Díaz-san

Son cinco, quizás seis, los señores que por turnos se encargan del aparcamiento de bicicletas que queda a menos de una centena de metros de la estación. Sin margen de error y con total seguridad afirmo que todos pasan de las cinco docenas de años, diría que dos de ellos tienen incluso una docena y pico más. Por alguna razón que a ellos les valdrá han decidido darle sentido a su tiempo entre ruedas, manillares y candados buscando, creo yo, el contacto humano de los vecinos que nos pasamos tan a menudo por allí.

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El mismo azar que nos empujó a comprar piso en esa estación es el culpable de hacer que ellos y yo nos veamos las caras dos veces cada día: una cuando después de dejar por la mañana a mi Kota en la guardería, paso a confiarles la bici eléctrica a cambio de mi recién estrenada Orbea. Y la segunda, claro está, cuando mando ésta misma a dormir bajo su techo una vez finiquitada la jornada laboral y uno a uno todos los kilómetros que quedan entre medias.

Me conocen y no solo de vista; lo cierto es que me llaman por mi nombre. Bueno, por mi apellido más bien. Díaz-san, esto, Díaz-san lo otro. Ellos se lo saben por la solicitud que cursamos para poder aparcar allí. Y yo no me sé ni uno solo de los suyos ni creo que esto vaya a cambiar pronto. El caso es que de vez en cuando se paran a intercambiar algunas palabras conmigo más allá de los ohayos y konbanwas de rigor.

El espacio entre las charlas se ha ido acortando a la vez que la frecuencia y la duración han aumentado.

– Díaz-san, hoy cuidado al volver que va a llover, yo creo que mejor en tren, ¿eh?

– Díaz-san, ayer estuvo tu mujer aquí para pagar la cuota, hay que ver que guapa y que maja es, y mas joven que tu un rato largo, no te quejarás, ¿eh?

– Díaz-san, te he movido la bici a este sitio que había más espacio para que te sea más fácil sacarla.

– Díaz-san, ¿en qué idioma le hablas a tu hijo?, ¿en inglés?

Quitando a uno, que todavía no le ha cogido el truco a tratar conmigo, quizás por miedo a que no nos vayamos a entender, todos me dicen algo siempre que la actividad del momento lo permita. Porque, especialmente a las mañanas con todas esas madres dejando las bicis eléctricas, no te vayas a creer que están mirando el paisaje. Es admirable el trabajo que hacen, en Tokyo poca broma con todas las bicicletas que hay, yo he llegado a tener tres a la vez.

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Aparte del ajetreo de reorganizar las bicis, de crear huecos donde parecía que no los había, de cobrar a los que no pagan cuota mensual sino por día. Aparte de todo eso, también tienen mucho papeleo que hacer: nuevas solicitudes de pases anuales, bajas, informes. Lo sé no solo porque les he visto hacerlo, sino porque me lo han contado. Este tipo de trabajo lo hacen en una especie de despacho, casi garita por lo estrecho, que cierran con llave supongo que por los cambios que puedan dejar. Si es el caso, yo procuro no molestar; aparco la bici, cierro el candado y me voy por donde he venido con las piernas temblorosas según vayamos cerrando la semana.

Ayer a la vuelta estaba el que más simpatía me regala cuando coincidimos: un anciano que me saca una cabeza, delgado como solo la palabra enjuto es capaz de matizar, con los pómulos de la cara tan marcados que es inconcebible que ahí haya existido carrillo alguno. Suele llevar una gorra pero muy vieja, como las que llevaban los ciclistas de antaño, descolorida y con tantos manchurrones como supongo que recuerdos porta la cabeza, repleta de canas, a la que protege de brisas traicioneras, que a ciertas edades mejor no arriesgar.

Me habla siempre que nos cruzamos. Ayer incluso dejó lo que estaba haciendo, salió de la garita y vino hacía mi. Se quitó las gafas y las dejó caer hasta que quedaron colgando de su cuello ancianándole todavía mas la facha. Venía riéndose, como si me hubiese estado esperando y por fin podía ya tachar de la lista la charleta con el chaval de las dos bicis, que era lo que le faltaba para ponerle colofón al día:

– Diaz-san, otsukaresama desu. ¿Te has mojado?, hoy por la mañana caía poco pero como tienes un rato largo hasta Shibuya, te habrás calado. ¿En España no hay tsuyu?, aquí es todos los años pero no se acaba de acostumbrar uno, ¿verdad?.

– Diaz-san, he estado mirando en internet y he encontrado Bilbao, es en el País Vasco, ¿verdad?, yo estuve una vez en Barcelona y otra en Madrid, pero he visto fotos del País Vasco y parece muy bonito.

– Diaz-san, no se te olvide candar la bici que ayer la dejaste suelta y tiene pintas de ser cara, a ver si vas a venir un día y no va a estar…

– Diaz-san, esto

– Diaz-san, lo otro

Y a mi se me olvidan las prisas, y me paro y echamos un rato.

Ya camino de casa, a pie esta vez, saco el boli y el cuaderno para tachar, sonrisa mediante, un punto más de las cosas que conviene hacer para conseguir que el día sea más bonito y valga más la pena.

  charlar con el abuelo de las bicis       

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37 comentarios en “Díaz-san

  1. Gente maja, sí señor!!! No cuesta nada ser amable y además, a l otra persona, le alegras el día!!! Cuanta gente debería aprender a regalar sonrisas!!!

    1. Claro que si!! es que además tenemos esa complicidad que nos da el tener que vernos todos los días y, creo, caernos bien!

  2. Es algo que llama mucho la atenciónde la sociedad japonesa: La cantidad de personas mayores que está ejerciendo en oficios-servicios, con unas edades en las que aquí ya hace rato se está rascando la barriga y tumbado en el sofá.

    No sé si es por cultura, necesidad, o que simplemente está bien visto. Y además, por lo que cuentas, parecen más felices con su ocupación que con el ocio.

    ¡Gente maja !!

    Un saludo :ungusto:

    1. Si que es verdad, si… yo creo que es la necesidad de seguir sintiéndose útiles porque no creo yo que ganen muchos lereles haciendo ese trabajo (algo cobrarán pero seguro que muy poco). Por otro lado también hay voluntarios que se dedican a estar en los pasos de cebra cercanos a los colegios para vigilar cuando van los chavales y para el tráfico si hace falta y así…

      Yo no creo que lo hiciese, seguramente dedicaría el tiempo que me quedase a hacer mis cosas, pero es muy digno de admiración, si señor!

  3. Estás encantado con tu bici nueva, eh…
    A mí también me gustan esas pequeñas cosas de la vida diaria que te alegran el día.
    Un saludo.

    1. Si, la verdad es que estoy encantado, si, es otro mundo totalmente…

      Pero esta movida viene de antes de la bici nueva, ¿eh?

  4. Hello,
    Yo pensé que la gente mayor trabajaba porque la paga que les queda muchas veces es pequeña. La verdad que con gente así da gusto y por lo que parece al hombre al ser extranjero le has hecho pensar cosas y así mira por internet o se saca las dudas preguntándote a ti. Es agradable convivir con la gente del entorno que eso a día de hoy se está perdiendo.

    1. Ná, no creo que sea cuestión de dinero en absoluto.

      Si que es agradable, diría que necesario como seres humanos que somos!

  5. Esas charlas son las que marcan la diferencia entre una rutina aburrida y un día interesante, aunque sean solo un par de minutos. Qué amables, que gente tan linda ☺️

  6. Hola, llevo muchos años leyéndote y nunca me atreví a comentar :vergonzer: . Me encanta como escribes y la verad me da envidia sana ver como eres capaz de sacar lo positivo a todas las pequeñas cosas que pasan en el dia a dia.

    1. Al final es gente con la que compartes un cacho cada día, yo creo que compensa ser majete, ¿no?
      Este señor me enteré el otro día que por lo visto fue profesor de la Tokyo Daigaku, así que no es moco de pavo!

  7. Las grandes cosas del día a día que la mayoríá de los que están fuera llaman «pequeñas». Para mí, estos momentos que te llenan de energía y dibujan una sonrisa no son pequeños momentos, sino enormes :gustico:

    Muchas gracias por escribir :)

  8. Las pequeñas satisfacciones de la vida diaria: «anotar charleta con el abuelete enjuto». :cebolleter: :gustico: Un saludo bicicletero!

  9. gracias por ser tan amable, hay mucha gente mayor que se siente sola. Ya tienes mejor pinta como dicen en mi tierra. :romeo:

  10. Pequeños gestos que llenan una vida de momentos agradables. Gracias por recordarlo.

    Me alegra leerle de nuevo, Diaz-san :felicianer:

  11. La charla con la pescatera, el cajero del súper del barrio, el saludo a los vecinos del barrio con los que te vas cruzando… son la sal del día a día. Es bonito comprobar además, que no eres un simple número de abonado. :parriba :gusteresque:
    Entrañable el señor que mira Bilbao en internet, intrigado por Diaz san :felicianer:

    1. Y que me ha comprado un libro y todo, dice, donde se habla de la historia del País Vasco en japonés!! tengo ganas de «intentar» leerlo para ver que pone, intrigadísimo me tiene! menudo señor más majete!

  12. Pues si que son majos los japoneses. A mi tambien me ha pasado algo parecido. Que si Bilbao es chulo, que si hay un concierto de musica clasica con partes inspiradas en el Pais vasco…te hacen la vida mas agradable.

    Gracias por compartir esas agradables experiencias! :bailongo:

    1. «Pues si que son majos los japoneses»
      Juas, vaya frase, es como decir: «Pues si que son majos los españoles», ¿en serio?!?!? ¿todos?!?!?!
      :D

      Pero en este caso lo que aplica sería «si que son majos los señores del parking de bicicletas que coincide que son japoneses»

      jeje

  13. Tarde llego al blog esta vez, el avisador es de las suscripciones no me ha avisado, volveré a meter el mail por si las moscas.

    Las rutinas esas en las que te encuentras con gente afable, de esa con la que no le no importa charlar un ratito, molan y hacen los días especiales y mejores aunque lo hagas todos los días.

    :ungusto:

    1. Andará dormido, como hace la hostia que no actualizo, se le habrá ido la pinza al avisador…

      Pero si que es cierto que este tipo de encuentros le hacen a uno la vida más amable, es así. No cuesta nada ser majete y recompensa con creces…

      :ungusto:

  14. Pues aquí llego yo, que llegar tarde no es no llegar. Es un problema que intento solucionar día a día, porque no solo me pasa aquí, mi face parece que siempre va con un día de retraso :felicianer:
    Yo, en Castro, voy a menudo a una librería porque el trato con las chicas que allí trabajan es super agradable. Cada vez valoro mas esos momentos y empiezo a elegir los comercios por esa razón, aunque el precio del producto pueda ser algo superior. Rodearte de gente así de agradable hace los días mucho mas bonitos. Y leer el ikublog también!!!

    Saludos :gusteresque:

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