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The Asakusa Hunting

Esto podría ser una nueva hazaña del TGH en la que nos vamos a Asakusa a meterle con el mechero al gatostiable, pero coincide que no. En realidad ayer después del Yosakoi me fuí a Asakusa a comprarle algo a mi hermano Javi, que es su cumpleaños en breve, y le compré un regalo más chulo que ni sé, ¡seguro que le encanta!

De paso, como sabía que iba a ir ahí y que por la noche se vacía de gente siendo el lugar todavía más espectacular, me llevé la cámara y el trípode y convertí la cacería regalil en cacería fotografilera:

Para sacar éstas me subí a un muro del que casi me mato al bajar, :ahivalaotia:

Y luego aunque a Pau seguro que no le hace mucho tilín, también estuve echando unas partidas con el Lightroom a ver hasta dónde llegaba:

¡¡Ay que bonito Asakusa!!
¡¡Ay que baldao llegué yo ayer a casa!!
:viejuno:

Y eso de Japón… (III)

En breves se viene un tifonaco a los Tokyos, así que vamos a seguir un poco más de la historia de cómo aparecí yo aquí antes de que aparezca volando en Korea.

La primera y la segunda parte se podrían resumir en tres frases:

– Nada más acabar la uni, me dieron una beca del Gobierno Vasco por la cual me iba a Tokyo 6 meses, y que era la primera y última vez hasta la fecha que ésa beca tuvo como destino Japón.
– Beatriz dejó su curro en Bilbao y se vino conmigo con visado de turista. Al de dos semanas ya estaba trabajando en una empresa de informática con la que consiguió un visado de 1 año
– La beca se acabó y nos volvimos con el shippo entre las piernas

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Bea dice que ella no, pero yo me acuerdo que volvía convencidísimo de que iba a regresar a Tokyo muy pronto. Estaba emocionadete por volver a ver a mi familia y amigos, deseando darles la chapa con todas las historias que viví en todo ese tiempo que al principio parecía una eternidad, pero que se pasó en un estornudo y dos sonadas de mocos. Y vaya si la dí, la chapa digo… preguntad preguntad.

Lo siguiente que tocaba era ver si habría algún tipo de continuidad con la empresa de Vitoria con la que obtuve la beca, y todo parecía indicar que sí. Después de unos días de descanso, me ofrecieron un trabajo de comercial encargado de Asia, eso significaba estar en la oficina dándoles soporte, pero también viajar de vez en cuando a Japón, Korea y China para asistir a ferias y eventos.

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Por otra parte, Beatriz estuvo durante el último mes en Tokyo de reuniones con un cliente que quería que le hiciesen una aplicación y viendo que el proyecto se iba a quedar colgado, intentaron convencernos de que nos quedásemos unos meses más. Pero claro, mi visado era de sólo seís meses y se acababa. Así que lo siguiente que hicieron fue proponer que se sacara el proyecto teletrabajando desde Bilbao.

Después de mucho rehablarlo, decidimos hacer el proyecto entre los dos, así que le conté la situación a los de Vitoria con la esperanza de que me guardasen el puesto y nos tiramos los siguientes siete u ocho meses programando en Filemaker a pachas. Nunca sabré si la decisión fue la correcta o no, pero pintaba mucho más emocionante: la segunda vez que «trabajo» e iba a ser desde casa para un proyecto de Japón, madre mía qué vida más rara…

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Yo mantenía relación con Takeshi y Natsuyo y hacía algún que otro trabajo temporal para los de Vitoria como el manual de usuario de la aplicación en inglés e historias parecidas, todo esto a la vez que el currele de Tokyo. Era una época extraña currelando con emails y todo en inglés mientras estábamos en nuestro mundo «de siempre».

Cuando finalmente el proyecto se acabó, nos vimos los dos en la calle sin otra cosa que hacer que buscar trabajo. Yo arranqué donde los de Vitoria y me dijeron que me cogían… hasta que en el último momento recibí una llamada diciéndome que si por la crisis habían tenido una reunión de urgencia y no se qué gaitas, pero que no me podían contratar, ni de comercial de Asia ni de programador ni de nada. Algo raro pasó por ahí de lo que nunca me enteraré.

Lo de volver a Japón se volvió imposible, de hecho ya ni lo intentábamos, aunque yo empecé a estudiar japonés por mi cuenta. Todos los días intentaba aprenderme el hiragana, katakana y algunos kanjis. La cosa fué a más hasta que saqué el nivel 4 del Noken, que no es decir gran cosa pero era motivante.

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Después me enteré de una chica japonesa que vivía en Bilbao y daba clases y estuve con ella una temporada hasta que lo dejó. Seguí a mi aire otra temporada hasta que dí con otra chica, Yuka, que me estuvo aguantando otra temporadilla y acabé sacando el nivel 3, que tampoco es decir gran cosa.

Vamos, que teníamos mucha más afición por todo lo que venía del país donde los cerezos más famosos son los que no dan cerezas: veíamos películas, doramas, escuchábamos música… como mucha otra gente, pero con la diferencia de que nosotros ya habíamos vivido allí.

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Así que después de haber vivido una de las experiencias más increíbles de mi vida, de repente me desperté y me encontré empezando desde lo más bajo haciendo un curso en Coritel donde me obligaban a ir con traje y hasta tuvieron los santos huevos de mandarme a programar un proyecto real a un cliente en Bilbao sin hacerme contrato, ni pagarme un duro. No había otra cosa, así que mientras buscaba mi dignidad por debajo de los zapatos de aquellos entrajetados cancamuseros seguí su comedia una temporada.

Tú no digas que estás de becario -me dijo la jefa- tu dí que eres de Accenture y que estás asignado al cliente
O sea que me hacéis venir en traje, no me pagáis un duro, estoy sin contrato ¿y encima queréis que mienta?

A mi me hervía la sangre y se me coagulaban los higadillos, se lo contaba a mis padres y no se lo creían. El día en que me pidieron que me quedase hasta tarde para acabar el proyecto, me llevé a la jefa a una sala y le dije que me iba a casa, que hasta ahí habíamos llegado, que se fuesen a pisotear a otro. Me levanté y me fuí para no volver más a ese cliente. El siguiente día que me pasé por Coritel me dijeron que ya me iban a hacer contrato, pero les dije que no me interesaba y me fuí.

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A parte de para intentar soplarle un poco a mi dignidad para tratar de que no estuviese tan deshinchada, me fuí porque encontré otro trabajo en un cuchitril donde, por lo menos, me hicieron contrato y me pagaban. Quiero creer que tuve mala suerte y que se puede currar en un sitio decente en Bilbao, porque pasé por cada sitio que si cuento lo que hacían no me cree nadie.
Al final la suerte volvió y aparecí subcontratado en el Parque Tecnológico de Zamudio para un cliente de los grandes del País Vasco donde parecía que iba a tener, al menos, muchísima más estabilidad.

Ya véis, buscando estabilidad, y es que lo de Japón estaba más que olvidado. Ya habían pasado como dos años desde que volví y sólo nos planteábamos, si acaso, ir de vacaciones.

Entre medias Bea y yo seguíamos dándole a la cebolla para intentar hacer algo relacionado con Japón y la idea que nos venía una y otra vez fue la de intentar traer turistas japoneses a Euskadi, hacer de enlaces, ir a buscarles al aeropuerto, llevarles aquí y allá enseñándoles una parte del país que es totalmente desconocida para ellos, pero que sabíamos que les iba a encantar.

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Nos quitaron la ilusión pronto, en cuanto nos negaron un par de subvenciones. En otras había que ir a cursos de formación que requerían que dejásemos de ir al trabajo…. Así que tiramos por lo de las camisetas, que nos parecía algo bastante chulo que podíamos hacer por nuestra cuenta y con eso seguimos hasta hoy.

Como la vida nunca sabes por donde te va a salir, y por razones que sólo Bea y yo sabemos y que nunca contaré aquí, se separaron nuestros caminos con la gran suerte de que conseguimos mantener una excelente relación, tanto que ella ha sido uno de mis mayores apoyos desde que me vine aquí ésta segunda vez.

Ikusuki sigue, como sabéis, y es ella la que se encarga de lidiar con los de la imprenta, hacer los pedidos y enviaros las camisetas envasadas. Yo sigo con los diseños, el blog y la web.

Así que ahí estábamos, con un buen trabajo pero con la vida destemplada.

Sólo me queda contar cómo después de tres años volví a Japón a intentar montar, pieza a pieza, ventrículo a ventrículo, el saco ese rojo que se empeña en seguir su rutina, la de mantener el pulso pase lo que pase de pupilas para afuera. Y esperemos que tarde muchos años en aburrirse de ella.

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Concluirá…

Los vídeos del Yosakoi

Tenía unos cuantos vídeos y primero pensé en hacer una mezcla un poco con todos, pero me daba pena que los bailes quedaran cortados, así que al final he decidido sólo mezclar cachos de los que no tenía el baile entero y poner el resto tal cual.

Ahí van los primeros que ví yo, un grupo llamado «Funny»:

Después se puso a llover aunque el asunto no se paró y lo cierto es que le dió al baile un efecto dramático chulo chulo:

Estos son los que más me gustaron con diferencia:

Esta es una mezcla entre unos que sacaron a un niño pequeño que el pobre hacía lo que podía, y que les quedó graciosísimo, y otros que cantaron rap a mitad:

Y estos son los míos!! este es el baile que estuve ayer por la mañana ensayando otra vez y que ya casi casi me lo sé, aunque claro, así tal cual está es como me lo he estado aprendiendo desde que empecé:

Porque luego tenemos esta otra versión, que es avanzando por la calle y que aunque es el mismo, yo todavía no me aclaro!!!

Y en este otro vídeo es un calco del primero pero que grabó alguien que estaba detrás de mí y se me ve a mí haciendo experimentos ahí con el trípode Gorilla ese o como se llame. No daba abasto entre querer sacar fotos y grabar, jajaja, aunque está claro que lo suyo es dejar la de vídeo quieta y ya está, pero ni eso hice bien que el vídeo sale torcido. Por cierto vaya pelajos que tenía por detrás, parecía que en vez de en la Yamanote iba a salir de ahí en la fregoneta!!!

Soy el de azúl de la derecha que aplaude como un jabato al final:

Tengo que confesar que el festival de Harajuku ha conseguido que me sienta mucho más motivado, porque es que entre semana sólo hay un día en el que me vaya directamente a casa después del trabajo. Los martes voy a la ceremonia del té con agujetas de Karate del lunes y salgo de allí con las piernas entumecidas, y para cuando llega el jueves tengo el cuerpo que ya no me acuerdo de cómo era eso de que no te duela nada. Así que el fin de semana lo que menos me apetecía era tener que seguir haciendo cosas, y la verdad es que he faltado a más clases de las que debería.

Ahora no tengo excusa, ya que he empezado, por lo menos tengo que salir en Ikebukuro y hacerlo lo mejor que pueda, así que dejaremos de comer chocolate y quedarnos sobando los domingos por la mañana (lo que en ikusuki denominamos un fin de semana Dolce&Galvana) y le echaremos un par de tamagos al asunto bailotero.

Esta será una bonita historia que contaré una y otra vez a mis pobres nietos que odiarán Japón por culpa del pesado del yayo Tosca que está viejuno entero…

:viejuno:

Fukagawa Matsuri

La Nere, que a ver si este fin de semana hacíamos algo, que ha buscao por ahí por la net esa que es inter, y que le sale que hay un festival donde se hacen procesiones con los altares y que la gente les tira agua, que pinta bien.

Yo que había ya decidido de antemano que este fin de semana me lo iba a tomar con calma, que descansaba de Karate y de Yosakoi porque mi cuerpo me estaba pidiendo sopitas desde hace dos semanas… vamos, que estaba un poco hasta los huevos de tanta patadita y tanto baile con la caló que hace, no lo dudé mucho y me apunté.

Lo de este festival es curioso, resulta que hacen todos los años, pero que el gordo es cada tres y que el último tocó el año pasado. Quizás por eso, porque allí se nos podía contar a los extranjeros con los mocos de una nariz, el matsuri fue más bonito. Menos espectacular seguro, pero por estar sólo rodeados de los del lugar hizo que fuese más auténtico. Además que si había hambre, teníamos al ninja pa que mangase unos higos a la que nos quisiésemos dar cuenta, así que el plan estaba hecho!

Lo primero que vimos fue a gente allí vestida esperando a que empezase el jaleo…

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El omikoshi, el altar, pertenece a un templo y antes de sacarlo de paseo, los monjes lo bendicen allí mismo. Es el único rato en que el que los que lo llevan se están callaos porque luego lían la de Buda es Buda.

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Allí se tiraron un rato rezando mientras nos pedían que agachásemos la cabeza, y después ya empezó el jaleo. Los forzudos levantaron el altar, lo zarandeaban para arriba y para abajo, lo giraban, lo levantaban y lo sujetaban con una mano dando voces. Vamos, que se veía que se lo estaban pasando bien, y nosotros más, claro. Y eso que el altar aquél pesaba por lo menos veinte veces más que el que llevé yo!

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Por detrás del altar resulta que iba un monje montao en un caballo, con un señor que llevaba una carretilla para recoger lo que el noble animal tenga a bien aflojar por la calle. Y luego iban un par de monjes llevando un cepillo portátil para recaudar lo que las nobles gentes tengan a bien aflojar por la calle también.

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También había algún Mambrú Dulcineo que se gustaba de llamar la atención. ¿Se os ocurre algún término calificativo?  yo por más que pienso, no soy capaz de que se me ocurra uno…

:pliebre: :pliebre: :pliebre: :pliebre: :pliebre: :pliebre: :pliebre:

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Y luego, pues claro, a descansar con unas cervecitas . Que, por cierto, a nosotros nos vieron ahí tan formales sentaditos en la acera al lado de ellos que nos vinieron a traer comida y bebida también. Aunque lo mejor fue que al Guille vieron que le estaba dando el solete en el terrao y un señor vino y le anudó el pañuelo del festival en la cabeza, todo esto sin decir una sola palabra. Anda que no molaba el Guille!! anda que no!!

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Las fotos molan, aunque esté bien que yo lo diga, pero en el video es donde se aprecia mejor el jaleaco que me forman y lo guay de cómo son estas cosas. Ojo, que hay un extranjero con barba llevando el omikoshi, a ver si lo encontráis. Y tampoco os perdáis al que tiene la cabeza rapada con el kanji del sitio…

Dentro ikuvideo!!

Luego ya nos retiramos a Asakusa, que por la noche mola mucho, y allí ya acabamos de cumplir el cupo de pasarlo bien en la mejor de las compañias.

La chica que doblaba toallas

Hay días en que aprovecho la hora de comer para salir de la oficina e ir de compras. En el mismo edificio de la estación de Meguro hay un Uniqlo y un Muji a parte de muchas tiendas pequeñas, con lo que no es raro verme por allí curioseando aunque no compre nada, para acabar comiendo algo rápido del combini de la esquina y bajando la cuesta con la bici casi a contrareloj para cumplir el horario.

Ese día decidí tomármelo con calma y compré un par de camisas de manga corta, y por alguna razón salí por la otra puerta del Uniqlo que daba a un pasillo con más tiendas que curiosear.

En una de ellas vendían objetos para el hogar de esos artesanales de madera incluyendo artilugios y aceites para dar masajes. A mi estas cosas siempre me han llamado la atención, así que empecé a toquetear, abrir y oler… hasta que cogí lo que yo entendí como un masajeador de piernas cuyo hipotético uso empecé a ejercer.

Entonces llegó ella, una chica de más o menos mi edad que estaba doblando y colocando toallas en una estantería. Dejó de hacerlo y se me acercó. Hacía muchas reverencias y sonreía tanto que había momentos en que costaba saber si tenía los ojos realmente abiertos. Su pelo largo y negro se confundía con la chaqueta del uniforme negro y rojo de la tienda, totalmente inapropiado para el calor que hacía aunque he de reconocer que era muy elegante y le quedaba perfecto. O eso me pareció.

Excuse me -me dijo en un inglés forzado- that … that ….
Hai -le contesté en mi japonés forzado- que esto no es para las piernas, ¿verdad?
Oh, hablas japonés muy bien
Que va, que va
Pues es que eso que has cogido es un masajeador de espalda, ¿me permites?
Ya me parecía a mi raro, toma toma

Cogió el chisme, que era poco más que un palo con dos rodillos de madera con pinchos, y me empezó a dar un masaje en la espalda. Al acercarse más a mi pude notar un olor suave pero muy fresco, que supuse de champú y de repente quise acariciarle el pelo y olerlo más de cerca. En vez de eso seguí sujetando las bolsas del Uniqlo y ella siguió presionándome lo que sea que tenga yo entre los omoplatos con firmeza, haciéndome algo de daño a veces al clavarlo demasiado. Nunca he entendido eso de que un buen masaje debe doler, pero me dejé hacer el rato largo que duró la demostración.

Joe que gozada, ¡no pares! -dije. No era mentira del todo porque aunque dolía, me gustaba tenerla cerca… dejémoslo en que era una verdad desafinada-
Jajaja, ¿a que si? Pues así se usa, aunque es mejor con alguno de estos aceites, se lo puedes regalar a tu novia y así que te de masajes, jajaja
Eso si tuviera novia, claro -¿dato sonsacado?, o eso quisimos creer mi ego y yo-
Jaja, bueno pues a tu madre, qué remedio
Un poco a desmano le pilla también, ¡está en España!
Vaya, jajaja, pues ¿alguna amiga?
No se yo… me parece que cuando quiera un masaje, vendré aquí y me pondré a masajearme los pies con el masajeador de espaldas hasta que aparezcas tu -parecía que era otra persona la que estaba hablando por mi-

Ella, lejos de cortarse, me siguió el juego:

Jajaja, vale, pues ya me fijaré por si vienes otra vez. ¿Qué haces en Japón? ¿estudias?
Anda, pues si que me ves jóven, no no, estoy trabajando aquí cerca
Pues no te había visto nunca por aquí
Creo que es la primera vez que entro aunque la mitad del sueldo me lo dejo en el Uniqlo de ahí detrás
Jajaja -de nuevo esa sonrisa encantadora. El olor del champú de tanto estar ya no estaba- Uniqlo es barato y está bien, lo malo es que cuando te compras algo, lo tiene medio Tokyo
Si, eso es verdad

De repente una voz salió de detrás de la caja registradora gritando Eri y algo más que no supe entender.

Me tengo que ir, espero verte más por aquí
Si si, en cuanto me duela algo vuelvo
Jajajaja -esta vez sí que llegó a cerrar los ojos del todo, estoy seguro-
Hasta luego Eri
Are? ¿como sabes mi nombre?
No te asustes… lo acaba de gritar tu jefa a medio Meguro. Yo soy Oskar, encantado
Encantada, vuelve otro día, ¿vale?, aunque no te duela la espalda
Vale, trato hecho -mientras sigas usando ese champú….-

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Otros encuentros:

La chica del shamisen
Desclasificando una noche
Calor humano
La chica de Okinawa
La chica del bar de Shibuya

Shinjuku Eisa Matsuri 2009

Leí por ahí que el sábado pasado se iba a celebrar un festival con bailes de Okinawa en Shinjuku, que iban a cortar la calle principal y todo, así que mira, ya salió el plan.
Total, que allí nos plantamos el ninja, unos familiares suyos y yo a sacar fotos.

Aunque en el parte decían que lluvias intermitentes, lo que allí hizo fue un día de escándalo con un sol que nos tuvo sudando cual Martin Fiz de mozo. Aunque creo que hubo alguno que lo pasó peor…

Muchos movimientos de los que hacían me recordaron a algunos que hacemos en el Yosakoi, jaja, no me imagino que puede que en un próximo matsuri voy a ser yo el que va a salir ahí en medio a dar voces y pegar saltos, jajaja, qué bueno!

Saqué más de cuatrocientas fotos, pero no os asustéis que aquí os pongo sólo una pequeña selección para que no os aburrais demasiado (lo que si que suelo hacer últimamente es subir todo el taco al sitio ese con nombre de silla de Ikea)


Otsukaresama deshita!!!

También grabé un video!! era muy largo, pero lo he intentado cortar con un poco de cada uno de los bailes que grabé, a ver si os gusta!

¡ Cómo tiene que molar Okinawa !

Nihon Minkaen 日本民家園

Hacía mucho que no me iba yo por ahí de picospardos a algún lugar nuevo. Así que aprovechando que el domingo me desperté más fresco que un cogollo Tudelano, cogí Internet, lo agité, lo puse del revés y me quedé con la primera excursión que cayó de pies:

Nihon Minkaen 日本民家園

¿Eto qué é lo que é? preguntaréis ávidos de sabiduría y yo raúdo y veloz cual correcaminos que va a las rebajas os lo cuento según el recuerdo me viene viniendo a la mente antes de que se pase de largo:

Échale que hay un monte con un senderillo a seguir y que según vas andando te vas encontrando con casas tradicionales japonesas del año catapún-leré puestas aquí y allá. La copla es que desde 1965 se han dedicado a rescatar, restaurar y traerse a este lugar todas aquellas construcciones cuyo valor histórico merecía conservar, así que tenemos la nada gañanable cifra de 23 edificaciones para disfrute y jolgorio del visitante.

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Y todo eso mientras uno anda por una especie de bosque que tiene mil y un detalles!

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Son casas tradicionales japonesas a las que se puede entrar y darse uno cuenta de cómo era eso de vivir en aquellos años. Además todo viene explicado también en inglés y así nos cuentan cómo se cocinaba en la época pudiendo ver de primera mano utensilios y herramientas reales. Muchas de las casas pertenecían a familias de granjeros con lo que también habemus aperos de labranza (¡ikumomento histórico!: la palabra apero ha sido utilizada!!, dentro violines!).

 

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Lo mejor, sin duda, es que casi no había nadie a pesar de que era un domingo. No sé si es que el lugar no es muy conocido o qué, pero era una gozada estar ahí metido dentro de una de las casas sacando fotos con calma más solo que la una. Por ejemplo, estos tres estaban dibujando el molino de agua ahí tranquilamente sin que tuviesen que imaginárselo detrás de hordas de gente como en Nikko:

 

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A mitad de camino hay un restaurante de soba, que el menda se comió un cancarro como estaba mandado. La señora maese hacedora de los fideos me estuvo dando conversación un rato y ahí estuve yo practicando mi japonés aguantando el tipo más resabiao que resabiao! anda que no!

 

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También me contó la señora lo del cartel de la entrada… anda que!

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Y luego al final hay un escenario de Kabuki y un taller de teñir con la flor de indigo, que llegué tarde y ya habían teñido lo que tenían que teñir… qué pena, me quedé con ganas de ver cómo se hacía el asunto!

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Esto está cerquita de Tokyo: la estación se llama «Mukogaokayuen» y se llega desde Shinjuku en menos de media hora pillando la línea Odakyu. Lo único que al llegar a la estación hay que andar un poquito, como unos diez minutos, aunque es un paseo bien agradable y bien chulo. Y luego a la vuelta os podéis parar perfectamente en Shimokitazawa a comprar zapatos, porque otra cosa no, pero tiendas de zapatos hay a moles.

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Pagando a una modelo

¿De esto que un grupo de señores mayores ponen bote pa pagar a una chiquita pa que ponga morricos y sacarle fotos?

Pues eso

 

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Hazme el Michael Jackson chata!… nótese al currela del fondo que es el que hace posible el término indicador de dirección allá por donde él ha pasado
:bythesegao:

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El caso es que estábamos el tío Fla, Guille y yo ahí aprovechando la coyuntura y entre pose y pose, se nos ponía a posar a nosotros. Gracias chata!

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El porlosegador de la derecha está pensándose cobrar comisión por salir en la mitá las fotos él también

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¡Anda, pues ahora me doy cuenta que no había tanto viejuno!
¡Si también había mozos casaderos!

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La chica no es que fuese especialmente guapa pero tenía desparpajo con o (que con a suena feo)

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Esto iba a tiempo, y la señora ésta gastó su turno en moverla ahí cual maniquí pa sacarle un par de foticas como mucho

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El rascayú de las gafas es el cuentatiempos, y a la que caducaba el turno mandaba cambiar y entonces se acercaba otro

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No sé si ponerme el sombrero o quitártelo a ti de una ostia

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Parecerá muy pueril pero yo ahora pongo la pose del morrito sombreril

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Estará pensando el de la gorra: estos pataliebres no han puesto bote y están sacando más fotos que yo… efectivamente, amigo, esto es así
:pliebre:

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No sé si ponerme el sombrero o torear un miura… ba, mejor me decoloro un poquico

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Total, que yo no pagaría por esto… aunque me han contado que por Barcelona también se hace… ¡allá cuidaos cada uno con sus dineros!

El barrio donde vivo

El barrio donde vivo no tiene casas con escaleras que se puedan subir más allá de tres pisos y los coches se ceden el paso unos a otros porque la carretera no tiene una raya que la parta por la mitad.

Viven a mi alrededor ancianos que me triplican en edad y que hace tiempo que me dejaron de mirar curiosos porque ya se han acostumbrado a que yo les mire curioso.

 

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En el barrio donde vivo también viven cuervos y gatos seguro que desde hace mucho más que yo, y seguirán graznando y maullando mucho después de que yo me vaya, aunque yo les seguiré escuchando allá donde me toque dormir, como ahora sigo escuchando la voz de los míos.

 

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Hay cinco cerezos por cada farola y tocamos a mil flores por vecino que se reparten en primavera. Yo ya he guardado dos mil novecientas noventa y nueve en el saco que tengo entre los dos ventrículos. La que falta se la regalé a la quinta chica de la que me enamoré aquella tarde de lluvia donde sólo tocó sentir eso tan raro de ser feliz.

 

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El barrio donde vivo me ha guardado siempre el secreto de todas esas noches en las que no dormí en él y me recibe con un guiño al verme llegar al amanecer sin preguntar de dónde vengo o qué he hecho sin él.

Uno sólo sabe que está en una ciudad al llegar a la parte de arriba de cualquiera de los caminos, porque todos se hacen subir, y desde allí se ve a esos otros que viven en casas de muchas más escaleras y neones y ruidos.

Como la estación de tren está lejos, para salir del barrio donde vivo existe un indispensable y maravilloso requisito: dar un paseo. Al estar todos obligados a ello, es inevitable cruzarnos cada día. Las sonrisas parecen impuestas por ley, y los vecinos nos encargamos de ejercerlas la mayor parte de las veces sin conocernos.

 

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A veces alguien me pregunta por el lugar donde vivía antes. Y entonces hablo sin parar de casas, personas, olores, sabores y lugares que poco tienen que ver con éste en apariencia, pero siendo en esencia tan iguales que asusta cerciorarse de ello. Lo hago en voz baja, para que el barrio donde vivo no se entere que no he vivido aquí siempre, no vaya a ser que deje de guiñarme el ojo cuando llego.

Si alguna vez uno de los cerezos del barrio donde vivo sigue desnudo a pesar de que todos los demás hace tiempo que han florecido, es que ya no viviré allí y habrá decidido guardarme las flores que me tocaban esa primavera.

Eso es que sabe que volveré a por más cuando ya no me queden, y eso será porque las habré regalado todas. Porque yo sé que mientras el saco donde las guardo siga latiendo, no se marchitarán.

 

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Muy relacionado con este post: La ciudad donde vivo

Cenando con la autoridad

Estamos muy cerca de acabar la primera fase del proyecto que tenemos entre dedos (que están entre teclas). El jefe, desde Alemania, nos pide que le demos un último empujón y dejarlo lo mejor posible antes de que podamos descansar algún que otro día. La verdad es que me gusta mucho este trabajo, se me pasan los días volando y tengo la suficiente libertad como para intentar hacer cosas nuevas de vez en cuando.

Así que no es de extrañar que muchos días durante la semana pasada haya salido tarde de trabajar aprovechando que tengo la bici fuera y que no dependo de horarios de trenes y sólo unos veinte minutos me separan de casa.

El otro día me moría de hambre al salir, así que me compré un par de sandwhiches y alguna cosilla más en el combini y enfilé con la bici para casa. Cuando iba subiendo la cuestaca, ví un control de la policía. Uno de ellos me hacía señas con la linterna para que aparcase allí y yo aparqué, claro. Me pidio el carnet, comprobó que la bici está registrada a mi nombre y cuando yo suponía que me iba a dejar irme, me echó una especie de bronca en plan padre preocupado:

– No deberías ir comiendo y andando en bici a la vez
– Ah si si, es cierto, es peligroso, ¿verdad?, vale, guardo el sandwhich

Lo cierto es que no tenía donde guardar el sandwhich más que en una bolsa de plástico que colgaba del manillar y que tampoco creo que cumpliese el ISO de seguridad vial, así que la conversación siguió:

– Por favor, cómete la comida antes de seguir tu camino
– Jajaja, si
– Después -el policía no se reía- nosotros te recogemos los envoltorios y entonces te puedes ir
– Ehh… vale, entendido

Y en algún lugar de Tokyo entre Gotanda y Magome a una hora más allá de las doce de la noche, un Zalluco se comió dos sandwhiches y un kitkat, bajo la atenta mirada de dos policías japoneses que le sostenían la bici. El momento cumbre fue cuando haciendo alarde de lo mal que nos llevamos yo y los «abrefáciles», me tiré un rato peleándome con el segundo sandwhich para abrirlo y el policía me tuvo que ayudar.

Gracias a la técnica aprendida del maestro pastababas, exhibí mi arte masticador delante de la ley esperando que me puntuasen o algo, que aquello parecía más una prueba del qué apostamos, pero no, el poli seguía con su cara de bicho palo:

– Muchas gracias, por favor, deme la bolsa, vaya con cuidado y procure no comer y andar en bici a la vez
– Entendido, muchas gracias y buenas noches

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Otros encuentros con los capitanes Furilos de aquí:

El policía y el extranjero
De quedarme chato vengo

Buya en Shibuya

Iba yo andando tranquilamente después de trasquilarme medio Uniqlo de Shibuya, cuando aparecieron por allí un quintal de rascayús dando voceríos. Era una manifestación de la ultraderecha junto a lo que parecía un desfile de modelos de la policía, porque la proporción era de un poli por cada dos ultraderechostiables. La pena es que en el lote no les cayesen un par de palos por metro recorrido.

Tipos con cara de cabrones gritaban que Japón estaba mejor siendo sólo Japón y que había que cerrar las fronteras y dejar de hacer negocios con el extranjero, especialmente con los yankis (ahora que mira, si todos son como el parlapuñaos yo también dejaría de extraperlar para no tener que oir extraparlares)

Alguno iba dando panfletos a la gente, y la gente no se los cogía. Un chico de más o menos mi edad (que siendo japonés, serán 10 años más), lo cogió, lo arrugó con las dos manos sin leerlo y se lo tiró a los pies del pavo gritándole algo que sonó a indicarle la dirección de salida un poco más explícitamente que por donde la hierba ha sido cortada.

:bythesegao:

Entre tanto ultraderechismo yo no me dejaba de ver a mi mismo como un potencial objetivo al que darle una somanta palos en cuanto me parase a rascarme la nariz, así que anduve con treinta ojos. Yo para estas cosas soy más fantasma que ni sé, el Bruce Willis en el sexto sentido se queda en un amago de movedor de ouija a mi lado, así que ya iba planeando mi manera de defenderme: «si me viene alguno de frente, le meto una patada en los huevos y echo a correr hasta donde Tokyo pierde su nombre (que ya es decir), y si alguno se me planta delante, más deconstrucción de los óvalos que provoco y más pa Yokohama que tiro»

Por fortuna, allí lo único que pasó fuí yo desapercibido entre tanto policía y tanto cabrón, así que llegué sano y salvo a mi casita con una ondonada de ropa recién comprada que me probé delante del espejo descojonándome pensando en que será la única vez que la vea tan planchada.

Eso sí, todo aquél que siga pensando que los policías no dan miedo porque han visto un video en el youtube, que le echen un vistazo a las fotos:

Homenaje a Michael Jackson en Yoyogi

El viernes cuando me puse a leer las noticias y ví que se había muerto este hombre, me quedé flipao. Siendo sinceros, me quedaría igual de flipao si me enterase que se ha muerto Bud Spencer o Murdock el del Equipo A. Es decir, que no he sido nunca un admirador compulsivo y la verdad es que ni me va ni me viene demasiado, pero forma parte de los recuerdos de mi infancia y adolescencia gambitera.

Si entró en mi vida es porque los medios se encargaron de que yo supiese quien es, poniendo a todas horas sus videos musicales, que me flipaban de pequeño. De sus canciones, ni fú ni fá… seré raro por decir esto, pero me da igual, el que escribió sobre gustos es un prepotente, tampoco me gusta el fútbol y soy muy feliz así. Los insultos los podéis dejar en los comentarios, que con wordpress es facilísimo borrarlos.

Bueno, pues esos mismos medios que metieron al zombi de thriller en mis pesadillas, se encargaron después de ponerle a parir diciendo mil barbaridades y al final teníamos todos una imagen de un señor con la cara blanca, la nariz deformada y mascarilla que enseñaba a un niño que casi se le caía desde un balcón.

Yo ni me creía lo que decían ni me lo dejaba de creer. Igual que si me dijesen que Murdock o Bud Spencer son gays (aunque lo de éste último sí que me costaría creérmelo). Vamos, que yo eso de idolatrar no lo llevo muy allá, si acaso al señor Morinaga y sus tabletas de chocolate.

Ese mismo viernes yo fui a la oficina como siempre, esperando que pasase el día lo más rápido posible. Enchufé cadena 100 en el iPhone y ale, a programar. Mar Amate me mandó un mensaje, que si me podían llamar para hablar de cómo se ha vivido la muerte de Michael en Japón, yo le contesté que no tenía ni idea porque ni siquiera había puesto la tele, y por la calle camino de la ofi no había visto a nadie haciendo el moonwalker, pero me dijo que les seguía valiendo que les dijese esto porque es lo que yo ví, así que me llamaron y eso dije.

Desde ese día pues supongo que lo mismo que en cualquier país del mundo: la tele totalmente monopolizada sobre la noticia con fragmentos de sus videos musicales y a poder ser la mayor cantidad de fotos posible con el pobre hombre entubado medio inventándose rumores sobre su muerte.

En Tokyo todo normal… menos el sábado por la noche que me encontré a un montón de gente en Yoyogi, con camisetas y fotos de Michael y velas puestas en su honor. Había gente que sobreactuaba llorando delante de cámaras de televisión, y gente que lloraba de verdad al abrigo de la oscuridad quizás con lágrimas provocadas por la luz de las velas.
Otros imitaban sus bailes mientras un corro de gente cantaba alguna de sus canciones, y muchos reían y disfrutaban de aquel sencillo y espontáneo homenaje.

Aquello me pareció la forma más humilde, preciosa y sincera de honrar la memoria de Michael. Hasta yo volviendo a casa iba silbando la de Billy Jean, y la habría tatareado más allá del estribillo de haber sabido como sigue.

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母乳酒 – Bonyushu, el grupo de Miguel

Por aquello del internet, uno no tiene demasiada dificultad en buscar y familiarizarse con los paisanos que viven por aquí. Cuando volví a Bilbao después de vivir seis meses en Tokyo, le cogí afición a esto de los blogs de Japón así que puedo decir que ya conocía bastante bien las vivencias de Héctor, el tito Fla, Alan, Ale… cuando volví aquí por esta segunda vez.

Lo cierto es que a veces daba la sensación de que sólo había unos pocos viviendo en Japón, aunque se me quitó de un plumazo el día de la recepción del que imita a Fuentes, que aquello parecía la estación de Shinjuku pero dándole la vuelta a la proporción japoneses-extranjeros, allí había más gañanes ibéricos que ni sé (ciudadanos, porque ibéricos de los del cerdo más bien pocos).

Vamos, que había vida más allá de los cuatro o cinco blogs que yo conocía. Aunque también es cierto que al margen de los que he comentado antes, sí que había algunos otros que me sonaban, que aunque no sabía muy bien qué hacían o dejaban de hacer, sí que les ubicaba en algún pino cercano entre el quinto y el séptimo donde vivo yo. Sin ir más lejos, el chico con el que voy a Yosakoi (que sólo he ido una vez, por cierto, ya me vale) le conocía de su cuenta de flickr y un amago de twitter que hace mucho tiempo ya que dejó.

Del que vengo a hablar hoy también sabía algo. A este hombre le recuerdo de verle vestido de la tuna con un acordeón, y a veces con un sombrero negro, patillas y gafas. También sabía que tenía un blog que se actualiza de hanamis a setsubunes, y una vez me contaron que en sus actuaciones utilizaba muchos juegos de palabras en japonés y que la gente se descojonaba con él. En esa conversación no me quedó nada claro qué tipo de actuaciones eran esas, aunque yo me imaginaba que tendrían algo que ver con clavelitos y acordeones y no me dejaba de parecer gracioso el asunto de ver una tuna por Tokyo.

El otro día recibí una invitación suya para ir a un concierto que daba en una sala no muy lejos de donde yo trabajo, y allí que me fuí. No tenía ni idea de qué me iba a encontrar, pero me gustaba mucho la idea de poder verle en directo, así que metí todas las cámaras en la mochila de llevar las cámaras y me planté con una amiga en el bar.

Nada más entrar nos encontramos con Héctor y ya nos quedamos con él todo el rato. No se puede decir que seamos amigos porque la verdad es que sólo hemos coincidido dos o tres veces y poca frases hemos intercambiado, pero sí puedo decir que es un tío majo, abierto y mucho más campechano y normal de lo que algunos comentarios de su blog pretenden. Allí estaba con su cámara colgando del hombro y cuando nos quisimos dar cuenta, ya estaba sacándole fotos a un tipo con peluca, con el permiso y la colaboración del tipo en cuestión. A mi me sacó alguna también.

En el escenario había un grupo de japoneses que hablaban más que cantar, y cuando por fin se callaron, apareció Miguel. Sombrero negro, patillas, gafas y un micrófono cerca. No llevaba el traje de la tuna, pero su imagen me cuadraba.

 

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Lo que no me cuadró tanto es que hablaba en castellano y en japonés más o menos a partes iguales, y lo mismo pasaba con las canciones del grupo: la mitad en castellano y la mitad en japonés.

Me gustó el sonido que nada tenía que ver con una tuna, me gustó lo que decía en castellano y lo japonés que sonaba en japonés. Me gustó comprobar que era cierto eso de que la gente se reía con sus frases y que diese las gracias diciendo gracias las mismas veces que arigato.

Saqué fotos, muchas, pero la oscuridad no me dejó acertar a sacarlas nítidas, las mejores por aquí estarán. Eso si, aprovechando una mesa que estaba justo delante de él, pude grabar un video decente con la cámara que dejé ahí puesta encima de un minitrípode que vigilaban dos chicas majísimas.

Si váis a ver los vídeos, por favor, no dejéis de pensar que sólo había tres personas españolas dentro de aquél bar de Yotsuya en Tokyo, y que una de ellas era el que cantaba. El grupo se llama Bonyushu (母乳酒), el cantante es Miguel y es mentira eso que dice de que predica en el desierto:

Miguel, fué todo un placer, si señor. Al siguiente, si me dejas, también me apunto como está mandado.

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Kaiten Sushi

– ¿Puedo sacar fotos?
– Jaja, claro, no hay problema. Lo único que no saques a la gente porque están comiendo y no sé si les gustará que les molestes, pero del restaurante saca a lo que quieras.
– Gracias!!
– Iie iie. Es raro que me hayas pedido permiso, normalmente nadie lo hace…
– Sou desu ka?
– Un

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– Toma, para que tengas una foto curiosa
– ¡¡ Ostras !! Pero si tiene pescado dentro y todo, ¡menudo artista!
– Jajaja, cuando hayas sacado las fotos comételos, ¿eh?
– Si si, jeje, ¡gracias!

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– Ten cuidado con la cámara que la has dejado muy cerca del grifo de agua caliente.
– Anda es verdad, gracias. Por cierto, se puede tomar todo el té que uno quiera, ¿verdad?
– Si, eso es
– ¿Hay gente que abuse del asunto? ¿Que coma muy poco sushi pero se beba un montón de tés y se tire un rato largo?
– No, la verdad es que no pasa o no nos damos cuenta. Tampoco importaría, el agua siempre está caliente y para eso está el té… no nos preocupa.
– Ah vale… pues yo me voy a tomar otro
– Douzo

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– Buff, me parece que ya no puedo comer más… ¿se paga allí, verdad?
– Jajaja, te has comido los pequeños también, ¿estaban buenos?
– Pues la verdad es que no lo sé, porque como eran tan pequeños casi no tenían sabor…
– Jajaja, también es verdad!. Espera que te cuento los platos… vale, también has pedido una cerveza, así que esto es.
– Estaba muy bueno y gracias por el minisushi.
– ¡Muchas gracias! – (¡muchas gracias! – gritan el resto de camareros a la vez.)

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Más del Gundam

El viernes a la noche volví y resulta que lo tenían iluminado en plan guay, pero guay guay, pero yo no llevé ni cámara ni nada. Hoy he vuelto, pero no tenía luces… aún así he sacado alguna foto desde otros ángulos. Ahí van, y prometo no dar más la chapa con el roboto por ahora (o hasta que le pille con las luces guays, que molaba, soltaba humo y todo!)

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El Gundam de Odaiba

Gundam, por lo visto, es una serie estilo Mazinger-Z pero a lo nuevo donde hay robots. No la he visto en mi vida, pero por hacer 30 años que se le ocurrió a alguien hacerla, han plantado en Odaiba un pedazo de robot de 18 metros de alto.

Hoy después de currar me he ido allí y le he sacado todas las fotos. Mola mucho aunque no os guste el anime, y además había una luna preciosa y hacía una temperatura guay, así que me ha gustao la roboexcursión!

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En ikuflickr están las fotos en gordas, echadles un ojo láser!

Alrededores de Haneda

Mi casa está rodeada de cuestas, esto significa que menos en la dirección del Kitamura, vaya para donde vaya tengo que tirar para arriba. El repecho que me separa de Honmonji me deja ver las luces de los edificios de Shinagawa por las noches, y también los flashes de los aviones que van a aterrizar a Haneda.

Es el aeropuerto para vuelos domésticos de Tokyo, y está cerca de Odaiba. Que yo pueda verlo desde mi casa significa que no está muy lejos, así que el domingo dejé tanto php y tanta historia, y me fuí con la bici hasta allí por segunda vez.
 
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Es una zona fea, industrial, repleta de almacenes con contenedores roñosos de esos que en las películas llevan gente dentro para colarlos en el país que fuese. Hay maquinaria aparcada cerca de edificios que seguro que cumplen su función, pero son horribles, aún más si cabe al estar protegidos por esas vallas de alambre rotas aquí y medio tumbadas allá.

 

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Las carreteras son amplias y muy rectas, seguro que para facilitar la circulación de todos esos camiones que irán cargados con lo descargado de los aviones. Desentona la presencia de muchas máquinas de bebidas en cada rincón, podría decirse que tocan a dos por fábrica. Me puedo imaginar a los obreros sentados en el bordillo de la acera con latas de café a media mañana, con toallas en la cabeza a modo de pañuelo, y monos de trabajo con un tono que sólo deja intuir su color original. 

Eso será entre semana, porque el domingo no había ni un alma.

Sólo alguna pareja paseando y algún otro con cámara tratando de conseguir capturar en foto la magia de esos aparatos que vuelan aún pesando mucho más que yo.

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