yakitori.

Habla con ellos, busca por internet y me llama escandalizado todo nervioso diciendo que, por el nombre, la empresa pertenece a la mafia japonesa, a la yakuza, que ya puedo ir arreglando esto cuanto antes y que no les haga enfadar, que me disculpe cada vez que coja el teléfono y que la he liao parda y que no se qué, el tío está cardiaco entero.

Aquí ya me entra la risa, lo juro, me fui al baño de la oficina y me encerré ahí a descojonarme de todo, fue un momento tan absurdo que si llega a llamar a la puerta Quentin Tarantino en pijama con un sombrero de torero, le habría hecho de toro haciendo los cuernos con los dedos. Acojonante el lío en el que me había metido de un día para otro, atiende Alex de la Iglesia que tienes película.

Una vez pasado el momento irracional, me agobié hasta la médula, no estaba en plan histérico nervioso, pero si muerto de miedo y empecé a echar cuentas para ver hasta cuanto podría pagar si no quedase otro remedio, a mover ficha en vez de dejarme llevar entre unos y otros. Hubo amigos que, sin dar ningún detalle de la gravedad de la situación, me ofrecieron dinero directamente, nunca lo olvidaré, aquí os llevo, justo un poco por encima de la costilla dolorida, vosotros sabéis quienes sois.

No le cuento a nadie lo de la yakuza, por no preocupar y liar a más gente que lo único que van a hacer es liarme más a mi con histerias, cuando recibo un mensaje del tío de mi empresa pidiéndome perdón porque se había equivocado, que aunque es un grupo grande de empresas, cree que no tiene nada que ver con la mafia… yo ahí reviento y la pago con él, primero porque se lo merecía desde hacía tres llamadas por su tono prepotente totalmente insensible negando toda responsabilidad de mi empresa en el asunto de muy malas maneras y segundo por gilipollas supino. Le pongo a parir, literalmente, y después de ahí le tengo dócil hasta que acaba todo esto, yo creo que también me habría acojonado de haberme escuchado, ya iba tocando explotar y un poco de réplicas y radiación iba también en el asunto, que vaya dos meses llevamos.

Se acaba concertando una reunión a las siete y media de la mañana en la empresa ex-yakuza, por mi parte vamos yo y el borrego que deja claro que sólo va en calidad de intérprete inglés-japonés, y no representa a la empresa bajo ninguna circunstancia, por la otra parte el abogado Nomura-san y un tipo de canas que no se quién es ni falta que me hace, pero que ha venido para ponerse enfrente y poner cara seria. Lo mismo es un arubaito.

Me pide que cuente el accidente, lo cuento boli en mano, no estoy nervioso, ni enfadado, simplemente cuento las cosas con calma y con el máximo de detalles que recuerdo. Me niegan una vez más que el coche saliera, le niego una vez más que el coche no saliera y doy razones mientras el del arubaito arquea una ceja y el Nomura-san esboza una mueca de escepticismo.

Simplificamos la comedia cuando, por fin, me acaba enseñando la factura de arreglo del coche, 610.000 yenes del alma (15 motos como la mía), me dice que ya lo han arreglado porque lo necesitan, que debemos establecer un porcentaje de culpa y me enseña precedentes de casos anteriores en los que en todos la culpa es del motorista por haberse saltado el semáforo. Yo me río con los ejemplos que me enseñan aquí Epi y Blas, seguro que no había otros, claro.

Me pongo serio, y les digo que no está claro que yo me hubiese saltado el semáforo pero que en cualquier caso, hay unos segundos hasta que el otro semáforo cambia y yo iba muy rápido así que en el peor de los casos los dos nos lo habríamos colado.

Me dicen que no hay testigos, pero que sería mi palabra contra toda una empresa, que iban a ejercer mucha presión para solucionarlo, que al no tener seguro yo tengo todas las de perder, que no quieren ir a juicio, que bastante lío estoy teniendo ya, que lleguemos a un acuerdo, pero que si no queda más remedio, se va a juicio con todas las consecuencias.

Yo pienso en mi viaje a Bilbao, en todo lo loco que me están volviendo cada día con la gaita y que si esto va a durar muchos meses más no me compensa ni de lejos. Así que decido ser honesto y asumir un 60% de la culpa por ir muy rápido con la condición de que se acabe todo cuanto antes y me olviden.

Dicen que es muy poco, que se lo tienen que pensar, y se acaba la reunión.

El mismo día, a las 11 de la mañana, me dicen que aceptan y me dan un número de cuenta y una factura con 360.000 yenes a pagar. A duras penas consigo reunir el dinero, lo pago por internet y me abono al arroz con curry del súper de mi barrio hasta nuevo aviso.

El elemento de mi empresa me dice que he llevado todo con una tranquilidad admirable, que nos vayamos a celebrarlo con unas cervezas. El tío es un rascayú profesional acreditado cuya opinión me importa lo mismo que él, pero accedo para devolverle los favores del madrugón y de hacerme de traductor, eso sí, tendrá que esperar hasta dentro de un par de sueldos.

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Intentando pasar página desde el minuto 2, me llama el Nomura-san, me da las gracias por el ingreso y me dice que su empresa me paga las facturas del hospital, que le diga mis datos que tiene boli y cuaderno ahora justo a mano, yo le digo que no quiero saber nada más ni de él ni de su grupo de empresacas, que no me llame nunca más, que se puede meter su limosna por donde le quepa, que yo soy el que me he quedado sin un puto duro, sin poder ir a Karate un mes porque me duele todo, con una moto descojonada y el iPhone y el amor propio destrozaos, que podrá entender, dadas las circunstancias, que no tenga muy en cuenta su conciencia en estos momentos.

El accidente de moto, parte 2

Estaba en mitad de la comida cuando recibí la primera llamada de muchas que vendrían, un tal Nomura-san me hablaba desde la empresa del conductor, del que, por cierto, no volví a saber nada. Este hombre me preguntaba por el resultado de las pruebas del hospital y luego me pedía que le contase el accidente una vez más. No tenía muy claro con quien estaba hablando ni para qué, pero le conté mi versión igualmente, la misma versión que mantuve de principio a fin, el otro no puede decir lo mismo aunque poco importa a estas alturas.

Como no nos acababamos de entender bien, quedamos en que alguien de mi empresa le llamaría después para tratar de averiguar los siguientes pasos. Lo que si que quedó bien claro es que estaba tratando con un abogado, y que esto estaba lejos de ser un arreglo amistoso entre dos.

Fui a la empresa donde después de asegurarse que estaba bien, se descojonaron vivos del «nuevo» iPhone. Sólo le conté lo del papeleo a la secretaria, la que también tuvo que soportar mis dibujos y explicaciones de lo que yo creo que pasó en aquel cruce.

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Ella llamó primero a mi seguro, después al tal Nomura-san, y después de nuevo a mi seguro. La cosa pintaba mal. Nomura-san era abogado, como parecía, y representaba a la compañía de seguros del conductor del coche, el cual no era del conductor, sino de una empresa de seguridad. Curiosamente la compañía de seguros y la empresa de seguridad pertenecían todas al mismo grupo de empresas, ellos se lo guisan y ellos se me comen.

Por lo visto, mi seguro es el básico, sólo cubre «daños personales», en otras palabras: si pillo a alguien, pagan la factura del hospital, nada más. Y eso hasta millón y algo de yenes, que hablando de costes médicos, tampoco es tanto. Daños materiales los paga uno mismo… vivir y aprender a hostias, nunca mejor dicho. Ahora que claro, 7000 yenes de seguro, no le pidas ichigos al sakura.

La realidad es que yo me fuí a dar contra un Mercedes Benz Híbrido nuevecito que se me cruzó cargándome la parte de delante y que el conductor decía que él ni se movió y que fuí yo el que me estampé contra él porque perdí el control de la moto. Fíjate, con lo majo que parecía el señor, y que el coche no era ni suyo, ahí inventándose cosas.

Me entero que ese día es el último de la secretaria de la empresa, día que le estoy amargando haciéndole llamar a personas desconocidas para hablar de movidas legales que a ella ni le van ni le vienen, y sin embargo ahí está defendiéndome con uñas y dientes de abogados prepotentes y aseguradoras excuseras. Nada más saberlo, le pido perdón y me marcho a la tienda más cercana para comprarle un regalo dando por finiquitada la gesta. Nada más lejos de la realidad querer amargarle el último día a nadie con mis gaitas, y menos a semejante encanto de persona. Me da su teléfono móvil y me dice que la llame si hay más problemas, que ella se encarga. Le doy las gracias y le pido perdón otras mil veces, mitad y mitad. Ni de coña la llamo, eso está claro, bastante ha tenido que aguantar ya.

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La siguiente llamada que recibo es de la policía, me dicen que no es justa mi situación y que vaya a la central de Shibuya cuanto antes, que hay que aclarar el asunto. Esta vez voy acompañado, entramos en una comisaría a oscuras, subimos al segundo piso y pasamos a una sala diminuta con una mesa y dos sillas. Nosotros a un lado, el policía al otro. Lo más parecido a lo de los interrogatorios de las películas, allí faltaba el espejo ese de que te ven y tu no.

Allí nos dice que tal y como está ahora el parte de accidente, yo tengo la culpa de todo y me quitan todos los puntos y me retiran el carnet aparte de una posible multa por exceso de velocidad. Además él sabe que mi tipo de seguro no cubre los daños y dice que es demasiado que yo tenga que asumir todo, que por eso me llama, que a ver si podemos mejorar la situación. Ya empieza a hablar de cifras de medio millón de yenes de por medio para reparar el coche.

A mi me tiembla todo. Yo no tengo ese dinero.

Rectifico muchos de los datos del accidente: el coche si que salió cruzándose en mi camino y yo iba por el carril de la izquierda y no por el medio. Me dice que esto cambia las cosas, pero que necesita que haya un acuerdo entre los dos ya que no hay testigos, así que se va a llamar por teléfono al conductor del coche. Nada que hacer, el no da su brazo a torcer, dice que no se movió y no se movió el hijo la gran fruta.

No hay mucho que hacer para mejorar el tema del seguro, pero se puede evitar la retirada de puntos, carnet y multa si cambiamos el tipo de accidente evitando mencionar daños personales (los de mis costillas básicamente) pasando a sólo de tráfico. En ese caso, las facturas del hospital irían por mi cuenta y sólo quedaría pendiente llegar a un acuerdo con el seguro del otro. Con la policía habríamos terminado y por su parte no habría problema en hacerlo. Así quedamos entonces. Accidente de tráfico sin daños personales, un carnet intacto y un pobre gaijin infinitamente agradecido a un policía que no conoce de nada, pero que simpatizó con su situación y trató de ayudarle cuando no tendría porque haberse molestado en hacer nada por cambiar el asunto.

Además -me dice- creo que tu dices la verdad, no tiene ningún sentido que te fueras a dar contra un coche parado, aunque tampoco fuiste un santo tratando de pasar el semáforo justo cuando cambiaba a rojo.

[concluirá…]

El accidente de moto, parte 1

Iba rápido, calculo que sobre los 50 kilómetros por hora permitidos y cuando ví que el semáforo estaba cambiando, aceleré todavía más. Me esperaba una pitada bien merecida del coche que estaba esperando para girar, pero simplemente no me vió y salió, yo intenté frenar con todas mis fuerzas y la moto patinó. No me acuerdo en qué momento la moto fue por un lado y yo por otro, pero si sé que el golpe fue contra la rueda izquierda del coche con mis costillas. El iPhone quedó entre medias, como no podia ser de otra manera.

El conductor salió y lo primero que dijo, a la defensiva, es que el semáforo se había puesto verde, a mi me daba igual una que otra y sólo quería quitarme del medio de la carretera y mirar a ver si tenía todo en mi sitio.

Me disculpé por haberme pasado el semáforo, y él se ofreció a llevarme la moto hasta el arcén mientras yo me sentaba en el bordillo de la acera con el costado dolorido. El conductor, un señor bastante mayor, me dijo que tenía que llamar a la policía y después de dar las explicaciones necesarias, trajo una toalla y una botella de agua y me empezó a limpiar las heridas del codo y las rodillas.

– Tu tranquilo, siéntate y no te preocupes -me decía de vez en cuando -esto lo arregla el seguro, lo importante es que estés tu bien.

La charla continuó un rato más, yo diría que unos veinte minutos hablando de todo menos del accidente: si trabajaba cerca, que de donde era…

Llegó un coche de policía, y luego una ambulancia y otro coche más. Me dijeron que contara el accidente y yo lo conté hasta tres o cuatro veces a personas distintas, para mi que repetí un policía.

Ya en la ambulancia me midieron la tensión y el pulso, me limpiaron las heridas y me llevaron a un hospital donde me sacaron radiografías del pecho metiéndome más microsieverts de los absorbidos en los cuatro años en Tokyo se pongan como se pongan en El Correo, El Mundo, El País, el Menéame y el Forocoches. Las radiografías las revisó el doctor en el ordenador, JPGs de resolución suficiente como para verme las costillas con tres o cuatro niveles de zoom sin perder nitidez. Me sorprendo de entender prácticamente todo lo que me dicen personal de ambulancias, enfermeras, recepcionistas y doctor.

Nada roto y 13.000 yenes después volvía camino del lugar del accidente con la ropa estilo extra de walking dead y un iPhone de 4 días de diseño exclusivo ya envidiado por todos, marcando tendencia, así soy yo. Volví andando, porque la ambulancia sólo es de ida, atrayendo las miradas de las gentes del lugar con un casco de moto en la mano y la ropa hecha jirones guiando mi camino con un mapa oteado a través de un cristal resquebrajado.

En el lugar del accidente no quedaba nadie. Habían movido la moto a la acera y la habían metido en un círculo con tiza y tres kanjis gordos que ponía algo así como «accidente aquí». Llamé al cuartel de la policía de Shibuya y pregunté por el que me dió su tarjeta de visita antes de que me llevase la ambulancia. A su pregunta, confirmé que estaba bien y que salí del hospital por mi propio pie, y que tenía los datos del conductor del coche para arreglar los papeles. Con la policía parecía que habíamos terminado. Ni de lejos.

Miré la moto, y daba pena pero arrancaba. Hice un par de pruebas y parecía que yendo con cuidado, podría hasta llevarla a casa. Así lo hice sin tenerlas todas conmigo porque casi no frenaba y el manillar estaba totalmente torcido, no debí pasar de 15 por hora en todo el trayecto.

La rodilla derecha me quemaba y tenía mucha sed.

Paré en un taller cercano pero me dijeron que para arreglarla tendría que ir a un taller oficial de PGO, que hacían falta recambios originales. Desistí por el momento, entré en casa, me duché, y me comí la ensalada que llevaba de bento ese día. Las dos manzanas estaban totalmente destrozadas aunque el taper ni se abrió y la bolsa apenas tenía algún rasguño.

No tenía ni idea de lo que iba a pasar a partir de ese momento…

[continuará]

Aguas y vasos

Cuando empecé el nuevo trabajo, me preocupaba no poder seguir yendo a Karate tanto como quisiera, ese era mi gran dramático problema con el que lidié como pude tratando de que me dejasen entrar y salir antes que el resto de mis compañeros de oficina algún día a la semana. Capoeira se afrontará después, pensaba, y menudo disgusto tenía.

Después vino otro, problema digo, y es que no sabía si me iban a renovar el visado. Tenía esa incertidumbre rondándome la razón y aunque no parecía que hubiese nada que impidiese que me pudiese quedar aquí más tiempo, era mi problema y me preocupaba. No, me preocupaba mucho, le di siete u ocho vueltas más de las que se merecía planteándome alternativas absurdas, involucrando inútilmente a quien me importaba.

Luego vino un terremoto, y un tsunami, y otro terremoto y muchos otros más, y una central nuclear inestable (¿de verdad se podían llamar problemas a lo de antes de esto?). Hubo algunos que me despreciaron por contar mi realidad, curioso que los peores fueron algunos paisanos, por lo de la tierra y el profeta, digo yo. Otros me pusieron en un altar por haberme quedado y yo sólo sentía pena ajeno a tanto disparate ajeno (el doble ajeno va a propósito). Ya casi no me acordaba del visado cuando me lo renovaron.

Siguiendo cada día las noticias sobre radiación entre réplicas y nervios, vino otro problema que ante la que estaba cayendo no era gran cosa, pero era más mío que de nadie: no sabía si iba a seguir en el trabajo que aunque era cuestión de ponerse a buscar otro y sabía que tampoco era tan importante, tuvo la culpa de alguna que otra tarde de caminares nocturnos vista al suelo entre neones apagados, como mi ánimo.

Entonces perdí el teléfono nuevo y aunque apareció al día siguiente, ese problema insignificante me amargó el domingo hasta que me lo cambiaron gratis por uno nuevo la noche del mismo lunes en que me renovaron en el trabajo y me aprobaron las vacaciones para volver a Zalla después de 2 años. Paseando desde Shibuya hasta Shinjuku, de tanto hablar y reírme de ellos con quien me moría por hacerlo, parecía que no hubiese habido ninguno en realidad porque ya estaban solucionados. Borrón y cuenta nueva, absurdo agobio, innecesaria ansiedad, estúpida razón equivocada.

Cuando el jueves me levanté de debajo de aquel coche, el nuevo teléfono, de nuevo roto, fue lo primero que advertí. Me pasé un semáforo justo cuando cambiaba a rojo y un coche decidió salir antes de que el suyo cambiase a verde… aunque no fue para tanto, yo salí peor parado con la moto. Me dolían las costillas, sangraba de las rodillas y de un codo, y la ropa y la moto estaban rotas. El teléfono hacía tiempo que me daba igual cuando me sacaron las radiografías y el doctor me dijo que no tenía nada roto. A pesar de los escandaloso del asunto, comparado con mis locuras con la bici de pequeño, esto no eran más que rasguños.

Mientras decidía a que Apple Store iba a ir esta vez o que iba a hacer con una moto que se caía a cachos, hablé con la policía y me dijeron que el otro decía que el accidente fue culpa mía y que mi seguro no cubría los daños causados al coche. Venía otro problema de los míos, mientras Edano salía bebiendo agua del grifo del Tokyo en la tele y Fukushima se equiparaba al mismo nivel de catástrofe que Chernobyl dándoles algunas portadas más a los ruines medios.

Esta mañana al incorporarme de la cama me ha dolido el costado mientras repasaba lo que está por venir: hablar con el seguro del otro, con mi empresa, con la empresa en la que estoy subcontratado, con la policía una vez más, supongo que me tocará reunir el dinero del coche y apretarme el cinturón una temporada en un Tokyo donde el verano se pinta sin aire acondicionado ni fuegos artificiales.

Y sin embargo ayer fue uno de los días más felices de mi vida aunque no contaré aquí las razones exactas.

Diré que miro hacía atrás, veo mi último mes y medio y no puedo más que pensar en cuanto he relativizado lo que me rodea y a los que me rodean. En como los límites de lo que me afecta se han reducido hasta estar justo donde deberían haber estado desde el principio, en como he aprendido a dejar de preocuparme de lo que sabía que daba igual pero dejaba que me convenciesen de lo contrario. A beberme el vaso del agua donde me quieren ahogar otros, con ellos dentro.

Entendámonos, no es que me de igual tener que pagarle un dineral a un tío al que le sobra el dinero para arreglar su impecable Mercedes Benz híbrido mientras yo me quedo sin moto y sin hacer ejercicio una temporada. Esto va más de entender que va a pasar de todas formas y que a mi no me merece la pena malgastar mi tiempo preocupándome de más. Se le echarán yenes, huevos y lo que haga falta a lo que venga, pero desde ya sin perderme ni una vez más un atardecer por haber dejado de mirar.

Aprendido a hostias: de todo menos agonías. Por estas.

Tío Tosca, tío Tosca…

… tío Toscaaaaaaa
– Dime, preciosica mía, espera que apago la tele
– Cuéntame lo de las fores de Japón eso
– Tu si que eres una florrrr. ¿Pero otra vez?, si ya te lo sabes de pe a pá!
– Pe a pá, jajaja, pe a paaaaaaa, paapooopuuuu
– Tss, callaaaa, que despiertas a Javi que está durmiendo la siesta
– Es más vagoooooo

– Jajaja. Pues mira, este año ha pasado una cosa muy mala allí donde vivo yo, que hubo un terremoto muy gordo y luego un tsunami que …
– ¿Que es un tedemoto?
– Uy, pues es que aquí no hay, pero ¿sabes cuando vas en tren?, pues es como si tu casa estuviese dentro de un tren en marcha, que todo se mueve, a veces muy fuerte, a veces un poco solo… eso es un terremoto ¡da mucho miedo!
– Que mareooooooo
– Y un tsunami es… a ver como te lo explicoooo, pues como cuando te estás bañando que te mueves mucho y se sale el agua de la bañera, ¿a que te ha pasado alguna vez, que te chilla mamá?, pero en vez de tu bañera es el mar lo que se desborda.
– Porque se baña una ballena gorda que tiene cosquillas y se mueve mucho!
– Si, parecido, pero es algo malo porque el agua se sale con mucha fuerza y se lleva todo por delante, han pasado muchas cosas malas, maja, pero muchas muchas, es muy triste.
– Jo
– Así que este año todos mis vecinos de allí están muy preocupados pero ayudándose mucho unos a otros para que todo vuelva a estar como antes. Y como este fin de semana han florecido los cerezos por todos los lugares …
– A mi me gustan las cedezas!! me has traído? me has traído?
– Nooo, que estos cerezos no dan cerezas, pero tienen muchas muchas flores y está todo muy bonito, y aunque todo el mundo está muy triste, han salido también a juntarse con amigos debajo de los árboles y alegrarse un poco.

– ¿Tu también has ido, tío Tosca?
– Si maja, claro, dos veces además, y una llevamos un jamón y nos hicimos bocadillos y todo!!. Fue bonito ver a la gente reírse después de todo aunque fuese por un par de días, y había algunos que cantaban y todos sacábamos muchas fotos a las flores. ¿Sabes que pasa?, que las flores duran muy poquito, casi dos semanas al año, y es como si los corazones de todas las personas se sincronizasen con la naturaleza y todos se olvidan de acordarse de nada, y uno se da cuenta de lo corto y falso que es lo que creemos que tenemos o de lo que ansiamos. Es como si viviésemos mucho más en vez de pensar en como vivir…
– Oskar, deja de decirle cosas raras a la niña, hombre, ¿ya estás con tus movidas? ¿me la quieres volver loca?
– Jaja, si, es verdad, perdón perdón. Bueno, pues eso que aunque se hace todos los años, este ha sido más especial. ¿Has visto las fotos que te he ido enseñando de mientras?

– Si, pero sacas muchas fotos a las chicas chinas
– Que no son chinos, que son japoneses!
– Jajaja, siempre te enfadas, jajajaja
– Eres mas mala que ni sé!!. Es verdad, saqué muchas fotos de chicas pero es que son tan guapaaaas
– Yo también soy guapa
– Hombre claro, tu más que ninguna
– Jijiji

– Y como todos llevamos comida, se nos acercan mucho los cuervos del parque, ¡¡ ya no tienen miedo a la gente !!
– Jo, son mas feooos
– ¿Verdad que si?, a mi me da un poco de miedo
– A mi también
– Pero tu no te preocupes, que aquí no hay tantos ni tan gordos
– Vale, no me preocupo tío Tosca

– Uy!, jeje, eso es una palomicaa. Ah!, jajaja, mira esto te va a gustar, compré un pollo de goma y estuvimos haciendo el tonto con él mucho rato
– Un pollo de goma!!! jijijiji, ¿me lo has traído? ¿me lo has traído? ¿me lo has traído?
– No, se nos perdió por el parque
– Jopé
– Cuando vuelva te traigo uno nuevecito para ti, que además ese estaba todo sucio ya
– ¿De verdad?
– Si, de verdad
– ¿Pero traelo, eh? que la abuela siempre dice que eres un tonto pelao y se te olvidan las cosas
– Oyeeeeee!! que si, te lo traigo, jaja, que mala remala remalaaaaa
– Jijiji

– Yo quiero ir a ver flores contigo tío Tosca y jugar con el pollo
– Pero para eso tienes que ser un poco más grande, ¿eh?, así que come mucho y portate bien
– Yo soy muy buenaaaaaa
– Pues ale, a dormir la siesta tu también con Javi y a soñar con los cerezos
– Y tu a soñar con las chicas
– Pero bueno!!!!
– Jijiji


Conversación de geniuses

Cuatro días después de recibir un iPhone 4 totalmente nuevo que me cambiaron por que no funcionaba bien el botón de home, me presento en el mismo sitio con la pantalla de ese recién estrenado bicho totalmente destrozada: el genius bar de la Apple Store de Shibuya. El chico que me lo dio está también hoy, la cara de vergüenza se me caería si me tocase el mismo (se me cae de todas maneras desde el domingo).

De momento, aparece una moza florida:

¿Hacemos la copla en japonés o como va esto? -le dice, más o menos, a la que me acompaña
No, si nos vamos a entender rápido -le contesto yo en japonés
Vale, pues sentaros aquí que en un titá viene alguien a atenderos

Nos sentamos en una mesa y nos ponemos a ver el blog de Núria en el MacBook ese que te dejan usar, llevo unos días planeando una visita para conocer a Yuna-chan de una vez… cuando vamos por la entrada de las ikugrullas viene otro señor distinto:

Pues si hombre si, bueno, vosotros diréis
Pos mira -y le planto encima de la mesa el crimen perpetrado en semejante pieza de ingeniería, que no deberían dejarme seguir vivo.
Otia -lo coje y se pone a ver si funciona algo- pues parece que funciona, sería cambiar la pantalla, pero no tenemos recambios, así que no hay más remedio que cambiar el teléfono entero y eso son 22.300 yenes
¿Lo cualo lo que?, ay que dolor, Dios mío, ay que dolor
¿Pero cómo ha pasado esto, angelico? ¿se te ha caido de un quinto piso?
Pues se me perdió en Yoyogi en un hanami y lo pisaría medio Japón, lo raro fue que alguien lo encontró y lo devolvió
En un hanami, qué típica es esa… ¿había alcohol de por medio?
Había había, de por medio y de por los lados… pero bueno, que le vamos a hacer, necesito un teléfono y escribir un email aquí es como rayar queso Toscano, nos olvidaremos del iPad de momento
Jajaja, vale, ¿tienes hecho un backup reciente?
Si si, si estuve aquí la semana pasada, ya me sé la copla, si este ahí donde le ves tiene cuatro días, que me lo dieron el jueves pasao –me arrepiento al segundo de contarle esto
¿Y que le pasaba al otro?
El botón de home, que no homeaba
Ah naruhodo, vaya mala suerte que tienes -encima, pienso yo, si caigo siempre de pies – bueno, pues voy por el nuevo, me llevo la tartana para cambiarle la tarjeta y eso

Se va y vuelve al de un rato con un pedazo de iPhone nuevo que da gloria verlo y un par de documentos para que firme: uno que dice que he visto como borraban los datos del mío, y otro con la factura del nuevo, los 22.000 y pico yenacos. Firmo los dos a escape.

Vale, pues vamos a la caja y formalizamos el tema

Allí que nos vamos, yo hago el gilipollas acariciando el teléfono nuevo, llevándolo con las dos manos y así, el tío parece que se ríe conmigo y de mi, mitad y mitad. Cuando saco el dinero para pagar, el tío se nos acerca y nos dice en bajo estilo Soprano:

Mira, a mi me pasó esto mismo una vez, en un hanami también, así que vamos a hacer una cosa, donas 100 yenes o lo que te parezca para lo del terremoto, y nos olvidamos del asunto
¿En serio? -no le planto un beso porque está mi santa delante, que, por cierto, no para de hacerle reverencias, yo me uno y le hago más. El tío me da la factura y salimos de allí haciendo la tipo C: reverencias marcha atrás hasta perderle de vista escaleras abajo.

Ya en la calle me doy cuenta de que soy el tío con más suerte del mundo, primero por que me devuelven un iPhone perdido y segundo porque encima me lo cambian por uno nuevo. Me voy a mirar en casa el culo en el espejo, a ver si me veo la flor.

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Al día siguiente en Karate hay una hucha para recaudar dinero que se va a enviar desde la asociación de Kanazawa Kancho, allí dejo, encantado, mi aportación y la de la Apple Store de Shibuya. Cuadremos de nuevo el karma.

iHanami

Un hanami en Yoyogi, un pantalón con bolsillos a los lados, a la izquierda la cartera, a la derecha un iPhone nuevito reluciente.

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Un loco que no para quieto subiéndose a los cerezos, arrejuntándose a otros hanamis, haciendo el monochimpancé como sólo él sabe, inspirado, además, por Asahi y sus compinches.

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El tirititero que nos ocupa se pierde por el parque por la noche. Un iPhone que tampoco aparece. Un tío amaneciendo sin saber muy bien donde ni como.

Al día siguiente un chico lo encuentra en el suelo, al iPhone, lo enciende y mira las llamadas perdidas. Hay un montón del Chiqui y alguna de Chiaki, decide llamar a la última por aquello del idioma. Que lo deja en la estación de Harajuku, que lo recojamos allí, que de nada, que de nada.

Un iPhone 4 estrenado tres días antes se pierde en un parque atestado de gente, pero aparece, eso si, pisoteado con el cristal roto. A pesar de la pinta, todo funciona.

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Conclusiones:
– No dejar nunca en la vida de hacer el mono, pero no llevar cosas en los bolsillos de fuera
– Hay gente honrada por el mundo, y en Japón más
– No jugar al Angry Birds sin llevar tiritas hasta que cambien el cristal

PD: Las fotos del hanami ya vienen prontico…

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